Imperio Romano

Constantino, la conversión del emperador

En vísperas de la batalla del puente Milvio, Constantino tuvo una visión que le prometía la victoria si adoptaba la fe cristiana; ese fue el inicio de la cristianización del Imperio romano.

El emperador cristiano

El emperador cristiano

Cabeza colosal de Constantino en los Museos Capitolinos de Roma; perteneció a una estatua sedente de mármol del emperador de 12 m de altura y adornaba la Basilica Nova del foro de Roma.

Michele Falzone / AWL Images

Uno de los acontecimientos más decisivos de la historia de Occidente ocurrió en octubre del año 312 d.C. a las afueras de Roma: la conversión del emperador Constantino al cristianismo. Hasta entonces, los seguidores de esa fe en el Imperio romano eran una minoría, estaban perseguidos y se reunían clandestinamente en casas particulares. Tan solo unas décadas después del acto de Constantino, el Imperio se había llenado de iglesias imponentes, mientras que algunos de los templos más emblemáticos de la Antigüedad yacían en ruinas, despojados de sus preciados tesoros. 

 

Crismón

Crismón

Relieve de mármol con un crismón o monograma de Cristo. Siglo IV. Museo Pío Cristiano, Vaticano.

Scala, Firenze

Constantino vivió entre finales del siglo III y comienzos del IV, una época muy difícil para Roma. Tras décadas de constantes conjuras palaciegas, guerras civiles e invasiones bárbaras, el emperador Diocleciano (284-305) intentó estabilizar el Imperio con un sistema de gobierno conocido como tetrarquía, por el que la administración y la defensa del territorio se repartían entre cuatro monarcas: él mismo y Maximiano como «augustos», y dos «césares» de rango inferior, Galerio y Constancio Cloro. Con el mismo objetivo, Diocleciano impulsó una política religiosa basada en la defensa del paganismo que desembocó en duras persecuciones contra los cristianos, a los que se veía como una amenaza a los valores tradicionales de Roma. 

 

Los primeros tetrarcas

Los primeros tetrarcas

Los primeros tetrarcas

Esta escultura de pórfido que hoy puede verse en una esquina de la basílica de San Marcos en Venecia, adonde llegó desde Constantinopla, representa a los cuatro primeros tetrarcas del Imperio: Diocleciano, Maximiano, Galerio y Constancio.

Francesco Turio Bohm / Bridgeman / ACI

La lucha por el poder

El futuro emperador Constantino fue hijo del césar Constancio Cloro y de una concubina llamada Helena. Al cabo de unos años, su padre se separó de Helena para casarse con la hijastra del augusto Maximiano, con la que tuvo otros seis hijos. El joven Constantino quedó así relegado a un segundo plano en la corte de Diocleciano en Nicomedia (Izmit). Pese a ello, tuvo ocasión de demostrar su valía en el campo de batalla, interviniendo a las órdenes de Galerio en diversas campañas en Persia y Sarmacia, y gracias a ello pudo mantener viva su ambición por llegar al gobierno. 

 

Catacumbas de San Calixto, Roma

Catacumbas de San Calixto, Roma

Interior de la cripta de los papas, en las catacumbas de San Calixto, en Roma, con las sepulturas de nueve pontífices de entre los siglos III y IV.

Dagli Oriti / Aurimages

Cronología

El primer emperador cristiano

272

Nace Constantino, hijo del tetrarca Constancio Cloro y su concubina Helena, en Naissus, en la Dacia Mediterránea.

306

A la muerte de su padre, Constantino es proclamado augusto por las tropas, pero Galerio lo rebaja a césar.

312

Tiene lugar la batalla del puente Milvio. La noche anterior, Constantino tiene un sueño y se convierte al cristianismo.

313

Constantino promulga el edicto de Milán, por el cual se declara la libertad de culto en todo el territorio del Imperio.

324

Tras la batalla de Crisópolis, Constantino se convierte en único soberano de todo el Imperio romano.

330

Tiene lugar la «inauguración» oficial de la ciudad de Constantinopla como nueva capital imperial.

337

El emperador Constantino muere en la ciudad de Nicomedia, poco después de recibir el bautismo cristiano.

