La selección nacional de baloncesto de Estados Unidos, liderada por el joven escolta Doug Collins, llegó a la final contra Rusia en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. El encuentro fue transmitido por televisión y Michael Jordan, de nueve años, no se despegó del aparato hasta el silbatazo final. Sacudido por la derrota de su país en un partido intenso, corrió a la cocina para contárselo a su mamá, Deloris: “Un día voy a estar en los Juegos Olímpicos y voy a asegurarme de que ganemos”. Ella contestó: “Cariño, cuesta mucho ganar una medalla de oro”.
La anécdota, contada por Roland Lazenby en Michael Jordan, la biografía definitiva, marcó el destino del niño nacido en Brooklyn que en un futuro sería llamado por los fans el “dios del baloncesto”. Sin embargo, el primer deporte en el que Michael Jordan brilló, fue en el béisbol. Con doce años, el adolescente vivió una temporada épica en la Little League de Estados Unidos: Su equipo ganó el campeonato estatal y fue designado el Jugador Más Valioso de North Carolina.
A pesar de que parecía que el béisbol sería su destino, fue más fuerte la pasión con la que jugaba cada duelo con su hermano mayor, Larry, en el patio trasero de su casa. Fue su papá, James Jordan, quien colocó ahí el aro que fue testigo de los primeros encestes de MJ. Era la época en que la familia ya vivía en North Carolina, a donde se mudaron cuando Jordan era pequeño. Sin saberlo, James comenzó a escribir la historia de quien es considerado como el mejor basquetbolista de todos los tiempos.
Michael Jordan llegó becado a la Universidad de Carolina del Norte. Su nombre comenzó a tomar relevancia cuando, apenas en su primer año de estudiante, anotó la canasta del triunfo en un partido de campeonato de la NCAA. Era 1982 y el rival, Georgetown. Aquel fue uno de los primeros encestes ganadores a las que acostumbraría al público.
Era solo el comienzo. Fue seleccionado como jugador universitario del año (1983-84) y solo tenía 21 años cuando cumplió su sueño de la infancia: Llevar al equipo de baloncesto masculino de Estados Unidos a una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Ya había cumplido la promesa que le hizo a su madre, pero esa medalla era apenas la primera en su palmarés.
Jordan llegó a la NBA en 1984. Fue seleccionado tercero en el draft por Chicago Bulls (los Rockets de Houston eligieron primero a Hakeem Olajuwon y Portland Blazers a Sam Bowie). A su llegada, Jordan eligió el número 23 (el último que lo había usado antes que él en los Bulls fue Mike Bratz en la temporada 1981-82) pero MJ después explicó por qué:
“Cuando jugaba con mi hermano en la escuela, mi número favorito era el 45 y el suyo también. Pero estábamos en el mismo equipo. Él era el mayor y tenía más antigüedad ahí. Eligió el 45 y yo el 23, que era lo más cercano a la mitad. Me quedé con el 23 y me acompañó todo el tiempo”.
Michael Jordan también llegó a usar el 45 en su jersey (22 veces) y, en una ocasión, el número 12 debido a que su camiseta fue robada durante el juego de Orlando el 5 de noviembre de 1990.
El impacto de su juego en los Bulls fue inmediato. En su primera temporada MJ se volvió uno de los máximos anotadores de la liga (28,2 puntos promedio por partido), fue nombrado Novato del Año y también formó parte del equipo All-Star.
Jordan llegó a las Finales de la NBA por primera vez en 1991, cuando condujo a los Bulls al primero de tres Campeonatos de la NBA consecutivos: (1991, 1992 y 1993).
En esa misma época fue llamado a sus primeros Juegos Olímpicos como profesional, los de Barcelona 1992. Era la primera vez se le permitía competir a los jugadores de la NBA en los Juegos Olímpicos. Ese año, a la selección de Estados Unidos (que arrasó 6-0) se le bautizó como el Dream Team original, considerado como el mejor equipo jamás formado. Michael Jordan promedió 12,7 puntos por partido y consiguió su segunda medalla de oro olímpica.
A sus 29 años Michael Jordan había logrado la Triple Corona de títulos: NCAA, NBA y Juegos Olímpicos.
Los años que siguieron para Jordan estuvieron marcados por más logros, pero también por pausas en su carrera. La primera fue en la temporada 1993-94, cuando MJ tomó un descanso y se desafió a sí mismo en el béisbol.
Luego de firmar un contrato de ligas menores con los Medias Blancas de Chicago, fue asignado a los Birmingham Barons (afiliados a los Chicago White Sox) y jugó como jardinero. Sin embargo, su presencia en el diamante solo ayudó para atraer más público.
En noviembre de 1994, los Bulls retiraron su número y erigieron su estatua frente al United Center, pero el siguiente año (1995), Jordan anunció su regreso y dejó el béisbol.
Michael Jordan quería que el mundo supiera que seguía vigente. Volvió a llevar a los Bulls a un cuarto campeonato de la NBA (el de 1996), y ese mismo año fue seleccionado como uno de los 50 mejores jugadores de la historia de la NBA.
Con Jordan, los Bulls fueron el equipo dominante de las siguientes dos temporadas cuando celebraron dos campeonatos consecutivos más (1997 y 1998). Los Bulls se convirtieron en el primer equipo en la historia de la NBA en repetir el triplete (1991-1993, 1996-1998). Scottie Pippen fue el único jugador (de los distintos rosters) con el que consiguió los seis campeonatos.
Con seis títulos NBA y todos los honores de MVP, All-Star, MVP de la liga, líder en anotaciones, Jordan se retiró por segunda ocasión en su carrera cuando mencionó que le gustaría pasar más tiempo con su esposa, Juanita, y sus tres hijos.
En ese retiro, Michael Jordan se volvió presidente de operaciones de baloncesto y copropietario de los Washington Wizards (2000). En su preocupación por la reconstrucción de los Wizards, Jordan hizo lo inesperado:
Anunciar su regreso con los de Washington (en el 2001) con el pretexto de “perder peso” y se puso en forma: "Regreso al juego que amo", dijo.
Jordan selló una de sus últimas glorias con el punto número 30.000 de su carrera (en el 2002) y lo hizo precisamente contra su antiguo equipo, los Bulls. Sin embargo, MJ no pudo llegar a la postemporada y se retiró por tercera (y última vez) el 16 de abril del 2003.
"El juego de baloncesto ha sido todo para mí. Mi refugio. Mi lugar al que siempre he ido cuando necesitaba encontrar consuelo y paz. Ha sido una fuente de intenso dolor y una fuente de los más intensos sentimientos de alegría y satisfacción”.