POLÉMICA SAN ISIDRO | El revisionismo de lo castizo explota en San Isidro: "Queremos verbenas migrantes, 'queer' y jóvenes, no sólo tradicionales"

FOLCLORE

El revisionismo de lo castizo explota en San Isidro: "Queremos verbenas migrantes, 'queer' y jóvenes, no sólo tradicionales"

Ahora todos quieren ser chulapos: las ventas en tiendas castizas crecen este San Isidro gracias a los jóvenes

Chulapas modernas vestidas con modelos de Carmen 17.

Chulapas modernas vestidas con modelos de Carmen 17. / Bárbara Lanzat

Ana Ayuso

Ana Ayuso

La capital de España ha vivido durante años acomplejada por unas tradiciones que parecía quedaban relegadas a un sector de la población más conservador y con más parné, que diría un castizo de Madrí. Pero durante las fiestas de San Isidro, que se están celebrando en paralelo a la publicación de este reportaje, han invadido la Pradera, Las Vistillas o El Matadero jóvenes -especialmente de la Gen Z (1995-2000) y en adelante- que han resignificado las fiestas patronales de Madrid.

Ya decía Jorge Pertiñez, de la tienda donde se venden trajes de chulapo que lleva por nombre su apellido, en un reportaje anterior publicado en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, que "ya empezamos a ver el año pasado que nos compraba mucha gente de un perfil que no era el habitual. Normalmente, venían clientes de 60 o 70 años, pero, en 2023, vino gente muy joven, de 18, 20, 25, 30 años". Son la gente de esas edades y otros ciudadanos, muy unidos a la vida popular y de barrio, los que han desperezado a unos santos de Madrid adormecidos durante años.

San Isidro Labrador se dedicaba al campo y sirvió en la casa de los Vargas, un palacete situado en Casa de Campo, lugar en el que también cocinó y limpió santa María de la Cabeza, su mujer. Las chulapas originales vivían en Lavapiés y en La Latina en el sigo XIX. Ellas eran planchadoras de las Cavas, fruteras, cigarreras, lavanderas, floristas y modistas. Ellos, los chulapos, se entretenían con asuntos menos legales.

No eran la única tribu urbana de la época. Los chisperos y las chisperas habitaban en los barrios de Barquillo, San Antón y Maravillas (actual Malasaña o barrio de Universidad) y se les llamaba así porque eran herreros. Fueron un recurso clave en la defensa de Madrid contra la ofensiva francesa durante la Guerra de la Independencia. Los majos y majas de Maravillas también formaban parte del pueblo llano: carpinteros, taberneros, comerciantes, zapateros. El barrio de Lavapiés se llenó de Manueles, nombre que le ponían los judíos conversos a sus hijos para remarcar su cristianismo tras la expulsión de sus correligionarios, decretada por los Reyes Católicos.

Una de las tribus urbanas que mayor peso tuvo en el Madrid del siglo XIX y comienzos del XX fue la que nutrían las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de la calle Embajadores. De ellas se decía, según indica Victoria Gallardo Romera, periodista y autora del libro Fuimos indómitas (La Librería, 2021), una obra dedicada a los oficios desaparecidos de las mujeres de Madrid, que eran "la aristocracia" de la clase obrera, pues contaban con un jornal seguro y con un escalafón en el que ingresaban como aprendizas y podían llegar a ascender hasta maestras de taller. "Junto a ellas, lavanderas, planchadoras, costureras, aguadoras, castañeras o verduleras eran otras de las ocupaciones habituales. Muchas de las mujeres que desempeñaban estas profesiones eran cabeza de familia: madres solteras o viudas cuyos maltrechos salarios eran los únicos que entraban en el hogar". Eran las que peleaban por el jornal.

A pesar de tratarse de trabajos "mal considerados y peor pagados", señala la autora en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, "en la precarización de muchos de estos oficios arraigaron lazos de sororidad muy profundos: cigarreras que pagaban el entierro de la compañera que fallecía o los medicamentos de la que enfermaba, castañeras que cuidaban el puesto de la que se ausentaba, costureras que arrimaban el hombro para que un encargo de última hora no obligase a ninguna de ellas a pasar la noche en vela...".

