¿Con qué brindaron Eva Braun y Hitler, poco antes de suicidarse en el búnker?

¿Con qué brindaron Eva Braun y Hitler, poco antes de suicidarse en el búnker?

EL RETO

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Adolf Hitler junto a Eva Braun en una escena cotidiana, cuando aún eran amantes. La pareja contraería matrimonio el 28 de abril de 1945, dos días antes de suicidarse

LV

En el búnker del Führer en Berlín, bajo fuego enemigo, Hitler empezó a repartir ampollas de veneno. Primero a las mujeres. Viendo que llegaba el final, aquellas últimas noches, él y su pequeño grupo de acólitos discutían sobre cual sería la mejor manera de morir.

El ambiente resultaba entre cómico y esperpéntico. Cuentan las crónicas que pasaban mucho tiempo por los pasillos, extraños y azuzados, y que Eva Braun siempre estaba con Magda Goebbels, fumando y conversando. Eva -que había conocido a Hitler cuando ella tenía 17 años y él rondaba los cuarenta- habría descrito al dictador como “un señor de cierta edad con un bigotillo gracioso”.

Hitler y Eva Braun en una foto de la primera mitad de los años cuarenta

Hitler y Eva Braun en una foto de la primera mitad de los años cuarenta

Propias

La decisión de casarse en el último momento la tomaron el mismo día pero él ya había dejado escrito su testamento político y personal: “He decidido antes de abandonar esta órbita terrestre, convertir en mi esposa a la mujer que, después de años de fiel amistad, llegó por propia voluntad a la casi cercada ciudad para compartir su destino con el mío. La muerte nos compensará lo que mi trabajo al servicio de mi pueblo nos robó… Para evitar la vergüenza de la destitución o de la capitulación, mi esposa y yo elegimos la muerte…”.

He decidido antes de abandonar esta órbita terrestre, convertir en mi esposa a la mujer que, tras años de fiel amistad..." rezaba su testamento 

La ceremonia se celebró la noche del 28 al 29 de abril de 1945. Aparte de la pareja, sólo estuvieron presentes Goebbels, Bormann y el funcionario de registro civil, convocado a toda prisa, relata Heike B. Görtemaker en “Eva Braun. Una vida con Hitler” (Debate). Eva llevaba un gorro gris y un vestido azul (algunos dicen que negro, de seda) y Hitler la misma ropa arrugada de haber estado horas echado en su cama. Lívidos y desorientados los dos. Ella estaba tan nerviosa que empezó a firmar escribiendo Eva B, hasta que se dio cuenta y, rápidamente, tachó la letra B y escribió Eva Hitler.

Apenas duró diez minutos. A continuación, en la habitación de Hitler hubo una pequeña recepción a la que asistió un reducido grupo de personas. Brindaron con champán (Eva Braun era una fanática de esa bebida y el abstemio y vegetariano Hitler se animó a catarlo) y se ofrecieron algunas pastas y bombones. Según el general Von Below “fue una situación bastante fantasmal”. Se acababan de casar y esperaban la muerte.

Brindaron con champán y el abstemio y vegetariano Hitler se animó a catarlo. Se acababan de casar y esperaban la muerte."

La tarde del 29 de abril Hitler ordenó administrar una ampolla de veneno a Blondi, su pastor alemán preferido. Quería probar si el veneno que después tomarían ellos funcionaba. El animal murió rápidamente. Supieron que llegaba el momento de despedirse cuando el ejército soviético había alcanzado el recinto del Reichstag; los soldados entrarían en el búnker en cualquier momento.

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Adolf Hitler y Eva Braun, junto a dos de sus perros, en una fotografía tomada en 1942.

Terceros

El 30 de abril Adolf Hitler tomó su última comida -uno espaguetis con salsa de tomate- mientras Eva declinaba la invitación y se retiraba a sus habitaciones. Hacia las tres y media se oyó un ruido sospechoso. Entraron y encontraron a Hitler sentado en el sofá, la cabeza hacia atrás, con un disparo en la sien derecha y la fotografía de su madre en la mano izquierda. Eva, descalza, con su rostro descansado sobre el hombro del Führer.

Ella había ingerido una cápsula de ácido cianhídrico y falleció ante él. Hitler tomó también una cápsula de veneno y remató la jugada descerrajándose un tiro. Siguiendo las instrucciones que les habían dictado, el grupo de seguidores trasladaron sus cadáveres al jardín de la Cancillería del Reich, donde fueron rociados con gasolina y quemados. Por la noche enterraron sus cenizas en el jardín.

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REDACCIÓN
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