(PDF) OLIVER CROMWELL: PRECURSOR DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA | José E. Urdapilleta R. - Academia.edu
OLIVER CROMWELL: PRECURSOR DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA José Emilio Urdapilleta Romero Conferencia ante la Liga Patriótica Universitaria del Paraguay En agradecimiento a la Liga Patriótica Universitaria en la persona de Leda Britos, he creado este material humilde pero sincero. Ojalá sirva al menos para decir que algo se hizo. J.E.U.R. En el Día de la Vírgen de la Merced. 24/09/MMXX. Asunción del Paraguay, Madre Espiritual del Río de la Plata. 1. PREFACIO “Fue entonces, en esos años sin fechas exactas de la historia, en que debemos poner al claro reconocimiento que hizo Oliver sobre el Calvinismo Cristiano; lo que él llamaría su conversión… Ciertamente, una gran época del hombre, propiamente una época que fue punto de inflexión hacia arriba (o hacia abajo) que lo guio (…). Por muchos siglos, el Cristianismo Católico, una ajustada encarnación del sentido divino, ha sido la corriente más o menos, haciendo las generaciones nobles. Y aquí, en Inglaterra, en el siglo llamado diecisiete, vemos sus últimos aspectos (de ennoblecimiento), esperemos que no los últimos en definitiva…”. - Thomas Carlyle. 2. ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN INGLESA. En primer lugar, debemos recordar la situación difícil que pasaba la Santa Iglesia Católica en los últimos siglos de la Edad Medieval. 1- El final de las Cruzadas a inicios de los años 1300 d.C., luego de casi dos centurias de luchas con luces y sombras. Período glorioso en el que se entremezclaron las más vivas, nobles y fervorosas expresiones de la cristiandad con momentos de desesperanza, infamia y viles disposiciones, especialmente por causa de la “política” secular, de los reinos europeos en formación y constante disputa mutua. 2- Las interminables guerras de “Gibelinos y Güelfos”: entre el Papado y el Sacro Imperio Romano Germánico, que afectaron incluso a las Cruzadas y se extendieron hasta finales del siglo XIV. La autoridad del Papa estaba severamente cuestionada por el “Poder Real” de los emperadores revolucionarios (Federico I y Federico II especialmente, ambos del “Sacro Imperio”). Esto también puede vincularse con las famosas “Jaquerías” del siglo XIV, en las que los aristócratas y nobles del continente se levantaban junto a los campesinos contra reyes y obispos para poder preservar sus privilegios nobiliarios, amenazados por el creciente poder de las distintas coronas. 3- El Papado de Aviñón: que abarcó 1309-1376, en el que los Santos Padres se mantuvieron en la “Cautividad de Babilonia”, como fue llamada. Varias veces los Papas recurrieron a los Reyes Franceses para salvar su situación en la guerra contra el Sacro Imperio. Pero en esta ocasión, el “Muy Cristiano Rey” de Francia, Felipe IV, había secuestrado al Papa Bonifacio, quien murió en el cautiverio. Se nombraron varios “antipapas” (y no vale la pena entrar en detalles ahora) hasta que con la llegada del Sumo Pontífice Martín V se terminó con este difícil período llamado el “Cisma de Occidente”. 4- Las herejías medievales: los “bogomilos” en Bulgaria y Serbia; los “cátaros” en Francia; los “husitas” en Europa Central y especialmente los “lolardos” en Inglaterra: estos (y los demás citados, en mayor o menor medida) consideraban que la Iglesia Católica había sido corrompida por los asuntos “terrenales”, que el Papa no tenía autoridad sobre temas temporales e incluso espirituales; que los sacramentos de la Iglesia Católica, especialmente la reconciliación y la “transubstanciación” en la Divina Eucaristía eran “idolatría”. Su principal líder fue Juan Wycliffe (1320-1384), a quien se puede considerar precursor directo de Martín Lutero y cuyas ideas religiosas y políticas también se pueden percibir en la filosofía de Oliver Cromwell. 5- General decadencia: al finalizar la Edad Medieval se dan la caída del Imperio Bizantino, la “Gran Peste” que se extendió incluso hasta el siglo XV, las constantes contiendas dentro de la Iglesia Católica, la crisis socioeconómica y hambrunas recién superadas entonces. La “cristiandad” enormemente debilitada era caldo de cultivo para la terrible tormenta que se desataría poco después, en 1517: el protestantismo. 2. REVOLUCIÓN PROTESTANTE EN GRAN BRETAÑA. Las ideas protestantes y heréticas de Martín Lutero, Juan Calvino y Ulrico Zwinglio se difundieron principalmente en los territorios del norte del “Sacro Imperio”, donde el terreno estaba fértil para el cisma y la ruptura (actual Alemania y Dinamarca). Este largo proceso de separación de la Santa Iglesia con los Estados Modernos se concretó luego de la llamada “Guerra de los Treinta Años” (1618-1648) en la que los Habsburgo en España (rama mayor) y Austria (rama menor) inicialmente lograron varias victorias que pusieron en peligro grave a la “revolución protestante”. Sin embargo, la entrada en guerra de un insospechado rival (Gustavo Adolfo de Suecia) y finalmente, la defección de los Reyes Borbones en Francia (cuyo “primer ministro” entonces era el célebre Armand du Plessis el Cardenal Richelieu) hacia el bando protestante, por intereses meramente políticos, torció el curso de la historia. La “Guerra de los Treinta Años” fue una sangría de proporciones inmensas que costó la vida a cerca de 2 millones de soldados y 8 millones de civiles, especialmente