Cultura

HISTORIA

Joseph Pulitzer: la larga leyenda del periodista que quiso ser excelente

Joseph Pulitzer, retratado en el despegue de su carrera. Im�genes: LIBRARY OF CONGRESS

El centenario de los premios que llevan su apellido revive una de esas historias de superaci�n y rivalidad m�s grandes que la vida

Adem�s de un consumado jugador de p�quer y de ser el padre de la expresi�n Guerra Fr�a, Herbert Bayard Swope fue sobre todo periodista. Trabaj� como corresponsal de guerra del New York World junto a las tropas alemanas durante la Primera Guerra Mundial y en 1917 public� una serie de art�culos bajo el encabezamiento �En el interior del Imperio Alem�n�. Esos reportajes le valieron ser el primer galardonado de la historia con el Premio Pulitzer, el m�s alto reconocimiento del periodismo anglosaj�n, con el que consigui� alzarse en otras dos ocasiones.

Todo el mundo conoce los premios Pulitzer, que el pr�ximo 10 de abril cumplir�n un siglo redondo de existencia y que todos los a�os, desde 1917, se entregan puntualmente en esa fecha. Sin embargo, la mayor�a de la gente desconoce quien fue Joseph Pulitzer, el fascinante personaje detr�s de esos galardones.

H�ngaro de nacimiento, Pulitzer emigr� con 17 a�os a Estados Unidos sin un centavo en los bolsillos y sin saber una palabra de ingl�s. Nada m�s llegar a suelo americano se alist� en el ej�rcito nordista, combatiendo en sus filas durante la Guerra de Secesi�n. Cuatro a�o despu�s, concluida la contienda, se traslad� a vivir a St. Louis, en Missouri. Para sobrevivir, hac�a dos trabajos: uno de ocho horas diurnas y otro de ocho horas nocturnas. De las restantes ocho horas, cuatro las dedicaba a estudiar ingl�s.

Pero eso no bastaba. Por eso, junto a otras 40 personas respondi� a un anuncio en el que se ofrec�a trabajo de jornalero en una plantaci�n de az�car a cambio de pagar una comisi�n de cinco d�lares por cabeza. El grupo consigui� reunir el dinero y parti� en un viaje organizado por el agente hacia la supuesta plantaci�n. A las 3.00 de la madrugada les hicieron bajarse y los dejaron abandonados a unos 60 kil�metros al sur de Saint Louis. Se vieron obligados a regresar a la ciudad caminando. Llegaron tres d�as despu�s, exhaustos y medio muertos de hambre, para descubrir que el agente se hab�a fugado con su dinero.

Un periodista tuvo conocimiento de la estafa y le pidi� a Pulitzer que escribiera un relato en alem�n de esa terrible experiencia para el Westiche Post, un peri�dico que se publicaba en esa lengua. El director qued� tan impresionado por el art�culo de Pulitzer que inmediatamente lo contrat�.

Cuatro a�os despu�s, en medio de la crisis de los peri�dicos, Pulitzer compr� el Westiche Post por 3.000 d�lares. Seis a�os despu�s, en 1878, se convierte tambi�n en due�o de su competidor, el St. Louis Dispatch, un diario en ruinas que adquiri� en una subasta p�blica. Y en 1883, con 36 a�os, gracias a su talento y a su desmesurada ambici�n, se hizo con el New York World, que por entonces tambi�n se encontraba al borde de la quiebra. Hizo un milagro: en pocos a�os consigui� que pasase de vender 12.000 ejemplares a distribuir m�s de 300.000.

El milagro lo realiz� apostando por historias de inter�s humano, cr�menes, desastres, periodismo de investigaci�n y esc�ndalos varios. Y entrando en ese terreno en fiera competencia con el New York Journal de William Randolph Hearst, lo que les vali� a ambos la acusaci�n de populistas y de estar practicando un periodismo sensacionalista en el que se manipulaban las noticias mediante la magnificaci�n. �Pagaba a los implicados para conseguir exclusivas? El t�rmino �prensa amarilla� se fragu� ah�, en medio de esa batalla period�stica.

