Una estafa celestial (2021), de Scott Brignac

Micah y Rachel no han tenido una vida fácil. Su padre les abandonó en la cuna, mientras que su madre murió cuando tenían ocho años. Ahora se ganan la vida con continuos hurtos y estafas. Cuando el mafioso Vaughn reclama a Micah una enorme cantidad de dinero, los hermanos deben poner en marcha un complejo plan para desplumar a Ben, que se hizo millonario tras vender su empresa tecnológica por un pastizal, y guarda las ganancias en su residencia. No logra superar el fallecimiento de su hija, así que tratarán de convencerle de que gracias a ellos podrá tener una conversación con Dios.

Scott Brignac, con unos pocos títulos completamente desconocidos en su filmografía, escribe y dirige una comedia dramática con un punto de partida, que promete mucho humor, una ingeniosa historia de timadores al estilo de El golpe, e incluso alguna reflexión teológica al hilo del argumento, que gira en torno al sentido del sufrimiento, ya que la víctima de los hermanos quiere entender por qué Dios permite que ocurran cosas malas. Con esta premisa, Ingmar Bergman habría hecho maravillas.

Por desgracia, al desarrollo le falta ingenio, resulta repetitivo, y peca de incoherente, pues por ejemplo no se entiende por qué la hermana, Rachel, siente reparos morales por el timo que están a punto de realizar, cuando se supone que antes han llevado a cabo acciones deplorables, como recaudar dinero para niños enfermos que no existen. Tanto Hannah Kasulka (Rachel) como Luke Benward (Micah) demuestran tener cierto talento, pero les han tocado personajes planos, sin que los secundarios tengan tampoco demasiado interés.