David Trueba se adentra en el teatro con "Los guapos", un texto que nos traslada a los barrios populares y juveniles de los ochenta


Quienes conocimos por de dentro aquellos barrios populares del Madrid de los ochenta, retratados por David Trueba en Los guapos, sabemos muy bien de qué nos habla el escritor madrileño en esta su primera obra escrita para el teatro. El afamado director de cine se lanza a un terreno nuevo para él, pero con el bagaje que le otorga su maestría en un arte no tan alejado de las tablas; especialmente en un tiempo en que las mixturas entre el lenguaje cinematográfico y el teatral no resultan ya extrañas y numerosas formas y recursos de aquel han sido llevados a la escena.

Asumiendo asimismo la dirección de su obra, Trueba se pone al frente de un ambicioso proyecto avalado por el Centro Dramático Nacional, en cuya sala magna, el Teatro María Guerrero, se estrenó el pasado 24 de abril.

Con solo dos actores en escena -Anna Alarcón y Vito Sanz-, que representan a los dos únicos personajes que protagonizan la historia, el autor y director ha focalizado la atención de su obra en la interacción entre ambos y en un texto que lo es todo. Teatro de palabra en el más rotundo sentido del término, donde el tiempo no es más que un continuo inconsistente, basado en un relato que, sin perder el hijo central de una trama que se perfila sólida, realiza permanentes saltos al pasado de Nuria y Pablo, y aquellos años de adolescencia en que, eclipsado bajo la uniformidad y camaradería que otorgan la calle y los amigos del barrio, comenzaba a fraguarse un futuro muy distinto para ellos. Convertido este ahora en un abogado de éxito, Nuria, que representa un perfil humano diametralmente opuesto, reclama la ayuda de su viejo amigo para defender sus intereses en un pleito legal cuyo desenlace no dejará de sorprender al espectador; alcanzando un clímax que constituye, en nuestra opinión, un verdadero acierto.

Si bien esta se detiene en ocasiones, bajo el peso del relato discursivo, la acción se desarrolla y se sigue con interés, y el autor tiene la habilidad no solo de guiar nuestra atención a través de la trama, reconduciéndola cuando corre el peligro de perderse, sino de ofrecer un cuadro realista -con cierto tinte costumbrista- de una época pasada y del presente, en el que buena parte del público -especialmente el que ha superado ya el medio siglo- puede sentirse retratado, y plantear en el texto temas que afectan tanto a las relaciones personales como de carácter social, que rozan en ocasiones -un nuevo acierto para nosotros- lo políticamente incorrecto. Un interés que David Trueba ha sabido alimentar y guiar como director de un montaje impecable, cuyo ritmo, sólido y denso, no pierde intensidad y se mantiene estable a lo largo de toda la obra, dosificándose en virtud del interés dramático; apoyado en una bella escenografía elaborada por Beatriz San Juan, de estética realista, al igual que el vestuario -diseñado también por esta-, a la que la sobria y medida iluminación de Pedro Yagüe otorga la atmósfera necesaria.

Anna Alarcón
y Vito Sanz realizan un magnífico trabajo sobre el escenario, desplegando su complicidad y dominio de la escena. Sobresaliente la naturalidad de este último en la creación de un Pablo cercano y amable, que contrasta con la calculada y fría tensión emanada de Nuria, a la que da vida la actriz Anna Alarcón, en un excelente tándem interpretativo.

Una obra y un montaje, en definitiva, con muchos aciertos, que nos hablan de un autor polifacético, capaz de moverse también con soltura sobre un escenario. David Trueba, en nuestra opinión, ha salido triunfante de esta experiencia; y el resultado final de su primera obra teatral consideramos se halla a la altura de otras muchas producciones que hoy llenan con éxito la cartelera. Podrán comprobarlo en el Teatro María Guerrero, donde Los guapos seguirá representándose hasta el 9 de junio. Como siempre, ustedes tienen la última palabra.

José Luis González Subías


Fotografía: Luz Soria

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