CULTURA
Opini�n

La guerra de los 80 a�os y el mito fundacional de Holanda

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Alegor�a de Federico Enrique de Orange-Nassau como David, en la pintura de Jacob Gerritsz Cuyp.

En el empe�o, todav�a incierto por las dificultades de financiaci�n, de rodar un documental sobre la pervivencia de la leyenda negra, acudimos el equipo de rodaje de J. L. L�pez Linares y quien esto escribe al Rijksmuseum de �msterdam. All� una gran exposici�n celebra el 450 aniversario del conflicto que se conoce popularmente como la Guerra de los 80 a�os. Hemos esperado semanas para obtener el permiso de rodaje y lo primero que nos llama la atenci�n es que el cat�logo est� disponible s�lo en neerland�s. No hay siquiera una versi�n en ingl�s, algo chocante en estos tiempos.

Al comienzo una cartela informa de que �la poblaci�n est� profundamente dividida: en 1572 estalla una guerra civil... Cat�licos contra protestantes, mon�rquicos de Felipe contra seguidores de Wilham de Orange. Reina el caos�. A partir de ah� esperar�amos encontrar el relato de una guerra civil. No hay tal. En el muro de enfrente ya est�n representadas las dramatis personae del mito fundacional: Spanish Army por un lado y los Rebels por otro. Extra�a guerra civil que nadie ha contado ni contar� sino como una nota a pie de p�gina, como la exposici�n del Rijksmuseum demuestra hasta la saciedad.

No hay m�s actores en esta dram�tica puesta en escena ni puede haberlos. No se hace ninguna menci�n a los soldados ingleses ni alemanes del h�roe y padre de la patria Guillermo de Orange. Ni al dinero franc�s tampoco. Es una pena porque las guerras se vuelven mucho m�s entretenidas cuando nos ponemos a averiguar qui�n paga, pero este punto de vista es absolutamente anti �pico y se aviene mal con la narraci�n de los mitos fundacionales.

Posiblemente el museo ha llegado tan lejos como pod�a cuando se maneja material tan inflamable. El mito fundacional es una sustancia que no se puede tocar sin las debidas precauciones. Quiz�s a muchos espa�oles les cueste entender esto porque hace ya siglos que los suyos pueden ser insultados o destruidos impunemente. Recu�rdense las estatuas destrozadas de fray Jun�pero Serra o de Col�n en California. Cortarle la cabeza a Col�n es como decapitar el mito fundacional m�s importante de Espa�a, que es el descubrimiento de Am�rica.

Cuando le preguntas al comisario de la exposici�n, el se�or Gijs van der Ham, cuya amabilidad y atenciones agradecemos afectuosamente, por la evidente contradicci�n que existe entre afirmar la existencia de una guerra civil y luego contar una guerra entre Espa�a y los Rebels, contesta con evidente incomodidad, que la exposici�n est� hecha para el gran p�blico holand�s, un p�blico no especializado y que, como tampoco disponen de todo el espacio del mundo, han tenido que ce�irse a algunos aspectos, los esenciales, y dejar fuera otros. Lo que equivale a reconocer que la lucha contra Espa�a (real o supuesta) es lo sustancial, porque sin ella te quedas sin relato �pico. Sin mito fundacional, qu� caramba. Y una naci�n puede carecer de casi todo pero de eso no. Es suicida. Por eso Holanda y el Rijksmuseum celebran el 450 aniversario de la Guerra de los 80 a�os, para contarse y fortalecerse repitiendo a modo de gran ceremonia colectiva el mito fundacional orangista. Pero ni 450 a�os ni 450.000 narrando lo mismo conseguir�n que sea verdad. Nunca hubo una Guerra de los 80 a�os ni esa guerra fue contra Espa�a.

Hay silencios clamorosos que sala a sala asaltan al historiador. Es llamativo que no haya una sola menci�n a los much�simos mercenarios extranjeros que lucharon en el bando orangista, pagados con dinero de Inglaterra, de los pr�ncipes luteranos del Sacro Imperio y de Francia. Pero, mucho m�s grave, por lo que a la propia historia de Holanda se refiere, es el olvido absoluto, la negaci�n del derecho a existir, de cientos de miles de neerlandeses que estuvieron en aquella guerra civil luchando contra la familia Orange-Nassau. Porque el grupo �Alva y los espa�oles� (Ej�rcito espa�ol, soldados espa�oles, b�rcos espa�oles, etc�tera, pero espa�oles) era m�s bien �Alva y los holandeses�.

La historiograf�a oficial convirti� a estos perdedores en no holandeses y los borr� de la existencia. Y el modo en que se est� manejando ahora el mito fundacional orangista demuestra que en el interior de Holanda este asunto est� muy lejos de haberse resuelto de manera justa para aquellos holandeses que fueron derrotados por los Orange-Nassau y sus aliados, aliados cuya presencia interesada en el conflicto explica en gran parte por qu� es el relato orangista el que se ha impuesto.

Por ejemplo. En 1573 hab�a en Flandes 54.000 soldados bajo el mando del Duque de Alba. De ellos s�lo 7.500 eran espa�oles (remito a los trabajos de Van der Hessen, Maltby y G. Parker). La mayor�a, unos 30.000, eran flamencos. Soldados, mandos, gobernadores y maestres de campo como Johann Tserclaes, Jan van Ligne, Jehan Lenin-Li�thard que mand� los tercios en la batallas de Brielle y Haarlemmermeer; Claudius y Gilles van Barlaymont, Anton Schetz, Omer Fourdin, Enrique van der Bergh... Digamos que el Duque, m�s que luchar contra los flamencos, luch� con los flamencos.

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