UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia Moderna
LA INFANTA ISABEL CLARA EUGENIA DE
AUSTRIA, LA FORMACIÓN DE UNA PRINCESA
EUROPEA Y SU ENTORNO CORTESANO
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR
PRESENTADA POR
Elisa García Prieto
Bajo la dirección del doctor
Fernando Bouza Álvarez
Madrid, 2013
© Elisa García Prieto, 2013
UNIVERSIDAD COM PLUT ENSE DE M ADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E H ISTORIA
DEPARTAM ENTO DE H ISTORIA M ODERNA
LA INFANT A ISABEL CLARA EUGENI A DE AUST RIA, LA
FORM ACIÓN DE UNA PRINCESA EUROPEA Y SU ENT ORNO
CORT ESANO
ELISA GARCÍA PRIETO
TESIS DOCTORAL DIRIGIDA POR EL DR. FERNANDO BOUZA ÁLVAREZ
CATEDRÁTICO DE H ISTORIA MODERNA
M ADRID 2012
A mi familia
ÍNDICE
ÍNDICE
1
AGRADECIMIENTOS
3
INTRODUCCIÓN
Objetivos
Problemáticas
Fuentes
Estado de la Cuestión
6
12
21
29
ABREVIATURAS
37
UNIVERSO PALATINO Y REALIDAD HUMANA: ISABEL CLARA EUGENIA EN LA CORTE DE
FELIPE II.
La Corte vivida por Isabel Clara Eugenia de Austria
39
El personal palatino: una biografía colectiva de la Casa de la Reina
41
La dirección de la Casa: la Mayordomía Mayor
41
La evolución del espacio áulico entre 1566 y 1598
51
1566- 1570. De Isabel de Valois a Ana de Austria
51
1570. Las etiquetas de la Casa de la Reina
53
1573: la muerte de la Princesa Juana
62
La Jornada de Portugal y la muerte de Ana de Austria (1580)
65
La Jornada de Aragón de 1585
69
El personal femenino de la Casa
71
Cambios en el entorno palatino: nuevos y viejos servidores
71
La Camareras Mayores
86
El aya en la Casa de la Reina
91
Las damas
103
Aprendizaje y socialización de la Infanta
Infancia en palacio: juegos y diversiones
Lectura y escritura. Aprendizaje y usos prácticos
Prácticas devocionales en la Corte
El aprendizaje del “oficio” principesco
La Infanta ante la Corte
El ejercicio del patronazgo: Isabel Clara Eugenia entre sus damas
Un modelo paralelo: la Casa de Catalina Micaela en Turín.
Familia y Corte: los vínculos familiares
La hija amada de Felipe II
V uestras dos madres: Isabel de Valois y Ana de Austria
Vínculos fraternales: Isabel Clara Eugenia, Catalina Micaela y Felipe III
Hacia el matrimonio archiducal: el archiduque Alberto
123
124
131
139
144
146
164
177
194
197
201
208
239
LA INFANTA ISABEL Y LA MONARQUÍA HISPÁNICA: POLÍTICA MATRIMONIAL Y
DINÁSTICA PARA UNA INFANTA
El matrimonio de Isabel Clara Eugenia: reflexiones iniciales
248
Primeros proyectos, primeras esperanzas
254
Matrimonio en Portugal: negociaciones con Don Sebastián
258
La opción francesa
274
Las negociaciones matrimoniales con Saboya
280
Matrimonio dinástico. Las negociaciones con los Habsburgo
289
Epílogo: Firma de capitulaciones y viaje del Archiduque a Madrid
323
Las visiones contemporáneas sobre el matrimonio de Isabel Clara Eugenia.
329
Las crisis dinásticas en el siglo XVI y su impacto en la vida de Isabel Clara Eugenia
Francia en el horizonte de la Infanta
Francia y Felipe II
Saboya en la “política francesa” de Felipe II
El gran obstáculo para la consecución del Trono: la ley sálica
El matrimonio de Isabel Clara y Enrique IV como posible salida a la crisis francesa
1
345
347
348
354
363
367
La delegación española para los Estados Generales de 1593
Los Estados Generales y los derechos de Isabel Clara Eugenia
El matrimonio de Isabel Clara en el contexto de la candidatura
La conversión de Enrique IV y el papel de Roma
El papel de la Infanta durante la candidatura
370
374
379
389
397
La sucesión inglesa a finales del siglo XVI
Una reflexión sobre las relaciones políticas entre Felipe II e Isabel de Inglaterra
La importancia del exilio católico inglés
El problema sucesorio inglés
Los candidatos al Trono inglés
Hacia la firma de la Paz de Londres (1604)
400
401
404
408
414
430
Epílogo: otras crisis dinásticas y la implicación del matrimonio archiducal
432
ISABEL CLARA EUGENIA: MITOS Y REALIDADES EN TORNO A LA HIJA DE FELIPE II
La construcción de la Imagen de Isabel Clara Eugenia
Isabel Clara Eugenia. Imágenes en la Corte
La Compañera de Felipe II en sus últimos momentos
Isabel Clara Eugenia como modelo
439
442
452
457
CONCLUSIÓN
463
APÉNDICES
Apéndice I
Apéndice II
Apéndice III
Apéndice IV
Apéndice V
471
496
499
502
504
BIBLIOGRAFÍA
512
2
AGRADECIMIENTOS
En estas páginas quedan vertidos cuatro años de investigación, trabajo y
esfuerzo que han dado como fruto el estudio que aquí se presenta. En primer
lugar me gustaría expresar mi agradecimiento a todos aquellos que me han
acompañado en el camino y que han hecho posible esto.
En primer lugar quiero agradecer a mi director, Fernando Bouza, la guía
constante que me ha ofrecido a lo largo de estos años. Parece un lugar común
decir que las mejores cualidades de este trabajo son fruto de su consejo, y sin
embargo, esto es así. En todo momento me ha otorgado una gran libertad a la
hora de afrontar mi investigación, pero ha estado siempre guiando sabiamente
mi camino por la compleja búsqueda archivística y, lo que es más importante,
por la necesaria reflexión que una tesis precisa.
Quiero agradecer, asimismo, al Departamento de Historia Moderna y a sus
integrantes el constante apoyo que he recibido en mi proceso formativo.
Especialmente a las directoras que han estado al frente en estos años, la
doctora María Victoria López- Cordón y la doctora Rosa María Capel, y a las
secretarias académicas, las doctoras Teresa Nava y María Dolores Herrero,
quienes siempre se han mostrado dispuestas a ofrecer su ayuda en los
momentos necesarios, así como su más sincero interés. Asimismo, al resto del
profesorado.
Agradezco a los miembros del Tribunal su labor, y los consejos que, sin duda
alguna, mejorarán este trabajo.
También quiero agradecer a mis compañeros su apoyo y compañía a lo largo
de estos años. Guardaré un especial recuerdo de todos ellos y de las
experiencias compartidas. Muy especialmente a Enrique, Felipe y Alejandra.
Pero quizá a quien más tenga que recordar sea a Antonio, compañero pero
sobre todo, amigo. Hemos pasado muchos años juntos- carrera y beca FPU-,
compartiendo no sólo trabajo, sino también gustos comunes. Sin duda alguna,
siempre recordaré nuestros accidentados viajes por los aeropuertos europeos y
las, a veces pintorescas, experiencias en el archivo.
3
Sin la ayuda y colaboración de archiveros y bibliotecarios este trabajo sería
tarea casi imposible por ello, desde aquí expreso mi gratitud por la excelente
atención prestada.
Gracias a las ayudas ministeriales no sólo he disfrutado de la beca que ha
hecho posible la tesis, sino que, además, pude llevar a cabo una estancia de
investigación en Londres donde el profesor Trevor Dadson me ofreció su
ayuda, guía y consejo.
Quiero, asimismo, dar las gracias a mi familia y amigos. A mis amigas del
colegio, que me han permitido desconectar del trabajo y volver al siglo XXI. Y
muy especialmente a mi familia. Posiblemente sin el apoyo de mis padres yo
no estaría aquí hoy; ellos siempre me han respaldado: desde el momento en
que elegí estudiar historia hasta que inicié los estudios de doctorado. Gran
parte del mérito es de ellos, porque me enseñaron desde siempre a valorar el
esfuerzo y el trabajo y me inculcaron la curiosidad por saber más. A mis
hermanos, que siempre han estado ahí y a mis abuelos y tíos.
Madrid 19 de octubre de 2012.
4
Abstract:
This study pretends to analyze the figure of Infanta Isabel Clara Eugenia in an
essential period of her life. Before she became sovereign and governess to the
Low Countries she expended three decades in Philip II’s Court. We want to
study these years as a way to understand the period she lived in the Court of
Brussels. We are going to study the Household and servants that surrounded
the Infanta; her education as princess and the familiar circle that defined her
role at Court. Also, the study of the political scenario and how it affected Isabel
Clara is very important: especially the matters concerned with marriage
negotiations and dynastic plans. As a final conclusion the “ construction” of the
Infanta: how their contemporaries perceived her, and how the memory of her
has been transmited to the present age.
5
INTRODUCCIÓN
Objetivos
El presente estudio aborda la figura de Isabel Clara Eugenia de Austria en el
periodo que transcurrió entre 1566 y 1598 con el objetivo de analizar el proceso
formativo que vivió en la Corte de Madrid antes de convertirse en soberana de
los Países Bajos
“ En este año [de 1566] estando el Rey Don Philipe y la Reyna Doña
Ysabel su muger, en el Bosque de Segovia a pasar las calores del verano:
la Reyna parió en la Casa Real d’el mesmo bosque vna hija, cuya
felicíssima y desseada natividad fue en día lunes doze del mes de
Agosto, fiesta de la gloriosa Virgen de Santa Clara d’este año, después
de la media noche. Esta infanta fue llamada Doña Ysabel Clara Eugenia:
conviene saber Clara, por aver nascido en día de Sancta Clara, Ysabel
nombre de la Cathólica y Emperatriz su agüela paterna, y no menos por
la Christianísima Reyna su madre, y Eugenia por la grande devoción de
los Reyes sus padres al glorioso mártir y pontífice Sant Eugenio, primer
Arçobispo de Toledo” 1.
De esta manera narraba el cronista Garibay el feliz natalicio de la Infanta en
agosto de 1566. Muchos de los biógrafos de la Infanta han trazado un esquema
similar a la hora de describir el periplo vital de Isabel Clara: nacimiento,
reflexión sobre sus nombres, breves noticias sobre su infancia y adolescencia y
paso a la Corte de Bruselas donde durante más de tres décadas rigió aquellas
provincias como soberana y gobernadora. La relevancia de ese periodo ha
hecho que los historiadores hayan prestado una especial atención a la hija
primogénita de Felipe II; no en vano, es una de las figuras fundamentales para
entender esos años convulsos y complejos que condujeron a Europa desde los
últimos estertores de los conflictos del siglo XVI hasta el estallido de la Guerra
de los 30 Años. La importancia geoestratégica de los Países Bajos, la íntima
1
GARIBAY Y ZAMALLOA, E. Los XL libros d’el Compendio Historial de todas las Chrónicas y Vniuersal
Historia de todos los Reynos de España, Amberes 1621, Tomo III, p. 655
6
conexión entre las Cortes de Madrid y Bruselas y el papel jugado
por la
Infanta Archiduquesa han dejado una importante producción historiográfica
que ha analizado la trayectoria política de Isabel Clara, toda vez que se ha
nutrido del estudio de las fuentes que ella dejó de su propia mano:
correspondencia, papeles de estado, etc., que dan fe de que la Infanta es una de
las figuras políticas más relevantes y fascinantes del periodo. Sin embargo
antes de asumir aquellos roles, Isabel Clara Eugenia vivió tres décadas a la
sombra de la Corte de Felipe II. La Infanta que se deja traslucir en aquellos
años (1566- 1598) resulta igualmente interesante, es una figura que bascula
entre los papeles institucionalmente establecidos y las potencialidades que
encerraba. De ese periodo se ha destacado siempre la política matrimonial
intensa que la fue colocando en diversos tronos europeos; de ahí el
sobrenombre de la “ novia de Europa” que la ha perseguido y definido durante
años. Nuestra intención es sumergirnos en aquellos años para tratar de
entender a la mujer que desarrolló todo su potencial político en la Corte de
Bruselas, a la vez que pretendemos ofrecer una visión diferente de la Corte de
Felipe II. Este aspecto ha sido menos tratado en la producción historiográfica
sobre el personaje si bien es cierto que los últimos años, donde el estudio de la
Corte y del binomio mujer- poder, ofrecen una base esencial para la
construcción del presente estudio.
Asistimos hoy en día a una extraordinaria eclosión de los estudios biográficopolíticos. La biografía, género que ha tenido más pujanza en otros ámbitos
historiográficos como el anglosajón, cada vez se hace un hueco más importante
en la investigación y producción escrita dentro del modernismo 2. Y si bien es
cierto que este proyecto no tiene un carácter estrictamente biográfico lo cierto
es que bebe del enfoque biográfico y sobre todo, de las nuevas aportaciones
que están enriqueciendo el género. El personaje es un elemento fundamental
2
Algunas aportaciones teóricas que reflexionan sobre el género biográfico son las siguientes: CABALLÉ
MASFORROLL A., “¿Dónde están las gafas? La biografía, entre la metodología y la casuística” en HAFO
I, 46 (2011), pp. 168- 180; BANNER L. W. “Biography as History”, TAYLOR B., “Separations of Soul:
Solitude, Biography, History” y KESSLER- HARRIS A., “Why Biography?” todos ellos en The American
Historical Review, 114/3 (1999), pp. 579- 586, 640- 651 y 625- 630
7
en el discurso histórico y lo que desde este trabajo pretendemos, es dar una
voz a Isabel Clara en un periodo fundamental de su vida. No es una tarea fácil
ya que en ocasiones no contamos con los instrumentos- fuentes- que nos
posibiliten construir esa voz, no obstante, queremos tratar de dar un mayor
protagonismo a la infanta en un periodo en que su función no estaba
establecida de manera unívoca. Conocer cuál era su vida en la Corte, su círculo
más próximo y los papeles que ella tenía asignados es un medio a través del
cual podemos ponderar su importancia y protagonismo en el escenario
cortesano de las últimas décadas del siglo XVI.
El objetivo de esta tesis es cubrir el periodo cronológico que se extiende desde
1566 hasta 1598 cubriendo los distintos aspectos que marcaron su vida en la
Corte de Felipe II: desde aquellos más cercanos a su vivencia cotidiana hasta
su condición de pieza estratégica en los planes políticos de la Monarquía
Hispánica. Así se ha optado por una división temática y no cronológica en aras
de una mayor coherencia a la hora de abordar las diversas problemáticas que
se abordan en el estudio.
Por ello, en un primer bloque se ha trazado el marco institucional que definió
la vida de la Infanta Isabel en la Corte madrileña. El estudio de la Casa, no sólo
como institución, sino también como realidad humana es esencial para
entender cómo se desenvolvió la vida de Isabel Clara Eugenia durante este
periodo. En cierto modo esto supone la escritura de una biografía colectiva con
el análisis de las figuras que ocuparon los cargos más relevantes dentro de la
Casa- Mayordomo Mayor, Camarera Mayor, Aya y Damas- y los principales
procesos que se produjeron en su seno durante este periodo cronológico.
Como vamos a ver de manera más pormenorizada en las siguientes páginas,
estos años que estamos analizando, se vieron marcados por una serie de
cambios fundamentales para la organización de la Casa, cambios que
contribuyeron a fijar normativas y disposiciones sobre este particular espacio
áulico para los años posteriores. El análisis de los criados que sirvieron a las
consortes e hijos de Felipe II es fundamental por cuanto estuvieron implicados
en el proceso formativo de la Infanta, a la vez que la relación que entablaron
8
con ella nos permite comprender de manera efectiva cuáles eran las funciones
y roles que, debido a su condición, debía asumir. En este sentido, se ha dado
una especial relevancia a los vínculos establecidos con las damas. En efecto,
este grupo heterogéneo fue esencial en la vida de Isabel Clara. Hablamos de
una serie de mujeres que fueron testigos del proceso de maduración de la
Infanta con la que establecieron nexos más o menos profundos dependiendo
de sus circunstancias personales. Los testimonios que nos han legado nos
permiten aprender más sobre el devenir cotidiano dentro de la Casa de la
Reina a la vez que rastrear comportamientos de patronazgo propios de los
miembros de la realeza.
La servidumbre palatina tuvo un importante papel en la formación de la
Infanta, una formación que no solo entendemos desde un punto de vista
intelectual sino como un proceso socializador y que, por tanto, debemos
estudiar en conexión con la Casa. La figura del aya es esencial para entender
los primeros años de la Infanta en el entorno cortesano aunque, por supuesto,
también van a tener un papel más o menos visible otros miembros de esta
servidumbre como el mayordomo mayor o la camarera. El proceso formativo
resulta muy interesante y hemos podido recopilar multitud de noticias que nos
permiten reconstruir el mismo. Por un lado hay un aprendizaje de habilidades
básicas: lectura, escritura, idiomas, etc., y por otro lado, una aplicación práctica
que nos permite comprender mejor el rol al que estaba destinada y que, en
definitiva, diferencia a la Infanta de otras mujeres de su entorno que,
recordemos, participaron de esos aprendizajes.
La importancia de las relaciones humanas nos lleva a considerar que el estudio
del núcleo familiar resulta imprescindible, a la vez que nos permite ahondar en
diferentes aspectos de la vida de la Infanta a lo largo de estos años. Si
habitualmente la relación entre Felipe II y su hija ha gozado – por razones
diversas- de una mayor fortuna en los estudios sobre ambos personajes, en
este estudio hemos querido profundizar en otros vínculos familiares que
ayudan a entender algunos procesos que hemos descrito en los apartados
anteriores. Así, Ana de Austria no es sólo consorte de Felipe II y “ madre” de
9
las Infantas, sino también un modelo a la hora de seguir una serie de pautas
dentro del universo cortesano. La relación entre Isabel Clara Eugenia y
Catalina Micaela es otro aspecto que no podemos pasar desapercibido y que
más allá de permitirnos dibujar los contornos de la infancia y paso a la
madurez de la Infanta, nos perfila la faceta más interesante de Isabel Clara en
la Corte de Felipe II. Esto es la de la Infanta que no sólo asume su condición de
nexo entre las Cortes de Madrid y Turín a través del intercambio epistolar o de
regalos, sino también desde el punto de vista de la influencia política. Algo
similar, aunque distinto, podemos comprobar en el caso del Príncipe Felipe y
es que éste, nacido en 1578, vivió su proceso de aprendizaje ante los ojos de
Isabel Clara y entre ambos se forjó un vínculo que fue esencial durante los 23
años de reinado de aquel. No ha escapado a los historiadores que se han
acercado bien al estudio del gobierno archiducal, bien al reinado de Felipe III,
que la relación entre el monarca y su hermana sirvió para conducir- y a veces
limar asperezas- las relaciones entre Bruselas y Madrid. El germen de todo ello
lo encontramos en estos años. No podía faltar, como cierre a este círculo, una
breve reflexión sobre la relación entre la Infanta Isabel y el archiduque Alberto
con quien compartiría, a partir de 1598, un mismo destino político merced a su
matrimonio.
En este primer gran apartado hemos trazado el contexto institucional y
humano en que se crió la Infanta y se ha hecho para tratar de entender el
significado de su condición. Al igual que el resto de mujeres de la realeza,
Isabel Clara Eugenia fue una pieza esencial en el marco de la política de Felipe
II y lo fue en virtud de su potencial. Potencial consorte, potencial heredera,
potencial candidata a otros tronos. Hemos querido separar, por un lado, los
planes matrimoniales que concernieron a la Infanta y que, respondiendo a
unas casuísticas muy concretas, la sitúan en un plano de igualdad con otras
princesas europeas. Ello no quita para que el caso de Isabel Clara Eugenia sea
interesante para el historiador que se ve inmerso en el complejo entramado de
relaciones entre las diversas potencias europeas; pero es evidente que en el
caso que nos ocupa no se trata sólo de analizar las diferentes posibilidades que
10
abrían estas alianzas sino también los obstáculos derivados de las propias
circunstancias por las que atravesaba la Monarquía y que afectaron de lleno a
la Infanta. La política matrimonial que Felipe II planificó para sus hijas no ha
pasado desapercibida a la historiografía; en este sentido, el objetivo consiste en
darle una entidad propia y relacionarlo, en la medida de lo posible, con la
vivencia de la Infanta y de aquellos que la rodearon. En definitiva, otorgar una
voz más visible a Isabel Clara en un episodio vital que la marcó
profundamente y que ha contribuido a dar entidad a una de las imágenes más
poderosas dentro de la memoria colectiva: el de la “ Novia de Europa” .
Aunque muy relacionado con lo anterior, para dar una mayor claridad
expositiva hemos centrado el siguiente capítulo en las crisis dinásticas que
atravesaron diversas monarquías europeas y el protagonismo que va a tener
Isabel Clara Eugenia merced a los derechos sucesorios que gozaba a esos
tronos. En concreto nos hemos centrado en dos casos: el caso francés y el caso
inglés. La compleja situación por la que atravesó Francia a lo largo de estos
años culminó en una crisis sucesoria muy grave. El conflicto francés había
ocupado un lugar privilegiado en la política de la Monarquía, utilizándose
diversos medios de intervención como el apoyo económico a la Liga Católica.
Felipe II, una vez desaparecida la línea masculina de los Valois, puso especial
empeño en promover y defender los derechos de la Infanta al trono de Francia.
El fracaso en esta tentativa influyó notablemente en el devenir político de la
Monarquía durante los últimos años del reinado y determinó, entre otras
cosas, la cesión de los Países Bajos a la Infanta.
Francia, como veremos, fue una “ lección” para la Monarquía a la hora de
abordar el problema sucesorio inglés; o al menos, así lo quisieron ver aquellos
interesados en convertir a Isabel Clara en soberana inglesa. Si bien es cierto
que el problema sucesorio inglés se sale de los límites cronológicos que hemos
establecido en este estudio (la muerte de Isabel Tudor se produjo en 1603), creo
que es pertinente abordar esta problemática ya que fue un frente que se abrió
en vida de Felipe II, y que nos ayuda a comprender la proyección dinástica de
Isabel Clara. Por otro lado, nos ofrece la posibilidad de ver actuar a la ya
11
archiduquesa como soberana y sujeto político independiente en una aplicación
práctica de las enseñanzas que había adquirido en los años previos.
No podemos finalizar un estudio de estas características sin entrar a considerar
las imágenes construidas en torno a Isabel Clara Eugenia. El sobrenombre de
la “ Novia de Europa” es, sin lugar a dudas, el que solemos atribuir a la
Infanta, pero no es el único. Se ha tratado, en este punto de escoger aquellas
visiones que, sobre la Infanta se vertieron en diferentes textos que hacen
referencia a este particular periodo. Textos contemporáneos o posteriores,
textos literarios, crónicas, anónimos, etc., lanzaron diversas imágenes sobre la
Infanta, visiones que contribuyeron a moldear la percepción que de ella ha
tenido la historiografía hasta hace relativamente poco. Por ello, hemos tratado,
por un lado, de reflexionar sobre algunos textos que configuran esa galería de
imágenes; y, a la vez, contrastar esas visiones, en muchos casos estereotipadas,
con la realidad descrita por los testigos directos como pueden ser, por ejemplo,
los testimonios de algunos embajadores. La idea es ahondar no sólo en las
imágenes sino también en el por qué de la construcción de las mismas.
Problemáticas
Ya he señalado que no es una tarea fácil ya que hay una serie de obstáculos,
algunos de corte metodológico y otros más relacionados con la naturaleza de
las fuentes que estamos empleando. Uno de los hechos que hay que señalar es
que la historiografía sobre mujeres y poder se ha centrado en la figura de la
reina, ya sea propietaria o consorte. Conocemos a la perfección cuales eran los
papeles y cometidos reservados para las reinas y contamos con numerosos
estudios de caso que nos permiten calibrar cómo estas mujeres adoptaron y
adaptaron un rol modélico establecido y afrontaron las circunstancias
especiales (coyunturales) que les tocó vivir. Por poner ejemplos concretos, la
figura de la reina propietaria ha tenido una gran fortuna historiográfica; a lo
largo del siglo XIX, en plena configuración de las historias nacionales, los
historiadores no olvidaron a aquellas mujeres que, por derecho hereditario,
12
tuvieron que reinar y asumir las labores del gobierno al igual que sus
“ compañeros” varones. Ahora bien, sabemos- y los numerosos estudios que
pueblan la historiografía europea así lo atestiguan- que las formas adoptadas
por estas mujeres fueron bien diferentes y se adaptaron a la coyuntura propia
y a sus caracteres; pensemos en el caso hispánico más destacado, Isabel la
Católica y comparémoslo con el de Isabel I de Inglaterra. Sin duda, dos
mujeres fuertes que fueron capaces de asumir las tareas de gobierno
cosechando elogios de sus contemporáneos y de los que los siguieron, pero
que adoptaron estrategias bien diferentes en temas similares (por ejemplo, el
matrimonio). O si nos centramos en el caso hispánico resulta interesante notar
que, frente a la fortuna memorística e historiográfica de Isabel la Católica
contamos con el caso de su hija y sucesora, la reina Juana, más conocida por su
sobrenombre y por sus desgraciadas circunstancias obviando en muchos casos
que fue una reina propietaria a quien, en cierto modo se usurpó su poder
quedando literalmente en la sombra histórica3. Las reinas consortes quedaron
hasta fechas más recientes olvidadas y eran mencionadas únicamente merced
de esos lazos matrimoniales que las llevaban a cortes extranjeras. Su papel, que
hoy conocemos de manera mucho más profunda, quedó ignorado por una
historiografía centrada en los “ grandes hombres” y en las “ grandes batallas” .
En la actualidad, gracias a una redefinición de conceptos fundamentales, como
el de poder, hemos puesto en valor el papel de la consorte4. Evidentemente, al
igual que en el caso anterior, la casuística es fundamental y sobre todo la
valoración de las personalidades de estas mujeres. No obstante, y en líneas
generales, podemos señalar una serie de características en la figura de la reina
consorte que nos remiten al ejercicio de un poder que, dependiendo de las
circunstancias, podía tener un carácter más directo o indirecto. El principal
3
Esta asimetría ha sido analizada por ARAM, B. “Dos reinas propietarias, Isabel la Católica y Juana I:
sus derechos y aptitudes” en MORANT I., (dir) Historia de las mujeres en España y América Latina. De
la Prehistoria a la Edad Media, Madrid 2005, pp. 595- 613
4
Como bien señala Wiesner- Hanks la incorporación de la mujer en los estudios sobre el poder se ha
realizado desde perspectivas distintas. Por un lado, prestando atención historiográfica a aquellas mujeres
“extraordinarias” que ejercieron un poder directo; fijándose en otros ámbitos de poder diferentes a los
tradicionalmente estudiados; o la fijación de nuevas premisas que entienden que las relaciones sociales
son relaciones de poder. WIESNER- HANKS, M. E., Gender in history, Oxford 2001, p. 146
13
objetivo de estas mujeres era la maternidad, ser, en definitiva la continuadora
de la línea dinástica dando a luz a un heredero. Este hecho fundamental
contribuía a la naturalización de la reina (que no olvidemos, por lo general era
una extranjera) en su corte de adopción. En casos de minoridad de sus hijos,
asumían un poder directo como regentes; no obstante, aun no siendo esta su
casuística particular, contaban con una influencia importante dentro de la
Corte y que podían canalizar de muchas maneras. Mecenazgo, introducción de
costumbres, modas, etc., son aspectos que habían quedado marginados en la
historiografía política tradicional y que, sin embargo, hoy constituyen líneas de
estudio que han aportado numerosos resultados y han ahondado en nuestro
conocimiento sobre roles, modelos y, especialmente en periplos vitales
específicos.
Si nos fijamos en el caso de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y
XVII, la centuria del Quinientos se abre con dos reinados en femenino, aunque
eso sí, de muy distinto signo: Isabel la Católica y Juana la Loca, cuyos casos
hemos mencionado arriba. Aunque la Monarquía no va a volver a contar con
una reina propietaria hasta el advenimiento al Trono de Isabel II sí va a contar
con una serie de figuras femeninas de incuestionable protagonismo.
El caso de la emperatriz Isabel puede ser considerado como el más
significativo para el siglo XVI. Más allá de la mitificación del personaje, el
estudio de la correspondencia que mantuvo con Carlos V puso de manifiesto
su protagonismo en el poder como lugarteniente del emperador durante sus
ausencias de la Península5. Es cierto que su caso es excepcional por cuanto la
Corte va a perder su itinerancia durante el reinado de Felipe II, pero va a
5
La correspondencia de Isabel de Avis fue estudiada por MAZARÍO COLETO, C., Isabel de Portugal.
Emperatriz y Reina de España, Madrid 1951. Esta obra suponía el necesario acercamiento a la figura de
Isabel desde una perspectiva “política” más alejada de la descripción idealizada de modelo doméstico,
arrojada por trabajos como el de VALES FAILDE, J., La Emperatriz María, Madrid 1917. Entre los
estudios más recientes cabe destacar las aportaciones de ALVAR EZQUERRA, A., “Mito y realidad
alrededor de la emperatriz” en Torre de los Lujanes, nº 43, (2001), pp. 109- 129; “El gobierno de la
emperatriz y la consolidación de la dinastía” en ALVAR EZQUERRA A., CONTRERAS CONTRERAS J. y
RUIZ RODRÍGUEZ J. I. (eds) Política y cultura en la época moderna. Cambios dinásticos, milenarismos y
utopías, Madrid 2004. La última aportación biográfica sobre la emperatriz también de ALVAR
EZQUERRA A. La Emperatriz. Isabel y Carlos V, amor y gobierno en la corte española del
Renacimiento, Madrid 2012
14
establecer un precedente interesante a la hora de delimitar las casuísticas en
que una consorte podía ejercer el poder.
Los cuatro esponsales de Felipe II ofrecen una galería de casos sugestivos para
el estudio de las reinas consortes y, sin embargo, son muchas las problemáticas
que surgen a la hora de reflexionar sobre ello6. La princesa María Manuela de
Portugal nunca llegó a ser reina y su corta existencia ha hecho que la atención
prestada a su persona sea escasa. El caso de María Tudor, es sin duda,
excepcional porque nos estamos refiriendo a una reina propietaria de
Inglaterra que añadió a su título el de consorte de Felipe II. No obstante sí que
hay que señalar que ella encarna un modelo que no puede pasar desapercibido
a aquellos que se acerquen al estudio de la soberanía femenina en el caso
español. Tanto Inglaterra como Castilla van a permitir la sucesión y ejercicio
del poder a las mujeres. Esto no implicaba, necesariamente, que su camino
fuese fácil y estuviese exento de obstáculos7. En el caso de María Tudor tuvo
que enfrentarse a la difícil coyuntura de ser la primera soberana inglesa en
mucho tiempo, por lo que no se contaba con precedentes históricos cercanos
que le permitiesen ofrecer modelos de soberanía femenina como apoyatura a
su poder. Tuvo que enfrentarse a las críticas habituales a los peligros del poder
en manos de mujeres y el máximo exponente fue la obra del reformador
religioso John Knox, cuya publicación se produjo, no obstante, unos meses
después de su muerte. Es cierto que esta obra es una crítica a un régimen
católico, pero su autor no va a ahorrarse los descalificativos contra el bello sexo
y sus nulas cualidades para el poder. María Tudor, no obstante, fue capaz de
defender esa soberanía tal y como muestra el Acta Parlamentaria de 1554
6
Podemos hacer referencia a las biografías colectivas que sobre las cuatro mujeres de Felipe II se han
escrito. Es cierto que no se incide mucho en el papel político y diplomático que cumplieron, tendiendo a
reforzar los tópicos que sobre ellas se construyeron. GAIBROIS DE BALLESTEROS, M., Las cuatro mujeres
de Felipe el Prudente, s. a.. DHANYS, M., Les quatre femmes de Philippe II, París 1933; NADAL S., Las
cuatro mujeres de Felipe II, Barcelona 1971
7
SEGURA GRAIÑO C., “Las mujeres y la sucesión a la Corona de Castilla en la Baja Edad Media” en En
la España Medieval, nº 12 (1989), pp. 205- 214. El análisis de diferentes episodios- pretensiones de
Constanza de Castilla como hija de Pedro I, la pugna sucesoria entre Isabel Trastámara y Juana la
Beltraneja y los problemas a que se tuvo que enfrentar Juana I de Castilla- muestra como las dificultades
que tuvieron que afrontar no estuvieron relacionadas con una crítica a la soberanía femenina sino con
otra serie de problemas políticos coyunturales. Por ejemplo, la negación de los derechos de Juana la
Beltraneja se hizo en virtud de su supuesta ilegitimidad y no de su sexo.
15
donde se dejaba muy clara que la soberanía podía recaer en una mujer8. Ella
fue la primera de una serie de mujeres que se sentaron en el trono inglés
durante las centurias siguientes, si bien es cierto que su fortuna historiográfica
no ha sido la que sí han gozado otras soberanas9.
Volviendo a las consortes de Felipe II, las dos que estrictamente lo fueron son
Isabel de Valois y Ana de Austria. Ambas figuras adquieren relevancia en el
presente estudio por lo que no nos vamos a extender más sobre ellas. Sí señalar
que no han tenido la misma fortuna historiográfica, de tal manera que Ana de
Austria no dispone de la cantidad de trabajos de los que sí goza la figura de
Isabel de Valois. La última mujer de Felipe II cobra relevancia en estudios que
se centran sobre otros aspectos como el estudio de la Corte o el mecenazgo
artístico de las mujeres de la realeza, pero no dispone de una biografía que
plantee un recorrido por su periplo vital desde la Corte de Viena a la de
Madrid 10. Si antes señalábamos que Isabel de Portugal había establecido unas
casuísticas de ejercicio del poder, los casos de Isabel de Valois y Ana de
Austria ofrecen un modelo comparativo interesante. Felipe II se planteó en
determinados momentos jornadas que hubiesen supuesto la necesidad de una
gobernación de Castilla; ¿cuál era el papel que pensaba dar a sus consortes en
esas ocasiones? El hecho de que todo quedara en el plano de la virtualidad
8
HANSEN M. “The Word and the Throne: John Knox’s The First Blast of the Trumpet against the
Monstrous Regiment of Women” en CHEDGZOY K., HANSEN M., Trill S., Voicing Women. Gender and
sexuality in early modern writing, Keele 1996, pp. 11- 24. En esta aportación se hace un análisis sobre la
obra de Knox repasando las diferentes interpretaciones que se han hecho de la misma: reflejo de la
misoginia del autor, crítica al régimen católico que suponía el reinado de María Tudor; crítica a las
mujeres como sexo inferior y que debía, en consecuencia, estar sujeto a los varones.
9
Sobre la leyenda negra contra María Tudor véase: PALAU I ORTA, J. “María Tudor y los orígenes de la
Leyenda Negra en Inglaterra” en LÓPEZ CORDÓN CORTEZO, M. V., y FRANCO RUBIO, G., La Reina
Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, Madrid 2005., pp. 729- 739.
No obstante, esa imagen se está reelaborando tal y como muestran las aportaciones de ELSTON T. G.
“Transformation or Continuity? Sixteenth- Century Education and the Legacy of Catherine of Aragon,
Mary I, and Juan Luis Vives” y RICHARDS J. M. “Mary Tudor: Renaissance Queen of England” ambos
en LEVIN C., BARRETT- GRAVES D. Y CARNEY J. E., High and mighty queens of Early Modern
England. Realities and representations, Nueva York 2009, pp. 11-26 y 27- 43
10
Señalar no obstante que contamos con un estudio que aborda su niñez y juventud en Viena:
LINDORFER, B. M. “Ana de Austria. La novia de un hijo y la esposa de un padre” en LÓPEZ CORDÓN, M.
V. y FRANCO RUBIO, G., op cit.,, pp. 411- 425. Sobre los estudios centrados en la cuestión del
mecenazgo destacar la aportación de PÉREZ DE TUDELA, A., “La reina Anna de Austria (1549- 1580), su
imagen y su colección artística” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y LOURENÇO P. M. M., Las relaciones
discretas entre las Monarquías Hispana y Portuguesa: las Casas de las Reinas (siglos XV- XIX),
Madrid 2008., pp. 1563- 1615
16
limitó enormemente la visibilidad política de ambas reinas y, por ende, la
atención que la historiografía ha prestado a las mismas11.
El siglo XVII ofrece ejemplos muy interesantes para el estudio de la reina
consorte. Los últimos años han dado como resultado nuevas visiones sobre
esta centuria rescatando a sus monarcas de la acepción genérica de Austrias
menores y aportando una mayor profundidad en el análisis del periodo. La
atención prestada a la institución del valimiento y, en concreto, la oposición a
la figura del valido en la Corte ha dado un gran protagonismo a la figura de la
reina. En este sentido, las figuras de Margarita de Austria e Isabel de Borbón se
han analizado con el fin de probar cómo la Casa de la Reina se convirtió en un
espacio de oposición al valido 12. A pesar de que estos ministros podían
acumular un poder importante, la consorte contaba con una serie de
mecanismos y fortalezas que utilizaron para influir en el soberano. El caso de
Isabel de Borbón también es interesante porque, al igual que había ocurrido
con la emperatriz Isabel, va a tener que asumir la lugartenencia en la ausencia
de Felipe IV de la Corte durante la crisis de 164013.
Con Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV, nos encontramos ante
una casuística única durante este periodo. Ante la minoridad de Carlos II, la
reina va a tener que asumir la regencia, la primera desde el Medievo. No es de
extrañar la avalancha de escritos contemporáneos sobre la institución y la
vulnerabilidad de esta consorte ante las críticas. Estos hechos la han
convertido en sujeto privilegiado de análisis, ya que el material es abundante y
11
Episodios como el de la reunión de Bayona en que Isabel de Valois participó nos ayudan a entender
esa asimetría en el tratamiento historiográfico.
12
La figura de Margarita de Austria fue analizada desde esa óptica en la biografía de PÉREZ MARTÍN, M.
J., Margarita de Austria. Reina de España, Madrid 1961. No obstante, el estudio más completo lo
encontramos en SÁNCHEZ, M. s., The Empress, the Queen and the Nun. Women and power at the Court
of Philip III of Spain, Baltimore 1998. Otras aportaciones sobre el personaje en “Pious and Political
Images of Habsburg Women in the Court of Philip III (1598- 1621)” en SÁNCHEZ M. S y SAINT- SÄENS,
A., Spanish Women in the Golden Age, pp. 91- 108, “Confessions and complicity: Margarita de Austria,
Richard Haller, S. J., and the Court of Philip III” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 14 (1993), pp.
133- 149.
13
Dentro de las últimas aportaciones sobre la figura de Isabel de Borbón queremos destacar: OLIVÁN
SANTALIESTRA L., “Minerva, Hispania y Bellona: cuerpo e imagen de Isabel de Borbón en el Salón de
Reinos” en Chronica Nova, nº 37 (2011), pp. 271- 300; “Decía que no se dejaba retratar de buena
gana. Modestia e invisibilidad de la reina Isabel de Borbón (1635- 1644)” en Goya. Revista de Arte, nº
338 (2012), pp. 16- 35. Asimismo FRANGANILLO ÁLVAREZ, A. “Diplomacia formal e informal. Noticias
y regalos en torno a la princesa Isabel de Borbon (1615-1621)” en La Italia española. Siglos XVI- XVIII
(en prensa).
17
permite reflexionar sobre el poder femenino en la España del Antiguo
Régimen14.
Las dos consortes de Carlos II se van a ver influidas por las peculiaridades de
un reinado que anticipó de manera temprana la profunda crisis sucesoria de
1700. El papel de las consortes, por tanto, no iba a ser menor. En un contexto
de formación de “ partidos” para apoyar una u otra candidatura a la sucesión
el papel que pudieran desempeñar María Luisa de Orleans y Mariana de
Neoburgo fue algo que interesó a los cortesanos españoles y a los diferentes
embajadores extranjeros15.
Además de las reinas consortes la dinastía Habsburgo contó con otras mujeres
que cumplieron un importante papel político 16. En este sentido las
personalidades de las hermanas de Felipe II, la princesa doña Juana y la
emperatriz María, no pueden pasar por alto. Además, el hecho de que ambas
tuviesen un papel importante en la vida de la Infanta Isabel hace insoslayable
su estudio. Ambas se encargaron de la gobernación de los territorios
peninsulares con motivo de las ausencias de Carlos V y Felipe II, si bien es
14
Podemos citar los trabajos de LÓPEZ CORDÓN, M. V. “Mujer, poder y apariencia o las vicisitudes de
una regencia” en Studia Historica. Historia Moderna nº 19 (1998), pp. 49- 66. Asimismo los trabajos de
OLIVÁN SANTALIESTRA L., Mariana de Austria en la encrucijada política del sigo XVII, tesis Doctoral,
Madrid 2006; Mariana de Austria. Imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana, Madrid 2007.;
“Discurso jurídico, histórico, político: apología de las reinas regentes y defensa del sistema polisinodial,
una manifestación de la conflictividad política en los inicios de la regencia de Mariana de Austria” en
Cuadernos de Historia Moderna, nº 28 (2003), pp. 7- 34; “La correspondencia de Mariana de Austria:
aspectos de cultura escrita de una regencia femenina” en Val González de la Peña, M., Mujer y cultura
escrita: del mito al siglo XXI, 2005, pp. 213- 220
15
Sobre María Luisa de Orleans véase por ejemplo, SÁNCHEZ GONZÁLEZ R., “Consejos a una reina.
Instrucciones de la diplomacia francesa a María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II” y
BENITO LÁZARO M. M. “El viaje de una reina: 1679, de París a Madrid. La Jornada de María Luisa de
Orleans. El matrimonio francés de Carlos II” ambos en LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V., y FRANCO
RUBIO G., op cit., pp. 575- 584 y 585- 596. La figura de Mariana de Neoburgo ha sido tratada en SANZ
AYÁN C., “La reina viuda Mariana de Neoburgo (1700- 1706): primeras batallas contra la invisibilidad”
en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO, P. M. M., op cit., vol. I, pp. 459- 482 y LÓPEZ ANGUITA J. A.
“Madrid y Viena ante la sucesión de Carlos II: Mariana de Neoburgo, los condes de Harrach y la crisis
del partido alemán en la corte española (1696- 1700)” en MARTÍNEZ MILLÁN J. y GONZÁLEZ CUERVA,
R., La dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y El Imperio, Madrid 2011,
Vol II pp. 1111- 1153
16
Como bien ha señalado María Victoria López Cordón “…el carácter patrimonial y plural de la
Monarquía española favoreció que miembros femeninos de la Familia Real desempeñaran cargos de
gobernadoras y virreinas y que, en calidad de tales, presidieran ceremonias y consejos. Cumplían un
importante papel simbólico y dinástico y en su aceptación política siempre predominó el valor del linaje
sobre los defectos del sexo” LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V. “Poder femenino e interpretación
historiográfica” en BOSSE M., POTTHAST, B. y STOLL A. (eds.) La creatividad femenina en el mundo del
barroco hispánico: María de Zayas, Isabel Rebeca Correa, Sor Juana Inés de la Cruz, Kassel 1999, 1er
volumen, p. 71
18
cierto que en el caso de María fue una labor compartida con su marido el
archiduque Maximiliano. Ellas seguían una tendencia que en los Países Bajos
se venía practicando de manera asidua: Margarita de Austria, María de
Hungría o Margarita de Parma son mujeres de la dinastía que van a asumir la
gobernación de los Países Bajos, constituyendo un precedente interesante a la
llegada de Isabel Clara en 1599. Además de la gobernación como
lugartenientes Juana y María cumplieron otros papeles como consortes. El caso
de la Princesa Juana es excepcional ya que tras el nacimiento de Don Sebastián
no permaneció en el reino portugués para ejercer el papel de regente como
hubiese sido lógico. Su vuelta a la Península le permitió ejercer la mencionada
gobernación en Castilla y encargarse muy de cerca de la educación del
Príncipe Don Carlos, heredero de Felipe II. Durante las década de 1560 y hasta
su muerte en 1573 Juana de Austria se convirtió en una personalidad
fundamental en el mundo cortesano y si bien es cierto que uno de sus objetivos
más importante fue la fundación de las Descalzas Reales ello no supuso una
huida de la vida mundana, asumiendo una labor de tutelaje sobre las consortes
de Felipe II- Isabel de Valois y Ana de Austria- y siendo un elemento de
reforzamiento en la relación Madrid- Viena a través de la correspondencia que
mantenía con su hermana María. La emperatriz es otra de las figuras
femeninas que no pueden pasar desapercibidas para entender el periodo y,
sobre todo, los vínculos entre la Monarquía y el Imperio. Como emperatriz
consorte, María ejerció de agente diplomático oficioso para el entendimiento
entre las dos ramas Habsburgo y, es evidente que en esta tarea, mostró una
comunión de intereses con su hermano Felipe II. Su retiro en las Descalzas a
partir de 1581 traía a Madrid esta figura de primer orden en lo político;
tampoco podemos hablar estrictamente de “ retiro” ya que la emperatriz va a
seguir ejerciendo como vínculo entre las dos Cortes Habsburgo tratando de
asegurar una salida en el Imperio que preservase lo que ella había defendido
durante el reinado de Maximiliano II17.
17
Para la gobernación de Juana resulta de interés la lectura de RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., Un Imperio
en transición. Carlos V, Felipe II y su mundo, Barcelona 1992. Asimismo, BUYREU JUAN, J., La Corona
de Aragón de Carlos V a Felipe II. Las instrucciones a los virreyes bajo la regencia de la Princesa
19
El caso de Isabel Clara es excepcional por muchas causas, pero también
encontramos similitudes con lo que va a pasar con otras infantas. Al hablar de
la Infanta como virtual heredera de la Monarquía se suelen mencionar los
casos de María Teresa de Austria y Margarita Teresa de Austria, ambas hijas
de Felipe IV, que, ante la debilidad de la descendencia masculina del soberano
se van a posicionar como esperanzas sucesorias de la Monarquía. El influjo
que este hecho tuvo en otros aspectos como la concertación de sus
matrimonios no puede pasar desapercibida al historiador.
Volviendo al hilo inicial podemos afirmar que los estudios sobre reinas
cuentan con una apoyatura metodológica e historiográfica importante que no
existe- de manera tan exhaustiva- para el caso de las princesas (infantas en
nuestro caso). En los enfoques biográficos sobre las mujeres de la realeza suele
prestarse escasa atención al periodo formativo de las mismas; la atención de
los historiadores se tiende a centrar en el periodo subsiguiente cuando
adoptan el rol de consorte tras el matrimonio 18. Como sabemos los enlaces de
estas mujeres se solían producir a una edad temprana- para generalizar entre
los 14 y los 20 años- cortando de manera muy clara la frontera entre la niñezadolescencia y la entrada en un mundo adulto con unas normas y unas
funciones, a priori, perfectamente establecidas. Este periodo ha quedado mejor
documentado por diversas razones: su función ha quedado reflejada en la
documentación diplomática, podemos seguir sus labores de mecenazgo e,
incluso, contamos con sus correspondencias privadas y diplomáticas que nos
ayudan a ilustrar estos momentos. No obstante queremos poner de manifiesto
Juana (1554- 1559), Madrid 2000; MARTÍNEZ MILLÁN, J. “Familia Real y grupos políticos: la Princesa
doña Juana de Austria (1535- 1573)” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., La Corte de Felipe II, Madrid 1994, pp.
73- 106. Para el gobierno de María y Maximiliano en la Península: RODRÍGUEZ RASO, R., Maximiliano
de Austria, gobernador de Carlos V en España. Cartas al emperador, Madrid 1963; sobre la figura de
María: MARTÍNEZ MILLÁN, J. “La Emperatriz María y las pugnas cortesanas en tiempos de Felipe II” en
BELENGUER CEBRIÁ, E. (coord.) Felipe II y el Mediterráneo, Volumen III. La monarquía y los reinos (I),
Madrid 1999, pp. 143- 16; Sánchez M. S., “Los vínculos de sangre: la emperatriz María, Felipe II y las
relaciones entre España y Europa Central” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., Felipe II (1527- 1598). Europa y
la Monarquía Católica, Madrid 1998, pp. 777- 794.
18
Aportaciones como las de LINDORFER, B. M., op cit., o la de del RÍO BARREDO, M. J., “Infancia y
educación de Ana de Austria en la Corte española (1601- 1615)” en GRELL, C., Ana de Austria. Infanta
de España y Reina de Francia, Madrid 2009, pp. 11- 39, contribuyen a poner en valor esos periodos y a
entender mejor las personalidades de unas mujeres que, si bien no estaban llamadas a heredar un poder
directo como soberanas, sin duda iban a cumplir un papel importante en las relaciones políticas entre la
Corte de adopción y la Corte de procedencia.
20
la importancia que los años de niñez y adolescencia tuvieron en la formación y
preparación para unas funciones que les eran propias. Si nos centramos en el
caso que aquí nos ocupa, el de la Infanta Isabel Clara Eugenia, queremos
señalar que la mujer que fue soberana y gobernadora de los Países Bajos se
gestó en la Corte de Felipe II y que, por tanto, no podemos pasar por alto esos
años. Además, en su caso concreto, el largo lapso de tiempo hace que el caso
de la infanta sea más interesante para el estudio, a la vez que lo complica. No
es sólo un proceso formativo lo que aquí se plantea puesto que la propia
madurez vital de la Infanta llevó aparejada un cambio en expectativas y roles
(no siempre bien definidos) que cumplir en una Corte cambiante. Heredera,
posible consorte de diversas testas coronadas, infanta dentro de la Casa de la
Reina, Infanta con “ Casa propia” , son papeles que fue asumiendo (o que le
fueron impuestos) a lo largo de los años. Evidentemente podemos hablar de
formación en estos años, pero evidentemente hay mucho más. Además habría
que puntualizar aquí que entendemos por formación, ya que no sólo
contemplamos la educación intelectual de Isabel sino también su socialización
y aprendizaje del papel de infanta.
Fuentes
Conviene señalar que no resulta una tarea fácil realizar un estudio de estas
características y quizá uno de los principales obstáculos sean las limitaciones
impuestas por las fuentes. Ya he señalado al principio que el objetivo de la
tesis es dar voz y protagonismo a la infanta y sin embargo, son pocos los
testimonios directos de su mano que conservamos para este periodo. Para
compensar esta falta hemos tratado de recurrir a testimonios indirectos que
nos han permitido reconstruir el entorno así como los acontecimientos que
marcaron la vida de la Infanta en estos años.
-En primer lugar me voy a referir a las fuentes de tipo diplomático. Los
papeles del Consejo de Estado y las correspondencias diplomáticas han sido
fundamentales para reconstruir el entramado de “ posibles” construidos en
21
torno a la Infanta. Cuando hablo de “ posibles” me refiero tanto a los planes
matrimoniales como a los dinásticos y que convirtieron a Isabel en sujeto
habitual de las negociaciones diplomáticas. Resumiendo brevemente fueron
varias las opciones que se “ abrieron” a la infanta desde una temprana edad:
Escocia, Portugal, Francia y el Imperio fueron los posibles destinos de la
Infanta como consorte. En este sentido, Isabel Clara reproduce la casuística que
rodeó a otras princesas europeas y que en definitiva muestra la volatilidad de
los planes dinásticos determinados por la situación política europea. Sin
embargo hay un factor que diferencia a la infanta de otras mujeres de la
realeza y es la proyección dinástica; Felipe II va a defender los derechos
sucesorios de Isabel al trono francés, mientras que un grupo importante de
católicos- exiliados en muchos casos- ingleses van a hacer lo propio con el
trono inglés. Este hecho que se imbrica en la política de la Monarquía en
relación al conflicto civil que vivió Francia en la segunda mitad del siglo XVI,
dio una especial relevancia a la infanta que tiene un reflejo en los papeles de
estado y también en obras de tipo genealógico y memoriales sobre el ejercicio
del poder político.
-La correspondencia diplomática no sólo ayuda a complementar la
información sobre los matrimonios o planes dinásticos en torno a Isabel Clara
Eugenia, sino que además ofrecen una valoración subjetiva que nos permite
aprehender las impresiones que tales planes generaban en el entorno de la
infanta. Por otro lado, esta correspondencia ofrece una visión (limitada) sobre
la vida de la infanta en la Corte y los papeles que en ella jugaban.
Evidentemente no todos los embajadores van a tener el mismo acceso al
entorno cercano, por ello nos hemos centrado en aquellos que, merced a los
propios lazos familiares de la infanta, tenían una mayor cercanía, y por tanto,
una información más puntual y exacta sobre la vida de Isabel. Es el caso de las
embajadas francesas en tiempos de Catalina de Médicis quien, como abuela de
la infanta, va a estar interesada en conocer el estado de salud y actividades de
la Infanta. En este punto conviene señalar, no obstante, que la información que
pudo ofrecer Monsieur de Fourquevaux, residente francés durante la etapa de
22
Isabel de Valois como consorte y los años inmediatamente posteriores, fue
sensiblemente más importante e interesante que la obtenida por Monsieur de
Longlée. Éste residió en la Corte de Madrid durante la década de 1580 y
podemos observar cómo se convirtió en un buen caudal de información para la
Corte francesa, pero que sus limitaciones eran también importantes. Le hemos
dado una gran relevancia a los embajadores de la Corte de Turín, y es que, la
embajada extraordinaria del Conde de la Mota ha dejado tras de sí una
correspondencia con Catalina Micaela que ha sido una pieza fundamental para
entender algunos aspectos de la vida de Isabel Clara Eugenia en estos años. El
vínculo familiar existente entre ambas Cortes hacía necesaria la inclusión de
aquellos testimonios en este trabajo.
-El apartado de correspondencia es esencial y ha tenido un peso importante
en la elaboración de la tesis. En este punto hay que señalar que una de las
principales deficiencias que tenemos es, precisamente, la falta de testimonios
epistolares de la infanta. Contamos con algunos restos- testimoniales- que nos
permiten ver cómo era la escritura infantil de la Infanta, y otros, que por su
formalidad aportan poco a la hora de ilustrar el carácter de la princesa. Pero
sabemos que ella escribía y hay noticias que así nos lo demuestran, e incluso,
sabemos con certeza que algunas de esas cartas fueron destruidas (como las
enviadas a su padre cuando aquel se encontraba en la jornada portuguesa).
Este hecho ha obligado a que tengamos que buscar otros testimonios
epistolares del entorno cercano y que nos permitan reconstruir aspectos que la
documentación anteriormente tratada no puede ofrecer. Así, en primer lugar
hay que referirse a las cartas escritas por Felipe II en Portugal y que nos
permiten asomarnos al carácter de la relación paterno- filial que unió al
monarca y a sus hijas, a la vez que nos posibilitan vislumbrar la imagen que el
propio Felipe II tenía de Isabel y de Catalina. Son muchas las informaciones
que podemos entresacar de esta correspondencia: carácter de las infantas, vida
de las mismas en la Corte y la relación establecida con sus hermanos,
formación de las infantas, etc.
23
En segundo
lugar es preciso
señalar que la infanta mantuvo
una
correspondencia con otros miembros de la familia, como es el caso de Catalina
de Médicis o de su hermana, la Infanta Catalina como Duquesa de Saboya. En
este segundo caso contamos con muestras puntuales tanto de Catalina como
de Isabel. En este sentido no es posible hacer una reconstrucción exhaustiva de
esa relación epistolar que se desarrolló entre 1585 y 1597, pero sí nos permite
intuir el tono habitual de sus misivas y, por tanto, el carácter de esa relación
fraternal a la que hemos otorgado un peso importante en este estudio.
En otro bloque habría que establecer la correspondencia ajena a la infanta, esto
es, aquella que ni fue escrita ni estuvo dirigida a Isabel Clara Eugenia, pero
que concierne a personajes que convivieron con ella o estuvieron en el círculo
cortesano que la Infanta vivió y protagonizó. En este sentido, nuestro objetivo
ha sido la búsqueda de noticias sobre la Infanta en particular y la familia real
en general. Aquí contamos con numerosos casos y, evidentemente, no tienen el
valor de los testimonios anteriormente apuntados pero permiten completar las
informaciones aportadas por los cronistas o incluso, los propios embajadores,
en ocasiones de una manera muy satisfactoria. La correspondencia de los
servidores palatinos, o de los miembros que configuraban el sistema
administrativo de la Monarquía (por ejemplo, los secretarios) es una fuente
fundamental y esencial para conocer el devenir de la Infanta en la Corte.
Evidentemente nos encontramos con testimonios que cuentas, en ocasiones,
con una gran subjetividad y en los que la Infanta aparece como fuente
importante de mercedes; en otras ocasiones las noticias aportadas son
lacónicas y apenas una pieza de un inmenso puzzle que tratamos de
completar, pero si bien la labor es compleja creo que es esencial al plantear un
estudio de estas características.
Correspondencia de la emperatriz María19. La emperatriz fue un
elemento fundamental en la vida de la Infanta desde el año 1581 cuando
19
Esta correspondencia aparece diseminada por diversas colecciones documentales. Así el CODOIN, en
aquellos volúmenes dedicados al Imperio, recoge algunas de esas muestras epistolares procedentes del
Archivo General de Simancas. Encontramos muestras puntuales en la Colección Altamira y, por
supuesto contamos con un epistolario publicado que procede del Archivo de los Duques de Alba.
24
se retiró en las Descalzas Reales. Sin embargo, no es sólo este periodo el
que nos debe interesar pues ya desde 1570 va a tener una relevancia
fundamental, entre otras cosas, por su deseo de influir en la
configuración de la Casa de la Reina Ana, espacio que, no olvidemos, va
a ser “ vivido” por la Infanta. Además, va a ser una de las grandes
defensoras y promotoras de un enlace entre Isabel Clara Eugenia y el
emperador Rodolfo II.
Correspondencia de Ana de Dietrichstein20. Dama de la princesa doña
Juana y de la reina doña Ana. El valor de esta correspondencia es
indudable; nos encontramos con un conjunto epistolar amplio y que nos
permite completar un arco cronológico largo y de manera completa.
Escritas a la madre de la dama, contienen noticia puntual de la Corte y
de un espacio relativamente cerrado como es la Casa de la Reina (y de la
Princesa de Portugal). Las noticias sobre la infanta son abundantes y
muestran una faceta de gran interés para conocer y comprender la
importancia que Isabel Clara Eugenia tuvo en el entramado cortesano y
entre sus miembros. En este caso, la dama valora la importancia de la
Infanta en función de su potencialidad, concretamente como posible
futura emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico y los
beneficios que aquella condición reportarían a la familia de la
corresponsal.
Dentro también del conjunto de servidumbre femenina podemos
mencionar la correspondencia entre la Condesa de Paredes de Nava,
doña Inés Manrique y Mateo Vázquez entre 1580- 1581. En aquel
momento la Condesa desempeñaba el cargo de aya de las Infantas por
lo que estas misivas tienen un valor indudable. La cara negativa de la
misma es que no todas aquellas cartas tenían como objetivo informar al
secretario del Rey acerca de los acontecimientos que estaban marcando
GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M. Epistolario de la emperatriz María de Austria. Textos
inéditos del Archivo de la Casa de Alba, Madrid 2004.
20
Agradezco a Vanessa de Cruz Medina que me facilitase la lectura de esta correspondencia que ella
estudió en su Trabajo de Investigación. Cartas de Ana de Dietrichstein a su madre, Margarita de
Cardona: una doncella en la Corte de Felipe II (1573/4- 1581), Madrid 2002
25
el devenir interno de la Casa del Príncipe e Infantas. En muchos casos,
las palabras de doña Inés iban dirigidas a solventar asuntos propios y a
asegurar el porvenir de su propia parentela, pero ofrecen pequeños
retazos de información que son de sumo interés para la presente
investigación. Al igual que el epistolario anterior demuestran la
importancia de rastrear la documentación que dejaron tras de sí los
miembros de la servidumbre palatina ya que ofrecen una visión más
completa del complejo mundo cortesano.
Quiero
hacer referencia aquí a la correspondencia mediante billetes
entre algunos miembros del personal palatino y burocrático con Felipe
II o entre servidores. Esta documentación fue generada merced a las
necesidades de organización y funcionamiento de la maquinaria de la
Monarquía y, precisamente por este carácter ofrecen una información
de sumo interés. Por ejemplo, la conservación de los billetes enviados
por el marqués de Ladrada, mayordomo mayor de la reina Ana, a
Felipe II nos permiten seguir de manera puntual y detallada la
organización y funcionamiento de la estructura palatina en que se
desarrolló la vida de Isabel Clara entre 1570 y 1572. Evidentemente el
gran inconveniente de esta información es su ruptura cronológica en ese
año así como el hecho de que contemos con menos noticias de similar
carácter en el periodo subsiguiente y que nos permitan contrastar la
información. No obstante su análisis nos permite comprender, primero,
el propio funcionamiento de la Casa de la Reina a la vez que el modo en
que el mayordomo cumplía las funciones que tenía asignadas y, por
último vislumbrar aspectos sobre la vida de la infanta que no aparecen
en otro tipo de fuentes. No tenemos que olvidar que estos billetes, que
son un instrumento de trabajo, cuentan con las anotaciones manuscritas
de Felipe II cuyas opiniones sobre la vida cotidiana en el alcázar tienen
una importancia fundamental. Junto a estos billetes tenemos otros
similares con secretarios como es el caso de Martín de Gaztelu, muy
implicado también en el funcionamiento interno de la Casa de la Reina
26
o los de Mateo Vázquez que, entre la multitud de noticias que contienen
sobre asuntos de estado, hacienda, etc., ofrecen informaciones
puntuales sobre la familia real.
La búsqueda documental nos ha ofrecido otras muestras epistolares que no
voy a comentar de manera tan exhaustiva, pero sí señalar que nos han
permitido completar la visión de conjunto y ofrecer una multitud de
perspectivas que, esperamos, aclaren de una manera notable cómo se
desarrolló este particular periodo vital de la Infanta. Señalar por ejemplo las
cartas que el archiduque Alberto intercambió con determinados personajes de
la Corte como el mayordomo de la emperatriz, Don Juan de Borja Conde de
Mayalde o el entonces Marqués de Denia. Asimismo, en una mezcla entre
correspondencia e informe diplomático, las cartas intercambiadas entre Felipe
II y el Condestable de Castilla. Junto a ello pequeñas muestras epistolares de
las damas- asimismo los memoriales que pudieron elevar al rey- con la reina o
infantas.
-Como vamos viendo la reconstrucción del entorno inmediato de la Infanta
supone centrarnos en el estudio de la Casa (de la Reina hasta 1580 y del
Príncipe e Infantas hasta 1598) que como estructura administrativa “ genera”
una documentación de tipo contable que ofrece una valiosa información. Su
análisis se ha centrado no tanto en buscar el gasto generado por la casa sino, de
nuevo, las funciones que la Infanta cumplió en ese entorno. Si bien es cierto
que, de nuevo, encontramos una pléyade de noticias fragmentadas creo que en
relación a otras informaciones ayudan a completar el panorama que queremos
trazar en esta investigación. Son varios los aspectos que podemos ver en esa
documentación, ya que su variedad y diversidad es una característica
fundamental.
Así,
hay
que
recordar
que
entre
la
documentación
administrativa encontramos las nóminas del personal; desgraciadamente no
han llegado intactas hasta nosotros pero un estudio concienzudo nos permite
reconstruir con una cierta fiabilidad el personal palatino que rodeó a la Familia
Real. Puesto que este englobaba a cientos de personas hemos centrado la
27
búsqueda en aquellas personas- fundamentalmente mujeres- que compartían
de manera habitual y cotidiana la vida de la infanta: camareras mayores,
dueñas de honor, ayas y damas. Mujeres de la elite social que, además, han
generado por su cuenta una documentación que se encuentra depositada en
archivos nobiliarios y generales (AGS y AHN). Pero volviendo a esas nóminas,
la conservación de algunos expedientes y el traslado manuscrito en el XIX- XX
de información hoy perdida nos permiten reconstruir muy brevemente el
cursus honorum de estas mujeres al servicio de la Corona así como sus
matrimonios o entradas en religión. Por otro lado el apartado de “ cuentas
particulares” ha sido un fondo que, si bien ofrece piezas fragmentadas de
información nos ha permitido conocer aspectos de la vida de la Infanta que, de
otro modo, no podrían haber sido reconstruidos. Hablamos por ejemplo, de las
noticias que a través de las cuentas del sastre tenemos sobre las
representaciones cortesanas en que participaron infantas y damas. O por
ejemplo, el estudio de las prácticas devocionales a través de las limosnas y
mercedes a los lugares de culto. Asimismo, la infanta como fuente de mercedes
es un faceta interesantísima que nos introduce en las prácticas y funciones que
la realeza tenía asignadas en el particular escenario que es la Corte; dicha
faceta la podemos ver en los regalos- cuya huella queda de nuevo patente en
las cuentas- que la infanta hacía a sus damas o a otras personas ajenas a este
círculo 21.
Además de estas fuentes, hemos tratado de seguir los rastros documentales de
estas personas que compartieron el espacio palatino con la Infanta. La vía de
los memoriales y las peticiones a través del Consejo de Castilla ha sido y está
siendo bastante fructífera. En cierto modo ello nos está permitiendo construir
una especie de “ biografía colectiva” de la Corte que esperamos, otorgue una
mayor luz sobre la vida de la Infanta.
-Voy a referir por último a un apartado de fuentes que, quizá, debería haber
aparecido en primer lugar. Las crónicas, las historias generales sobre el
21
Sobre el devenir documental de la Casa de la Reina Ana véase HORTAL MUÑOZ, E., “Organización de
una Casa. El libro de veeduría de la reina Ana de Austria” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO M. P.
M., op cit., pp. 275- 310
28
reinado de Felipe II y las relaciones de sucesos son de obligada lectura a la
hora de elaborar este particular periplo biográfico por la vida de la Infanta. De
ellas hemos extraído noticias sobre la infanta: su participación en ceremonias
cortesanas, las especulaciones matrimoniales e, incluso la imagen que de ella
tuvieron sus contemporáneos. En ocasiones nos encontramos con breves
referencias que apenas aportan nada, pero sumadas estas noticias son un buen
reflejo, de nuevo, de los papeles y roles que Isabel Clara cumplió y por tanto
no pueden pasar desapercibidas. En este sentido han cobrado especial
relevancia la Historia de Felipe II de Cabrera de Córdoba y el Diario de Hans
Kevnhüller embajador cesáreo que nos ofrece una interesante visión sobre
estos años.
Isabel Clara Eugenia de Austria: un estado de la cuestión.
Antes de entrar a considerar propiamente los textos biográficos sobre la
Infanta vamos a analizar las fuentes primarias que han permitido la escritura
de esos trabajos. Nos referimos a la correspondencia, cuya relevancia hemos
ensalzado en el apartado anterior. En concreto quiero referirme a aquellos
epistolarios generados por la propia Infanta y a continuación al conjunto de
cartas que recibió de Felipe II entre 1581 y 1583. Antonio Rodríguez Villa
acometió la importantísima labor de compilar la correspondencia entre la
Infanta Isabel y el valido de Felipe III, el Duque de Lerma. Ese amplio conjunto
epistolar dibujaba de manera muy clara el devenir político y personal de la
Infanta archiduquesa en la Corte de Bruselas. La lectura de sus cartas nos
permite construir de manera nítida su labor de gobierno, así como la opinión
que tuvo de los acontecimientos que le tocó vivir. Es evidente que los límites
cronológicos de esa correspondencia no la han convertido en la fuente
fundamental para nuestra tesis, si bien es cierto que nos ha permitido hacer
comparativas interesantes en aspectos concretos. No obstante su lectura nos
remite a la comprensión misma de la Infanta y por tanto, un trabajo que
pretender reflexionar sobre el proceso formativo de Isabel Clara no puede
29
pasar por alto esa producción epistolar. Ese conjunto sólo es una pequeña
parte de lo escrito por la Infanta durante ese periodo vital y por ello hay que
completarlo con otras correspondencias. En este sentido, el conjunto de cartas
que intercambió con el Marqués de Velada resulta de gran interés, sobre todo
porque suponen un contrapunto al epistolario con Lerma. En ella observamos
a la Infanta que gusta de mantener los vínculos con sus antiguos servidores
por cuestiones de tipo más “ sentimental” pero, asimismo, con un objetivo
práctico: conocer qué ocurría en la Corte de Madrid, de la que tanto dependía
el buen desarrollo de los asuntos relativos a Flandes. Esos vínculos se pueden
observar en el caso de otros antiguos servidores y, si bien es cierto que a lo
largo de la investigación hemos encontrado muestras de ello, tienen un
carácter puntual y no forman epistolarios de la entidad de los ya mencionados.
Puesto que ambos conjuntos de cartas- al Duque de Lerma y al marqués de
Velada- se circunscriben a un periodo cronológico distinto al que queremos
trabajar hemos tenido que recurrir a epistolarios ajenos a Isabel Clara. Ya
hemos hecho un repaso por los más destacados al hablar sobre las fuentes. Nos
vamos a detener ahora en uno de los más importantes: las cartas de Felipe II a
sus hijas. Estas misivas, halladas por Gachard, constituyeron la punta de lanza
en la restauración de la imagen de Felipe II22. El padre que se dirigía a sus hijas
con una crónica única y excepcional de la Jornada portuguesa parecía redimir
al monarca de la leyenda negra de muchas de sus culpas. Ese espíritu
restaurador dominó algunas de las ediciones del epistolario, más centrados en
su emisor que no en las receptoras23. Y si Felipe II como escritor de las mismas
es esencial, eso no quita para que sea uno de los mejores documentos para
conocer a las Infantas adolescentes que las recibieron. Sin ser esa la intención
del escritor, Isabel Clara y Catalina Micaela asoman en esas cartas de una
manera que no podemos hallar en otros documentos; son las adolescentes que
22
GACHARD, L. P., Lettres de Philippe II a ses filles les Infantes Isabelle et Catherine écrites pendant
son voyage en Portugal (1581- 1583), París 1884.
23
Es el ejemplo de este prólogo que aseveraba que “…creemos hacer una labor patriótica y de justicia
acercando al gran público aquellas cartas que tanto pueden servir para borrar la sanguinaria y lúgubre
figura que ingenuos o interesados literatos e historiadores, incluso españoles, habrían llegado a imponer
del gran rey Felipe “ en PORTILLO DÍAZ, L. E. (ed), Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid 1943, p. 7
30
están aprendiendo a asumir su papel en la Corte y que tienen en Felipe II uno
de sus maestros esenciales. Si bien es cierto que echamos en falta las cartas de
respuesta de las propias Infantas, el epistolario es elocuente y su valor se
demuestra de manera repetida en el presente trabajo 24.
La Infanta Isabel constituye, en muchos aspectos, un caso extraordinario
dentro de lo que podemos observar para otras mujeres de la realeza. La figura
de Isabel Clara ya llamó la atención a sus contemporáneos y a su muerte,
además de los panegíricos al uso, encontramos algunas obras que superan en
entidad a aquellos- como los escritos de Puget de la Serre- donde se valoraban
de manera muy positiva las cualidades de la Infanta como modelo a seguir.
Asimismo, la Infanta fue incluida junto a otras mujeres extraordinarias dentro
de las llamadas galerías de mujeres ilustres. El siglo XIX fue una centuria de
construcción de identidades nacionales y búsqueda de personajes que
contribuyeran a dar una entidad histórica a las mismas. Los archiduques
Alberto e Isabel se convirtieron en el precedente histórico de la nación belga y
por tanto, objeto de atención historiográfica. Esto se trasladó a una importante
producción historiográfica que, en el caso de la Infanta se desarrolló a
principios del siglo XX. Así es de destacar la biografía en dos volúmenes de la
Condesa de Villermont sobre Isabel Clara Eugenia. Apoyándose en los
testimonios de Chiflet, entre otros, es uno de los trabajos más destacados y
solventes sobre la Infanta. Si bien es cierto que cae en determinados tópicos
sobre la Corte española y la figura de Felipe II ofrece un recorrido bastante
exhaustivo sobre la vida de Isabel Clara aunque dando una mayor relevancia a
la etapa como soberana y gobernadora en Bruselas. En definitiva se trataba de
dar entidad a la idea de que los archiduques fueron los primeros soberanos
independientes de la actual Bélgica y su labor de gobierno una pieza esencial
en la configuración territorial de aquel reino. La misma intención encontramos
en la obra de Charles Terlinden quien, no obstante, no ofrece nada novedoso
24
A este epistolario hay que unir las cartas dirigidas por Felipe II a su hija Catalina como Duquesa de
Saboya y que editó SPIVAKOVSKY, E., Felipe II. Epistolario familiar. Cartas a su hija, la infanta doña
Catalina (1585- 1596), Madrid 1975. La última edición de las cartas reúne tanto las cartas lisboetas
como las dirigidas a la Corte de Turín y es la que hemos usado en nuestra investigación: BOUZA
ÁLVAREZ F. (ed.), Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid 1998.
31
en relación a la biografía de Villermont. Curioso resulta el caso de Kinglestein
quien en su The Great Infanta traza una biografía de Isabel Clara para un
público anglosajón. En ocasiones la narración se pierde en la construcción del
contexto general- reinado de Felipe II- obviando a la propia Isabel Clara,
aunque sí ofrece una reflexión sobre la importancia de aquella en el problema
sucesorio inglés, algo no tan habitual en otros trabajos.
Yendo al caso español sin duda hay que citar la labor de Llanos y Torriglia
quien dejó tras de sí dos trabajos biográficos sobre la Infanta y algunos
artículos25. Más allá de que la labor de este estudioso aportase una visión
novedosa sobre el personaje sí que hay que señalar que llevó a cabo una labor
de divulgación donde se destacó la importancia de la Infanta. Así me gustaría
resaltar su alocución con motivo de las jornadas hispano- belgas de marzo de
1924. Allí hacía referencia al discurso pronunciado por el rey de los belgas,
Alberto en la cena ofrecida a los soberanos belgas por el Rey Alfonso XIII
donde se ponderaba la condición de Isabel Clara Eugenia como nexo de unión
entre ambos países:
“ …Isabelle- Claire Eugénie contribua puissament à unir d’affection les
Belges et les Espagnols d’autrefois et mon ambition serait de réunir les
Belges et les Espagnols de nos jours dans une commune admiration
pour la fille de Philippe II qui, selon M. Godefroid Kurth est bien la plus
noble et la plus gracieuse figure de femme qui ait paru dans l’histoire
de la Belgique (…) S. M. le Roi Albert dans le toast du banquet royal, fit
le plus chalereux éloge de la princesse espagnole, clairvoyante et bonne
protectrice des arts et restauratrice de la concorde et de la prosperité
dans son pays d’adoption. L’Espagne peu accoutumée a ce qu’on lui
rendre
justice,
sentit
resonner
dans
son
coeur
le
tribut
de
reconnaissance que rendait le suprême interprète des sentiments de la
25
Son La Novia de Europa, Madrid 1928 y De la Cruz al Cielo. Vida y muerte de la Infanta Isabel
Clara Eugenia, Madrid 1933
32
Belgique contemporaine aux bienfaits de l’insigne Espagnole qui fut sa
première souveraine…” 26.
La importancia del periodo archiducal ha marcado de manera importante la
historiografía en torno a la Infanta Isabel Clara. Las biografías que hemos
citado se centraron preferentemente en aquella etapa vital y este ha sido el
camino seguido por tantos otros. Aquellos que se han acercado al estudio de
los Países Bajos han abordado de una manera u otra la figura de la Infanta. En
este sentido quiero destacar las aportaciones de la historiografía española. Es el
caso de Bernardo García García quien ha centrado gran parte de sus
investigaciones sobre el reinado de Felipe III, el Duque de Lerma y los
Archiduques. La corte de Bruselas y su relación con Madrid aparece con
frecuencia en esos trabajos otorgando un especial énfasis a la importancia de
los vínculos familiares entre Isabel Clara y Felipe III como un medio más de
expresión política27. Similar caso es el de Alicia Esteban Estríngana; sus
estudios se han centrado en aspectos político- militares en relación a los Países
Bajos. De nuevo la Infanta Isabel ha cobrado relevancia extraordinaria en los
mismos y ha dedicado algunas contribuciones a su figura concreta28.
26
L’Archiduchesse- Infante- Isabelle- Claire- Eugénie au Musée du Prado. L’Espagne et la Belgique
dans l’histoire. Allocutions et conferences prononcées à l’occassion des Journées hispano- belges (16 et
17 mars 1924, Bruselas 1925, pp. 53- 54
27
García García, B. J., “La Corte de los Archiduques en Bruselas” en Torre de los Lujanes, nº 44, 2001,
pp. 59- 76; “Los regalos de Isabel Clara Eugenia y la Corte española. Intimidad, gusto y devoción” en
Reales Sitios, nº 143 (1 Trimestre 2000), pp. 16-27; “Ostende, Kinsale y Argel: tres empresas para
Felipe III” en GARCÍA HERNÁN, E., DE BUENES, M. A., RECIO MORALES, O. y GARCÍA GARCÍA, B. J.,
Irlanda y la Monarquía Hispánica: Kinsale 1601- 2001. Guerra, política, exilio y religión, Madrid
2002, pp. 225- 254, “Regalos diplomáticos y bienes suntuarios en la Corte española (1580- 1665)” en
GARCÍA SANTO- TOMÁS, E. (ed.), Materia crítica: formas de ocio y de consumo en la cultura áurea,
Madrid 2009, pp. 213-251; “Entre Vervins y la Tregua de Amberes. Estrategias de restauración en los
Países Bajos meridionales (1598- 1621)” en DUBET, A. y RUIZ IBÁÑEZ, J. J. Las Monarquías española y
francesa (siglos XVI- XVIII) ¿Dos modelos políticos?, Madrid 2010, pp. 85- 94
28
ESTEBAN ESTRÍNGANA A., Guerra y finanzas en los Países Bajos católicos: de Farnesio a Espínola,
1592- 1630, Madrid 2002; Madrid y Bruselas: Relaciones de gobierno en la etapa postarchiducal,
1621- 1634, Lovaina 2005; “Los Estados de Flandes: reversión territorial de las provincias leales, 15981623” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y VISCEGLIA, M. A., La Monarquía de Felipe III, Madrid 2008, vol. 4,
pp. 593- 682; “El collar del Toisón y la grandeza de España. Su gestión en Flandes durante el gobierno
de los Archiduques (1599- 1621)” en DE JONGE, K., GARCÍA GARCÍA B., y ESTEBAN ESTRÍNGANA A., El
Legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454- 1648), Madrid
2010, pp. 503-557; “Haciendo rostro a la fortuna. Guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (15901621)” en Tiempo de paces. 1609- 2009. La Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años, Madrid 2009
pp. 77-123; “Quelle belle princesse, ô bon Dieu: herencia y legado de la infanta Isabel” en VAN WYHE,
33
El año de 1998 conmemoró no sólo el centenario de la muerte de Felipe II sino
también el inicio del periodo archiducal en los Países Bajos. Producto de ello
fue una auténtica avalancha editorial que puso en marcha la escritura y
edición de volúmenes monográficos sobre estos dos aspectos. Obras producto,
en muchos casos, de la colaboración de diversos autores que ofrecían al lector
múltiples visiones sobre el régimen archiducal. Así cabe destacar el catálogo
de la exposición El Arte en la Corte de los Archiduques Alberto de Austria e
Isabel Clara Eugenia (1599- 1633): un reino imaginado que se llevó a cabo en el
Palacio Real de Madrid o el catálogo editado por Werner Thomas y Luc
Duerlo- Albert et Isabella. Essays- con motivo de la exposición que sobre los
archiduques se hizo en Bruselas29.
Desde aquellas publicaciones conmemorativas el listado de publicaciones y
colaboraciones en obras colectivas no ha dejado de crecer. Aspectos políticos,
culturales,
económicos
han
sido
analizados
por
los
historiadores
contribuyendo a que nuestra visión sobre el gobierno archiducal sea, cada vez
más amplia30. En 2009 la conmemoración de la Tregua de 1609 dio lugar a
exposiciones y congresos que han vuelto a poner en contacto a especialistas
sobre el tema. El resultado ha sido la publicación de actas de congresos y
catálogos que, nuevamente, han puesto al día la historiografía en torno al
periodo archiducal31.
Dentro de la producción más reciente cabe destacar la obra colectiva sobre la
Infanta coordinada por Cordula Van Wyhe, Isabel Clara Eugenia. Soberanía
C., Isabel Clara Eugenia. Soberanía femenina en las Cortes de Madrid y Bruselas, Madrid 2011, pp.
415- 443
29
La exposición tuvo lugar en el Museo Real de Arte e Historia de Bruselas (17 de septiembre de 199817 de enero de 1999); una reseña completa sobre la exposición y la edición del catálogo por GARCÍA
GARCÍA, B. “Guerra y paz en los Países Bajos, 1598- 1648: de los Archiduques a la Paz de Münster”
Crónicas en Cuadernos de Historia Moderna, nº 22 (1999), pp. 234- 238
3030
Por ejemplo, los aspectos festivos de la Corte de Bruselas y su impacto político tratados por
THOMAS W., “La fiesta como estrategia de pacificación en los Países Bajos meridionales. 1598- 1621” y
SPRANG S. “Voyez notre belle capacité à gouverner. Sobre las Fiestas del papagayo de 1615 en Bruselas
en honor de la infanta Isabel” ambos en DE JONGE, K., GARCÍA GARCÍA B., y ESTEBAN ESTRÍNGANA A.,
(eds.) op cit., pp. 267- 303 y 305-321
31
Es el caso del catálogo editado por la Fundación Carlos de Amberes Tiempo de paces. 1609- 2009. La
Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años, Madrid 2009. En el mismo tienen cabida algunas
aportaciones que se centran, no sólo en el territorio flamenco sino también en otros territorios europeos
y como la Tregua influyó en sus trayectorias políticas. De nuevo destacar la aportación de ESTEBAN
ESTRÍNGANA A., “Haciendo rostro a la fortuna. Guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (15901621)” pp. 77-123
34
femenina en las Cortes de Madrid y Bruselas y editada por el Centro de Estudios
Europa Hispánica. Antes de analizar esta contribución colectiva señalar los
trabajos de Cordula Van Wyhe al estudio de la figura de Isabel Clara Eugenia
durante su etapa archiducal. En su tesis abordó, a través de diversos aspectos
monográficos, la imagen mudable de la Infanta durante los años 1599- 1633.
Así se centra en el análisis de los cuadros de Brueghel sobre los matrimonios
campesinos donde se observa la conexión entre los archiduques y sus vasallos.
Asimismo, la importancia de las peregrinaciones al santuario de Nuestra
Señora de Laken que tienen una doble lectura: la necesidad de Isabel Clara de
dar continuidad dinástica a la nueva rama instalada en Bruselas y la conexión
con su confesor, Fray Andrés de Soto. Otra de los aspectos abordados es el
estudio de la obra de L’Hermite Les Plaintes d’ Acante, dedicada a una de las
damas de Isabel y en el que se hace un elogio a la castidad. Isabel Clara sería
una Diana entre sus damas- ninfas, modelo en definitiva a seguir por aquellas
que la rodearon32.
Volviendo a la obra colectiva que ha dirigido, destacar que se nutre de las
aportaciones de distintos especialistas procedentes de la historia, historia del
arte y la filología. El resultado es una obra que muestra las múltiples
perspectivas de análisis desde las que se puede abordar el estudio de la
Infanta. Además, rompe con esa tendencia a primar la etapa archiducal sobre
el periodo inmeditamente anterior. El conjunto es buena muestra de la
actualidad historiográfica del personaje, a la vez que un signo sobre las
posibilidades que el estudio de Isabel Clara ofrece al historiador.
Quizá como colofón a este sintético estado de la cuestión habría que hacer
referencia a los estudios biográficos sobre el archiduque Alberto. En este
sentido no han faltado los estudios monográficos sobre aspectos específicos,
desde su formación en Madrid a su labor de gobierno en Portugal o en
Flandes. Así, aquellos estudios centrados en la política de la Monarquía
Hispánica en las décadas de 1600- 1620, constituyen un buen acercamiento a la
32
VAN WYHE (Schumann) C., Humble wife, charitable mother and chaste widow: representing the
virtues of the Infanta Isabel Clara Eugenia (1599- 1633), Londres 2000. Tesis por la University of
London. Courtauld Institute of Art.
35
labor de gobierno del archiduque33. Como biografías específicas deberíamos
citar la de Caeiro 34 y la más reciente, la de Luc Duerloo 35. Esta última es sin
duda, un trabajo de necesaria consulta que se nutre de las aportaciones
historiográficas más recientes y contribuye a resaltar la importancia de la
figura del archiduque Alberto. Ya como reflexión final hay que señalar que
estos estudios de corte biográfico han ayudado a expandir nuestro
conocimiento no sólo sobre trayectorias individuales sino también sobre el
contexto histórico general que enmarcó sus vidas.
33
Trabajos de GARCÍA GARCÍA, B., La Pax Hipánica. Política exterior del Duque de Lerma, Lovaina
1996 o ALLEN, P. C. Felipe III y la Pax Hispánica. 1598- 1621. El fracaso de la gran estrategia,
Madrid 2001 son esenciales en este sentido. Una revisión historiográfica sobre el reinado de Felipe III
en SALAS ALMELA, L., “Realeza, valimiento y poder: en torno a las últimas aportaciones sobre el
reinado de Felipe III” en Hispania. Revista de Historia de España, vol. LXX, nº 234 (2010), pp. 165180
34
CAEIRO, F. O Archiduque Alberto de Austria, vice- rei de Portugal, Lisboa 1961
35
DUERLOO, L., Dynasty and Piety. Archduke Albert (1598- 1621) and Habsburg Political Culture in an
Age of Religious Wars, Farnham 2012. Resulta interesante la recapitulación sobre las aportaciones
historiográficas centrada en la figura del Archiduque Alberto, pp. 1- 16
36
ABREVIATURAS UTILIZADAS
AGP: Archivo General de Palacio
AGS: Archivo General de Simancas
AHN:Archivo Histórico Nacional
OOMM: Órdenes Militares
AMAEC: Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.
ASF: Archivio di Stato di Firenze
AST: Archivio di Stato di Torino
AZ: Archivo Zabálburu
BA: Biblioteca de Ajuda
BL: Bristis Library
Add Mss: Additional Manuscripts.
Egerton Mss: Egerton Manuscripts
BNE: Biblioteca Nacional de España
BPR: Biblioteca del Palacio Real
BPUG: Bibliotèque Publique et Universitaire de Gènevre
CEF: Collection Éduard Favre
IVDJ: Instituto Valencia de Don Juan
PRO: Public Record Office
SP: State Papers
DDMF: Dépêches diplomatiques de Monsieur de Fourquevaux, Ambassadeur du Roi
Charles IX en Espagne 1565- 1572, 3. Vol., París 1900
DDML: M OUSSET A., Dépêches diplomatiques de Monsieur de Longlée Résident de
France en Espagne (1582- 1590), París 1912
37
UNIVERSO PALATINO Y REALIDAD HUMANA: ISABEL CLARA
EUGENIA EN LA CORTE DE FELIPE II
38
LA CORTE VIVIDA POR ISABEL CLARA EUGENIA DE AUSTRIA
No es nuestra intención hablar aquí sobre la Corte en la Edad Moderna, entre
otras cosas porque su importancia ha sido puesta de manifiesto en múltiples
estudios. Desde la aparición de la obra de Norbert Elías, los historiadores han
ido recuperando la Corte como espacio ceremonial y de ejercicio del poder,
configurando esa Europa de las Cortes que nos permite comprender cómo se
desarrolló la vida política y cultural en el Antiguo Régimen36. La historiografía
española no se ha quedado a la zaga y ha puesto en valor la importancia de la
Corte Católica Habsburgo no sólo como escenario en que la Monarquía
Hispánica desplegó su ceremonial, sino también como modelo a seguir en
otras monarquías europeas. Esta proliferación de estudios ha ido en líneas
diversas pero convergentes optando bien por la síntesis, bien por el análisis de
aspectos concretos o de reinados específicos. En este sentido la Corte de Felipe
II cobra un lugar primordial en los análisis de la institución durante los siglos
XVI y XVII. Si bien es cierto que la llegada de la dinastía Habsburgo a España
con Felipe el Hermoso y, fundamentalmente, con Carlos V había introducido
cambios y novedades- concretamente el ceremonial borgoñón- va a ser Felipe
II el que imponga una serie de novedades que hacen de la Corte hispana un
modelo a seguir, no sólo por sus sucesores sino por otros monarcas y
potentados europeos. Es la imagen de ese Rey oculto que sabe medir a la
perfección sus apariciones y el acceso a su persona, que controla de manera
completa el manejo de los asuntos y que marca los papeles de quienes le
rodean37. Y lo que nos interesa destacar es que la Infanta Isabel va a ser testigo
36
ELÍAS, N., La sociedad cortesana, Madrid 1993. Una buena síntesis sobre los estudios más destacados
la encontramos en ÁLVAREZ- OSSORIO ALVARIÑO, A. “La Corte: un espacio abierto para la historia
social”, CASTILLO, S. (coord.), La historia social en España. Actualidad y perspectivas, Madrid 1991,
pp. 247- 260. Asimismo destacar el volumen dedicado a la Corte y coordinado por GÓMEZ CENTURIÓN,
C., Cuadernos de Historia Moderna, Anejo, 2003.
37
Para una síntesis sobre este aspecto véase BOUZA ÁLVAREZ, F., “El Rey y los cortesanos” en Torre de
los Lujanes, Madrid nº 32, 1996, pp. 77- 88. Como explica en la conclusión “…Felipe II actúa en la
Corte con un objetivo último que es el robustecimiento de su poder, que la Corte es uno de los lugares
donde se van a producir algunas de las novedades más radicales, algunas con una repercusión política a
largo plazo enormemente importantes. Tienen que ver con la personalización del oficio real y, sobre
todo, con la entrada en escena del gusto, la voluntad, la afición, la amistad del rey como verdaderas
categorías políticas” p. 88
39
privilegiado de esos cambios y transformaciones que van a afectar a su vida
cotidiana, a su manera de presentarse ante la Corte y de relacionarse con
aquellos que la conforman. En su caso debemos entender la Corte como un
espacio de vida, pero también de aprendizaje que la va a ir moldeando en la
mujer que pudo cumplir muchos papeles- posible consorte en una Corte
extranjera o soberana en la propia- y que acabó como soberana y gobernadora
de los Países Bajos. En este sentido ella se convierte en una transmisora de esos
valores aprendidos en unas circunstancias propias y no extrapolables a otros
casos similares como pueden ser el de su hermana Catalina, Duquesa de
Saboya, o el de su sobrina, Ana de Austria, Reina Cristianísima de Francia38.
Las múltiples realidades que encierra la Corte- es el lugar de residencia del
Rey, pero también el universo humano que rodea al monarca- hace necesario
que nos refiramos a estructuras concretas como es la Casa, órgano
administrativo y de organización del personal que va a sufrir transformaciones
profundas en estos años. Así, enmarcar la vida de Isabel Clara Eugenia en la
Corte implica hacerlo en el espacio concreto en que se desarrolló y éste no es
otro que el de la Casa de la Reina.
La Casa de la Reina es un escenario particular dentro del microcosmos de las
Casas entre otras cosas por la importancia de su servidumbre femenina. Con
una cabeza masculina- la Mayordomía- incluía una serie de puestos ocupados
por damas de alcurnia que servían y acompañaban a la Reina en su día a día.
Además, allí se incorporaba el servicio para los Infantes- ayas- que tenían en la
Casa su primer espacio de socialización. Isabel Clara vivió sus primeros años
en las Casas de Isabel de Valois y de Ana de Austria, siendo la llegada de ésta
última, momento de transformación esencial con la elaboración de unas
nuevas etiquetas.
38
Nos referimos al hecho de que Isabel Clara vivió en la Corte de Bruselas como soberana por derecho
propio, ya que aquellas provincias conformaban parte de su dote. Aunque Catalina Micaela y Ana de
Austria influyesen en los sistemas cortesanos de Turín y París, lo van a hacer como consortes. Para un
acercamiento a esos procesos resultan de interés, RÍO BARREDO, M. J., “De Madrid a Turín: el
ceremonial de las reinas españolas en la Corte ducal de Catalina Micaela de Saboya” en Cuadernos de
Historia Moderna, Anejo II (2003), pp. 97- 122; RÍO BARREDO, M. J. y DUBOST, J. F., “La presencia
extranjera en torno a Ana de Austria” en GRELL, C., Ana de Austria. Infanta de España y Reina de
Francia, Madrid 2009, pp. 111- 153
40
EL PERSONAL PALATINO: UNA BIOGRAFÍA COLECTIVA DE LA CASA
DE LA REINA.
El análisis de la Casa que sirvió a la Infanta Isabel Clara Eugenia durante el
dilatado periodo que vivió en la Corte de Madrid implica hacer referencia a los
diversos personajes que la poblaron. A lo largo de estos años fueron muchos
los que ocuparon los diversos cargos palatinos; por ello hemos querido hacer
unos breves apuntes biográficos de los más destacados miembros del servicio
con el objetivo de conocer mejor a aquellos que formaron parte del día a día de
la Infanta en Palacio. Asimismo, hemos querido hacer un esquema cronológico
con los momentos clave para la organización de la Casa en estos años.
La dirección de la Casa: la Mayordomía Mayor
En el periodo que abarca este estudio (1566- 1598) fueron varios los
Mayordomos Mayores que pasaron por el cargo en lo que fue la Casa de la
Reina, del Príncipe e Infantas. Don Antonio de la Cueva, el marqués de
Ladrada, don Juan de la Cerda, el IV Duque de Medinaceli, Don Pedro Fajardo
III Marqués de los Vélez, Don Francisco Zapata y Cisneros, el Conde de
Barajas, don Juan de Zúñiga, Comendador Mayor de Castilla y don Gómez
Dávila, el Marqués de Velada fueron sucediéndose en el cargo. En muchos
casos este puesto áulico era el broche a una carrera al servicio de la Corona.
Cada una de estas Mayordomías tuvo su carácter e impacto en la organización
de la Casa, aunque lo cierto es que, el periodo “ gobernado” por el Marqués de
Ladrada fue esencial ya que fue labor suya coordinar la reorganización de la
estructura palatina en la Casa de la Reina y la redacción de las etiquetas para
su correcto funcionamiento.
Don Antonio de la Cueva descendía de los señores de Ladrada, rama
segundogénita de la casa ducal de Albuquerque. Así, el primer señor de
Ladrada era hijo de don Beltrán de la Cueva, I Duque de Albuquerque y doña
41
Mencía de Mendoza. Fue llamado don Antonio de la Cueva y casó con doña
Elvira de Ayala con quien tuvo al segundo señor de Ladrada, don Francisco de
la Cueva de cuyo matrimonio con doña Juana Portocarrero nació nuestro don
Antonio de la Cueva. Él fue el primer marqués de Ladrada, título concedido
por Felipe II39. Fue nombrado mayordomo semanero en la Casa de Isabel de
Valois y de allí pasó a la Mayordomía Mayor40. Una de las mejores fuentes
para el conocimiento de su gestión al frente de la Casa de la Reina la ofrecen
los billetes que enviaba, casi diariamente, a Felipe II y que reflejan las diversas
problemáticas que generaba este espacio palatino. A lo largo de las siguientes
páginas vamos a ir viendo la relevancia de esa documentación sin parangón y
que, desgraciadamente, no tiene equivalentes para los restantes mayordomos
que ocuparon el cargo en años posteriores.
Uno de los aspectos más interesantes a la hora de analizar estos personajes
consiste en observar cómo formaron o se integraron en redes familiares
dedicadas al servicio regio. En su caso, su mujer, doña Petronila Pacheco,
aunque mostró deseos de retirarse de la vida de la Corte tras quedar viuda, fue
incorporada a la servidumbre de la Casa como dueña de honor41. Su hermano,
39
Para conocer estos orígenes es de interés la tesis de CARCELLER CERVIÑO, M. P., Realidad y
representación de la nobleza castellana del siglo XV. El linaje de la Cueva y la Casa Ducal de
Albuquerque, Madrid 2006. Asimismo, el árbol genealógico de los Marqueses de Ladrada en LÓPEZ DE
HARO, A, Nobiliario genealógico de los Reyes y títulos de España, (ed. Facsímil), 1996, Tomo II, pp.
448- 450
40
Encontramos una interesante referencia a su posible elección como mayordomo de la Reina Isabel en
una carta que Felipe II envió al Duque de Alba; en la misma se sugiere que la candidatura de don
Antonio vino recomendada por el Duque: “En lo de los mayordomos, [con alargarse mi ida, dará más
tiempo] para mirarlo; y entretanto yo no haré mudança dellos hasta el tiempo que vos decís; que es lo
que conviene. Vos pensad entretanto y mirad en más personas. La de don Antonio de la Cueva no sé si
será tan a propósito para my casa como para la de la Reyna, y allí creo que haría gran falta, porque su
compañero no ayuda nada al negocio” Felipe II al Duque de Alba, 7 de agosto de 1567, ADA Caja 5, nº
69, recogemos la transcripción en PARKER, G. “1567: the end of the Dutch Revolt?” en CRESPO
SOLANA, A., y HERRERO SÁNCHEZ, M., España y las 17 provincias de los Países Bajos. Una revisión
historiográfica (XVI- XVIII), Córdoba 2002, Tomo I, p. 290
41
Mateo Vázquez hacía referencia a ese deseo por retirarse de la vida mundana “…La carta para la
Marquesa de Ladrada va aquí y tocase en ella lo de su asistencia al descargo del alma de su marido,
porque ha estado muy puesta en meterse monja y a mí me lo dixo, a que yo le respondí bien
encarecidamente la obligación que tenía de asistir por agora a lo que he dicho” Mateo Vázquez a Felipe
II, 10 de febrero de 1574, IVDJ Envío 53, caja 69, nº 34. La planta de las dueñas de honor en Palacio
indica su entrada en el mismo: “La marquesa del Adrada. En la villa de Madrid Jueves a tres de Junio de
1574 años mandó el excelentísimo señor, duque de Medinaçeli mayordomo mayor de la Reyna nuestra
señora que por quanto su Magestad hizo merced en siete de mayor deste dicho año, a la marquesa del
Adrada de un asiento de su dueña de onor, y empeçó a servir el dicho asiento a diez y nueve del mismo,
que se asentase así en los libros de la casa de su magestad por tal dueña de onor con quinientas mil
42
don Diego de la Cueva, II Marqués de Ladrada, casó con una de las damas
francesas de Isabel de Valois, doña Luisa de Saint- Ligier.
A la muerte del marqués en 1574 se produjo la elección de un nuevo
Mayordomo Mayor. El elegido para el cargo fue el Duque de Medinaceli. Uno
de los billetes de Mateo Vázquez a Felipe II nos ofrece bastantes pistas sobre
cómo se produjo el nombramiento de este servidor. El secretario del soberano
hace referencia a cómo “ por la calle hablauan muchos del en esto teniéndole
por benemérito de aquel cargo, el qual le figuré de la autoridad y
preeminencia que era” 42. El Duque quien recordaba los muchos servicios a la
Corona en materia militar y política43 quería seguir esta andadura por las
necesidades económicas que le acuciaban y, si bien es cierto que quería “ seruir
en cosas de su profesión” era consciente de que por “ su edad no estaua fuera
de pensar en otra manera de vivir y que él desde niño se auía criado en Palaçio
siendo page de la Emperatriz nuestra señora, inclinándose a que se podría
aplicar a las cosas de la casa” 44.
Don Juan aceptó el cargo y entró a servir en él el 23 de marzo de 1574; para
informarse sobre cómo era el funcionamiento de la Casa se valió del
conocimiento de otros servidores de Palacio como es el caso de don Gonzalo
Chacón, hijo del señor de Casarrubios y mayordomo semanero 45. El tiempo
que ocupó la mayordomía fue bastante escaso ya que su muerte se produjo el 1
de agosto de 1575; no obstante, durante este tiempo tuvo que seguir
gestionando la elaboración de las etiquetas que estaban inacabadas desde el
tiempo del Marqués de Ladrada. No son muchos los datos que contamos para
maravedíes de salario, (…) [falleció en Madrid en Palaçio a xv de septiembre de MDLXXX]” AGP,
Personal, Caja789, nº 26
42
Billete de Mateo Vázquez a Felipe II, 10 de febrero de 1574, IVDJ, Envío 53, caja 69, nº 34
43
De hecho se pensó en él para sustituir al Duque de Alba en el gobierno de los Países Bajos, cargo que
no desempeñó de manera efectiva, siendo la tarea encomendada a don Luis de Requesens. Para un
análisis sobre este aspecto véase WOLF J. G. C., “Burocracia y tiempo como actores en el proceso de
decisión: la sucesión del Gran Duque de Alba en el gobierno de los Países Bajos” Cuadernos de
Historia Moderna, nº 28 (2003), pp. 99- 124
44
Billete de Mateo Vázquez a Felipe II, 10 de febrero de 1574, IVDJ, Envío 53, caja 69, nº 34
45
“Contento pareçe que se halla el Duque en el nuevo offiº; ayer le vi y dixe lo de la Instrucción y el
dormir en aquella pieça y lo de informarse de don Gº. todo lo oyó y estimó como era razón y dixo que
besaua a V Mg los pies por ello” Mateo Vázquez a Felipe II, 25 de marzo de 1574, IVDJ, Envío 53, caja
69, nº 30
43
ilustrar como gestionó el Duque el cargo de Mayordomo, ni cómo se
desenvolvieron las relaciones con el resto del personal de la Casa46. Los billetes
de Mateo Vázquez al monarca nos ofrecen más pistas sobre las diferentes
problemáticas que se tuvieron que afrontar durante este periodo, como por
ejemplo la incorporación de las damas de la Princesa de Portugal en la Casa de
Ana de Austria tras el fallecimiento de la primera.
Tras la desaparición del Duque hubo que proceder, nuevamente, a la elección
de un Mayordomo Mayor y esta vez el nombramiento recayó sobre el III
Marqués de los Vélez47. Al igual que en el caso anterior la gobernación de la
Casa de la Reina fue el punto final a una carrera al servicio de la Corona. El
titular del marquesado había llevado a cabo una interesante carrera
diplomática como enviado extraordinario a Viena. Allí, junto al Conde de
Monteagudo, ayudó a la conducción de las relaciones bilaterales entre las dos
ramas Habsburgo; además, llevó a cabo una misión diplomática en Polonia
con motivo de la elección que coronó al Duque de Anjou como soberano 48.
Hay que decir que la fulgurante carrera de don Pedro Fajardo se vio
extraordinariamente favorecida gracias a sus conexiones familiares; en 1571 se
firmaron las capitulaciones para sus segundas nupcias con doña Mencía de
Requesens, hija del Comendador Mayor de Castilla. Su suegro se va a
convertir en uno de los mejores promotores de su carrera política y le va a
46
En muchos casos la documentación se quemaba por lo que debemos acudir a fuentes de terceros.
Sobre el devenir de aquellos papeles el propio Rey hace la siguiente consideración “Al Duque de
Medinaceli [V Duque e hijo del Mayordomo Mayor] dad las gracias de my parte por aberme embiado la
instrucción, y decídle que de la misma manera será bien que me embíe el sello y los demás papeles que
allí dice, y aún si su padre no ubiese quemado o roto los que tenía de mi mano, me los podrá embiar
juntamente…” Felipe II a Martín de GAztelu, Madrid 11 de septiembre de 1575, AHN, Consejos leg.
15189, nº 28
47
El Marqués de los Vélez cuenta con una cierta fortuna historiográfica, así deberíamos hacer mención a
las aportaciones de Marañón en su estudio monográfico sobre los tres primeros titulares del marquesado,
así como el análisis de los aspectos más controvertidos de su carrera cortesana en su trabajo sobre
Antonio Pérez. MARAÑÓN, G., Los Tres Vélez: (Una historia de todos los tiempos), Madrid 1962;
MARAÑÓN, G., Antonio Pérez, Madrid 2002 (1ª Ed. 1947) La revisión historiográfica del personaje ha
corrido a cargo de RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A., El camino hacia la Corte. Los Marqueses de los Vélez en
el siglo XVI, Madrid 2011, donde algunos tópicos sobre el Marqués han sido matizados y contrastados.
48
Sobre esta misión diplomática véase RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A., “Servir al Rey, servir a la Casa. La
embajada extraordinaria del III Marqués de los Vélez en el Imperio y Polonia (1572- 1575)” en
MARTÍNEZ MILLÁN, J. y GONZÁLEZ CUERVA, R. (coords.) La dinastía de los Austria. Las relaciones
entre la Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, pp. 439- 478
44
aconsejar en su periodo cortesano 49. Tras la finalización de sus trabajos en
Polonia y el rechazo a un encargo del Rey que le habría llevado a Génova, el
marqués regresó a la Península donde su intención era ocuparse de su
hacienda y su casa. Sin embargo los planes de Felipe II van a ser otros y se va a
ver distinguido con la Mayordomía Mayor de la Casa de Ana de Austria.
Desde luego nadie podía negar el gran honor que suponía el cargo, entre otras
cosas porque ofrecía un acceso a la persona del Rey que no estaba al alcance de
cualquier cortesano. Don Pedro Fajardo, sin embargo, va a aceptar a
regañadientes y no va a ocultar en su correspondencia con don Luis de
Requesens el inconveniente que el cargo suponía para la buena marcha de sus
asuntos domésticos.
“ El trabajo del officio es muy grande y mucho más agora por auerse de
ordenar todo de nuevo y estar, después que yo siruo, los dos
mayordomos malos y yo asistiendo a todas tres cosas y sin auer un real
de la Reina ni consignación para ella, y hauer de guardar dozientas y
tantas mujeres, ministerio tan fuera de mi gusto y inclinación y por
tanto de mucho más congoxa y trabajo” 50 .
Realmente son estas unas consideraciones interesantes. En los estudios sobre la
Corte tratamos de reconstruir las carreras áulicas observando el ascenso
paulatino o fracaso de sus protagonistas pero, pocas veces tenemos ocasión de
detenernos a considerar cuáles eran los sentimientos que les generaban esos
puestos palatinos. La correspondencia del Marqués con su suegro nos ofrece
pistas valiosas para saber algunos aspectos sobre la gestión de la Casa, sobre
todo en lo referente a los obstáculos, pero deben de verse como una reflexión
sobre el mismo y no una puntillosa descripción del día a día de un
mayordomo mayor. En ese sentido, los billetes del Marqués de Ladrada son
49
El propio don Luis de Requesens agradecía a Felipe II el nombramiento de don Pedro Fajardo “Por
cartas del secretario Çayas he entendido que V Md ha hecho mrd al marqués mi hierno de mandalle
seruir de mayordomo mayor de la Reyna nuestra señora, y para mí lo ha sido muy grande , y por ella
beso los pies a V Md, y espero que el marqués acertara a seruir de la manera que no se arrepienta V Md
de auelle hecho este fauor ni de la mrd que adelante le hiziere.” San Tomalant 14 de octubre [1575], AZ
Altamira, 93, nº 99
50
El Marqués de los Vélez a don Luis de Requesens, El Pardo 27 de septiembre de 1575, AZ, Altamira,
99, nº 39
45
una fuente más útil. Entendemos por tanto que el oficio no le era agradable e
intuimos que don Pedro no estaba muy dispuesto a bregar con aquellos
inconvenientes que sí describieran otros Mayordomos: una servidumbre
femenina numerosa y exigente que podía generar auténticos quebraderos de
cabeza al jefe de la Casa. Ese punto lo vamos a tratar en otro apartado, por lo
que no nos vamos a extender aquí, pero sí que debemos ver en estos
testimonios del Marqués de los Vélez un material esencial para entender el
cargo palatino en toda su dimensión.
Consideraba que aunque el oficio tenía sus ventajas sus preferencias estaban
en otros menesteres. No obstante, la Mayordomía va a ser un puente para
otras mercedes regias. Uno de los hechos que van a empañar sus desempeños
en la Casa de la Reina va a ser la mala salud que le acompañó en estos años.
De este hecho se hacía eco el secretario Gaztelu con el nuevo Comendador
Mayor, don Juan de Zúñiga51. Ello provocó que, en ocasiones, las labores de
don Pedro Portocarrero fuesen asumidas por los mayordomos semaneros52. El
otro hecho que acabó por empañar sus últimos momentos en la Corte fue su
cercanía a Antonio Pérez y su involucración en los hechos que condujeron al
asesinato del secretario de Don Juan de Austria, don Juan de Escobedo. La
destitución de Vélez como mayordomo era el “ descabezamiento” simbólico
del denominado partido “ papista” al que pertenecía Antonio Pérez y otros
cortesanos. Era una salida traumática para un servidor que no había querido el
oficio y que tampoco iba a sobrevivir mucho tiempo más, ya que su quebrada
salud le condujo a una temprana muerte53.
51
“Paréceme que anda con muy quebrada salud e impidido del uso de los braços, de tal amnera que por
no poderse quitar la gorra a los que le visitan toma por medio estar sin ella. Es mucha la flaqueza que
tiene de estómago y su melancolía le trae muy fatigado, témole. Dios le dé la salud que dessea” Martín
de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 24 de Junio de 1578, AMAEC, Santa Sede, leg. 4, nº 252
52
“El señor Marqués de los Vélez lo haze muy bien en su officio de mayordomo mayor de la Reyna
nuestra señora y cada día va descubriendo más su caudal y entendiendo que el Conde de Barajas,
mayordomo de la Reyna está ocupado en la asistencia de Seuilla y don Gonçalo Chacón, que también lo
es, enfermó muchos días ha y el mucho trabajo que el Marqués tenía en hauer de cumplir con todo
estando solo, ha nombrado Su Magestad por mayordomos de la Reyna a don Juan de Velasco (…) y a
don Pero Niño” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, AMAEC Santa Sede, leg. 4, nº 219
53
“El fallescimiento del señor Marqués de los Vélez me ha pesado mucho por lo que Vuestra Señoría lo
sentirá y la falta que hará a su muger y casa y al servicio de Su Md. Pero su salud era tan quebrada que
si no auía de convalecer le ha hechi Dios mucha merced. Él le tenga en su gloria y guarde lo que queda,
46
Entre 1578 y 1585 la jefatura de la Casa recayó en el Conde de Barajas54. Este
periodo estuvo marcado por la repentina muerte de Ana de Austria en Badajoz
durante la Jornada de Portugal (1580) y la reconversión de la Casa de la Reina
en la Casa del Príncipe e Infantas. Al igual que sus predecesores, el Conde
había desarrollado una importante carrera al servicio de la Corona y su cursus
honorum recoge los siguientes cargos: corregidor del Marquesado de Villena y
de la ciudad de Cuenca (1567); corregidor de la ciudad de Córdoba, donde
tuvo que hacer frente a los problemas derivados de la rebelión de las
Alpujarras (1570); asistente y capitán general de Sevilla (1572- 1579);
nombramientos como mayordomo del Rey en 1576 y Mayordomo Mayor de la
Reina (1579); Presidente del Consejo de Órdenes (1581)55; Presidente del
Consejo Real de Castilla (1582); Presidente del Consejo de Estado (1584) y
Presidente del Consejo de Guerra. Las quejas sobre su gestión llevaron al Rey a
ordenar a don Francisco Zapata que se retirase a sus estados donde murió en
159156.
Volviendo a la elección del Conde de Barajas como Mayordomo Mayor, la
decisión revestía una gran importancia ya que las circunstancias en que se
producían eran complejas y, además, hay que tener en cuenta que había que
buscar quien ejerciese como ayo del príncipe don Diego, heredero de Felipe II:
“ El papel incluso es de lo que se me offresce para el lugar que tenía el
de Vélez y si acertase podría venir a propósito adelante para la
y a Vuestra Señoría para remedio de todo” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 3 de marzo
de 1579, Envío 14, Caja 27, h26
54
No hay muchos trabajos sobre el Conde de Barajas, no obstante sí que podemos destacar las
siguientes aportaciones. En primer lugar, el estudio sobre el mecenazgo artístico- especialmente en el
capítulo de la arquitectura- de la Casa de Barajas entre los siglos XVI y XIX y que ofrece algunos datos
sobre el I Conde de Barajas de MARÍN TOVAR, C., La Casa y Condado de Barajas. Su patronazgo
artístico entre los siglos XV y XIX. Tesis Doctoral Inédita Madrid 2004
55
Su nombramiento en AHN, Consejos, lib. 1435, ff. 156- 157
56
De esta caída en desgracia se hacía eco Kevenhüller en la forma siguiente: “En Madrid, por este
mismo tiempo, fueron privados algunos ministros a cuio cargo estaua la hazienda real por no auer
exercido sus oficios con fidelidad, principalmente en el presidente de Indias Joan Fernández de
Espinosa. La misma fortuna y desgracia corrió a don Francisco Çapata de Cisneros, conde de Barajas,
que auía muchos años que era muy querido y estimado de su magestad y auía servido en muchos oficios
y aún en los mayores de la república con mucha satisfacción. De orden de su magestad el confesor le
dijo que saliesse de la Corte, lo qual cumplió luego al punto retirándose a Barajas, adonde trataua de dar
satisfacción a las acusaciones que se le ponían, pero atajado de la muerte no lo cumplió dejando a sus
hijos muy grandiosa hazienda” VERONELLI S., y LADRADOR ARROYO F., Diario de Hans Kevenhüller,
embajador imperial en la Corte de Felipe II, Madrid 2001, p. 403
47
provisión de Ayo del Príncipe nuestro señor, en que va lo que se dexa
bien entender pues si sucediese (a lo que Dios no permita por su
misericordia) entrar moço a reynar, está claro que el Ayo ternía en aquel
momento gran mano, y por esto es mucho para mirar y considerar” 57
El secretario Mateo Vázquez proponía a continuación una serie de nombres
para que el rey eligiese el mejor candidato. Así se menciona al Duque de Béjar,
Marqués de Mondejar –“ áspero y inclinado a guardar su hazienda” ; el Duque
de Osuna de quien se destacaba su juventud, además de ser “ muy altiuo y de
poca experiencia” ; el Almirante (de Castilla?); el Prior don Fernando, a quien
veía más apto para el gobierno de Nápoles; don Juan de Zúñiga que “ no era
fuera de propósito” ; el Duque de Gandía, el conde de Aytona, el de Sástago, el
de Pliego, el marqués de Cerralbo y don Martín Enríquez. La lista era extensa y
en ella no faltaba quien, finalmente, va a lograr el puesto de Mayordomo: el
Conde de Barajas quien, en opinión de Mateo Vázquez, “ creo que haría el
officio muy bien y sería más manual que otros y aquí va una carta suya en que
paresce que lo desea” 58. Experiencia en asuntos de gobierno no le faltaba y
durante algo más de cinco años va a ejercer el oficio. Como hemos señalado
antes, su gobierno se produjo en un momento de profundos cambios ya que se
va a vivir la transición entre una Casa de la Reina y una Casa del Príncipe
donde se van a integrar las Infantas. Además, la ausencia de Felipe II de la
Corte con motivo de la Jornada portuguesa va a hacer que tanto el
Mayordomo como el aya- cargo ocupado por la Condesa de Paredes de Navagocen de un gran protagonismo en las vidas de los hijos del monarca, y con
una especial relevancia en el caso de Isabel Clara y Catalina Micaela quienes,
ya entradas en la adolescencia, debían asumir un papel más activo.
