Una noche en Viena
Después de asombrar al mundo con su Alguien voló sobre el nido del Cuco, Miloš Forman se atreve en 1984 con el genio musical de Salzburgo y con otra reflexión sobre la locura: Amadeus. En un momento en el que se apostó por películas de época, el director checo otorga a la vida de ese pequeño genio y a la historia del cine un enfoque único. Homenaje a Mozart que también haría Falco con su Rock me Amadeus en 1985.
- Amadeus: película de culto que mezcla historia, literatura y música clásica.
- Sobre la memoria y sus sombras. Música y rivalidad en la Viena del S. XVIII.
- Sobre la fe y la cultura. La voz de Dios a través de la música de Mozart.
- La vida como revelación y recuerdo. La flauta mágica.
- Música para nuestro final. Amadeus y el Réquiem.
- Amadeus: una película sobre el amor, el odio y la música.
- Historia de un perdón. El final de Salieri desde el manicomio.
Amadeus: película de culto que mezcla historia, literatura y música clásica
Basada en la obra de teatro de Peter Shaffer, la película Amadeus (1984) comienza una noche de 1823, cuando el anciano Salieri se corta el cuello en su casa entre delirios diciendo haber asesinado a Mozart. Más tarde es recluido en un manicomio, donde es recibido por un sacerdote, que le ofrece la posibilidad de confesar sus pecados. Así comienza la cinta Amadeus, con tintes de drama. Y a través de la memoria del músico italiano, viajamos a esa época de palacios, calles empedradas, vestuarios ampulosos, maquillajes, pelucas y grandes salones. Una cinta ambientada en la corte del emperador austríaco José II, que encargó a Mozart El rapto en el Serrallo (1786) y asistió al estreno de Las Bodas de Figaro (1785) y de Don Giovanni (1787).
Cine, música, historia y literatura para la obra, vida y muerte de uno de los grandes genios de la historia de la humanidad. Historia de un recuerdo, imaginado y mitificado por otro músico, Antonio Salieri, que lo observó desde la admiración y el asombro, y que lo eleva en su memoria hasta el final de sus días, en un largometraje que recoge toda la complejidad del ser humano, con sus luces y sombras.
Sobre la memoria y sus sombras. Música y rivalidad en la Viena del S. XVIII
Dice el Quijote: ¡oh memoria, enemiga mortal de mi descanso! Y eso mismo le ocurre a Antonio Salieri. Al inicio de la película, el compositor recuerda sus inicios, cuando la muerte de su padre le supuso una revelación y cómo después encontró su sitio como músico de cámara.
En una de la escenas más representativas, Wolfgang Amadeus Mozart se presenta en la corte y toca el piano ante el emperador y el resto de consejeros. Salieri le observa atentamente con interés y al mismo tiempo con recelo. Mozart actúa con absoluta naturalidad, demostrando su talento en una primera escena y humillando sin darse cuenta a Salieri, con el inicio del duelo interpretativo entre Tom Hulce (Amadeus) y F. Murray Abraham (Salieri).
Se trata de una excelente introducción y presentación de personajes, con el prestigio del asentado músico italiano de la corte austríaca puesto en duda con la llegada de otro músico que lo ridiculiza y eclipsa sin siquiera darse cuenta. Entra poco después en escena Constanze, la mujer de Mozart, hermosa, divertida y aparentemente inocente, que sirve en todo momento de apoyo al genio en su vida disoluta. Nos acercamos así a los diferentes roles y los escenarios de la película, en esa Viena mágica y maravillosa, donde la música tiene su lugar predominante y respira por las calles, los edificios y los palacios. Y vemos también como Salieri recrea cada gesto, cada palabra y cada movimiento de su gran rival, con una viveza y una intensidad asombrosas.
Sobre la fe y la cultura. La voz de Dios a través de Mozart
Mozart sigue trabajando y componiendo, lo que va convirtiendo por un lado a Salieri en su admirador secreto, mientras por el otro lado se va llenando de envidia, odio y resentimiento. Salieri ha buscado la gracia del señor toda su vida y Mozart la obtiene de forma innata al nacer, sin aparentemente desearlo y sin ningún esfuerzo. No en vano, el nombre Amadeus hace referencia a ese amor de Dios que tanto anhela Salieri y que no encuentra.
Constanze intenta conseguir un puesto para Mozart y lleva a escondidas a Salieri las partituras originales de su marido. En ese momento, examinando el trabajo, Salieri se asombra ante cuales son las verdaderas virtudes de su rival, el cual transcribe de su cabeza al papel como si se tratara del dictado. Salieri le dice a Constanze que hablará con el emperador para conseguirle el trabajo a su marido a cambio de acostarse con él esa misma noche, algo que posteriormente él mismo despreciará, demostrando su cara más siniestra y oscura. En una escena posterior, Salieri quema un crucifijo en la hoguera, en señal de protesta ante su señor por no haberle entregado el talento para crear de Mozart. Considera entonces que la obra de Amadeus es un milagro de la creación, sin correcciones y con una estructura que la considera como la voz de Dios.
