Trujillo, el pueblo de los conquistadores que está más de moda que nunca

Entre quesos y palacios

Trujillo, el pueblo de los conquistadores que está más de moda que nunca

Esta localidad cacereña puede presumir de un patrimonio impresionante y, también, de algunas de las panorámicas más bellas de España.

Si solo se contemplara la poderosa silueta que, desde norte, sur y oeste, dibuja Trujillo, se caería en su trampa particular. Dominando el paisaje (y, por supuesto, todo su entorno) el poderoso castillo hace creer al viajero que aquí todo es medieval, que los sillares sobre los que se edifica esta poderosa fortaleza y, por ende, todo lo que protege, tienen miles de años y el apellido “románico” o “gótico”. Sin embargo, esta localidad cacereña es mucho más que un señorío feudal y sus encantos van más allá de las almenas. Entre su vieja alcazaba y su monumental Plaza Mayor se teje una red de callejuelas donde, sin apenas intuirlo, aparece un palacio renacentista o una torre lombarda. Y es que Trujillo es, precisamente, un destino cultural insospechado disfrazado de pueblo bonito. Pero aquí nada es lo que parece. 

Trujillo: desde su castillo a la Plaza Mayor

Por mucho que los puntos de vista más medievales de Trujillo se ubican en los otros puntos cardinales, lo lógico es acceder a su casco histórico por el este. Aquí se encuentra la conexión con las principales carreteras que llegan hasta este enclave e, incluso, los barrios más modernos y logísticos adonde el progreso ha mudado la rutina actual. Solo la iglesia de San Francisco o el palacio de Juan Pizarro de Aragón pueden despistar al viajero que rápido da con el acceso a la emblemática Plaza Mayor de Trujillo, probablemente la postal más deseada de esta escapada. 

La monumental plaza mayor de Trujillo

Este ágora, de tamaño desproporcionado si se compara con el resto del pueblo y forma irregular, es un todo un derroche de monumentalidad y patrimonio. Al fin y al cabo, una demostración de que Trujillo fue una plaza importante para romanos, musulmanes y, finalmente, cristianos. De ahí que este hermoso salón lo domine una iglesia, la de San Martín de Tours que, pese a carecer de un pórtico monumental, consigue realzar su belleza mediante una escalinata y una asimetría que la hace muy identificable. Dentro, destaca el contraste de la piedra con las paredes encaladas y, por encima de todo, las bóvedas de terceletes que embaucan las miradas que buscan al cielo.. 

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Foto: iStock

Afuera espera, cómo no, la estatua ecuestre de Francisco Pizarro. Esta estatua, obra del escultor Charles Cary Rumsey, fue exhibida por primera vez nada más y nada menos que en el Gran Palais parisino, hasta que en 1929 fue instalada aquí para honrar al trujillano más universal. En cierto modo, es un aviso a visitantes: Trujillo fue y siempre será una ciudad de conquistadores, de nobles y no tan nobles que hicieron las Américas para ampliar el Imperio y, a su vez, sus arcas personales. A su regreso, no solo trajeron epopeyas y aventuras, también unos ahorros que les permitieron levantar casonas y palacios al gusto de entonces, por eso la Plaza Mayor de Trujillo es una especie de prólogo renacentista de lo que después la visita desvela. 

Si se circunvala la plaza, se da con edificios emblemáticos como los de las Antiguas Casas Consistoriales, cuyos soportales son una fusión perfecta de los ideales renacentistas con la arquitectura popular extremeña y castellana, además de darle una cierta cohesión estética a todo el conjunto. Pese a que los restaurantes y terrazas pueblan estos bajos, merece la pena fijarse en los palacios de Chaves-Cárdenas, de Chaves-Orellana y, por supuesto, fijar la mirada en la armoniosa fachada del palacio de Marqués de la Conquista cuyo balcón esquinado con blasones es, de por sí, un monumento. 

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Palacio del Marqués de la Conquista. Foto: iStock

ENTRE PALACIOS RENACENTISTAS Y CALLEJUELAS MÍNIMAS

Dejar atrás la Plaza Mayor no supone dar un salto en el tiempo, pero sí adentrarse en un urbanismo mucho más nervioso y menos racional. Este cambio resulta menos radical gracias a la presencia, sin previo aviso, de palacios con apellidos de conquistadores que, pese a no estar frente a una explanada tan regia, sí que logran seguir impresionando con sus detalles y su majestuosidad. Ejemplo de ello es el Orellana Pizarro, cuyo patio es una delicia y el Santa María, que hoy en día acoge un hotel que ha respetado las visitas y la arquitectura. 

