‘Blackwater’: los secretos del ejército de mercenarios y ejecutores más rudo del planeta - Archivo ABC
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‘Blackwater’: los secretos del ejército de mercenarios y ejecutores más rudo del planeta

En 2009, ABC publicó que la compañía había sido subcontratada por la CIA para cazar al líder de Al Qaida. Hoy, repasamos sus misiones más controvertidas

Mercenarios de Blackwater sobrevuelan Iraq preparados para el combate
Mercenarios de Blackwater sobrevuelan Iraq preparados para el combate - ABC
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La empresa ha tenido tantos nombres como países en los que ha operado. Desde ‘Xe Service’ hasta ‘Academi’. Este último, en honor del grupo que formó Platón en la Antigua Grecia. La realidad, sin embargo, es que para el gran público siempre será conocida como ‘Blackwater’. La compañía de seguridad privada internacional, cuyo regusto evoca a los condotieros italianos de la Edad Media y Moderna, ha paseado además sus fusiles de asalto por los conflictos más sangrantes que ha mantenido Estados Unidos en el siglo XXI. Desde la guerra de Iraq, hasta la más reciente –y alumbrada ahora por la actualidad– en Afganistán. Todo ello, con un equipamiento que sería la envidia de aquellos soldados de morrión y pica: desde vehículos blindados, hasta gigantescos aviones de transporte.

Casi nada.

Lo que queda cristalino es que la palabra ‘mercenario’ se queda muy corta para ‘Blackwater’. Sus ‘operadores’ son mucho más. Hacen las veces de guardaespaldas, de soldados de fortuna, de asesores e, incluso, de miembros de las fuerzas especiales en los territorios de conflicto. Los más escépticos solo tienen que rememorar la noticia que publicó ABC el viernes 21 de agosto de 2009, cuando la caza del líder de Al Qaida suponía una verdadera molestia para el Gobierno de los Estados Unidos: «La CIA contrató a los mercenarios de ‘Blackwater’ para matar a Osama Bin Laden». El titular era solo la punta del iceberg, como bien explicó la corresponsal Anna Grau en el cuerpo del reportaje: «La agencia quería subcontratar personal para lanzar un programa de asesinato selectivo de líderes talibanes».

Gaurdia Pretoriana moderna

Aunque la empresa saltó a la fama en las invasiones a Iraq y Afganistán, su origen se remonta a mucho antes. Según explican Carlos Canales y Miguel del Rey en ‘Soldados de Fortuna: De los condotieros a Blackwater’ (Edaf, 2020), la compañía fue alumbrada a finales de los años noventa y contó desde el principio con antiguos militares como ‘operadores’. Estados Unidos no tardó en colaborar con ellos con el objetivo de que llevaran a cabo las misiones más sucias. Aquellas que podían hacer bajar la popularidad de su Ejército. El periodista Jeremy Scahill, experto en la compañía de mercenarios, corrobora esta tesis en ‘Blackwater: The Rise of the World's Most Powerful Mercenary Army’ y añade que también les fueron encargadas labores «en las que los soldados regulares se desgastaban, como la vigilancia de personalidades».

Su crecimiento se vio azuzado por la necesidad. Al fin y al cabo, la desmovilización de soldados que se produjo en Estados Unidos cuando cayó el Muro de Berlín hizo necesario contar con hombres preparados para combatir en los teatros de operaciones más crudos. Sin embargo, ‘Blackwater’ se hizo un hueco entre las compañías internacionales de seguridad privada gracias a que sus hombres estaban al margen de la justicia militar y podían zafarse de los controles de los organismos internacionales. Scahill también argumenta que, entre las ideas más curiosas de la compañía, se hallaba la de formar una suerte de Guardia Pretoriana que defendiera hasta la muerte a los líderes internacionales. Una unidad independiente extranjera que jamás se amotinara y plantara cara, incluso, a posibles golpes de mano del ejército de cualquier nación.

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ABC ha dedico varias noticias a estos contratistas. En 2007, por ejemplo, el corresponsal en Washington Pedro Rodríguez los definió como el ejército privado más poderoso del mundo en un reportaje fechado el 18 de septiembre: «Afincada en Carolina del Norte y fundada en 1997 por un antiguo miembro de las fuerzas especiales de la Armada británica, ‘Blackwater’ es una de las cincuenta empresas de seguridad privada que operan en Iraq». Según los datos aportados por el periodista, la compañía entrenaba por entonces a «cerca de 40.000 personas al año en sus instalaciones» y constituía «el segundo mayor contingente en el país tras el Ejército de Estados Unidos». Su misión, al menos a nivel oficial, era la protección de VIPs: «Garantizan la seguridad de diplomáticos y altas personalidades en la zona».

Desde entonces ‘Blackwater’, con el nombre de rigor que tocara para escapar de la justicia inquisitoria de la opinión pública, ha dado pasos de gigante en su ámbito. El armamento con el que cuenta en la actualidad la compañía, según desvelan Canales y Del Rey en su obra, es la envidia de muchos estados. Entre el material a su disposición se cuentan helicópteros de todo tipo (MD-430 F, Sikorsky S-92 y Bell 412); vehículos blindados militares de la talla de los RG-31 o Cougar H o aviones de fabricación brasileña. A cambio, su imagen se ha resentido. «Aunque tuvo una importante participación en labores de vigilancia y protección en el estado de Luisiana tras los devastadores efectos del huracán Katrina, su poder y algunas de sus acciones más comprometidas les han dado una imagen de mercenarios despiadados», desvelan los autores en la obra editada por Edaf.

