El destino (en el caso de que algo as� exista o tenga sentido) hab�a dispuesto para Fran�oise Dorl�ac una existencia de caramelo desde el momento en que una respetada pareja de actores, Maurice Dorl�ac y Ren�e Deneuve, salieron con ella en brazos del paritorio del Hospital General de Par�s el 21 de marzo de 1942.
Todo en casa era lumbre de escenario. Felicidad compensada. Intensidad interpretativa. Cadencia de buen gusto y muestra de ese refinamiento franc�s que hace de sus c�micos una estela con pedigr�, como hijos de Moli�re. La p�rvula Fran�oise aprendi� a caminar descalza sobre una alfombra de textos de Racine, Corneille, Beaumarchais, F�nelon, Voltaire, Dumas o Jules Renard mientras sus padres se daban el pie de una escena a otra declamando en el sal�n.
La ni�a ten�a ya el alma rozada por el teatro cuando a los 10 a�os interpret� su primer papel. Estaba situada de cara en el �nima de ca��n que la lanzar�a directamente al centro del oficio con una fuerza ins�lita para aquella se�orita de esqueleto fr�gil, insegura, bella y port�til como un llavero, con rostro de pez abisal (quiz� por la inc�gnita de unos ojos vivos y hondos). Antes de ingresar en el fervor�n de la adolescencia se aupaba ya sobre un car�cter inflamable que alcanz� el cl�max a los 15 a�os, cuando sus hormonas entraron en erupci�n y Fran�oise se encampan� del lado opuesto a las convenciones de su notable familia de actores. Contraria a lo que en casa esperaban de ella, comenz� a desbarrar en el liceo hasta que logr� el alt�simo galard�n de ser expulsada, que era algo as� como la Legi�n de Honor para una muchacha con sed de vida propia.
A los pocos meses de recibir la invitaci�n de abandonar las aulas por su indomable car�cter, pap� la matricul� en la escuela de arte dram�tico de Raymond Girard y poco despu�s en el Conservatorio de Arte Dram�tico, donde estudi� entre 1957 y 1961. La belleza se iba apoderando de ella a la vez que atra�a los espermatozoides de esos alevines de actor que se miraban a lo lejos en los retratos de Fran�ois Joseph Talma. Con la rebeld�a como �nico dios verdadero, Fran�oise Dorl�ac fue espigando sostenida por unas caderas de mucho bamboleo. Ten�a algo de milagro hembra que dejaba atr�s a los chicos de su edad para buscar amparo en el cobijo de alg�n hombre mayor, que la acog�a en esa otra biblia que son dos brazos abiertos.
En 1959 participa en la pel�cula 'Les loups dans la bergerie', de Herv� Bromberger, y el mundo comienza a ordenarse a su alrededor con ese desorden de las mujeres hermosas que tienen por segunda piel un fuego perpetuo. Uno de sus profesores, Manuel Rochel, detect� el caudal que tra�a aquella chica que comenzaba a ser libre con zancadas de pie fino y le ofreci� el papel de Gigi, el principal en la pieza de Colette, que se estren� en 1960 en el Teatro Antoine de Par�s. Algo empezaba a tener sentido y Dorl�ac suena ya en los tugurios agrios de la noche como la revelaci�n que empezaba a ser. Su misterio sofisticado hace nido a la vez en los salones de alta costura cuando Christian Dior la contrata de maniqu�, cifrando en esa mocita de 19 a�os la nueva pasi�n colectiva por una mujer menuda que posaba de frente con la algarab�a de quien sabe mirar al otro como si lo amara definitivamente.
la belleza se iba apoderando de ella a la vez que atra�a los espermatozoides de alevines de actor
La existencia de Fran�oise se acelera entonces irremediablemente. En dos a�os rueda tres pel�culas m�s: 'Todo el oro del mundo', de Ren� Clair; 'El golpe de las puertas', de Michel Fermaud; y 'Arsenio Lupin contra Arsenio Lupin', de Edouard Molinaro. Poseer una personalidad insumisa es una suerte que hay que merecer y Dorl�ac hab�a nacido con ese don de ir por la vida en direcci�n contraria, atendiendo s�lo a los ramalazos de su explosiva jurisdicci�n. Ya con lugar propio en una fabulosa generaci�n de actrices francesas (Bernadette Laffont, Anna Karina, Anne Wiazemsky, Jane Birkin y Marie Laforet), Fran�oise se empe�� en empujar a su hermana peque�a, Catherine, para que participase de la fiesta. Catherine era 18 meses menor y hab�a adoptado t�midamente el apellido de la madre para presentarse como actriz: Catherine Deneuve. De una belleza g�lida, muy bien alineada con el esp�ritu de ese cine de intelectuales con jersey negro de cuello vuelto que se present� bajo el lema de nouvelle vague. Deneuve no era ni tan tr�gica ni tan dada a la s�stole de un coraz�n racial como el de Fran�oise, aunque funcion� como una segunda explosi�n de la misma familia.
