Andréi Chikatilo: el asesino serial y caníbal ucraniano que aterrorizó a la Unión Soviética

Esta es la historia de Andréi Chikatilo, el criminal ucraniano que violó, asesinó y comió a 56 mujeres y niños en la Unión Soviética.

Diciembre de 1978. Los medios de la entonces Unión Soviética comunicaban una noticia que escandalizaría a toda la sociedad: el hallazgo del cuerpo de una niña de nueve años que había sido violada, apuñalada y profanada a las afueras de Rostov. La policía tenía un sospechoso: Andréi Chikatilo, un exprofesor de 42 años que había sido corrido de su trabajo por haber abusado sexualmente de sus alumnos.

A pesar de su personalidad tímida y aparentar ser un hombre de familia ordinario, los antecedentes de Chikatilo y la cercanía de una de sus propiedades al lugar donde había sido encontrado el cuerpo de la menor lo perfilaban como el probable responsable del crimen. Sin embargo, el callado sujeto fue liberado de toda culpa después de su primer interrogatorio.

La comunidad soviética pagó un alto precio por las decisiones de sus autoridades, pues años después Chikatilo se convirtió en uno de los asesinos seriales más sanguinarios de la región. Esta es la historia del infame ‘carnicero de Rostov‘.

¿Quién fue Andréi Chikatilo?

Nacido en octubre de 1936, en el territorio que hoy conforma Ucrania, Andréi Chikatilo creció rodeado de insuficiencias, abuso y traumas provocados por la ausencia de su padre y su hermano mayor, a quien ‘los nazis habían secuestrado para comérselo vivo’, según decía su propia madre.

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Tras una complicada adolescencia, Chikatilo sirvió en el ejército y estudió tres carreras, incluyendo una en lengua y literatura rusa. En 1971, el joven miope que había mojado la cama hasta los 12 años y era incapaz de sostener una erección se convirtió en maestro, profesión que desempeñó hasta 1974, después de que un grupo de estudiantes lo acusaran de haber abusado sexualmente de ellos.

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Durante un par de años, Andréi se mantuvo lejos de problemas. Se casó, inició una familia y fortaleció sus actividades en su localidad y dentro del Partido Comunista. Todo cambió, la noche del 22 de diciembre de 1978. Según confesó él mismo, se encontró a una niña de nueve años de edad mientras caminaba en la calle y la convenció de acompañarlo a una cabaña. Allí la atacó sexualmente, la apuñaló en el estómago y profanó su cuerpo. El librarse del delito con éxito lo motivó a repetirlo en algún momento. Y así lo hizo.

Los crímenes del ‘carnicero de Rostov’?

El primer asesinato de Andréi Chikatilo fue atribuido a otro criminal sexual de la zona, lo que permitió que el ucraniano pudiera vivir su vida sin mayores preocupaciones. También abrió la puerta a una carrera llena de delitos atroces.

En 1981, el exprofesor asesinó a Larisa Tkachenko, una prostituta de 17 años que se había burlado de su impotencia sexual. Consta en registros que Chikatilo estranguló a la mujer, mordió su garganta, le cortó los senos, se comió sus pezones y eyaculó sobre su cuerpo inerte. Al descartarse una investigación exhaustiva debido a la actividad profesional de Tkachenko, Andréi quedó libre.

SERGEI KUZNETSOV / AFP

Durante los siguientes años, el hombre continuó con su oleada de asesinados y vejaciones sexuales contra niños, niñas y mujeres. Acuchilló y le mutiló los ojos a una adolescente; asesinó a un niño de 9 años al que le cortó los testículos; apuñaló y le extirpó el intestino delgado a una niña de 10 años; violó y mató a una docena de mujeres adultas a las que les arrancó el útero. La violencia contra los cuerpos de sus víctimas, a las que practicaba actos de sodomía y canibalismo, le valió que los medios lo conocieran como ‘el carnicero de Rostov’.

¿Qué pasó con Andréi Chikatilo?

Andréi Chikatilo fue detenido por la policía en 1984 pues encajaba en el perfil del feroz asesino y violador serial que había atemorizado a la Unión Soviética. Sin embargo, no se le pudieron imputar cargos gracias a que la única muestra que se tenía del ‘carnicero’ no coincidió con el tipo de sangre de Chikatilo.

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Pasaron 6 años para que el asesino volviera a actuar con confianza. El 6 de noviembre de 1990, Chikatilo fue detenido por la policía en una región boscosa. Dejaron constancia de su breve arresto y lo dejaron ir. Horas más tarde encontraron el cuerpo de una chica que había sido asesinada recientemente. Sobre ella había una muestra fresca de esperma y sangre. La policía finalmente tenía al ‘carnicero de Rostov’ contra las cuerdas.

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El 20 de noviembre de ese mismo año, la KGB detuvo a un anciano Andréi Chikatilo. Tras siete días de interrogatorios, el hombre confesó sus crímenes e incluso llevó a las autoridades a donde había enterrado 3 cadáveres que aún no descubrían. Previo a su juicio afirmó tener una enfermedad mental que lo obligaba a buscar el placer mediante el asesinato y la búsqueda de sangre.

“En los actos sexuales perversos experimentaba una especie de furor, una sensación de desenfreno”, se lee en su declaración. “No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente y alma durante largos periodos”.

El rostro del ‘carnicero de Rostov’

Si bien su defensa intentó alegar problemas emocionales y psicológicos, el caso estaba más que armado en su contra. El 15 de octubre de 1992, Andréi Chikatilo fue condenado a la pena de muerte, acusado de haber asesinado a 53 personas.

Días antes de su cumplir su destino, el hombre ofreció una serie de entrevistas periodísticas en donde abordó su carrera criminal con calma, a veces sonriendo. La tranquilidad que esbozaba Chikatilo contrastaba con la forma en la que –él afirmaba– había terminado con la vida de 56 mujeres, niñas y niños.

El 14 de febrero de 1994, ‘el carnicero de Rostov’ fue llevado a una sala aislada de la prisión donde vivía. Ahí, siguiendo las leyes de la nueva Rusia, fue ejecutado de un tiro en la cabeza. Después, las autoridades le dieron un mejor destino que el que Andréi le había dado a sus víctimas: lo sepultaron en una tumba sin marcar. Lo condenaron al olvido. Lo devolvieron al infierno.

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