Los últimos días del pensador

El final de Sócrates: un filósofo condenado a muerte

Condenado a muerte por la Asamblea de Atenas por corromper a la juventud, Sócrates pasó un mes en la cárcel esperando la ejecución. Aprovechó ese tiempo para conversar serenamente con sus amigos y discípulos y, llegado el día, tomó sin temor la copa de cicuta que acabó con su vida.

Muerte de un filósofo

Muerte de un filósofo

Muerte de un filósofo. Este famoso óleo de Jacques-Louis David muestra a Sócrates en prisión, con sus amigos, a punto de tomar la copa de cicuta. Museo Metropolitano, Nueva York.

Erich Lessing / Album

A principios del año 399 a.C., el filósofo Sócrates fue llevado a juicio acusado de impiedad y de corromper a la juventud de Atenas. Uno de sus acusadores fue un curtidor llamado Ánito, que se quejaba de que su hijo había sido persuadido por Sócrates para dedicarse a la filosofía en vez de al negocio familiar. En su discurso ante la asamblea que juzgaba al filósofo, Ánito pidió la pena de muerte.

Sócrates era entonces un hombre de 70 años, lo que hubiera debido valerle la indulgencia del tribunal, pero había cuestionado la autoridad de muchos con sus incesantes preguntas y durante el juicio se había comportado de manera desafiante, sugiriendo que era merecedor de honores por sus servicios a la patria y que, en lugar de ser condenado a muerte, se le debía conceder una plaza en el Pritaneo, un lugar sagrado donde los prohombres de Atenas eran mantenidos a costa del erario público. El tribunal, soliviantado por esa actitud, condenó a Sócrates a morir haciéndole beber una copa de cicuta.

Juicio a Sócrates 

Juicio a Sócrates 

Juicio a Sócrates 

Sócrates replica a sus acusadores durante el proceso contra él en la Asamblea de Atenas. Ilustración del siglo XX. 

Bridgeman / ACI

Cronología

Atenas condena a Sócrates

470 a.C.

Sócrates nace en Atenas, en una familia modesta. Sus padres son el escultor Sofronisco y Fenáreta, matrona de profesión.

423 a.C.

En su comedia Las nubes, Aristófanes populariza la caricatura de Sócrates como un filósofo amoral, adorador de nuevos dioses.

399 a.C.

Sócrates es acusado de impiedad y de corromper a la juventud ateniense. Condenado por la Asamblea, es ejecutado un mes más tarde.

393-375 a.C.

Platón, discípulo de Sócrates, escribe la Apología de Sócrates y el Fedón, en los que se describen el juicio y la muerte de su maestro.

En otras circunstancias, la pena de muerte se habría hecho efectiva de inmediato tras la condena. Sin embargo, el día anterior a que se dictase sentencia había partido de El Pireo una nave consagrada a Apolo con destino a la isla de Delos, donde debía celebrarse una ceremonia religiosa. Mientras no volviera la nave, en Atenas regía una especie de tregua sagrada que hacía que se suspendieran todas las ejecuciones. Esta pausa solía durar unos treinta días. Sócrates pasó ese tiempo en prisión, recibiendo las visitas diarias de su viejo amigo Critón y de sus discípulos.

El esplendor de Atenas

El esplendor de Atenas

El esplendor de Atenas

El siglo V a.C. fue la época de mayor esplendor de Atenas, en la que se construyeron los más importantes monumentos de la Acrópolis.

Sen Li / Getty Images

Con el paso de los días, algo parecía moverse en la ciudad con respecto a Sócrates. Los que habían dictado la sentencia de muerte parecían arrepentirsede su decisión, e incluso asumían que los amigos de Sócrates le ayudarían a huir. El filósofo, sin embargo, se mantenía ajeno a todo eso. Pasaba las jornadas inmerso en sus charlas filosóficas y en poner en verso algunas fábulas de Esopo que se sabía de memoria. Por mucho que los demás le apremiasen a hacer algo por salvar su vida, Sócrates no les hacía caso.