centroeuropeos. Desde 1517 bien podría decirse que los pueblos germánicos entraron en una profunda decadencia, acrecentada por estas terribles sangrías y recién a finales del siglo XVIII se daría un lento resurgimiento que tendría su punto culminante en la “Unificación Alemana” de 1870. Sin embargo, la Francia Borbónica aparecería entonces como “Árbitro de Europa”, posición que mantuvo hasta la llamada “Revolución Francesa”. La Gloriosa España de los Austria, madre y civilizadora de medio orbe, recibió un golpe lento pero a la larga fatal que terminaría de concretarse en la “Guerra de Sucesión Española” en 1714 cuando los Borbones accederían al “Trono de Castilla”. La rama menor de los Habsburgo en Viena resistiría contra viento y marea hasta el final de la Primera Guerra Mundial. ¡Y todo esto porque no existía Tribunal de Inquisición en el Sacro Imperio, para aplastar de antemano la herejía luterana! Gran Bretaña, sin embargo, se mantuvo mayormente aislada de todos estos sucesos. Esto, en parte, porque el país se hallaba socioculturalmente más “atrasado” que las demás naciones europeas en el siglo XV y por su especial situación de “isla separada” del continente gracias al llamado “Canal de la Mancha”. Además, los monarcas británicos, que podían ser tan íntegros como corruptos, nunca pusieron en cuestionamiento la primacía de Roma y los sagrados dogmas de la Santa Iglesia Católica. Por casi cuatro siglos, la Casa Plantagenet gobernó Gran Bretaña. Pero al final de la llamada “Guerra de las Rosas” en 1485, esta legendaria dinastía quedó acabada con la muerte del Rey Ricardo III en el campo de batalla (era descendiente de Ricardo Corazón de León). Heredarían el “Trono de las Rosas” los miembros de la Casa Tudor, que eran los supervivientes finales de esta sangrienta contienda. De manera ilegítima, al decir de Hillaire Belloc, así accedían al poder los que desafiaban a los verdaderos monarcas en Gran Bretaña.1 Enrique VII de Inglaterra (padre del famoso Enrique VIII de Tudor) fue monarca tras la caída de los Plantagenet. Se puede decir que a su muerte, Gran Bretaña lentamente dejó la era medieval y fue introduciéndose en el llamado “Renacimiento”. El reino de los angevinos (como se llamaba a los Monarcas Plantagenet) se destacaba por otorgar grandes libertades a los “Barones” y los “Señores” feudales de Gran Bretaña. De hecho, la famosa “Magna Carta” había surgido bajo esa dinastía. Además, los angevinos eran fervientes católicos que apoyaron, con virtudes y defectos, todas las causas de Roma, especialmente las Cruzadas. Con Enrique VII Tudor se inicia la centralización del poder en la monarquía británica, años antes de que se desate la “revolución protestante” en Europa Central. Los “Lords” y “Barones” se veían mucho más maniatados ante las políticas del monarca, lo que generó una relativa paz y estabilidad interna muy necesarias para el país y un desarrollo económico incipiente. Sin embargo, también sería el punto de partida para lo que habría de ocurrir poco después. Enrique VIII de Tudor sucedió a su padre y todos sabemos lo que va a ocurrir después… En 1534 pretendió divorciarse de su ilustre esposa, la Princesa Catalina de Aragón (hija de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos). El Papado, que varias veces accedió a los deseos de los monarcas británicos en distintos asuntos, no tenía posibilidad de ayudar a Enrique VIII en ese instante sin desairar enormemente a los Reyes Católicos y sus descendientes. Cabe recordar que España era la principal potencia de Europa en esos tiempos y tenía además “primacía” sobre las demás coronas por cuestiones de derecho hereditario, según lo dictaminaron los mismos Santos Padres.2 Lo que pocos saben es que Enrique VIII inicialmente fue un ferviente católico, quizás por conveniencia (pues todos los británicos eran, en ese tiempo, muy devotos y según Belloc, tenían en el corazón ese espíritu piadoso que era Belloc, Hilaire (2005): “Historia de Inglaterra”, pags. 229-240. Buenos Aires, Argentina: CS Ediciones. Varios Sumos Pontífices han dictaminado, entre los siglos XIV y XVI que la Corona de Castilla tenía primacía por sobre las demás coronas europeas, pues eran los más directos y legítimos descendientes de los Reinos Visigodos y del Imperio Romano. A este respecto, véase: Suarez Fernández, Luis (1963): “La Cuestión de los Derechos Castellanos”. Publicada en el Anuario de Estudios Atlánticos, N° 09 págs. 11-21. Las Palmas – Madrid, España: Editorial Cabildo Insular de la Gran Canaria. 1 2 transmitido por los Plantagenet), quizás lo fuera sinceramente. Lo cierto es que con ayuda de su mejor amigo y consejero real, el Canciller Santo Tomás Moro, escribió una obra muy famosa contra la herejía luterana iniciada en 1517 llamada “En Defensa de los Siete Sacramentos”, que se difundió por toda Europa y motivó que el mismo Martín Lutero le responda posteriormente.3 La obra de Enrique VIII fue tan popular y admirada que el Papa León X otorgó al monarca tudor el título de “Fidei Defensor”, que luego le sería revocado a causa del cisma anglicano (pero que los Reyes de Inglaterra, de manera espuria, siguen utilizando). No obstante la ruptura con Roma, los británicos siguieron viviendo la vida cotidiana como si nada hubiera pasado. Prácticamente ni se habían enterado de que algo cambió. Nos lo dice así Hilaire Belloc: “La Reforma no fue introducida en Inglaterra mediante un cambio de religión, sino por una ruptura con Roma. La práctica de la antigua religión con sus doctrinas intactas, la misa, la jerarquía, etc., continuó después de la ruptura con Roma sin que el vulgo advirtiera la diferencia”. 