Linyanti, el río de recreo de los elefantes en Botswana

África (aún) secreta

Linyanti, el río de recreo de los elefantes en Botswana

Alrededor de este río y del canal de Savuti se haya una reserva casi secreta donde los paquidermos barritan a sus anchas.

No sería una exageración ni una figura retórica decir que Linyanti no sale en los mapas. De hecho, este río solo se llama así durante el tramo en el que está encajonado en la falla Linyanti. Desde su nacimiento, en los altiplanos de Angola, recibe el nombre de Kwando mientras que un poco más adelante adquiere una denominación más sugerente para el viajero: Chobe. Después, desagua en el río Zambeze antes de precipitarse por las cataratas Victoria. 

 

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Linyanti
Foto: Javier Zori del Amo

Cuando se pellizca Google Maps tampoco aparece una indicación precisa. Al estar encajonado entre el Delta del Okavango y el Parque Nacional de Chobe, los ojos del viajero cartógrafo se pierden entre estos dos suculentos destinos, obviando lo que hay en medio, como si no existiera nada más que tierra baldía. Y la realidad es todo lo contrario, Linyanti es un pequeño paraíso donde la naturaleza se ha salido con la suya, donde ninguna tecnología ni ambición de Occidente ha sido capaz de intervenir y donde el ser humano solo tiene una bendita tarea: asombrarse con esta exuberante virginidad. 

 

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El río Linyanti visto desde el muelle de DumaTau
El río Linyanti visto desde el muelle de DumaTau Foto: Wilderness

Si nos ponemos rigurosos, el nombre oficial de esta porción de tierra es el de NG/15. Esta denominación procede del sistema de división que hace décadas promovió el gobierno de Botswana para buscar una alternativa de explotación de sus recursos naturales: además de crear parques nacionales y espacios protegidos en los que cobrase la entrada, decidió realizar concesiones a empresas privadas en busca de un turismo menos masivo y más controlado. Todo ello se sustentó en una realidad: en Botswana no existen las vallas que impidan a las cebras, hipopótamos o leones moverse de un lugar a otro, por lo que la presencia de fauna en un lugar u otro solo depende de los caprichos de la naturaleza. De ahí que resulte lo más normal del mundo encontrarse a un elefante cruzando el río frente a una de las tiendas del campamento DumaTau. 

 

 

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Foto: Wilderness

Bienvenidos a Linyanti

La reserva de Linyanti ocupa la misma superficie que Menorca e Ibiza juntas (1.250 kilómetros cuadrados), solo está habitado por cinco campamentos y una suma total de 30 tiendas. Una mínima densidad turística explotada por la exclusiva empresa Wilderness que permite que la inmersión sea total. Su principal complejo es DumaTau, un conjunto de ocho tiendas (más las cuatro que tiene su siamés Little DumaTau) conectadas por pasarelas de madera de las que dentro de varias décadas no quedará nada. Y es que este tipo de alojamiento está diseñado para poblar un lugar, pero no incidir en él, de ahí que no haya apenas hormigón y que todas las infraestructuras estén levantadas sobre pilones de madera. 

 

Eso sí, al llegar a su puerta, solo hay dos emociones posibles en el huésped. La primera, la de la alegría que contagian sus trabajadores, que reciben al viajero con una comitiva de bienvenida hecha de sonrisas y saludos que aderezan con un cóctel artesanal. La segunda, la del asombro que provoca la inmensidad del río Linyanti desde los muelles y miradores que se alzan en su ribera. "Si te fijas bien, hay un elefante que va a cruzar al lado de vuestra tienda" advierte uno de sus camareros ofreciendo uno de los binóculos en el mismo hall. 

 

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Felix Studios DumaTau April 2021 355
Foto: Wilderness

Más tarde llega la explicación estrella de este lugar: ¿por qué no tiene el renombre de sus vecinos? En parte, es por un nombre poco conocido y que obedece a una curiosidad. El río Linyanti solo recibe esta denominación durante el tramo en el que se en encajona en la falla homónima. Aquí este caudal se comporta de un modo similar al del río Okavango, desparramándose a sus anchas creando canales como el de Savuti, un brazo que en 2008 estaba seco pero que en los últimos lustros se ha vuelto a inundar para regalar y uno de los paisajes más fascinantes de Botswana. Entre ambos paisajes fluviales, nominados por la Unesco para ser en el futuro Patrimonio de la Humanidad, pasan los días y se suceden las grandes sorpresas. 

 

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Linyanti 2011 07 070
Foto: Wilderness

Un día cualquiera en DumaTau

DumaTau amanece antes que el sol. Sobre las 5:00 de la mañana los guías de Wilderness se acercan a las tiendas para advertir de que hay que adelantarse a los biorritmos de África para disfrutar de su naturaleza. Una gran hoguera junto al río congrega a los viajeros, quienes desayunan rápido para subirse a los Toyota Land Cruisers diseñados para hacer safaris. La ausencia de ventanas llama la atención de muchos, pero rápido los guías explican que los animales conciben a los coches como una gran masa, de ahí que no se vean amenazados siempre y cuando se respete su espacio y no se realice ningún movimiento brusco. 

