Franz Schubert | Schwanengesang, D 957 |
Liebesbotschaft, Kriegers Ahnung, Der Atlas, Am Meer, Der Doppelgänger, Ständchen, An den Mond in einer Herbstnacht, Das Fischermädchen, Abschied D 614 | |
Dass sie hier gewesen, Op. 59 Nº 2, D 775 | |
Im Abendrot, D 799 | |
Maurice Ravel | Hitoires naturelles |
Le paon, le grillon, Le cygne, Le martin-pêcheur, La pintade | |
Francis Poulenc | Pavane, de Suite française, FP 80 |
Mazurka FP 145 | |
Paganini, de Métamorphoses, FP 121 | |
Quatre poèmes de Guillaume Apollinaire | |
L’anguille, Carte-postale, Avant le cinéma, 1904 | |
Claude Debussy | Voici que le printemps |
Gabriel Fauré | Le secret, Op.23 Nº 3. En sourdine, de 5 Melodies de Venise, Op. 58 |
Le papillon et la fleur, Op.1 Nº 1 | |
Baritono | Simon Keenlyside |
acompañado por la pianista | Caroline Dowdle |
“Solo hay dos tipos de música: la mala y la buena” Louis Armstrong
Ya en abril de 2016, en el Teatro Real, Keenlyside, carismático y versátil barítono inglés, había fascinado con un recital dedicado a las canciones llenas de swing de los exilados judíos en Nueva York (Emmerich Kalman, Irving Berlin, Kurt Weill, Jerome Kern o George Gershwin), cuya música daría origen a conocidos musicales.
Ahora viene iluminando este ciclo, que es una coproducción entre el Centro Nacional de Difusión Musica (CNDM) y el Teatro de La Zarzuela. Simon Keenlyside estará acompañado por la pianista Caroline Dowdle. Schubert, Ravel, Fauré, Poulenc y Debussy.
Simon Keenlyside nació en Londres. Hizo su debut operístico en la Ópera Estatal de Hamburgo como el conde de Almaviva en Le nozze di Figaro. Keenlyside ha cantado en los grandes teatros de ópera del mundo y tiene una asociación particularmente estrecha con la Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House de Londres, la Ópera de Baviera y la Ópera de Viena, donde ha interpretado a Prospero (The Tempest), Rodrigo (Don Carlo), Giorgio Germont (La traviata), Papageno (Die Zauberflöte), el conde de Almaviva y los papeles principales en Don Giovanni, Eugenio Oneguin, Pelléas et Mélisande, Wozzeck, Billy Budd, Hamlet, Macbeth y Rigoletto. Recientemente, ha interpretado Rigoletto en Luxemburgo, París, Bratislava y Múnich, Giorgio Germont y Ford en la Ópera Estatal de Viena, el conde de Almaviva en la Royal Opera House, Wolfram en la Ópera Alemana de Berlín, así como su don Giovanni en la Ópera de Baviera. Y un interminable etcétera de excelencia.
Sonaron afelpados, de terciopelo sus canciones de Schubert en un up and down continuo, poniendo de manifiesto su ejemplar línea de canto, su manera suave de emitir y decir, sus subrayados a veces casi imperceptibles, su registro medio sólido, la frescura y lozanía de su voz.
Una demostración de elegancia y savoir faire su segunda parte dedicada a compositores franceses, simbolistas, baudelerianos, ambiguos, codificados en una música y unos textos para recrearse, para soñar.
En las dos partes del recital, vestido diferente, casi de Saville Row casual, si fuera eso posible, este antiguo miembro del coro de Saint Jones en Cambridge, con pasaporte inglés e irlandés, medio gitano, muy judío, sotto voce, sin alaharacas, de abuelo violinista y padre músico profesional también, nombrado recientemente Sir, se deja mecer por la modestia y la dulzura de una existencia donde siempre resuena la fascinación por la mezcla (“the mix”), por el viaje, por los países y ciudades donde vivió y canta, entre ellos Viena o Barcelona.
Políglota, casado con una prima ballerina del Royal Ballet, Zenaida Yanowsky, discípulo de John Cameron, el maestro en quien confió, se deja llevar por su atracción por el blues y el jazz y - suponemos- por la música Klezmer y mestiza de la Europa Central. Lo suyo es el mundo ancho y abarcable, porque no le gustan las banderas.
“Lo importante es causar efecto”, comenta. Hijo predilecto del teatro inglés, no canta, interpreta las canciones o sus papeles de ópera y compone incluso en la más modesta de las partituras, toda una recreación de emociones, de sentimientos, de relampagueos afectivos.
El público, que llenaba la sala aplaudió y aplaudió, también a la pianista, Caroline Dowdle. Nadie se movió de la butaca, hasta que, sin hacerse rogar, cantó “Vendredi” de Fauré, en un francés muy acertado y para finalizar “Eine schöne Blume”. Lo mejor, entre los dos encore, el Kaddish de Maurice Ravel, que deshojó con un instrumento sinagogal, prácticamente a capella. En hebreo, con un sonido, casi un verdadero lamento, arrancado del fondo de sus entrañas cosmopolitas. Al hilo de la conmemoración de los 75 años del Campo de concentración de Auschwitz y la Shoah, que se lleva a cabo cada año en enero. Keenlyside, al terminar su Kaddish indicó a la audiencia que no debía aplaudir y cuando su “Schöne Blume” puso el punto final a una velada gloriosa, exclamó, “ahora podéis iros”. U Este barítono de irrenunciable vocación también humana y europeísta, es una perla extraña, rara, fundacional.
La recensión hace referencia a la función del 3 de febrero, 2020
Alicia Perris