4 Esto no significa que no existieron personajes, seguidores de la herejía protestante, que operaban en las sombras influyendo en la voluble mente de Enrique VIII. El Conde de Essex, Thomas Cromwell (de la línea principal de la “Familia Cromwell” a la que pertenece el protagonista de este relato, Oliver) fue el principal instrumento de la revolución cismática (y el instigador de la infame “Supresión de los Monasterios” y pillaje de innumerables propiedades de la Iglesia Católica en Inglaterra, lo que Belloc llamó “Reinado del Terror”). A él se sumarían otros hombres fundamentales para la formación del anglicanismo como el Arzobispo de Canterbury Thomas Cramner. Este hombre puede ser considerado como el verdadero “Padre de la Iglesia Anglicana”,5 pues sutilmente introdujo variaciones heréticas a las doctrinas vigentes en Gran Bretaña, que mientras vivió Enrique VIII era más o menos como una especie de “Catolicismo sin Papa”. Al final de su vida, ya completamente dominado por Cromwell y Cramner, en una triste decadencia y atacado por toda especie de dudas, angustias, dolores, quizás hasta arrepentido, falleció Enrique VIII en 1547. Su hijo Eduardo VI, quien apenas tenía 10 años al heredar el reino, fue un simple instrumento de los revolucionarios protestantes hasta que falleció, supuestamente de tuberculosis, en 1553. Asumiría la corona británica María Tudor, católica devota y muy mancillada por la propaganda protestante, pues lograron que se la apode en la historiografía Enrique VIII Rey de Inglaterra (1521): “Assertio Septem Sacramentorum”. Notas de William L. Sachse: English History in the Making. Vol I. pags. 182-183. Nueva York, EEUU: Editorial John Wiley and Sons. 4 Belloc (2005) op.cit. pag. 259. 5 BBC History (Londres, Gran Bretaña): “Thomas Cramner 1489-1556: Archbishop of Canterbury and Leader of the English Reformation who was responsible for establishing the basic structures for the Church of England”. Publicado en el año 2014. Archivado: http://www.bbc.co.uk/history/historic_figures/cranmer_thomas.shtml 3 como “Bloody Mary” y se la presente como una salvaje tirana. Esta gran mujer, en cinco años, volvió a restablecer a la Iglesia de Inglaterra bajo la autoridad de Roma y revirtió mucho del daño hecho a las Islas Británicas por la insidiosa operación efectuada por Thomas Cromwell (quien ya había sido ajusticiado por Enrique VIII en 1540) y Thomas Cramner. De hecho, María ordenó la ejecución del Arzobispo de Canterbury en 1556, luego de que este se arrepintiera de todos sus pecados contra la Iglesia Católica (de manera muy poco sincera). Sin embargo, los protestantes ocupaban sitios muy importantes de poder político y María de Inglaterra poco más pudo hacer.6 Aunque ella fue muy respetada y querida por la inmensa mayoría del pueblo llano británico (que todavía era, directa o indirectamente, católico), el bando “protestante” logró con Elisabeth I deshacer gradualmente a las resistencias de María (su hermana) y del mismo Enrique VIII. La llamada falsamente “Reina Vírgen”, Elisabeth reinó en Gran Bretaña (1558-1603) como la última Tudor. De nacimiento bastardo (pues la Iglesia Católica desconoció el matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena y esta al final fue decapitada por órdenes de su mismo esposo, quien anuló una vez más su boda), ella tenía posturas moderadas respecto a la revolución protestante. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, si bien el pueblo era mayoritariamente católico, los puestos de poder político fueron ocupados por los que se hacían llamar “reformistas”. Así, en 1571 y bajo el consejo de su principal ministro el William Cecil el Barón Burghley, empezó el proceso que convertiría a Gran Bretaña en una nación protestante de manera definitiva. Dos momentos culminantes fueron la ejecución de la legítima reina, María Estuardo, en el Castillo de Fotheringay en 1587 y el fracaso de la “Grande y Felicísima Armada” de los hasta entonces invencibles españoles en 1588. La muerte de María Estuardo desató un espíritu de nacionalismo británico, pues la propaganda hablaba de que la “poderosa Corona de España” iba hasta Inglaterra a castigar a la llamada “Reina Vírgen” a la que los hispanos consideraban hereje. Y la propaganda que los ingleses generaron en torno a “La Invencible” generó un ambiente aún más optimista, a pesar de que a la larga en esa “Guerra Anglo Española” (1585-1604) salieron mejor parados los españoles, incluso hasta hoy muchos aceptan que Gran Bretaña fue la vencedora en dicha contienda a pesar de todas las evidencias que indican lo contrario. 7 8 Waller, Maureen (2006): “Sovereign Ladies: The Six Reigning Queens of England”, pags. 113-116. Nueva York, EEUU: Editorial St. Martin's Press. 