No se daban cuenta de que, mientras la ciudad se «purificaba» con rituales sagrados en Delos, Sócrates aprovechaba ese período para «purificar su alma» y así afrontar la muerte con serenidad de ánimo.

La supuesta prisión

La supuesta prisión

La supuesta prisión

Varias estructuras excavadas en una ladera de la colina de Filopapo son conocidas como la prisión de Sócrates. 

Alamy / ACI

Llega el día fatal

Finalmente, llegaron noticias de que la nave sagrada de Apolo había sido vista bordeando el cabo Sunion, en el extremo sur del Ática, por lo que pronto arribaría a Atenas. No había tiempo que perder, así que Critón se presentó en la cárcel esa misma madrugada y sobornó al centinela para que le franqueara el paso. Al entrar vio que Sócrates, lejos de estar inquieto por su suerte, dormía profundamente, por lo que decidió sentarse al lado del camastro y esperar a que despuntase el día. 

Ánfora

Ánfora

Ánfora. Jarra ática de figuras negras de inicios del siglo V a.C.

Album

Al despertarse, Sócrates pegó un respingo al ver a Critón y, tras frotarse los ojos con sus manos engrilletadas, le preguntó qué hacía a esas horas allí. Critón entonces le comunicó las malas noticias e hizo un último intento por convencerlo para que se escapase de la cárcel, haciéndole ver que había dinero y medios para ello. Pero Sócrates no estaba dispuesto a huir: eso para él habría significado traicionar a la ciudad a la que pertenecía y a la que había defendido incluso en el campo de batalla. Alegaba que subvertir las leyes, a pesar de que se hubieran aplicado de manera injusta, acarrearía la ruina de toda Atenas, sin contar con la vergüenza que sufrirían sus amigos a partir de entonces. Critón le escuchó con la misma devota paciencia de siempre y, sin saber qué más decir, se levantó y abandonó la celda con el mismo sigilo con el que había entrado en ella. 

Conversador hasta el final

Conversador hasta el final

Conversador hasta el final

Sócrates pasó 30 días en su celda conversando con sus amistades y sus visitantes. Sócrates en prisión. Óleo por Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. 1785. Castillo Wilhelmshöhe, Kassel.

BPK / Scala, Firenze

No mucho después de esta conversación, la nave sagrada arribó finalmente al puerto de El Pireo. Discípulos y amigos se conjuraron para acudir a la prisión al día siguiente antes del amanecer. Uno tras otro fueron llegando con semblante triste, conscientes de que esa sería la última vez que verían al maestro: terminada la tregua sagrada, la ejecución ya era lícita. Hasta entonces, el carcelero acostumbraba a dejarlos pasar en cuanto abría la puerta de la prisión, pero en esa ocasión les pidió que esperasen todos fuera pues le estaban quitando los grilletes a Sócrates a fin de que se preparase para morir al caer el día. Ya estaban casi todos, incluso Critón; solo faltaba Platón, el discípulo más próximo a Sócrates, que estaba en cama con fiebre.

Sócrates y su familia

Sócrates y su familia

Sócrates manda salir a su familia para quedarse con sus amigos en la celda. Relieve en mármol por Antonio Canova. Fundación Cariplo, Milan.

Scala, Firenze

La última charla

Por fin les dejaron entrar en la celda. Dentro se encontraba Sócrates acompañado de su mujer, la infeliz Jantipa, que llevaba a un hijo de ambos en brazos y que, nada más ver entrar a los amigos de su marido, prorrumpió en un estridente llanto. Sócrates le rogó a Critón que alguien acompañase a su mujer a casa para que no perturbase con sus ayes la que sería su última charla entre amigos. 

Luego empezó a frotarse piernas y brazos, hasta entonces impedidos por los grilletes, y se puso a conversar alborozado sobre el placer, el dolor, la agradable sensación de sus extremidades liberadas, y también sobre los poemas que había compuesto en sus ocios de la cárcel. Critón le interrumpió para rogarle, de parte del verdugo, que no se excitase tanto en la conversación, pues la cicuta tardaría en hacerle efecto si estaba acalorado; a lo que Sócrates repuso que el verdugo preparase una ración doble e incluso triple de veneno, porque no iba a parar de hablar.