Un oficio decente

Quiz�s a causa de esas acusaciones, Pulitzer pas� sus �ltimos a�os de vida reflexionando sobre la profesi�n period�stica, empe�ado en hacer de ella un oficio respetable. �Considero el periodismo como la m�s noble de todas las profesiones�, asegur�. En mayo de 1904, en un art�culo que escribi� para la North American Review (la m�s antigua revista estadounidense) resum�a con estas palabras su credo: �Nuestra Rep�blica y su prensa se elevar�n o caer�n juntas. Una prensa apta, desinteresada, generosa, con inteligencia formada para conocer el bien y con el coraje para hacerlo, puede preservar la virtud p�blica sin la cual un gobierno popular es una farsa y una burla. Una prensa c�nica, mercenaria y demag�gica acabar� dando forma con el tiempo a un pueblo tan vulgar como ella misma. El poder de moldear el futuro de la Rep�blica estar� en manos de los periodistas de las futuras generaciones�.

La visi�n de Pulitzer sobre su profesi�n ha quedado plasmada en Sobre el Periodismo, un libro publicado en 2011 en Espa�a por la editorial Gallo Nero en el que se recogen sus inquietudes sobre el papel de la informaci�n en la sociedad. En plena era de la postverdad, el libro de Pullitzer adquiere una especial relevancia.

Pero volvamos a su vida. Tras relanzar el World se convirti� en un hombre rico. Tan rico que lleg� a comprarse el French's Hotel, el hotel situado en el n�mero 99 de Park Row en Nueva York, en el que a�os antes le hab�an negado la entrada por no disponer de los 50 centavos que costaba por noche la habitaci�n. Lo hizo demoler y en su lugar levant� el Pulitzer Building, un rascacielos de 20 plantas y 94 metros de altura que abri� sus puertas en 1890 y se convirti� en sede del World. El edificio ya no existe: en 1955 fue echado abajo para crear un acceso para los coches al Puente de Brooklyn.

Pullitzer trabajaba como una m�quina, d�a y noche. Pero convertir al World en uno de los peri�dicos m�s importantes de EEUU le pas� una abultada factura. Despu�s de cinco a�os de vida fren�tica a pleno rendimiento, se encontraba al borde del colapso nervioso. Empez� a fallarle la vista hasta quedarse completamente ciego. Los m�dicos le ordenaron llevar una vida tranquila.

Pulitzer decidi� entonces exiliarse a bordo del Liberty, un enorme yate blanco hecho a su medida: 96,32 metros de eslora, 1.607 toneladas de peso, color blanco inmaculado con acabados de lat�n brillante y una tripulaci�n de 60 personas. A causa del agotamiento nervioso hab�a desarrollado una espantosa sensibilidad hacia los ruidos: el tintineo de una cucharilla de caf� o el simple gorgoteo del agua al ser vertida en un vaso lo sacaban de quicio, le provocaban un sufrimiento espantoso. �Le he visto empalidecer, temblar y sentir sudor fr�o por ruidos que la mayor�a de las personas a duras penas habr�a notado�, aseguraba su secretario Alleyne Ireland, quien, en 1920, public� un libro maravilloso sobre los �ltimos meses de vida del hombre que a mediados del siglo XIX revolucion� el periodismo. Ese libro lleva por t�tulo Joseph Pulitzer, una aventura con un genio, y en octubre pasado fue publicado en Amazon por primera vez en espa�ol con traducci�n de Jon Rouco.

El Liberty, obviamente, fue construido teniendo en cuenta la b�squeda desenfrenada de silencio por parte de su propietario. El puente de mando, por ejemplo, fue cambiado de sitio para evitar que cuando Pulitzer se encontrara en su biblioteca escuchara las pisadas de los tripulantes. Y cuando ten�a que abandonar el yate y pernoctar en un hotel, sus secretarios hac�an antes una minuciosa inspecci�n, comprobando si las puertas ten�an sistema de cierre silencioso, si las ventana estaban dotadas de doble cristal, si los grifos goteaban... Aun as�, y para evitar la posibilidad de que le tocaran vecinos ruidosos y asegurarse silencio, Pulitzer reservaba en total ocho habitaciones: adem�s de la suya, las dos habitaciones al lado de la misma, las tres de enfrente, la de encima y la de abajo.

Pero ni siquiera en esas condiciones precarias pudo dejar de trabajar. Desde el Liberty, Pulitzer segu�a impartiendo �rdenes al World, adem�s de hacerse leer todos los peri�dicos que ca�an en sus manos. Para ello contaba con seis secretarios, elegidos despu�s de un proceso de selecci�n dur�simo. �Se busca hombre inteligente de mediana edad, ampliamente le�do y viajado, buen marinero, como acompa�ante-secretario para un caballero. Deber� estar dispuesto a vivir en el extranjero. Buen salario�, rezaba el anuncio publicado en el peri�dico por el que Ireland entr� a formar parte del equipo privado de Pulitzer.