7 Motley, John Lothrop (1867): “History of the United Netherlands: from the Death of William the Silent to the Twelve Years Truce”, Vol. 04 pags. 221-224. Londres, Gran Bretaña: Harper and Brothers. “La Gran Armada de 1588: La Empresa de Inglaterra”, artículo de Pedro Luís Chinchilla. Publicado en “Armada Invencible: La Historia Completa de la Gran Armada Española de 1588”. Archivado: https://www.armadainvencible.org/la-armada-invencible/#Que_es_la_Armada_Invencible 6 8 Hasta hace poco tiempo se estrenaron dos filmes de gran calidad técnica y artística, pero que históricamente son una alevosa hagiografía hacia Elisabeth I de Inglaterra. Nos referimos a “Elisabeth” (1998) y “Elisabeth: the Golden Age” (2007), ambos protagonizados por Cate Blanchett y Geoffrey Rush con Al igual que su padre, Elisabeth I murió sufriendo trastornos nerviosos y desesperación. Había sido bautizada católica pero permitió que el protestantismo se instale definitivamente en Inglaterra. Prometió a su hermana María Tudor proteger la “antigua religión”; ejecutó a su prima María Estuardo la legítima reina y tomó bajo su protección a su niño Jacobo, quien a pesar de su origen firmemente católico había sido criado por los protestantes para heredar el trono, pues Elisabeth tuvo la desgracia de ser estéril. Estamos en el año 1603 y aquí ya podemos empezar a hablar de la Inglaterra de Oliver Cromwell. 3- LOS ESTUARDO Y LA APARICIÓN DE CROMWELL. Como podemos ver, a diferencia de lo que ocurrió en las demás naciones modernas que adoptaron el protestantismo, en Gran Bretaña ocurrió un proceso distinto: la revolución se impuso “desde arriba”, no como un movimiento popular y apasionado en el error sino como el esfuerzo de unas pequeñas minorías aristocráticas que aprovecharon la situación para establecer un “nuevo sistema” en el que, con expropiación de riquezas, monasterios, saqueos y persecuciones, las castas revolucionarias toman el poder y gradualmente van modificando la cultura, tradición y sentido histórico de la nación. En palabras de Hilaire Belloc: “La Reforma Inglesa fue una de las revoluciones más importantes de la historia, también una de las más desesperadamente combatidas, de las más graduales y más largas en su realización. Como otras revoluciones, fue iniciada por una minoría, al principio una minoría muy pequeña. Hemos visto los diversos accidentes que la promovieron, la renuencia de la nación pero la lenta y creciente presión aplicada que consiguió el cambio de la opinión del pueblo inglés. El vuelco en ese largo proceso se vislumbra después de la muerte de María Reina de Escocia. Está más cercano en los últimos días del reinado de Elisabeth (los dieciséis años que siguen a 1587) y con su muerte en 1603, y se decide finalmente con las derivaciones de la Conspiración de la Pólvora en 1605-1606. A partir de esta última fecha, aunque una numerosa minoría continúa su adhesión en diferentes grados a la tradición católica, Inglaterra se torna cada vez más anticatólica. Queda establecida como una nación protestante”. 9 La “nación protestante” que nos dice Belloc tuvo una última larga lucha que enfrentar para consolidarse definitivamente, pues la Dinastía Estuardo, a pesar de la dirección de Shekhar Kapur. Es que la figura de Elisabeth I como formadora de la Inglaterra Moderna es mucho más fundamental que la de Enrique VIII: el paso de la Gran Bretaña católica a la Pérfida Albión protestante se consolidó recién en la etapa final del reinado de Elisabeth I. 9 Belloc (2005) op.cit. pags. 330-331. todos los pesares, seguía conservando mucho de esa “tradición católica” que se resistía contra viento y marea. De hecho, siempre se ha afirmado que la gran mayoría de los Estuardo, descendientes de María Reina de Escocia, siempre fueron algo así como “cripto-católicos”. Jacobo I de Inglaterra e Irlanda y VI de Escocia gobernó desde 1603 hasta 1625. En contra de los deseos del parlamento inglés, que crecientemente se había tornado en la principal fuerza política del país, buscó la paz con las potencias católicas e incluso un “matrimonio de compromiso” de su hijo con España (¡el horror para los protestantes ingleses!). De hecho, promovió la libertad religiosa en Irlanda (firmemente católica) y solo tras enormes presiones del parlamento debió activar en Inglaterra leyes contra los seguidores de la “antigua religión”. Estas presiones venían principalmente de los sectores que entonces se llamaron “puritanos”, un grupo de calvinistas radicales derivados de las doctrinas heréticas del predicador escocés John Knox (1514-1572). Jacobo además logró imponer en la Iglesia Anglicana la llamada “Biblia del Rey Jacobo” (King James Bible), hecho peculiarmente importante pues en el país circulaban las versiones “mamotreteadas” del protestantismo. Aunque la “King James Bible” deja muchísimo que desear por la pésima y maniquea traducción de varios pasajes con alevosos errores y omisiones, el Rey ordenó que se incluyan todos los libros “deuterocanónicos” y demás fragmentos que los protestantes, siguiendo el estilo de Lutero y demás, simplemente “eliminaban” sin autoridad alguna pues les causaban “problemas” a la hora de enseñar sus falsas teologías. Sin embargo, los asistentes (protestantes la mayoría) de Jacobo lograron que estos fragmentos y libros sean incluidos en una sección denominada de manera espuria “apócrifos”, de nuevo, en contra de cualquier autoridad o evidencia para ello y con la pésima traducción mencionada, a pesar de que la “King James Bible” se destaca por su belleza en prosa y metaforismos, pero no por su fiabilidad y exactitud histórica. Al fin y al cabo, Jacobo fue un rey que sufrió muchas resistencias de varios bandos y le tocó soportar un juicio historiográfico muy severo por parte de la “Historiografía Whig” de Inglaterra que empezó a nacer en esos tiempos y que se encargó de ensalzar a todo aquel que seguía las líneas liberal-protestantes y de denostar contra los más tory (conservadores) y anglo-católicos. A pesar de sus esfuerzos por la pacificación religiosa, la conciliación con España y la consolidación del poder monárquico sobre el revoltoso parlamento dominado por radicales, en muchas medidas fracasó aunque consiguió sentar las bases para una Gran Bretaña unificada. 