Porque callejear el casco antiguo de Trujillo es seguir con este baile de épocas y, en cierto modo, de improvisación. En una misma calle se puede avistar un pequeño callejón encalado, un trozo de la muralla o, incluso, un castillo en miniatura como es el caso del Alcazarejo de los Altamirano, cuyo emplazamiento en plena muralla disimula unas dimensiones asombrosas.

Trujillo, Cáceres
Foto: Getty Images

Las puertas de acceso de la antigua muralla son solo una demarcación más de cómo esta localidad fue creciendo. De hecho, cruzar estos portales no evita que al otro lado proliferen más mansiones con rasgos más góticos, como es el caso del Palacio de Luis Chaves o la actual Casa-Museo de Pizarro, donde se traza un viaje a la época de este conquistador y, también, entre dos continentes, Europa y América, unidos por los hallazgos de estos pioneros y por el comercio que derivó después. 

 

LA TORRE ROMÁNICA DEL ATHLETIC DE BILBAO 

Conforme se van conquistado metros de altitud, más rasgos medievales irrumpen en el paseo. Ejemplo de ello es la Puerta del Triunfo, llamada así por ser el lugar por donde las tropas cristianas accedieron a la ciudad en plena Reconquista (1233) o el coqueto arco de San Andrés, cuyas almenas resisten al paso del tiempo y ayudan al viajero a situarse en una de los accesos que había a la ciudad amurallada. 

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Foto: iStock

Trujillo no oculta su pasado árabe, sobre todo en el Aljibe de Altamirano, lugar que se cree que llegó a acoger un alcázar en época califal, o la alberca tallada en la roca que permitía recolectar el agua de la lluvia y de dos manantiales anexos. Pero estos guiños musulmanes rápido son borrados por la irrupción de los campanarios. Sobre todo de uno, el de Santa María la Mayor. 

 

Esta iglesia parroquial es puro eclecticismo, tal y como demuestra su coro renacentista o su altar gótico, ambos de preciosa factura. Pero el contraste de estilos se evidencia en el exterior, con dos torres paralelas pero distantes en estilo, destacando sobre todo la Torre Julia, una delicia románica que recuerda a los campanarios lombardos y cuya esbeltez se explica, a día de hoy, por una restauración moderna llevada a cabo en los años 70. La factura de la misma es excelente, fidedigna e, incluso, un poco idealista, pero aún así impresionante. Solo hay un detalle que chirría: la colocación de un escudo del Athletic de Bilbao que el constructor dejó en una de las esquinas superiores y que da fe de que algunos futboleros siguen confiando más en la virgen que en sus futbolistas.

 

UNA CITA REDONDA

Feria del queso de Trujillo

 

Del 29 de abril al 2 de mayo, esta localidad acoge este evento anual que se centra en la promoción y venta de quesos de la región, aunque también hay otros productos gastronómicos típicos de Extremadura. Durante estas jornadas, se organizan diversas actividades para los visitantes, como degustaciones de quesos, catas, talleres de cocina y otras actividades relacionadas con la gastronomía y la cultura local. Además, también hay stands donde los productores locales venden sus productos.

 

 

 

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Foto: Shutterstock

EL ASOMBROSO CASTILLO DE TRUJILLO

El colofón de toda visita a Trujillo es su imponente castillo. Aunque se cree que el castillo original data del siglo IX, la estructura actual data principalmente de los siglos XIII y XIV, garantizando de este modo la supremacía cristiana en estas tierras. Llama la atención sus dimensiones, la altura de sus murallas y lo inmenso que resulta el camino de ronda que permite al viajero asomarse a Trujillo desde una altura asombrosa y mirarlo con la misma superioridad de antaño. 

Entre sus construcciones destacan los dos patrios y  la Torre del Homenaje, un prisma de 30 metros del altura que acoge una cisterna y una capilla dedicada a Nuestra. Señora de la Victoria, patrona de Trujillo.