 

En 305, tras la abdicación de Diocleciano y Maximiano, Constancio Cloro se convirtió en augusto junto a Galerio. Un año más tarde, cuando Cloro murió de enfermedad mientras combatía a los pictos en Escocia, los soldados proclamaron augusto a su hijo Constantino. Galerio, sin embargo, tan solo aceptó su nombramiento como césar, dignidad menor que la de augusto.

En los años siguientes, Constantino se alineó con Galerio en la lucha contra un enemigo común: Majencio, hijo del antiguo augusto Maximiano, quien en 306 lideró otro alzamiento militar que lo aupó al poder en la misma Roma. Galerio puso sitio a Roma para capturar a Majencio, a quien consideraba un usurpador, pero aquel resistió. Por su parte, Constantino se mantuvo al frente de las campañas de Roma contra los germanos en la frontera del Rin. En 312, tras la muerte de Galerio, decidió cruzar los Alpes y pasar a Italia para poner fin al desafío de Majencio. 

El rival de Constantino

El rival de Constantino

El rival de Constantino

Majencio, hijo de Maximiano, se hizo con el poder en Roma desde el año 306 hasta su derrota por Constantino en 312. Bajo estas líneas, efigie de Majencio en el anverso de una moneda de bronce. 

Aurimages

Lucha sobre el Tíber

Como de costumbre, antes de la batalla decisiva ambos contendientes consultaron a los dioses. Majencio echó mano de los oráculos de Apolo contenidos en los llamados libros sibilinos y, al ser favorables, decidió librar el combate en las afueras de Roma. Por su parte, Constantino miró hacia el cielo en busca de un presagio. Fue entonces cuando, sobrepuesto al astro rey, vislumbró «un trofeo en forma de cruz» con una inscripción que decía hoc signo vincas, «con este signo, vencerás» El símbolo en cuestión era el crismón, que consistía en el monograma formado por las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego, X (ji) y R (rho).

 

El poder del dios del Sol 

El poder del dios del Sol 

El poder del dios del Sol 

En su juventud, Constantino adoró al Sol Invicto, representado como un joven con corona radiada y una clámide sobre los hombros. En la imagen, disco de plata de esta divinidad. Siglo III.

Aurimages

Esa misma noche, el emperador vio en sueños a Jesucristo que le ordenaba que usara ese símbolo en las batallas contra sus enemigos. Constantino mandó grabar el crismón en escudos y cascos, así como en el estandarte imperial en el que sustituyó el águila que lo coronaba por el monograma cristiano. A continuación marchó contra las filas del enemigo, dispuestas frente al río Tíber, a la altura del puente Milvio. Allí, Constantino logró un resonante triunfo sobre Majencio, victoria que no dudó en atribuir al Dios de los cristianos.

 

Monograma

Monograma

Monograma de Cristo con dos palomas. Copia del relieve de la lápida original. Museo de la Civilización Romana, Roma. 

ACI

Se ha discutido mucho si la conversión de Constantino fue un suceso tan repentino como se presenta en los textos de su época, especialmente en la biografía del emperador escrita por Eusebio, obispo de Cesarea. Se sabe que anteriormente Constantino, igual que su padre, había sido seguidor de un culto al dios Sol: el Sol Invicto. Síntesis de diversas divinidades solares orientales, el Sol Invicto aparecía como modelo de una realeza victoriosa y se convirtió en objeto de culto en la religión estatal del gobierno romano bajo el emperador Aureliano (270-275). Esto no debió de impedir que Constantino tuviera relaciones con los cristianos, que eran especialmente numerosos en Oriente y llegaron a ser influyentes incluso en los círculos imperiales. No sabemos cuál fue su actitud ante las persecuciones contra los cristianos que desencadenaron tanto Diocleciano como Galerio, en las que incluso fueron arrestados y torturados miembros de la corte. El apologista cristiano Lactancio es el único autor que asegura que, en los años anteriores a su proclamación como emperador, Constantino había tomado medidas para «devolver a los cristianos sus cultos y su Dios». En todo caso, es probable que el sueño premonitorio del puente Milvio fuera para Constantino una revelación, de la que extrajo la íntima convicción de que había sido escogido por Dios para asegurar el triunfo del cristianismo.