Expresa que "era muy común ver participar a las cigarreras en todo tipo de meriendas y verbenas. Lo mismo sucedía con las costureras y modistas, que también visitaban cada 13 de junio la ermita dedicada a san Antonio, participando luego en los festejos que solían organizarse en torno a esa fecha". Pese a lo que sugieren algunas crónicas de la época, "la intención era divertirse, no pedirle un novio al santo, como ellas mismas desmienten"

Pueblo llano contra la élite afrancesada

Todas las tribus castizas nacían, orgullosas de su condición obrera, en contraposición a la élite afrancesada y lo chulapo entró al folclore madrileño a través de las zarzuelas. Algunas personas se han preguntado estos días, en conversaciones privadas y en redes sociales cuál es el porqué del resurgir del sentimiento madrileño y dónde nace una ampliación del mismo que no excluye a nadie por sexo, origen o poder económico.

Sofía Nieto es una de las fundadoras de Carmen 17, un taller que, entre otras prendas, confecciona trajes modernos de chulapa desde 2017. Indica que su "referencia de raíz es la ropa de las mujeres trabajadoras del siglo XIX del barrio de Maravillas, de las cigarreras, de las costureras, de las lavanderas". "Hemos intentado subir el volumen a esa referencia y bajarla al traje típico que ha trascendido más y que se generó en las zarzuelas, que es una caracterización más artificial", expone. 

"Empezamos en 2017, cuando hicimos uno; en 2018, tres; en 2019, tres o cuatro, algo minoritario, siempre para las amigas y como acción social para dinamizar a la gente", refleja. Y esa "acción social" de la que habla Sofía Nieto surtió efecto: "Este año ha sido un megaboom total. Hacemos trajes todo el año, pero desde abril hasta hoy ha venido mucha gente. No hemos hecho aún el recuento pero nos habrán pedido unas 40 o 50 piezas". 

Chulapas con parpusa (gorra) y gabriel (chaleco), confeccionados por el taller Carmen 17.

Chulapas con parpusa (gorra) y gabriel (chaleco), confeccionados por el taller Carmen 17. / Bárbara Lanzat

Nieto y la cofundadora de Carmen 17, Arancha Rodrigálvarez, echaban de menos "las raíces, la vida de barrio, los comercios locales, estar más pegadas al calendario, a San Isidro, a las fiestas, encontrarnos con los vecinos y los amigos en la calle para celebrar y no tener necesariamente que consumir". Y pusieron en marcha este proyecto de indumentaria, que se aleja del disfraz y que da "la mano al folklore y sirve de bisagra para mantenerlo vivo".

Su objetivo es que "las verbenas sean de la gente joven, migrante, queer y todos esos sectores que estaban más excluidos, porque se consideraba la verbena algo muy tradicional, de gente mayor y madrileña, cuando realmente Madrid es un lugar que se compone de muchísimas culturas y formas de vida". 

Folklore contemporáneo

Ellas están contribuyendo a actualizar lo castizo, a traerlo al siglo XXI, a las modernas de eyeliner infinito, gafas de ravera, a las tote bags y a las Birkenstock. En definitiva, a la personalidad de cada vecino que lleva una de sus prendas, "porque, al fin y al cabo, el folclore y la cultura popular se hacen contemporáneamente, y la gente, en su realidad y en su contemporaneidad, genera folklore".

Eso mismo ha promovido Juan Gómez Alemán, director artístico de Juan Gallery, organizador, junto al Ayuntamiento de Madrid, del evento Re-Inventando Chulapas. Iniciar este proyecto, dice, "fue algo muy orgánico". "Nos interesaba mucho el folclore y teníamos una cosita pendiente con la identidad madrileña".

"La gente de mi generación, la de los nacidos en los 80, ha rechazado en muchos momentos las tradiciones, pero yo sí que noto que la Generación Z sí se reencuentra con la tradición, juega con ella y se implica", explica. Los adolescentes y aquellos que aún no han cumplido los 35 años presentan "una relación mucho más sana" con la identidad, "pero nosotros, por la memoria histórica o por lo que sea, estábamos enfadados con nuestros orígenes".

"Los más jóvenes se relacionan con el folclore desde otro lugar", sostiene, y uno de esos lugares es la moda, es el arte. "Nos parecía divertido juntar el folclore con la performance y el diseño, y convocar a jóvenes diseñadores para que hagan propuestas sobre cómo imaginarían un traje de chulapa o de chulapo en el siglo XXI o, incluso, en el siglo XXII", y así lo han hecho. Este miércoles se presentarán en Las Vistillas los diseños de los seis finalistas y un jurado profesional elegirá al ganador.