Don Juan de Zúñiga, Comendador Mayor de Castilla y Príncipe de
Pietrapercia59 asumió la Mayordomía Mayor en 1585 en un momento de
57
Mateo Vázquez a Felipe II, El Pardo 20 de febrero de 1579, BL Add Mss/ 28263, ff. 212- 213
Íbidem
59
Título consorte; sobre la Princesa del Pietrapercia: “La princesa de Petroperçia es hermana del
Prínçipe de Petroperçia que murió sin hijos, es viuda de hedad de quarenta y dos años, muy noble de
Casa antigua de Branchiforte, fue casada con el Conde de Mazarino de quien le quedó un hijo que oy es
conde y por ser primogénito a de suceder en el prinçipado que vale 12U ducados de renta, aunque tiene
enpeñados los seis mil tiene ella de dotte cinquenta y quatro mil ducados de los quales puede disponer
58
48
cambios en el ámbito doméstico de las Infantas y el Príncipe. Al asumir el
cargo, la Corte iniciaba la Jornada de Aragón para la celebración del
matrimonio de la Infanta Catalina y la reunión de Cortes en aquella Corona.
De nuevo debemos hablar de un personaje que contaba con un nutrido cursus
honorum al servicio de la Corona y que se veía honrado con un cargo que,
asimismo, llevaba aparejada la importante tarea de educar al futuro soberano.
¿Cuáles fueron las razones para la elección de don Juan de Zúñiga? El hecho
de que el Conde de Barajas no fuese honrado con la orden de acompañar a las
Infantas y Príncipe en la mencionada Jornada se ha interpretado como un
signo de pérdida de favor regio que culminaría unos años más tarde60. Aunque
el viaje hacia la Corona de Aragón sea el punto de inflexión, lo cierto es que
debía haber rumores sobre un posible cambio en la servidumbre de la Casa
con anterioridad, tal y como muestran las siguientes líneas de Gonzalo de
Liaño:
“ …también se ha dicho quel duque de Béjar le hacían mayordomo
mayor y al comendador mayor hayo del príncipe y mayordomo de las
ynfantas y del consejo de hestado, y esto se a dicho en esta qorte(sic),
aunque hasta agora no se tiene por berdad cossa ninguna” 61
en los hijos que aurá del segundo matrimonio demás de lo que les tocare del dotte del dicho prinçipado.
Y si el hijo que ahora tiene que es Conde de Mazarino falleçiere sin hijos succederá ella y sus
descendientes en el prinçipado de Pietraperçia y del de Butera que es tan bien primo hermano suyo de
ella y le hereda si falleciere sin hijos.” El Cardenal Espinosa a Don Juan de Zúñiga, Madrid 20 de Julio
de 1572, BL Add Mss/ 28704, ff. 305- 306
60
Sobre la salida del Conde de Barajas y la asunción de la Mayordomía Mayor por parte de Don Juan de
Zúñiga véase MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., El Marqués de Velada y la Corte en los reinados de Felipe II
y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca 2004 pp.
237- 244.
Hermano de don Luis de Requesens e hijo del ayo de Felipe II es, sin lugar a dudas, uno de los
personajes fundamentales de la Corte del Rey Prudente. Algunos historiadores han ponderado muy
positivamente su figura, sobre todo, en contraposición a su hermano: “Juan de Zúñiga tuvo el mayor
papel en las vidas política y privada de Requesens. El menor de los Zúñiga estaba dotado de una
clarividencia, de una prudencia y de una inteligencia extremas y le dictaba casi todos sus gestos al
Comendador Mayor. Requesens había heredado la autoridad paterna a la muerte de su madre, pero todos
los negocios familiares fueron discutidos y resueltos de concierto, a petición de don Luis. Juan
negociaba los intereses de su hermano en la corte, le aconsejaba en cuanto a la educación de su hijo,
trataba con su familia polñitica, intercedía a su favor cerca de rey e incluso del Papa. juan regañaba
también a su hermano como a un niño cuando éste se mostraba muy pródigo, se enfurecía e injuriaba a
sus colegas o dejaba de seguir sus dietas alimenticias. Su dominio de Requesens fue aún más
significativo en materia de política…” VERSELE, J. “Las Razones de la elección de don Luis de
Requesens como gobernador general de los Países Bajos tras la retirada del Duque de Alba (1573)”
Studia Historica. Historia Moderna, nº 28 (2006), p. 274
61
Gonzalo de Liaño al Cardenal Médicis, Madrid 24 de abril de 1583, ASF, fil. 5107, nº 28
49
Aunque su presencia en el cargo fue corta, debido a su prematura muerte, su
labor al frente de la misma fue notable ya que acometió algunas mejoras y se
encargó, asimismo, de la organización de la futura casa de Catalina Micaela
como Duquesa de Saboya. En este último punto, asimismo, mostró un cierto
interés por el buen funcionamiento de la misma una vez que la Infanta estuvo
instalada en la Corte de Turín.
Los últimos años de Isabel Clara en la Corte de Madrid estuvieron marcados
por la Mayordomía de don Gómez Dávila, II Marqués de Velada62. Don
Gómez Dávila inició su andadura cortesana en el entorno del Príncipe don
Carlos, aunque sin cargo formal. Asimismo, participó en dos importantes
Jornadas, la de Bayona de 1565 y la de Andalucía de 1570. A la muerte del
heredero de Felipe II en 1568, el hecho de no contar con un puesto- como el de
gentilhombre de la Cámara que se le había ofrecido- hizo que no se viera
excesivamente afectado por las mudanzas que aquello conllevó. Pudo entonces
dedicarse a la gestión de su patrimonio, algo cargado de deudas. Aunque la
Corte y el servicio a la Corona podían ser un buen medio para lograr mercedes
que mejoraran la situación económica de las casas nobiliarias, Velada rechazó
los intentos de Moura y don Juan de Zúñiga para entrar al servicio del Rey. No
obstante con la muerte de este último y con la vacante en la Casa del Príncipe e
Infanta, don Gómez Dávila cedió y aceptó el cargo de Mayordomo y Ayo del
Príncipe. Hasta 1598- 99, cuando la Casa se deshace por la salida de la Infanta
y la conversión del Príncipe en Rey Católico, el Marqués cumplió con esos dos
papeles. Su mandato estuvo hondamente marcado por el proceso de
aprendizaje del Príncipe y su introducción en la vida política de la Monarquía.
Asimismo, entabló una estrecha amistad con la Infanta Isabel cuya relevancia
se va a demostrar en estos años y, asimismo, con la salida de aquella hacia la
Corte de Bruselas. La Infanta se convirtió en una importante defensora de los
62
Sobre este personaje y su carrera cortesana contamos con un completo estudio: MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ, S., op cit., Salamanca 2004
50
intereses del Marqués ante su hermano, un hecho que la correspondencia que
ambos mantuvieron ha puesto de manifiesto 63.
La evolución del espacio áulico entre 1566 y 1598
1566- 1570. De Isabel de Valois a Ana de Austria
Cuando se produjo el matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois, Catalina de
Médicis eligió una nutrida servidumbre francesa para acompañar a su hija a
España. Uno de los hechos que caracterizaron la casa de Isabel y, que a la
postre generaron una gran inestabilidad fue la larga permanencia de muchos
de esos criados. Quizá el estudio reciente más exhaustivo sobre la Casa y su
problemática sea el de Rodríguez Salgado al que nos remitimos como una
lectura clave para entender ese periodo. La imagen que plantea esta
historiadora está muy alejada de la idealizada y casi edulcorada que
transmitiese González de Amezúa en su monumental biografía sobre la reina,
si bien hay que admitir el excelente trabajo bibliográfico y de fuentes que tiene
detrás64.
Es evidente que la entrada de una consorte en una Corte extranjera podía
llegar a ser un paso traumático y más cuando se efectuaba a una temprana
edad; no es de extrañar, por tanto, que Isabel de Valois se sintiese más a gusto
entre su servidumbre francesa y la favoreciese de manera descarada frente a la
española. Si bien la Camarera Mayor, cargo esencial para su adaptación a la
corte española, era la Condesa de Urueña, lo cierto es que la confianza de la
reina recayó en una de las damas francesas de mayor rango, Madame de
Clermont. Los recelos de la nobleza hispana- con los Toledo a la cabeza- no se
hicieron esperar y la dama en cuestión fue puesta en el punto de mira. El
embajador francés vio estos hechos con preocupación, y más cuando los
enfrentamientos dentro de la Casa de la Reina no sólo se producían entre
63
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., “Significado y trascendencia del género epistolar en la política cortesana:
la correspondencia inédita entre la Infanta Isabel Clara Eugenia y el Marqués de Velada” en Hispania,
LXIV/2, nº 217 (2004), pp. 467- 514
64
GONZÁLEZ DE AMEZÚA Y MAYO, A., Isabel de Valois. Reina de España (1546- 1568), 3 vols.,
Madrid 1949. RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., “Una perfecta princesa. Casa y vida de la reina Isabel de
Valois (1559- 1568)” Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II y nº 28 (2003) pp. 39- 96 y 71- 98
51
damas españolas y francesas, sino también dentro de ese último grupo. La
historiografía ha usado las ricas fuentes francesas para ilustrar estos primeros
compases de la Casa de Isabel de Valois, fuentes que difícilmente podemos
calificar de objetivas. En efecto, podemos entender el malestar existente dentro
de la Corte española por la presencia de esa servidumbre francesa ya que les
impedía acercarse a la reina y lograr los favores asociados a una carrera
cortesana en el seno de su casa; pero además, por otro lado, debemos entender
que Isabel de Valois estaba llamada a criar Infantes para la Monarquía, alguno
de los cuales, en vista a la enfermiza condición del Príncipe heredero, podía
llegar a suceder a Felipe II. No era baladí, por tanto, que se quisiera
castellanizar a la reina lo más pronto posible, y la permanencia de una
influencia extranjera, unida a la dificultad de que la servidumbre española se
ganara la confianza de la consorte, eran cuestiones de máxima importancia.
Rodríguez Salgado también alude a otras problemáticas generadas en el seno
de esta Casa; por un lado, el excesivo gasto y por otro, la incapacidad de la
Reina por manejar su entorno más próximo. No es de extrañar que una vez
que se produzca la muerte de Isabel, el monarca quisiese reorganizar este
espacio clave en la Corte para darle una mayor definición que contribuyese a
un funcionamiento más eficiente.
Desde la muerte de Isabel de Valois hasta la entrada de Ana de Austria en
Madrid transcurrieron dos años en que hubo una especie de periodo de
interinidad que cubrió el servicio a las Infantas Isabel y Catalina. El rey,
además de llevar adelante las negociaciones para su matrimonio con la
archiduquesa se preocupó porque el servicio de sus hijas funcionase
correctamente, servicio que se va a ver definitivamente modificado con la
llegada de la nueva consorte y la preparación de unas nuevas etiquetas
palatinas65.
65
“Don Antonio de la Cueua (…), vras cartas de x de hebrero, xvii, xx y xxiii del pasado hemos
resceuido y holgado quanto es razon de que las Infantas mis hijas quedasen tan buenas de sus
indispusiciones, y agradezcos el trabajo que haueys tenido en su enfermedad que todo es conforme a lo
que de vos confiamos.
En lo que toca a la isntruxción de su casa no ay que dezir sino que aquella se ponga en execuçión sin dar
lugar a otra cosa porque assí es nra voluntad y los títulos de sus criados están ya hechos y se
52
1570: Las etiquetas de la Casa de Ana de Austria
Tras unas largas y complejas negociaciones matrimoniales, Ana de Austria
llegó a la Península para el cumplimiento de su papel como consorte de Felipe
II. La tarea implicaba, asimismo, la asunción de un rol maternal hacia las hijas
de Isabel de Valois. Su llegada, por tanto, supone un importante cambio en la
vida de las Infantas que van a ver una transformación importante del espacio
cortesano que las albergaba y el círculo humano que lo componía. Existen
diversos estudios sobre la Casa de la Reina que nos dan buena idea de los
cambios que se van a producir en 1570, pero nuestra intención es analizar de
manera más pormenorizada todo este proceso atendiendo a los diferentes
frentes que se van a tocar en las reformaciones. El encargado de todo este
asunto va a ser el Mayordomo Mayor de la Reina, cargo ocupado en aquel
momento por Don Antonio de la Cueva, Marqués de Ladrada, que había
venido cumpliendo dicha tarea en la Casa de Isabel de Valois. El Marqués ha
dejado tras de sí un importante caudal documental que nos permite acercarnos
a este proceso de transformación mediante sus anotaciones y billetes a Felipe
II. No obstante, no va a ser el único implicado en todo este proceso y así
podemos destacar la importancia del secretario
Martín de Gaztelu,
intermediario en muchos casos entre el Marqués y el monarca, o el Cardenal
Espinosa.
Las
correspondencias
cruzadas
entre
estos
personajes
nos
permiten
comprender la intensa actividad que se va a llevar a cabo en la Corte para
reorganizar la Casa y preparar el Alcázar ante la inminente llegada de la
Reina. Sin embargo, no podemos olvidar que en estos momentos la Casa vivía
un periodo de “ interinidad” ya que, si bien se va a proceder a desmantelar la
Casa de Isabel de Valois y a despedir a parte de su servidumbre, debían
quedar algunas personas que se ocuparan del servicio de las Infantas Isabel y
Catalina. Las consultas al Rey van a ir dirigidas a la manera de actuar en este
despacharán breuemente con que esto quedará acabado de assentar.” Felipe II al Marqués de Ladrada,
Córdoba 24 de abril de 1570, BPUG, CEF., vol. 29, f. 14
53
particular aspecto, ya que eran necesarias unas directrices básicas que
facilitaran la comisión del dicho servicio66.
El elemento que más se ha destacado en todo este proceso va a ser la redacción
de una normativa que regulara los diferentes oficios de la Casa de la Reina
para un buen funcionamiento de la misma67. Las etiquetas de la Reina Ana se
convirtieron en un modelo a seguir para las casas que la sucedieron y
permanecieron prácticamente intactas durante todo el periodo moderno 68. Hay
que señalar que el proceso de preparación y redacción de las mismas fue
extraordinariamente largo ya que, si bien, fue don Antonio de la Cueva, en
colaboración con el secretario Gaztelu y el Cardenal Espinosa, el que las inició,
hay que esperar hasta mediada la década de 1570 para que se aprueben
definitivamente. Contamos con una información absolutamente precisa del
desenvolvimiento de tal proceso gracias, por una parte a los billetes del
Marqués de Ladrada y por otra, a la correspondencia dejada por el citado
Gaztelu. Sin olvidar, eso sí, la copia manuscrita de las Etiquetas que se
conserva hoy en día en la Biblioteca Nacional de España. Los historiadores de
la Corte se han acercado una y otra vez a esa normativa para dibujar el
panorama real de la servidumbre palatina, los oficios que la conformaban y las
funciones anejas a cada uno de esos cargos. Las múltiples anotaciones al
margen de las Etiquetas nos permiten comprender cuáles fueron los problemas
a que se tuvieron que enfrentar los elaboradores de las mismas y, es que más
allá de su utilidad para conocer la planta de la Casa Real, son reflejo de una
realidad viva y humana que trataba de dar sentido al servicio de la Reina y
66
Gaztelu al Rey, Guadalupe 5 de febrero de 1570 “También embió aquí la Instrucción de la orden que
se a de guardar en la casa de las señoras Infantas y todo va apuntado conforme a lo que V Md ha
mandado por scripto y de palabra desde que la reyna, que sea en gloria, falleció hasta agora, y a lo que la
experiencia de lo pasado ha mostrado que conuiene. [también lo va esta y quando responda Don
Antonio se podrán hacer las cédulas]” AHN, Consejos legajo 1518
67
Una síntesis sobre los procesos organizativos de la Casa de la Reina en LABRADOR ARROYO, F., “As
casas das rainhas da monarquía española. Formação das Ordenanças (1504- 1621)” en ALGRANTI L. M.
y MEGIANI A. P. T. (coords.) O Imperio por escrito. Formas de transmissão da cultura letrada no
mundo ibérico (séc. XVI- XIX), Sao Paulo 2009, pp. 45- 71
68
Esta consideración ya estuvo en la mente de aquellos que se encargaron de la elaboración de las
mismas “…que pues esta instructión a de seruir de exemplar para lo venidero se deue hazer con mucho
miramiento” Carta de Gaztelu al Marqués de Ladrada, Segovia 15 de noviembre de 1570, ff. 69- 70
54
solucionar los múltiples problemas de convivencia que podían generarse en
Palacio.
Se ha señalado que una de las razones básicas para la elaboración de esta
normativa escrita era acabar con el desorden que, aparentemente, había
reinado en la Casa de Isabel de Valois69. El marqués pedía consejo al Rey “ para
entender la horden que V Md es servido que se tenga” en diferentes aspectos
que afectaban a la buena marcha de la Casa. Es el caso, por ejemplo de los
pagos de los diferentes gastos que se hacían en la Casa de la Reina y que, sin
duda, tenían como objetivo prioritario un control del mismo atento al enorme
esfuerzo económico que se hacía para el mantenimiento de las diferentes
estructuras palatinas70. Pero no era éste el único aspecto que preocupaba al
Marqués, ya que había otros puntos que afectaban a las rutinas dentro de la
Casa que consideraba necesario cambiar. Así hace puntualizaciones sobre el
modo de servirse las comidas, privilegiando la privacidad de las mismas, lo
que suponía un acceso más restringido a la persona de la Reina. Se quería,
asimismo, dificultar la entrada de personas ajenas a la Cámara en los bailes de
las damas y las visitas a la capilla71. En todos estos puntos lo cierto es que Don
Antonio de la Cueva hace una constante alusión a cómo se procedía en
tiempos de Isabel de Valois y el deseo de cambiar unas costumbres que no
consideraba provechosas. En este sentido, el deseo de que todos estos aspectos
queden reflejados en el papel es reflejo de un anhelo por cambiar los hábitos y
costumbres dentro de este espacio. Se considera que lo hecho anteriormente no
ha sido beneficioso y que hay que sustituir dichos comportamientos por otros
nuevos. No obstante en este punto hay que señalar que, más que un deseo de
renovación, lo que encontramos es una aspiración a volver a unos tiempos
pasados considerados modélicos en la gestión del espacio áulico. Y, ¿cuál es
69
En su estudio sobre Isabel de Valois, Rodríguez Salgado pone de manifiesto la falta de control que la
tercera consorte de Felipe II tuvo sobre su personal palatino, aduciendo razones como la indolencia de la
reina, RODRÍGUEZ SALGADO M. J., op cit.
70
Sobre esta problemática económica, derivada del número de casas- la de la Reina, la del Rey, la de los
Príncipes de Bohemia, la de don Juan de Austria, etc- véase MARTÍNEZ MILLÁN J., “La Corte de Felipe
II. la Casa de la Reina Ana” en RIBOT GARCÍA, L. La Monarquía de Felipe II a debate, Madrid 2000,
pp. 159- 184
71
Billete del Marqués de 25 de octubre de 1570
55
ese modelo que está en la mente de Don Antonio de la Cueva? Pues no es otro
que la Casa de la Emperatriz Isabel, madre de Felipe II y que va a ser mirada
como un constante referente para hacer frente a diferentes interrogantes sobre
actitudes a seguir y modos de gestionar este complejo mundo. En este sentido
no podemos pasar desapercibida la influencia de la Emperatriz María en la
configuración de la Casa de su hija. El ascendiente notorio y notable de María
de Austria en la elección del personal palatino que debía acompañar a Ana de
Austria en este proceso de adaptación, se puede apreciar a través de la
correspondencia que mantuvo con su hermano en estos momentos;
precisamente, puede verse en sus aportaciones un cierto deseo de continuidad
con lo que ella había vivido en España, concretamente en la Casa de la
Emperatriz Isabel72. Además de la opinión de la emperatriz María también va
a tener peso la del propio monarca; asimismo, para conducirse de manera
correcta a lo largo de este largo proceso, el Marqués de Ladrada va a consultar
con personas que habían vivido o servido en la Casa de la Emperatriz Isabel,
como el Príncipe de Éboli. Por ejemplo, en diciembre de 1571 y con las
celebraciones de la Navidad en perspectiva, el Marqués se dirigió a Ruy
Gómez para saber cómo se había procedido en tiempos de la emperatriz:
“ …para que me hauisase si çierta la costumbre que teníamos de dar
colaçión a todos los criados de la reyna nuestra señora, que aya gloria,
la víspera de Navidad que dizían entonces venía diribado del tiempo de
la Emperatriz Nuestra Señora que aya gloria; si hera esto ansí verdad
porque, a mí, siempre me paresçió cosa que se podía muy bien escusar
y aún en cierta manera indecente porque aún los barrenderos les dauan
caxas de diacitión (¿) y de confites” 73.
De las palabras del Marqués se trasluce un interés obvio por ahorrar en las
necesidades económicas de la Casa de la Reina, pero a la vez de establecer
unas ciertas diferencias entre criados, de tal manera que los regalos sólo se
72
“Lo que deseo en esto mucho es que sea todo como en tiempo de nuestra madre, y pienso que sy vos
lo piensa que le parezerá que tengo razón en ello” Carta de la Emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de
mayo de 1570 en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., Carta 21, p. 185
73
Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de diciembre de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 306- 307
56
dieran a ciertos servidores. De hecho, la contestación de Felipe II viene a
reforzar esta idea ya que, a su parecer, se debía tener alguna consideración con
ciertos criados- como los capellanes y cantores- pero no con la totalidad de los
mismos74.
Asimismo y de manera paralela también se va a proceder a reformar la
caballeriza de la reina75. La importancia de este oficio radica en su
protagonismo durante las salidas públicas de la consorte, por lo tanto el
cuidado de los detalles en el mismo va a tener un peso esencial. En este caso,
además del Mayordomo va a contar con un papel importante el Caballerizo
Mayor, cargo que fue ocupado por don Luis Venegas personaje no
desconocido a la archiduquesa ya que había llevado a cabo una importante
misión diplomática en el Imperio. Las especificaciones sobre el oficio son
numerosas en el texto final de las etiquetas, si bien es cierto que en el proceso
de elaboración se pusieron de manifiesto algunas dificultades para su puesta
en marcha. Así, estableciéndose lo siguiente:
“ Que estando la Reyna dentro del pueblo, y yendo fuera a alguna parte,
la Camarera Mayor, ni Dueñas de Honor, ni Guardamayor, ni damas,
no vayan con ella en coches, ni literas sino en sus mulas y quartagos, de
manera que no aya otro coche ni litera sino en el que fuera la Reyna”
Este capítulo venía a reforzar la imagen pública de la consorte regia pero no
tenía en cuenta otras consideraciones más mundanas como la que sí pasó por
la cabeza de aquellos que se estaban encargando de la elaboración y que eran
conscientes de la realidad humana a la que se enfrentaban:
“ Parece al marqués que el cumplimiento deste capítulo será dificultoso
en lo ordinario porque la Camarera Mayor, aya y guardamayor son
viejas y enfermas y aunque es bien que se haga en las salidas que se
hizieren a fiestas y otros autos semejantes, quando la reyna fuere a
74
Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de diciembre de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 306- 307
Para una evolución de la caballeriza véase LABRADOR ARROYO, F., y LÓPEZ ÁLVAREZ, A., “Las
caballerizas de las reinas en la Monarquía de los Austrias: cambios institucionales y evolución de las
etiquetas, 1559- 1611, Studia Histórica, Historia Moderna, nº 28 (2006), pp. 87- 140
75
57
comer a la huerta del campo y a otras huertas y partes fuera del lugar,
parece que esto se podrá disimular” 76.
En efecto, parece que se llegó a una solución que no implicaba un mayor gasto
para la Caballeriza, sobre todo en lo referente a los coches y carrozas que se
debían mantener en la misma77.
No era sencilla la labor a que se enfrentaban los Mayordomos y otros
miembros del personal palatino cuando tenían que controlar esta compleja
estructura palatina, ya que además de las consideraciones sobre la edad de las
mujeres del servicio de la reina, también entraban otras consideraciones como
el estatus de cada una de ellas, así como la fuerza de la costumbre.
Como ya hemos señalado antes, el proceso de elaboración de las etiquetas no
se cerró hasta 1575, cuando la mayordomía la ocupaba el Marqués de los
Vélez, habiendo pasado por el cargo tanto el marqués de Ladrada- que había
sido clave en el inicio de su elaboración- como el Duque de Medinaceli. Parece
que éste último había tenido también alguna que otra participación en la
elaboración de las etiquetas y su hijo y heredero se encargó de mandar a
Palacio las notas que tenía al respecto y que podían servir al Marqués para
ejercer su oficio:
“ Anoche me embió el Duque de Medinaceli este pliego en que embía la
intención que tenía su padre, y un billete suyo en que dice lo que veréis.
La dicha intención será bueno que llevéis luego u entreguéis al marqués
de los Vélez para qu’el vea luego por ella como se ha de gouernar y
baya encaminando las cosas a aquel propósito” 78.
Más curiosas e interesantes son las apreciaciones sobre el influjo que algunas
criadas de la reina podían tener para el buen funcionamiento de la Casa con la
nueva normativa. Concretamente se alude al caso de doña Beatriz Márquez,
cuya muerte “ según dicen dello que facilitará en algunas cosas el
76
Etiquetas de la Casa de la Reina Ana, BNE Ms/10129 ff. 75r-91r
“En lo de los coches que se pretenden añadir, el que dizen que a de ocupar la camarera mayor y las
demás mujeres viejas, no me pareçe que ay razón, porque a estas nunca se les dio recaudo de la
caualleriza, sino que ellas tenían sus coches u literas y con ellos servían a la reyna que aya gloria…”
Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 5 de abril de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 176- 177
78
Felipe II a Gaztelu, Madrid 14 de septiembre de 1575, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 28
77
58
cumplimiento destas intenciones” 79. Dueña del retrete debía de ser una
persona con cierto peso en la Cámara de la Reina y que, además, tenía el favor
de Ana de Austria lo que dificultaba las restricciones que querían imponer los
mayordomos. El Marqués de Ladrada hace algunas menciones a ella en los
billetes dirigidos al rey, en los cuales podemos observar los conflictos
planteados. Los calores veraniegos obligaban en muchos casos a mover a la
servidumbre buscando la comodidad y salubridad en el Alcázar ya que las
enfermedades de los criados podían derivar en una auténtica epidemia que
pusiese en peligro la salud de las personas reales. Los deseos de Ana de
Austria en relación a su retrete, a cuyo cargo estaba la mencionada Beatriz
Márquez, fue uno de los problemas que el Marqués tuvo que consultar al
monarca, trastocando los previsibles cambios que se querían hacer en el
espacio físico del Alcázar80. No es el único episodio en que doña Beatriz se ve
envuelta y así, unos meses más tarde el Marqués se dirigía, preocupado, a
Felipe II por los temores de una mala alimentación de Ana de Austria quien
denotaba síntomas de embarazo. Parece ser que la dueña del retrete guardaba
embutidos para la merienda de la reina, alimento prohibido por los médicos en
aquel estado; sin embargo, el control que tenían estas mujeres de la Cámara
impedía al Mayordomo imponer las restricciones y recomendaciones
necesarias a la consorte que, además, tenía un vínculo estrecho con estas
servidoras81. Son
dos noticias sobre Beatriz Márquez que nos permiten
comprender mejor las palabras de Felipe II que reproducíamos arriba y que,
sin duda, se unieron a otros gestos que hacían de la mujer una criada
79
Felipe II a Gaztelu, Madrid 14 de septiembre de 1575, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 28
EL Marqués informaba a Felipe II de que “Doña Teresa de Guebara me a dicho que con la gran calor
que açe en la Torre donde posan las moças de cámara, estando tanctas mujeres junctas en cada pieça lo
pasan mal y será ocasión de adolecer” proponía abrir una salida de aire en una de las galerías cercanas y
mover a la guarda menor pero, y aquí entra la opinión de Ana de Austria “la reyna nuestra señora
querría que en este aposento, entre tancto que viene como he dicho quien lo ocupe, entrase Beatriz
Márquez con ciertos cofres de Su Md que ella tiene acá abaxo en el retrete, porque están así tan
embaraçado como está, dize Su Md que no puede entrar en él” Madrid 5 de Junio de 1571, BL Add Mss
28354, ff. 226- 227
81
Vallés había informado al Marqués de Ladrada que había visto “merendar a Su Magd, en al aposento
de Su Alteza tres o quatro días, lomo de puerco y longaniça asada”, ante lo cual el Mayordomo había
hablado con la Reina para que no hiciese tales colaciones y sugería a Felipe II “que hurten a Beatriz
Márquez los lomos y longaniças que tiene en el retrete para estas meriendas” El Marqués de Ladrada a
Felipe II, Madrid 23 de diciembre de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff. 550- 551.
80
59
“ molesta” para poner en marcha unas etiquetas que pretendían encorsetar los
usos y costumbres dentro de Palacio. Es evidente que las Etiquetas de 1570 se
convirtieron en modelo a seguir, pero lo que también entendemos es que no
fueron capaces de restringir totalmente las “ libertades” que los servidores de
la Casa se tomaron para favorecer sus intereses. Y es que, su conocimiento y
análisis no puede dejar de lado la realidad viva que era la Corte de los
Habsburgo y que la documentación nos permite dibujar.
La constitución de una normativa que rigiera el funcionamiento de la Casa
tuvo un reflejo en el espacio físico, ya que previo a la llegada de la Reina Ana
se van a llevar a cabo una multitud de obras en el Alcázar para la delimitación
de los aposentos de la misma y de la servidumbre. Las consultas del
Mayordomo al Rey son constantes ya que eran muchos los aspectos que se
debían cubrir con esas obras. Por un lado el acomodo de una servidumbre
femenina numerosa y muy diversa; por otro lado, se busca una cierta
comodidad para ellas y para otros y, por último, se tienen muy presentes las
necesarias condiciones de salubridad que debían reinar en un espacio como el
Alcázar. Aunque este momento inicial va a estar muy marcado por las
reformas lo cierto es que ésta va a ser una tónica bastante general a lo largo de
estos años y las transformaciones de los aposentos, la apertura de escaleras y
vanos, son una constante que se repite una y otra vez. Junto a la comisión de
estas obras, el Mayordomo y Felipe II van a estar sumamente atentos a la
decoración de los aposentos, un aderezo que se va a hacer con piezas de
tapicería procedentes de la Almoneda del Príncipe Don Carlos así como con
otras traídas por el monarca desde su Jornada andaluza82.
Quizá una de las preguntas que haya que hacerse es si estos cambios tuvieron
un impacto real en aquellos ámbitos que se querían transformar. Por un lado
hay que admitir que el modelo de las etiquetas fue un considerable éxito, ya
82
Felipe II da la siguiente orden al Marqués de Ladrada “La sala se adereçe con la tapicería que solía
estar antes, y el retrete, qu’es la que solía tener la duquesa , se podrá adereçar con alguna de las que trae
la reyna, como he dicho en el primer capítulo, y hecho esto quedará por adereçar las quatro cuadras que
tienen ventanas a la calle. Para éstas, yo hago lleuar de acá una tapicería de Eneas que tuue en Córdoba
(…) las otras dos quadras, si no ubiere otra cosa, se mande adereçar con los adereços colorados que aquí
decís” Billete del Marqués de Ladrada a Felipe II (extracto de la contestación de Felipe II al margen),
Madrid 20 de noviembre de 1570, BL Add Mss/28354, f. 78
60
que permanecieron como referente organizativo hasta el fin del Antiguo
Régimen. Evidentemente, ello no significa que se siguiesen sus indicaciones al
pie de la letra o que librasen a la Casa de los conflictos entre servidores; como
realidad viva, la Casa de la Reina es un espacio interesante para el estudio de
la Corte y no podemos generalizar sin ahondar más en las trayectorias vitales
de aquellos que conformaron este grupo. Otro de los puntos que se quería
abordar era el extraordinario gasto que acarreaba la Casa y al que se quiso
poner coto. Cuando en 1585 se estaba reorganizando la Casa del Príncipe e
Infantas, el nuevo mayordomo hacía una reflexión sobre el gasto que suponían
los sueldos de los criados:
“ Los criados de sus Altezas tienen muchos menos gajes que los de V
Md, porque se limitaron mucho los gajes y raciones quando se puso la
Casa de la Reyna nuestra señora doña Ana y, la pobreza que veo en
ellos, me haze suplicar a V Md que se les hiziese en esta parte la merced
que el otro día consulté” 83.
Esta referencia nos lleva a pensar que, efectivamente, se había conseguido una
cierta reducción del presupuesto de la Casa por la vía de la bajada de salarios.
Si bien podemos considerar que ello era un signo esperanzador para la
hacienda real, lo cierto es que los Mayordomos Mayores se quejaron, en
ocasiones, del ajustado presupuesto en la Casa lo que añadía una dificultad
adicional a una tarea no siempre agradable. Así lo hacía ver el Marqués de los
Vélez a su suegro, don Luis de Requesens cuando decía que
“ Su casa [de la Reina] anda estrecha así de recato como de hazienda.
Ando trabajando para que Su Majestad nos consine la Casa y no con
110M ducados, como entiendo del marqués de Ladrada se procuró
reducir, pues el discurso de sus quatro años mostró no poderse sostener
ni aún con 135 mill” 84.
83
Consulta a Felipe II, Madrid 15 de enero de 1585, AZ, Altamira 85, nº 27
El Marqués de los Vélez a don Luis de Requesens, El Pardo 1 de noviembre de 1575, AZ, Altamira
99, nº 41
84
61
No fue el único en quejarse de esas estrecheces85 por lo que podemos afirmar
que sí hubo ahorro, pero que éste no siempre fue provechoso para aquellos
que servían a la Reina, y más tarde, a los hijos de Felipe II.
1573: la muerte de la Princesa doña Juana.
“ Dio a la prinçessa la enfermedad de la muerte a los 28 de Agosto del
año de 1573 estando en St Lorenço el Real. Duró hasta entrar en el
onçeno en que padeçio grauíssimos dolores, con gran paçiençia y
auiendo reçiuido deuotíssimamente los Santos Sacramentos la lleuó
Nuestro Señor para sí, a siete de septiembre a los terinta y ocho años
dos meses y catorçe días de su bien empleada vida.” 86
La muerte de la princesa de Portugal fue un duro golpe para los reyes y la
emperatriz; Felipe II y María de Austria perdían a su hermana87, mientras que
Ana de Austria perdía a su tía, mentora y compañera en la Corte. Pero,
además, su desaparición tuvo un impacto en la servidumbre que se había
reunido en torno a su persona. La reubicación de este personal se convirtió en
uno de los asuntos que tuvo que abordar el Duque de Medinaceli al asumir la
Mayordomía Mayor. La Princesa había declarado en su codicilo las mercedes
que debían recibir sus servidores y el deseo de que algunas de estas criadas
pasasen a servir a la Reina. Así se dice de manera explícita con Catalina
Estefanía, dama enana a quien señaló “ treinta mil maravedís en cada un año y
suplico al Rey mi señor y hermano sea seruido de annpararla y rreçebirla en
85
El Marqués de Ladrada fue muy consciente de que el oficio de la Mayordomía ofrecía, en ocasiones,
más pesares que recompensas y por ello lo calificaba como “negoçio (…) para [no] dessear ny
pretender, sino para recibirse con muchas lágrimas” citado por MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., op cit., p,
247
86
“Naçimiento, vida y muerte de la Serma señora Prinçessa de Portugal doña Juana Infante de Castilla,
hija de emperador don Carlos quinto nro sr, hermana de la Emperatriz doña María y del Rey Nro Sr D.
Phelipe 2º año de 1573” BL Add Mss/10263, f. 114v
87
Felipe II encargó al Conde de Monteagudo, su embajador en Viena que transmitiera la triste nueva y
le recomendaba que se dirigiera primero a Maximiliano II: “… le suplico que él vea y ordene de la
manera que se debe declarar a mi hermana para que le sea menos grave” Felipe II al Conde de
Monteagudo, 1573, IVDJ, Envío 5 nº 132. A pesar de la consideración del rey, el dolor de la emperatriz
es palpable en su correspondencia con él : “Y nuestra hermana espero que me ha de alcanzar mucho y
ayudarme en esto como lo azía acá, syn lo que por su parte es ubligada. No puedo dejar de confesar a
vos que me allo muy sola syn ella, por más lejos questávamos…” La emperatriz María a Felipe II, Viena
a 29 de noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogida en GALENDE DÍAZ J. C. Y SALAMANCA LÓPEZ,
M., op cit, p. 263
62
seruicio de la Reyna porque no quede desabrigada” 88. También se preocupó
doña Juana por el destino de algunas servidoras que no habían tenido una
carrera libre de tachas. Es el caso de doña Luisa de Castro, cuya huída de
Palacio con don Gonzalo Chacón, caballero de la Orden de Calatrava e hijo de
doña María Chacón, la conllevó el encierro en un convento toledano y
posterior destierro a Portugal89.
Los deseos de la Princesa se llevaron a cabo y en 1574 entraron al servicio de
Ana de Austria algunas de las damas que habían servido a aquella. Una de
ellas, doña Ana de Dietrichstein ha dejado, con su correspondencia, un buen
testimonio sobre este proceso. Así podemos observar el lógico dolor por la
muerte de la Princesa y, sobre todo, la incertidumbre por el futuro más
inmediato. Se respetó un periodo de luto por el fallecimiento de la Princesa y
tras el mismo, se llevó a cabo la reubicación del personal90. Esto suponía un
desafío para el Duque de Medinaceli quien contó con la asistencia de don
Rodrigo de Mendoza que había desempeñado ese mismo papel en la Casa de
doña Juana de Austria. Además de asumir el coste de los gajes, uno de los
problemas básicos era la reorganización del espacio físico en Palacio. Hay que
tener en cuenta, no obstante, que la Princesa había contado con aposentos en el
mismo Alcázar, por lo que las necesidades de espacio, a priori, estaban
cubiertas. La reorganización se va a llevar a cabo tratando de establecer una
serie de directrices. Se va a proponer, por ejemplo, una división
“ generacional” , de tal manera que aquellas mujeres de mayor edad y que
solían ocupar los puestos de guardas mayores ocuparían unas piezas y las
damas otros:
“ [se podría] apartar a las señoras viejas de las damas, porque no le
pareçe buena mezcla, aunque las unas y las otras son muy buenas. Y
88
Testamento y codicilo de Juana de Austria, AGS CM leg. 207- 208. Ha sido recogido como apéndice
en VILLACORTA BAÑOS- GARCÍA, A., La Jesuita. Juana de Austria, Madrid 2005, pp. 525- 575
89
“Quiero asimismo que si doña Luisa de Castro saliese libre de su prisión y se hubiere de casar también
se le aya de dar el quento de maravedís de docte de dama para su rremedio de qualquier manera que sea
goçando de su libertad” en VILLACORTA BAÑOS- GARCÍA, A., op cit., p. 565
90
“De nosotras digo a V Sª que nos an mandado aliviar el luto para Pasqua y disque entonces que
yremos y casa de la Reyna” Ana de Dietristain a Margarita de Carodna, Madrid 1 de abril de 1574, carta
V en Cruz Medina, p. 18
63
que se acomodasen las señoras viejas en el aposento de la Serenísima
Princesa que aya gloria (…) Y que las damas todas, se pasasen al
aposento de la Reyna nuestra señora, con que la guarda podría más
fácilmente hazer su offiº” 91.
No obstante, los lazos familiares entre algunas de estas servidoras
complicaban un poco estos arreglos. Así ocurrió con doña Ana de Cardona y
dos de las hijas del Barón Diestrichstein: Ana e Hipólita, ya que se pensó en
que compartiesen los aposentos:
“ Quando dixe a la Marquesa de Berlanga, ayer de mañana lo [de los]
aposentos, como V Mgd mandó, duó en que si uuiesen de quedar con
doña Anna de Cardona sus dos sobrinas no se cumplía con el acuerdo
que se auía tomado de que las damas se diuidiesen de las señoras viejas
y que el cuidado de la tía se podría entender para mirarlos y entretener
de lo que uviese menester a la menor conforme a lo platicado, que lo
mismo hazía ella con su nieta. Oy se ha dudado en esto y las hermanas
podrían estar en un aposento, porque la orden fuese a todas igual…” 92
Felipe II consideró que la persona indicada para mediar en estos menesteres
debía ser Ana de Austria que era la que tenía una mayor cercanía a las
mujeres. Por las cartas de Ana de Diestrichstein sabemos que ellas prefirieron
acomodarse según esa división por edades que se había sugerido desde un
primer momento 93. Por ello se procedió a revisar los antiguos aposentos de las
damas de Juana de Portugal y a distribuirlos entre las diferentes señoras. Por
ejemplo, hubo que hacerse cargo de los enseres personales dejados por la
antigua dama doña Luisa de Castro que, había dejado en Palacio algunos
baúles, posiblemente por la premura de su salida del mismo antes de dirigirse
91
Mateo Vázquez a Felipe II, Madrid 27 de abril de 1574, IVDJ, Envío 53, Caja 69, nº 40
Mateo Vázquez a Felipe II, Madrid 28 de mayo de 1574, IVDJ Envío 53, Caja 69, nº46
93
“Sepa V Sª que a mí y a doña Ypólita abían querido que nos pasásemos con mi señora doña Ana. Y
ella me paresce que lo sentía por ella, que desía que la apretaban y otras muchas cosas. Yo también me
pesaba porque en todo el quarto de Su Altesa, en el que posaban las damas, posan todas las dueñas de
onor y que solas nosotras quedábamos fuera de las damas. Yo le dige a doña Catalina Lasso que digese a
la Reyna que no era esto razón” Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid 21 de Junio de
1574, carta VII en Cruz Medina, p. 22
92
64
a Toledo 94. Precisamente, ese aposento fue ocupado por doña Catalina Lasso,
guarda de honor; por su parte, la marquesa viuda de Ladrada, que fue recibida
en esas fechas, ocupó el de María Manuel, una de las damas portuguesas de
doña Juana de Austria.
Fueron varias las damas que pasaron al servicio de la reina; entre ellas
podemos citar a la mencionada Ana de Dietrichstein, a doña María de Aragón
o a Catalina Estefanía. Otras no van a incorporarse al servicio de la Reina y van
a salir de Palacio, como es, por ejemplo el caso de doña Juana de Távora que
regresó al reino de Portugal95.
La Jornada de Portugal y la muerte de Ana de Austria (1580)
Otro de los momentos clave en la transformación de la Casa se va a producir a
raíz de la Jornada portuguesa de 1580. Felipe II decidió que tanto la Reina
como sus hijos mayores- el príncipe Don Diego y las Infantas- le acompañasen
en su viaje al reino vecino. La intención era hacer jurar al príncipe como
heredero de aquel Reino en la reunión de las Cortes portuguesas. En un
principio hubo dudas sobre cómo organizar la Jornada y quiénes debían
asistir. En el caso de la reina, hay que tener en cuenta que se había producido
el nacimiento de la Infanta María en febrero de 1580, por lo que debía de
recuperarse antes de iniciar el viaje. Tal recuperación se produjo de manera
satisfactoria por lo que Felipe II va a incorporar a su consorte en el viaje. Así se
lo comunicaba a don Cristóbal de Moura:
“ Estando la Reyna tan buena que puede bien caminar me da gran priesa
la lleue a Guadalupe que dessea uer aquella imagen y no sé si ha hecho
alguna promesa dello pero creo que por yr agora haura asiento y por
esto no me detendré yo pero quiçá la haré salir al camino tomando ella
desde aquí el derecho, que desta manera no se perderá ningún tiempo
94
“También me dixo don Rº que hauía un aposento cerrado con cofres y scriptorios y otras cosas de
doña Luisa de Castro, para que V Md sea seruido de ver lo que se hará dello y si será bueno que se
saque de allí y se entregue a Cordero, el guardajoyas que era de Su Alª que aya gloria, para que lo
guarde en aquella casa grande que está junto a las Descalças o en otra parte” Mateo Vázquez a Felipe II,
mayo de 1574, IVDJ Envío 53, Caja 69, nº 48
95
“Doña Juana de Tábara ya es yda a Portugal, que envió su madre por ella” Ana de Dietristain a
Margarita de Cardona, Madrid, s. f., carta I en CRUZ MEDINA, op cit., p. 3
65
en lleualla: no estoy aún del todo resuelto, si fuere ha de ser con
condición de venirse aquí desde ally si ya lo de ay no se allanase de
manera que pudiesse yr ay pero para la primera vez no creo que esto
podrá ser y aunque vaya a Guadalupe no me detendré ally por esto un
solo día más de lo conviniente y lo que me hauía de detener asi. Como
así que esto dependerá de lo que allí se me auisare y pues ya los
embajadores que vienen de ay que poco creo que importa llamarlos,
desta manera, no me allarán aquí pienso que los auisaremos que me
esperen en Guadalupe pero de todo se os auisará…” 96
Se mostraba reticente, sobre todo por las dilaciones que pudiera imponer la
Reina al viaje. Y es que, esta clase de Jornadas implicaban un esfuerzo logístico
grande ya que había que trasladar un buen número de personas, enseres
domésticos y animales para el servicio de las personas reales97. No toda la Casa
de la Reina va a realizar la Jornada, entre otras cosas porque al permanecer en
Madrid los infantes don Felipe y doña María se precisaba de un personal
remanente que quedase a su servicio. Algunas damas van a verter sus quejas
por no entrar en el grupo de las elegidas para el acompañamiento de la Reina e
Infantas ya que ello suponía alejarse temporalmente de su principal fuente de
mercedes y porque quedando en Madrid veían reducidas sus salidas fuera del
Alcázar. De nuevo Ana de Dietrichstein se convierte en un testigo privilegiado
de este grupo de “ descontentas” y uno de los aspectos que más va a criticar es
su encierro en condiciones no excesivamente buenas98. Como tendremos
ocasión de ver en otro apartado, el control sobre las damas va a ser un aspecto
96
Felipe II a Don Cristóbal de Moura, Madrid 2 de marzo de 1580, BNE Mss/ 2062, f. 106
Resulta interesante la descripción de la Jornada a Bayona en 1565 que reunió a Isabel de Valois con
Carlos IX y Catalina de Médicis, ÉDOUARD, S., op cit., p 146 y ss. Volviendo a la Jornada de Portugal,
se le hacía la siguiente recomendación al Rey: “Presupongo que en este caso Su Magestad hauía de
lleuar su casa entera y dejarse seguir de todos los señores y caualleros que lo quisieren y pudiesen haçer,
poniendo mucha orden en la gente suelta que es tan conueniente en todas las empresas y más en esta,
donde tanto conuiene no consumir vituallas ni lleuar gente inútil y así conuerná meter los auentureros en
obediencia y haçer si pareciese alguna limitación de criados” La orden que Su Magestad deue tener en la
Jornada que se a de hacer a Portugal en Madrid a 2 de enero de 1580, BL Egerton Mss/2052, f. 17r
98
“…grasias a Dios estoy buena asta agora, que no es poco sigún la vida que tenemos. Y los agravios
que nos asen por consolarnos de abernos dejado así, que es cosa para perder la pasensia. Porque an
mandado que no ablen las damas a ermano, ni a padre, ni a criados de su padre, ni a frayles; que aunque
quisiésemos ser monjas no lo podemos tratar. Tampoco que no vengan señoras a besitarnos, que solían
venir por casa” Ana de Diestrichstein a Margarita de Cardona Madrid 4 de Junio de 1580, Carta
XXXVIII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 98
97
66
que se cuide mucho y las precauciones se van a extremar con motivo de la
ausencia de la Reina. Lo cierto es que las enfermedades van a asolar la villa de
Madrid con un impacto terrible en gran parte de esta servidumbre femenina.
La mencionada dama se consolaba pensando en el buen servicio que estas
muertes hacían a los Reyes que podrían sustituir a las criadas españolas por
portuguesas, granjeándose, con ese gesto, a los naturales del Reino99.
La Jornada de Portugal no se va a desarrollar según lo previsto y Ana de
Austria no pudo llegar a ver el nuevo reino que se añadía a sus títulos de
consorte. Su muerte en Badajoz dejaba viudo por cuarta vez a Felipe II y
huérfana a su Casa. El Príncipe don Diego y las Infantas iniciaron de manera
casi inmediata su regreso a Madrid acompañados por la servidumbre de Ana
de Austria100.
Las incertidumbres dentro de la Casa de la Reina eran lógicas. Evidentemente
había que mantener un personal a disposición de los hijos de Felipe II pero la
pregunta que rondaba a estos servidores no era distinta a la que ocupó a
muchos otros europeos. ¿Volvería a contraer el soberano un nuevo
matrimonio? Los rumores se dispararon en seguida y fueron muchos los que
vieron como salida lógica la venida de la archiduquesa Isabel, Reina viuda de
Francia. Con esa perspectiva era lógico pensar que la estructura de la Casa se
mantuviese más o menos como hasta la fecha y que se produjesen escasos
99
Estas eran las amargas palabras de Ana de Dietrichstein: “Faltan, dende que la Reyna se fue, más de
dose personas de palasio, mugeres todas. Mire V Sª si podemos dar más gusto a sus majestades que
áselos aorar y lugar para las portuguesas, que esas serán las balidas” Ana de Dietrichstein a Margarita de
Cardona, Madrid 3 de octubre de 1580, Carta XXXIX en Cruz Medina, V., op cit, p. 102. La dama sí
acertó en el hecho de que algunas damas portuguesas se incorporaran al servicio de las Infantas, aunque
no fuese en un número exagero. EL propio Felipe II habla de esas incorporaciones “Otra menina más os
lleva mi hermana, sobrina de doña Francisca de Aragón, aunque creo que la tendrá ella en su casa
algunos días, de manera que son tres y no me parecen muy meninas, aunque no traen chapines. No sé si
estaréis vosotras mayores que ellas, aunque diz que tienen menos años, la doña Juliana dicen que es gran
pieza, como allá veréis…” Felipe II a las Infantas, Aldea Gallega 14 de febrero de 1583, Carta XXXII
en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit, pp. 103- 104. Para conocer más sobre criados portugueses y la Casa Real
de Portugal: LOURENÇO, M. P. M., “Servir y honrar a las Reinas de España en el tiempo de la unión
ibérica: el caso de las élites políticas portuguesas” en LÓPEZ CORDÓN, M. V., y FRANCO RUBIO, G., op
cit., pp. 357- 370. Asimismo, la importancia de la incorporación de las elites portuguesas en el universo
de alianzas de la Monarquía se va a intensificar: DA CUNHA, M. S., “Títulos portugueses y matrimonios
mixtos en la Monarquía Católica” en CASALILLA, Y. (dir.) Las Redes del Imperio. Elites sociales en la
articulación de la Monarquía Hispánica, 1492- 1714, Madrid 2008, pp.205- 231
100
La muerte de Ana de Austria marcó, en este sentido, los primeros actos de Felipe II en el reino
lusitano ya que tras su aclamación se celebraron las honras por la reina tal y como ha puesto de
manifiesto LÓPEZ- SALAZAR CODES, A. I., “May de Lisboa e dos Portuguezes todos. Imágenes de reinas
en el Portugal de los Felipes” MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 1749- 1776
67
cambios ya que al ser una princesa Habsburgo las lealtades no cambiaban y
eso podía asegurar la continuidad en la servidumbre. Felipe II no mostró
muchos deseos de contraer un quinto matrimonio; al fin y al cabo, contaba con
dos varones y tres hijas que, perfectamente, podían sucederle en el Trono por
lo que no era preceptivo un enlace para agrandar esta descendencia. Por otro
lado las potenciales novias- ya que a Isabel hay que añadir a su hermana, la
archiduquesa Margarita- rechazaron el matrimonio, a pesar de las presiones
que recibieron para asumir el papel de Reina Católica que su hermana Ana
había protagonizado los diez años anteriores. No existiendo perspectiva de un
nuevo matrimonio, la Casa de la Reina debía transformarse para dar servicio al
Príncipe y sus hermanos. Esto va a traer transformaciones ya que, por ejemplo,
no era necesaria una Camarera Mayor pero sí una persona que se encargase
del cuidado del Príncipe e Infantes. La presencia de las Infantas aseguraba la
necesidad de un personal femenino que se va a mantener y transformar de
manera natural- esto es, las entradas y salidas de las damas se van a producir
de la misma manera que se habían dado en los años anteriores- hasta 1598. Es
cierto que es un periodo diferente donde el cargo del aya, ocupado por la
Condesa de Paredes doña Inés Manrique, va a gozar de una relevancia
extraordinaria. Además, tanto ella como el Conde de Barajas van a tener que
asumir un papel muy activo en la crianza de los hijos de Felipe II y más
concretamente en el de las Infantas. Felipe II se va a encargar, a través de su
correspondencia, de advertir a sus hijas sobre cómo debían actuar en un
momento en que ya no había consorte que asumiese el rol principal en la Casa.
Por otro lado el monarca va a confiar en los servidores más relevantes en la
escala jerárquica para que llevasen a cabo una labor de mentores para unas
adolescentes que se veían conminadas a madurar en su papel cortesano sin
contar con la guía presencial de su padre.
Fue, además, un momento difícil por las prematuras muertes del Príncipe don
Diego y de la Infanta doña María. La enfermedad que afectó a los dos niños y a
su hermana Catalina y dejó indemnes a Isabel Clara Eugenia y el futuro Felipe
68
III, fue uno de los trámites más duros que tuvieron que sufrir los servidores de
la Casa101.
La Jornada de Aragón de 1585.
Tras el regreso de Felipe II a Castilla se van a precipitar los acontecimientos
que llevaron al matrimonio entre su hija menor y el Duque de Saboya, Carlos
Manuel I. El viaje del Duque a la Península para recoger a la que iba a ser su
consorte se aprovechó para la celebración de una Jornada en la Corona de
Aragón donde debían celebrarse las Cortes que juraran al Príncipe Felipe. Al
igual que ocurriera con las Jornadas anteriores, se puso en marcha la
maquinaria que permitía poner en camino a tan extensa servidumbre.
Además, se van a cuidar numerosos aspectos de cara a la boda que había de
celebrarse en Zaragoza102. Estos viajes implicaban la búsqueda de lugares
adecuados para el alojamiento de los distintos miembros de la Familia Real;
dichos lugares debían ser luego transformados para dar cabida al servicio
palatino y solventar la rutina que habitualmente se desarrollaba en el Alcázar.
Los gastos de la furriera de la Casa del Príncipe e Infantas dejan buena
constancia de ello; así, para el alojamiento de la Familia Real se recurrió a las
casas del virrey, de la marquesa de Camarasa y de otros particulares103. Estos
espacios eran totalmente acondicionados para poder albergar un servicio tan
extenso y complejo como el que se movía en torno al Rey y a sus hijos. No es
101
Los servidores se encargaron de informar al Rey sobre la enfermedad del príncipe y las infantas:
“Con el extraordinario que partió de aquí anoche scriví a Matteo Vázquez que el Príncipe nuestro señor
y la Infanta doña María se avían sentido con calentura, y por creer que la indispusición pudiera cesar y
que con esto me pudiera excusar de dar a V Md quenta della, no lo hize anoche. Hase ydo continuando
desde anoche acá como V Md lo verá por la relación de los médicos que va aquí, a los que les paresçe
que ay señales de viruelas (…) Doña Sancha [de Guzmán] queda en servicio de la señora Infanta doña
María y en del Príncipe nuestro señor doña Ana de Mendoça. Las señoras Infantas están buenas” Unos
días más tarde, se comunicaba la triste noticia del fallecimiento del príncipe: “…a sido Dios servido
llevar para sí, oy a las seis y un quarto de la mañana al Príncipe nuestro señor…” IVDJ, Envío 7, nºs 79
y 86
102
Sobre las relaciones escritas con motivo de la Jornada de Monzón, véase ÁLVAREZ GONZÁLEZ M.,
“Rendering the ephemeral permanent: commemorative accounts of the festivities for the 1585 wedding
of Duke Carlo Emanuele I of Savoy and Catherine of Austria in Spain and in Turin” en DEIMLING B.,
NELSON J. K., RADKE G. M. (eds.), Italian Art, Society and Politics. A Festschrift in Honor of Rab
Hatfield, Florencia 2007, pp. 209- 222
103
“Memorial del gasto de las obras para el apposento de su magd en Çaragoça y aposento del príncipe
nuestro señor y las señoras ynfantas en las casas del virrey y de la marquesa de Camaraza, casas de doña
Berlandina Molón y de particulares conforme a las plantas del aposento y del Arçobispo, la casa de
hobrero del conde de Aranda” AGP Administrativa, leg. 895, s. f.
69
de extrañar, por tanto, que en ocasiones los “ anfitriones” elevaran memoriales
para pedir una compensación por los desperfectos causados en sus
viviendas104.
Fue esta Jornada un momento de inflexión ya que supuso la salida de Catalina
Micaela de la Corte de Madrid para dirigirse a Turín. Por tanto, fue necesario
configurar una nueva Casa que, como vamos a ver en otro apartado, se
articuló a través de la normativa de la Casa de la Reina.
En Madrid quedaba una Casa para el servicio del Príncipe e Infanta cuya
dinámica va a seguir siendo, más o menos, la misma que hasta el momento. La
salida de Catalina Micaela llevaba a la lógica especulación sobre el pronto
matrimonio de Isabel Clara; cortesanos y embajadores van a considerar que el
matrimonio de la Infanta con el Emperador era un hecho que pronto se
materializaría. Sin embargo, esa realidad no va a ser tal y por lo tanto, las
elucubraciones sobre qué pasaría en ese escenario con aquellos que servían a la
Infanta van a permanecer en ese plano especulativo, sin llegar a transformarse
en nada.
Este periodo va a transcurrir bajo la gobernanza de don Juan de Zúñiga y si
bien es cierto que ésta fue corta por la prematura muerte del Mayordomo, el
Comendador Mayor de Castilla se va a mostrar bastante activo en el gobierno
de la Casa. Las consultas que se refieren a este periodo versan sobre las
vacantes de los oficios- varios criados de la Casa murieron durante la Jornada
de Aragón- y las mejoras que se quisieron introducir en algunos oficios. Así
sucedió, por ejemplo, en la Botica de la Casa. Siguiendo los informes de uno de
los médicos de Cámara, el doctor Valles, se procedió a la mejora de la misma.
104
Es el caso de “Domingo Abiçanda vezino desta villa de Monçón dize que en ella tiene dos casas y
que se las tienen ocupadas en seruiçio de v. magd, la una la serenísima infanta doña Ysauel y sus damas
y mujeres de su seruiçio y la hotra con el offiçio de guardamangel de v.ª magt que ambas eran de su
biuienda”; pedía una compensación porque él se había visto obligado a alquilar aposentos para
acomodar su familia y poder desempeñar su negocio. Asimismo, se recordaba que “se le ofreze al dicho
abiçanda gasto de mas de sesenta ducados de volver en el estado estaba la casa que la serenísima infanta
y sus damas está por haberse derribado tres ramos de scalera y hotros aposentos de dicha casa que en
todo reçibirá muy grande mrd y limosna” Memorial de Domingo de Abizanda a Felipe II, AGP,
Administrativa, leg. 895, s. f.
70
Los efectos de tales acciones no sólo repercutirían en esta Casa, sino que
tendría su impacto en la Casa del Rey105.
El personal femenino de la Casa
Cambios en el entorno palatino: nuevos y viejos servidores
La llegada de Ana de Austria supuso, en muchos sentidos, un enorme cambio
en el universo palatino que rodeaba a las Infantas. Ese cambio se manifestó a
través de la elaboración de un nuevo reglamento para la Casa pero, también a
través de cambios significativos dentro del personal palatino. No es de
extrañar que algunos personajes de la Corte o cercanos a ella manifestaran su
alarma ante estas transformaciones que podían llegar a trastocar las redes
personales y de patronazgo ya establecidas. Es el caso de don Juan de Zuñiga
que se hacía eco de esos previsibles cambios en una carta a doña Brianda de
Guzmán:
“ Si ha de venir otra Reyna ni puedo creer que se deshaga la casa de la
pasada, pues no se podrá componer ninguna en muchos días que esté
tan en orden como eso estaua.” 106
La Casa de Isabel de Valois había estado formada por servidores españoles y
franceses. Catalina de Médicis había rodeado a su hija de damas francesas,
muchas de las cuales habían permanecido al lado de la Reina hasta su muerte.
En el momento en que don Antonio de la Cueva debe empezar a organizar la
Casa de la Reina Ana el destino de algunas de estas damas va a ser objeto de
105
“…por la necesidad que hay de proveer un muy buen boticario en la Casa de sus Altezas, porque
otras vezes se ha dicho a V Md quán grande es el daño que en esto hay, y cargo de conciencia no
remediallo, y los médicos me lo protestan cada día y el doctor Valle dize que no sólo es de importancia
para seruicio de sus Altezas, sino que también la botica de la Casa de V Md sería mucho mejor servida
porque con permitir que los criados de V Md y de sus Altezas se pudiessen valer de qualquiera de las
dos, y auiendo en la de Sus Altezas un muy buen boticario, tendría el Boticario de la Casa de V Md
mayor cuidado por su ganancia de tener buen recaudo en su botica” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 21
de noviembre de 1585, AZ Altamira, 85, nº 47. Sobre la importancia de las boticas y el papel del
protomedicato en ellas- cargo ocupado por Valles- véase DAVIS, C., y LÓPEZ TERRADA, M. L.,
“Protomedicato y farmacia en Castilla a finales del siglo XVI: edición crítica del Catálogo de las cosas
que los boticarios han de tener en sus boticas, de Andrés Zamudio de Alfaro, protomédico general
(1592- 1599)” Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. LXII, nº 2 (2010), pp.
579- 626
106
Don Juan de Zúñiga a Doña Brianda de Guzmán, 26 de mayo de 1569, BL Add Mss/28408, ff. 66 r y
v. Doña Brianda de Guzmán era hermana de doña Magdalena de Guzmán, antigua dama de Palacio que
había salido del mismo con motivo de su caída en desgracia al hacerse públicos los amoríos con don
Fadrique de Toledo, hijo del Gran Duque de Alba.
71
discusión en los despachos con el Rey. La última planta que hay de la Casa de
Isabel de Valois nos permite rastrear el destino seguido por esas damas
francesas en los últimos años de vida de la Reina y en los momentos
subsiguientes. La relevancia de estas mujeres se puede apreciar por la
presencia de cargos que, en tiempos de Ana de Austria van a desaparecer. Es
el caso de la Camarera Menor, puesto que fue ocupado por Madame de Vinues
hasta su muerte en 1565107. La planta no nos permite saber cuáles eran las
funciones que cumplía pero podemos suponer que su presencia servía para
dar relevancia a este grupo dentro de la propia Casa. Esa importancia quedaba
señalada por otro hecho que no puede pasar desapercibido y que suponía una
diferencia considerable en el salario percibido por estas damas francesas frente
a las españolas. Mientras que las segundas cobraban de gajes 27000
maravedíes, las francesas cobraban 37000, un hecho que explica el por qué del
deseo de Felipe II por dar salida definitiva a muchas de ellas. Es cierto que
cuando Isabel muere el número de damas francesas era más reducido que el
que había habido en 1559; es más, en los últimos años de vida de la Reina
algunas de ellas habían salido de Palacio a través de la vía habitual del
matrimonio, tal y como podemos constatar en los casos de Madame de
Santena y Madame de Vinues que casaron en 1566 y 1567 respectivamente108.
Aquellas que quedaron a la muerte de Isabel se convirtieron en una carga para
el Marqués de Ladrada que va a discurrir frecuentemente en los despachos
sobre las gestiones a hacer en relación a estas mujeres.
107
“Camarera Menor de la Reyna nra señora
Madama de Vinues. En Madrid martes a siete de nouiembre de mil y quiº sesenta y quatro pareció por
una relación de los asientos de los criados de la Reyna nuestra señora que me entregó su contralor
Francisco de Villalpando mi anteçesor en el ofiçio de grefier tener asiento de camarera menor de su
Magd Madama de Vinues con quinientos ducados de salario en cada un año. [Fallesció en Madrid a 3 de
octubre 1565 y fue gdo hasta en fin del mismo mes de sus gajes]”, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, f.
811r
108
“Madamisela de Santena. Este día, mes y año pareció por la dicha relación tener asiento de dama de
su Mgd Madamisela de Santena con el dicho salario. [casose en xi de nouiembre 1566 con el marqués
de Castellón y salió de alaçio en Madrid lunes xviii de nouiembre 1566] (...)Madamisela de Binues Este
día, mes y año pareció por la dicha relación tener asiento de dama de su Mgd Madamisela de Binues,
llamase doña Leonor de la Torrore con los dichos cient ducados de salario en cada un año. [salió de
palacio para yr a Italia a casarse con a setiembre de 1567 y quentansele sus gajes hasta en fin del mismo
mes], AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, ff. 819 r y v
72
Uno de los casos más significativos es el de Sofonisba Anguissola, dama de
origen italiano pero inserta en el grupo de francesas que rodeaban a la reina.
Su condición de pintora convierte a Sofonisba en una dama singular ya que a
sus funciones como servidora en Palacio unió las de retratista y maestra de
pintura de la reina e infantas. Si bien es cierto que el monarca había hecho uso
de los servicios de la dama como pintora va a ser parte esencial en la decisión
del futuro de la misma, un futuro que contemplaba su regreso a Italia y
posterior matrimonio. La dama quiso permanecer en Palacio en servicio de las
Infantas y la Reina que estaba por venir y, en su opinión “ la quería casar por
hechalla de Palacio” 109; el Marqués de Ladrada negó que tal fuese la intención
señalándole que uno de los beneficios de las damas era la posterior
concertación de un matrimonio. No obstante, sí es cierto que Sofonisba todavía
permaneció algún tiempo más en la Casa y se benefició de la intermediación
de Ana de Austria. La nueva consorte quiso que su salida de Palacio se hiciese
de la mejor manera posible, facilitándole el pago de deudas que dejaba atrás:
“ Aunque tengo entendido lo que deseáis que se acabe de despachar
Sofonisba, no puedo dejar de deciros que holgaré que ñe hagáis dar los
mil ducados que yo le doy para que ella pague algunas cosas que deue,
y asta que haga esto no puede ser el desposorio, desea mucho que sea
esta semana. Yo holgaré mucho que se lo hagáis dar para que se pueda
desposar esta semana…” 110
Al igual que Sofonisba, otras damas francesas salieron de Palacio por la vía de
las nupcias. En este sentido la memoria presentada al cardenal de Guisa nos
permite conocer excatamente qué pasó con las distintas damas. Por ejemplo
tenemos el caso de doña Luisa de Saint Ligier quien contrajo matrimonio con
el hermano de Don Antonio de la Cueva; esto la convirtió en Marquesa
consorte a la muerte de don Antonio. El rastro documental que ha dejado doña
109
“...Al cardenal hablé como V Md mandó y le mostré el memorial que se me embió de Sofonisma
Anguisola y el cardenal mostró un billete quella le scriuió en la misma sustancia en que en efecto
suplica a V Md que entre tanto que no se casa sea acomodada en seruicio de la Reyna o de las señoras
Infantas pues demás del officio de dama podrá seruir en el suyo y aprovechar en ello” Martín de
Gaztelu a Felipe II, Madrid 14 de Septiembre de 1570, AHN, Consejos leg. 15188 nº 39 (2)
110
Ana de Austria al Marqués de Ladrada, Madrid 4 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 6, nº 94
73
Luisa es bastante intenso ya que van a surgir algunos problemas relacionados
con la dote y durante su viudedad. En concreto la problemática se refería a
cómo se iba a distribuir la cuantía económica de la dote. Parece que la dama no
se sintió muy conforme como lo había arreglado el entonces mayordomo
mayor de la reina y futuro cuñado, el marqués de Ladrada:
“ También me ha mandado Vuestra Majestad remitir otra pertiçión de la
marquesa de Ladrada en que dize que hauiendo Vuestra Majestad
mandado que por los tres mil ducados que se le hauían de dar de dama
para su casamiento se le diesen mil ducados de juro y que queriéndose
ella agrauiar de que éstos no se pusiesen en su cabeça quando lo vino a
entender que fue mucho después que se veló, la entretuuieron con que
por parte del marqués Don Antonio de la Cueva se suplicaría a Vuestra
Majestad lo mandase remediar” 111
Doña Luisa consideraba que Felipe II debía intervenir a su favor porque su
condición de extranjera la hacía muy vulnerable. Sin duda alguna el
matrimonio con la dama debió de ser visto como una oportunidad para la
empeñada Casa de Ladrada, aunque parece que la situación no tenía visos de
mejorar ya que el marido de doña Luisa “ le ha vendido quantas joyas y
vestidos tenía y aún dize que tiene empeañado este juro” 112. El recurso al rey
111
Memorial de la Marquesa de Ladrada Madrid 25 de octubre de 1578, AHN Consejos leg. 4408, nº
124. Don Diego de la Cueva, marqués tras la muerte de Don Antonio, ya había pedido que se hiciesen
valer los derechos de doña Luisa: “…esto se ha visto en consejo de Cámara y paresçido en él que el
Marqués lo haze como quien es en suplicar esto, estando tan enfermo como está y siendo este juro el
docte de su mujer, la qual y él certifican que sin saber ella ninguna cosa dello se puso en cabeça d’él que
tampoco estaua aquí quando el casamiento se conçertó, y siendo esta señora estrangera y criada de
Vuestra Magestad ha paresçido consultarse a Vuestra Magestad para que vea Vuestra Magestad si será
servido hacerle esta merced” Madrid octubre de 1576, AHN Consejos leg. 4407 nº 23
112
Memorial de la Marquesa de Ladrada Madrid 25 de octubre de 1578, AHN Consejos leg. 4408, nº
124. Sobre la situación económica resulta interesante la lectura de este memorial: “Matheo Vázquez me
ha embiado un memorial del marqués de Ladrada y un papel que deuió embiar con él a Sebastián de
Santoyo para que suplicase a Vuestra Magestad fuese seruido hazer merced al dicho marqués y al dicho
Santoyo de los bienes que quedaron de Gerónimo Candiano, milanés, por hauer fallesçido ab intestato y
ser hijo de un clérigo y no dexar más de un hijo natural (…) el dicho marqués supplicó a Vuestra
Majestad por el mes de agosto del año pasado de 1578 le hiziese merced de la parte que destos bienes
fuese seruido, teniendo consideración a los servicios del marqués su hermanio y a las muchas deudas y
cargas que dejó sobre su mayorazgo y que toda la renta del está embargada” Madrid 15 de mayo de
1579, AHN Consejos leg. 4408 nº 59
74
era la medida más solvente que tenía para tratar de solucionar su situación, un
hecho que excedía las peticiones de la reina Isabel de Valois113.
Tenemos, asimismo los casos de Madamoiselle de Arne y Madamoiselle de
Ribercac, beneficiadas con sendas mercedes por parte de Isabel de Valois114 y
de cuya salida nos da puntual información el embajador francés.115
No todas las damas francesas abandonaron Palacio y así en la memoria
enviada al Cardenal de Guisa se especificaban los dos casos que se salen de la
dinámica que hemos descrito:
“ A Madamoysela de Jacincurt se le dará la ropa de martas y el quento
de maravedís que le mandó la Reyna en juro y quedará en seruicio de
las sras Infantas.
A Doña Claudia también se le dará en juro el quento de maravedís que
le mandó la Reyna y quedará acá en seruicio de las sras Infantas.” 116
De ambos casos el de Jacincurt es, quizá, el más significativo y por ello vamos
a tratarlo de manera más pormenorizada en otro epígrafe. Doña Claudia
también permaneció junto a las Infantas y la nueva consorte durante un buen
número de años; su salida de Palacio se produjo como la de otras tantas
damas: a través del matrimonio que celebró con el Conde de Lodossa117. El
113
“A Madamoysela de Sanct Ligier se le dará la ropa de martas y un quento de maravedís que le mandó
la Reyna y demás desto para quando se casare se le dará otro quento y dozientos y cinquenta mill
marauedís que todo serán seys mill ducados” Memoria para el Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529,
nº 10
114
“A madamoysela de Arne se le dará lo que mandó la Reyna que es una ropa de lobo y un quento de
maravedís en dineros y demás desto se le dará para quando se casare otro cuento y dozientos y cinquenta
mil mrs que será en todo seys mill ducados por una vez. (…)
A Madamoysela de Riberach se le dará la pieça de tela de oro que le mandó la Reyna si la huuiere y si
no en recompensa della cien mill maravedíes y mas el quento en dinero que le manda la reyna y demás
desto otro quento y dozientos y cinquenta mill marauedís en dinero como a las demás.” Memoria para el
Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529, nº 10
115
“…Au demeurant, Madame, Mesdemoiselles d’Arne et de Riberac partiront d’icy le cinquiesme du
present honnorablement accompaignées, servies et desfrayées. Je croy que partout cedite mois elles
arriveront à Narbonne, où j’ay asseure à Sa Majesté Catholique que Monsieur de Rieux les recevra et
s’en chargera en vertu du commandement que Votre Majesté luy en a faict…” Monsieur de
Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 17 de Septiembre de 1569, DDMF Tomo II, p. 121.
Señalar, asimismo como algunas de las damas, casadas a principios de la década de 1560 todavían van a
pedir por el cumplimiento de las mercedes; es el caso de Madamoiselle de Fumel que había abandonado
la Península en 1561 y que en 1575 solicita el pago del cuento de maravedís de dote que le había
concedido Isabel de Valois. Gaztelu a Felipe II, AHN Consejos, legajo 15188 nº 47
116
Memoria para el Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529, nº 10
117
Salió de Palacio tras casarse con don Godofredo de Mendoza, conde de Lodosa. AGP, Personal Caja
1047/16
75
hecho de que aquel fuese elegido como embajador español en la Corte de
Turín la volvió a unir a la Infanta Catalina118.
La reina viuda de Francia se había valido de las damas francesas para conocer
de manera más profunda la vida de Isabel de Valois en la Corte; es cierto que
los embajadores franceses habían tenido un acceso privilegiado a la Reina, lo
que les había facilitado su labor de información a la soberana francesa, pero es
evidente que su contacto no era tan estrecho como el que Isabel podía
mantener con su servidumbre femenina119. Juana de Jacincurt va a recoger el
testigo en un momento en que el acceso del enviado francés a la Casa de la
Reina va a ser más limitado, teniendo que recurrir en muchos casos a la dama
para obtener la información que quería transmitir a la Reina viuda de Francia.
Si bien es cierto que las Infantas van a crecer rodeadas de damas españolas y
damas procedentes del Imperio, la influencia de Jacincurt va a ser significativa.
Estos cambios profundos en la configuración de la Casa no sólo van a afectar a
las damas francesas, aunque quizá el hecho de su salida pueda ser más
significativo por indicar de manera muy clara el cambio de alianzas de la
Monarquía. Frente al matrimonio francés, fruto de una paz entre dos
Monarquías, el enlace de 1570 suponía una alianza dinástica que venía
reforzar el papel de los Habsburgo en Europa, por tanto debemos comprender
que los cambios en las redes personales dentro de la Monarquía eran
suscpetibles de sufrir una importante trasnformación.
Pero volviendo a los cambios, tan significativo o más es la salida de Palacio de
la Camarera Mayor y la elección de una nueva. La Duquesa de Alba había
ocupado el cargo de Camarera tras la muerte de la Condesa de Urueña; con su
entrada se rompía con la tradición habitual de elegir una viuda para ocupar
ese oficio. En este caso se aprovechó la salida del Duque de Alba de la
Península para que su mujer se hiciese cargo de la dirección femenina de la
118
La Instrucción y la instrucción secreta al Conde de Lodosa en BL Add Mss/14008 ff. 24- 30
Buena nota de ello es la correspondencia tanto de Madame de Clermont como de Madame de Vineux
con Catalina de Médicis y que nos permite comprender cómo se desenvolvió la vida de Isabel de Valois
en la corte española y las dificultades que atravesó su casa, precisamente, por la problemática
convivencia entre damas francesas y españolas, y entre las propias francesas (concretamente, van a
preocupar los enfrentamientos entre las dos mencionadas damas). Véase L’AUBESPINE, S. Négociations,
lettres et pieces diverses relatives au règne de François II, París 1841 (especialmente, pp. 701- 728)
119
76
Casa. No obstante hay que señalar que el Duque ya había maniobrado en la
Corte para que su mujer tuviese una posición cercana a la Reina al poco de su
venida120. En efecto, la importancia de la Casa de la Reina es algo que los
recientes estudios sobre la Corte no ha pasado desapercibido; ésta podía
convertirse en una plataforma ideal para medrar en los círculos áulicos y
canalizar las ambiciones políticas de la nobleza. Los Toledo ya contaban con el
Conde de Alba de Liste quien como Mayordomo de la Reina podía ser una
pieza clave; desgraciadamente su temprana muerte les privó de esa valiosa
conexión. De ahí que el papel de doña María Enríquez no fuese baladí a partir
de 1566121. Aunque no carecemos de algunas aportaciones bibliográficas sobre
este personaje sorprende que no sean más, no tanto por esta carrera cortesana
sino por la importancia del linaje al que perteneció. Maltby dedica un pequeño
espacio en su biografía sobre el Gran Duque para trazar algunos aspectos
sobre la personalidad y cualidades de la Duquesa: prima hermana de Don
Fernando de Toledo supo cumplir a la perfección su papel como consorte
asegurando la continuidad del linaje; de carácter difícil y capaz gestora de su
casa, aspecto, este último, que debió ser de utilidad para la función palatina122.
Para conocer su actuación en Palacio, las cartas hológrafas que envió a la Reina
viuda de Francia son la mejor fuente; evidentemente debemos ser conscientes
de que como testimonio propio de la Duquesa nos pintan una imagen muy
predeterminada, pero es evidente de que gozó de una buena relación con
Isabel de Valois y contó con la confianza de Catalina de Médicis. Más difícil
120
“Encores me dict-on davantaige que la duchesse d’Alve, sa femme, vient a cè Noel en ceste cours, là
oú ledit duc la délibère tenir, m’asseurant bien que ce ne será pas sans grand désir de la voir près de la
reyne aymée et favorisée” Monsieur de Limoges a Catalina de Médicis, noviembre de 1560 en
L’AUBESPINE S., op cit., p. 710
121
El Duque aparenta, por esta carta, aceptar el oficio a regañadientes “… a querido Su Md que la
duquesa quede con la Reyna y la sirua de Camarera Mayor y, aunque yo he rehusado esto quanto he
podido, por no dexar a mi mujer con más trabajo que el de mi ausencia, amelo pedido con tales palabras
que no a sido posible escusarnos” El Duque de Alba a Don García de Toledo, Madrid 13 de febrero de
1567, AHN, Diversos, Colecciones, 276, nº 45
122
MALTBY, W. S, El Gran Duque de Alba, Gerona 2007, pp. 61 y ss. Asimismo hemos de señalar una
pequeña semblanza biográfica obra del MARQUÉS DE CERRALBO “Doña María Enríquez de Toledo,
mujer del Gran Duque de Alba” Boletín de la sociedad española de excursiones, Madrid 1900. Ni que
decir tiene que los elogios son casi desmedidos y así, por ejemplo, de su papel como camarera mayor se
destaca que “Siendo Camarera Mayor de la Reina Isabel ordenó del modo más cristiano, digno y
solemne el servicio en Palacio, pues en bien de la intimidad y perfecto acuerdo llegó hasta hacer qjue
comiesen en comunidad las Damas” p. 5
77
fue para los otros servidores regios, como es el caso del Mayordomo Mayor,
convivir con algunos de sus gestos. Debía de ser bastante vehemente a la hora
de defender su punto de vista y así un tema protocolario referente al lugar
donde debía de comer la guarda menor causó las quejas de la Duquesa de
Alba123. Se había acordado que la guarda menor- que estaba enferma- comiese
en la misma sala que las damas pero en mesa aparte, decisión que en absoluto
gustó a la Camarera Mayor124. Su posición y elevado linaje no debían de ser
asuntos fáciles de manejar por parte del Mayordomo que, en su función de
cabeza de la Casa de la Reina debía manejar los constantes choques entre las
mujeres que la componían, enfrentamientos ocasionados, en muchas
ocasiones, por los problemas que generaba la contradicción entre unas
jerarquías establecidas entre oficios y las precedencias que se pretendían por el
estatus social. No es de extrañar que, en palabras de Gaztelu, el Mayordomo
acabase “ afligido y confuso” 125. Pero volviendo al papel de doña María
Enríquez no cabe duda de que fue una figura esencial no sólo durante los
últimos años de Isabel de Valois sino también en ese periodo de ínterin hasta
la llegada de Ana de Austria. Es cierto que su carrera cortesana se debió de ver
ensombrecida por el escándalo protagonizado por su hijo, don Fadrique, al
mantener una relación ilícita con la dama Magdalena de Guzmán, pero ello no
le impidió contar con un gran ascendiente y cumplir con un papel anexo al de
Camarera Mayor: aya oficiosa de las Infantas. Al nacer Isabel Clara, doña
Elvira Carrillo, dueña de honor fue nombrada aya de la Infanta126; sin
123
Gaztelu informaba al Rey sobre este problema concreto que se había consultado a dos mujeres de
Palacio, doña María de Aragón y doña Leonor de Ayala que confirmaron “que en ningún tiempo la
guarda menor houiesse comido con las damas y que mandar que coma agora causaría quexa”, la
solución propuesta consistía en “ que al cabo y junto a la mesa dellas se pusiesse un bufetillo pequeño
en que coma la guarda menor sola (…) y desta manera no se podrá decir que come con ellas, sino cabe
ellas” 11 de enero de 1570, AHN, Consejos leg. 15188, nº 5
124
“A Su Magd di quenta de lo que v. m apunta sobre que la Duquesa está muy reçia en no consentir de
que la guarda menor coma delante de las damas y la excepción que se pretende hazer” Martín de
Gaztelu al Marqués de Ladrada, Monasterio de San Jerónimo, Córdoba 24 de marzo de 1570, BL, Add
Mss/ 28354, ff. 11- 12
125
Martín de Gaztelu a Felipe II, Monasterio de San Jerónimo, Córdoba 23 de marzo de 1570 AHN,
Consejos leg. 15188, nº19
126
“A primero de septiembre de MDLXVI se le dio asiento de aya a la Serenísima Ynfante doña Ysabel
Clara Eugenia con dos mil ducados de salario en cada un año…” Gajes de los criados de la reina Isabel
de Valois, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, f. 943r. Hemos encontrado dos memoriales sin fechaaunque posiblemente sean de 1570- 1572- en los que manifiesta su deseo de verse recompensada con
78
embargo, la mejor fuente para conocer los progresos de las Infantas es la
correspondencia de la Duquesa con la reina viuda de Francia. El tono de las
misivas es cercano y familiar; doña María informaba a Catalina sobre la salud
de la reina y las infantas aportando datos que, difícilmente podían dar a
conocer los embajadores ya que se extraen de la convivencia cotidiana que la
Camarera tenía con ellas en Palacio. La muerte de Isabel de Valois fue un duro
golpe en muchos sentidos: la muerte del Príncipe don Carlos unos meses antes
se veía agravada con la de la reina pocos meses después; Catalina de Médicis
perdía a su hija y vínculo principal en la Corte de España y el entorno
inmediato de las Infantas podía verse trastocado. De manera inmediata los
cambios no van a ser apreciables pero el cierre de negociaciones con Viena
para el cuarto matrimonio del Rey va a poner en marcha esos cambios a los
que hemos aludido. La salida de la Duquesa de Alba va a ser achacada por el
embajador francés a la influencia de la emperatriz María- “ l’Imperatriz a
expresement faict intimer au Roy Catholique son frère qu’elle ne voulloit
poinct qu’il y eust de gouvernante auprez de la Royne sa fille comme la
duchesse estoit auprez de la feu Royne” 127- quien, efectivamente, tuvo un
papel esencial en la elección del nuevo servicio palatino. Ante los cambios
planteados por María, la Duquesa de Alba va a optar por salir de Palacio antes
de que se prescindiese de ella y va a pedir al Rey licencia para retirarse a sus
tierras128
alguna merced que le permitiese el pago de las deudas acumuladas en Madrid y valoradas en unos 8000
ducados, para abandonar la Corte y retirarse a sus estados, BL Add Mss/ 28337, ff. 383- 384
127
Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 11 de octubre de 1570, DDMF, tomo III, p.
112.
128
“…En la determinación tan particular que a hecho la sª Duquesa dexaré de dezir aquí mucho, pues su
Sª lo scriuirá largo, mas de que me embió a dezir con Antº de Lada que en todo caso yo pidiese licenª
para que se pudiese yr a su casa, a preuenirse para yr a buscar y servir a su marido, pues tanto se dilataua
la venida y no se le querían traer, y que me pedía esto con tanta resolución que no quería que la
aconsejasse ny diesse parecer, como tampoco aguardaua para hacerlo la licenª del Duque. Es çierto que
yo me congoxé algo, y con entender que la réplica era de poco efecto, hize lo que mandó, y lo dixe a su
magd, respondiome que era cosa bien nueua para él esta licenª, y después de auer parado un poco me
dixo que siempre desseaua dar a V S y a la suya contentamiento, y con buena voluntad, y que si esta era
la suya que hiziesse lo que le pareçiesse y con esto la Duquesa la ha cumplido con muy buena graçia, y
con su mucha autoridad, tomando primº su mgd su pareçer en lo que toca a la Casa de la Reyª y de sus
hijas, para que por él se acertsse mejor, es verdad señor que yo la besé las manos antes de su partida, y
no pude dexar de decirlas que aunque en la scriptura sagrada se dize quando se hallará mujer fuerte, que
yo la podría afirmar que la Duquesa de Alua lo era, Dios la guarde que tan singular la hizo, que obliga a
79
Había un temor en la Corte francesa porque la nueva alianza Habsburgo fuera
en detrimento de la comunicación con Madrid y, por ende, con las Infantas. No
obstante la propia Duquesa había tranquilizado a la reina viuda advirtiéndole
de las buenas prendas de aquella que iba a ejercer el oficio de aya de las
Infantas, doña María Chacón:
“ Siento en el alma apartarme del seruiçio de sus altezas, avnque no haré
yo ninguna falta en él porque queda aquí doña María Chacón, mujer de
vn tío mío que sabrá mexor seruir a sus alteças que yo.” 129.
Si el caso de las damas francesas resulta enormemente interesante hay que
tener en cuenta que la llegada de Ana de Austria va a suponer la incorporación
de damas provenientes del círculo imperial. Estas damas “ alemanas” no lo
eran estrictamente ya que muchas de ellas procedían de las familias mixtas que
se habían configurado en el Imperio desde tiempos de Fernando I y, sobre
todo, gracias a la conformación de la Casa de la emperatriz María130. No todas
ellas permanecieron en la Península junto a la nueva consorte de Felipe II pero
otras muchas sí, constituyendo un círculo de influencia junto a la reina que va
a ser clave en la acomodación de aquella a la Corte madrileña. La Emperatriz
María va a mostrar una constante preocupación por el entorno próximo a su
hija. Si bien es cierto que podemos considerar que la archiduquesa iba a tener
un proceso de adaptación fácil a su nueva corte, lo cierto es que para la
emperatriz era necesario que contase con personas cercanas y que la
conociesen previamente. María se mostraba tranquila ya que la presencia de la
princesa doña Juana era un elemento que podía ayudar en esa dirección pero
que bien podía ser complementado con la presencia de ese círculo de damas
“ alemanas” .
servirla como lo haré yo siempre, con gran seguridad por sus muy buenas partes.” El Cardenal Espinosa
al Duque de Alba, Madrid 16 de septiembre de 1570, BL Add Mss/28385, f. 163
129
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 1 de agosto de 1570, BNP Mss Espagnol, 336, f.
14, recodgido en MOREL FATIO A.,op cit., p. 383
130
Para conocer estas familias que vincularon estrechamente a las dos cortes Habsburgo véase
LINDORFER B. M “Las redes familiares de la aristocracia austriaca y los procesos de transferencia
cultural: entre Madrid y Viena, 1550- 1700” en YUN CASAILLA, B. (dir) Las redes del Imperio. Élites
sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492- 1714, Madrid 2009, pp.261- 288
80
“ Las damas que dacá fueren yo espero que no descontentarán porque se
an criado aquí las más y se les dará muy bien como an de tratar a su
ama y a ella como a de tratar con ellas” 131
Al igual que pasara con Isabel de Valois, Ana de Austria va a realizar su largo
viaje desde el Imperio a España acompañada de un séquito de criados que
debían encargarse de servirla a lo largo de la Jornada. La emperatriz María da
bastantes pistas sobre este personal en las misivas que enviaba a su hermano,
entre otras cosas, porque tenía un gran interés en controlar aquello que atañía
a su hija. En concreto hace mención a quienes iban a ir sirviendo como
mayordomo y camarera de la archiduquesa; en este caso fueron, don Francisco
Lasso y doña Leonor de Guzmán. En el caso del primero, iba acompañado por
su mujer, doña Catalina Lasso, a quien la emperatriz había propuesto como
camarera, aunque su condición de mujer casada podía dificultar algo la
tarea132. Él va a ser el encargado, junto a Luis Venegas, de conducir a la reina, a
la vez que va a informar al Rey de manera puntual sobre la salud de aquella.
La emperatriz María mostró en todo momento su deseo de que Don Francisco
volviese al Imperio para servirla, aunque era consciente de que el servidor,
alegando su avanzada edad, quería permanecer en España. De ahí, que no sea
sorprendente la especial predisposición del criado para ser útil a Felipe II en
los servicios que el monarca requiriese133. No obstante, cuando se produjo la
llegada de Don Francisco Lasso a la Península, no se le asimiló al nuevo
personal palatino que se movía en torno de la reina. Tampoco regresó al
Imperio porque murió antes de poder efectuar, ni tan siquiera, la salida. En ese
momento, María va a pedir a su hermano que velase por el futuro de la mujer
131
La emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, ADA, Caja 20/89, recogido en GALENDE
DÍAZ J. C. Y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit. P. 185
132
“La hida de don Francisco Laso tenemos [ ] conçertada que vaya sirviendo de mayor[domo] y su
mujer va con él, mas yo procuré que [ ] se le encargase servir de camarera por ser [ca]sada y un poco
rrezia de condición” La emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, ADA, Caja 20/89,
recogido en GALENDE DÍAZ J. C y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., p. 180. Sobre el apellido de doña
Catalina tenemos algunas dudas, porque aunque aparece como Ramírez de Haro en algunas fuentesvéase Soler Salcedo, J. M., Nobleza española. Grandeza inmemorial. 1520, p. 214-, SALAZAR Y CASTRO
L. la identifica como doña Catalina Lasso en Árboles de costado de gran parte de las primeras casas de
estos reynos cuyos dueños vivían en el año de 1683, Madrid 1795
133
“…suplicar a V Md me enbíe a mandar si en este tiempo pudiere seruir en alguna cosa, pues no tiene
V M criado ni vasallo que con más afiçión lo aga…” Don Francisco Lasso a Felipe II, Berges 15 de
septiembre de 1570, AGS, Patronato Real, leg. 57, nº 45
81
e hijos que dejaba tras de sí. Sus hijas- caso de María Lasso de Castilla- van a
entrar como damas de Ana de Austria y su mujer, doña Catalina, lo hará un
poco más tarde134.
Más problemático va a ser el caso de doña Leonor de Guzmán, quien ofreció
más de un quebradero de cabeza al Marqués de Ladrada. Como hemos
señalado, durante el viaje de la reina a la Península, ejerció las funciones de
Camarera, y al igual que pasó con Don Francisco, se presuponía que a su
llegada iba a cesar en esas funciones. Es más, Felipe II había informado
puntualmente a la emperatriz sobre la elección de la Camarera Mayor de la
Reina, doña Aldonza de Bazán, y María se había mostrado conforme con ello.
No obstante, y como vamos a ir viendo, la emperatriz tenía en mente unas
ciertas compensaciones para una mujer que la había servido a ella y a sus hijas
en el Imperio. Sin embargo, la opinión que generó en el Mayordomo Mayor de
la Reina fue bastante negativa con lo que la visión que Felipe II podía acabar
teniendo de la mujer no iba a inclinarle a su futura incorporación en el servicio.
En concreto don Antonio de la Cueva reportó varias quejas al Rey sobre
asuntos bastante relevantes para la administración de la Casa. Doña Leonor
tenía en su poder algunos bienes que se habían utilizado en servicio de Ana de
Austria durante la Jornada y que debían incorporarse en el guardajoyas de la
Reina135. Más grave fue la no entrega de ciertos donativos ofrecidos en Flandes
a la soberana-“ rresçibió en un lugar de Flandes quinze mil florines con que
aquel lugar siruió a la Reyna nuestra señora (…) y que también rresçibió
çiertos xarros y fuentes de horo con que otro lugar también siruió a Su Md
134
El Mayordomo Mayor hace referencia a la entrada en servicio de doña Catalina: “También se han
hecho las diligençias con doña Catalina Lasso y ella me habló el otro día harto bien, y siempre me
paresçe que será conbiniente el hacerle Vuestra Magestad merced de que sirua a la Reyna nuestra
señora; bea Vuestra Magestad si es seruido que yo diga a Su Magestad si quiere que yo la proponga a V
Md con otras y que quando yo entendiere que sea tiempo, yo la auisaré para que Su Md lo pueda
suplicar a V Md” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de septiembre de 1572, BL Add Mss/
28354, f. 482. Esa entrada se produjo un año más tarde como vemos en la planta de las dueñas de honor:
“Yo el Marqués de Ladrada mayordomo mayor de la Reina Nuestra Señora çertifico que la señora doña
Catalina Lasso de Castilla començó a servir a su magestad por su dueña de onor, por mandado del Rrey
nuestro señor, en catorze días del mes de agosto deste presente año de mil y quinientos y setenta y tres
años…”AGP, Personal, Caja 789, nº 26
135
“También dije a Luis Venegas hablase una palabra a Leonor de Guzmán para que tenga por bien de
entregar al guardajoyas las cosas que ella trae a su cargo por el inuentario general que de allá viene, y
también las sedas que los días pasados presentaron aquí a Su Magestad…” El Marqués de Ladrada a
Felipe II, Enero de 1571, BL Add Mss/28354, ff. 129- 130
82
fuera de otros presentes de pieças de plata y oro que dieron otros lugares” - y
que suponían un considerable valor económico. El Mayordomo Mayor pidió
explicaciones a don Luis de Venegas, pero contra quien claramente cargó las
tintas fue contra doña Leonor a quien “ yo tengo muy culpada” 136. Estos hechos
se unieron a otros en los que podemos observar como doña Leonor de
Guzmán se arrogaba una serie de prerrogativas que no le incumbían y que
realizaba en función de su ascendencia sobre la reina, como por ejemplo, tratar
de imponer un nuevo platero137, una costumbre que, asimismo, también se
puede observar en otros criados venidos de Alemania.
Es el caso de doña Margarita de Cardona a quien no duda en calificar de
“ padrastro” por las molestias que va a causar en la convivencia dentro de la
Casa y que va a ser protagonista en un episodio similar de “ imposición” de
criados propios o personas afines para el servicio de la Reina. En concreto el
problema va a venir derivado del deseo de nombrar un nuevo sastre para el
servicio de la Casa. Por los informes del Marqués vemos como ese círculo de
damas, con doña Margarita Cardona a la cabeza, van a tratar de imponer a un
sastre de origen español y que vendría a sustituir al que ya trabajaba para el
Rey y las Infantas, René Janlin138. Don Antonio además de puntualizar la
incompetencia-al parecer bastante manifiesta139- y otras faltas del otro sastre,
señalaba que todo era una maniobra de esas mujeres que ejercían una gran
influencia sobre la reina. Este asunto que puede parecer banal no lo es, ya que
incluso podía afectar a la propia relación entre los reyes. Ana de Austria trató
de hacer valer su influencia para mantener al sastre español, pero va a ser una
batalla perdida ya que el Marqués y Felipe II van a posicionarse a favor del
136
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de marzo de 1571 BL Add Mss/ 28354, ff. 166- 167
“…doña Leonor de Guzmán ha mandado llamar un platero de oro que pretenden que ha de seruir en
este offiçio a la Reyna nuestra señora…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss/28354, ff.
129- 130
138
“Y Doña Margarita Cardona siempre insiste con tanta importunidad y mal término en favoresçer al
Herrera y ayudar a esta pretensión sabiendo que no es servicio de la reyna nuestra señora, ni voluntad de
V Md” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 5 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 263264
139
“…ansí verdad que Herrera no es buen sastre de mujer ni nunca hizo de vestir a mujeres si no es a la
Dietristán y a sus hijas, y ansí todos los oficiales de las guardajoyas dizen que los más vestidos que a
hecho para la Reyna nuestra señora los ha herrado, y demás desto, aunque por la mayor parte ay pocos
sastres que no hurten lo que este hurta, es muy sin moderaçión…” El Marqués de Ladrada a Felipe II,
Madrid 5 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 263- 264
137
83
francés. La Princesa doña Juana también va a contar con un papel en todo este
asunto tratando de mediar y presentar una posición intermedia. El resultado
va a quedar en la permanencia de René Janlin a quien vemos mencionar en las
cuentas de la Casa hasta la década de los 90.
Las quejas del Mayordomo Mayor no van a gustar a la emperatriz María quien
va a salir en defensa de las mujeres que estaban sirviendo a Ana de Austria,
siendo notable, de nuevo, las menciones a doña Leonor de Guzmán. La
emperatriz estaba deseosa de mantener a la vera de la soberana a aquellas
mujeres que la habían criado en la Corte imperial y que la habían acompañado
a la Corte de Felipe II. Así, si en un principio ella había pedido el regreso de
doña Leonor, la intención fue cambiando o, quizá siempre existió ese deseo de
mantener en Madrid a tan leales sirvientas. Así, se mostraba la emperatriz
plañidera con su hermano:
“ No he podido dejar de sentir mucho que por mí trate vos que doña
Leonor de Guzmán y doña Margarita Laso dejasen a la Reyna, u la una
dellas como yo tenía suplicado, y más en tiempo que tengo por
imposible que no lo aya sentido mucho y lo hirá sintiendo cada día más.
Y si es tan insensible que no lo haze, ágalo yo mucho que no tenga con
ella quien conosca, ni criada mía…” 140.
La emperatriz aprovechó la enfermedad de la Camarera Mayor, doña Aldonza
de Bazán, para tratar de asentar el ascendiente de doña Leonor de Guzmán en
el Alcázar141; si bien es cierto que no propuso su nombre como sustituta
cuando fue menester hacerlo. Sobre este punto ya había escrito el Marqués de
Ladrada al Rey desde una perspectiva negativa a las posibles aspiraciones de
doña Leonor, a quien no quería tener en tal cargo.
“ …Y yo como V Mg me a mandado he pensado y pienso harto en ello, y
presupuesto que aunque por tantas y tan justas causas sea muy contra
140
La emperatriz María a Felipe II, s. l., 31 de Julio de 1571, GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ
M., op cit., p. 221
141
“El otro día escribí a la Reyna que me pareçía questava sola y la Marquesa era enferma, que yo
holgaría que doña Leonor de Guzmán estuviese con ella algunos meses asta que tuviese compañía…”La
emperatriz María a Felipe II, Praga 14 de mayo de 1571, ADA Caja 20/88, GALENDE DÍAZ J. C., y
SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 215
84
buena razón que doña Leonor de Guzmán pretenda este oficio todavía
tengo por cierto que no lo dejaría de intentar por cuantas vías fuere
posible, en lo cual V Mg sabe mejor que todos lo que conviene a su
servicio y se a visto más espiriencia en esto de lo que quisiéramos y
cierto paresce que una de las cosas que a V Mg más le escusarýan de
pesadumbre serýa determinar V Mg luego la sucesora, de manera que si
Dios fuere servido de llevar a doña Aldonça luego se publicase la que
ubiese de servir para que por presto que acudiesen las pretensiones y
demandas de doña Leonor fuese ya tarde…” 142
En efecto, la elección de doña Leonor de Guzmán no se va a producir y, es
posible que se tramitase su salida en los meses siguientes. Lo que sí sabemos es
que no llegó a volver al Imperio para servir a la emperatriz ya que murió en
Barcelona143. Este hecho nos remite a una de las peticiones constantes de Don
Antonio de la Cueva: el despacho rápido de aquellos servidores venidos de
Alemania y que no iban a permanecer en la Corte. Tal coyuntura venía
previniéndose desde el momento previo a la llegada de Ana de Austria; el
marqués quería que se dejase bien claro quiénes iban a permanecer en servicio
de la Reina y quiénes debían marchar, atendiendo a las necesidades reales de
la Casa. El aspecto económico va a ser, como hemos visto a lo largo de estas
páginas, bastante relevante porque como señalaba Martín de Gaztelu,
“ entienda V S que cada florín de los que cuentan a los criados de la Reyna
valen siete reales y medio, que son sesenta crayzes de Alemania, y que ocho
crayzes valen un real” 144. El Mayordomo va a ser bien consciente de ese hecho
porque las pretensiones de los criados que, van a elevar memoriales a través
de la reina, van a ser altas; como se lamenta en uno de sus despachos, “ cada
uno pensaua que venían a las Yndias para voluer cargados de horo” 145.
142
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 23 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 205- 206
“Ayer supe que doña Leonor de Guzmán murió en Barçelona” Carta de la emperatriz María a Felipe
II, Viena s. f (circa 1571), ADA Caja 20/109, GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ M, op cit., p.
229
144
Martín de Gaztelu al Marqués de Ladrada, BL Add Mss 28354, El Escorial 23 de noviembre de 1570,
f. 86
145
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 30 de diciembre de 1570, BL Add Mss/ 28354, ff. 118121
143
85
Este episodio y otros asuntos van a hacer desear al marqués una pronta salida
de las mujeres que debían volver al Imperio, salida que sufrirá todos los
retrasos imaginables por diversas razones.
No eran pocos los problemas a que debían enfrentarse los mayordomos
mayores a la hora de “ controlar” a esta extensa servidumbre femenina. Hay
que tener en cuenta que estas mujeres de alcurnia no estaban dispuestas, en
muchos casos, a aceptar las limitaciones que las normativas imponían a su
vida y sobre todo, a transigir entre ellas por cuestiones de precedencias cuando
por sí mismas podían contar con un linaje y un título que, a su juicio, les
concedían un status mayor. Podemos ir refiriendo las distintas casuísticas a
que se refieren las fuentes y que nos permiten, a la par que comprender el
funcionamiento interno de la Casa, otorgar una memoria individual a unas
mujeres que habían sido tratadas de manera conjunta en estudios previos.
Las Camareras M ayores
Quizá el caso que más atención ha concitado ha sido el de las camareras
mayores, evidentemente por razones obvias. Estas mujeres ocupaban el cargo
de mayor importancia dentro de la Casa por detrás del Mayordomo Mayor y
tenían funciones tan importantes como el control de la servidumbre femenina
y la supervisión del proceso de adaptación de la nueva consorte a la Corte de
acogida146. A la llegada de Ana de Austria el cargo fue ocupado por la otrora
camarera mayor de Isabel de Valois, doña Aldonza de Bazán, marquesa de
Frómista. La emperatriz María, al ser informada de que era ésta, la que iba a
asumir el oficio, se informó y aprobó las buenas cualidades de la misma.
“ Para doña Aldonza de Bazán e visto, mas no [la] conozco mucho, e
oydo mucho bien della simplemente con las buenas partes que vos
mescrive [ ] el ser sana y rrezia para poder servir…” 147.
146
Para una síntesis sobre el papel que las Camareras Mayores cumplieron en la España Moderna véase
LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V., “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la
Edad Moderna” en Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II, (2003), pp. 123- 152. Hay que tener en
cuenta, además que en casos muy específicos- como el que se dio bajo la regencia de Mariana de
Austria, la influencia de la camarera mayor podía ser de gran relevancia en el panorama político:
OLIVÁN SANTALIESTRA, L. “La dama, el aya y la camarera: perfiles políticos de tres mujeres de la Casa
de Mariana de Austria”, en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO M. P. M., op cit, pp. 1301- 1356
147
Carta de la Emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, en GALENDE DÍAZ J. C., y
SALAMANCA LÓPEZ M., op cit.,p. 184 (Carta 21)
86
Poco sabemos sobre cómo desempeñó su cargo. Contamos con una serie de
memoriales elevados al Rey por medio del Cardenal Espinosa donde la
marquesa expone algunas de las dificultades económicas que tenía y pedía una
merced acorde a su condición; asimismo, trataba de asegurar el futuro de su
primogénito, Marqués de Frómista148. Quizá uno de los elementos más
curiosos en su memorial es la caracterización del servicio como un sacrificio“ Vuestra Ilustrísima saue la voluntad que su magestad a tenido muchos días a
que yo viniese a su seruiçio y cierto que yo lo açepté por solo desear seruir a su
magestad y así lo hize contra voluntad de mis deudos y amigos que les pareçía
que no era bien salir de mi rincón” 149-, en una acepción similar a la que
utilizaron los mayordomos. Al fin y al cabo estas mujeres, en muchos casos
viudas, tenían que abandonar sus estados, trasladarse con sus hijos y deudos a
la capital y sobrevivir con los gajes del oficio y las rentas de esas tierras que
dejaban al cuidado de otros. Su casuística no va a ser única y va a afectar a
otras mujeres del servicio de la Reina.
La permanencia en el puesto de esta Camarera Mayor fue escasa ya que
falleció al poco tiempo de llegar la Reina150. La preocupación del Marqués de
Ladrada no se hizo esperar, ya que era consciente de la importancia de un
puesto de estas características y más en un momento como el que en aquel
momento atravesaba la Casa de la Reina con el embarazo de Ana de Austria.
Ya hemos visto como el marqués de Ladrada quiso evitar que el puesto
recayese en doña Leonor de Guzmán, pero era consciente de la necesidad de
cubrir el puesto, ya que como él mismo explicaba en uno de sus billetes era un
“ oficio de calidad, que no requiere estar baco ningún tiempo, aunque ubiere
dueñas de onor y pudieran suplir” 151. Una de las personas en las que pensó el
148
Doña Aldonza de Bazán había casado con don Luis de Benavides, señor de Frómista y mariscal de
Castilla. Su primogénito fue don Jerónimo de Benavides, I marqués de Frómista, SALAZAR Y CASTRO
L., op cit., p. 156
149
Memorial de doña Aldonza de Bazán, s. l., s. f., BL Add Mss/ 28337, f. 300 (los otros memoriales en
ff. 296, 298, 302, 304)
150
“…me a penado quanto es razón del fallecimiento de la señora doña Aldonça, que era yo muy su
seruidor, y cierto harán falta sus principales partes para lo que tenía a cargo con este sucçeso. Póngala
nuestro señor en el çielo como creo yo bien que lo supo merecer y guarde a los biuos…”Mateo Vázquez
al Marqués de Ladrada, Hita 27 de abril de 1571 BL Add Mss/ 28354, f. 207
151
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 23 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 205- 206
87
Mayordomo para cubrir la vacante fue doña María Chacón aya de las infantas,
sugerencia que no cuajó y que provocó que aquella siguiera en su oficio. Se
lamentaba el Marqués de las dificultades que encontraba para cubrir esa
vacante:
“ Cada día se paresce la falta de mujeres que la Reyna nuestra señora
tiene y por esto y por cumplir lo que Vuestra Magestad me mandó,
enbýo aquí a V Mg una relación de las mujeres que se me an ocurrido
hasta agora en quyen podría pensar para el oficio de Camarera Mayor y
es verdad que quando se considera despacio estas cosas, da pena ver
cuán pocas personas se hallan como conbernía en todos estados de
gentes y aunque creo debe aber otras muchas en quyen concurran las
calidades que para esto se requieren yo poco más conozco” 152
La elección recayó, finalmente en doña Juana Enríquez, marquesa de Berlanga;
una de las personas que había apoyado esta candidatura fue el cardenal
Espinosa, hecho que, sin duda alguna, tuvo que beneficiar a la marquesa en la
decisión final que tomó Felipe II153. En noviembre recibía el mayordomo
mayor la carta de aceptación por parte de esta señora y se lo comunicaba a
Felipe II expresando su opinión sobre la necesidad de hacer partícipe a la
Reina de la elección. El Marqués de Ladrada consideraba que Ana de Austria,
en el tramo final de su embarazo, debía de otorgar personalmente a la
Camarera las órdenes precisas y la división de papeles que se iba a imponer en
un futuro próximo donde el rol del aya iba a cobrar un peso importante ante la
previsión del nacimiento del heredero de la Monarquía:
152
No hemos tenido acceso a esa relación de posibles mujeres, lo cual completaría mucho el análisis
sobre este particular proceso de elección. El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de Junio de 1571,
BL Add Mss/ 28354, f. 224
153
“A la marquesa de Berlanga. Illma señora la buena voluntad y affiçión que yo he tenido a V Sª Illª de
muchos años y a la casa del Condestable me lleua a scriuir a V Sª para advertirla con secreto como Su
Magd trata de proueer a la Reyna nra Sª de Camarera Mayor y aunque se ofrecen personas de mucha
qualidad me he determinado de hazer de mi offiçio esta diligençia con V Sª para que se le pareçiere a
propósito suyo como me lo pareze a mí que sería al de su Magd que yo proponga a V sª a Su Magd para
este ministerio hacerlo he con mucha atención y con gran deseo de que se salga con esto por lo que toca
al seruiçio del Rey como le dé V Sª y a la comodidad de su casa e hijos que yo he de procurar y atender
como combiene y es menester…” El Cardenal Espinosa a la marquesa de Berlanga, Madrid 17 de
octubre de 1571, BL Add Mss/28704, f. 313. Asimismo, el cardenal hizo partícipe de su preferencia al
Condestable de Castilla, hijo de la marquesa (f. 313)
88
“ La respuesta de la marquesa de Berlanga byno ayer, y el cardenal me
ha dicho esta mañana que anoche la abía enviado a Vuestra Magestad; y
ansí creo que esta noche o por la mañana, lo escribirá Vuestra Magestad
a la Reina nuestra señora para que se pueda publicar y mostralles el
aposento, que dan gran prisa para ello y don Fadrique me ha dicho que
syn falta llegará aquí la marquesa la semana que viene. Y los días
pasados me dijo V Magestad que quando dijese a la Reina nuestra
señora la prouisión de la Camarera Mayor abía también Vuestra
Magestad de decille cómo Vuestra Magestad tiene acordado que lo que
naciere tenga a su cargo doña María Chacón y de la manera que para
este efecto está ordenado el aposento. Y aunque Vuestra Magestad aya
escrito a la Reyna nuestra señora lo de la Camarera Mayor será bueno
que Vuestra Magestad le escriba para esto para que Su Magestad lo
sepa y entienda de Vuestra Magestad y mande a doña María Chacón
que sepa las cosas que están ordenadas a este propósito” 154 .
Contamos con diversas noticias que nos dan una idea sobre el papel de la
marquesa en Palacio. Su incorporación coincidió con la llegada del Príncipe y,
si bien es cierto que se había dejado clara la relevancia del aya en su crianza,
doña Juana va a contar con un papel importante en cuestiones relativas a la
misma. La opinión de la camarera fue tenida en cuenta a la hora de elegir un
ama de cría para el Príncipe, uniendo su parecer al de otras mujeres de la Casa
y, por supuesto, al de la Reina y la Princesa de Portugal. En el caso de la
marquesa de Berlanga, el Mayordomo Mayor no se va a ver libre de los
conflictos que ya había sufrido con otras Camareras como había sido el caso de
la Duquesa de Alba. En este caso preciso fue la forma en que debía
comportarse la Marquesa en las salidas públicas de la Reina. En este punto se
va a insistir en que sólo Ana de Austria viajase en carroza y si acaso,
acompañada bien por las Infantas bien por la Princesa de Portugal. La
marquesa de Berlanga, conminada a viajar en litera propia va a considerar que
se le hacía un menosprecio evidente al no poder acompañar a la Reina en su
154
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 280281
89
carruaje, algo que sí habían disfrutado otras Camareras, volviendo a surgir el
nombre de la Duquesa de Alba con Isabel de Valois155. De nuevo nos
encontramos ante un caso claro de defensa de unas prerrogativas frente a la
tendencia normalizadora de las Etiquetas que habían querido regir este asunto
de manera precisa. El Mayordomo se encontraba un nuevo obstáculo para
imponer las reformas en el espacio palatino.
El resto de noticias nos hablan de los gajes propios de un oficio de estas
características. Así, su papel va a ser notable en la reubicación de las damas y
dueñas de honor tras la muerte de Juana de Austria, proceso que ya hemos
analizado en un apartado anterior. En este particular caso, la marquesa debía
vivir la transición de una mayordomía mayor a otra, tratando de que ese hecho
no obstaculizase el servicio que se debía prestar a la Reina156.
La marquesa de Berlanga permaneció en el puesto hasta su muerte, acaecida el
30 de septiembre de 1576.
