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"Ruido blanco" o cómo ser un genio

por Juan Fernando Andrade

@pescadoandrade

"Ruido blanco", la novela de Don DeLillo adaptada al cine por Noah Baumbach, pide sólo un sacrificio de nuestra parte: apaga la lógica y prende tu cabeza.

El genio no se nota.

Si se notara, fuese de mal gusto.

Igual de genial, pero desesperado, nervioso.  

Si tiene que venir alguien a darte una medalla, entregarte un trofeo o posar para la foto con un cheque gigante (esto último, el cheque, resulta bastante más útil que lo anterior), significa que el genio se ha transformado en aprobación.

La aprobación, no lo vamos a negar, nutre y sube las defensas, pero llega tarde, cuando el genio ya hizo lo que hizo sin su ayuda.

Aunque no parezca, estoy hablando de cine.

Me refiero a genio cuando pienso en "Ruido blanco", del director Noah Baumbach, disponible ojalá por mucho tiempo más en Netflix.

Ruido blanco 1 1 1

Genio Don DeLillo,

Pero, ojo al piojo, no me refiero al genio que hace parecer una película de ficción como la versión mejorada y musicalizada de un documental.

Ese tipo de genialidad está reservada para las cintas que no tienen uso práctico: las historias que fuera del cine se ven inmediata y largamente superadas por la menor calamidad doméstica.

Tampoco hablo del tipo de genialidad que, incomprendida de nacimiento, encuentra pan, techo y empleo en quienes se alegran de no entenderla y por eso mismo le dan significados aventureros.

Hablo del genio que, entre escena y escena, sin mostrar los andamios ni presumir de la tecnología que tiene a disposición, hace que el cuento se mueva, que sus personajes recorran en cortísimo tiempo las emociones que a una persona normal, fuera de cuadro y fuera de foco y fuera de presupuesto, le tomaría décadas identificar y tratar, no se diga procesar y superar.

"Ruido blanco" está basada en la novela homónima de Don DeLillo, un autor clave en la tradición freak norteamericana.

Por eso, supongo, existía antes de su estreno una especie de anticipada decepción, del tipo: la novela es tan buena que no puede adaptarse. O, si movemos el ala radical, algo como esto: para filmarla habría que arruinarla, ponerle rostro y forma y color y voces a todo aquello que es preferible imaginar.  

Aquí vuelve el genio, no como concepto pero sí como profesión o buena costumbre.

Ruido blanco sin Dios

"Ruido blanco", la historia de una pareja formada por un profesor universitario y una mujer de pelo irracional que toma pastillas porque le tiene fobia a la muerte, abandona lo que puede solucionarse a través del pensamiento y lo reemplaza por conflictos que nos piden, también, abandonar la lógica como herramienta de comprensión.

Esto ya se está poniendo muy elevado y de pronto ahuyenta más de lo que atrae.

Pero si uno se pone a medir, escena por escena, página por página, lo que sucede en esta película, notará que pasó de todo, que nunca se detuvo, y que jamás se notó el esfuerzo para que ese ritmo se mantuviera.

El genio verdadero es imperceptible: si haces bien tu trabajo, nadie lo nota.

Mejor así.

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Acerca de Juan Fernando Andrade

Escritor y periodista. Sus libros están disponibles en formato impreso y digital en www.dinediciones.com. Sus textos cortos pueden leerse en su blog personal: www.culturab.blogspot.com.
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