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La triste vida de Elena de Ruman�a, la reina m�s desdichada de Europa

'ROYALS'

T�a de la Reina Sof�aNOTICIA
Elena era una de los cinco hermanos de Pablo de Grecia, padre de la Reina Sof�a. CORDON PRESS

Los restos de la t�a de la Reina Sof�a han sido trasladados a su patria de adopci�n despu�s de que fuera enterrada en Suiza en 1982

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Ruman�a vive este s�bado una jornada hist�rica con el entierro en el Pante�n Real de Cuartea de Arges de los restos de la reina Elena, trasladados esta misma semana con gran pompa y solemnidad desde el cementerio de Boix-de-Vaux, en Suiza, donde fue inhumada en 1982. Elena, nacida princesa de Grecia y Dinamarca, fue la madre de Miguel I, �ltimo monarca de los rumanos, fallecido en 2017 sin ver cumplido su deseo de que su progenitora descansara en su patria de adopci�n. Su voluntad se har� realidad este s�bado, 19 de octubre, en una ceremonia presidida por la actual Custodia de la Corona, la princesa Margarita, y que contar� con la presencia de las principales autoridades del pa�s ex comunista y de distintos miembros de la realeza. Nuestra protagonista estaba emparentada con casi todas las dinast�as del Viejo Continente. Hermana del rey Pablo de Grecia, era por tanto la t�a de Do�a Sof�a, la hoy Reina Madre de Espa�a, quien sent�a un gran afecto por ella y por su hijo, su primo favorito, con quien comparti� las angustias de tantos a�os de exilio.

Elena naci� en Atenas en 1896. Su padre, el futuro Constantino I de Grecia, era el primog�nito y heredero del entonces rey Jorge I. En su largo reinado de casi medio siglo le dio tiempo de ver c�mo los nacionalismos empujaban a Europa a la Gran Guerra. De hecho, fue asesinado en 1913 tras el estallido de la Primera Guerra de los Balcanes que esparci� las semillas del odio �tnico que se adue�ar�a del continente. El regicidio de su abuelo fue uno de los muchos dramas que marcaron la existencia de Elena, quien pas� distintos periodos de su juventud en el exilio ya que le tocaron tiempos muy convulsos para la familia real griega -en realidad, esta dinast�a no ha vivido otra cosa m�s que tiempos convulsos-.

Durante una de las etapas de exilio, en Suiza, en este caso para permanecer junto a su padre que hab�a sido destronado, la princesa conoci� en 1919 al heredero Carlos de Ruman�a. Se casaron al a�o siguiente en Atenas. Poco antes la familia real helena hab�a vivido otra dolorosa tragedia: el fallecimiento de uno de los hermanos de nuestra protagonista, que hab�a sido coronado como Alejandro I. La suya fue una de las muertes m�s absurdas en la historia de la realeza, fruto de la mordedura de un mono mientras paseaba por la finca del Palacio Tatoi.

Convertida ya en princesa de Ruman�a, Elena se traslad� junto a su marido a vivir a su nueva patria. Todo pareci� ir bien durante los primeros meses, en especial con la llegada al mundo del �nico hijo del matrimonio, el futuro Miguel I. Pero Elena no tardar�a en darse cuenta de la gran equivocaci�n que hab�a representado la boda. Carlos, mujeriego empedernido, se ech� enseguida en brazos de su amante Magda Lupescu -con quien se casar�a tras el divorcio de Elena, en 1927-. Por ella, el pr�ncipe renunci� a sus derechos din�sticos y huy� del pa�s.

Elena, en 1940, en la frontera de Ir�n, donde lleg� con varios jud�os a los que ayud� a huir de sus pa�ses.

As� que, en 1927, a la muerte del rey Fernando, su nieto Miguel subi� por primera vez al trono de Bucarest. Ten�a apenas seis a�os y se estableci� un Consejo de Regencia. La princesa Elena, abandonada en un pa�s que le era todav�a tan ajeno, demostr� un extraordinario pundonor y ejerci� una responsabilidad admirable que le hizo ganarse una gran popularidad y reconocimiento.

Pero las alegr�as duran poco. Aburrido de francachelas y del dolce far niente, Carlos aprovech� una maniobra palaciega promovida por un sector de parlamentarios descontentos con la Regencia y, desdici�ndose de su renuncia, no dud� en destronar a su hijo y en hacerse proclamar nuevo rey. Era 1930 y ya estaba divorciado de Elena, a la que no dud� en expulsar de Ruman�a. La princesa se asent� en Florencia durante otro largo destierro vital de 10 a�os, terriblemente duros para ella porque su ex marido apenas le dej� ver al peque�o Miguel en ese tiempo, m�s all� de breves periodos estivales en los que el taciturno chaval se pod�a desplazar a Italia para estar con ella.

Las tornas volvieron a cambiar en 1940. Las extraordinarias dificultades de la escena internacional obligaron a Carlos II a abdicar en su hijo y a largarse de Ruman�a. Comenz� entonces el segundo reinado de Miguel. Y una de sus primeras decisiones fue pedir a su madre que volviera al pa�s para estar a su lado y convertirla en su principal consejera ante la tit�nica tarea a la que se enfrentaba. Elena, que recibi� entonces el t�tulo de reina madre por parte de las Cortes, fue un pilar fundamental en los convulsos a�os de su hijo en el trono, tanto durante la II Guerra Mundial como despu�s, ya con un r�gimen comunista que convirti� al joven monarca en poco m�s que un t�tere.

La reina Elena, mujer de vasta cultura -manejaba a la perfecci�n cinco idiomas- y muy aficionada a las artes, jug� un papel determinante durante la contienda internacional para salvar la vida de al menos 100.000 jud�os rumanos deportados a Transnistria. El Estado de Israel la reconoci� en los a�os 90 como Justa entre las Naciones en agradecimiento a su actuaci�n.

En diciembre de 1947, el comunista Groza oblig� al rey Miguel a abandonar el trono. Comenz� as� un largu�simo exilio de cuatro d�cadas para la familia real rumana. Elena no volver�a a pisar el pa�s. Se instal� primero en la famosa Villa Esparta, en Florencia, que tan bien conocieron familiares como su sobrina, la Reina Sof�a. A finales de los 70, con una situaci�n econ�mica bastante delicada, tuvo que vender la mansi�n y se desplaz� a Suiza, donde pas� los �ltimos a�os de su vida cerca de su hijo.

Elena muri� en Lausana en 1982, a los 86 a�os. Aunque fue despedida entonces por una nutrida representaci�n de miembros de casi todas las dinast�as del continente, y ha sido el s�bado 19 de octubre cuando por fin ha recibido sepultura con todos los honores de una reina.