LAS UNIVERSIDADES MEDIEVALES. Alberto Relancio - BIBLIOTECA GONZALO DE BERCEO

Iglesia de Nuestra Se�ora de la Asuncion en La Puebla de Arganz�n (�lava)

 

 

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

 

 

�QU� ERA UNA UNIVERSIDAD EN LA EDAD MEDIA?

 

Las universidades fueron, sin duda, una aportaci�n medieval original del Occidente Cristiano que con el tiempo se extender�a como forma de educaci�n superior por toda Europa y, m�s tarde, por todo el mundo. El nombre de "universidad" no se empez� a utilizar de forma usual hasta finales de la Edad Media, mientras que en los primeros tiempos se utilizaba la denominaci�n usual de "studium generale".

Un "studium generale" era una instituci�n de educaci�n superior fundada sobre, o confirmada por, una autoridad de car�cter universal, como pod�a ser el papa o, con menos frecuencia, el emperador (tambi�n los monarcas o autoridades municipales en ciertos lugares, y, sobre todo, en los siglos XIV y XV; aunque, en muchos casos, luego se pusieran bajo la protecci�n del papa), y cuyos miembros gozaban de un cierto n�mero de derechos, de igual manera universales en su aplicaci�n, esto es, que estaban m�s all� de las divisiones locales como ciudades, di�cesis, estados. Estos derechos conciernen en primer lugar al estatus personal de los profesores y alumnos de la instituci�n, en forma individual o colectiva, los cuales estaban colocados bajo la inmediata salvaguardia de la autoridad suprema que hab�a fundado, o ratificado, el studium generale o universidad (el papa, el emperador). En concreto, los universitarios ten�an el derecho de gozar de los ingresos de los beneficios eclesi�sticos sin tener que residir de hecho en ellos, as� como estaban exentos de pagar impuestos o de tener que participar en el ej�rcito.

Asimismo, los t�tulos concedidos en las universidades estaban garantizados por la autoridad fundadora y, por tanto, considerados como universalmente v�lidos, esto es, las licencias para ense�ar (licentiae docenci) eran licencias ubique docendi, lo que autorizaba a su poseedor a ense�ar en toda la Cristiandad (aunque luego, de hecho, no todas las licencias eran universales) y no, por ejemplo, en una di�cesis particular, como las concedidas en estudios particulares por parte de un obispo o sus representantes. La posesi�n de los t�tulos de doctor o maestro era considerada un signo de la mayor competencia intelectual, independientemente de la universidad que los hubiera otorgado, y que abr�a las puertas, en cualquier lugar, a oficios u honores reservados a los poseedores de este alto rango.

En muchas ocasiones los studia generalia no recibieron su confirmaci�n por parte del papa, en cuanto estatus oficial, sino mucho tiempo despu�s de haber estado funcionando de hecho (y algunas, como Oxford, no lo recibir�an nunca). En principio la noci�n de un studium generale en cuanto instituci�n, y precisamente por ser una instituci�n nueva, no estaba claramente definida en el marco del derecho medieval en oposici�n a otros tipos de escuelas -escuelas catedralicias o municipales, studia o escuelas de las �rdenes mendicantes, escuelas privadas de leyes, etc.- En estas otras escuelas los profesores pod�an provenir de universidades, sus niveles de estudios o sus curricula ser muy similares a los universitarios, etc., pero lo que s� parece espec�fico es que los miembros de estas otras escuelas respond�an exclusivamente ante las autoridades locales, ya fueron civiles o religiosas, y sus estudiantes no se beneficiaban de los privilegios concedidos a las universidades, como t�tulos oficiales generales o v�lidos en cualquier parte.

Hubo en el siglo XIII alg�n caso h�brido de las llamadas cuasi-universidades. El m�s conocido, sin duda, fue la escuela de medicina de Salerno, en la que sus miembros ten�an algunos de los privilegios de los que gozaban los universitarios; pero estas semi-universidades fueron casos contados y ya no se registran casos en el siglo siguiente.

El t�rmino universitas se utiliz� a partir del siglo XII en el sentido jur�dico de corporaci�n o comunidad -un gremio, una hermandad- en un momento en que empezaron a proliferar todo tipo de corporaciones. De ah� que se hablara de universitas scholarium o universitas magistrorum et scholarium, es decir, de universidad de estudiantes o universidad de maestros y estudiantes, esto es, comunidades de maestros y estudiantes que se ocupaban de la educaci�n superior en tal o cual ciudad. Estas corporaciones fueron poco a poco teniendo entidad jur�dica y creando sus estatutos, y forzando a sus miembros a obedecerlos, lo que no quita para que no hubiera controles por parte de las autoridades exteriores, religiosas o laicas.

Pero no todos los miembros de la comunidad universitaria gozaban por igual de los privilegios que conllevaba la independencia de la instituci�n. En las universidades como Par�s u Oxford, y las que siguieron este modelo, s�lo los maestros eran realmente miembros de pleno derecho, que pod�an ejercer cargos, pertenecer a los consejos, etc., mientras que los simples estudiantes (de artes, como ahora diremos) o todos aquellos que gravitaban en torno a la universidad, como sirvientes de maestros o de alumnos pudientes, bedeles, escribas, libreros, etc., tan s�lo se beneficiaban de la protecci�n de la universidad, pero sin participar de forma activa en ella. No obstante, la jerarqu�a era menos acusada debido a que los estudiantes de las llamadas facultades superiores -las de derecho, medicina y teolog�a- eran a su vez maestros de la facultad de artes, siendo tambi�n los alumnos de artes los m�s numerosos y m�s j�venes, ejerciendo gran control sobre la universidad.

Hab�a otras universidades donde la corporaci�n universitaria estaba formada por los estudiantes, mientras que los profesores eran simplemente contratados mediante contratos anuales concertados con la universidad o con la propia comuna; estos, propiamente, no pertenec�an a la universidad, por ejemplo en Bolonia y Padua, pero crearon enseguida su propia organizaci�n, "el colegio de doctores", que estaba encargado de los ex�menes y de la concesi�n de los t�tulos. En Bolonia o Padua no hab�a, para hablar con precisi�n, una universidad sino varias: artes, medicina o derecho eran universidades independientes, y, a�n dentro de derecho, hab�a, seg�n el origen de los estudiantes, una universidad "cismontana" y otra "ultramontana" (de estudiantes italianos o de fuera de Italia), que eran aut�nomas. Lo mismo ocurr�a con los "colegios doctorales" de los maestros, los cuales eran independientes agrup�ndose por especialidades. Si bien es cierto que a pesar de la separaci�n de las universidades estas cooperaban estrechamente unas con otras.

En el sur de Francia, la Pen�nsula Ib�rica y el sur de Europa Central las universidades eran de un tipo mixto, en las que los estudiantes controlaban, de alguna forma, los cargos universitarios, como el de rector o los de los miembros del consejo, pero donde los colegios de doctores estaban integrados en la propia universidad. A�n as�, como es natural, hab�a excepciones que romp�an la unidad de la universidad: en Montpellier las universidades de medicina y derecho permanecieron separadas, o en Praga (entre 1372 y 1415) la facultad de derecho se separ� de las dem�s para formar una "universidad de derecho", regida por un rector estudiante.

Pero si hablamos en t�rminos generales, sin entrar en particularismos, habr�a que decir que las universidades europeas se subdivid�an en una serie de elementos que se remontan al origen de la propia instituci�n y que, incluso, ya exist�an antes. Nos referimos en primer lugar a las naciones, es decir, a las divisiones de los estudiantes seg�n su lugar de origen geogr�fico, las cuales exist�an en aquellas universidades que reclutaban a alumnos de muchos lugares distintos. Hab�a, por ejemplo, unas veinte naciones en Bolonia, diez en Orleans, cuatro en Par�s y tambi�n cuatro en otros muchos lugares, como en las principales universidades del Sacro Imperio Romano y de Europa del Este (Praga, Viena, Lovaina, etc.), y, asimismo, en Salamanca. El papel que jugaban estas naciones, su grado de estructuraci�n, su autonom�a y su influencia real dependen mucho de las universidades que se tomen en consideraci�n.

Casi todas las universidades estaban tambi�n subdivididas en facultades distintas para los maestros y alumnos de una disciplina particular. Las facultades tradicionales eran la de artes (artes liberales), teolog�a, derecho (que muchas veces estaba separada en facultad de derecho can�nico y facultad de derecho civil) y facultad de medicina. En sitios como Bolonia, Padua o Montpellier, como dec�amos, donde hab�a universidades enteras para cada disciplina no ten�a sentido la divisi�n en facultades. Pero en el resto de universidades las facultades eran fundamentales, y sol�an tener una amplia autonom�a, con sus propios estatutos, su propio consejo, y, muchas veces, su decano.