Hasta 1580, cuando se produjo la muerte de Ana de Austria el puesto de
Camarera Mayor fue ocupado por la condesa de Paredes, doña Francisca de
Rojas. En el año de 1585 volvería a ocupar ese mismo cargo en la Casa del
Príncipe, cuando con motivo de la salida de Catalina Micaela se nombraron
Camareras para ambas Infantas: la Condesa de Paredes quedó en Madrid al
servicio de Isabel Clara mientras que doña Sancha de Guzmán se trasladó a la
Corte de Turín. Evidentemente, y en el caso de la Condesa de Paredes, el papel
a cumplir era algo distinto al que se presuponía para una consorte. No
155
“Y la marquesa de Verlanga me preguntó en qué abía de yr [a las Descalzas], y yo le respondí que en
su litera si querýa o sino también traerýan allí un coche a la Reyna nuestra señora con un paño negro en
que podrían yr y llevar consigo a la qª de Paredes y a doña Teresa de Guevara. Y respondiome que a ella
le abýan dicho que cuando la Reyna nuestra señora que aya gloria salía fuera en coche, no yendo con su
magestad la señora princesa, yba dentro del mismo coche la Duquesa de Alba y que no creya que V Mg
mandaría que se le hiziese menos honra. Y yo le dije que no tenýa orden de V Mg para que con la Reyna
nuestra señora en su coche entrase nadie si no fuesen personas reales…” El Marqués de Ladrada a
Felipe II, Marzo de 1572 BL Add Mss/ 28354, ff. 359- 361
156
Son pocos los billetes que, hasta el momento, hemos visto de la marquesa pero desde luego sí que
contamos con algunas referencias a ellos. “La marquesa de Berlanga me embió a dezir la noche que fui a
Sperança que recogiese todos sus billetes porque de mí sólo los quería fiar; yo lo hize así y después que
vine me ha embiado a dezir que la vea. He respondido que lo haré y heme entretenido porque entiendo
que me los quiere pedir. Son los más de cosas de la casa que ella auisaua al Marqués y no se puede tener
inconueniente dárselos, antes podrá conuenir para que con el exemplo del buen recado que se ha tenido
en ellos no se recate delante de avisar lo que se ofreçiere al mayordomo mayor que fuere…” Mateo
Vázquez a Felipe II, IVDJ, Envío 53, Caja 69, nº 21
90
obstante, es un buen indicativo sobre el papel que cumplía la Infanta en la
Corte:
su
relevancia
institucional
hacía
preceptiva
una
figura
de
acompañamiento que resaltase esa importancia.
El aya en la Casa de la Reina
Este ámbito cortesano que venimos describiendo en las páginas anteriores fue
un espacio socializador esencial para la Infanta y sus hermanos. El aprendizaje
de la lectura y escritura, así como la formación espiritual tuvieron lugar en el
espacio palaciego y en él cumplieron parte importante algunos de los
servidores de Palacio. Deberíamos hablar de los maestros y libros que se
utilizaron para acometer esa labor, información que desgraciadamente es muy
fraccionada y nos imposibilita reconstruir el programa educativo que se tuvo
en mente para Isabel Clara; por ello, debemos fijarnos en aquellos aspectos que
las fuentes nos ofrecen y que nos permiten rastrear los pasos que marcaron su
vida en estos años y que la conducían al papel que debía cumplimentar en un
futuro más o menos lejano. Quizá por ello sea necesario detenerse, en primer
lugar, en la crianza de la Infanta y en uno de los oficios más importantes, el de
aya. La relevancia de este puesto queda de manifiesto en las etiquetas de 1570
donde se establecen las siguientes funciones para el aya:
“ 22. La aya de las Illmas Infantas mis hijas a de tener mucho cuydado
de su criança y buena instituçión de costumbres assí en lo espiritual
como en lo demás, y del buen tratamiento de sus personas en lo que
toca a sus comidas, y en que no se les dé de comer otra cosa fuera de lo
que se ordenare por el médico teniendo el mismo cuydado en todo lo
demás que tocare a su serviçio, respecto y tratamiento como della se
confía.” 157
La elección debía de hacerse en personas que demostrasen buenas cualidades
ya que, en definitiva, tenían como objetivo criar a los herederos del monarca y
sus hermanos. Haciendo un salto cronológico importante podemos recoger
aquí la opinión que le mereció a Isabel Clara la elección del aya de la Infanta
Ana, hija primogénita de Felipe III en 1601:
157
Etiquetas para la Casa de la Reina Ana, BNE, Mss 10129.
91
“ La Marquesa del Valle estará bien ocupada con ser aya: solo tendrá un
mal, que no lo sabrá ser no cómo se ha de tratar todo aquello; que bien
creo será diferente de otras que hemos visto en este mundo: creo que
me entenderéis” 158.
Aunque la Infanta no especifica mucho más entendemos que a lo que se refería
es que veía muy complicado el ejercicio de unas funciones que le eran, en
parte, desconocidas; Magdalena de Guzmán, segunda esposa de Martín
Cortés, no se enfrentó a la maternidad como Marquesa consorte y debía
asumir la crianza de una Infanta. Esta circunstancia no se va a dar en las ayas
que ejercieron su oficio durante la infancia de Isabel. A continuación vamos a
analizar aquellos cometidos que tuvieron que asumir y cómo éstos influyeron
en la vida de la Infanta.
En su Tesoro de la Lengua castellana, Covarrubias alude a los distintos
significados de crianza, así en una de sus primeras acepciones es “ el modo de
alimentar y de criar” , pero también se puede referir a la “ vrbanidad” o enseñar
a “ ser corteses” 159. Esta característica polisémica del vocablo nos remite a una
realidad compleja y por ello, al hablar de la crianza de la Infanta debemos
hacer referencia a múltiples aspectos desde la alimentación al aprendizaje de
las normas necesarias para vivir en sociedad. Por otro lado, debemos tener en
cuenta que la crianza nos remite a una etapa vital concreta que es la Infancia,
cuyas características en el Antiguo Régimen son específicas y han estado
sujetas a la discusión de historiadores.
Antes de entrar a analizar la figura del aya que, va a tener una importancia
fundamental en todo este proceso, debemos tener en cuenta a otras mujeres
esenciales tras el nacimiento de un niño. Nos referimos, por supuesto, al ama
de cría que alimentaba al recién nacido durante un largo periodo de tiempo.
No es poco lo que conocemos sobre estas mujeres que amamantaron a los
infantes reales durante el Antiguo Régimen; en este sentido, contamos con los
158
La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Neoport 24 de octubre de 1601, Carta 35 en RODRÍGUEZ
VILLA, op. cit., p. 324
159
COVARRUBIAS S., Tesoror de la lengua castellana o española, Madrid 1611, f. 247v
92
nombres de aquellas que fueron elegidas para cumplir con esta importante
tarea. En el caso de Isabel Clara, la función de ama de lactancia la cumplió
doña Beatriz de Mendoza160, si bien es cierto que no fue la única en asumir esa
función. Más informaciones tenemos sobre el caso del Príncipe don Fernando
gracias a la profusión de datos que ofrecen los billetes del Marqués de
Ladrada.
La venida de un infante real suponía la puesta en marcha de una serie de
procesos que incumbían tanto al Mayordomo Mayor como al aya, quienes
debían de tomar una serie de decisiones sobre el futuro servicio que recibiría el
niño. Así, había que encargar y elaborar todo un ajuar compuesto por la cuna,
ropa blanca y vestidos161. En este sentido, las cuentas de la Casa de Isabel de
Valois nos permiten rastrear los objetos que acompañaron a Isabel Clara y
Catalina Micaela durante sus primeros años. Pero lo más relevante era la
búsqueda de un ama de lactancia162. En el caso del príncipe don Fernando la
primera mujer elegida procedía de Laredo, sin embargo, su permanencia en el
cargo va a ser escaso porque en seguida van a surgir problemas:
160
AGP, Personal, Caja 670, exp. 5. El propio embajador francés se hace eco de la elección de esta ama
de cría tras darse una serie de problemas con las primeras que habían asumido la tarea: “Il y a pensé
avoir du malheur, pource que de tant de nourrices qui avoient esté visitées, on n’en avoit retenu une
seulle. Ains pour complaire quelque sieur en estant arrivée une de quelques lieues loing, sur l’heure que
la Royne acouchoit, on luy donna subit ladite Infante à nourrir. Elle eust du laict pour ledite jour et pour
la nuict suivant; mais elle le perdit tantost et sans le desceller a nourry ladite Infante de rien, jusques
qu’on s’est aperceu que ladite creature s’en alloit mouir. Lors de bonne fortune luye m ont donné une de
trois premières qui avoient esté jugées des meilleures par les medecins, qui s’appelle done Beatriz de
Mendoce, laquelle abonde en laict et très bon, une belle grande jeune damoiselle de xxv ou xxvii ans,
qui a restaurée et remise en nature ladite Infante…” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis,
Segovia 18 de agosto de 1566, DDMF, tomo I, p. 112
161
Con motivo del nacimiento del Príncipe Don Carlos, la condesa de Palamós realata cuáles eran los
objetos que se habían enviado para el ajuar del niño: Las nuevas que de acá puedo escribir a vuestra
excelencia son que esperamos de ora en ora el buen alumbramiento de Su Altesa, (…) La reyna, su
madre, le a enviado todo el adreso que era menester para lo que nasiere, con gran complimiento; que de
camisillas ay xxiiii docenas, labradas de oro y de seda, y todas blancas, de muchas maneras, pequeñas y
mayorsicas, que podrán servir a edat de tres o quatro años; pañales de lana y de lino, y colchicas muchas
y muy lindamente guarnescidas; una cuna muy linda, de tres casos de […] muy negro y de madera de
sándils, que uele bien, y de ueso muy blanco, y no pintado como a tercia, sino […] de una cosa y otra
muy bien compasado; y unas cortinas de tres verdes labradas de oro y de plata; y un cobertor de raso
verde colchado, y dentro lleno de ropas y polvillos; otras colchas para la cuna y sábanas; y quatro
colchones de tafatán y otros tantos de olanda; y muchas otras cosas que paral servicio de lo que nasiere
son menester: dos alhombras de oro y de seda para delante de la cuna” Doña Hipólita de Rois a doña
Mencía de Mendoza, Valladolid 12 de Junio de 1545, en AHUMADA BATLLE, E. (ed.) Epistolaris
d’Hipòlita Roís de Liori i d’Estefania de Requesens (segle XVI), Valencia 2003
162
Para conocer los nombres de estas amas, CORTÉS ECHANOVE, L., Nacimiento y crianza de personas
reales en la Corte de España (1566- 1886), Madrid 1958
93
“ Acerca de las onze de la noche doña María Chacón me embió a dezir
que el príncipe estaua muy desasosegado y le tomauan aquellos
amortecimientos de la otra noche; y que embiase luego al doctor Ortega
y a esta ora yo embié luego a llamarle y me pasé al aposento de su
alteza
donde
tuue
arta
congoxa
y
miedo
porque
tubo
un
amortecimiento terrible y quando boluió le latía tanto el coraçón que era
espanto” 163.
El marqués hablaba de que “ ay la sospecha del ama” , y el médico va a
determinar el cambio de la misma para ver si con esa mudanza se producía un
cambio positivo en el príncipe. La salud del heredero era esencial para la
Monarquía y por ello había que hacer un proceso exhaustivo para la elección
del ama de lactancia. Podemos decir que en esta ocasión algo había fallado, si
bien es cierto que enseguida, van a aparecer testimonios que alertaban sobre
las malas condiciones de esta ama164. El Marqués de Ladrada había optado por
la prudencia a la hora de valorar tales opiniones pero, una vez que se tuvo la
recomendación del médico de la Corte, Ortega, se decidió llamar al ama que
había amamantado a la Infanta Catalina Micaela. Este proceso de toma de
decisiones no sólo va a involucrar al Mayordomo y al aya, sino que se van a
tener en cuenta las opiniones de la Princesa de Portugal- que rechazó una
primera sustituta por no considerarla adecuada- y, por supuesto de la Reina165.
En este último caso, Ana de Austria, como en tantos otros asuntos se va a regir
163
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327
El Licenciado Juan Fernández Tedalde ofrecía esa información en una carta; al enterarse de quien era
comentaba lo siguiente “Anme dicho que a de criar al príncipe una de Laredo y deseo saber si es uerdad,
porque es mui mi amiga, escríbame vuestra merced quien le cría”, debía de ser otra ama de cría de esta
población quien estaba en su mente, porque en la propia post- data se muestra totalmente preocupado al
haber obtenido la información sobre la mujer que iba a criar al niño: “Teniendo çerrada esta resçibí una
de vuestra merced y ueo en ella como el príncipe tiene ama de que no estoi poco espantado, y por lo que
deuo a mi Rei escribo esta. Suplico a vuestra merced que la rompa luego y que dé noticia de lo que en
ella digo sin dar autor, ni por pensamiento sino con mucho recato, porque son cosas de escrúpulo quitar
a nadie su bien. Esta mujer es mujer de un boticario el qual a estado con muchas bubas, a lo que yo
entendí en Laredo, y si no me engaño las a tenido ella también, y demás desto estoi espantado cómo no
se hiço información primero de todas cosas” Juan Fernández de Tedalde, Cuenca 13 de diciembre de
1571, BL Add Mss/ 28336, f. 146
165
“…abiendo visto que la mujer del Viso, demás de la corta información que ay de su salud y de su
marido, es tan mal compuesta en su persona, que por esto descontentó tanto a la princesa y a todas las
que la vieron (…) le paresçía mejor el ama de la Infante doña Catalina” El Marqués de Ladrada a Felipe
II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327
164
94
por las opiniones de su tía amoldándose a las decisiones que aquella había
tomado previamente166.
Después de tomar esta decisión de sustituir al ama, se reinició un proceso de
elección para ocupar dicho cargo. Uno de los datos más relevantes ofrecidos
por los billetes es la gran “ oferta” que estaba en disposición de asumir el
cargo 167. Si bien es cierto que ello suponía someterse a un proceso de
averiguación que implicaban a la mujer y a su parentela más próxima, las
contrapartidas que se podían obtener eran tremendamente jugosas y
positivas168. Además del hecho de recibir un salario, la ocupación del cargo las
hacía buenas candidatas para mercedes regias a posteriori. Una vez que se
postulaban como posibles candidatas, las amas eran sometidas a unos
cuidados y una dieta susceptibles de mejorar su leche. Así se va a hacer con la
mujer elegida para el cargo a la que se le va a sustituir el vino por el agua:
“ …oy escogieron Su Majestad y Su Alteza [de la Princesa], con consejo y
paresçer de la marquesa de Verlanga y de las demás mujeres de tocas
largas, entre tres amas que los médicos dixeron ser y quales en
calidadesa la de Casarrubios, que a días que yo e tenido aquí de
respecto, y las otras dos que con ella se vieron, la una es la de Segouia
(…) y la otra, una de las de Toledo; y yo creo que la electión fue
acertada porque esta de Casarrubios a muchos días que está aquí
porque siempre les paresçió muy buena y huuiera sido elegida sino por
un poco de vino que dixo que beuía y en este tiempo que aquí a estado
yo e hecho que la rijan como si en efecto criara a Su Alteza y con los
166
“También dixe a la Reyna nuestra señora en vistiéndose, en presencia de la marquesa y de doña
Theresa lo que anoche había pasado, aunque muy templadamente la disposición del príncipe, y a Su Md
le paresçió lo mismo que a la princesa, y también me paresçe que está más inclinada al ama de la Infanta
doña Catalina por los muchos bienes que a oydo della que a otra ninguna” El Marqués de Ladrada a
Felipe II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327
167
“El memorial de las mujeres que aquí vinieron para ser amas embío a V Md; sólo e querido poner en
él las que vinieron llamadas y otras que, aunque no vinieron llamadas, por tener buenas calidades las
mandaron esperar aquí (…) fuera destas a abido mañanas de otras treinta, unas de acá y otras de
acullá…” El marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de marzo de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff. 357358.
168
Por ejemplo, se pueden rastrear las peticiones de mercedes que hacían estas mujeres ante la Cámara
(AHN, Consejos) Es el caso de María de Oviedo, ama de la Infanta Isabel que pidió una merced en
1571, leg. 4407, nº 28. Ella no logró ninguna pero sí lo hizo Constanza Angulo, ama de la Infanta doña
María en abril de 1586, leg. 4410, nº 40. Curioso es el caso de Mariana Salablanca que elevó una
petición como ama de la princesa del Piamonte, Margarita, hija de Catalina Micaela, leg. 4413, nº 65
95
buenos mantenimientos y el agua (…)a la de Casarrubios a mejorado
tanto [la leche] que ella y la criatura estauan oy sin comparación mejor
que nunca” 169.
Con estos cambios la situación del Príncipe se estabilizó para mejor, lo que
daba una gran tranquilidad a todos aquellos que servían en la Casa de la
Reina. La alimentación del heredero va a seguir siendo un tema relevante y
que se va a encontrar entre aquellos aspectos que incumbían al Mayordomo
Mayor; por ejemplo, se hizo una Junta para determinar el momento en que
debían introducirse los primeros alimentos sólidos en la dieta del Príncipe.
Estos temas generaban, en ocasiones, la intervención de personas en principio
ajenas a estos menesteres. Así en 1576 uno de los mayordomos semaneros, don
Pedro Niño, se dirigía a Mateo Vázquez para hacer valer el consejo que,
previamente, había dado a doña María Chacón sobre la alimentación del
Príncipe170. Es de considerar la preocupación de la servidumbre de Palacio,
aunque estas intromisiones en los asuntos del aya pudiesen resultar molestas a
estas mujeres. Vamos a analizar con más detenimiento la labor de algunas de
ellas.
Tras la salida de Palacio de la Duquesa de Alba el puesto de aya lo ocupó doña
María Chacón quien va a permanecer en el oficio hasta su muerte en 1575.
María Chacón no era ajena a los círculos palatinos ya que había estado casada
con don Hernando (o Fernando) de Rojas, Mayordomo de la Casa del Príncipe
don Carlos. Por otra parte, su sobrino Don Gonzalo Chacón, hijo del señor de
Casarrubios del Monte, entró al servicio de Ana de Austria, primero como
mayordomo semanero y más tarde como caballerizo. Además, sus hijas
169
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 3 de octubre de 1572, BL Add/ Mss 28354, ff. 494- 495
“V m deue saber cómo el príncipe nro señor tuuo anoche calentura y algunas camarillas y estuuo ayer
flaquito aunque anduuo en pie. Yo señor torné a apretar a doña María Chacón sobre que no le den a
çenar carne y dyscúlpase con que los médicos se lo mandan dar y que dan muy poquyta y con todo esto
me dizen que le dieron de una polla asada y de otra cozida y aún no sé sy de un higadillo y bien creo que
deue ser en poca cantidad mas si lecrece al terçero como dyzen de noche lo que yo sé dezir es que no lo
diera a mi hijo pues que almorzar comer puede comer carne y a merendar a las tres le pueden dar algún
higadillo yo auiso porque no puedo remedyar por acá a la autoridad de los médicos v m no me descubra
porque ellos y don Gonçalo me matarían diciendo que me meto en sus ofyzios y a mi paresçer el de
todos es procurar la salud del príncipe” Don Pedro Niño a Mateo Vázquez, s. l. s. f. (Madrid c. 1576),
IVDJ, Envío 22, Caja 34, nº 30/15
170
96
formaron parte de la servidumbre de la Casa como damas, destacando el caso
de doña Isabel Chacón que más tarde casaría con su primo, el mencionado
Don Gonzalo. Lo cierto es que la vida en Palacio de doña María Chacón no fue
sencilla por los problemas familiares que tuvo que afrontar. Nos referimos a la
caída en desgracia de su hijo, también llamado Don Gonzalo Chacón, tras
mantener una relación ilícita con doña Luisa de Castro, dama de la Princesa
doña Juana. Si bien este trance fue un duro golpe para ella y su parentela, lo
cierto es que en ningún momento parece que hubiese dudas sobre su
continuidad en un servicio tan delicado como el de aya de las Infantas. Lo
cierto es que doña María había gozado de una cierta consideración en Palacio y
así, cuando doña Aldonza de Bazán, Camarera Mayor de la Reina Ana, cayó
enferma, se barajó su nombre para sustituirla, lo que la hubiese situado como
mujer prominente en este espacio171. Este episodio se produjo antes de la caída
en desgracia de su hijo, pero es cierto que durante el proceso y juicio que tuvo
lugar contra él, ella siguió ejerciendo su oficio en la Casa.
Antes del nacimiento del príncipe don Fernando a últimos de 1571, las Infantas
Isabel y Catalina eran la esperanza sucesoria más firme con que contaba Felipe
II, de ahí que el monarca mostrase una lógica preocupación por el crecimiento
de sus hijas y la manera en que debían de ser cuidadas en Palacio. Así, el
espacio físico va a cobrar una gran importancia y sus aposentos van a figurar
como una de las cuestiones en las que el Marqués de Ladrada y doña María
Chacón van a tener que ponerse de acuerdo 172. El Mayordomo había
171
“…dende la primera dolencia que el otro día tubo doña Aldonça no e dejado de pensar muy
particularmente en esto [su sustituta] con fin de que si doña Aldonça faltase y V Magd fuese servido de
mandarme que yo hiziese alguna advertencia, estar prevenido, y siempre me a parescido que para no
tomar carga cerrada serýa a propósito doña María Chacón pues es mujer conoscyda y probada y
aprobada que es la principal parte. Y el mayor inconveniente que se me ofresce para esto es dejar de
servir a las señoras infantes…”El Marqués de Ladrada a Felipe II, 23 de abril de 1571, BL Add Mss
28354 ff. 205- 206. Doña María contó con el favor regio en determinadas ocasiones, tal y como muestra
este billete de Ana de Austriaa Felipe II: “Señor. Ayer se supo aquí como don Diego, hijo de doña Mª
Chacón es muerto. Ella lo siente en estremo y me pedió que yo suplicase a V M le hiziese md de lo que
ella pide a V M por este su hijo que esta lleua, y asy lo hago. V M me la hará muy grande eh hazérsela.
Nuestro señor guarde a V M como yo deseo, de Madrid domingo. /Beso las manos de V M. Anna” La
Reina Ana de Austria a Felipe II, BL Egerton Mss/ 1609, f. 5
172
“María Chacón y yo fuimos ayer a Palacio a ver el aposento que V Md a mandado señalar para las
señoras ynfantas y la traza que en él nos pareció que se podría dar, y también en las pieças que a de tener
doña María Chacón…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 14 de noviembre de 1570, BL Add
Mss 28354 f. 67
97
supervisado las obras del Alcázar con vistas a la llegada de Ana de Austria y
esa tarea implicaba acomodar a la extensa Familia Real- no eran únicamente
los Reyes y las infantas, sino también los archiduques y la Princesa doña Juana,
sin olvidar que don Juan de Austria compartió en algunos momentos este
espacio- y la todavía más extensa servidumbre que les acompañaba. Los
aposentos fueron aderezados y decorados con ocasión de estos cambios, pero
lo cierto es que el Alcázar debía de ser un lugar en constante transformación
para dar solución a los problemas coyunturales. Los propios cambios de
estación suponían una nueva mudanza en los cuartos, ya que se trataba, en la
medida de lo posible, que el calor afectase lo menos posible173. Asimismo, las
enfermedades de las Infantas o de cualquiera de sus hermanos implicaban la
necesidad de moverlos para evitar los contagios y tratar de paliar los efectos
negativos que el espacio físico podía tener en las dolencias sufridas174.
Además del propio entorno físico, también van a ser importantes las rutinas
que ambas Infantas mantengan en su vivir cotidiano. De nuevo, la
correspondencia del Mayordomo incide en estos aspectos y nos permite saber
cuál era la opinión del rey al respecto en aquellos aspectos que levantaban las
dudas del Marqués. Por ejemplo, las salidas al aire libre van a ser, para Felipe
II, una de las necesidades básicas para las Infantas. Así frente a la imagen de
Corte encerrada en el Palacio, la realidad que se vivió fue bien diferente; en
primer lugar, porque eran frecuentes las jornadas a otros palacios como el del
Pardo o Aranjuez que ofrecían la posibilidad de disfrutar de la naturaleza que
adornaba los contornos de la capital. Pero, además, cuando la Familia Real
173
“…dixe a don Gonçalo [Chacón] platicase con doña María Chacón la traça del aposento del príncipe
nuestro señor y de las señoras infantas para este verano, y yo le advertí de lo que me pareció, y ansí
abiéndolo tratado paresçe que, presupuesto que para la disposición del príncipe nuestro señor y su
complisión natural tan caliente es nesçesario aposento muy fresco, conberná que Su Alteza se aposente
en la torre (…) y las señoras ynfantas o podrán dormir en la pieça misma que an dormido este ynbierno,
que es buena y grande, y en tal caso podrán comer en estotra que está junto a la torre, o dormir en la que
está junto a la torre y comer en la que hasta agora an dormido…”El Marqués de Ladrada a Felipe II,
Madrid 6 de mayo de 1572, BL Add Mss 28354, f. 388
174
“A la señora ynfante doña Ysabel vino esta tarde un poco de calentura (…). Y aunque el aposento
donde duermen las señoras infantes con lo que agora nueuamente se adereçó, demás de lo que antes se
auia adreçado, a mi paresçer no puede estar más abrigado ni mejor, y lo mismo le paresçe al Doctor
Ortega, a Valles y a Galuez; les paresçe qu’el abrigo es ahogado y que si no leuantamos los paños para
que entre el ayre como está a cierzo es muy frío, y ansí les paresçe conbernía durmiesen sus Alteças en
otra parte…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 11 de diciembre de 1572, BL Add Mss 28354,
f. 552
98
posaba en el Alcázar, las salidas a sus jardines o los alrededores de Palacio
eran frecuentes:
“ Bien pareçe a Su Mgd que las señoras Infantes salgan algunas vezes
para que les dé ayre, pues no ay planta que sin él pueda creçer, y así se
podrá ordenar que vayan alguna vez a Sant Hierónimo y otras, como le
pareze a la señora Duquesa [de Alba] a la huerta del Campo y a
otras” 175
También es interesante conocer las opiniones del monarca sobre otros
respectos. Así, consideraba que la corta edad de las Infantas aconsejaba que no
madrugasen en exceso 176 y, también las eximía de participar en algunos
rituales religiosos- como las procesiones- que podían cansarlas177.
A la hora de hablar de las ayas es necesario referir el caso de doña Inés
Manrique, condesa de Paredes de Nava. Había sido recibida en Palacio como
dueña de honor en 1579 y se va a encargar de conducir al Príncipe don Diego e
Infantas de vuelta a Madrid tras la prematura muerte de Ana de Austria en
Badajoz178. Las cartas que fue enviando a Mateo Vázquez nos dan buena idea
de cómo se van a vivir estos meses Isabel Clara y Catalina Micaela,
complementando la valiosísima información que ofrece el epistolario de Felipe
II a sus hijas. Es cierto que esa correspondencia abunda, asimismo, en aspectos
concernientes a sus asuntos familiares, concretamente en el bienestar futuro de
sus hijos, que no eran pocos.
175
El Cardenal Espinosa al Marqués de Ladrada, Córdoba 11 de abril de 1570, BL Add Mss 28354, f. 25
“La Reyna nuestra sª y la sª Princesa fueron esta mañana a oyr misa al monasterio de doña Leonor de
Mascareñas (…). Y no fueron allá las señoras infantes, porque madrugar no les haze probecho…” El
marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss 28354, ff. 243- 244
177
“Yo pensaua avisaron de lo de mañana, y por fuerza abrá de ver misa la Reyna en la sala, por salir
por allá a la proçesión (…) las infantas [no] vengan allí que aún son muy niñas para ello” Respuesta del
rey en billete del Marqués de Velada a Felipe II, BL Add Mss 28354, febrero (¿) de 1571, f. 163
178
En la planta de las ayas, la condesa de Paredes no aparece asentada. Así, los nombres que aparecen
son los de doña María Chacón y la Marquesa de Cañete. Ésta había ejercido el oficio desde 1576 hasta
1578, año en que se produjo su fallecimiento. Precisamente, Ana de Diestrichstein hace referencia a su
elección como aya en una de sus misvas: “…acá andan todas las señoras revueltas porque a la condesa
de Paredes an echo Camarera de la Reina y a la marquesa de Ladrada aya del Príncipe, a la marquesa de
Cañete, nuestra guarda, aya de las ynfantas y la de Montalbán del Ynfante” Ana de Dietrichstein a
Margarita de Cardona, Carta XXV en CRUZ MEDINA, V., op cit., pp. 64- 65. Es decir que cada uno de
los niños contaba con su aya. Mención a doña Inés como aya la encontramos en una de las cuentas de
las lavanderas de 1579- 1580 “…las quales dichas labores tasó la Ilustrísima Condesa de Paredes doña
Ynés, aya de sus alteças (…) en Madrid a 27 de febrero de 1580. Cristóbal de Oviedo” AGP
Administrativa leg. 5226, exp. 1, s. f.
176
99
“ Ya Vuestra Merced avrá entendido de las cartas del señor qonde cómo
sus altezas, Dios los guardem van con salud, y cierto qu’el príncipe
nuestro señor l’engorda el camino; el de oy a sido corto, mas el lugar y
la posada muy ruyn todo; se pasa bien con lo poco que sus altezas se
cansan” 179
Doña Inés Manrique consideraba necesaria la comunicación de noticias sobre
el devenir de esta jornada de retorno; posiblemente, era una manera de dejar
constancia sobre la dedicación que mostraba a los asuntos de los hijos de
Felipe II. En misivas posteriores, se mostró bastante suplicante en lo tocante a
su cargo dentro de la Casa. Comos hemos visto arriba la condesa había sido
recibida como dueña de honor y en la documentación administrativa aparecía
como aya de las Infantas, pero debía ser su deseo ocupar el cargo de aya del
príncipe. La situación en que se encontraba la entonces Casa del Príncipe e
Infantas convertía aquel cargo en esencial; con el Rey ausente en Portugal y sus
hijos en Madrid, el manejo de los asuntos concernientes al heredero y sus
hermanas pasaban por las manos del Mayordomo y el aya. Así lamentaba la
decisión tomada por el rey:
“ Los mandamientos de Su Magestad son siempre tan obedezidos, sin
replicar a ellos, como reconozidos de ser todos mucha merced para mí y
muy gran fauor; mas en el de ahora confieso a Vuestra Majestad que
aunque obedezido como en todos, e sentido en el alma que Su
Magestad mande me aparte las horas de las noches del príncipe nuestro
señor, mandando a esto asista doña Ana de Mendoza” 180.
Una de las preocupaciones de Doña Inés era la opinión que se formasen los
otros servidores de Palacio- “ qu’es parezerles a las qu’están de puertas adentro
179
La Condesa de Paredes, doña Inés a Mateo Vázquez, Mirandilla 9 de diciembre de 1580, AZ
Altamira 148, nº 141
180
La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 19 de febrero de 1581, AZ Altamira
148, nº 143. La dama doña Ana de Dietrichstein da noticia del nombramiento de doña Ana de Mendoza
“Doña Ana de Mendosa le an dado aya de los infantes y tiene sus yjas consigo…” Ana de Dietrichstein
a Margarita de Cardona, Madrid segundo día de Pascuas de 1581, Carta XLIII en CRUZ MEDINA, V., op
cit., p. 113. Asimismo, Felipe II da cuenta de la buena opinión que generó en la Infanta Catalina la labor
de doña Ana de Mendoza: “Y creo que doña Ana de Mendoza debe servir tan bien a vuestros hermanos
chicos como vos, la menor, me lo escribís” Felipe II a las Infantas, Lisboa 15 de enero de 1582, Carta
XIII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., p. 66
100
y aún a los qu’están de las puertas afuera qu’este mandamiento es principio
para apartarme del serbizio de su alteza” 181- ya que su importancia dentro de
la Casa radicaba en la confianza depositada por Felipe II. A ello había que unir
el hecho de que sus peticiones constantes a favor de sus hijos, en concreto a su
primogénito y futuro Conde de Paredes, don Antonio Manrique no surtían
efecto. En este sentido, la rogativa de la Condesa consistía en la concesión de
un hábito de la Orden de Santiago y una encomienda; además a ello hay que
sumar el disgusto por la presencia de su hijo en un acto escandaloso que tuvo
lugar en las Descalzas Reales durante la Semana Santa y que, por supuesto
causó revuelo en la villa de Madrid 182.
La Condesa de Paredes, no obstante las dificultades, va a seguir perseverando
tanto en lo referente a las peticiones por sus hijos y demás parentela como en
el servicio de los hijos de Felipe II. Como señalábamos en otro de los epígrafes,
estos momentos estuvieron marcados por la enfermedad que se llevó,
finalmente, al Príncipe don Diego y a la Infanta doña María. En este sentido,
doña Inés informó de manera puntual sobre la salud del príncipe e infantes,
vertiendo en esta correspondencia, una lógica preocupación por los achaques
sufridos por Don Diego. Así el 14 de abril de 1581 decía lo siguiente:
“ Con diferente ocasión quisiera poder escribir a Vuestra merced que
con la de ahora que aunque tendrá la relación del sr qde. de Uarajas de
181
La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 19 de febrero de 1581, AZ Altamira
148, nº 143
182
La condesa de Paredes consideraba que su hijo no podía ser culpado: “…a sido las insolencias de los
mozuelos en las Descalzas que como mi hijo no es viejo y se alló allí temí sus pocos años, de manera
que con asegurarme esta liura y con muy buena fama de virtud me tienen con sobresalto y anoche con
gran susto como desirme estaua preso…” La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid
27 de marzo de 1581, AZ Altamira 148, nº 146 No obstante las diligencias que se hicieron al respecto
arrojan otros datos: “Relación de lo que ha resultado de las informaciones sumarias que se an hecho así
`por los del Consejo de Órdenes como por los alcaldes de la Corte de su Md y por el corregidor de esta
Villa de Madrid contra el Marqués del Carpio y don Antº Manrrique caualleros de la orden de Calatraua
y contra don Pº Venegas comendador de Valençia del Ventoso de la Orden de Santiago sobre lo que
pasó el miércoles de la Semana Santa deste presente año en el offº de las tinieblas que se hizo en el
Monstº de las Descalças desta villa.
Pareçe por las dichas informaciones que los dichos caualleros y otros estuuieron juntos en el dicho offº
en la capilla maior del dicho Monastº y que durante que el dicho offº se hazía estuuieron con mucha
inquietud parlando y riendo hasta que se mataron las velas del dicho offº.
Y que antes desto el dicho don Antº Manrrique teniendo çiertas hijas de un secretario Calderón un
librillo de çera ençendido les dixo que le matasen y porque no lo quisieron hazer les tiró una almohadilla
de terciopelo que tenía hasta que mató la dicha çera y segunda vez hizo lo mismo…” BL Add Mss/
28342, ff. 302- 303
101
los términos del príncipe nro señor me pareze es razón yo la aga en esta
carta pues puedo decir la mejoría su alteza, Dios le guarde, a tenido
cuatro tercianas desde el domingo que aquella fue leve, azidente la del
martes y del jueves fueron con alguna demostración de ser delorera por
la sed y congoja que dauan que aunque su alteza lo pasaua con arta
paciencia era trauajo que le descaya y no será muy rezia la calentura, la
de oy sáuado a Dios gracias a sido mucho menor y sin congoja y tan
corta quen cinco horas se pasó selo y calentura y pudo su alteza comer y
esto con buena gana y así a estado muy alegre todo el día. Espero en
Dios que con la purga del de mañana a de quedar su alteza con más
sigura salud que la de otros veranos y que la terzia a de faltar luego con
que se podrán tener alegres las pascuas…” 183
Las tercianas del Príncipe se volvieron a repetir en momentos posteriores y en
carta de julio la condesa informaba sobre un nuevo empeoramiento del niño,
así como de la enfermedad de Catalina Micaela:
“ La infante doña Catalina a tenido dos tercianas, alas pasado en pie de
manera que oy qu’es el día libre es yda a vísperas a la tribuna con arto
calor y bayeta y toca negra que no a sido posible estorvarlo…” 184
La condesa de Paredes asistió, asimismo, al proceso de maduración de las
Infantas, a la vez que contribuyó al aprendizaje del príncipe. Así menciona sus
intentos- torpes en su opinión- para lograr que el príncipe don Diego
aprendiese los primeros rudimentos de lectura; asimismo, fue testigo
privilegiado de la toma de contacto por parte de las Infantas con el mundo
diplomático en el que debían aprender a moverse. Son estos aspectos que
183
La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 14 de abril de 1581 AZ Altamira 148, nº
147
184
La Condesa de Paredes, doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 1 de Julio de 1581, AZ Altamira 148, nº
149. La información debió de llegar muy pronto al Rey quien se mostraba preocupado, tal y como
muestra la siguiente carta “Muy bien lo hacéis de escribirme de la salud de vuestros hermanos y espero
en Dios que la tendrá el mayor presto cumplida y también el menor. Y bien creo que el calor habrá sido
la causa de las tercianas y me parece que se debe haber pasado allá el calor, pues acá hace poca y hoy ha
hecho harto fresco. (…) También holgué de saber que vos, la menor, estuvieseis ya buena y no de que
no estándolo subieseis a la tribuna que os pudiera hacer muy mal. Y bien será que entrambas tengáis
mucho cuidado de hacer lo que en esto y en todo os dijere la Condesa” Felipe II a las Infantas, Lisboa 10
de junio de 1581, Carta V en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., pp. 48- 49
102
vamos a analizar más detalladamente en otros apartados pero que, sin duda,
son indicativo de la importancia de analizar las trayectorias vitales y rastros
documentales de estos servidores palatinos.
Las damas
“ Creo que haurá V Sª acabado de entender quanto valen más hijas que
hijos, pues hasta una de las menores para ganar la graçia del Rey y de la
Infanta en quatro días [lo consigue]…” 185.
Esta aseveración remite a la posibilidad con que contaban las familias nobles y
de antiguos servidores para medrar en el mundo palatino y cortesano a través
de sus hijas, y es que entrar como dama al servicio de la Reina o de las Infantas
era garantía de muchas cosas. Efectivamente las damas van a ser uno de los
grupos más numerosos en Palacio pero, a la vez, difícil de estudiar; hasta hace
bien poco aparecía como un grupo homogéneo que no tenía muy en cuenta las
personalidades individuales que albergaba. Las fuentes referentes a la
administración de la Casa nos ofrecen los listados- datos que hoy por hoy son
fragmentarios- de mujeres que entraron al servicio de las mujeres de la Familia
Real, ofreciendo dos informaciones esenciales: momento de entrada en el
servicio y momento de salida. Es una información útil por cuanto nos
posibilita saber quiénes eran y, en muchos casos, con quienes contraían
matrimonio, lo que nos ofrece una base cierta para poder incidir más en sus
trayectorias vitales. Uno de los objetivos planteados en este trabajo era
profundizar en estas mujeres porque su convivencia con la Reina e Infantas es
relevante para entender la vida de éstas y porque, en ocasiones, han dejado
tras de sí testimonios que nos permiten adentrarnos en la intimidad de Palacio
y conocer realmente la vida en el mismo. En este sentido podríamos citar la
correspondencia de Ana de Diestrichstein con su madre, Margarita de
Cardona, ya que como informadora de su madre ofrece un vívido retrato de la
vida en Palacio. Por otra parte, la manera en que interactúan las damas con sus
señoras nos permite comprender uno de los roles de la consorte como patrona
y fuente de mercedes.
185
Don Juan de Silva al Marqués de Poza, BL Add Mss/28377, ff. 28- 29
103
Uno de los aspectos que esas fuentes administrativas no contempla, es cómo se
desenvolvía la vida de las damas en Palacio. Hay que tener en cuenta que
muchas veces entraban como niñas (meninas) y permanecían en servicio hasta
los veinte años más o menos, cuando asumían el papel de esposas o entraban
en religión. La corta edad de las damas, que solía estar en consonancia con la
de las consortes en sus primeros años, las convertía en un grupo problemático
para el cabeza de la Casa. Una vez más, el Marqués de Ladrada se convierte en
nuestra fuente más útil y jugosa para saber cuál era ese comportamiento y,
podemos concluir, que en muchos casos, las damas eran un auténtico
quebradero de cabeza. En su artículo sobre la Casa de Isabel de Valois,
Rodríguez Salgado incide mucho en el comportamiento de la reina con sus
damas y especialmente, en su incapacidad para controlarlas de manera
efectiva. Es cierto que durante esos años, la mezcla de “ nacionalidades” en la
Casa había convertido este espacio en un polvorín, ya que las quejas y roces
estaban a la orden del día, y la indolencia de Isabel no era el mejor antídoto
para ello. Por lo que hemos podido ver en el caso de la Casa de Ana de
Austria, no es tan evidente el choque (si bien es cierto, que el grupo “ alemán”
va a plantear algunas problemáticas), pero sí la falta de un comportamiento
decoroso y adecuado por parte de las damas.
Son varios los episodios que narra el Marqués y que nos permiten ver las
actitudes desafiantes que mostraban estas mujeres, algunas de las cuales
estaban emparentadas con importantes linajes nobiliarios.
En este sentido se lamentaba el marqués que:
“ …aunque yo conocí algunas damas byen desasosegadas, ninguna
comparación ay a lo de agora porque tienen la mayor maestría para
insolencias que se pudiera hallar en el mundo”
A continuación personalizaba este comportamiento en María Manrique quien
se preciaba “ que se la tenga por inobediente y atrevida” 186. No fue la única
queja al respecto por mal comportamiento; el mayordomo, por ejemplo, quiso
vetar la presencia de las damas en la concesión del hábito a un caballero por
186
El Marqués de Ladrada, Madrid abril de 1572, BL Add Mss/28354, f. 376
104
las burlas que había sufrido en la suya unos años antes187. Aunque es el Rey el
destinatario de estas quejas y consultas lo cierto es que tanto el Mayordomo
como Felipe II quisieron implicar de manera muy activa a la Reina en la
resolución de problemas semejantes. La consorte debía actuar como elemento
de control dentro de la Casa; algunos tratadistas van a incidir en esa condición
de “ soberana” entre las damas y va a quedar implícito que la reina sea un
modelo de conducta para su servidumbre femenina188. Pero lo cierto es que la
vida en Palacio no precisaba únicamente de reglamentos o libros de conducta,
sino de acciones reales puesto que, como organismo vivo, no seguía unas
pautas predeterminadas. Ya hemos visto que la Reina va a tener sus
parcialidades dentro de la Casa- por afinidad y por confianza- pero su
condición la obligaba a conducirse de manera firme en la relación con las
damas. El marqués hace referencia a un episodio que debió causar bastante
revuelo en la Corte y más allá de sus límites- hace referencia a que oficiales de
Palacio habían comunicado con los de El Escorial los hechos-, en el que
estuvieron involucradas las damas. El Marqués de Ladrada determinó como
castigo un “ encierro” de estas mujeres para que sirviese como escarmiento
pero, la Reina se ablandó enseguida:
“ La carcelería de las damas fue tan breve como yo abía sospechado,
porque abiéndolas Su Magestad mandado encarcelar el byernes, ayer
sábado en la tarde los mandó soltar con ocasión que los príncipes sus
ermanos se lo fueron a suplicar”
El marqués no estaba conforme con la medida adoptada por Ana y recurrió a
la Princesa doña Juana, quien “ abía dado el mismo parescer a la Reina nuestra
187
“Esta mañana me embió el secretario Antonyo Pérez el despacho de V Mg y luego di a la Reyna
nuestra sª su carta, y Su Md no se hallará al ábito de don Francisco porque yo le he dicho que no lo debe
procurar, por no ser cosa decente (…)el mismo día que le abía de tomar, después de comer quiso la
Reyna ir allá porque las damas lo quisieron ver, y de la yda rescebí yo harto más bergüença que honrra,
porque no hizieron las damas sino reírse y hazer burlas de quanto allí pasó” BL Add Mss/28354, f. 366
188
Así se señalaba en la obra de Francisco MONZÓN, Libro Primero del espejo de la Princesa
Christiana, dedicado a Catalina de Austria, reina de Portugal. Esta obra fue objeto de estudio en la
tesis inédita de MARQUÉS DE SILVA, J. M., Imagens da Princesa e da dama na Corte modelar de D.
João III, 2 vols., Facultad de letras de la Universidad de Oporto, 1997. Sobre el mismo véase
FERNANDES L. C., “Francisco de Monzón e a princesa cristã” en Revista da Faculdade de LetrasLínguas e Literaturas. Anexo V. Espiritualidad e Corte em Portugal, sécs. XVI- XVIII, Oporto, (1993),
pp. 109- 121
105
señora en lo del castigo que yo dí” , y al Rey. Felipe II no estaba de acuerdo en
la decisión adoptada por su mujer pero, en atención al delicado estado de Ana
de Austria, quien se iba acercando a la fecha para dar a luz a su primer hijo,
decidió no presionar en exceso a la Reina en esta ocasión. El monarca avisaba
al Mayordomo que hiciese entender a las damas que aunque “ con la Reyna yo
lo disimule por agora por estar en lo que está, que en fin, las demás bien han
de entender que yo lo sé” 189. Aunque no hemos encontrado datos sobre el
suceso concreto, porque no hay más menciones al respecto en los billetes, sí
que sabemos algunas de las damas implicadas; en concreto se menciona a la
hija del Conde de Chinchón, doña Ana de la Cerda, a quien se castigó
sacándola de Palacio a la casa de su padre durante un breve tiempo 190.
En otra ocasión se vuelve a pedir la colaboración de la reina para atajar los
problemas en relación a las damas. Por lo que narra el Marqués en uno de los
billetes, las damas, aprovechando la ausencia del monarca, habían entrado en
sus habitaciones y habían escrito en las vidrieras de las ventanas con puntas de
diamante. No se dice qué habían dejado grabado, pero Felipe II tenía muy
claro que la obligación de Ana era que “ riña a las damas o a quien lo ubiere
hecho, que quizá conocerá la letra, o que mande firmar las que traen puntas de
diamante, que son las sospechosas” 191.
Más graves podían ser los enfrentamientos entre las damas, como es el caso
que relató doña Aldonza de Castilla a Felipe II en ausencia del Mayordomo
Mayor, el marqués de los Vélez. Por lo que relata esta mujer hubo un choque
dialéctico entre doña Mencía de la Cerda y doña Luisa Manrique por un sitio
en la capilla de Palacio. Entre las acusaciones que se lanzaron la más grave, sin
duda, fue la que doña Luisa arrojó sobre doña Mencía acusándola de judía192.
189
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 25 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 299301
190
Sobre la trayectoria política del Conde de Chinchón véase FERNÁNDEZ CONTI, S. “La nobleza
cortesana: don Diego de Cabrera y Bobadilla, tercer Conde de Chinchón” en MARTÍNEZ MILLÁN J., La
Corte de Felipe II, pp. 229- 270, que si bien se centra en el Tercer Conde, hace referencia al inicio de la
carrera cortesana por parte del II Conde.
191
El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL, Add Mss/ 28354, Madrid noviembre de 1572, f. 542
192
“Por no estar el marqués de los Vélez para podelle yo hablar y no sufrirse dar cuenta a V M de lo que
aquí diré por medio de otra persona y parecerme que conforme a my ofyzio tengo obligación de auisar a
V M dello, lo ago. La víspera de (borrón) qryendo empezar maytines y estando yo en la tribuna entró
doña Manzya (sic) de la Zerda y se sentó la primera cabo las uergas en el lugar que, a las vísperas, auýa
106
Además, de la gravedad del encontronazo entre ambas damas, a doña
Aldonza le preocupaba la circulación de semejantes rumores entre el conjunto
de las doncellas y los efectos negativos que esto pudiese tener para la
convivencia dentro de la Casa de la Reina. No hemos encontrado, por el
momento, más datos que nos permitan conocer las medidas que se tomaron
para atajar el problema. Ambas continuaron en el servicio regio- en el caso de
doña Luisa su salida se produjo en 1580 cuando casó con el Duque de
Maqueda- y tenían tras de sí una parentela que sustentaba su posición en la
Corte.
Algunas noticias dispersas que encontramos en fuentes diversas nos señalan
cómo se trataron de controlar los movimientos de las damas. Hemos visto que,
aunque a priori el Alcázar estaba organizado de tal manera que la
servidumbre femenina de la Reina se acomodaba en unas partes y la masculina
en otras, había una flexibilidad real ya que las mujeres se movían por Palacio a
pesar de las restricciones. En algunos casos se pedía permiso- por ejemplo,
para el uso de piezas de la cámara del Rey durante su ausencia193- y en otras,
se hacía saltándose límites y restricciones. Entre otras cosas lo que se trataba de
evitar es que el contacto entre estas damas y los caballeros que formaban parte
de la servidumbre de la Casa del Rey (y más tarde del Príncipe) se desarrollase
en circunstancias concretas y controlables. Sabemos que la práctica del
galanteo constituía uno de los usos propios del mundo cortesano, pero es
evidente que no se podían traspasar determinados límites194. El control de las
estado sentada doña Luysa Manryque y dygo doña Luysa: este lugar era myo; rrespondiéndole doña
Menzia aqy no ay lugar señalados, respondiole doña Luysa azeys bien en poneros a lo oscuro que soys
bien fea; dygo doña Menzía uos soys muy nezia y allegóse doña Luysa al oído a doña Manzya y ydígele
uos soys una judía, doña Menzía le respondió rrezyo mentís como boba” Doña Aldonza de Castilla a
Felipe II, s. l., s. f. (c. 1576- 1578), AZ, Altamira 185, 32
193
“Oy m’escribió doña Teresa de Guebara que querya suplicar a la Reyna nuestra señora le mandase
dejar las llaves del aposento de Su Mg para que allí pasen a dançar las damas como se hyzo cuando la
yda del Pardo y que ella ternýa gran quenta con que se tornase a cerrar y que no ubyese plática por las
ventanas que qué me parescýa, yo le respondi que sobre ello y otras cosas yo si pudiese la hablarýa
mañana y si no pudiese se lo escribirýa.” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de mayo de
1572, BL Add Mss/ 28354, f. 396
194
Es de notar, por ejemplo, que estos galanes eran, en ocasiones algunos miembros de la realeza, como
por ejemplo los príncipes de Bohemia. Así lo deja entrever Ana de Dietrichstein en una de sus cartas, en
referencia expresa al archiduque Ernesto: “El retrato del príncipe Ernesto e visto, que para galán está
muy gordo” Madrid 22 de abril de 1581, Carta LII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 131; en otras cartas
menciona algunas de las damas de las que había sido galán, como la portuguesa doña Juana de Távora o
107
damas se va a hacer, por ejemplo, cerrando ventanas, de tal manera que no
pudiesen asomarse a ellas y hablar con los galanes que pululaban por el
Alcázar. En 1575 el secretario Martín de Gaztelu hacía referencia a cómo se
estaban abriendo ventanas en el palacio, consecuencia de una necesidad de
purificar el ambiente ante la enfermedad persistente y señala que aquellas
“ …estauan condenadas para más recato de las damas desde el tiempo del
marqués del Adrada” 195. Estas prevenciones no estaban fuera de lugar, ya que
los escándalos habían sacudido a Palacio en años anteriores. Así, en vida de
Isabel de Valois una de sus damas, doña Magdalena de Guzmán fue sacada de
Palacio tras descubrirse la relación ilícita que mantenía con Don Fadrique de
Toledo, heredero del III Duque de Alba196. En 1572 fue una dama de la
Princesa, doña Luisa de Castro, la que se vio envuelta en un escándalo similar
con uno de los hijos de doña María Chacón, Don Gonzalo Chacón, caballero de
la Orden de Calatrava. Precisamente en el pleito que se desarrolló a
consecuencia de este caso se hace referencia a estas conversaciones desde las
la hija de la condesa de Puñonrostro. También hacer referencia a que el príncipe don Fernando juagaba
ese mismo papel con doña Hipólita de Dietrichstein: “No está doña Ypólita tan desventurada como
estaba en casa, pues tiene el eredero de Espania por su galán. Que dise el príncipe que quiere escribir a
la niña Ypólita, que dicen todas que es la mejor fiesta del mundo ver las cosas que dise el príncipe”
Madrid 10 de mayo de 1574, Carta VI en CRUZ MEDINA V., op cit., p. 21
195
Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 9 de noviembre de 1575, AMAEC, Santa Sede, leg.
4, nº 210
196
Sobre las complejidades de la vida de doña Magdalena de Guzmán, que no se limitaron a este
episodio concreto, sino que también se produjeron durante el reinado de Felipe III véase: FERNÁNDEZ
MARTÍN L. “La Marquesa del Valle. Una vida dramática en la Corte de los Austrias” en Hispania 39,
1979, pp. 559- 638 y MARTÍNEZ HERNÁNDEZ S., “Estrategias matrimoniales en tiempos de disfavor
regio: juicio, prisión y muerte de Don Fadrique de Toledo, IV Duque de Alba, 1574- 1585” en Gregorio
del SER QUIJANO (coord.) Congreso V Centenario del III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo,
Salamanca 2008, pp. 499- 523 Como Marquesa viuda del Valle ocupó importantes puestos en la Casa de
la Reina Margarita de Austria; de dueña de honor pasó a ser aya de la infanta doña Ana, un cargo de
importancia pues la primogénita de Felipe III fue posible heredera hasta el nacimiento del futuro Felipe
IV. La caída en desgracia de Doña Magdalena está asociada con dos hechos fundamentales: su
ascendiente sobre la reina, y el deseo del valido por controlar de manera absoluta el entorno de
Margarita de Austria. Sobre estos hechos resultan interesantes las apreciaciones de OLIVARI, M. “La
Marquesa del Valle: un caso de protagonismo político femenino en la España de Felipe III” en Historia
Social, nº 57, 2007, pp. 99- 126; SÁNCHEZ M., The Empress, the Queen and the Nun. Women and
power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore 1998, pp. 100- 101; WILLIAMS P., El gran valido. El
Duque de Lerma, la Corte y el gobierno de Felipe III. 1598- 1621, Valladolid 2010, pp. 138- 141, donde
el autor aporta interesantes noticias sobre la conjura de la Marquesa del Valle contra Lerma extraídas de
la correspondencia del comerciante flamenco James Van Castre al marqués de Varas, asimismo, FEROS
A., El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid 2002, pp. 182 y 183; y
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ S. , Rodrigo Calderón. La sombra del valido. Privanza, favor y corrupción en la
corte de Felipe III, Madrid 2009, pp. 96- 97
108
ventanas, lo que explica el por qué del proceder del Mayordomo197. Hay que
señalar, asimismo, que la Reina poco a poco va a ir asumiendo su obligación
de controlar a estas mujeres, de tal manera que si en ocasiones, abogaba por
ellas ante el Rey, en otras se va a mostrar firme en lo referente a su
comportamiento. Así, en 1579 “ auía mandado a las damas que por el luto y su
enfermedad no se pusiesen a las ventanas, con que pareció que ellas se
aquietaron en su pretensión” 198.
La vida de las damas parece que quedaba marcada por dos acontecimientos
fundamentales. Por un lado, su entrada en servicio y por otro, su salida. Ésta
implicaba, habitualmente, la concertación de un matrimonio o la entrada en
religión. En ambos aspectos podemos observar cómo la consorte va a tener un
papel esencial ya que, en ocasiones va a presionar para que se otorgue una
merced mayor al simple cuento de dote, y va a honrar los esponsales con su
presencia199. Vamos a empezar por los matrimonios, ya que fue la salida más
habitual para la mayoría de las damas. La condición de servidoras de Palacio
va a ser un punto a favor de estas mujeres a la hora de definir su futuro
matrimonial. El cuento de dote suponía una ayuda considerable a la cantidad
que finalmente aportaban al matrimonio; así, si bien es cierto que no todas van
a unirse con nobles titulados, ya que su propia condición social y parentela
van a tener un peso en estas decisiones, lo cierto es que observamos uniones
bastante notables entre estas mujeres.
197
En la confesión de uno de los testigos, concretamente el mercader Valerio Méndez, se dice lo
siguiente: “…un día por la tarde a hora de la una, poco más o menos, este testigo fue a Palacio a llevar
cierto ámbar y almizcle a doña Ysabel de Quiñones y le dixeron que no le podía hablar porque estaua en
el quarto de la serenísima Princesa, y que la aguardase; y este testigo la aguardó a una esquina del
corredor del patio, hechado de peschos enzima del, y vio cómo estaua hablando don Gonzalo Chacón
desde el dicho corredor a una ventana con una mujer que entonces no conoció”. Más adelante se explica
cómo la propia doña Luisa se descubrió ante el mercader. AHN, OOMM, (archivo histórico de Toledo),
leg. 36634, s.f.
198
Billete de doña Juana de Cárdenas a Felipe II (remitido por Mateo Vázquez), marzo de 1579, IVDJ,
Envío 51, Caja 67, nº 24
199
Sobre las mercedes dotales véase ANDÚJAR CASTILLO F., “Mercedes dotales para mujeres o los
privilegios de servir en Palacio (siglos XVII- XVIII)” en Obradoiro de Historia Moderna, nº 19, (2010),
pp. 215- 257. Se centra especialmente en casos desde finales del siglo XVII- reinado de Carlos II- y
siglo XVIII.
109
No podemos analizar uno a uno los diversos matrimonios que tuvieron lugar
en el seno de la Casa, pero lo que sí debemos hacer es fijarnos en aquellos
casos significativos que nos ayuden a entender qué casuísticas y qué
problemáticas se podían generar al tratar este negocio en particular.
Uno de los casos más interesantes que he podido analizar al realizar mi
investigación es el que concierne a Doña Ana de Navarra y Benavides200. Esta
dama entró al servicio de Isabel de Valois en 1565; era hija de don Juan de
Benavides y de la marquesa de Cortes, doña Jerónima de Navarra de quien
heredó ese título. Doña Ana era una dama titulada y las circunstancias que
rodearon esa condición la van a convertir en uno de los partidos más
interesantes de la Corte.
Al quedar viuda doña Jerónima de Navarra casó en segundas nupcias con Don
Martín de Córdoba; aunque no sabemos exactamente en qué momento, la
marquesa de Cortes decidió hacer dejación de su título en manos de su hija. La
razón para llevar adelante esta decisión radicaba en el hecho de que su
segundo marido estaba poniendo en peligro los bienes que debía heredar doña
Ana de su madre; y lo cierto es que, por las palabras que reproducimos a
continuación, la marquesa estaba protegida ante la ley para hacerlo:
“ Y porque podría ser que también pusiesse duda Olarte diciendo que la
marquessa estando cassada no puede hazer dexación de su stado sin
liçençia de su marido advierto a Vª Sª Illma que, en este caso, no es
necesaria porque siendo su marido pródigo y disipador como es, no
solamente puede disponer la marquesa de su hazienda pero podría
pedirle y compelirle a restituyr lo que a gastado…” 201.
El proceso no va a ser sencillo ya que la marquesa doña Jerónima va a
mantener un pleito paralelo para lograr una compensación económica en todo
200
Sobre el linaje de los marqueses de Cortes y, sobre todo, la significación política de la introducción
de doña Ana dentro del servicio palatino son interesantes las conclusiones del profesor LIANG Y. G. “A
family reunion in the Spaniish Occupation of Navarre” ponencia presentada en el marco de la RSA
Annual Meeting (22- 24 de marzo de 2012), en el panel Blood and Empire: international aristocracies
in the Sixteenth- Century Spanish Mediterranean.
201
En efecto “la marquesa de mueve a hazer esta dexación de su stado a favor de su hija porque
entiende el daño grande que ha sucedido por hauerse casado segunda vez con don Martín de Córdoua y
que después que con él casó le a gastado y consumido mucho de su hazienda…” Memorial dirigido a
Don Diego de Espinosa, BL Add Mss/28337, ff. 30- 31
110
este proceso 202. Finalmente en 1574 doña Ana se convirtió por derecho propio
en Marquesa de Cortes; a cambio, su madre recibía una compensación de dos
mil ducados al año para alimentos (dándose 1750 ducados en dinero y el
restante en cebada), y las deudas sobre el estado las debía resarcir la propia
doña Ana.203 La dama de la reina cargaba sobre sus espaldas con la
responsabilidad de un título y estado, siendo además muy joven. Pero lo que
nos interesa destacar en este punto es el hecho de que su condición de
marquesa va a ser muy apetecida en los círculos cortesanos, de tal manera que
doña Ana se va a convertir en objeto de especulación en relación a su futuro
matrimonial.
El interés suscitado por la marquesa de Cortes va a hacer que los cortesanos
estén absolutamente atentos a cada uno de sus movimientos en Palacio, entre
otras cosas para saber cuáles eran sus intenciones en previsión de un futuro
matrimonio. Fueron diversos los pretendientes que surgieron para hacerse con
la mano de doña Ana de Navarra. El conde de Santiesteban la va a pretender
para su hijo mayor; por su parte, un antiguo pretensor a la mano de doña
Jerónima de Navarra, Don Felipe Enríquez de Navarra, señor de Ablitas, trató
de que se le tuviese en cuenta en un posible matrimonio ya que había
enviudado de su mujer doña María Luna. El Duque de Nájera propuso a su
hijo mayor, el Conde de Treviño; pero, en previsión de que se alegase la
dificultad de casar a dos personas tituladas, ofreció a su segundogénito, lo que
además le aseguraba a éste una salida honrosa. La marquesa de Berlanga, que
además era Camarera Mayor de la Reina, hacía maniobras para asegurase la
dama para su hijo, don Juan de Velasco, aunque, en palabras de Gaztelu,
disimulaba lo que podía la pretensión. También sonaron como pretendientes
Don Martín de Alagón, hijo del Conde de Sástago, Don Francisco Mendoza,
202
“Los pleytos que la marquessa de Cortes tiene con doña Ana de Nauarra y Venauides, su hija, son
dos: el uno, sobre que la marquesa pide alimentos de las rentas de su estado que están secrestadas por
deudas que deue a la dicha su hija, y éste se trata en el Consejo Real ante Vª Sª Illma. El otro es sobre
que la marquessa pide y pretende alcançar a su hija más de treinta mil ducados de los vienes muebles y
joyas y vestidos que ella traxo quando se casó con el marqués don Juan de Venavides…” Memorial
dirigido a Don Diego de Espinosa, BL Add Mss/28337, ff. 30- 31
203
Además, la persona que hasta ese momento se había encargado de los asuntos de doña Ana- don
Diego de Olarte, ya mencionado en el memorial citado con antelación- era relevado en ese cargo por
petición propia. Memorial dirigido a Felipe II, s. f., IVDJ, Envío 21, Caja 32, nº 498
111
hijo del Marqués de Mondéjar; e, incluso, el Marqués de Final. Dejamos en
último lugar a don Francisco Enríquez, hijo del virrey de la Nueva España y
sobrino del Marqués de Aguilar. Éste último va a ser el sustentador de la
pretensión, aunque el propio don Francisco no va a ser ajeno hasta el punto
que:
“ Don Enrique de Mendoza, hermano del Duque del Infantadgo, tiene
un page cada día en el corredor de Palaçio por espía del dicho don
Francisco Enríquez para que vea todo lo que passa y cómo procede la
dicha Marquesa” 204.
Ante tal avalancha de pretendientes la actitud de la Marquesa de Cortes va a
caracterizarse por la prudencia y, consciente de que su juventud podía ser un
acicate para que los cortesanos trataran de manejarla a su antojo, va a recurrir
a Felipe II. Doña Ana elevó una carta al Rey donde dejaba constancia de las
sugerencias que de boca del licenciado Fuenmayor se le habían hecho sobre su
matrimonio. En concreto le menciona dos: el conde de Treviño, cuyos estados
estaban cercanos a los de la propia doña Ana, y el ya mencionado don
Francisco Enríquez. La dama se presentaba como servidora del monarca quien
la “ abya sacado de casa de ruyna” y agradecía lo que había hecho por su
padre, Don Juan de Benavides. A continuación aseguraba
que “ no tenya
voluntad y libertad para poder decir nada, pues en todo la tengo rendyda a su
magestad a quyen por señor y padre e querido abysar desto” 205.
De esta manera la dama se va a someter a la voluntad del Rey y sus consejeros
que van a determinar el mejor candidato para doña Ana. En concreto, el
favorito para desposarse con la dama va a ser Don Francisco Enríquez,
considerando que su situación era la idónea. Se trataba de evitar, por un lado,
las uniones de estados que tendrían lugar en caso de desposarse con un
titulado 206; por otro, se consideraba que la edad del pretendiente era la
204
Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid xxxi de mayo de 1575, AHN, Consejos 15189, nº 1
Doña Ana de Navarra a Felipe II, s. f., AHN Consejos leg. 15189, nº 64 (3)
206
“El doctor Francisco Hernández de Liéuana dize que no le parece que conviene que la dicha
Marquesa case con persona que aya de suceder en otro estado, por la confusión y dificultades que suele
causar en los mayorazgos y las obligaciones que pusieron los que los instituyeron a los que suçcediesen
en ellos para la conseruación de sus casas, nombres y armas…” Marín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 31
de Julio de 1577, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 42
205
112
adecuada, un requisito que no todos los candidatos cumplían207. La opinión de
los del Consejo va a ser unánime y Felipe II va a mostrarse de acuerdo con esa
decisión. En sus propias palabras:
“ No ay duda si no que don Francisco Enrríquez es más a propósito y yo
creo que la marquesa vendrá bien en él y quien podrá saber mejor su
voluntad será el Marqués de los Vélez” 208.
El Mayordomo Mayor, cumpliendo con su obligación como cabeza de la Casa
va a sondear la opinión de doña Ana de Navarra209 quien, en cierto modo, se
va a sentir ofendida por esa consulta. La dama consideraba que había dejado
muy clara su postura “ agraviándose que Vuestra Majestad quiera enteder su
voluntad, pues nunca la tuvo, ni quiere tener, sino seguir siempre en todo la
de Vuestra Majestad” 210. Aunque se debieron de iniciar las negociaciones para
la conclusión del matrimonio, lo cierto es que éste nunca llegó a producirse por
la muerte de la Marquesa de Cortes que además de dejar vacías las esperanzas
de don Francisco Enríquez, provocó la vacante en el tan deseado título 211.
Posiblemente el caso de la Marquesa sea único entre las damas de la Reina
doña Ana de Austria; el interés que suscitaba no radicaba en la mejora de la
dote que suponía el cuento de dama, o en las conexiones que tuviera con la
Familia Real merced a su condición de servidora, sino en sus propios méritos
como titulada. Sin embargo, nos permite comprender algo mejor el universo
cortesano en que se movían estas mujeres quienes, también eran sujetos
activos en esta clase de estrategias y movimientos destinados a acrecentar la
207
Así ocurría, por ejemplo, con el hijo del Conde de Aguilar: “El licenciado Fuenmayor dize que
entiende que el hijo del conde de Aguilar no tiene la hedad que conviene para casalle, como quiera que
su estado es muy principal y de muchos vassallos y que está muy çerca de la raya de Navarra para acudir
a lo que por aquella frontera se offreciera…” Marín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 31 de Julio de 1577,
AHN, Consejos, leg. 15189, nº 42
208
Martín de Gaztelu a Felipe II. Réplica del Rey, Madrid xi de octubre de 1577, AHN, Consejos leg.
15189, nº 70
209
“…es más conveniencia, siendo la marquesa dama de la reyna nuestra señora, que el Marqués de los
Vélez, como su mayordomo mayor y tan deudo de la Marquesa, la hablasse de parte de Vuestra
Majestad para entender su voluntad en lo que toca a su casamiento con el dicho don Francisco…”
Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 13 de octubre de 1577, AHN, Consejos leg. 15189, nº 72
210
Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 25 de octubre de 1577, AHN Consejos leg. 15189, nº 75
211
“También murió la Marquesa de Cortes a viiiº deste sin casarse, sobre cuyo estado salen opositores a
la succesión del” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 3 de marzo de 1579, IVDJ, Envío
14, Caja 27, nº 26
113
honra de sus parentelas. Otro elemento que echamos en falta en este caso es la
aparentemente nula participación de la reina; la documentación que hemos
manejado hasta la fecha no nos indica que Ana de Austria se moviese en
beneficio de esta dama concreta, recayendo la mayoría del peso en el propio
Rey. No obstante, sí que contamos con otros casos en que la participación de la
reina va a ser clave en el futuro de sus damas.
En este punto parece lógico referirse a aquellas mujeres que habían tenido una
cercanía previa a la reina. Es lo que antes calificábamos como el grupo de
damas “ alemanas” . En este sentido, la importancia del círculo imperial en la
Casa de Ana de Austria es constatable por la huella documental que ha dejado
tras de sí las personas que lo conformaron. Muchas de estas mujeres- producto
de matrimonios mixtos- se criaron con la entonces archiduquesa Ana y fue
deseo de María de Austria que marcharan a la Península para formar parte de
su servidumbre.
Uno de esos matrimonios mixtos había unido a doña Margarita de Cardona y a
Adam de Dietrichstein212. Como embajador cesáreo en la Corte de Madrid
Dietrichstein se ganó el favor regio que se tradujo en la concesión de mercedes
como el hábito de la Orden de Calatrava y otras de carácter más personal y
buena muestra del afecto de Felipe II213. Esa estancia en España supuso el
inicio de una carrera cortesana por parte de las hijas del barón en Madrid,
primero al servicio de Juana de Austria y más tarde al de Ana de Austria. La
hija mayor, María, casó con el Conde de Galve mientras que las dos menores,
Ana e Hipólita, entraron al servicio de Juana de Portugal. Ya hemos visto la
importancia del epistolario de Ana de Dietrichstein para el conocimiento de la
212
Sobre los Dietrichstein véase las aportaciones de CRUZ MEDINA, V. “Y porque sale la Reyna a senar
acabo, ques mi semana de servir. La vida en Palacio de la Reina Ana, las infantas Isabel Clara Eugenia
y Catalina Micaela en las cartas de Ana de Dietrichstein“ en LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V., y
FRANCO RUBIO, G., op cit., pp. 427- 445 “Margarita de Cardona y sus hijas, damas entre Madrid y el
Imperio” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO M. P. M. (coords.), op cit, pp. 1267- 1300
213
En el año 1566 se compraron los siguientes materiales para unos vestidos: “El dicho día [1 de
febrero] dio ciento y veinte y ocho onzas de plata, digo ciento y veinte y ocho onzas y una ochava de
plata de Milán que se gastaron en franjuelas y gurbiones y entorchados y rifadillos para tres vestidos que
Su Majestad mandó dar a un hijo y dos hijas de Diatristán, ayo de los príncipes de Bohemia (…) Más
dio el dicho día diez y ocho onzas de plata de Milán que se gastaron con las demás de la partida de
arriba en los vestidos de los dichos niños (…) En 24 de mayo dio tres baras de cintas encarnadas para las
basquiñas de tela de plata y azul para las hijas de Diatristán a diez maravedís la bara…” Quenta con
Diego Zamora, año de 1566, AGP Administrativa leg. 5247, exp. 1, s. f.
114
Corte en estos años, a la vez que nos permite asomarnos a las estrategias
familiares de la propia dama. En 1595 Margarita de Cardona regresó a la
Península acompañada de su hija menor, Beatriz, quien entró a servir a la
Infanta Isabel como dama. Asimismo podemos citar el caso de María
Manrique de Lara, casada con Vratislao de Pernestán214; aunque sus hijas no
entraron en la servidumbre de las casas sí que establecieron un estrecho
vínculo con la Península. Así doña Luisa ingresó como monja profesa en las
Descalzas Reales donde fue conocida como Sor Luisa de las Llagas; doña
Juana, por su parte, casó con el Duque de Villahermosa. No podemos olvidar
otros casos como los mencionados por el Marqués de Ladrada, donde se
especifica como el deseo de incorporar a las hijas de estos servidores que se
movían entre el Imperio y la Monarquía no fue posible, aunque ello no
dificultó que se convirtieran en receptoras de la merced regia:
“ Y para satisfacción de Su Magestad en lo que toca a las damas que
dicen que están rescebidas y asentadas en el estado que byno de
Alemania, las cuales son una hija de Luys Benegas y otra de don Pedro
Lasso y otra de don Ladrón de Guebara, me paresce, si Vuestra
Magestad es servido, que se ponga una cláusula que diga que por
cuanto la emperatriz tuvo la voluntad de que las dichas fuesen
rescebidas por damas y ansí las mandó asentar en aquel estado y que
después de benyda Su Magestad no a abydo lugar de ser rescibidas,
suplica a Vuestra Magestad que se les haga la merced que se les hiziera
si en efecto estuvieran sirviendo” 215.
Queremos detenernos ahora en el caso de las Lasso; esta familia va a estar
estrechamente conectada con la reina desde el momento en que se concertó el
matrimonio. Son cuatro las damas con este apellido que entran a servir en
Palacio con la llegada de Ana de Austria a Madrid: María, Margarita, Luisa e
214
MAREK, P. “Las damas de la emperatriz María y su papel en el sistema clientelar de los Reyes
españoles. El caso de María Manrique de Lara y sus hijas” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y LOURENÇO M. P.
M., op cit., pp. 1003- 1036
215
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 3 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 278279. El Mayordomo, considerando que la concesión de la merced no era muy onerosa, se podía llevar
adelante.
115
Isabel. La emperatriz María consideró que la presencia de estas mujeres en el
entorno inmediato de la archiduquesa podía ser provechosa, ya que al haberse
criado con ella suponían un elemento de permanencia en un momento de
grandes cambios y transformaciones en su vida. Las damas van a contar con
una doble protección; la que Ana de Austria pudiera hacerles como consorte
de Felipe II, y la que otorgaba la emperatriz como hermana del Rey y madre de
la nueva reina:
“ No me dize vos sy le contenta doña Margarita Laso. Suplico a vos que
se acuerde de hazelle toda merced, que será para mí muy grande
porque me ha servido muy bien” 216.
Estas damas se van a ver particularmente favorecidas a la hora de concertarse
sus matrimonios. En el caso de Margarita, su futuro ya estaba determinado
antes de salir del Imperio ya que estaba concertada una unión con el Conde
Tribulcio 217. De nuevo María hace referencias a este matrimonio, señalando su
deseo de que Felipe II admitiese la unión y tomase bajo su protección a la
pareja- “ Ansy no puedo dejar de suplicar a vos nos aga merced a Ana y a my
de casallos a ella y al Conde Tribulçio, que a tiempo que lo desean, y de
tenellos de criados” 218- acomodándolos en el servicio o bien de la Reina o bien
del Rey. El matrimonio se produjo en 1571, por lo que el paso de esta dama por
Palacio fue considerablemente breve. Más interesante resulta la merced
económica que se les hizo y que nos refiere el marqués de Ladrada. El
Mayordomo consultaba al Rey sobre este asunto porque a su parecer había un
error en una de las presunciones de la dama; en efecto, informaba que:
“ …quando el Cardenal me dixo que hablase a doña Margarita Laso, yo
lo hize y no le dixe que V Md le hauía dado dos mil ducados de merced
por una vez, sino solos mil, con los quales y con los dos mil de juro de
216
Carta de la emperatriz María a Felipe II, 29 de Noviembre de 1570, ADA Caja 20/98, recogido en
GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 205
217
Oriundo de Milán, era hijo del Conde Juan Termo Tribulcio. Formaba parte del séquito de la Casa de
los Príncipes de Hungría, ocupación que fue recompensada con la concesión de un hábito en la Orden de
Calatrava. FERNÁNDEZ IZQUIERDO, F., La orden militar de Calatrava en el siglo XVI, Madrid 1992, p.
311.
218
Ibidem.
116
por vida, entrando en ellos el juro que tiene el Conde Tribulçio se hauía
de dar contenta por el quento de dote y del vestido que se les suele dar
a las damas” 219.
Los dos interesados habían presentado una cédula por dos mil ducados, y
aunque Felipe II retrasó la resolución del asunto, lo cierto es que no se puede
negar que la merced que se hacía a esta dama era considerable, excesiva a ojos
del Mayordomo Mayor220. La salida de la dama de Madrid se produjo en Junio
de 1571221; la antigua servidora trató de dilatar lo máximo posible su estancia
en la Corte ya que eso suponía permanecer cerca de la fuente de mercedes que
era la Reina. No obstante, como vamos a ver más adelante, su conexión con
Ana de Austria se va a extender en el tiempo.
En el caso de María Laso, su estancia en el Alcázar se dilató hasta 1576, cuando
contrajo matrimonio con Don Bernardino de Velasco 222. Con ocasión de este
enlace, el rey hizo merced a la novia de una merced de diez mil ducados en
moneda- entrando en ellos, el cuento de maravedís que le correspondían como
dama- como muestra de gratitud por los servicios prestados, tanto por ella
como por sus padres223. Lo cierto es que la dama había contado con la
protección que le otorgaba la reina y, también, con los desvelos de la
emperatriz que no se va a olvidar de ella224.
219
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid Viernes Santo de 1571, BL, Add Mss/ 28354, ff. 170- 171
“…deuía tener en mucho mandalle pagar los dos mil ducados demás de la merced que se le hazía, y
es cierto que si con sólo mi paresçer esto se huuiera de hazer no creo yo que él los lleuara porque
presupuesto lo mucho que la reyna nuestra señora les a dado, aunque aquellos fueran inclusos en la
merced que V Md les hizo, hera demasiado” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid Viernes Santo
de 1571, BL, Add Mss/ 28354, ff. 170- 171
221
De hecho, el Mayordomo Mayor va a tratar de que este asunto se resolviese con la mayor dilación
posible: “En llegando aquí hablé luego al doctor Ortega y supe que doña Margarita [Lasso] está en
disposición que se puede partir dentro de tres o cuatro días, y díjome cuán persuadido abía sido para que
dijese lo contrario y yo le dije en esto mi parescer y cuanta descomodidad era para el Qe Tribulcio la
dilación, y ansí creo que no podrá dejar de tragar esta Jornada, aunque todavía les debe de quedar alguna
esperança en no dársele los pasaportes que el Qe Tribulcio me dijo oy que abía menester…” El Marqués
de Ladrada a Felipe II, Madrid Junio de 1571, BL Add Mss/28354, ff. 220- 221
222
“Don Juan de Velasco murió a vii deste y su mujer tres semanas antes; hase reçebido por dama vna
hija suya y como scriuí a V S su hijo mayor casó con doña Mª Lasso, dama de la Reyna nuestra señora”
Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, AMAEC, Santa Sede, leg. 4, nº 232
223
BL, Add Mss 28399, f. 43
224
“La mucha obligación que tengo a doña Mª Lasso y a sus padres me fuerza que os canse con esta
carta, para rogaros mucho que para hacerme placer muy grande toméis a vuestro cargo procurar que mi
220
117
Doña Luisa y Doña Isabel casaron en la década de los 80, por lo que no
pudieron recibir una merced de Ana de Austria en el momento de sus
matrimonios, pero la reina sí que las había tenido en cuenta en su codicilo. Se
les hizo entrega de una merced de dos mil ducados que debía añadirse al
cuento de dama y, aunque no se especifica, es muy posible que se entregase en
el momento de sus respectivos matrimonios que tuvieron lugar en 1586 y
1587225. En el caso de Isabel Laso, sí hay que señalar la existencia de una
continuidad entre Ana de Austria y las Infantas. Poco antes de producirse su
desposorio, la Infanta Isabel medió en beneficio de la dama, tal y como
podemos deducir del billete que entregó la entonces Camarera Mayor, doña
Francisca de Rojas condesa de Paredes, al Mayordomo Mayor don Juan de
Zúñiga226. No se especifica cuál era el objetivo de la intervención de la Infanta
pero, de nuevo, seguimos viendo como las
Lasso eran particularmente
beneficiadas en su estancia y salida de Palacio.
Por su parte, doña Luisa Lasso no se había visto desprotegida y ya desde un
inicio la emperatriz había velado porque Felipe II asumiese un papel de
patronazgo para con la dama. En este caso, se incidía en los servicios prestados
por los padres y abuelos de la dama227.
En este caso que estamos tratando, las mercedes regias no se detuvieron tras el
matrimonio, y la reina y emperatriz tuvieron buen cuidado de seguir
ofreciendo su apoyo a las antiguas servidoras. Cuando Margarita Lasso tuvo
hermano y la Reyna le agan tanta merced que se pueda casar muy bien…” La emperatriz María al
Marqués de Ladrada, Viena 3 de Junio (s. a.) BL, Add Mss/28354, f. 573
225
“Mando a doña Ana Manrrique mi dama, demás del quento que se le suele dar, dos mil ducados por
una vez y lo mismo a Doña Luisa Lasso y Doña Isabel Lasso.” Codicilo al testamento de Ana de Austria
otorgado en Badajoz 25 de octubre de 1580, AGS, Patronato Regio, leg. 29, nº 2. Hay copia en AZ,
Altamira 220, 80.
226
“Su alteça [de la Infanta] me mandó que escribiese a v sª y le embiase este despacho que es sobre el
negoçio de doña Ysabel Lasso y que v sª la aga tanto placer que la despache luego porque doña Ysabel
Lasso salga de aquí antes que nos vamos que es la yda el sábado a diez deste y porque todos estamos
confiados que nos ará v sª esta md como dueño dello en este no diré más a v sª…” La Condesa de
Paredes, doña Francisca de Rojas a Don Juan de Zúñiga, Aranjuez 6 de mayo de 1586, AZ Altamira, 84,
nº 166.
227
“Su hija de don Pero Laso, que aquí nombramos para dama de la Reyna es mujer y de muy buenas
partes, y su madre para morir cada día y nieta de quien crió la Reyna, suplico a vos les aga esta merced,
que yo la rrezibiré en ello muy grande y sé que será bien empleada” La Emperatriz María a Felipe II,
Viena 8 de febrero de 1572, ADA Caja 20/84 recogida en GALENDE DÍAZ J C. y SALAMANCA LÓPEZ,
M., op cit., p. 235
118
su primer hijo con Claudio Tribulcio, Ana de Austria envió a una persona a
Milán para que sacase al niño de pila en su nombre228.
Isabel Clara Eugenia también va a preocuparse por el destino de estas damas
en su vida más allá del Palacio. Así ocurre en el caso de doña Luisa Lasso a
quien la Infanta escribió cuando residía en la Corte de Bruselas. Las
felicitaciones por la boda de su hijo- “ y ver que tan buena suegra sabéis ser que
a mí me paresçe imposible que lo seais ya” - y la petición de noticias sobre su
nuera y su hija doña Francisca demuestran un interés y el mantenimiento de
unos vínculos que no pueden pasar desapercibidos. Doña Luisa había formado
parte de la vida de Isabel Clara, quien en la misiva le recuerda “ soy la misma
que me conçistes” , y por ello la Infanta va a querer estar al tanto de su vida,
favoreciendo a estas antiguas damas en la medida de sus posibilidades229
Esta clase de gestos, que tienen una carga simbólica, muestran las
parcialidades existentes en Palacio con los servidores; no todos van a gozar de
la misma consideración por parte de la Familia Real y, en consecuencia, no
todos van a contar con las mismas oportunidades.
Otro de los destinos habituales para las damas de Palacio era la entrada en
religión, una opción que, para algunas de ellas contaba con más ventajas que el
matrimonio. Lo cierto es que no fue la salida mayoritaria y si observamos el
conjunto de mujeres que sirvió en Palacio desde 1570 hasta 1598, el
matrimonio fue bastante más habitual. No obstante las monjías van a tener un
lugar importante en la rutina de la reina y resulta interesante ver el interés que
228
“Doña Anna por la gracia de Dios Reyna de España, de las Dos Siçilias, de Hierusalem, etc.
Condessa Doña Margarita Lasso. Mucho he holgado de entender nueuas de vra salud y mucho más
holgaré quando entienda vro buen alumbramiento [y así he querido embiar persona que en my nombre
saque de pila lo que naciere, el qual os visitará de my parte y dará el parabién con la voluntad que yo os
tengo y terné siempre, de Madrid] lo demás que de vuestra parte se me ha pedido, que yo embie persona
que saque de pila en mi nombre lo que naçiere, huelgo yo de hazer, y así embio a mandar a (espacio en
blanco) que lo haga a su tiempo, y que os visite de mi parte, y me dé auiso de cómo quedáredes, y de en
lo que os podré complazer, vos le creereys en es esto, y que la voluntad que os tengo y terné siempre, es
la misma que hasta aquí hauéys conoçido, de a de março 1572” Ana de Austria a Margarita Lasso,
condesa de Trivulzio, AGS Estado legajo 1234, nº 115
229
La Infanta Isabel a Doña Luisa Lasso,Bruselas 10 de Junio de 1606 BL Add Mss/ 28451, f. 525
119
la consorte mostró por el bienestar de aquellas que eligieron el retiro
conventual. La primera mención a una de estas monjías tras la llegada de la
Reina al Alcázar se produjo en 1571; correspondía a doña Leonor de Toledo,
antigua dama de Isabel de Valois que profesó en las Descalzas Reales230. Más
interesante resulta el caso de doña María de Toledo quien también va a entrar
en la fundación conventual de la Princesa de Portugal. En agosto de 1571 el
Mayordomo Mayor de la Reina informaba al monarca sobre las gestiones que
se estaban llevando a cabo para una pronta resolución de esta cuestión, así
como de la ayuda que estaba ofreciendo la Princesa para la buena marcha del
negocio 231. No obstante lo que más nos interesa destacar es el hecho de que
Ana de Austria interviniese para favorecer a esta dama, concretamente
ofreciéndole el pago del cuento que se otorgaba a aquellas que contraían
matrimonio. El Mayordomo había avisado a la reina que “ no se acostumbraba
a dar a las damas el cuento de la dote no casándose” pero, Felipe II había
decidido hacer una excepción ante el deseo profundo de la reina por conceder
esta merced 232. En este sentido tenemos que reflexionar sobre la capacidad de
persuasión
que contaba Ana de Austria sobre su consorte; en aquellos
momentos la reina estaba embarazada del que había de convertirse en Príncipe
don Fernando, así que es lógico pensar que Felipe II quisiese agradar a la reina
en un momento tan significativo.
Evidentemente estas acciones de la reina generaban un precedente que va a ser
utilizado por otros miembros de la servidumbre palatina para conseguir
mercedes semejantes. Así, doña María Chacón va a presentar una petición
230
“La Rreyna nuestra señora fue oy a misa a las Descalças, porque la señora princesa abía convidado a
Su Magestad para la fiesta de la profisión de Doña Leonor de Toledo y fueron con Su Magestas las
señoras ynfantas” El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL, Add Mss 28354, f. 166
231
“Doña María de Tº tomará el hábito el domingo, y aunque yo e trabajado cuanto e podido porque
fuese antes, no a sido posible por querer dejar acomodadas todas sus cosas primero. Yo traté anoche con
la sª princesa de la manera que esto se a de hazer y ansí se concertó que fuese como es costumbre sin
que aya ningún extraordinario” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 16 de agosto de 1571, BL
Add Mss/ 28354, f. 265
232
Además de informarnos de la intervención de la reina, el Mayordomo incide en cuestiones de orden
práctico relativas a la merced; por la información vertida en el billete entendemos que la merced no se
iba a pagar inmediatamente si no que la idea era consignarlas en unas rentas específicas, en concreto el
segundo pago de las Ferias (no se especifica cuáles). La dama va a tratar de que el pago sea más rápido
ya que su intención era solventar todos sus asuntos antes de entrar en el convento. El Marqués de
Ladrada a Felipe II, Agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354
120
similar para una de sus hijas, doña Juana Enríquez quien también mostró
deseos de profesar como monja. El Mayordomo Mayor consideraba indigno
que los servidores usasen esos argumentos para forzar la voluntad de los
monarcas:
“ …les he dicho que de ninguna cosa se puede Vuestra Majestad enfadar
más que de que le traygan consequençias, pues paresçe que en ello
quieren quitar la voluntad y libre aduitrio que Dios puso a cada uno de
todos los hombres, quanto más en los príncipes y reyes tan grandes y
tan poderosos como V Md” 233.
No se le escapaba al Marqués que la situación de doña María Chacón y de su
hija era bastante desesperada; por un lado, la propia doña Juana tenía sus
deudas y la ayuda de su madre, que cargaba con las dejadas por su marido y
las de uno de sus hermanos- Don Diego-, no era posible en aquel momento.
Así, la solución que se planteaba era que el Rey ayudase para la entrada en
religión de doña Juana de la misma manera que se hubiese hecho en caso de
matrimonio, aunque con la condición de abandonar el juro de que gozaba en
aquellos momentos234.
Hay otro caso que no podemos dejar de reseñar al referirnos a las entradas en
religión y es el que concierne a una de las enanas de Palacio, doña Luisa235.
Para el Mayordomo la problemática que se planteaba en este caso es que no
entraba dentro de la costumbre la asistencia de la reina a esta clase de actos,
pero respaldándose en la opinión favorable de la Princesa doña Juana pudo
Ana de Austria estar presente en este momento peculiar dentro de la vida de
233
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 29 de octubre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 510
En el caso del juro se pretendía evitar la situación que se había producido con doña Leonor de
Toledo: “…asimismo a de çesar los ciento y veynte y cinco mil maravedíes de juro de que ella goza y
esto es menester declararse así porque no pretenda dexar el uso fructo deste juro a quien ella quisiera
como lo hizo doña Leonor de Toledo, que con un testimonio de vida que cada año saca su padre cobra
dozientas y sesenta y tantas mil maravedíes que V Md le mandó dar de juro de por vida por tres mil
ducados que le mandó la Reyna nuestra señora que aya gloria” El Marqués de Ladrada a Felipe II,
Madrid 29 de octubre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 510
235
Se hace referencia a ella en MORENO VILLA, J., Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de
placer que tuvieron los Austrias en la Corte española de 1563 a 1700, Sevilla 2008, p. 59
234
121
Corte236. Los favores a esta dama- enana no cesaron en el hecho de estar
presente en un momento tan significativo de su vida, sino que se extendieron a
otros ámbitos. Aunque no hemos podido confirmar todos los datos creemos
que esta enana tenía un hermano, también enano, que quiso hacer de la vida
religiosa su opción de futuro. Entró como novicio en el monasterio de San
Francisco de Palencia y su hermana medió ante la Reina para que ésta
favoreciese la toma del hábito como monje de pleno derecho. El memorial
elevado por doña Luisa es elocuente al respecto.
“ Doña Luysa, enana de las sereníssimas infantas dice que habiendo Juº
Çamorano su hermano, tomado el hábito en el monasterio de Sant
Francisco de Palençia y teniendo ya seis meses de nouiçiado, sus
superiores no le quieren admitir a la profesión diciendo que es muy
pequeño de cuerpo. Suplica a V. M. pues no ay otro inconveniente para
dejar de haçer su profesión mas que el dicho defecto de ser pequeño
pues al recibir el hábito no fue defecto, sea V. M seruida de scribir al
provincial y al comisario general de aquella provincia de la Conceptión,
en recomendación del dicho Juº Çamorano encargándoles que no
habiendo otro inconveniente mas que el sobredicho le admitan a la
profesión que desea haçer que en ello recebiría mucha merçed” 237
La Reina mostró su interés por este particular caso a través de una anotación
manuscrita de su propia mano que se encuentra en el dicho papel y en la que
ordenaba “ en lo que pide aquí doña Luys, mira lo que se podrá hacer” . Este
caso significativo protagonizado por ambos hermanos es reseñable; la
conexión entre ellos también puede verse en la elección de la orden franciscana
como la elegida para su entrada en religión.
236
237
El Marqués Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de septiembre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 482
Memorial de doña Luisa, s. l, s. f., IVDJ, Envío 6, Tomo III, nº 96
122
APRENDIZAJE Y SOCIALIZACIÓN DE LA INFANTA
La formación del príncipe es un aspecto que suscitó la atención de los
contemporáneos y que tuvo su reflejo en la multitud de obras escritas sobre los
modos y objetivos de esa educación. La historiografía posterior no ha dejado
desatendido un aspecto fundamental para entender a aquellos que dominaron
y determinaron la política europea del Antiguo Régimen238. Como señala Bély,
la educación y aprendizaje de los modos de gobierno y de las maneras
principescas era el elemento que diferenciaba a estos potentados de aquellos
que les rodeaban introduciéndole en esa sociedad de príncipes e iguales que
dominó la Europa del Antiguo Régimen239. El problema a que nos enfrentamos
en este caso es que, frente a un mayor y amplio conocimiento de la educación
de los príncipes varones, las mujeres de la realeza han sido menos estudiadas.
Los tratadistas se mostraron bastante más prolíficos a la hora de elaborar
textos para ellos que para ellas y han tenido que producirse una serie de
cambios en las visiones y metodologías para que consideremos a las mujeres
como sujetos de poder y por tanto, como elementos a ser considerados en la
historia política240. Los frutos de la historiografía reciente- desde el ámbito de
los estudios de género, pero sobre todo los estudios sobre mujer y poder, así
como aquellos centrados en el espacio cortesano- nos ofrecen una guía
fundamental para afrontar la casuística particular que queremos analizar. El
238
Por ejemplo, no podemos pasar desapercibidos los trabajos de GONZALO SÁNCHEZ- MOLERO J. L.,
El aprendizaje cortesano de Felipe II, Madrid 1998, o su artículo “El príncipe Felipe en el proyecto
imperial carolino: su aprendizaje político” en CASTELLANO CASTELLANO J. L y SÁNCHEZ- MONTES
GONZÁLEZ, F. (coords.) Carlos V. Europeísmo y Universalidad. Vol. II. La organización del poder,
Madrid 2001, pp. 318- 321, más centrado en el aprendizaje político y que venían a cubrir un importante
hueco dentro de la historiografía. Es cierto que la obra de March ya había ofrecido una aproximación al
tema, pero los trabajos citados son producto de una historiografía renovada gracias a los estudios
culturales sobre la Corte. Asimismo, el caso de Felipe III ha sido tratado por Santiago Martínez
Hernández en su trabajo sobre el marqués de Velada y también de manera monográfica: MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ, S. y PÉREZ DE TUDELA A. “La educación de Felipe III” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y
VISCEGLIA M. A. (dirs)., La Monarquía de Felipe III: la Corte. Vol. III, Madrid 2008 pp. 83- 145
239
BÉLY L., La société des princes. XVIe- XVIIIe siècles, París 1999
240
No es de extrañar que el interés de los historiadores se haya centrado, en primer lugar, en las reinas
consortes como es el caso de Isabel la Católica- para una síntesis sobre su formación como princesa
véase ALVAR EZQUERRA, A. “La educación de Isabel la Católica” en Torre de los Lujanes, nº 48 (2002),
pp. 221- 238- quien ha sido resaltada en su faceta de mujer culta y autodidacta, responsable además de
la excelente educación de sus hijas. Para el caso de Juana es de lectura imprescindible la biografía de
ARAM, B., op cit, donde se hacen algunas consideraciones interesantes sobre la educación de una infanta
que no estaba destinada a ser reina propietaria.
123
objetivo es doble: por un lado, dar a conocer más aspectos sobre la infancia y
juventud de la Infanta entendidas como periodo formativo; y por otro,
profundizar en el conocimiento de la participación femenina en el ámbito de la
Corte y el poder.
Isabel Clara se vio marcada desde un primer momento por su condición de
Infanta primogénita. Si bien es cierto que en el momento de su nacimiento
Felipe II contaba con un heredero varón en la persona del Príncipe Don Carlos,
lo cierto es que la muerte de éste, así como las de los Príncipes don Fernando y
Don Diego la colocaron en la posición de previsible heredera de la Monarquía.
No es de extrañar, por tanto, que cortesanos, embajadores y otras personas
cercanas a su entorno estuvieran sumamente atentos a los progresos de la
Infanta y a las posibilidades que podía ofrecer la cercanía a ella. Había una
realidad objetiva sobre el papel destacado de la Infanta en la Corte y que se
concretó en las relaciones epistolares formales que la Infanta mantuvo con
diferentes personajes de la “ escena pública” europea; este hecho que viene a
demostrar la relevancia de Isabel Clara en la Corte de Felipe II se desarrolló
desde una temprana edad y su muestra palpable la encontramos en los
archivos españoles y europeos. La Infanta fue objeto de un programa
educativo del que no tenemos referencia como un sistema programado y
preestablecido, pero que podemos intuir en múltiples aspectos y acciones que
marcaron el devenir cotidiano de Isabel en la Corte de Felipe II241.
Infancia en Palacio: juegos y diversiones
Antes hemos hecho referencia al hecho de que este proceso hay que
enmarcarlo en un periodo vital concreto que es el de la Infancia. En este
sentido, sigue siendo de obligada referencia la obra clásica de Philippe Ariès242
que hace una interesante reflexión sobre lo que suponía ser niño en este
periodo. Cuando los historiadores han querido acercarse al proceso de
crecimiento y crianza del niño en el Antiguo Régimen han centrado su
241
Sobre el proceso educativo de la Infanta Isabel véase MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. “<Reyna
esclarecida, Cynthia clara, hermosa luna>: el aprendizaje político y cortesano de la infanta Isabel Clara
Eugenia” en VAN WYHE, op cit., pp. 21- 59
242
ARIÈS, P. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid 1987
124
esfuerzo en el análisis de obras escritas por contemporáneos que tratasen estos
asuntos, desde tratados teóricos hasta otros basados en la experiencia. En este
sentido, el Journal de Jean de Héroard, que describe de manera sistemática el
día a día del joven Luis XIII, constituye una de las mejores fuentes y la más
privilegiada por los estudiosos243. Así algunos historiadores- como es el caso
de Elizabeth W. Marvick244- afirman que la descripción que el médico hace
sobre el carácter e impulsos del joven delfín es una herramienta esencial para
comprender al gobernante que más tarde fue. El Journal ha servido como guía
para conocer aspectos sobre la crianza de un príncipe, desde la alimentación
hasta el juego y entretenimientos. Como estamos viendo, en el caso de la
Infanta Isabel, si bien no contamos con una fuente tan jugosa como el Journal,
sí que podemos vislumbrar muchos aspectos sobre esa infancia en Palacio a
través de las distintas informaciones esparcidas por la documentación.
No resulta difícil imaginar a la Isabel Clara niña que evocan esas fuentes, ya
que el buen número de retratos que se conservan sobre su persona nos
permiten ver su evolución física a lo largo de los años. En ellos la podemos ver
sola o acompañada por su hermana y, si bien en muchos casos la sobriedad de
los mismos hace que centremos la atención exclusivamente en su persona, en
otros casos se vislumbran objetos y actitudes que nos permiten entender el
universo material y las costumbres que regalaban su vida en esos años.
243
En el artículo de MARVICK, E. W., “Louis XIII and His Doctor: On the Shifting Fortunes of Jean
Héroard’s Journal” French Historical Studies, vol. 18, nº1, (1993), pp. 279- 300, se hace hincapié en la
importancia del diario para la historia de la Infancia, toda vez que se reflexiona sobre las diferentes
ediciones del mismo y las problemáticas que presentan. Asimismo resulta de interés la lectura del
artículo de FOISIL M., “La première education du prince d’après le Journal de Jean Héroard” Mélanges
de l’Ecole française de Rome. Moyen- Age, Temps Modernes, t. 99, nº 1, (1987), pp. 303- 335, que es
una síntesis sobre el proceso educativo del monarca francés a partir de las informaciones vertidas en el
susodicho diario.
244
“He [the Journal] allows us to follow, in Louis’s responses to his early conflicts, the emergence of an
authoritarian and warlike public figure in whom was preserved, in private, the emotional dependency of
the child”, MARVICK, E. W., op cit, p. 280. En este mismo sentido resulta interesante la lectura del
artículo de GRANDINI, M. “È possibile utilizzare la psicoanalisi leggendo il Journal di Héroard?”
Mélanges de l’Ecole française de Rome. Moyen- Age, Temps Modernes, t. 99, nº 1, (1987), pp. 391403, donde concluye que “Luigi XIII rimane, nelle pagine di Héroard, un personagio quasi irresistibile
dal punto di vista psicoanalítico. La sensibilità del medico nell’osservare e descrivere la complessa
realtà infantile del Delfino risulta invitante e a questa stessa realtà infantile su sarebbe tentavi di
rivolgersi per capire le manifestazioni di una interiorità turbata che sembra accompagnare la giovinezza
di un Principe remissivo, balbuciente e insomne e la maturitè di un Re che, (…) seppe dimostrarsi
crudele e conobbe relazioni affettive difficili o addirittura impossibili” (p. 403)
125
Muchos de los retratos la muestran en compañía de esos animales, a veces
exóticos, que constituían una “ normalidad” dentro de las Cortes europeas del
momento 245. Así, además de los perrillos falderos, también podemos verla
retratada junto a monos, papagayos, etc. Esa constatación visual se
complementa con otras aportaciones documentales que nos permiten
comprender cómo esas criaturas formaban parte del escenario cortesano y
“ compartían” los lujos que el mismo proporcionaba. Así, las cuentas de los
oficiales de Palacio nos hablan de ropajes para vestir a los monitos, de las
camas para los perros de la Infanta, etc246.
Más que los animales- que van a formar parte de la vida de Isabel Clara a lo
largo de toda su trayectoria vital-, hay otros elementos que nos remiten de
manera más inequívoca a la Infancia. Me refiero a los juguetes, sobre todo
muñecas, que formaban parte de ese mundo material. Tras su nacimiento
Isabel fue “ acumulando” un pequeño ajuar de objetos destinados al cuidado
de su persona y servicio, pero que también contaban con un indudable acento
infantil: los sonajeros, por ejemplo, aparecen como un elemento más en esas
cuentas administrativas que se manejaban en el bureo: “ ....más ha de haver
una onça y quatro ochavas de plata que pesó un palillo con unos cascabeles y
su rremate que hizo para el servicio de la sereníssima infanta doña Ysabel” 247
.En 1569, por poner otro ejemplo, la Duquesa de Alba encargaba la labor de
dorado de una camita de campo para una de las muñecas de Isabel; a ello
245
Sobre el intercambio de estos animales exóticos en el siglo XVI véase PÉREZ DE T UDELA, A. y
JORDAN A., “Luxury Goods for Royal Collectors: Exotica, Princely Gifys and Rare Animals Exchanged
between the Iberian Courts and Central Europe in the Renaissance” en TRNEK, H. y HAAG, S. (eds.):
Exotica. Portugals Entdeckungen im Spiegel fürstlicher Kunst- und Wunderkammern der Renaissance.
Die Beiträge des am 19. und 20. Mai 2000 vom Kunsthistorischen Museum Wien veranstalteten
Symposiums, Wien, Jahrbuch des Kunsthistorischen Museums Viena, nº 3, (2001), pp. 1-127.
246
Por ejemplo, en las cuentas del sastre se hace referencia al siguiente encargo para la mona de la
Infanta Isabel: “Mas hize para la mona un baquero de mezcla con pasamanos de seda y dos pares de
mangas con sus alamares de la hechura diez reales. Más hize para la dicha mona un corpiño de lienzo y
una verdugada de hechura de todo ocho reales…” Cuentas del sastre del segundo tercio de 1591, AGP
Administrativa, leg. 5272, exp. 1. Asimismo, en el año de 1596 las cuentas de guardajoyas reflejaban las
siguientes adquisiciones: “En postrero de octubre mandó su alteza comprar una bara de terciopelo
labrado pardo para hacer vestir a los perrillos de su alteza” también “compré seis baras de lienço casero
para sábanas y colchones para en que pariesen las perrillas de su alteza…” Cuentas del guardajoyas
(1596), AGP Administrativa leg. 902, exp. 6
247
Cuentas del platero Francisco Álvarez, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 39, f. 587v
126
habría que sumar los constantes recordatorios a la abuela de las niñas, Catalina
de Médicis, para que les enviase juguetes y otros objetos:
“ Están contentísimas sus alteças con las muñecas y brincos que vuestra
magd les hizo merçed de ynbialles” 248
En su estudio Ariès hace referencia a la ambigüedad que caracteriza, en
ocasiones, a estos objetos; haciendo un repaso desde la Antigüedad hasta el
siglo XVIII, reflexiona sobre las similitudes entre las muñecas como objetos de
juego y aquellas que tenían un carácter funerario. Es evidente que, cuando
vemos en la documentación conservada en el Archivo de Palacio y
encontramos referencias expresas a las muñecas de las Infantas no hay
ninguna relación entre esos objetos y el mundo funerario, pero debemos ser
conscientes de que aquellas no tenían por qué ser objetos de juego
exclusivamente. En el año 1579 el sastre de las Infantas hizo una serie de
vestidos para sus muñecas. Así “ para una muñeca de su alteça, la Ynfanta
doña Catalina, hize dos sayas, la una de rraso amarillo y la otra de tafetán
verde de piñuela con sus cuerpos altos y bajos y mangas de punta y terciada” ;
también Isabel encargó para su muñeca “ dos sayas, la una de belo de plata y la
otra de tafetán amarillo con sus cuerpos altos y bajos y mangas de punta y
terciadas” 249. Por las fechas sabemos que las Infantas rondaban los 12 y 13 años
de edad, respectivamente, y por tanto habían abandonado la primera infancia;
por ello, la pregunta que nos surge es si realmente estas muñecas, ricamente
vestidas, eran simples juguetes o tenían, en realidad, otra funcionalidad. En el
desgaje de las cuentas se señalan las personas que dieron los materiales para la
confección del vestido y se especifica, en ambos casos, que parte de las telas
habían sido entregadas por las propias Infantas. Ello nos hace pensar que las
muñecas cumplían una función de “ figurín” que permitía a Isabel y Catalina
experimentar con los diseños y telas que, perfectamente, podían lucir ellas
mismas en sus ropajes. Es evidente que en el mundo cortesano, la vestimenta
248
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, BNF, Ms Espagnol 336, f. 12, recogido en MOREL FATIO
A., op cit, p. 382
249
AGP, Administrativa, leg. 5272
127
tenía una especial consideración como signo externo del status, algo que las
Infantas debían de haber interiorizado desde la más tierna infancia. Así, un
objeto como es la muñeca y que podemos entender como parte del juego acaba
por convertirse en un elemento más para la visualización que para la
diversión250. Esa autonomía en la elección de su vestuario queda puesta de
manifiesto en las consideraciones del Mayordomo durante los preparativos
para la Jornada de Aragón que culminaría con el matrimonio de la Infanta
Catalina y el Duque de Saboya.
“ Mateo Vázquez dixo que V Md mandaua que sería bien se mirasse en
lo de los vestidos que sería bien hazer al Pe Nuestro Señor y a Sus
Altezas, y que algunos dellos aurían de ser ricos y para el mejor
acertamiº dello a paresçido que es bien que el Conde de Barajas lo diga
a la señoras Infantes y saber su voluntad, pues en estas cosas, por las
colores y otras causas es bien que se haga a elección de los que se
visten…” 251
Hemos visto cuáles eran las funciones de esos objetos, pero más allá de que las
Infantas los usasen con unos fines u otros sabemos que el juego y el
entretenimiento formaban parte de su vida. En sus notas biográficas, Luisa de
Carvajal y Mendoza- emparentada con doña María Chacón y criada en las
Descalzas donde coincidió con las Infantas- hablaba de esos juegos
compartidos con Isabel Clara y Catalina Micaela: “ la mayor parte del día
pasaba jugando con las infantas a las muñecas o a las señoras. Y si mi aya me
detenía, ellas venían por mí, sin embargo de aquella grandeza y gravedad con
que las criaban…” 252. Asimismo, Felipe II vio en la venida de los archiduques
250
Contamos con otros testimonios que alejan a las muñecas del universo lúdico o infantil. En 1587 la
Infanta Isabel mandó en uno de sus envíos a Turín “una caxa con dozena y media de muñecas (…) [y]
siete muñecas chiquititas…” Cédula de paso de 28 de octubre de 1587, AGS Cámara de Castilla libro
362, ff. 87v- 88r. Asimismo, también resulta curioso el siguiente envío de la reina Ana a su madre, la
emperatriz María: “Otro envoltorio cubierto de ençerado en que va una muñeca vestida del hábito de la
Concepción Françisca” Cédula de paso 25 de julio de 1576, AGS Cámara de Castilla, libro 360, ff.
141v- 142r
251
Apuntamientos [de don Juan de Zúñiga], San Lorenzo 1 de octubre de 1584, AZ, Altamira 85, 69.
252
GONZÁLEZ MARAÑÓN, J. y ABAD, C. M., Doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566- 1614).
Epistolario y poesías, BAE, Tomo CLXXIX, Madrid 1965, p. 17
128
Alberto y Wenceslao una ventaja para sus hijas, ya que la corta edad de todos
ellos les permitiría compartir espacios y actividades lúdicas:
“ …se ha de adereçar el aposento de la Reyna y el de las Infantas y el de
mis sobrinillos, que les harán a ellas muy buena compañía por ser poco
mayores” 253.
Por otro lado, una de las damas de la Reina, Ana de Diestrichstein se quejaba
sobre la obligación que tenía de complacer a las Infantas jugando con ellas- “ yo
me bueluo a la primera eda de jugar toda la vida con las ynfantas, que no me
dejan un punto” - a algo similar a las cocinitas- “ que agora damos en gisar
potages y convidamos a la Reyna” 254.
No podemos olvidar otra de las diversiones frecuentes en la Corte: el juego de
naipes. Isabel de Valois había sido muy aficionada a esta clase de juegos y los
practicaba habitualmente con sus damas y otras mujeres del servicio. De
nuevo, un vistazo a las cuentas de la Casa nos confirma esa diversión. En el
año 1561, en una de las jornadas a Aranjuez se pagaron “ por tres dozenas de
baraxas de naypes, las dos dozenas de Francia a diez rreales cada una la otra
dozena de Toledo en siete rreales y medio, fue todo veynte y siete rreales y
medio” ; debió de hacer buen uso de ellas la reina porque tuvo que recurrir a
una de sus damas para que le prestase dinero, 100 reales, que más tarde tuvo
que abonar el Mayordomo 255. Estos pagos para jugar también los encontramos
en el caso de las Infantas, que también fueron bastante aficionadas a ello 256.
Tanto es así que Felipe II, en una de las cartas a su hija Catalina cuando casó
con el Duque de Saboya se refería a Isabel Clara en los siguientes términos:
253
Contestación de Felipe II en billete del Marqués de Ladrada al Rey, Madrid 20 de noviembre de
1570, BL Add Mss/28354, f. 78
254
Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, San Lorenzo 1 de agosto de 1576 en Cruz Medina, p.
57
255
Cuentas para el viaje de la Reina a Aranjuez en 27 de febrero de 1561, AGS Casa y Sitios Reales,
leg. 37, f. 114.
256
“En San Lorencio El Real a beynte y uno de setiembre de myll quinientos y setenta y nuebe años se
dieron a sus alteças por mandado del Ilmo. Señor conde de Barajas diez y seis reales para que jugasen a
quenta del señor Juan Fernández de Espinosa tesorero general de Su Magestad…” unos días más tarde,
30 de septiembre, la cantidad asecendió a 12 reales, AGP Administrativa, leg. 660, s. f.
129
“ Y que vuestra hermana se hace tahúr de un nuevo juego que ha traído
Gonzalillo, que no sé si lo hay ahí y ella os debe de escribir de él” 257.
No hay que olvidar una de las diversiones o actividades más típicas en el
mundo cortesano y a la que los Habsburgo van a dedicar un tiempo
considerable. Nos referimos a la caza que tuvo un peso especial en algunas de
las salidas de la Corte como es el caso de las visitas al Pardo. Hablamos de
diversión aunque quizá deberíamos matizar este aspecto. La caza eta un
privilegio reservado a unos pocos- realeza y nobleza- que marcaba, además,
parte del calendario cortesano. Esto implicaba que los bosques y cazaderos
estaban vedados al común de la población. Asimismo el ejercicio de la caza
tenía un carácter formativo que no fue pasado por alto en los manuales de
educación dedicados al príncipe o al noble258. Durante su niñez las Infantas
habían acompañado a la reina y a sus primos a estas excursiones, y habían sido
testigos de estas prácticas259. Con el tiempo ellas van a empezar a disfrutar en
persona de tales pasatiempos al aire libre y, concretamente, en el caso de Isabel
Clara la afición va a ser muy profunda y uno de los hechos que los
contemporáneos e historiadores que se han acercado a su figura han resaltado
de manera más evidente. Cuando Isabel realizó su viaje a la Corte de Bruselas,
la hermana de Enrique IV, Catalina de Borbón tuvo ocasión de conocerla y la
impresión que le causó su persona fue toda una sorpresa, tal y como dejan
entrever estas palabras:
“ Mon cher Roy,
257
Felipe II a la Infanta Catalina, Monzón 23 de Agosto de 1585, Carta XLV en Bouza Álvarez (ed.), op
cit, p. 125
258
Sobre la importancia de la caza en la Corte de Felipe II y su repercusión en la generación de oficios y
una administración- creación de la Junta de Obras y Bosques- véase el capítulo de RIVERO RODRÍGUEZ,
M., “Caza, monarquía y cultura cortesana” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y FERNÁNDEZ CONTI, S. (dirs.), La
Monarquía de Felipe II: la Casa del Rey, vol I, pp. 351- 430
259
Por ejemplo, contamos con esta breve descripción de una salida al Pardo: “Anoche escreví a v m y
envié carta de su mgd y agora escriuo esta estando en el Pardo para que su Mgd sea avisado cómo la
reyna nuestra señora y sus altezas an llegado muy buenas y a las cinco y media se apearon y quando su
mgd salía eran las dos en punto y ase venido bien despacio porque el día hera hecho muy bueno y el
príncipe Vincislao mató dos ánades de un tiro y todos vienen contentos y alegres…” Don Gonzalo
Chacón a Mateo Vázquez, 3 de febrero de 1578, IVDJ Envío 7, T. III nº 121
130
Ce porteur vous dira comme s’est passé icy à la reception de l’Infante.
Ella m’a esté plus courtoise que le pays ne me le faisoit esperer. C’est
une humeur qui à mon avis vous seroit agréable; elle ayme fort la
chasse” 260.
Sorprende esa última aportación sobre el carácter de Isabel Clara, no tanto
porque la caza fuese una de sus actividades favoritas, sino porque es un
aspecto digno de atención para la princesa de Navarra. Como ya hemos
señalado no es el único testimonio al respecto. Así, podemos ver en las
siguientes palabras de Felipe II una cierta competencia entre las Infantas a la
hora de cobrar piezas:
“ A sido bueno venir hoy poco de Madrid porque vamos agora a ver si
la Infanta menor puede matar un ciervo como lo mató le mató la mayor,
para podernos con esto despedir de la caça de aquí…” 261.
El hecho de que Isabel Clara decidiese agasajar a su tía con una de las piezas
de caza en una jornada posterior puede ser indicativo, además del gusto por
las actividades cinegéticas, el deseo por mostrar sus habilidades en esta
actividad 262.
