Homilía: VII Semana de Pascua.  18 de mayo del 2024

Homilía: Domingo de PENTECOSTÉS. Ciclo B

Color: BLANCO

  • Primera Lectura. Hch 28, 16-20.30-31: “Por este motivo he querido verlos y hablar con ustedes; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas”.
  • Salmo Responsorial. 10, 4.5 y 7: “Los buenos verán tu rostro, Señor”.
  • Evangelio. Jn 21, 20-25: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”.

El último pasaje de los Hechos que leemos hoy menciona dos años que Pablo estuvo en Roma en su primer cautiverio. Allí estaba alojado en una casa, con un arresto domiciliario vigilado. Pero nadie le impedía hacer lo que él siempre había querido hacer: evangelizar, anunciar a Cristo Jesús. Y ahora precisamente en el centro del imperio y del mundo: Roma.

Llamó ante todo a los principales de los judíos, ante quienes se justificó y les dio su versión del proceso que había tenido lugar en Jerusalén contra él. Pero también predicó a otros muchos, «enseñando la vida del Señor Jesucristo con toda libertad».

Al ser liberado, visitó otras comunidades y seguramente viajó a España, como ya había anunciado que iba a hacer. Con arresto domiciliario o no, a Pablo nada le impide predicar a Cristo. Ahora da testimonio de Jesús en Roma, como ya le había anunciado el Señor en una visión. Y como había encargado a los discípulos el día de la Ascensión: que dieran testimonio de él empezando en Jerusalén y llegando hasta los confines de la tierra.

Es incansable este apóstol. La fe inquebrantable que tiene en Jesús le mueve en todo momento y da sentido a toda su actuación. Y cuando se trata, no de sus derechos personales, sino de la evangelización, se defiende con inteligencia, para que la Palabra no quede nunca encadenada.

También nosotros, al final de la Pascua, y en vísperas de recibir de nuevo la gracia del Espíritu en la fiesta de Pentecostés, tendríamos que entregarnos a la misión con mayor generosidad y decisión en nuestra vida cristiana, en nuestro seguimiento a Jesús, el Señor Resucitado.

Jesús invita a Pedro a seguirlo y mientras lo hacía, al mirar atrás, Pedro ve que también lo seguía el discípulo amado y le pregunta a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?». De ahí la respuesta de Jesús: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”.   

Pedro está inseguro y por eso reacciona preguntando; quiere saber qué será del otro, para imitarlo y no desviarse. Pero no importa lo que pase con el otro; la ruta de cada uno es independiente hasta que acabe la creación de la humanidad. No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo.

(Guía Litúrgica)

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