MALO CONOCIDO

El pastiche

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Este galicismo que el diccionario de la Real Academia asocia a imitación o plagio, es polisemia (voz con distintos significados) de uso frecuente en Teoría de la Arquitectura, y ha de resultar familiar al lector no especializado a causa del debate en torno a la Aduana de 1959.

Llamamos pastiche a todo aquel edificio que, construido con tecnologías de esta época, se camufla mediante estilemas del pasado, a modo de tramoya. Es mentira, escamoteo y engaño. Si la belleza, tal como nos enseña Platón, es consecuencia de la verdad, el pastiche es falsedad y, por tanto, vulgar.

No se debe confundir con los eclecticismos del XIX que, si bien usan repertorios de otros tiempos, presentan cierta coherencia constructiva, e incluyen el Modernismo de Gaudí y el Jugendstil de Wagner, que preludian el Movimiento Moderno.

La nueva objetividad y el funcionalismo humanista generan, a partir de las vanguardias de principios del XX (Adolf Loos, Schindler, Neoplasticismo Holandés, Constructivismo Soviético, Bauhaus, Behrens, Le Corbusier), una arquitectura auténtica, la primera desde el Gótico: el Movimiento Moderno. La historia más contemporánea está atravesada por la obsesión de la modernidad, frente a fenómenos reaccionarios, como el pastiche, el postmoderno y la arquitectura mediática.

La Europa que emerge de la guerra se reconstruye mediante los enunciados del Moderno, vinculado en su origen a ideas de libertad y progreso, tal como se formula en la Carta de Atenas que redactan en 1933 los participantes en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, en el cual intervinieron los arquitectos españoles Torres Clavé y Sert. La Interbau de Berlín de 1948 consolida el movimiento ya denominado Estilo Internacional.

En los sesenta, el desmesurado desarrollo inmobiliario amenaza con la destrucción masiva de los centros históricos, lo cual genera una conciencia de defensa del patrimonio, pero produce un indeseable daño colateral, el pastiche. Gran parte de la producción comercial reciente es puro pastiche: viviendas disfrazadas de cortijos, edificaciones camufladas de caserones barrocos, e intervenciones en los centros históricos que, lejos de atender a su entorno sin eludir su obligada modernidad, recurren a la mentira kitsch.

Cuando participé en el jurado para el Museo del Carnaval en La Viña, ante el revuelo recogido en prensa por la comprometida modernidad de la propuesta ganadora, hice examen de su entorno. La mayoría de las casas que lo componen son sustituciones levantadas a partir de los ochenta, con programas de vivienda moderna y mentirosas fachadas a modo de tosco disfraz de edificio falsamente histórico.

Lo pernicioso del pastiche es que resulta fácilmente digerible porque, como sostiene Cernuda, «llevamos dentro el mal en forma de gusto vulgar». Pero pienso, como San Agustín de Hipona quien también fue liviano y pecador en África, que «la felicidad es el gozo de la verdad».