 

Tetradracma de plata

Tetradracma de plata

Tetradracma de plata con la imagen de un mochuelo, símbolo de la diosa Atenea, patrona de Atenas.

Bridgeman / ACI

Entonces Sócrates trabó una larga conversación con sus discípulos con la intención de demostrarles que su alegría era razonable, porque sabía que el alma era inmortal y la muerte le liberaría de un cuerpo que acusaba ya la vejez y el cansancio acumulado tras tantos días en la cárcel. Se jactaba de haber descuidado los placeres carnales para dedicarse al conocimiento y al ornato de su alma, incluso en aquellos gloriosos banquetes de Atenas en los que circulaba el vino, la poesía y el amor. La verdadera prisión para él, eterno buscador de la belleza, no era esa fría celda en la que se encontraba, sino su propio cuerpo feo y torpe, que algunos comparaban con el de un sátiro; ahora podría huir por fin de él, con tranquilidad y rodeado de sus amigos. Entonces Sócrates se volvió a su derecha, donde estaba Fedón, el más joven de los discípulos, y empezó a jugar con los rizos que le caían sobre su suave cuello: «Mañana, Fedón, tal vez te cortes estos hermosos cabellos –le dijo–, pero deberías cortártelos hoy y yo también me los cortaré, si la verdad de mis palabras muere conmigo y no somos capaces de revivirla».

El final del filósofo

El final del filósofo

El final del filósofo 

El verdugo quita los grilletes a Sócrates. La muerte de Sócrates, por Christian Hoyer. Galería Nacional de Dinamarca, Copenhague. 

Heritage / Aurimages

Los últimos minutos

Al final de la tarde, Sócrates decidió tomar un baño para no dejar a las mujeres la tarea de lavar su cadáver para el sepelio. A continuación trajeron a sus hijos y a las mujeres de su familia y se puso a conversar con ellos un rato, pero después les mandó retirarse. El sol ya estaba a punto de ponerse, pero nadie se atrevía a articular palabra. Fue Critón quien rompió el hielo y le preguntó a Sócrates, con la mayor serenidad posible, cómo quería que le enterrasen: «Mi querido Critón –repuso Sócrates–, estaré muy lejos de vosotros cuando me hayas cerrado los ojos. ¡Tú no vas a enterrar a Sócrates, sino el cuerpo que un día le perteneció! Pero, venga, si quieres, dale sepultura a la antigua usanza ateniense». 

Fedón

Fedón

Fedón. Fragmento de un papiro del siglo III a.C. con la obra en la que Platón relató la muerte de Sócrates.

Bridgeman / ACI

Todos estaban tristes; incluso el pobre verdugo, que vino entonces con una copa en la que había preparado la cicuta. Sócrates le preguntó educadamente si podía verter algo como libación a los dioses: «No –le contestó–, tan solo preparamos la cantidad precisa». Así pues, Sócrates decidió atraer el favor de los dioses con una plegaria, mientras Critón le pedía que esperase un poco, pues el sol aún estaba encima de los montes, añadiendo que otros condenados habían bebido la cicuta ya muy tarde, tras celebrar un banquete y traerse a un mozo (o una moza) con los que yacer. 

Inspiración artística

Inspiración artística

Inspiración artística 

La muerte de Sócrates, recreada en estilo academicista por Jean-Baptiste Alizard (1762). Escuela de Bellas Artes, París.

RMN-Grand Palais

De un solo trago

Sócrates no hizo caso y, una vez acabada la oración, alzando la copa diestra y serenamente, la apuró de un solo trago. Incapaces ya de contenerse, a todos se les saltaban las lágrimas y se lamentaban a gritos; todos, menos Sócrates, que dijo: «¿Pero qué es esto, amigos míos? ¿No despedí a las mujeres para evitarme este espectáculo? Comportaos, pues, y tened valor».

