El rey de Escocia (2019), de Richard Gray

1314. Tras la muerte de William Wallace, el nuevo rey escocés, Roberto I Bruce se ha agotado de luchar para liberar a su país de los ingleses. Después de que se ponga precio a su cabeza, hasta algunos de sus compatriotas están deseosos de capturarle, por lo que acaba refugiado en una granja, donde la viuda Morag, que vive con sus hijos, le cuida y cura sus heridas. Su presencia causará una gran tensión por culpa del cuñado de Morag, mientras que los enemigos de Robert se acercan, pero él tratará de juntar a los suyos para una nueva batalla que les libere.

Secuela apócrifa de Braveheart, con Angus MacFadyen retomando su personaje, Robert the Bruce, veinticinco años después. Por desgracia, las comparaciones resultan odiosas, pues MacFadyen ejerce de guionista con Eric Belgau, pero no llegan a la altura de los zapatos de Randall Wallace, guionista del emblemático título, y además el libreto que componen tarda mucho en arrancar. Tampoco el australiano Richard Gray (Mine Games) alcanza ni de lejos la potencia visual de Mel Gibson, pese a que rueda una cinta amena. Además los sucesos históricos relatados no tienen el mismo interés, ni parecen igual de épicos.

A MacFadyen se le da bien encarnar al personaje, que ya conoce a la perfección, aunque no se entienda que tenga un aspecto mucho más envejecido que en el film de Gibson, cuando la acción comienza antes del fin de aquel. Por lo demás, Anna Hutchison (La cabaña en el bosque) se luce como Morag, mujer de buen corazón, pero le acompaña un elenco desigual. El conjunto resulta inferior a El rey proscrito, protagonizada por Chris Pine y sobre el mismo tema, que tampoco era redondo.