Los secretarios ten�an como principal tarea ser los ojos de Pulitzer. �No d� nunca por descontado que un particular sea demasiado peque�o o insignificante para interesarme, no puede saber qu� me interesa. Descr�banme siempre todo con la mayor minuciosidad, todas las nubes en el cielo, todas las sombras en las colinas, todos los �rboles, todas las casas, todos los vestidos, todas las arrugas sobre un rostro. Todo, todo�, le orden� a Ireland cuando este a�n estaba en periodo de prueba.

Durante los 25 a�os que pas� sin vista, los secretarios jugaron un papel fundamental en la vida de Pulitzer. Ten�an que leer todos los peri�dicos y revistas, elegir los mejores art�culos, los que m�s atrajeran la atenci�n de Pulitzer, y estudiar a fondo las cuestiones que se trataban en los mismos, para luego sacar en los desayunos, los almuerzos y las cenas los temas que pudieran excitar la vivacidad intelectual del jefe. Pero tambi�n ten�an que leerle libros, contarle obras de teatro, describirle con todo detalle paisajes, escenarios y personas... Y estar dispuestos a levantarse a las tres de la madrugada, cuando el se�or Pulitzer no consegu�a dormirse y quer�a que alguien le leyera alguna cosa.

El editor del World muri� a bordo del Liberty en la bah�a de Charleston, en Carolina del Sur, el 29 de octubre de 1911. Ten�a 64 a�os.Dej� dos millones de d�lares a la Universidad de Columbia para que abriera la Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo. En su testamento tambi�n dispuso la creaci�n de un premio de periodismo que llevara su nombre y que deb�a gestionar la Universidad de Columbia. Cinco a�os despu�s de su fallecimiento, en 1917, se entreg� por primera vez el premio. Desde entonces, todos los 10 de abril, el d�a que Pulitzer vino al mundo, se concede ese galard�n, que en sus primeros tiempos contaba con cuatro categor�as y que en la actualidad tiene 21.

11 Comentarios

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@yocp #9 c�mo puede usted votar a podemos y declararse patriota si podemos es el mayor peligro hoy en d�a para la soberan�a de Espa�a? Explique el carajal que tiene en la cabeza.

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@tejonnegro #1 La verdadera historia es que la bandera que se puso primero era demasiado peque�a y hab�a una alta autoridad del gobierno de los EEUU de visita a la flota, por lo que el alto mando ordeno hizar una segunda bandera que remplazara la primera. Todo ha sido filmado y el autor de la pel�cula(que no de la segunda foto) muri� unos d�as m�s tarde en una gruta. su cuerpo no ha sido todav�a encontrado.

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Este periodista fue un periodista de verdad,que se inventaba noticias falsas como los de ahora(las famosas fake news)para vender m�s peri�dicos.Utiliz� un repugnante amarillismo junto a Randolph Hearst para que EEUU entrase en la guerra de Cuba y hacer creer que los espa�oles maltrat�bamos a los cubanos.

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Pues este tipo falseo las noticias sobre Cuba para q los USA nos declarasen la guerra en 1898. Muy decente no era...

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@DiegoEmilio #3 Estoy de acuerdo con usted, adem�s quiero a�adir que cuando se publiquen estas malas traducciones en medios espa�oles, se deber�a matizar y eliminar el sesgo publicitario que nos perjudique. Una cosa es la informaci�n patri�tica y propagandista para consumo interno en USA y sus sat�lites, y otra muy distinta, arrojar piedras sobre nuestro tejado. Lo mismo se puede decir de infinidad de reportajes, de origen anglosaj�n, sobre la colonizaci�n de Am�rica, con la Leyenda Negra como argumento. Lo traducen y lo publican tal cual. Lo malo es que ya me he encontrado a muchos espa�oles, normalmente "giliprogres" que se creen esa propaganda "a pies juntillas" Y es que la incultura es muy peligrosa porque se presta a la manipulaci�n.

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Este hombre se luci� en los proleg�menos de la guerra hispanonorteamericana en 1898. Infam� a Espa�a con el caso Maine para "te�ricamente" lograr la independencia de Cuba, para posteriormente traicionar a Cuba y conseguir su "dependencia" de USA hasta que lleg� Fidel.

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..y no se conocen periodistas o jueces..independientes e imparciales..no insistan..justos en sus opiniones o sentencias..