Las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela
Hacia 1575. Óleo sobre lienzo, 135 x 149 cmSala 055
Las dos hijas del rey Felipe II, Isabel Clara Eugenia (1566-1633) y Catalina Micaela (1567-1597), fueron retratadas desde muy niñas por Alonso Sánchez Coello, uno de sus pintores de corte, en un tipo de efigie cuyas características coinciden con las del retrato cortesano. Éste debía reflejar no sólo los rasgos del retratado y el entorno regio en el que se desenvolvía, sino también el tipo de sociedad y de Estado que representaba. El aspecto solemne y distanciado de estas niñas reflejaba su condición de hijas del rey, transmisoras de unos valores que Sánchez Coello, como retratista de la familia, hubo igualmente de representar.
Constatar por medio del retrato el sano crecimiento de los miembros menores de la dinastía no era sólo una simple cuestión de amor familiar, pues los asuntos sucesorios y las políticas matrimoniales encontraron en el retrato uno de sus instrumentos más apreciados. Todo indica que Felipe II tuvo mucho afecto por estas niñas, nacidas de su matrimonio con la francesa Isabel de Valois. Con el paso del tiempo, además, las dos infantas contribuirían a consolidar la influencia del rey Felipe II en ámbitos tan delicados para España como el norte de Italia o los Países Bajos, ya que Catalina Micaela fue duquesa de Saboya e Isabel Clara Eugenia gobernadora de los Países Bajos.
En esta pintura del Museo del Prado las infantas aparecen representadas de pie, en un retrato doble que las sitúa en un interior indefinido, donde aparece tan sólo una mesa escritorio cubierta por un tapete verde. También son dobles los otros dos retratos que se conservan de las niñas. El primero de ellos, en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, debió realizarse en 1568, el mismo año en que murió la reina. El otro data de 1571 (Londres, Buckingham Palace). En ambos ejemplares, las figuras se disponen de manera parecida, yuxtapuestas en un mismo plano y aisladas. El retrato mantiene las convenciones fijadas para los miembros adultos de la familia real: el distanciamiento, el aspecto severo, la inexpresividad y la riqueza de la indumentaria, que cobra aquí todo su significado. No se trata de un doble retrato infantil, sino de la efigie de las hijas del rey. El vínculo entre ambas figuras se establece de una forma muy sencilla, haciendo que ambas sostengan con sus manos, hacia el centro de la composición, una corona de flores. Esta disposición es muy parecida a la de la versión de Londres, realizada en 1571, aunque aquí se percibe una relación de dependencia de la pequeña de las niñas, que parece más huidiza, con respecto a su hermana mayor, la cual mira abiertamente al espectador. A propósito de esta disposición se ha sugerido que Sánchez Coello pudo tener en cuenta la composición del Retrato del matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck, entonces en la colección de Felipe II y ahora en la National Gallery de Londres.
El Prado en el Hermitage, Museo Estatal del Hermitage: Museo del Prado, 2011, p.88-89