10 Pesada era la carga que debía afrontar Carlos I de Inglaterra cuando asumió el Reino Unido de la Gran Bretaña en 1625. Quiso la Historia que en ese mismo período de tiempo surgiera la figura que marcará un antes y un después en la historia de las Islas Británicas: Oliver Cromwell. 10 Croft, Pauline (2003): “King James”, pag. 66-68. Nueva York, EEUU: Editorial Palgrave and Macmillan. Nacido en el condado de Huntingdon, se sabe que se dedicaba a actividades de agricultura y ganadería, lo que llamaríamos “estanciero” en nuestros días. Esto por herencia familiar, pues como habíamos mencionado anteriormente, su tío bisabuelo fue Thomas Cromwell, ministro de Enrique VIII quien ordenó la ejecución de los santos mártires Tomás Moro y Juan Fisher (y que terminaría a su vez decapitado por órdenes del monarca tudor, en una de las ironías del destino). Los Cromwell podían darse algunos lujos pues se enriquecieron con los saqueos y expropiaciones de las propiedades de la Iglesia Católica gracias a las políticas de su pérfido e infortunado ancestro. No se sabe muy bien sobre la infancia de Oliver Cromwell, solo se conoce que sufría de algunas enfermedades estomacales, que le fascinaba el “Monumento de la Cruz” en su pueblo y que algunas veces protagonizó eventos de borrachera en las pulperías locales. Tampoco se sabe muy bien cómo fue su proceso de conversión, pero de la noche a la mañana se sintió “tocado por Dios”, inspirado por las ideas de los puritanos que se consideraban a sí mismos (sin evidencia alguna) como los “cristianos primitivos” y se dio el cambio notable en su vida. Como diría Thomas Carlyle: “Se hizo un hombre cristiano, creía en Dios… Todos los días, en todas partes y en todos los casos”.11 ¿Quizás se creía él mismo una especie de providencial enviado de Dios en la tierra? No sabríamos decirlo, pero su “Calvinismo Puritano” nos podría llevar a pensarlo así… Nos podría hacer suponer que se consideraba el único verdadero intérprete de la palabra divina. El único capaz de comprender y hablar con el Señor. El único hombre digno de hacer su voluntad… Los monarcas de la Casa Estuardo seguían en su incesante lucha contra el parlamento británico. La única doctrina que podían oponer ante el constante grito de la “voluntad popular” que esgrimían desde sus curules era la idea de que el Rey tenía “Derechos Divinos” para gobernar según su propia consciencia (rémoras de Enrique VIII). Sin embargo, nunca Jacobo logró imponer su voluntad del todo. El que haría el esfuerzo sería Carlos I, quien en varias ocasiones desafió abiertamente los deseos del Parlamento. Carlos I había sido criado protestante como su padre, pero tenía ideas curiosas sobre la religión. Como Jefe de la Iglesia Anglicana, dio muchos espacios para que tanto los “católicos” como los “reformados” tuvieran su lugar, lo que generó enormes choques con la mayoría protestante en el parlamento. Influido enormemente por William Laud, entonces Arzobispo de Canterbury, fue acercándose más y más a la línea “anglo-católica” e incluso buscó fervientemente una esposa católica, primero con los Habsburgo Españoles (que fracasó) y luego en Francia con María Enriqueta de Borbón, quien fue su esposa y mujer de extraordinaria belleza. Todo esto motivó conflictos internos, entre ellos la “Guerra 11 Carlyle, Thomas (1871): “Cromwell”, pags. 7-12. Boston, EEUU: Editorial James R. Osgood and Company. de los Obispos” pues los anglo-católicos de Laud se enfrentarían a la intensa oposición de los protestantes dirigidos por los puritanos del norte. Fue una derrota para Carlos y sus intenciones anglo-católicas: los puritanos radicales ganarían mucho más poder e influencia política desde Escocia y el norte de Gran Bretaña. El Parlamento se fortalecía y la Corona era cada vez más débil y desprestigiada. Entre los más radicales de ellos figuraba un hombre rudo y parlamentario: Oliver Cromwell, quien empezaba a ganar renombre como comandante de tropas.12 Carlos no se rendía, siguió haciendo lo posible para estabilizar la situación llamando (y disolviendo) varias veces al Parlamento. Los congresistas, por su parte, hacían lo posible para alterar, modificar y cambiar las leyes sin consentimiento del Rey y así consolidar más su poder. ¡Era un preludio a la Revolución Francesa en Inglaterra! El 3 de Noviembre de 1640 se llamó al famoso “Parlamento Largo”. El constante caos en Westminster no permitía ningún tipo de gobierno, ni de estabilidad, ni de trabajos. El Rey Carlos buscaba la unidad y la pacificación, pero el ambiente revolucionario sumado a la derrota de los realistas en la “Guerra de los Obispos” hacía imposible cualquier unificación. Además, en Irlanda se daba una gran insurrección pues los parlamentarios ingleses (mayormente protestantes que se hacían llamar “Roundheads” por sus sombreros) utilizaban su poder político para apoderarse de las tierras de la “Isla de Eire”, lo que motivó el levantamiento. Además, recordemos que los irlandeses eran fervientes católicos y apoyaban