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El gigante de hierro
Máximo representante de la ilustre escuela británica, Jeremy Irons es uno de los actores más versátiles del panorama actual. No existen rasgos comunes en sus personajes, salvo la intensidad con la que los interpreta. Pero destaca especialmente cuando le tocan personajes elegantes, que en su interior esconden turbios secretos y almas atormentadas. Se le dan especialmente bien los personajes malvados. Su modélica interpretación de Antonio, el comerciante cristiano que pide un préstamo en El mercader de Venecia, ha vuelto a poner de manifiesto que Jeremy Irons se merece un lugar destacado en el Olimpo cinematográfico.
Hijo de un contable, Jeremy John Irons nació en Cowes, un pueblecito de la isla de Wight (Gran Bretaña). De joven, ni siquiera pensaba que acabaría siendo actor. “De adolescente me inquietaba mucho tener que decidir a qué dedicarle el resto de mi vida”, ha revelado el actor. Lo primero que pensó fue en dedicarse a la música y formó un grupo de rock, en el que tocaba la batería. Finalmente, acabó iniciando la carrera de veterinario en la facultad, pero lo dejó para matricularse en la escuela de actores de Melbourne. “Acabé dedicándome a la interpretación porque siempre quise vivir fuera del mundo real. Era una profesión ideal para mí, porque me gusta mucho trabajar intensamente en una cosa, con un grupo de gente, pero sólo durante un breve período de tiempo”, ha dicho Irons. Nada más finalizar sus estudios, se incorpora al Bristol Old Vic Theatre, un grupo de teatro donde representa obras de Shakespeare. Durante su estancia en esta formación se enamoró de otra de las actrices, Sinead Cusack, hoy su esposa con la que tiene dos hijos. Debuta en la gran pantalla en 1980, en Nijinsky, biopic del famoso bailarín que pasó desapercibido. Pero al año siguiente, Irons se convirtió en una celebridad a nivel mundial tras el éxito de la serie televisiva en once episodios Retorno a Brideshead, acertada producción británica –de hecho una de las obras maestras de la historia de la televisión que adaptaba la magistral novela de Evelyn Waugh. A pesar de la enorme repercusión de este trabajo, el intérprete intentó que la fama no se le subiera a la cabeza. “La fama te daña a ti y a los que te rodean, por eso prefiero que mi vida sea lo más privada posible”, ha declarado Irons.
Nunca dejó el teatro, e incluso obtuvo un premio Tony –el más prestigioso galardón de la escena estadounidense– por su trabajo en The Real Thing, representación de Broadway en la que compartía los escenarios con Glenn Close. En cine, Irons interpretaba cada vez personajes más complejos, como el actor romántico enamorado de su compañera de reparto, Meryl Streep. en La mujer del teniente francés, los dos gemelos contrapuestos de Inseparables, de David Cronenberg, o el padre Gabriel, jesuita español comprometido con los derechos de los nativos de Brasil, en La misión, que le valió una nominación al Globo de Oro. Ganaría este premio y el Oscar al mejor actor por El misterio Von Bulow, donde interpretó su papel más valorado, como el ambiguo y cínico sospechoso de haber asesinado a su mujer.
Una vez reconocido su prestigio por la Academia de Hollywood, la carrera de Irons se volvió más irregular. Desde ese momento, el actor se ha dedicado a combinar papeles difíciles en producciones arriesgadas con trabajos en películas comerciales que le engordan los bolsillos. Pertenecen al primer grupo sus interpretaciones en Kafka y El país del agua, donde compartía el protagonismo con su mujer. En la otra categoría encajan sus acertadas composiciones del terrorista vengativo de Jungla de cristal. La venganza, que dejó un magnífico sabor de boca, y su interpretación de Aramis, el mosquetero reconvertido en sacerdote de El hombre de la máscara de hierro. Y aunque ha trabajo con varios de los directores de mayor prestigio del panorama mundial, como Louis Malle (Herida), Bernardo Bertolucci (Belleza robada) y Franco Zeffirelli (Callas Forever), no siempre le ha ido bien, pues también tocó fondo con los malvados y planos personajes de Dungeons and Dragons y La máquina del tiempo.
En los últimos años, Irons se prodiga más que nunca en la pantalla. Le vimos en la citada El mercader de Venecia, como marido infiel en la estupenda Conociendo a Julia y como Tiberias, consejero del rey, en El reino de los cielos. Aún no se ha estrenado en España Casanova, de Lasse Hallström, donde interpreta un breve papel, ni el telefilm histórico Elizabeth I. Prefiere no pensar en el mañana –“la única forma de hacer reír a Dios es contarle tus planes para el futuro”, ha declarado–. Pero está claro que seguirá triunfando, pues ha terminado el rodaje de Inland Empire, la última paranoia de David Lynch y de una versión televisiva de El fantasma de la ópera, en la que interpreta al fantasma. Actualmente está rodando Eragon, película de dragones y aventuras fantásticas en la que comparte la pantalla con John Malkovich.