John Stuart Mill: química mental e inferencia inconsciente
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John Stuart Mill: química mental e inferencia inconsciente

John Stuart Mill fue afortunado al sobrevivir a la educación privada exhaustiva de su padre, basada en la psicología asociacionista y los principios utilitaristas. Se le enseñó griego a los 3

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años de edad, latín y matemáticas a los seis, filosofía a los ocho y lógica a los 12. En sus años como adolescente estudió economía y política y se preparó para hacer una carrera como abo- gado, pero finalmente siguió los pasos de su padre y entró a trabajar en la East India Company. Una crisis nerviosa a los 20 años lo obligó a reevaluar su orientación personal y política.

Creó su propia versión del principio utilitarista de la “mayor felicidad” en Utilitarismo (Uti- litarianism, 1863). Sus puntos de vista sociales y políticos se vieron empañados por su relación con Harriet Taylor (1807-1858) quien, en el momento en que comenzaron a ser amantes, estaba casada, tenía dos hijos y se encontraba embarazada del tercero. Mill escandalizó a muchos de sus colegas al practicar (con la aprobación del esposo de Taylor) uno de esos “experimentos en vida” que defendió en Sobre la libertad (On Liberty, 1859). Tras la muerte del esposo de aquélla, la pareja se casó. La influencia de Taylor inspiró el tratado de corte feminista pionero La sujeción de las mujeres (The Subjection of Women, 1869), el cual le dedicó y, asimismo, su intento infruc- tuoso por introducir una legislación sobre el sufragio femenino.

En 1843 publicó Sistema de Lógica (A system of Logic), en el cual describió los métodos del análisis causal, conocidos como los métodos de la concordancia, la diferencia y la variación concomitante, ahora denominados comúnmente “los métodos de Mill”. Aseguraba que éstos no sólo constituyen un recurso para generar hipótesis, es decir, una lógica del descubrimiento, sino también un medio para evaluarlas, esto es, conforman una lógica de justificación. Coinci- día con William Whewell (1794-1866) y Herschel en que las hipótesis científicas, como quiera que se elaboren, podían verificarse sólo por medio de observaciones hechas de acuerdo con los métodos mencionados.

Fue uno de los primeros partidarios de la filosofía positivista de Comte y consiguió que se tradujera al inglés el Curso de filosofía positiva de éste. Sin embargo, su adscripción del positi- vismo consistió únicamente en afirmar que la ciencia se basa, a final de cuentas, en la correla- ción de los observables, y evitó sumarse a la idea de que estuviera limitada a la simple des- cripción de tal fenómeno. Al contrario, mantuvo la disposición a proponer hipótesis sobre los estados y procesos inobservables, incluidos los estados y procesos mentales inconscientes.

Ciencia psicológica En Sistema de Lógica, caracterizó las ciencias psicológicas y sociales, a las cuales denominó “ciencias morales”, como una “mancha en el rostro de la ciencia”. Sostenía que “el estado anterior de las ciencias morales sólo puede remediarse aplicándoles los métodos de la ciencia física, debidamente extendidos y generalizados” (1973-1974 —originalmente publi- cado en 1843—, p. 833), es decir, empleando los métodos de concordancia, diferencia y varia- ción concomitante propuestos por él.

Para Stuart Mill, una disciplina científica de la psicología fundamentada en dichos méto- dos podía establecer un sistema de leyes de asociación:

Así pues, el tema de la psicología son las uniformidades de la sucesión, las leyes, sean finales o derivativas, según las cuales un estado mental sucede a otro, es decir, es causado por, o cuando menos, ocurre de manera contigua a él.

—(Sistema de Lógica, p. 852). No obstante, John Stuart Mill era realista respecto a las posibilidades predictivas de una ciencia así. Aunque pensaba que era posible determinar las leyes fundamentales de la asocia- ción, consideraba que las dificultades de anticiparse a todos los factores asociados con el pen- samiento y el comportamiento humanos limitaban la predicción práctica en la psicología (1973-1974, p. 554). Por esta razón, argumentaba que la psicología está condenada a ser siem- pre una ciencia inexacta, al menos fuera de las situaciones experimentales controladas. Tam- bién negaba la premisa newtoniana sobre la universalidad de la explicación causal y afirmaba que muchos fenómenos psicológicos tienen una pluralidad de causas. Evitó la especulación sobre los fundamentos neurofisiológicos de los estados y procesos mentales, remitiendo tales temas a su amigo y colega Alexander Bain (Bain, 1855, 1859). Defendió el estudio científico del carácter, análisis al cual denominó etología. Concebía el carácter como un conjunto de capa- cidades y propensiones sociales que, según propuso, podían derivarse de las leyes fundamenta- les de la asociación. Sin embargo, también instó a Bain a llevar a cabo esta labor, quien hizo un

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breve intento en la que probablemente haya sido su obra menos exitosa Estudio del carácter, incluyendo la estimación de la Frenología (On the Study of Character, Including an Estimate of Phre- nology, 1861).

Las principales aportaciones de Stuart Mill a la psicología asociacionista se encuentran en las obras Sistema de Lógica, Examen de la filosogía de Sir William Hamilton (Examination of Sir William Hamilton’s Philosophy, 1865) y su edición corregida del Análisis de los fenómenos de la mente humana de James Mill. John Stuart Mill reiteró los principios básicos de la psicología asociacionista detallados por su padre, aunque reintrodujo el principio de la semejanza como una ley fundamental, en lugar de derivada.

