Infiltrado (2023), de Danny A. Abeckaser

Años 70. Tras golpear salvajemente a un tipo al que sorprende besando a su esposa, al detective neoyorquino Bobby Belucci le relegan a un puesto de oficina poco deseable. Todo indica que su carrera en el cuerpo policial está acabada, así que sumergido en una espiral depresiva va a peor, y acaba atacando a otro individuo, con el que tiene un encontronazo en un baño público. Da la casualidad de que su nueva víctima estaba enemistado con Chris, capo de la droga, que le agradece el gesto, y se hace amigo suyo. El agente convencerá al capitán Rick Callan, su superior, de que está en una situación privilegiada para infiltrarse en el entorno de Chris, bien relacionado con una organización de narcos.

Enésimo thriller sobre la redención basado en hechos reales. Tiene detrás a Danny A. Abeckaser, actor muy secundario en títulos como El lobo de Wall Street, que desde hace un tiempo trata de labrarse una carrera como realizador, con títulos desconocidos. Habiendo trabajado con Martin Scorsese, se nota que quisiera ser proclamado su sucesor, con por ejemplo una voz en off que imita la de Uno de los nuestros, aunque por desgracia no ha dado con un guión que resista la más mínima comparación, ni su talento está a la altura.

Pese a que más o menos mantiene la atención del espectador, se notan demasiado las limitaciones presupuestarias, pues por ejemplo apenas cuenta con un par de coches, vestuario barato y dos o tres escenarios precipitadamente montados para reconstruir la época. Juega a su favor que cuenta con actores de cierto talento en horas bajas, sobre todo Emile Hirsch, inolvidable protagonista de Hacia rutas salvajes, que sin embargo ha sido desterrado al olvido por los grandes estudios. El intérprete se toma muy en serio su trabajo, así como Ashley Greene, de quien poco más se supo tras sus prometedores inicios en la saga Crepúsculo, y que resulta creíble como esposa, aunque quizás merecería una mayor presencia.