Arco de Constantino

Arco de Constantino

Arco de Constantino

En el año 315, el emperador Constantino erigió este arco triunfal junto al Coliseo para conmemorar su victoria sobre Majencio en el puente Milvio.

Sean Pavone / Getty Images

Emperador en solitario

Constantino mostró de inmediato su determinación de favorecer la religión de Cristo. El emperador entró triunfante en Roma, donde fue aclamado por el Senado. Pero allí el paganismo seguía siendo la religión de una gran mayoría de la población, por lo que no podía ir pregonando su nueva fe y menospreciar con ello las milenarias tradiciones de la capital del Imperio. Por esta razón, en el arco triunfal erigido en su honor frente al Coliseo aparece el dios Sol entre otras divinidades, pero no hay símbolos cristianos. 

Dentro de las murallas de Roma, Constantino inició la construcción de la basílica de San Juan de Letrán, dedicada al Salvador, donde se desarrollaría la liturgia oficiada por el papa. Sus otras obras surgieron extramuros: la basílica de San Pedro se erigió en el monte Vaticano, donde había muerto y yacían los restos del príncipe de los apóstoles, y la basílica de San Pablo se situó en la vía Ostiense.  La comunidad cristiana de Roma podía estar segura de contar con el apoyo del emperador.

Un año después, Constantino se reunió en Milán con Licinio, a la sazón «augusto» de Oriente, para promulgar un edicto de tolerancia que proclamaba la libertad del culto en todo el Imperio romano y reconocía a los cristianos sus derechos legales y la recuperación de sus bienes confiscados. 

Constantino se convirtió en gobernante absoluto del Imperio romano en 324, después de derrotar a Licino, el augusto de Oriente, en la batalla de Crisópolis (actual Üsküdar), librada en la península de Anatolia. Para sancionar su triunfo, el emperador tomó la decisión de convertir la antigua ciudad de Bizancio, en el estrecho del Bósforo, en una esplendorosa capital imperial con el nombre de Constantinopla (actual Estambul). 

 

El soberano de Oriente

El soberano de Oriente

El soberano de Oriente

Pese a que firmó junto a Constantino el decreto de tolerancia de 313, Licinio se mostró más tibio en su apoyo al emergente cristianismo.
Sobre estas líneas, áureo con la efigie de Licinio I. 

V. Pirozzi / ACI

Como la antigua Roma y su élite conservadora le incomodaban, Constantino quiso fundar una «segunda Roma» en ese enclave estratégico, a la entrada del mar Negro, entre Europa y Asia. El 8 de noviembre de 324, apenas unos meses después de la batalla de Crisópolis, trazaba los límites de un amplio territorio con su propia lanza. Tan solo seis años más tarde presidió la «inauguración» oficial de la ciudad que llevaba su nombre desde su palco en el hipódromo que había renovado, con capacidad para 50.000 espectadores.

Tras derrotar a Licinio, emperador de Oriente, Constantino ordenó crear una nueva capital del Imperio en el Bósforo

La nueva ciudad se erigía sobre siete colinas a semejanza de Roma y contaba con varios foros, una curia (un edificio que acogía las reuniones del Senado) y mansiones imperiales como las que se alzaban en la colina romana del Palatino. Los baños de Zeuxipo, los pórticos del bulevar de la Mese (la principal avenida de Constantinopla) y otros espacios representativos de la ciudad se adornaron con obras de arte procedentes del expolio de santuarios paganos (como la columna serpentina de Delfos, que aún hoy se alza en la antigua espina del hipódromo). En el centro de un nuevo foro porticado se alzó una gran columna de pórfido coronada por una estatua de Constantino a guisa del dios Sol. Sin embargo, lo que quería Constantino era una ciudad en la que pudiera hacer ostentación de su fe en un único Dios.

Columna de las serpientes

Columna de las serpientes

Columna de las serpientes

Constantino mando llevar a la recién fundada Constantinopla una columna de bronce del santuario griego de Delfos, originalmente de ocho metros de altura, coronada con tres cabezas de serpientes.
Es uno de los escasos restos del estadio de la capital imperial, donde se colocó. 