La vida como revelación y recuerdo. La flauta mágica
Entre secuencias de música, representaciones y una cámara que se mueve por las imágenes de la ciudad y su vida, descubrimos a Mozart, un personaje histriónico e irreverente, que trabaja con fuerza y que vive con intensidad. Durante un baile de disfraces, cargado de sentido del humor y de simbología, Mozart toca el piano entre las risas de los asistentes y ridiculiza la obra de Bach y del propio Salieri, que asiste de incógnito y ataviado con una metafórica máscara.
La fama de Mozart crece, con su antagonista siempre como observador atento de todos sus movimientos, que ha jurado hundirlo, pero que al mismo tiempo admira y respeta. Mozart gana reconocimiento, pero al mismo tiempo no es capaz de controlar su vida alocada, lo que le lleva a la ruina económica y personal. Pero sigue componiendo y luchando con sus excesos y su vida convulsa.
Entonces, ya en crisis y abandonado por su mujer, y gracias a la ayuda de su amigo y productor musical Emanuel Schikaneder, Mozart compone La flauta mágica. La noche de su estreno en el Theater auf der Wieden, él mismo dirige la obra, en lo que sería su gran triunfo. La ópera se crea en formato de Singspiel o de cuento popular y está repleta de referencias masónicas, logia a la que pertenecían ambos artífices. La obra contiene amplio repertorio de fantasía y crítica social, que entusiasma al público asistente. Y vemos al finalizar la representación a un Mozart exultante y brillante, con un oscuro Salieri vigilante en el escenario de testigo, ante su rival feliz y orgulloso que, a tan solo dos meses de su muerte, ha conseguido su gran objetivo en la vida.
Música para nuestro final. Amadeus y el Réquiem
Y así, poco a poco, entre escenas de alegría y tristeza, admiración, amor y trabajo, nos acercamos al trágico final. Solo, pobre y enfermo, Mozart recibe la visita de un misterioso hombre vestido de negro para encargarle la composición de una misa. Una figura envuelta en misterio que tendrá una trascendencia vital para la historia de la música. Su última obra, que recoge la tragedia de la existencia y por la que pasaría a la eternidad.
El Réquiem supera el clasicismo de Bach y Vivaldi y el barroco de Albinoni, y abre las puertas del romanticismo del siglo XIX, con las posteriores obras de Beethoven, Schubert, Mahler, Tchaichovski, Chopin o Wagner. Y así es como Salieri y Mozart, después de tanto estudiarse y de conocerse, se reencuentran una noche para esa última pieza, tenebrosa, oscura y con toda la grandiosidad que representa el final de nuestras vidas. Por fin, la música les une, se complementan y suman sus fuerzas. Colaboran y se entienden por primera y última vez, con Salieri anotando y comentando su última composición, hasta que agotado por el trabajo, víctima de una misteriosa enfermedad y pidiendo disculpas por no haberlo respetado y haber tenido en cuenta el trabajo de su colega, Mozart abandona este mundo al amanecer, en una entrega absoluta por una misa que representa precisamente su final. Más tarde, Constanze reaparece y vuelve a su hogar y, sospechando de las intenciones finales de Salieri, incluso sobre un posible asesinato, esconde las partituras del Réquiem con llave en un aparador. El relato de Salieri finaliza con el entierro de Mozart en una fosa común, ante algunos de sus allegados, entre los que se encuentra él mismo.
Historia de un perdón. El final de Salieri desde el manicomio
Y de esta forma Salieri viaja en su mente atormentada a esa época dorada, cuando conoció y amó a Mozart. Amadeus no es una película sobre la realidad histórica, sino sobre la ficción creada en la mente del músico italiano. La historia de su obsesión, y de cómo un genio destruyó su mundo, con una posterior neurosis producida por ese impacto y la perdida del contacto con la realidad, en ocasiones mortal, que le lleva incluso a imaginar su asesinato. Porque la vida no es como fue, sino como se recuerda. Y es su mente la que lo imagina y lo sublima, fruto del tiempo que distorsiona los hechos reales y de la locura que no le abandona.
Salieri mezcla en su memoria realidad y ficción, y se inventa los hechos y las causas del final de Mozart, producto de su mente trastornada por haberlo conocido. Vemos en todo momento a una persona orgullosa, afortunada y triste al mismo tiempo de haber tenido esa gran oportunidad, con la música como hilo conductor y como salvación de todas las desgracias de la vida, que nos acompaña en los distintos giros de personajes y atmósferas.
Amadeus nos habla de cómo el odio y la envidia son la cara más oscura del amor y de la admiración, todo hasta que por fin el protagonista, en una última secuencia es llevado por el pasillo del manicomio y absuelve a todos los mediocres del mundo, de los que se nombra su santo patrón. Así alcanza por fin la paz y su ansiado perdón, por los pecados de envidia, orgullo y soberbia, ante su creador y ante los seres humanos. Y de esta forma circular se cierra Amadeus, con una imagen redonda y magnífica. Salieri como representante de todos aquellos que nunca estaremos a la altura de aquel enviado de Dios llamado Wolfgang Amadeus Mozart, pero que sin embargo no existe sin nuestro recuerdo.
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