Fernando Redondo, un argentino diferente dentro y fuera de la cancha - Martín Bugliavaz
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Fernando Redondo, un argentino diferente dentro y fuera de la cancha

«De Redondo no me extraña nada porque él es una persona muy particular», declaró Julio Humberto Grondona en marzo del 2000 cuando Fernando Redondo pidió no ser convocado más para la Selección Argentina. Y aunque las palabras de quien en aquel entonces era presidente de la AFA estuvieron teñidas de crítica, en cierta manera describieron bien no sólo a un exfutbolista que supo distinguirse del resto, sino también a un argentino que supo diferenciarse de sus coterráneos.

Porque Redondo era particular, sí. Lo era dentro de la cancha, un hábitat en el cual se movía a la perfección pues allí él era un artesano del fútbol. Su posición en la cancha era el centro del mediocampo. El viejo y querido 5, para los futboleros. Pero no cualquier 5. Ni tampoco uno de esos típicos 5 aguerridos que se dedican a marcar —y, muchas veces, a pegar patadas indiscriminadamente—. No, Redondo no era así. Era un 5 elegante, que siempre estaba bien ubicado y que, por ende, tenía un panorama clarísimo a la hora de dar unas asistencias que podrían calificarse de exquisitas y soberbias. Redondo, también, era un 5 con una técnica tan pulida que no sólo no se destacaba por pegar patadas, sino que brillaba a la hora de gambetear, tirar caños y hasta un «taconazo» que quedará grabado para siempre en la historia del fútbol.

Redondo era particular por eso, sí. Pero también era particular por los valores que demostró a lo largo de toda su carrera, en la que varias veces declinó su convocatoria a la Selección Argentina por motivos personales que muy pocos pudieron entender. Y justamente por eso Redondo fue un argentino distinto, por sus valores. Unos valores que sus compatriotas, acostumbrados a habitar en un país donde la moral y la educación escasean, jamás tuvieron la más mínima oportunidad de comprender. Y, tal vez por eso, su enorme figura futbolística hoy no tiene el reconocimiento que merece.

Un joven Redondo en Argentinos Juniors. Foto: El Gráfico.

MÁS QUE UNA PELOTA EN LA CABEZA

Fernando Carlos Redondo nació el 6 de junio de 1969 en Adrogué —una ciudad de los suburbios de Buenos Aires— y ya desde chico sintió una pasión inconmensurable por el fútbol. Por eso, a los 11 años y tras patear sus primeras pelotas en el Club Social y Deportivo 9 de Julio de su ciudad natal y en Talleres de Remedios de Escalada, Redondo recaló en Argentinos Juniors, el club por excelencia en la Argentina en lo que a formación de futbolistas se refiere.

Argentinos fue importante para Redondo porque fue el club que lo formó, el que le dio la posibilidad de debutar profesionalmente y el que lo llevó a Europa, donde se convirtió en una verdadera estrella. Sin embargo, el «Bicho colorado» fue importante para Redondo no sólo por lo futbolístico, sino también por lo extrafutbolístico. Es que en el largo trayecto que había que recorrer desde Adrogué hasta La Paternal, Redondo pudo absorber los valores que su padre, también llamado Fernando, le inculcó. Fue ahí que Fernando hijo aprendió, según sus propias palabras, que «no todo se hace a cualquier precio».

Y esas enseñanzas de su padre fueron vitales para Redondo, que con el correr de los años forjó una fuerte personalidad que no sólo demostró a la hora de jugar al fútbol, sino también a la hora de tomar decisiones fuera de las canchas. Así, en 1989 y a cuatro años de su debut en Primera División, Redondo rechazó la citación de Carlos Salvador Bilardo para sumarse a una preselección de cara al Mundial de 1990 porque no quería descuidar sus estudios de Ciencias Económicas.

Redondo y su elegancia con los colores del Tenerife. Foto: RTVE.