A pesar de la vocaci�n universalista de las universidades, de la que antes habl�bamos, hay que reconocer que en muy pocas universidades se reclutaban estudiantes del conjunto de la Cristiandad (y cada vez menos, a medida que se incrementaron la universidades nacionales). Fuera de lugares como Par�s, Bolonia o Padua, la mayor�a de los estudiantes proven�an de las regiones pr�ximas (o como mucho eran de origen nacional, en el sentido en que se puede decir esto en esta �poca medieval), incluso en universidades reconocidas como Oxford, Salamanca o Praga, y, sobre todo, a partir del siglo XIV, en el que los estados nacientes y las propias universidades intentaron frenar la movilidad estudiantil, aunque no deja de ser cierto que, a�n en t�rminos m�s ideales que reales, la universidad siempre intent� mantener una vocaci�n universalista y su �rea de influencia pod�a extenderse m�s all� de cualquier l�mite pol�tico o eclesi�stico (pa�s, di�cesis, provincia). Los estudiantes medievales eran por definici�n forasteros; el viaje y la estancia en un lugar fuera de su pueblo o ciudad natal formaban parte de la formaci�n del universitario, de ah� los privilegios de que gozaban los estudiantes universitarios relativos a la regulaci�n de los precios de los alojamientos o de la comida, o los relativos al control de los abusos por parte de las autoridades locales.

En cuanto a los m�todo de ense�anza, a pesar de los cambios de detalle que diferenciaban a unas universidades, o facultades, de otras, y de los cambios acaecidos a lo largo del tiempo, s� se podr�a hablar de una metodolog�a similar en todos los casos, que podr�a llamarse escol�stica. Estos m�todos proven�an de las escuelas del siglo XII: las escuelas de l�gica y teolog�a de Par�s por ejemplo, las escuelas de derecho de Bolonia o las de medicina de Salerno.

Dejando aparte el uso del lat�n como uso general y exclusivo de la ense�anza, hab�a dos tipos de ejercicios b�sicos en todas las facultades, la "lecci�n" y la disputa". La primera consist�a en una lectura, en la cual se iban comentando los textos oficiales que serv�an de base a cada disciplina, y que hac�a que el estudiante dominara a las "autoridades" correspondientes. La segunda era un debate oral de acuerdo con las reglas de la silog�stica aristot�lica, con constantes referencias a las "autoridades" en el curso del cual se establec�an, defend�an o rebat�an tesis concretas (o "casos" jur�dicos), para resolver o desarrollar, dentro de un cuerpo de doctrina coherente, problemas de todo tipo (filos�ficos, teol�gicos, jur�dicos, etc.) que surg�an en el estudio y comparaci�n de textos.

Este tipo de m�todo conllevaba una serie de consecuencias:

1.  Se daba un papel crucial y proped�utico a la gram�tica y a la dial�ctica, si uno quer�a comprender cabalmente los textos y desarrollar razonamientos l�gicos coherentes para acceder a la verdad.

2.  Se dio una importancia b�sica a la escritura, en cuanto los libros eran la fuente de autoridad, tanto de los autores de referencia como de sus comentaristas o glosadores; pero, al mismo tiempo que esto era importante, luego lo aprendido se manifestaba en el lenguaje oral en las lecciones le�das en voz alta y, m�s a�n, en las disputas.

3.  La relaci�n maestro-disc�pulo era muy estrecha y necesaria.

4.  Se recurr�a como recurso indispensable a la memorizaci�n y repetici�n de textos, lo que exig�a estudios de muy larga duraci�n, que pod�a ir de los cuatro o cinco a�os para una facultad de artes, pasando por los doce o trece de ciertas facultades de derecho, hasta los quince o diecis�is a�os de la facultad de teolog�a de Par�s.

5.  Esta forma de pedagog�a ahog� cualquier intento por introducir otros m�todos de estudio y ense�anza (experimentaci�n, an�lisis filol�gico e hist�rico, etc.).

Aunque las universidades no ten�an el monopolio de este pedagog�a "escol�stica", ya que �sta tambi�n se encuentra, aunque en forma simplificada, en las escuelas urbanas o en los studia de las �rdenes mendicantes. No obstante, las universidades s� que innovaron en algo muy concreto y espec�fico de su ense�anza: el ligar la ense�anza a los ex�menes. El examen era considerado como la culminaci�n normal de un programa de estudios, que daba derecho a obtener un t�tulo oficial.

Los ex�menes eran b�sicamente orales y estaba sujetos a minuciosas especificaciones, y en ellos el estudiante deb�a demostrar sus conocimientos y que dominaba las t�cnicas y ejercicios que se le hab�an ense�ado. El baccalariatus, o t�tulo de bachiller, all� donde se conced�a, implicaba llevar a cabo un "lectura" simplificada; la obtenci�n de la licentia depend�a de ganar una disputa; y un doctorado no era sino la solemne inauguraci�n de un puesto de profesor ordinario o profesor regente.

 

 

PERIODOS EN EL DESARROLLO DE LAS UNIVERSIDADES MEDIEVALES

 

En t�rminos generales se podr�a hablar de tres grandes periodos en el desarrollo de las universidades medievales, que a continuaci�n describimos:

 

PRIMERA FASE: El nacimiento de las universidades: finales del siglo XII y siglo XIII

 

El acontecimiento crucial fue la creaci�n de Bolonia y Par�s, las m�s famosas hasta finales de la Edad Media, y que sirvieron de modelo, cada una con su peculiar organizaci�n, a las dem�s universidades.

La universidad de Bolonia, reivindicada como la m�s antigua de Europa -�ltimos a�os del siglo XII, hacia 1180- segu�a una larga tradici�n de escuelas privadas de leyes que al menos se remontaba a la segunda mitad del siglo XI. Parece que su nacimiento est� ligado a la temprana renovaci�n de la vida urbana en la Italia del norte junto con el renacer del derecho escrito en un contexto de confrontaci�n pol�tica entre el papado y el imperio.

La universidad de Par�s, originada poco despu�s de la de Bolonia, naci� en otras circunstancias bastante diferentes. Su origen se remonta a escuelas previas que funcionaban en la ciudad desde finales del siglo XI. Por un lado estaban las escuelas eclesi�sticas tradicionales, la principal de las cuales fue la escuela catedralicia de Notre-Dame, escuela, sobre todo, de teolog�a, que estuvo regida en la segunda mitad del siglo XII por famosos maestros como Pedro Lombardo o Pedro Comestor, los cuales compusieron famosos manuales de teolog�a que se estudiar�an hasta finales de la Edad Media. Pero, por otro lado, estaban una serie de escuelas privadas abiertas por maestros independientes -aunque necesitaban una �licencia para ense�a� del canciller de Notre-Dame- desde el 1150, y en las que se impart�a sobre todo dial�ctica, pero tambi�n gram�tica, derecho y medicina. Estas escuelas proliferaron a finales del siglo y atra�an estudiantes de lugares muy distintos, creando muchos problemas de alojamiento y de orden p�blico, pero tambi�n institucionales (pugnas con el canciller y el obispo) e intelectuales (desarrollo de disciplinas lucrativas como el derecho o proliferaci�n de traducciones de Arist�teles).

De esta situaci�n, de este desarrollo incontrolado de escuelas, surgi� hacia 1208-1210 la universidad de Par�s, como un compromiso entre las distintas partes implicadas.

Otras universidades tempranas fueron, por ejemplo, la universidad de Medicina de Montpellier, fundada hacia el 1220 (algo que no lleg� a ser Salerno), que estaba bajo la autoridad de la Iglesia y, por supuesto, Oxford, la cual s�lo tendr�a como precedentes ciertos establecimientos eclesi�sticos que en la ciudad exist�an, junto con escuelas en funcionamiento desde mediados del siglo XII; aparte de la importante influencia que tuvo de la universidad de Par�s. Ya en 1200 hab�a en Oxford una embrionaria organizaci�n universitaria, aunque hasta el 1214 no se conceden los primeros estatutos papales, complementados con c�dulas reales (con sus instituciones de canciller, procuradores de las naciones, "congregaciones" de maestros, etc.), independiz�ndose, por tanto, de las autoridades locales tanto civiles como eclesi�sticas.

Las dos principales maneras de fundar una universidad en la Edad Media, aparte del ya visto de una sanci�n a posteriori de una instituci�n ya constituida por s� sola, eran el llamado "enjambrado" o bien el establecimiento de tal instituci�n por la decisi�n de un autoridad eclesi�stica o civil.

El enjambrado consist�a en que un grupo de maestros y estudiantes dejaban su universidad de origen, normalmente a causa de una disputa con las autoridades locales, estableci�ndose en una nueva ciudad donde creaban una nueva universidad. Por regla general, estas migraciones de maestros y estudiantes, e incluso la creaci�n de la universidad, era algo provisional, hasta que se resolv�a la disputa que hab�a provocado su marcha; lo normal era que al cabo de un tiempo, m�s o menos largo, volvieran a la universidad de origen. Pero en ocasiones esto no suced�a y el grupo de estudiantes y maestros se instalaba definitivamente en su nueva universidad, sobre todo si las condiciones resultaban ser favorables. El ejemplo eminente es aqu� el de Cambridge. Un grupo de maestros y estudiantes de Oxford huy� de esta ciudad en 1209 y 1214 a ra�z del arresto y ejecuci�n de algunos estudiantes por orden del mayor y del rey, y fund� all� la nueva universidad.

