Ridley Road (2021), de Lisa Mulcahy

Las producciones televisivas o cinematográficas ambientas en la Segunda Guerra Mundial -preguerra y postguerra incluidos- tienen un atractivo especial para el gran público. Las que tienen que ver con el Holocausto y le persecución a los judíos, también. Las que se construyen sobre una trama de espionaje, sin duda. Las que tienen una heroína como protagonista, cada vez más. Y las que están basadas en un caso real, más aún. Cojan todos estos ingredientes, llévenlos al Londres de 1960, y ya lo tienen. La fórmula del éxito. Una fórmula, además, de una maravillosa duración: 4 capítulos de menos de una hora. Ideal para un maratón de fin de semana.

La serie cuenta la vida de una joven judía inglesa que, huyendo de un matrimonio forzoso a Londres y siguiendo al chico que verdaderamente ama, encuentra en la capital británica no sólo la efervescencia de los años 60, sino una corriente supremacista que defiende las ideas nazis. No tardará Vivien en sentirse interpelada a hacer algo. No tardará en dejar de ser una chica más.

Ridley Road es una serie llena de aciertos difíciles de situar en una escala de mejor a peor. Su ambientación es extraordinaria y llama inmediatamente la atención. Este es un valor cada vez mayor de las producciones para “streaming” que hace tiempo dejaron de ser “meras” series de televisión porque, aunque Ridley Road está producida por la BBC, está distribuida por Disney+. Y eso son palabras mayores. Cada detalle de este Londres, de estos neonazis, de esta Resistencia, de las sinagogas, los pubs, las rayas en el pelo o el largo de las faldas bebe de manera magnífica del espíritu de su tiempo. Uno se “mete” literalmente en Ridley Road y se deja llevar por esos ambientes y atravesar por estos personajes. Personajes que están capitaneados por una actriz debutante y talentosa, Agnes O'Casey. Ella ha sido la encargada de dar vida a una heroína de carne y hueso, que existió y contribuyó a que la Historia del Reino Unido virara hacia otros relatos. Su pequeño cuerpo y sus ojos enormes parecen estar en constante estado de ensimismamiento, de alerta, de emergencia; como si tuviera una granada a punto de explotarle en las manos. Su interpretación da muestras de valor y fragilidad, de determinación y miedo. Es tan profundamente humana, tan profundamente real que Ridley Road es ella por derecho propio.

Luego está por supuesto el horror de lo que cuenta. Y ahí está otro de sus grandes aciertos, pues la cinta se centra, no en la Segunda Guerra Mundial ni el Holocausto como decíamos al principio, sino en esos años posteriores en los que las fauces del nazismo seguían clavándose en sociedades debilitadas, ávidas por hacer cumplir un sueño. Es la época inmediatamente anterior al espíritu de protesta que definió la década de los 60; la época inmediatamente anterior a que los jóvenes tuviesen su propia voz en la sociedad; y la época inmediatamente posterior a que los jóvenes fueran forzados a luchar por una causa -la guerra- y sus hijos decidieran, voluntariamente, luchar por otra. Lo verdaderamente valioso, y también aterrador de Ridley Road, es que habla sobre temas profundamente modernos y actuales como es el de las brechas sociales por donde una idea o una ideología puede meterse de manera drástica para sembrar discordia, violencia y odio. Lo que la hace tan completa es que a pesar de que todo lo que pasa nos es ajeno, no lo sentimos como completamente ajeno.

Por eso Ridley Road atrapa desde la primera escena (porque es un thriller). Por eso cumple maravillosamente con su cometido (porque remueve la conciencia). Por eso está llamada a seguir teniendo más temporadas y a seguir teniéndonos en vilo (porque es muy buena).