Ese fue el primer rechazo a la Selección Argentina, algo que le valió críticas, entre otros, de Diego Armando Maradona, quien lo definió como un «chico viciado». Y las palabras de Maradona, que podría decirse que en gran parte fue una fiel representación del argentino promedio, eran compartidas por los futboleros de aquella época, que no podían entender cómo un futbolista dejaba pasar la oportunidad de ir a la Selección y a un Mundial por querer estudiar. Sencillamente, no entraba en la cabeza de nadie.

El segundo rechazo a la Selección tal vez sea el más mediático de todos. Se produjo en 1997 camino al Mundial de 1998, cuando Daniel Alberto Passarella tomó las riendas del seleccionado tras el alejamiento de Alfio Basile —que fue el DT que más pudo aprovechar a Redondo con la camiseta celeste y blanca—. El no en este caso radicó en problemas personales con Passarella, quien, entre otras cosas, les exigía a los jugadores que se cortaran el pelo para así evitar distracciones. Redondo, que no estaba dispuesto a aceptar ese «pedido sin sustento» —tal como él lo definió—, le manifestó su desacuerdo al entrenador, quien primero le dijo al propio Redondo que consideraría su postura y que lo volvería a convocar si lo necesitara, y luego manifestó públicamente que no lo iba a tener en cuenta por una supuesta negativa del jugador a desempeñarse en otra posición del campo de juego.

Redondo rápidamente salió a desmentir aquella acusación y en una conferencia de prensa anunció su renuncia al seleccionado dejando una contundente declaración que mostró a las claras su integridad: «Lo mío pasa por una manera de conducirse en la vida y creo que la honestidad es algo muy importante. Yo no puedo trabajar con una persona que mintió y en quien no puedo confiar, aunque sea la Selección Argentina la que esté de por medio. Esta es una decisión muy personal y no le pido al público simpatizante de la Selección Argentina que quería y esperaba que yo estuviese que me entienda, pero yo estoy muy tranquilo por cómo he obrado y por sentirme bien conmigo mismo». Clarísimo.

Y la tercera renuncia a la Selección, que terminaría siendo la definitiva, fue la que motivó las declaraciones de Grondona. En aquella oportunidad, Redondo le manifestó a Marcelo Bielsa, el DT que reemplazó a Passarella, su deseo de que no lo convocara más por no sentirse pleno físicamente para rendir como él quería. «Marcelo me pidió que no me apresurara, que no lo comunicáramos de forma definitiva, trató de cuidarme, pero a mí me pareció un acto de responsabilidad: si no estoy bien, debo dejarle el lugar a otro que sí lo esté. Era lo más justo», dijo en aquel entonces. Otra demostración de honestidad que lo enalteció, a pesar de que una vez más lo calificaran peyorativamente como «particular». Claramente sus compatriotas no estaban en sintonía con la pulcritud de sus valores.

Gol de Redondo ante Paraguay con la camiseta argentina. Video: Alejandro Lateano (YouTube).

LA ESTRELLA QUE GENERÓ ADMIRACIÓN EN TODOS LADOS

A la hora de hablar de los grandes futbolistas que surgieron en la Argentina, pocas veces se escucha el nombre de Fernando Redondo salir de la boca de los argentinos. Dentro de los que lo vieron jugar están aquellos que se deleitan con su juego y aquellos que tienen un recuerdo acotado de su fútbol por haber desarrollado casi toda su carrera en Europa y por haber jugado poco en la Selección. Y los que no lo vieron jugar en contadas ocasiones lo señalan como uno de los futbolistas más destacado de un país cuyos futboleros suelen ser extremadamente exitistas.

Tal vez sea ese ridículo exitismo argentino el que lo condene dentro de su país por el hecho de no haber jugado mucho para su Selección, pero lo cierto es que éxito y Redondo son dos palabras que van de la mano. Justamente si se quiere hablar de su breve paso por el seleccionado —en el cual disputó 29 partidos—, es necesario decir que Redondo se consagró campeón de la Copa Rey Fahd de 1992 —donde además también fue elegido como mejor jugador del torneo— y de la Copa América de 1993. El único Mundial que jugó defendiendo la camiseta de su país fue el de Estados Unidos 1994, donde mostró un nivel alto que derivó en un gran rendimiento colectivo de un equipo que se derrumbó tras la salida de Maradona por el doping positivo.