Pero en el norte de Italia fue donde m�s se encuentran en este �poca, la primera mitad del siglo XIII, migraciones de estudiantes entre ciudades-estado rivales, aunque en muchos casos como las fundaciones de Vicenza (1204), Arezzo (1215), Vercelli (1228), Siena (1246), ninguna de estas nuevas fundaciones universitarias subsisti� largo tiempo. Sin embargo, una secesi�n de la universidad de Bolonia dio lugar a una universidad importante y duradera, la de Padua en 1222.

Otra forma de fundar una universidad en esta �poca proven�a de decisiones directas de las autoridades civiles o eclesi�sticas. Por ejemplo, la universidad de Napoles fue fundada en 1224 por el Emperador Federico II para competir con la de Bolonia, y para preparar a los jueces y juristas que �ste necesitaba en su administraci�n imperial. Es el caso tambi�n en Francia de la universidad de Toulouse (1229), que, en principio pretendi� ser una universidad religiosa y proselitista para luchar contra las herej�as del sur de Francia, como la de los cataros, aunque luego sigui� m�s por el camino jur�dico. Y habr�a que citar tambi�n la universidad que el propio Papa Inocencio IV cre� en la propia curia romana en 1245.

No obstante, fue, sin duda, en la Pen�nsula Ib�rica donde en el siglo XIII las autoridades pol�ticas interfirieron m�s directamente en el desarrollo de las universidades. La primera universidad espa�ola, la de Palencia, fue creada en 1208 por Alfonso VIII de Castilla a partir de la escuela catedralicia de esta ciudad, y confirmada por una bula papal en 1220. Pero su existencia fue ef�mera, el studium donde se ense�aban artes liberales y teolog�a dej� de existir hacia 1250. Pero entretanto en el invierno de 1218-1219, Alfonso IX de Le�n hab�a fundado una universidad en Salamanca, la cual tuvo privilegios reales en 1254 ratificados por una bula papal en 1255 y reiterados en Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio en torno a 1260, lo que culminaba un verdadero studium generale, que aunque bajo control eclesi�stico ten�a todos lo privilegios universitarios tradicionales, y que segu�a un modelo mixto con elementos tomados de Bolonia y de Par�s.

Otros casos de este tipo ser�an el de Valladolid o el de la universidad de Lisboa, fundada por Denis, rey de Portugal, y ciertos dignatarios eclesi�sticos; ambos casos en la segunda mitad del siglo XIII Hubo otros casos malogrados como el de Sevilla, fundada en 1254 por Alfonso X el Sabio y el de Alcal� de Henares, fundada por Sancho IV en 1293; pero no salieron adelante en esa �poca.

Antes de 1300 hab�a dieciocho studia generalia de los cuales unos quince estaban funcionando activamente en esta fecha. Algunos de ellos hab�an atra�do a miles de estudiantes de muy variado origen, y continuar�an siendo las grandes universidades hasta el fin de la Edad Media: Bolonia, Par�s, Montpellier, Oxford, Padua, Salamanca, Cambridge. Aunque en esta �poca las universidades eran pocas ya se hab�an convertido en instituciones importantes en la vida cultural europea, lugares centrales de producci�n y difusi�n de ideas, centros de poder intelectual donde se preparaban las elites eclesi�sticas o civiles del momento.

 

 

SEGUNDA FASE: Las universidades en el siglo XIV hasta el inicio del Gran Cisma de Occidente (1378)

 

En esta segunda fase se da el reconocimiento definitivo a algunas universidades fundadas antes de 1300, como es el caso de Orleans, Angers o Valladolid, y se asiste a la fundaci�n de diecinueve universidades nuevas: L�rida (1300), Avignon (1303), Roma (1303), Perugia (1308), Treviso (1318), Cahors (1332), Grenoble (1339), Pisa (1343), Praga (1347), Florencia (1349), Perpi��n (1350), Huesca (1354), Arezzo (1355), Siena (1357), Pav�a (1361), Cracovia (1364), Orange (1365), Viena (1365) y P�cs (1367). En funcionamiento parece que hab�a en 1378 un total de veintiocho universidades.

Las caracter�sticas generales de esta nuevas universidades podr�an ser las siguientes:

1. Fueron fundadas por iniciativa de las autoridades tanto eclesi�sticas como civiles, cada vez m�s por estas �ltimas, aunque en los lugares sin tradici�n de escuelas previas estaban condenadas al fracaso.

2. Antes de 1347 s�lo surgieron universidades con pocos alumnos y con poca influencia durante este siglo, salvo el caso de Praga.

3. La mayor�a de estas universidades (quince de las diecinueve) estaban situadas en el sur de Europa y su facultad dominante era la de derecho.

4. Pero fuera de este �rea hubo un intento de establecer universidades en el Sacro Imperio Romano y en Europa Central que comenz� con la universidad de Praga. A la nobleza de estos lugares nos les favorec�a que hubiera universidades regionales cercanas al alcance de los hijos de los campesinos o burgueses en ascensi�n, y ellos pod�an mandar a sus hijos a estudiar a Bolonia o a Par�s; a�n as� el desarrollo econ�mico y los sentimientos nacionales impulsaron nuevas universidades, pero, con todo, en este periodo s�lo Praga pudo prosperar.

 

 

TERCERA FASE: Las universidades desde el 1378 hasta el final del siglo XV

 

Esta fase posterior a 1378, y que se extender�a hasta finales del siglo siguiente, viene marcada en sus comienzos por el Gran Cisma de la Iglesia Cat�lica. Este supuso el principio del fin de las pretensiones universalistas de la Iglesia a la par que el desarrollo de los movimientos nacionales, sobre un fondo arrastrado de guerras, plagas y depresi�n econ�mica (la Guerra de los Cien a�os, la Peste Negra, y su consiguiente disminuci�n de la poblaci�n).

Sin embargo, en este contexto las universidades proliferan: a) 7 se fundan o refundan entre 1378 y 1400; b) 18 o 20 entre 1400 y 1450; c) 22 entre 1451 y 1500. Se pas� de 28 (o 31) universidades operativas en 1378 a 31 (34) en 1400 y 63 (o 66) en 1500. Su distribuci�n geogr�fica ser�a esta:

- 7 en la Pen�nsula Ib�rica (u 8 con Gerona)

- 8 en Francia

- 15 en Alemania (o 16 con Lovaina)

- 9 en los bordes europeos occidentales y orientales (Escocia, Escandinavia, Polonia y Hungr�a)

- 8 en Italia (re-fundaciones, salvo Ferrara, Tur�n y Catania)

- Ninguna en Inglaterra

 

Muchas de estas fundaciones fueron realizadas por pr�ncipes o ciudades (aunque se necesitara una bula papal confirmatoria), que las dotaban de privilegios, medios y dinero, y, a cambio, obten�an prestigio y una fuente de cl�rigos, predicadores y juristas. La proliferaci�n hizo que algunas universidades intentaran limitar la existencia de universidades pr�ximas, aparte de que muy pocas desaparecieron en esta �poca, aunque en algunos casos vegetaran. Las que m�s �xito tuvieron fueron las del norte de Francia (Poitiers, Bourges, Caen), las de Lovaina y Cracovia, y las alemanas. Estas �ltimas crecieron mucho eri el siglo XV y tuvieron el apoyo de la poblaci�n local y de las autoridades civiles y eclesi�sticas, que renovaron las ense�anzas y tuvieron maestros de prestigio.

El modelo de las universidades del Norte de Europa fue el de Par�s, poseyendo, generalmente, las cuatro facultades (a diferencia de las universidades previas a la mitad del siglo XIV que sol�an tener una, dos o tres), siendo las m�s importantes la de artes y la de teolog�a; aunque los maestros de artes no ten�an tanta influencia como en Par�s. Hay que recordar tambi�n que la facultad de teolog�a hab�a estado durante mucho tiempo, hasta 1360, s�lo autorizada en Par�s, en Oxford, en Cambridge y en Roma, y s�lo despu�s de esa fecha, a partir del Papa Urbano V, se permite la implantaci�n de facultades de teolog�a libremente, extendi�ndose �stas por toda Europa (la teolog�a era estudiada, por lo dem�s, en los studia de las �rdenes mendicantes, que, en muchos casos, se integraron a partir de este momento en las facultades de teolog�a de las universidades).

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

 

LAS FACULTADES DE ARTES

 

El Trivium

 

Dejando aparte las clasificaciones del conocimiento griegas, en el mundo romano las artes liberales eran algo proped�utico orientado a la instrucci�n en el derecho y a la vida p�blica propio de los hombre libres. Algo que heredar�a la Edad Media y, sobre todo, figuras tan importantes como San Agust�n, adapt�ndolo a los objetivos cristianos de dominar el significado de las Sagradas Escrituras.

Las artes liberales eran una agrupaci�n ciertamente heterog�nea de disciplinas con un fin preparatorio: las tres disciplinas verbales de la gram�tica, ret�rica y l�gica, el trivium o triple camino, y las cuatro disciplinas del quadrivium, la cu�druple v�a de las disciplinas matem�ticas de la aritm�tica, la geometr�a, la astronom�a y la m�sica. Los cursos de artes de una universidad de mediados del siglo XIII ya no se correspond�an, exclusivamente, con estas siete artes liberales, pues hab�a otros saberes que complementaban a estos, como pod�an ser la filosof�a natural, la filosof�a moral o la metaf�sica.

