Ediciones Trea - 978-84-9704-461-5 - La dinastía de Champaña en Navarra - Maria Raquel Garcia Arancon
Formato: 15 x 21 cm.
Páginas: 400
Año: 2010
ISBN: 978–84-9704–461‑5

La dinastía de Champaña en Navarra. Teobaldo I, Teobaldo II, Enrique I (1234–1274)

38,00

La his­to­ria bajo­me­die­val de Nava­rra está mar­ca­da por un hecho deci­si­vo en el deve­nir polí­ti­co-ins­ti­tu­cio­nal del rei­no: des­de 1234 has­ta su incor­po­ra­ción a Cas­ti­lla en 1512, este peque­ño Esta­do está regi­do por dinas­tías fran­ce­sas. El siglo XII se había carac­te­ri­za­do en lo exte­rior por el difí­cil ejer­ci­cio de super­vi­ven­cia fren­te a los rei­nos penin­su­la­res veci­nos, y en el inte­rior por la con­fi­gu­ra­ción de una socie­dad tri­par­ti­ta y la cris­ta­li­za­ción de unos inci­pien­tes meca­nis­mos de ges­tión públi­ca, de cor­te tra­di­cio­nal. Nada hacía supo­ner que Nava­rra se iba a incor­po­rar, al prin­ci­pio de modo len­to, y des­pués rápi­da y expe­di­ti­va­men­te, a un esti­lo de gobierno de cor­te euro­peo, nove­do­so entre los rei­nos his­pa­nos, tan­to en la con­cep­ción del poder como en los usos admi­nis­tra­ti­vos, y des­de lue­go con una radi­cal reorien­ta­ción de intere­ses exte­rio­res y estra­te­gias dinás­ti­cas. En poco más de un cuar­to de siglo des­pués de la muer­te de San­cho el Fuer­te, Nava­rra se había per­fi­la­do como una monar­quía «moder­na», que vivía una eta­pa de tran­si­ción entre las cos­tum­bres alto­me­die­va­les y las ins­ti­tu­cio­nes reno­va­das y con­so­li­da­das de la Baja Edad Media. Teo­bal­do I (1234–1253) y sus hijos Teo­bal­do II (1253–1270) y Enri­que I (1270–1274) intro­du­je­ron, con la nue­va dinas­tía, un nue­vo talan­te polí­ti­co. Refor­za­ron la auto­ri­dad del sobe­rano y la adap­ta­ron hábil­men­te a las tra­di­cio­nes del rei­no. Sus refor­mas de los resor­tes admi­nis­tra­ti­vos y la pro­yec­ción exte­rior hacia la cris­tian­dad occi­den­tal die­ron a Nava­rra un carác­ter «euro­peo» que nun­ca antes había teni­do. Este sis­te­ma pre­sen­ta­ba aspec­tos posi­ti­vos, como la admi­nis­tra­ción racio­nal y efi­caz, la aper­tu­ra y el pres­ti­gio inter­na­cio­na­les y el dina­mis­mo eco­nó­mi­co, y resul­ta­dos des­fa­vo­ra­bles, como el auto­ri­ta­ris­mo monár­qui­co, las ausen­cias pro­lon­ga­das de los reyes en sus seño­ríos fran­ce­ses y el des­equi­li­brio pro­du­ci­do entre las fuer­zas socia­les, que con­du­jo a una inquie­tud esta­men­tal, endé­mi­ca duran­te casi un siglo.

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