Lectura y escritura. Aprendizaje y usos prácticos
En cierto modo, el aya debía encargarse de la primera educación de las
Infantas y más tarde, lo hizo con el Príncipe e Infantes. Una de las sucesoras en
el cargo, Doña Inés Manrique, condesa de Paredes de Nava, admitía en una de
sus cartas al secretario Mateo Vázquez sus torpes intentos para enseñarle las
primeras letras al Príncipe Don Diego. Junto a la enseñanza de los primeros
rudimentos, también estaba la instrucción religiosa más básica y por ello el
260
Catalina de Borbón a Enrique IV de Francia, s. f (1599), Carta XVIII en DE FRÉVILLE SAINTEMARIE MÉVIL, E., “Lettres inédites de Catherine de Bourbon, princesse de Navarre”, Bibliothèque de
l’école des Chartres, tomo 18, (1857), p. 325
261
Mateo Vázquez a Felipe II (contestación del monarca), 24 de septiembre de 1584, BL Add Mss/
28263, f. 339
262
“Mas se pagaron en 21 de octubre seis reales a dos hombres que ayudaron a descargar el gamo que su
alteza de la sª infanta mató y se truxo al Escurial y a un hombre que le guardó hasta que se llevase a su
magestad de la emperatriz…” Gasto extraordinario hecho en la caballeriza de sus altezas durante este
mes de octubre de 1596, AGP, Administrativa, leg. 5980, s. f.
131
ambiente en que se movía el aya no debía tener tacha alguna. No extraña por
tanto, la preocupación de uno de los mayordomos de la Casa, Don Pedro
Niño, ante la presencia junto al Príncipe de una esclava morisca de doña María
Chacón:
“ Las moriscas que auýan me dizen que es una moça de doña María
Chacón y esta dize ques muy buena crystiana y que no pasa al aposento
del príncipe sino syenpre stá en el aposento de su ama mas esta y otra
mochacha se rremdyarán que no estén ally…” 263.
Evidentemente el ejemplo que daba el aya era fundamental para el príncipe e
infantes, pero no recaía en ella toda la responsabilidad de la formación
religiosa ya que los confesores tenían un papel muy importante en esta labor.
En este sentido, podemos traer a colación la educación de la sobrina de Isabel
Clara Eugenia, Ana de Austria futura Reina Cristianísima. El hecho de ser la
primogénita la colocó en una posición de relevancia en el círculo cortesano y,
evidentemente, su educación ha suscitado el interés de los historiadores. En su
caso fue fray Diego de Guzmán el encargado de formar espiritualmente a la
Infanta, toda vez que mejoraba sus habilidades en la lectura, escritura y
conocimiento del latín264. Un similar proceso debió de producirse en el caso de
Isabel Clara y Catalina Micaela. Poco sabemos sobre la formación intelectual
de las dos infantas durante su niñez y adolescencia, aunque podemos sacar
diversas conclusiones a partir de informaciones diversas, ya que no contamos
con una fuente que nos dibuje de manera inequívoca el programa educativo
que Felipe II las quiso imponer. Lectura y escritura fueron habilidades que
desarrollaron a una edad temprana, desde luego así nos lo indican algunos
testimonios tempranos sobre la Infanta; y eran básicas para unas mujeres que
263
Carta de Don Pedro Niño a Mateo Vázquez de Leca, Madrid agosto de 1576, IVDJ, Envío 22, Caja
34 Tomo D, Doc. 30/14
264
Para la educación de Ana de Austria resulta de interés la lectura de HOFFMAN, M. K., Educating
Royalty at the Court of the Spanish Habsburgs, 1601- 1634, Louisiana 2011, pp. 59- 61
132
más tarde o más temprano deberían hacer uso de ellos. Este aprendizaje podía
hacerse en compañía de otras mujeres265 y su dinámica debía ser la siguiente:
“ Esta daua liçión de leer a sus hijas en una sala pública donde era el
concurso de todas las mujeres de
casa a lo menos de las dueñas
ajuntadas ellas alrededor de una mesa donde leyan y tomauan liçión de
leer tan solamente porque con su orden no quiso que aprendiesen a
escriuir porqie juzgó que esto no era neçessario a las mujeres sino antes
occasión de inconveniente/ y daños como se ve por experiencia. Quiso
que supiesen leer porque por el rezar es neçessario y porque no se
priuasen a fin de la leçión de muchos libros deuotos y prouechosos en
que se aprende mucho bueno y son como predicadores y como en la
oración hablamos con Dios assí en estos libros y por los predicadores
habla el señor con nosotros.” 266
Esta descripción sobre cómo aprendían a leer las doncellas aparece recogida en
la biografía de la Condesa de Chinchón, doña Inés Pacheco, cuyas hijas
entraron a servir a Palacio. Aquí solo se habla sobre la manera en que
aprendían a leer- habilidad que, a juicio del autor, era suficiente en la
educación femenina por los fines religiosos especificados- pero resulta de
enorme interés ya que nos permite imaginar los modos en que se practicaría la
lectura en los aposentos femeninos de Palacio. En este sentido, los
historiadores siempre se han referido a la existencia de una academia literaria
en el seno del Alcázar en la que participaron las Infantas y sus damas. Aunque
no contamos con muchas referencias a esa institución, sí que podemos
265
Junto a las Infantas se educarían las meninas; contamos con el nombre de uno de los maestros de
estas niñas, merced a una petición que se hizo a la Cámara de Castilla “En la cámara se ha visto un
memorial del licenciado Simeón Castaño en que dize que ha seruido tres años de maestro de las meninas
de Sus Altezas y que es natural de la Isla de Madera y destos reynos en los seglar, en los quales a más de
21 años que reside y supplica a V Md le haga natural en lo eclesiástico. Y teniéndose consideración a
que el conde de Barajas dize que ha seruido en esto y que es buena persona, ha paresçido que
siruiéndose V Md dello le puede hazer merced de darle liçençia para poder tener en estos reynos hasta
300 ducados de renta por la Iglesia” Consulta de la Cámara, Madrid 20 de diciembre de 1584, AHN,
Consejos, leg. 4409, nº 200
266
Narración Hystorial de la vida y exerciçios de la señora doña Ynés Pacheco, condesa de Chinchón…
escrita por un religioso de la Compañía de Jesús, confesor de la dicha señora, para gloria de nro señor
y edificación de los fieles, ff. 43- 44
133
constatar los gustos literarios de las Infantas. El mundo pastoril y caballeresco
tuvo una gran importancia en los ambientes cortesanos y si bien los podemos
entender como un medio a través del cual las Infantas se moldearon en un
estilo concreto de vivir la Corte, sus confesores no siempre lo vieron con
buenos ojos. Fray Buenaventura de Santibáñez, capellán en el Alcázar
transmitía al rey su preocupación por las lecturas de las Infantas y así
consideraba que “ no sólo es buen medio la ocupación, mas si ésta es útil sirue
de entretenimiento y es muy loable exemplo con personas puestas a vista del
mundo para alumbrar en la Casa de Dios” . Su retórica alambicada insiste en la
ejemplaridad de las Infantas, auténticos modelos vivientes para las mujeres
que vivían a su alrededor, un punto en el que Felipe II no podía estar más de
acuerdo:
“ De vuestro buen cuidado tengo yo la mucha satisfacción que es razón,
y bien se paresce en lo que aquí dezís de que ha sido muy bien
avisarme, y lo será que con la discreción y buen término que vos lo
haréis, procuréis con las Infantas se exerciten siempre de manera que
sea exemplo para sus criadas, dexando los libros de cauallerías y
leyendo en los de deuoción, pues será esto tan conveniente y conforme
a lo que se deue y se ha de hazer. Y no dexaré de apuntarles algo de
mío, en lo que les escriuiré a propósito de lo que aquí dezís” 267.
Posiblemente todo esto quedó en buenas intenciones y si bien es cierto que la
lectura de obras de tipo devocional era una práctica común, ello no impide que
el gusto por los libros de caballerías desapareciera y sabemos que Isabel Clara
los siguió leyendo 268. Evidentemente los libros de temática religiosa tendrían
267
Memorial de Fray Buenaventura de Santibáñez a Felipe II (con respuesta), Madrid 27 de mayo de
1581, BL Add Mss 28342, f. 322. No hemos visto ninguna referencia expresa a este deseo de Felipe II
en las cartas que escribió a sus hijas por estas fechas, aunque es cierto que en ellas hay recomendaciones
sobre la necesidad de que supervisaran la educación de sus hermanos más pequeños. Véase Fernando
Bouza, op cit.
268
En una carta escrita al Marqués de Velada cuando estaba en Bruselas comenta lo bien que lo había
pasado leyendo el Quijote: “Tan byen os agradezco a don Quyjote que a sydo todo my pasatiempo estas
carnastollendas y sy ubyera llegado más tenprano quyçá ubyéramos sacado algo dél para alegrallas pero
no faltará alguna ocasión” La Infanta Isabel al Marqués de Velada, Bruselas 6 de marzo de 1616, BL
Add Mss 28698, ff. 205r- 208v, recogida en MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. “Significación y trascendencia
del género epistolar en la política cortesana” en Hispania… p. 509
134
una importancia fundamental dentro del conjunto de lecturas de la Infanta269.
Si miramos los casos de las mujeres más próximas a ella, como puede ser el de
la emperatriz María o Sor Margarita de la Cruz podemos observar cómo entre
los intercambios entre Madrid y Viena, los libros de temática religiosa van a
contar con un importante papel270. Por ello, debemos pensar que en la
“ biblioteca”
de la Infanta no faltarían aquellos libros demandados por su
confesor.
Quizá junto a ellos puedan ser más relevantes, por su peso en la formación
intelectual, aquellos que se dedicaron a la Familia Real y que estaban
relacionados con el aprendizaje del latín o de los principios de la retórica y
gramática. Es frecuente la alusión a la obra de Pedro de Guevara, Nueua y sutil
inuención en seys isntrumentos, intitulada juego y exercicio de letras de las
serenísimas Infantas doña Isabel y doña Catalina de Austria: con la qual
facilísimamente y en muy breue tiempo, se aprenderá todo el artificio, y estilo de las
gramáticas, que hasta agora se han compuesto, y se compusieren de aquí adelante,
dedicada a Felipe II y compuesta hacia 1581. Con esta obra se hacía un
acercamiento sencillo y lúdico al aprendizaje del latín y de sus declinaciones,
aunque no podemos saber con certeza si las Infantas lo emplearon en su
educación. El autor consciente del potencial de la Familia Real a la hora de
promocionar sus obras, dedicó otro de sus escritos a la propia Infanta Isabel
intitulada Escala del Entendimiento en la qual se declaran las tres A rtes del
269
Un estudio fundamental para acercarse a la lectura femenina y las bibliotecas de mujeres es el de
CÁTEDRA, P. M. y ROJO A., Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI, Salamanca 2004. Si bien se
centra en un ámbito concreto, la ciudad de Valladolid, no nos pueden pasar desapercibidas sus
conclusiones. Las lecturas religiosas van a tener, en este sentido, un peso esencial en aquellas
bibliotecas: lecturas de tipo espiritual y, centradas en la práctica litúrgica. En este sentido el libro de
horas se constituye en pieza básica y fundamental hasta el punto de convertirse en objetos:
“…alcanzaría la categoría de libro no libro, como otros que se incorporan en ellos [los inventarios], los
relicarios, los credos, los salterios, hasta incluso los librillos de memorias, que tenían, antes que el
dudoso destino de ser leídos, el de ser guardados o formar parte del joyero devoto o del secreto de la
dama…” p. 120. En este sentido contamos con una referencia a los libros de horas de las Infantas: “…en
principio de septiembre del dicho año [1579] por cédula del Conde de Varajas se dieron a Ochoa de la
guardajoyas un quero de flores de Valençia para hazer unas bolsas para unas horas de sus altezas” AGP
Administrativa, leg. 5236, exp. 11, s. f.
270
Por ejemplo, estas dos cédula de paso a favor de Sor Margarita de la Cruz son significativas: “La
Infanta doña Margarita. De passo para doze cuerpos de libros con imágenes de las historias evangélicas
por enquadernar, y otras doze con las anotaciones y meditaciones de los Evangelios (…) 27 de
noviembre de 1596” y “Su Alteza. Otra de passo para doçe cuerpos de libros de imágenes de la vida de
Christo y otros doçe de sus meditaciones evangélicas (…) y asimismo se traen dos doçenas de estampas
(…) 24 de abril de 1597” AGS Cámara de Castilla, libro 364, ff. 55- 56 y 72
135
Licenciado Pedro de Gueuara, de Gramática, Dialéctica, Retórica, y la vniuersal, para
todas las sciencias. La obra fue publicada en 1593 y servía de complemento a la
anterior. En este caso, la Infanta era una mujer ya adulta y con una educación
intelectual completa, por ello quizá debamos ver en esta obra una
consideración al estatus de Isabel Clara que puede comportarse como
potencial mecenas de las artes y no una intencionalidad didáctica.
Estas lecturas tenían un además un reflejo en el mundo teatral cortesano que
vivieron las Infantas. Habitualmente los estudios sobre teatro han primado el
siglo XVII- por razones obvias- y han dejado la escena del siglo XVI algo más
huérfana, pero algunos trabajos sí han puesto de manifiesto la importancia que
el reinado de Felipe II tiene para comprender la escena dramática en la
centuria siguiente271. Efectivamente, las representaciones cortesanas tuvieron
su lugar en las Cortes de los Habsburgo del XVI y formaban parte de su
proceso de socialización en ese particular escenario. Ya fuesen farsas o torneosque podían tener un carácter escenificado-, lo cierto es que el mundo teatral
tenía un lugar privilegiado en Palacio; Felipe II lo había disfrutado en su niñez
y juventud, y en la madurez van a recoger el testigo sus mujeres e hijas272.
Efectivamente, Isabel de Valois va a disfrutar de representaciones teatrales en
la Cámara273 y va a ser protagonista en otras como es el caso de la muy
conocida Farsa del día de Reyes, que ha sido estudiada como uno de los
ejemplos más significativos del mundo escénico del siglo XVI. Con la llegada
de Ana de Austria las cosas no van a cambiar y, al igual que la tercera consorte
271
Sobre este aspecto incide SANZ AYÁN, C., “Felipe II y los orígenes del teatro barroco” en Cuadernos
de Historia Moderna, nº 23 (Monográfico V), (1999), pp. 47- 78
272
Por ejemplo, la participación de Felipe II en los saraos cortesanos durante su infancia la encontramos
en la correspondencia de Estefanía de Requesens “Està molt bo y ayr féu lo prínsep una festa de un
torneg de miyons, y agé- y- sarau de minines y don Lloys dansà la pavana y gallarda ab dona dona Anna
de Çúñiga, la filla del conte, que aja gloria, que està en palàsio aprés que son pare morí. Té tretze anys y
és molt gentil. Feren- o molt bonico los dos cosins, y ell estaba molt ben vestit. Y, per a què jo gustàs
algún poc de la festa, volgé Deu que vingé Francisco abans que la comensasen…” Estefanía de
Requesens a Hipólita de Rois, Valladolid 5 de mayo de 1537, recogida en de AHUMADA BATLLE, E.
(ed.) Epistolaris d’Hipòlita Roís de Liori i d’Estefania de Requesens (segle XVI), Valencia 2003
273
Sobre representaciones en Palacio encontramos noticias en las Cuentas de la Casa de la Reina Isabel,
por ejemplo: “Francisco Tabo, siciliano, con sus compañeros hizo ayer en Palacio delante de S. M de la
Reyna mi señora ciertos juegos de títeres y bueltas de que dieron contentamiento a su magestad…”(18
de Junio de 1567) o la siguiente “Antes que el señor don Juan se fuese me mandó que hiziese pagar a
Juan Antonio escultor ciento y setenta rreales por ciertas pinturas y otras cosas que él y otras tres
personas hizieron para la comedia que en el mes de hebrero pasado hizieron las mozas de cámara de su
Md“ (Madrid 10 de marzo de 1567), AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 398, ff. 754 y 770 respectivamente
136
había disfrutado de esas diversiones junto a su cuñada, la princesa doña Juana,
también va a ocurrir lo mismo con la archiduquesa. El marqués de Ladrada
hace referencia a algunas de esas representaciones que tenían lugar dentro de
Palacio o en otros espacios cortesanos como el convento de las Descalzas
Reales. Asimismo, era notoria la participación de las diversas personas reales
como promotoras (cuando no intérpretes) de estas diversiones. Así cabe
destacar de nuevo el papel de la Princesa, que las organizaba en sus
aposentos274, o de los archiduques, como es el caso de Rodolfo 275. Hay que
decir que además de que la Reina o las Infantas tenían en estos
entretenimientos uno de los mejores pasatiempos, también era ocasión para
que las damas disfrutasen y fuesen objeto de galanteo por parte de los
hombres que componían la servidumbre de las otras casas. En ocasiones, estas
celebraciones eran un quebradero de cabeza para el Mayordomo, sobre todo, si
se celebraban en determinadas fechas como la Cuaresma. Así, en el año de
1572 queriendo hacer una farsa en esas fechas el Marqués le comentó a la
Reina lo inapropiado de una fiesta y por ello se optó por hacer un auto
sacramental, en principio más acorde
a las circunstancias; no obstante
“ todauía ubo tres o cuatro entremeses de regozijo, mas el auto de los santos no
les agradó mucho a algunas de las oyentes” . La contestación de Felipe II
incide, por un lado en lo inapropiado de la farsa en Cuaresma y por otro lado
en las responsabilidades, porque si bien es cierto que Ana de Austria se había
mostrado insistente en el deseo de hacer este entretenimiento, la princesa no le
había ido a la zaga, algo que al monarca no le pasó por alto:
“ Cierto bueno fuera escusar la farsa en este tiempo, siquiera porque a
algunas no le pareciera mal lo del martirio, y con la reyna sola bien creo
que se acabará y así no le hecho yo la culpa, mas my hermana sospecho
274
“La Rreyna nuestra señora me a dado oy esta carta para V M, y S M está muy buena y ase holagdo
mucho esta tarde en el aposento de la señora Princesa con una comedia que Su Magd mandó que se
hiziese allí a las cuatro de la tarde; fueron con Su M las señoras ynfantas y gustaron tanto de la comedia
como si fueran de veynte años; también fueron allá los príncipes [de Hungría]” El marqués de Ladrada a
Felipe II, Madrid 21 de febrero de 1571, BL Add Mss 28354 f. 158
275
“Esta tarde envió [Rodolfo II] a dezir a la Reina nuestra señora que tenía una muy buena farsa en su
cámara, y Su Magd bajó allá y llevó consigo a las señoras infantes…” El Marqués de Ladrada a Felipe
II, Madrid 20 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 191
137
que gusta dellas y que quiere escusar a que se hacen por holgar la reyna
con ellas” 276.
Como vemos las Infantas eran oyentes ocasionales en esta clase de
divertimentos cortesanos en los que también van a participar activamente
como actrices. En este sentido, las cuentas del sastre nos han permitido rastrear
diversas farsas que tuvieron a Isabel Clara y a Catalina Micaela como
protagonistas junto a sus damas. Sus temáticas, intuidas por los trajes
elaborados, conectan con el mundo escénico del Quinientos donde los temas
de corte pastoril y mitológico van a tener una gran acogida. Así en 1579 las
Infantas participaron en una farsa en El Pardo donde se vistieron de turcas
“ Mas en 22 de otubre hize para la mascarada que hizieron Sus Altezas (…)
ocho ropas turcas de velilla de plata” 277. En el año de 1584 el tema pastoril fue
el que marcó la mascarada tal y como nos refiere la cuenta del dicho sastre:
“ Mas en diez de octubre hiçe siete sayuelas de raso falso de colores para siete
pastoras de la comedia” . Leyendo la relación completa entendemos que la
participación de las damas fue notable ya que había siete pastoras y siete
pastores, a los que se unió un bobo- “ mas el dicho día hiçe para esta comedia
un sayo de paño de colores para el bobo” - cuyo nombre no se especifica278. Ya
sin la presencia de Catalina Micaela en la Corte, la Infanta Isabel va a seguir
disfrutando de esta clase de entretenimientos, muy posiblemente junto a su
hermano el Príncipe Don Felipe. De hecho en el año 1587 se llevó a cabo una
comedia de temática mitológico- pastoril donde aparecían Diana y Cupido,
papeles que, aunque no se nos especifique en las cuentas, muy bien pudieron
276
Marqués de Ladrada a Felipe II (con contestación), Madrid marzo de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff.
359- 361
277
Cuenta de las hechuras de los vestidos que yo [René Jalín] tengo hechos para el servicio de Sus
Altezas durante los quatro meses del tercio postrero deste año de 1579, AGP, Administrativa leg. 5272,
exp. 1, s. f. Asimismo, hay relación de ello en las cuentas de los mercaderes de seda, donde se nos da
cuenta de los materiales usados para la elaboración de los vestidos: velo de plata falso, tafetanes de
diversos colores, seda, tela de forro y “tres honças de seda carmesí para enfelpar unas calzas de la
Serenísima Infanta doña Catalina” Cuentas de las mercaderías que ha dado Baltasar Gómez, joiero de Su
Magestad de la reina nuestra señora para servicio de las serenísimas infantas en el tercio postrero deste
presente año de 1579 AGP, Administratuva, leg. 5247, exp. 1 s. f.
278
Cuenta de las hechuras de los vestidos que yo Rrené Jalín, sastre, tengo hechos para las personas de
las serenísimas infantas en todo este año de 1584, AGP, Administrativa, leg. 5272, exp. 1, s. f. Al igual
que en el caso anterior, encontramos una referencia aneja en las cuentas de los mercaderes de seda que
nos permiten saber que la máscara se llevó a cabo en El Pardo, AGP, Administrativa, leg. 5247, Exp. 2,
s. f.
138
interpretar la Infanta y el Príncipe279. El traje de Cupido consistía en “ un jubón
de velillos blanco y encarnado (...) con sus ojetes alrededor” , mientras que el
de Diana era “ una basquiña y corpiño de rraso blanco enprensada y
guarnecida con tres pasamanos de oro y plata con seys pestañas de rraso y por
guarda cuatro soguillas de raso y por encima quatro molinillos de oro y plata,
picadas las pestañas y el corpiño con sus faldillas golpeadas y con su fieltro y
ruedo de damasco” 280.
No contamos con más datos sobre las mismas, ni la autoría ni los títulos, si
bien es cierto que la Infanta se preocupó por contar con comedias
encuadernadas, tal y como nos indica esta anotación en las cuentas del
guardajoyas:
“ Pagué de la enquadernación de tres libros de comedias que mandó Su
Alª enquadernar, cada uno de por sí en pergamino con sus ojas doradas
y cintas de seda, a seis reales cada uno, son dieciocho reales” 281.
Prácticas devocionales en la Corte
La importancia de la formación religiosa y espiritual es un hecho indudable si
hablamos de educación femenina en la Edad Moderna. Algunos tratadistas se
mostraron partidarios de una alfabetización básica que permitiese a las
mujeres la lectura de obras religiosas y piadosas, con lo que se cubrirían las
expectativas intelectuales que se esperaban de ellas. Evidentemente el caso de
Isabel Clara Eugenia fue mucho más complejo, pero la formación religiosa fue
279
Sobre la participación del Príncipe podemos colegir que, efectivamente, interpretó el papel de Cupido
si comparamos esta situación con la que se vivió en la Corte en décadas posteriores. Efectivamente en
1614 tuvo lugar la representación de la obra de Lope de Vega, El Premio de la Hermosura, en el que el
futuro Felipe IV interpretó el papel de Cupido. SANZ AYÁN, C., “Representar en Palacio: Teatro y fiesta
teatral en la Corte de los Austrias”, Reales Sitios, nº 153, Madrid 2002, pp. 31- 32. Junto a esta
representación habría que citar la Fabula de Dafne que se representó en las Descalzas Reales durante la
década de 1590. Sobre la misma han hablado FERRER VALLS, T. “Bucolismo y teatralidad cortesana
bajo el reinado de Felipe II” en Voz y Letra: revista de literatura, vol. 10, nº 2 (1999) pp. 3- 18 y STEIN
L. K., “Los músicos de la Capilla Real y la música de los festejos palaciegos, 1590- 1648)” en
CARRERAS J. J., y GARCÍA GARCÍA (ed.), La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de corte en la
Europa moderna, Madrid 2001, pp.251- 276
280
Cuenta de las echuras de los vestidos que tengo echos para el servicio de la señora Infanta doña
Ysabel durante los dos tercios primero y segundo, deste año de 87 años, AGP, Administrativa leg. 5227,
exp. 1, s. f.
281
AGP, Administrativa, leg. 902, exp. 7 (año 1597)
139
un elemento esencial. Vamos a centrarnos ahora, no tanto en la lectura de
obras religiosas como en las prácticas devocionales.
En su estudio sobre Madrid María José del Río analiza el proceso a través del
cual la Monarquía se “ apropió” de algunos cultos locales madrileños
convirtiéndolos en propios y regulándolos a través del ceremonial regio 282. La
importancia de la Virgen de Atocha, por ejemplo, es un hecho significativo y
que no puede pasar desapercibido 283. Durante el periodo estudiado vamos
viendo como algunos de esos procesos van a iniciar su andadura, e Isabel
Clara Eugenia va a participar de los mismos.
Las distintas festividades del calendario litúrgico van a tener un reflejo en la
vida de Palacio y los mayordomos mayores van a tener que organizar aspectos
muy diversos. Nuevamente, los billetes del Marqués de Ladrada son una
excelente fuente para acercarse a estos procesos. Por ejemplo, la organización
de las salidas de la Reina y su cortejo a las procesiones de la Semana Santa
requería una cierta organización.
“ Las estaciones se hizieron ayer razonablemente a lo menos a respeto
de lo que estaba puesto en plática y no creo llegaran a efeto si yo no me
hallara aquí que por solo esto fue muy acertado aberme V Md mandado
boluer al tiempo que byne porque llobyendo ayer tanto como llobyó y
pareciéndome que el día no era para andar estaciones lo dije a la Reyna
282
Así, en referencia al reinado de Felipe IV señala lo siguiente: “La presencia permanente de Felipe IV
en la ciudad (…) favoreció el proceso de apropiación de los principales cultos locales y su reconversión
en cultos de la Corona. Como tales empezaron a actuar entonces las Vírgenes de Atocha y de la
Almudena, sin dejar de ser por eso las patronas de la villa y aunque la primacía de una u otra empezara a
ser dirimida por quienes buscaban su amparo en las necesidades urbanas y cortesanas. Lo mismo
sucedió con el culto de San Isidro, que tras un largo trayecto como auxiliador de la Villa y su Tierra
pasó- desde 1619- a ser también patrón de la Familia Real…” del RÍO BARREDO, M. J, Madrid, Urbs
Regia. La capital ceremonial de la Monarquía Católica, Madrid 2000, pp. 190- 191
283
Por ejemplo se elevó un memorial al Rey de “Fray Gerónimo de Vallejo del Convento de Nra Sª de
Atocha a propósito de la obligación que V Md tiene de honrrar y hazer limosna a aquella sta imagen por
la en que le está, pues mediante ella escapó V Md de la enfermedad que tuuo en Badajoz donde estuuo
V Md desauciado de la vida”. Esta causa motivó la llegada a la siguiente conclusión: “La limosna que
pide fray Hierº de Vallejo para nra señora de Atocha es obra tan sta y será tan acepta a Dios y a su
bendita madre como se dexa entender, el modo que el Consejo ha propuesto no padece dificultad ni
inconviniente ninguno, porque ni se toca al patrimonio, ni es hazienda que pueda estar obligada a otros
usos hauiendo de proceder de mera gracia, y no estando ésta aún en ser sino que el mismo que la pide ha
de poner cuidado en buscalla y con tener cuenta de no conferirla sino a persona que por qualidad y
hazienda sea digno della se salua todo lo que en esto hay que saluar, conforme a lo qual me parece que
será esta limosna obra digna de V Md cuya católica persª guarde nuestro señor” El Conde de Miranda a
Felipe II, Madrid 4 de Junio de 1597, BL Add Mss/ 28379, ff. 11 y 16
140
nuestra señora y a la sª princesa después de comer y las calles estaban
llenas de lodoy con arríos de agua por todas ellas. Y la sª princesa dixo a
la Reyna nuestra sª que era muy bien que no se anduviesen las
estaciones ayer a pie sino que lo dejasen para cuando anocheciese y que
entonces siendo de noche las podrían andar en coches y desta manera
podrían visitar muchos más monumentos que yendo a pie y que las
tinieblas las podrían començar temprano para que se acabasen al
anochecer.” 284
Otro de los rituales habituales durante estas festividades era el Mandato del
Jueves Santo. En las cuentas de Palacio queda constancia de los gastos
generados por esta práctica. Por ejemplo se nos especifica en uno de los
expedientes:
“ Lo que ha sacado el señor don Jhoan de Zúñiga, limosnero maior de la
Reyna nuestra señora de casa de Baltasar Gómez xorero (sic) de Su Md
para vestir los probes que Su Md mandó vestir el día de Nuestra Señora
de Marzo y Juebes Sancto en los años pasados de 1576 y 1577” 285.
Una vez que se produjo la muerte de Ana de Austria van a ser las Infantas
Isabel y Catalina Micaela las que se encarguen del mandato del Jueves Santo.
Pero ésta no va a ser la única manifestación de esta clase de prácticas. Como
hemos visto la visita a los diferentes conventos que poblaban la capital fue un
hecho frecuente en la vida de las Infantas desde una edad temprana. Además
de esas muestras públicas de apoyo a estas instituciones en otras ocasiones las
Infantas van a mostrar su favor a través de ofrendas en forma monetaria o
suntuaria. En este sentido, un seguimiento pormenorizado de las cuentas del
sastre nos permite hacer un listado de aquellas instituciones agraciadas con
este gesto. Así podríamos mencionar la Virgen que estaba en el Hospital de la
284
Se mencionan las instituciones religiosas visitadas: “fueron de aquí a San Gil y a Santiago, y a Santa
Clara y a Santo Domingo el Real y al monesterio de doña Leonor Mascareñas y de allí a San Martín
qu’es junto a las Descalzas y de allí a las Descalzas…”El Marqués de Velada a Felipe II, Madrid 8 de
abril de 1572, BL Add Mss/28354, ff. 372- 374
285
A continuación se van especificando los distintos materiales que se compraron para tal efecto, como
por ejemplo: “En 23 de março de 1576 años tomó ochenta y ocho baras de paño pardo para vestir nueve
mujeres el día de nuestra señora de março a 4 baras cada una y para los 13 probes del Jueues Santo
siguiente a honçe reales vara…” AGP Administrativa, leg. 5247, exp. 1
141
Corte286, la imagen de Nuestra Señora del Escorial287, la de Nuestra Señora de
Guadalupe288 o la de Nuestra Señora de Malagón289. Además se vistieron
altares de algunas instituciones como la Parroquia de San Gil o la propia
capilla de Palacio.
El culto a la Virgen de Guadalupe o a la de Montserrat va a tener una especial
importancia en la vida de las Infantas. Así en 1580 se destinaron “ diez y nueue
reales pagados a Juan de Barrios por la hechura y plata de diez imágines de
nuestra señora de Guadalupe que se tomaron para sus alteças” 290; por su parte,
la Jornada de Aragón en 1585 fue la ocasión propicia para una visita al
santuario de Montserrat, ocasión que generó unos cuantos quebraderos de
cabeza al Mayordomo Mayor, don Juan de Zúñiga. En efecto en marzo de
1585, desde la Caballeriza de la Casa del Príncipe se empezó a organizar la
visita al santuario y los problemas más importantes vinieron derivados del
modo en que debían ser conducidas las Infantas y su servidumbre. En la
caballeriza se contaba con una serie de sillas que servían para el traslado de
estas mujeres de tal manera que en el caso de las Infantas la duda que
planteaba don Gonzalo Chacón era la siguiente:
“ Dos sillones de plata muy buenos hay para sus Altezas. Están también
aquí el sillón de oro y el de perlas que fueron de la Reyna nuestra
señora. Ha de ver Vuestra Majestad si es seruido que se siruan destos
sus Altezas o de los de plata” 291.
286
“…en 17 de febrero hiçe para la ymajen de nuestra señora del ospital de la Corte una saya de
damasco blanco con sus cuerpos altos y mangas de punta guarnecida con dos pasamanos de oro y plata
en rrandados aforrada en tafetán y las mangas en belo de oro y una ropilla al niño Jesús del mismo
damasco blanco guarnecida con los mismos pasamanos y aforrada en tafetán…” Cuentas del sastre
(1587), AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f.
287
“…en 21 de julio para la ymajen de nuestra señora del Escurial hiçe una saya de damasco carmesí
blanco y con sus cuerpos altos y mangas de punta guarnecida con dos pasamanos de oro y plata aforrada
en tafetán blanco y mangas en belo de plata…” Cuentas del sastre (1587), AGP, Administrativa leg.
5272, exp. 1, s. f.
288
“…En 17 de diciembre hice una basquiña de tela riçada de oro para Nuestra Señora de Guadalupe
con un ribete y dos fajas bordadas de la misma tela orlada y por los cantos cinco franjuelas de oro y
plata aforrada en tafetán con su ruedo de damasco de la hechura quarenta reales” Cuentas del sastre
(1587), AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f.
289
“…hize en quinze de Agosto por mandado de Su Alteza para nuestra señora de Malagón una saya de
damasco azul con cuerpo alto y manga de punta guarnecida con dos pasamanos de plata y oro y aforrada
en tafetán” Cuentas del sastre (1589) AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f.
290
Gastos de personas reales AGP Administrativa, leg. 660, s. f.
291
Consulta al Rey, 24 de marzo de 1585, AZ Altamira 85, nº 30
142
Mayor problema era el acomodo de las damas porque como se dice en el
billete, “ hay en la caualleriza otros doze sillones de plata para las damas y no
hay ningunos otros de terciopelo, ni de paño” insuficientes para las mujeres
que debían acompañar a las Infantas. Para evitar competencias y choques
innecesarios entre ellas la solución pasaba por dividir la comitiva en dos
grupos de tal manera que fuesen “ primero con sus Altezas la mitad de las
Damas, y de todas las otras mujeres, quedando la guardamayor y un
mayordomo en Igualada con la otra mitad” 292.
Este episodio nos sirve, por un lado, para ver un nuevo caso sobre la gestión
de los distintos problemas que se generaban en el seno de la Casa y por otro,
para comprobar de primera mano esas prácticas devocionales que ocuparon a
los miembros de la dinastía293. Las devociones marianas tuvieron una
importancia clave en la vida de las Infantas más allá de la Corte de Madrid. En
el caso de Catalina Micaela podemos destacar el culto a nuestra señora del
Mondovi y en el de Isabel Clara Eugenia la Virgen de Laeken y la de
Monteagudo 294.
A raíz de estos cultos y prácticas devocionales se va a generar un intercambio
que se engloba en el tránsito de objetos entre las diversas cortes europeas. Se
ha destacado, por ejemplo, la importancia de los obsequios diplomáticos
enviados por el Duque de Florencia en la conformación de las colecciones de
reliquias de Felipe II295. En este sentido, no son de extrañar los obsequios
recibidos por la Infanta Catalina en la Corte de Turín:
292
Íbidem.
El archiduque Alberto, antes de embarcar para su viaje hacia los Países Bajos donde debía asumir la
gobernación de aquellas provincias llevó a cabo una visita al santuario y su impresión es la que sigue:
“…yo llegué anteayer a esta casa, y holgado mucho de ver lo que en ella y la sierra (que anduve ayer
toda) ay, que cierto es para ver…” El Archiduque Alberto a don Juan de Borja, Montserrat 21 de
septiembre de 1595, IVDJ, Envío 48, Caja 64 nº 14
294
Las peregrinaciones al santuario de Nuestra Señora de Laeken han suscitado la atención de los
historiadores que se han acercado al estudio de la etapa archiducal. El propósito de estas peregrinaciones
tenía que ver con el deseo de los archiduques por dar continuidad a su línea dinástica; no obstante, una
vez que las esperanzas de tener hijos se esfumaron, Isabel Clara siguió atendiendo a las mismas.
VERGARA, A. “Recorrido por un reino imaginado. El mecenazgo pictórico de los Archiduques Alberto
de Austria e Isabel Clara Eugenia” en Reales Sitios nº 143 (2000), p. 12
295
“El objetivo fundamental de las imágenes y objetos religiosos era inspirar devoción. Sin embargo,
tenían otras aplicaciones. Los objetos religiosos resultaban especialmente adecuados como regalos
diplomáticos. Eran respetables, no daban motivos para pensar que eran interesados, y además eran
efectivos, por cuanto seguían siendo objeto de veneración y fuente de oración. Todo el mundo sabía de
293
143
“ ….Doña Sancha me embió ayer esa benerica que me la embía una
monja de las Descalzas de Madrid que es reliquia de S. Bitor que está
allí su cuerpo yos la embío porque la traigáis en la bolsilla de la
Cruz…” 296.
El Conde de la Mota, por su parte, “ promocionaba” el culto a la Virgen de
Mondovi en la Corte de Madrid a través de Isabel Clara Eugenia297.
El aprendizaje del “ oficio” principesco.
Una de las preguntas que se han hecho los historiadores a la hora de
reflexionar sobre el papel de Isabel Clara Eugenia en la Corte de Felipe II
radica en el grado de influencia política de la Infanta durante el periodo que
estamos estudiando y, más concretamente, los años de 1580- 1598. En los
apartados que siguen a este vamos a comprender cómo esa influencia, aún
teniendo que analizarla bajo el prisma de la “ diplomacia informal” , existió y
fue algo que los contemporáneos tuvieron muy presente. Vamos, no obstante,
a dar unas breves pinceladas sobre el tema.
Por un lado, hay que reseñar el interés que, desde otras Cortes se manifestó
sobre este asunto. En efecto, la Infanta era un miembro destacado de la Casa
Real española y como tal fue objeto de atención a través de cartas, regalos, etc.
Pero, además, saber hasta qué punto su influencia podía tener un impacto real
la devoción de Felipe II, así como de su intensa preocupación por la construcción y decoración de El
Escorial. Los obsequios de índole religiosa serían, en consecuencia, bien recibidos y los toscanos eran
especialmente expertos en explotar su potencial.” Mulcahy, R., “El arte religioso y su función en la
Corte de Felipe II” en Felipe II. Un monarca y su época. Un Príncipe del Renacimiento (catálogo de
exposición), Madrid 1998, pp. 159- 183. Así agradecía Felipe II uno de estos obsequios: “Illmo Gran
Duque nro muy charo primo, en todo se hecha de ver el desseo que tenéis de darme gusto y
contentamiento, agora le he recibido grande con vra carta de 30 de 7bre y con el relicario que me hauéys
embiado, el qual estimo en lo que es razón, pro hauer en él tantas y tan grandes reliquias y venido de
vras manos acompañado de tan buena voluntad, todo lo deuéys a la que os tengo que es la que tenéis
conosçida y no me contento con sólo hauer dicho a Luis Douara que os embíe de mi parte las gracias
sino que también os las he querido dar en esta, y para que estén las reliquias con la decencia que se deue
las mando embiar a Sanct Lorenço con memoria de quien me las dio…” ASF, Filza 5017, f. 826
296
La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 9 de octubre de 1588, AST Lettere Duchi et Sovrani,
Mazzo 35, nº 25
297
“Yo escrebí los días pasados a la señora Jaçincurt que dixesse a la Sª Infanta dª Ysabel que pues Dios
tantas Mercedes y Milagros hazía en los estados de Vuestra Alteza por medio de la Virgen Señora del
Mondoui acordase a Su Magestad el ofreçer alguna deuoción a aquella bendita imagen para su salud,
que yo confiaua la hauía de alcanzar” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de abril de
1596, AST Lettere Ministri, Spagna Mazzo 6, s. f.
144
sobre el devenir de los asuntos políticos podía ser fundamental para abordar
las relaciones bilaterales con la Monarquía Hispánica. En este sentido, Catalina
de Médicis, quien demostró un interés lógico por el devenir de Isabel Clara
Eugenia, trató de conocer el grado de implicación de su nieta en el despacho
de los negocios. Para ello no dudó en hacer constantes preguntas al enviado
español en la Corte de París, don Bernardino de Mendoza298. No es el único
caso con el que contamos para ilustrar este interés. En una relación inglesa de
la década de 1590 se señalaba cómo el Rey despachaba junto a la Infanta:
“ The Infante, doña Elizabeth, is often made participant of the affayres
by the King her father, who beynge a great wryter and therin
consuming his tyme, the [two] at one table do wryte together; so that
partly to make her acquainted with negotiations and partly to occupye
her youth, he keepith her thus busied, wherin she is said to be very
conninge...” 299.
En este sentido, el observador inglés entendía esa escritura compartida como
un medio de educación política para la Infanta. El hecho de que Isabel Clara
Eugenia compartiese su tiempo con Felipe II, un aspecto que podemos
constatar por la abundante documentación que hemos manejado, la debió
hacer cercana a los asuntos políticos que concernían a la Monarquía en ese
periodo. Hasta qué punto ella tuvo una influencia real es un aspecto que
debemos delimitar más ciñéndonos a muestras concretas que vamos a tratar en
otros capítulos. A continuación vamos a analizar diversos aspectos que tienen
que ver con la formación de la Infanta con la vista puesta en la asunción de un
rol que, recordemos, fue cambiante a lo largo de estos años.
298
Así lo señala Rodríguez Salgado: “Catherine, dowager queen of France and Isabel’s grandmother
had questioned him [Bernardino de Mendoza] about the infanta’s relationship with Philip. She wanted
to know how often the king saw his daughter and if he transacted business in her presence. Mendoza
told her that Isabel was constantly with Philip and that he dealt with state affairs when she was present.
Possibly to gratify the grandmother, Mendoza added that Isabel helped her father on occasion too.
Catherine had not been engaging Mendoza in family gossip. She was an extremely shrewd politician
trying to evaluate Isabel’s influence” RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., “The Court of Philip II of Spain” en
ASCH y BIRKE, Princes, Patronage and the Nobility, Oxford 1991, p. 206
299
Anthony Rolston’s Relation of Spain drawn up for Anthony Bacon, Fuenterrabía 31 de enero de
1595, LPL (Lambeth Palace Library), Mss 650, nº 42, recogido en UNGERER G., A Spaniard in
Elizabtehan England: the Correspondence of Antonio Perez’s Exile, Londres 1974, 2º Vol., p. 232
145
La Infanta ante la Corte
La vida de los príncipes en el Antiguo Régimen se desarrollaba, en ocasiones,
ante un público compuesto, la mayoría de las veces, por los cortesanos que
pululaban por las residencias reales y ocupaban cargos palatinos. Es cierto,
que las etiquetas que se van a desarrollar a partir de la década de los 70 para la
Casa de la Reina, van a tender a limitar el acceso a las personas reales velando
no tanto por su intimidad como potenciando esa invisibilidad que ha sido
puesta de manifiesto por los estudiosos de la Corte. En el caso de las Infantas
y, a tenor de la documentación consultada, las apariciones en público estaban
reservadas a momentos puntuales y preestablecidos en el ritual áulico que
marcaban de manera muy clara cuáles eran las funciones que tenían
reservadas en el espacio cortesano. Podemos hacer referencia así a los
juramentos de los Príncipes de los que Isabel Clara y su hermana Catalina
Micaela fueron testigos. Fueron tres juras las que tuvieron que presenciar
aunque el papel a cumplir en cada una de ellas varió por razones obvias. Así,
en el caso del juramento del Príncipe Don Fernando, que tuvo lugar en Madrid
el 31 de mayo de 1573 fue la princesa doña Juana la que contó con un mayor
protagonismo en la ceremonia y quien juró, junto al resto de los grandes, al
futuro heredero de la Monarquía300. No fue así, en los juramentos del Príncipe
Don Diego, acaecido el 1 de marzo de 1580, y del Príncipe Don Felipe, que
tuvo lugar el 11 de noviembre de 1584, donde las Infantas estuvieron presentes
y presentaron su juramento a los hermanos que estaban destinados a suceder
en el trono a Felipe II301. Podríamos citar, asimismo, las ceremonias para la
concesión de la Rosa de Oro con las que el Papado agasajó tanto a las consortes
300
“La princesa doña Juana acompañada de Su Md el Rey fue a hacer el juramento y hecho, se arrodilló
para vesar la mano al príncipe y, el Rey, que lo vio, tomó al niño la mano derecha porque no lo hiciese y
de que la Prinçesa no pudo tomarle la mano derecha le tomó con muy buena graçia la izquierda y se la
vesó” Relación cierta y verdadera del suceso que ubo y la ceremonia del juramento del Prínçipe don
Fernando, hijo del Rey Don Felipe Nuestro Señor, BNE Mss/18716/18 f. 2r
301
En ambos se proclamó lo siguiente “Oyd, oyd, oyd, la escriptura que aquí os sera leyda del juramento
y pleyto omenage y fidelidad que las Sereníssimas Infantes Dª Isabel y Dª Cathalina que presentes están,
y los Prelados, Grandes, Señores y Cavalleros y procuradores de Cortes que por un mandado el día de
hoy aquí están juntos, prestan y hazen al Serenísimo y muy esclarecido Príncipe Don Diego, hijo
primogénito de Su Magestad como a Príncipe destos Reynos durante los largos y bienaventurados días
de Su Magestad, y después de aquellos por Rey y señor natural propietario dellos”. En el caso del
príncipe Don Felipe, la emperatriz María estuvo presente y prestó, asimismo, juramento. BNE,
Mss/13125, f. 31v
146
como a las hijas de Felipe II y que venían seguidas de una celebración en la
Corte con la que se celebraba esa distinción que las señalaba como ejemplos de
catolicidad y defensa de la fe302.
Pero no podemos olvidar otra serie de actos, menos solemnes, pero también
más frecuentes en la vida de la Infanta como son las recepciones a grandes y a
embajadores. De nuevo citando a Bély se hace referencia a la presencia del
Delfín y sus hermanos en estas ocasiones señalándose su carácter formativo. El
hecho de que niños de corta edad fueran agasajados y visitados por los
enviados de las cortes extranjeras, pero también de otras personalidades de
relieve de la Corte, era una manera de introducirlos en el complejo mundo de
la política (exterior) que más tarde o más temprano tendrían que dominar. Los
príncipes herederos debían familiarizarse con aquellos que habitaban la escena
política, pero no menos importante era el conocimiento de la misma por parte
de sus hermanas. Isabel Clara Eugenia estaba destinada a convertirse en
consorte- no entramos aquí en otras potencialidades que la marcaron- y como
tal debía cumplir con el complejo papel asociado a esa función. Contamos con
una extensa bibliografía que ha sistematizado de manera muy clara las
funciones de la consorte, y entre ellas, la faceta diplomática era de sumo
interés para los varones que la rodeaban. Extranjera en una corte extraña la
consorte actuaba como “ diplomática” , pero, además, debía contar con la ayuda
y asistencia de los enviados afines para consolidar y llevar adelante los, en
ocasiones, complicados cometidos que se le encargaban. No resultaba baladí,
por tanto, el temprano contacto con ese mundo. Y contamos con noticias que
nos informan de este hecho. Es el caso de la visita del duque de Medina
Sidonia a los aposentos de la Reina en el año de 1572 y del que deja constancia
el marqués de Ladrada en su carta al rey:
“ Y antes de completas byno el duque de Medyna Sydonia a besar las
manos de la Reyna nuestra sª y estuvieron con Su Magestad las señoras
infantes y los príncipes…” 303
302
Relación sobre la recepción de la rosa de Oro por parte de las infantas en AHN, Consejos, leg. 1189-
E
303
Billete del Marqués de Ladrada a Felipe II, marzo de 1572, BL Add/ Mss 28354 ff. 359- 361
147
Este testimonio se puede complementar con otros de aquellas fechas que nos
indican cómo las Infantas asumían el rol que debían cumplir en un futuro
desde un momento muy temprano. El hecho de que Ana de Austria las hiciera
partícipes de esta clase de experiencias es indicativo del papel que va a jugar
en la educación de Isabel Clara y Catalina Micaela. Evidentemente, Felipe II va
a involucrarse de manera muy intensa en esta clase de aprendizaje. Buena
muestra de ello son los consejos que vertía en las cartas escritas desde Portugal
en los años 1580- 1583 y que son indicativas de cuál era la relación que
mantenía el monarca con sus hijas. Además de dirigirse personalmente a ellas,
el Rey Católico va a conminar al personal más cercano a las Infantas la
necesidad de recordar a éstas el papel ceremonial que debían cumplir:
“ En el papel del Conde de Barajas añadid cómo embío a Don Antonio
de Castro, señor de Cascaes, persona muy principal deste reino, a
Barcelona a visitar a mi hermana y que pasará por allí, y que podrá ver
al Presidente y Ynfantas y los demás y que le traten muy bien y que las
Ynfantas escriban con él sendas cartas a my hermana visitándola de su
viaje…” 304.
Las Infantas van a tener que asumir, durante la estancia de su padre en
Portugal, un papel muy activo y esto significaba, por un lado, informar sobre
los progresos de sus hermanos pequeños y por otro, empezar a desempeñar
algunas de las labores que había aprendido junto a Ana de Austria. Esa
relevancia se va a poner de manifiesto en el recibimiento dado a la emperatriz
María- que fue un asunto en el que Felipe II insistió mucho- y a otros enviados
extranjeros. En su correspondencia con Mateo Vázquez la condesa de Paredes,
doña Inés Manrique, ponderaba muy positivamente la labor que las Infantas
estaban realizando en este particular apartado.
“ Sus altezas están con salud, a Dios gracias, y para que esto sea se tiene
todo cuidad; el día de ayer y parte del de oy an sido muy ocupados con
304
Mateo Vázquez a Felipe II (contestación del monarca), Lisboa 14 de octubre de 1581, BL Add/ Mss
28263, ff. 265- 266. El propio monarca hacía referencia a este deseo en las cartas enviadas a las
Infantas: “Y ya creo le habréis escrito [a la emperatriz] con don Antonio de Castro y respondídole a sus
cartas que os escribió y deseo mucho saber que sea ya desembarcada” Lisboa 30 de octubre de 1581,
Carta X en BOUZA ÁLVAREZ , F., op cit., p. 62
148
consejos y envajadores y obispos, a todos les pareze bien e su alteza del
príncipe nuestro señor muy crezido” 305
Los propios embajadores, por tanto, son una de las mejores fuentes para saber
de la presencia de las infantas en esta clase de actos. Es el caso de Monsieur de
Longlée representante de Enrique III en la Corte madrileña y que, por razones
obvias de parentesco, ofrece multitud de noticias sobre Isabel Clara y Catalina
Micaela tanto al propio rey como a la reina viuda, Catalina de Médicis. Así
podemos ver relatados varias visitas del embajador a las Infantas con
propósitos establecidos. El 1 de abril de 1584, el enviado informa sobre cómo
ha ido a felicitar las Pascuas a ambas hermanas- “ Aujourdhuy, suyvant les
costumes de deça, j’ay veu mesdames les Infantes pour leur donner les bonnes
Pasques et leur ay dict que que Vre Maté m’avoit commandé de les voir de sa
part” 306-, pero estas visitas se repetirán en ocasiones menos venturosas como la
muerte del Duque de Anjou en 1584307. Estas audiencias se producían, en
numerosas ocasiones, contando con la presencia del Príncipe, de tal manera
que al aspecto familiar había que unir el institucional. La mayor edad de las
Infantas, y la consideración de que gozaban en la Corte, las convertía en una
excelente compañía para el príncipe, quien, a su corta edad también se
formaba y entrenaba en el oficio de reinar que más tarde debería cumplir308.
Hasta la salida de Catalina Micaela de la Corte de Madrid en 1585 estas
audiencias a tres debían ser la norma, pero la situación cambió en los años
siguientes en los que Isabel Clara va a convertirse en una compañía frecuente
de su hermano, tanto en esta clase de actos representativos como en otros de
carácter más lúdico. La propia Catalina Micaela va a ser informada por los
miembros de la embajada saboyana sobre las visitas hechas a ambos
305
La Condesa de Paredes a Mateo Vázquez, Madrid 28 de diciembre de 1581, AZ, Altamira 148, nº
152
306
Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 1 de abril de 1584, DDML, p. 47
307
“…mesdames les Infantes qui ont prins le deuil des le landemain qu’elles sceurent le decedz de
Moseigneur (que Dieu tienne en sa gloire!). Elles ont monstré beaucoup de resentiment, pour estre ce
qu’il estoit, et pour le desplaisir qu’elles sçavent qu’en aura eu Vre Mate” Longlée a Catalina de Médicis,
30 de Junio de 1584, DDML, p. 90
308
“Sire, j’ay aussi veu mesdames les Infantes qui avoient le prince avec elles, lequel j’ay salué de la
part de Vre Mate” Longlée a Enrique III, DDML, p. 108
149
hermanos, una información que nuevamente nos da detalles sobre el
componente familiar pero, que a la vez, nos sirve para constatar los papeles
jugados por la Infanta en el entramado cortesano. En este sentido, las
embajadas extraordinarias del Conde de la Mota que se produjeron en 1592 y
1593- 1597, son extremadamente interesantes ya que el diplomático no ahorra
en detalles sobre la vida de la Corte y el día a día de Isabel Clara309. No vamos
a detenernos en ella ahora ya que le hemos dado un mayor peso en otros
apartados.
Como hemos podido ver en los ejemplos desgranados anteriormente vemos
que el aprendizaje cortesano de Isabel Clara se inició a una temprana edad y
que fue evolucionando a lo largo de los años. Muchos historiadores han
reseñado la importancia de la Infanta en el espacio áulico durante la década de
los 90 pero lo que queremos destacar es que aquella presencia fue fruto de un
proceso que se había venido desarrollando durante los años anteriores.
Una de las fuentes que hemos privilegiado en la elaboración de este trabajo ha
sido la correspondencia. Isabel Clara Eugenia ha sido estudiada a través de la
extensa y numerosa correspondencia que dejó escrita y que, en su mayor parte,
se corresponde al periodo que pasó en la Corte de Bruselas. A través de esa
correspondencia se aprecia la mujer política, pero también la infanta que
mantuvo un contacto estrecho con la Corte de la que procedía. No resulta
inútil, por tanto, preguntarse cómo evolucionó Isabel “ epistolarmente” .
Contamos con escasas muestras de la escritura hológrafa de la Infanta durante
sus primeros años, pero tenemos numerosas referencias a su existencia. Por un
lado, contamos con la referencia de la Duquesa de Alba en la que informaba a
la reina viuda de Francia sobre el deseo que mostraba Isabel por aprender el
309
El propio Conde de la Mota adelantaba, en esta misiva a Felipe II, la importancia de su misión
diplomática: “Los embaxadores somos la gente más importante del mundo y yo más que todos lo hauría
de ser, pues tanto ua en ello al seruicio de V Magd y del Duque su hijo y seruidor tan benemérito de su
real corona quando no estuuiessen los negocios en manos de tan gran Rey que con su prudencia conoce
muy bien la importancia de la breuedad en las cosas de peligro…” El Conde de la Mota a Felipe II,
Valladolid 28 de Julio de 1592, AGS Estado, leg. 1271, nº 10
150
francés para escribir a su abuela310. Asimismo, esa precocidad fue referida por
algunos de los ministros de Felipe II que comparaban a la hija con el padre en
cuanto al gusto por la escritura de papeles311.
En su biografía sobre la Infanta, Llanos y Torriglia se hacía eco de una de esas
escasas cartas infantiles conservadas y que nos permite apreciar la escritura de
Isabel cuando apenas contaba siete años de edad. Dirigida al entonces
mayordomo mayor de Ana de Austria, el marqués de Ladrada, muestra la
manera en que la Infanta actuaba con un miembro de la servidumbre palatina.
“ Marqués yo deseo sauer si quedaste ayer cansado porque yo la quedé.
Agos saber quel otro día estando en casa de madre le truxeron unas
gajas a mostrar y vinya entre ellas dos, una verde y otra yncarnada yo
quedé tan deseosa dellas que cada dýa las voy deseando mas areysme
mucho placer de mandarnos sacar unas ropas de las dos colores por
favor (¿) y os dygo que lo deseo tanto como de veros bueno y porque
creo que me dareys este contentamiento no dyré más.
Infanta” 312
Podemos observar cómo la Infanta, una niña de 7 años, se dirige al jefe de la
Casa de la Reina en primer lugar, para conocer el estado de salud del marqués
y en segundo lugar, para encargarle unas telas con las que elaborar sus
vestidos. Ambos aspectos, más allá del que supone la escritura del billete, nos
indican momentos de la cotidianeidad y el aprendizaje de sus funciones. En
310
“…si alguna cosa puede aliviar el trabaxo que Dios a sido seruido de dar a vuestra majestad y a estos
reynos, es ver a su alteza [la Infanta Isabel], porque habla muy mucho y entiende tanto que aún ayer
preguntábamos a su alteza qué era, y dixo que era española y francesa y aprende a hablar la lengua, dize
que para escribir a aguela una carta, que se holgó mucho con la de vuestra majestad” La Duquesa de
Alba a Catalina de Médicis, Madrid 20 de marzo de 1569, recogido en MOREL FATIO, A., “La Duchesse
d’Albe Dª María Enríquez et Cathérine de Médicis”, Bulletin Hispanique, nº 7, 1905, pp. 379- 380
311
“…Ya dixe a mi señora la Duquesa el gusto que la Reyna madre avía tenido con los cavellos de la
Señora Ynfante doña Isabel. Ella es la más graciosa criatura que ha nacido en España y tiene ya más
auctoridad que su padre en todo lo que haze, y tan inclinada a scriuir como él, tanto que, para acallarla y
hacerle hazer la Duquesa quanto quiere, no ay mejor medio que papel y tinta, que con esto está más
contenta que con ninguna de quantas cosas le pueden dar” Gabriel de Zayas a Don Francés de Álava,
Madrid 16 de mayo de 1569 (ASM, NG, 248 Original) en RODRÍGUEZ, P., y RODRÍGUEZ J., Don
Francés de Álava y Beamonte. Correspondencia inédita de Felipe II con su embajador en París (15641570), San Sebastián 1991, pp. 334- 336
312
Billete de la Infanta Isabel al Marqués de Ladrada, Madrid 10 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 38,
Caja 50, nº 86
151
cierta medida, Isabel estaba imitando acciones que llevaba a cabo la consorte
del Rey. El número de billetes que Ana de Austria escribió y que se han
conservado en los fondos documentales es considerablemente mayor; nos
ofrecen, por tanto, una casuística más completa de las funciones que la reina
cumplía y entre ellas, podemos ver similitudes con el billete reproducido
arriba. La reina mostraba un interés personal por aquellos que la rodeaban y
servían, un interés que podía materializarse en la concesión de mercedes a esas
personas en formas diversas: mercedes económicas, la posibilidad de tener
acceso a la gracia del Rey y, en el caso de las damas, el fomento de alianzas
beneficiosas para estas mujeres y sus familias313. Estos usos propios de la
realeza y que Ana practicaba van a ser imitados por las Infantas y, más
concretamente por Isabel, en un gesto que podemos encuadrar perfectamente
dentro de su aprendizaje cortesano. Este asunto pudo ser supervisado por Ana
de Austria pero, asimismo, recibió la atención del monarca. En los primeros
momentos de Ana de Austria como reina consorte el Mayordomo Mayor
consultaba cómo debía responder la soberana a la correspondencia de que era
objeto por parte de otras cortes. El elemento que nos interesa destacar es la
mención conjunta a la Infanta Isabel. El hecho de que fuese la primogénita y,
por tanto, potencial heredera la va a hacer objeto, asimismo, de esas muestras
de cortesía. La instrucción de Felipe II al respecto era la siguiente:
“ Aquí os embío una carta por la reyna y, aunque no me sobra tiempo,
otra que ha de firmar para Madama de Naremberg (sic). Es en francés y
a de firmar Anna en medio. Zayas os embiará otras tres en castellano,
las dos para el Duque y Duquesa do Varganza (sic) en que no ha de
313
Podemos poner como ejemplo el siguiente billete enviado por la Reina a don Juan de Zúñiga para
favorecer a una de sus dueñas de retrete, doña Beatriz de Céspedes: “Don Juan de Çúñiga, del Consejo y
embaxador del Rey mi señor; Gaspar Álvarez Carnero, hijo de doña Beatriz de Çéspedes tiene en essa
corte cierto negocio tocante a la expedición del despacho de la pensión que su magestad le mandó
señalar sobre el obispado de Palencia cuando se proueyó en Don Juan Çapata difuncto, como más
particularmente lo entenderéis por la memoria que con esta se os embía. Y porque yo tengo buena
voluntad a la dicha doña Beatriz por lo bien que me ha seruido y sirue de continuo, y desseo que el
dicho Gaspar Álvarez consiga lo que pretende, os he querido escriuir y encargar como lo hago, tengáys
por muy encomendado ese negoçio y fauorezcáys y acudáys muy de veras el buen despacho del, que en
ello y en que se despache con breuedad reçebiré de vos mucho contentamiento. De Madrid a x de
deziembre 1577. Yo la Reyna” IVDJ, Envío 6,nº 95
152
poner nada más que Yo la Reyna, y otra para la Infanta doña Isabel, en
que estoy en duda si se a de poner nada y por esto os embío a Zayas
que os lo auise y conforme a ello la firme la Reyna. Y las bolued a Zayas
que las despache y sellaranse con el sello de la Reyna que así creo que se
deue hazer en las demás. La de francés me bolueréys después de
firmada” 314
Es de imaginar que fueron otros, los secretarios, quienes se encargaron de esa
correspondencia y que la Infanta rubricaría aquellas misivas más relevantes.
Asimismo, las primeras muestras- de letra imperfecta- estarían destinadas a
aquellos más cercanos a Isabel como el Mayordomo Mayor y posiblemente a
su abuela, la reina viuda de Francia.
Vamos a referirnos a un caso puntual que nos permite ahondar en este tema
que estamos tratando. Moviéndonos en el ámbito de las relaciones
diplomáticas, Isabel Clara contó con un cierto protagonismo ya que su
condición de infanta la hacía objeto de atención por parte de otros potentados
europeos que veían en ella un medio de agasajar y llegar al Rey Católico.
Los archivos europeos aparecen así llenos de muestras epistolares “ de
cortesía” que convirtieron a los miembros de las familias dinásticas en
corresponsales, los unos de los otros. No se trata de correspondencias afectivas
que reflejen unos lazos profundos, sino más bien, un medio de reconocimiento
mutuo que podía generar beneficios personales y políticos. En este sentido, la
década de los 80 y 90, cuando la Infanta había sobrepasado la niñez y se
esperaba la celebración de su matrimonio, va a ser receptora y emisora de
múltiples cartas de corte diplomático en las que se va a interesar por los
314
Felipe II al Marqués de Ladrada, San Lorenzo 2 de marzo de 1572; la contestación del Mayordomo
Mayor era la siguiente: “Las tres cartas que Çayas me abía d’enviar también fyrmó Su Magd y en la de
la infanta doña Isabel (…) no se puso más que la fyrma porque ansí me ha dicho Çayas que se abía de
hazer y firmadas de la Reyna nuestra señora se las boluý a Çayas y le embié el sello de Su Magestad que
yo tengo con que las a de sellar….” EL Marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss/28354, f. 356 y
ff. 359- 361.
153
asuntos, de índole familiar y política, de otros príncipes europeos. Es una
correspondencia que apenas nos da información sobre los personajes a quienes
concierne pero a la que, sin embargo, debemos atender dentro de los usos
propios
de
esta
elite
principesca.
Contamos con
algunos
ejemplos
significativos de esta correspondencia diplomática que, por su cronología, nos
sitúan nuevamente dentro de ese proceso de asimilación de prácticas
cortesanas por parte de la Infanta. En 1576 las Infantas Isabel y Catalina fueron
copartícipes junto a las princesas Médicis, Eleanora y Ana, de un peculiar
intercambio epistolar que incluía, además, un pequeño agasajo de flores y
frutas para las dos hijas de Felipe II315. Lo que resulta interesante es que tal
intercambio se intercaló en otro más general cuyo destinatario era el propio
monarca y su emisor el Duque Francisco I; en este caso, el presente contaba
con un alto valor artístico e iba destinado a engrandecer la fábrica escurialense.
Nos referimos al magnífico Cristo de Cellini, cuyo periplo ha analizado la
historiadora del arte Rosemarie Mulcahy316. Junto a este presente, que sin duda
es el más importante, el Duque de Florencia decidió agasajar a las hijas de
Felipe II con una caja que contenía flores de seda y oro a través de sus hijas317.
315
Si bien sabemos que en el caso de Isabel Clara este intercambio epistolar anunciaba su gran
producción escrita posterior, en el caso de las princesas florentinas encontramos paralelismos en este
sentido tal y como ha tratado BOURNE, M., “Medici Women at the Gonzaga Court, 1584- 1627” en
DEIMLING B., NELSON J. K., RADKE G. M. (eds.), op cit., pp 223- 243
316
Este asunto ha sido tratado por R. MULCAHY, Philip II of Spain, patron of the Arts, Bodwin 2004.
Citar también otras contribuciones que han analizado estos mecanismos de diplomacia informal que
tenían como objetivo la persecución de objetivos políticos o económicos: SANZ AYÁN, C., “Prestar,
regalar y ganar. Dinero y mecenazgo artístico- cultural en las relaciones entre la Monarquía Hispánica y
Florencia (1579- 1647)” en SANZ AYÁN C., y GARCÍA GARCÍA, B. J., Banca, crédito y capital. La
Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505- 1700), Madrid 2006, pp. 459- 481
317
“Voi portare ancora una casetta di fiori di seta et d’oro con alcune acconciature fine et altre galanterie
con reticelle di questi monasterii, le quali havete da presentare alle due figlie femine di Sua Maestà
Cattolica per parte et in nome delle Principesse Leonora et Anna nostre figlie con la lettere che scrivono
a lor’Altezza mostrando che queste son cose che si fanno in questi monasterii….” Instruzione a voi
Filippo Lensi di quello havete a fare nel vostro viaggio ai Spagna ASF, Miscellanea Medicea, 16,f. 2.
Citado en R. MULCAHY, op. cit., pp. 107- 108
Contamos, asimismo con la cédula de paso: “El duque de Florencia. Qualesquier nuestras justicias y
alcaldes de sacas y cosas vedadas, dezmeros, aduaneros, portadgueros guardas y otras personas que stáis
en la guarda del Puerto de Yecla porque el duque de Florencia a embiado para nos un crucifixo de
mármol y juntamente una caxa llena de flores de seda y oro y tocados para las ynfantas mis hijas y
hauemos sido informado que al pasar por el puerto se lo quisisteis detener a la persona que lo traya y
que pagase derechos dello y que dio fianças de lleuar çédula nuestra por donde lo diésemos por bien
pasado por ende por la presente damos por bien pasado lo susodicho para que no se pueda lleuar por ello
derechos ni otra cosa alguna y por ninguna la fiança que será de lo susodicho se huuieren dado por libres
a la persona o personas que a lo susodicho se obligaron de la obligación que hizieron y a sus bienes y
154
Evidentemente, este regalo procedente de la Corte medicea no era inocente ya
que perseguía un objetivo político muy claro: la concesión del título de Gran
Duque de la Toscana. Esta pretensión de la dinastía Médicis buscaba apuntalar
la relevancia del linaje ducal dentro del conjunto de territorios italianos y se
completó más tarde con el intento para lograr la aquiescencia de la Santa Sede
en la concesión del título real318. Cosme I logró la concesión del título de Gran
Duque por parte del Papa; no obstante, el todavía duque, temeroso de la
reacción adversa del emperador, remitió la ratificación del título a
Maximiliano II,
quien a su vez pidió el consenso de sus hermanos los
archiduques, y del Rey Católico, Felipe II. La confirmación se retrasó hasta
1569, entre otras cosas por la muerte del Pontífice, Pío V, y los consiguientes
trámites para la elección de un nuevo Santo Padre. Al morir Cosme, su
sucesor, el Duque Francisco I, tuvo que pasar de nuevo por este proceso y es
en ese contexto donde se produjo el intercambio epistolar entre las hijas de
aquel y las dos infantas españolas. El proceso fue extremadamente complicado
ya que se imbricó dentro de las relaciones políticas entre las dos ramas de la
dinastía Habsburgo; de nuevo, Maximiliano II no quiso adoptar una decisión
sin la aquiescencia de Felipe II y por lo que podemos extraer de la
correspondencia diplomática el camino seguido fue en extremo complicado y
lleno de obstáculos319. Como en otras ocasiones, la emperatriz María va a dejar
constancia de su preocupación por la falta de consenso entre su marido y su
hermano con la consiguiente ralentización del negocio, un aspecto que
herederos para siempre jamás fecha en el Pardo a diez y siete de octubre 1576 Yo el Rey”, AGS,
Cámara de Castilla, libro 360, f. 160v
318
Los intentos de conseguir el título de Rey de la Toscana también tuvieron un importante impacto en
la diplomacia de la Monarquía Hispánica ya que el Duque de Saboya, yerno del Rey Católico por su
matrimonio con la Infanta Catalina Micaela, va a tratar por todos los medios de frenar los intentos de los
florentinos. Felipe II va a encomendar a su embajador en Roma que se encargue de este asunto en
diversas ocasiones.
319
“ Muy Ille Gran Duque de Toscana, nro muy caro primo, Roberto Ridolfi me dio vra carta de xxi de
hebrero y me habló en conformidad della, dándome las graçias de vra parte de los offiçios ue yo he
hecho con el emperador mi hermano, para que se acabase de resoluer el negoçio del título a satsifaçión
vra y çierto que yo lo he deseado mucho y para ello he hecho todos los offiçios que me han paresçido
convenir como lo tenía offreçido al Duque vro padre, y assí he holgado mucho ahora de que el
emperador se haya resuelto tan a vra satisfaçión y yo huuiera hecho lo mismo antes si no fuera por
esperar su resoluçión por ser a quien principalmente tocaua este negoçio y tener yo tanta obligaçión
como se sabe a este respecto y consideraçión…” Felipe II al Gran Duque de la Toscana, San Lorenzo, 1
de julio de 1576, ASF, F. 5017, f. 665
155
también va a preocupar a la Santa Sede320. El Duque de Florencia va a manejar
sus relaciones con la Monarquía Hispánica de tal manera que sus pretensiones
no se vieran dañadas. Así, si nos fijamos en el devenir político de la Península
Itálica en esos años y la actitud adoptada por Francisco I ante determinados
problemas comprendemos que el objetivo a seguir era mantener unas
relaciones cordiales con Felipe II; así se interpreta la actitud del ducado ante
los problemas surgidos en la República de Génova321. Sin embargo, la
estrategia medicea no sólo se remitió al campo político- diplomático sino que
usó de otros resortes como el intercambio de regalos artísticos que satisficieran
los deseos de coleccionista y mecenas de Felipe II. Este aspecto particular de la
relación entre los Medicis y el Rey Católico ha llamado la lógica atención de los
historiadores del arte, y así podemos citar los trabajos que, al respecto, ha
realizado Rosemarie Mulcahy. Pero, también los modernistas han puesto su
atención en estas particulares relaciones. En este concreto clima político el
Duque de Florencia va a tratar de forzar la voluntad de Felipe II a través de la
mencionada escultura de Cellini que motivó una embajada especial a Madrid
por parte de Filippo Lensi. Con todo lo interesante que resulte esa estrategia el
elemento que queremos destacar es la presencia de las infantas y su clara
instrumentalización política. Había factores que ayudaban en esta particular
situación: por un lado, los lazos familiares existentes, ya que las princesas
toscanas eran hijas de la archiduquesa Juana de Austria, hija del emperador
320
“.... el Papa que es oy no sólo tenía el mismo desseo que su predecesor Pío Quinto de ver el fin deste
negeocio por la quietud universal de la Christiandad más aún mayor, porque agora descubrirá él más de
cerca el bien y el mal que podía nascer dela aceçelerada conclusión, y de la dilaçión desseando cerrar
con el ayuda y auctoridad de su Magestad, una de aquellas puertas por las quales podía entrar tumulto en
Italia, y que por tanto rogava a Su Magestad como tan Cathólica que de presente admitiesse el título y
no dilatasse el mostrarse conforme a la auctoridad de aquella Santa Sede, y que se interpusiese de
manera que el emperador hiciese lo mismo y se aquietasse....” “Lo que propuso Alexandre Casal sobre
el negocio de Florencia” AGS Estado, leg 1449, fol 114
321
En 1575 la República de Génova vivió un conflicto civil que enfrentó a la Vieja Nobleza con la
Nueva Nobleza. Los temores en la Península itálica se centraron en una posible intervención de Felipe II
para controlar un territorio que se había convertido en esencial para entender el poderío hispánico en el
norte de Italia, sin contar el papel de los banqueros genoveses para el buen devenir de los asuntos de la
Monarquía. La suspensión de pagos en 1576 tuvo unos efectos notables en el devenir político de la
República que continuó su alianza con la Monarquía. Para más detalles véase PACINI, A. “Grandes
estrategias y pequeñas intrigas: Génova y la Monarquía Católica de Carlos V a Felipe II” en Hispania,
LXV/1 nº 219, (2005), pp. 21- 44 y KIRK, T., “The apogee of the Hispano- Genoese bond, 1576- 1627”
en Hispania, LXV/1 nº 219, (2005), pp. 45- 66
156
Fernando I y Ana Jagellón322; por otro lado, esos usos y costumbres de la
sociabilidad principesca a los que estamos aludiendo. Es evidente que el gesto
de relevancia en todo este proceso era el regalo a Felipe II, pero el pequeño
obsequio de Eleanora y Anna completaba la estrategia. Podemos hablar de
instrumentalización política de estas niñas porque hay una intencionalidad
detrás de todo este proceso, pero a la vez, todas ellas estaban siendo educadas
en unas formas de sociabilidad en las que más tarde o más temprano deberían
de moverse y actuar. En este punto hay que poner en relación estas primeras
muestras epistolares con aquellas que llegarán una vez que Isabel Clara deje la
infancia y empiece a adquirir una relevancia especial en el mundo cortesano.
Un vistazo a las fuentes documentales nos permite apreciar ese estatus que se
va reflejando en el recibo de una correspondencia formal con la que algunos
príncipes europeos van a agasajar a la Infanta y al Príncipe heredero.
Normalmente son breves epístolas donde se da cuenta de asuntos de índole
familiar- nacimientos, matrimonios o muertes- que tienen como objetivo
último cuidar los lazos con aquellos que, en un momento dado, van a poder
intervenir en beneficio de sus intereses. En este sentido, volviendo a las cartas
de 1576, las Infantas y princesas florentinas adoptan unos roles determinados
por su linaje y posición dentro de la sociedad principesca: el regalo de las
flores de seda es un gesto de buena voluntad que puede traducirse en un
beneficio inmediato- el disfrute de los privilegios anejos al título de Gran
Duque- y futuro. En este último caso, la potencialidad de las infantas juega a
su favor ya que les “ obliga” a adoptar una función de patronazgo; las
princesas florentinas, por el contrario, aprendían a explotar unos lazos que
podían serles de utilidad en el futuro.
La Corte más allá de los muros del Alcázar.
La vida de las Infantas no se limitó al ámbito palaciego, sino que estuvo
marcada por las salidas a otros espacios, bien dentro de la propia villa de
Madrid, bien en otros sitios reales como Aranjuez y, a ello hay que sumar las
322
Sobre Juana de Austria resulta de interés la lectura de FUBINI LEUZZI, M., “Un’ Asburgo a Firenze
fra etichetta e impegno político: Giovanna d’Austria” en SPINELLI, R. y CALVI, G., Le donne Medici nel
sistema europeo delle Corti: XVI- XVII secolo, Florencia 2008, pp. 233-256
157
Jornadas a las que ya hemos hecho referencia. Contando con más información
del periodo en que Ana de Austria fue consorte, vamos a centrarnos en las
noticias que nos ofrece ese particular periodo.
Uno de los acontecimientos más repetidos en los billetes del Marqués de
Ladrada fue la visita a las diversas fundaciones conventuales de Madrid323.
Esta costumbre no fue privativa de Ana de Austria sino que podemos
establecer paralelismos con lo ocurrido en tiempos de Isabel de Valois. De
hecho contamos con una misiva de la reina al entonces embajador en Roma,
don Luis de Requesens, para que el Papa le concediese el oportuno permiso
para entrar en fundaciones conventuales de las órdenes de San Francisco y
Santa Clara con el objetivo de “ yr a oyr missa y los offiçios diuinos y visitar los
tales monesterios y monjas, como diz que lo han tenido las Reynas pasadas” .
Además la Reina pedía que ese permiso se extendiese al “ Serenísimo Príncipe
Don Carlos nro muy caro y muy amado hijo y el Illmo Don Joan de Austria mi
muy caro y muy amado hermano, y algunos grandes que fueren en mi
acompañamiento e yo quisiere que entren conmigo, y mi mayordomo mayor
oy mayordomos y cauallerizo mayos, y dos o tres pajes míos y dos de la
goarda” 324. La presencia de la princesa doña Juana como fundadora del
convento de las Descalzas Reales va a ser fundamental. Esta fundación real va
a contar con un protagonismo esencial en la Corte, pero no va a ser el único
espacio que se vea favorecido con las visitas de la Reina. Así, fueron frecuentes
las tardes en que Ana de Austria acudió al convento de la Concepción
Francisca, donde entraron algunas de sus damas como monjas, o a la
fundación de doña Leonor de Mascarenhas325. Debió de generarse una cierta
323
Sobre la importancia de los conventos madrileños como centros culturales véase LÓPEZ- VIDRIERO,
M. L., “Nobles veladas: libro y lectura en los monasterios reales madrileños” en LUCÍA MEGÍAS, J. M.
(ed.), Imprenta, libros y lectura en la España del Quijote, Madrid 2006, pp. 447- 479
324
Isabel de Valois a Don Luis de Requesens, Madrid 10 de septiembre de 1563, AZ Altamira, 93, nº 3
325
Sobre la fundación de Leonor Mascarenhas véase SORIANO TRIGUERO, C., “Fundación y dote del
convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Madrid. Peculiaridades de un modelo diferente de
patronato regio” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 17 (1996), pp. 41- 56. Asimismo, para conocer
la evolución de algunas de estas fundaciones conventuales SORIANO TRIGUERO, C. “La propiedad
inmobiliaria de los conventos femeninos madrileños en el siglo XVIII” en Cuadernos de Historia
Moderna, nº 24 (2000), pp. 11- 31
158
“ competencia” entre los distintos cenobios, a tenor de las palabras del
Mayordomo:
“ …Fue esta tarde [la Reina] al monesterio de Santa Clara porque estas
monjas tienen tanta envidia como la otra jente, y aún creo que más, y yo
ya he dicho a la Reyna nuestra señora que cuántos monesterios de
monjas ay en este lugar an de pretender y procurar que su magestad
baya ella por aberse començado y que para esto serýa bueno esperar a
que refresque un poco más” 326.
Desde luego, la reina gustaba mucho de estas salidas aunque es de pensar que
para el Mayordomo Mayor supondrían una carga de trabajo adicional ya que
había que organizar al personal para las salidas. Ana de Austria solía ir allí a
oír los oficios religiosos y a pasar la tarde, compartiendo en muchos casos
refrigerios con las religiosas. Asimismo, también honró con su presencia la
fundación de los Jerónimos, cuya conexión con la Corona fue muy fuerte
desde la instalación de la Corte en Madrid 327. En estas ocasiones la reina solía
estar acompañada de la princesa y, en ocasiones, de las Infantas que van a
interiorizar esta clase de comportamientos. Para Isabel Clara y Catalina
Micaela las fundaciones conventuales pero, especialmente las Descalzas, van a
tener una gran importancia. La fundación conventual de la Princesa de
Portugal va a ser uno de los escenarios fundamentales en su vida en la Corte.
Allí van a vivir en ocasiones puntuales, coincidentes, habitualmente, con las
ausencias del Rey. Así, con motivo de la Jornada a Andalucía en 1570 y las
obras en el Alcázar las Descalzas van a ser el lugar de residencia de ambas
niñas. Esa misma situación se va a repetir en 1580 cuando, tras la muerte de
Ana de Austria en Badajoz, las Infantas y el Príncipe don Diego regresen a
Madrid mientras Felipe II continuaba en Portugal. Esa presencia de las
Descalzas en la vida de las Infantas se reforzó con motivo de la llegada de
María de Austria a la Península para su retiro de viudedad y la subsiguiente
326
El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 16 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, F. 265
“La yda a Sant Gerónimo se hizo ayer muy bien como V Md lo mandó; comió la Reyna nuestra
señora en el aposento de V Md, en las pieças vajas que estauan muy frescas y después de comer se subió
a lo alto, a la cámara del alcoba que abiertas la puerta y ventanas del oratorio auía muy fresco ayre…” El
Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de julio de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 234
327
159
entrada en religión de la archiduquesa Margarita de Austria. La relevancia de
la fundación conventual se va a ir intensificando a lo largo de los años y se
mantuvo durante el reinado de Felipe III como ya se ha puesto de manifiesto
en otros trabajos328.
Estas visitas y la conexión con los diferentes espacios conventuales hay que
ponerlo en relación con las prácticas devocionales de las Infantas y la
concesión de mercedes en forma de regalos a esos espacios religiosos y que
hemos visto en otro apartado.
Junto a estas salidas más cotidianas habría que añadir las pequeñas jornadas
que se hacían a los palacios cercanos a Madrid. La cronología espacial de la
Corte ha señalado al Alcázar, El Escorial, el Pardo, Aranjuez y el Bosque de
Segovia como escenarios principales. Asimismo, podríamos añadir la Casa de
Campo como otro de los espacios privilegiados por la Familia Real. Estas
salidas están en consonancia con el gusto de Felipe II por la naturaleza, notable
en el caso de Aranjuez cuyos jardines fueron pensados y diseñados bajo el
atento seguimiento del Rey. La reina Ana gustó mucho de estas salidas que
realizaba acompañada, al igual que en el caso de los conventos, por la princesa
doña Juana, las Infantas y también por sus hermanos, los archiduques. Ya
hemos referido algunos testimonios sobre las Jornadas a Aranjuez y que nos
permite ver cómo eran ocasión para que la Casa de la Reina disfrutasen de una
vida más relajada y quizá menos reglada que en el Alcázar. En el marco de
estas salidas se hacían partidas de caza, farsas y otros entretenimientos
cortesanos que otorgan a la Corte de Felipe II un tono distinto al que
habitualmente se le ha dado en estudios tradicionales. Contamos, por ejemplo,
con las vívidas descripciones de uno de los médicos de Cámara, el doctor
Bernaldo, quien comunicó al cardenal Espinosa cómo transcurrió el viaje al
328
Citar de nuevo el trabajo de SÁNCHEZ, M., op cit.; pero también PORTÚS J., “Las Descalzas Reales en
la cultura festiva del Barroco” Reales Sitios, nº 138, (1998), pp. 3- 12; además existen diversas
propuestas que se han centrado en las relaciones familiares de los Habsburgo con las Descalzas como
escenario esencial: VILACOBA RAMOS, K. M. “Cartas familiares de una reina: relaciones epistolares de
María Teresa de Francia y las Descalzas Reales” en DEL VAL GONZÁLEZ DE LA PEÑA, M., Mujer y
cultura escrita: del mito al siglo XXI, Madrid 2005, pp. 199- 212
160
Real Sitio en mayo de 1571. Empezaba alabando las cualidades salutíferas del
mismo:
“ El Rei nuestro señor está mui bueno y gordo y de buena color; la Reina
nuestra señora se huelga mucho en estos jardines y cierto, ellos están
admirables y para dar gracias a Dios que diese industria a los hombres
para saber hazer una cosa tan hermosa adonde los oydos con el canto
de las aves, los ojos con la gracia y orden de tantas y tan diuersas yeruas
y plantas, las narices con tantos olores y el gusto, si no fuere el corporal,
aunque no le faltan fresas, y otras cosas a lo menos el espíritu se recrean
y alaban a su criador” 329
En otra de las misivas iba desgranando las principales actividades que
ocupaban a la Familia Real y que conseguían sacar el máximo provecho a los
encantos ofrecidos por Aranjuez. Así a las habituales partidas de caza- “ la
Reina nuestra señora ayer tiró a un gamo, que herró el tiro, y los príncipes [de
Bohemia] otro gamo y veintinueve conejos” - la navegación por los estanques:
“ Ayer fue la Reyna al estanque que su magestad a mandado hazer
camino de Ocaña, que es grande y hermoso, con muchas pencas y
carpas y bruxetes y pocos baruos, porque es de agua salada. Andauan
las damas en un bergantín con mucha música de menestriles…” 330
Junto a estas jornadas menores y habituales en el curso anual hay que añadir
aquellas otras que se hacían de manera coyuntural con motivo de
acontecimientos puntuales como era la convocatoria de Cortes en la Corona de
Aragón y la Jornada de Portugal. En estas jornadas además de las consabidas
gestiones por parte del personal de la Casa debemos ver un modo de
aprendizaje político de gran utilidad para los infantes reales. En el caso de la
jornada portuguesa el rey asistió junto a las Infantas y la reina a la revista de
los soldados que iban a participar en la misma:
“ Madrugó su Md y fue al primer alojamiº y en llegando con la Reyna
nuestra sª y infantas entraron escaramuçando 200 lanças de la costa de
Granada, tras ellos los arcabuzeros de a cauallo, luego tres compañías
329
330
El doctor Bernaldo al Cardenal Espinosa, Aranjuez 8 de mayo de 1571, BL Add Mss/ 28336, f. 40
El doctor Bernaldo al Cardenal Espinosa, Aranjuez 13 de mayo de 1571, BL Add Mss/ 28336, f. 44
161
de cauallos ligeros y después onze de armas, escogida cauallería toda y
de numº de 1800 a dos mil, quando ayan llegado unos pocos
arcabuzeros que faltan. Vino luego el terçio de Lombardía y las compª
de Sicilia juntamente con Pedro de Sotomayor, a estos siguió el de
Nápoles con don Pº Gonçález de Mendoça, dos tercios de bisoños con
don Luys Enrríquez y Pº de Ayala, don Françés de Álaua con el artillª y
muchos carros de munición, quatro compañías de tudescos y tras ellos
don Gabriel Niño con otro terçio de bisoños…” 331.
La presencia de las Infantas en un acto de estas características es significativo;
evidentemente la revista de las tropas podía tener un sentido mayor en el caso
del Príncipe heredero pero es cierto que las Infantas, una vez que asumieron
los papeles como Duquesa de Saboya y soberana de los Países Bajos, van a
tener que estar involucradas en estos asuntos. Tanto Catalina como Isabel
asumieron una “ lugartenencia” mientras sus maridos estaban en el frente, y el
hecho de no ir al mismo de manera habitual no implicaba que no conociesen el
aspecto económico y administrativo del mismo ya que, precisamente, ese va a
ser uno de los papeles que van a cumplir332.
Las Jornadas que tuvieron lugar a partir de 1585 van a estar protagonizadas
por Felipe II, su heredero y la Infanta Isabel. Una vez que se produjo el enlace
entre Catalina Micaela y el Duque de Saboya, el monarca se va a dirigir a
Monzón para la celebración de las Cortes. El propio soberano se va a convertir
en un buen descriptor de aquellos momentos ante su hija menor; si bien es
cierto que habitualmente dejaba a Isabel Clara la tarea de informar a Catalina
sobre los asuntos más “ mundanos” y referentes al universo palaciego y a la
vida familiar, en los primeros momentos el Rey va a ser más rico en su
331
Mateo Vázquez (?) al Cardenal Granvela, 14 de Junio de 1580, BL Add Mss/ 28702, f. 18
En el caso de Isabel Clara se habla de cómo “combattoit par les armes de ses larmes” cuando el
Archiduque llevaba sobre sus hombros el peso del mando militar; asimismo, siempre se ha hablado de
cómo la oración era el medio a través del cual la Infanta combatía la herejía en sus estados. Pero la
presencia física en el campo de batalla la encontramos durante la campaña que llevó a la caída de Breda
en manos de Spínola: “Durant ce siege là cette gouvernante des Pays Bas surveilloit à tout avec sa
prudence” en DE COSTE, H., Les eloges et vies des reynes, des princesses et des dames illustres en piété,
en courage et en doctrine qui ont fleury de nostre temps et du temps de nos Peres, París 1647, pp. 675 y
680
332
162
escritura ofreciéndonos un vívido paisaje sobre cómo vivieron Isabel Clara y el
príncipe la reunión de Cortes.
“ …desde que entramos aquí no hemos salido fuera sino otro día
después que llegamos que fui yo a la proposición de las cortes a la
iglesia donde se hacen y vuestros hermanos fueron a acechar por una
capilla, como os debe de haber escrito vuestra hermana…” 333.
Ese, llamémosle espionaje, perpetrado por los hijos de Felipe II además de
convertirse en una anécdota que el rey podía relatar a la flamante Duquesa de
Saboya era, para un príncipe de 7 años, la oportunidad de acercarse a una serie
de actos que formarían parte de su vida en un tiempo próximo. Esos
acontecimientos van a ser vividos junto a su hermana mayor con quien va a
compartir algunos de esos momentos de “ iniciación” en las labores del
Príncipe. Al igual que las Infantas habían empezado desde muy niñas a estar
presentes en audiencias con embajadores extranjeros, la situación se va a
repetir en esta ocasión con la Infanta y el Príncipe.
En 1592 la Jornada a Tarazona les llevó a Valladolid donde el Príncipe Felipe
pudo presenciar festejos que celebraban al monarca y a su heredero y un
recibimiento en las Escuelas donde los estudiantes recitaron diversas oraciones
laudatorias
a las disciplinas que allí se impartían334. En este caso el
aprendizaje del Príncipe se centraba en cuestiones de índole intelectual, al
tener la Universidad como escenario principal, aunque no faltaron las
333
Felipe II a la Infanta Catalina, Monzón 23 de agosto de 1585, carta XLV en Bouza Álvarez, F., op
cit., p. 125
334
Por ejemplo, en esta relación sobre la Jornada se hace referencia al recibimiento de los estudiantes:
“El jueues diez días después de la máscara, que fue a los 9 de Jullio, fue Su Magd con sus Altezas a
Escuelas donde pasó muy buena tarde. Las paredes estauan llenas de figuras y quadros de diferentes
historias, enigmas y poesías aplicadas todas a su buena venida.
En llegando Su Magd y Altezas a la puerta de Escuelas salió la Universidad a reçiuirlos y los doctores
de dos en dos con sus borlas y capirotes llegando hasta el coche y allí pararon a oyr dos muchachos
vestidos de nimphas muy bien adornados que el uno representaua las escuelas y el otro las letras.
Estauan sobre dos púlpitos y el primero comenzó a orar en griego, hebreo, latín y castellano con gran
desenvoltura y graçia y breuedad en su raçonamiento, y a la postre dio a entender quienes eran cinco
reyes que estauan a los dos lados de la/ puerta y en lo más alto de grandes estaturas y las merçedes que
hiçieron a las escuelas y las que esperauan reçiuir de Su Magd.” Entrada que hiço en Valladolid el Rey
nuestro señor don Phelipe Segundo a los veinte y siete de junio de 1592, BL Add Mss/ 10236, f. 86.
Sobre este contacto entre los príncipes herederos y el mundo universitario, véase el análisis de la
lección, que no llegó a impartir, el Maestro Matamoros al Príncipe Don Carlos en la Universidad de
Alcalá en 1562 en BOUZA ÁLVAREZ F., “Una lección de historia para el príncipe don Carlos” en BOUZA
ÁLVAREZ F., Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II, Madrid
1998, pp. 186- 196
163
diversiones mundanas ofrecidas por la ciudad y disfrutadas por aquellos
cortesanos que acompañaban la comitiva regia.
El ejercicio del patronazgo: Isabel Clara entre sus damas
En una repetición de patrones lógica, las Infantas van a convertirse en un
medio fundamental para la consecución de mercedes por parte de sus criados.
En ocasiones, podemos observar un interés muy concreto de aquellas por
premiar los servicios de algún servidor en concreto, pero en otros casos, la
conexión con las Infantas, en algún momento de su trayectoria vital era un
recurso que dichos criados no pasaron desapercibido. En este sentido, resulta
muy interesante el caso de la hermana de leche de Isabel Clara Eugenia. La
Cámara de Castilla recibía miles de memoriales de personajes diversos:
servidores de la Corona de alto o banjo rango presentaban su dedicación a la
Casa Real como prenda para lograr compensaciones de todo tipo, y las amas
de cría de los miembros de la realeza, como ya hemos visto, eran bastante
afectas a este tipo de peticiones. El 9 de octubre de 1583 se revisaba en la
Cámara el memorial de doña Petronila de Anaya, hija del ama de Isabel Clara,
Beatriz de Mendoza y, por tanto, hermana de leche de la Infanta. Al quedarse
huérfana y con varios hermanos pequeños a su cargo pidió al Rey que se
traspasase la merced de 30000 maravedíes de por vida que se le había
concedido a su madre. Se le concedieron 12000 en consideración a esos
servicios pasados del ama y a la situación extrema que narraba la hermana de
leche335. Este caso puntual nos permite comprender el influjo que la Infanta
podía tener en aquellos servidores cercanos a su círculo, aunque no hubiese
una mediación expresa por su parte.
Pero, tal y como señalábamos arriba, sí que hubo momentos en los que la
Infanta expresó su deseo por beneficiar a alguno de sus criados o personas
cercanas a éstos. Así ante la muerte de uno de los mozos del oficio de
335
Consulta de Gracia, Madrid 9 de octubre de 1583, AHN Consejos, leg. 4409, nº 173. A la muerte de
Petronila Anaya, su hermana, doña Juana de Anaya y Mendoza pidió la prorrogación de la merced de
los 12000 maravedíes en su persona, merced que le fue concedida. Consulta de Gracia, Madrid 23 de
marzo de 1585, AHN, Consejos, leg. 4410, nº 67
164
guardajoyas, Isabel Clara medió para que éste recayese en uno de sus hijos,
con lo que se contribuía a paliar la necesidad en que quedaban viuda e hijos336.
Esta labor, que había venido observando como práctica habitual de la consorte,
la va a ejercer la Infanta como figura femenina principal de la Corte desde
1580, bien en solitario, bien en connivencia con sus hermanos, como puede ser
el caso del Príncipe don Felipe. Estos hechos demuestran que para los
servidores reales las Infantas tenían una capacidad de influencia que podía
resultar beneficiosa y así no es de extrañar, tal y como señalaba el mayordomo
mayor, que algunos de ellos como los del oficio del guardajoyas “ importunan
a sus Alªs porque se les mande dar un vestido a cada uno” con motivo de la
jornada a Zaragoza para celebrar los esponsales de Catalina Micaela “ alegando
que se hizo ansý la Jornada de Bayona” . Es cierto que ellas no tenían una
capacidad decisoria por eso las Infantas “ han mandado que lo consulte a V
Md” 337. Por su parte, las Infantas, y en concreto Isabel Clara, asumieron esa
función como cabeza de su entorno más próximo y, de nuevo, los testimonios
dejados por el Mayordomo Mayor (don Juan de Zúñiga) son elocuentes al
respecto. Así, la misma involucración que se esperó en Ana de Austria con
respecto a sus damas, se va a esperar de Isabel Clara:
“ Las llaues de la casa de Guadalajara daré yo de mi mano a la
guardamayor, y suplicaré a la señora Infanta doña Isabel mande a las
damas que la obedezcan…” 338.
Sin lugar a dudas una de las damas sobre las que hay que detenerse al elaborar
un estudio sobre Isabel Clara Eugenia es Jehanne de La Celle Melle de
Chassincourt o, como aparece en la documentación española, doña Juana de
336
“En Çaragoça murió otro moço de oficio del guardajoyas que auía seruido muchos años, y dexa
mujer e hijos en estrema necesidad; desea mucho la sª Infanta doña Isabel que el oficio de provea en uno
de sus hijos poniendo la madre quién le sirua durante la menor hedad, la obra es muy pía, demás de
deseallo su Alteza” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 13 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, 40. En
consulta posterior del mayordomo volvemos a ver esa intermediación de la Infanta a favor de la familia
de este mozo que respondía al nombre de Ochoa “La sª Ynfanta se ha condolido mucho de la pobreza
con que Ochoa, moço de ofiçio de guardajoyas, dexó a su mujer e hijos, y así ha hecho instancia con V
Md porque se diese el ofiçio a uno de los hijos, poniendo persona que le sirua durante la menor
hedad…” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 27 de Julio 1585, AZ, Altamira, 85, 43.
337
Don Juan de Zúñiga a Felipe II, s. f. (finales de 1584- principios de 1585), AZ, Altamira 85, 50
338
Don Juan de Zúñiga a Felipe II, s. f. AZ, Altamira 85, 61
165
Jacincurt. Esta dama acompañó a Isabel de Valois desde Francia en 1559,
permaneció en el servicio de las Infantas a la muerte de su señora y fue una de
las pocas damas francesas en el servicio de Ana de Austria culminando su
carrera cortesana como Camarera Mayor de la Infanta Isabel, cargo que la llevó
hasta los Países Bajos donde murió. Su presencia en Palacio suponía una línea
continuista que no podemos pasar desapercibida ya que se va a convertir en
un vínculo esencial entre las Infantas y su herencia francesa. Además, esa
relevancia se confirma por el estatus de que va a gozar en el círculo más
próximo a aquellas merced a los privilegios de que Isabel y Catalina la van a
hacer objeto. Por el momento no contamos con excesivos datos biográficos que
nos permitan trazar una relación de su trayectoria vital. La propia Isabel es la
que nos ofrece algunas pistas en las cartas que escribió a la Corte de Madrid
cuando asumió la soberanía en los Países Bajos.
Ya desde un primer momento, Jacincurt se va a convertir en una de las mejores
vías de acceso a las Infantas, tal y como podemos ver en los despachos
diplomáticos de Fourquevaux. La cercanía de la dama a las niñas permitía al
embajador conocer detalles sobre ellas en un momento en que el acceso a la
cámara va a ser más complicado por la muerte de la reina, de ahí que
ponderase muy positivamente las cualidades de la dicha dama339. No escapaba
a Fourquevaux que Jacincurt era una garantía de afrancesamiento de las
Infantas en un momento de cambio inaugurado con la llegada de la cuarta
consorte de Felipe II. Podríamos pensar en una cierta exageración por parte del
enviado francés, pero lo cierto es que no se puede negar que la relevancia de
doña Juana se va a ir consolidando en años posteriores; así en 1571, ante una
de la enfermedades de doña María Chacón, va a ser ella quien ocupe
temporalmente el cargo de aya de las Infantas, elección que, muy
339
“Et vous certiffie, Madame, que ladite Chassincourt sert si bien et faict tellement son debvoir auprez
de Leurs Altezes que elles se gouvernement entierement par elle et l’ayment plus que à leur gouvernante
ne à toutes les autres, qui n’est pas sans y avoir de la peine, et y mectre de la servitude pour quatre…”
Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 9 de noviembre de 1570 en DDMF, vol II pp.
297- 299
166
posiblemente, estuvo motivada por la cercanía de la dama a Isabel y Catalina,
lo que reduciría el impacto sobre la rutina diaria de aquellas340. Las referencias
en estos años son abundantes, merced a la situación de cambio y transición en
el escenario palatino con la llegada de Ana de Austria, pero lo cierto es que la
relevancia de la dama no va a ser determinante únicamente en estos años, sino
que se va a extender en las décadas siguientes. Así Monsieur de Longlée,
último embajador del periodo que nos ocupa también hace frecuentes
referencias a Jacincurt que seguía siendo un elemento esencial para que el
diplomático tuviese un mayor conocimiento de la vida de las Infantas, más allá
de las audiencias habituales341. En diciembre de 1587 Isabel Clara recibió unos
relojes como regalo de parte de Catalina de Médicis- “ j’avois receu sa
despesche avec les trois horloges pour Madame l’Infante” - ; el embajador se
encargó de arreglar los desperfectos que habían sufrido las maquinas durante
el viaje y se los había entregado a la Infanta junto con las misivas de Catalina
de Médicis. Más tarde fue Jacincurt quien relató cómo habían sido apreciados
por la Infanta, el Rey y el Príncipe:
“ Depuis, madamoiselle de Chasincourt m’ a faict sçavoir que Son
Altesse et le Roy Catholique ont trouvé le present de Vre Majesté tres
beau, admirant la delicatesse des deux petites, et principallement de
celle qui sonne” 342
Jacincurt era una buen medio para que los embajadores franceses conociesen
de primera mano el devenir de las Infantas, algo esencial en su labor de
340
“Leur gobernante [doña María Chacón] a gardé le lict environ ung mois pour une fiebvre tierce qui
l’a laissée; la charge de mesdites Dames [Infantes] estoit demourée cependant à Mademoiselle de
Chasincourt, laquelle s’en est très bien acquitée et les sert tousjours bien soigneuzement” Monsieur de
Fourquevax a Catalina de Médicis, Madrid 8 de febrero de 1571, DDMF Vol. III, pp. 114- 115
341
En una de las audiencias con la Infanta ésta había agradecido al embajador la transmisión de noticias
sobre Catalina de Médicis “Madame l’Infante m’a dict particulierement qu’elle estimoit à tres grande
faveur que Vre Majesté luy feist sçavoir de sa bonne sancté, de laquelle elle rendoit graces à Dieu et le
prioit la luy continuer tous jours. Elle monstre avoir tres grand plaisir de sçavoir souvent des nouvelles
de Vre Majesté; ce que mademoiselle de Chassincourt m’a aussy confirmé…” Como vemos Jacincurt
era confirmadora de esta clase de noticias. Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 4 de
mayo de 1586, DDML, p. 257
342
Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 25 de diciembre de 1587, DDML, p. 340
167
informadores ante la reina viuda de Francia, aunque, eso sí, no son los únicos
que van a precisar de esta clase de servicios. Así, el envío de memoriales a la
Infanta va a pasar, en muchos casos por las manos de la dama tal y como nos
atestigua la Duquesa de Medina Sidonia en una carta a doña Juana Coello,
donde le informaba de que había gestionado con un servidor de palacio el
envío de un memorial a la Infanta por medio de Jacincurt343. La dama,
asimismo, se va a convertir en un medio ideal para conocer cómo estaba la
Infanta. Es el caso, por ejemplo, de Cristina de Lorena, Gran Duquesa de la
Toscana por su matrimonio con Fernando I, cuyos lazos familiares con la
Infanta Isabel la convierten en un caso interesante. Así Jacincurt le informaba:
“ …me disze su secretario le tendrá de que yo le dé nueuas de su alª de
la ynfanta está muy buena, Dios la guarde y se olgará mucho de oyr lo
mesmo de v alª” 344.
Aunque es evidente que la información que pudiera aportar la dama es muy
escasa, casi testimonial, sí es indicativo del peso de la dama en el entorno
inmediato de la Infanta, un que desde la Corte y fuera de ella eran conscientes
aquellos que querían saber más o acercaser a Isabel Clara345.
Quizá uno de los elementos más
elocuentes sobre el peso que Juana de
Jacincurt tenía en el círculo cortesano próximo a las Infantas es el recibo de
mercedes por parte de aquellas. Así, haciendo una lectura de las cuentas del
sastre, en el apartado dedicado, precisamente, a mercedes, Jacincurt es una de
las damas más beneficiadas y que aparece con una mayor frecuencia346.
343
“…yo señora mía, deseosa de que lo que acá se hiçiere aproueche, no me pareció borarlo (sic) con
dar yo el memorial de v m a su alª, por ser cosa defendida, otra que la camarera mayor u la señora
Jaçincur no dan a su alª papepeles y así traté con el grafiel (sic) de su magd, Espina, que la diese a la
señora Jaçincur” Ana de Mendoza, Duquesa de Medinasidonia a doña Juana Coello, San Lorenzo, 18
de octubre de 1589, AHN Consejos 50232, Exp. 129/2
344
Juana de Jacincurt a Cristina de Lorena, Madrid 17 de enero de 1594, ASF, F. 5977, f. 16
345
También podemos citar el caso de Diana de Francia, hija legitimada de Enrique II, quien presentaba a
Jacincurt como valedora ante la Infanta: “Le tesmoignage que Madame de Chassincourt vous peult
donner de l’honneur que la feu Royne d’Espagne vostre mère me faisoit de m’aymer, ma fait prendre la
hardiesse de m’offrir a vous rendre le tres humble service que ie vous doibtz…” Diana de Francia a la
Infanta Isabel, s. l, s. f., BL Add Mss/ 24024, f. 12
346
Las cuentas que se conservan en Palacio no están completas ya que faltan algunos años, pero por lo
que tenemos, vemos cómo prácticamente en todos los años consignados aparece Juana de Jacincurt.
Asíen 1583 la merced consistió en un manteo francés, en el año 1584 “una rropa de tiritaña negra” y una
168
Evidentemente hubo otras damas que también salieron beneficiadas en este
reparto de mercedes, como es el caso de doña Isabel Gonzaga, pero es
significativo que algunas aparezcan tanto y otras no lo hagan o se produzca de
manera marginal, por ejemplo, con ocasión de sus matrimonios o entradas en
religión347. Significativa es la referencia a esta merced de Isabel Clara a la
dama:
“ En xvii de diciembre 1586 años dos varas y media de terciopelo negro,
dos pelos, para guarnición y añadir una ropa de terciopelo que fue de
su alteza de la Infanta doña Cathelina que su alteza de la Infanta doña
Ysauel hizo merced a doña Joana de Jaçincur y esta rropa estaua
guarneçida con una guarnición bordada…” 348.
El hecho de entregar un vestido que había pertenecido a Catalina Micaela
puede verse como un gesto que destacaba a Jacincurt por encima de otras
servidoras de Palacio. La pieza, por haber pertenecido a la Infanta, tenía un
valor simbólico y sentimental, indudable, además de que el coste económico
de aquel hubiese sido alto.
Además de estas mercedes en ropa que tenían un alto valor económico, tanto
por las hechuras de los ropajes como por la riqueza de los materiales, Jacincurt
recibió otros priviligios notables que nos permiten seguir incidiendo en su
relevancia dentro de Palacio. La reina Isabel de Valois la había hecho
beneficiaria de un juro de por vida situado en las rentas de la lana, aunque, por
saya de terciopelo negra. En 1590 otra “ropa de terciopelo negro”, también hay otra merced en 1592,
concretamente “una rropa de tafetán aterciopelado”. En 1596 se le dio un verdugado de raso, dos ropas
de terciopelo negro (una el 15 de febrero y otra el 26 de octubre) y una ropa de tafetán. En 1597, una
ropa de tafetán negro y un monjil por el luto de Catalina Micaela, aunque en este último caso no fue
privativo de ella sino que todas las damas recibieron uno. AGP, Administrativa, leg. 5272, s. f
347
En una relación sobre cómo se servía la Casa de Felipe III cuando era príncipe se hace mención
específica a esta casuística: “Quando la Infanta mandaua que se hiçiese algún vestido para sí o para otra
persona a quien quería hazer merced, decíalo a la Camarera Mayor y el escriuano de Cámara hacía un
papel en que decía particularmente de la manera en que Su Alteça mandaua haçer el vestido y la
Camarera Mayor firmaua esta çédula y lléuanla al Mayordomo Maior y escripto al pie della una librança
mandando que aquello se cumpliese y firmáuala el Mayordomo Mayor y sin su firma no se sacaua
ninguna cossa de casa del mercader” BPUG CEF, vol. 37, ff. 34- 36
348
Quenta de las mercaderías que Bernardino de Valuerde a de auer y a dado por quenta de mercedes
echas por el Príncipe don Phelipe nuestro señor y por la señora Infanta doña Ysauel en el terzio postrero
deste año de mil y quinientos y ochenta y seis años, AGP, Administrativa, leg.5247, Exp. 2, s. f.
169
las dificultades en el cobro del mismo se le habían pasado a las rentas de los
puertos portugueses. En 1588 elevó un memorial a la Cámara de Castilla
pidiendo que se cambiase a otro tipo de renta que facilitase el pago; los
miembros del Consejos recomendaban la premura en ese cambio “ por lo
mucho y bien que la dicha doña Juana a seruido y sirue” 349.
La relevancia de Juana de Jacincurt no es solo apreciable en el caso de Isabel
Clara ya que Catalina Micaela va mantener el contacto con su antigua dama
desde la Corte de Turín. El Conde de la Mota una vez que inicie su misión
diplomática en Madrid va a tener audiencias con la Familia Real y con otras
personalidades relevantes en el ámbito áulico siendo una de ellas la dama de
origen francés350. Jacincurt era una buena fuente para conocer de primera
mano lo que la Infanta hacía en su día a día, y si bien es cierto que la propia
Catalina debía de conocerlo a través de la correspondencia con su hermana, la
inseguridad del correo hacía que estas embajadas tuviesen en la recopilación
de informaciones una de sus principales misiones351. La relevancia de Jacincurt
en este periodo también está relacionada con el protagonismo político de
Catalina Micaela como Duquesa de Saboya y la importancia que Isabel tenía en
la Corte de Madrid. El Conde de la Mota describe a la dama como una de las
349
Consultas de gracia de la Cámara de Castilla. “En la cámara se ha visto un memorial de Doña Juana
de Jaçincourt, en que dize que tiene 125U maravedíes de juro de por vida de que le hizo merced la reyna
doña Ysabel nuestra señora que aya gloria, situados en de derecho de las lanas, y que por no cauer en la
dicha renta, lo cobra con mucha costa y dificultad, y suplica a V Md que teniendo consideraçión a lo que
siruió lo sea de mandarlos mudar a otras rentas, donde quepan y sean bien pagadas, y contadores a quien
se ordenó informasen, dizen que la dicha doña Juana tiene las dichas 125u maravedíes de merecd de por
vida situados en la renta de los puertos de Portugal, y conforme a la orden, que V Md tiene mandada
dar, se le an de mudar a la del nueuo derecho de las lanas, en lugar de los juros de por vida, para que
como fueren vacando entren en su lugar, y que hasta agora no an vacado juris de que se le puedan pagar,
y que a Nuño Hernández de Esquibelm se le mudaron 150U: que tenía de juros situados en la dicha
renta de los puertos de Portugal a la de el derecho de la sal, que entra por ellos y anda en renta con las
demás salinas del reyno, y teniéndose consideración a lo mucho y bien que la dicha doña Juana a
seruido y sirue, y a que es estrangera, ha paresçido que siendolo V Md dello, deue mandar que este juro
se le mude a otras rentas donde lo pueda cobrar sin la dificultad con que agora lo cobra, en Madrid a 26
de hebrero de 1588” AHN, Consejos, legajo 441, nº 24
350
“Luego besé las manos a la Camarera Mayor, después de la qual embió Su Alteza [de la Infanta]
mesma la señora Jaçincurt, con la qual me dexó don Diego [de Córdoba] diziendo que nos
contentásemos entrambos. Yo estuue en el confissionario tres horas y pasó y repassó S A riéndose dos
vezes” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 5, s. f.
351
La propia Isabel Clara lamenta la inseguridad del correo en una de las cartas a su hermana “Con las
galeras os escrybý largo y aora olgara arto de podello [ha]ser en ésta, pero ya os he dicho que no oso
fýar nada de cartas que an de tomar en byendo que son nuestras” La Infanta Isabel a Catalina Micaela,
San Lorenzo 16 de septiembre de 1594, AST Lettere Principi Estranieri, Mazzo
170
personas más afectas a los intereses de los Duques de Saboya, además de ser la
vía habitual para que la Infanta Isabel recibiese memoriales para promocionar
los intereses no sólo de Catalina Micaela, sino también de las damas de
aquella352. No sorprende, por tanto, las recomendaciones que el Conde de la
Mota hacía a sus señores sobre la idoneidad de agasajar a doña Juana, ya que
de esa manera se allanaban los negocios para los Duques y el porvenir de sus
hijos. Catalina Micaela era bien consciente de esa situación y es muy posible
que mantuviera un contacto epistolar con la dama353. En la carta escrita con
motivo de su visita a la Corte de Madrid en 1591 Carlos Manuel I no olvida
comentar a su esposa la visita a las damas de la Infanta Isabel con una breve
descripción,
y,
por
supuesto,
Juana
de
Jacincurt
es
mencionada
expresamente354. Por su parte, la Duquesa de Saboya no se olvidó de esa
práctica de mercedes de la que había hecho beneficiaria a Jacincurt cuando
estaba en la Corte de Madrid y va a seguir ofreciendo algunas compensaciones
a la francesa. Así, por algunas referencias entendemos que se trató de
potenciar una carrera eclesiástica para uno de sus sobrinos, aunque hubo
algunas dificultades insoslayables.
“ ... del sobrino de Jazincurt que se fue en Saboya que os habló el
mayordomo yo le e querido a los teatynos,; él no quería. Yze el
limosnero ablase al retor (sic) y vuestro confesor y ellos tan poco le
quieren rezebir en ninguna manera y afrentándoles el limosnero les
respondieron en gran secreto que no era bien tenerle entre otros
muchachos sin querer dezir más; temo sea por algún mal bizio que
podéis pensar, no sé qué hazer del pues zierto por su týa tengo mucha
352
El Conde la Mota lo expresa de la siguiente manera “Entre tanto yo me aprobecho muy bien de la sª
Jaçincur la qual realmente es tal y tan afficionada en todo, que no desmerece que V A con quatro
renglones le agradezca lo que le escribo y será la carta más bien empleada del mundo” asimismo, le
recomendaba el envío de algún presente. El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de
1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f
353
Sí contamos con un billete hológrafo de la Duquesa al Conde de la Mota donde se especifica el envío
de un memorial que debía pasar únicamente por las manos de Jacincurt. “Este pliego dad a Jaçincurt en
su mano y si no podéis dárselo, envíaselo con persona que lo dé en sus manos propias sin que pase por
otra porque ynporta ansí” AST Lettere Ministri, Spagna Mazzo 7, s. f.
354
“…Chasincur qual suele (…) muy flaca y me pareze que (...) ayuda mucho doña Menzía de la Cerda”
El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591, AST, Lettere Duchi et Sovrani,
Mazzo 16, nº 1009
171
rabia. Dizen es ya grande que podría yr a la guerra, abísame que aré del
que todadía está en casa del mayordomo y nadie sabe la causa que allí
no le quieren pues ni lo an dicho que al limosnero, y ansy no es bien el
mayordomo lo entyenda ni nadie” 355
El nombramiento de Jacincurt como camarera mayor de la Infanta Isabel en
1598 puede ser considerado como el punto culminante de esta carrera
cortesana356. La consideración oficial en este puesto palatino la tuvo el 16 de
octubre de 1598 en pleno proceso de preparación de los esponsales y posterior
viaje de la Infanta a Bruselas, pero lo cierto es que había ejercido como tal
desde la muerte de doña Francisca de Rojas, Condesa de Paredes en 1596 y el
reconocimiento a esa labor se produjo mediante el pago de los gajes atrasados.
