La migración venezolana de los últimos años, relacionada con un contexto crónico de crisis política y violencia, ha impactado significativamente en los principales países receptores, como el Perú. Se ha incrementado exponencialmente el número de presos extranjeros en las cárceles peruanas, reavivando así la vieja discusión sobre migración y delincuencia, que ha ocupado a la criminología durante décadas. Este artículo de los criminólogos José Luis Pérez Guadalupe y Lucía Nuñovero Cisneros aborda uno de los aspectos menos trabajados de este complejo proceso migratorio en América Latina: el de los venezolanos procesados (74.5%) o sentenciados (25.5%) en los centros penitenciarios del Perú.


Escribe: José Luis Pérez Guadalupe / Exministro del Interior y exjefe del INPE

Desde un enfoque metodológico mixto, este ensayo recoge la visión de los mismos venezolanos presos, de los presos peruanos, y de las autoridades penitenciarias, acerca de esta nueva ‘convivencia carcelaria’. Además, se analiza si dentro de esta novedosa relación con la cultura carcelaria peruana, el rostro más organizado de la delincuencia venezolana es capaz de expandirse o trasplantarse, producto de este proceso migratorio hacia los países de destino, como Panamá, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Así, argumentamos que, dentro de una dinámica de importación delictiva en los penales peruanos, existe un conflicto entre dos culturas carcelarias diferentes (una que tiene como referente la posibilidad del ‘autogobierno’ de los mismos internos, y la otra que busca mantener una ‘gobernanza carcelaria’); ambas ‘visiones’ de lo que es la vida en prisión pugnan por imponer sus propios modos de concebir la convivencia penitenciaria.

INTRODUCCIÓN

Más de siete millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, en medio de una grave crisis social, política y humanitaria, impactando sobre todo a países como Colombia y Perú, que han recibido en mayor medida dicha afluencia migratoria. Más de un millón y medio de venezolanos ha llegado al Perú en los últimos años, insertándose un buen porcentaje de ellos en alguna actividad laboral, sea formal o informal.

Durante los primeros meses del 2023, la discusión sobre la migración venezolana en el Perú tomó mayor relevancia por el incremento vertiginoso de la percepción de inseguridad ciudadana causada por la ‘delincuencia extranjera’. Las detenciones de la policía peruana a ciudadanos venezolanos pasaron de 1,718 en el 2019, a 8.122 durante el 2023. Paralelamente, el número de ‘chamos’ que han llegado a las cárceles peruanas también aumentó considerablemente: de 50 a finales del 2017, hasta 3.245, a inicios del 2024.

Un hecho que graficó meridianamente esta situación en las prisiones peruanas fue la toma de un agente penitenciario como rehén en la cárcel de Piura (el 16 de mayo de 2023), acto en el que participaron 3 presos de nacionalidad venezolana. Este caso confirmaba la sospecha de que los ‘chamos’ podrían causar serios problemas de convivencia y seguridad en las cárceles; más aún, cuando hacía 10 años que en el sistema penitenciario peruano no se tomaban rehenes.

Como se dijo, a diciembre de 2017 sólo había 50 venezolanos en prisiones peruanas, constituyendo el 3% de la población penitenciaria extranjera, la misma que representaba entre un 2% y 3% de la población penitenciaria nacional. Para enero de 2024, ya había 3,245 internos venezolanos, constituyendo el 71% de los 4,590 presos extranjeros en el Perú, que son casi el 5% de los 95,000 internos recluidos en cárceles peruanas. Tan solo en el penal de Lurigancho, el más poblado del país, había en esa fecha 904 ‘chamos’, configurando un serio problema de gestión y de seguridad penitenciaria. Para inicios del 2024, los internos venezolanos ya se encontraban en 63 de los 68 penales del INPE. La expansión de la población venezolana relacionada con las actividades delictivas había llegado, prácticamente, a todas las regiones del país, no solamente a las grandes ciudades, constituyendo, de esta forma, un grave problema de seguridad ciudadana a nivel nacional. Cabe indicar que, si bien el número de internos venezolanos en cárceles peruanas continúa en aumento, este todavía no ha llegado a la ratio de 277 presos por 100 mil habitantes que se tiene en Perú.

Históricamente, el porcentaje de presos extranjeros en el sistema penitenciario peruano ha sido mínimo: el 1% en el primer censo penitenciario de 1987, el 3% luego de la crisis económica mundial del 2008, y el 2 % según el Censo Penitenciario de 2016, encontrándose recluidos en zonas o pabellones específicos de cada penal. Sin embargo, a partir del 2019, la población reclusa extranjera empezó a incrementarse notablemente, y a comienzos de 2024 alcanzó el 4.8% del total de los presos en el Perú. Dicho crecimiento se debió, básicamente, al aumento de internos venezolanos, quienes representaron en esa fecha, y de manera inédita, el 3.4% de toda la población penitenciaria peruana (que llegaba a 95.007 internos), ubicándose en los diferentes pabellones de cada penal; mientras que los internos extranjeros no venezolanos mantuvieron la misma población que en el 2010.

Es importante señalar que una característica fundamental y distintiva de la migración reciente, que ha conllevado al incremento de presos venezolanos en las cárceles peruanas, es el tiempo y las dimensiones de dicha llegada. La aparición de una población venezolana en el territorio peruano ha sido súbita y masiva. Aquellos dedicados a actividades delictivas encontraron a las fuerzas del orden sin los recaudos necesarios para asimilar dicho arribo, tanto a nivel policial como penitenciario. Ciertamente, se evidencia que durante el contexto de la pandemia del COVID 19 los registros de esta delincuencia crecen rápidamente, mientras que la sociedad peruana estaba más preocupada por el mortal virus.

Por eso, este artículo se pregunta de manera más específica acerca de las consecuencias que ha traído la numerosa llegada de ciudadanos venezolanos a las prisiones peruanas (aparte de agravar el hacinamiento carcelario en el Perú), i) en cuanto a la convivencia intracarcelaria, tanto con los otros presos extranjeros como con los internos locales, y ii) respecto a las formas de organización y gobernanza existentes dentro de las cárceles del país. Así, se plantea como hipótesis que esta llegada repentina e inédita ha provocado un serio problema de adecuación de los internos venezolanos a las normas (formales e informales), poniendo en riesgo la convivencia pacífica instaurada hace algunos años en las cárceles peruanas, no solo por su número creciente, sino porque la gran mayoría de ellos llega con una cultura delictiva y carcelaria, en muchos aspectos, diferente a la peruana.

A continuación, se expondrán los 5 hallazgos más importantes de la investigación: a) la perspectiva de los funcionarios del INPE respecto a la llegada de los venezolanos a las cárceles peruanas, y los diferentes modos de gestión penitenciaria que ejercen (mayor o menor control institucional); b) las marcadas diferencias entre el comportamiento, actitudes y valores de los venezolanos, y los demás presos extranjeros; c) la percepción de los presos peruanos, que daban cuenta de las distintas culturas delictivas y carcelarias en juego (con una delincuencia más estructurada y violenta, en el caso venezolano); d) la alianza fáctica entre las autoridades penitenciarias peruanas y los delegados de los pabellones (frente a los ‘chamos’); y, e) la incipiente adecuación de los venezolanos a las normas internas (formales e informales), y el intercambio cultural que se produce, poco a poco, en los penales del país.

MAÑANA LUNES: Los hallazgos y las conclusiones del artículo “Los Chamos en Cana: venezolanos en cárceles peruanas”, de próxima publicación en la revista Anthropologica de la PUCP.