El filósofo se puso a pasear dentro de la celda, hasta que empezó a pesarle el cuerpo y se tendió boca arriba. El verdugo le apretó las piernas, preguntándole si sentía algo; cuando Sócrates le dijo que no, hizo lo mismo con las pantorrillas y así, ascendiendo, fue comprobando cómo aquel iba quedándose frío. Entonces Sócrates se tapó con un manto, que solo descubrió un breve momento para decir: «Critón, le debemos un gallo a Asclepio; dáselo, no lo olvides»; a lo que Critón repuso algo confuso: «Así se hará, pero ¿no quieres nada más?». Sócrates ya no respondió a esta pregunta, pues su cuerpo empezó a estremecerse con un breve estertor. Critón vio que su maestro tenía la mirada rígida y la boca abierta y ya solo pudo cerrarle los ojos y la boca, que hasta el último momento pareció decir algo, y llorar la muerte del amigo a quien ya no volvería a escuchar.

----

¿dónde estaba la cárcel de sócrates?

Feo como un sileno

Feo como un sileno

Feo como un sileno

El busto de Sócrates refleja su conocida imagen de un hombre calvo y algo obeso, con ojos saltones y la nariz chata.

Scala, Firenze

Cuenta la tradición que Sócrates pasó las últimas semanas de su vida en una prisión situada en unas cuevas de la colina de Filopapo. Se trata de un complejo de cubículos excavados en la roca que durante la segunda guerra mundial se usaron para ocultar las piezas más valiosas de los museos de Atenas. Unas rejas impiden hoy la entrada en las cuevas, pero, mientras se contempla desde ese punto la Acrópolis a la luz del atardecer, podemos pensar que Sócrates estuvo allí mismo, esperando esa puesta de sol que anunciaría la cercanía de su muerte. La realidad, sin embargo, es mucho más prosaica: la prisión en la que estuvo encerrado Sócrates era un edificio ubicado en el lado sudoeste del ágora, al lado de los tribunales, en lo que es hoy un descampado cubierto de antiguas ruinas.

----

conocer a sócrates a través de platón

El alumno más querido

El alumno más querido

El alumno más querido

Busto de Platón, el discípulo más destacado de Sócrates. Copia romana de un original griego. Museos Capitolinos, Roma.

DEA / Album

Prácticamente todo lo que sabemos de la muerte de Sócrates deriva de los escritos de su discípulo Platón, compuestos varios años después del suceso. En la Apología de Sócrates, Platón ofrece una versión del discurso de defensa que Sócrates pronunció en los tribunales atenienses. El Critón es un breve diálogo ambientado en la celda de Sócrates dos días antes de la muerte del filósofo, en el que se reflejan los esfuerzos de los amigos de Sócrates para convercerlo de que se escape. El Fedón, la fuente más extensa y compleja, constituye un diálogo de la madurez de Platón. En él se ofrece una animada narración de las últimas horas de Sócrates desde el punto de vista de su discípulo Fedón, un joven aristócrata procedente de Elis, una ciudad del oeste del Peloponeso.

----

El enigmático gallo de Asclepio

 

Moneda con Asclepio sentado

Moneda con Asclepio sentado

El dios de la medicina 

Moneda con la representación de Asclepio sentado, con una serpiente y un bastón. Museo de sellos y monedas de Mónaco.

Album

Las últimas palabras de Sócrates, según cuenta Platón en su diálogo Fedón, fueron: «Critón, le debemos un gallo a Asclepio». Resultan desconcertantes y han dado lugar a muy diversas interpretaciones. Hoy se cree que con ellas el filósofo no quería saldar ninguna deuda, sino que se trataba de una piadosa ofrenda al dios de la medicina, Asclepio, cuyo culto se había consolidado en Atenas precisamente en vida de Sócrates. Cuando alguien se libraba de una enfermedad y recobraba la salud ofrendaba un gallo como sacrificio a Asclepio. Era una forma de religiosidad popular que el filósofo no dudaba en practicar, como si quisiera contradecir a quienes le habían acusado de impiedad ante los tribunales, aunque en su caso la ofrenda la hacía por librarse de la vida, la dura «enfermedad del alma» encerrada en un cuerpo. 