Más allá de la relevancia del puesto, esta dilatada carrera implica que Juana de
Jacincurt asistió a estos más de 32 años de vida de la Infanta en Madrid y, por
tanto, la consideración a su persona no es cosa baladí en un estudio de estas
características. Es cierto que no contamos todavía con suficientes datos para
darle una mayor entidad biográfica, pero sin duda es una de las
personalidades del entorno inmediato de la Infanta en que conviene fijarse.
Además de las damas, Isabel Clara va a establecer vínculos estrechos con otros
servidores de Palacio, mostrando una especial atención a todo aquello que les
concernía. En este sentido, los enanos y locos que acompañaban a la Familia
Real en Palacio van a gozar de una gran importancia y, sobre todo, van a ser
depositarios del afecto de los reyes e infantes. Hemos visto como algunas de
estas enanas llegaban a servir como damas e, incluso, entraban en religión. Su
importancia se ponía de manifiesto con su aparición en los retratos de Corte
donde compartían plano con las Infantas y otros miembros de la Familia Real.
La importancia que van a adquirir estos personajes en la Corte explica el por
355
Catalina Micaela al Duque de Saboya, Turín 25 de septiembre (s. a), AST Letter Duchi et Sovrani,
Mazzo 45, s. f.
356
Juana de Jacincurt aparece asentada en la planta de las Camareras Mayores de la Casa de la Reina,
AGP Personal, Caja 16584, exp. 2. El nombramiento firmado por Felipe III en AGP, Personal Caja
588/32
172
qué Isabel Clara se encargó, más tarde, de enviar enanos a su hermano desde
la Corte de Bruselas, tal y como podemos apreciar en esta carta:
“ No hay cosa den nuevo después que escribimos sino haber venido el
de Villamediana bueno, pero un poco viejo. Cierto, ha servido bien y
merece toda la merced que mi hermano le hace. Con la llegada de su
hijo se ha detenido un poco en partir pero pienso lo hará presto. Allá va
en su compañía la sabandija del enano que envío a mi hermano, que
espero olgará con él; y aunque cresca mucho, no pienso llegará a ser
gigante. Dos veces me le han querido hurtar franceses, pero espero que
no le llevarán” 357
Las misivas que el Rey envió a sus hijas durante la estancia en Portugal son
ricas en noticias de todo tipo, pero por ejemplo, podemos destacar aquellas
relativas a Magdalena Ruiz, con quien habían compartido momentos en la
Corte. Felipe II hace referencia a las cartas que la propia Magdalena enviaba a
las Infantas y que relatarían los acontecimientos que estaban teniendo lugar en
Portugal358. De hecho, Felipe II vigilaba que Magdalena escribiese- si bien es
cierto que en ocasiones disculpaba el hecho de que no lo hiciese- e informaba a
sus hijas en qué pliegos iban a encontrar una misiva de aquella. No obstante, el
monarca no dudaba en informarles sobre ella como, por ejemplo, en la misiva
enviada el 1 de mayo de 1581 donde se refería a la nostalgia de la Corte que
sentían ambos:
“ Mucha envidia tiene Magdalena a las fresas y yo a los ruiseñores,
aunque unos pocos se oyen algunas veces de una ventana mía” 359.
En el conjunto del epistolario podemos observar un buen número de cartas
que nos indican diversos aspectos sobre la personalidad de Magdalena y que
reflejan, asimismo, el cariño que sentía el monarca por la vieja loca. Así,
357
La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 30 de septiembre de 1605, Carta 305 en RODRÍGUEZ
VILLA, op cit., p. 438
358
“Otras cosas habría que decir de estos días, mas no hay tiempo para ello, y Magdalena y otros las
deben de escribir” Felipe II a las Infantas, Almada 26 de Junio de 1581, Carta IV en BOUZA ÁLVAREZ,
F., op cit, p. 46
359
Felipe II a las Infantas, Tomar 1 de mayo de 1581, Carta II en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., pp. 39- 40
173
aunque a veces ésta se enfadara con Felipe II, su quebrada salud era motivo de
preocupación para el monarca. Magdalena además de escribir a las Infantas
debía de pedir constantes noticias sobre las Infantas:
“ Magdalena lo hace muy bien es escribiros y está aquí ahora y dice que
os diga de su parte que quisiera más estar con vosotras que enviar
recado; y yo digo que, aunque se le levantan los pies cuando oye algún
son, se cansa ya tanto que no puede bailar. Y el otro día tuvo un
desmayo y quedó harto flaca” 360
Al igual que ocurriera con otros criados, los regalos y mercedes eran un
instrumento que ayudaban a mostrar ese aprecio o preferencia y, en este
sentido, Magdalena no era una excepción. Así, aunque Felipe II reconociera
que en Portugal no la había regalado lo suficiente361, sí que tenemos noticia de
otras mercedes pasadas que había recibido. Así en el año de 1566, en las
cuentas de Palacio quedaron consignadas diversas cantidades que habían
servido para el pago de las telas de diferentes prendas: un manteo, una
basquiña, un jubón y los forros de todos ellos362.
Además de con las servidoras más cercanas y con las que compartía rutina
diaria, la Infanta estableció vínculos con servidores masculinos de la Casa que
se vieron beneficiados por la conexión. La casa del Príncipe o la de la Reina
fueron espacios esenciales para los cortesanos ya que, aunque no se integraran
en la Casa del Rey les facilitaba el acceso a la persona real. En este sentido, la
Casa del Heredero tenía atractivos adicionales pues al construir una carrera
cortesana a la sombra del que más tarde o más temprano asumiría la Corona
hacía pensar en futuras compensaciones y mejoras en el cursus honorum.
Durante los últimos años del reinado de Felipe II se puede observar la
360
Felipe II a las Infantas, Lisboa 25 de Junio de 1582, Carta XXII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 87
“Magdalena anda muy alegre con mi hermana, aunque muy rota una ropa de tafetán que trae, pero yo
tengo la culpa, que no le he dado nada, aunque ella no ha dejado de acordármelo. Ha quedado para
Lisboa” Felipe II a las Infantas, Almeirin 7 de mayo de 1582, Carta XX, en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit.,
p. 83
362
AGP, Administrativa, leg. 5247, Exp. 1, s. f.
361
174
construcción de privanzas en torno al Príncipe, procceso que, en el caso del
marqués de Denia- futuro Duque de Lerma- acabó en un rotundo éxito. Estos
cortesanos, además de entablar una provechosa relación con el heredero de la
Corona lo van a hacer, asimismo, con la Infanta Isabel. Así lo podemos
constatar en los casos de Denia y de Velada, Mayordomo Mayor, pero también
con personajes como el Marqués de Poza cuya hija va a ser una de las damas
de Isabel Clara. Con todos ellos la Infanta va a mantener un vínculo que se
extiende más allá de su salida de la Corte de Madrid tal y como refleja la
correspondencia que mantuvieron y de la que tenemos abundantes muestras.
El conjunto epistolar más conocido es el que está conformado por las cartas
que la Infanta escribió al Duque de Lerma, privado de Felipe III. Estas misivas
constituyen una de las mejores fuentes para conocer la labor de gobierno de
Isabel Clara en la Corte de Bruselas y han sido usadas por todos aquellos
interesados en el periodo que se extiende entre 1599 y 1621. Junto a ella hay
que citar ese otro conjunto de cartas que constituye un contrapunto y
complemento a las anteriores y que fueron dirigidas al Marqués de Velada.
Además de mantener el contacto con el que había llevado sobre sus hombros
la gobernanza de la Casa en los últimos años en Madrid, ofrecía a Isabel Clara
la oportunidad de conocer más a fondo la dinámica política de la Corte desde
una perspectiva distinta a la del privado del Rey. Este hecho ofrecía, sin lugar
a dudas, una notable ventaja a la Infanta en su tarea de gobierno. Ambas
correspondencias mezclan los tintes políticos con otros de carácter personal y
sentimental. La Infanta estaba ávida de noticias sobre la vida de su hermano y
los progresos de sus sobrinos, además de aquellas concernientes a las vidas
familiares de estos antiguos servidores. No hay que olvidar que las hijas de
éstos habían integrado la servidumbre femenina de la Infanta como damas y al
igual que se ha visto en casos semejantes, Isabel quería saber sobre sus vidas
fuera de Palacio. En este sentido podemos ver, asimismo, la correspondencia
con los marqueses de Poza donde las preguntas sobre las hijas de aquellos
ocupan gran parte de las misivas.
175
Estos vínculos favorecían y beneficiaban a ambas partes. Por un lado la Infanta
lograba información sobre la Corte y, por otro, estos servidores se aseguraban
el patronazgo de aquella para la conducción de sus intereses personales. En
efecto, la Infanta va a recordar- tanto a su hermano como al Duque de Lermala necesidad de premiar adecuadamente la carrera cortesana del Marqués de
Velada y el hecho de que esa recompensa llegase puede verse como efecto de
esas presiones363.
363
En una carta a Lerma Isabel Clara le pedía que “…también acordéis a mi hermano lo que le sirve el
Marqués de Velada, para que se resuelva en hacelle merced, que [por] el cuidado con que sirve la tiene
bien merecida” La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Neoport 23 de abril de 1602, Carta 42 en
Rodríguez Villa, p. 338
176
UN MODELO PARALELO: LA CASA DE CATALINA MICAELA EN TURÍN
Contra todo pronóstico la Infanta Catalina contrajo matrimonio en 1585 antes
que su hermana mayor, la Infanta Isabel. La unión concertada con el Duque de
Saboya respondía a unos intereses geoestratégicos muy claros si bien es cierto
que, a la larga, causó más de un quebradero de cabeza por la insatisfacción que
se generó entre ambas partes. La rebaja considerable del estatus de Catalina
Micaela debía de compensarse de alguna manera; para el Duque de Saboya el
apoyo de Felipe II en la consecución de un título real o en que otros potentados
italianos no lo alcanzaran podía ser un buen camino. Sin embargo, la
constitución de la Casa de Catalina Micaela acorde a las etiquetas de la Casa de
Ana de Austria era un medio suficiente para conseguirlo. Este hecho ha sido
puesto de manifiesto por aquellos que se han acercado a la figura de la Infanta
aunque hay que destacar el estudio que, al respecto ha hecho María José del
Río 364.
La constitución de la futura Casa de la Infanta fue uno de los asuntos que
tuvieron que manejar los dos Mayordomos Mayores que ocuparon el cargo en
el periodo 1584- 1585: el Conde de Barajas y don Juan de Zúñiga. Había que
escoger a aquellas personas que iban a servir a la Infanta, una tarea
complicada por cuanto algunos de ellos rehusaron el viaje a Italia
considerando, quizá, que el honor recibido no era suficiente ya que iban a
servir a una Duquesa.
Ya en 1584 se empezaron a proponer nombres para conformar la Casa, un
proceso que transcurrió paralelo a la configuración de una servidumbre
femenina para Isabel Clara cuyo matrimonio, al no estar concretado, dilataba
su estancia en la Península365. Así, había que barajar nombres de Camareras
Mayores tanto para una como para otra. En el caso de Isabel Clara los nombres
que “ sonaban” en los círculos palatinos eran los siguientes: doña Ana de
Mendoza que en ese momento ocupaba el cargo de aya del Príncipe don
Felipe; la Condesa de Monterrey y la Marquesa de Montesclaros. Ninguna de
364
DEL RÍO BARREDO, M. J., op cit.
Apuntamientos [para la organización de la Casa del Príncipe e Infantas], San Lorenzo 1 de octubre de
1584, AZ, Altamira 85, 69
365
177
ellas llegó a ocupar finalmente el cargo sino que lo hizo doña Francisca de
Rojas, condesa de Paredes. En el caso de Catalina Micaela los dos nombres
sugeridos y que tampoco llegaron a concretarse fueron los de Isabel de Ulloa,
viuda de don Juan de Acuña, y doña Catalina de Córdoba viuda de don Juan
de Vargas. El oficio de dueña de honor debía ser desempeñado junto al de
guarda mayor de damas y los nombres sugeridos fueron doña Juana Osorio,
viuda de don Francisco Zapata (tío del Conde de Barajas) y doña Mariana de
Tasis hermana del Correo Mayor, cuya candidatura sí que se materializó. La
dueña de retrete debía servir, asimismo, como guardamenor y para el cargo se
pensó en una de las antiguas criadas de la Condesa de Paredes doña Inés
Manrique y que respondía al nombre de Sandoval. También se sugirió a doña
Luisa Mejía para este cargo, aunque se especificó que sólo iría “ haciéndole
mucha merced” . En este momento no se especificaron nombres de damas ya
que se consideraba necesario que el Mayordomo Mayor del Príncipe e Infantas
tanteara el terreno entre las mujeres:
“ Lo que toca a las damas tiene alguna dificultad para hazer nominaçión
dellas porque no se sabe quáles querrán ir. Pareçe que conuernía que V
Md diese licencia qu’el Conde de Barajas les hablase a todas para
entender la voluntad de cada una y así se procedería con mejor tino y
también para que ninguna se pueda quexar en otro tiempo y ocasión de
que no se les aduirtió dello por causas que se podrían ofrescer” 366
El 20 de marzo de 1585, se presentaba ante Felipe II la planta de lo que iba a ser
la Casa de la Infanta Catalina. Así, doña Sancha de Guzmán367 fue recibida
como Camarera Mayor, cargo que ocupó durante los años que vivió la Infanta
en la Corte de Turín y por el que percibía un salario de dos mil ducados. Como
dueñas de honor acompañaron a Catalina Micaela, doña Antonia de Mendoza
y doña Mariana de Tasis recibiendo cada una trescientos mil maravedíes. El
número de damas españolas ascendía a cinco- Doña Ana de Mendoza, Doña
Juana Manrique, doña Beatriz de Mendoza y doña Luisa Manrique- a las que
366
Íbidem
En los árboles de costado de Luis de Salazar y Castro figura como esposa de Luis Méndez
Portocarrero, p. 26
367
178
había que añadir las italianas que completaban este grupo de servidumbre.
Hay que señalar que algunas de ellas rehusaron, en un principio, el viaje a
Italia; concretamente es el caso de Doña Beatriz de Mendoza, cuya familia se
oponía a tal viaje. Así, don Juan de Zúñiga informaba a Felipe II como “ contra
la voluntad de su madre y sus tíos se ha dispuesto doña Beatriz de Mendoça a
yr a seruir a la sª infanta doña Catalina” , por lo que la joven dama precisaba de
la ayuda regia para iniciar la travesía368. Las informaciones aportadas por el
Mayordomo del Príncipe e Infantas no nos permiten discernir el por qué del
empeño de doña Beatriz por abandonar la Península para seguir a Catalina
Micaela, puesto que unos años más tarde sí mostraría interés en volver a ella
concertando un matrimonio.
Del resto de mujeres de la Cámara que completaban el servicio hay que
destacar a doña Luisa Mejía y Sandoval como dueña de retrete y como mozas
de cámara, Juana de Ribadeneira, doña Gabriela y las hijas de Luis Gutiérrez.
La elección de las personas para la Mayordomía y la Caballeriza fue,
asimismo, un proceso interesante. Para el cargo de Mayordomo Mayor Felipe
II eligió a su embajador- puesto ocupado a las alturas de 1585 por el Barón
Sfondrato- , con el propósito claro de mantener un cierto control sobre los
asuntos de la Infanta. No osbtante, el embajador del Duque- Palavecino- quiso
ocupar ese cargo y así se lo hizo saber a los servidores de Felipe II:
“ El embaxador Palavecino me pide parescer si podría pretender y pedir
de ser mayordomo mayor de la Serenísima Infanta alegando en su fauor
el exemplo del señor don Juan de Borja, el qual siendo embaxador en la
Corte Cesárea ha venido a ser mayordomo mayor de la emperatriz” 369.
Se eligieron, asimismo, diversos mayordomos para asistir en el cargo 370. Más
adelante hablaremos de uno de ellos, el Comendador Briceño cuya
correspondencia con Madrid es esencial para conocer cómo se desenvolvió el
368
Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 8 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, nº 38
El Barón Sfondrato a don Juan de Idiáquez, Turín 8 de agosto de 1583, BL Add Mss/ 14008, f. 177
370
Entre los nombres sugeridos para ocupar los cargos encontramos al Conde de Pliego, a don Pedro de
Ribera, a don Alonso Osorio, al señor de Bolaños a don Fadrique de Portocarrero y por supuesto,
también se sugirió al Comendador Briceño. Apuntamientos para la configuración de la Casa de Catalina
Micaela, AZ, Altamira 85, nº 69
369
179
gobierno de la Casa en los primeros momentos. Otro de los puntos esenciales
era la caballeriza; teniendo en cuenta el gasto que le iba a ocasionar a Felipe II
el pago de esta Casa, se trató de ahorrar lo más posible en esta partida, así la
recomendación que se le hizo al Rey consideraba que “ auría de escoger de los
vasallos y criados del Duque, y se podría mirar si sería posible escusarse todo
el gasto de la Caualleriza y oficiales della, siruiéndose Su Alteza de la
Caualleriza de su marido” 371. Palavecino, que había pedido el oficio de
Mayordomo, fue nombrado caballerizo mayor.
A su salida de la Península, Catalina Micaela contaba con una nutrida
servidumbre y el mayordomo mayor tenía en su poder unas etiquetas para el
funcionamiento de la Casa que copiaban de manera sistemática lo establecido
para las Casas de las Reinas españolas372. Ahora hay que preguntarse sí la
traslación de aquel modelo a la corte ducal de Turín se saldó con un rotundo
éxito o si hubo algunos obstáculos en el camino.
El Comendador Briceño mostró, desde un primer momento, una actitud
puntillosa en lo referente al gobierno de la Casa de Catalina Micaela y los
comportamientos que debían mostrar los servidores que la formaban. Viendo
que sus quejas caían en saco roto en Turín, se valió de su correspondencia con
don Juan de Zúñiga para tratar de paliar los presumibles efectos negativos que
podía acarrear el comportamiento de Catalina Micaela y de sus servidores más
cercanos. Esta actitud fue bastante arriesgada en el sentido de que le labró una
reputación casi quisquillosa y contribuyó en nada a que la relación con el
Mayordomo Mayor y los Duques de Saboya transcurriese por cauces
tranquilos. Estos hechos han sido puestos de manifiesto por aquellos que se
han acercado al estudio de la Casa373. No obstante, quiero poner de manifiesto
esta correspondencia y ahondar en ella como una interesante visión de las
dificultades señaladas y, además, de la capacidad que mostró Catalina Micaela
371
372
Consulta a Felipe II, Zaragoza 20 de marzo de 1585, AZ, Altamira 85, nº 29
Etiquetas para la Casa de la Infanta Catalina. BPR II/3127, ff. 59r y ss.
373
Así lo hace DEL RÍO BARREDO, M J., op cit, pp. 117 y 118; señala, asimismo, como a la muerte del
Comendador en 1587, el Barón Sfondrato reconocía el excelente conocimiento que aquel había tenido
sobre el ceremonial español y lo útil que ese hecho había sido.
180
para afrontar el control de su Casa en sus primeros momentos como
Duquesa374. Las Infantas tuvieron que vivir su estancia en la Casa de Ana de
Austria como un proceso de aprendizaje y, evidentemente, para saber cómo
aplicaron esos “ conocimientos” hay que fijarse en aquellos testimonios que nos
describan el modus operandi de ambas en sus casas como consortes. Es cierto
que, en este sentido, es muy difícil hacer una comparativa entre Catalina e
Isabel ya que la primera tuvo que afrontar ese reto a la edad de 18 años
mientras que la segunda lo hizo- fuera de la Corte de Madrid- con 33 años; por
tanto, podemos afirmar que los grados de madurez de una y otra eran muy
distintos. Isabel Clara tuvo un periodo de adaptación más largo donde pudo
aprender y afrontar sus obligaciones bajo la supervisión de su padre y de
criados experimentados en esas lides durante década y media más que su
hermana.
Cuáles eran los principales problemas que se detectaron durante esos primeros
meses de andadura de la Casa de la Infanta- Duquesa a juicio de Briceño. El
comendador era consciente de que las dificultades económicas eran uno de los
principales obstáculos a superar y, en este sentido consideraba que la tardanza
del Duque de Saboya a la hora de cumplimentar los pagos que le
correspondían en la Casa de su mujer era un hecho que había que solucionar.
Esta queja no nos extraña ya que los Mayordomos Mayores de la Infanta van a
escribir frecuentemente sobre este asunto a Madrid, considerando que otra
parte del problema estaba en las dificultades en la cobranza de las rentas que
correspondían a Catalina Micaela375. El resultado que se seguía de esta falta de
374
Catalina Micaela no adquirió su estatus de consorte a una edad temprana; no osbtante, al igual que
otras mujeres de su época tuvo que acomodarse a una nueva situación y al hecho de tener que asumir un
papel más complejo. A diferencia de la imagen plana que otorgaban los tratadistas, estas mujeres sufrían
una evolución y el proceso que las llevaba a su cénit no siempre era sencillo. Así, si la imagen que
Anibal Guasco, padre de una de las damas italianas de Catalina Micaela pintaba era la siguiente: “Te
hemos situado en la Casa de una de las principales princesas del mundo, donde serás tratada con respeto
y guiada de manera piadosa” GUASCO, A., Discourse to Lady Lavinia his daughter, (ed. a cargo de
OSBORN,P.), Chicago 2003, p. 58; la realidad fue, sin duda, diferente.
375
Las rentas estaban situadas en el reino de Nápoles y ya, antes de abandonar la Península se habían
puesto de manifiesto algunas de las dificultades: “Los réditos de la dote de la señora infanta en que están
consignados parte de sus alimentos se han situado en Nápoles y no cae la paga de aquella renta hasta de
aquí a un año y por no entrar pidiendo dineros el Duque, parece que es necesario que Su Md mande
proveer de dineros a Su Alteza a lo menos para el gasto de seis meses y que éstos se entregasen desde
luego al tesorero de Su Alteza” s. l (Madrid?), s. f. (circa 1584- 85) AZ, Altamira 85, 70
181
liquidez era el mal servicio que se ofrecía y el deshonor que podía sufrir la
Infanta. De nuevo hay que entrar a considerar que la imagen de la Infanta no
podía verse puesta en duda tras haber contraído este matrimonio.
Hay, sin embargo, otras consideraciones que tienen que ver directamente con
el personal palatino y, en definitiva cómo se manejaba la Infanta. Hay algunas
puntualizaciones sobre algunos comportamientos de esta servidumbre que no
nos resultan extraños por cuanto en la Corte de Madrid se habían producido
de manera similar. La Infanta se va a ver mediatizada por su servidumbre,
algo bastante habitual entre consortes que debían adaptarse a una nueva Corte
entre extraños; el resultado solía ser la adquisición de unas prerrogativas por
parte de estos criados que les conferían un extraordinario poder que trataban
de usar para beneficio propio y de sus deudos. Así, el Comendador no duda
en denunciar los manejos de algunos de esos servidores para colocar a sus
parientes entre la servidumbre lo cual, en su opinión, no garantizaba el mejor
servicio para la Infanta376.
Uno de los puntos que más molestaba al mayordomo semanero era la
confusión en las consideraciones que cada uno de estos servidores debía gozar
en función de su posición y linaje. En este sentido, las más damnificadas
fueron las damas frente a las mujeres de la Cámara.
Las mujeres de la Cámara lograron un gran ascendiente sobre Catalina
Micaela, posiblemente porque su inexperiencia fue aprovechada por estas
servidoras para marcar su posición predominante en la Casa. Estas mujeres,
encabezadas por doña Luisa Mejía, habían logrado una serie de prerrogativas
que correspondían a las damas377 y lo habían hecho a través de quejas a la
376
“…me an informado que el doctor Madera a conçertado con la sª doña Sancha y doña Luisa Mexía
que con un sobrino suio que se llama Madera, qu’en Barcelona le yçeron uger de saleta y pasó a seruir
su officio, se case Mariana, que era criada de la sª doña Sancha y agora es del retrete y que le han de
hazer repostero de cámaras (…) [y este oficio] es de mucha confianza y para él se an de buscar personas
aprobadas…” Briceño a don Juan de Zúñiga, Turín 6 de marzo de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 415
377
Se mencionan, por ejemplo, usaron los coches de las damas en una de las salidas a Nuestra Señora
del Mondoví y se les permitió asistir a los saraos donde se les daba alfombra: “Y abiendo comedias en
Palacio, en la sala adonde se representauan y Sus Altezas estauan se ponían a una parte alhombra para
las damas y a otra para las de la Cámara…” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de
Junio de 1586, BPUG, Colección E. Favre, vol. 23, f. 438r
182
Infanta a quien no habían dudado faltar el respeto, tal y como podemos
deducir de las palabras del comendador:
“ [doña Luisa] dixo cosas que nunca acauaua, hasta dezir a la infanta mi
señora que eran las de la Cámara muy principales y que su madre no
tubo mujeres como ellas y que nunca Su Altª sabría ser mujer” 378.
Ya no sólo es que estas mujeres fueran elevadas por encima de su
consideración, el mayordomo consideraba que las damas estaban siendo muy
maltratadas en Palacio. La opinión que le merecían estas mujeres no podía ser
mejor:
“ Una cosa sepa V. Exª, que las damas que la ynfanta mi señora traxo
son todas muy cuerdas, tanto que para ser tan moças m’espanta su
recato que con ser el trato de acá con más largueza y lizençia que allá
ellas siempre an tenido el recato y término y proçedido como lo azen en
Castilla las damas de la Reyna…” 379
Sin embargo, a pesar del buen juicio que demostraban estas mujeres eran
muchos los problemas que se apreciaban en el funcionamiento de la Casa. Por
un lado, la libre entrada de criados en los aposentos de Palacio, y sobre todo
de hombres que se movían con una libertada inusitada en un espacio mixto
como era la Casa de la Infanta. Además, no se habían establecido normas
concretas para el proceder de las damas, un aspecto que debía arbitrar el
mayordomo para mayor seguridad de aquellas. Lo que preocupaba a Briceño
es que no se procediese adecuadamente en situaciones puntuales como las
salidas de Palacio y las diversiones en que se entretenía la Corte de Turín. Así,
menciona el deseo del Duque por deleitar a estas mujeres con paseos en trineo,
hecho que al comendador le parecía desde todo punto inconcebible si no se
respetaban unas mínimas normas de decoro 380. También hay que decir que el
378
El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f.
438r
379
El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f.
435r
380
Felipe II hace una breve referencia a los trineos en la correspondencia con su hija, si bien es cierto
que no mostraba preocupación por el comportamiento de la Infanta: “Los trineos creo que os habrán
parecido bien que es muy buena cosa” Felipe II a la Infanta Catalina, Valencia 16 de febrero de 1586,
Carta XL en BOUZA ÁLVAREZ, op cit, p. 136
183
atribulado comendador no recibía demasiados apoyos, ni de Carlos Manuel I,
ni del propio mayordomo mayor, el Barón Sfondrato. El primero llegó a
burlarse del rígido ceremonial con ocasión de una de las salidas de Palacio:
“ …a la vuelta que era çerca de la noche entraron Sus Altezas en una
barca para uenir por el Po a Turín y llegando io allí a uer cómo mejor
entrasen las señoras y damas, dixo el Duque con gran risa al barón si
estaua aquello en la ynstruçión d’España” 381.
Tampoco el barón Sfondrato era el mejor referente para organizar la vida en
Palacio de las damas, ya que él mismo había incurrido en una falta de
consideración con ellas al invitarlas a un almuerzo en su casa no estando su
mujer presente. En esta ocasión, Briceño, con la colaboración de las susodichas
y un advertimiento a Catalina logró parar esta excursión382. El Mayordomo
Mayor no colaboraba con Briceño, posiblemente porque no consideraba
necesario el excesivo celo de aquel con todo lo referente al ceremonial palatino;
tal y como avisó al Comendador él no estaba dispuesto a actuar como ayo para
el servicio palatino 383.
No obstante, la falta más grave contra las damas la cometió la propia Infanta
Catalina. Ya hemos señalado arriba cómo la Duquesa de Saboya había elevado
por encima de su condición a las mujeres de la Cámara, lo que suponía un
agravio contra las damas. Sin embargo, también falló en otras funciones que,
como cabeza de su Casa, le correspondían y que dieron como resultado un
nuevo menosprecio a sus damas. En opinión de Briceño las damas eran
esenciales para demostrar el estatus de Catalina como Infanta de Castilla. No
se le escapaba al comendador que su señora iba a ser objeto de atención, no
sólo por parte de los cortesanos de Palacio, sino también por los extranjerosmuchos de ellos franceses- que pululaban por la ciudad de Turín. Por ello
381
El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f.
436r
382
“Las damas se fueron a los descalzos y Sandoual dio después quenta a la sª doña Sancha de lo que io
le auía respondido, y la sª doña Sancha lo dixo a su Altª y que no deuían ir a casa del Barón y así se
acordó no fuesen” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG,
CEF, vol. 23, f. 435v
383
El Comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 5 de febrero de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f.
408v
184
resultaba del todo incomprensible que no hubiese hecho mercedes a estas
criadas que, además, estaban realizando un gran esfuerzo individual por dar
lustre a una Casa ducal con pretensiones principescas:
“ …aunque esta ciudad no es grande es muy frequentada de françeses y
otras naçiones por ser paso, y no es bien uean andar con tan poca
austeridad a Su Altª y también se descuida Su Altª en hazer merced a
estas señoras y damas que nunca las a dado, después que salieron de
España, un alfiler, auiendo gastado mucho las damas en los
aderesos…” 384.
Además de la falta de mercedes la Infanta tampoco las estaba permitiendo
ejercer su labor de acompañamiento, ya que no las llevaba consigo en algunas
salidas de Palacio o las dejaba atrás cuando la acompañaban. Ante esta
situación las damas supieron mantener una actitud ecuánime385, pero las
quejas de Briceño debieron de tener algún efecto en la Corte de Madrid. Es
cierto que la correspondencia de Felipe II con Catalina Micaela no nos da
ninguna pista al respecto, pero en la siguiente misiva de Briceño se alude a la
rectificación de la Infanta en lo referente a sus damas:
“ Sus Altezas llegaron a esta casa de Miraflores a los xi deste y están con
salud y todas estas señoras y damas a quien la Ynfanta mi sª haze toda
merced con que an ya olvidado el disfauor que escreuí a V Exª” 386
Uno de los puntos más interesantes en relación a las damas va a ser la cuestión
de los matrimonios. Este era uno de los aspectos en que Catalina Micaela debía
actuar favoreciendo alianzas para las mujeres de su servicio. Volviendo a la
correspondencia de Briceño el comendador va a referirse a las atenciones
384
El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f.
435r
385
“… las damas, como a V Exª tengo escrito, después que llegaron a Ytalia no an querido aprovecharse
de la licencia que en esta tierra a abido en el trato con las damas, sino en todo an guardado su punto y
decoro como si estuvieran en Palacio, en Madrid, que a mi uer es la cosa que más ser a dado a Su Altª, si
ansí se puede dezir, porque visto la poca Casa que tiene la Ynfanta mi sª y el estado de la del Duque i
poca Corte, no ay aquí otra cosa de autoridad ni otro rastro de Casa Real sino esta ystimaçión de las
damas y uer cómo siruen a Su Altª con tanta autoridad ansí a las comidas, a las visitas y
acompañamientos y a las fiestas y a las demás cosas públicas y esto hacen con tanto amor y cuidado que
no podría decir ayan faltado a Su Altª un día ni una ora en cosa de su seruiçio” El comendador Briceño a
Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de Junio de 1586, BPUG, CEF., Vol. 23, f. 438r
386
El Comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Miraflores 19 de Junio de 1586, BPUG CEF, Vol. 23
f. 443r
185
recibidas por las damas españolas desde su llegada a Turín. Siguiendo el
panorama dibujado por este mayordomo, la laxitud de costumbres va a ser la
nota dominante en la nueva Corte de Catalina Micaela; al trasiego de criados
habría que añadir unas normas más relajadas que, sin duda alguna, debían
favorecer a los galanteadores y pretendientes de las damas. Las damas
españolas no eran ajenas a estas costumbres, ya que en el Alcázar los galanes
formaban parte de las rutinas cortesanas, sin embargo Briceño ponía una serie
de impedimentos a estos pretendientes españoles. En concreto va a hacer
referencia a una de las damas de la Infanta, doña Juana Manrique quien, a
tenor de estos testimonios, gozó de un considerable éxito a su llegada a Italia.
La dama va a acumular diversos pretendientes en el corto plazo que
transcurrió desde la llegada de Catalina Micaela hasta el momento en que
estas misivas fueron escritas. Había cumplido papeles destacados en los saraos
palaciegos y así es de destacar su actuación como Reina el día de Reyes de
1586387; esto, sin duda, llamó la atención de algunos cortesanos italianos. En
concreto, se menciona a un gentilhombre de la Cámara y antiguo criado del
Marqués de Este conocido como el Forno y a Monsieur de Calenque, de quien
no se especifica su condición de pretendiente, pero sí de alcahuete (en palabras
del Duque de Saboya). Briceño consideraba que estos italianos difícilmente
estaban a la altura de las damas españolas entre otras cosas porque su
situación económica no era tan boyante como se debiera esperar de un
pretendiente para una dama de alcurnia. De ahí que el comendador se sintiese
en la obligación de prevenir a la dama:
“ …acordé hablar a la sª doña Juana y darle a entender como no era cosa
que le está bien casarse con el Forno que era, como es verdad, un
cauallero muy hordinario y pobre, que su padre no tiene 500 ducados
de renta y con muchos hijos y el mayor dellos está en España de ayo del
387
“El día de los Reyes merendó su Alteza con la Reyna que fue doña Juana Manrique i con las
damas…” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 9 de enero de 1586, BPUG, CEF, Vol.
23, f. 406r
186
Marqués d’Este, que mirase lo que hazía, que criados debía tener su
padre tan buenos y más ricos que el Forno” 388 .
Lo cierto es que la dama no va a dar motivos de preocupación a Briceño de
quien destacó su condición de “ cuerda” , pero sí que va a ver con cierta alarma
que el Duque y la Infanta alentasen semejantes uniones o permitiesen a
personas como Monsieur de Calenque, quien también “ desea regalar a la sª
doña Juana” , tener un acceso tan libre a estas servidoras. Además de la
mencionada correspondencia de Briceño, debieron de llegar más rumores a la
Corte española sobre el trato dispensado a las damas y, en concreto, a doña
Juana Manrique. Tal fue la situación que el propio Duque de Saboya tuvo que
calmar los ánimos de los parientes de la dama y asegurar que la decencia y el
decoro estaban firmemente establecidas en la Corte de Turín. La misiva escrita
a don Francisco Manrique Orense- padre de la dama- donde le aseguraba que
todas las damas de Catalina eran “ virtuosas, discretas y honestas” , que no
pensaba descuidar ningún aspecto para que esto siguiese siendo así,
especialmente en lo concerniente al “ offiº de guardadamas” . El Duque era
consciente que el resguardo de ese honor era esencial para el suyo propio y
para la dignidad de la Casa de Catalina Micaela y por tanto haría todo lo
posible para que “ se conozca el levantamiento y la inocencia de doña Joana” 389
A pesar de los temores de Briceño lo cierto es que las damas españolas
supieron defender de manera bastante inteligente sus propios intereses y en
concreto sus futuras alianzas matrimoniales. No he hecho un seguimiento
sistemático de las damas de Catalina Micaela, ya que no era el objetivo
primordial de este trabajo; sin embargo, a lo largo de la presente investigación
he podido encontrar información de interés para saber cómo se desenvolvió el
porvenir de las damas. En el mismo, tanto Catalina Micaela como Isabel Clara
van a tener un protagonismo que conviene destacar.
388
El Comendado Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23 f.
434v.
389
El Duque de Saboya a don Francisco Manrique Orense, Turín 26 de Agosto de 1586, BL Add
Mss/28346 f. 334
187
En primer lugar voy a referirme doña Juana Manrique, cuyo caso había
suscitado tanto interés por parte de Briceño. No sabemos exactamente las
condiciones en que la dama salió de Palacio pero sí podemos afirmar que en
1591 se encontraba de vuelta en Madrid y a punto de contraer un ventajoso
matrimonio. Lo que nos llama la atención es la manera en que el Duque de
Saboya relata su reencuentro con la antigua dama porque nos ofrece pistas
sobre esa salida, aunque no nos da todos los datos que nos interesan conocer:
“ …doña Juana Manrique no estuuo ay si bien me parezió que estaua
detrás de una puerta y más metida en su casamiento aunque dizen los
(roto) que temen que en el acto(¿) de la consumatión del matrimonio
don Manrique se a de morir” 390.
Por un lado presuponemos que esa ausencia en la recepción que las damas de
la Infanta Isabel hicieron al Duque en su visita al Alcázar era producto de su
salida de Turín. Muy posiblemente ésta se había hecho sin contar con la
aprobación total de los Duques lo que debió de provocar la vergüenza de la
dama al volverse a enfrentar con Carlo Manuel I. Por otro lado el comentario
algo jocoso sobre el posible desenlace de la noche de bodas de la dama nos
indica que el matrimonio debía de producirse con un hombre de avanzada
edad y delicado de salud y que respondía, sin duda alguna, a los intereses
personales de la dama y su parentela391. Catalina Micaela, en su respuesta al
Duque de Saboya, no ve con agrado la actitud de su antigua servidora pero la
disculpa alegando que debía sentir cierta vergüenza ante el matrimonio que
iba a protagonizar392. A pesar de ello, la Infanta no se olvidó de doña Juana y
así, con ocasión de la embajada del Conde de la Mota volvemos a encontrar
nuevas sobre la dama. Parece ser que Doña Juana Manrique recibió una
390
El Duque de Saboya a la Infanta Catalina, Madrid 26 de abril de 1591, AST, Lettere Principe et
Sovrani, Mazzo 16, nº 1009
391
La Infanta refería la siguiente información a su marido: “…De doña Juana Manrique tengo carta en
que me da cuenta de su casamiento y está muy contenta, no creo le durará mucho pues el novio está tal
que me pesa porque temo se lo pegue, mas pues lo a querido tendrá pazienzia para pasarlo” La Infanta
Catalina al Duque de Saboya, Turín 24 de octubre de 1591 (¿),AST, Lettere Principe et Sovrani, Mazzo
37, Nº 638
392
“..me spantado quando Juana no fuese allí, dizen que es por conzertada y yo creo era de correda (sic)
de su casamiento, a mí me pesa esté en tales términos…” La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín
20 de mayo de 1591 AST, Lettere Principe et Sovrani, Mazzo 38, nº 776.
188
merced- que no se especifica- de los Duques de Saboya, algo que sorprendió a
todos por cuanto la salida de la dama se había producido en circunstancias
bastante poco frecuentes:
“ La mucha merced que por acá suena que Vuestras Altezas han hecho a
Doña Juana Manrique despierta y no ayuda poco la indinación d’estos
caualleros con aquellas damas, aunque para quien hizo tan nueva y
desusada salida de Palaçio, que a nadie en la Corte ha parecido bien, no
sé sy será de probecho por más que sea mirada y passeada y muy
servida en particular del embaxador Vndramin que es el más
autorizado y el que más priua y espaciosa cosa ver en la Corte servir a
una dama a un veneciano en competencia de caualleros castellanos” 393.
Por las palabras del embajador podemos apreciar que la antigua dama supo
manejarse bastante bien, logrando siempre los apoyos y admiración de
algunos de los que la rodearon.
No fue doña Juana la única servidora de Catalina que le mereció especial
atención sino que, entre sus muchas obligaciones, llevó la de tantear el terreno
para posibles esponsales de las damas. En este sentido se quejaba el Conde de
la Mota que el encargo, aparentemente fácil, no lo iba a ser tanto:
“ Yo cierto, ni hallo aquí tantos maridos de oro y perlas como aquellas
señoras damas presuponen y merecn y sy supiesen ellas quán olvidadas
las hallo por acá, a buen seguro que no me menospreciasen tanto lo de
allá” 394
Parece, por esta aseveración, que aquellos temores expresados hacia 1586 por
el comendador Briceño eran excesivos puesto que algunas de las damas
españolas tuvieron en mente un matrimonio en la Península Ibérica, deseosas
de retornar junto a sus familias o por consideraciones de tipo más material.
Estas criadas hallaron apoyo en esa empresa en la Infanta Catalina- quien
encargó al Conde de la Mota las gestiones pertinentes- pero, asimismo, en la
393
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 16 de Julio de 1594, AST, Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 6, s. f.
394
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri
Spagna, Mazzo 6, s. f.
189
Infanta Isabel y la emperatriz María395. Algunas de ellas vieron su futuro
despejado con una cierta celeridad. Por ejemplo, la Condesa de Paredes sugirió
el enlace entre doña Luisa [Manrique] “ con un Tello de Guzmán, toledano,
viudo que tiene una hija y xm [10000] ducados de renta” 396. Por otra parte
Doña Ana de Mendoza se vio favorecida por las gestiones que llevó a cabo su
hermano, Don Diego de Guzmán, para que contrajese matrimonio con “ don
Pedro de Guzmán, cauallero de muy buenas partes y calidad del hábito y
procurador general de la Orden de Santiago, de la boca del Príncipe Cardenal,
muy bien puesto y acreditado en la Corte y que tiene de comer tres myl
ducados al año” ; como podemos observar no era mala unión para la dama en
cuestión y como no dejaba de señalar el Conde “ syn embargo que le trahen
otros casamientos muy ricos desea mucho este” 397.
El matrimonio más problemático para el Conde de la Mota fue el de doña
Beatriz de Mendoza, entre otras cosas, porque la propia dama mostró nula
colaboración en las gestiones que se llevaron a cabo para que llegase a buen
puerto. La madre de la dama deseaba casarse en Portugal porque, en palabras
suyas, “ que por ningún caso ha de tener vida minha filha en Castela” y se
sugirió a Don Fernán Martínez, “ cauallero portugués, moço de 25 años y que
come más de quinze mil ducados de renta” 398. A pesar de los buenos augurios
el negocio no llegó a concretarse porque la dama lo obstaculizó cuanto pudo;
la razón que alegó para ello era que el casamiento era promovido por su tía,
Doña Francisca de Aragón, con quien no tenía muy buena relación. Las
395
La primera fue depositaria de los memoriales dirigidos por doña Sancha de Guzmán con peticiones
de los criados de la Infanta: “Los memoriales de la señora doña Sancha, después de hablar a Su Magd.
Puse en amnos de S A suplicándola a ser intercesora y tomar la mano en procurar que a las criadas de V
A se hiziesse merced, y en particular para los cassamientos que se ofrecían a las señoras D. Beatriz de
Mendoça y doña Luysa Manrique”. Por su parte, la emperatriz se mostró interesada por aquellas criadas
y se ofreció a mediar en lo que fuera posible y estuviese en su mano: “Preguntome de las damas de V A
y sy hauía algún casamiento, y en particular me dixo que a Doña Beatriz de Mendoza deseaua que se
hiziese mucha merced” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina en Madrid 4 de diciembre de 1593 y
13 de septiembre de 1592 respectivamente, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzos 6 y 5
respectivamente, s. f.
396
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri
Spagna, Mazzo 6, s. f.
397
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de mayo de 1594, AST, Lettere Ministri
Spagna Mazzo 6, s. f.
398
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 16 de Julio de 1594, AST Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 6, s. f.
190
dilaciones provocaron que Don Fernán Martínez buscase esposa en otra parte
y se acabase por decantar por la hija del Comendador Mayor de Christus en
Portugal399. El enfado del Conde de la Mota no fue pequeño y así se lo hizo
saber a la Duquesa de Saboya:
“ Pero yo no puedo dexar de dezir a V A que la culpa de perderse este
tan buen casamiento viene de allá, que sy madrugaran más en el
principio a dexarme hazer como yo auisé, cuando el portugués estaua
en carrera y le echaron tan por alto, yo se lo diera muy honradamente
concluydo.
Mas
paréceme
que
aquellas
señoras
damas
están
aguardando a que baxen ángeles del cielo y según esto quedar se han,
incasables y damas perpetuas no tomando exemplo de la otra [doña
Juana Manrique] que a caminó con tan desusada salida de Palacio” 400.
A pesar del enojo todavía hizo el Conde de la Mota alguna gestión para tratar
de concluir un matrimonio ventajoso para doña Beatriz y por ello sugirió a los
condes de Daroca o de Matusino como linajes convenientes, y debió de recurrir
al propio Felipe II porque éste menciona a la dama en una de las cartas
enviadas a Catalina Micaela401. La determinación de la dama seguía siendo
notable puesto que manifestó muy claramente su opinión declarando que
“ fuera del primero no se tratte de ninguna manera otra cosa” 402. La última
mención al matrimonio de doña Beatriz la encontramos en abril de 1597403
pocos meses antes de que el embajador abandonase la Corte, por lo que es
posible que la Infanta Catalina no viviese para saber del destino de todas sus
399
El caballero había declarado estar “muy resuelto de no casar con ella [doña Beatriz] quexándose
públicamente que quando él corría tras este casamienti y lo deseaua como la salud de su alma, le
menospreciaron y escriuió acá claramente la sª doña Beatriz que antes que casarse con él se pondría en
un monasterio (…) mas juntase a la tibieza del Cauallero ek estar embarazado y muy adelante con la hija
del Comendador Mayor de Christus aunque no saldrá con la pretensión que él tiene de alcanzar título,
porque yo estoy advertido que Su Magestad por ningún caso lo a de dar y que quanto más merced le
haga, será dexarle la encomienda por otra vida de un hijo” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina,
Madrid 3 de agosto de 1595, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f.
400
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de mayo de 1595, AST Lettere Ministri Spagna
Mazzo 6, s. f.
401
“A lo que toca doña Beatriz se os responderá un día de éstos” Felipe II a la Infanta Catalina, Madrid
12 de enero de 1596, Carta CXXX en BOUZA ÁLVAREZ, op. cit., p. 197
402
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 13 de febrero de 1596, AST Lettere Ministri
Spagna Mazzo 6, s. f.
403
“En el negº de doña Beatriz de Mendoça haré lo que V A manda como también lo había hecho
aunque no sé si será tan açertado como la misma señora presupone” El Conde de la Mota a la Infanta
Catalina, Madrid 10 de abril de 1597, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 9, s. f.
191
damas404. No obstante, a su muerte tanto desde Turín como Madrid se va a
tener un especial recuerdo a los servidores españoles de Catalina Micaela; así,
desde la corte saboyana se pedía a Felipe II que ayudase en el pago de las
deudas de la Infanta, algunas de las cuales concernían al pago de los gajes de
los criados, así como en el regreso de los mismos a España405. En este punto,
Felipe II se va a comprometer a hacer lo que estuviese en su mano y mandaba
al Marqués de Ayamonte, enviado tras la muerte de la Infanta “ que consoléis y
animéis a todas las criadas de la Infanta que aya gloria, diziéndoles lo que se
ha sentido su desconsuelo y que con sus cosas mandaré tener la quenta que es
razón” 406.
La Infanta Isabel, estando ya en Bruselas, mencionaba a las criadas de Turín en
relación a su servicio en Madrid, por lo que entendemos que algunos de ellos
habían vuelto a la Península llegando a incorporarse en el servicio de
Margarita de Austria407. Hasta qué punto se comprometió la Infanta con esta
servidumbre de su hermana no lo podemos determinar, no obstante antes de
su salida de Palacio sí que se preocupó por ubicar correctamente a aquellos
que la habían servido durante los años precedentes y cuando murió la
emperatriz María, tuvo palabras para las criadas que dejaba atrás408.
404
Una Beatriz de Mendoza aparece asentada en la planta de damas de la Reina Margarita; aunque no
podemos asegurar con total fiabilidad que sea ésta, quizá se decidió su vuelta a Madrid para tratar de
concluir un matrimonio ventajoso: “Doña Beatriz de Mendoça començó a servir en el dicho asiento de
dama a la reyna nuestra señora a veynte y ocho de março d’este dicho año 1599. Murió en 7 de Junio
1645(¿)” AGP, Reinados- Felipe III, leg. 1, s. f.
405
“Su Alteza embía a V. Magd una relación de todas las deudas de la Serenísima Infanta y juntamente
le haze saber cómo de presente no tiene remedio de poderlas pagar sin ser ayudado de V Md, y por la
misma imposibilidad no puede pagar lo que se deue a los criados y criadas, ni hacerles las mercedes que
se acostumbran en semejantes casos y como encomendó Su Alteza de la Infanta en su muerte, suplica Su
Alteza a V Md le haga merced de suplir a lo que no puede, que no dexará de hazer de su parte lo que
fuere posible” Puntos que dio el Marqués de Este de parte del señor Duque de Saboya, BL Add
Mss/14008, ff. 39- 41
406
Instrucción de Felipe II al Marqués de Ayamonte tras la muerte de la Infanta Catalina, BL Add
Mss/14008, ff. 32- 37
407
“Mucho me güelgo de que las de Saboya sirvan como me decís” La Infanta Isabel al Duque de
Lerma, Bruselas 19 de enero de 1601, carta 295 en RODRÍGUEZ VILLA, Op cit, p. 423
408
“Las honras de mi tía, que está en el cielo, hicimos la semana pasada: hubo harta gente y mucho calor
aunque espero que mi hermano habrá amparado a sus criadas y hécholes merced, como es justo” La
Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 16 de abril de 1603, carta 58 en RODRÍGUEZ VILLA, op cit.,
p. 415
192
A pesar de las dificultades iniciales Catalina Micaela debió de ir madurando y
aprendiendo a ser cabeza de su Casa. Los embajadores venecianos describían
la gran ostentación que se respiraba en la Corte de los Duques de Saboya, lo
que la asemejaba más a una corte real que a una ducal. Si bien esas
apreciaciones podrían ser vistas en clave crítica, lo cierto es que también son
muestra elocuente de que Catalina Micalea y sus servidores lograron, a la
larga, que el ceremonial importado se asentase en la Corte de Turín409.
No vamos a entrar a considerar de manera exhaustiva la Corte archiducal de
Bruselas a partir de 1599. Sin embargo, aquellos que se han acercado a su
estudio sí que han señalado los paralelismos que se establecieron entre ésta y
la de Madrid 410. No en vano, los archiduques se habían criado bajo la atenta
mirada de Felipe II en los diversos palacios y sitios reales dispersos por
Madrid y sus alrededores. La Corte archiducal va a reflejar perfectamente ese
modelo, si bien es cierto que tanto Isabel Clara como Alberto van a tratar de
atraerse a las elites flamencas en el espacio áulico. En ese sentido, el recurso a
los matrimonios mixtos va a ser utilizado por los archiduques. Evidentemente
si queremos hacer una comparativa entre Isabel Clara y Catalina Micaela en el
apartado de la gestión del espacio áulico, en especial en su aspecto humano,
hay que señalar que no es lo mismo enfrentarse a esa tarea a los 18 años que a
los 33. Ambas llevaban consigo la experiencia vivida en la Corte de Madrid,
pero la que acumulaba Isabel Clara era mucho mayor. En el caso de la relación
con el entorno femenino, las damas, el caso de la Infanta Isabel es muy
interesante por cuanto a partir de 1621, con la muerte de Alberto, se construye
una corte femenina donde las mujeres que rodearon a la entonces gobernadora
van a alcanzar una relevancia notable411.
409
DEL RÍO BARREDO, M. J., op cit., p. 114
Podemos destacar como estudios recientes los de RAEYMAEKERS, D., “El poder de la proximidad: la
cámara de Alberto e Isabel en su corte de Bruselas” en VAN WYHE, C., op cit., pp. 258- 279 y el
apartado que dedica en su biografía sobre el archiduque DUERLOO, L., op cit., pp. 90- 102.
411
Para un acercamiento a las damas de Isabel Clara Eugenia en la Corte de Bruselas resulta de interés
el estudio de HOUBEN B., “Intimidad y política: Isabel y sus damas de honor (1621- 1633)” en VAN
WYHE, C., op cit., pp. 312- 336. En esta aproximación hay cabida para las problemáticas y quejas que
va a provocar ese entorno femenino, a la vez que se destaca el papel individual de alguna de estas damas
como es el caso de Ana María Zamudio quien va a tener un papel de embajadora informal con la corte
de París.
410
193
FAMILIA Y CORTE: LOS VÍNCULOS FAMILIARES
Resulta difícil centrar un estudio de corte biográfico únicamente en los
testimonios dejados por el protagonista del mismo, no sólo porque la visión
sea limitada sino porque también debemos ser conscientes de la escasez de los
mismos para determinados periodos o la totalidad de su vida. Recurrir a su
círculo más cercano suele ser la estrategia más socorrida, ya que podemos
reconstruir su carácter a través de lo que otros pensaron o dijeron sobre el
mismo. En la introducción a este trabajo se ha dejado claro cuál era la
problemática, en lo referente a las fuentes, al abordar la figura de Isabel Clara
Eugenia en el periodo elegido; son pocos los testimonios escritos que hemos
encontrado, y su número resulta casi ridículo si se compara, por ejemplo, con
el volumen de correspondencia que generó cuando salió hacia los Países Bajos.
Por ello, uno de los puntos fuertes debía de ser el análisis pormenorizado de la
correspondencia dejada por sus familiares, por sus servidores o por los
ministros extranjeros que estuvieron en contacto con la Corte de Madrid.
Si ponemos como ejemplo las cartas que Felipe II escribió a sus hijas durante
su estancia en Portugal podemos decir que estas misivas no son únicamente
una fuente inestimable para conocer de primera mano cómo vivió Felipe II
determinados aspectos del proceso de agregación de aquel Reino a su
Monarquía, sino que también es un excelente reflejo de la imagen que el rey
tenía de sus propias hijas412. En ella se deslizan aspectos concretos sobre el
carácter de Isabel y de Catalina de tal manera que podemos saber que a la
Infanta le asustaban las tormentas eléctricas, o que las dos hermanas
compartían el gusto de su padre por los jardines y los alicientes que podían
ofrecer. Es quizá donde la Infanta aparece más “ humanizada” si es posible
utilizar esa expresión, porque no es sólo la Infanta que puede convertirse en
reina o emperatriz merced de alianzas matrimoniales o sus propios derechos
dinásticos, sino que además es la hija que envía regalos a su padre, escribe
412
Normalemente la correspondencia se ha valorado como uno de los mejores medios para acercarse a
la psique del Rey Católico. Véase la “Introducción. El tiempo del Príncipe en las Cartas de Felipe II a
sus hijas” en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., pp. 5- 25
194
cometiendo algunas faltas de expresión y tiene a su cargo la tarea de velar por
sus hermanos pequeños.
No obstante la correspondencia no es el único medio a través del cual
podemos acercarnos al entramado de relaciones familiares que rodearon a la
infanta, sino que podemos ver otros testimonios como son los regalos y objetos
intercambiados entre los diferentes miembros de la realeza. Desde la historia
del arte se ha puesto especial énfasis en el intercambio como un medio de
estrechar vínculos familiares y también como un espacio en el que podemos
ver a las mujeres de la realeza como auténticas mecenas de las artes,
colaboradoras inestimables en la construcción de los patrimonios artísticos de
las dinastías reinantes. En este sentido, las Infantas fueron testigos de los
frecuentes envíos de objetos ricos y exóticos que tanto la Princesa doña Juana
como la reina Ana de Austria enviaron a la emperatriz María. La presencia de
ambas en la Corte de Madrid como intermediadoras con Viena puede explicar
el por qué las Infantas no intervinieron en este particular proceso de
intercambio, pero sí lo podemos observar en el caso de Francia413.
Si bien una de las tesis que se sostienen en este trabajo es la íntima conexión de
Isabel Clara Eugenia con su rama Habsburgo- palpable desde luego en el
episodio de las negociaciones matrimoniales- lo cierto es que su herencia
Valois tuvo un peso más allá del episodio de la candidatura francesa. La reina
madre Catalina de Médicis tuvo siempre un interés lógico por el devenir de
sus nietas en la corte española: el sentimiento familiar y los intereses políticos
se entremezclan en esta relación. En su correspondencia con la Duquesa de
Alba no sólo se interesa por la evolución de la Casa de las Infantas y los
cambios a que se iba a ver sometida con la llegada de Ana de Austria a la
413
Sobre el envío de regalos por parte de Isabel Clara Eugenia es de destacar la aportación de GARCÍA
GARCÍA, B. J., “Los regalos de Isabel Clara Eugenia y la Corte española. Intimidad, gusto y devoción”
en Reales Sitios, nº 143, (2000), pp. 16- 27. También “Regalos diplomáticos y bienes suntuarios en la
Corte española (1580- 1665)” en GARCÍA SANTO- TOMÁS, E. (ed.), Materia crítica: formas de ocio y de
consumo en la cultura áurea, Madrid 2009, pp. 213-251. La participación de las hermanas de Felipe II
en la conformación de las colecciones artísticas en JORDAN, A. “Las dos águilas del emperador Carlos
V. Las colecciones y el mecenazgo de Juana y María de Austria en la Corte de Felipe II” en RIBOT
GARCÍA, L., (coord.), La Monarquía de Felipe II a debate, Madrid 2000, pp. 429- 472
195
Corte, sino que también se alegra ante las noticias sobre la precocidad de la
infanta o el deseo de esta por aprender el francés para escribir a su abuela.
El vínculo familiar se mantuvo a través del envío de regalos por parte de las
infantas. El cruce de la información procedente de las cuentas de la Casa y de
las cédulas de paso nos ha permitido reconstruir algunos de estos
intercambios. Podemos ver en estos envíos un aprendizaje de usos y
costumbres propios de las mujeres de la realeza; al igual que la reina y la
princesa afianzaban los vínculos familiares a través del intercambio de objetos,
las infantas, pese a ser todavía niñas se inician en estas prácticas con su propia
parentela. La presencia de Ana de Austria hacía poco lógica que los envíos se
hiciesen al Imperio- y por lo que hemos podido ver en las cédulas de paso no
hay testimonios que nos indiquen tal práctica- por ello deben mirar hacia el
lado Valois con el consiguiente beneficio que esto suponía.
Como ejemplo que ilustra estas prácticas podemos ver cómo en 1578 se solicitó
una cédula de paso para que las infantas enviasen unos regalos a su abuela
Catalina:
“ Las señoras ynfantas. De passo para tres cajas con sus encerados en
que embían las señoras ynfantas a la Christianísima Reyna de Françia
su ahuela en que van dos retratos suyos y 54 pares de guantes de ámbar
y algunas pastillas y pebetes y una dozena de toallicas libre de derechos
término de nouenta días” 414
Por su parte, Ana de Austria hacía lo propio con la emperatriz, haciendo
envíos de retratos de sus hijos con destino al Imperio, para que la emperatriz
María pudiese conocer físicamente a sus nietos415.
Con estos regalos las infantas mantenían vivo el vínculo familiar con su rama
materna, un hecho que la propia Catalina de Médicis no descuidó a lo largo de
414
“En El Pardo a tres de agosto de 1578 se despacharon las çédulas siguientes firmadas de su Md y
refrendadas de Juan Vázquez sin señal”, AGS Cámara de Castilla, libro 361, f. 61v
415
“La Reyna nuestra señora. En El Pardo a dos de deziembre de 1579 años se despachó una cédula de
paso firmada de su magestad refrendada de Juº Bázquez sin señal para una caxa angosta de hasta cinco
quartos de largo cubierta con un ençerado en que van un retrato del príncipe Don Diego nuestro señor y
otro del Ilustrísimo Infante don Felipe que la Reyna nuestra señora embía a la serenísima emperatriz sin
la abrir, catar, ni escudriñar, libre de derechos término de nouenta días” AGS Cámara de Castilla, libro
361, f. 190r
196
su vida tal y como demuestran, por ejemplo, las epístolas intercambiadas con
sus nietas, o la posesión de un pequeño libro de horas con la efigie de las
infantas. Por otro lado, y aunque entremos más en el entorno de la
especulación, Felipe II cuidó posiblemente el mantenimiento de este contacto.
Los agasajos dentro del círculo familiar no se limitaron únicamente a Catalina
de Médicis; así podríamos poner como ejemplos el regalo hecho a su primo el
archiduque Alberto y enviado por las dos infantas a Portugal, o también la
pieza de caza que unos años más tarde envió Isabel Clara como obsequio a la
emperatriz estando ésta en las Descalzas416. Estos últimos son, quizá, regalos
de diferente consideración y que, en cierto modo, nos pueden hablar de una
mayor cercanía entre el emisario y el receptor, merced a la cercanía física entre
ellos: Alberto fue una compañía constante de las infantas desde su llegada a
Madrid, y lo mismo se puede decir de la emperatriz María, quien una vez
asentada en las Descalzas desarrolló una estrecha relación con ambas.
Hablamos de rastros materiales- bien cartas, bien regalos- que nos ayudan a
establecer la existencia de tales lazos. Pero, sin duda, debemos ir más allá y
reflexionar sobre la naturaleza de tales vínculos. La Infanta contó con un
círculo familiar nutrido que compartió su día a día y que, una vez establecida
en Bruselas, se convirtió en uno de los principales apoyos para la defensa de
unas determinadas líneas políticas. Creo necesario hacer un análisis detallado
de los vínculos más destacados en la vida de la Infanta porque, además de ser
una buena fuente de información sobre su vida en la Corte, también nos ayuda
a comprender el papel que estaba destinada a cumplir.
La hija amada de Felipe II
Empezar un análisis de los vínculos familiares de Isabel Clara Eugenia obliga a
detenerse en la excelente, y en parte también idealizada, relación que existió
entre la Infanta y su padre. Vínculo que en muchos de los estudios sobre la
Infanta ha sobrepasado a otros que tuvieron la misma relevancia. Que esta
416
“Mi sobrino me ha dado un gran recado para vosotras en agradecimiento del roquete” Felipe II a las
Infantas, Lisboa 4 de junio de 1582, carta XXI, en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., p. 86
197
particular relación paterno- filial tuvo una importancia fundamental no nos
queda duda alguna, sobre todo cuando ha contribuido de manera tan
determinante a configurar la memoria sobre Felipe II.
Los estudios del Rey Prudente nunca olvidaron el círculo familiar ya que,
fuese la intención ensalzar al monarca o censurarlo, parecía ofrecer los
argumentos necesarios para reforzar la tesis elegida. No hay lugar aquí para
detenernos en un análisis concienzudo sobre la imagen familiar creada por los
múltiples biógrafos que ha tenido el monarca, pero sí señalar que entre los
temas recurrentes y obsesivos siempre ha gozado de un lugar privilegiado la
relación que mantuvo con el Príncipe Don Carlos. La condición mental del
heredero, las dudas que existían sobre sus capacidades para el gobierno, y la
determinación posterior del Rey de confinarlo en Palacio, aderezado todo ello
con el mutismo que impuso Felipe II, contribuyó a alimentar una Leyenda
Negra que fue difícil de superar por aquellos deseosos de elogiar al monarca.
El tema de Don Carlos era el más jugoso para los biógrafos detractores del
Rey, pero tampoco escapaban el resto de vínculos familiares que mantuvo con
otros miembros de la familia. Forneron, uno de los más destacados analistas de
la figura de Felipe II en el siglo XIX, describía la vida familiar del monarca- de
quien decía que “ no tenía cualidades” - en términos sombríos, refiriéndose al
tan manido enclaustramiento que sufrían en los palacios reales y que sería
elemento esencial para entender las prematuras muertes que sufrieron mujeres
e hijos417. En estas circunstancias, el impacto de la publicación por parte de
Gachard de las cartas lisboetas que Felipe II envió a sus hijas supuso el
revulsivo necesario para restaurar la memoria del monarca. El amor paternal
podía redimir a Felipe II de sus culpas o, cuanto menos, hacer reflexionar
sobre el carácter del mismo que ya no era ese frío y deshumanizado Demonio
del Mediodía. Cánovas del Castillo era claro al respecto al decir que “ No
417
“…hacen comprender también cómo morían prematuramente las mujeres de Felipe, cómo van a
morir los hijos, y cómo los que no mueren están faltos de juicio o enfermos. Cuanto más multiplica este
rey sus matrimonios, tanto más aumenta el número de sepulcros en el Panteón real. Aquella vida
lúgubre, ceremoniosa, sin alegría, sin aire, extingue la familia por la muerte o por la demencia”
FORNERON, Historia de Felipe II, Barcelona 1884, p 100
198
podía ser, pues, un dechado de toda maldad el hombre que se hacía amar de
tal suerte” , tanto por sus mujeres como por sus hijos418.
Los biógrafos más recientes del Rey Prudente no descuidan esa faceta familiar,
porque la relación que Felipe II mantuvo con su círculo más cercano no sólo es
relevante para comprender al hombre que rigió los destinos de la Monarquía
Hispánica durante más de cuarenta años, sino que resulta relevante para
comprender el sistema de gobierno de la misma que va a hacer de la parentela
uno de los medios más eficaces para su funcionamiento 419.
Lo que nos interesa destacar en este punto es la relación que Felipe II mantuvo
con Isabel Clara Eugenia, un aspecto que, por supuesto, no ha pasado
desapercibido a los historiadores que se han acercado tanto al rey como a la
Infanta. De nuevo han sido las cartas publicadas por Gachard la principal
fuente a la que se ha recurrido para la reconstrucción de esa relación, si bien es
cierto que siempre se ha puesto el acento en los beneficios que aquella
reportaba a la imagen del Rey. Las epístolas escritas en aquellos años son, sin
embargo, una de las mejores fuentes para conocer a la Infanta Isabel en las
década de los 80. A través de sus palabras, Felipe II dibuja aspectos de la
personalidad de su hija que serían imposibles de aprehender en otra clase de
correspondencias. Esas cartas son estrictamente privadas y destinadas a ser
leídas únicamente por sus destinatarias- Isabel y Catalina- y su intencionalidad
no esconde otros deseos que la natural comunicación entre un padre y sus
hijas. Así podemos apreciar aquello que Felipe II esperaba de sus hijas no sólo
por su condición de infantas sino también como hermanas mayores. Rasgos,
defectos y otros aspectos que no vamos a encontrar en otras correspondencias
se traslucen en aquellas palabras, otorgando al historiador la oportunidad para
saber cómo eran las Infantas en el ámbito más privado y, por tanto, menos
accesible para los embajadores y espectadores externos. Centrándonos en el
caso de Isabel Clara podemos observar la faceta de la Infanta como
418
CÁNOVAS DEL CASTILLO, A., Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España, Madrid 1869
Por ejemplo en la última biografía de Felipe II escrita por Parker el análisis de las relaciones
familiares del Rey cuentan con un papel importante: PARKER, G. Felipe II. La biografía definitiva,
Barcelona 2010 pp. 439- 480
419
199
primogénita, con las obligaciones que aquello acarreaba ya que, como
tendremos ocasión de analizar en otros apartados, esa condición la va a
convertir en supervisora de los progresos de sus hermanos. Además se
traslucen otros aspectos como el miedo a las tormentas o el gusto por los
juegos de azar. Asimismo, la preocupación por la salud de la Infanta y todo
aquello que tenía que ver con las posibilidades de que Isabel Clara pudiese
tener, en su momento, descendencia. Aunque esas apreciaciones las hace
Felipe II con una sucesión masculina asegurada- vivían por aquel momento el
Príncipe Don Diego y el Infante Don Felipe-, la capacidad reproductora de su
hija era fundamental para su futuro papel como consorte, ya que la
maternidad se convertiría, en un futuro, en uno de sus principales cometidos.
Uno de los aspectos que más ha marcado la relación entre Isabel Clara y Felipe
II fue el tardío matrimonio de la Infanta. No vamos a detenernos aquí en la
consideración de las causas que movieron al Rey Católico a retrasar ese
acontecimiento pero sí mencionar brevemente los argumentos que algunos
espectadores externos conjeturaron para explicar ese hecho. El embajador
francés, Monsieur de Longlée opinaba que Felipe II bien podía retrasar el
matrimonio de una de sus hijas para mantenerla a su lado. El hecho de que el
enlace entre Isabel Clara y Rodolfo II se retrasase constantemente pareció dar
entidad a esa suposición del enviado francés y otros diplomáticos la repitieron
en años posteriores. Lo cierto es que una vez que Catalina Micaela abandonó la
Península el Rey Católico estuvo acompañado de manera constante por sus
dos hijos; en el caso del Príncipe Don Felipe era un medio para supervisar su
formación como futuro soberano a la vez que Isabel Clara asumía roles que
acataría en un futuro como consorte. Quizá sea algo impreciso considerar que
el papel que Isabel Clara cumplió en la Corte entre 1585 y 1598 equivalía al que
debía asumir una consorte, pero lo que sí es cierto es que su relevancia en este
particular escenario va a ser muy relevante. La Infanta va a ser cumplimentada
por los embajadores en las visitas oficiales de los mismos y va a gozar de un
cierto protagonismo en las salidas que haga el monarca por los diversos
territorios peninsulares.
Visualmente
200
eso
se
va a traducir en
una
compenetración muy fuerte entre Felipe II e Isabel lo que va a dar pie a esa
consideración sobre el fuerte vínculo que existió entre el soberano y su hija
primogénita.
No hay duda de que esta relación marcó de manera muy intensa a la Infanta.
Aunque no tengamos una constancia documental muy extensa sí que podemos
afirmar que Felipe II fue una influencia decisiva en Isabel Clara. Uno de los
aspectos que más interés ha concitado en los historiadores sea el tema de la
“ educación política” de la Infanta y el papel de Felipe II. La posibilidad de que
Isabel se convirtiese en heredera hizo pensar a muchos que la Infanta tuvo que
ser instruida en el ejercicio del poder de una manera mucho más consciente
que en un escenario donde sólo se contemplase un futuro como consorte.
Además, no se trataba únicamente de saber cómo se la preparaba sino también
el grado de influencia que la Infanta tuviese en los asuntos de gobierno como
consecuencia de su cercanía al Rey Católico. Por ejemplo, una de las más
interesadas en cosechar esa información va a ser Catalina de Médicis
predispuesta a utilizar su vínculo familiar con la Infanta para sacar un rédito
político de la relación paterno- filial que unía a Isabel con Felipe II. La
constancia de esa influencia la vamos a ver en el caso de Catalina Micaela y el
recurso que va a hacer a las gestiones que Isabel Clara podía realizar en la
Corte de Madrid.
Por otro lado, deberíamos reflexionar sobre la influencia que la visión política
de Felipe II tuvo en Isabel Clara; para ello sería necesario hacer un ejercicio
comparativo entre las directrices que movieron la política de Felipe II en la
Monarquía y las que practicó Isabel Clara como soberana en los Países Bajos.
Vuestras dos madres: Isabel de Valois y Ana de Austria
Los nacimientos de Isabel Clara Eugenia en 1566 y el de su hermana Catalina
en 1567 venían a confirmar las esperanzas de los contemporáneos de que el
matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois cumpliese con uno de sus
principales objetivos. Además de la frágil situación en que se encontraba la
sucesión hispana con el Príncipe Don Carlos como único heredero del Rey
Católico, la maternidad era uno de los elementos clave para Isabel de la Paz
201
primero como medio de naturalización política y, segundo como base para
apuntalar su influencia ante Felipe II y la Corte hispana. Su temprana muerte
impide saber hasta qué punto se hubiesen cumplido esas premisas y es que la
vida de esta reina francesa fue demasiado corta para que se recogiese ningún
fruto. Este hecho nos impide hacer un análisis profundo sobre la relación que
Isabel mantuvo con sus hijas. Por un lado fueron niñas deseadas porque desde
el momento en que Isabel alcanzó la maduración sexual, la búsqueda de un
embarazo fue una de sus principales preocupaciones. Presionada por Catalina
de Médicis, la reina buscó una mayor cercanía al Rey y recurrió a las plegarias
para que se materializara su esperanza. Los nacimientos de Isabel y Catalina
fueron alegrías y decepciones a partes iguales, porque si bien eran signo
elocuente de su capacidad para engendrar y llevar un embarazo a término,
también su condición femenina era un triste consuelo al no asegurar de
manera fehaciente la sucesión de un príncipe Habsburgo- Valois en la
Monarquía. Son pocos, por tanto, los signos que nos han quedado de esa
relación con sus hijas. Isabel aseguró en una de sus cartas que la maternidad la
hacía una mujer feliz, y es evidente que mostró cariño por sus hijas. Los rastros
que ha dejado la documentación administrativa nos muestran los objetos que
encargó para las Infantas, como es el caso de la cunita que se hizo para que
Isabel Clara acostase a sus muñecas420. Más allá de esto, poco podemos decir, y
es que la desaparición de Isabel de las vidas de sus hijas un año más tarde
impidió que se desarrollase ese vínculo, de tal manera que la reina se convertía
en un recuerdo en la vida de las Infantas. Como princesas Valois, Isabel y
Catalina mantuvieron unos lazos familiares con la Corte de Francia que
tampoco gozaron de una importancia fundamental porque se establecían con
personas a las que no conocían físicamente. Su herencia materna tuvo un
influjo determinante en los acontecimientos que se vivieron en la década de los
90, cuando la condición de hija primogénita de Isabel de Valois colocó a Isabel
Clara como
pretensora a aquella Corona. Tampoco
podemos pasar
desapercibida la extensión de la leyenda rosa de Isabel de Valois a sus hijas;
420
Sobre este aspecto resulta de interés la reciente obra sobre Isabel de Valois escrita por EDOUARD, S.,
Le Corps d’une reine. Histoire singulière d’Élisabeth de Valois, 1546- 1568, Rennes 2009, p 211 y ss.
202
los biógrafos de la Infanta Isabel no dudaron en atribuir a esa herencia
francesa algunas de las mejores cualidades de ésta.
La temprana muerte de Isabel de Valois en 1568 dejó a Isabel y Catalina
huérfanas a las edades de dos y un año, respectivamente. Este hecho y el
matrimonio en 1570 de Felipe II con su sobrina, convierten a Ana de Austria en
el referente maternal con que van a contar ambas Infantas. Este aspecto no
escapó a aquellos que rodeaban tanto a las infantas como a la archiduquesa. La
emperatriz María, consciente de que su hija debía asumir una tarea importante
al convertirse en Reina Católica, se desvivió por aconsejarla para que
cumpliera con nota ese papel. Entre los muchos aspectos que trató no se le
escapó a la emperatriz el rol maternal que debía asumir Ana al llegar a la Corte
de Madrid; la archiduquesa no sólo debía alumbrar al heredero de Felipe II
sino asumir la tarea de la crianza de las dos niñas que había dejado Isabel de
Valois. María temía que el comportamiento de Ana con las infantas se mirase
con lupa para tratar de encontrar defectos y que todo ello tuviese algún tipo de
impacto en la relación entre Felipe II y su mujer421.
Si aquí la preocupación iba encaminada a la imagen que la archiduquesa
proyectase en su proceso de transformación en Reina Católica, desde la Corte
francesa los temores iban en otra dirección. Catalina de Médicis había tratado
de mantener la alianza franco- española ofreciendo a su hija Margarita como
sustituta de Isabel de Valois. Felipe II había optado por estrechar los lazos
dentro de su propia Casa y ello supuso el inicio de un proceso de
transformación en el entorno inmediato de las Infantas. El embajador francés,
Fourquevaux, narraba a su señora estos cambios y dejaba traslucir un cierto
temor por el impacto que ello pudiera tener en la relación entre Catalina y sus
nietas422. No obstante, va a ser la propia Ana quien en la primera audiencia con
421
“…Y que sy la Reyna fuera muchas vezes y lleva mis sobrinas [di]rán que les haze mal, sy las deja
dirán que les pareçe que no les es mucho, pues les va [ ] y las deja ençerradas, y todas las otras cosas
serán ansy sospirar por la Reyna, que aya gloria…” La emperatriz María a Felipe II, 29 de noviembre de
1570, s. l , ADA Caja 20/98 recogida en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., p. 205
422
La reina viuda, en las cartas de cortesía escritas a la nueva consorte de Felipe II no va a olvidar a sus
nietas: “Madama mi hija, aunque Don Diego de Çúñiga bastará para daros nuestras nueuas, no he por
esso querido de dexar de escriuir a V Md estos ringlones para rogarla me quiera continuar siempre en su
buena graçia y auisarla de la salud de su sobrinilla que, a Dios gracias, queda muy buena y si creyesse
que ay otra cosa que le fuesse tan agradable no dexaría de darle nueuas della, y assí por no offrescerse
203
el enviado extraordinario de la Corte francesa- Monsieur de Malicorne- quien
tranquilice las inquietudes de la reina viuda asegurando su deseo de
convertirse en verdadera madre para las Infantas423. El entorno próximo de las
Infantas había tratado de suavizar el impacto que las niñas podían sufrir ante
la llegada de Ana de Austria; habían tratado de convencer a Isabel y Catalina
que la nueva consorte era su madre, hecho que había provocado las lágrimas
de Isabel de quien el embajador francés ponderaba su maduro juicio a pesar de
la corta edad 424. El recibimiento se produjo, al final, reduciendo la carga
protocolaria ya que la reina en vez de recibir la cortesía de ambas niñas había
optado por abrazarlas. Asimismo, hay un esfuerzo claro de Ana de Austria por
mostrar ante la Corte que iba a asumir el papel maternal con las hijas de Isabel
de Valois y quizá ello explica que comparta las comidas con las Infantas.
“ Mais je ne veux faillir, Madame, à vous dire l’accueil que ladite Dame
Royne feist à Mesdames les petites Princesses, le jour de son entrée au
pallais. Ce fust que Madame la Princesse de Portugal, leur tante, les
mena au devant de ladite Majesté jusques à l’entrée des portiques et
galleries basses, où elle estoit descendue de sa haquenée, et sans
voulloir luy permectre que lesdites Infantes luy baizassent les mains et
d’une reverence jusques à terre de mesme elles, la dite Dame Royne les
accola et baiza plusieurs fois l’une après l’autre avec demonstration de
fort grande amour; et du despuis les honnore et caresse comme ses
filles, et a disné et souppé aucuns jours en compaignie d’elles, seant à
table au milieu, l’aisné à sa main droite et la petite à sa main gauche.” 425
acabaré esta supplicando a V Md tenga siempre por encomendadas a las Infantas nuestras hijas que,
sabiendo el amor y voluntad que les tenéis, me obliga a que en todo lo que viere os podrá ser agradable
os dé satisfacción para lo qual ruego a Nro señor me dé medio y a V Md lo que desea…” Catalina de
Médicis a Ana de Austria, Poitiers 18 de agosto de 1577, AGS Estado K- 1543, nº 54
423
“…toutesfois elle voulloit bien l’asseurer que elle leur será vraye mère tant pour l’amour et respect
du Roy son seigneur te d’elles mesmes qui le meritent, que de la Majesté de la Royne leur ayeulle, à qui
elle dezire servir” Discours au Roy des audiences que Monsieur de Malicorne a heues des Roy et Royne
Catholiques, Douais, Depeches… vol. II, pp. 314- 319.
424
“…l’aisnée a fort pleuré quand on luy a dict que ladite Dame Royne estoit arrive en Espaigne. Il a
esté commandé a Chassincourt et aux autres filles de luy persuader que c’est sa proper mere; ce qui sera
difficille, car elle a ung esprit et jugement d’une fille de quinze ans” Monsieur de Fourquevaux a
Catalina de Médicis, Madrid 11 de octubre de 1570, DDMF, vol. II, p. 282
425
Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 21 de diciembre de 1570, DDMF, vol II.,
pp. 297- 299
204
Estos hechos son descritos por Fourquevaux con cierto cuidado con el objetivo
de agradar a Catalina de Médicis e informarla de cada paso de las Infantas; no
obstante, se mostraba en parte escéptico ante la actitud de Ana y su capacidad
para convertirse en madre verdadera de las Infantas. Es evidente que la nueva
reina difícilmente iba a superar a Isabel de Valois en la opinión de
Fourquevaux ya que su llegada había implicado una serie de cambios que
afectaban de lleno al diplomático. La entrada libre que había tenido con
anterioridad ya no existía, lo que complicaba su labor de informador para la
Corte francesa. Por otro lado, la llegada de Ana iba a tener un impacto grande
en la vida de las Infantas y sus posibilidades en el orden sucesorio; entre 1568
y 1571 Isabel Clara era la heredera de su padre, pero la nueva consorte podía
dar a Felipe II los hijos varones que apartarían a la Infanta del camino hacia el
trono. Estos aspectos que el embajador no explicita en su correspondencia
debían estar muy presentes en su mente y de ahí el constante escrutinio a las
labores maternales de la reina. Uno de los “ consuelos” que ofrece a Catalina es
que hay personas en el círculo próximo de las Infantas que van a compensar
de manera muy clara la falta de Isabel de Valois; una de ellas es la princesa
doña Juana y la otra, Madamoiselle de Chasincourt cuya importancia e influjo
en el círculo cortesano hemos analizado en otro apartado.
La relación de la princesa doña Juana con sus sobrinas había sido muy
importante desde el nacimiento de las Infantas; no en vano, había sido
madrina de ambas niñas y una presencia constante tanto en Palacio como en
su fundación conventual, las Descalzas Reales que van a formar parte del
circuito palaciego donde las Infantas van a ver transcurrir su vida.
Fourquevaux se hace eco en diversas ocasiones del profundo afecto que sentía
por sus sobrinas y, lo que más nos interesa destacar aquí, su labor de guía con
Ana de Austria en la tarea de criarlas y quererlas426. Efectivamente, la
emperatriz María había confiado siempre en que la presencia de Juana en la
Corte de Madrid sería un elemento clave para la naturalización de la
archiduquesa, facilitando el proceso de adaptación a los usos y costumbres que
426
“[La reina] est instruicte par la princesse sa tante, comme il fault caresser lesdites belles filles”
DDMF, vol. III, pp. 114- 115
205
se esperaban de ella como Reina Católica427. El embajador francés se va a fijar,
lógicamente, en aquello que concernía de manera más estrecha al bienestar de
las nietas de Catalina de Médicis428.
Contamos con esta valiosísima información sobre la primera toma de contacto
entre Ana de Austria y las Infantas Isabel y Catalina, pero la pregunta que hay
que realizar es cómo evoluciona esa relación con el paso de los años. La
documentación manejada nos permite hacer una reflexión sobre estos lazos
familiares, y comprender que la nueva consorte de Felipe II se va a convertir
en alguien esencial para las Infantas. Por un lado hay que constatar un hecho
obvio y es que las Infantas van a integrarse en la Casa de la Reina lo que hace
que el contacto entre ellas sea constante. Los testimonios dejados, por otro
lado, por el Marqués de Ladrada nos permiten reconstruir el vivir cotidiano de
estas mujeres y por ellos sabemos que Ana de Austria va a incorporar a las
Infantas en su rutina diaria. Por ejemplo, las salidas de la reina de Palacio, ya
sea para dirigirse a Aranjuez o el Pardo, o para visitar las instituciones
conventuales de Madrid, van a ser compartidas por las dos Infantas que de esa
manera ocupaban su
tiempo
con Ana de Austria a la vez
que,
presumiblemente, iban aprendiendo las funciones que como consortes
deberían cumplir en un futuro más o menos lejano. Asimismo, la Princesa va a
seguir siendo una presencia habitual en la vida de Isabel y Catalina ya que las
jornadas a los Sitios Reales o a conventos van a contar con su participación; se
427
La presencia de Juana en la Corte de Madrid había sido un aliciente para la llegada de Ana a aquella
Corte bien como princesa- cuando se trataba su matrimonio con el Príncipe Don Carlos- bien como
reina, tal y como sucedió en 1570. Precisamente, en 1568 cuando la prisión del Príncipe quebró aquellos
planes se expresaba así la tristeza de la emperatriz “…pues haviendo de estar su hija en compañía de la
Princesa, tenía bien entendido el amor y respecto con que sería tratada y amada, pero esta novedad tiene
a la emperatriz muy cayda” Puntos de carta de Luis Venegas a la Princesa de Portugal, Viena 6 de
marzo de 1568, AGS Estado leg. 665, nº 28.
428
Al igual que ocurriera con Ana de Austria, Catalina de Médicis va a encomendar muy vivamente a la
princesa el bienestar de las Infantas, consciente de que el vínculo que la Princesa había mantenido con
Isabel de Valois hacía más estrecha la relación que mantenía con sus sobrinas. Juana de Austria va a
tranquilizar a la reina viuda de Francia asegurándole el cariño que sentía por Isabel y Catalina: “…la
voluntad que yo tengo de seruir a V Md que no es menor que la que le tenía la Reyna mi hermana que
está en gloria (...) la qual yo amaua y estimaua tanto que assí por su respecto como por otras
obligaciones que ay para ello tengo a las Infantes mis sobrinas el mismo amor que si fueran mis hijas y
con el mismo seruiré a V Md” Juana de Austria a Catalina de Médicis, Madrid 4 de Julio de 1571, AGS
Estado K- 1529, nº 111.
206
consolidaban los lazos entre las mujeres de la dinastía en una práctica que va a
ser habitual entre los miembros de la Dinastía Habsburgo.
Yo creo que se puede hablar, por otro lado, de la interiorización de ese vínculo
materno- filial que va a existir entre Ana de Austria y las Infantas. Así se
expresaba la Infanta Isabel en 1573 en un billete dirigido al Marqués de
Ladrada:
“ Agos saber qu’el otro día estando en casa de madre…” 429
Esta referencia, aunque testimonial, condensa cómo va evolucionando ese lazo
familiar; es lógico pensar que la presencia continua de Ana de Austria en la
vida de las Infantas y el nulo recuerdo que podían guardar de Isabel de Valois,
debía contribuir necesariamente a que aquella fuese vista de manera natural
como madre. Unos años más tarde sería Felipe II quien se refiriese al vínculo
maternal que sus hijas mantuvieron con Ana de Austria, equiparando a ésta
última con Isabel de Valois en ese oficio concreto. Escribía a Catalina Micaela
recomendándola que siguiese el ejemplo de “ vuestras dos madres” , una
expresión que tampoco nos puede pasar desapercibida.
Nos quedaría un último elemento por analizar que es el del recuerdo material
que Ana de Austria dejó en las Infantas. Evidentemente el grueso de la
herencia de Ana de Austria fue a parar a sus hijos legítimos que en el
momento de su muerte eran el Príncipe Don Diego y los Infantes Don Felipe y
Doña María, no obstante, a través un codicilo hecho en Badajoz poco antes de
morir, la reina otorgaba una serie de mercedes a diversos servidores y no se
olvidaba de las hijas de Isabel de Valois. Así dejaba dispuesto para ambas lo
siguiente:
“ (…) Mando a la serenísima Infante doña Isabel un joyel que tiene un
diamante y un rubí y una perla grande.
Yten mando a la serenísima Infante doña Catalina otro joyel que tiene
una figura como de águila y las alas llenas de diamantes pequeños y
una esmeralda grande (…)” 430.
429
Billete de la Infanta Isabel al Marqués de Ladrada, Madrid 10 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 38,
Caja 50, nº 86
207
Las Infantas no precisaban recibir joyas de Ana de Austria, ya que ambas
recibieron las que habían pertenecido a Isabel de Valois, así que podemos
entender que esta particular manda testamentaria tenía, ante todo, un valor
sentimental. Con motivo del matrimonio en 1585 de Catalina Micaela con
Carlos Manuel I, Duque de Saboya, se procedió a una división de aquellas
joyas entre las dos hermanas. No obstante, señalar que durante las
celebraciones se debió hacer uso de algunas joyas de Ana de Austria, ya que
Felipe II reclamó el envío de las mismas a Zaragoza. Podemos colegir, por
tanto, que Catalina, e incluso Isabel, lucieron alguna de las piezas durante las
ceremonias y celebraciones que se llevaron a cabo tanto en Zaragoza como en
Barcelona. Por referencias posteriores suponemos que alguna otra joya, aparte
del joyel que expresamente legaba Ana a Isabel Clara, quedó en posesión de la
Infanta ya que cuando estaba en Bruselas envió a su sobrina Ana, Reina
Cristianísima, el anillo con el que se había casado con Felipe II431.
Vínculos fraternales: Isabel Clara Eugenia, Catalina Micaela y Felipe III
Frente a la importancia y relevancia dada a los lazos establecidos entre padres
e hijos como elemento basculador de las relaciones familiares en el Antiguo
Régimen, algunos historiadores han puesto el énfasis en el análisis de las
relaciones familiares entre hermanos432. El estudio de los mismos nos permite
observar un tipo de relación que se desarrolla en un plano horizontal y en
determinados casos en igualdad de condiciones; efectivamente los lazos entre
hermanas, por ejemplo, no estaban condicionados por diferencias de género lo
que nos permite observar una relación igualitaria que nos da muchas pistas
sobre las diversas facetas de esos personajes. Entender la etapa que Isabel
430
Codicilo o adición a las disposiciones testamentarias. AGS Patronato Real, Legajo 29, nº 2 Hay copia
en AZ, Altamira 220, 80
431
La referencia a ese anillo la encontramos en una carta de Isabel a Ana de Austria recogida en
Rodríguez Villa, Correspondencia de la Infanta Archiduquesa doña Isabel Clara Eugenia de Austria con
el Duque de Lerma y otros personajes, Madrid 1906, pp. 270- 271. Magdalena Sánchez hace referencia
ese intercambio como uno de los muchos signos que nos permiten entender el vínculo que la Infanta
mantuvo con su sobrina, SÁNCHEZ M. S. “¿Recuerdos y afectos? La correspondencia de Isabel Clara
Eugenia con el duque de Lerma” en VAN WYHE, C. op cit. pp. 203- 225
432
MILLER N. J. y YAVNEH N., “Introduction: thicker than water: evaluating sibling relations in the
early modern period” en MILLER N. J. y YAVNEH N. (dirs.) Sibling Relations and Gender in the Early
Modern World. Sisters, Brothers and others, 2006, pp. 1- 12
208
Clara vivió en la Corte de Madrid es imposible si obviamos la relación que
mantuvo con sus hermanos y más concretamente con Catalina Micaela y con
el príncipe Felipe (III). Isabel fue hija primogénita, una condición que influyó
notablemente en el papel que hubo de cumplir en la Corte y en la percepción
de cuantos la rodearon. Es verdad que en el momento de su nacimiento vivía
el Príncipe Don Carlos, heredero jurado de la Monarquía, lo que la situaba
simplemente como infanta primogénita. La muerte de aquel en 1568,
precedida por los rumores sobre su incapacidad, proyectaron a Isabel al
primer plano como posible heredera, un papel que de una manera u otra la va
a perseguir en las décadas siguientes por la enfermiza salud de sus hermanos
pequeños.
Independientemente
de
que
aquello
fuese
un
futurible
condicionado por múltiples factores, es indudable que Isabel contó con un
protagonismo claro que se proyectó en la relación que mantuvo con sus
hermanos.
Las cartas de Felipe II a sus hijas son un buen testimonio para entender cómo
eran los vínculos fraternales que la Infanta mantenía con sus hermanos. En
esas cartas Felipe II actúa como padre y lo hace exigiendo a sus hijas que
adopten el rol de hermanas mayores que su edad les impone. A la vez que
deben cumplir las expectativas que se tienen puestas en ellas, deben hacer que
sus hermanos menores también las acrediten, convirtiéndose en las encargadas
de velar por su educación y formación. Así Felipe II se alegra de que las
Infantas se encarguen de informarle sobre la salud y progresos de los niños
pequeños así como del “ cuidado que tenéis del aposento del mayor y yo voy
mirando lo que convendrá” 433. Más interesante resulta la labor de supervisoras
en el progreso del príncipe en tareas básicas como la lectura, una función que
van a cumplir tanto con el Príncipe Don Diego como con el Príncipe Don
Felipe.
433
Felipe II a sus hijas, Almada 26 de Junio de 1581, Carta IV en BOUZA ÁLVAREZ, F. op cit., p. 47.
Asimismo, señalar como ante la enfermedad que se llevó al Príncipe Don Diego y a la Infanta doña
María, las Infantas van a expresar su opinión sobre cómo organizar algunos aspectos relativos a los
cuidados: “Y porque sus Altezas [D. Diego y Dª María], anbos estauan en sus aposentos tan cerca el uno
del otro, les paresçió a los médicos era bien apartarlos más. Y así pasó el Príncipe nuestro señor al
aposento donde dormían las señoras Infantas, porque sus Altezas holgaron dello y lo pidieron…” Copia
de lo que se escribe a Su Majestad, IVDJ Envío 7, nº 79
209
“ Muy bien está que todos lo estéis, y que vuestro hermano letree tan
bien como decís y así procurad que lo lleve adelante” 434
Junto a la lectura, el conocimiento de otras lenguas- que Felipe II había
insistido en el caso de las Infantas- era esencial para el heredero de la
Monarquía, más si se trataba del portugués, reino que se unía a la vasta
herencia por heredar y del que debían aprender usos y costumbres como
futuros soberanos de aquellos vasallos435. Asimismo, se van a encargar que los
príncipes lleven a cabo otra serie de actividades que debían integrar su rutina
como el rezo y los ejercicios religiosos436, pero también el aprendizaje de
aquellas actividades esenciales para el mundo cortesano como la danza437.
El estrecho vínculo que mantuvo Isabel con Catalina es un hecho que,
difícilmente podemos olvidar. Las primeras imágenes pictóricas que de ambas
tenemos nos las muestran compartiendo el mismo espacio y dejando
constancia de esa cercanía que va a marcar su relación tanto en su etapa en
Madrid como aquella que desarrollaron tras la salida de Catalina Micaela hacia
la Corte de Turín. En ocasiones ambas infantas parecen confundirse en esa
alusión, frecuente en la documentación, de “ Señoras Infantas” . Nada más lejos
de la realidad; un hecho que hay que señalar de manera clara es que cada una
de ellas tenía una posición definida, sobre todo, por la condición de
primogénita de Isabel Clara, y que ese hecho determinó diversos aspectos de
su vida, así como la imagen que de ellas proyectaron los que las rodeaban. No
434
Felipe II a sus hijas, Sintra 2 de octubre de 1581, Carta VIII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 58. De
nuevo hay una referencia al aprendizaje de la lectura en la misiva siguiente “Pues decís que vuestro
hermano leería mejor si tuviese más cuidado, acordadle que le tenga para que cuando yo vaya, placiendo
a Dios, sepa ya leer y escribir algo y decidle que para cuando escribiere yo le enviaré una escribanía de
la India” Felipe II a sus hijas, Lisboa 23 de octubre de 1581, Carta IX, p. 60
435
“Y muy bien es que entendáis portugués tan bien como decís y así procurad que lo entienda vuestro
hermano, que será mucho menester para que entienda a los que fueren de acá y le hagáis leer portugués
y se lo declaréis, pues tan bien lo entendéis” Felipe II a sus hijas, Lisboa 1 de octubre de 1582, Carta
XXVI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 93
436
Felipe II anuncia el envío de unos “rosarios para vosotras y vuestro hermano y para que comience a
rezarlo” Felipe II a sus hijas, Lisboa 20 de noviembre de 1581, Carta XI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit,
p. 64
437
“Y muy bien hace vuestro hermano en aprender a danzar y decídselo así de mi parte” Felipe II a sus
hijas, Lisboa 4 de Junio de 1582, carta XXI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 85
210
obstante esas diferencias, ambas van a compartir un
afecto sincero y un
estrecho lazo que se manifiesta a través de múltiples gestos.
Uno de los informadores más concienzudos de los primeros años de las
Infantas es el embajador francés, Monsieur de Fourquevaux quien además de
las noticias que previamente hemos comentado, se encargaba de hacer llegar a
Catalina de Médicis el estado de salud de las niñas, así como los progresos que
ambas hacían en los primeros rudimentos de la lectura, escritura, etc. Sus
informaciones se pueden complementar con las aportadas por la Duquesa de
Alba que quedó al cargo de las niñas tras la muerte de Isabel de Valois.
Volviendo a Fourquevaux, el embajador es extraordinariamente meticuloso al
describir el aspecto de las Infantas tras su nacimiento. De Isabel Clara destaca
su parecido a Felipe II en alguno de sus rasgos como la nariz y la promesa de
una gran belleza conforme fuese creciendo 438. El nacimiento de Catalina
Micaela también conllevó la preceptiva descripción y en este caso, el
embajador destaca la dulzura de los rasgos de la Infanta en comparación con
su hermana, sus ojos verdes y el cabello oscuro así como la posibilidad de que
al crecer fuese más bella que Isabel Clara439. En la relación de los bautismos
respectivos hay una diferencia notable entre ambas hermanas, así como el de
Isabel Clara concita un mayor interés por parte del embajador, el de Catalina
es descrito de manera más somera, si bien nos informa que se desechó en el
último momento como segundo nombre el de Francisca. El embajador
discurría, eso sí, por la decepción que suponía una nueva Infanta. Felipe II no
exteriorizó ese sentimiento y manifestó su alegría por el nacimiento de una
hija440, pero para la Corte francesa y para Catalina de Médicis hubiera
438
“…elle est fort belle, le front large, le nez ung peu grandet comme celluy du Roy, son père; la bouche
ne semblera poinct à la sienne, encore qu’on la juge ung peu grandette; bref ses traictz me semblent
promectre une grande beaulté et blancheur; et n’a tache quelconque au vizaige” Monsieur de
Fourquevaux a Catalina de Médicis, Segovia 18 de agosto de 1566, DDMF, vol. I, p. 21
439
“Et vous puis asseurer, Madame, que elle est une très belle petite princesse avec les traictz du visage
plus doulx que l’aisnée. Je ne peuz veoir les yeulx, car elle dormoit; mais à ce que j’ay sceu, ilz sont
vers et les cheveulx tirant sur le brun. Il n’est possible de veoir une petite creature plus jolye.” Monsieur
de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 17 de octubre de 1567, DDMF, vol. I, pp. 281- 282
440
Años más tarde, cuando Catalina Micaela dio a luz a su primer hijo, el Príncipe Felipe Enmanuel, su
padre la felicitaba de la siguiente manera “Antes de responder a vuestras cartas os diré lo que he holgado
de la buena nueva que he tenido de vuestro buen alumbramiento, que ha sido para mí el mayor
contentamiento que podía ser y así estoy alegrísimo de ello y también de que sea hijo y me hayáis dado
el primer nieto que he tenido, aunque, a trueque de que vos estéis muy buena, tomara muy en paciencia
211
supuesto, sin duda, un gran triunfo que Isabel de Valois se convirtiera en
madre de un hijo varón, y más teniendo en cuenta las constantes sospechas y
rumores que circulaban sobre la salud y previsible incapacidad del Príncipe
Don Carlos para suceder a Felipe II. Eso explica la multitud de rumores que se
producen antes del nacimiento de Catalina, hasta el punto de que circuló uno
que hablaba sobre el nacimiento de un niño, en vez de una niña:
“ …a primª noua sayo que era filho” 441.
Evidentemente el desmentido de esta nueva fue muy rápido, pero el contento
fue general ya que, como comenta el embajador portugués, Isabel de Valois era
una reina muy querida y se había demostrado con estos dos nacimientos su
capacidad para dar vástagos a la Corona. La Duquesa de Alba, por el
contrario, se mostraba exultante por ese nacimiento y así se lo expresaba a la
Reina:
“ Tengo gran pena de no saber sy a sabido vuestra majestad la merced
que Dyos nos a echo en el buen parto y sobreparto que a dado a Su
Magestad, que a sido todo como lo podyamos desear, y tyene vuestra
Magestad vna nyeta Catalina que vale más que dos hyjos” 442.
Isabel, pero Catalina en mayor grado, sufrieron los obstáculos propios de su
condición femenina, algo sobre lo que la Infanta reflexionaría más tarde en sus
cartas cuando estuviese en Bruselas, aludiendo a ese mal recibimiento que
tenían las mujeres al llegar al mundo 443. No obstante, las leyes sucesorias
imperantes en Castilla y que posibilitaban el ascenso al trono de las mujeres
que fuera nieta, mas estando vos buena, como lo espero, muy bien está que sea nieto y también por el
contentamiento que su padre tendrá de ello” Felipe II a Catalina Micaela, Vaciamadrid, 27 de abril de
1586, Carta LI en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p.
441
Embajador portugués a Don Sebastián, Madrid 11 de octubre de 1567, ATT, Tribunal del Santo
Oficio. Consejo general de la Inquisición, libro 210, f. 108v
442
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 12 de noviembre de 1567. Se vuelve a reafirmar
en otra carta “avnque yo ovyera tenydo mucho trabajo en servir a la Reyna my señora en su parto, no le
syntyera con ver a su Md que a quedado tan buena cuanto nunca a estado. Dyos guarde a su Md y le de
vn hijo muy presto, avnque a la ynfante doña Catalyna no la trocaryamos ny avn por dos hijos, porque
es muy hermosa”, Madrid 1 de diciembre de 1567 (BNP, Ms. Esp. 336, ff. 16 y 18) en MOREL FATIO, op
cit, p. 371
443
“siempre las mujeres somos mal recibidas en el mundo” La Infanta Isabel al Duque de Lerma,
Bruselas, último de febrero de 1605, RODRÍGUEZ VILLA, p. 133. Magdalena Sánchez reflexiona sobre
estos pensamientos de la Infanta- Archiduquesa en “¿Recuerdos y afectos…?”, p. 213
212
contribuía a que, a pesar de todos esos obstáculos, las Infantas tuviesen
posibilidades reales de suceder a su padre.
En ese contexto hay que entender las apreciaciones que el embajador va a
hacer al producirse el encierro y posterior muerte del Príncipe Don Carlos.
Este hecho afectó de manera profunda a la Infanta porque su proyección
cambió de manera radical al convertirse en la heredera temporal del Rey
Católico. La noticia de la prisión del Príncipe Don Carlos impactó a las cortes
europeas; el monarca anunció su decisión de manera escueta a los diferentes
príncipes europeos, si bien lo hizo sin aportar detalles y las motivaciones
profundas que le habían llevado a tomar semejante decisión. Ese mutismo
provocó que los más allegados al Rey Católico, como es el caso del propio
emperador, se quejaran ante la falta de explicaciones. Hay que entender que
Maximiliano II se veía muy afectado por esta decisión, ya que además de ser el
tío de Don Carlos, en aquellos momentos se estaba negociando el matrimonio
entre su primogénita, la archiduquesa Ana, y el Príncipe. El emperador elevó
sus quejas al enviado español exigiendo tener más información, la misma que
otros príncipes, como es el caso del Rey Cristianísimo, deseaban recopilar para
figurar de manera más exacta el difícil panorama por el que atravesaba la
Monarquía444. En este sentido, el embajador francés contaba con un testigo de
excepción en la propia reina, pero los comentarios que ofrece al respecto no
ofrecen la claridad que tanto el emperador como el Rey de Francia podían
llegar a esperar. Fourquevaux se detiene más en comentar la reacción de la
reina que, a su parecer resulta bastante loable. En palabras del diplomático la
carcelería del Príncipe había provocado una gran aflicción en la reina, una
reacción “ curiosa” para quien tenía que ganar tanto con ese cambio de
circunstancias. El encierro ponía en entredicho la sucesión de Don Carlos y,
444
Carlos IX se dirigía a su embajador para pedirle información sobre este hecho que calificaba de
extraño: “je desire estre esclarcy de la verité, et que je vous faictz ceste depesche pour vous prier m’en
mander incontinent des nouvelles”; consideraba, por otra parte, que las informaciones otorgadas por el
embajador español- Don Francés de Álava- eran insuficientes y que tenía la sensación de que le estaban
ocultando gran parte de la verdad sobre el caso. Carlos IX a Monsieur de Fourquevaux, París 13 de
febrero de 1568. Se vuelve a repetir este encargo en otra de 23 de febrero de 1568, Cartas LXXVII y
LXXVIII en C. DOUAIS Lettres de Charles IX a M. de Fourquevaux, Ambassadeur en Espagne 15651572, Paris 1897, pp. 153- 155
213
por tanto, las Infantas se colocaban de manera muy ventajosa en el orden
sucesorio, sin descartar la posibilidad de que el hijo que esperaba Isabel de
Valois fuese, al fin, el deseado varón. Esta posibilidad que se va a materializar
tras la muerte de Don Carlos en julio de 1568, va a ser resaltada por el
embajador, consciente de que las leyes sucesorias, a diferencia de lo que
ocurría en Francia, colocaban a Isabel por delante, incluso, de sus primos los
archiduques.
La reina viuda de Francia va a solicitar a su embajador que le informe sobre
cómo ese hecho afectaba a sus nietas en cuestiones tales como el tratamiento 445.
En este sentido, Isabel Clara siempre fue una potencial heredera pero nunca se
concretó en una proclamación oficial y juramento. No obstante, en lo
concerniente a la relación con Catalina, su posición como primogénita va a
seguir pesando.
Las infantas, como podemos ver a través de los billetes del Marqués de
Ladrada, compartieron espacios dentro del escenario palatino, así como
rutinas diarias. Cuando enfermaban las Infantas, de cara a la gestión que el
mayordomo hacía de la Casa de la Reina, adquirían una cierta independencia
ya que había que separarlas para evitar el contagio de la enfermedad; de esa
manera su individualidad quedaba patente y sus rutinas se diferenciaban. Más
allá de las impresiones que la propia gestión del espacio palatino haya dejado
en las fuentes archivísticas, contamos con una opinión más fundada sobre los
sentimientos que esas separaciones generaban en Isabel y Catalina. Con
motivo de la convalecencia de Catalina tras sufrir viruelas, Felipe II escribía a
su hija, contento ante la mejoría de la Infanta, y reflexionaba sobre la soledad
que había sentido durante su retiro:
“ Ya creo que habrá bajado vuestra hermana y juntádose con vos, y que
habréis estado bien sola estos días sin ella y también ella sin vos” 446.
445
Sobre el tratamiento recibido por Isabel Clara en la Corte, Fourquevaux dice lo siguiente: “Madame,
puisqu’il vous plaist scavoir quel tiltre l’on baille à Madame l’Infante Izabeau votre petite fille, je
respondz à Vostre Majesté que elle n’a point changé du sien acostumé. Vray es que quelcun l’apelle la
Princesse doigne Izabeau et aultres Sa Alteze” Monsieur de Fourquevaux, Madrid 28 de febrero de 1569
DDMF Tomo II, p. 58
446
Felipe II a Catalina Micaela, Lisboa 3 de enero de 1583, Carta XXIX en BOUZA ÁLVAREZ, op cit, p.
100
214
Si bien podemos hablar de espacios compartidos, las identidades de ambas
Infantas se diferencian de manera muy clara y son múltiples los hechos que lo
corroboran. La condición de primogénita de Isabel Clara, la va a convertir,
como ya hemos señalado, en potencial heredera de la Monarquía, un factor
que va a condicionar de manera clara su formación y consideración en la
Corte. Vamos a profundizar en esa visión que las personas que las rodearon
tuvieron y manifestaron en su correspondencia y otros escritos. Volviendo al
caso de Fourquevaux, el embajador en su labor de informador de la reina
viuda, claramente deseosa de contar con noticias frescas sobre el proceso de
crecimiento de sus nietas, escribía sobre los progresos que ambas hacían. En
muchos casos la información se limita a comentar el estado de salud, pero en
otros momentos deja desgranar una mayor información que nos permite
conocer cómo eran las Infantas de niñas.
Las dos niñas van a ser objeto desde un primer momento de una gran atención
por parte de los enviados diplomáticos, no obstante, podemos decir que
algunas de sus reacciones van a ser las lógicas para personas de su edad, de
ahí que tanto Isabel como Catalina recuerden a los embajadores franceses su
deseo de recibir pequeños obsequios de la reina viuda de Francia, bien para su
adorno, bien para jugar. Fourquevaux no deja de señalar el aire de majestad
que, pese a esa corta edad, sabían mostrar ante los que las visitaban, de tal
manera que de Isabel Clara siempre se señalaba el extraordinario juicio que
mostraba al hablar o conducirse, o reproduciendo las palabras exactas del
embajador: “ elle a la parole distincte et a son commandement” 447. La Duquesa
de Alba, que como ama de las Infantas era una presencia más cercana a ellas,
también corroboraba esa impresión e informaba a Catalina de Médicis que
Isabel “ habla muy mucho y entiende tanto que avn ayer preguntábamos a su
alteza que era, y dixo que era española y francesa” 448 y añadía en otra carta que
“ no creo yo que la verá nadie que no la juzgue por de mucha más hedad,
porque es la mayor criatura que he visto de la suya y de más linda
447
Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 26 de Junio de 1569, DDMF., vol II, p. 83
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 20 de Marzo de 1569 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 10)
recogida en MOREL FATIO, A., op cit., p. 379
448
215
dispusiçión” 449. Tampoco Catalina Micaela se quedaba atrás y así comentaba el
embajador cómo aún sin hablar de manera coherente llamaba bobas a las
damas cuando no hacían lo que la niña quería450. El envío de retratos era una
manera de acercar físicamente a las Infantas para que su abuela pudiera ver los
rasgos que le describían en las cartas, y en este sentido tanto Fourquevaux451
como la Duquesa de Alba se van a mostrar bastante activos; el Marqués de
Ladrada, informaba al Rey del recibo de uno de los encargos que,
presumiblemente había hecho la Duquesa cuando todavía estaba al cargo de
las Infantas. Doña María Enríquez, no obstante, se va a mostrar descontenta
con los resultados considerando, en una de sus ocasiones, que “ el pintor las ha
agraviado harto” 452.
Por su parte Catalina de Médicis se va a encargar de mantener el contacto a
través del envío de cartas- acompañadas en ocasiones por presentes- que le
servían para aconsejar y tratar de influir en la vida de sus nietas. El hecho de
que Isabel fuese la primera en aprender a escribir la va a convertir en la
receptora de esas primeras cartas, lo que va a provocar algunos choques entre
las hermanas, tal y como podemos extraer de la siguiente anécdota que
Fourquevaux trasladaba a Catalina de Medicis:
449
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 7 de enero de 1570 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 12)
recogida en Morel fatio, op cit, p. 381
450
“Madame Catherine commence à parler quelques motz, at au moins a elle ung mot fort commun en
sa bouche, c’est d’appeller bobbe celle de dames qui ne faict à sa volunté...” Fourquevaux a Catalina de
Médicis, Madrid 26 de Junio de 1569, DDMF, vol II, p. 83. La Duquesa de Alba también se hacía eco
de esos primeros pasos, y así poco después de nacer comentaba cómo la niña “tyene vna vyveça tan
grande que pareçe que quiere ablar” (Madrid 26 de diciembre de 1567) y más adelante, al comentar los
progresos de Isabel decía de la hermana “en su lenguaje habla tanto como su hermana” (Madrid 20 de
Marzo de 1569), ambas (BNP, Ms. Esp. 336, ff. 19 y 10 respectivamente) recogidas en Morel Fatio, op
cit, pp. 372 y 379
451
“Madame, en atendant que le portraict de Madame l’Infante Yzabeau feust achevé…” Monsieur de
Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 5 de diciembre de 1567, en DDMF, vol. III p. 61
452
La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 17 de agosto de 1568 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 8)
recogida en Morel Fatio, op cit., p. 377. Asimismo vuelve a mencionar la falta de acierto de los retratos
señalando que Isabel “está mucho más hermosa que los rretratos que vuestra magd tiene…” La Duquesa
de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 7 de enero de 1570 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 12) recogida en Morel
fatio, op cit, p. 381. En los billetes del Marqués de Ladrada encontramos, asimismo, una referencia a un
encargo hecho, supuestamente, por la Duquesa de Alba: “Maestre Jorje pintor a lleuado a mi posada dos
retratos de las señoras infantes y dize que Vuestra Mg le ynbió a mandar que me los entregase a mí y yo
me [he] informado para qué se hyzieron estos retratos y por qué orden y dýcenme que la duquesa, antes
que se fuese, mandó que se hyziesen estos retratos y otros como ellos, los otros para embiar a Francia,
los cuales me dicen que se llevaron muchos días a, y los otros para tenerlos ella en su casa…” El
Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 20 de abril de 1571, BL Add Mss/28354, f. 192
216
“ Je ne failliz aussi d’aller viziter Mesdames les Infantes et meniz le Sr.
De l’Aubespine leur baizer les mains et presenter votre lettre à Madame
la Princesse Yzabeau, qui en fut toute fiere, la voullant pour elle, dont la
petite Madame Catherine demeure toute honteuze de n’en avoir une
particulliere. Je luy deiz que Son Alteze l’eust heue si elle vous escript
comme son aisnée” 453.
La lectura de otros testimonios arroja un panorama algo distinto, en el sentido
de que la mayor atención se centra en el caso de Isabel. No vamos a
extendernos en algunas ideas porque las tratamos con mayor profundidad en
otros aspectos pero sí señalar cómo cuando se empieza a ver en las Infantas un
partido matrimonial interesante- y su capital dinástico así lo aseguraba- el
deseo de aquellos que querían a las hijas de Felipe II como consortes se van a
decantar en sus preferencias por Isabel Clara. No en vano su condición de
primogénita la otorgaba una posición más ventajosa que la que podía tener
Catalina Micaela, una situación que no es exclusiva a ellas sino que se puede
rastrear en otros casos como el de las archiduquesas. Ese mayor potencial de
Isabel Clara se trasladó al ámbito cortesano donde algunas damas, por
intereses obvios, la van a ensalzar por encima de Catalina cuyas perspectivas
van a ser siempre menores.
La llegada a buen puerto de las negociaciones matrimoniales con Saboya van a
convertir a Catalina en Duquesa consorte, y ese hecho va a desconcertar a
muchos de sus contemporáneos que van a resaltar la condición de enlace
menor. La percepción diferenciada tenía, por fuerza que profundizarse y si
damos por ciertas las informaciones de una relación anónima, la Infanta va a
ser objeto de burlas y desconsideraciones por su entorno más cercano:
“ Siendo menos amada que la Infanta doña Ysabel, algunas de las damas
burlauan con ella, hablando en la superioridad con que la emperatriz
tractaría a la Duquesa de Saboya su vassalla, y entre otros donayres se
contó que la Duquesa de Auero, doña Juliana de Alencastre, estando
juntas las hermanas preguntó a la dicha Doña Ysabel que honrra
453
Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 8 de febrero de 1571, DDMF, vol. III, p.
114
217
pensaua hazelle quando fuese a besalle la mano en presencia de su
hermana, siendo Duquesa como ella y vasalla del Rey Cathólico y no
del emperador” 454.
Si bien podemos albergar dudas de que una dama de las Infantas incurriese en
semejante falta de respeto, lo cierto es que este texto puede ser visto como una
manifestación del desconcierto que generaba la decisión de Felipe II en
relación a su hija menor. En este sentido, no pocos consideraron que la ayuda
prestada por el Rey Católico al Duque de Saboya en sus empresas posteriores
iría en la dirección de compensar el bajo matrimonio de la Infanta potenciando
el status y poder de Carlos Manuel I. En este sentido también deben analizarse
otros aspectos como el hecho de que Catalina siguiese utilizando el título de
Infanta y que su casa se organizase siguiendo las normativas de la Casa de la
Reina. Asimismo, debemos tener en cuenta las medidas de presión llevadas a
cabo ante Roma y Viena para evitar la concesión del título real al Gran Duque
de la Toscana y que perjudicaban de manera directa a los Duques de Saboya.
