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Martes 15/05/2012. Actualizado 22:55h.

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LITERATURA | Poes�a

�ngel salvaje

El poeta �ngel Antonio Herrera. | Bego�a Rivas

El poeta �ngel Antonio Herrera. | Bego�a Rivas

  • El nuevo poemario de �ngel Antonio Herrera lo conduce a 'la raza de los acusados'


El poeta y periodista de EL MUNDO Antonio Lucas present� con este discurso 'Los motivos del salvaje', el nuevo poemario de �ngel Antonio Herrera, publicado por la editorial Calambur.

Uno imagina a �ngel Antonio Herrera con la melena muy suelta y las puntas arrastrando sobre el folio mientras el poema va tomando forma. Uno imagina que su escritura s�lo puede alcanzar el grado intempestivo de verdad y enigma cuando el poeta va mecido de iluminaciones y da�os. Cuando va despeinado por dentro, intentando descifrar el mundo y descifrase a s� mismo. Esta poes�a que trae ahora en 'Los motivos del salvaje', publicado por la editorial Calambur, tiene una palpitaci�n y una galopada de palabras que nunca se ultiman. Esto, entre otras muchas claves, ha logrado que reconozcamos la poes�a de �ngel Antonio como una calentura donde colisionan el 'largo j�bilo' y 'la lenta angustia'. Hablamos de un poeta �pico. De un poeta de ara�azo. De un poeta que 'puede predecir la espada, pero la espada es, y nunca ha sido'. Es decir: de los que entienden la realidad como nuestra querella m�s alta. Y a la vida hay que decirla con palabras que descargan como venidas de una picana. Dotadas de gran voltaje. De temblor. De lo que llamaba Baudelaire la "incesante tentaci�n de los excesos". Del exceso, tambi�n, de saber que escribir un poema es inventar una forma siempre con la intenci�n de habitar lo desconocido. O sea: la poes�a entendida como revelaci�n.

Y es que �ngel Antonio se ha untado de esa tradici�n que Cocteau bautiz� como "de la raza de los acusados". Los que escriben en direcci�n contraria, los que no hacen autoestop ante al carromato de las modas, de las convenciones. Las palabras de su tribu son las que encendieron, adem�s de Baudelaire, Rimbaud, Lautr�amont, Vallejo, Neruda, Lorca, Aleixandre, Paul �luard, Hart Crane, Whitman, Trakl... Es decir: los feroces. En su caso, una ferocidad que viene adobada de ese lirismo inflamable que no aten�a la voz, sino que la dota de una nueva intensidad. La que viene con las lecturas de G�ngora, Santa Teresa, Lope, Boc�ngel, Juan Ram�n Jim�nez. De Rub�n Dar�o. La galaxia de los cl�sicos, la galaxia pura de los maestros ciertos. As� que lo que propone �ngel Antonio Herrera es que nos calcemos un cintur�n de dinamita al coger los poemas de 'Los motivos del salvaje'. Y a esa inmolaci�n hay que estar dispuesto.

Su poes�a es eso tambi�n: desconcierto, v�rtigo, expedici�n, un pensar a cada verso que la vida est� en juego. "Y si digo auxilio digo que apenas existo/ por salvarme de un desierto que me abunda por dentro...", sostiene en el poema 'Lecho'. Si os fij�is, el verso trae una m�sica de comp�s perfecto, de comp�s extremo. Es lo que sucede en la mejor poes�a, que cuando se lee en voz alta le sale melod�a como chispas al fuego. Y �ngel Antonio est� en la galaxia de aquellos que saben que el poema es, irremediablemente, ritmo. Que no se puede decir nada en poes�a si la m�sica no lo sostiene. Que toda verdad queda desguazada cuando la cadencia se rompe. Que el folio s�lo vale cuando revienta sus propias costuras. Y ya no importa c�mo.

Este libro devuelve a un poeta m�s severo. M�s hondo en el mirar. Menos l�dico que en aquel de 'Donde las diablas bailan boleros', su �ltima entrega po�tica antes de este conjunto. A m� me gusta comprobar que �ngel Antonio es el due�o �nico de su propia expedici�n. Y que cree en una poes�a que se a�pa sobre el v�rtigo. La que dice m�s de lo que dice. La que no teme a la luz oscura ni al fulgor del adjetivo. "Ni a ese d�a en que trae la tristeza gama de rel�mpago". Hay en lo suyo una intuici�n en llamas que va ordenando y desordenando la vida a cada verso, levantando una nueva astronom�a con un enigma y un estremecimiento. Porque la poes�a tambi�n es eso: no aceptar lo irremediable, buscar sin equilibrio, amar s�lo del tiempo el oscuro sobresalto de su rumbo.

'Los motivos del salvaje' es, m�s all� del libro que es, una incandescente geograf�a �ntima. �ngel Antonio tensiona el idioma. Le busca su elocuencia y su escarcha. Es un poeta de los que ya ha encontrado su sitio, aunque �ste lo tuviera demarcado desde aquel 'Demonio de la analog�a', el primer libro suyo que le� cuando era yo adolescente. Tengo a�n en la memoria el fogonazo de aquella lectura, entre el entusiasmo por lo extra�o y la complicidad por lo desbocado. Pero lo que importa es que 'Los motivos del salvaje' es un viaje hondo y con riesgo, un conjunto de poemas escrito con el pulso apache de un poeta grave, de los que saben que la literatura tiene un necesario chasquear de dentellada. Un temblor. Un af�n rebelde por cuestionar toda verdad establecida. Y no hay mejor motivo para el buen salvaje que saber, como sabe �ngel Antonio, venir a decirlo.

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