Juan Gallery y quienes la componen llevan más de un mes evaluando chulapas más sport, que tiran hacia el chándal; otras que beben de las tribus urbanas de los 80, del punk; algunas que buscan la comodidad, pero con presencia y con la vista puesta en los últimos movimientos sociales; propuestas de traje de patchwork reciclado a partir de trozos de otras prendas de chulapa; otro pensado para revolcarse por la Pradera de San Isidro; otro coquette, la actual tendencia de lazos. 

De Madrid o de donde sea, chulapa

"Tenemos esa cosa de que en Madrid realmente nadie es de Madrid, de que todos somos de fuera, y parece que el folclore pasa desapercibido y en algunos momentos se ha dejado de lado. Pero a mí me parece muy divertido jugar con ello", asegura Juan Gómez Alemán. 

Reapropiarse de lo pequeño, de lo simbólico o de lo cotidiano creo que es una forma de reafirmación muy poderosa (y tremendamente bella)"

Victoria Gallardo Romera

— Autora del libro 'Fuimos indómitas'

La moda siempre ha sido un hilo conductor de los sentimientos y anhelos de cada época. "Todos los trajes que hacemos sirven para que sea muy diverso. Los hemos hecho para para gatos auténticos, para madrileños que están aquí desde hace diez años, para gente de otras comunidades que viene para San Isidro y para migrantes que trabajan aquí y que hacen de España su nueva residencia. También gente queer, mujeres con chalecos, trajes de falda y chaleco femenino. El género se diluye mucho en algunos casos y, en otros, se remarca. Cada uno lo que quiera, esa es la premisa", dice Nieto.

Si Sara Montiel tuviese 24 años ahora mismo, no sería La Violetera, sino una chulapa raxeta (choni trapera) o coquette (un estilo mucho más dulce centrado en los lazos y encajes), por ejemplo. LaBibitchess, maquilladora que se autodefine como "folclórica yeyé", y Eme de Amores, influencer, han sabido transmitir este sentimiento a través de sus redes sociales.

"Nos damos cuenta cómo la gente joven maneja el lenguaje de las redes y es superbonito ver cómo ponen el foco en el folclore, en hacer las cosas con respeto y en generar una red, tanto de comercios locales como de vecindad, de ilusión por juntarse en la Pradera y que haya mucha participación mediante la indumentaria", argumenta Sofía Nieto.

Y todo movimiento tiene también su respuesta política, ya sea por contraposición al madrileñismo más ligado a lo español o por dar importancia a la propia identidad local. "El año pasado vinieron los de Más Madrid, Rita Maestre, Mónica García o Eduardo Rubiño a hacerse prendas", con las que luego se pasearon por la Pradera de San Isidro a las puertas de las elecciones, recuerda la cofundadora de Carmen 17.

Mónica García, Rita Maestre y Eduardo Rubiño, vestidos de Carmen 17.

Mónica García, Rita Maestre y Eduardo Rubiño, vestidos de Carmen 17. / EUROPA PRESS

Sofía Nieto y Arancha Rodrigálvarez no se sentían "apeladas por las fiestas de nuestro pueblo", pero, tras su "ejercicio" en el taller, lo han conseguido. Ya lo hizo Rosa Arranz, una modista que en 1928 puso en marcha "una campaña para movilizar a sus compañeras de gremio e impedir que el mantón típico cayese en desuso, animándolas a vestirlo", dice Victoria Gallardo.

"Casi un siglo después, vemos a una nueva generación de chulapos y chulapas que lucen por San Isidro parpusas y claveles. Creo que en ese gesto hay algo de reivindicación. De recuperar la tradición y de jugar con la costumbre", apunta. Parece una respuesta a que "hoy las mercerías se vean suplantadas por las grandes cadenas. Las pequeñas salas de cine, por plataformas". "Reapropiarse de lo pequeño, de lo simbólico o de lo cotidiano creo que es una forma de reafirmación muy poderosa (y tremendamente bella)", concluye.

Y recuerden que el día de San Isidro no se lleva el traje de chulapa, sino el de goyesca, pero hagan lo que quieran.