Es en 1964 cuando Fran�oise da el mejor agudo de su iniciaci�n. Philippe de Broca extrae de ella esencias tremendas en 'El hombre r�o' y a la vuelta del rodaje en Brasil aparece Fran�ois Truffaut con una apuesta de mucho tonelaje: el papel de Nicole en 'La piel suave'.
Quiz� fue Truffaut el hombre que mejor entendi� las aristas platerescas de Dorl�ac y sin duda fue Truffaut quien mejor la encuadr�. Quien mejor la am�. Quien comprendi� su complejidad y le ense�� a explorar hasta el fondo sus sentimientos m�s sutiles. Era 10 a�os mayor que ella y se convirti� en su faro de costa. Les uni� la pasi�n por los libros y un mutuo deseo irrefrenable que convirti� su relaci�n en una extra�a obra de arte. Hab�a en ella una constante oferta en la mirada cuando lo miraba. Era como si entre los dos se diera el v�rtigo constante de una inminente huida, esa excitaci�n de las pasiones furtivas que empujan a dejarlo todo y recomenzar, como si el escapismo fuese la �nica raz�n posible del deseo. Un hombre m�s mayor, como Truffaut, sab�a que era ella misma el precio a pagar por tanta excitaci�n. Una mujer as� ten�a fuerza de sobra como para dar vida a todo lo que se acercara al recinto de su intimidad.
Despu�s lleg� Polanski y 'Cul-de-sac'. Y m�s tarde Jacques Demy para juntar a las dos hermanas en 'Las se�oritas de Rochefort'. La dupla funcion�. Ambas derrochaban glamour: una (Fran�oise) con un sabroso punto de infierno, la otra (Catherine) con algo de enigma polar. Se estaban apropiando del alma de los j�venes m�s insomnes de aquel Par�s que comenzaba a ensayar soflamas para el aquelarre inminente de Mayo del 68. El �nimo suburbano de Dorl�ac era capaz de convertir cualquier d�a en un espect�culo s�lo por verla caminar.
Un hombre mayor como truffaut sab�a que era ella misma el precio a pagar por tanta excitaci�n.
Era una mujer dispuesta para el triunfo al que el destino (en el caso de que algo as� exista o tenga sentido) apunt� a la m�s alta de las derrotas. El 26 de junio de 1967, Fran�oise alquil� un coche en Niza para ir al aeropuerto y embarcar en un avi�n a Par�s y de all� viajar a Londres, donde deb�a completar su trabajo en la pel�cula 'Un cerebro de un bill�n de d�lares'. A 10 kil�metros de su destino, el coche sali� de la carretera y se incendi� con ella dentro. Ten�a 25 a�os.
Catherine Deneuve entr� en la nube negra del luto por largo tiempo. Pas� 30 a�os sin referirse a su hermana, hasta que desanud� el da�o junto al novelista Patrick Modiano en un libro de voluntad exorcista, 'Se llamaba Fran�oise'. "Su cara, su peque�a nariz, sus pecas, su risa, su voz. Sobre todo su voz. Cuando la oigo aparece en m� inmediatamente. La voz de Fran�oise es como un perfume, es algo realmente muy tenaz, que cada vez reabre una herida que jam�s se cerrar� por completo".
A Truffaut le dieron la noticia durante el rodaje de 'La novia vest�a de luto', no muy lejos del lugar del accidente. Cuentan que el llanto del director son� con un aullido. Y con la media estocada en el pecho escribi� en 1968 un hermoso texto para 'Cahiers du Cinem�': Se llamaba Fran�oise.... Sab�a que aquel cad�ver humeante arrasaba con el �nico animal de una especie que s�lo contaba con un ejemplar. Y eso no hay quien lo asuma. M�s a�n si fuiste t� el amante de algo tan excepcional.