 

El alba rompe a bordo del traqueteo de estos vehículos que avanzan como pueden por las arenosas pistas de la reserva. Cuando el camino se aleja del río abundan los baches y aflora la arena del desierto del Kalahari. Porque, en el fondo, tanto el Delta del Okavango como el entorno del Linyanti-Chobe es un milagro acuático rodeado de sequedad. De ahí que en estas condiciones solo proliferen alopécicos bosques de Mopane, un árbol áspero que solo atrae a elefantes y a alguna que otra jirafa. 

 

 

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Foto: Javier Zori del Amo

 

Eso sí, cuando se llega al canal de Savuti el paisaje cambia por completo. En un solo parpadeo África se mediterraniza, como si se tratara de un cambio de escenario en una obra de teatro. Donde antes había sabana, ahora hay pastos, juncos, nenúfares, charcas y numerosos árboles de kigelias. Una ensoñación más cercana a las dehesas que al imaginario que se tiene de Botswana. Es entonces cuando comienza la observación. 

 

Entre los pastos es sencillo encontrarse con kudus y antílopes que se cubren las espaldas. En los árboles, los macacos comparten escenario con las impresionantes águilas africanas, las fantasiosas carracas lilas (el ave nacional del país) y los martín pescador que desde las alturas otean sus próximas víctimas. Ya en el agua asoman las orejas y ojos de los hipopótamos, caprichosos periscopios de unas moles que pasan a remojo las horas más calurosas del día. Y cuando menos te lo esperas, aparecen familias enteras de elefantes que vienen hasta aquí para refrescarse, untarse el lodo que les protege del sol y jugar con sus trompas. 

 

Leopardo
Foto: Wilderness

 

Menos habitual, aunque no por ello improbable, es ver algún felino en este entorno. Y eso que la combinación de hierbas altas y acumulación de herbívoros es suculenta, pero su presencia siempre hay que dejarla en un interrogante, convirtiendo su hallazgo es un encuentro casual. Porque haberlos, haylos, sobre todo leones (DumaTau significa «rugido del león») y algún que otro leopardo que solitario busca alguna posible presa despistada. 

 

De vuelta al campamento, el Linyanti recobra su protagonismo. DumaTau se guarda siempre un as en la manga para sorprender y, en este caso, su truco de magia es un curioso barco-restaurante en el que organizan almuerzos privados mientras se navega por el río. No hay que tener demasiada suerte para brindar con unos elefantes juguetones o para tomar el postre mirando a los ojos a un hipopótamo. 

 

DumaTau 2017 04 67
Foto: Wilderness

Las tardes comienzan con una siesta o un chapuzón en la piscina privada de las impresionantes tiendas y llegan a su punto álgido en la hora del té. Es entonces cuando hay que elegir entre volver a realizar un safari por el  canal de Savuti o navegar de nuevo por el río, en este caso en busca de la laguna Zibadianja, la «laguna de la vida» en dialecto local. Si se opta por lo segundo, la expedición es una mezcla de safari acuático en el que se otean elefantes, hipopótamos y algún que otro mamífero curioso que se acerca a la orilla a beber agua y de clase de geografía. La lancha remonta hasta el nacimiento del Savuti mientras que apaga el motor en plena laguna, justo cuando el atardecer lo tiñe todo de naranja. Sí, es un cliché, pero en ningún sitio se despide el sol de una forma tan espectacular como en el sur de África. 

 

 

DumaTau
Foto: Wilderness

El après-safari

La espectacularidad natural de Linyanti tiene en DumaTau un complemento único. Sus tiendas no solo son espaciosas y están diseñadas para modernizar el imaginario africano, también están equipadas para que el huésped solo se tenga que centrar en contemplar la naturaleza. Aunque tienen lonas que cierran sus paredes, lo más recomendable es dejar que el sol marque los biorritmos y la iluminación de las estancias, mientras que las mosquiteras evitan cualquier susto. Además, el WiFi, el minibar y el servicio de lavandería es gratuito. 

 

 

DumaTau piscina
Foto: Wilderness

Aunque todas las tiendas cuentan con una alberca privada, DumaTau puede presumir de tener una gran piscina cuyo punto de fuga es la inmensidad de Linyanti, además de con un restaurante absolutamente sorprendente. Porque, si ya es complejo ofrecer este servicio en mitad de la nada, más llamativo es contar con una carta de platos repletos de productos frescos para almorzar y un menú de cena con varios platos a elegir con propuestas elaboradas que beben del recetario europeo aunque, también, del africano. Ya entrada la noche, mientras se oyen de fondo a el chapotear de los hipopótamos y el croar de las ranas, disfrutar de un cóctel en su terraza circular supone el último placer que se podía esperar de un sitio que sigue sin salir en los grandes mapas. Mejor que siga siendo así.