las políticas del Rey Carlos contra los Parlamentarios. Los ánimos estaban muy caldeados: el Arzobispo de Canterbury William Laud había sido encarcelado por los puritanos (fue decapitado por los revolucionarios puritanos en 1645, acusado de promover el “paganismo papista romano”, refiriéndose así a la Santa Iglesia Católica). Finalmente, la “Guerra” se hizo totalmente inevitable para 1642.13 4- CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA (1642-1659). Desde el principio la rebelión tenía todas las de vencer. Carlos I contaba con poco apoyo, salvo el de los católicos en las Islas Británicas y de los grupos realistas (los “Cavaliers”), que eran minoría. Los revolucionarios lograron el apoyo del pueblo con excelente propaganda, oratoria y liderazgo carismático. Se destacaba entre los líderes puritanos el citado Oliver Cromwell, uno de los más radicales de los parlamentarios y que podríamos fácilmente llamarlo antecesor de Maximiliano Robespierre y Napoleón Bonaparte. 12 13 Rees, John (2016): “The Leveller Revolution”, pags. 117-120. Gran Bretaña: Editorial Verso. Belloc (2005) op.cit. pags. 370-378. Un grupo muy curioso que formó parte del bando revolucionario fueron los llamados “Levellers”. Eran personajes que formaron parte del “New Model Army” creado por Cromwell, tenían nociones radicales de libertad civil y religiosa, sufragio para todos los hombres, parlamentos abiertos e igualdad ante la ley. Llegaron a protagonizar motines mientras proponían sus ideas, eran los más fervientes “republicanos” y de manera subterránea como abierta por momentos, promovieron 150 años antes de la Revolución Francesa las ideas que Thomas Carlyle bautizó como “Calvinismo Sans-Culotte”, es decir, eran los “Jacobinos” de Robespierre, pero en plena Revolución Británica, gritando consignas de “Derechos del Hombre y el Ciudadano” con un toque cuáquero y judaizante.14 Para más similitudes con la “Revolución Francesa”, los “Roundheads” ingleses crearon un “Comité de Seguridad” en 1642, con casi idénticas atribuciones al “Comité de Salut Public” establecido por la Comisión Nacional Francesa en 1793. El Rey Carlos I obtuvo, a pesar de su falta de hombres y armamentos, algunas victorias iniciales contra los revolucionarios. Esto fue principalmente por la falta de buen liderazgo militar en el bando rebelde. Desde 1642 hasta 1644, los “Realistas” mayormente vencieron en las batallas pero en la famosa “Batalla de Naseby” el 14 de Junio de 1645, el Gral. Oliver Cromwell (quien ya se había convertido en el indiscutido comandante del Ejército Rebelde gracias a su “New Model Army”, en su mayoría campesinos entrenados para la batalla por él mismo) derrotó a las tropas dirigidas personalmente por el Rey Carlos I, lo que prácticamente decidió la contienda en favor de los parlamentarios,15 a pesar de que seguiría combatiendo hasta el 19 de Agosto de 1649, por la resistencia a ultranza que ejercieron los partidarios del monarca, derrotados de nuevo por Cromwell en la “Batalla de Preston”. Poco después de su derrota en Naseby, Carlos I terminaría entregándose como prisionero a los revolucionarios. Lo describe Carlyle: “Fue en este alto paraje, en el centro de Inglaterra, donde el Rey Carlos, el 14 de Junio de 1645 luchó su última batalla; jineteando ferozmente contra el New Model Army que hasta entonces había despreciado y luego viéndose sacudido hasta la completa ruina… El Príncipe Ruperto (en el ala derecha del Rey) cabalgó para subir la colina y se llevó todo por delante… Pero el Tte. Gral. Cromwell embistió hacia debajo de la colina (desde la otra ala) llevándose todo por delante… Cuando regresó el Príncipe Ruperto, encontró a toda la infantería del Rey hecha ruinas; se preparó para volver a cargar pero su caballería ya no logró rejuntarse…”. 16 Para Hilaire Belloc, con esta revolución y la victoria de Oliver Cromwell “de facto” terminó el poder de la Corona Británica, que a partir de ese momento y para 14 Carlyle (1877) op.cit. pags. 33-50. Wedgwood, C. V. (1970): “The King's War: 1641–1647”, pag. 428. Londres, Gran Bretaña: Editorial Fontana. 16 Carlyle (1877) op. cit. Pags. 21-22. 15 siempre quedaría sometida al poder parlamentario. Es cierto que, incluso hoy, conserva algunos poderes ceremoniales e incluso ejerce poderosas influencias políticas. Pero no cabe duda que la sede del poder en Inglaterra ya no se encuentra en el Palacio de Buckingham sino en el Edificio del Parlamento, donde se erige el llamado “Big Ben”. El 6 de Mayo de 1646, Carlos I de Inglaterra era prisionero. Aunque por la situación de ese momento no existía un mandatario en el país, “de facto” se considera esta fecha como el inicio del Gobierno de Oliver Cromwell, Jefe Indiscutido del Ejército Inglés (a pesar de que tenía a un superior nominal en la persona de Sir Thomas Fairfax). Finalmente, bajo cualquier tipo de excusas y artimañas, Cromwell logró que se someta al monarca a un “juicio simulacro” en el que el Rey, con gran altura y dignidad, con noble mordacidad consultaba a sus jueces: “¿con qué autoridad ustedes juzgan a su Rey?”