Pese a tratarse de un matrimonio cuestionado o polémico, lo cierto es que
suponía, en parte, una afrenta a Isabel Clara que veía como su hermana menor
salía antes de la Corte. Merece la pena detenerse brevemente en uno de los
acontecimientos que van a formar parte de todo ese proceso que tuvo en la
Jornada del Casamiento y que se refiere al reparto de la herencia de Isabel de
Valois. Antes nos hemos referido brevemente a las mandas testamentarias de
Ana de Austria donde había una pequeña mención a las Infantas. La herencia
de Ana iba a parar a sus hijos, al igual que la herencia de Isabel de Valois era
para las dos Infantas. En el momento en que se concluyen las negociaciones
con Saboya se empieza a gestionar el reparto de joyas y otros objetos que
habían pertenecido a la tercera consorte de Felipe II455. Ya en 1582 se había
454
“Relazión que se va haciendo de los sucesos del Piamonte, Saluzzo, Saboya y Borgoña desde el año
1589 hasta el de 1595” BL Egerton Mss/2047, ff. 6- 37
455
En 1584 se consultaba al rey sobre este aspecto “La partición de las joyas y otras cosas que tocan a
las señoras Infantas a parescido que se haga en el Pardo delante de los plateros y personas que lo
entiendan porque vayan con la justificación que conuiene y también porque se entiende que las
tasaciones que Jacobo hizo de las joyas están muy subidas y allí se traerán los libros y todo lo que
conuenga” Apuntamientos [diversos sobre el servicio de la Casa del Príncipe y las Infantas y futura Casa
de la Infanta Catalina], San Lorenzo de El Escorial, 1 de octubre de 1584, AZ, Altamira 85, 69
218
hecho una relación en que se asentaron aquellos objetos que las azafatas de las
Infantas habían tomado de ese conjunto para el servicio ordinario de aquellas;
eran objetos más o menos ricos, pero que tenían un uso cotidiano 456. Ahora se
trataba de dividir el grueso de la herencia a la vez que se preparaba un ajuar
para Catalina Micaela, quien como futura desposada debía de tener uno, a la
vez que garantizarse la posesión de objetos de calidad que mostrasen su
estatus como Infanta convertida en Duquesa de Saboya. En ese reparto se va a
contemplar una estricta división de los bienes en partes valoradas en
cantidades equivalentes, como en la propia partición se especificaba:
“ Dixeron sus Altezas que la dicha partición según de suso va scripta y
aperçio de las cosas en ellas contenidas es ygual a entrambas partes, y
es justa y derechamente hecha, por las personas inteligentes y de buena
conciencia que para ello fueren nombradas. De lo qual todo sus Altezas
estauan contentas, conformes y satisfechas, de lo que cada una hauía de
hauer y le pereteneçía de su parte, e que así lo declarauan y confesauan
y como tan justa e ygual partición de común voluntad la consentían,
loaron y aprouaron, y se obligaron destar y pasar por ella, e de no la
contradecir (…)” 457.
Efectivamente el valor en maravedíes era equivalente ya que ambas recibieron
joyas y otros objetos tasados en 33485779 maravedíes (unos 89304 ducados),
pero se establecieron diferenciaciones considerables. Así, se ordenó que:
“ …la cinta y collar más rico auían de quedar a la sª Infanta doña Isabel,
y que a la sª Infanta doña Catalina auía de caber todo aquello que
paresçiere necesario para el seruicio ordinario de su Casa” 458.
456
AGS Casa y Sitios Reales, leg. 80, s. f. A ello habría que sumar algunas sustracciones que había
hecho Felipe II en la década de 1570, tal y como deducimos de este billete enviado al Mayordomo
Mayor de Ana de Austria: “A Vriviesca he hallado aquí esta noche con las joyas de la Reina que aya
gloria, he escoxido dellas una con una perla para embiar a Alemania como ayer os escribí, y las demás
buelue ay, y porque él ha de boluer para el lunes a Sant Lorenzo sabréis mañana de mi hermana si ya no
lo habéis hecho lo que ayer os escribí y si pareciere que se presten a la reyna y que sea luego, podréis
descargar a Vriviesca el domingo dellas y depositarlas en Ouiedo como él las tenía y que la Reyna se
sirua dellas…” Felipe II al Marqués de Ladrada, Los Molinos 3 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354
f. 262
457
Partición de las Joyas y otros objetos que peretenecieron a Isabel de Valois, Barcelona, 11 de Junio
de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28
458
Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 31 de mayo [1585], AZ, Altamira 85, nº 33
219
Efectivamente, la Infanta Isabel recibió una cinta valorada en 31750 ducados y
un collar que se había tasado en 17767 ducados459. En cambio, el collar de oro
que recibió Catalina estaba valorado en 3970 ducados460. La futura Duquesa de
Saboya sí recibió una serie de objetos que podían ser de utilidad en su servicio
una vez que llegase a la Corte de Turín y otras dos joyas que merece la pena
mencionar. Por un lado, se le dio la Rosa de Oro que había sido entregada por
el Papa a Isabel de Valois tras la reunión de Bayona, y por otro, la marta que
había pertenecido a su madre y que tenía un significado notable. En el caso de
la Rosa la “ cesión” que de ésta hace Isabel Clara puede interpretarse en clave
sentimental; Catalina Micaela abandonaba la Corte de Madrid dejando atrás a
su familia y se llevaba consigo un objeto que podía recordarle a su madre.
Aunque quizá, más valor tenían las cartas que Felipe II había escrito a sus hijas
y que fueron conservadas por Catalina Micaela. Asimismo, la conexión de la
Rosa con su herencia francesa se vio reforzada por una serie de objetos que la
señalaban, asimismo, como miembro de la dinastía Valois, destacando un libro
con retratos de los reyes de Francia. En el caso de la marta, su significación está
estrechamente vinculada con su papel como futura madre de los hijos del
Duque de Saboya. Las cualidades de la marta descritas en las Metamorfosis de
Ovidio- posibilidad de concebir y dar a luz a través del oído- la relacionaban
de manera íntima con la función maternal, una función que en 1585 Catalina
Micaela estaba más cerca de cumplir que su hermana mayor461. De ahí que en
459
“A la Sª Infanta doña Ysabel. Una çinta de oro con doze pieças de oro engastados en ella quince
diamantes, porque las nueue pieças tienen a uno y las tres a dos, y más el diamante grande de la
broncha, y treze eentre pieças en cada una dellas dos asientos de perlas, tassado en treinta y un mil
seteçientos y çinquenta ducados. Un collar de oro con ocho diamantes grandes y nueue entre pieças de
dos perlas gruesas en cada una, tasado en diez y siete mil setezientos y sesenta y siete ducados”
Partición… Barcelona, 11 de Junio de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28
460
“Más un collar de oro número 24 que tiene quatro pieças engastadas, en cada una un diamante grande
las dos tablas y las dos tablas y las dos afaçetas esmaltadas las dichas pieças de negro y colorado y
blanco, y otra pieça de la misma obra y engaste esmaltada de negro, rojo y blanco y en ella engastado un
rubí tabla grande, y quatro sortijas esmaltadas de blanco, rojo y en cada una de ellas engastadas una
esmeralda de las antiguas y ocho pieças de oro en el dicho collar engastadas en cada una dellas quatro
perlas redondas, tasado en tres mil noueçientos y setenta ducados” Partición… Barcelona, 11 de Junio
de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28
461
Agradezco a María Cruz de Carlos la aclaración sobre este objeto particular. Para una visión
detallada del mismo resulta de interés la lectura de su artículo, “Representar el nacimiento: imágenes y
cultura material de un espacio de sociabilidad femenina en la España Altomoderna” Goya nº 319-320,
(2007), pp. 231- 245. En el mismo se hace referencia a dos retratos donde se pueden observar estas
220
el reparto de los bienes de Isabel de Valois la Infanta fuese favorecida con ese
objeto que, además, contaba con un importante valor material.
Asimismo, se aprecia otra diferencia en el reparto y que está relacionada con el
hecho de que Catalina Micaela debía de proveerse de un “ ajuar” para su nueva
vida de casada en la Corte de Turín. Por ello, en el inventario se citan objetos
de clara utilidad doméstica462. Además, no siendo suficientes los que se
conservaban de Isabel de Valois, se aprovecharon algunos que habían
pertenecido a Ana de Austria463.
Este momento es el que marca la separación física de las hermanas y el
comienzo de una etapa muy interesante en lo que se refiere a la relación que
mantuvieron ambas y de la que ha quedado constancia a través de los escasas
muestras de correspondencia, de los registros de envío de regalos y de lo que
los embajadores saboyanos han dejado escrito.
Catalina Micaela va a verse inmersa en un nuevo escenario cortesano y, debido
a las circunstancias políticas por las que va a atravesar el Ducado de Saboya,
va a gozar de un protagonismo indudable en la toma de decisiones464. No era
una posición cómoda y se va a ver dificultada en el momento en que las
posiciones de la Monarquía y el Ducado no coincidan en relación a los
objetivos que, una y otro van a querer defender. En ese sentido, el
mantenimiento de los lazos familiares va a ser una de las mejores armas con
las que la Duquesa va a contar y más concretamente los vínculos que mantenía
con su hermana. En una Europa dominada por los regímenes dinásticos esos
martas, uno correspondiente a Isabel de Valois, obra de Pantoja de la Cruz (según un original de
Sofonisba Anguisciola) y otro de Catalina Micaela.
462
El Mayordomo Mayor consultaba a Felipe II sobre la pertinencia de proveer a Catalina Micaela con
estos objetos domésticos: “Aunque por la capitulación el Duque está obligado a proveer todo lo que es
muebles a la sª Infanta pareçe que sería justo que Su Altª lleuasse adereços para un par de quadros y
alguna cosas más de las que se reparten y esto no lo hay en la ropa que fue de su madre. V Md mandará
lo que será servido” Consulta a Felipe II, 31 de mayo (1585), AZ, Altamira 85, nº 33
463
“Al Guardajoyas de sus Altezas se ordenó en Madrid que truxesse las martas y unos traueseros y
lienços labrados de labor de Ciudad Rodrigo que fueron de la Reyna nuestra sª doña Ana, y un escritorio
de Alemaña por si con la ocasión de la partida fuese menester algo desto para el servicio de la sª Infanta
doña Catalina” Consulta al Rey, 2 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, nº 35
464
La importancia política de Catalina Micaela ha sido puesta de manifiesto en las recientes- y cada vez
más numerosas- contribuciones que la historiografía italiana y española han dado a los estudios sobre
historia y mujer: MERLIN, P. P. “Etichetta e política: l’Infante Caterina d’Augsburgo tra Spagna e
Piemonte” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 311- 338; RAVIOLA B. A.: “La
imagen de la Infanta Catalina Micaela en la correspondencia de los gobernadores piamonteses” en
MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 1733- 1748
221
lazos son esenciales para comprender de manera completa cómo se
desenvolvían las relaciones políticas entre ellos. Por ello, no es de extrañar que
la Infanta Catalina se mostrase ávida por tener noticias de la Corte de Madrid
y mantuviese una nutrida correspondencia con aquellos que había dejado
atrás. Contamos con innumerables muestras de esas epístolas desperdigadas
por diversos archivos; sin duda alguna, el corpus más importante lo constituye
la abundante correspondencia que mantuvo con su marido, el Duque de
Saboya, durante las ausencias que aquel hacía de la Corte. No menos
importante es la correspondencia con Felipe II, donde se entrelazan los asuntos
políticos y familiares, así como las cartas que el propio Rey escribió a su hija;
junto a ellas, sabemos que mantuvo correspondencia con la emperatriz María,
el príncipe Felipe y, por supuesto con su hermana. Como ya se ha señalado, en
este último caso contamos con escasas muestras pero las menciones a la misma
son constantes; no en vano, el propio Felipe II remite a las cartas de Isabel
Clara para que Catalina tuviera una mejor y profunda relación de aquello que
acontecía en la Corte de Madrid y en la propia Familia Real465. Era frecuente
que la Infanta enviase a su marido estas epístolas para que las leyera,
avisándole, eso sí, de que se las devolviese para guardarlas466.
Cuando el Duque de Saboya viajó a la Corte de Madrid en 1591 relató con todo
lujo de detalles las diferencias etapas del viaje y los parajes que había visitado
a lo largo del camino. Así, hace especial mención a la alegría que le había
causado su vuelta a Zaragoza por los recuerdos felices que le deparaba:
“ como io uenía en Saragosa me yzieron un entrada regal y vos podréys
bien imaginar lo que me olgué de uer aquella ciudad (…)d’aquella casa
y artas lágrimas me costaron acordándome del buen tiempo que con mi
465
“Mis muchas ocupaciones no me dejan escribiros tantas veces como yo querría y no es poco poder
escribir ahora ésta y por ellas no puedo decir más y creo que vuestra hermana os debe escribir lo que yo
más podría decir…” Felipe II a la Infanta Catalina, Madrid 5 de diciembre de 1588, carta LXIX en
BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p. 161
466
“… beréys lo que mi hermana escribe de las nuevas de allá y tórnamelas a enviar luego porque pueda
responder” La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 24 de octubre de [1590], AST, Lettere Duchi
et Sovrani, Mazzo 37 nº 638
222
vida e tenido en ella y en aquella cuadra de la llaue dorada que bien
m’entendéys.” 467.
Su llegada a Madrid fue acompañada del cálido recibimiento por parte de
Felipe II y el príncipe Don Felipe que le condujeron al Alcázar donde “ en una
pieza ques luego después la grande sala que mira en la plaza y ay aquellos
quadros d’aquellos ombres” le recibió la Infanta Isabel. Carlos Manuel I
describe el estado en que halló a la Infanta- “ mui crecida y engordada y os
prometo que no l’auía conosido” - y a la vez ofrece un piropo a su mujer ya que
como él muy bien expresa: “ [no] os quiero dezir más asta c’os uea mas no ay
comparazión” 468. Le da noticias, asimismo, de las damas de la Infanta, y del
buen recibimiento que todas ellas, incluida Isabel Clara, le hicieron. La
contestación de Catalina nos permite vislumbrar los sentimientos lógicos de
añoranza que le causa la rememoración por parte de su marido de unos
lugares y unas personas que habían sido una compañía constante para ella
hasta 1585; por supuesto, también se muestra agradecida por el mencionado
piropo e incluso, le da la razón arguyendo que ella era consciente de que en
belleza sí superaba a su hermana:
“ … me olgado me lo scribas y de que sté tan buena y bien sé no ay
comparación de mí a ella pues reconozco mejor que nadie quan mala soi
y no puedes dezir otra cosa” 469.
Los embajadores tampoco van a fallar a la hora de ofrecer esta clase de noticias
a la Duquesa y uno de los más diligentes a la hora de relatar y tratar de
acercar, a través de sus palabras, la vida que se estaba viviendo en Madrid a la
Corte de Turín va a ser el Conde de la Mota. Este enviado va a hacer dos viajes
a España lo que nos permite contar con una gran cantidad de noticias entre
1592 y 1597. Quizá lo más interesante de su correspondencia es que nos
permite captar de manera muy clara la clase de relación que existía entre las
467
El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591 AST, Lettere Duchi e Sovrani,
Mazzo 16, nº 1009
468
El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591 AST, Lettere Duchi e Sovrani,
Mazzo 16, nº 1009
469
Catalina Micaela al Duque de Saboya, s. l. 20 de mayo de 1591 AST, Lettere Duchi et Sovrani,
Mazzo 38, nº 776
223
dos Infantas. En su primera audiencia, en 1592, el Conde se reunió con el Rey,
el Príncipe y la Infanta Isabel, a su vez interesada por saber cómo se
desenvolvía Catalina en Turín, estando en un estado de guerra: “ preguntome
riendo sy estaua ya V A y sus damas hechas muy soldados con otras muchas
nuevas” 470.
Las Infantas van a intercambiar noticias sobre la familia. Isabel Clara se va a
convertir en una de las mejores informadoras sobre la salud de Felipe II- “ Creo
que vuestra hermana os ha escrito las tercianas que he tenido y la mejoría con
que ya estaba” 471 – y otros miembros de la familia, y Catalina va a hacer lo
propio. Aunque, sin duda, más alegre era el tono de las misivas de esta última
porque en ellas abundan los datos sobre la numerosa prole que tuvo con
Carlos Manuel I. Qué mejor imagen que la ofrecida en una de las cartas a
Isabel Clara donde da cuenta cómo escribe la misma rodeada de sus hijos:
“ Aquí estamos todos buenos y todos vuestros sobrinos os besan las
manos, que me hacen aquí tanto ruydo que no sé cómo ésta ba escrita,
que todos son arto traviesos sino es María que se a hecho
mesuradísima” 472.
La Duquesa de Saboya se mostraba prolija a la hora de dar noticias sobre sus
hijos473 y promete el envío de retratos para que fuesen conocidos por su
familia474. Es evidente que la Infanta, consciente de la necesidad de asegurar el
futuro de sus vástagos, siempre quiso fomentar los lazos familiares y
470
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 5, s. f. En otra de las misivas el Conde ofrece un pequeño retrato físico de Isabel Clara
“La señora Infanta está muy buena, gorda y hermosa” Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere
Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f.
471
Felipe II a Catalina Micaela, Monzón 5 de noviembre de 1585, Carta XLVII en BOUZA ÁLVAREZ, op
cit, p. 129
472
Catalina Micaela a la Infanta Isabel, Turín 12 de octubre de 1597, BL Add Mss/ 28419, f. 304
473
“Están muy buenos, y Catalina destetada y lo pasa bien, aunque al principio no estuvo buena, creo
fue de comer; ázeseme mudísima de rostro, aunque grande y creo que parezerá mejor que sus hermanas
y María se a desfigurado mucho; Francisco está en corbo y arto grande, y con dientes, os embiaré con la
primera ocasión su retrato” Catalina Micaela a la Infanta Isabel, Turín 25 de septiembre de 1597, BL
Add Mss/ 28419, f. 298
474
Los retratos de los hijos del Duque de Saboya no sólo se enviaron a Felipe II y a sus hijos, sino que la
emperatriz María también entró entre los destinatarios de aquellos: “Agora no se me offreçe qué escribir
sino que ayer fui a cumplir con la emperatriz que está muy buena, Dios la guarde, y me hizo mucha
merced entreteniéndose gran rato en preguntarme muy particularmente de V. A y de los príncipes, entre
los quales dize Su Magestad que quiere más al que le embiaron retratado con uestidos a la alemana” El
Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 13 de septiembre de 1592, AST Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 5, s. f.
224
sentimentales. Desde muy pronto se empezó a hablar sobre el envío de los
príncipes a la Corte de Madrid para que residiesen al lado de Felipe II y
sirviesen al Príncipe, con vistas a que en un futuro contaran con el respaldo de
la Monarquía. Asimismo, se van a pedir mercedes que llevaran aparejadas
rentas económicas, ya que las posibilidades del Duque en este sentido eran
limitadas. Para los Duques de Saboya el hecho de que sus hijos fuesen los
nietos del Rey Católico era una ventaja a explotar porque, al demandar una
mayor protección o engrandecimiento del Ducado no lo hacían únicamente
por su propio bienestar y reputación sino por el porvenir de aquellos. Ese
argumento se va a emplear cuando se reclame una defensa firme ante las
tentativas del Gran Duque de la Toscana para conseguir el título real y cuando
Francia y la candidatura de Isabel Clara se conviertan en una de las líneas de
acción de la Monarquía. En este último caso, ante la negativa de defender los
derechos que Carlos Manuel I tenía a aquella corona, el Duque va a pedir a
Felipe II algunos territorios franceses como es el Piamonte, poniéndolos en
cabeza de alguno de sus hijos. Si era importante que el monarca tuviese ese
estrecho contacto con los Príncipes, no van a descuidar los Duques la relación
con el príncipe Felipe y el papel que en todo ello podía tener Isabel Clara.
La Infanta Isabel tuvo muy en cuenta esos lazos y siempre actuó como buena
tía. Quizá nos es más conocida la relación que mantuvo con los hijos de Felipe
III cuando era soberana de los Países Bajos, en concreto, son interesantes las
apreciaciones que podemos extraer en su correspondencia sobre la relación
que mantuvo con Ana Mauricia de Austria, primogénita de su hermano y a
quien, cariñosamente, llamó “ mi nuera” hasta el momento del concierto de su
matrimonio con Luis XIII. El propio Felipe III había aconsejado vivamente a su
hija que tuviese una fluida comunicación con su tía porque no encontraría
mejor consejera que aquella475. Isabel Clara no descuidó tampoco a sus otros
sobrinos y de nuevo, la correspondencia aparece como uno de los mejores y
475
“Mirad que siempre que podáis escribáis a vuestra tía Isabel, que es muy buena, y os dirá todo lo que
estuviere bien con mucho amor, y en todo lo que pudiérades servirla desde ahí la haced.” Felipe III a
Ana de Austria, Madrid 26 de diciembre de 1616 recogida en MARTORELL TÉLLEZ- GIRÓN, R., Cartas
de Felipe III a su hija Ana, Reina de Francia, Madrid 1929, p. 18
225
más significativos signos de esa relación. Al felicitar a su sobrino, Victor
Amadeo, por su matrimonio con Madama Cristina se dirigía a él de esta
manera:
“ Seguramente podéys creer de quien os quiere tanto como vra madre lo
que abré estimado el enbyarme a dar parte de vra benyda y
casamiento…” 476
No es el único destinatario de sus cartas, sino que esta correspondencia va a
ser extensiva a sus otros sobrinos, especialmente las hijas de Catalina Micaela.
Es, además, una correspondencia que debemos situar en un momento crítico
en las relaciones entre la Monarquía y el Ducado de Saboya, de ahí que no
sorprenda la declaración que hace la Infanta a su prima, Sor Margarita de la
Cruz, sobre la misma:
“ Aquí tenemos vn embaxador del Duque de Saboya, que me a traído
cartas de todos con grandes perdones, porque no nos emos tratado todo
el tiempo de la guerra si no es con sus hijas, sin que él lo supiera” 477.
Esos vínculos se habían construido en vida de Catalina Micaela y el envío de
retratos y de regalos va a ser una de las vías que nos lo indican. Isabel Clara se
va a encargar de enviar ropas y otra serie de objetos para los sobrinos. Por su
parte, los Duques de Saboya van a tratar de agasajar a la Infanta dándole su
nombre a una de las princesas. Isabel nacida en 1591 recibía el nombre por su
tía, una circunstancia que, según el Duque debería haberse adelantado.
Cuando tuvo lugar el nacimiento de Margarita de Saboya, primera hija de los
Duques, Carlos Manuel I hacía la siguiente consideración a su suegro:
“ E tenido oy cartas de l’Infanta en que m’escribe que está muy buena y
que Marguerita cada día uiene más linda; ella a querido que se le
pusiese aquel nombre, io e querido que fuese Ysabel y me parece tenía
razón” 478.
476
La Infanta Isabel al Príncipe del Piamonte, Bruselas 28 de febrero de 1619, AST Lettere Principi
Foristieri, Alemagna, Mazzo 3, s. f.
477
La Infanta Isabel a Sor Margarita de la Cruz, Bruselas 20 de mayo de 1569 recogida en ÁLVAREZ A.,
(O.F.M) “Curioso epistolario en torno a la Infanta sor Margarita de la Cruz” en Hispania Sacra, 24:47,
1971, pp. 187- 234
478
El Duque de Saboya a Felipe II, 4 de Junio de 1589, AGS Estado leg. 1263, nº 181
226
Vamos a detenernos en los envíos de regalos que hizo Isabel Clara a la Corte
de Turín. Tanto las cuentas de Palacio como los libros de cédulas de paso nos
dan buena cuenta de estos envíos que tendrían como
objetivo
el
mantenimiento de los lazos existentes entre ambas hermanas, así como la
posibilidad de que Catalina contase con determinados objetos que eran más
accesibles para Isabel. Así en uno de los envíos que hizo la Infanta Isabel
encontramos objetos como la algalia- utilizada para la elaboración de
perfumes- y el ámbar blanco, junto a un escritorio, chapines, etc479.Los envíos
van a ser constantes durante los 12 años que Catalina Micaela estuvo en la
Corte de Turín; en ocasiones, las cédulas de paso indican sólo el envío de las
cajas sin especificar que iba dentro de ellas480, pero en otras ocasiones sí que se
dice lo que contenían como el ejemplo que hemos citado en primer lugar. No
osbtante, las cuentas particulares del bureo de la Casa del Príncipe y la Infanta
nos permite hacer un seguimiento mucho más preciso de esos regalos. Así, por
ejemplo cabe destacar el elevado número de guantes que se enviaron a la Corte
de Turín. En julio de 1587 la Condesa de Paredes, camarera mayor de la
Infanta se encargó de comprar cuatro docenas de guantes para su envío a
Saboya481. El envío de telas fue también bastante frecuente y, en ocasiones, se
enviaron los vestidos ya hechos. Los destinatarios de los mismos fueron la
propia Catalina Micaela o algunos de sus hijos482. La propia Duquesa de
479
“La sª infanta. Otra para dos caxas grandes de pino que en la una dellas va una será de menjuy y
quatro caxuelas ençeradas la una dellas con algalia y las otra tres con ambar blanco y una serica de
palma y otra caxuela pequeña con un ámbar y un escriptorio pequeño metido en una caxa de pino y en la
otra caxa grande chapines y una sera liada y un lio como caxa cubierto con ençerado que la Ilustrísima
Infanta doña Ysauel embía a la sernísima infanta doña Catalina su hermana libre de derechos término de
nouenta días sin las abrir, ni escudriñar” Cédula de mayo de 1586, AGS Cámara de Castilla, libro 362, f.
2r
480
Así ocurre con uno de los envíos del Príncipe Felipe a la Corte de Turín: “El Príncipe nuestro señor.
En quatro de henero de 1592 se despachó cédula de passo para dos arcas y quatro caxas en que van
algunas cosas que el príncipe nuestro señor embía a Turín a la sª Infanta doña Catalina, su hermana, con
el marqués de Cerralbo” AGS Cámara de Castilla, libro 362, f. 506r
481
“Quenta de lo que yo, Martín de San Juan guantero de sus altezas e dado para servicio de la señora
Infanta doña Isabel (…) Primeramente en 29 de julio 1587 se entregaron a la Condesa de Paredes,
camarera mayor de la señora infanta doña Ysauel catorçe doçenas de pares de guantes de Çiudad Real
los quales enuió su alª a la señora infanta doña Catalina a Saboya a quatro reales cada par. Montan
seisçientos y setenta y dos reales” Cuentas de guanteros y perfumeros AGP Administrativa, leg. 5236,
exp. 11
482
La pista de unos vestidos la encontramos en las cuentas de los doradores, de ahí que la descripción
sea más detallada en el caso de la caja: “…más doré la herramienta de la caja que se iço para el vestido
que la infanta nuestra señora envía a su alteça la infanta duquesa de Saboya; lleua veinte cantoneras que
227
Saboya describía estos presentes a su marido en la correspondencia con el
Duque:
“ Ayer rezeví una carta del Beli con una de mi týa y de mi hermana que
me a enviado con unas cajas que todo el presente es por los muchachos
y Margarita, los más graziosos cabezones y gorgueras y mangas del
mundo y espero la veáis con ellos; también me an embiado más
bolsillos y e querido para contigo que por traer dineros por jugar serán
buenos, nos embió un par de guantes que venía por bos…” 483
Quizá una de las características más interesantes de esta relación fraternal sea
la profunda imbricación de la misma en la relevancia política de ambas
mujeres. En el caso de Catalina Micaela, su condición de Duquesa de Saboya
va a llevar aparejada una destacada labor política. Este hecho, que está siendo
puesto de manifiesto por aquellos que se acercan al estudio de su figura, se
explica por las circunstancias políticas que va a atravesar el estado italiano y
que provocaron las ausencias del Duque. La Infanta cumplió con la labor de
regente en esos periodos, cosechando la admiración y respeto de su marido;
pero su papel político no se agotó ahí, sino que se puso de manifiesto a lo largo
de los años que pasó en la Corte de Turín. El embajador español hace frecuente
alusión a la presencia de la Infanta durante las audiencias que mantenía con el
Duque de Saboya, lo que permitía a Catalina tener exacto conocimiento de los
negocios entre aquel y su padre; por otro lado, el embajador solía despachar a
solas con la Infanta para reforzar aquellas actuaciones que iban en beneficio de
abraçan la caja follajeadas y lleuan quatro aldabillas, dos grandes y dos menores, quatro caramones,
quatro embrillas….” Cuentas de doradores y pintores, AGP Administrativa leg. 5264, exp. 2. Por su
parte, las cuentas del sastre nos inican la elaboración de un vestido para la princesa Margarita: “…en
veinte de mayo para la princesa de Piamonte hiçe una saia de rraso açul de oro i plata que se tomó el
raso de la guardajoias con cuerpos altos i mangas de casaque i de punta i bragones i con cuerpos bajos i
faldillas i aletillas golpeadas con dos tiras de raso bordadas de canutillo orladas, i a los cantos quatro
franjuelas de oro i plata i las mangas de casaquelles….” Cuentas del sastre, año de 1591, AGP
Administrativa leg. 5272, exp. 1. El Duque de Saboya agradecía estos regalos: “…acabaré besando las
manos de Vuestra Magestad de tanta merced que nos a hecho en manadra que el Príncipe mi señor y la
Infanta hayan mandado tener nuestro hijo en los sacrados fuentes del baptismo en sis nombres, también
he de besarle las manos por los lindos y ricos presentes que han embiado sus altezas a la Infanta” El
Duque de Saboya a Felipe II, Turín 15 de mayo de 1587, AGS Estado leg. 1262, nº 139
483
La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 13 de noviembre de 1590, AST Lettere Duchi et
Sovrani, Mazzo 37, nº 655
228
la Monarquía484. Por supuesto, la correspondencia de Catalina con su padre
excede los límites de una correspondencia familiar para tratar aspectos de
índole política. Ya habíamos hecho alusión a ello en líneas anteriores, pero
tenemos que insistir en que la labor no fue en absoluto fácil. En un proceso que
van a vivir otras consortes reales, Catalina se va a ver inmersa en un juego de
lealtades y es que, a pesar de que la alianza entre el Ducado y la Monarquía
era una realidad, lo cierto es que los intereses de ambos no siempre
coincidieron y, viéndolo desde la óptica de Madrid, las acciones de Carlos
Manuel I no siempre respondieron a las expectativas que el Rey Católico tenía.
En este punto, la Infanta va a verse dividida entre su deseo de ser una buena
hija para Felipe II y el otro de responder a las expectativas de su marido y,
sobre todo, a la defensa de los intereses de sus hijos485.
Contar con apoyos sustanciales en Madrid se va a convertir en un punto
esencial para la Infanta, y en este aspecto es donde Isabel Clara cumplía un
papel esencial. De nuevo es el Conde de la Mota quien nos ofrece mayor
información al respecto. Desde el momento de su llegada, la Infanta Isabel se
había ofrecido como “ gran intercesora en todas las cosas de my embaxada” 486.
Así, Isabel Clara va a ser receptora de algunas peticiones de su hermana
hechas por el Conde y que concernían a diversos asuntos. Uno de los puntos
en los que va a actuar es en la concesión de mercedes para las criadas
484
Son muchos los ejemplos que encontramos en la documentación de ello. Así decía don Jusepe de
Acuña “…Algunas vezes me ha dicho el Duque, presente la Señora Infanta, que suplique a Vuestra
Majestad hiziese merced a los Príncipes sus hijos de un Priorato o encomienda de Santiago” Don Jusepe
de Acuña a Felipe II, Rívoli 21 de noviembre de 1593, AGS Estado leg 1273, nº 211. Podemos pensar
que el hecho de que se tratase un asunto concerniente a sus hijos impulsase a Catalina Micaela a estar
presente en esta clase de audiencias. Sin embargo, era ésta una práctica ordinaria. Asimismo, con
motivo de la embajada del Conde Fuentes, la implicación de la Infanta fue notable: “El mismo día me
dio audiencia la señora Infanta a quien di quenta de lo que auía pasado con la determinación del Duque
y lo que V Md fue seruirdo mandarme, suplicando lo procurasse que el Duque lo entendiesse así y
dispuesiesse a mirar por la conseruación de sus estados como cosa tan importante. A los 25 torné a tener
auediencia del Duque y de la señora Infanta juntos, presente el mismo Don Jusepe…” El Conde de
Fuentes a Felipe II, Niza 30 de agosto de 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 20
485
Esa inclinación a las cosas del Duque se vislumbra a través de las palabras de Don Jusepe de Acuña,
que en la difícil coyuntura de 1595 temía por la dirección que adoptase el Duque en relación a Francia:
“Confieso a V Md que me veo congoxado temiendo que se despeñe ciego de temor y de persuasiones de
los ruynes que he dicho, procuraré quanto pudiere templalle y me valdré de la Sra Infanta, aunque Su
Alteza, a dezir verdad, si bien más prudente inclina también al gusto del Duque y hase satisfecho mal
del Condestable que en su tanto dize poco menos que el Duque…” Don Jusepe de Acuña a Felipe II,
Turín 10 de marzo de 1595, AGS Estado leg. 1279, nº 28
486
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri
Spagna, Mazzo 5, s. f.
229
españolas de Catalina Micaela, muchas de las cuales deseaban volver a España
para contraer matrimonio 487. Pero lo importante es el papel clave que podía
tener en la defensa de los intereses políticos de Saboya; para el embajador hay
pocas dudas sobre la lealtad que Isabel Clara guardaba a los intereses de su
hermana:
“ …Su Alteza [Isabel] es también muy hermana de Vuestra Alteza
[Catalina] y muy tía de sus sobrinos; será muy acertado que Vuestra
Alteza por todas vías procure ac recentar este amor y obligar más a tal
hermana” 488.
Junto a la Infanta Isabel se concentraba un círculo en Madrid que podía ser
esencial para Catalina. Así, Jacincurt va a ser una vía fundamental para llegar a
la Infanta en aquellos momentos en que no era posible tener una audiencia
directa con ella489; pero tampoco había que minusvalorar la influencia de la
emperatriz María, muy unida a Isabel Clara, y una de sus damas, doña Juana
de Aragón. A todas ellas el Conde de la Mota recomendaba como destinatarias
de regalos por parte del Duque para que sirviesen a los intereses de aquella
Casa490. Hay que tener en cuenta, además, que el diplomático tenía muy en
cuenta las circunstancias por las que atravesaba la Monarquía ante el
debilitamiento de la salud de Felipe II. El Rey Católico, a pesar de que no
siempre juzgase convenientes las decisiones de Carlos Manuel I y su hija, era
487
“Los memoriales de la señora doña Sancha, después de hablar a su Magestad, puse en manos de S A
suplicándola a ser intercesora y tomar la mano en procurar que a las criadas de V A se hiziese merced, y
en particular para los casamientos que se ofrecían a la señoras D. Beatriz de Mendoça y Doña Luysa
Manrique, lo qual todo prometió de hazer muchas veras y buena voluntad” El Conde de la Mota a
Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f.
488
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri Spagna Mazzo
6, s. f.
489
“…lo mismo dixe a la sª Jaçincur dándole parte de todo como S A mandaua y me dixo escribiría a la
sª Infanta D. Ysauel a V A lo que se offreciesse y me auisaría quando algo hubiere” El Conde de la
Mota a Catalina Micaela, Madrid 13 de febrero de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f.
490
“Entre tanto yo me aprobecho muy bien de la sª Jaçincur la qual realmente es tal y tan afficionada en
todo que no desmereçe que V A con quatro renglones le agradezca lo que le escribo y será la carta más
bien empleada del mundo, como ansy otra tal a la sª Doña Juª de Aragón que haze conmigo marauillas
de confiança y de auisos y acuerdos tocantes al serbicio de V A y es pieça de gran ualor que sabe los
secretos y manda al Sr D. Xpobal de Mora y a toda la Corte y quiere ella y su marido al Duque mi sr
como a su padre quisieron que está en el cielo. Paréçeme que si Su Magd uiue, y más si muere que Dios
no lo quiera, será muy a propósito enbiar a su tiempo una embaxada después de la nueba paz y visto
como la haurá tomado con algún presente al príncipe y no sería mala parte del que era destinado para
Saxonia, y también algo para la sª Infanta y las dos susodichas señoras que es el mejor lançe que V A
puede hazer” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri
Spagna Mazzo 6, s. f.
230
garantía de ayuda y protección al Ducado, pero era una incógnita lo que podía
pasar en el momento en que el príncipe Felipe sucediese a su padre en el trono.
En esa coyuntura, Isabel por el ascendiente que tenía sobre su hermano“ Puede la sª Infanta de su hermano todo lo que quiere y es muy señora de su
voluntad” 491-, seguía siendo una de las mejores bazas para la Corte de Turín.
Evidentemente el uso de esta relación fraternal no era unidireccional, esto es,
no sólo era visto como un beneficio claro para la Corte de Turín, sino que
desde Madrid también se va a tratar de instrumentalizar el estrecho vínculo
existente entre las Infantas en beneficio de los intereses de la Monarquía. En
1595, en pleno conflicto con Enrique IV de Francia, el embajador español
sugería a don Juan de Idiáquez la mediación de la Infanta Isabel para conducir
las acciones de Catalina Micaela y, a través de ésta, las del Duque de Saboya:
“ … a lo menos que la señora Infanta Doña Isabel le tocasse a su
hermana, por modo de consejo y advertimiento que a su Magestad no
parescía bien semejantes andamientos” 492.
Con motivo de la muerte de Catalina Micaela en 1597, el príncipe Felipe
escribía a su cuñado y le relataba el dolor sufrido ante semejante pérdida, por
su padre y su hermana; concretamente, de Isabel nos dice lo siguiente: “ Mi
hermana está de manera que es para auerla mucha lástima” 493. La Infanta, a
pesar de llevar doce años separada físicamente de su hermana perdía, sin
lugar a dudas, una compañera importante. El mantenimiento del vínculo con
los sobrinos no deja de ser una manera de hacer perdurar ese vínculo especial
que se venía forjando desde 1567.
De todos los hermanos que tuvo, sólo el futuro Felipe III vivió más allá de
1598. El último hijo varón de Felipe II y Ana de Austria, nacido en 1578, tuvo
491
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri Spagna Mazzo
6, s. f.
492
Don Josepe de Acuña a Don Juan de Idiáquez, Turín 29 de Julio de 1595, AGS Estado leg. 1279, nº
99
493
El Príncipe Felipe al Duque de Saboya, Madrid 23 de diciembre de 1597, AST, Lettere Principi
Foristieri, Spagna, Mazzo 98.
231
una importancia decisiva en la vida de Isabel Clara Eugenia. La relevancia del
vínculo existente en el que se convirtiera en Rey Católico en 1598 y la flamante
soberana de Flandes, debe hacernos reflexionar sobre cómo se había
desenvuelto la relación fraternal antes de esa fecha.
Tras la muerte de Ana de Austria la Casa de la Reina se transformó en la Casa
del Príncipe- en aquel momento D. Diego- y de las Infantas. De esa manera,
tras la muerte de su hermano, Felipe se va a convertir en un núcleo importante
dentro de ese particular ámbito palatino donde va a crecer, formarse y poner
las bases para su conversión en monarca. Desde 1585 la relación entre los
hermanos se estrecha debido a la partida de Catalina Micaela hacia la Corte de
Turín; de nuevo desde el ámbito palatino, ambos van a compartir espacios y
rutinas diarias hasta su despedida definitiva en 1599.
Las cartas de Felipe II a su hija Catalina son una buena fuente para conocer esa
vida compartida a partir de 1585. El monarca alude de manera frecuente a
“ vuestros hermanos” a la vez que va relatando a la Duquesa aquellas
actividades que les ocupaban y que hasta hacía poco también habían sido
parte de su vivir cotidiano.
Uno de los hechos que va a condicionar estos años es la preparación y
educación del joven príncipe para la tarea que debía asumir. Al analizar, por
ejemplo, el ámbito cortesano hay que tener en cuenta que el Mayordomo
Mayor de la Casa del Príncipe e Infanta asumió la tarea de ayo del Príncipe. A
partir de 1585 el cargo va a ser ocupado sucesivamente por dos personas: Don
Juan de Zúñiga, Comendador Mayor y Don Gómez Dávila, Marqués de
Velada que sucedió al anterior tras su temprana muerte en 1586494. Como
mayordomos y ayos, una de las labores que van a tener que asumir va a ser la
elección de un maestro para el Príncipe. Circularon, así, rumores sobre
posibles candidatos, y hubo quien consideró que la tarea merecía la elección de
una persona como Arias Montano:
494
Este particular aspecto ha sido tratado en profundidad por Santiago Martínez en la biografía sobre el
Marqués de Velada: MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. El Marqués de Velada y la Corte en los reinados de
Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca
2004
232
“ El mundo está lleno de que Su Majestad mandó llamar a Arias
Montano para maestro de su hijo, y aunque Vuestra Merced y yo
sabemos la verdad; y él no lo ymagina ni dessea otro bien que su reposo
y libertad. No se puede dexar de conosçer que sería el mejor que se
podría elegir y que con más suavidad y facilidad enseñaría a su Alteza
las letras y mil otras cosas que deurían saber los príncipes para bien
gouernar, junto con
la virtud, la modestia y christiandad que se
requieren…” 495.
Esa educación se dirigió a prestar al príncipe la formación humanística y
política que le era preciso como sucesor de Felipe II; junto a ello, no se
olvidaba el aprendizaje de otros aspectos útiles para el mundo cortesano:
esgrima, danza, música, etc. El marqués de Velada y el maestro del príncipeGarcía de Loaysa- insistieron, asimismo, en la faceta práctica de ese
aprendizaje y por ello van a insistir a Felipe II para que incorporase a su hijo
en el despacho de los negocios que más tarde o más temprano tendría que
dominar. En este punto pesaban diversas consideraciones, por un lado, el
recuerdo que habían dejado los errores cometidos con el Príncipe Don Carlos,
y también la propia experiencia de Felipe II. El monarca se había iniciado de
manera muy temprana en los asuntos de gobierno ya que tras la muerte de la
emperatriz y, debido a las continuas ausencias de Carlos V, a los 16 años tuvo
que asumir su primera gobernación de los territorios peninsulares. Aunque
hay otro aspecto que nos interesa destacar aquí por la estrecha conexión que
tiene con la Infanta. Uno de los argumentos que más se repite en este proceso
educativo es la necesidad de separar al Príncipe del ámbito femenino e
incorporarle en un mundo masculino. Este hecho responde a la tónica habitual
en la educación de la elite nobiliaria y real, siendo habitual que las primeras
educadoras fuesen las mujeres- por ejemplo las ayas- pero que pasado un
tiempo preceptivo, fuesen sustituidas por maestros y personas que se
encargarían de enseñar aquellas labores propiamente masculinas496. Debemos
495
Zayas (¿) a Mateo Vázquez, 2 de enero de 1585, BL Add Mss/28326, f. 5
Un buen análisis sobre este periodo de transición lo encontramos en GONZALO SÁNCHEZ- MOLERO, J.
M., op cit.
496
233
suponer que el influjo de la Infanta Isabel y las mujeres de su entorno fue
importante durante los primeros años del Príncipe, pero en un momento dado
la separación se fue haciendo más evidente. Cuando el Conde de la Mota
relataba a Catalina una de las audiencias en Palacio al referirse al Príncipe se
expresaba de la siguiente manera:
“ El Príncipe es ya muy hombre y rezio y gran consejero de Estado y a lo
que me dicen, muy amigo de su opinión y parescer. Sale a caballo muy
bien puesto y galán a la brida y a la gineta, a caza con el Cardenal. Pero
en el quarto de la señora Infanta y damas adonde solía entrar y pasar al
de Su Magestad ya le cierran la puerta y le hacen tomar otro camino” 497.
Es significativa esa indicación sobre el cierre de la puerta a los aposentos de la
Infanta porque, por un lado, es signo de que aquello había sido una práctica
habitual hasta hacía bien poco y, por otro lado, marcaba un tránsito
importante en el proceso de maduración del Príncipe. Precisamente el Conde
de la Mota presta especial atención a los progresos de Felipe (III) en estos
asuntos, informando a la Duquesa sobre la promesa de buenas cualidades que
se veía en su hermano. Así, podemos ir observando una cierta evolución desde
los primeros informes que se ofrecen donde vemos un príncipe más niño498
que va evolucionando y ganando en madurez, sabiduría para los negocios y,
como hemos señalado, la promesa de un monarca capaz de asumir una
herencia como es la de la Monarquía499. Siempre se puede dudar de la
objetividad de estas visiones; de hecho, podríamos pensar que el Conde busca
halagar a la Infanta Catalina a través de los elogios dirigidos a su hermano. Sin
embargo, hay que tener muy presente que existía un temor real a que Felipe II
497
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 6, s. f.
498
La primera audiencia con el Príncipe transcurre de la siguiente manera: “S A del principe hízome
gran recibimiento y muchas preguntas y en particular de sus sobrinos los quales dize que quiere mucho
y los dessea ya ver, yo le respondí que quando S A se sirba d’ello que se los pintará V A todos armados
y muy soldados, de que se holgó muchíssº, está muy bueno, Dios le guarde aunque come tanto tan a
priessa y tan mal mascado que las más vezes después gomita de que no están sin cuydado los doctores.”
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 5, s. f.
499
“El Príncipe está muy hombre y da señales de hauer de ser gran persona de armas y estado, Dios le
guarde” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de Mayo de 1595, AST, Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 6, s. f.
234
no superase alguna de las enfermedades que minaban su salud y que el
Príncipe se convirtiese en Rey Católico; ese cambio de coyuntura afectaba a
Catalina como Duquesa de Saboya y en esas informaciones del Conde de la
Mota se trasluce la preocupación obvia sobre cómo se iba a gestar esa
transición y cómo se verían afectados los intereses de la Corte de Turín500. Así
que debemos tratar estos testimonios como piezas de gran relevancia para
conocer cómo era el Príncipe y, lo que más nos interesa, como eran sus
relaciones con los diferentes miembros de la Familia.
Conforme iban avanzando los años, el Príncipe va a mostrar signos de
independencia y rebeldía, que son puntualmente descritos por el Conde de la
Mota. Así nos describe cómo Don Felipe trataba de escapar, en la medida de lo
posible, de la autoridad de sus mayores, especialmente de su ayo, el Marqués
de Velada y de don Cristóbal de Moura. A la vez se iba rodeando de una
camarilla de nobles que le aseguraban diversión y relajación frente al tedioso
mundo de los negocios representado por la Junta. Eso va a provocar airosas
reacciones del Príncipe, como por ejemplo, la que tuvo ante el Conde de
Chinchón cuando éste reportó al Rey los gastos que hacía su hijo en el juego:
“ Al Conde de Chinchón que fue a dezir a Su MAgd que con don Áluaro
de Córdoua jugaua y perdía el príncipe mucho dinero, dizen que dixo S
A bien pudierades escusar conde de dezir esso a my padre y aún de
entrar adonde yo estoy pues no teneys para qué. Todos entienden que
ha de dar una gran cayda el Conde pero a peor librar caerá en cama
hecha de 50m ducados de seta (sic) en la qual podrá muy bien
descansar.”
O, ante los propios don Cristóbal de Moura y Marqués de Velada, ante la
petición de que fuese a la Junta:
500
Hay que tener en cuenta cómo se estaban viviendo los últimos años del reinado de Felipe II. La crisis
de la década de 1590, si bien tiene un contexto europeo general, también tiene unas implicaciones
concretas para la Monarquía cuya cabeza visible empezaba a declinar en salud, pero también ante la
opinión de sus súbditos. Así como dice Fernando Bouza: “Las críticas al Rey aumentan, que no surgen,
y recuperan el tono terrible de mediados de la década de 1570, arreciando, ahora, animadas de alguna
manera porque, por fin, se cuenta con un Príncipe heredero que se ha logrado y cuyo peso en la lucha
política no puede ser ignorado por más tiempo” BOUZA ÁLVAREZ, F., “Presentación. Felipe II: el ocaso
del reinado. Madurez, crisis y juicio del gobierno de la Monarquía en la década de 1590” en Studia
Histórica. Historia Moderna, nº 17 (1997), p. 8.
235
“ Al Marqués de Velada y D. Xpobal que le llamauan a Junta estando S
A jugando syn responderles y replicando ellos que acabasse que era ya
tarde, dixo con enojo, ya os he oydo que no soy sordo, aguarda sy
queréys.” 501.
El Conde la Mota es bastante comprensivo con esta actitud del Príncipe y, de
hecho, se mostraba bastante crítico ante la actitud que había adoptado Felipe II
en su educación, considerando que el fantasma del Príncipe Don Carlos pesaba
excesivamente al abordar esa cuestión502. En cierto modo esa opinión se puede
contrastar con la de aquellos implicados en el proceso en sí, como es el caso del
Marqués de Velada, que van a abogar por una mayor proyección pública del
Príncipe, que paliara el ocultamiento tan marcado que sufría la Familia Real.
En este sentido el Conde de la Mota refiere en diversas cartas las salidas del
Príncipe a santuarios religiosos como el de la Virgen de Atocha y la
participación en otro tipo de ceremonias como los bautizos de los hijos de
algunos servidores palatinos.
Pese a los recelos que se pudiesen generar sobre las aptitudes del Príncipe para
asumir el destino que tenía marcado, lo cierto es que las circunstancias van a
obligar a una cada vez mayor implicación del mismo en los asuntos de la
Monarquía. La enfermedad de Felipe II y la incapacidad que llevaba aneja para
el cumplimiento de las obligaciones va a hacer que el Príncipe asuma algunas
funciones. De nuevo, el diplomático hace referencia a ese hecho dejando, eso
sí, su opinión al respecto:
“ …después que yo partí voluió la gota a Su Md y calentura, agora
escriuen que estaua mejor y sus Altezas muy buenos, Dios les guarde.
El príncipe va muy occupado en la firma que está a su cargo aunque
todo se haze en nombre de S Md sin tener S A otra más mano que es
arta lástima el uer que no le dan ninguna en cosa chica ni grande” 503.
501
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna
Mazzo 6, s. f.
502
“Hanle criado tan a la voluntad de Su Magd tan enseñado de lo que aconteció al Príncipe D. Carlos
que está de manera temeroso, remisso y encogido, que es lástima, pero el tiempo lo dirá todo” El Conde
de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f.
503
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, 25 de septiembre de 1597, AST Lettere Ministri Spagna
Mazzo 9
236
En este panorama cabe reflexionar sobre cuál era la actitud del futuro Felipe III
ante su familia. La historiografía ha prestado especial atención al papel que
cumplió en su proceso de maduración el Cardenal Alberto, por la importancia
que éste tuvo en la etapa inmediatamente posterior, cuando aquel casara con
Isabel Clara y se convirtiera en soberano de los Países Bajos. Efectivamente, el
retorno del archiduque desde Portugal fue puesto en relación con el propio
proceso educativo del Príncipe Don Felipe, y es indudable que se desarrolló un
vínculo especial entre ambos. Así, al marchar a Bruselas para hacerse cargo de
la gobernación de aquellos territorios recibía con gusto Alberto las noticias que
le daban sobre los progresos del Príncipe:
“ De que Su Alteza ande tan gran ballestero, como me dize, he holgado
mucho y de que favoresca tanto a la yegua que fue mía, que si ella sirve
tan bien, como yo querría poder seruir a su Alteza en muchas cosas no
me correré de que la llame mía.” 504
Pero es evidente que la que más nos interesa resaltar es la relación que
mantuvo con su hermana. Como hemos visto, el contacto con la Infanta y su
círculo femenino había sido más importante mientras fue un niño de corta
edad. Sin embargo, las convenciones educativas obligaron a esa introducción
en un mundo masculino y, siguiendo las informaciones del Conde de la Mota,
debió de ser radical porque después no gustaba en exceso la compañía
femenina o más bien, no se sentía muy a gusto en ella, posiblemente por
vergüenza o torpeza en el tratamiento galante de las damas:
“ El Príncipe está, Dios le guarde, muy bueno y muy rezio y ya se
empieça a desemboluer en todo syno es con mugeres las quales pareçe
que aborrece y solo en oyrlas nombrar se come y para colorado que sy
ello no es disimulatión no dexará de ser mucha santidad” 505.
504
El Cardenal Alberto al Marqués de Velada, Bruselas 15 de agosto de 1597, IVDJ Envío 38, Caja 50,
nº 26
505
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna
Mazzo 6, s. f.
237
Debía hacer, eso sí, una excepción con su hermana porque el vínculo que se
nos describe se caracteriza por la cercanía, amor y profundo respeto. El interés
que el Conde sentía por conocer cómo era la relación entre Isabel Clara y el
Príncipe Don Felipe radicaba en los beneficios políticos que Catalina pudiera
sacar de ello. De esa manera si el Príncipe que “ respeta y quiere (…) a la Sª
Infanta todo lo que se puede pensar” 506, sucediese a su padre, los Duques de
Saboya no tendrían nada que temer puesto que, nuevamente, Isabel Clara
podía “ de su hermano todo lo que quiere y es muy señora de su voluntad” 507.
Contaba el Príncipe con su propio círculo femenino de confianza integrado por
su hermana, y también por su abuela:
“ Va agora descubriendo S A cada día más buen entendimiento y
resolución en las cosas pero no abre su pecho syno con la Sª Infanta y
con la emperatriz que las quiere infinitamente y hay grande liga entre
los tres” 508.
La importancia de esos vínculos se puede ponderar por el influjo que tuvieron
más tarde. No eran malos los pronósticos que, en este sentido, hacía el Conde
de la Mota. Tanto la emperatriz María como la Infanta Isabel son clave para
comprender muchos aspectos de la política de la Monarquía a principios del
siglo XVII, y más cuando nos referimos al elemento de pugna cortesana que se
va a producir por la oposición al valimiento de Lerma. Estas son las
consideraciones que hacía un observador externo y hay que señalar que los
testimonios dejados por Isabel Clara demuestran que esa complicidad era un
hecho. Así lo constatamos a través de estas palabras de la entonces
archiduquesa:
“ Allá le escribo [a Felipe III] que me pone en gran cuidado de darme
más prisa de lo que imaginaba a tener hijos, porque estos novios no
506
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna
Mazzo 6, s. f.
507
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna
Mazzo 6 s. f
508
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596, AST Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 6, s. f
238
sean de edad disconforme. Paréceme que le veo reyr de buena gana,
como lo hacía cuando hablábamos en estas bodas” 509 .
Esta carta fue escrita con motivo del nacimiento de la Infanta Ana, hecho que
causó una gran alegría en Isabel Clara. La Infanta siempre se refirió a ella
como su nuera, dejando traslucir el deseo profundo que tenía, no sólo de tener
hijos con el archiduque Alberto, sino también el de dar inicio a una nueva
rama dinástica asentada en los Países Bajos y que se entrelazaría con la de
Madrid a través de esta Infanta. Esos planes, contemplados en las
capitulaciones matrimoniales y en las condiciones de la cesión, debieron ser
tratados por los hermanos de manera distendida, reflejando esa buena relación
que no pasaba desapercibida al Conde de la Mota.
Hacia el matrimonio archiducal: el archiduque Alberto
Un recorrido por los vínculos familiares nos obliga, asimismo, a fijarnos en la
relación que la Infanta Isabel mantuvo con el archiduque Alberto. No se trata
tanto de analizar pormenorizadamente aquellos aspectos que definieron al
matrimonio archiducal sino destacar cómo se desenvolvió su relación hasta
1598, en el momento previo a la celebración de su matrimonio.
Uno de los hechos que siempre han destacado aquellos que se han acercado a
los archiduques es la forma de dirigirse hacia al otro en su correspondencia
habitual. Así la Infanta Isabel se refería al Archiduque Alberto como “ mi
primo” y lo hizo durante todos los años que duró su matrimonio. A juicio de
Magdalena Sánchez ese gesto indicaba mucho: aprecio, cercanía pero, sobre
todo, se eludía la palabra esposo, o según la dialéctica del momento “ señor” , lo
que implicaba la asunción del papel subordinado que, en principio, toda mujer
debía adoptar en el estado marital510. Independientemente de que después
Alberto gozara de un gran poder en el gobierno conjunto de los Países Bajos, la
Infanta era la que había recibido en dote aquellos estados. Si en este punto
509
La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 25 de marzo de 1601, Carta 28 en RODRÍGUEZ VILLA,
op cit., p. 295
510
“When she referred to Albert, she always called him <my cousin>, a term that implied familiarity,
affection and even equality, and never <husband>, which would have suggested subservience”
SÁNCHEZ, M S., op cit., (2009), p. 70
239
comparamos su caso con el de su hermana, la Infanta Catalina, la manera en
que ésta se dirigía a su marido se caracterizaba por un exceso de afectividad ya
que la Duquesa de Saboya le apelaba en su correspondencia como “ señor de
mi alma” o “ señor de mis ojos” y se postraba a sus pies como “ Vuestra umilde
y obidiente consorte que más que a sí te quiere” . A pesar de ello, la
conservación de su título de Infanta indicaba un deseo por manifestar
abiertamente que su estatus era superior al que su matrimonio la había
relegado. En definitiva, dos estilos diferentes- igual que distintas fueron las
relaciones entre ambos matrimonios- pero donde ambas Infantas supieron
defender su estatus durante esas etapas de sus vidas.
Volviendo a como se desenvolvió la relación entre la Infanta y el archiduque
en los años previos a 1598, resulta difícil establecer certezas por cuanto la
documentación que tenemos a nuestra disposición no nos permite ahondar
mucho en ello. La correspondencia que mantuvo el archiduque Alberto a
partir de 1595- cuando asumió la gobernación de los Países Bajos- con otros
personajes destacados de la Corte apenas nos da detalles sobre la relación que
mantuvo con su prima y muestra un cierto mutismo sobre algunas reacciones
del Archiduque. No obstante, la importancia que aquel matrimonio suponía
para su vida- en lo político y, posiblemente, en lo personal- se dejaba asomar
en esta misiva enviada al entonces marqués de Denia:
“ …con todo he querido apuntar sólo a V Sª cómo se ha hecho oy los
desposorios de su Mad y su hermana, ambos por manos de Su Sd, con
mucha ceremonia y demostración de parte de Su Sd de tener affectión y
amor a las cosas de su Mad y assy se ha hecho todo muy bien aunque
fueron los offºs harto largos. Yo estoy contentíssimo de auer seruido a
Su Mad en esta ocasión y espero que ha de tener con este casamiento
mucho contento y que del ha de resultar mucho bien a la Christiandad
porque lleuamos a su Mad una muger que creo ha de poder ayudar
para lo uno y lo otro, por lo que a mí me toca puede V Sª considerar el
240
contento con que deuo de estar, por lo mucho que he ganado con el acto
de oy…” 511.
El hecho de que el archiduque no sea muy pródigo en dar detalles al respecto
hace necesario el análisis de otro tipo de documentos, siendo conscientes, eso
sí, de que las cuestiones en ellos vertidos son opiniones subjetivas que
debemos tener por tal. Lo que resulta evidente es que el archiduque Alberto
fue una persona cercana a Isabel Clara, merced a su temprano traslado a la
Península. Su llegada en 1570 junto a sus hermanos, la archiduquesa Ana y el
archiduque Wenceslao, cuando contaba once años hizo albergar a Felipe II la
posibilidad de que tanto él como el mencionado Wenceslao se convirtiesen en
compañeros de juegos de las Infantas. Si bien es cierto que los archiduques y
las Infantas vivieron en el espacio compartido de la Corte fue su preparación
futura la que condicionó su paso por la misma. Felipe II quiso darle a su
sobrino la educación esmerada que la carrera eclesiástica, que iba a seguir,
exigía.
La educación política práctica de Alberto se desarrolló al amparo de su tío y el
punto culminante fue la Jornada portuguesa. El archiduque acompañó al Rey
durante los meses que aquel permaneció en su nuevo reino y se quedó en él
como virrey durante una década. A través de las cartas escritas por Felipe II,
las Infantas tenían puntual conocimiento de cómo vivía la experiencia lisboeta
el monarca, y también el Archiduque512.
Sin duda alguna, la presencia de la emperatriz María en la Península después
de 1581 contribuyó a que las Infantas contasen con más informaciones sobre el
devenir de Alberto en su carrera política y eclesiástica, ya que el archiduque
debía de escribir a su madre y a servidores cercanos a ésta. Si escribió a las
Infantas- y es posible que lo hiciera, aunque fuese de manera coyuntural- no
hemos encontrado testimonios al respecto. Sí que contamos con aquellas
511
El Archiduque Alberto al Marqués de Denia, Ferrara 15 de noviembre de 1598, BNE Mss/ 687, f. 15
Por ejemplo ésta es una de las anécdotas compartidas: “Y el domingo adelante nos fuimos, mi
sobrino y yo, con solo la capitana a desembarcar en Lisboa, sin que allá lo supiesen, al cabo de la
varanda de mi posada, y entramos por allí y la vimos toda, aunque tardamos mucho, que es grandísima,
aunque desbaratada, aunque tiene muy buenos corredores y vistas y un jardín en alto muy bonito…”
Felipe II a las Infantas, Almada 26 de junio de 1581, carta IV en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p. 44
512
241
misivas que el archiduque escribió a la Infanta Catalina Micaela como
Duquesa de Saboya. Así en 1594, al hilo de una felicitación por el nacimiento
de la princesa María Apolonia, el archiduque comunicaba a su prima el deseo
de Felipe II porque abandonase la corte virreinal de Lisboa y se encaminase a
Madrid donde se convirtió una pieza esencial en el gobierno de la Monarquía
y la educación política del Príncipe:
“ …una de las cosas que más me han obligado a estimar y tener en
mucho la merced que el Rey mi señor me ha hecho, en mandarme venir
aquy de Portugal es el parescerme que terné aquí más ocasiones en que
poderme emplear en el seruicio de V Altª conforme a lo qual me podrá
V Altª mandar, siempre que uuiere ocasión para ello” 513
Alberto se ponía a disposición de los Duques de Saboya, un gesto que se
repetirá al año siguiente cuando comunique a la Duquesa su elección como
gobernador en Flandes. Volvía a felicitarla por el nacimiento de otra hija, la
princesa Francisca Catalina, y se mostraba deseoso de verla en persona
durante el trayecto que le llevaría hasta los Países Bajos514. El Archiduque
cuidaba estos lazos familiares a través de una correspondencia que, si bien es
puntual, es significativa. La muerte de Catalina Micaela en 1597 fue sentida
por el archiduque por “ el deudo y parentesco que entre nosotros auía y al
sentimiento con que syn falta V Altª deue” 515.
El archiduque Alberto entró antes de 1595 en las maquinaciones matrimoniales
que afectaban a la rama Habsburgo de Viena- Praga y la de Madrid. Vamos a
ver en el apartado dedicado a la cuestión matrimonial como las dificultades
que mostraba el enlace entre Isabel Clara Eugenia y Rodolfo II hizo considerar
513
El Archiduque Alberto a la Infanta Catalina, Madrid 22 de marzo de 1594, AST, Lettere Principi
Foristieri- Alemagna, Mazzo 3, s. f.
514
“…No he dado cuenta a V Altª hasta agora de la resolución que el Rey mi señor ha sido seruido de
tomar en mandarme le vaya a seruir a Flandes, assy por constarme la sabría V Altª por otras vías, y no
cansarla con dizirle lo que ya sabría, como por esperar lo podría hazer muy presto de palabra,
offresciéndoseme por medio desta resolución de Su Md occasión en que pudiesse besar a V Altª las
manos, cosa que he desseado mucho” El Archiduque Alberto a la Infanta Catalina, Loan 9 de octubre de
1595, AST, Lettere Principi Foristieri- Alemagna, Mazzo 3, s. f.
515
El Archiduque Alberto al Duque de Saboya, Bruselas 30 de noviembre de 1597, AST Lettere Principi
Foristieri- Alemangna Mazzo 3, s. f.
242
a algunos que la opción archiducal contaba con más ventajas. Conforme fue
pasando el tiempo esta línea se fue consolidando si bien parecía que era
Ernesto el más indicado para ganar la mano de la Infanta, no obstante los
defensores de la opción de Alberto. La muerte del primero en 1595 convirtió al
segundo en su sucesor natural y lo hizo tanto en la gobernación de Flandes
como en las opciones matrimoniales. Conforme fueron arreciando los rumores
sobre el cierre de las negociaciones que unirían al archiduque con la Infanta
fueron creciendo las especulaciones sobre diversos asuntos. Entre ellos el que
queremos traer a colación es la cuestión sentimental; ¿cuáles eran los
sentimientos de ambos ante la perspectiva de este matrimonio? Lo habitual es
que esta reflexión no entre a la hora de analizar los matrimonios de la realeza;
estos respondían a estrictas cuestiones de estado y no estaban sujetos a otras
consideraciones. El matrimonio archiducal no escapa de esos parámetros pero
lo cierto es que las especulaciones sobre cómo acogieron la noticia los futuros
cónyuges circularon por la Corte. Ese hecho puede explicarse por las
expectativas que se habían generado en torno al futuro de la Infanta; más de
dos décadas de rumores y planificaciones sobre distintos matrimonios
debieron de tener ese efecto entre los moradores del Alcázar y aledaños.
De nuevo el Conde de la Mota es una de las mejores fuentes para conocer estos
aspectos, algunos de los cuales hemos adelantado en otros epígrafes. Deseoso
de transmitir un panorama lo más vívido posible a la Infanta Catalina, el
diplomático debió de estar muy atento a los rumores y comentarios que
circularon sobre la decisión de Felipe II. En este sentido, uno de los achaques
sufridos por la Infanta se interpretó como un “ mal de amores” por algunas de
las señoras de Palacio:
“ La causa del mal, que unas señoras me han dicho secretamente, no
puedo dexar de dezirla a Vuestra Alteza porque se ría dello. Algunas
han tenido opinión que la señora Infanta y el Cardenal se mirauan de
buen ojo y a lo menos del Cardenal no deue ser mentira por lo que de
243
pláticas y traças de la emperatriz y suyas se ha sabido y que yo he
auisado a Vuestra Alteza…” 516.
El matrimonio del archiduque suponía el lógico final de su carrera eclesiástica
y sobre este aspecto sí que han reflexionado algunos historiadores. Es el caso
de Luc Duerloo, quien apoyándose en los testimonios de Rocco de Campofrío,
señala como al inicio de su carrera dentro de la Iglesia, Alberto no se había
sentido excesivamente feliz517. No obstante sí que es cierto que una vez que
aquella se inició, el archiduque demostró un gran compromiso con la misma
manteniendo un comportamiento ejemplar. Esas impresiones no nos permiten
afirmar que los rumores relatados por el Conde de Mota tengan una base real.,
y que el matrimonio fuese un “ alivio” para el archiduque que podía dejar atrás
su vida eclesiástica. Él mismo apenas ofrece impresiones al respecto 518. Es
evidente que se sentía feliz por la merced que le concedía Felipe II ya que
además de la mano de la Infanta se convertía en soberano de unos territorios
que había gobernado desde 1595 y que la rama Habsburgo de Viena había
deseado en otras ocasiones.
La lectura de la correspondencia posterior de la Infanta nos muestra una
relación armónica entre los primos, conscientes de que sobre sus hombros
llevaban la pesada carga de sacar adelante un proceso pacificador en los Países
Bajos. En este sentido me gustaría traer a colación la encendida defensa que
Isabel Clara cuando desde Madrid se propuso sustituir al archiduque en los
asuntos militares:
“ …lo que no puedo dexar de confesaros que estoy sentidísima, es de
que se crean informaciones tales y de personas que se ve claro con la
pasión que han hablado contra mi primo y con procurar meter ciçaña
entre nosotros, que hayan hecho tomar tal resolución: que cuando mi
516
El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 21 de mayo de 1596, AST Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 6, s. f.
517
DUERLOO, L., “Matrimonio, poder y política: la infanta y el archiduque Alberto” en VAN WYHE, C.,
op cit., p. 163
518
No obstante el abandono del hábito sí que concitó la atención de terceras personas: “Ayer hubo cartas
de Flandes de 15 deste, a los 14 había dexado el Archiduque los hábitos de clérigo y puesto espada y
muy galán; dizen que se dará toda la priesa posible para venir; viene para Milán y a de traer a nuestra
señora princesa….” El Marqués de Velada a Juan de Sosa y Cáceres, san Lorenzo 26 de julio de 1598,
BPUG CEF, vol. 36, f. 48v.
244
primo viniera en ello, yo no lo consintiera por ninguna vía; porque
estimo más la reputación y fama de mi primo que todo el contento del
mundo. Y aunque es verdad que viéndole aventurado, yo no le puedo
tener, espero en Nuestro Señor que le ha de guardar, como guardó a mi
padre y agüelo y a otros muchos de nuestra casa; y hago mi cuenta que
nacimos para trabaxos y que nayde se escapa dellos en este mundo; y
que Nuestro Señor nos trujo aquí y puso a mi padre y hermano en que
nos hiciesen merced desto; y que así, aunque no hemos tenido los
buenos sucesos que esperábamos, con todo creo se ha servido Nuestro
Señor en este tiempo, y no ha sido por falta de mi primo no habellos
tenido, sino porque estas cosas están en las manos de Dios, que sabe lo
que nos conviene (…). Que tanto cuanto yo veo que mi primo trabaxa y
procura el servicio de mi hermano, tanto más me duele que pueda
parecer a nayde que otro hará esto mejor que él y que él no hace lo que
debe (…) Demás de que la razón propia dice lo que interesamos en ello,
porque si Dios nos da hijos, también ha de ser esto para los de mi
hermano; y si no los da, claro está que ha de ser de mi hermano…” 519
El archiduque Alberto había constituido una compañía esencial durante la
niñez y adolescencia, en un grado mayor que la relación que pudo mantener
con sus primos Rodolfo II y Ernesto, de los cuales, no obstante tenía puntual
noticia por muchas razones. En este sentido, otro de los lazos familiares
esenciales fue la Archiduquesa Margarita con quien compartió muchos
momentos una vez que llegó a la Península con la emperatriz María. Isabel
Clara fue parte importante en el acto de entrada en religión de la archiduquesa
y con los años consolidaron una relación que se mantuvo viva a través de la
correspondencia una vez que la Infanta se dirigió a la Corte de Bruselas520. En
sus estudios sobre las mujeres de la Corte de Felipe III, Magdalena Sánchez ya
519
La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Gante 20 de Junio de 1604, Carta 77 en RODRÍGUEZ VILLA, A.,
op cit., pp. 441- 442
520
La correspondencia de Sor Margarita fue compilada, en parte, por ÁLVAREZ, A. “Curioso epistolario
en torno a Sor Margarita de la Cruz” en Hispania Sacra. Revista de historia eclesiástica, nº 24 (1971),
pp. 187- 225
245
subrayó la importancia que estos vínculos tuvieron en la defensa de una
determinada línea política; en este sentido, la archiduquesa Margarita se
convirtió en la más clara heredera de la emperatriz María una vez que ésta
murió en 1603. No vamos a extendernos más en estos aspectos pero sí resaltar
como la familia constituye un eje esencial a la hora de abordar las relaciones
políticas entre las monarquías europeas.
246
LA INFANTA ISABEL Y LA MONARQUÍA HISPÁNICA: POLÍTICA
MATRIMONIAL Y DINÁSTICA PARA UNA INFANTA
247
EL
MATRIMONIO
DE
ISABEL
CLARA
EUGENIA:
REFLEXIONES
INICIALES
Dentro de las muchas recreaciones historiográficas que se han hecho sobre la
Infanta Isabel, hija primogénita de Felipe II, la de la Novia de Europa es una de
las más conocidas y repetidas. La Infanta, al igual que otras princesas europeas
del Antiguo Régimen, fue objeto de especulaciones sobre su futuro como
consorte, aunque quizá la anomalía en su caso sea la avanzada edad a la que
accedió al estado matrimonial. Este hecho ha provocado que la política
matrimonial del Rey Prudente sea uno de los aspectos más tratados en las
biografías sobre Isabel Clara si bien es cierto que se ha analizado desde una
cierta perspectiva finalista que insistía en el cumplimiento de un destino más o
menos fijado. Un hecho sobre el que vamos a insistir en este trabajo es el tema
de las potencialidades de la Infanta; Isabel Clara pudo ser muchas cosas a lo
largo de su vida pero el camino que finalmente se dibujó la llevó a convertirse
en soberana de los Países Bajos. Precisamente, el hecho de que sus primeros
biógrafos- y en este sentido, la más destacada, a mi juicio, es Madame de
Villermont- pusieran de manifiesto la estrecha conexión de la Infanta con la
génesis de la nación belga, provocó que el análisis de sus primeros años de
vida (o más bien décadas) estuviese dirigido a explicar el por qué de la
conversión de Isabel Clara en soberana de aquellas provincias. Los pasos que
la llevaron a este estado y que implicaron el matrimonio con Alberto y la
estipulación de aquella dote, “ obligaban” al fracaso de planes anteriores ya
que el “ destino natural” de la Infanta era convertirse en soberana de los Países
Bajos, y por tanto, en promotora de una futura nación belga. Este análisis
opaca muchas de las razones que explican los vaivenes a que se vio sometida
Isabel Clara e impiden ver las potencialidades y posibilidades que planteaban
aquellos proyectos matrimoniales que, finalmente, quedaron en el camino y
que nos ayudan a comprender la importancia que las infantas tuvieron en los
planes dinásticos de los Habsburgo. De hecho, son otras las líneas que explican
esta particular política matrimonial ya que si hubo una constante en la
proyección futura de Isabel ésta fue el Imperio y no tanto los Países Bajos.
248
Anhelado por muchos, el matrimonio con Rodolfo II se vio siempre como el
destino natural de la Infanta quien, como primogénita debía aspirar a
convertirse en emperatriz. El camino a seguir en este análisis pasa por ver
cómo aquel proyecto se frustró y contemplar las diferentes alternativas que
fueron surgiendo al albor de los acontecimientos políticos que protagonizó la
Monarquía Hispánica en aquellos años. Si bien es cierto que la alianza con los
Habsburgo fue la que más fuerza tuvo- con el emperador, a priori, pero
asimismo con alguno de los archiduques-, Escocia, Portugal, Francia e incluso,
Saboya fueron posibilidades más o menos factibles impulsadas o sugeridas
como salida para la Infanta. En este conglomerado de oportunidades, además,
fueron varios los actores que contaron con un papel en las negociaciones y
planes matrimoniales. Si bien el protagonismo de Felipe II es incuestionable,
también es cierto que desde distintos ámbitos surgieron opiniones al respecto
sopesando los pros y contras que las diferentes opciones que se abrían para la
Infanta tenían para la política global de la Monarquía.
El paso de los años no hizo sino acrecentar el interés de las distintas cortes
europeas por saber cuál sería la decisión final de Felipe II respecto a su hija
mayor. Habían sido muchas las posibilidades comentadas y, asimismo,
diversas las razones que aducían para explicar tan importante retraso. Desde
aquellas más cercanas al pragmatismo político a esas otras que exploraban en
la sentimentalidad de un Felipe II deseoso de mantener junto a sí a su hija
querida. El primer plano implica que el Rey Católico actuaba en función de las
circunstancias políticas externas e internas, siendo el problema sucesorio el
más acuciante y definitivo a la hora de posponer el matrimonio. Si bien estos
puntos no pasaron desapercibidos a los embajadores y otros actores de la
escena política, siempre deslizaban esas otras opiniones que hablaban del
profundo afecto que sintió el monarca por sus hijas y, consecuentemente el
deseo de contar con una de ellas a su lado. Ello provocó la anómala situación
de que Catalina Micaela, un año menor que su hermana, saliese de la Corte
antes que aquella, quien como primogénita contaba con el privilegio de
249
contraer el matrimonio más ventajoso y además que su celebración se
pridujese en primer lugar.
Quizá uno de los puntos sobre los que hay que discurrir es sobre la anomalía
del caso de Isabel Clara Eugenia. La atención historiográfica que ha merecido
la Infanta es buena prueba del atractivo del personaje pero, y si bien las
conclusiones finales se desarrollarán más adelante, no por ello debemos
contraponer su caso con el de otras princesas para hacer un mejor balance de la
política matrimonial que dominó estas tres décadas de su vida.
Como ya hemos señalado más arriba el hecho de que Isabel Clara se viera
sometida a un constante vaivén de planes que o bien no terminaban de cuajar,
bien se frustraban por diferentes cuestiones, no fue privativo de ella, sino que
fue una constante habitual para cualquier princesa europea. Hay que tener en
cuenta que las descendencias de las Casas Reales podían llegar a ser
considerablemente fértiles y que, por tanto, eran muchas las candidatas a optar
como posibles consortes de casas reinantes, y en el peor de los casos, de
importantes dinastías ducales521. Así, sin salir de la propia descendencia de
Felipe II, hablar de los planes concernientes a Isabel Clara implica,
necesariamente, hacerlo de aquellos que afectaron a Catalina Micaela ya que,
en algunos casos, ambas estuvieron en las proyecciones como opciones
perfectamente válidas, de tal manera que si Felipe II se presentaba reacio a
aceptar una unión para su primogénita, era posible que considerase ofrecer a
la segunda. Por tanto, más allá del matrimonio con Saboya fueron otras las
opciones abiertas para la Infanta Catalina, en muchos casos como segunda
opción después de Isabel Clara. Se podrían mencionar, asimismo, los casos de
Isabel de Valois o de Ana de Austria, ambas destinadas a ser las consortes del
príncipe don Carlos pero que por las especiales circunstancias que atravesó la
Monarquía en 1558- 1559 y 1568-1570 acabaron convertidas en Reinas Católicas
521
Resulta interesante el análisis que hace la historiadora francesa Fany Cosandey al respecto, aunque
ella reflexiona sobre la postura de las Casas Reales y que, en cierto modo, favorecía estos enlaces
interdinásticos y por ende, una salida a las hijas de la realeza. En palabras suyas el Rey de Francia solía
tener en mente las siguientes “reglas”: “éposuser les étrangères, les prendre en maison souveraine,
préférer les aînes aux cadettes” COSANDEY, F., “Reines de France, héritières espagnoles” en COSANDEY
F. y PELLISTRANDI, B., Les cours d’Espagne et de France au XVIIe siècle, Madrid 2007, p. 64
250
merced a su matrimonio con Felipe II. Incluso, el caso de Ana de Austria
resulta más complejo ya que supuso una reestructuración en las alianzas
matrimoniales que la afectaron a ella, pero también a su hermana, la
archiduquesa Isabel y a Margarita de Valois. No vamos a entrar a profundizar
en este aspecto, por cuanto hemos de tratarlo más detenidamente al explorar la
opción portuguesa, pero sin duda es indicativo de lo frágiles que eran estas
proyecciones, siempre al albor de cómo se desenvolviesen las relaciones
políticas entre las diferentes monarquías europeas.
El caso de Isabel Clara puede ser comparado con el de María Teresa de
Austria; la infanta, hija de Felipe IV, se vio en una situación similar a su tía
abuela ya que la debilidad de la sucesión del Rey Planeta la convirtió en
potencial heredera de la Monarquía, un hecho que puso en entredicho los
planes matrimoniales que se habían concebido para ella522. Sólo cuando se
despejaron las dudas sobre la descendencia de Felipe IV y Mariana de Austria,
se llevó adelante el matrimonio con Francia que la convertiría en Reina
Cristianísima. Sin abandonar los reinos peninsulares, el reino portugués ofrece
casuísticas que resultan de gran interés a la hora de elaborar una comparación.
El caso más llamativo fue el de la Infanta María de Avís, intitulada la “ Siempre
Novia” y que, a diferencia de Isabel Clara acabó sus días en Portugal sin haber
visto concretizar ninguna de las uniones que se proyectaron. Más allá del
hecho curioso que nos encontremos con epítetos similares- de la Novia de
Europa a la Siempre Novia- hay varios hechos que hacen confluir ambos casos,
si bien son otros los que los diferencian totalmente. La Infanta María fue fruto
del último matrimonio de Manuel I con Leonor de Austria. Huérfana de padre
a una edad muy temprana quedó bajo el amparo de su medio hermano, Juan
III, ya que su madre, merced a los planes imperiales, protagonizó un segundo
matrimonio con Francisco I de Francia que la alejó de su hija. El deseo de
522
El matrimonio de María Teresa no podía concluirse antes de que la nueva consorte del Rey, Mariana
de Austria, demostrase su capacidad para engendrar hijos que dieran sucesión masculina al monarca. La
situación volvió a repetirse con Margarita, quien vio morir a varios de sus hermanos. OLIVÁN
SANTALIESTRA, L., “El fin de los Habsburgo: crisis dinástica y conflicto sucesorio en la Monarquía
Hispánica (1615- 1700)” en NIETO SORIA, J. M y LÓPEZ –CORDÓN CORTEZO, M. V., Gobernar en
tiempos de crisis. Las quiebras dinásticas en el ámbito hispánico (1250- 1808), Madrid 2008, pp. 45- 64
251
Leonor había sido que, a la vez que se producía su matrimonio en Francia, su
hija fuese prometida a uno de los hijos del Rey Cristianísimo. Desde ese
momento, las opciones de la Infanta portuguesa quedaron a merced de otros y
por diversas razones ninguno de los proyectos llegó a buen puerto. Si bien es
cierto que el emperador la tuvo en mente para su hijo523, tras quedar viudo
por primera vez, lo cierto es que el plan fracasó por el surgimiento de mejores
oportunidades- como fue el matrimonio con Inglaterra- así, como por la abulia
de Juan III en este punto. Tampoco fructificaron los intentos por unirla a uno
de los hijos de Fernando I, ni cuando Felipe II quedó nuevamente viudo en
1558. El paso de los años convirtió la situación de la infanta en permanente. Su
gran riqueza económica la permitió llevar una vida retirada, rodeada de una
corte de damas cultas, y preservando su status en el mundo cortesano
portugués. El hecho más relevante es que, la debilidad de la dinastía Avis la
situó muy cerca de la sucesión del reino, un hecho que podría haberse hecho
realidad si su muerte prematura no hubiese tenido lugar poco antes de la
desaparición de Don Sebastián. Es cierto que esta condición de potencial
heredera no tuvo tanto peso en el momento de proyección de aquellos
matrimonios, pero sin duda, siempre se tuvo en cuenta el gran potencial
dinástico de la Infanta. Las similitudes con Isabel Clara pueden no ser
totalmente claras, aunque creo que existen indicios que nos permiten situarlas
en niveles semejantes. Evidentemente, sobre lo que hay que reflexionar es
sobre el por qué del fracaso de los planes matrimoniales de la Infanta María.
Quizá aquí concurren las mayores diferencias entre ambas princesas ya que la
orfandad de la portuguesa fue definitiva y lastró sus posibilidades de manera
muy clara. Una de sus biógrafas no duda en cargar las tintas contra Juan III, y
523
“Pareciéndome que es cosa muy conueniente y necesaria que a cabo de tanto tiempo como ha que
falleció la Princesa, que haya gloria, os tornéys a casar, así por la edad que tenéis y lo de la subcesión,
que espero en Dios os dará, que importa quanto veis como por la satisfactión de vuestra conscientia, y
hauérmelo enuiado a suplicar tantas vezes esos Reynos y los otros nuestros estados, por ser la principal
parte de su remedio, no teniendo sino sólo el Infante (…). Y pues por la cumplida relación que se tiene
de la bondad, entendimiento y discreción y otras grandes calidades de la Serenísima Infante, doña
María, hija de la cristianísima reina de Francia mi hermana, parece que os inclináis a su persona” Carlos
V al Príncipe Felipe, Bruselas 2 de abril de 1553, AGS Estado, leg. 98, ff. 136- 142, recogido en
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., Corpus Documental de Carlos V, Vol. III (1548- 1554), Salamanca 1977, p.
582
252
hace referencia a cuestiones de índole subjetiva: desagrado por la hija de un
matrimonio que no debía de haberse producido ya que Leonor era, en origen,
su prometida; celos por la fuerte salud de la Infanta que podía llegar a ocupar
el puesto de su hija, de salud débil y muerta prematuramente tras dar a luz al
príncipe don Carlos. El hecho es que, si lo analizamos de manera más objetiva
podríamos concluir que el monarca portugués estaría más preocupado por
encargarse del futuro de su propia prole que del de su media hermana524. El
mismo caso se aplicaría a Carlos V o a Felipe II, quienes participaron en tales
proyectos debido a la existencia de un parentesco, pero siempre supeditando
sus decisiones a un marco global que dejaba a la Infanta en un espacio
marginal525. Es en este plano donde la situación de Isabel Clara es
diametralmente opuesta, ya que aunque de manera algo dilatada, su
matrimonio estuvo presente en la política de Felipe II, consciente de que la
potencialidad de su hija era una baza y, a la vez, un importante obstáculo,
hechos ambos que gestionó a lo largo de estos años. No se halló supeditada,
por tanto, a las decisiones de varios y, en ocasiones, ajenos a su propia
realidad.
“ Entre otros abusos que el mundo ha introducido, asim entre los reyes
como entre los particulares, han sido que, para casar sus hijas, no se
mira en escoger el yerno con quien la hija pueda tener mayor
contentamiento y pasar mejor la vida sino el que para la vida del
mundo ha de parecer más justificado” 526.
524
VASCONCELOS, C. M., A Infanta D. Maria de Portugal (1521- 1577) e a suas damas, Lisboa 1901
Carlos V trata de esta manera la reacción de Juan III ante el cambio de decisión que llevó a Felipe II
a convertirse en rey consorte de Inglaterra. “Bernardino de Zamora vino aquí, de parte de los
serenísimos Reyes [de Portugal], como sabréis, después de habernos visitado de su parte y díchonos
juntamente la muerte del príncipe de Portugal y el alumbramiento de mi hija, pasó a lo de Inglaterra,
diciendo blandamente quánto le hauían satisfecho las causas que Luys Sarmiento les dio a entender que
nos hauían merecido tratarlo, y que no hauía en qué replicar, porque no deseauan otra cosa sino que
Nuestro Señor lo encaminase como fuesse más su servycio y bien universal de la Christiandad” Carlos
V al Príncipe Felipe, Bruselas 13 de marzo de 1554, AGS Estado leg. 508, f. 88, recogido en
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., CDCV vol. III (1548- 1554), …p. 667
526
Copia de un papel del Comendador Mayor de Castilla don Juan de Zúñiga en que trata de que no
conviene casar la Infanta Isabel con el emperador Rodolfo y que no conviene boluer a casar Phelipe
Segundo, BA 51-VI-37, f. 202r
525
253
Estas palabras de Don Juan de Zúñiga resultan tremendamente sugestivas a la
hora de iniciar el recorrido por esos diferentes proyectos matrimoniales que se
construyeron en torno a la Infanta. El hecho más llamativo es la introducción
de la premisa de la felicidad como un aspecto que debiera pesar en la decisión
a la hora de casar a una hija y que, por circunstancias bien conocidas, fallaba
en el momento de tomar una decisión. El matrimonio de una princesa estaba
motivado por razones puramente políticas, de tal manera que los argumentos
de índole sentimental tienen un impacto si no nulo, totalmente marginal en la
conformación de unos proyectos que nos sitúan de lleno en la llamada
“ política dinástica” de las monarquías del Antiguo Régimen. Este es el prisma
que vamos a priorizar a la hora de describir y valorar esos proyectos diversos
que se fueron desarrollando durante tres décadas y que, como hemos señalado
en líneas anteriores, se imbrican perfectamente en los avatares políticos de una
Monarquía que hizo frente a diversos obstáculos y desafíos a lo largo de esos
años.
Primeros proyectos, primeras esperanzas
Podemos afirmar que el nacimiento de Isabel Clara en agosto de 1566 supuso
el comienzo de un conjunto de especulaciones, rumores y otras noticias sobre
las posibilidades que albergaba la Infanta. Siguiendo la crónica del embajador
francés, entendemos que este primer parto de la reina abría la puerta a un feliz
porvenir para la consorte que había demostrado ser capaz de dar herederos a
un monarca que contaba con un débil sucesor. Se regocijaba el diplomático
porque el nacimiento de la Infanta, seguido al año siguiente por el de Catalina,
alejaba las posibilidades de sucesión de los archiduques Rodolfo y Ernesto,
educados por su tío en la Corte de Madrid 527. Los acontecimientos de 1568 con
la prisión y posterior muerte del Príncipe Don Carlos, además de causar
perplejidad en los contemporáneos, generaron una reacción curiosa en
527
Al informar sobre el bautizo de Isabel Clara, el embajador hacía la siguiente aprecición “Les deux
Princes de Boheme y estoient aussi, lesquelz peuvent bien commancer à perdre l’esperance de suceder à
ce Roy, car ladite Dame Royne fera filz ou fille chacun an” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de
Médicis, DDMF, tomo I, pp. 117- 118
254
Fourquevaux, que veía como Isabel de Valois alcanzaba un estatus en la Corte
de Madrid como potencial madre del heredero. Sin embargo, la sucesión
ininterrumpida de embarazos desde 1565- 66 habían minado la salud de la
reina y poco tiempo después de anunciar la muerte de Don Carlos hubo que
transmitir la triste nueva del deceso de Isabel de la Paz. En ese escenario triste
quedaba un consuelo no pequeño en las personas de las Infantas. Acorde a las
leyes sucesorias de Castilla, Isabel Clara era firme heredera de Felipe II y hubo
otros, aparte de Fourquevaux, que vieron en esa circunstancia el futuro de la
Monarquía. Mientras el diplomático francés informaba a la reina viuda
Catalina de Médicis del tratamiento otorgado a la Infanta, los venecianos iban
más allá y comentaban la posibilidad de que Felipe II casase a su hija con su
medio hermano, Don Juan de Austria, y les señalasen como herederos de la
Monarquía:
“ Poi fariano che pligiasse per moglie la prima infante e cossi
legítimamente succederia alla corona” 528.
No debemos dar excesiva credibilidad a estos rumores, pero sí señalar cómo a
la tierna edad de cuatro años, la Infanta se veía convertida en objeto de
especulación en las cortes europeas, algo que iba a ser una constante durante
las tres décadas que siguieron a su nacimiento.
Evidentemente, si bien Isabel era una garantía para la sucesión, la edad de
Felipe II posibilitaba un cuarto matrimonio que se empezó a negociar al poco
de morir Isabel de Valois. Sin entrar ahora en más detalles, la opción elegida
por el Rey Católico consistió en reforzar la alianza interna Habsburgo. El
matrimonio con Ana de Austria se produjo en 1570, cuando los venecianos
hacían las previsiones que señalábamos arriba. El hecho más relevante para el
aspecto que nos ocupa es que un año después, en 1571, la reina daba a luz al
Príncipe Don Fernando lo que desbancaba a la Infanta como heredera. Para
Fourquevaux quedaba, no obstante, el consuelo de la potencialidad de las
Infantas como consortes de Monarquías poderosas:
528
ALBERI, Relazioni degli Ambasciatori Veneti al Senato durante il secolo decimosesto, Florencia
1861, Serie I, vol. V, p. 175
255
“ …lesdites Dames Infantes seront toujours grandres princesses, et ne
peuvent faillir d’espouzer grandz roys” 529.
La incógnita en los años subsiguientes fue determinar quiénes iban a ser los
afortunados de contar con el potencial dinástico de Isabel Clara y Catalina
Micaela en sus propias casas. Como vamos a ver en las páginas siguientes,
Portugal, Francia y el Imperio van a ser los actores más destacados. En esa
“ carrera de matrimonios” se incorporaría más tarde, y con éxito, el Duque de
Saboya. Pero no podemos olvidar otras opciones que, por su carácter más
efímero, no suelen figurar en esta clase de análisis. Me refiero al caso escocés
que se puso sobre la mesa a raíz de la Conspiración Ridolfi530. Esta se imbrica
dentro del problema inglés que Felipe II va a abordar de manera irregular a lo
largo de su reinado. No vamos a profundizar ahora en el tema, pero una vez
que muere María Tudor en 1558 y accede al trono Isabel, Felipe II se va a tener
que plantear cómo gestionar esta transición que, a la postre, llevó aparejada la
definitiva escisión del reino inglés del conjunto de monarquías católicas. En
aquel momento no compensaba un apoyo a la pretensión de María Estuardo,
pero con la rebelión flamenca en el escenario político internacional, sí que va a
plantearse esa posibilidad. La Conspiración albergaba dos proyectos
matrimoniales que debían dar continuidad al proceso de re -catolización del
reino inglés: por un lado, el matrimonio de María Estuardo con don Juan de
Austria, y por otro, el de su heredero, Jacobo, con la Infanta Isabel.
Efectivamente, el príncipe escocés va a ser una pieza fundamental a lo largo de
todos estos años y tanto los católicos como los protestantes van a ver en él una
baza importante para lograr sus objetivos. El fracaso de la Conspiración acabó
con las posibilidades de ese enlace principesco que, además, era una
formulación excesivamente prematura como para asegurar su viabilidad.
También ganó la partida Isabel I en lo referente a la educación del heredero de
529
Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 4 de diciembre de 1571, DDMF, vol. II, p.
405
530
Para más detalles sobre la Conspiración, véase PARKER, G., La gran estrategia de Felipe II, Madrid
1998, p. 271 y ss. Asimismo, refrencias en LEVIN, C., The Heart and Stomach of a King. Elizabeth I and
the Politics of Sex and Power, Filadelfia 1994, p. 59. No obstante aquí se hace referencia al plan de
casar a María Estuardo con el Duque de Norfolk y poco se dice sobre algún matrimonio que concerniera
a la Infanta.
256
María, ya que fue formado en el protestantismo y no en la religión católica de
su madre. Pero volviendo a Isabel Clara Eugenia, sí señalar que aparte de estas
formulaciones conspiradoras, hay que recordar las propias esperanzas que
Isabel de Valois había puesto en un posible matrimonio entre su hija y Jacobo
Estuardo. De nuevo, es Fourquevaux quien nos da la pista sobre ello y quien, a
la altura de 1572 aludía a la posibilidad de que el príncipe pudiese ser educado
en la Corte de Madrid como católico, favoreciendo ese enlace531. Puede ser que
en los deseos de Isabel de Valois pesasen consideraciones de tipo sentimental;
al fin y al cabo, la reina se había criado en la Corte francesa con María
Estuardo, ambas habían sido compañeras de juegos y estudios y era
significativo que ambas hubiesen dado a luz a una niña y a un niño en 1566.
¿Cuál era la opinión de Felipe II al respecto? No contamos con más
información sobre la Conspiración Ridolfi, pero a la vista de cómo se fue
desarrollando la política matrimonial en los años siguientes, es muy posible
que el Rey Católico se reservase la decisión definitiva hasta que la Infanta
contase con más edad.
Aunque la posibilidad de unir a Isabel y Jacobo no tuvo gran fortuna y se fue
diluyendo con el paso de los años, todavía encontramos alguna mención
posterior que sí conviene anotar aquí. En 1586 cuando algunos ministros de
Felipe II y los católicos exiliados de Inglaterra acariciaban la idea de que Felipe
II actuase contundentemente contra Isabel I, se rumoreó sobre la concertación
de un enlace entre el Rey escocés y la Infanta como broche a una acción contra
el reino inglés532. Tres años más tarde Jacobo contraía matrimonio con Ana de
531
“….Au restant, Madame, je suis d’opinion qu’il seroit bon de faire prendre garde, si le Roy d’Escosse
est en lieu et au pouvoir de telz d’où Espaignolz ou Flamenegz le puissent enlever; car je me doubte que
ce seroit gens pour y essayer quant qu’il tarde non sans cosentement d’aucune des siens, et de le mener
en Espaigne pour estre nourry en ceste court et maryé à une de voz petites filles. C’est ung discours que
le feu Royne votre fille me feist quelque temps devant son trespas.....” Monsieur de Fourquevax a
Catalina de Médicis, Madrid 12 de febrero de 1572, Douais,op. cit, vol II, pp. 423- 424
532
“Je suis aussi adverti que, parmy les parctiques de don Bernardin de Mendoce, il laisse quelque
esperance à concevoir au Roy d’Escosse de pouvoir parvenir au mariage de madame l’Infante, si
l’enterprise d’Angleterre reusissoit; qui est un artífice pour fortiffier tousjours les esperances et desseins
de ceulx qui ce laissent amuser avec traictez, intelligences et argent de deça, affin qu’ilz ne perdent le
coeur, encor que Vre Majesté feist la paix” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 16 de noviembre
de 1586, DDML, p. 327
257
Dinamarca lo que dibujaba una alianza totalmente distinta y que le unía a un
reino protestante.
Matrimonio en Portugal: negociaciones con D. Sebastián.
Portugal constituye una de las primeras opciones matrimoniales para la
Infanta Isabel. Fueron muchos los que quisieron ver culminada una alianza
entre el monarca portugués y la primogénita de Felipe II, aunque, sin duda,
Catalina de Austria, la reina viuda, va a ser una de las más interesadas en este
particular negocio si bien sus esperanzas fueron, a la postre, vanas. En este
punto no nos vamos a detener únicamente en lo que se hizo o dijo en torno a
esa alianza concreta, sino que vamos a analizar las diversas posibilidades que
se pensaron para Don Sebastián, ya que sin ellas no se pueden entender
algunos de los argumentos empleados en la defensa del matrimonio con Isabel
Clara Eugenia. Los portugueses abordaron el asunto matrimonial desde la
perspectiva de la necesidad de dar continuidad a la dinastía Avis en aquel
Reino. Desde una edad temprana el monarca lusitano fue objeto de
especulaciones matrimoniales que tenían como objetivo asegurar una pronta
sucesión al trono. Fueron varias las candidatas a ocupar el papel de consorte,
destacando los casos de Margarita de Valois, de la Archiduquesa Isabel y
asimismo, también fueron notables las iniciativas para concluir un matrimonio
con una de las hijas del Duque de Baviera.
El matrimonio de D. Sebastián se va a plantear como una cuestión de índole
política. Las dos opciones, en principio, más plausibles, Francia y el Imperio,
representaban los intereses de dos facciones opuestas en la Corte portuguesa.
Por un lado, aquella más favorable a mantener la alianza con los Habsburgo y,
por otro, aquella más deseosa de conservar la independencia frente al
poderoso vecino.
En el caso de la archiduquesa Isabel, el proyecto se había comenzado a tratar
en 1559 y contaba con los apoyos de la emperatriz María, de la princesa doña
Juana y también de la reina viuda, Catalina de Austria. No obstante, las Cortes
portuguesas reunidas en 1562- 1563, conscientes de que el matrimonio podía
258
tornarse en un elemento de subordinación a los intereses Habsburgo, abogaron
por la elección de una princesa francesa que, en atención a la corta edad del
monarca lusitano, podía trasladarse a la Corte lisboeta para su formación como
futura consorte de aquel reino 533. Pese a los acercamientos de Lisboa y París
para concretar esa unión, la oposición al matrimonio francés va a ser fuerte.
Catalina de Austria fue una de las principales opositoras a la misma, pero no
va a estar sola. La Sede Pontificia va a calificar a Francia como un país enfermo
y dudaba de una princesa criada por una madre tolerante con los herejes. El
mismo Felipe II va a hacer un llamamiento al embajador luso en la Corte
madrileña- Francisco Pereira- para que frenase las intenciones de su señor por
lo impropio de tal compromiso. A ello habría que sumar la opinión que, al
respecto, podía tener la Princesa doña Juana que quiso ver unidos a su sobrina
y a su hijo. En esta situación tensa un ataque de corsarios franceses en la Isla
de Madeira va a hacer aflorar una mayor oposición al matrimonio francés. Los
isleños quisieron recibir una compensación por los daños sufridos y la
respuesta francesa se canalizó a través de la promesa de que, una vez sellada la
alianza franco-lusa por medio del matrimonio entre D. Sebastián y Margarita,
no se producirían nuevos ataques a las posesiones portuguesas. El resultado,
en definitiva, era que Madeira no se veía directamente compensada y el
malestar ante el enlace aumentó notablemente.
Como ocurre en estas negociaciones matrimoniales, las novias elegidas
también se vieron afectadas por planes diversos que complicaban todo este
entramado de políticas dinásticas. En 1560 una embajada francesa encabezada
por Bernardin Brochelet se dirigió a Viena para presentar un proyecto
matrimonial entre la archiduquesa Isabel y el entonces Duque de Orleans,
Carlos de Valois, hermano de Francisco II. Si bien esto suponía un matrimonio
533
No podemos olvidar que las gestiones para lograr una alianza con Portugal se habían iniciado mucho
antes, siendo Don Sebastián un niño de corta edad. “…Porque en lo del Rey sabía y tenía entendido que
el embaxador de Françia, que reside en aquel Reyno, tratta por todas las vías que puede de que case con
la hija del rey de Françia, y que ofrece muchas cosas, y que no falta quien lo oye y procura de buena
gana, en especial confessos, por estar muy emparentados con alguna de la gente principal, diciendo que
les importa mucho para su conseruaçión y la prouisión de trigo, y otras cosas que acumulan a este
propósito” Carlos V a Felipe II, Yuste 8 de agosto de 1557, AGS Estado leg. 128, f. 323, recogido en
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., Corpus Documental de Carlos V. Tomo III (1554- 1558), Salamanca 1979, p.
340
259
menor para una archiduquesa pretendida por un rey coronado, las
perspectivas eran buenas ya que la mala salud del rey francés auguraba una
pronta subida al trono del Duque de Orleans, hecho que ocurrió el 5 de
noviembre de 1560. Al igual que pasara con el caso portugués, Madrid se va a
oponer a la alianza del Imperio con Francia y Felipe II va a argumentar que su
matrimonio con Isabel de Francia ya era garantía suficiente de esa alianza
entre Hasburgos y Valois. Esta opción va a ser una constante a lo largo de la
negociación paralela con Portugal534. La opción lusitana pareció ganar fuerza
con motivo del viaje de los archiduques Rodolfo y Ernesto a España para
educarse junto a su tío; aquel podía ser un buen momento para trasladar a la
Península a la archiduquesa- que podía ser educada e instruida previamente
por su tía, la princesa doña Juana- con vistas a un futuro enlace con Don
Sebastián535. No obstante, la temprana edad de las hijas de Maximiliano II va a
constituir un freno para la concreción de la alianza portuguesa que, por otro
lado, no va a ser apoyada por todos. Eran muchos los que veían de manera
más favorable el matrimonio con Francia por las ventajas que podía reportar, a
lo que hay que sumar las iniciativas que, desde la Corte de Madrid, va a llevar
a cabo Isabel de Valois para reforzar la alianza de su Casa con la dinastía de
los Austrias y que le llevaron a defender una unión entre el príncipe Don
Carlos y su cuñada viuda, María Estuardo, y otra entre la archiduquesa Isabel
y su hermano el Rey536.
En 1564 el envío a la Corte de Viena de los retratos del Príncipe D. Carlos y del
rey D. Sebastián parecía un buen signo de la pronta conclusión de los
534
Habría que mencionar otros planes matrimoniales que afectaron a la archiduquesa Isabel. Así, se
sugirió la posibilidad de concertar un matrimonio con algún príncipe de la Casa Médicis para fortalecer
los lazos entre el Imperio y los estados italianos. Asimismo, son interesantes los planes de Catalina de
Médicis para casar a la archiduquesa Ana con Carlos IX y a Isabel con Enrique de Navarra. PATROUCH
J. F., Queen’s Apprentice. Archduchess Elizabeth, Empress Maria, the Habsburgs and the Holy Roman
Empire, 1554- 1569, Boston 2010, p. 137
535
PATROUCH J. F., op cit., p. 151
536
En el Imperio eran varios los príncipes que defendían la unión con Francia ya que supondría un
contrapeso en los equilibrios de poder en el Centro de Europa, además de ofrecer ventajas de tipo
económico y comercial con la monarquía vecina, PATROUCH J. F., op cit., p. 214. Por su parte, el
emperador veía en la alianza con Francia la posibilidad de que este reino dejase de apoyar a los turcos,
uno de sus mayores quebraderos de cabeza en la frontera oriental, recuperar Metz, Toul y Verdun,
perdidas en 1552 y apartar la posibilidad de una candidatura Valois en las futuras elecciones imperiales.
Otro asunto es que la alianza realmente produjese ese resultado perfecto. SUTTER FICHTNER P., Emperor
Maximilian II, Michigan 2001, p. 110
260
matrimonios de las archiduquesas Ana e Isabel en los reinos ibéricos. El
embajador español Chantonnay, tuvo entre sus diversas misiones, la de llevar
adelante esas uniones y evitar a toda costa la alianza con Francia. En aquel
momento la edad de la archiduquesa Isabel no era muy avanzada ya que
contaba 11 años de edad, pero no era un impedimento a la hora de cerrar el
compromiso. La lentitud que caracterizó esta doble negociación tuvo uno de
sus principales motivos en la discusión de la dote final que aportarían ambas
hijas de Maximiliano II al matrimonio. No obstante, todo parecía apuntar a que
Don Sebastián casaría con su prima Isabel, pero los acontecimientos que
tuvieron lugar en la Corte de Madrid van a dar al traste con el proyecto.
La prisión del Príncipe don Carlos, de cuya débil salud e inestable
comportamiento circulaban constantes rumores, va a generar un impacto
importante en Europa. Los emperadores van a recibir con sorpresa y dolor una
noticia que les afectaba de lleno por el proyecto matrimonial que se venía
tratando entre el Príncipe y su hija primogénita. En un primer momento el
matrimonio no se va a anular e, incluso, Maximiliano va a considerar que el
encierro del Príncipe podía ser bueno para calmar algunos de los temores que
habían existido con anterioridad 537. La princesa doña Juana, por su parte, va a
tratar de asegurarse de que el matrimonio entre su hijo y su sobrina se lleve
adelante, y por ello va a mantener un contacto constante con el embajador
extraordinario, Luis Venegas, para asegurarse de que la voluntad de
Maximiliano II con respecto a este asunto no mudaba. El problema es que,
conforme avancen los meses y las noticias sobre la prisión del heredero de
Felipe II no sean satisfactorias, los proyectos matrimoniales de ambas
archiduquesas van a ir quedando en una especie de limbo. Si bien es cierto que
Ana era la más afectada por todo este asunto, el deseo de Maximiliano de no
casar a su hija menor antes que a su primogénita va a hacer que la alianza
537
Maximiliano creía que “…se ha de remediar esto y que Su Majestad ha de venir a estar contento del
Príncipe, por la mudança que en su Alteza podría causar la reclusión” Puntos de cartas de Luis Venegas
a la Princesa Doña Juana, AGS Estado, leg. 665, nº 28
261
portuguesa se vea supeditada al futuro de ésta538. En esta coyuntura no es de
extrañar que los franceses empezasen, nuevamente, a mover ficha en este
peculiar tablero de negociaciones volviendo a ofrecer la posibilidad de un
enlace entre Carlos IX y una de las archiduquesas e incluyendo a Rodolfo en el
pacto, hecho que ya se había planteado en años anteriores539. La muerte del
Príncipe don Carlos anulaba de manera definitiva las posibilidades de que
Ana contrajese ese matrimonio y, por las razones expuestas, complicaba el
cierre de negociaciones con Portugal. En este punto hubo quien pensó que la
solución pasaba por la celebración de un enlace entre Ana y Carlos IX de
Francia, manteniendo la unión de Isabel con Don Sebastián, pero nuevamente
los acontecimientos de España van a trastocar esa opción y van a anular las
posibilidades que tenía Portugal de concluir la alianza con el Imperio. Tras la
muerte de Isabel de Valois a finales de 1568 Felipe II se encontró ante la
tesitura de tener que buscar nueva esposa para garantizar la sucesión
masculina ya que sólo tenía las dos hijas habidas con su consorte francesa.
Felipe II va a escoger a su sobrina, la archiduquesa Ana, una unión que va a
ser prontamente aceptada por Maximiliano II y que va a colmar las esperanzas
de la emperatriz María. Una vez que se garantizaba la alianza dinástica el
emperador podía culminar, asimismo, la deseada alianza con Francia sin
contar con la oposición de María o de Felipe II540.
En 1569 el Rey Prudente informaba a Don Sebastián que la archiduquesa Isabel
se convertiría en Reina Cristianísima a través de su matrimonio con Carlos IX
de Francia y se resucitaba el proyecto francés para el monarca lusitano. La
situación causó perplejidad y enfado ya que Lisboa veía como sus intereses se
supeditaban a los de Castilla y, Felipe II, quien tras haberse posicionado muy
538
“…en el casamiento de Portugal aunque desea dar todo el contentamiento y satisfazión a Vª
Magestad [Felipe II] no se puede tampoco ny piensa resoluerse antes de saber lo que ha de ser de su hija
mayor” Dietristain a Felipe II, AGS Estado, leg. 665, nº 21
539
“…el Papa le auía dicho que de los ministros de Françia que están allí tenía entendido, porque ellos
se lo auían dicho, que se trataua de casamiº de su rey con hija del emperador y que ya V Md auía dado
consentimiº para ello y también para casar a Rodolfo con hermana del dicho rey” Luis Venegas a Felipe
II, Viena 12 de Junio de 1568, AGS Estado leg. 665 nº 17. El embajador extraordinario se hace eco de
estas negociaciones impulsadas por Francia, en unos casos para desmentir el rumor de que se estuviesen
llevando a cabo y en otras para confirmarlas.
540
PATROUCH, op cit., p. 394
262
claramente contra el matrimonio francés en los años anteriores, alegaba ahora
los beneficios que ese esquema de uniones reportaría al conjunto de la
Cristiandad 541.
El nuevo embajador español en Lisboa, don Juan de Borja, va a tener entre sus
muchas obligaciones la misión de convencer al rey para que cerrara el
matrimonio con Margarita de Valois. Al igual que en el caso de la
archiduquesa, factores ajenos a Portugal van a entrar en escena para
obstaculizar la conclusión final del mismo. Si bien es cierto que el propio D.
Sebastián va a ser reacio a tomar una decisión, la situación político- religiosa
de Francia va a ser un elemento fundamental en todo este proyecto 542. La
parálisis impuesta por el monarca portugués- que consideraba que las
condiciones que le reportaba el matrimonio francés no beneficiaban su
autoridad 543- va a angustiar en extremo a Catalina de Austria consciente de la
importancia de que su nieto tomase esa decisión. La reina, que se había
opuesto al matrimonio francés era consciente de que Margarita de Valois era la
única opción factible en esas circunstancias porque como ella misma señala las
hijas de Felipe II (que, sin duda, colmaban otros deseos) “ siendo tan niñas ha
de pasar mucho tiempo” , algo con lo que empezaba a no contar Don
Sebastián544
Curiosamente, la princesa doña Juana sí va a ser partidaria de esperar a que las
Infantas alcanzasen una edad adecuada para el matrimonio. Desde luego eso
541
Felipe II justificaba ante Catalina el cambio de planes advirtiendo, primero, que “…no es mudar de
voluntad, sino de consejo y parescer, a que obliga la mudanza del hecho”; que en caso de que se tratase
de atacar a Don Sebastián por este cambio de planes la culpa debía achacarse únicamente a él y concluía
con la siguiente aseveración “…demás que las causas desta mudanza tienen tan gran fundamento del
servicio de Dios, beneficio público y bien de todos, que no se pueden atribuir a mi particular, cuando así
fuese, somos el Rey mi sobrino y yo tan una cosa en deudo y en amor, y son tan comunes los bienes y
los daños, que sería muy bien que en la disposición de sus cosas él tuviese este respecto, y que yo
asimismo le tenga a él en las mías....” Felipe II a Catalina de Austria, Madrid último de febrero de 1569,
AGS estado leg. 386, recogido en CODOIN, vol. 28, pp. 496- 502
542
Sobre la resistencia de Don Sebastián a matrimoniar en Francia da buena cuenta Don Fernando
Carrillo de Mendoza “…de parte del Rey había en verdad poca gana de casarse, y más en Francia, por
las costumbres de la tierra y de la manera que agora está” Don Fernando Carrillo a Felipe II, Alenquer
13 de septiembre de 1569, AGS Estado leg. 836 recogido en CODOIN, vol. 28 p. 539
543
Don Sebastián defendía su postura renuente al matrimonio con Francia en sendas cartas a su tío y a
su madre escritas en Tomar los días 26 y 27 de Septiembre de 1569, AGS Estado leg. 386, recogidas en
CODOIN vol. 28, pp. 551- 553
544
Catalina de Asutria a Juana de Portugal, Alenquer 29 de Septiembre de 1569, AGS Estado leg. 386,
recogido en CODOIN vol. 28, pp. 555- 557. Asimismo, resulta de interés la carta dirigida a Felipe II
también en AGS Estado leg. 386, CODOIN vol. 28 pp. 553- 555
263
colegimos por las informaciones que aporta el embajador francés, quien
menciona las esperanzas de que Catalina Micaela se convirtiese en consorte de
Don Sebastián545. Es interesante la apreciación porque supone, en primer
lugar, una temprana mención a las Infantas en lo relativo al matrimonio
portugués. También resulta interesante ver cómo la Princesa, consciente del
potencial de Isabel Clara – en aquel momento heredera- opta por la opción
“ fácil” y que podía lograr la aquiescencia del Rey Católico. Asimismo, puede
ser visto como un signo de la oposición a la alianza francesa, que ya había
mostrado en años anteriores.
Ante el aumento de inestabilidad en el reino galo, Catalina de Médicis va a
contemplar la negociación y el acercamiento a los hugonotes como la solución
más eficaz para el reino. Esta vía pasaba por el concierto de un matrimonio
entre Margarita y Enrique de Navarra, lo que evidentemente perjudicaba las
opciones de Don Sebastián.
Antes de que se plantease en firme el matrimonio con Isabel Clara va a surgir
el nombre de otra candidata, Maximiliana de Baviera, pero al igual que pasó
con los dos proyectos anteriores no se va a llegar a ninguna solución.
Como hemos vistos fueron las causas que llevaron al fracaso de los
mencionados enlaces y que dejaban al monarca portugués soltero y sin la tan
anhelada sucesión. Ante tal situación varias personas del entorno de D.
