"Un retazo del Evangelio", un cuento de Víctor López Gonzales - Buena Pepa
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“Un retazo del Evangelio”, un cuento de Víctor López Gonzales

Ilán, torpemente, llevará agua limpia en pequeños recipientes de arcilla para regar su naciente planta. “Se volverá más fuerte que tú”, dirá Amós, su padre, al observar el esmero de su unigénito.

Ni el sol en flagrancia, irrebatible, obsesionado con su propia intensidad, será enemigo alturado para frenar el empeño horticultor del infante Ilán, quien ha preferido de entre todas las plantaciones del lugar al minúsculo árbol, del cual se habla que crecerá exuberante.

     Un adolescente Ilán repartirá su tiempo entre sus quehaceres hogareños y el cuidado de su árbol. Aún no es robusto ni da señales de mayores cambios; pese a ello, Ilán lo mantendrá húmedo, abonará su tierra, le dará tal afecto que parecerá un hermano menor, aquel que nunca tuvo.

Y desde la ventana de la casa, Betsabé y Amós alegrarán sus corazones contemplando el inquebrantable amor de su hijo por la naturaleza y le agradecerán a Yahvé por darles tal júbilo.

     Serán años inclementes para los cultivos y los ganados. Muchas especies no tolerarán la elevada temperatura y sucumbirán. Ilán, joven y bronceado, seguirá regando su árbol predilecto. Tuvo un sueño en donde un serafín le sugería que le pusiera nombre a su planta; inmediatamente abandonó su pieza y corrió hacia el valle.

“Árbol de la vida”, lo bautizó al comprobar que toda la vegetación aledaña se marchitaba excepto su adorada propiedad. Y creyó Ilán que aquello era voluntad de Yahvé.

Y desde la ventana de la casa, Betsabé y Amós alegrarán sus corazones contemplando el inquebrantable amor de su hijo por la naturaleza y le agradecerán a Yahvé por darles tal júbilo.

     Muerta Betsabé y estando Amós parcialmente ciego, Ilán asumirá todas las responsabilidades del hogar. Fornido, juicioso, virtuoso para las labores manuales, trabajará como ayudante en la casa del alfarero Levi y con las monedas que recibirá alimentará a su viejo padre y hará refacciones en su hogar.

Por las noches se recostará en las faldas de su planta, El Árbol de la vida, y llorará mientras ora por el alma de su madre. Incluso en la plenitud del viento nocturno, el calor imperará; entonces serán lágrimas y sudores.

     No conseguirá mujer que acompañe sus complicados días en cuidado de su agonizante padre; asumirá que también es designio del Señor enfrentar las viscitudes solo. “Es mi prueba de fe”, pensará convencido, nuevamente, bajo la débil sombra de su árbol.

Los alrededores se tornarán más áridos y las aves de mal presagio volarán creando figuras circulares, lentamente irán poseyendo el firmamento del valle y los ancianos protegerán a sus hijos de presenciar aquel lúgubre espectáculo.

     Levi, el alfarero, ha fallecido. La familia del difunto venderá la casa y enrumbará a Damasco. El valle se poblará de otros alfareros quienes ven con agrado el barro rojo, material fundamental para sus obras.

Ilán ofrecerá sus servicios y su experiencia a los recién llegados, pero será rechazado por todos; sin ingresos, le será imposible garantizarle el justo descanso a su moribundo padre.

Cuando Amós concilie el sueño, Ilán se refugiará en su árbol y suplicará al Cielo por clemencia. Las torcidas ramas apenas serán agitadas por los vientos del norte y una sensación de miseria se extenderá por la superficie del lugar.

    Jonatán, el hijo del artesano Samuel, y de quien se afirma que ve los tiempos próximos, le revelará a Ilán que ni bien pueda abandone el valle. El mozuelo asegura que es suelo maldito. Ilán divagará pensando en su suerte; solo su padre y su árbol lo aferran a estos lares. La temperatura ha descendido en los últimos años, mas es en vano: la flora y la fauna han desaparecido siendo reemplazadas por especímenes silvestres y deslucidos.

     Se lamentará Ilán no haberse unido con mujer alguna. La soledad y la rutina lo han desgastado terriblemente; ha ejercido todos los oficios posibles para poder alimentarse y seguir manteniendo digno a su anciano padre Amós. El nonagenario se resistirá a dar el suspiro final, lo cual significa que Ilán no podrá abandonar el valle todavía.

     Amós, ciego y acostado, llamará a Ilán, su único descendiente, para que lo acompañe en sus momentos últimos. El anciano lo sabe: es oportuno descansar.

     El día de Ilán será retorcido, digno de un gran libro de oscuras fábulas.

     Sosteniendo las manos de su padre y arrodillado a un lado de la cama, Ilán quedará dormido en el regazo de su progenitor. Lento reposo sin sueños ni imágenes. Despertará abruptamente al percibir el silencio definitivo del ciego Amós. Lo llorará y se rasgará las vestiduras, gritará desde la cólera, desde el dolor propio de la pérdida de un padre; besará las manos del occiso aún sin cesar sus clamados. Huirá de la casa y correrá hacia su refugio, costumbre que ha repetido desde la maravillosa infancia.

     Pero allí, en una de las ramas de su refugio, el cadáver de un hombre será balanceado. La cuerda se moverá como un melódico compás ejecutado por el aire. El ahorcado no hará otra cosa más que ir de lado a lado, profanando así la pureza de aquel santuario vegetal. No podrá en aquel mediodía de enrarecido sol hablar con Yahvé, pues su lugar de oración ha sido contaminado. El alma de su padre deberá esperar.

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     Será un arrebato sustanciado por la tardía libertad, la desesperación y la tristeza. Sin nada que lo siga uniendo a aquel valle, Ilán tomará sus pertenencias más valiosas y abandonará por fin aquellos territorios. Más allá de los confines de estas tierras de seguro habrá alegría y regocijo. Entonces dejará a su padre sin la debida sepultura, así como a aquel cuerpo que prosigue su danza fúnebre en la rama del inservible refugio, el Árbol de la vida.

     Se alejará cabizbajo, ningún vecino lo despedirá. Todos ellos han madrugado; han partido hacia el Pretorio para presenciar el juicio del tal Jesús, otro profeta que asegura ser el hijo enviado de Yahvé.


*Víctor Andrés López Gonzales (1996, Trujillo). Abogado y redactor SEO. Ganador del Concurso Nacional Juvenil de Cuentos en Memoria de Germán Patrón
Candela en el año 2017. Ganador del Premio Literario de Trujillo 2019 por la obra Designios. Ganador del Concurso provincial de poesía Entre la Identidad y la Existencia en 2021. Autor de los poemarios Las Llaves (Ediciones Orem, 2016), Agnósticos (Exlibris, 2018), los cuentarios Designios (FEMPT, 2019) y Las muertas y los griegos (Letra, 2020), y la novela María en tres días (Letra, 2023)