Hasta alrededor de 1230 el trivium era m�s estudiado que el quadrivium, y en sitios como Par�s u Oxford la ret�rica se convirti� en una disciplina auxiliar de la gram�tica, y �sta, a su vez, estaba puesta al servicio de cuestiones l�gicas, mientras que en lugares como en Bolonia o Padua la ret�rica era el arte dominante.

Hasta mediados del siglo XIV el hecho de que Par�s, Oxford y Cambridge tuvieran facultades de teolog�a hizo que las artes liberales se pusieran al servicio de �sta, y, asimismo, las artes ten�an un gran acento filos�fico, con la l�gica como materia dominante y las tres filosof�as complementando el quadrivium, si bien en Par�s se prestaba m�s atenci�n a la filosof�a pr�ctica y a la metaf�sica y en Oxford a la filosof�a natural. En contraste, en el sur de Francia, Italia y Espa�a, el derecho era lo primordial y la medicina ocupaba un segundo lugar, y las artes liberales no ten�an la misma funci�n preparatoria, ya que estaban m�s orientadas a la pr�ctica, pues la ret�rica era un auxiliar fundamental en leyes, y la filosof�a natural un instrumento para la medicina.

Las facultades de artes de las universidades del sur, en lugares como Bolonia, Padua o Salamanca, nunca tuvieron tanta importancia como las de Par�s u Oxford y al no tener aqu�llas una facultad de teolog�a, al menos hasta la segunda mitad del siglo XIV, evitaron choques doctrinales entre los te�logos y los estudiantes y maestros de filosof�a natural o metaf�sica.

Al norte de los Alpes la tradici�n educativa europea hab�a estado en la l�nea de subordinar los dem�s tipos de conocimientos a la teolog�a en el contexto de escuelas mon�sticas o catedralicias, al menos hasta el siglo XI. Esto fue impulsado por la reforma carolingia a finales del siglo VIII y principios del IX, la cual trataba de instruir a una clase de cl�rigos en la lectura de la Biblia y de tener funcionarios para la corte del rey. Durante mucho tiempo las escuelas catedralicias, las escuelas de gram�tica particulares o los studia de las diferentes �rdenes religiosas complementaron la instrucci�n de las nacientes, y no muy numerosas, universidades.

En Italia las tradiciones educativas fueron muy diferentes pues conservaban en parte el car�cter laico y civil de la tradici�n romana, por esta raz�n aqu� la ret�rica era b�sica para el derecho y la vida p�blica, y la ense�anza estaba en manos de escuelas urbanas y de maestros particulares de ret�rica, algo que se intensific� con el renacimiento de las ciudades a partir del siglo XI. Este ambiente no teol�gico tambi�n se pod�a encontrar, en menor medida, en las universidades espa�olas como Salamanca o Valladolid, a pesar de estar bajo autoridades religiosas, o en el sur de Francia, gracias a la prohibici�n de ense�ar teolog�a fuera de las tres universidades mencionadas.

Aparte de la tradici�n de las artes liberales heredado de la Antig�edad, hay que tener en cuenta las traducciones de obras cient�ficas y filos�ficas realizadas a partir del �rabe o del griego que se producen desde mediados del siglo XI hasta el siglo XIII y que cambiaron el contenido de los conocimientos manejados hasta entonces, introduciendo otros nuevos. Esto afect� en mayor medida a las artes liberales y a la medicina, a la par que chocaba con las concepciones cristianas sobre la naturaleza del hombre y del mundo, y hac�a que se tuviera que reinterpretar todo a la luz de las interpretaciones filos�ficas, principalmente, las de Arist�teles y sus int�rpretes �rabes.

En una primera etapa la base cultural heredada de Roma se compendi� en manuales y enciclopedias que a partir del siglo VI recogen lo poco que quedaba de la tradici�n de las artes liberales y de los poetas latinos, sobre todo ret�rica, y mucho menos de gram�tica y l�gica; el derecho romano no ejercer�a influencia de hecho hasta el siglo XI. Y por lo que respecta a las ciencias del quadrivium por supuesto no exist�a nada de primera mano salvo los compendios y recopilaciones que ya se estilaban desde �poca helen�stica, al menos hasta que se tradujeron las obras de ciencia y filosof�a griega a trav�s, o junto a, las obras de ciencia y filosof�a �rabes.

 

 

LA GRAM�TICA

 

Fue considerada como el estudio preliminar entre las artes, la cual proporcionaba el conocimiento de las formas del lenguaje del que depend�an las otras artes de expresi�n. La gram�tica combinaba elementos tanto de la l�gica como de la ret�rica, extendi�ndose tambi�n a la literatura. Hasta el siglo XII los principales textos eran los de Donatus, el Ars minor y el Ars major, y las Institutiones grammaticae de Prisciano. La obra de Donatus hab�a sido compuesta en el siglo IV y se utilizar�a en las facultades de artes (e incluso su primera parte sobrevivir�a a la Edad Media) como un manual elemental sobre partes del discurso y sintaxis. La obra de Prisciano proven�a del siglo VI, y hab�a sido escrita en Constantinopla en una tradici�n de mayor riqueza cultural y era un texto m�s complejo que el de Donatus, y en �l se pod�a encontrar todo un c�mulo de fuentes cl�sicas, especialmente Virgilio.

La orientaci�n de Prisciano era fuertemente sem�ntica, separando las partes del discurso de acuerdo con los significados, lo que ayud� a estimular un enfoque filos�fico, o por lo menos l�gico, de la gram�tica, que se empez� a desarrollar con fuerza en el siglo XI y, sobre todo, en el XII, en paralelo con un corriente que se puede llamar "nominalista" y que se interesaba por el significado de las palabras y, en particular, por las "sincategorem�ticas", aquellas que no tienen significado por s� mismas. Esta tendencia entroncar�a con el redescubrimiento de la "nueva l�gica" de Arist�teles, esto es, las traducciones de los Primeros y los Segundos Anal�ticos, de los T�picos y las Refutaciones Sofisticas, que s�lo se podr�an estudiar en el siglo XIII; en particular el estudio de los Segundos Anal�ticos junto con el De Anima y la Metaf�sica de Arist�teles lleg� a producir un nuevo tipo de gram�tica, la gram�tica especulativa, desarrollada sobre todo en Par�s entre 1270 y 1300, que consist�a en la sistematizaci�n de los diferentes modos de significaci�n, modi significandi, que pod�an recibir las palabras en una especia de gram�tica universal de las formas verbales (el estudio de las reglas universales que rigen la expresi�n verbal de todo pensamiento humano y las modalidades de significaci�n de las ideas con las palabras), con mucha afinidad con la gram�tica nominalista.

 

 

LA L�GICA

 

Las obras de l�gica de Arist�teles se dividieron en la "vieja l�gica", las obras conocidas hasta el siglo XII, y la "nueva l�gica", las nuevas obras traducidas a partir de ese momento. Es cierto que Boecio hab�a hecho una traducci�n de casi todas las obras de l�gica de Arist�teles (aunque parece que, por ejemplo, los Segundos Anal�ticos se perdieron irremisiblemente), sin embargo, �stas no se llegaron a conocer antes del siglo XII.

La vieja l�gica, o L�gica vetus, abarcaba, pues, las siguientes obras:

*  Las Categor�as y Sobre la Interpretaci�n de Arist�teles

*  La traducci�n de Boecio de la Introducci�n -Isagoge- de Porfirio (el neoplat�nico del siglo ni) a las Categor�as de Arist�teles

*  Los comentarios de Boecio a las Categor�as de Arist�teles y a la Isagoge de Porfirio

*  Un comentario de Boecio a los T�picos de Cicer�n

*  Los tratados del propio Boecio sobre la divisi�n, los silogismos categ�ricos e hipot�ticos y los t�picos

Esta �ltima obra de Boecio sobre los t�picos fue importante por estimular un nuevo inter�s por el razonamiento dial�ctico en los siglos XI y XII, y s�lo en el siglo XIII fue desplazada por los T�picos de Arist�teles. Y la famosa Isagoge de Porfirio fue la responsable de iniciar el debate sobre los universales -sobre si los g�neros y las especies ten�an una existencia separada o no, y c�mo era �sta- en el comentario que hace Boecio de ella; discusi�n que atravesar� toda la Edad Media y que llegar� a su climax en los siglos XI y XQ.

La "nueva l�gica", o L�gica nova, estaba constituida por las traducciones de Boecio de las obras l�gicas de Arist�teles, perdidas durante mucho tiempo, y que s�lo se empezaron a conocer alrededor de 1120. Esto es:

*  Los Primeros Anal�ticos

*  Los T�picos

*  Las Refutaciones Sofisticas

A lo que habr�a que a�adir la traducci�n de los Segundos Anal�ticos por Jacobo de Venecia (que tambi�n tradujo las Refutaciones Sofisticas) entre 1125 y 1150.

