Los nuevos hermanastros Erin y Aaron se presentan al concurso de talentos, pero solo puede haber una actuación musical. ¿Lograrán aprender a compartir el escenario?
Aaron encuentra el piano perfecto para sustituir al que se le ha roto, pero el dueño de la tienda se niega a vendérselo al hermano de una «asesina de instrumentos».
Erin y Aaron quieren mantener la tradición familiar de pedir comida a domicilio los sábados por la noche, pero no logran ponerse de acuerdo: ¿pizza o sushi?
Antes de poder componer una canción de desamor, Aaron necesita una novia. Así que invita a salir a Vivian, que no sospecha la razón... y además es la mejor amiga de Erin.
Para demostrar que son responsables (y conseguir dinero para unas botas), Erin y Aaron se ofrecen a cuidar de Natasha cuando sus padres se van de miniluna de miel.
Aaron se une a la banda del instituto para tocar el himno nacional en el estadio de los Yankees. Erin también se ha apuntado, pero ella tiene otros planes.
Hartos de los líos provocados por tener nombres parecidos, Erin y Aaron organizan una batalla de canto para decidir quién cambia de nombre.
Aaron no ha sido sincero con sus excompañeros del equipo de fútbol. Cuando Erin los invita a casa, tiene que fingir que es un deportista bromista que odia la música.
Para unirse más, Erin va con Sylvia a jugar al pickleball. Las dos empiezan a entenderse tan bien que Aaron y Chuck se ponen celosos.
Sylvia y Chuck dejan que Natasha se encargue de sacar una foto de familia para anunciar su nueva dirección, pero a Aaron no le gustan las ideas de su hermana.
A Erin le cuesta mucho hablar con Cayden, el chico que le gusta. Aaron no tiene dinero para organizar su cita con Lily. ¿La solución? Ayudarse el uno al otro.
Para decidir qué canción tocar en el festival de porches, Erin y Aaron suben sus canciones a DipDap. Pero un mensaje inesperado cambia todos sus planes.
Con Erin en Nueva York, Aaron se ve obligado a tocar solo en el festival de porches. Pero él no puede componer sin ella, y ella solo quiere actuar con él.