----

la cicuta, un veneno temible

Conium maculatum

Conium maculatum

Conium maculatum. Dibujo por Pierre Turpin. Principios del siglo XIX. 

Florilegius / Album

La cicuta es una planta típica de regiones de clima templado que se presenta en dos grandes variedades: una, la Cicuta virosa, crece en lugares húmedos, como las orillas de ríos, mientras que la segunda, Conium maculatum, se encuentra en el campo. Los griegos habían aprendido a utilizarla desde antiguo por sus propiedades medicinales. Cogían las semillas, las machacaban y molturaban en un mortero y luego las dejaban secar y condensarse al sol. La materia resultante se usaba luego como ungüento para aplacar el dolor o en compresas para eliminar los herpes y las erisipelas. Dioscórides, el famoso médico y farmacólogo del siglo I d.C., le atribuía además virtudes un tanto extrañas: «La hierba y la cabellera, majadas, en forma de cataplasma sobre los
testículos, son beneficiosas para los que tienen poluciones nocturnas. Aplicadas como emplasto, relajan también el miembro viril y extinguen la leche.Impiden que crezcan los pechos en la doncellez y debilitan los testículos de los niños».

Al mismo tiempo, la cicuta actúa como un veneno mortal si se ingiere mezclada en un brebaje. Ello dio a los griegos la idea de utilizarla como método de ejecución de condenados a muerte.

Miniatura de un manuscrito de Dioscórides

Miniatura de un manuscrito de Dioscórides

Miniatura de un manuscrito de Dioscórides, del siglo VI d.C. El autor está representado arriba a la derecha, junto a otros médicos griegos.

Album

Veneno de Estado

Los testimonios sobre este uso de la cicuta son escasos y muy próximos en el tiempo a la muerte de Sócrates. El dramaturgo Aristófanes alude a este veneno en una obra de 405 a.C., y al año siguiente se produjo la primera ejecución mediante cicuta, ordenada por el régimen de los Treinta Tiranos. La víctima fue Terámenes, un miembro moderado de ese gobierno que entró en conflicto con su líder, Critias. Jenofonte cuenta que «después de beber la cicuta, Terámenes derramó el resto como si jugara al cótabo y exclamó: “Esto para el bello Critias”». El cótabo era un juego en el que los participantes de un banquete tiraban el resto de vino de una copa sobre otra colocada a distancia.

Kílix

Kílix

Kílix, o copa para beber vino, decorada con dos ojos y una ménade danzante. Siglo VI a.C. Museo Fitzwilliam, Cambridge.

Bridgeman / ACI

Sin embargo, la cicuta está muy lejos de provocar una «muerte dulce» como la que tuvo Sócrates según el relato de Platón. Tras tomar el brebaje se sufren un intenso dolor de cabeza, vértigos, náuseas y diarrea. Las pupilas se dilatan, se pierde la coordinación y se padecen estertores.
El cuerpo se paraliza progresivamente, empezando por los miembros inferiores hasta la faringe y la lengua. La muerte se produce por paro respiratorio al cabo de entre dos y tres horas de tomar el veneno.

Por esta razón se ha pensado que Sócrates debió de tomar al mismo tiempo un narcótico, como el opio, que aliviara su padecimiento. A menos que Platón hubiese preferido hacer un relato idealizado de la muerte de su maestro.

Maloliente y tóxica

La cicuta, en su variedad forestal, el Conium maculatum, es una planta de hasta dos metros de altura, con el tallo pelado y algo estriado y características manchas de color púrpura. Sus hojas son alternas, grandes y muy dentadas, y sus flores, pequeñas y blancas, aparecen en los meses de junio y julio y producen grandes cantidades de granos. Emite un característico olor desagradable. La cicuta contiene ocho alcaloides de los que dos son sumamente tóxicos, en particular la cicutina o coniina, que en muy pequeñas dosis puede matar tanto a animales como a humanos.