¿Cómo es que una película tan alegre y llena de vida puede poseer tan devastadora tristeza? “A Radiant Girl” (Une jeune fille qui va bien) es un testimonio del peso de la historia, de cómo opera la maldad y de una realidad que no nos podemos dar el lujo de olvidar, a pesar de que el tiempo y las sociedades intenten hacerlo. La prolífica actriz Sandrine Kiberlain debuta como directora con un coming-of-age magistralmente ensamblado que enamora, encanta, inquieta y destroza el corazón.

Irène (Rebecca Marder) es una joven judía llena de vida viviendo en París. Sueña con ser actriz y se está preparando para una importante audición. Sale con sus amigas, se enamora y lleva una gran relación con su familia. Ver a Ireene crecer y descubrir el mundo es un deleite. Su hermano Igor (Anthony Bajon) también está enamorado y comparte tips sobre la vida y el noviazgo con Irène. Hay una gran unión entre esta familia.

Pero la misma sinopsis del filme nos indica que hay un mal rondando: “Irène no sabe que sus días podrían estar contados”, dice ésta. Irène sufre de desmayos imprevistos, ¿será por eso? o ¿A qué hace alusión este extraño spoiler? La respuesta se hace evidente con el paso de los minutos y con el entendimiento del momento histórico de París. 

La dirección de Kiberlain es brillante porque constantemente te hace olvidar de ese contexto histórico. Ni siquiera se menciona el año. Si desconoces de historia, quizás pasen desapercibidas las señales — como la estrella de David bordada en el abrigo, el sello rojo o las miradas del pueblo — y hasta pienses que estás ante un simple coming-of-age sobre una aspirante a actriz. Las intenciones de la segregación están embebidas de manera astuta en la trama y sus terribles consecuencias van apareciendo sutilmente, poco a poco hasta arribar a una breve, pero profundamente devastadora conclusión.

Ese impacto es producto de una dirección impecable de Kiberlain, quien durante toda la película se enfoca en mostrar la luz de una joven que literalmente irradia alegría; está gozando de la vida, del amor y de la calidez de su familia. Ella nos arrastra a su mundito en donde la oscuridad del exterior no existe probablemente porque está siendo velada por el ímpetu de su juventud. La directora (también guionista) comprende esa etapa en donde crees que los sueños y enamoramientos lo son todo, y estás determinado a vivir tu vida. Y cuando estás inmerso en una historia tan auténtica y amorosa, ¿qué importa el año, las creencias o la raza?  Son factores que momentáneamente se olvidan hasta que inevitablemente te ves forzado a hacer la pregunta “¿En qué año estamos?”.

También encontramos la paulatina revelación de una madre ausente. Menos es más e inteligentemente, Kiberlain jamás hace mención de ella. La explicación es innecesaria porque esa ausencia habla a través de una familia unida, pero vulnerable en donde la dinámica de la abuela, interpretada por una brillante Françoise Widhoff, es clave. 

Desbordando encanto, Rebecca Marder (“Spring Blossom”) nos regala una actuación entrañable y simpática que te invita a soñar junto a Irène, a enamorarte de su visión de vida y a querer verla triunfar en sus encomiendas amorosas y actorales. Su cara traviesa y el brillo en sus ojos son herramientas generadoras de empatía. 

El manejo técnico es astuto. No hay vestimentas, peinados o sets espectaculares que hagan referencia exacta al periodo histórico. Normalmente, decimos que este tipo de elementos permiten crear una inmersión a la narrativa de un filme de época, pero en este caso no son necesarios. La sutilidad es una exquisita herramienta para forjar un lazo íntimo con la historia y sus personajes.

“A Radiant Girl” nos muestra un periodo terrible de la humanidad visto a través de los ojos de una joven cuya vida puede ser similar a la tuya o la mía. Kiberlain te enamora de la vida para recordar lo inútil que es odiar. Es una película distinta sobre el Holocausto que nos muestra cómo inicia un genocidio. No hay campos de concentración, simbología nazi, soldados o disparos; la guerra nunca se menciona de manera directa. El profundo horror del Holocausto se hace sentir a través del seguimiento íntimo y cálido a la cotidianidad de una joven con sueños, aspiraciones, enamoramientos y una familia amorosa. Es un preludio cuyo impacto radica en mostrar con exhaustivo detalle, autenticidad y a través de un ejemplo individual, cómo es que la radiante llama de millones de personas fue apagada por el odio. 

“A Radiant Girl” (Une jeune fille qui va bien) forma parte de la Semaine de la Critique del Festival de Cannes 2021.