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Perdidos 37 días en el Amazonas: así es la milagrosa historia de una madre y sus tres hijos menores

Tres años antes de que la historia de los niños Mucutuy perdidos en el Amazonas le diera la vuelta al mundo, María Oliva Pérez y sus tres hijos menores de edad se perdieron en la misma selva el 19 de diciembre de 2019 durante 37 días.

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El 19 de diciembre de 2019, María Oliva Pérez y sus tres hijos, Yeraldín, de 10 años, Yan Carlos, de 12 y María Alexandra, de 14, se perdieron en la selva amazónica, una experiencia que les dejó cicatrices imborrables en la piel y en el alma. Estuvieron 37 días sin rumbo fijo y con el escalofriante miedo de la muerte.

Ellos presentaban desnutrición severa, sobre todo sus dos hijos menores. “Es un infierno, no es como la gente lo cree porque una cosa es usted pensar e imaginárselo y otra es vivirlo. Y yo lo viví”, aseguró, María Oliva Pérez.

Recuerdan que iban de regreso a su casa después de que Pérez visitara a su esposo, Alexander Parra, que trabajaba de interno en una finca a una hora de camino en medio de la selva. El día se iba terminando y ellos no lograban encontrar el sendero correcto. La noche caía y no tenían comida ni linternas, era toda una pesadilla que se aproximaba para esta familia.

“La primera noche sentimos mucho frío, muchos zancudos y mucho miedo. Toda la noche rezando, no dormimos. Y esperar a que amaneciera, una noche fue como una semana para mí. Todo me asustaba, lo único que yo pensaba era que amaneciera porque yo pensaba que venía el tigre, una culebra y un animal de esos se lo come a uno en un segundo”, relató Pérez a Los Informantes.

Además, estaban en la selva tropical más grande del mundo, donde el miedo era latente y las condiciones en las que se hallaban eran críticas. Sobrevivir era todo un reto. Lo que no sabían era que por cada paso que daban se alejaban más de la civilización. “Caminamos unos 20 minutos y gritábamos, o sea, los primeros cincos días era gritar y gritar”. En la segunda noche, María Oliva decidió hacer un refugio con hojas de palma y ramas para proteger a sus hijos de la lluvia.

Alexander Parra salió de trabajar el 25 de diciembre, tal como acordó con María, pasó a recogerla para pasar juntos el Año Nuevo en el pueblo. Ese día descubrió que llevaban 6 días perdidos en la selva. Inmediatamente, él con la comunidad se unieron para hacer una búsqueda de sus familiares.

Pasaban los días, el hambre se apoderaba, el cansancio se acumulaba y la esperanza se perdía. “Yo a veces soñaba que mi mamá me estaba dando comida en la boca, y que yo abría la boca para recibir comida, y me despertaba y nada”, expresó Yan Carlos, el hijo de Pérez.

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María hizo todo lo que pudo para evitar que algo les pasará a sus hijos. Se tragaba las lágrimas y el dolor para protegerlos. “La única manera que había de salir era caminar”, afirmó. Incluso su hijo Yan, sin fuerzas, le decía que siguiera sin él, que lo dejaran ahí.

Sin embargo, el milagro de un rescate se asomaba ante sus ojos. En la madrugada del 24 de enero de 2020, Teddy Hernández, un pescador, salió en su canoa como todos los días por un río en los confines de la Amazonía peruana y en medio del silencio, en la oscuridad los vio. “Cuando yo los vi, en mi mente dije, esos son demonios que a veces se aparecen”, afirmó, pese a eso se acercó.

Cuando los encontraron, María y sus hijos tenían leishmaniasis, gusanos en todas las partes del cuerpo y una severa desnutrición. “El niño y la niña más pequeña estaban a unos pares de días que se iban porque ya no se les podía ni encontrar las venas. El niño pesaba casi sus 27 kilos, eso es un milagro”, aseguró, Silvio Pérez, enfermero de la comunidad indígena.

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De ahí, solo vinieron alegrías, pues el reencuentro con su padre significó el inicio de una nueva vida. Hoy, solo queda el recuerdo amargo de unas noches aterradoras en la madre selva.

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