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Navidad, Señorío de Cristo, cultura e historia

Jesús es el único hombre nacido en el que hasta los ángeles del cielo bajaron para celebrar.

24 DE DICIEMBRE DE 2023 · 08:00

James Handley, Unsplash,luces
James Handley, Unsplash

Para mí el arbolito de Navidad, los días de la semana y otros elementos culturales, en un sentido, son intrascendentes, lo importante al abordar estos temas es exaltar a Cristo, destacar su universalidad, y como lo revela la Biblia exponer su señorío y supremacía sobre todas las cosas.

Para mi fuera extraño que la celebración de la fecha escogida para conmemorar el nacimiento de Jesús, independientemente del día que fuera, resultara un día opaco y sin ningún brillo festivo. Se trata del único hombre nacido en el que hasta los ángeles del cielo bajaron para celebrar.

Para mí lo importante es tener la seguridad de que Jesús es el Señor de las horas, de los días, de las semanas, de los meses, de los años y de la historia. En sus diferentes contextos y culturas, las cosas como están las ha dispuesto Dios, así las vivo y las celebro. Gloria a Dios por esto.

Él es el Señor de la Historia y de la cultura.

Jesús no es opaco profeta provinciano de Oriente que proyecta una vida apartada y anónima, envuelto en toda una religión de estrechas y limitadas tradiciones. Jesús encarna un mensaje universal y así lo entendió el Apóstol Pablo y así se ha seguido proyectando en la historia.

Los ritmos musicales autóctonos (merengues, rancheras, ballenatos, tangos, rock and Rol, operas, música clásica, y como es de esperarse, la música judía son elementos culturales desde los cuales alabamos a Dios.

En estos casos cuenta más la actitud que la forma. Son innumerables los elementos de la cultura que hemos redimido para con ellos alabar a Dios y honrar su nombre.

 

‘El Canto de los ángeles’ (Charles Spurgeon)

Los ángeles habían presenciado muchos acontecimientos gloriosos y tomado parte en muchos coros de gran solemnidad alabando a su Creador todopoderoso. Asistieron a la creación: «Cuando las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios» (Job 38:7).

"Gloria en las alturas a Dios y en la tierra paz; buena voluntad para con los hombres" (Luc. 2:14).

Vieron formarse la multitud de planetas en la palma de la mano de Jehová y ser lanzados, por esa misma omnipotente mano, al espacio infinito. Habían entonado himnos solemnes sobre numerosos mundos creados por el Todopoderoso. Habían cantado, no lo dudamos, con frecuencia: «La bendición, y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás» (Apoc. 7:12).

Tampoco dudo que su canto hubiese aumentado en fuerza durante el transcurso de las edades. Así como al ser creados, su primer canto fue un suspiro al ver a Dios crear nuevos mundos, se añadió a este canto nueva armonía; se fueron elevando en la escala de la adoración.

Pero esta vez, al ver a Dios descender de su trono, al Creador hacerse criatura y reposar en el seno de una mujer, elevaron aún más la nota, y llegando al límite de la extensión de la música angélica, entonaron las notas más sublimes de la escala divina de las alabanzas y cantaron: Gloria a Dios en las alturas, porque sintieron que a mayor altura no se puede llegar, ni aun la misma bondad divina. Así, el tributo de su alabanza más sublime se rindió al acto más sublime de la divinidad.

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