Jacobo de Venecia tambi�n tradujo en estas fechas la F�sica, parte de la Metaf�sica, el De Anima y algunos tratados biol�gicos menores, pero estas obras s�lo comenzaron a tener realmente influencia en el siglo siguiente. Esto quiere decir que en la mayor parte del siglo XLT (al menos hasta mediados de siglo) Arist�teles fue considerado como un l�gico. Hasta este momento segu�an siendo los fil�sofos b�sicos Plat�n, a trav�s de la traducci�n parcial que hab�a hecho Calcidio del Timeo -la primera parte de la obra- a finales del siglo III o principios del siglo IV, y Boecio, a trav�s de su Consolaci�n de la Filosof�a y de sus obras teol�gicas y l�gicas. Los estudios art�sticos ser�an completamente trastocados cuando los escritos filos�ficos de Arist�teles entren en las facultades universitarias de artes en el siglo XIII[1]. La nueva l�gica incorporar�, entonces, algunos elementos estoicos y se ramificar� en varias vertientes, entroncando con las tres filosof�as y la teolog�a.

 

 

LA RET�RICA

 

La ret�rica fue la que menos cambios sufri� en esta �poca. No sufri� ning�n desarrollo interno importante aparte de sus aplicaciones pr�cticas a la redacci�n de cartas, en el ars dictaminis y el ars notar�a, sobre todo en Italia, y que en Bolonia tuvieron un gran desarrollo como saberes independientes, y en el siglo XIII a la predicaci�n, el ars predicandi, siguiendo la l�nea de San Agust�n, luego renovada por las �rdenes mendicantes en los siglos XIII y XIV. Desde el comienzo estuvo dominada por Cicer�n a trav�s de su temprano De inventione, que hace hincapi� sobre la argumentaci�n forense, d�ndole un tono legal, y de forma indirecta por su Ad Herennium, a partir del siglo LX, que pone el �nfasis en la ornamentaci�n del estilo. Pero la ret�rica siempre estuvo subordinada o bien a la gram�tica o bien a la dial�ctica, y no lograr�a.

Los principales componentes del Trivium estaban ya fijados a mediados del siglo XQ, y as� entraron en t�rminos generales, con pocos cambios y a�adidos, en el plan de estudios de la facultades de artes a principios del siglo XIII.

 

 

EL QUADRIVIUM

 

El curriculum del quadrivium descend�a directamente de la filosof�a griega, continuado luego, en �poca romana, por Plinio y Varr�n. Con la eliminaci�n de la arquitectura y la medicina, las que hab�an sido nueve artes en Varr�n se convirtieron en las siete artes liberales de la Edad Media. Fue Marciano Capella, a principios del siglo V, quien canoniz� finalmente la divisi�n en siete, en su obra Las bodas de Mercurio y Filolog�a. Los tres primeros libros de las Etimolog�as de San Isidoro de Sevilla (m. 636) tratan estas siete artes liberales, as� como compilaciones similares de R�bano Mauro o Beda el Venerable. El quadrivium agrupaba, pues, la m�sica, la aritm�tica, la geometr�a y la astronom�a.

 

 

LA M�SICA

 

En el periodo anterior al nacimiento de las universidades, la m�sica, en virtud de su importancia para el culto cristiano ocup� un lugar de honor, era una especie de segunda ciencia matem�tica que serv�a tanto para la perfecci�n del esp�ritu como para el servicio del Se�or. Aunque, como es l�gico, ten�a su lado pr�ctico, tanto vocal como instrumental, en el contexto de las escuelas predominaba la teor�a, y en primera instancia la teor�a del monocordio, con la que empezaban casi todas las obras importantes de m�sica en la Edad Media.

A pesar de encontrarse m�s de cien textos medievales sobre el asunto, el fundamental fue el de Boecio, De Institutione m�sica. Esta obra, que sigue tradiciones antiguas (sobre todo pitag�ricas), es una continuaci�n de su obra Arithmetica, y se basa en ella sobre las proporciones aritm�ticas, geom�tricas y arm�nicas de los n�meros 6, 8, 9 y 12; y catalogaba las longitudes num�ricas m�s importantes con una terminolog�a t�cnica y oscura. Los mayores progresos musicales medievales, aparte del desarrollo con el tiempo de un notaci�n musical, se hicieron cuando su estudio estaba ligado con iglesias o catedrales. La ciudad universitaria por excelencia para la m�sica fue Par�s, aunque es cierto que en Salamanca exist�an graduaciones en m�sica, con t�tulos espec�ficos.

Cuando la m�sica sobrevivi� en el plan de estudios de alguna universidad, dentro del curriculum de artes, siempre fue Boecio el n�cleo de su ense�anza durante toda la Edad Media.

 

 

LA ARITM�TICA

 

En el caso de la aritm�tica nos volvemos a encontrar con una obra de Boecio, De institutione arithmetica, como el manual fundamental del estudiante de artes para esta disciplina; aunque se utilizaba a Euclides como texto suplementario. Tambi�n se usaban obras como la Massa compoti de Alejandro de Villedieu (sobre los principios subyacentes a la composici�n del calendario) y el Algorismus de Sacrobosco, el cual compendiaba toda una tradici�n que comenzaba en las traducciones espa�olas de al-Jwarizmi sobre aritm�tica y �lgebra y en revisiones �rabes posteriores, en las que se estudiaba, entre otras cosas, fracciones vulgares, el sistema de numerales indo-�rabe o la aritm�tica sexagesimal utilizada en astronom�a. Otras obras no eran sino res�menes de la obra de Boecio o comentarios, que revelan lo complicado que eran para los estudiantes de esta �poca incluso las reglas de la adici�n, substracci�n, multiplicaci�n o divisi�n.

Esta dificultad hizo que se desarrollaran juegos como el llamado rithmomachia, una especie de juego de damas con las piezas numeradas con enteros pares e impares seleccionados, y hab�a, tambi�n, juegos para el computus, es decir, los c�lculos del calendario, haciendo que los nudillos de las manos representaran letras y n�meros (en m�sica se utilizaba un juego similar).

 

 

LA GEOMETR�A

 

En geometr�a los Elementos de Euclides eran el texto principal universal-mente aceptado, lo cual no quiere decir que se estudiasen todos sus libros, lo que depend�a de lo largo que fuera el plan de estudios de la facultad de artes correspondiente; pero en Oxford, cuyo plan era muy largo, s�lo se requer�a oficialmente el estudio de los primeros libros. Los Elementos ya hab�an sido traducidos al lat�n por Adelardo de Bath a principios del siglo XII, y m�s tarde por Hermann de Carintia y por Gerardo de Cremona. Otros libros de geometr�a "especulativa" eran un supuesto comentario de Boecio a los Elementos, el De quantitatibus datis de Euclides o el De triangulis de Jordano de Nemora.

Frente a la geometr�a "especulativa" estaba la geometr�a "pr�ctica". Esto quiere decir que en este �poca se estudiaba a Euclides para preparar el camino al estudio del Almagesto de Ptolomeo, igual que se encuentran obras dedicadas a los diversos tipos de cuadrantes, los cuales permitir�an tomar las altitudes de los cuerpos celestes o de los edificios, y hac�an posibles los c�lculos de tiempos. Tambi�n la geometr�a pr�ctica se aplicaba a la est�tica y a la �ptica.

En �ptica no es s�lo que se hicieran progresos en la Edad Media (tambi�n se hicieron, aunque en menor medida, en las otras ramas del quadrivium) sino que estos se incorporaron a la ense�anza, lo que era raro en otros campos. Los estudios de Euclides, Ptolomeo y Alhajen (Ibn al-Haitham) sobre la reflexi�n y la refracci�n de la luz eran desconocidos en Occidente antes del siglo XIII, y la tradici�n enciclop�dica poco pod�a decir sobre estos temas. Por eso todo el tema de la �ptica fue renovado en el siglo XIII por Robert Grosseteste, el cual ya dispon�a de la �ptica y la Cat�ptrica de Euclides, la Metereol�gica de Arist�teles, De Aspectibus de al-Kindi, y, posiblemente, de la �ptica de Ptolomeo.

Aparte de los problemas metaf�sicos y f�sicos ligados a la �ptica hab�a una serie de problemas geom�tricos ligados a las reflexiones y refracciones, el color, el ojo y el arco iris. Grosseteste, en cuya metaf�sica y teolog�a la luz desempe�aba un papel fundamental, tuvo una influencia muy grande en Oxford y en toda Europa, a trav�s de la orden de los franciscanos a los que pertenec�a. Roger Bacon desde luego estuvo bajo su influencia, as� como John Pecham, que junto con Witelo, fueron quienes escribieron los libros b�sicos sobre el asunto, un producto destacado de la sabidur�a universitaria del siglo XIII. Los dos textos de Pecham y Witelo continuaron us�ndose como libros de texto en la universidad hasta bien entrado el siglo XVII, pues fue tal el desarrollo de la �ptica en el siglo XIII que poco pudieron aportar, a pesar de los desarrollos matem�ticos, el siglo XIV y tiempos posteriores.

