Esta es la mejor película que hemos visto hasta ahora en el Atántida Film Festival que organiza Film, forma parte de la sección Atlas.
“Small town murder songs” (se ha traducido aquí como «La melodía del asesino») nos lleva a un pequeño pueblo en la América profunda en el que casi nunca pasa nada. Nos muestra su microcosmos, en un ambiente extremadamente religioso y puritano, tras el cual fluyen grandes pasiones ocultas.
Es una historia que, al principio, nos llevará a una investigación policial. Una joven mujer sin identificar aparece brutalmente asesinada en una pequeña ciudad. Walter es un veterano agente de la ley que se enfrenta al primer crimen en varias décadas. Pronto comenzarán los juegos de sospechas dentro de su propia nueva vida.
Walter verá como aparecen fantasmas que había intentado olvidar y que le pondrán al límite de la ley.
El film funciona muy bien como retrato de un lugar concreto, al margen de los grandes acontecimientos, aparentemente tranquilo y es ahí donde funciona.
Solo dura 75 minutos que pasan rápido. El protagonista recuerda físicamente a nuestro Constantino Romero. La parte de la investigación policial va dejando paso a un retrato humano.
El fallo principal del film radica en la escasa entidad que tiene el caso al resolver en lo que refiere a su tratamiento, habría dado para más, pero parece que al director no le interesa esa trama inicial y ahí es dónde va cayendo el interés.
La música adquiere gran protagonismo, siendo uno de los aciertos de “Small town murder songs”, buen score de Bruce Peninsula.
El director y guionista Ed Gass-Donnelly no acaba de dotar a la historia del empaque suficiente, que la historia atrape, todo es demasiado obvio en la investigación, como si sus bazas fundamentales estuvieran fuera de campo. Esa apuesta es la que hace que cueste empatizar con la historia.La trama principal de crimen y redención no acaba de emocionar.
José López Pérez
@JLPnosolocine