. Era una pregunta imposible de responder para los revolucionarios en el parlamento de Cromwell… Carlos I logró inspirar simpatías en el público británico e incluso en los líderes parlamentarios, que no se animaron a hacer nada contra él. Fue la suprema voluntad de Oliver Cromwell la que logró que se firme su sentencia de muerte. Se pronunció la condena el 27 de Enero y el martes 30, en medio de largas filas de soldados y con redoble de tambores, fue subido al cadalso. Era un día muy frío y el cielo estaba sombrío. El Rey leyó, una protesta en la que afirmaba que moría por restaurar la paz y la libertad en Inglaterra.17 Luego, Carlos I de Inglaterra se ofreció al verdugo, pidiéndole que lo ejecute cuando termine de rezar un Avemaría…Había solicitado su bautismo en la Iglesia Católica el día anterior… A partir del 30 de Enero de 1649 el poder de Oliver Cromwell fue prácticamente absoluto. Empezó un verdadero “Reinado del Terror” en el que como un singular tirano, no dejó un solo monumento u obra digna de recordación, salvo la enemistad perpetua entre Gran Bretaña e Irlanda, al decir de Belloc. Esta peculiar historia marca una de las páginas más negras de Gran Bretaña: el genocidio irlandés a manos del gran general del “New Model Army”. Dublín, Drogheda, Wexford… Ciudades y villas en las que el acero revolucionario del “Calvinismo Sans Culotte” de Cromwell arrasó sin piedad ni compasión, matando a jóvenes y niños en el proceso. Tampoco se salvaron los católicos de Escocia y Gran Bretaña, que aun pretendían ejercer una tenue resistencia. La más moderada estimación habla de 200.000 muertes en Irlanda (un quinto de la población que estaba en torno a 1 millón de habitantes).18 El número máximo de muertes atribuidas a las políticas de la “Campaña Cromweliana” en Irlanda así como las pestes, hambrunas y desplazamientos forzados de población que se dieron como consecuencia se halla 17 Belloc (2005) op.cit. pags. 395-396. “The Big Question: Was Cromwell a Revolutionary Hero or a Genocidal War Criminal”, artículo de Paul Vallely publicado en “The Independent” (Londres, Inglaterra): 4 de Septiembre de 2008. Archivado: https://www.independent.co.uk/news/uk/this-britain/the-big-question-was-cromwell-a-revolutionary-heroor-a-genocidal-war-criminal-917996.html 18 en torno a 5/6 de los habitantes que serían 1.500.000 según ese cálculo, o sea, aproximadamente 1.250.000 irlandeses muertos, en su inmensa mayoría católicos, por causa de Cromwell.19 ¡Hasta “La Vendée” tuvo un antecedente en las Islas Británicas! Cromwell, el “Jacobino Inglés”, estableció una República de Gran Bretaña en 1653. Él mismo fue su “Lord Protector” y murió en el cargo en 1658. Una tiranía a todas luces despreciable, heredera e hija del mismo protestantismo que nació “sin querer queriendo” con Enrique VIII, que se consolidó en contra de los deseos populares y el sentimiento británico en tiempos de Elisabeth I y que encontró en la revolución de los “Roundheads”, los parlamentarios liberales ingleses, su máxima expresión en el “Calvinismo Sans Culotte” de Oliver Cromwell. Fueron cinco larguísimos años de mandato del “Lord Protector” Oliver Cromwell, en los que según se dice, ni siquiera se permitían los villancicos de Navidad por considerarse un “rito pagano”. Para muchos, Cromwell fue el primer “Dictador Militar” de la historia moderna y en verdad que con su New Model Army, poder absoluto no le faltaba. Murió el 3 de Septiembre de 1558 y está enterrado (al menos, sus restos recuperados pues los partidarios de la monarquía exhumaron su cadáver y lo decapitaron simbólicamente en 1661) en Westminster Hall. En su lápida quedó escrito: “Christ, no man, is King”, lo que nos indica que llevó la herejía hasta en la tumba… La monarquía británica terminaría siendo restaurada en 1559 (el hijo de Cromwell, Richard, heredaría brevemente su puesto de “Lord Protector”). Los Estuardo volvieron a gobernar, intentaron una vez más revertir los cambios… Pero ya nada sería lo mismo. En 1688-1689 se daría el último golpe: la llamada por los parlamentarios ingleses “Revolución Gloriosa”, que no fue sino la conclusión de lo que inició el “Lord Protector” Cromwell cincuenta años antes… Pero eso ya es otra historia. Prendergast, John Patrick (1868): “The Cromwellian Settlement of Ireland”, p.177. Gran Bretaña: Editorial Oxford University Press. 19 5- COMENTARIOS FINALES Y CONCLUSIÓN. Lo ocurrido en Gran Bretaña es consecuencia lógica de una larga decadencia surgida en la etapa final de la Era Medieval y que no se supo contener cuando se dio el estallido protestante. Se debió esperar hasta el Concilio de Trento (15451563) para encontrar una alternativa viable que pueda enfrentar los excesos y avances de la revolución luterana en Europa. No obstante, en Inglaterra se dio un proceso distinto. Allí existió, a diferencia de lo que pasaba en el continente, una resistencia muy dura a las imposiciones que se establecieron “desde arriba”, es decir, por una aristocracia que logró infiltrarse en las instituciones, que influyó en monarcas volubles como Enrique VIII y que posteriormente, en pos del “parlamentarismo” y las “libertades” contra los supuestos “excesos” de la corona, promovió constantemente la rebelión, la discordia y la ruptura. Oliver Cromwell es el hombre culminante en este proceso histórico. Como lo bautizó Carlyle: “calvinismo sans culotte”, su lucha política, sus ideas, su revolución es el más directo de los antecesores a la llamada “Revolución Francesa” de 1789. 