Dimitar Chobanov / Alamy / ACI

La capital cristiana

Los elementos urbanísticos «paganos» de Constantinopla quedaron eclipsados por los imponentes edificios cristianos que Constantino mandó construir, como la primitiva iglesia de Santa Sofía –reemplazada en el siglo VI por la basílica de Justiniano, que los otomanos convertirían en mezquita– y, sobre todo, la iglesia de los Santos Apóstoles, concebida como mausoleo imperial, que dominaba la ciudad desde su colina más alta.

A la vez que engrandecía la capital de su imperio cristiano unificado, Constantino trató de afianzar el papel de la Iglesia como columna vertebral de ese imperio. Así, presidió el concilio de Nicea del año 325, que intentó zanjar las disputas teológicas en torno a la verdadera naturaleza de Cristo.
En él, frente al obispo Arrio y sus seguidores, que argüían que Cristo era un ser creado por Dios, pero no eterno (lo que se conoce como «arrianismo»), se impuso la doctrina de que el hijo de Dios compartía la misma esencia divina que su padre (el «credo de Nicea», base de la Iglesia católica hasta hoy). 

 

Mosaico

Mosaico

Mosaico que decoró el palacio de Constantino en Constantinopla. Museo de los Mosaicos, Estambul.

Album

El soberano también honró debidamente los lugares santos del cristianismo, como el portal de Belén, donde ordenó que se construyera la Iglesia de la Natividad, o el monte Gólgota de Jerusalén, el lugar donde se creía que había sido enterrado Cristo; allí hizo demoler un templo de Venus para sustituirlo por la basílica de la Resurrección, conocida como el Santo Sepulcro. Su madre Helena, que se había convertido al cristianismo bajo su influencia, llevó a cabo un viaje de peregrinación por Tierra Santa durante el cual supervisó el progreso de este ambicioso programa constructivo, además de implicarse en numerosas obras pías.

Basílica de san Pedro

Basílica de san Pedro

Basílica constantiniana de san Pedro 

A mediados de la década de 320, el emperador Constantino ordenó construir una basílica en honor del apóstol Pedro a los pies del monte Vaticano. El edificio medía unos 240 metros de longitud y se levantó sobre una gran terraza que sepultó gran parte de una necrópolis preexistente en la que se localizaba la tumba del apóstol. En la reconstrucción sobre estas líneas vemos la fachada de la basílica y, en primer término, los mausoleos de la necrópolis que permanecieron en pie. La basílica de Constantino fue demolida en el siglo XVI para construir la actual.

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El último apóstol

En sus últimos años de vida, Constantino residió largas temporadas en la ciudad que llevaba su nombre, preparando una campaña contra el Imperio de los persas sasánidas. Nunca llegó a iniciarla, pues poco después de la Pascua de 337 cayó gravemente enfermo. Fue bautizado cuando ya estaba moribundo, cosa entonces frecuente, pues los primeros cristianos posponían su bautismo hasta el último momento posible, supuestamente para no anular el efecto purificador de este sacramento con nuevos pecados.

 

Bautismo imperial

Bautismo imperial

Bautismo imperial

Según una leyenda muy difundida, el papa Silvestre I bautizó a Constantino poco después de curarlo de la lepra. El bautismo se representa en este fresco de la capilla de San Silvestre, de 1246, en la iglesia de los Cuatro Santos Coronados, en Roma.

DEA / Album

Como mandaba la tradición, el Senado de Roma decretó que entrase en el panteón de los dioses como divus Constantinus, con los honores correspondientes. En Constantinopla, en cambio, se celebraron unos funerales cristianos en la iglesia de los Santos Apóstoles, donde el cuerpo de Constantino fue piadosamente depositado en el mausoleo imperial como el «decimotercer apóstol». 

 

La familia imperial

La familia imperial

La familia imperial

Camafeo que representa, de izquierda a derecha, a Helena, madre de Constantino el Grande, al propio emperador, a su hijo Constantino II, su esposa Fausta y su hijo Crispo, habido con su primera esposa, Minervina.