 

 

LA ASTRONOM�A

 

Respecto a la cosmolog�a habr�a que decir que un esquema simplificado de la visi�n aristot�lica del universo era el centro de esta ense�anza. En cuanto al ya citado Almagesto de Ptolomeo habr�a que decir que rara vez se estudiaba de forma directa y que lo normal era que fuera substituido por introducciones-compendios como los de Alfraganus. El Almagesto se conoci� en Europa Occidental a trav�s de la traducci�n del �rabe de Gerardo de Cremona de 1175, aunque se hab�a hecho una traducci�n del griego unos 20 a�os antes. La obra de Alfraganus (un autor del siglo LX), conocida por varios t�tulos, entre ellos Elementa, se tradujo en 1135 por Juan de Espa�a y por el mismo Gerardo de Cremona antes del 1175. Los Elementa de Alfraganus tuvieron una influencia medieval directa mayor que la de su prototipo, el Almagesto, debido a que era el tipo de recopilaci�n que los estudiantes pod�an entender, si bien con dificultades. Y ser�a substituida, en gran parte pero no en su totalidad, ya en el siglo XIII, por la obra de Juan de Sacrobosco De Sphera (aunque hab�a otras opciones, como una obra sobre el tema de Grosseteste o un Almagestum abbreviatum an�nimo, m�s ambicioso que la obra de Sacrobosco).

El De Sphera de Sacrobosco fue uno de los libros de texto m�s ampliamente utilizados en la Edad Media, y, debido a su simplicidad, era objeto de comentanos como si se tratase de un texto sagrado. Hubo much�simas ediciones del texto hasta el punto de que hoy en d�a se encuentran cientos de manuscritos repartidos por todas la bibliotecas europeas. La obra trata de la astronom�a esf�rica y algo de la geograf�a correspondiente, pero apenas toca los movimientos planetarios, por lo que, para rellenar este vac�o, se produjo un g�nero de obras que llevaban el nombre gen�rico de Theorica planetarum. Varios autores escribieron obras bajo este t�tulo pero una Theorica an�nima (que comienza "Circulus eccentricus vel egresse cuspidis") fue la m�s difundida.

Esta Theorica an�nima se ocupaba de los movimientos en longitud del Sol, la Luna, los nodos lunares y los planetas superiores e inferiores, as� como de las exc�ntricas y los ecuantes de Ptolomeo, entre otras cosas. Su m�rito resid�a en haber proporcionado un vocabulario astron�mico bastante estable y sin ambig�edades, y daba al estudiante cierta comprensi�n de lo que hac�a al calcular las posiciones de los planetas o cuestiones semejantes; a pesar de contener errores, la obra sobrevivir�a al sistema copernicano en las universidades, ancladas en el siglo XVII en un fuerte conservadurismo.

En cuanto al uso de los instrumentos astron�micos parece que era m�s un uso pedag�gico que pr�ctico o �til, al menos para los estudiantes.

Algo que hemos dejado de lado es hasta d�nde estaba extendido el estudio y la pr�ctica de la astrolog�a (parece que con mucho mayor desarrollo que la magia o la geomancia). Seguramente muchos estudiosos se aplicaban a las ciencias del quadrivium para poderse dedicar a cuestiones astrol�gicas, las cuales necesitaban buena preparaci�n matem�tica y astron�mica. Parece que en lugares como Espa�a o Italia hubo un desarrollo temprano de estas cuestiones, y que en el resto de Europa este desarrollo fue m�s tard�o, pero, ciertamente, hab�a ciertas partes de la astrolog�a, como la que tiene que ver con la relaci�n entre sucesos astron�micos y sucesos hist�ricos importantes, que eran algo aceptado de forma generalizada.

 

 

LAS FACULTADES DE MEDICINA

 

Los centros de educaci�n m�dica universitaria importantes antes de 1500 fueron muy pocos. La avanzadilla de estos estudios m�dicos fue Salerno a partir de finales del siglo XI, y que declin� a principios del siglo XIII, teniendo para entonces un estatus parecido al de una universidad pero sin llegar a tal. Luego predominaron tres centros principales, que fueron Bolonia, Montpellier y Par�s; y, m�s tarde, a lo largo del siglo XV (aunque ya exist�a desde el siglo XJH), la facultad de Padua lleg� a tener, tambi�n, gran importancia.

Como hemos dicho, Salerno fue la pionera de muchas de las cosa que m�s tarde se desarrollar�an en medicina en el Occidente medieval cristiano. Su privilegiada posici�n en el sur de Italia hizo que mantuviera contacto con la tradici�n griega, con sus libros y m�todos, a la vez que tuvo contacto con los escritos m�dicos de la tradici�n musulmana. Adem�s de escribir varias gu�as de pr�ctica m�dica, los autores de Salerno del siglo XII y principios del XIII reunieron una colecci�n-conocida luego como articella- de cortos tratados que conten�an los rudimentos de la medicina de Hip�crates y Galeno, y que serv�an como curriculum b�sico, us�ndose como textos para el comentario en las pr�cticas docentes[2].

La primera colecci�n de estos textos comprend�a dos tratados hipocr�ticos -los Aforismos y Prognosis-, un breve tratado de Galeno -llamado Ars medica o Ars parva o Tegni o Microtechne, que por todos estos nombres se le conoc�a-, una introducci�n �rabe a la medicina gal�nica, conocida como Isagoge de Johannitius y breves folletos sobre los principales m�todos de diagn�stico del m�dico medieval, esto es, el pulso y la orina. Aparte de reunir esta colecci�n de textos, tambi�n estos autores asociaron la medicina con la filosof�a natural, siendo los primeros autores latinos que reflejaban la influencia de Arist�teles.

Las tres facultades universitarias citadas arriba, Bolonia, Montpellier y Par�s, tomaron el relevo de lo que fue la medicina "culta" de Salerno a partir de principios del siglo XIII al hilo de la fundaci�n de la primera oleada de universidades medievales.

Por eso en el tiempo en que se establecieron como studia generalia las facultades de medicina ya hab�a un nutrido corpus de textos m�dicos traducidos al lat�n, comenzando por los que ya hab�a traducido, en el siglo XI, Constantinus Africanus, y que se utilizaron en Salerno, y por los que se a�adieron en el siglo siguiente traducidos del �rabe por Gerardo de Cremona y su c�rculo, as� como por las traducciones del griego de Burgundio de Pisa. Es decir, hab�a circulando versiones latinas de m�s de cuarenta tratados bajo el nombre de Hip�crates y un conjunto de material considerable atribuido a Galeno, junto con la Materia medica de Diosc�rides. De origen isl�mico se dispon�a del Canon de Avicena, enciclopedias m�dicas de Al� Abbas y de Rasis, as� como de una obra de cirug�a de Abulcasis.

Los tratados atribuidos a Hip�crates y a Galeno, junto con textos aut�nticos inclu�an gran cantidad de textos espurios, y, adem�s, no sol�an ser usados directamente por los estudiantes, los cuales utilizaban tratados abreviados o afor�sticos, compendios y enciclopedias de origen �rabe. Adem�s se originaban problemas de comprensi�n de vocabularios, por ejemplo, de farmacolog�a o de tratamientos, que se traduc�an del griego o del �rabe al lat�n, para lo que se recurr�a a libros auxiliares de synonima m�dicos.

No obstante, los libros de texto b�sicos, utilizados para las lecturas regulares en las facultades universitarias, como en Bolonia y Montpellier, eran el breve compendio de Galeno ya citado, el Ars parva, los Aforismos de Hip�crates y algunas partes del Canon de Avicena: una sinopsis de fisiolog�a, un tratado sobre fiebres, principios de enfermedades y tratamiento y otra parte referente a las enfermedades de la cabeza a los pies. Aunque a veces tambi�n se utilizaban en las lecturas algunos escritos de Rasis.

Aparte de estas lecturas, ordinarias u oficiales, hab�a otro tipo de lecturas extraordinarias, que ya depend�an m�s de la elecci�n del maestro, y, por supuesto, de las cuestiones de pr�ctica, que muchas veces fraguaban en la forma de un m�dico y un estudiante que hac�a de aprendiz, asistente y potencial sucesor de su maestro; asimismo los estudiantes asist�an a disecciones de cad�veres para aprender la anatom�a de los �rganos internos, aunque no para cuestiones de pr�ctica quir�rgica. El plan de estudios variaba seg�n �pocas y lugares y pod�a ir desde tres a�os y medio a seis de estudios te�ricos, con la participaci�n est�ndar en lecturas y debates, y varios meses, seis u ocho, de pr�cticas, y la realizaci�n final de ex�menes orales como en otra facultades. Desde luego, los estudios estaban orientados al ejercicio de la profesi�n por parte del futuro m�dico, con el prestigio reconocido de ser un m�dico graduado en una universidad, lo cual hac�a que, por lo general, se lograra un puesto de trabajo con buenos honorarios.

