El turno de Illa y las '155 monedas de plata' | El Periódico
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Gemma Robles

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Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica

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El turno de Illa y las '155 monedas de plata'

El socialista intentará hallar la fórmula para que ERC le permita gobernar mientras Puigdemont agita ya el fantasma de la traición para evitarlo

Salvador Illa, candidato del PSC, gana las elecciones en Catalunya

Salvador Illa, candidato del PSC, gana las elecciones en Catalunya / Emilio Morenatti / AP

Victoria inapelable del socialista Salvador Illa en las urnas catalanas este domingo. Ha ganado en votos. Ha ganado en escaños. Ha dejado al independentismo en debilidad extrema sin hacer demasiado ruido. Ha querido compartir el éxito, públicamente y sin matices, con el presidente Pedro Sánchez a quien agradece las políticas arriesgadas adoptadas en Catalunya (mesa de diálogo, indultos, reforma de la sedición, amnistía…). Ha buscado Illa desde la noche del domingo electoral tender la mano a casi todos -avisó que no hablará con los ultras- siendo consciente de que los números no le dan para lanzarse a la aventura solo. Entonces, ¿será president en breve? Puede ser. O no. Porque Carles Puigdemont se resiste a aceptar que el secesionismo está en horas bajísimas y que otra etapa llama a la puerta del Palau. Por eso se ha sacado del bolsillo el recuerdo de las 155 monedas de plata que tanto le pesan desde hace años y con las que, de alguna forma, pretende colocar a ERC en un brete aún mayor del que tiene encima. Me explico.

Las 155 monedas de plata es una frase recogida en un tuit de Gabriel Rufián que su autor querría olvidar, pero que Puigdemont lleva grabada a fuego en su biografía. Simboliza la acusación de traición con la que los republicanos lograron, junto a la suma de otros factores, frenar el intento del expresident de adelantar elecciones en 2017 antes de arrojarse al vacío del 1-0 en las condiciones que finalmente lo hizo. No hubo adelanto y el resto del relato seguro que lo conocen. Pero ese día se rompió algo profundo entre ERC y Junts y los fantasmas de los “traidores” a la causa independentista tomaron un papel crucial, desmesurado y peligrosísimo, en un movimiento donde el dominio de las emociones es crucial y provoca, a ratos, la desconexión con la realidad social y con el ciudadano como eje de la política.

Pues en la noche del domingo 12 de mayo ese fantasma ha vuelto a primer plano. Las 155 monedas de plata están sobre la mesa de la política catalana porque Puigdemont las ha colocado ahí al advertir a ERC de que va a intentar un gobierno “de obediencia únicamente catalana”, con el objetivo de boicotear un posible camino a una legislatura progresista que, por otro lado, es lo que parece que se dibuja con claridad en las urnas: Illa tiene 42 escaños, ERC conserva 20 y los Comuns están en seis.

Las cuentas que hace el líder de Junts -que recuerden que si no gobierna ha dicho que lo deja, que él la oposición no se la come- es que no se pueden repetir elecciones y que, por tanto, él tiene que hacer un último intento en el que necesita la sangre que le quede a una Esquerra que se desangra. Pero es que con los 20 escaños de ERC no le dan los números. Puigdemont tiene 35 escaños, la CUP cuenta con cuatro y para acercarse tendría además que aceptar los dos escaños de la ultraderecha xenófoba de Aliança catalana y lograr que los socialistas se dejaran hacer en Catalunya. Seguramente mete en la ecuación que sería la fórmula más sencilla para garantizar que la legislatura de Pedro Sánchez queda salvada.

 Esa fórmula a la desesperada podría ser inocua para gente como él, que ya no tiene mucho más que perder; para un CUP que pierde peso por minutos y para un partido incalificable que ha sacado la cabeza en las elecciones y quiere más protagonismo. Sin embargo a ERC podría dejarla en coma profundo, sin un lugar claro en el independentismo después de haber adelantado unos comicios donde casi muere y con la “E” de ERC difuminada y sin futuro en un momento en que el voto ha sido claramente tendente al “kilómetro cero” y el pragmatismo con tintes progresistas, pese al crecimiento de la derecha.

Los republicanos, que han adelantado que se asumirán responsabilidades en los próximos días por el fracaso en las elecciones, se han limitado a decir que no entrarán en ningún gobierno. Se van a la oposición. Ninguno es ninguno: ni de Illa ni de Puigdemont, pero quieran o no el próximo gobierno de Catalunya está en su mano. Y en la sigla a la que elijan aferrarse para emprender el viacrucis que les llega por delante… ¿Illa president? ¿Triunfo de la venganza de las 155 monedas de plata? ¿Repetición? Días intensos en Cataluña. Y en La Moncloa.

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