Granger / Album

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el error fatal de majencio

Batalla del puente Milvio 

Batalla del puente Milvio 

Batalla del puente Milvio 

El dibujo muestra a los soldados de Constantino, con el crismón en los escudos, persiguiendo a las tropas de Majencio que tratan de volver a Roma por el puente de barcas que habían construido anteriormente. Al fondo aparece el puente Milvio derruido.

Peter Connolly / AKG / Album

Ante la inminente llegadade su rival Constantino, Majencio, que se hallaba en Roma, ordenó derribar los puentes del Tíber para obligar a su oponente a sitiar la capital, asedio que confiaba en resistir. Pero cuando sus adivinos le dijeron que «el enemigo de Roma perecerá en esa fecha» se convenció de que su victoria era segura –ya que creyó que anunciaban la muerte de Constantino– y decidió enfrentarse a su enemigo en campo abierto. Para trasladar a su ejército, Majencio construyó un pontón de barcas junto al puente Milvio, inutilizado anteriomente, al norte de la ciudad. La batalla tuvo lugar en una zona llamada Saxa Rubra y fue una victoria completa para Constantino. Los hombres de Majencio huyeron y muchos se ahogaron en el río al intentar atravesar los pontones de regreso a la ciudad, entre ellos el propio usurpador, cuyo cadáver fue decapitado, y su cabeza, exhibida como trofeo.

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del sueño a la conversión

La visión de Constantino

La visión de Constantino

La visión de Constantino

Para realizar este fresco de la estancia de Constantino en el palacio papal del Vaticano, Rafael se inspiró en los relieves del arco de Constantino en Roma, que estudió in situ, para recrear con verismo la escena de la visión relatada por Eusebio de Cesarea.

Scala, Firenze

La biografía de Constantino escrita por Eusebio, obispo de Cesarea, a partir de lo que el propio emperador le contó, ofrece el relato más detallado de su conversión en el año 312. En ella se explica que una tarde Constantino «vio con sus propios ojos, en pleno cielo, superpuesto al Sol, un trofeo en forma de cruz, construido a base de luz y al que estaba unida una inscripción que rezaba: con este vence». Constantino se quedó desconcertado, sin saber cómo interpretar la aparición. Por la noche vio en sueños a Cristo, que le ordenó que elaborara una imitación del signo y lo usara al combatir contra los enemigos. Así lo ordenó Constantino por la mañana, al tiempo que convocaba a los iniciados en la doctrina cristiana para que le revelaran el significado del símbolo. «Le dijeron que se trataba del Dios hijo unigénito del único y solo Dios, y que la señal aparecida era símbolo de la inmortalidad y constituía un trofeo de la victoria sobre la muerte, una victoria que Cristo se ganó cuando otrora vino a la tierra, y le dieron a conocer los motivos de aquella venida, haciéndole una detallada exposición de la economía divina». Convencido de que Dios era el «salvador universal» y Cristo su valedor, Constantino colocó el signo al frente de las tropas que se dirigieron contra Majencio. Este debió de ser el origen del lábaro, el estandarte militar coronado por un crismón. 

Lábaro

Lábaro

Representación de un lábaro. Constantino sustituyó el águila de Júpiter por el crismón.

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odio y venganza en el palacio imperial

 

Estatua de Helena

Estatua de Helena

Posible representación de Helena, madre de Constantino. Museos Capitolinos, Roma.

Scala, Firenze

El episodiomás trágico del reinado de Constantino fue la ejecución de la emperatriz Fausta y de su propio hijo Crispo, nacido de un matrimonio anterior. Al parecer, Fausta, para desacreditar a Crispo ante su padre, lo acusó de haberla violado, quizá sin prever la reacción furibunda del emperador. Algunos autores paganos hostiles a Constantino usaron ese episodio para acusarlo de haberse convertido al cristianismo no por devoto convencimiento, sino simplemente por conveniencia, ya que esta era la única fe que podía absolverlo de aquellos horrendos crímenes.

Este artículo pertenece al número 238 de la revista Historia National Geographic.