La cirug�a ten�a un estatus diferente. En Par�s los cirujanos estaban excluidos de la facultad de medicina, y hab�a una gran rivalidad entre m�dicos y cirujanos. Sin embargo, en Bolonia y otros studia italianos se concedieron algunos t�tulos en cirug�a, incluso se incluy� en los estatutos de la Universidad de Artes y Medicina de Bolonia en 1405 un curriculum de libros de lectura de cirug�a. Pero a pesar de los intentos de autores como Guy de Chauliac, el autor del m�s celebrado libro de cirug�a latino de la Edad Media, de dotar a la cirug�a del prestigio de ser una ciencia recurriendo a Galeno y su definici�n de terapia, en la Edad Media la cirug�a raramente alcanz� esa consideraci�n, y, normalmente, los m�dico delegaban en los cirujanos este tipo de pr�ctica manual no muy bien considerada.

Tampoco se sabe muy bien que cantidad de pr�cticas reales pod�an tener los estudiantes universitarios de cirug�a, all� donde esta especialidad exist�a. Pues esto chocaba con el estudio libresco y de clases magistrales de la universidad medieval, donde incluso las pr�cticas eran, pod�amos decir, pr�cticas te�ricas, eran saberes sobre la pr�ctica, plagados de cuestiones, objeciones o debates sobre lo que dec�an los diferentes autores o autoridades.

Habr�a que a�adir que la astrolog�a m�dica tambi�n era ense�ada en la universidad, sobre todo en los siglos XIV y XV, aunque de forma muy desigual dependiendo de los lugares, y, sobre todo, de los maestros. Algunos le daban mucha importancia y otros tend�an a dejarla de lado, pero no hay duda de que estaba presente en toda la medicina medieval, universitaria o no. Y, en t�rminos generales, conviene recordar que los m�dicos salidos de las universidades (que no eran todos los que estudiaban, pues s�lo unos pocos se graduaban) eran una peque�a minor�a, entre los siglos XIII y XV, de aquellos que se dedicaban a la curaci�n. Proliferaban los sanadores de todo tipo, farmac�uticos, herboristas, comadronas o cirujanos-barberos, o aquellos que ofrec�an curas milagrosas mediante remedios sobrenaturales.

No obstante, es cierto, de la misma forma, que hab�a fuera de la universidad una clase de m�dicos o cirujanos, muchas veces organizados en gremios de artesanos, que eran letrados, es decir, que eran capaces de leer los libros m�dicos y tambi�n de producir obras relacionadas con la materia, aunque no tuvieran el prestigio de los m�dicos universitarios, los cuales se reservaban los cargos cercanos a los monarcas, la nobleza o las clases altas de la sociedad.

 

 

LAS FACULTADES DE LEYES

 

Se oye hablar de la Escuela de Leyes de Bolonia por primera vez a finales del siglo XI, cuando era probablemente una instituci�n secular privada. Su facultad de leyes, la primera de Europa, iba a ser el prototipo y modelo de todas las dem�s hasta el final del Antiguo R�gimen. En un principio Bolonia fue apoyada por el poder imperial -Federico I Barbarroja- que le concedi� ciertos privilegios, pero m�s tarde el papado se interes�, por motivos doctrinales -la ense�anza del derecho can�nico- y pol�ticos, por los estudiantes y maestros de la ciudad -en 1219 se concede la posibilidad de otorgar la licentia ubique docendi-, en medio de las luchas municipales por el control de la universidad.

Las facultades italianas de leyes -siguiendo el modelo de Bolonia se crearon Padua, Pav�a, Perugia, Siena- atrajeron siempre muchos estudiantes extranjeros. En Francia, por su parte, destacaron la facultades de Montpellier, Orleans, Toulouse y Avignon, que tambi�n atra�an, despu�s de Italia, a numerosos estudiantes de otras partes de Europa; en Par�s ten�a gran reputaci�n el derecho can�nico, �nico que se pod�a ense�ar all�, pues se prohibi� el derecho civil en 1219. En la Pen�nsula ib�rica destacaron en leyes Salamanca, L�rida y Coimbra-Lisboa, pero s�lo atra�an a estudiantes peninsulares.

En Inglaterra en las escuelas de leyes de Londres (los Inns of Court), que no eran facultades universitarias, estaba prohibido ense�ar derecho romano porque la ley vigente era la common law. En Oxford s� hubo facultades de leyes, pero la fundamental era la de derecho can�nico, mientras que la de derecho civil era un mero complemento de la primera; no hab�a restricciones para el estudio del derecho en Escocia, pero sus estudiantes iban, por regla general, a estudiar al Continente. Tambi�n el derecho can�nico fue lo b�sico en la ense�anza de leyes en el Sacro Imperio Romano en la Edad Media, en lugares como Praga, Viena, Heidelberg, Colonia, Erfurt, Leipzig, W�rzburg, Rostock, Friburgo, Trieste, Tubinga, Maguncia, Lovaina o Basilea, que, habr�a que recordar, son todas, menos Praga y Viena, fundaciones universitarias del siglo XIV o XV; hasta aqu� se desplazaban estudiantes escandinavos, de los Pa�ses Bajos o del Este europeo.

En las escuelas universitarias de derecho la lengua de estudio era, claro est�, el lat�n, pero, a partir del siglo XIII, se empezaron a escribir importantes obras legales en lenguas vern�culas, con lo que los juristas utilizaban complementariamente ambas lenguas sin demasiado problema. Lo curioso es que se traduc�an muchos textos legales o comentarios a estas lenguas debido a la ignorancia del lat�n tanto del clero como de los seglares.

En todas la universidades se utilizaban como textos b�sicos unos pocos libros legales que se reun�an en el llamado Corpus iuris canonici y en el Corpus iuris civilis.

El primero comprend�a el Decretum de Graciano de mediados del siglo XII, que resum�a la legislaci�n del primer milenio de la Iglesia; las Decretales de Gregorio IX de 1234; el Liber Sextus del Papa Bonifacio VIII (1298); las Decretales Clementinas (con legislaci�n de Clemente V desde 1305 en adelante y del Concilio de Viena de 1311-12), que se aprobar�an como colecci�n de derecho can�nico por el Papa Juan XXII en 1317; las Extravagantes loannis XXII (1325); y las Extravagantes Comunes (1501,1503), con legislaci�n de otros papas medievales. Como se ve, es una mezcla de normas con varios siglos de antig�edad, pero a�n en vigor, y normas nuevas, que se fueron incorporando poco a poco al Corpus, y que van de los siglos XII al XV.

Por su parte, el Corpus iuris civilis comprend�a el derecho romano que hab�a sido compilado por Justiniano en el primer tercio del siglo VI, y que incorporaba, claro est�, leyes mucho m�s antiguas. Los juristas medievales divid�an estas colecciones de leyes en: Digestum, Codex, Institutiones y Novellae; el primero, a su vez, estaba dividido en tres partes, y el c�digo de Justiniano en otras dos, con sus nombres espec�ficos; mientras que las Novellae, 134 constituciones imperiales que proven�an del siglo VI, fueron reagrupadas por los medievales en varios textos. A lo anterior se a�adi� el comentario de las constituciones de los emperadores alemanes (Libris o Consuetudines feudorum), y tambi�n se a�adieron, en este caso a los dos Corpora, colecciones del Papa Inocencio IV, y un cierto n�mero de decretos y cartas papales concretas.

En conjunto estos textos legales, y sus comentarios, formaban el derecho romano-can�nico (ius commune), es decir un cuerpo jur�dico considerado v�lido en toda la Cristiandad medieval, aunque coexistiera con muchos estatutos y regulaciones locales que eran excepciones al mismo. Hasta el siglo XVII las universidades ense�aron este derecho romano can�nico, entendi�ndose que capacitaba a sus conocedores para interpretar cualquier otro sistema legal peculiar de un reino, iglesia local o comunidad.

En cuanto a los comentarios que se hac�an sobre los textos legales habr�a que decir que hubo tres escuelas distintas de comentaristas: los glosadores, las escuela de post-glosadores o mos italicus y la del mos gallicus. La primera escuela glosaba obras enteras palabra por palabra, buscando cada vez m�s el sentido del texto (de la ley) y la intenci�n del legislador. En el siglo XIII hay varios autores que glosaron colecciones enteras de leyes escribiendo una cantidad monumental de comentarios a los textos.

Los post-glosadores se caracterizaban por utilizar los nuevos m�todos aristot�licos o dial�cticos, donde lo importante no era la autoridad sino el uso de la raz�n a la hora de interpretar las leyes; destacaron autores italianos de los siglos XIV y XV que m�s que glosas escrib�an tratado sobre un tema o sobre un conjunto de obras, contribuyendo a fundar, realmente, un sistema legal. El mos gallicus fue el nombre que se dio a la escuela de humanistas del derecho que adoptaron un m�todo filol�gico e hist�rico en el estudio de las leyes. La escuela comenz� en Italia con autores como Petrarca, Filelfo, Maffeo Vegio, Lorenzo Valla, Angelo Poliziano, pero fueron autores franceses quienes la llevaron a sus m�s altas cotas.

