El discurso de las “naciones vivas” y las “naciones moribundas” de lord Salisbury
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El discurso de las “naciones vivas” y las “naciones moribundas” de lord Salisbury


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El discurso de lord Salisbury, pronunciado en el londinense Albert Hall en 1898, sobre la justificación del imperialismo ha quedado en la Historia como la aplicación del darwinismo a las relaciones internacionales en el cambio de siglo.

El político conservador británico, verdadero protagonista de la política exterior victoriana, estableció que en el mundo había dos tipos de naciones, las vidas y las moribundas. Existían grandes países cuyo enorme poder crecía años tras año, aumentando su riqueza, su dominio y la perfección de su organización. La tecnología permitía a esos Estados concentrar toda su fuerza militar. La ciencia, por su parte, habría permitido dotar a sus ejércitos de las más potentes y modernas armas, aumentando, por consiguiente y de forma considerable, su fuerza destructiva.

Pero, por otro lado, estaban las comunidades que calificó de moribundas. Serían, en gran medida, y siempre según su criterio, comunidades no cristianas. Sus Estados estarían desorganizados, y en una rápida decadencia, a un ritmo casi igual al avance que experimentaban los Estados vivos.

Por una razón u otra, ya fuera por necesidades políticas, ya por objetivos filantrópicos, las naciones vivas se irían apropiando del territorio de las moribundas, pero también es cierto, que se pondrían las bases del conflicto entre las “naciones civilizadas”, un peligro para el futuro próximo.

Así pues, si por un lado se estaba justificando el imperialismo, también se era consciente de lo que terminaría por acarrear en ese futuro casi inmediato.

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

Premio Mejor Aliado 2024 de la Asociación Blanco, Negro y Magenta.