Sebastián van a tomar cartas en el asunto para tratar de paliar una situación
que se podía tornar dramática para el reino portugués. En este sentido me
gustaría resaltar el caso de la reina viuda Catalina que, a pesar de vivir
retirada de la Corte siguió teniendo un papel y un protagonismo notables en la
vida política portuguesa546. A través de varias cartas, Catalina va a esbozar un
545
“…et disoit n’a gueres de jours à ung mien amy, home de qualité, que ladite Princesse estoit après
pour faire trouver bon à son filz d’atendre huict ou ix ans à se maryer, car il aura lors Madame l’Infante
Catherine, votre petite fille” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 5 de noviembre
de 1569, DDMF, Tomo II, p. 136
546
Destacamos aquí una de las últimas biografías sobre la reina portuguesa a cargo de BUESCU A. I.,
Catarina de Áustria. Infanta de Tordesilhas. Rainha de Portugal, Lisboa 2007. En este análisis de la
figura de Catalina de Austria, la autora destaca los múltiples problemas a que se tuvo que enfrentar
durante la regencia y la etapa inmediatamente posterior. Precisamente, su defensa de los intereses
Habsburgo le valió las críticas de muchos de sus contemporáneos, lo que dificultó en extremo las
264
proyecto matrimonial que tenía como objetivo la unión de su nieto con Isabel
Clara Eugenia. En una primera epístola, escrita hacia 1574, la reina viuda pedía
a Felipe II que le diera “ a entender si la señora Infante doña Ysabel no tiene
dispuesto cosa alguna que le aya no estar libre para podérseme cumplir mis
deseos” 547 con el objetivo de disponer un acuerdo matrimonial entre aquella y
el rey D. Sebastián. Estas gestiones que entendemos, por las palabras del
entonces embajador don Juan de Borja, se hicieron sin un exacto conocimiento
por parte del rey portugués548 no tuvieron el aliento deseado en Madrid.
Podemos afirmar que Felipe II no se mostró muy abierto a la posibilidad de
casar a su hija mayor en Portugal y se asiste en estos años a un constante tira y
afloja para tratar de desinflar las esperanzas del reino vecino sobre tal
desenlace. La reina viuda en ningún momento desistió de sus propósitos y va
a seguir escribiendo al Rey Católico presentando una serie de motivos que
respaldaban la conclusión del enlace. Entre esos argumentos encontramos los
siguientes. Por un lado, Catalina alude a la tradición no escrita, pero
refrendada en la práctica, sobre los matrimonios luso- hispanos que se habían
venido celebrando con el objetivo de estrechar lazos y mantener la paz entre
los reinos peninsulares549. No en vano, D. Sebastián había sido producto de
uno de estos acuerdos matrimoniales que concluyó con los matrimonios entre
Doña Juana y el príncipe D. Juan, y el propio Felipe II con Doña María
Manuela. Pero no había sido el primero en producirse, ya que en décadas
anteriores cuatro infantas castellanas habían matrimoniado con Portugal- las
hijas de los Reyes Católicos, Isabel y María, y las hijas de Juana y Felipe,
Leonor y la propia Catalina-; por otro lado, una Infanta portuguesa, Isabel, lo
labores que quiso llevar a cabo. No obstante contamos con otros trabajos: a destacar la revisión
historiográfica y el análisis del mecenazgo artístico y posesiones preciosas de a reina de JORDAN, A.,
“Catherine of Austria: a Portuguese Queen in the Shadow of the Habsburg Court?” en Portuguese
Studies Review, 13 (1- 2) (2005), pp. 173- 194
547
Carta de Catalina de Austria a Felipe II, Enxóbregas 9 de Junio de 1574, AGS Estado, leg. 392, doc.
6
548
“lo que la Reyna escriuió a V Mgd con el correo que despaché a los 15 de este ninguna duda ay sino
que fue sin orden del Rey y sin que lo sepa mouida tan solamente del deseo grande que tiene que este
negocio se effectúe por lo que desea el bien de su nieto” Don Juan de Borja a Felipe II, AGS Estado leg.
392, doc. 91
549
“porque no uea yo en mi tiempo, quebrarse la buena costumbre que siempre que pudieron guardaron
los príncipes dese reyno y deste” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 9 de Junio de (1574), AGS
Estado leg. 392, nº 6
265
había hecho en Castilla. Si bien algunos autores han señalado que este hecho,
al impedir una mayor diversificación de las alianzas, había perjudicado a la
Corona portuguesa, para Catalina de Austria, constituía un argumento a
favor550
Asimismo, la reina viuda alude en sus argumentaciones a los beneficios que
podía reportar tal matrimonio a la Cristiandad y los que ella misma
disfrutaría, ponderando la buena vejez que le aguardaría contando con Isabel
Clara a su lado y como consorte de su nieto. En cuanto al primer argumento,
son constantes las repeticiones sobre la condición compartida entre Felipe II y
Don Sebastián como defensores de la Cristiandad- “ solamente vuestra alteza y
mi nieto son ahora los reyes cristianos de quien depende la defensión y
aumento della” 551- de tal manera que una alianza, a través de la Infanta,
constituía la mejor garantía para dar continuidad a esa labor. Quizá, en este
punto, lo más curioso es la omisión de otros príncipes católicos como el Rey
Cristianísimo o el Emperador. En el primer caso es comprensible, porque la
situación religiosa de Francia y la política- en algunos casos errática- en
relación a los hugonotes habían dejado a Carlos IX fuera de ese selecto grupo.
En el caso de Maximiliano II, sobrino de la reina, es más chocante ya que en
años anteriores Catalina había apostado de manera contundente por un
matrimonio con una de sus hijas.
Del interés general, la reina viuda pasa al particular. Para ella, la conversión de
Isabel Clara Eugenia en su nuera bien podía llegar a ser el consuelo en la vejez.
No deja de repetir cómo la conclusión del matrimonio podía llegar a alargar su
vida, además de hacer de esta un tránsito mucho más agradable.
“ …entonces ternía yo maior razón de desearlo para en estos pocos años
que me quedan de vida, que serán aún más pocos, viendo que vuestra
550
“A coroa portuguesa viria a ficar fragilizada pela atenção que concentrou nas alianças com Espanha,
uma vez que não diversificou as suas alianças com parceiros de varias casas reinantes, ao contrario dos
Habsburgo” GUIMARÃES SÁ I., “Coisas de princesas: casamentos, dotes e enxovais na familia real
portuguesa (1480- 1580) en Revista de História da Sociedade e da Cultura, 10, Tomo I (2010), p. 102
551
Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 126
266
alteza me dilata aquello, con que me los puede azer muchos y contentos
para verla y crialla y sustentar con esto la vida y la vejez” 552
La situación que probablemente imaginaba Catalina era la conclusión rápida
del matrimonio y el viaje de la Infanta al reino portugués donde,
previsiblemente, pasaría algún tiempo junto a la reina viuda para su formación
y preparación como consorte de Don Sebastián. Independientemente de las
negativas de Felipe II a la totalidad del proyecto es muy seguro que tampoco
viese con buenos ojos una salida temprana de su hija de la Corte de Madrid.
Pero junto a esto también encontramos un duro reproche a la actitud de Felipe
II considerado último culpable en los anteriores proyectos matrimoniales de D.
Sebastián. Así, la insistencia en un matrimonio con la archiduquesa Isabel de
Austria había concluido en la imposibilidad de unirse a Margarita de Valois,
quien había contraído finalmente matrimonio con Enrique de Bearne, Príncipe
de Navarra. También la opción austriaca había quedado anulada al disponer
su propio matrimonio con Ana de Austria en 1570 y que se había traducido en
la unión de Isabel con el rey francés, Carlos IX. La dureza de las palabras de
Catalina en este punto es significativa:
“ [Felipe II] ha tirado (quierolo dezir así) dos mujeres al Rey su sobrino,
la una en no dexarlo primero casar con la hermana del Rey de Francia,
porque casase con la hija del Emperador nuestra sobrina, y la otra
tomando la mayor que hauía de casar con el Rey de Francia y
ordenando que casase con la que el Rey su sobrino hauía de hauer” 553.
La reina portuguesa era consciente de que Don Sebastián había sido el eslabón
débil en una cadena de negociaciones matrimoniales y Felipe II no había
dudado en “ sacrificar” a su sobrino en beneficio de un plan más acorde a los
intereses de la Monarquía Hispánica. Pero, a la vez, era consciente de su
propia responsabilidad en este punto y que los manejos hechos por ella misma
en años anteriores habían contribuido a erosionar la confianza de su nieto en
ella y a alentar las suspicacias de los portugueses sobre una reina que aparecía
552
Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de Agosto de 1575, AGS Estado leg. 392, doc. 197
Catalina de Austria a Don Juan de Borja, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº
178.
553
267
como “ extranjera” 554. En este sentido, hay una súplica muy clara al Rey
Católico para que llevase adelante un matrimonio que, sin duda alguna, la
restauraría ante la opinión del monarca y sus consejeros. Catalina de Austria
se mostraba segura de que Don Sebastián iba a apoyar su proyecto de
matrimonio con la Infanta- “ que sy el rey mi nieto tuuiese certeça de que bra
alteza le dará la señora Infante su hija se la embiará a pedir con mucho gusto y
mucho contentamiento” 555- ya que había desechado la idea de unirse a la hija
del Duque de Baviera. A la vez, señalaba que en el Consejo se maniobraba
para lograr una nueva alianza con Francia, posiblemente persiguiendo el
objetivo de no caer en la influencia castellana. En estos momentos, siendo
imposible matrimoniar con una princesa Valois, se veía en la Casa de Lorena la
oportunidad para esa alianza franco- portuguesa; concretamente una de las
hijas habidas del matrimonio entre Claudia de Valois y el Duque de Lorena556
Evidentemente era mucho lo que había en juego para el reino portugués. Don
Sebastián estaba impelido a casarse para dar continuidad a la dinastía Avis y
por tanto, las dilaciones que se imponían desde Castilla eran un obstáculo más
a solventar. Felipe II contaba en estos momentos con un argumento
irreprochable ya que la edad de sus hijas, en realidad, no daba salida al
problema de la sucesión. Catalina de Austria era consciente de ese hecho y sin
embargo, no va a cejar en su empeño por hacerse con la mano de la Infanta.
“ Y aunque la necesidad de la sucesión del Rey mi nieto sea razón muy
grande, de mucho maior es ser la sucesión la que más conuiene a su
honra y descanso y al bien y sosiego de sus reinos y no auenturarse esto
por tenerla algún tanto más presto y, aunque uuiese de auer mucha
dilaçión siempre diré a mi nieto que antes espere por la hija de bra
554
“Yo hize en esto todo lo que vuestra alteza sabe, porque ansy me lo mandó y lo quiso estando tan
adelante en el consejo del rey mi nieto y en el juicio de todos sus vasallos convenirle más el casamiento
que entonces cuasy estaua conçertado en Françia que la hyja del emperador y quanto sea razón que acá
se acuerden desto que pasó y de que yo fuy parte para le estoruar el casamiento y que no lo soy para
procurárselo” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de Agosto de 1575, AGS Estado leg. 392,
doc. 197
555
Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado, leg. 392, nº 126
556
“…diré que entiendo que en el consejo del rey no dexa de acordarle que podrá casar con hija del
Duque de Lorena, nieta de la reina de Franzia asiéndose entender que esto le sería más provechoso que
lo de Baviera” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado, leg. 392, nº
126
268
alteza que casar luego con otra confiando en nuestro señor que le dará
della más bienauenturada sucesión pues es con casamiento más
conforme a su juicio y de más esperanças de la paz y quietud de su
reino y esto y todo lo demás que podemos desear concurre en el
casamiento de la señora Infante” 557.
En este sentido, la reina consideraba que la espera bien merecía la pena,
aunque por supuesto quedaba clara su intención por asegurar la alianza. Para
Catalina lo que resultaba incomprensible era la actitud de Felipe II con
respecto a su prole. El Rey Católico contaba con dos hijas y varios hijos que
aseguraban la sucesión en la Monarquía. Entonces, ¿por qué no concretaba las
uniones de las dos primogénitas? La edad no era un impedimento porque,
como explicaba Don Juan de Borja “ la querremos y nos obligaremos a
aguardar todo el tiempo necesario” 558 y además, era una costumbre frecuente
entre los miembros de la realeza acordar estas uniones a una temprana edad 559.
La insistencia en estos argumentos no va a significar un triunfo para la Corte
portuguesa. Felipe II se va a escudar en la escasa edad de Isabel Clara quien a
la altura de 1574 contaba con 8 años de edad, señalando que era absurdo
contraer un compromiso tan temprano y que, por tanto, podía no llegar a
sostenerse. Ni siquiera va a ser necesario insistir en la promesa de un
compromiso previo- tal y como sugirió Don Juan de Borja- con el
emperador560, quien, por su condición de tal contaba con una posición de
precedencia teórica en la elección de la Infanta como futura esposa. Los
portugueses, no obstante, van a argumentar en repetidas ocasiones que D.
Sebastián, por parentesco y por la cercanía de ambos reinos, debía ocupar
antes los afectos de su tío que Rodolfo II. De todas formas, la presencia de
Catalina Micaela suponía una ventaja que la reina portuguesa quería
557
Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 126
Catalina de Austria a Don Juan de Borja, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 178
559
“…porque ya vimos reies casar sus hijas estando en la cuna, quanto más teniendo la edad que tiene la
de vra alteza…” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de agosto de 1575, AGS Estado leg. 392,
nº 197
560
“Por muy cierto tengo que si yo entendiera antes la voluntad de V Magestad en este negoçio no
hubiera llegado a los términos en que ahora está y bastará para esto poder afirmar (a los que en esto me
hablaren) que la sª Infanta no estaua libre para poder tratar de casarla aunque no se les dixera con
quién…” Don Juan de Borja a Felipe II, 23 de mayo de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 91.
558
269
aprovechar. Para ella la situación se resumía de la siguiente manera; eran dos
los príncipes católicos susceptibles de emparentar con el Rey Católico como
yernos: Don Sebastián y el entonces Archiduque Rodolfo. Habiendo dos
Infantas en Castilla la solución era obvia y además, suponía establecer, en
ambos casos, alianzas dentro de la familia561. En este punto Catalina no
especifica de manera clara cuál era la Infanta destinada a convertirse en Reina
de Portugal, pero por el tono de las misivas y su vehemencia en verse
compensada es muy seguro que se resistiese a renunciar a la primogénita de
Felipe II. Para ella, la idoneidad de Isabel como futura consorte estaba
totalmente fuera de duda:
“ …que ninguna desearía más que la hija de vuestra alteza pues a ambos
viene tan bien y son tan iguales a uno y a otro los bienes de tal
casamiento” 562.
Las gestiones de Catalina de Austria no dieron el fruto deseado, a pesar de que
sus misivas están repletas de expresiones tales como “ quan olvidado se
muestra de mis lágrimas perpetuas” conducentes a ablandar la voluntad de
Felipe II. Sin embargo, no es este el punto final de la negociación con Portugal
ya que el propio Don Sebastián va a buscar de manera insistente la alianza con
su tío por medio del matrimonio. Esa conjunción de intereses hispanoportugueses no tendría como objetivo único el convertir a Isabel en reina
lusitana sino también un apoyo logístico y económico para las campañas
norte- africanas de Portugal.
¿Cuáles fueron las razones para evitar el matrimonio? Lo temprano del
proyecto parece ser el argumento más contundente para la oposición de la
Corte madrileña. Muy posiblemente Felipe II era consciente de que sus hijas
eran una baza importante que podía llegar a ser decisiva en el conjunto de
actuaciones de la política exterior de la Monarquía y no quería dejar cerrada
561
“De dos hijas que Dios dio a vuestra alteza no aviendo al presente en la Christiandad sino dos
príncipes con quien las pueda y las deua casar y ambos sobrinos de Vuestra Alteza, como no será my
alma perpetuamente triste mientras en este cuerpo durare, sy ya que quiera darla vra alteza uno, no
quisiere dar otra al otro siendo solo en la Christiandad con quien ella ahora de presente puede casar…”
Catalina de Austria a Felipe II, AGS Estado leg. 392, nº 197
562
Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 198
270
ninguna vía antes de tiempo. Pero había, sin lugar a dudas, otra serie de
vacilaciones que estaban relacionadas con la persona de D. Sebastián. Mucho
se ha escrito sobre las tendencias sexuales del rey portugués y a la luz de lo
contenido en los despachos de los embajadores parece que había algún
fundamento para la sospecha. Don Juan de Silva hace referencia a ello en uno
de sus escritos a Felipe II y si bien es cierto que parece descartar la posibilidad
de que las tendencias sexuales del monarca lusitano no fuesen las correctas, sí
que alude al escaso apego que mostraba por el sexo femenino.
“ Aunque V Mgd no me auía mandado expresamente examinar la
sospecha que se a tenido de la inhabilidad del rey para tener
hijos y la plática sea indecente es todavía este artículo tan
importante que no quiero dexar de apuntar lo que me parece.
Cosa es averiguada no auer el Rey hecho prueua de sí, ni
intentado jamás muestra. Demás desto tanto odio a las mujeres
que aparta los ojos dellas y si una dama le sirue la copa busca
cómo tomarla sin tocarle las manos y jugando un día entero a las
cañas no leuanta la cabeça
a las ventanas. El aspecto es de
hombre muy sano y antes fuerte que defectuoso. Dizen todavía
que tiene en las piernas una frialdad muy grande y assí las abriga
mucho pero muy buena fuerça deue tener en ellas porque haze
grandes exercicios a la gineta. Criaronle los de la Compañía
afeándole tanto el trato con las mujeres como un pecado de
eregía y beuió aquella dotrina de manera que no haze diferencia
de lo que es gentileza y virtud a lo que es ofensa de Dios y assí
sospecho que podría ser no auer en él este defecto que se
teme” 563
563
Carta de Don Juan de Silva a Felipe II, 6 de marzo de 1576, AGS Estado, legajo 393, doc. 20. No era
el primero que discurría sobre este particular; en 1569 con motivo de la negociación con Francia, Don
Fernando Carrillo había escrito a Felipe II en los siguientes términos “De lo que escribí a V M los días
pasados cerca de las muestras del Rey, no he podido alcanzar a saber más de que no dejan de estar
algunos sospechosos por lo que ven, y la enfermedad que tuvo; y de un médico castellano que ayudó a
curalle della, le uí decir que en aquello no podía hablar, por lo que se podría también inferir de esta
sospecha, no habiéndole visto hasta ahora mirar una mujer; mas también parece que la deshace saber
cierto que estaba ya inclinado a casarse con la Princesa Isabel y que sintió mucho el deshacérsele, y
haberme dicho otras personas que tienen entendido no ser defeto (…) y podría ser virtud” D. Fernando
271
Como vemos, esa falta de actividad sexual es achacada por el embajador
español a las enseñanzas de sus maestros jesuitas y por tanto, no habría un
impedimento real para que el monarca no pudiese casarse y procrear hijos con
total normalidad 564. No obstante, la opinión del embajador sobre otros
aspectos de la personalidad del monarca portugués distaba de ser positiva. Por
la lectura de sus palabras entendemos que Don Juan de Silva consideraba a
Don Sebastián como una persona excesivamente pagada de sí misma que
consideraba contar con excelentes habilidades en determinadas actividades en
las que, a juicio del embajador, no sobresalía precisamente. Así, en una carta
posterior a la muerte del monarca y dirigida a Don Cristóbal de Moura
afirmaba que el monarca “ no sauía la mitad y creía que no ignoraua nada” 565.
Debemos poner en relación estas opiniones, absolutamente subjetivas y
achacables a alguien que no contaba con un papel decisorio en el asunto del
matrimonio de la Infanta, con otras consideraciones sobre el joven rey a quien
muchos veían como alguien excesivamente impulsivo y obsesionado con
determinadas empresas como es el caso de la Jornada africana.
Las instrucciones desde Madrid van a ir dirigidas a desinflar las vanas
esperanzas de los portugueses que, a pesar de las negativas, van a seguir
alimentando y fomentando a través de las embajadas extraordinarias, por un
lado, y de la entrevista en Guadalupe por otro. Este va a ser el objetivo de Don
Luis de Silva que viajó a Madrid para lograr la conclusión de este matrimonio,
Carrillo a Felipe II, Évora 6 de diciembre de 1569, AGS Estado, leg. 386, recogido en CODOIN vol. 28,
p. 561
564
La educación de Don Sebastián corrió a cargo del jesuita Luis Gonçálvez da Camara quien ejerció
como maestro y más tarde como consejero y confesor del monarca portugués. Algunos biógrafos han
reseñado el excelente programa pedagógico- de inspiración jesuita- que vertebró la educación del rey y
que ha sido visto, asimismo, como una de las causas para esa timidez frente a las mujeres que mostró
desde la niñez. Véase el capítulo dedicado a la educación de Don Sebastián en LIMA CRUZ M. A., D.
Sebastião, Rio de Mouro 2006, pp. 80- 88
565
Esta reflexión venía al hilo de una consideración sobre las buenas prendas del Archiduque Alberto,
virreu de Portugal tras la salida de Felipe II. El fragmento completo nos dice lo siguiente: ““Soi llegado
de tres días, y he hecho mil cosas, la primera acompañar al Sr Cardenal que fue a uisitar los nauíos de
Fernán Téllez, y aprendido de su Alª el nombre de quantos palos tiene una destas naos debaxo de
cubierta, acordóseme el Rey Sebastián que aya gloria que no sauía la mitad y creía que no ignoraua nada
“ Carta de Don Juan de Silva, conde de Portalegre a Don Cristóbal de Moura, Lisboa abril de 1593,
BNE Mss/981 f. 15v. No era la primera vez que hacía reflexiones de este tipo ya que en vida de Don
Sebastián había transmitido así su opinión- algo más matizada- a Felipe II: “Son apetitos de su hedad,
inclinación que se preçia mucho de marinero y quiere mostrar lo que piensa que entiende de la mar”
Don Juan de Silva a Felipe II, Talaveruela 18 de diciembre de 1576, BL Add Mss 28340, ff. 117- 118
272
así como la ayuda de Felipe II para la comisión de la empresa africana de D.
Sebastián. Una de las razones que nos ayudan a entender el por qué de la
supervivencia de esas expectativas positivas va a ser la rivalidad entre los
ministros del Rey566. No obstante parece que las esperanzas de que, finalmente
Felipe II accediese a dar la mano de su hija, permanecieron siempre en las
mentes de los portugueses. Don Juan de Silva, viendo que Don Sebastián, a
pesar de que necesitaba urgentemente engendrar un heredero, estaba
dispuesto a esperar sugiere a Felipe II el intercambio de infantas. En una
estrategia que se repitió en otros proyectos, y considerando el año que
separaba a ambas hermanas, Catalina Micaela se convertía en la opción que
presentar a aquellos deseosos de la mano de Isabel Clara567. De esta manera,
Portugal seguía contando con la alianza española y Felipe II seguía
disponiendo de su primogénita para uniones de más provecho y renombre
para la Monarquía Hispánica. En esta situación el embajador español tuvo que
hacer uso de las evasivas para con los portugueses declarando que si Felipe II
no accedía al matrimonio entre Isabel y Don Sebastián “ sería compelido por la
causa común de la Cristiandad y por respetos santos y forçosos” 568. A lo que sí
se va a comprometer Felipe II es a prestar ayuda militar para la empresa
africana de su sobrino, empresa que se tornó fatal para el propio monarca y
muchos de los que le acompañaron.
Tras la muerte de Don Sebastián Portugal entra de lleno en la política de la
Monarquía Hispánica pero desde otro ángulo; tras el breve paréntesis que
supuso el reinado del anciano Cardenal don Enrique, Felipe II se dispuso a la
reclamación y defensa de sus derechos legítimos a la sucesión de aquel reino.
566
“las competencias de los mismos ministros turban también el negoçio y rompen el secreto porque los
amigos de Pedro de Alcáçoua por encarecer lo que hizo y desacreditar a Luis de Silua estiran la
respuesta que se les dio, los de Luis de Silua dificultan y encrudecen la materia porque estorue lo que
hiziere y no le den culpa de lo que no pudiere acabar…” Carta de Don Juan de Silva a Felipe, Lisboa 7
de Junio de 1577 II, BL, Add Mss 28340 ff. 222- 223
567
“…quando bien dilate un poco el publicarle [el matrimonio] mientras sus altezas llegan a hedad
conviniente y que quando aquí llegue la Infante doña Ysabel le irá tan cerca su hermana que no aurá
dificultad en casar con ella” Carta de Don Juan de Silva a Felipe, Lisboa 7 de Junio de 1577 II, BL, Add
Mss 28340 ff. 222- 223
568
Don Juan de Silva a Felipe II, Lisboa 3 de abril de 1577, BL, Add Mss 28340, ff. 189- 190
273
La opción francesa
En realidad puede decirse que la opción francesa fue la más complicada de
tornarse en una realidad palpable, pero no por ello debemos ignorar el hecho
de que hubo alguna propuesta al respecto. Las posibilidades de que Isabel o
Catalina se convirtieran en Reinas Cristianísimas a través del matrimonio
fueron bastante remotas, ya que para lograrlo el enlace debía de producirse
con alguno de sus tíos, hermanos de Isabel de Valois. La previsible diferencia
de edad entre los contrayentes constituía, así, uno de los principales obstáculos
para su realización y, de hecho, los planes más realistas en este sentido fueron
los que concernían al hijo menor de Catalina de Médicis, el Duque de Alançon.
La personalidad y trayectoria política del Duque se convirtieron en dos
obstáculos graves para la realización de un proyecto que fue gestado y
defendido, principalmente, por la reina viuda de Francia y el Pontificado. El
Duque de Alançon, por la documentación que contamos, no siempre debió de
sentirse muy atraído por un proyecto que no le aseguraba, a priori, las ventajas
que sí le podía reportar la alianza inglesa. No obstante, sí que pasó por su
cabeza la idea de contraer matrimonio con una de sus sobrinas, tal y como
pone de manifiesto Vargas Mejía en uno de sus despachos al Rey:
“ Hame dicho una muger de la cámara de la Reyna madre que tuuo al
secretario Gassot gran rato infromándose de lo de por allá y en
particular de las Serenísimas Infantes y que hizo poner en su cabinete
los reteratos que le truxo de sus Altezas y hauiendo venido después
Monsieur los estuuo mirando gran rato y dixo a su madre casarme ya
yo de buena gana con aquella, señalandola mayor y ella le respondió,
bien hijo, todo podría ser no desesperéis dello y que él tornó a replicarle
que holgaría mucho de que se pudiesse hazer y ella boluió a responder
dándole todauía esperança.” 569.
Esta noticia salida de boca de una de las damas de Catalina de Médicis no nos
ofrece una explicación pormenorizada de las razones que tenía el Duque para
casarse con Isabel Clara. El hecho de que la Infanta le resultase agradable no
569
Juan de Vargas Mexía a Felipe II, París 10 de febrero de 1578, AGS Estado, leg. K- 1547, nº 79
274
puede ser la única motivación para ello, por lo que debemos tener en cuenta
otras motivaciones. La importancia que los Países Bajos van a tener en la vida
del duque hace pensar en que la vía matrimonial podía presentarse a Alançon
como otro camino para llegar al mismo fin.
Eso nos lleva al otro polo de la ecuación y desde luego podemos afirmar que,
Felipe II no vio con agrado un matrimonio que se le sugería desde fuera y que
hubiese supuesto la unión de una de sus hijas con alguien que se había
convertido en un grave problema por el devenir de los sucesos en
Flandes570.Además, hay que añadir a ello las sospechas surgidas en torno a su
sexualidad 571.
Último vástago de Catalina y Enrique II, el Duque de Alançon mantuvo una
complicada relación con sus hermanos de quienes, sin embargo, era heredero y
sucesor. Ciertamente la situación que atravesó la dinastía Valois en estos
momentos fue dramática, pues si bien es cierto que Catalina de Médicis había
conseguido ofrecer al Reino una abultada descendencia masculina, las muertes
prematuras convirtieron en soberanos a la práctica totalidad de sus hijos. Así,
aunque el matrimonio de Carlos IX con la Archiduquesa Isabel sí dio sus
frutos, el hecho de que fuese una niña supuso la entronización de Enrique III.
El Duque de Alançon se iba acercando cada vez más al trono, pero ello no le
aquietó y dio continuidad a una serie de empresas que añadieron inestabilidad
a la ya crítica situación por la que atravesaba la Corona francesa, a la vez que
empeoraba la relación con su hermano.
Catalina de Médicis, tratando de mediar entre sus dos hijos supervivientes,
tentó en diversas ocasiones al menor con la concertación de una alianza
matrimonial con la Monarquía Hispánica. Para Catalina debían subyacer en
dicho matrimonio razones de tipo más sentimental, ya que tendría como nuera
570
Una buena síntesis sobre la fallida intervención del Duque de Alançon (Anjou) en el conflicto de los
Países Bajos en ELLIOTT, J. H., La Europa dividida (1559- 1598), Barcelona 2002, pp. 276- 285.
571
El embajador español hablaba de un vicio abominable en referencia a su homosexualidad, Don Juan
de Zúñiga a Felipe II, París 19 de Junio de 1576, AGS Estado K- 1539, nº 80. De hecho, la relación con
Avrillys, uno de sus favoritos, habría tenido esa clase de tintes, BOUCHER, J. “René de Lucinge,
ambassadeur de Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P.,
BAURY R., VIGNAL- SOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris
2005, p. 391
275
a una de sus nietas, pero también otras de orden práctico. Si bien es cierto que
a lo largo de la década de los 70 las relaciones con la Monarquía habían sido
complejas y tensas, la reina viuda de Francia era consciente de la utilidad que
reportaría al reino una alianza con Felipe II, volviendo, en cierta medida, a la
situación que se había vivido en vida de Isabel de Valois. Desde Roma la idea
de un matrimonio hispano- francés se vio con muy buenos ojos y, en realidad,
es sencillo comprender qué veían de favorable en esa alianza. La situación
político- religiosa en Europa era extremadamente compleja y la política de
tolerancia seguida de dura represión que se estaba llevando a cabo en Francia
no estaba dando los resultados adecuados. Para Roma debía de ser esencial un
entendimiento entre las dos grandes Coronas católicas ya que de otro modo,
los perjuicios que se podían generar en el escenario europeo podían ser
mayores que los que ya se vivían. Juan Vargas Mejía, escribía al Rey Católico
las noticias que a su persona- parece que por boca del Cardenal Viragohabían llegado en relación a esta proyectada alianza. Sin especificar si debía de
ser Isabel o Catalina la elegida, las razones para defender el matrimonio con
Alançon se fundamentaban en los beneficios para la Cristiandad ya que el
casamiento “ sería la piedra fundamental para armar sobre ellas grandes
buenos edificios” , esto es, una alianza sin fisuras entre Francia y la Monarquía
que daría, posiblemente, al traste con el conflicto religioso que se vivía en
aquel Reino. Sabiendo que las intenciones del Rey Católico iban por otros
derroteros, el cardenal habría expuesto al embajador español que, Francia
debía preceder a los dos candidatos previsibles para ambas Infantas, esto es, al
Imperio y a Portugal, porque, de nuevo, los beneficios eran mayores. Es de
suponer que en la mente del cardenal figuraba la idea de que el lazo existente
entre Felipe II y sus dos sobrinos (Rodolfo II y Don Sebastián) era suficiente
para mantener objetivos políticos comunes y que, por tanto, el matrimonio
reforzaba el vínculo pero no era tan necesario como en el caso francés. Para
Vargas Mejía existían razones de índole personal para que el Cardenal se
mostrase tan activo en la elaboración de propuesta porque “ sospecho que
276
después que es cardenal, le paresce que podría ser Papa y no puede sin
quererlo V Majestad, y que inclina a procurar su buena gracia…” 572.
Idénticas “ presiones” recibió el rey en Madrid por parte de un enviado
especial- Fabio Albergati- que, introducido por el nuncio residente en la Corte,
presentó a Felipe II la propuesta del matrimonio hispano francés. La respuesta
que el monarca ofreció al entonces embajador en Roma, Don Juan de Zúñiga,
resulta suficientemente elocuente para comprender la actitud que aquel
mantenía con respecto a este proyecto. En palabras de Felipe II “ vendría de
mala gana” en la ejecución del proyecto porque Alançon “ no procede en las
cosas de religión, ni en otras, como conuernía” . Entendía perfectamente por
qué desde Roma se le estaba planteando tal matrimonio, pero en esa
coyuntura sus planificaciones iban en la senda de convertir a sus hijas en Reina
de Portugal y en Emperatriz respectivamente. Quizá resulta interesante ver
cómo se defendía el matrimonio portugués cuando hemos visto, por otros
documentos, que Felipe II trató de soslayar hasta su definitiva extinción las
esperanzas que en el reino vecino tenían de ver a una de las Infantas como
consorte de Don Sebastián. Sin duda alguna, se trataba de sacar partido a la
táctica de la ambigüedad y vaguedad en las promesas, una vía que había
resultado adecuada en años anteriores por la escasa edad de las Infantas pero
que empezaba a ser menos efectiva conforme pasaban los años. El monarca así
lo confiesa a su embajador:
“ …El entretener con speranças a franceses porque con ellas procedan
mejor y con más tiento en las cosas de Flandes, y en otras, no pareçe
conuiniente porque no puede durar esto mucho, por la edad ya de
qualquiera de las Infantes…” 573
El Rey Católico no quería ofrecer una negativa frontal a Francia así que
proponía una solución intermedia que, por un lado, salvaba el deseo de la
Santa Sede por ver coaligados a ambos monarcas y, por el otro, concedía a
Felipe II un mayor margen de maniobra y tiempo para afrontar nuevas
572
Juan de Vargas Mexía a Felipe II, París 22 de Junio de 1578, AGS Estado, legajo K- 1544, nº 67
Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo de El Escorial 19 de Marzo de 1578, BL Add/Mss
28698, f. 130 [referencias anteriores en el texto también pertenecen a esta carta]
573
277
soluciones. La propuesta no era otra que un futuro matrimonio entre el
Príncipe heredero y la hija nacida del matrimonio entre Carlos IX y la
archiduquesa Isabel574. La escasa edad de los futuros contrayentes hacía de
este proyecto un futurible que podía llegar a ser inviable dejando a Felipe II
libre para construir otros proyectos más rentables a su política exterior; eso sí,
aparecía ante los enviados del Papa abierto a las sugerencias que desde Roma
se hacían para tratar de paliar los problemas del mundo católico. La fragilidad
de estas propuestas quedó prontamente puesta de manifiesto por la alta
mortandad que acechaba a los vástagos de la realeza: la princesa francesa
murió el 2 de abril de 1578 (pocos días después de escrita esta misiva a Don
Juan de Zúñiga), mientras que el Príncipe Don Fernando lo hacía en octubre de
ese mismo año.
Si bien Catalina de Médicis trató de resucitar en varias ocasiones el
matrimonio para acercar las posiciones entre Alançon y Enrique III, lo cierto es
que el Duque no parece que se viera tentado por la idea y sus acciones le
encaminaron a revivir el proyecto inglés y a tener un protagonismo en los
eventos que se desarrollaban en los Países Bajos españoles. Su prematura
muerte en 1584 sumía a la dinastía Valois en la inestabilidad sucesoria que, a la
postre, convirtió a Isabel Clara en protagonista indiscutible como pretensora a
aquel trono, aspecto que vamos a tratar separadamente en otro apartado.
Siguiendo en Francia, durante la década de los 80 van a circular una serie de
rumores que contemplaban la posibilidad de un enlace entre alguna de las
Infantas y Enrique III. Con la muerte de Carlos IX, el todavía Duque de Anjou
trocaba la corona real polaca por la de San Luis y se convertía en la nueva
esperanza para la dinastía Valois. Carlos IX dejaba tras de sí una única hija que
tenía vedado el trono con motivo de la Ley Sálica, por lo que su hermano,
Enrique III, debía engendrar el vástago varón que diese, finalmente, un respiro
a la Familia Real francesa. Contra todo pronóstico el nuevo Rey Cristianísimo
optó por contraer matrimonio con una mujer de la nobleza francesa, Luisa de
574
“…se me ha offrescido a mí con la occasión del aduertimiento de Su Santidad que podría ser del
mismo efecto para confirmar y aumentar la amistad y confederación, casar al Príncipe mi hijo con la hija
del Rey de Francia muerto” Ibídem, f. 130
278
Lorena- Vaudemont y si nos atenemos a lo que algunos autores han escrito
sobre su reinado, parece que la pareja real gozó de una cierta felicidad
conyugal575. No obstante la nueva consorte francesa tuvo que afrontar algunas
dificultades: las infidelidades de su marido y la infertilidad. Pese a las
numerosas rogativas y procesiones no acaba de venir al mundo el ansiado
delfín que pusiese orden en la sucesión, a pesar de que los rumores sobre un
posible embarazo estuviesen a la orden del día576. El problema a que se
enfrentaba Enrique III era bien grave y de ahí que surgieran noticias sobre su
intención de repudiar a Luisa de Lorena para contraer un nuevo matrimonio.
Es en este punto donde de nuevo cobran protagonismo las Infantas ya que,
según había llegado a oídos del embajador español en Turín “ todo el designio
del Rey es buscar manera de repudiar a la Reyna su mujer y procurar de
casarse con una de las Serenísimas Infantas” ; sin embargo también apuntaba
que, la similitud de este caso con el que se había vivido unas décadas antes en
Inglaterra con Enrique VIII, haría que Felipe II no se plantease casar a sus hijas
con un monarca que “ contra la ley diuina y humana repudiasse a su mujer” 577.
Aunque estamos hablando de rumores es muy posible que el razonamiento
del Barón fuese por buen camino; en caso de plantearse tal situación era del
todo punto imposible que una de las Infantas llegase a convertirse en Reina
Cristianísima por esa vía.
Tras la muerte en 1584 del hermano del Rey, el otrora Duque de Alançon, la
situación en Francia se tornó dramática y de nuevo resonaron con fuerza los
rumores de divorcio, e incluso, de que el monarca contrajese un nuevo
matrimonio sin el trámite anterior578.
575
La noticia, de nuevo, no llegó a
BERTIÈRE, S., Les Reines de France au temps des Valois. Les années sanglantes, Paris 1994, pp. 259296.
576
La corte de Madrid no fue ajena a ellos: “Publican algunos que la Reyª de Francia se halla preñada y
en Francia, por mandado de aquel Rey, se hacen públicas oraciones en las Yglesias para que Dios le dé
de su mujer línea masculina” El Cardenal Granvela a Cristóbal de Salazar, Madrid 4 de enero de 1582,
AGS Estado, leg. 1527, nº 100
577
El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 16 de Julio de 1582, BL Add Mss/28418, ff. 21- 28
578
“…he entendido que se pone en plática por franceses que se devría justamente dispensar que el Rey
hiziesse diuorcio con su mujer siendo tan grande el inconveniente de venir la sucesión a Bandoma y
como esto ha sido tantas vezes tentado y excluydo con tanta razón van por otro camino peor, y es que
tomase otra mujer juntamente con la que agora tiene, y aunque no he podido descubrir hasta agora que
esta plática esté propuesta a Su Sd…” El Conde de Olivares a Felipe II, Roma 30 de mayo de 1584,
AGS Estado, leg. 945, nº 51
279
materializarse en ningún momento y Luisa de Lorena siguió siendo Reina
Cristianísima hasta 1589 cuando Enrique III era asesinado sumiendo al reino
en una grave crisis dinástica.
Las negociaciones matrimoniales con Saboya
Las infantas Isabel y Catalina estuvieron rodeadas desde muy pronto por los
rumores
sobre
su
futuro
matrimonial.
Si
bien
es
cierto
que
los
contemporáneos- algo que la propia historiografía ha reflejado más tarde- se
fijaron de manera más insistente en los posibles matrimonios para Isabel Clara,
la infanta Catalina no fue ajena a ese tipo de especulaciones. En este sentido
parece que, en algunas ocasiones, ambas hermanas se confunden en los planes
matrimoniales, aunque lo cierto es que la realidad era bien diferente. Isabel
Clara, como primogénita, estaba destinada a un matrimonio de mayor
empaque, concretamente, el que la convertiría en emperatriz como consorte de
Rodolfo II. Si hubo quien consideró que este enlace convenía a Catalina
Micaela, ese pensamiento estuvo determinado por la posibilidad de que la
primogénita se convirtiese en heredera de Felipe II por la muerte de sus
hermanos varones.
Catalina, por lo general, parece que fue vista como la protagonista de un
“ enlace” menor, y aquí entraban diversas posibilidades, en principio,
supeditadas a la decisión que se tomase en torno a Isabel. Portugal, Francia o
el Imperio (a través de un archiduque) fueron las otras posibilidades que, junto
a Saboya, se pensaron para la Infanta. Puede que en términos de precedencia y
estatus el matrimonio de la hija menor de Felipe II pudiese ser considerado
menor, pero desde luego lo que no se puede negar es que respondía a los
complejos planes geoestratégicos de la Monarquía.
Ya en 1572 el Comendador Mayor de Castilla, don Luis de Requesens,
recomendaba a Felipe II estrechar la alianza con Saboya a través, precisamente
de Carlos Manuel. Ante la previsión de que su padre muriese, temía el
Comendador que el Ducado saliese de la órbita de la Monarquía y teniendo en
cuenta su situación geográfica, que ello complicara el escenario norte- italiano.
280
Recelaba don Luis de la madre del Duque, Margarita de Valois y consideraba
que el mejor medio para que Carlos Manuel siguiese los pasos de su padre era
sacarlo de la Corte y llevarlo a Madrid donde fuese educado a la vera del Rey
Católico. No sugería aquí el Comendador un matrimonio con las infantasaunque sí que Felipe II interviniese en la elección de la novia- pero sus
palabras eran elocuentes en lo referente a la importancia de Saboya en los
esquemas generales de la Monarquía579. De hecho esta intromisión en los
asuntos de Ducado se va a repetir cuando Manuel Filiberto enviude y se le
sugiera un matrimonio con la archiduquesa Isabel, reina viuda de Francia580.
Las negociaciones con el Duque de Saboya fueron bastante largas y no
estuvieron exentas de problemáticas diversas que detallaremos a continuación.
Como único hijo varón legítimo de Manuel Filiberto de Saboya, Carlos Manuel
I tenía una imperiosa necesidad de contraer un pronto matrimonio para
asegurarse la sucesión de su Casa en el Ducado. Los acercamientos del
embajador español en Turín, el Barón Sfondrato, fueron recibidos con una
lógica alegría por parte del Duque. El casamiento con una Infanta de España
era un logro importante para una Casa que, a pesar de pasar por una compleja
situación política, había sabido llevar a cabo una acertada política matrimonial
en las décadas precedentes. Sus antepasados inmediatos habían establecido
importantes alianzas con las dinastías Habsburgo y Valois; así, Filiberto II
había casado con una archiduquesa Hasburgo, Carlos I con una princesa
579
“…sería muy conveniente ganar la voluntad de su hijo, y la criança que él hasta agora ha tenido y
tiene es muy contraria a esto, y no sé yo ningún medio si ya no huuiese algunos, para que se criasse en
España, y no era menester differirlo, pues el mochacho cumplirá presto onze años, y si en esta edad no
se comiença a ganar y obligar, se podrá mal hazer después. Bien creo que será difficultoso de arrancalle
de su madre, y aún el duque temerá de embialle, por no hacerse sospechoso a franceses, si no fuesse
hauiendo alguna ocasión de casalle Vuestra Magd. de su mano con persona muy conuiniente a sí. V Md
lo considerará que a mí me ha parecido obligación mía acordallo en esta.” Don Luis de Requesens a
Felipe II, Milán 12 de diciembre de 1572, AGS Estado leg. 1234, nº 56
580
“Después que murió la Duquesa de Saboya con el amor y voluntad que yo le tengo al Duque y lo que
me lleua la obligación del deudo que entre nosotros ay, y por lo que desseo la seguridad y perpetuidad
de su casa y estado, y que así como nuestros padres fueron casados con dos hermanas, así lo seamos
nosotros; se me ha ofresçido que a todo esto podría ser bien que se casase con la Reina viuda de Françia,
pues lo sufre la edad que el Duque tiene, y es con esto muy considerable lo que toca a la sucesión
estando tan dudosa con no tener más de un hijo…”Felipe II al Marqués de Ayamonte, Madrid 26 de
febrero de 1578, BL Add Mss/ 14008, f. 4
281
portugesa- Beatriz de Avis- y Manuel Filiberto, merced a los tratados de
Cateau- Cambresis con una princesa francesa581.
Si bien es cierto que las ventajas de un matrimonio con Catalina eran muchas,
no todos los consejeros de Carlos Manuel van a apoyar esta alianza. Las
alianzas previas con Habsburgo y Valois habían demarcado dos facciones o
grupos dentro de la nobleza piamontesa: aquella más afecta al Reino de
Francia y la que defendía la alianza con la Monarquía y por ende con los
Habsburgo. De ahí que entre los cometidos del embajador español estuviesen,
por un lado el control de Raconis- máximo exponente de la facción profrancesa582- y, por otro, la tarea de persuadir al Duque para que no contrajese
otros matrimonios que no favorecían en nada a los intereses de la Monarquía
Hispánica. Esas otras alianzas implicaban a la princesa de Bearne- Catalina de
Borbón-, a la hija del Gran Duque de la Toscana y a la hija del Duque de
Lorena.
La alianza con Lorena era la más problemática y la que podía poner en jaque
los planes del Rey Católico y era impulsada por Raconis. En el caso de Bearne,
el argumento era sólido porque la princesa era protestante, y en el de
Florencia, las persuasiones del embajador se centraron en señalar la escasa
categoría de un enlace de esa naturaleza. El matrimonio con la hija del Gran
Duque de la Toscana, no obstante, era apoyado por los venecianos, y los
florentinos van a presionar ofreciendo una cuantiosa dote económica583. Pero
Lorena ofrecía múltiples posibilidades al Duque y la corte francesa- con
581
La importancia de estos matrimonios para la constitución de partidos o facciones dentro de la Corte
sabauda ha sido puesta de manifiesto por MERLIN, P. P., “Seguir la fazione di Sua Maestà Cattolica. Il
partito spagnolo nella Corte di Savoia tra Cinque e Seicento” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y RIVERO
RODRÍGUEZ, M., Centros de poder italianos en la Monarquía Hispánica (siglos XV- XVIII), vol I,
Madrid 2011, pp. 247-265
582
Así se hace notar en un memorial sobre el estado de la Corte de Turín a la muerte de Manuel
Filiberto: “Monsr de Raconis de la casa de Saboya que en tiempo de guerra a sido françés”, junto a él se
mencionan otros parciales a Francia, como la parentela del propio Raconis en Relación del Conde Pedro
Antonio Lunato sobre la muerte del Duque de Saboya y término en que queda su estado y casa, BL Add
Mss/ 28451, ff. 327- 332
583
“(…) que [el Duque] está determinado a casarse lo más presto que pudiere y los casamientos que se
le ofrecen son el de la Serma Infanta, Lorena, Bandoma y Florenª. El gran canciller le persuade con la de
Bandoma, Raconis con la de Lorrena, y Legni con la Serma Infanta.
Que el Gran Duque le offresce más de un millón de dote y venecianos procuran mucho este casamiento
y lo mismo el Duque de Parma por casar a su nieto con la segunda de Florª que Alanson pide la primª de
Toscana” Relación de quatro cartas de Don Sancho de Padilla para Su Majestad, Milán 19 de mayo de
1582, AGS Estado leg. 1255
282
Catalina de Médicis como “ celestina” - va a tratar por todos los medios de
atraerse a Carlos Manuel. Esa persuasión se va a centrar en dos puntos
fundamentales: una sustanciosa dote en dinero y la cesión de algún territorio,
siendo Ginebra la posibilidad más repetida por los agentes franceses584. La
introducción de esa plaza en la ecuación va a poner a Roma en la senda de la
defensa de tal alianza matrimonial, lo que constituye un obstáculo más para
que el Barón Sfondrato defendiese los planes de su señor ante el Duque.
Las negociaciones del matrimonio entre la Infanta y el Duque estuvieron
marcadas por el secretismo con que se llevó todo el asunto. Felipe II no quería
que sus planes fuesen desvelados hasta el último momento, con el objetivo de
evitar las interferencias externas que podían desbaratar el proyecto que el
monarca tenía en mente. Quizá el elemento que marca de manera más gráfica
dicho secretismo sea el envío de retratos entre los futuros cónyuges, hecho de
manera muy discreta. De hecho, el retrato del Duque se hizo llegar en una caja
que contenía otros objetos y la máxima preocupación del embajador va a ser
una posible apertura de la misma en la frontera lo que produciría la rápida
confirmación de los rumores que, obviamente, existían.
“ Don Pº de Mendoça me escriue que con un criado suyo que va a esta
Corte ha embiado mi caxa en que va el Sancto Sudario y que a él mismo
ha dado una certificación de que en ella no ay más de aquella pintura,
pero que teme que los guardas de Cathaluña y Aragón la abran, en lo
qual pues auría el in conveniente que V. S sabe, pues hallarían el retrato
del Duque, lo qual sería gran indicio para los discurrientes” 585
584
Catalina de Médicis confiaba en mantener a Carlos Manuel I en la órbita francesa; la princesa de
Lorena era su nieta y si bien es cierto que Catalina Micaela también gozaba de esa condición, era a todas
luces una princesa Habsburgo. Sobre este enlace véase BOUCHER, J. “René de Lucinge, ambassadeur de
Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P., BAURY R., VIGNALSOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris 2005, p. 388
585
Barón Sfondrato a Don Juan de Idiáquez, Turín 25 de Julio de 1583, BL Add Mss 28418, f. 163.
Sobre el envío del retrato de la Infanta tenemos también referencia, así el Barón escribía a Don Juan de
Idiáquez sobre el agrado que el mismo había causado al Duque “…lo he mostrado al Duque y no basto a
dezir lo que le ha ammirado…” Chambéry 28 de agosto de 1584, AGS Patronato Real, caja 46 f. 9. No
debía de ser este el primero por lo que deducimos de esta otra información “por hauer venido aquí
Hierónimo Sánchez hermano de Alonso, pintor de V Md, con dezir que él tenía orden de retratar al
Duque, y dádole de parte de Alonso un retratillo de la señora Infanta doña Catalina” El Barón Sfondrato
a Felipe II, Turín 13 de Agosto de 1582, BL Add Mss 28418, f. 41 y ss.
283
El Rey Católico va a tratar de marcar los tiempos de toda la negociación.
Frente a la premura deseada por el Duque- que se debía a consideraciones tan
objetivas como la falta de descendencia586- Felipe II va a pedirle paciencia en la
tramitación y conclusión de un matrimonio que debía responder a los intereses
de la Monarquía. En este sentido, la negociación de los diferentes puntos va a
ser un elemento más espinoso por cuanto el monarca estaba dispuesto a
conceder algunos beneficios y privilegios, pero no todo lo que el Duque
deseaba. El matrimonio con la Infanta Catalina llevaba aparejada la concesión
de una dote económica, así como una pensión para el levantamiento de
hombres de armas y la promesa de ayuda y colaboración por parte del
gobernador de Milán. Con esto se respaldaban las acciones militares que
ocupaban al Duque pero no se le concedía aquello que realmente deseaba:
estados que pudiera añadir a sus territorios. Para Carlos Manuel era una
petición que no se salía de lo extraordinario pues esos territorios desgajados
por el Rey Católico de sus posesiones irían a parar a sus hijos- y por tanto
nietos de Felipe II- en caso de haberlos, pero si Catalina muriese sin
descendencia podrían revertir a la Monarquía.
De ahí, que al iniciarse los contactos entre ambos el Duque tantease la
posibilidad de que Felipe II le respaldase en su pretensión de adherirse el
Monferrato. Este territorio había quedado unido al ducado de Mantua tras el
matrimonio en 1531 de Federico II Gonzaga y Maragarita, hija de Guillermo IX
Paleólogo de Monferrato. Sin embargo Saboya consideraba que tenía legítimos
derechos sobre ese territorio en virtud de la ley sucesoria del territorio, ya que
en caso de extinguirse la línea masculina de los Paleólogos, aquel debería
pasar al Ducado con el cual se habían establecido conexiones matrimoniales en
586
En el mencionado memorial de Pedro Antonio Lunato se hace referencia a la débil constitución del
Duque que hacía peligrar la sucesión de aquella Casa: “Este Carlos Emanuel duque presente nasció a los
12 de henero 1562 ansí que a otros tantos del que viene cumplirá veynte años pero no muestra catorze
en la presencia y disposición, siendo pequeño de cuerpos, ni señal de barbas, descolorido mucho, y lo
que es peor flaco y de poca complisión la qual paresçe que da ocasión de temer de la sucesión tanto más
que hasta agora no ha dado muestra de inclinación a las cosas que preçeden a ella.” Relación del Conde
Pedro Antonio Lunato sobre la muerte del Duque de Saboya y término en que queda su estado y casa,
BL Add Mss/ 28451, ff. 327- 332
284
1330 y 1485587. En este sentido, la estrategia de Madrid se va a centrar,
principalmente, en la prudencia ya que, obviamente, no les interesaba un
enfrentamiento con Mantua588.
Sin embargo, Felipe II no estaba dispuesto a conceder esa dote territorial a su
hija y así se lo va a hacer saber a su embajador. En este sentido, es
comprensible que la propuesta defendida por la Corte francesa fuese vista con
una cierta prevención por el Barón Sfondrato que va centrar sus argumentos
de disuasión en la poca confianza que debían generar en el Duque las
promesas- vanas- de aquellos, fundamentadas en los recientes desplantes que
los franceses habían hecho a los titulares del ducado 589.
El embajador español era consciente de que el matrimonio con la Infanta era
muy atractivo para el Duque, incluso sin contener una cesión territorial, pero
sus despachos inciden en el doble juego que marcaban las acciones de Carlos
Manuel I. Por una parte, el Duque realizaba una serie de gestos que señalaban
ante la corte piamontesa el especial favor hacia España y su embajador,
hablando con él en público, vistiéndose a la española, etc590. Pero, otros hechos,
como el ascendiente de Raconis sobre la persona del Duque eran
preocupantes.
Los
despachos
del
embajador
587
inciden
en
cómo
iba
OSBORNE T., Dynasty and Diplomacy in teh Court of Savoy. Political culture and the Thirty Years’
War, Cambridge, 2002, p. 29.
588
Desde el Ducado se van a movilizar los recursos diplomáticos para conocer la posición del Rey
Católico a este respecto, logrando un mensaje de calma por parte de los servidores de Felipe II: “Dize
don Sancho que el embaxador de Mantua le ha hablado temeroso del de Saboya, y por ventura
sospechoso que V Md use de la dissimulación que pretende el de Saboya, suplica a V Md que en caso
que boluiesse los ojos al Monferrar le auise V Md muy claramente cómo se ha de gouernar, porque sin
la orden de V Md estará muy confuso en lo que ha de hazer [ojo. Vaya quitando al de Mantua todos los
recelos y sospechas como también acá se ha hecho por medio de su embaxador y aunque no es de creer
que el de Saboya se ponga en tan resolución sin dar quenta a Su Md aduiertan él y el Varón a que esto
no aya descuido sino que si uuiere peligro le aduiertan que en ningª manera se ponga en ello sin auisarlo
primº a Su Md pero si no se corre riesgo no despierten al que duerme]” relación de quatro cartas de Don
Sancho de Padilla para Su Md, Milán 19 de mayo de 1582, AGS Estado, leg. 1255
589
Con la siguientes palabras avisaba Sfondrato al Duque de Saboya: “los que agora le antepornán y
prometerán mil cosas son los mismos que para induzirle a que entregasse el castillo de Carmañola al
Rey de Francia le prometieron luego, en haziéndose esto, le darían en casamiento la de Lorena con el
marquesado de Saluzzo en dote y que de la manera que cumplieran agora estotro; y que considerasse si
cabe en entendimiento humano que el que le impide que no cobre Genevra, cosa de su patrimonio tan
antiguo, le quiera dar agora de la propia” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 13 de agosto de 1582,
BL Add Mss/28418, ff. 41- 51
590
“Tópele al día siguiente en el punto que entraua en el juego de la pelota con un vestido y brío a la
española, tan natural como si se huuiera criado en Madrid. En viéndome platicó conmigo y duró más de
una hora gustando él de dar zelos a muchos que estauan allí, y particularmente al secretario del Rey de
Francia” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 13 de agosto de 1582, BL Add Mss/28418, ff. 41- 51
285
evolucionando la relevancia cortesana de este particular consejero cuyos lazos
con Francia eran evidentes. El disimulo del Duque era en cierto modo una
imposición de Madrid, pero lo cierto es que Sfondrato va a sospechar en
algunas ocasiones sobre las verdaderas intenciones del mismo.
El embajador por tanto, va a tener que conducir las acciones del Duque,
convenciéndole de las ventajas que la alianza con el Rey Católico tenía y
aparatándole de los consejos de los franceses.
Los rumores van a estar muy presentes en estas negociaciones matrimoniales y
quizá el más interesante va a ser la posibilidad de un matrimonio con la
Infanta Isabel. El embajador da cuenta de la llegada de las habladurías que
desde la Corte de Madrid habían surgido acerca de la conveniencia de un
matrimonio con la primogénita de Felipe II. El Duque de Alba habría
aconsejado al Rey Prudente esa alianza en previsión de que la Infanta
sucediese a su padre; de esa manera, la Monarquía se enriquecería con nuevos
estados y se consolidaría la presencia en el norte de Italia.
“ El duque me ha mostrado, como prometió, las cartas que su
embaxador Palaueçín le escriue a 13 del pasado que, con ser muy largas,
se reducen a un punto solo, y que ay, no solamente en corrillos de gente
vulgar, pero de personas principales, ha oýdo discurrir que agora, para
la conseruación [de] esta Monarchía ningún casamiento está tan bien a
la Serma Infanta doña Ysabel como el deste Duque, pero que allende de
otros respectos de mucha consideración se verná, en falta del
Serenísimo Príncipe lo cual confío en Dios que no será, a hacerse
invencible la Corona de España con añadírsele estos estados de
Piamonte y Saboya y el Puerto de Villafranca, y alguno ha dicho que
esto propuso el Duque d’Alua” 591
591
El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 24 de enero de 1583, BL Add Mss/ 28418, ff. 114- 115. Sobre
la procedencia de la sugerencia se hacía eco Cabrera de Córdoba: “El Duque de Alba fue de parecer que
la mayor, doña Isabel, se le diese [en matrimonio], porque sucediendo el faltar subcesores, sus hijos
heredasen la Monarquía crecida con los estados del Duque, importantes para la conservación de Italia y
paso de Flandes y freno de Francia, pues la alteza de sangre del Duque era real, descendiente del gran
Signardo, rey de Sanovia [sic], y esclarecida con la real de Portugal y Francia” CABRERA DE CÓRDOBA,
Tomo III, p. 1054
286
En un principio, Carlos Manuel I se va a mostrar prudente y va a transmitir al
embajador español su alegría por el hecho de que Felipe II estuviese dispuesto
a entregarle la mano de una de sus hijas, aunque ésta fuese Catalina Micaela,
pero sin duda, no podía ser inmune a esas habladurías y, sobre todo, a la alta
consideración que supondría un enlace con la primogénita de la Monarquía
por ello se va a mostrar abierto a la posibilidad de tantear el terreno y “ le
pareze que sería gran descuydo no mouer con tiento la plática con algún
ministro” de Felipe II- en concreto, con don Juan de Idiáquez- lo que provocó
que el Barón mostrase al Duque cuál era la situación:
“ Yo he dicho al Duque, como otras vezes, que no conuiene en ninguna
manera tentar este vado con que se arguyría cobdicia y demasiada
especulación del uenidero, que si esto conuiniere al seruicio de Su Md él
es príncipe tan cuerdo en estremo y prudente y no aurá menester de
quien se lo acuerde, mas quando no convenga frustratorias son todas
las negociaciones y diligencias del mundo” 592
Si bien es cierto que el asunto no fue a más, la transmisión de semejantes
noticias es buena muestra de las posibilidades geoestratégicas de esta unión
“ menor” .
Hasta la preparación de la Jornada de Aragón para la celebración de los
esponsales hubo un cierto desconcierto entre los embajadores extranjeros.
Monsieur de Longlée dio particular cuenta de los planes matrimoniales para
las infantas en su correspondencia con la Corte francesa y si bien es cierto que
informa sobre el plan con Saboya, sus despachos basculan entre la certeza
sobre el matrimonio y los desmentidos593. Debió de funcionar bastante bien el
disimulo y secretismo porque los franceses pensaron, y así se lo hicieron ver al
Duque, que Felipe II le entretenía en quimeras imposibles pues reservaba a sus
592
El Barón Sfondrato a don Juan de Idiáquez, Turín 25 de Julio de 1583, BL Add Mss/ 28418, f. 163
El embajador informaba sobre los planes matrimoniales a su señor, aunque estaba convencido de que
detrás de esas negociaciones había algo más “L’ambassadeur de Savoye doibt traicter quelque
negotiation d’importance; je suis après à la découvrir, ne me contentant d’avoir esté asseuré que c’est
pour le mariage de son maistre avec la plus jeune de mesdames les Infantes (…) mais j’estime qu’il
doibt y avoir aultres traictez entre ledict duc et ce roy icy…” Monsieur de Longlée a Enrique III, 1 de
febrero de 1584, DDML, p. 16
593
287
hijas para sendas uniones con la rama vienesa de los Habsburgo 594. Además,
hay que tener en cuenta que, en determinados momentos de la negociación el
propio embajador español en Turín va a informar a Felipe II sobre las
posibilidades reales de que la alianza con Lorena saliese adelante; sin duda
alguna, Monsieur de Longlée debía ser consciente de la importancia de esta
negociación paralela y por ello va a mostrarse tan escéptico sobre la posible
conversión de Catalina Micaela en Duquesa de Saboya595. Sin embargo,
erraron los franceses en estos cálculos porque el enlace de la Infanta menor con
la dinastía ducal sí que tuvo finalmente lugar. Para formalizar el compromiso,
el Duque de Saboya envió a su medio hermano, Don Amadeo para que
cumplimentase al Rey Católico:
“ La conclusión del matrimonio de la señora Infanta con el Duque de
Saboya alegra toda esta Corte, y el señor Amadeo ha venido de parte
del Duque” 596.
A pesar de que Granvela habla de felicidad en la Corte hay que señalar que no
todo el mundo se mostró tan halagüeño con este particular desenlace. Así se
desprende de la narración que, de estos hechos, dejó constancia el embajador
de Rodolfo II en su diario:
594
Así en carta a Enrique III de 29 de febrero de 1584 afirma Longlée que “Je croy que le Duc de
Savoie sera longuement trompé de son esperance, en laquelle on l’entretient plus que jamais”; no podía
ser de otra forma, además, porque antes debía de celebrarse el matrimonio de Isabel Clara y despejar
dudas sobre la sucesión: “l’opinion de ceux qui parlent avec plus de fondement de ces mariages este que
ledit Roy ne se declare pas du mariage de la seconde qu’il ne voye si l’aisnée aura des enffans,
presuposant que le prince d’Espaigne n’est pas pour vivre non plus que ses freres”, esto es con el
emperador y uno de los archiduques (a Enrique III en 12 de febrero de 1584). Pero además, consideraba
que, tanto la emperatriz como el embajador cesáreo querían “les deux soeurs pour les deux freres” (a
Enrique III en 14 de Julio de 1584), DDML, pp. 31, 19 y 97
595
Los franceses van a ser extraordinariamente persuasivos y así Sfondrato habla sobre el envío de
cartas por parte de Enrique III y Catalina de Médicis donde ofrecían 800000 ducados de dote, más un
estado valorado en 200000, pero además, contaban con el apoyo sin paliativos del Papa quien a través
del Nuncio en París hacía “mucha instancia al Rey para que lleue adelante este casamiento y que para
faciliralo haga caer Genebra en manos del Duque” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 4 de abril de
1583, BL Add Mss/ 28418, f. 147
596
El Cardenal Granvela a Cristóbal de Salazar, Madrid 14 de octubre de 1584, AGS Estado leg. 1530,
nº 158. Kevenhüller se hace eco de esta embajada: “A seys de octubre [de 1584] vino a la Corte a besar
las manos a la novia Amadeo de Saboya, hermano bastardo del Duque de Saboya, salióle a recibir su
huésped el Comendador Mayor de Castilla y a acompañarle y recibirle fueron el Almirante de Castilla,
el marqués de San Cruz, los duques de Soma, de Francáuila, de Pastrana, el Príncipe de Ásculi y toda la
nobleza de la Corte. A ocho del mismo mes le fue a visitar el Conde de Franquenburg y le trató de
excelencia. Su magestad quando le dio audiencia le trató también de excelencia, hizo su embajada
cubierto. Regocijose su venida con la fiesta acostumbrada de toros, entretúbose en caza y montería”
VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 289.
288
“ Nunca el conde de Franquenburg fue de parezer que el cassamiento
con el de Saboya era a propósito, y assí se concluió secretamente y sin
que él lo supiese y sin dar quenta al emperador, de que después por sus
cartas se quejó al rey don Felipe” 597.
No se explaya Kevenhüller en las razones sobre que aducía para considerar
inconveniente el matrimonio, aunque la queja del emperador nos puede
remitir al problema de las precedencias. Quizá, Rodolfo II pensaba que Felipe
II no tenía intención de casar a Catalina Micaela hasta que se resolviese en el
matrimonio de Isabel Clara y se sintió “ maltratado” al verse pospuesto por
detrás del Duque de Saboya. Pero lo que sin duda muchos contemporáneos
debieron de ver es que la nueva alianza concertada por el Rey Católico situaba
a su hija en una posición inferior a la que por derecho le correspondía. Esa
sombra de enlace menor, sin duda, persiguió a Catalina Micaela quien, sin
embargo, cumplió un destacado papel en la diplomacia europea de la década
de los 80 y 90.
Matrimonio dinástico. Las negociaciones con los Habsburgo.
Si hay un hecho que condicione de manera clara el matrimonio de Isabel Clara
Eugenia es la negociación constante que se llevó a cabo para tratar de
establecer una alianza entre la Infanta y Rodolfo II lo que hubiese supuesto la
conversión de aquella en emperatriz598. Este escenario era visto como algo
lógico por muchos de sus contemporáneos: en realidad, una corona imperial
era un destino adecuado para la Infanta primogénita de la Monarquía y lo
extraño es que ninguna de las hijas de Felipe II alcanzara esa posición. Sin
embargo, lo que a priori se consideraba lógico, incluso fácilmente realizable, se
tornó en una larga e imposible negociación cuyo fracaso puede ser explicado
desde múltiples factores. La historiografía, al acercarse a este punto, ha tratado
de dilucidar quién fue el responsable último de ese final frustrado: ¿fue Felipe
II el responsable, o fue Rodolfo II? Eran muchos los problemas a los que había
que enfrentarse: el deseo de Rodolfo II de que la Infanta recibiese una dote
597
598
VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 288
Para la figura de Rodolfo II: EVANS, R. J. W., Rudolf II and his world, Oxford 1973
289
territorial- preferentemente los Países Bajos-; asimismo, la aspiración del Rey
Católico de recibir un mayor respaldo del Imperio en el conflicto flamenco; y
quizá, en último término, hay que tener en cuenta los tiempos que ambos
quisieron manejar en esta negociación. Como hemos visto en los casos
anteriormente expuestos, Felipe II fue reacio a adoptar una decisión rápida
sobre los matrimonios de sus hijas. Las expectativas en torno a las infantas
surgieron de manera muy temprana cuando ambas eran niñas de corta edad;
para Felipe II este hecho era un factor que jugaba a su favor porque le permitía
no implicarse demasiado con los otros potentados: se abría la puerta a una
posible alianza a la vez que se dejaba claro que la corta edad de las niñas
imposibilitaba una conclusión rápida del mismo. Una lógica alianza con el
emperador suponía un elemento disuasorio de esos otros proyectos, pero, al
igual que ocurría con las expectativas de portugueses o franceses, las
esperanzas de una pronta conclusión del matrimonio imperial no se
materializaban. No podemos decir que Felipe II se opusiese a esas
negociaciones ya que la documentación diplomática hace continua referencia
al matrimonio, pero parece que siempre existía algún contratiempo que
impedía la culminación del proyecto. De nuevo hay que hablar de las
posibilidades sucesorias de Isabel, menos claras en la década de los 70 pero de
plena actualidad en el decenio siguiente. En este sentido, las opiniones eran
diversas: para algunos, el hecho de que Isabel se pudiese convertir en Reina
Católica impedía de todo punto la posibilidad del matrimonio imperial; para
otros, la resurrección del “ Imperio de Carlos V” que supondría el matrimonio
entre Rodolfo II como emperador e Isabel Clara como sucesora de la
Monarquía no resultaba una idea descabellada.
Una de las figuras más implicadas en la negociación de este matrimonio fue la
emperatriz María. La hermana de Felipe II fue una defensora tenaz de la
conclusión del mismo y por ello presionó a partes iguales al Rey Católico y al
emperador para que acercasen posiciones y aclarasen un asunto que parecía
fácil de llevar a la práctica. A mi entender, la razón principal que explica ese
extraordinario tesón no es otro que asegurarse una digna sucesora en el papel
290
que ella misma había cumplido en el Imperio. María vio en la Infanta Isabel la
mejor candidata para jugar el papel de consorte de Rodolfo II en un escenario
complejo, tanto en el aspecto político como religioso; además, debía de ver
como una especie de “ derecho natural” asegurarse la mano de la Infanta y
primogénita de Felipe II para su hijo.
Debemos entender, en primer lugar, el papel destacado que jugó María en la
política imperial durante los reinados de Maximiliano II y Rodolfo II. Una gran
parte de la historiografía sobre el Imperio ha juzgado de manera muy dura a la
emperatriz; así, frente a la imagen de un Maximiliano tolerante en lo religioso,
María sería la representante de un catolicismo ultra-ortodoxo e intransigente,
perfectamente acorde con su origen hispánico 599. Efectivamente existió una
colisión entre la emperatriz y su marido por las cuestiones religiosas que la
llevó, entre otras iniciativas, a apoyar de manera muy clara la educación de sus
hijos en la Corte de Madrid 600. Una lectura de los despachos diplomáticos
referentes a la Corte de Viena nos da una idea certera sobre esas tensiones que
responden a lo complejo del clima religioso del Imperio en el siglo XVI. La
subida al trono de Rodolfo II no habría mitigado esa tensión, hasta el punto
que algunos biógrafos del emperador sostienen que la salida de la emperatriz
viuda de la corte imperial, instalada en Praga, se produjo por el
enfrentamiento e incomprensión mutua existentes entre madre e hijo. De
nuevo la intransigencia católica de María sería el factor explicativo. Ello puede
dar a entender que Rodolfo II se movía en una cierta heterodoxia o relajación
en materia religiosa, un hecho que, sin embargo se ha cuestionado por algunos
de los que se han acercado a estudiar a Rodolfo II. En este punto habría que
conectar con la idea de la relación entre el emperador y el Rey Católico: ¿fue
fluida, problemática, imposible? Y aquí surgen dos interpretaciones: Rodolfo
599
Esa es la idea que se puede extraer de algunas biografías sobre Rodolfo II como es el caso de la de
ERLANGER, P., Rodolfo II (1552- 1612). El emperador insólito, Madrid 1974, que llega a hacer las
siguientes aseveraciones sobre María: “...a pesar de las quince maternidades, a pesar o debido a su
existencia monacal, la emperatriz era detestada”, p. 54
600
En su biografía sobre Maximiliano II, Paula Sutter califica la relación entre el emperador y María de
cercana y afable; Maximiliano mantuvo una estrecha relación con su mujer y la consideró siempre una
confidente por lo que respetaba sus opiniones políticas. Eso sí, diferencias entre ambos también
existieron y la diferente visión en lo que respecta a las tensiones religiosas que vivía el Imperio fue
significativa. SUTTER FICHTNER, P., op cit, pp. 116- 117
291
II, educado como archiduque en la Corte de Madrid habría acabando por odiar
todo lo “ español” y por ende a su tío; frente a la imagen negativa, otros no han
podido, en cambio, pasar desapercibido el hecho de que Rodolfo es, en
muchos aspectos, un emulador de su tío y más concretamente en la
construcción de ese modelo de mecenas que ambos representaron601. Esta
última visión no puede pasar desapercibidas las lógicas tensiones existentes
entre las dos ramas que, si bien, quisieron jugar ese papel de defensoras de la
Europa católica, lo plantearon desde puntos de vista diferentes, condicionados
por los problemas que les acuciaban de manera diferenciada.
La emperatriz María trataba de consagrar con el matrimonio esa unión entre
las dos ramas de los Habsburgo, política de la que ella era, el primer gran
ejemplo a seguir. Efectivamente, Carlos V unió a su hija primogénita con el
archiduque Maximiliano quien, tras los acuerdos familiares de Augsburgo en
la década de los 50 se posicionó de manera favorable a la hora de suceder a su
padre, Fernando I; si bien Carlos V no quería ver eliminadas las posibilidades
de que su hijo, Felipe II, llegase a ceñir la corona imperial. El caso es que a la
muerte de Fernando I, y no sin ciertas dificultades, Maximiliano y María
ascendieron al trono imperial. De haberse cumplido el deseo de María, Isabel
Clara hubiese ocupado la posición de su tía en el Imperio, una situación que sí
vivirían otras infantas en el siglo XVII (caso de la Infanta María, casada con el
emperador Fernando III; y de la Infanta Margarita que se unió a Leopoldo I)602.
Este hecho nos impele, en cierta medida, a ver estos matrimonios cruzados
como un hecho natural que define una de las líneas básicas de la política
Habsburgo y que sería la conservación de la unidad dinástica; también ha sido
objeto de críticas por los efectos negativos que la excesiva consanguineidad
acarrearon a una dinastía que, en el caso español, llegó al agotamiento y
601
Para ahondar en esa faceta de Rodolfo II como mecenas resulta de interés la lectura de JIMÉNEZ
DÍAZ, P. El coleccionismo manierista de los Austrias. Entre Felipe II y Rodolfo II, Madrid 2001
602
Sobre las negociaciones matrimoniales que finalizaron en la concertación del matrimonio entre la
Infanta María y Fernando III véase PIZARRO LLORENTE, H., “La elección de confesor de la infanta
María de Austria en 1628” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y GONZÁLEZ CUERVA, R., op cit., pp. 759- 799.
Sobre la Infanta Margarita y su matrimonio con Leopoldo I: OLIVÁN SANTALIESTRA, L., “Giovane
d’anni ma vecchia di giudizio. La emperatriz Margarita en la Corte de Viena” en MARTÍNEZ MILLÁN, J.
y GONZÁLEZ CUERVA, R., op cit., pp. 837- 908
292
extinción en 1700. Posiblemente, a la altura de 1570 María ya estaba viendo esa
“ naturalidad” de la alianza que concordaba con la importancia que las
diversas familias dinásticas dieron a las uniones matrimoniales como
elementos imprescindibles para su continuidad y mantenimiento de unas
líneas políticas establecidas.
El análisis de este proceso nos permite hacer un seguimiento puntual de las
líneas que siguieron por un lado, la política matrimonial que Felipe II proyectó
para sus hijas y, por otro, los vaivenes de la política exterior de la Monarquía.
En la confluencia de ambas podemos ver el por qué de esos cambios y por qué
todo resultó como se produjo.
El nacimiento de Isabel Clara en 1566 fue seguido, un año más tarde por el de
otra hija, Catalina Micaela. Felipe II mostró en ambos casos la faceta de padre
orgulloso y feliz alejando los rumores del desencanto que tales natalicios
ocasionaban por el sexo de las recién nacidas. En aquel momento, Felipe II
contaba con un heredero varón y sus hijas eran prueba fehaciente de la
capacidad de la reina por dar a luz niños sanos que acrecentasen la
descendencia del Rey Prudente. Desde Viena ambos nacimientos debieron de
ser vistos como una feliz coincidencia porque, lo cierto es, que Maximiliano II
y María no escaseaban en prole. Así, podríamos decir que si en el Imperio
contaban con archiduques, en la Monarquía había Infantas y, por tanto, las
posibilidades de entrecruzar ambas ramas a través de los vínculos
matrimoniales quedaban enormemente facilitadas603. Los emperadores ya
vieron en Isabel una posible consorte para su hijo primogénito, un hecho que
muchos dieron por seguro en las décadas subsiguientes.
Cuando la emperatriz preparaba la llegada de Ana de Austria a la Corte
española no escapaba a su análisis el futuro del resto de sus hijos y más
concretamente el de su primogénito y heredero a la Corona Imperial. El
matrimonio de la archiduquesa Ana se capituló a la vez que se hacía el de su
hermana menor, la archiduquesa Isabel y suponía, además, el regreso de los
603
“…el mayor consuelo que tengo para lo presente y lo de adelante es considerar que mis hermanos
tienen hijos y yo hijas…” Felipe II, Madrid 28 de enero de 1568, AGS Estado leg. 663 recogido en
CODOIN, vol. 101, p. 358
293
archiduques Rodolfo y Ernesto a la Corte imperial, toda vez que marcaba la
salida de Alberto y Wenceslao hacia la de Madrid 604. La preocupación por el
devenir de sus hijos mayores era notable. María debía de ver la Corte
madrileña como un espacio seguro para los príncipes que podían echarse a
perder una vez que regresaran a su tierra de origen. En palabras de la propia
emperatriz “ …yo veo claramente la perdición destos rrapazes en venir” 605. En
varias ocasiones expresa el deseo de que el archiduque permaneciese por más
tiempo en la Península con su tío, y quizá una vía para ello sería acordar el
matrimonio con la Infanta. La emperatriz era consciente de que era una tarea
complicada convencer a Felipe II para que adoptase una resolución, ya que
Isabel era entonces una niña de cuatro años606.
María va a hacer partícipe tanto a Felipe II como a su hermana de las
preocupaciones por los archiduques. Era consciente de los beneficios que la
estancia en Madrid, habían tenido para los dos hermanos con la influencia del
monarca pero también de la princesa607, y pensaba que esa labor se podía echar
a perder una vez que regresaran a la Corte Imperial. Insiste por ejemplo, en la
necesidad de que el barón Dietristain esté atento a ellos para manejarlos si
fuese menester:
“ …era arto menester su compañía para Rodolfo y Ernesto. Y ansy
suplico a vos que se lo escriva porque al fin son repazes, y sy no es él
muy pocos ay que les digan lo que an menester, y, aún con quel se lo
diga, no sé sy lo entiendan ellos como sería razón…” 608
604
El emperador venía insistiendo desde hacía años en el regreso de los archiduques a la Corte imperial
por “la necesidad que tenía de sus hijos por los fines que tiene dichos del gouierno de Bohemia y
Hungría para poderse él acercar a el Imperio…” Luis Venegas a Felipe II, AGS Estado leg. 665, nº 20
605
La Emperatriz María a Felipe II, s. l. 29 de noviembre de 1570, ADA caja 20/98, recogida en
GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 200
606
“…Y sy mi sobrina tuviera la edad que vos dize que le falta estuviera yo muy lejos de tratar esto,
porque lo que deseo para mis hijos deseo para ella…” La Emperatriz María a Felipe II, s. l. 29 de
noviembre de 1570, ADA caja 20/98, recogida en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit.
p. 200
607
“...Y vienen [tan] bien avezados de nuestra hermana que todo les [pare]çerá ques muy diferente de
aquello” La Emperatriz María a Felipe II, Viena 21 de Septiembre de 1571, ADA Caja 20/95, recogido
en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 227
608
La Emperatriz María a Felipe II, Viena 29 de Noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogido en
GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 264
294
María quería que sus hijos siguieran manteniendo un estrecho contacto con su
tío a través de la correspondencia, al mismo tiempo que esperaba de su
hermano que se encargase del porvenir de sus sobrinos. En efecto, la extensa
prole de María y Maximiliano II suponía un problema, sobre todo, en el caso
de los archiduques. En este sentido, el Rey Católico podía ser una buena baza
para lograr que aquellos se vieran beneficiados con nombramientos y rentas
que les permitiesen vivir609. Rodolfo II no suponía un problema, ya que se
situaba en primer lugar en el orden sucesorio, pero María va a tratar de que
Felipe II ayude al resto de los archiduques:
“ …Y vos solo es el que nos a de hazer contentos a entrambos por un
cabo nuevo porque vos emplee en algo a Ernesto…” 610.
Lo cierto es que Felipe II prestó una especial atención a la educación y carreras
de todos sus sobrinos, si bien es cierto que “ dotó” mejor a unos que a otros.
Los casos de Ernesto y Alberto son significativos, sobre todo, por la
importancia que van a tener como alianzas posibles para la Infanta. El
archiduque Ernesto tuvo un papel destacado en el Imperio actuando como
lugarteniente del emperador, su hermano; pero también, lo jugó en el contexto
de la política de la Monarquía ya que forma parte de ese grupo de
gobernadores “ de la sangre” que se va a hacer cargo de la gobernación de las
provincias flamencas. Por su parte, el archiduque Alberto, fue destinado a la
carrera eclesiástica y en esa dirección siguió su formación. Además del capelo
cardenalicio, Felipe II trató de lograr para él el arzobispado de Toledo, que
además de sede primada, suponía el ingreso de una cuantiosa renta. De
manera paralela, Alberto desarrolló una fructífera carrera política al servicio
de su tío: tras acompañarle en la Jornada portuguesa, fue nombrado virrey de
aquel reino, donde tuvo la oportunidad de poner en práctica la formación que
había recibido desde los once años. El abandono de Portugal estuvo
609
Este aspecto ha sido tratado por DUERLOO L., Dinasty and piety. Archduke Albert (1598- 1621) and
Habsburg Political Culture in the Age of Religious Wars, Farnham 2012, pp. 237- 245
610
Si bien es cierto que, a continuación la emperatriz añade algo sobre el efecto que esta ayuda podía
tener en Rodolfo “y por otro pienso que sería daño para su hermano” La Emperatriz María a Felipe II,
Viena 29 de Noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA
LÓPEZ M., op cit., p. 264
295
determinado por la necesidad y deseo de Felipe II de contar con alguien que le
asistiese en el gobierno de la Monarquía desde Madrid y le ayudase en la tarea
de educar al heredero al trono, el futuro Felipe III, con quien entabló una
estrecha relación. A la muerte de su hermano Ernesto, el archiduque se dirigió
a los Países Bajos para cumplir la función de gobernador que ejerció hasta su
matrimonio con la Infanta Isabel. La temprana muerte de Wenceslao impidió
que fructificase una carrera a la sombra de su tío, pero no se puede negar que
durante su corta estancia en Madrid, Felipe II hizo bastante por su sobrino: un
hábito de la Orden de Malta y gestiones para lograr los prioratos de Castilla y
León, y una encomienda en el Viso 611. Sus otros sobrinos, Matías y
Maximiliano, debido a que nunca estuvieron en la Corte de Madrid, tuvieron
una relación más distante con su tío, aunque eso no significa que el monarca
no prestase atención a sus respectivas trayectorias.
Volviendo al asunto del matrimonio entre Rodolfo II e Isabel Clara, la
conclusión del mismo estaba muy lejos de producirse en la década de 1570.
Felipe II, como ya hemos señalado, contaba con la baza de la edad pero,
evidentemente, podía fallar en sus previsiones y perder la oportunidad que se
le ofrecía en la persona del entonces archiduque. En efecto, Rodolfo fue
igualmente susceptible a las proyecciones matrimoniales del mismo modo que
sus hermanas o sus primas. Así, dos de las opciones que se barajaron o
comentaron fueron la francesa, a través de Margarita de Valois o la “ alemana”
por medio de Dorotea de Sajonia. En el caso de la princesa Margarita, Felipe II
se consideró con derechos a decidir sobre este enlace, y más antes de 1566
cuando Rodolfo era virtual heredero por detrás del Príncipe Don Carlos612. La
611
Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo de El Escorial, 21 de Septiembre de 1577, BPUG
Colección E. Fabvre Vol 4, f. 231 y Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo 28 de mayo de 1578,
BPUG CEF Vol. 5, f. 19
612
“…viéndome con solo un hijo y que la Reyna mi mujer no se hazía preñada, temía que el príncipe
Rodolpho era mi derecho heredero y subçesor en mis estados, que después acá esta causa no a cesado,
antes con no auerse hecho en todo este tpo preñada la Reyna, y todo el tiempo que estuuiere sin hazello
cada día se tiene esto por de mayor momº y peso, y se deue tanto más pensar que este Príncipe aya de
venir a subçeder y en efecto hasta que de mí o del Príncipe mi hijo aya otra subçesión lo es, y aunque
con el ayuda de Dios se pueda sperar que será seruido darle hijos/todauía como los hombres son
mortales podría faltarle la vida antes de casarse o casado no ser Dios seruido de dalle hijos como vemos
acontecer cada día y ser cosa de que ninguna seguridad se puede tener hasta vello hecho, y que en fin ay
296
problemática que presentaba este último proyecto era la condición de
protestante, lo que generó no pocas alarmas entre diversos sectores613.
Un hecho en el que no podemos detenernos es en el bosquejo de la política
imperial durante el reinado de Rodolfo II. Éste asumió la Corona imperial a la
muerte de Maximiliano II en 1576 y algunos autores- como es el caso de Ochoa
Brun- han señalado que el entendimiento con Felipe II fue mayor con el nuevo
emperador que con el anterior. No obstante, tenemos que tener en cuenta la
complejidad de la política imperial durante estos años y los problemas- lógicos
por otra parte- para conjugar los intereses y objetivos de ambas ramas. Rodolfo
II tuvo que atender a determinadas prioridades que no encajaban en los planes
de Felipe II; por otro lado, la visión que del conflicto flamenco- fundamental a
partir de la década de 1570- se tuvo en la corte imperial difirió en muchos
puntos del planteamiento que tenía el Rey Católico en la cabeza. Los Países
Bajos, no obstante van a tener un peso excepcional en todo este conjunto de
negociaciones matrimoniales donde diversos personajes tuvieron un peso
esencial.
Prueba significativa del protagonismo de la emperatriz María en este asunto
va a ser la efervescencia de noticias acerca de la conclusión del matrimonio en
la década de 1580. Tras quedar viuda en 1576, la emperatriz manifestó su
deseo por volver a la Península y retirarse en la fundación conventual de su
hermana, las Descalzas Reales. Felipe II, consciente de la utilidad de sus
gestiones en la Corte imperial va a tratar de frenar esa partida; Rodolfo II, a
pesar de lo dicho por algunos de sus biógrafos, tampoco va a querer perder a
tantos barrancos que pasar de aquí a que los tenga, que en resoluçión no puede dexar de hacerse agora
fundamento sobre que este Pre Rodolpho sea eredero de la una y otra casa, y como a tal le amo, regalo y
estimo y miro por su criança, pues siendo esto verdad como en efecto lo es cosa muy razonable será que
en la dispossiçión de su casamº se tenga fin al stado arriba dicho y que las qualidades del sean
agradables y convenientes a sus dos padres que somos el emperador y yo, y a los súbditos del uno y del
otro y a la conservación de nros estados, visto pues todo esto y el casamº de Françia que el emperador a
propuesto agora de Madama Margarita ruego al emperador quiera bien considerar si tiene las partes
requeridas en lo arriba dicho…” Pareçer que dio el Duque [de Alba] mi sr para que de parte de Su Md se
scriuiese a Monsieur de Chantonnay embaxador cerca del emperador en Madrid. Año de 1566, BL Add
Mss/18789, f. 28
613
Alexander Koller comenta las presiones que la facción católica dentro de la Corte imperial habría
hecho para la conversión de la princesa al catolicismo en caso de que la alianza saliese adelante.
KOLLER, A. “La facción española y los nuncios en la Corte de Maximiliano II y Rodolfo II” en
MARTÍNEZ MILLÁN J., y GONZÁLEZ CUERVA, R., La Dinastía de los Austrias. Las relaciones entre la
Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, p. 116
297
la emperatriz porque igualmente valoraba ese papel de intermediaria que
había sabido jugar a lo largo de su matrimonio con Maximiliano II614. En 1580
partía hacia la Península acompañada de su hija, la archiduquesa Margarita,
con el objetivo de retirarse en las Descalzas. Este viaje abría diversas
posibilidades que cuadraban con los acontecimientos que se estaban viviendo
en aquel momento 615.
Por un lado, la muerte de Ana de Austria en Badajoz dejaba a Felipe II
nuevamente viudo y con las dudas de si era necesario un nuevo matrimonio.
En este momento el monarca contaba con el Príncipe Don Diego como
heredero y un infante, el futuro Felipe III, que daban una cierta seguridad en la
sucesión de la Monarquía. No obstante, van a surgir voces que defiendan un
nuevo matrimonio y la primera candidata va a ser la reina viuda de Francia, la
archiduquesa Isabel616. Sin embargo, este proyecto va a chocar con la negativa
de la potencial novia que se va a decantar por el retiro conventual en tierras
imperiales. Este primer obstáculo no detuvo a aquellos interesados en casar a
Felipe II, y la llegada de la archiduquesa Margarita fue vista como la
oportunidad perfecta para lograr el objetivo617. De nuevo, la respuesta va a ser
una negativa frontal y la apuesta de Margarita por la vida religiosa, un
objetivo que logró ver culminado con su entrada en las Descalzas Reales. Esta
614
Asimismo, el embajador español en la corte imperial, don Guillén de San Clemente, lamentaba la
partida de la emperatriz porque eso significaba “…uerme tan solo como me ueo con la ausencia que hará
la Emperatriz, la qual era aquí el verdadero medio para todas las dificultades que aquí se podían
ofrecer…” Don Guillén de San Clemente a Don Juan de Zúñiga, Praga 25 de Julio de 1581. Recogida en
MARQUÉS DE AYERBE, Correspondencia inédita de don Guillén de San Clemente, p. 292
615
Un análisis de las diversas problemáticas que se produjeron con este viaje en SCHODER, E., “Die
Reise der Kaiserin Maria nach Spanien (1581/82)” en EDELMAYER, F., (ed.) Hispania- Austria II. Die
Epoche Philips II (1556- 1598), Viena 1999, pp. 151- 180
616
“…Su Magestad del Rey don Filipe auía comunicadi secretamente con el dicho conde [de
Franquenburg] que se quería casar con doña Isabel, viuda de Carlos rey de Francia e hija de su hermana,
pero la dicha reina, no queriendo boluerse a casar, auiendo votado a Dios y a su marido guardar perpetua
castidad” VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO, F., op cit., p. 252. Aunque parece que con esta negativa
se cerraba el capítulo de este posible matrimonio todavía en 1585 hablaba Monsieur de Longlée,
embajador francés en la Corte de Madrid, sobre la celebración de los esponsales durante la Jornada a la
Corona de Aragón “L’on veoid quelque apparence ou d’ung voyage de ce Roy icy à Montson en
Aragon, ou de l’une des Infantes, ou de faire quelque reception. Je croy que será sur l’occasion du
mariage dudit Roy, de quoy il ne se parloit point icy, et ne le sçay que par l’advis que m’en a donné
Monsieur de Villeroy par ses dernieres et de la resolution de la royne Elizabet, à l’exhortation et forte
persuasión d’ung jesuite” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 29 de julio de 1584, DDML, p.
102
617
“…trabajó el conde de Franquenburg con voluntad de su magestad de sustituir en su lugar a la infanta
doña Margarita…” VERONELLI, S., y LABRADOR ARROYO, F., op cit, p. 252
298
renuncia del mundo fue elogiada de manera notable por los biógrafos de la
archiduquesa, ponderada como un cúmulo de virtudes femeninas618.
Hablamos de las voces favorables al matrimonio del monarca, pero también
debemos referirnos a aquellas que se mostraron opuestas al mismo y de nuevo
debemos citar a don Juan de Zúñiga. Quizá lo más sorprendente es que su
oposición se produjo en un momento de “ crisis” dinástica, por cuanto sus
recomendaciones se produjeron tras la muerte del Príncipe Don Diego. Si a la
muerte de Ana de Austria la situación era esperanzadora en este sentido, el
posicionamiento de Felipe (III) como heredero suponía depositar las
esperanzas de la Monarquía en un niño de corta edad y de salud delicada. Sin
embargo, el Comendador Mayor de Castilla analizaba otros aspectos y
concluía “ que su Magestad no se buelua a casar pues la experiencia nos ha
mostrado con quánta más salud vive después que enviudó” 619.
Se deja
traslucir en esa afirmación los peligros de la vida conyugal en un hombre de
cierta edad y de cuya salud dependía no sólo la Monarquía sino el bien de toda
la Cristiandad 620. Junto a esta razón de peso, son otras las consideraciones que
aduce para defender esta posición: el hecho de que cuenta no con uno sino con
dos posibles herederos, ya que la Infanta Isabel era perfecta candidata al trono
de la Monarquía; y por otro lado, las problemáticas que podían surgir dejando
a aquellos con la necesidad de gestionar el futuro de la descendencia de una
nueva consorte.
El papel que iba a cumplir la emperatriz en la Península no estaba del todo
claro. Si bien ella había dejado claro que quería disfrutar de un retiro del
618
PALMA J., Vida de la Serenísima Infanta Sor Margarita de la Cruz, Madrid 1637
Copia... BA 51- VI-37, f. 201v. Los peligros del matrimonio que se “planeaba” fueron comentados
de la siguiente guisa por algunas damas de la Corte “También nos dicen que los proquradores de Cortes
an suplicado al Rey se case con la Reyna de Fransia, con tal que no esté muy casado. Y dijo a esto doña
Ypólita, con mucha mesura, que entre tanto diesen otro rey a la reyna, que lo reyeron todas infinito”
Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Madrid 6 de febrero de 1581, Carta XLVI en CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 118
620
Pese a la encendida defensa de Don Juan de Zúñiga van a seguir saliéndole posibles “novias” al Rey
y así, a la vez que se trataba el matrimonio entre Catalina Micaela y el Duque de Saboya, el embajador
español en la Corte de Turín se hacía eco de un rumor sobre una de las candidatas a la mano de Carlos
Manuel I, la hija del Gran Duque de la Toscana comentando que “El Gran Duque no anda tan caliente
en el negocio como solía a causa de una mucha mayor pretensión que tiene y anda debujando que no
está fuera de esperanza casarla con V. Md. Escríuolo por parecerme que soy obligado a no callar cosa
que salga de boca del Duque, especialmente en negozio de tanta qualidad” El Barón Sfondrato a Felipe
II, Turín 20 de marzo de 1583, BL Add Mss/ 28418, f. 135
619
299
mundo en las Descalzas Reales, los planes que Felipe II tenía para ella distaban
mucho de esa idea. Con la incorporación del reino portugués se abría la
necesidad de establecer un virrey en aquellos territorios una vez que Felipe II
volviese a la capital. María aparecía como una buena opción, porque suponía
dejar en Lisboa a un virrey “ de la sangre” , y con una probada trayectoria
política a sus espaldas. Hay que recordar que la emperatriz había participado,
junto a Maximiliano II, en la gobernación de los territorios peninsulares en
tiempos de Carlos V y que, tal y como hemos señalado antes, su rol de
mediadora entre las Cortes de Madrid y Viena es fundamental para entender
el devenir de las “ relaciones bilaterales” entre ambas ramas. Colaboradores
cercanos al Rey Católico, como es el caso de Granvela, consideraban esto como
un hecho factible y deseable, y así lo comunicaba el cardenal al residente
español en Venecia, don Cristóbal de Salazar. Si bien la emperatriz venía
“ …muy determinada de viuir retirada y muy fuera de conuersación y
negocios” , confiaban en que Felipe II lograse persuadir a su hermana “ ...para
que se acomode a los que se juzgare conuenir al beneficio público destos
Reynos” 621. Pero la negociación se tornó compleja y si bien ambos “ se cartean
de mano propia” y en opinión de Granvela, la emperatriz acabaría por
mostrarse acomodaticia- “ creo que ella hará al fin lo que Su Magestad quisiere
y que antes de mucho yrá a Portugal, o sea para tratar con su hermano sobre
esto o para quedar allá” 622- lo cierto es que las gestiones no dieron el fruto
deseado y fue Alberto el encargado de ocupar el nuevo virreinato portugués.
No obstante, el retiro en las Descalzas no quedaba garantizado por el
momento ya que Felipe II prefería tenerla en una situación más activa, y por
tanto, susceptible de convertir a María en una pieza clave en el gobierno de la
Monarquía:
“ La serenísima emperatriz verná con Su Magestad y posará en Palacio,
que pues no le consienten que se retire en las Descalças, señal es que la
621
El Cardenal Granvela a Don Crsitóbal de Salazar, Madrid 2 de marzo de 1582, AGS Estado, legajo
1527, nº104
622
El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid a 14 de marzo de 1582, AGS Estado,
legajo 1527, nº 105
300
podrán emplear y ella tiene salud y edad para poder aún entender muy
bien en negocios” 623
Los acontecimientos se desarrollaron de manera muy diferente a la planteada
por Granvela. La emperatriz sí que va a convertir las Descalzas en su lugar de
residencia habitual pero, desde luego, su vida no va a estar dominada por la
quietud o abandono de los asuntos mundanos. Como muy bien ha analizado
Magdalena Sánchez, el convento madrileño se tornó en un foco destacado
donde la política va a tener una relevancia nada desdeñable624. La emperatriz
María y más tarde la archiduquesa Margarita- convertida en Sor Margarita de
la Cruz tras su entrada en religión- van a ser un vínculo esencial que ayude al
desarrollo de las relaciones entre las dos ramas de la dinastía, reproduciendo
en definitiva, el papel que la emperatriz ya había jugado en la Corte de Viena.
Entre los muchos asuntos que María va a gestionar desde el convento, el
matrimonio entre su hijo y su sobrina va a ser uno de los asuntos
principales625. En este punto hay que señalar que la documentación, si bien nos
ofrece algunos datos puntuales, no nos permite seguir de manera detallada la
negociación y esto se explica, a juicio de Rodríguez Salgado, por las especiales
circunstancias que rodeaban al matrimonio. El hecho de hablar de un
matrimonio entre el emperador y la hija primogénita de Felipe II, remitía a un
asunto de gran relevancia en el contexto general de la política europea. Tanto
Madrid como Praga quisieron llevar la negociación con una cierta discreción
cuando no secreto y parte de la misma se hizo, merced a estas consideraciones,
de boca y no por escrito, lo que impide tener un registro manuscrito de todo lo
que se pudo o no tratar626. Es evidente que esto no impidió que las
623
El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid 26 de Noviembre de 1582, AGS Estado,
legajo 1527, nº 135
624
SÁNCHEZ, M. The Empress, the Queen and the Nun. Women and power at the Court of Philip III of
Spain, Baltimore 1998
625
“Avía siempre sido de parezer el conde de Franquenburg que no convenía que la emperatriz viniese a
España para tratar del matrimonio de la infanta doña Isabel con el emperador, pero agora, mudada la
ocasión con el tiempo, mudó también de parezer, y después de la muerte de la reina lo solicitó, de suerte
que el emperador estimó y aprobó su cuidado, y le mandó que hiziese instancia en ello siempre que
huuiesse ocasión, y así antes de la fin de aquel año alcançó consentimiento de su Magestad para que
viniese a España la emperatriz”, VERONELLI, S. y LABRADOR ARROYO, op. cit., p. 220
626
Así se lo indicaba don Juan de Idiáquez a Don Guillén de San Clemente: “…dize su Magestad que en
lo del casamiento no diga nada Vuestra Merced, ni se publique porque es mejor callar hasta que esté
concluydo del todo…” Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado leg. 689, s. f. Asimismo, RODRÍGUEZ
301
especulaciones fuesen constantes y que los embajadores, así como personas
cercanas a Felipe II, tratasen el tema en sus escritos y hablasen del hecho como
un asunto en trámites de conclusión. De nuevo refiriéndonos a las
informaciones vertidas por Granvela el cardenal se mostraba seguro sobre el
asunto y aseguraba que Felipe II había concluido “ con la serenísima
emperatriz, el matrimonio de la Señora Infanta doña Ysabel con el
emperador” 627.
Los rumores suelen tener siempre una base real sobre la cual se construyen y
desarrollan. La correspondencia que mantuvo Felipe II con su embajador en la
Corte de Viena, don Guillén de San Clemente nos confirma que el monarca
estaba muy dispuesto a premiar al emperador con la mano de su hija:
“ La carta de mi mano que aquí va para el emperador, que la hauéys de
dar diziéndole el contentamiento que tengo de saber de su buena salud
y de tener acá a mi hermana, es remitiéndome a las suyas en la Instançia
que me ha hecho para lo del casamiento del emperador, sobre lo qual
me he contentado que se embíe poder a su embaxador para tratar y
capitular” 628
Como podemos ver el monarca abría la puerta a la negociación y es muy
posible que en esta coyuntura pensase realmente que el desenlace se
produciría de una manera relativamente rápida. Además, la presencia de
María en Madrid era una buena baza para que la conclusión se produjese a
gusto de todos.
Desde luego, no podemos negar el gran interés que la emperatriz tenía por
concluir esta alianza y que demuestra en algunas consideraciones vertidas en
SALGADO, M. J. “I love him as a father loves a son... Europe, damn me then, but I deserve his thanks.
Philip II’s relations with Rudolf II” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y GONZÁLEZ CUERVA R., La Dinastía de
los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, pp. 335- 389. En
este artículo hace mucho uso de la correspondencia de los nuncios en la corte Imperial, sin duda, una
fuente de vital importancia pero presumiblemente menos interesante que un registro escrito de las
conversaciones entre Felipe II, María y Rodolfo II.
627
El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid 3 de Julio de 1582, AGS Estado, legajo
1527, nº 120. Volvía a insistir sobre ello en una misiva posterior: “De Lisboa nos escriuen que Su
Magestad estará aquí a Pascua de Nauidad o a lo menos a Guadalupe y que viene también la emperatriz
para concluyr los capítulos matrimoniales del emperador con la sª Infanta doña Isabel”, Madrid 4 de
noviembre de 1582, AGS Estado legajo 1527, nº 132
628
Felipe II a Don Guillén de San Clemente, Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado leg.689, s. f.
302
su correspondencia con Rodolfo II. Así, coincidiendo con el primer encuentro
entre tía y sobrinas, María describía elogiosamente a las infantas y se lo
señalaba a su hijo:
“ Querría mucho que las viesedes [las infantas] que daros nuevas dellas,
porque diciendo verdad, no podré dejar de loarlas mucho; querría que,
cuando Dios quiera que veáis la una os pareciere mucho mejor” 629.
La presencia de María va a ser fundamental, pero lo cierto es que no va a
suponer el cierre rápido de unas negociaciones que se van a enquistar a lo
largo de los años. El diario del embajador cesáreo insiste de manera constante
en las dilaciones que impuso Rodolfo II por diversas razones. Kevenhüller
habla por ejemplo, de cómo el emperador insistía en recibir descripciones y
retratos de la Infanta, un hecho sorprendente porque, si bien es cierto que al
abandonar la Península como archiduque, Isabel Clara contaba con escasos
años de edad, lo cierto es que conocía personalmente a la que bien podía ser su
futura consorte. Para el embajador estas peticiones de Rodolfo II debían ser
inauditas ya que, como muy bien señala en su Diario, estos matrimonios no se
regían por otro prisma que el de la “ razón de estado” y era mucho lo que se
jugaba la dinastía como para desaprovechar la ocasión630. Sobre lo que hay que
reflexionar es sobre los elementos que reforzaron la indecisión del emperador.
Así se ha barajado la posibilidad de que la relación que mantenía con la hija de
Jacobo Strada- con quien tuvo varios hijos- tuviese una influencia en este
sentido. Pero, es evidente de que aquella no resolvía el problema más
acuciante, esto es, el de la sucesión imperial, y hay que sospesar la influencia
que el entorno imperial tenía sobre el emperador. Al considerar el proyecto
con la Infanta habitualmente basculamos en torno a los protagonistas
inmediatos- Rodolfo II, Felipe II y la propia emperatriz- pero ello no nos debe
hacer olvidar a los consejeros que rodeaban al emperador en su Corte de Praga
629
La Emperatriz María a Rodolfo II, Madrid 23 de marzo de 1582, citado en G. TURBA “Beiträge zur
Gesischte der Hasburger aus den Letzen Jahren des Spanischen Königs Philip II” en Archiv für
Österreichische Gesischte, nº86, Viena 1899, p. 336 (n. p.)
630
“En lo demás que dezía que dezía el emperador que cómo se auía de casar con quien nunca auía
visto, que ya le auía visto siendo niña, y no es cosa nueua, dixo el Conde de Franquenburg, entre los
príncipes y reyes casarse atendiendo solo a la vtilidad y congruencia en los matrimonios, sin hazer caso
de la hermosura” VERONELLI y LABRADOR ARROYO, op. cit., p. 377
303
y la opinión que tenían sobre el matrimonio con la Infanta631. Para algunos de
estos consejeros el matrimonio con una infanta castellana no gustaba y
presionaban para que se realizase con una princesa del Imperio. Era esta una
reacción lógica y bastante frecuente a la hora de debatir estos asuntos. En
primer lugar, hay que hacer referencia al clima “ anti-español” existente en el
Imperio y que muchos autores han resaltado a la hora de explicar el reinado de
Rodolfo II y su relación con Felipe II632. Estas reticencias a la presencia de una
“ princesa extranjera” eran habituales, lo que en muchos casos dificultaba la
vida diaria a aquellas que debían adaptarse a una Corte extranjera. Por poner
ejemplos más o menos cercanos, podríamos referirnos a las dificultades que
Ana de Austria sufrió en la Corte del Louvre durante su matrimonio con Luis
XIII, hecho agravado por la tardía maternidad- elemento de naturalización
clave para las consortes regias- que no llegó hasta dos décadas después de
celebrada la unión633. Es cierto, que en caso de haber triunfado la propuesta de
enlace entre Isabel y Rodolfo II, aquella habría contado con un círculo adepto
que venía configurándose desde tiempos de Fernando I, pero no por ello su
vida hubiese estado completamente exenta de obstáculos. Además, no
podemos pasar por alto el hecho de que esos mismos argumentos se van a
manejar desde el lado español. En efecto, en sus consideraciones sobre el
matrimonio imperial, don Juan de Zúñiga argumentaba los peligros que
podían derivarse de la alianza si se consumaba el otro factor que estaba en
juego y que no era otro que la sucesión de la Infanta en el trono de la
Monarquía. El panorama que se dibujaría sería el siguiente:
631
Guillén de San Clemente hablaba sobre la buena disposición que mostraba el emperador a los
intereses del Rey Católico, pero su deseo de actuar conforme a lo que le dictaban sus consejeros
dificultaba sobremanera la toma de decisiones: “aquí donde hallará mucha dureza en los ministros para
todas las cosas que tocaren al seruiº de V md, que no aprouecha para con ellas el buen ánimo y voluntad
del Emperador que deste creo que puede estar V Md muy satisfecho y también del del Archiduque
Ernesto, mas como el Emperador resuelue ningª cosa sino por medio del consº viene a ser de muy poco
fruto su buª voluntad, y no es de mucho la que Diatristán y Rumpff tienen al seruiº de V Md pues no
siendo del Consº poco pueden hazer lo que dessean” Guillén de San Clemente a Felipe II, Viena 16 de
enero de 1582, AGS Estado leg. 689, ff. 1- 4
632
Una buena síntesis sobre los sentimientos anti- españoles y las críticas al Rey Prudente la
encontramos en SCHMIDT P., “Felipe II y el Mundo Germánico” en ALVAR EZQUERRA A. (coord.),
Imágenes históricas de Felipe II, Madrid 2000, pp. 59- 96
633
Un análisis profundo e interesante de la trayectoria de Ana de Austria en la Corte del Louvre en
Dubost J. F., “Ana de Austria, Reina de Francia: panorama y balance político del reinado (1615- 1666)”
en Grell C. (dir.), Ana de Austria. Infanta de España y Reina de Francia, Madrid 2009, pp. 41- 109
304
“ El govierno de los alemanes, que por fuerça havrían de tener mucha
mano, sería duro yugo para estos reynos” 634.
Sin duda había un temor a que se repitiesen algunos patrones “ sufridos” con la
llegada de los Habsburgo al trono de la Monarquía, cuando la “ invasión” de
consejeros imperiales había sido motivo de queja para los naturales del reino.
Además, en este punto hay que señalar que, merced a esos hechos y al
conflicto de las Comunidades, Carlos V había cedido ante los castellanos en la
elección de su futura consorte. El matrimonio con Isabel de Avis se produjo
como un signo de acomodo a las elites peninsulares, más afectos a la alianza
con Portugal que a la opción húngara- Ana de Jagellón-, y con la condición de
que los hijos de la pareja imperial se educasen en Castilla. Por tanto, las
palabras de Don Juan de Zúñiga no resultan sorprendentes sino acordes a
unas ideas presentes en la mentalidad de la época.
Hay que señalar que además de la presión existente para que Rodolfo II se
decidiese a culminar las negociaciones, se estaba tratando otro tema de mayor
importancia y referente a la sucesión imperial. En este sentido, aunque se
insistía en la necesidad de que la alianza se concretase para que Isabel diese
continuidad a la dinastía con un heredero, los consejeros imperiales y también
el Rey Católico, van a insistir en que Rodolfo nombrase a uno de sus hermanos
para su elección como Rey de Romanos. En este punto, la figura del
archiduque Ernesto va a cobrar una gran importancia.
La Dieta Imperial de 1582 tenía en su agenda el tratamiento de diversos
asuntos de importancia. Los acontecimientos de los Países Bajos, como no,
contaban con un especial protagonismo, pero también empezaban a surgir
voces que opinaban sobre la necesidad de elegir un sucesor para Rodolfo II“ algunos quieren que en esta Dieta se aya de platicar de dar sucesor al
Imperio” 635- si bien es cierto que desde Madrid todavía no se presionaba de
manera excesiva sobre el tema. Posiblemente esta actitud se deba a que en
aquellos momentos parecía factible una rápida conclusión del enlace con la
Infanta y ello facilitaría una sucesión en los hijos de la pareja imperial. Por ello,
634
635
Copia de un papel… BA 51-VI-37, f. 203v
Don Guillén de San Clemente a Felipe II, Viena 16 de enero de 1582, AGS Estado, leg. 689, ff. 1- 4
305
ante las presiones que el nuncio empezaba a realizar en el sentido de la
elección de un Rey de Romanos, la actitud de Felipe II se resumía en las
palabras dirigidas a su embajador:
“ …si ya el emperador no quisiesse que hagáis alguº offiçio de mi parte
en lo de la suçessión, que en tal caso haréis lo que os mandare, y si el
nuncio boluiesse a importunar como pedía los otros días para hazer
diligencias en esto podréis llana y confidentemente dar quenta de todo
al emperador y preguntarle lo que manda que hagáis porque tenéys
orden nra de obedescelle y seruille lo más a su gusto que
pudiéredes” 636.
No obstante, conforme el tiempo vaya pasando sin que hubiese novedad en
torno al matrimonio de la Infanta, Madrid va a ver en la elección de uno de los
archiduques como Rey de Romanos la mejor salida posible. El archiduque
Ernesto, por su lugar en la línea sucesoria aparecía como el candidato ideal.
Como hemos señalado arriba Ernesto había cumplido un papel muy
importante en la gobernación de los territorios imperiales y su carrera va a ser
objeto de atención por parte de Felipe II. El monarca mantuvo una buena
relación con su sobrino y sus últimos años de vida van a estar centrados en los
territorios flamencos y estrechamente relacionados con los acontecimientos
que se vivieron en Francia. Lo que nos interesa destacar en este punto es que
junto a la elección como Rey de Romanos va a surgir la sugerencia de un
cambio en las alianzas, ya que las dilaciones de Rodolfo II empezaban a
decantar la balanza matrimonial con la Infanta hacia el lado archiducal.
¿Cuál fue la actitud de Rodolfo II ante este giro? En primer lugar hay que
señalar que las ambigüedades estuvieron presentes en el tema de la sucesión
de la misma manera en que lo habían estado en el asunto del matrimonio y la
cronología en este aspecto va a ser muy dilatada. El tema de la sucesión nos
remite, además, a la relación que el emperador mantuvo con sus hermanos. El
hecho de contar con cuatro hermanos que llegaron a la edad adulta suponía,
636
Felipe II a Don Guillén de San Clemente, Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado, leg. 689, s. f.
306
más que la seguridad en cuanto a la continuidad dinástica, un auténtico
desafío a la hora de establecer funciones a los archiduques y, sobre todo, rentas
que les permitiesen vivir. Los contemporáneos no dudan en hacer referencia a
la “ pobreza” de los miembros de la rama “ vienesa” , incluyendo al propio
emperador. De nuevo, recurriendo a las palabras de Don Juan de Zúñiga, el
Comendador veía al emperador y su posible consorte “ tan pobres, que no
terná con qué sustentar a su mujer si Su Magestad no se lo da” 637. Esta
situación era más acuciante en el caso de los archiduques, con escasas rentas y
a merced de su hermano y de su tío 638.
Vamos a desgranar los diferentes obstáculos que se preveían ante estos
cambios. En primer lugar se va a objetar que el planteamiento de un
matrimonio con Ernesto suponía, de facto, la ruptura de un acuerdo
preexistente. En efecto, el matrimonio entre Isabel Clara y Rodolfo II había
sido considerado como un hecho natural durante mucho tiempo y Felipe II
había utilizado esa baza a la hora de negociar con otros soberanos. El Rey
Católico reseñaba ese aspecto en una misiva dirigida a Don Juan de Zúñiga
siendo éste embajador ante la Santa Sede:
“ …está la cosa de maña y la confiança que el emperador tiene de que ha
de casar con una dellas [las infantas] que sería de gran inconueniente no
darle la una en casamiento…” 639
Precisamente, al Comendador Mayor estos escrúpulos le parecían excesivos y
más cuando la actitud del emperador no había sido ejemplar. En primer lugar,
un hecho que había que tener muy presente eran las cambiantes circunstancias
por las que atravesaba la Monarquía; así, sin mencionar los asuntos candentes
de la política exterior, el tema de la sucesión va a ser el más determinante. Una
vez que se produjo la muerte del Príncipe Don Diego, la seguridad de Felipe II
sobre el futuro de la Monarquía disminuyó, por lo que había que contemplar el
factible escenario con Isabel como Reina Católica. Por otra parte, no se podía
cerrar los ojos ante las dilaciones del emperador- “ …hauiendo dos annos que
637
Copia de un papel…, BA 51-VI-37 f. 203r
DUERLOO, L., op cit., (2012), pp. 237- 245
639
Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo 19 de Marzo de 1578, BL Add Mss 28698 f. 130
638
307
se avisó al emperador que embiase poderes para se efectuar el casamiento y no
haverlo hecho ha desobligado a su Magestad, aunque estuviera el negocio
mucho más adelante…” 640- que habían sido un factor fundamental en este
asunto.