 

 

LAS FACULTADES DE TEOLOG�A

 

Como en el resto del sistema de ense�anza bajomedieval la teolog�a estaba basada en "autoridades", y en este caso la autoridad era la Biblia, pero �sta era demasiado incoherente doctrinalmente para servir sin m�s como libro de texto. Por eso durante todas la Edad Media se practic� la ex�gesis o interpretaci�n de la Sagrada Escritura por parte de los Padres de la Iglesia y los monjes de los monasterios, en textos muy influyentes como pudieron ser el De Doctrina Christiana de San Agust�n. Pero la forma de interpretar los textos b�blicos cambi� en los siglos XI y, sobre todo, XII al introducir la l�gica en la teolog�a, e intentar, como hizo por vez primera Anselmo de Canterbury una s�ntesis entre raz�n y fe.

En esta �poca las escuelas catedralicias ten�an ya m�s importancia que las mon�sticas como es el caso de la prestigiosa escuela de Anselmo de La�n, el cual fue el primero en inaugurar el g�nero literario denominado Libros de las Sentencias, el cual consist�a en hacer antolog�as de los padres de la Iglesia ordenadas por temas; pero en paralelo con esto se hac�an Glosas o comentarios al texto b�blico mismo en donde se iban introduciendo quaestiones. En el siglo XII el uso de quaestiones, o cuestiones problem�ticas, se intensific� y ya no se trataba tan s�lo de distinguir en el texto b�blico los diferentes sentidos (el sentido literal o hist�rico, aleg�rico, tropol�gico o moral y anag�gico o escatol�gico) sino de introducir a partir del texto sagrado discusiones teol�gicas en forma dial�ctica. Esto est� muy claro en la obra de Pedro Abelardo, disc�pulo de Anselmo de La�n, Sic et non, que trata de solucionar racionalmente las contradicciones de las fuentes b�blicas con m�todos dial�cticos, dando por supuesto, de entrada, que �stas no pueden estar equivocadas.

El uso de quaestiones en los comentarios b�blicos fue un paso decisivo hacia la teolog�a escol�stica, as�, como dec�amos, la recopilaci�n de "Sentencias", llevando la culminaci�n de este proceso en el siglo XIII a las grandes Summas, como las de Santo Tom�s de Aquino, una especie de enciclopedias sistem�ticas del saber medieval. Precisamente ser�an las Sentencias de Pedro Lombardo, compuestas a mediados del siglo XII, el texto b�sico de la teolog�a universitaria desde el siglo XIII hasta el final de la Edad Media. La obra consist�a en un desarrollo de temas doctrinales centrales ordenados de la siguiente forma: Dios y la Trinidad (libro primero), la Creaci�n (libro segundo), la encarnaci�n y las virtudes (libro tercero) y los sacramentos y el Juicio Final (libros cuarto). El libro fue objeto de comentarios casi desde que se escribi�, y fue reconocido como libro de texto por el Concilio Laterano en 1215.

La Facultad fundamental de Teolog�a fue la de Par�s, seguida de la de Oxford, las cuales tuvieron el privilegio (junto con Cambridge) de ser las �nicas facultades de teolog�a permitidas por el papado hasta mediados del siglo XIV. De alguna forma la facultad de Par�s era la responsable de la doctrina oficial de la Iglesia, y los privilegios concedidos por los papas hac�a que su ense�anza estuviera controlada, supervisada y rectificada mediante condenas si se cre�a conveniente. Oxford ten�a m�s libertad en materias doctrinales y no hay evidencia de ninguna intervenci�n en la ense�anza de los maestros de teolog�a por parte de las autoridades de la Iglesia antes de 1277 (ni tan siquiera se limit� el n�mero de c�tedras, como s� se hizo en Par�s).

Dado que hasta mediados del siglo XIV s�lo las facultades de Par�s, Oxford y Cambridge pod�an conceder t�tulos de teolog�a, esta ense�anza se realizaba, en paralelo con las universidades, en los studia de las �rdenes mendicantes, fundamentalmente Dominicos y Franciscanos (los cuales tambi�n controlaban la ense�anza en las universidades, dicho sea de paso), pero tambi�n Carmelitas y Agustinos. Estos studia hac�an las veces de las facultades universitarias en Alemania, Francia y, sobre todo, Italia, adem�s de estar estrechamente relacionados con las facultades all� donde exist�an.

De hecho, desde mediados del siglo XIII y hasta principios del siglo XIV hay una verdadera querella entre regulares y seglares, pues los �ltimos, en cuanto maestros en las universidades se sienten discriminados por los mendicantes, debido a que los mendicantes (dominicos y franciscanos sobre todo) no se rigen por los estatutos universitarios, pues no necesitan ser maestros en artes para estudiar teolog�a (pues estudian �stas en su orden), no hacen caso a la huelga, pues se sienten ajenos a sus reivindicaciones, viven de la caridad cristiana y no necesitan ser pagados por los alumnos o las corporaciones, intentan orientar a sus alumnos hacia sus �rdenes, acaparan las c�tedras, etc. etc. Esta postura anfibia de los mendicantes, a caballo entre sus �rdenes religiosas, con sus reglas y ordenanzas propias, y las universidades, con las suyas propias y su supuesta autonom�a, llev� a esta confrontaci�n que describimos, la cual acabar�a en favor de los mendicantes, pues a los papas les interesa su lealtad y su control de la universidad frente a los seglares, lo que no quita que provocara fuertes enfrentamientos corporativos y doctrinales entres unos y otros durante bastantes d�cadas.

El otro hecho importante fue que el Gran Cisma que dividi� a la Iglesia entre 1378 y 1418 provoc� un �xodo de estudiantes alemanes de la Universidad de Par�s -pues estos apoyaban al Papa romano Urbano VI y no al Papa de Avignon Clemente VII- que no s�lo se fueron a otras universidades sino que fundaron algunas otras; las m�s beneficiadas por esta dispersi�n masiva de estudiantes fueron las de Viena, Heildelberg y Colonia.

El problema del desarrollo de la teolog�a a lo largo del siglo XILI y primera mitad del XIV fue, como ya comentamos al hablar de la facultad de artes, la introducci�n de los escritos aristot�licos sobre filosof�a natural. Se sucedieron varia condenas a lo largo del siglo XIII que culminaron en la condena de 219 proposiciones por parte del obispo de Par�s Etienne Tempier en 1277, en donde se trataba de atajar toda doctrina heterodoxa relativa a doctrinas derivadas del averro�smo latino, ideas neoplat�nicas u astrol�gicas, o simplemente ideas aristot�licas sin rectificar convenientemente en clave cristiana, incluyendo varias tesis defendidas por el propio Tom�s de Aquino.

Esto no fu� m�s que un punto culminante de la eterna discusi�n entre raz�n y fe, y hasta d�nde la sola raz�n pod�a inmiscuirse en las ideas o dogmas de la doctrina cristiana o pod�a oponerse de alguna forma a lo ense�ado en las Sagradas Escrituras. Estaba bien leer o utilizar a Arist�teles en todas las doctrinas l�gicas, metaf�sicas, de filosof�a natural o �tico-pol�ticas, pero siempre dentro de un marco de ideas cristianas, es decir, quit�ndoles todo aquello que pudiera ir contra la ortodoxia cristiana; no se pod�a utilizar el sistema de Arist�teles sin m�s, sacando todas sus consecuencias racionales, pues este Arist�teles integral era el de Siger de Brabante y otros, que introduc�a ideas que chocaban frontalmente contra las ideas cristianas y no pod�an ser toleradas. No se pod�a atacar la libertad u omnipotencia divina, la contingencia de la creaci�n y lo que esto supon�a, la providencia de Dios o la libertad humana, sin minar las bases de las creencias e ideas cristianas.

La filosof�a, en el mejor de los casos, pod�a ser una ciencia independiente de la teolog�a pero supeditada a ella; la raz�n no pod�a ir contra o m�s all� de la fe, y esos eran sus l�mites naturales. Los razonamientos estaban bien para justificar las verdades cristianas pero no para discutirlas o ir contra ellas. La contaminaci�n filos�fica incontrolada de la teolog�a por parte de la filosof�a fue un debate zanjado a base de separaciones, l�mites o prohibiciones.

 

 

 

BIBLIOGRAF�A

 

 

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NOTAS

 

[1] V�ase sobre las traducciones de Arist�teles, su introducci�n en la Universidad y los diferentes aristotelismos, la interesante conferencia de Luca Bianchi La recepci�n de Arist�teles y los "aristotelismos " del siglo XIII, en este mismo curso "Ciencia y cultura en la Baja Edad Media".

 

[2] V�ase sobre Salerno, y la medicina medieval en general, la conferencia La Medicina medieval (1100-1500) de Pedro Garc�a Barreno, de este mismo curso "Ciencia y Cultura en la Baja Edad Media".

 

 

Iglesia de Nuestra Se�ora de la Asuncion en La Puebla de Arganz�n (�lava)

 
 
 

 

 

LAS UNIVERSIDADES MEDIEVALES

 


 

ALBERTO RELANCIO
IES Viera y Clavijo, Los Realejos

CIENCIA Y CULTURA EN LA EDAD MEDIA, ACTAS VIII y X, Canarias, noviembre de 2007, ISBN: 84-8309-048-