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Y les pegó el amor – Crítica

11-01-2019, 1:07:46 PM Por:
Y les pegó el amor – Crítica

Una comedia placentera que contrasta las vorágines del primer amor con las apatías del amor maduro. El amor sale victorioso de esta exploración, el filme...no tanto.

Cine PREMIERE: 2.5
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El amor –y el desamor– es el tema universal y omnipresente de toda obra artística. El catalizador del dolor humano, pero también el tónico para todo mal. En la cinta Y les pegó el amor (el título original es Mon Poussin que significa «mi pollito» en francés) el cineasta Frédéric Forestier (Astérix en los Juegos Olímpicos) utiliza la comedia para explorar estas dualidades y contrastar las vorágines del primer amor con las apatías del amor maduro. El amor sale victorioso de esta exploración, el filme…no tanto.

Vincent (Thomas Oliveres) tiene 18 años y está profundamente enamorado de su novia Alina. Pero cuando la chica decide romper con él, su mundo se viene abajo y el pobre chico está inconsolable. Ante tremenda tragedia, sus papás Cléa (Isabelle Nanty) y Harold (Pierre-François Martin-Laval), deciden tomar cartas sobre el asunto y comienzan un duro proceso de desintoxicación para liberar a su «bebé» de las «garras» de Alina. Sin embargo, el proceso los hará reflexionar sobre su propia relación y replantearse su matrimonio.

El primer acto de la cinta se apoya conscientemente de los clichés para exagerar  y resaltar el aspecto cómico de los límites que los enamorados –u obsesionados– están dispuestos a romper por recuperar al amor de su vida. Este primer capítulo, aunque complaciente, es satisfactorio. Sin embargo, en su conclusión tropieza a la hora de integrarnos al que será el segundo capítulo de la historia. El proceso que Cléa y Harold viven con Vincent abre una caja de Pandora en su matrimonio, y la pareja entra en crisis. ¿Es la costumbre la que los mantiene juntos? o ¿son los hijos?, son algunas de las preguntas que brotan a la superficie. Cuando el amor y las palabras fallan, optan por demostrar sus sentimientos con exageradas pruebas de amor. La pareja entonces recurre a revisitar este amor voraginoso e irracional (lo que tanto le criticaron a su hijo) para encontrar una respuesta y reavivar la llama. La comedia física y de pastelazo son el eje fundamental de esta parte que cumple con su cometido de hacer reír, y de completar una especie de círculo narrativo de los personajes, pero resulta muy poco identificable.

Lo que sostiene al filme son las actuaciones, Isabelle Nanty –quien evoca en momentos su papel como la entrañable Georgette en Amélie– y Pierre-François Martin-Laval son una dupla fantástica de la comedia, mientras que «el pollo» Thomas Solivérès –quien, por cierto, incursionó en el cine con la cinta Amigos– es hilarante como el adolescente sobreprotegido enamorado del amor. Este aspecto es lo que aporta una capa extra de profundidad a un guion que se quedó en la superficie y no queda a deber.

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autor Comunicóloga para quien el cine y la fotografía son las mejores maneras de ver la vida. Es fan de Sofia Coppola y la estética de Wes Anderson, añora décadas pasadas y piensa que todo el mundo debería irse en un road trip por lo menos una vez en la vida.
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