También cuestionó la universalidad de la explicación agregada de la formación de concep- tos, que era usual en la mayoría de las modalidades de la psicología asociacionista. Aseveró que las propiedades de las ideas o conceptos complejos suelen ser más estrechamente análogas a las propiedades emergentes de los enlaces químicos que a las propiedades aditivas de la combina- ción mecánica, y representó algunos procesos asociativos como una forma de química mental:

Las leyes de los fenómenos de la mente son, en ocasiones, análogas a las leyes mecánicas, pero también a las químicas […] Nuestra idea de una naranja realmente consiste en las ideas simples de un cierto color, una cierta forma, un cierto sabor y olor, etc., pues al interrogar a nuestra concien- cia percibimos todos estos elementos en la idea. Pero no podemos percibir, en una sensación aparentemente tan simple como nuestra percepción visual de la forma de un objeto, toda esa multitud de ideas derivadas de los otros sentidos, sin los cuales no podría determinarse debida- mente que una percepción visual como ésa tendría existencia […] Por tanto, éstos son ejemplos de química mental en los cuales es apropiado decir que las ideas simples generan las complejas, en lugar de conformarlas.

—(Sistema de Lógica, pp. 853-854).

Inferencia inconsciente Aunque la noción de la química mental no fue elaborada para tal fin, Stuart Mill empleó algo muy cercano a ella en su respuesta al desafío planteado por la crítica que hiciera Samuel Bailey (1791-1870) a la teoría de Berkeley sobre la percepción de la distancia (Bailey, 1842, 1843). Según la teoría de Berkeley (Berkeley, 1709), nuestros juicios perceptuales sobre la distancia se basan en asociaciones aprendidas entre sensaciones visuales y táctiles. Stuart Mill defendió el punto de vista de Berkeley pero, al hacerlo, se vio obligado a revisar las premisas básicas de la psicología asociacionista.

Bailey planteó la siguiente objeción a la explicación de Berkeley: Si (como reconocía este último) ni las sensaciones visuales ni táctiles transmiten por sí solas la información sobre la distancia o “lejanía”, entonces ninguna asociación de dichas asociaciones comunica tampoco esa información. Bailey, seguidor de Thomas Reid (1710-1796), argumentaba que percibimos visualmente, en forma directa, la distancia. En respuesta, Stuart Mill afirmó que nuestros jui- cios perceptuales sobre la distancia suponen una forma de inferencia ampliativa que va más allá de la información producida por la sensación visual y táctil, y acusó a Bailey de no lograr distinguir entre la información derivada de la sensación y aquella emanada de la inferencia.

Bailey respondió mediante el postulado de que no tenemos una conciencia introspectiva de ningún proceso de inferencia:

No puedo reconocer en mi experiencia un proceso como ése en el que la sensación del color sugiera algo externo. Yo veo directa e inmediatamente el objeto externo coloreado.

—(Letters on the philosophy of the human mind, vol. 2, p. 35). Además aseguró que no tenemos una conciencia introspectiva de las sensaciones visuales y tác- tiles asociadas, a partir de las cuales se inferirían supuestamente los juicios sobre la distancia:

Cuando veo un objeto en circunstancias comunes, no soy consciente de ninguna influencia en el órgano de la vista. Soy consciente de percibir el objeto a cierta distancia, pero no de ninguna sensación en la vista misma.

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Stuart Mill aceptó estas consideraciones. Sin embargo, sostenía que la percepción visual de la distancia supone una forma de inferencia inconsciente o “elucubración inconsciente” (Car- penter, 1874), cimentada en la asociación de sensaciones visuales y táctiles. Fue el primero en postular explícitamente una conciencia irracional, regida por las normas de la racionalidad y la inferencia lógica (Reed, 1997). Según él, esta deducción inconsciente es tan automática que naturalmente la confundimos con una forma de percepción directa (1865, p. 166). La explica- ción de Stuart Mill sobre la percepción influyó en muchos psicólogos que posteriormente reflexionaron sobre la psicología, notablemente en Hermann von Helmholtz (1821-1894) y Wilhelm Wundt (1832-1920).

Stuart Mill logró preservar con éxito la explicación de Berkeley sobre la percepción de la distancia y desarticuló rápidamente la crítica de Bailey (Pastore, 1965). Sin embargo, al defen- der a Berkeley, Mill transformó la psicología asociacionista en grado inimaginable, al sacrificar dos principios fundamentales del empirismo dogmático británico. En primer lugar, abandonó la noción de que las teorías científicas debían limitarse a los objetos de la experiencia cons- ciente, pues postuló que la percepción de la distancia supone una inferencia inconsciente (Berkeley había rechazado la teoría de René Descartes (1596-1650) referente a la percepción de la distancia en términos de cálculos geométricos precisamente porque no tenía un conoci- miento consciente de tales cálculos). En segundo lugar, Mill abandonó la noción de que tene- mos acceso directo a todos nuestros estados mentales. Reconoció que no tenemos acceso introspectivo directo a las sensaciones visuales y táctiles elementales sobre las cuales, aparen- temente, se basan nuestras inferencias perceptuales; en cambio, señaló que dichas sensaciones, al asociarse, se integran de tal manera dentro del juicio perceptual, que las sensaciones origina- les se vuelven “borrosas, confusas y difíciles de recordar” (1865, p. 180). En consecuencia, psicólogos ulteriores ampliaron la explicación de Stuart Mill de la percepción como una forma de inferencia inconsciente a partir de elementos sensacionales, se basaron progresivamente más en datos fisiológicos, en lugar de introspectivos, para sustentar sus teorías (Reed, 1997).

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