Redondo disputando un clásico español para el Real Madrid. Foto: Pep Morata.

Sin embargo, es en España donde la figura de Redondo es más recordada, pues allí su nivel creció exponencialmente desde que dejó Argentinos Juniors en 1990. Su primera escala en el país ibérico fue en las Islas Canarias para jugar en el Club Deportivo Tenerife, donde estuvo cuatro temporadas y convirtió 8 goles. De todas formas, el aporte de «El Príncipe» —así lo apodó el «Cholo» Simeone— fue más allá de sus tantos. Porque con su visión de juego, sus asistencias y sus gambetas logró cambiarle la mentalidad a un humilde equipo español. «Al llegar a España, se decía que si sacabas un empate de visitante era un positivo, y si empatabas de local, era un negativo. ¡Vos fijate la mentalidad! Entonces para un equipo chico sacar un empate afuera era la gloria. Yo no lo podía entender. Con aquel Tenerife rompimos con esa idea y salimos a ganar en cualquier cancha», declaró en 2019 en una entrevista para La Nación.

Y fue justamente en Tenerife donde Redondo coincidió con su compatriota Jorge Valdano, que fue el entrenador del equipo desde 1992 hasta 1994, año en el que se fue a dirigir al Real Madrid y pidió por él para reforzar el mediocampo «Merengue». Y vaya que la apuesta le salió bien, pues en el Real Madrid Redondo se convirtió en una leyenda al conquistar dos ligas, una Supercopa de España, dos Champions Leagues y una Copa Intercontinental.

Redondo y sus últimos colores: el rojo y el negro del Milan. Foto: EFE.

En la capital española Redondo adquirió ese estatus de estrella que sólo se puede conseguir triunfando en un equipo astronómico como lo es el Real Madrid. En total fueron seis temporadas vistiendo la camiseta blanca —en las que disputó 228 partidos y anotó 5 goles— hasta que fue transferido al Milan en la temporada 2000/2001, justo cuando estaba en la cumbre de su carrera.

En Italia las cosas no empezaron bien porque de movida sufrió una lesión en una de sus rodillas, que, sumada a las deficientes operaciones que debió atravesar, lo dejó sin jugar por dos años. Y fue en ese momento cuando hizo gala un vez más de su honestidad, pues al sentirse frustrado por no poder retribuir en la cancha lo que habían pagado por su ficha, les pidió a los directivos del club que no le pagaran el sueldo hasta que pudiera volver a jugar.

Y volvió. Después de probar un sinfín de tratamientos para rehabilitar la dañada rodilla, Redondo retornó al primer equipo del club milanés para ganar casi todo en 2003: una liga, una Copa Italia, una Supercopa de Italia, la Champions League y la Supercopa de Europa. Lo único que le quedó pendiente fue la Copa Intercontinental disputada en Tokio, donde fue vencido en los penales por Boca Juniors tras empatar 1-1. Sin embargo, fue un detalle menor para un jugador a quien en aquel entonces daban por retirado y que finamente terminó volviendo a destacarse en la élite del fútbol.

El «taconazo» ante el Manchester United en la Champions League del 200. Video: Marwan Adam (YouTube).

El retiro definitivo no tardó en llegar. En 2004, aquejado nuevamente por problemas físicos, Fernando Carlos Redondo le puso fin a una carrera a la que no le faltó nada. O tal vez sí, como lo confesó él mismo: le quedó pendiente jugar más para su país. Pero lo cierto es que los motivos que tuvo para hacerlo fueron comprensibles —aunque estuvieran más allá del entendimiento de sus compatriotas—, pues, como le enseñó su padre, las cosas no se hacen a cualquier precio. Y por eso Redondo es un argentino distinto: porque es un argentino que posee valores.

Imagen destacada: EFE.

Periodista y escritor. Me gusta contar historias.

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