Múltiples controversias

La controversia ha perseguido a ‘Blackwater’ desde que saltó a los medios durante la invasión de Iraq. Según afirma en declaraciones a ABC el divulgador histórico José Luis Hernández Garvi –investigador de temas relacionados con defensa y operaciones especiales–, fue hace nada menos que 18 años cuando coparon las portadas de los periódicos. «Para entonces se había convertido en la principal compañía privada que proporcionaba servicios de seguridad al Gobierno de los Estados Unidos. Un ejemplo es que, en agosto de 2003, había firmado un contrato de 21 millones de dólares para que un destacamento de seguridad personal y dos helicópteros protegieran a Paul Bremer, director de la Autoridad Provisional de la Coalición en Iraq», desvela.

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En palabras de Garvi, en 2003 los insurgentes tendieron una trampa a cuatro de sus agentes en Fallujah, entonces un avispero. «Fueron emboscados mientras escoltaban a un dignatario. Al parecer les habían informado de la mala situación en la ciudad, pero no se detuvieron. Fueron emboscados cuando circulaban en un Mitsubishi Pajero. Los rebeldes les capturaron, les asesinaron y prendieron fuego a sus cuerpos. Para colmo, los cadáveres fueron troceados y colgados del ‘Puente viejo’, uno de los que cruza el Éufrates», explica. Aquella locura derivó en una operación protagonizada por ‘operadores’ de la compañía, Rangers y fuerzas especiales DELTA para pacificar la zona. «Fue un desastre, solo aumentó la oposición a los norteamericanos en la región», desvela Garvi.

Desde entonces el nombre de ‘Blackwater’ ha estado ligado a la brutalidad. En 2007, por ejemplo, cuatro agentes fueron acusados de haber participado en el asesinato de 17 personas en Iraq. Según las informaciones publicadas en 2015, uno fue condenado a cadena perpetua y otros dos a 30 años de prisión. «Llamar a los empleados de ‘Blackwater’ los ‘perros de la guerra’ de Bush no es un eslogan, sino un orgullo para su consejo de administración. […] La empresa ha sido utilizada como salida profesional de varios ex altos cargos del Pentágono y oficiales de la CIA», advirtió entonces ABC.

Asesinar a Bin Laden

La misión más desconocida y descabellada para la que fue contratada ‘Blackwater’ fue, según explicó en 2009 el diario ABC, asesinar a Bin Laden y a otros líderes de Al Qaida. Por entonces el hombre que había perpetrado los atentados de las Torres Gemelas se hallaba en paradero desconocido; de hecho, no fue hasta dos años después cuando la CIA lo encontró en el complejo de Abbottabad. «Revueltos andan los círculos de la inteligencia americana con la revelación del director de la CIA, Leon Panetta, de que la agencia subcontrató personal externo para lanzar un programa de asesinato selectivo de altos cargos de Al Qaida, entre ellos Bin Laden. Los subcontratados fueron nada menos que los mercenarios de la compañía Blackwater, encargados de proteger a los diplomáticos estadounidenses en Iraq», explicaba este diario.

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En palabras de la corresponsal de ABC, «de las revelaciones de Panetta al Congreso se desprende que los mandos de la CIA que tomaron la decisión de ‘subcontratar’ a los miembros de ‘Blackwater’ como asesinos a sueldo buscaban otro vacío legal». La razón era tan lógica como escabrosa: como la CIA no podía promover asesinatos por una orden suscrita en 1976 de la mano del presidente Gerald Ford, la agencia decidió hacer recaer esa responsabilidad sobre la compañía. «Recurriendo a un contratista externo se esperaba burlar la orden de Ford. Contando además con el refuerzo de que, según George W. Bush, los miembros de Al Qaida eran combatientes, con lo cual matarles no era asesinar sino hacer la guerra. Así se planteó por primera vez en el 2001, después de los ataques del 11-S», explicaba la reportera.

El programa no se activó hasta 2004, tres años después de que comenzara la operación ‘Libertad duradera’ en Afganistán. Y, según la corresponsal de ABC, se hizo bajo el más estricto secreto. Tanto, que a día de hoy siguen sin saberse los pormenores: «Se sabe que la CIA invirtió mucho dinero en este programa –varias informaciones aportadas por ‘The New York Times’ y por ‘The Washington Post’ hablan de hasta 20 millones de dólares– pero en cambio se sabe muy poco de en qué se gastó el dinero. Se ignora si la idea era que ‘Blackwater’ cometiera los asesinatos o sólo adiestrara al personal de la CIA para cometerlos». Con todo, los responsables de aquella rocambolesca misión insistieron una y otra vez en que la misión no se había llevado a cabo al final. Aunque eso no impidió que los diarios cargaran tintas contra los mercenarios.

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