150 años antes, en Gran Bretaña, las ideas de “libertad, igualdad y fraternidad” ya estaban deambulando en los discursos políticos de los puritanos y los “levellers”, verdaderos ancestros de los Jacobinos de Robespierre y que a su vez, fueron perfectos herederos de las ideas heréticas de los “lollardos” de Juan Wycliffe y los calvinistas radicales de John Knox. La “República Parlamentaria” es una idea de Cromwell, influido por estas fuentes puritanas. Una “República Parlamentaria” que se impuso a sangre y fuego, con regicidio y genocidio incluido. ¡Los revolucionarios franceses no inventaron nada! En nombre de las “libertades” y contra los excesos del “paganismo papista romano” se ejercieron las más horribles atrocidades que recuerda la historia. Con todas las luces y sombras de la Era Medieval, se desconoce que hayan sido muertas tantas personas en nombre de la fe o de sus creencias. Cierto que las “herejías” eran perseguidas y muchas veces eran aplastados sin contemplaciones aquellos que las promovían. Pero también es sabido, por ejemplo, que en 300 años de Inquisición Española no habrían fallecido en sus manos más de cinco mil personas (algunos como Stanley Payne incluso dicen menos). Las demás inquisiciones, especialmente la francesa y romana, en todos sus siglos de existencia no habrán matado a más de 30.000 personas. No obstante, en pos del “puritanismo republicano” de Cromwell, sólo en Irlanda habrían sido aniquilados alrededor de 1.000.000 de seres humanos, mayormente católicos. Era la antesala de los horrores que se vivirían en tiempos modernos, de las “guillotinas”, los “gulags”, los “campos de concentración”. ¡Pero se hacía en nombre de la “libertad”! Finalmente, aunque escapa de los alcances de este ensayo, debemos señalar de manera sucinta que la influencia filosófica e ideológica de la Revolución de Cromwell es muy notable en los pensadores del liberalismo inglés. Por ejemplo, en la obra “Leviatán”, si bien es cierto que Thomas Hobbes se muestra partidario de mantener la monarquía, comparte prácticamente todas las premisas que eran promovidas por los movimientos parlamentarios de la Revolución Inglesa (de hecho, Leviatán se publicó en 1651, época de máximo poderío de Cromwell). Por ejemplo, Hobbes considera que la religión debe ser un “asunto privado” pero que el poder del monarca debe ser superior y absoluto en manera religiosa para impedir que surjan disensiones y rebeliones, que necesariamente debían venir de los “Papistas”. Además, se deriva de sus propias obras que considera que el poder del Estado debe estar por siempre por encima del poder Espiritual (Religioso), para lo que debe mantenerse siempre la cualidad “absoluta” de los gobernantes. 20 Respecto al ordenamiento político, como hemos dicho, si bien es cierto que Hobbes sostiene que es necesaria la preservación de la monarquía “porque provee de estabilidad y paz política”, no duda en que el sistema de gobierno más ideal sería el de una “república” en donde se lleguen a acuerdos de mutua protección de la vida y la propiedad. En cierto sentido, el “Leviatán” de Thomas Hobbes es padre de la teoría del “Contrato Social” que había sido expandida y popularizada por Juan Jacobo Rousseau. Todo debe alcanzarse por medio de acuerdos justos y equitativos en los que la sociedad acepta “ceder sus libertades a cambio de la seguridad de la vida y la propiedad”.21 Todo esto se da porque, según Thomas Hobbes, el ser humano está definido por la consigna de que “homo homini lupus est” y por lo tanto, es necesario que se construya una sociedad basada en acuerdos libres y voluntarios para impedir que se desate la maldad y la codicia insaciable humana.22 Aunque ligeramente diferente, esta es la misma idea de Juan Jacobo Rousseau, cambiándose el precepto de que el “hombre es malo por naturaleza” a “el hombre nace bueno, y la sociedad lo corrompe” que aparece en las primeras páginas de su famosísima obra ya mencionada. Por su parte, John Locke, considerado el “Padre del Liberalismo Clásico”, también penetra en este terreno. Coincide totalmente con Thomas Hobbes (y por ende los “Parlamentarios” de Oliver Cromwell) en que el poder solamente puede derivarse de la “voluntad popular” y de los “acuerdos libres”. De allí que afirma que todo poder que se ejerza fuera de lo que las leyes acordadas previamente por la comunidad política establecen, debe ser considerado una usurpación y una tiranía Hobbes, Thomas (1651): “Leviatán”, parte III. Hobbes, “Leviatán”, parte II. 22 Hobbes, “Leviatán”, parte I. 20 21 de facto. John Locke nunca nos explica la naturaleza del poder, ni su origen ni tampoco las “formas” en que se ejercen, sea o no a través de las leyes positivas o naturales. Simplemente apostrofa que proviene de la “voluntad popular”, de la “comunidad política”, de los acuerdos. Es un contractualismo voluntarista hecho a medida de las ideas propuestas por Cromwell, los “levellers”, los puritanos. De hecho, el padre de John Locke formó parte de los más radicales protestantes y combatió contra católicos en el bando de Oliver el “Lord Protector”. Por estas razones, no debe extrañar que el hombre que hablaba de que los seres humanos, al llegar al mundo, son como “tábulas rasas” que se van conformando según las experiencias de su entorno, esté influido por la Revolución Inglesa de 1642-1659 y por su parte, que haya influido enormemente a la Revolución Francesa de 1789.23 Por última vez y para dar cierre, volvemos a decir: ¡los revolucionarios franceses no inventaron nada! Locke, John (2004): “Tratado Sobre el Gobierno Civil”, Vol. II. Traducción de Carlos Mellizo. Madrid, España: Alianza Editorial. 23