¿Habrá alguna relación entre la dinomanía y las películas recientes de Clint Eastwood? Porque en sus últimas actuaciones, el antiguo Hombre sin Nombre inventado por Sergio Leone tiende a aparecer como un ser de otra era, un dinosaurio social y amoral. Así aparecía en 'Sin perdón', así aparece en 'En la línea de fuego' – ¿por qué esa analfabta traducción literal y no 'En el punto de mira', como hay que decir en español llano?– para encarnar a un agente de los servicios secretos ya sesentón, que vive solo en Washington D.C. con su colección de discos de jazz y cuyo nombre, Frank Horrigan, suena parecido al del vilipendiado Harry Callahan, otro dinosaurio, como él otro profesional con su código personal de conducta.

La dirección de Siegel en 'Harry, el sucio' –una película hoy probablemente menos fascista que pesimista– se apoyaba en la alarmante identificación entre Harry y Scorpio, el killer. La de Petersen hace lo mismo aquí con el amargado Frank –convencido de que pudo proteger a Kennedy de las balas con su cuerpo y su genio malo, Leary, maestro del disfraz, mago tecnológico e intelectual maníaco empeñado en matar al Presidente, un magnífico heavy que le vale a John Malkovick una de sus creaciones más cumplidas. En otras palabras, tanto Siegel como Petersen exploran la hoy muy viajada relación simbiótica policía-criminal, ya explotada en otras películas de Eastwood –verbigracia, 'En la cuerda floja'– pero que viene de muy antiguo. ¿Se acuerdan de Holmes y Moriarty? Leary comprende perfectamente la psicología y las reacciones de Frank, salvo un detalle: su sentido del honor, un concepto seguramente no fácil de valorar –toque malicioso para un ex asesino de la CIA y que significará el principio de su fin.

Basta esa disposición de las piezas sobre el tablero para apreciar la inteligencia del planteamiento de Eastwood, las enseñanzas de Hitchcock –“cuanto mejor sea el villano, mejor será la película” – y la noción cara a Conrad de la “segunda oportunidad”, la ocasión para un hombre de redimir un acto de cobardía del pasado. Que la película no se tome en serio, no le impide notas de humor dry como un martini, por ejemplo Frank y una antigua colega yéndose a la cama mientras dejan atrás un verdadero arsenal, un toque realmente divertido que inútilmente se hallaría en las casposas comedy-thrillers hoy en circulación. Es significativo señalar que, pese a su condición específicamente americana, 'En la línea de fuego' es una de las raras películas internacionales del Hollywood actual. Jeff Maguire, el debutante pero prometedor guionista, y el operador John Bailey –el mayor admirador yanqi de Néstor Almendros–, son americanos. Pero el director es alemán, el compositor de la música –asociado de tiempo con Eastwood– es el italiano Ennio Morricone y la inglesa Anne V. Coates, cuyo trabajo aquí como montadora es admirable, fue colaboradora de habitual de David Lean y ganó un Oscar por su trabajo en 'Lawrence de Arabia'. ¿Se extrañará alguien de que, sin ser particularmente original en ninguno de sus planteamientos, 'En la línea de fuego' sea una de las mejores películas de 1993?

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FICHA TÉCNICA

Dirección: Wolfgang Petersen Reparto: Clint Eastwood, John Malkovich, Rene Russo, Dylan McDermott, Gary Cole, John Mahoney, Fred Dalton Thompson Título original: In the Line of Fire Nacionalidad: USA Año: 1993 Duración: 128 Género: Thriller Guión: Jeff Maguire

Sinopsis: Frank Horrigan (Clint Eastwood) es un abnegado agente del servicio secreto. En la madurez de su carrera, todavía recuerda el fracaso de su primer encargo presidencial: proteger a John Kennedy durante su visita a Dallas en noviembre de 1963. Treinta años después, el nuevo presidente prepara su campaña de reelección. Las amenazas contra la vida del presidente son habituales, pero Frank sabe que de entre todas ellas, una encierra una auténtica amenaza.