Otro aspecto a considerar es cómo va a ir evolucionando la relación de Rodolfo
II con sus hermanos y más concretamente en el caso de Ernesto. Si bien es
cierto que hay una serie de aspectos favorables, también hay que señalar que
no siempre mantuvo una actitud irreprochable. No se negaba en redondo a
que se situase favorablemente como su sucesor en el Imperio pero va a realizar
una serie de maniobras conducentes a conseguir que el archiduque no
acumulase excesivo poder. Así van a ser significativas sus acciones en lo
referente a Italia y Polonia. En referencia a este último aspecto, la decisión de
Rodolfo II de presentar diversas candidaturas archiducales va a obstaculizar e
impedir, en última instancia, que Ernesto se viese beneficiado con aquella
Corona, una plataforma que le hubiera ayudado a lograr una previsible
elección en el Imperio 641.
Toda vez que el asunto matrimonial parecía enquistarse sin lograr una salida
clara, los acontecimientos exteriores van a determinar algunas de las líneas
políticas de la Monarquía en esos años. Nos referimos por ejemplo al asunto de
la empresa de Inglaterra en 1588 cuyo objetivo esencial era el destronamiento
de Isabel Tudor. Evidentemente el descabezamiento de aquel reino debía ir
acompañado de una propuesta de sucesión que involucró, de nuevo, a Isabel
Clara Eugenia. Esa proyección dinástica de la Infanta podía suponer un acicate
640
Copia de un papel… BA 51- VI- 37 f. 204v
La relevancia de la emperatriz María en este particular asunto es un hecho que no puede pasar
desapercibido. La falta de unidad dentro de la Familia Imperial a la hora de abordar este proceso fue, a
su juicio, el elemento que determinó el fracaso en las dos ocasiones en que tuvo lugar el trámite
elcectivo. Para un acercamiento a estos hechos resulta de interés la correspondencia de la emperatriz con
el embajador don Guillén de San Clemente. Así expresaba sus temores la emperatriz “Por dos cartas
vuestras y una que me enviastéis de Ernesto entiendo parte de lo que por allá pasa, y dello lo que yo
siempre temí desde que murió el Rey de Polonia; de la manera que hoy se había de tomar, que no tiene
otro ningún remedio sino el que Dios y mi hermano le quisieren dar recogida en MARQUÉS DE AYERBE,
Correspondencia inédita de Don Guillén de San Clemente. Embajador de Alemania de los Reyes Don
Felipe II y III, sobre la intervención de España en los sucesos de Polonia y Hungría. 1581- 1608,
Zaragoza, 1892, pp. 4- 5
641
308
para que Rodolfo II se asegurase la mano de su prima, pero de nuevo la
situación permaneció estática. El fracaso de la Armada enviada por Felipe II
alejó la posibilidad de que Isabel se convirtiese en Reina de Inglaterra, pero
muy pronto, los esfuerzos de la Monarquía se van a trasladar a Francia.
En 1592 los Duques de Saboya enviaron al Conde de la Mota como embajador
extraordinario; la misión que, en principio se iba a desarrollar en un tiempo
breve se complicó y extendió a lo largo de cinco años. El objetivo del enviado
era lograr, entre otros fines, el apoyo del Rey Católico para que el Duque de
Saboya se hiciese con la Provenza, pero además tuvo que afrontar otros
negocios que concernían a las rentas percibidas por Catalina Micaela642. No
obstante, lo que nos interesa destacar de esa embajada son las múltiples
noticias que el Conde va a ofrecer a la Infanta Catalina a través de su nutrida
correspondencia y que ahondaban tanto en asuntos de índole política como
otros más informales sobre la Corte y la Familia Real. No es de extrañar, por
tanto, que se hiciera eco sobre las noticias que en Palacio circulaban sobre el
matrimonio de la Infanta. A la altura de 1592 se empezaba a hablar del
concierto del casamiento del príncipe; el futuro Felipe III, que contaba 14 años
y cuya salud parecía fortalecerse con el paso de los mismos, debía empezar a
figurar en los proyectos matrimoniales ya que, como heredero, debía
constituirse en garante de la continuidad de la dinastía:
“ El pasar su Magestad más adelante paréceme que cuelga de la
resolución de los casamientos de Alemaña que se aguarda con la vuelta
del embaxador, para el Príncipe y la Infanta, los quales concluyéndose
tienen aquí por entendido que llegará Su Magd a Barcelona adonde
vendrán Vuestras Altezas también” 643.
Era lógico pensar que el matrimonio de la Infanta se resolviese finalmente, y
que la celebración del mismo fuese ocasión para un reencuentro familiar con
los Duques de Saboya, un deseo que éstos van a expresar en diversas
642
“…no puedo dexar de tornar a decir que por los cathólicos disinios que V Mgd tiene en Françia y
otros respectos que de nueuo se offreçen ninguna cosa l’está mejor como asegurar la Prouença…”El
Conde de la Mota a Felipe II, Valladolid a 28 de Julio 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 10
643
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri,
Spagna, Mazzo 5, s. f.
309
ocasiones. Sin embargo, las referencias a este negocio no son excesivamente
frecuentes, las noticias menudean y refiriéndonos a esta correspondencia en
concreto, tenemos que esperar a finales del año 92 para volver a ver una
nueva, y además con una referencia explícita a Ernesto 644. Esta escasez de
nuevas y, sobre todo, la falta de menciones al emperador entran dentro de la
lógica de los acontecimientos que van a estar centrados en el problema
sucesorio de Francia.
La muerte de Enrique III suponía la extinción de la rama masculina directa de
los Valois y el nuevo monarca- el cardenal Borbón- debido a su edad, no
constituía una solución a largo plazo, como los hechos bien demostraron. La
atención de Felipe II se concentró en estos momentos en la defensa de los
derechos de Isabel Clara Eugenia a la Corona francesa. Si bien no vamos a
tratar en este punto de manera pormenorizada el asunto, lo cierto es que la
posible sucesión de la Infanta en el trono francés abría otras perspectivas que
entorpecían, nuevamente, el enlace con Rodolfo II.
Además de justificar los derechos legítimos de su hija a la corona francesa,
Felipe II debía ocuparse del matrimonio de Isabel como previsible Reina
Cristianísima. La situación era compleja porque suponía la elección de un
consorte para una reina propietaria, con los problemas que ello conllevaba. El
Rey Católico siguió apostando por un enlace dinástico y el mejor candidato
para ello no era otro que el Archiduque Ernesto 645. Podemos ver aquí una serie
de argumentaciones similares a las que se habían manejado al ver en Isabel
una previsible heredera de Felipe II. El matrimonio archiducal impedía la
unión de dos cabezas coronadas- la de la Infanta y el emperador- y el rechazo
que podía generar en el resto de príncipes europeos sería menor o inexistente.
Sin embargo, esta opción era complicada de defender ante unos Estados
644
“El Conde de Fuentes ya está en Alemaña y piensan aquí que presto se traerán acabados casamientos
y negocios” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 19 de diciembre de 1592, AST, Lettere
Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f.
645
El Conde de la Mota hacía referencia, como antes hemos señalado, a la posible conversión de Ernesto
en Rey Cristianísimo, si bien no especificaba si a través del matrimonio con Isabel o mediante la
presentación de su candidatura directa al trono “Oy de buena parte he sabido que ciertas mujeres hacen
aquí algunas muy buenas y lindas camisas, y dizen ellas que son para el Rey de Francia y que de Casa
de la emperatriz las mandan hacer y quieren deçir que son para Ernesto”, El Conde de la Mota a
Catalina Micaela, Madrid 19 de diciembre de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f.
310
Generales escépticos a la propia candidatura de Isabel. Para muchos, la
naturalización de Isabel Clara debía venir de la mano de un matrimonio con
un noble francés, y siendo la Casa de Lorena-Guisa la gran protagonista de la
Liga, la elección de uno de sus miembros para ese menester era un hecho fuera
de toda duda. Las instrucciones dadas al respecto para este asunto dejan clara
la insistencia de Felipe II por continuar la vía del matrimonio archiducal con el
argumento de que sólo a él correspondía la elección del cónyuge para su hija.
No obstante el fin bien pudiera justificar los medios, y aquel no era otro que la
consecución del trono francés; por ello, no se cerró la puerta al matrimonio
francés que podía allanar el camino hacia el mismo. Además de los miembros
de la Liga, este enlace va a tener un firme defensor en Roma a través de la
figura del Santo Pontífice. Como hemos podido observar en esta narrativa del
matrimonio de Isabel Clara, Roma va a ser favorable a una unión francoespañola, y en esta ocasión la opinión va a seguir siendo la misma. La
correspondencia del Duque de Sessa con Madrid deja buena constancia de este
hecho, a la vez que nos permite hacer un seguimiento de las dificultades que
entrañaba esa empresa.
En 1593 se produjo el regreso del embajador imperial a Madrid, lo que de
nuevo alimentó los rumores sobre la conclusión de los casamientos646. Sin
embargo, la audiencia que Kevenhüller mantuvo con el Rey en El Escorial sólo
arrojó alguna novedad sobre el matrimonio del Príncipe:
“ …tubo audiencia el embaxador del emperador que no le auía dado Su
Magestad después que boluió de Alemaña. Dizen que se vio un día en
pos de otro con el Rey y que se detuuo dos horas cada vez mostrando
papeles. Después a ymbiado allá los retratos de tres hijas del
Archiduque Carlos menores de 16 años; quieren dezir que dellas se a de
elegir la que a de ser princesa de España” 647.
646
“Abrá 20 días que llegó el Varón Kevenhüller, embaxador del emperador, y con la indispusición del
Rey no ha podido tener audiencia hasta agora ni se cree podrá hauerla antes de hallarse su Magestad en
St Lorenço y si trahe algo consulto del casamiento del Emperador con la sª Infanta luego se sabrá,
aunque su llegada ha sido tan sorda que lo dudan muchos…” Avisos de la Corte de España, Madrid 22
de Mayo de 1593, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. En el diario del propio embajador
también se hace referencia a este hecho, Veronelli y Labrador Arroyo, opc it, p. 418
647
Avisos de la Corte de España de Madrid 17 de Julio 1593, AST, Lettere Ministri, Mazzo 6, s. f
311
Esto fue lo que trascendió, pero el diario del embajador cesáreo nos ofrece
informaciones adicionales que sí nos ayudan a entender cómo se iba
desarrollando el matrimonio de la Infanta. En aquellas audiencias, Felipe II
comunicó a Kevenhüller la decisión de enviar a Ernesto a Flandes y el regreso
del Archiduque Alberto a la Corte de Madrid. El enfado de Rodolfo II por ver
a uno de sus hermanos en los Países Bajos fue contestado rápidamente por
Felipe II quien hacía recaer en su sobrino gran parte de la responsabilidad, ya
que sus constantes dilaciones en aceptar el matrimonio con su prima habían
abocado la situación al punto en que estaba. Así, en palabras de Kevenhüller:
“ Escusóse el Rey con dezir que a vn mismo tiempo lo auía hecho saber
[su decisión] a la emperatriz y emperador, que en su mano auía estado,
y suya era la culpa que el cassamiento de la Infanta doña Isabel que
estaua reseruado para él se transfiriesse en otro hermano, y que la
misma culpa tenía de que el otro hermano gouernasse a Flandes” 648
Por lo que se deja traslucir por las palabras vertidas en el diario parece que el
matrimonio archiducal había ganado la partida al matrimonio imperial e,
incluso, que era Alberto el candidato más idóneo para ocupar el papel de
consorte de la Infanta. No obstante, en este punto no quedaba muy claro el
descarte definitivo de la opción de Ernesto quien va a dirigirse a los Países
Bajos para cumplir con el papel de gobernador.
Podemos afirmar que la opción archiducal se imponía sobre el matrimonio
imperial, aunque debemos hacer referencia a las consideraciones que, desde
focos externos, se hizo a esta posibilidad. Roma había mostrado en otras
ocasiones su particular opinión sobre el enlace de la Infanta; éste era visto
como un medio ideal de pacificación y reconducción de las relaciones políticas
entre las monarquías católicas. En 1594, cuando Felipe II tenía muy en mente el
matrimonio con Ernesto, la Santa Sede veía con una cierta preocupación la
sucesión en el Imperio. Al igual que hiciera Felipe II, el Papa va a tantear el
terreno sobre el posible nuevo Rey de Romanos y en este punto se va a
producir una cierta discordancia con las opiniones de Madrid. En efecto, si el
648
VERONELLI, S. y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 419
312
Rey Católico consideraba como salida lógica la elección de uno de los
hermanos de Rodolfo II (y sus preferencias se orientaban hacia Ernesto o
Alberto), Clemente VIII va a considerar que la edad de los archiduques hacía
recomendable la apuesta por la rama Estiria de los Habsburgo. La prole del
archiduque Carlos y María de Baviera parecía mejor opción que sus primos, de
tal manera que Fernando fuese posicionado como futuro Rey de Romanos y
también como cónyuge de la Infanta. A juicio de Roma eran muchas las
ventajas: su edad era más adecuada para esperarse de él sucesión; contaba con
estados patrimoniales propios, un elemento decisorio a la hora de concurrir a
la elección imperial con garantías. Además, el hecho de contar con esos
recursos propios le convertía en mejor candidato para el matrimonio con Isabel
Clara. Con ese enlace se consolidaría una confederación con la rama Estiria
que ya se estaba tentando a través del matrimonio del Príncipe Felipe con una
de las archiduquesas:
“ Y presuponiendo Su Santidad que no ay donde casar al Príncipe
nuestro señor sino con una de sus hermanas, le paresce que tanto más
se estrecharía el deudo y amistad con su Alteza. Pone en consideración
el ser su hermana la Reyna de Suecia, que causaría mayor confederación
con aquel Reyno y con el de Polonia, demás de las otras hermanas que
le quedan por casar”
La proyección dinástica de la rama Estiria era de facto y potencialmente muy
interesante para los intereses de la Monarquía Hispánica, por lo que Clemente
VIII consideraba justo que se tuviera en perspectiva a la hora de arbitrar las
alianzas matrimoniales posibles para la Infanta. Además, se ponderaban muy
positivamente las cualidades del archiduque en virtud de la “ criança deste
Príncipe, especialmente en lo que toca a la religión” mérito que correspondía a
la archiduquesa María de Baviera. En caso de que el Rey Católico abrazase esta
sugerencia del Papado, se consideraba necesaria una compensación para el
archiduque Ernesto que se podía materializar con el disfrute de parte del
estado del archiduque Fernando en Tirol “ contentándose dello Ferdinando el
313
Moço que le ha de tocar la mitad y satisfaciendo el emperador las partes de sus
hermanos” 649.
Una de las razones que aventuraba el embajador español ante la Santa Sede
para que el Papa no se mostrase favorable a un enlace entre la Infanta y el
archiduque Ernesto es que “ después que (…) está en Flandes ha perdido algo
del gran concepto en que antes le tenía Su Sd” 650.
Pese a las opiniones que Roma plantease al respecto del matrimonio de la
Infanta parece que la intención de Felipe II discurría por la vía ya planteada de
una unión con Ernesto. Además, podemos suponer que, en este punto, la
emperatriz no sería muy afín a la idea de ceder a la rama Estiria las ventajas
del matrimonio con España y que maniobraría desde las Descalzas para
mantener los planes descritos. Así, parecía cuestión de poco tiempo que se
concretase el proyecto pero la desaparición del archiduque va a dar al traste
con él, si bien es cierto que no con la idea de perseverar en la alianza entre las
dos ramas principales de los Habsburgo.
Cuando en 1595 se produzca la muerte prematura del archiduque Ernesto, el
Cardenal Alberto se va a perfilar como sustituto de su hermano en la
gobernación de aquellas provincias y, además, su futuro junto a Isabel Clara se
va a despejar de manera bastante clara.
Este matrimonio posiblemente sorprendió a algunos, pero a otros debió de
parecerles la salida natural para la hija del Rey Católico. Desde luego, así
debería de haber opinado don Juan de Zúñiga quien en su memorial
anteriormente citado dejó claramente señaladas sus preferencias en el enlace
de la hija de su señor. Así, al concurrir sobre los beneficios de un matrimonio
archiducal, curiosamente no se decantó por Ernesto, siendo Alberto el favorito.
El principal obstáculo que podía contemplarse en este punto, no era otro que la
condición del archiduque como miembro del clero y, más concretamente, los
649
El Duque de Sessa a Felipe II, 22 de diciembre de 1594, AGS Estado leg. 963, s. f.
Ídem, s. f.; este cambio de opinión es notable, ya que en los primeros meses del año de 1594,
Clemente VIII sí que se había mostrado receptivo ante un matrimonio entre Isabel y Ernesto en el
contexto de una posible sucesión francesa, si bien es cierto que en ningún momento había pasado por
alto los inconvenientes que ello podía plantear.
650
314
escrúpulos que pudiera mostrar la Santa Sede a la hora de revocar dicha
condición y expedir la necesaria dispensa para su celebración651. No obstante
estas dificultades, eran numerosas las ventajas que se podían contemplar y la
que más peso tuvo en las consideraciones del Comendador Mayor la cercanía
del archiduque Alberto a Felipe II sobrepasaba a otras. No en vano, su estancia
en la Península que dio comienzo a la edad de 11 años se había prolongado
indefinidamente a la vez que el archiduque asistía en los negocios de la
Monarquía: primero en Portugal como virrey, más tarde en la propia Corte
junto al Monarca y su heredero- a quien estará unido en una relación estrecha
y cercana a la de preceptor- y tras la muerte de su hermano, como gobernador
en Flandes.
El envío de Alberto a aquellas Provincias se unió más tarde al proyecto
pergeñado por el Rey Católico para dar salida a los numerosos conflictos que
acosaban a la Monarquía y la llevaban inexorablemente a la suspensión de
pagos. La cesión de los Países Bajos y su “ separación” del conjunto de
territorios que configuraban la Monarquía había sido un tema candente desde
tiempos de Carlos V quien ya se había planteado su cesión a María y
Maximiliano con motivo de su matrimonio. Los consejeros del Rey Católico
habían pensado en esta posibilidad- y aquí de nuevo tenemos las opiniones
vertidas por Don Juan de Zúñiga- sin olvidar mencionar que el propio Rodolfo
II había anhelado esa dote para la Infanta en el transcurso de la negociación.
1596 aparece así como la fecha clave para la solución del porvenir de la
Infanta. Volviendo a las informaciones que el Conde de la Mota ofrecía a
Catalina Micaela, el embajador saboyano da buena cuenta a la Duquesa de
Saboya de los rumores que circulaban por la Corte. Según sus informaciones,
Rodolfo II habría ofrecido a Felipe II la elección de Alberto como Rey de
Romanos si se casaba con Isabel Clara, una propuesta que, en palabras del
Conde, no había gustado en Madrid. Asimismo, los rumores sobre la elección
651
“Considerando todo esto se ha de suplicar a Su Magestad que case luego su hija y que escoja al
Cardenal Archiduque Alberto para yerno, hasiendo primero de publicarlo y concertarlo, instancia con el
Papa por la dispensación, y sin no quisiere dar no hauía Su Majestad de romper por esto con Su Santidad
(…) [porque] si estuviese firme en negarla, que sería por el escrúpulo y no por fin particular” Papel del
Comendador Mayor…. BA 51-VI-37, ff. 6v- 7r
315
de Alberto como consorte se dispararon ante el conocimiento de una
conversación entre la emperatriz e Isabel en la cual, la primera habría
preguntado a su sobrina la opinión que le merecía el matrimonio con su primo.
La Infanta, en lo que debió de ser su actitud frecuente, respondió que ella se
acomodaría en todo a la voluntad de Felipe II. El caso es que el Rey no gustó
de esta intromisión de la emperatriz y además, esto fue el detonante de la
salida del archiduque hacia Bruselas652. Quizá el enfado del Rey se debiera a su
deseo de que todo este asunto se mantuviese en secreto; como hemos señalado
con anterioridad, y la propia documentación ha ido mostrando, la discreción
fue un elemento fundamental en la proyección del matrimonio de Isabel, por
lo que el surgimiento de rumores hizo que la actitud de Felipe II se moviera
por los derroteros que nos indica el Conde. También es cierto que es
sorprendente la interpretación que se da a la salida del archiduque hacia los
Países Bajos, porque la razón que siempre se ha aducido ha sido la muerte del
archiduque Ernesto y el deseo de mantener allí un gobernador de la sangre.
Lo que es innegable es que por la Corte empezaba a verse el matrimonio entre
la Infanta y el Archiduque Alberto como una realidad cada vez más palpable
hasta el punto de que algunas mujeres, ante la falta de salud de Isabel Clara,
vieran en los sentimientos que le generaba su primo la causa última de sus
males. En este punto, el Conde de la Mota era más realista y consideraba que
esos achaques estaban motivados por el desgaste sufrido
ante las
enfermedades de Felipe II al que Isabel no había dejado de cuidar como
enfermera abnegada653.
652
“De casamientos no hay memoria y aunque el emperador ofrecía hazer Rey de Romanos al Cardenal
Alberto sy le casauan con la Sª Infanta no me pareçe se gustó d’ello por acá y que por esso lo apartaron
a Flandes, quanto y más que yo he sabido que hauiendo la emperatriz misma dicho a la Sª Infanta
secretamente sy casaría de buena gana con el Cardenal respondió Su A que en todo haría lo que Padre le
mandasse y que sabiéndolo después su Magd no gustó d’ello y estubieron enojados tanto que la
emperatriz en la postrera enfermedad del Rey acá en Madrid no le uisitó hasta que después Su Magd fue
a uisitar la emperatriz y darle satisfactión y suspender la consacratión del Cardenal de la qual el
emperador y todos ellos se quexauan cómo que el rey con la priessa que se daua de hazerle sacerdote
quisiese acabar su casa . en esta materia han pasado grandes dares y tomares y disgustos a los quales
pensó remediar Su Magd con embiar el Cardenal a Flandes…” El Conde de la Mota a Catalina Micaela,
Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f.
653
“…con el sobresalto que Su Alteza tubo no se perdiese el cardenal dando batalla para socorrer la Fera
(sic) y luego con el demasiado contento que recibió con la conquista que tan valerosamente hizo de
Calés, concluyen ciertas físicas que de la pelea de dos affectos y pasiones tan contrarias en el pecho de
316
A pesar de informar a Catalina Micaela sobre estas noticias, el embajador se
mostraba escéptico sobre la conclusión de los matrimonios, tanto el que
afectaba a la Infanta como el que estaba concertado para el Príncipe. El Conde
de la Mota se había quejado en sus misivas sobre la lentitud que caracterizaba
el despacho de los negocios en la Corte de Madrid, hecho que se agravaba por
la débil salud del monarca. Así afirmaba lo siguiente:
“ En esta congregación está el príncipe traçando su casamº, su corte, sus
galas, damas y palacio y aunque en los días de Su Magestad no me
pareçe se ha de resoluer ningún casamiº…” 654
Concluía, además, el embajador que las opciones de Isabel eran, a estas alturas,
muy escasas y que de producirse un enlace éste debía ser “ con hijo solamente
de la emperatriz o con nadie” 655. Curiosamente se mostraba bastante optimista
sobre las posibilidades que la Infanta tenía si permanecía soltera al morir su
padre y la decisión de casarla recaía en Felipe III. El deseo de conceder el
arzobispado de Toledo a su maestro, García de Loaísa, bien podía inclinar la
balanza a la aquiescencia de un matrimonio entre aquella y Alberto 656.
La opinión que este matrimonio generaba en el embajador de la Corte de
Saboya no era muy buena ya que ponía reparos a la situación económica del
archiduque, un aspecto que había pesado al tratar estos proyectos
matrimoniales con la rama imperial, el propio emperador incluido, sin olvidar
las capacidades de Alberto como marido:
la Infanta, en el mismo instante, resultó esta alteración como sy no hubiera más conoçida causa en el
mal de la hija por el del padre y trabajos pasados y que de ordinario pasa esta buena señora que no es
para lástima” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 21 de mayo de 1596, AST, Lettere
Ministri, Spagna Mazzo 6, s. f.
654
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596. En otra carta anterior el Conde
afirmaba que “mientras uiuiere Su Magestad, que Dios guarde, será la sª Infanta incasable”, Madrid 21
de mayo de 1596, ambas en AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6 s. f.
655
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596, AST Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 6 s. f.
656
“… después de que no sabemos lo que determinará el Príncipe que la quiere como a su alma, a lo
menos por el uoto de su maestre Garçía de Loaysa facilitárasse el casamiº con el Cardenal para casar él
con la Santa Iglesia de Toledo” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 21 de mayo de 1596,
AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. Estas maniobras del príncipe habían sido reseñadas por el
embajador en una carta anterior: “Su Magd le ha asegurado [a Alberto] la suçesión del Arçobispado de
Toledo y paréçeme que ha querido preuenir algún desino que juzgaron tenía el Príncipe de darlo a
Garçía de Loaysa pues oyeron S A a dezir que aquel solía ser bocado para maestros del príncipe” El
Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de mayo de 1594, AST, Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 6, s. f.
317
“ Y aunque verdaderamente parece que para casar oy día a la Ynfanta
no hay otro que el cardenal en quien poner el ojo y más de Casa de
Austria, todauía es rezio caso casar con quien no tiene de comer, ny
saber sy es hombre o ángel en essa materia, y otras razones que
callo” 657.
Independientemente de las opiniones del embajador, que resultan de enorme
interés, lo que sí hay que señalar es lo acertado de las informaciones porque el
rumor se convirtió en seguida en una realidad tal y como nos muestran las
gestiones que Felipe II llevó a cabo para anunciar el proyecto al emperador.
El anuncio del matrimonio no fue muy bien recibido en Praga y el aspecto que,
sin duda, menos gustó fue la concesión de los Países Bajos como dote de Isabel
Clara Eugenia. Felipe II era muy consciente de este hecho y así se lo hizo saber
al embajador español en la corte imperial, don Guillén de San Clemente. Para
amortiguar el mal efecto de la noticia, el monarca aconsejaba a su servidor que
anunciase en primer lugar el matrimonio concertado para el Príncipe en
Estiria:
“ …daréis al emperador essa mi carta- de que va juntamente la copia- y
le diréis lo del príncipe primero, y después lo de su hermana
apuntándole lo que huelgo de estrecharme cada día más con él y con
sus cosas- y procuraréys sin entrar en más particularidades sacar luego
la aprobación y respuesta que a este término se debe"658.
Asimismo, le recomendaba vaguedad en sus respuestas previendo la multitud
de preguntas que, sabía, iba a hacer el emperador. Felipe II era muy consciente
de que el tema era espinoso ya que accedía en la persona del archiduque a
algunas de las peticiones que había hecho Rodolfo II en años anteriores.
Además, el monarca establecía aquí una considerable distinción con Catalina
Micaela; hay que recordar que cuando se llevaron a cabo las negociaciones con
Carlos Manuel I, Felipe II se había mostrado tajante en el tema de la dote
657
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 21 de Mayo de 1596, AST Lettere Ministri Spagna,
Mazzo 6, s. f.
658
Felipe II a Guillén de San Clemente, Madrid 31 de diciembre de 1596, AHN Estado, leg. 3028 [caja
1] nº 13
318
territorial: su hija no recibió ninguna plaza de la Monarquía y su dote se cifró
en dinero, algo que finalmente se cumplió (aunque no se pagó). Además del
asunto de los Países Bajos era otra la complicación que planteaba el futuro
matrimonio archiducal. El Rey Católico aspiraba a dejar a su hija bien provista
y eso no incluía solamente a los Países Bajos sino también el compromiso de
Rodolfo II de nombrar a Alberto como su sucesor en el Imperio:
“ …Tras esto sería harto a propósito que con esta ocasión él acabase de
hazer lo que tanto le importa como elegir Rey de Romanos, y que lo
fuese Alberto pues tiene las partes que se sabe, y es cosa que para el
descanso de su hermano y bien público de la cristiandad sería tan
conveniente y así como plática que otras vezes se ha movido, se lo
tornaréys a acordar de mi parte después de sacada la otra respuesta” 659.
En este punto, el Rey Católico trató de dejar todos los aspectos bien atados ya
que la cesión de los Países Bajos otorgaba al archiduque esa base territorial
necesaria para la elección imperial y que va a ser un asunto a discutir en el
largo proceso de elección de un sucesor. Este hecho no pasó desapercibido a
otras Cortes, sin duda, tan expectantes de la decisión final de Felipe II como los
moradores de la Corte madrileña. Los avisos de la Corte de Roma se hacían
eco del asunto de la siguiente manera:
“ Los títulos que al Archiduque Alberto se le dan son Duque de
Luxemburg, gouernador perpetuo de Flandes, de Borgoña y de todos
los Países Bajos, se entiende que su Magd le dé quatro millones para
que por este medio pueda facilitarse más en la eleçión del Rey de
Romanos” 660.
659
Felipe II a Guillén de San Clemente, Madrid 31 de diciembre de 1596, AHN Estado, leg. 3028 [caja
1] nº 16
660
Noticias de la Corte de Roma. Desde 3 de enero de 1598 hasta 12 de Diciembre del mismo, BNE
Mss/ 18190 f. 54 r. la suma de dinero que se otorgaba al Archiduque junto a los títulos mencionados
tendría, según el anónimo informador la intención de persuadir a los electores imperiales ya que “se
tiene por difícil que los Príncipes y electores y tierras francas queran Príncipe de tanta potençia y así se
entiende que más fácil lo será uno de los Archiduques Maximiliano, o, Mathías a los quales más se
inclina el Emperador”
319
¿Por qué Felipe II se decidía en aquel momento por la concesión de una dote
territorial? Ya hemos señalado uno de los incentivos de esa decisión de cara a
la carrera por
la sucesión en el Imperio; asimismo, se ha incidido en la
necesidad que tenía la Monarquía de semejante salida por las difíciles
circunstancias por las que atravesaba con diversos conflictos abiertos. Pero,
tampoco nos puede pasar desapercibida la “ antigüedad” de la idea661. Ya en
tiempos de Carlos V se había planteado el desgajamiento de los Países Bajos:
por ejemplo, con motivo del matrimonio entre la entonces Infanta María y el
archiduque Maximiliano. Sin embargo, más interesante resulta la opinión que
al respecto mantuvo don Luis de Requesens. El Comendador Mayor fue la
persona elegida para sustituir al Duque de Alba al frente de la gobernación de
Flandes. Hay que señalar que el cargo no era del gusto del antiguo compañero
de juegos de Felipe II y que trató de disuadir al Rey en esta elección. Para ello
trató de convencer al monarca sobre la idoneidad de otros candidatos como el
cardenal Granvela, don Juan de Austria o, si se seguía por la línea de los
gobernadores de la sangre, uno de los archiduques. En este último caso se
podía negociar un matrimonio entre el archiduque elegido y una de las
Infantas cediéndoles aquellos territorios de los que serían soberanos662. La idea
expuesta antes de 1572- 73 no se llevó a cabo; más de dos décadas después
Felipe II, posiblemente empujado por esa coyuntura crítica, decidió llevarla al
plano de la realidad en las personas de Isabel Clara y Alberto de Austria. No
era un planteamiento nuevo pero sí parecía ser el momento adecuado para
tratar de dar una salida distinta al conflicto flamenco.
Cuáles fueron las reacciones ante semejante noticia. Podemos empezar por la
reacción descrita por Cabrera de Córdoba que nos habla de que “ la curiosidad
cortesana y palatina pudo penetrar tanto [en la decisión, secreta en un primer
661
Sobre este hecho VALLADARES, R., “Decid adiós a Flandes. La Monarquía Hispánica y el problema
de los Países Bajos” en THOMAS W. y DUERLOO, A., op cit., pp. 47- 53
662
La exposición de estos planes ha sido analizada con detalle por Julie Versele quien, asimismo detalla
como otra de las posibilidades que planteaba Requesens en 1572 era la sucesión real en los Países Bajos
en la persona del Infante don Carlos Lorenzo. El Príncipe don Fernando heredaría el grueso de la
Monarquía- esto es, reinos peninsulares, Italia e Indias- y su hermano los Países Bajos. Versele, J, op
cit., pp. 264- 265. Las problemáticas de estas proyecciones futuras eran, por un lado la alta mortalidad
de los infantes y, en el caso del proyectado matrimonio, la escasa edad de las Infantas.
320
momento] que se afirmó en el día siguiente” 663. Después de tantos años de
especulaciones constantes era lógico
que la noticia fuese pasto
de
conversaciones dentro de la Corte que, por fin, veía aclarado el destino de la
Infanta. Hay que tener en cuenta que a partir de ese momento se empezarían a
hacer proyecciones sobre el futuro más inmediato y que eso suponía, entre
otros asuntos, la formación de una casa para los nuevos soberanos de los
Países Bajos, un juego en el que los cortesanos no eran ajenos. Diferente debió
de ser la reacción en la Corte de Praga, donde Rodolfo II reaccionó de la
manera que había previsto su tío. El emperador sugirió un cambio de consorte
para la Infanta; sin salir del grupo de archiduques, Rodolfo II consideraba más
acertada la elección de Maximiliano porque, a diferencia de Alberto, no
contaba con las cuantiosas rentas que la carrera eclesiástica le había
proporcionado.664 De esa manera Maximiliano se vería en una situación
inmejorable que aliviaría su pobreza, ya que el enlace con la Infanta era
garantía de ayuda por parte del Rey Católico. Podríamos también entender
como reacción del emperador los intentos, en ocasiones erráticos, por
finiquitar un enlace y que protagonizaron los años subsiguientes. El embajador
español, Guillén de San Clemente, se convirtió en un testigo de excepción, y
sus misivas nos permiten rastrear esa peculiar política matrimonial665.
Siguiendo las reacciones familiares al enlace parece que otros de sus
integrantes se mostraron mucho más felices con la publicación de la noticia.
663
Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II. Rey de España, vol III, Valladolid 1998, pp. 1544- 1545
Cabrera de Córdoba. P. 1636
665
Dentro de esos proyectos encontramos a María de Médicis, pero el Diario de Kevenhuller relata el
sonado fracaso del emperador para concluir el matrimonio “Auía pretendido este cassamiento el
emperador Rodulfo, pero el Gran Duque de Florencia auisado con el exemplo fresco del Rey de España
quiso antes casar luego su sobrina quando se ofrecía la ocasión que estar en suspenso con largas y
esperanzas inciertas de otro cassamiento, aunque fuesse más rico y de mayor calidad” VERONELLI y
LABRADOR ARROYO, op. cit., pp. 516- 517. Guillén de San Clemente, por ejemplo, menciona varias
potenciales novias al hilo de una noticia sobre el envío de retratos “El Emperador se ha hecho siempre
traer retratos de todas las mujeres que podrían ser casamiento para él, sin que se resuelva con ninguna de
ellas, porque no sólo se a mandado traer los retratos de sus primas que están en Alemania, pero también
el de una hija del Duque de Baviera y otra del de Lorena, y de las hijas del Duque de Florencia” Guillén
de San Clemente a Felipe III, Praga 4 de diciembre de 1602, AGS Estado leg. 707, f. 199. Y para
engrosar esa larga lista deberíamos añadir a las hijas del Duque de Saboya que tuvieron que sufrir la
decepción de ver como ese proyecto no llegaba a materializarse: “La señora princesa doña Margarita
siente mucho verse bajar tanto de quilates...” El Conde de Oñate a Felipe III, Turín 5 de noviembre de
1607, AGS Estado leg. 1490, f. 27
664
321
Así lo podemos entender de la lectura de esta carta de Sor Margarita de la
Cruz.
“ Doy a Vuestra Alteza la nora buena del contentamiento con que
tenemos a Su Magestad de veer ya acabado lo que tanto deseava como
el negocio d’este casamiento, déxesele gozar nro señor largos dýas como
todos avemos menester. Y a Vuestra Alteza es contentamiento en esta
ocasión y otras muchas, quanto yo se le deseo con muy felices sucesos y
acrecentamientos en su Casa. El día de San Juan de Porta Latina se
firmó la renunciación de los estados de ay, y luego el viernes a la
aparición de San Miguel fue Su Magestad a Palacyo y se firmaron las
capitulaciones con mucho contento de todas las gentes.” 666
La archiduquesa, monja profesa en las Descalzas, vivía el acontecimiento
desde la Corte aunque con el alejamiento que suponía su vida enclaustrada.
Pero como bien sabemos, las Descalzas eran un apéndice más en la vida
cortesana madrileña y la archiduquesa una de las personas más cercanas a la
Infanta. Quizá, hubiéramos esperado en esta misiva una descripción más
profunda sobre la reacción de Isabel Clara al acontecimiento, ya que la relación
entre las primas era muy estrecha. Tampoco nos sirve, en ese aspecto, la
lectura de las cartas que el archiduque Alberto envió a diversos personajes de
la Corte como Don Juan de Borja, mayordomo de la emperatriz María o el
marqués de Denia. El archiduque apenas habla de su prima Isabel y en
muchos casos sus desvelos van más dirigidos hacia el Príncipe que a la que iba
a ser su esposa667.
Nos encontramos ante un matrimonio político que respondía a unos intereses
muy concretos. Poco podemos hacer para conocer la intimidad del mismo ya
que las fuentes no nos dan las pistas suficientes para ello. Lo que sí podemos
666
Sor Margarita de la Cruz al Archiduque Alberto, PRO SP 77/5 f. 343. La Carta interceptada por los
ingleses es, sin duda, un excelente testimonio de cómo se vivió en la Corte el acontecimiento.
667
“Muy asegurado estoy de que aurá tenido el contentamiento que me significa en su carta de los 6 de
julio, de lo que dize auer entendido de la carta que el Príncipe mi señor me escriuía, porque demás de
auer conoscido en él muy buena voluntad en todas mis cosas, lo deue cierto a la que yo le tengo, que
corresponde en todo a la suya, y así la hallará siempre muy pronta para todo lo que fuere hacerle placer,
en qualquier ocasión que se le ofresca…” El Archiduque Alberto al Marqués de Velada, Bruselas 15 de
agosto de 1597, IVDJ, Envío 38, Caja 50, nº 26.
322
es reflexionar sobre la política matrimonial que Felipe II orquestó para sus dos
hijas. Los matrimonios con un Duque de Saboya y con un Archiduque de
Austria claramente no buscaban mantener una tradición de “ grandes enlaces”
con grandes monarquías, lo que por otro lado hubiese sido lógico y esperado
por sus contemporáneos. Sin embargo, podemos afirmar que Felipe II buscaba
con esos matrimonios dar salida a una serie de problemáticas políticas que se
adecuaron a los asuntos que en aquel momento debían ser resueltos. Una
alianza en Italia era beneficiosa para la Monarquía porque ofrecía una buena
base para afrontar los problemas con Francia, pero también con las provincias
del Norte. Un matrimonio con una cesión territorial como la que se va a
producir en 1598 trataba de paliar la guerra enquistada que había ocupado a
aquellas provincias durante tres décadas. El Rey Católico debió de pensar en
esos parámetros cuando concibió esos matrimonios; también pudo augurar los
papeles fundamentales que como consortes podían jugar sus hijas. En este
punto, y si nos remitimos a las noticias de Catalina e Isabel como consorte en
Saboya y como soberana- gobernadora en los Países Bajos, podemos decir que
ambas estuvieron a la altura de lo que exigía su condición. Podríamos calificar
de enlaces menores los que protagonizaron ambas infantas, pero no podemos
despreciar los años subsiguientes que pasaron en las Cortes de Turín y
Bruselas respectivamente, ya que ambas son figuras de primer orden en la
vida política de aquellos años.
Epílogo. Firma de capitulaciones y viaje del Archiduque a Madrid.
“ …este día a las quatro de la tarde estando el Príncipe nro señor
presente mandó Su Md llamar a los señores Don Cristóbal de Mora,
Don Juan y Don Martín de Idiáquez, a quien el Consejo Real hauía
abilitado algunas antes de escriuano real y en su presencia y del
Presidente y Sº de Flandes firmó las capitulaciones del casamiento entre
la Serma Infanta y el Archiduque Alberto, y la renunciacia que Su Md
con consentimiento del Príncipe Nro Sr ha hecho en S A de los estados
323
de Flandes y de la Borgoa con tea reseruando el título del Duca, por lo
que toca a ser cabeça del Tusón que en todo son 17 prouincias. Al
juramento que el Príncipe hizo de la renuncia, mostró según dizen,
sentimiento grande que no se lo dexó acabar de una vez y se hizo en
dos que lo causó el hauerse de apartar de la hermana” 668
El propio informante anónimo de estos avisos se refiere al contento que generó
este paso decisivo de la Infanta. El otro protagonista implicado en el asunto, el
archiduque Alberto, no careció en estos momentos de informantes que le
diesen nuevas sobre las celebraciones en la Corte. Hemos citado arriba la carta
que su hermana, Sor Margarita, le mandó con la noticia de la firma, pero no
fue la única. Es el caso, por ejemplo, de Don Juan de Idiáquez quien, confiaba
en que la toma de esta importante decisión devolviese a Felipe II algo de salud
para poder ver a su hija primogénita casada669. No podían faltar, tampoco,
comentarios a la reacción de María. No en vano, la emperatriz había sido una
de las principales protagonistas en tan larga negociación y, sin duda alguna, el
ver a la Infanta casada con uno de sus hijos era un triunfo. Además de celebrar
misas de acción de gracias y recibir los parabienes de las damas de la Corte no
dejaba de llamar “ nuera a boca llena a su sobrina” 670.
El Alcázar dejó el luto decretado tras la muerte de Catalina Micaela casi un año
antes y se engalanó para celebrar las próximas nupcias de la Infanta y el
Príncipe. Isabel Clara debió de sentir una gran alegría al ver que su futuro se
concretaba tras años de dudas y retrasos. Don Juan de Idiáquez es
suficientemente elocuente en sus palabras:
“ …está nra ama la más linda muger del mundo. Sale mañana de color y
ayer se quitó el luto, y çierto que quando no fuera quien es, mereçía ser
muger de un príncipe por su persona y que en viéndola los luteranos se
668
Avisos de España, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 9, s. f
“Sea mil vezes enhorabuena el auerse firmado oy por sus Magestades y Altªs las capitulaciones del
casamiº de V A. ha sido con gran contento suyo y alegría muy general y espero en Dios que el mucho
gusto con que Su Md dello queda, ha de ser gran parte para boluer más presto enteramente en la
salud…” Don Juan de Idiáquez al Archiduque Alberto, Madrid 8 de mayo de 1598, PRO, SP 94, nº 34
670
Don Juan de Idiáquez al Almirante de Aragón, Madrid 9 de mayo de 1598, PRO SP 94, nº 37
669
324
an de conuertir todos acá la quiera que parece que cada uno casa su hija
según están algunas. Está muy alegre…” 671
Si bien es cierto que la decisión sobre el matrimonio se tomó en 1596, tal y
como hemos podido ver por las misivas del Rey a su embajador en la corte
imperial, la realización de los mismos no va a tener lugar hasta 1598, por
poderes, y 1599 de manera presencial. Este lapso de tiempo va a influir en la
alianza acordada para el heredero, ya que la muerte de dos archiduquesas va a
hacer que la responsabilidad de convertirse en consorte del futuro Felipe III
recayese en Margarita de Estiria. Asimismo, el Rey Católico, omnipresente en
estas negociaciones matrimoniales no va a ver celebrado el enlace de su
primogénita ya que su muerte en septiembre de 1598 se adelanta unos meses a
la celebración por poderes oficiada por el Papa en la ciudad italiana de
Ferrara672.
No obstante, los últimos meses de vida del Rey Católico van a estar ocupados
por una frenética actividad para la realización del viaje que conduciría a
Margarita y a Alberto a la Península Ibérica. Y, desde luego, fueron pocos los
detalles que escaparon a la atención del Rey Prudente.
En primer lugar, la celebración de los enlaces debía ir precedida de la
concesión de la necesaria dispensa papal. Ese punto que había señalado don
Juan de Zúñiga como posible obstáculo para la unión de Isabel con su primo,
se resolvió satisfactoriamente a los intereses de la Monarquía. Con la dispensa
en la mano, Felipe II anunciaba la pronta conclusión del matrimonio- “ con la
buena bendición que tengo suya y las dispensas neçessarias para el casamiento
de la Infanta mi hija con el Archiduque Alberto mi sobrino, que están en mi
poder, he resuelto de abreviar también este casamiº dando ygual prissa a
entrambos” 673- que quería ver celebrado al final del verano o principios del
671
Don Juan de Idiáquez al Almirante de Aragón, Madrid 9 de mayo de 1598, PRO SP 94, nº 37
Relación de los casamientos de la Reyna doña Margarita nuestra Señora, e Infanta doña Ysabel Clara
Eugenia de Austria y recibimientos que se hizieron en Ferrara, por el mes de Nouiembre del año de
1598 y de todo lo demás que allí pasó embiada por el Duque de Sessa Embaxador de Roma a su Agente
Iuan Diez de Valdiuieso, jurado de Granada, Granada 1599, en BNE VE/1255/28
673
Felipe II al Duque de Sessa, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado leg. 1285, nº 133
672
325
invierno 674. Pero era mucho lo que había que hacer. En primer lugar, poner en
común las dos comitivas encabezadas, respectivamente, por el archiduque
Alberto y la archiduquesa Margarita, de ahí que Felipe II conminase al
Condestable de Castilla, gobernador de Milán, a comunicarse con Don Guillén
de San Clemente y con el propio archiduque. Además, había que preparar de
manera conveniente a la archiduquesa para su conversión en princesa de
Castilla. Varios son los aspectos que Felipe II va a tratar con el gobernador: la
elaboración de un vestuario acorde a su nueva condición; el encargo de
carruajes para su estancia en Italia y para su llegada a España; y el arreglo de
algunos aspectos sobre su servidumbre. En este sentido, la mujer del
Condestable va a tener un papel preponderante que nos remite, una vez más, a
los designios que las mujeres de la aristocracia cumplían en la Corte.
El primer aspecto mencionado nos sirve para ver cómo se desenvolvía la
transformación de la novia en la futura consorte y como en todos los aspectos
que concernían a la Monarquía, Felipe II no va a dejar ningún elemento al azar.
“ Será bien que para quando llegare la Archiduquesa le tengáis hechos
algunos vestidos a la española que podrá traçar bien la Duquesa,
hauiéndoos comunicado primero vos y Don Guillén sobre ello pues mi
nuera es de creer que verná hasta ay al trage alemán” 675.
La operación va a implicar, por un lado el envío de las medidas de la
archiduquesa a Milán para que la mujer del Condestable pudiese llevar
adelante el encargo 676; pero, asimismo, la elección de las telas se hizo en
Madrid para satisfacer los gustos del Príncipe Felipe677. Además, hay que
674
“Yo he resuelto de efectuar los casamientos de mis hijos al fin deste verano o entrada del invierno…”
Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115.
675
Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115
676
“Para los vestidos a la española que manda Vuestra Magestad halle hechos aquí la Serenísima
Archiduquesa me comunicaré con Don Guillén de San Clemente y le embiaré sastre allá si me auisare
que es menester para que sean tanto más acertados y conformes a la medida de Su Alteza” El
Condestable a Felipe II Milán 30 de Junio de 1598, BL, Add Mss/28392, f. 266
677
Ese envío de telas venía a satisfacer el encargo de vestidos que se harían en Milán y los que también
se iban a hacer en Madrid para que estuviesen preparados a la llegada de la archiduquesa:” Las telas de
que embiastes muestras se han visto, y va en este despacho una memoria de las que han parescido mejor,
y otra de lo que se le pide para contentamientode mi hijo, vos haréis comprar y embiar buena cantidad
de pieças de la una memoria y de la otra, y procuraréys que vengan lo más presto que se pueda para que
aya tiempo de hazer dellas lo que conuiniere antes de los casamientos, y esto se entiende que es demás
326
añadir la elección de los sastres, una de las cuales se hizo, finalmente, en Turín.
La documentación utilizada no nos da mucha más información al respecto
pero podemos suponer que ese sastre hubiese estado en servicio de la Infanta
Catalina y que tuviese un conocimiento más exacto sobre la moda a la
española, de ahí que su elección fuese acertada para este proceso de
“ naturalización” de la archiduquesa. Asimismo, la construcción de una serie
de carruajes y literas iba en esa misma dirección y en consideración a la nueva
condición que Margarita iba a adoptar tras su matrimonio con el entonces
Príncipe Felipe. En palabras de Felipe II “ convendrá le tengáis hecho un coche
y una litera para su persona, quales para ella han de ser” 678. El Condestable va
a encontrar algún que otro obstáculo para la realización de este encargo por lo
que, de nuevo, recurrió a la vecina corte turinesa para satisfacer los deseos del
Rey 679. Desde allí mandó traer una de las carrozas que Felipe II había enviado
a Catalina Micaela y que, al parecer del gobernador, bien podía cumplir el
servicio. Esto nos remite al papel que había tenido el ceremonial español en la
Corte de Saboya en vida de Catalina Micaela quien no sólo conservó el título
de Infanta, sino también las apariencias externas de una princesa de Castilla
más que de una “ simple” Duquesa de Saboya.
Felipe II había elegido a la Duquesa de Gandía, hermana del Condestable,
como camarera de la princesa. No vamos a tratar en este punto la
conformación de la Casa de la Reina Margarita680, donde la figura de Isabel
Clara adquiere una relevancia importante por la continuidad entre su casa y la
de la futura esposa de Felipe III. Sí apuntar, que el viaje a la Península va a dar
comienzo al proceso de adaptación de la archiduquesa a su nuevo estatus y al
ceremonial que iba a regir su vida en Madrid. La importancia que la Camarera
Mayor tenía en estos menesteres ha sido señalada por aquellos que han
de los vestidos que allá se hacen para la Princesa” Felipe II al Condestable, San Lorenzo 10 de Agosto
de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 118
678
Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115
679
“No han llegado hasta agora los modelos para los coches y literas que Vuestra Magestad ha mandado
preuenir y porque el tiempo es corto, he embiado a Turín por uno que Vuestra Magestad dio a Su Alteza
que esté en el cielo” El Condestable de Castilla a Felipe II, Milán 31 de Julio de 1598, BL, Add
Mss/28392, f. 272
680
La planta de la Casa de la reina Margarita de Austria en AGP, Reinados- Felipe III, leg. I, s. f.
327
estudiado las casas reales y el papel de estas mujeres, de ahí que no sorprenda
la presencia de la Duquesa en los planes de Felipe II. La Duquesa de Gandía
hizo el viaje a Milán para reunirse con la que sería su señora; de esa manera, la
archiduquesa se vería acompañada por la persona que la iba a introducir en
los diferentes aspectos del ceremonial.
Uno de los puntos que va a tratar el Condestable en su correspondencia con
Madrid va a ser el lugar de celebración de los esponsales por poderes. Su
condición de gobernador le va a impulsar a sugerir el ducado de Milán como
el espacio más indicado para ello. Sin embargo, Felipe II no va a apoyar esta
iniciativa.
Todo este proceso que el monarca quiso ver finalizado no pudo llevarse a
cabo, entre otras cosas, por los retrasos en la comitiva de la archiduquesa. Esas
dilaciones estuvieron determinadas por los brotes de peste en el Imperio que,
llevaron a la archiduquesa María a establecer un recorrido más largo pero que
evitaba los lugares enfermos. Como ya he señalado, el artífice de los
matrimonios no va a vivir para verlos concluidos.
El 21 de enero de 1599 Felipe III y la Infanta Isabel iniciaron su última Jornada
conjunta con destino a Valencia, donde se celebraron, de manera presencial,
los esponsales con Margarita de Austria y el Archiduque Alberto. El viaje les
llevó casi un mes y fue la ocasión para que el joven rey entrara en contacto con
sus súbditos. Entre las diversas paradas que se produjeron cabe destacar la
realizada en el Real Sitio de Aranjuez donde la Infanta pudo disfrutar, por
última vez, de uno de los escenarios que habían marcado su vida en la Corte
de Madrid. El 6 de febrero de 1599 entraban en el Reino de Valencia donde
fueron recibidos por el Conde de Benavente, virrey de aquellos territorios.
Todavía pasarían dos semanas antes de entrar en la ciudad de Valencia- 19 de
febrero-, aprovenchando la ocasión para visitar otras plazas del reino como
Denia681.
681
Se escribieron multitud de relaciones donde se relataban la Jornada de Felipe III al Reino de Valencia
como por ejemplo, “Iornada de Su Magestad y Altª desde Madrid a Valencia a casarse el Rey con la
Reina Margarita y su Alteza con el Archiduque Alberto”, en BNE, Mss/ 2346, ff. 169r- 199r; “EL
328
La comitiva de Margarita de Austria y el Archiduque Alberto tardó todavía un
mes en alcanzar el solar español. El desembarco se produjo en Vinaroz el 28 de
marzo de 1599682. Desde allí se dirigieron a la ciudad de Valencia donde,
finalmente, el 18 de abril se produjeron los esponsales y celebraciones683.
Tras estos acontecimientos los archiduques iniciaron su viaje hasta la Corte de
Bruselas donde Isabel Clara Eugenia pasaría los 34 años restantes de su vida.
La Infanta criada al amparo de su padre en la Corte de Madrid daba paso a la
archiduquesa soberana y gobernadora que, con razón, llamó la atención de sus
contemporáneos y de los historiadores que han estudiado el periodo.
Las visiones contemporáneas sobre el matrimonio de Isabel Clara Eugenia.
Las largas y complejas negociaciones en que se vio implicada la Infanta Isabel
y que culminaron tres décadas más tarde en la concertación de su matrimonio
con su primo, el Archiduque Alberto, fueron objeto de opinión y especulación
por parte de los contemporáneos. Los diversos embajadores extranjeros
informaban puntualmente sobre las noticias y rumores que corrían sobre este
asunto, otorgándoles una credibilidad que les llevaba a asegurar sin tapujos la
pronta conclusión de los enlaces. Es el caso de las misivas del embajador
francés en Madrid, Monsieur de Longlée quien, a lo largo de los años 80, dio
por seguro el enlace de la Infanta con el emperador, merced a los constantes
rumores que sobre ello debían circular por la Corte. Lo curioso del caso es el
SOLENE IVRAMEN[men]to, que su Magestad hizo en la insigne Ciudad de Valencia este Año de Mil
y Quinientos y nouenta y nueue, el primer Domingo de esta Quaresma, y los personajes que le besaron
la mano y las Fiestas que uvo en la dicha Ciudad, y los Arcos Triunfales que auía y de que estauan
entapiçadas las calles” en BNE Mss/2346, f. 205; LA ORDEN QVE SE tuuo en el juramento que hizo
su Magestad, en la Ciudad de Valencia en BNE Mss/2346, f. 206; RELACIÓN DE LA ENTRADA
DEL REY NVUESTRO SEÑOR en Denia y fiestas que se le hizieron en onze de Febrero deste año de
1599 en BNE Mss/2346, ff. 207- 208
682
“LA Serenísima Reyna Doña Margarita de Austria después de dos tormentas, pasó felicemente el
mar de Genoa a Vinaros con quarenta y vna galeras muy bien armadas (venía por Capitán General el
Príncipe Doria) donde desembarcó a 28 de Março, y fue recebida del Cardenal don Rodrigo de Castro
Arçobispo de Seuilla, y del Conde de Lemos, y del Conde de Alua de Lista su Mayordomo Mayor, y
Don Iuan de Idiáquez Cauallerizo Mayor, y de toda la nueua familia de Su Magestad.”, RELACIÓN
DEL APARATO QVE SE HIZO EN LA CIVDAD DE Valencia para el recibimiento de la Sereníssima
Reyna Doña Margarita de Austria desposada con el Cathólico y potentíssimo Rey de España don
Phelipe Tercero deste nombre, Valencia 1599
683
“La entrada que hiçieron la Reyna nuestra señora, su madre y el Archiduque Alberto en Valencia
domingo a 18 de Abril 1599 y de sus casamientos con el Rey nuestro señor y la Infanta doña Isabel su
hermana” en BNE Mss/2346, ff. 210r- 213r;
329
contraste entre la seguridad que el enviado mostraba y los quebraderos de
cabeza descritos por Kevenhüller en su Diario.
El embajador francés en la Corte de Madrid informó puntualmente sobre las
informaciones y rumores que circulaban sobre el matrimonio de la Infanta.
Hemos podido ver, para el caso de la Infanta Catalina, como los informes que
se enviaban a la Corte francesa no siempre se acercaban a la realidad de las
negociaciones que se llevaban a cabo o más bien, cómo la capacidad del
diplomático para conocer con detalle las mismas era limitada. Los lazos de
parentesco existentes con Francia, así como la relevancia de la embajada del
Rey Cristianísimo hacen de Monsieur de Longlée una figura esencial para
acercarnos a este periodo. No obstante el embajador no va a contar con las
facilidades de que gozaron los enviados en vida de Isabel de Valois. La Infanta
va a recibirle en las audiencias ordinarias colmando los deseos de Catalina de
Médicis por tener noticias de su nieta; por otro lado, la presencia de Jacincurt
era una ventaja más a la hora de contar con fuentes fiables de información. Ya
hemos visto la relevancia de la dama en estos aspectos, no obstante hay que
matizar un hecho en relación al tipo de noticias que ésta transmitía al
embajador. Por las referencias del propio Longlée entendemos que Jacincurt va
a ofrecer informaciones sobre la Infanta y Felipe II referentes a su vida en la
Corte, su salud y asuntos que podemos incluir en el ámbito de lo “ familiar”
más que de lo “ político” . ¿Qué razones podemos intuir para esta “ selección”
de noticias? Por un lado podemos pensar que Jacincurt no tenía un
conocimiento preciso de negociaciones políticas en torno a la Infanta, a pesar
de que la cercanía a ella era notoria; otra hipótesis apuntaría a las fidelidades
de la dama. Que Felipe II siempre quiso mantener un cierto secretismo y
prudencia a la hora de llevar adelante las negociaciones matrimoniales es un
hecho que hemos podido corroborar a lo largo de las páginas anteriores;
Jacincurt, que debía su lealtad a las Infantas como promotoras de su carrera
cortesana, se cuidaría mucho de no perjudicar sus intereses informando de
asuntos de índole política al embajador francés en caso de llegar a su
conocimiento.
330
Monsieur de Longlée, no obstante, contaría con más informadores en la Corte
y el resultado de sus pesquisas lo encontramos en su correspondencia
diplomática. Nos vamos a fijar aquí en las noticias referentes al matrimonio de
la Infanta para analizar las conclusiones a las que llegó en torno a este asunto.
Para el embajador francés un hecho que parecía fuera de toda duda era que la
Infanta Isabel estaba destinada a casarse con el emperador Rodolfo II. Además,
hasta 1585, la premisa que gobernaba la política matrimonial del Rey Católico
para sus hijas contemplaba que Isabel, como primogénita, debía de casarse
antes que la Infanta Catalina. El hecho de que la diferencia de edad entre
ambas infantas fuese tan pequeña hacía lógica la convivencia de negociaciones
paralelas, de tal manera que, a la vez que se determinaba el futuro de Isabel
Clara se iban analizando las posibilidades matrimoniales de Catalina Micaela.
En el año 1583 Monsieur de Longlée, en referencia a estas negociaciones,
comentaba que “ il ne se parle point de les marier” .
684En
aquel momento la
emperatriz María estaba en las Descalzas Reales y sabemos, por otras fuentes,
que su venida había revitalizado de manera muy clara la negociación entre
Rodolfo II y Felipe II para la conclusión del enlace con Isabel Clara. Por otro
lado, se habían iniciado conversaciones con Saboya para un posible enlace
entre el Duque y la Infanta Catalina. Por ello, esa afirmación resulta curiosa y
nos impulsa a pensar que el secretismo impuesto por el Rey Católico
funcionaba. No obstante, los movimientos en la Corte podían ser signo
inequívoco de que estos asuntos cobraban importancia en la agenda
negociadora de la Monarquía. De ahí que unos días más tarde las noticias
sobre la llegada de un correo procedente desde Alemania se interpretasen
como un indicativo fiable de que el matrimonio de Isabe Clara con el
emperador se iba a llevar adelante685. En principio, la idea de Felipe II
consistía, en palabras de este embajador, en finalizar estas negociaciones,
684
Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 31 de diciembre de 1583, DDML, París 1912, p.
7
685
“Depuis ma depesche fermée, j’ay sceu que, hier XVIIe, arriva ung courier de l’Empereur, lequel
apporta l’entiere asseurance de sa bonne disposition et santé, avec la resolution de son mariage avec
l’aisnée de mesdames les Infantes; et ay veu une lettre qu’a apporté ledict courrier, lequel dict qu’il est
depesché expres par deça sur la conclusion dudict mariage…” Monsieur de Longlée a Enrique III,
Madrid 18 de enero de 1584, DDML, p. 10
331
celebrar el matrimonio y ver si daba sus frutos, reservándose la decisión que
pudiera tomarse en torno a Catalina Micaela686. Como hemos visto al tratar el
matrimonio con Saboya, el embajador francés se va a ver despistado en
algunos aspectos de esta negociación, no sabiendo exactamente el término en
que se encontraban. Por otro lado parecía que se iba a cumplir esa hoja de ruta
que indicaba que la primogénita debía casarse antes que sus hermanas
menores.
Sin embargo, el paso del tiempo va a hacer notoria la dilación en la conclusión
del enlace con el emperador y los informes de Monsieur de Longlée, sin
mostrar dudas sobre la realización del mismo 687, se van a dedicar a apuntar las
razones de tal retraso. Evidentemente estas estaban motivadas por los
desacuerdos entre ambas partes a la hora de concretar las capitulaciones y,
más en concreto, la dote de la Infanta. El deseo de Rodolfo II por una dote
territorial no va a agradar a Felipe II quien se va a oponer de manera insistente
a este punto. Las esperanzas en el Imperio estaban depositadas en Flandes
como dote, de tal manera que serían aquellos territorios los que determinarían
la política a seguir en relación al conflicto que se vivía desde 1568. La situación
de indecisión en que quedaba el asunto llevaba a sugerir, a estas alturas, que el
archiduque Alberto empezaba a ser un buen candidato para casar con las
Infantas688.
La conclusión exitosa de las negociaciones con Saboya debió de sorprender en
Francia ya que poco antes de que se anunciase en la Corte de Madrid,
686
“..j’ay entendu que ce Roy vouldroit s’entretenir quelque temps après le mariage de l’aisnée,
auparavant que se declarer sur celuy de la seconde; peult- estre pour voir si elle aura des enfans, ce qui
importe de beaucoup à ceste couronne, ne tenant pas le prince d’Espaigne pour vivre longuement…”
Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 23 de enero de 1584, DDML, p. 14
687
Así se le asegura a Catalina de Médicis en una de las cartas: “…l’on tienne pour tout asseuré celuy de
l’Infante doña Ysabel, l’aisnée, avec l’empereur” Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid
29 de febrero de 1584, DDML, p. 31.
688
Sobre las esperanzas en el imperio estas son las apreciaciones del embajador: “L’on estime que le
marriage de l’aisnée de ses filles avec l’Empereur en est en partie cause et le tient fort irresolu, ayant
l’oppinion ou advis que ledict Empereur, ou les electeurs et autres princes d’Allemagne, n’attendant
que ledict mariage pour mettre les mains aux affaires de Flandres (…) avec la couleur ou la raison qu’ils
auront de dire que c’estoit la dot ou patrimoine de ladicte Infante, quand elle seroit Imperatrice”; sobre
la entrada del archiduque Alberto en las “quinielas” matrimoniales se anuncia aunque no se especifica
con qué Infanta podía casarse “et le jugement que l’on en tient le plus certain, c’est que le cardinal qui
est en Portugal en espousera une” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 30 de Junio de 1584,
DDML, p. 89
332
Monsieur de Longlée seguía considerando que las expectativas de Carlos
Manuel I no tardarían en verse defraudadas. Pero lo cierto es que a principios
de 1585 la Corte de Felipe II inició la Jornada que les llevó a Aragón donde se
celebraron los esponsales con grandes festividades y despliegue ceremonial.
No se perdía la esperanza de que este anuncio fuese el prolegómeno de otro de
mayor entidad y por ello, Monsieur de Longlée empieza a hablar sobre el
posible viaje de Rodolfo II a la Península para recoger a la Infanta Isabel689.
A lo largo de los siguientes meses podemos observar una cierta continuidad en
las informaciones, aunque es patente la vaguedad de las noticias. Se alude a
que el matrimonio sigue en pie pero no se concreta la información. Como el
retraso era evidente se recurre a los argumentos ya conocidos que podían
explicar ese hecho: la salud del heredero y la situación que su prematura
muerte causaría a la Monarquía Hispánica.
La rumorología sobre el matrimonio se va a mezclar con otros rumores
relativos a aspectos diversos de la política exterior de la Monarquía. En enero
de 1586 Monsieur de Longlée informaba sobre un viaje de Felipe II a Lisboa
con el objetivo de preparar la Armada contra Inglaterra. Sin embargo, la razón
básica de tal jornada era el matrimonio entre Isabel Clara y Rodolfo II quien,
presumiblemente, viajaría a la ciudad portuguesa para tal fin690. No obstante la
seguridad con que informaba de estas novedades, unos días más tarde el
embajador rectificaba algunos puntos señalando que el viaje del emperador no
se produciría y que correspondería al archiduque Ernesto la tarea de venir a
España para luego acompañar a la Infanta en su jornada hacia el Imperio 691.
Quizá uno de los aspectos más interesantes en esta correspondencia sea el
intento de dilucidar cuáles eran los sentimientos que generaban en la Infanta
los constantes retrasos a que se veía sometido el matrimonio. Isabel Clara
689
Monsieur de Longlée a Enrique III, Zaragoza 18 de marzo de 1585, DDML, p. 115
“si l’on va en Angleterre, ledict Roy ira à Lisbonne; mais j’ay advis que ledict voiaige de Portugal se
fera plutost pour le mariage de l’Infante que pour aultre occasion, se tenant pour certain qu’il est resolu
avec l’Empereur, lequel se pourra embarquer en Allemaigne et venir à Lisbonne…” Monsieur de
Longlée a Enrique III, Madrid 31 de enero de 1586, DDML, p. 220
691
“…j’ay entendu que l’archiduc Hernest doibt venir en Hespaigne pour accompagner Son Altesse en
Allemaigne, et que l’Empereur n’en partira poinct…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 8 de
febrero de 1586, DDML, p. 224
690
333
había visto “ usurpado” su puesto por Catalina Micaela al culminarse su
matrimonio con anterioridad al suyo y, además, su celebración no había
supuesto una precipitación de acontecimientos, como todo el mundo esperaba,
que diese salida a la negociación con el Imperio. Cuando llegó la noticia del
nacimiento del primer hijo de Catalina Micaela y Carlos Manuel I, Felipe IIsegún palabras de Longlée- se “ disculpó” ante su hija mayor por el retraso en
su matrimonio. La Infanta Isabel respondió, en esta ocasión, al patrón que
luego los panegiristas se encargaron de difundir con éxito y cumplió el papel
de hija obediente a los dictados de su padre.
“ Son Altesse luy respondit qu’elle supplioit Sa Majesté ne penser qu’à
sa sancté et à vivre tres longues années, et qu’elle ne souhaisoit aultre
contentement que cestuy-là et de finir
ces jours de la sorte qu’elle
estoit; ce que ledict Roy monstra prendre comme sy Madame l’Infante
n’avoit pas trop de contentement de voir qu’il ne ce parle poinct de son
mariage…” 692
Todo aquello que concerniera al matrimonio va a seguir teniendo un papel
importante en estos despachos diplomáticos. Catalina de Médicis va a tratar de
conocer los entresijos de la negociación y para ello se va a valer de la acción de
Longlée en Madrid y de los conocimientos que, sobre ello pudiera tener don
Bernardino de Mendoza, embajador de la Monarquía en la Corte de París. Una
misiva de Monsieur de Longlée en julio de 1586 a Villeroi trataba de sintetizar
la información que hasta el momento se disponía. No había argumentos o
causas novedosas a las que hemos venido observando en líneas anteriores;
desde luego, el desacuerdo entre ambas partes por la definición de aspectos
muy concretos seguía siendo muy importante. Rodolfo II quería una dote
territorial para la Infanta y Felipe II quería una compensación importante en
forma de vicariato en Italia693. Asimismo, la incertidumbre que generaba la
692
Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 9 de Junio de 1586, DDML, p. 271
“[Rodolfo II] demande que l’on luy donne quelque chose de stable, comme Estatz qui demeurent à
luy et aux siens, et ung million d’or d’argent comptant. Ledict Roy s’accorde pour l’argent; mais de
donner des Estatz il n’en veult point ouyr parler et demande à l’Empereur qu’il face avec les Electeurs
qu’ilz consentent qu’ilz le nomment vice- roy perpetuel de l’Empire en Italie; ce que l’Empereur dict ne
pouvoir faire” Monsieur de Longlée a Villeroi, Madrid 19 de julio de 1586, DDML, p. 286
693
334
salud del heredero era otro elemento que impulsaba a Felipe II a mirar con
cautela el matrimonio de la que, entonces, se convertiría en su heredera. De ahí
que se aluda a la posibilidad de que fuese el archiduque Ernesto el elegido
para el matrimonio.
Unos meses más tarde el embajador, ante el envío de un correo a Alemania,
informaba a la corte francesa de la pronta conclusión del matrimonio y el
deseo de Felipe II porque Rodolfo II viajase personalmente a la Península para
la celebración y acompañamiento de la Infanta al Imperio 694. Aunque en un
correo posterior se haga una reconsideración sobre algunos aspectos,
nuevamente relacionados con el traslado del emperador, no se ofrecía la
concreción que un negocio que según el embajador estaba finiquitado.
En los siguientes meses las informaciones de Monsieur de Longlée van a
empezar a ir en otras direcciones. Por un lado, se va a hacer referencia a la falta
de respuesta de Rodolfo II a los planteamientos del Rey Católico. Van a ir
surgiendo rumores de otros posibles candidatos a la mano de Isabel Clara
como el hijo del duque de Lorena o Jacobo VI de Escocia y desde ese punto se
va a llegar a la afirmación de la paralización de las negociaciones695.
La correspondencia de Monsieur de Longlée es un buen testimonio para
conocer diversos aspectos de la Corte de Felipe II durante la década de 1580.
No obstante, a la vista de las apreciaciones que hace sobre el proyectado
matrimonio de Isabel Clara y Rodolfo II, sus fuentes de información eran
limitadas. Muy posiblemente el embajador supo recoger las noticias que
circulaban por la Corte, mostrando cómo se veía este asunto en aquel ámbito.
En
general
podemos
afirmar
que
las
negociaciones
matrimoniales
concernientes a las Infantas se llevaron con gran discreción; más en el caso de
este enlace con Rodolfo II donde la presencia en Madrid de la emperatriz
María ofrecía la posibilidad de la negociación a boca y por tanto, menos
susceptible de ser conocida por agentes externos. La posición del embajador
694
“…j’ay esté adverti que la conclusion du mariage de madame l’Infante s’advance, et que ledict Roy
desire fort que l’Empereur la vienne prendre en Hespaigne” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid
3 de septiembre de 1586, DDML, p. 298
695
“…et qu’il ne s’advance rien au mariage de madame l’Infante
335
francés, aún siendo importante, no gozaba de privilegios como los disfrutados,
en su momento, por Monsieur de Fourquevaux por lo que tuvo que recurrir a
avisos y rumores circulantes y fiarse de que sus informantes gozasen de
buenas fuentes de información.
No es el único diplomático que hemos traído a colación a la hora de analizar el
matrimonio de la Infanta; tanto Kevnehüller, embajador cesáreo, como el
Conde de la Mota, embajador extraordinario de Saboya, ofrecen en sus
correspondencias y diarios sus impresiones sobre este particular negocio. En el
caso del primero, la cercanía es más notable ya que era uno de los
interlocutores para la finalización de las negociaciones y, a la vista de las
quejas vertidas sobre el comportamiento de Rodolfo II y los constantes
obstáculos que se presentaron, no es de extrañar que el resto de embajadores
se moviesen entre informaciones desmentidas y contradictorias. Asimismo ello
explica la actitud escéptica del Conde de la Mota quien no confirmó el
matrimonio hasta prácticamente el final del negocio.
Los cortesanos que pululaban por Palacio resultan una fuente de gran interés
para entender la percepción que este asunto podía tener en sus vidas.
Habitualmente estas cuestiones matrimoniales han sido estudiadas desde la
documentación diplomática conservada en los archivos y podemos apreciar
ese peso en el análisis que se ha hecho en las páginas precedentes. Sin
embargo, un matrimonio regio, además de las previsibles consecuencias
políticas, era la ocasión perfecta para satisfacer las esperanzas de algunos
cortesanos al formar las Casas que debían acompañar a la futura novia. Este
aspecto resulta de enorme interés para los especialistas de la Corte porque
permite comprender la importancia y fuerza de las redes cortesanas y grupos
de presión que se desarrollaban en el plano transnacional. En este sentido, el
estudio de aquellas familias que circularon entre Madrid y Viena merced a los
matrimonios dinásticos, nos demuestra la importancia que tales negociaciones
podían tener para las estrategias particulares de aquellas personas.
Así, resulta muy sugerente la lectura de la correspondencia de Ana de
Dietrichstein- dama de la princesa doña Juana y más tarde de la reina Ana y
336
las infantas- con su madre, Margarita de Cardona, y la percepción que tuvo
ante el previsible matrimonio de Isabel con Rodolfo II. Esta dama, que
podemos inscribir perfectamente en el círculo “ imperial” , deja vislumbrar las
aspiraciones personales y familiares que tal enlace lograría satisfacer. La dama,
por su cercanía a la Familia Real y a los acontecimientos que se vivían en aquel
momento en la Corte, resulta una buena informadora para saber cómo se
extendían de manera constante los rumores sobre el matrimonio de Isabel con
Rodolfo II. Así, en carta escrita en 1581 comenta que la edad de la infanta ya
permitía la conclusión de ese negocio
“ Está muy grande y la infanta tan mujer que bien puede el Emperador
asérsele de mal aguardar. Yo lo espero de manera, que pienso no lo e de
ver” 696
Ana de Diestrichstein era consciente de las dificultades que se podían
desarrollar en este asunto, y más concretamente la nueva situación que se va a
vivir en la Corte a raíz de la muerte de Ana de Austria. Como ya hemos
señalado, la falta de la reina suponía que Felipe II dependía de la salud de dos
niños de corta edad- el príncipe Don Diego y el infante don Felipe- para
asegurar la descendencia masculina. La siguiente en la línea de sucesión era
Isabel, cuya saludable condición podía ser vista como
una ventaja
considerable, pero no, desde luego, para los planes de los Diestristain.
“ Porque dicen que si el ynfante falta, que no se casará la infanta con el
Emperador. (…) Dios le guarde y le dege tener tal muger como nuestra
Ysabel” 697.
No obstante estas dudas, la dama se muestra confiada de los beneficios que
reportaría a su familia la conversión de Isabel en emperatriz y su salida hacia
el Imperio. Así, la formación de una casa supondría la posibilidad de colocar a
otras hijas de Diestristain en la servidumbre de la misma- “ Dise [la infanta]
696
Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid 2º día de Pascuas 1581, carta XLIII en de CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 113
697
Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, Madrid 6 de marzo de 1581, carta XLVIII en de CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 123
337
que [de] muy buena gana resibirá a las ermanas que yo quisiere” 698- así como
beneficios económicos en forma de encomiendas para los hermanos. En este
sentido, el más mencionado es Maximiliano:
“ Con todo yo sacaré de la Ysabel alguna sedulica para quando sea
Emperatriz para el yjo que Vuestra Señoría más quisiere, que creo será
Maximiliano” 699.
Para lograr sus objetivos la dama bascula entre la adulación y la presión. En
sus cartas informa puntualmente de los regalos que ofreció a las infantas,
muchos de ellos enviados por la propia Margarita de Cardona, y que hacían
las delicias de las adolescentes. En este sentido, la más favorecida era Isabel
Clara y creo que en ello podemos observar una intencionalidad clara. El
agasajo hacía visibles a las Diestristain frente a otras moradoras de Palacio y
les permitía recibir la promesa de una merced. Junto a ello encontramos una
actitud más resoluta e, incluso, impertinente, en que vemos a la dama
exigiendo a la Infanta firmeza en sus promesas:
“ …Así pienso aser lo que Vuestra Señoría me escribe en carta de 17 de
[he]brero que es, no procurar de la infanta niñerías, sino beras, que a fe
que no se me olbide a su tiempo que nos a de dar para Maximiliano
algo” 700
Posiblemente la hija de Margarita de Cardona era consciente de lo endeble de
toda esta proyección e, incluso, de las promesas que pudiera hacerle la Infanta
por lo que va a tratar de asegurarse el beneficio de alguna manera. Si bien el
matrimonio imperial aparecía como más seguro que otras opciones, estas
damas alemanas temían que las circunstancias políticas impelieran a Felipe II a
culminar una alianza con otro príncipe europeo. En este sentido, Ana
menciona los anhelos de Juana de Chasincourt por ver a la Infanta en Francia:
698
Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, San Lorenzo 8 de Agosto de 1579, carta XXXIII. Esta
promesa se vuelve a repetir en 30 de enero de 1580 cuando la dama afirma que “La infanta doña Ysabel
me ase mucha merced, y dice que todas mis ermanas resibirá quando allá fuere. Es como un oro” carta
XXXIV ambas en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 81.
699
Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, Madrid 3 de enero de 1581, carta XLIV en CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 114
700
Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid Viernes Santo de 1580, carta XXXVII en CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 94
338
“ Pues nunca Jasinqur a querido que la infanta tome el librillo de
memoria por los siferas que tiene, que dice no se sufre ni es tiempo. Que
la buena mujer no pierde su esperansa que a de yr la infanta a
Fransia” 701
Aunque las esperanzas de la dama francesa eran bastante vanas- tal y como
hemos podido ver al tratar el matrimonio con Francia- es interesante destacar
el clima de rivalidad que se vivía en la Corte y dentro del grupo de damas. En
este sentido, Chasincourt juagaba en desventaja porque, aun contando con la
total confianza de las infantas, estaba en franca minoría frente al grupo
“ alemán” ya que ella era la única que quedaba en Palacio del antiguo grupo de
damas francesas de la Casa de Isabel de Valois. Sería muy interesante poder
hacer una comparativa con las opiniones de otras damas, en situaciones
parecidas pero para ello deberíamos avanzar en la búsqueda de otros
epistolarios igual de completos que el ya mencionado. Quizá se podría hacer
una comparación con lo ocurrido en 1585 cuando se preparó y organizó la
Casa de la Infanta Catalina Micaela. A la misma se incorporó un importante
cuerpo de servidores españoles que van a instalarse en Turín en un sistema
palatino que trató de seguir la normativa de la Casa de la Reina. En este
sentido, las perspectivas que se presentaban a esa servidumbre no eran tan
jugosas como las planteadas por la hija de Margarita de Cardona y sí se dio el
caso de alguna dama que rechazó, en un primer momento, la salida de España.
Además habría que señalar que las damas españolas trataron de concertar
matrimonios en la Península para salir de la Corte de Turín. Por ello, aunque
no debamos perderlo de vista podemos concluir que son casos distintos.
Hablamos de esperanzas, rumores, pero las constantes dilaciones nos deben
hacer reflexionar sobre cómo se gestionó esa constante incertidumbre en que
quedó el futuro de la Infanta Isabel. Parece que, en determinados casos imperó
una especie de ley del silencio, y en este sentido resulta bastante elocuente lo
poco útil que se muestra la documentación del Consejo de Estado que se
conserva en Simancas. Efectivamente los fondos pertinentes a los asuntos del
701
Ana de Dietristain a Margarita de Cardona, Madrid 28- 29 de mayo de 1581, carta LIII CRUZ
MEDINA, V., op cit., p. 136
339
Imperio ofrecen multitud de informaciones pero se caracterizan por su
mutismo en este particular negocio. Ya hemos señalado arriba una de las
razones- el hecho de que se negociase a boca- pero es indudable que hubo
momentos en que no se hablaba, en absoluto, sobre el matrimonio de la
Infanta.
El Conde de la Mota, cuyas apreciaciones tienen un valor indudable por ser
quienes eran sus receptores inmediatos, comenta en uno de sus despachos ese
mutismo y, lo que es más interesante, resalta el escaso beneficio que le
reportaba a la Infanta esa constante dilación:
“ La señora Infanta está muy buena, gorda y hermosa, pero a la uerdad
deue S A muy poco al tiempo con quien no gana nada. Están allá los
casamientos tan helados como olvidados, y no hay quien hable en
ellos…” 702.
Las palabras del Conde resultan elocuentes y quizá la anécdota que relata a
continuación nos aporta más datos sobre ese silencio. Y es que, parece que
nadie hablaba de ello en alto salvo
“ Martín, el loco aragonés, que de ordinario aprieta mucho el Rey
porque case la Infanta con su barbero, diziéndole en todo su seso, que
este, en fin, con las tixeras se puede muy bien ganar la uida y que, pues
Su Alteza está acá tan arrinconada syn que nadie la quiera ny la busque,
que con este casamiento quedará muy bien remediada” 703.
Más allá de lo jocoso de la ocurrencia de este loco, el comentario del
diplomático nos sitúa en un plano donde los cortesanos no parecen “ atreverse”
a hablar al Rey sobre la necesidad de decidir finalmente el destino de la
Infanta. Es cierto que las circunstancias políticas de ese momento, con el
conflicto francés en plena ebullición, eran buena razón para no pronunciarse
en
una solución
definitiva,
pero
aún así había quien
consideraba
incomprensible la situación. No podemos pasar por alto ese apunte sobre los
702
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri
Spagna, Mazzo 6, s. f
703
El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri
Spagna, Mazzo 6, s. f
340
posibles del “ novio” y es que, como hemos tenido ocasión de ver, las
perspectivas económicas de un matrimonio de la Infanta con alguno de sus
primos Habsburgo dependían también de las rentas que el Rey Católico
pudiese aportar a la dote. Catalina Micaela posiblemente reiría al conocer las
ocurrencias de este Martín, pero es también probable que supiese cuáles eran
los sentimientos reales de su hermana ante esa situación. Isabel Clara había
visto salir a Catalina ocho años atrás, “ usurpándole” el orden legítimo que
correspondía en la celebración de matrimonios, y su futuro se presentaba
incierto. Incluso, su situación podía llegar a convertirla en objeto risible; el loco
aragonés lo hacía sin maldad, pero los pasquines que circulaban en Francia en
contra de su candidatura eran menos amables.
Aunque en este caso el Conde de la Mota no carga las tintas contra Felipe II de
manera explícita- lo hará más tarde-, sí que es cierto que muchos
contemporáneos vieron en el Rey Católico el principal responsable de esa
dilación. Dentro del conjunto de críticas que van a arreciar contra el monarca
en sus últimos años, la cuestión del matrimonio de la Infanta va a estar
presente. Y lo que más nos interesa es ver cómo tales críticas van a exceder los
círculos más cercanos e informados para extenderse por otras capas.
El caso más peculiar puede ser el de Lucrecia de León cuyos sueños proféticos
versaron sobre los males que el gobierno de Felipe II estaba causando en la
Monarquía704. La lectura de las transcripciones de los mismos nos permite
hacer un recorrido por temas y asuntos políticos que debieron interesar al
común de los habitantes de la villa y corte. No se trata sólo de apreciaciones
sobre los efectos negativos de una política en su influencia social más
inmediata- hambre, empobrecimiento a causa de los impuestos, etc.- sino
también el comentario subjetivo de asuntos que ocupaban a los consejeros del
Rey como por ejemplo, la elección del Rey de Polonia en la década de los 80.
La cronología de los sueños (1587- 1590) nos sitúa en la última década del
reinado de Felipe II; la visión que del monarca se ofrece es la de un rey
presumiblemente ajeno a los males causados por él mismo, envejecido y con
704
KAGAN, R. L., Los sueños de Lucrecia. Política y profecía en la España del siglo XVI, San Sebastián
2005
341
un sucesor débil. Los sueños agoreros sobre la muerte del Príncipe y del
mismo rey son constantes, lo que nos habla de la preocupación que suscitaba
en aquellos personajes- Lucrecia y su círculo inmediato- el tema sucesorio.
¿Cuál era entonces el papel de Isabel Clara en los mismos? La Infanta soñada
se muestra desde diversas facetas. Por un lado, una víctima más de los
desaciertos de Felipe II porque además de su condición de mujer no casada,
también se une la de heredera de una Monarquía a la deriva. Así se deja
traslucir en algunos sueños como por ejemplo en el sueño de 8 de marzo de
1588 donde una mujer llora por las desgracias a que se ve sometida la
Cristiandad y donde, entre sus muchas peroratas, exclama lo siguiente:
“ Y no lloro por esto, sino porque Philipe tiene siempre puesta la boca en
los pechos de las ouejas, y no lloro por esto sino porque la triste Infanta
queda huérfana y no le viene de derecho el Estado porque su padre le
ha perdido” 705.
Es asimismo una Infanta temerosa de Felipe II, incapaz de echarle en cara
cómo le han afectado esas dilaciones, pero a la vez, en otros sueños, se muestra
desafiante. En éstos últimos podemos decir que Isabel Clara parece convertirse
en portavoz de estos descontentos y, debido a su cercanía al monarca, le
reprocha los males causados:
“ ....entró la Infanta doña Isabel uestida de damasco pardo con un manto
pardo encima y el Rey preguntó por qué venía con aquel vestido y
respondió porque ha muchos días que Piedrola me ha mostrado mis
trabajos y V Md no ha querido admitir consejo de aquel hombre. Y
rogándole ella que le soltase y admitiese sus consejos, y que hiziese
parecer los papeles que el Cardenal tenía en los quales entendía don
Alonso de Mendoça y se mirase por allí lo que dezía Dios sobre estos
tiempos, porque Doña Ana de Mendoça le auía apuntado a dezirla el
suceso de el Armada antes que uiniese la mala nueua de ella, y que
hauía visto que salía por uerdad y que aora echaua menos la muerte de
su hermano don Carlos. Y el Rey le respondió si él fuera bibo no
705
AHN, Inquisición, leg. 3712/2, pp. 269- 270
342
fuerades vos Reina y ella le dixo que más preciaua la guarda de estos
Reinos que no uerlos andar aora disfamados y que mucho lloraua
Piedrola esta muerte y oyendo esto el Rey enojose y dixole por uida de
mi Corona que le he de hazer quemar, porque no me deis en cara con él
y respondió la Infanta V Md quemará las verdades y nosotros
pagaremos las mentiras y oído esto me sacaron de la sala y topé en los
corredores al Príncipe al qual lleuaua la muerte tirándole de los
cabellos” 706
Es uno de los enfrentamientos más duros que esta Isabel Clara imaginada tiene
con su padre. Bajo él subyacen críticas muy explícitas y desconcierto por la
situación que podría vivir la Monarquía en caso de morir el Príncipe. El tema
de la sucesión es repetitivo en estos sueños y se entremezcla de manera muy
clara con el problema que suponía que Isabel no estuviera casada y que, por
tanto, no hubiese dado a luz a un posible heredero. El sueño de 25 de marzo de
1590 se centra en esos aspectos, desde una perspectiva muy pesimista, porque
la desgracia parece centrarse en Felipe II y sus hijos: muerte del Príncipe,
esterilidad de la Infanta y muerte de los Duques de Saboya y sus hijos, dejando
en una línea muerta esta rama Habsburgo707.
Evidentemente los sueños de Lucrecia hay que interpretarlos en su justa
medida. No es nuestro trabajo incidir en ellos pero, desde luego no podemos
pasar por alto la frecuente mención de Isabel Clara en ellos y que, sin duda, es
prueba de que el matrimonio de la Infanta y todo lo que le rodeaba era objeto
de comentario más allá de los círculos estrictamente cortesanos y diplomáticos.
706
Sueño de 14 de octubre de 1588, AHN, Inquisición, leg. 3712/2, p. 75
“ ... Con esto me sacó de mi casa y me lleuó a Palacio y subiendo por la escalera del quarto del
Príncipe topamos con un ataúd pequeño que le lleuauan quatro grandes. Sobre este ataúd iua la
encomienda del señor Santiago y díxome el hombre ordinario. En esta ua el príncipe chico serán pocos
los días que al padre le restan de uida. Y en bajando este ataúd subimos adonde estaua su padre, en una
pieça toda cubierta de negro. Con él estaua Quiroga y éste le dezía que se consolase y que procurasen
hazer las bodas de la Infanta para que de ella se viesen sucesores en España. Y díxome el hombre
ordinario ya podéis contaros por vasallo de Rey muerto. Mira, que no sólo de Isabel no se an de uer
herederos, sino que los que ai nacidos de la otra serán muertos ellos y su padre y su madre también/ bien
está este loco en lo que Dios quiere hazer, pues pide herederos de quien a de ver nueuos sucesores en
España. Porque Isabel bibirá algunos años, morirá de edad mayor, fundarase en su nombre un
monasterio de la Visitación de Sancta Isabel y éste será fundado en Alicante...” Sueño de 25 de marzo
de 1590, AHN Inquisición , leg. 3712/2 pp. 326- 327
707
343
Quizá para cerrar este círculo de interpretaciones podemos hacer referencia a
la crónica que Fray Jerónimo de Sepúlveda dejó de los últimos momentos de
Felipe II. En su última interpelación a la Infanta el Rey Prudente lamentó los
retrasos constantes a que se había venido sometiendo la cuestión de su
matrimonio. Ese “ Dios sabe, hija mía, cuánto me pesa por no dejaros casada
años ha” 708; parece un acto de contrición del monarca, consciente de los
perjuicios que ello había causado a la Infanta.
708
Fray Jerónimo de Sepúlveda, Historia de varios sucesos y de las cosas notables que han acaecido en
España y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603, recogido en ZARCO CUEVAS, F. J. (ed.)
Documentos para la historia de San Lorenzo de El Escorial, Madrid 1924, p. 198
344
LAS CRISIS DINÁSTICAS EN EL SIGLO XVI Y SU IMPA CTO EN LA VIDA
DE ISABEL CLARA EUGENIA.
En ocasiones las biografías de los personajes históricos se pierden en la
descripción de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar durante su
periplo vital sin hacer muchos distingos de aquello que les afectó realmente y
aquello que vivieron como simples testigos contemporáneos. En el caso de
Isabel Clara su cercanía al poder de la Monarquía más poderosa de Europa la
debió de dar una interesante concepción del mundo que le tocó vivir; durante
su etapa en Bruselas hubo de aplicar aquellos conocimientos y experiencias
previas para desempeñar la difícil labor que tuvo que cumplir. No todos los
acontecimientos que tuvieron lugar durante las tres últimas décadas del
reinado de Felipe II tuvieron un impacto directo sobre ella, pero otros sí,
aunque su influencia directa fuese escasa. Es el caso de las llamadas crisis
dinásticas que afectaron a diversas monarquías durante este periodo709.
Portugal, Francia e Inglaterra sufrieron un cambio drástico merced al
agotamiento de las dinastías que habían ocupado sus tronos. El caso de
Portugal que se saldó con su incorporación a la Monarquía Hispánica tuvo un
lógico impacto en la Infanta que realizó parte de la Jornada que llevó a Felipe
II a aquel reino. Sin embargo su papel no fue ni de lejos tan relevante como el
que vivió en las otras dos crisis sucesorias. En el caso de Francia el Rey
Católico puso un empeño especial en que se vieran reconocidos los derechos
sucesorios de Isabel Clara Eugenia al trono de Francia tras la muerte de
Enrique III, último monarca Valois. La defensa de la fe católica en Francia
pasaba así por la necesaria entronización de la Infanta, un proyecto de gran
envergadura política que situó la atención de Felipe II en aquel Reino.
Diferente pero similar fue el caso de Inglaterra. El Rey Católico prestó especial
atención a los asuntos de aquel reino entre otras cosas por la injerencia de la
Reina Isabel I en el conflicto de los Países Bajos. Aunque la sucesión inglesa era
709
Aunque vamos a referir crisis dinásticas “ajenas” a España, sí que resulta interesante una referencia a
las aportaciones bibliográficas sobre las crisis ibéricas. Así, hemos de mencionar los trabajos que
abordan estos procesos en la Península Ibérica desde la Edad Media hasta los albores del siglo XIX
recogidos en NIETO SORIA, J. M. y LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V., Gobernar en tiempos de crisis.
Las quiebras dinásticas en el ámbito hispánico (1250- 1808), Madrid 2008.
345
un tema que más tarde o más temprano iba a cobrar protagonismo en el
escenario europeo, lo cierto es que no hubo una política de proyección de la
Infanta con vistas a que ocupara el trono similar a la que se había visto en el
caso francés. La iniciativa, en este sentido, corrió a cargo de otros, siendo el
exilio católico el principal impulsor de una monarquía inglesa católica bajo el
amparo de Felipe II. El protagonismo de Isabel Clara en este asunto fue
cobrando una mayor relevancia durante los primeros años del reinado de
Felipe III; y lo hizo en un contexto en que, gracias a su condición de soberana
independiente, la Infanta pudo contar con “ voz propia” en la resolución del
conflicto.
Si bien es cierto que ambos episodios se saldaron con el fracaso de las
expectativas que situaban a Isabel Clara en esos dos tronos, lo cierto es que son
una muestra más que elocuente del importante capital dinástico de la Infanta.
No fue la primera vez, ni la última, que los derechos dinásticos que
encarnaban alcanzaban tal relevancia en el marco de las relaciones entre las
distintas monarquías europeas. Esto nos debe impeler a contemplar la
influencia de las mujeres en las relaciones políticas más allá del ejercicio del
poder directo como reinas propietarias, del poder indirecto como reinas
consortes o de la diplomacia informal que todas ejercieron de una manera u
otra. En efecto, habría que mencionar casos similares como el de la
candidatura al trono imperial por parte de Felipe III impugnando la renuncia
previa que su madre, Ana de Austria, había hecho a la herencia de su padre,
Maximiliano II710; o el de María Teresa de Austria cuya ascendencia
Habsburgo fue utilizada como casus belli por Luis XIV en la Guerra de
Devolución durante la década de 1660. En ambos casos hablamos de la
potencialidad que estas mujeres representaron como miembros de una familia
dinástica. No sorprende, por tanto, la gran cantidad de obras, panfletos que
utilizaban la exposición de los complejos árboles genealógicos para tratar de
poner en entredicho procesos sucesorios favoreciendo a aquellas líneas de las
que se podía sacar un rédito político.
710
Este tema ha sido analizado por SÁNCHEZ, M. S., “A House Divided: Spain, Austria, and the
Bohemian and Hungarian Successions” en Sixteenth Century Journal, XXV/4 (1994), pp. 887- 903.
346
FRANCIA EN EL HORIZONTE DE LA INFANTA
Las biografías sobre Isabel Clara Eugenia suelen comenzar en 1559 cuando la
firma de la Paz de Cateau- Cambresis se selló con un matrimonio entre Felipe
II e Isabel de Valois, enlace que posibilitó el nacimiento de Isabel Clara
Eugenia en 1566. Como producto de una unión Habsburgo- Valois la Infanta
contaba con una herencia francesa que Felipe II no dudó en utilizar para dar
una salida a la crisis dinástica que vivió Francia tras la muerte de Enrique III
en 1589. Abordar el asunto de la candidatura al trono francés supone hacer un
recorrido por uno de los periodos más convulsos de la historia de Francia; la
complejidad del mismo ha contado con una respuesta historiográfica
abundante y diversa. Desde planteamientos generalistas y sintéticos hasta
aquellos que abordan aspectos muy específicos el conflicto político- religioso
que vivió Francia afectó vivamente a la política exterior de Felipe II.
Hacer una síntesis sobre lo que supusieron las relaciones entre Francia y
España en el periodo que abarca este estudio es una labor compleja. No es un
tema que haya pasado desapercibido, todo lo contrario, el modo en que se
desenvolvieron dichas relaciones ha gozado siempre de una gran respuesta
historiográfica y lo ha hecho desde diversos puntos de vista. Así contamos con
trabajos que siguen la línea clásica de la historia diplomática con un análisis
sistemático de fuentes diplomáticas privilegiando, según los casos, a unos
actores u otros: monarcas, diplomáticos, etc711. Por otro lado, son notables las
contribuciones que, en los últimos años, se han centrado en la circulación de
modelos políticos y que han permitido construir una imagen de las relaciones
hispano- francesas que desbordan la idea del tradicional antagonismo o el
precario equilibrio entre ambas monarquías712. Dentro del contexto concreto de
las guerras de religión- crisis dinástica y el papel que Felipe II jugó en ese
711
Podemos destacar, en este sentido, la obra de VÁZQUEZ DE PRADA, V., Felipe II y Francia (15591598). Política, religión y razón de estado, Pamplona 2004 que hace un seguimiento a las relaciones
entre ambas Monarquías a través de las fuentes conservadas en la sección Estado (K) de Simancas.
712
SCHAUB, J. F., La Francia española. Las raíces hispanas del absolutismo francés, Madrid 2004.
Asimismo, DUBET, A. y RUIZ IBÁÑEZ, J. J. Las Monarquías española y francesa (siglos XVI- XVIII)
¿Dos modelos políticos?, Madrid 2010. Asimismo podemos citar aquellos trabajos que se han centrado
en lo cultural: ARREDONDO, M. S., “Relaciones entre España y Francia en los siglos XVI y XVII:
testimonios de una enemistad” en Dicenda. Cuadernos de filología hispánica, nº3 (1984), pp. 199- 206
347
particular escenario hay que destacar las aportaciones sobre la Liga católica y
sus proyecciones políticas. Tales trabajos aportan una visión más compleja y a
la vez más completa sobre estos años convulsos, planteando las posibilidades
que se abrían a Francia más allá del triunfo de Enrique IV y el inicio de un
nuevo periodo dinástico. Con estas mimbres historiográficas queremos resaltar
algunos aspectos notables de la crisis sucesoria que dieron un protagonismo
especial a la Infanta Isabel.
Francia y Felipe II
Las celebraciones que siguieron a la firma de la Paz de Cateau- Cambresis
resultaron fatales al producirse la muerte de Enrique II. Si bien es cierto que el
soberano contaba con sucesores al Trono también es de destacar la delicada
situación religiosa por la que atravesaba Francia. Enrique II había tratado de
atajar la extensión de la confesión calvinista y mantener la unidad religiosa de
Francia. En los postreros momentos de su vida habría encomendado al Rey
Católico la tutela- en cuestiones religiosas- de quien había de sucederle en el
Trono:
“ Dos días antes que falleciese, ya quando estaba su salud casi
desesperada, me vino a hablar su embaxador [obispo de Limoges] que
aquí reside y me dixo cómo tenía una carta de mano del Rey Delfín en
que le mandaua me dixesse cómo el Rey su padre le auía mandado y
encargado con mucho encarescimiento que me tuuiese por padre y
guardase conmigo el respeto y amistad que con él tenía, porque si Dios
le diera vida, tenía propuesto que con ella hiziéramos muchas cosas en
beneficio de la Cristiandad y que él, queriendo cumplir lo que su padre
le auía encargado […] me certificase de su parte que me ternía en lugar
de padre y hermano” 713
En cierto modo esta carta parece ser la justificación para la intervención de
Felipe II en los asuntos de Francia. Por otro lado, si bien es cierto que parece
713
Felipe II al Obispo del Águila, Gante 12 de Julio 1559, AGS Estado K- 1492, nº 53, recogido en
RAH Archivo Documental Español. Tomo I. Negociaciones con Francia (1559- 1560), Madrid 1950,
pp. 24- 25
348
que Francisco II se presentaba como aliado del Rey Católico, la realidad va a
ser mucho más compleja. El enfrentamiento que había tenido lugar durante la
primera mitad de la centuria no va a repetirse, pero eso no significó que, en
muchas ocasiones, las posturas estuviesen enfrentadas llegando a momentos
de tensión por cuestiones diversas.
El reinado de Francisco II fue breve, aunque dio muestras de algunos de los
problemas que van a caracterizar este periodo. Su matrimonio con María
Estuardo implicó que la influencia de los Guisa fuese extraordinaria. La
muerte del rey en 1560 dio paso a un Rey- niño que hizo necesaria la regencia
de la reina madre, Catalina de Médicis cuyo protagonismo político va a ser
notable hasta su muerte. A pesar de los lazos familiares que la unían a Felipe
II, la regente no quería la tutela política del Rey Católico de ahí que sus
acciones se condujesen por la ambigüedad y el disimulo. Mantuvo una actitud
pragmática en lo religioso lo que se tradujo en un intento por conciliar
posturas entre católicos y protestantes. Desde Madrid, esta postura se veía con
preocupación porque la cercanía entre los Países Bajos y Francia ponía en
peligro directo una de las posesiones del Rey Católico.
En este sentido, la labor de Isabel de Valois desde la Corte de Madrid tendría
que haber sido de utilidad para ambas partes. Si bien es cierto que la
historiografía tradicional ponderó de manera muy positiva el papel jugado por
la joven reina, aportaciones más recientes han valorado de manera menos
amable la labor que aquella cumplió. Isabel se vio impelida, como otras
consortes a mediar entre dos cortes, la de origen y la de acogida. Eso
significaba que, por un lado, Felipe II esperaba de su esposa que condujese a
sus parientes por el camino de la defensa de la fe católica y se alejasen del
pragmatismo en esa materia y, por otro lado, Catalina de Médicis albergaba la
idea de que Isabel abogase por ellos ante el Rey Católico. En ese sentido, la
reina madre aludiendo a los lazos sentimentales animaba a Isabel a usar su
influencia sobre el Rey para lograr tales fines. Historiadores como Rodríguez
Salgado han minimizado el papel político real de la reina en los asuntos
políticos de aquellos años; y si bien es cierto que el análisis es bastante
349
acertado sí que tenemos que señalar que Isabel de Valois tuvo alguna
influencia política tal y como refleja la correspondencia que mantuvo con
Fourquevaux y Catalina de Médicis. Las cartas dirigidas al embajador francés
muestran cómo la reina estaba al corriente de algunos asuntos concernientes a
las relaciones hispano- francesas, sobre todo aquellos relativos a las
negociaciones matrimoniales con Portugal y el Imperio. El hecho de que
Madrid estuviese muy involucrada en tales aspectos convertía a Isabel de
Valois en una pieza relevante para que la corte de París contase con
informaciones adicionales. La reina hace referencia a la comunicación con
Felipe II en estos asuntos y, aunque su impacto fuese escaso, demuestra un
cierto interés por parte de la consorte de hacerse útil a ambas partes714. Por
otra parte, Isabel de Valois sí va a hacer un cierto esfuerzo por cambiar la
actitud de Catalina de Médicis en materia religiosa; al hilo de una carta en que
le recomendaba una actitud prudente ante Antonio de Borbón, Rey de
Navarra, Isabel de Valois se presentaba como hija de Enrique II quien, como
recordaba a su madre, había actuado contundentemente en defensa de la fe
católica715.
El episodio más descrito como prueba fehaciente de esta participación de la
consorte de Felipe II en la vida política ha sido la Jornada de Bayona de
1565716. Organizada como una reunión familiar, además de dar a Isabel la
oportunidad de ver a su madre y hermanos, tenía como fin abordar los
problemas religiosos de Francia. Aunque los protestantes vieron con temor la
reunión, lo cierto es que fue poco lo que se consiguió. Si bien los autores más
afectos a la reina quisieron ver a Isabel de Valois como la gran defensora de la
714
Como muestra podemos traer a colación la carta escrita por Isabel a Fourquevaux el 17 de agosto de
1566: “Monsieur de Fourquevauls. Je vous envoye les lettres pour France, et le Roy est fort satisfaict de
ce que le Roy, mon frère, vous escript, et m’a commandé de l’en remercier de sa part ce qye vous aussi
pourrez faire” recogida en DOUAIS, Les derniéres années d’Elizabeth de Valois. Reine d’Espagne.
D’après ses lettres inédites et les dépêches de M. de Fourquevaux, ambassadeur (1565- 1568),
Toulousse 1896, p. 53
715
Carta de Isabel de Valois a Catalina de Médicis, Madrid septiembre de 1561, recogida de DOUAIS, op
cit. (1896), pp. 64- 67
716
GONZÁLEZ DE AMEZÚA Y MAYO, A., op cit., vol. II, pp. 186- 188; RODRÍGUEZ SALGADO, M. J.
(2003), p. 77; MALTBY, W. S., op cit., pp. 215- 216; ÉDOUARD. S., op. cit., pp. 146- 162
350
postura religiosa de Felipe II, lo cierto es que el peso político lo llevó el Duque
de Alba y, como ya hemos señalado, los resultados fueron escasos.
A la muerte de Isabel de Valois sus hijas quedaban como nexo de unión entre
las dos Casas reinantes, aunque, evidentemente se hacía en unos términos
distintos que discurrieron por el cauce del afecto familiar. En 1570 el
emperador Maximiliano II cerró sendas alianzas matrimoniales con España y
Francia. La archiduquesa Ana se convertía en Reina Católica a la vez que su
hermana, la archiduquesa Isabel, se convertía en Reina Cristianísima. Felipe II
consideró beneficiosa esa alianza para sus propios intereses, tal y como
demostró en las negociaciones matrimoniales que la posibilitaron ya que
suponía contar con un miembro de la dinastía en la Corte de París717. Es cierto
que el protagonismo de Isabel como reina consorte de Francia no fue muy
destacado; la sombra de Catalina de Médicis era un elemento a tener en
consideración y, si bien es cierto que dio descendencia a Carlos IX, el hecho de
ser una niña no debió de contribuir a reforzar su papel en la Corte718. No
obstante lo que a veces se pasa por alto es el hecho de que Isabel era una
testigo de excepción y que, si bien, su influencia política era casi inexistente, no
por ello fue ajena a lo que ocurría en Francia719.
717
“Entre otras cosas recordé a la Reina Isabel que convenía a su servicio y al bien del Rey de Francia
que cuanto se ofreciese, demás de escribirlo a la emperatriz, debía también, con la misma inteligencia y
confianza, dar parte de todo a Vuestra Majestad y a la Reina nuestra señora, teniendo a Vuestra
Majestad por tan padre como al emperador sin hacer diferencia en el comunicar y tratar las cosas porque
Vuestra Majestad le acudirá a ellas con el amor y voluntad que podría desear. Díjele más: que allá
estaba don Francés de Álava muy confidente ministro de Vuestra Majestad y servirá a la suya
Cristianísima con la misma atención…” El Conde de Monteagudo a Felipe II, Spira 3 de noviembre de
1570, AGS Estado leg. 664, nº 61.
718
En su biografía colectiva sobre las reinas de Francia Simone Bertière apenas le dedica unas páginas;
como bien señala, además de las descripciones físicas, de los ceremoniales que tuvieron lugar con
motivo de su entrada en Francia y su coronación, los cronistas apenas repararon en ella si bien es cierto
que fue elogiada por L’Estoile o Brantôme. En medio de las turbulencias políticas, su papel mínimo
acabó por convertirse en una de sus mejores virtudes, BERTIÉRE, S., op cit.,, pp. 211- 226
719
La archiduquesa, una vez viuda, abandonó la corte francesa y pasó a Viena donde finalmente se retiró
en un convento. No obstante, al igual que se pueden constatar en otros casos de mujeres de la realeza,
ella no va a permanecer ajena a lo que ocurría en el mundo. Esta misiva enviada a Ogier de Busbecq que
fue preceptor y se encargó de los asuntos de Isabel en Francia, es muestra elocuente de ello “Basbecke
aier recibí vuestra carta de 29 de mayo que me podéis creer que me pesa de ver que ay todo ba tan mal
por el rey i la reyna que no puede dexar de serle mucha pena mas espero en Dios que los ayudará
aunque no me desís nada a donde está la reyna reinante i bos podréis mejor ver a dónde os parece que
podréis estar más seguro i me holgado con la cifra que me abéis enviado porque ir las cosas de mala
manera i no saber nada es trabajoso por lo qual no deja de escribe quando podéis que ya a mucho que no
tenemos cartas de la emperatriz que creo que todo lo causa la guerra i ansí no tengo más que desir sino
que el ombre quien embiastes abía de partir oy i ansí le detengo por ir esta que espero legará bien i dios
351
Entre otros acontecimientos la archiduquesa vivió la Matanza de la Noche de
San Bartolomé, sin duda alguna uno de los episodios más relevantes del
periodo. Los intentos de Catalina de Médicis por reconciliar las posturas entre
católicos y hugonotes a través del matrimonio de su hija menor, Margarita de
Valois y Enrique de Borbón, Rey de Navarra, chocaron con la brutal violencia
de la masacre que acabó con la vida de miles de protestantes. Evidentemente
hubo quien pensó que detrás de esta matanza estaba la mano del Rey Católico;
no obstante la debilidad que esto imprimía en el grupo protestante, lo cierto es
que la postura del Rey Cristianísimo no logró estabilizarse. Es más, los
protestantes lograron un mayor margen de libertades religiosas en los años
subsiguientes.
La muerte de Carlos IX provocada por la tuberculosis empezaba a mostrar el
grave problema sucesorio de Francia. Es cierto que, en estos momentos, la
Corona contaba con dos varones que podían solventar el problema, pero la
inestabilidad en el reino no cesaba. La sucesión recayó en Enrique III cuyo
perfil político ha estado mediatizado por las fuertes críticas a que se vio
sometido en panfletos y escritos denigratorios. La vida sexual del monarca, su
incapacidad para dar un heredero a la Corona y las luchas políticas van a
marcar su reinado de manera muy clara720.
Si bien es cierto que Enrique III mostró siempre un catolicismo sincero, las
relaciones con Felipe II no van a discurrir por cauces pacíficos, entre otras
os guarde a 2 de junio. Isabel” La archiduquesa Isabel a Ogier de Busbecq, s. l., 2 de Junio de 1590 (¿),
BL Add Mss/19272, f. 61.
720
La atención se ha centrado, en muchos casos en el estudio de los favoritos del Rey, los mignons.
Pertenecientes en muchos casos a la nobleza provincial se caracterizaban por su particular modo de
conducirse; la vestimenta, las diversiones y el estrecho vínculo que les unía al Rey- descritos en
términos de una relación afectuosa cuando no amorosa- eran los elementos diferenciadores. Su
protagonismo en la vida política va a ser esencial a partir de 1576, llegando en determinados casos como
el del Duque de Epernon y Joyeuse, a la condición de favoritos. Sobre el tema véase: CONTAMINE, P.
“Pouvoir et vie de cour dans la France du XVe siècle: les mignons” en Comptes- rendus des séances de
l’Académie des Inscriptions de Belles- Lettres, nº 2 (1994), pp. 541- 554 y LE ROUX, N. “Courtisans et
favoris: l’entourage du prince et les mécanismes du pouvoir dans la France des guerres de religión” en
Histoire, économie et société, nº 3 (1998), pp. 377- 387. Se ha destacado el carácter de la relación que
Enrique III mantenía con estos favoritos- especialmente con Épernon-; el embajador saboyano en la
Corte de París habló abiertamente de la homosexualidad del Rey, un hecho que otros embajadores
pudieron dejar deslizar pero no declararon de manera tan directa: BOUCHER, J. “René de Lucinge,
ambassadeur de Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P.,
BAURY R., VIGNAL- SOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris
2005, p. 391 y ss.
352
cosas, por la actitud de Francia en relación al conflicto de los Países Bajos. En
este sentido, la figura del Duque de Alençon (reconvertido en Duque de Anjou
al asumir su hermano la dignidad real) fue motivo de preocupación para
ambas Cortes. Si el Rey Católico va a elevar sus quejas por la injerencia del
Duque en los asuntos de los Países Bajos, no menos problemática va a ser la
relación entre éste y el Rey Cristianísimo. Catalina de Médicis va a tener que
actuar como mediadora para tratar de suavizar la tensión existente y que en
poco ayudaba a reconducir la situación en Francia.
En 1584 la muerte del Duque ahondaba la crisis francesa ya que la sucesión
masculina ya no estaba garantizada721. Los últimos años del reinado de
Enrique III estuvieron marcados por el aumento de la tensión con el clan
nobiliario de los Guisa, tensión que estalló con el asesinato del Duque de Guisa
y el Cardenal Lorena en 1588. El antagonismo con Enrique de Guisa,
compañero de juventud del Rey, había ido en constante aumento durante los
años del reinado; la figura carismática del Duque como líder de la Liga católica
no beneficiaba en absoluto a Enrique III. Tras el asesinato de los Guisa
aparecieron diversos panfletos difamatorios que acusaban al Rey Cristianísimo
de los males que asolaban a Francia, calificándole de impío e indigno del
nombre que portaba722. Tras el fallecimiento de Catalina de Médicis el
soberano acercó posturas con Enrique de Navarra a quien designaría como
sucesor tras su muerte.
El 1 de agosto de 1589 Jacques Clement asesinó al rey Enrique III; esta muerte
suponía el fin dramático de una dinastía que había sido incapaz de asegurar
721
El embajador Longlée consideraba que el pesar mostrado por Felipe II ante la muerte de Alançon era
auténtico y que desde Madrid se prefería una Corona francesa fuerte y no débil. Debía ser respuesta a
los temores de Enrique III por la situación en que quedaba el reino tras la muerte de su previsible
sucesor: “Sire, la voix commune est que le Roy Catholique (je le croy pour toutes bonnes
considerations) n’a pas eu plaisir de la mort de mon dict seigneur. L’on adjoute qu’il y a plus
d’apparence qu’auparavant de veoir tout le royaulme de Vre Majesté et ses subjects plus unnis…”
Monsieur de Longlée a Enrique III, 7 de Julio de 1584, DDML, p. 91
722
Los embajadores españoles hicieron llegar a Madrid algunos de ellos, cuyos títulos son ya, de por sí,
suficientemente elocuentes de lo que contenían en su interior: Les sorceleries de Henry de Valois et les
oblations qu’il faisoit au diable dans les bois de Vincennes. Avec la figure des demons, d’argent doré,
ausquels il faisoit offrandres et lesquels se voyent encores en ceste ville (1589); Origine de la maladie
de France avec les remedes propres à la guarison d’icelle, avec un exortation a l’entretenement de la
guerre, París s. a.; Le faux visage decouvert du fin. A tous catholiques unis et sainctement liguez pour la
defence et tuition de l’Eglise Apostolique et Romaine, contre l’ennemy de Dieu ouvert et couvert, París
1589. Recogidos en AGS Estado leg. 839, nº 23- 25
353
una línea sucesoria directa masculina y que había acumulado un importante
desprestigio.
A pesar de que el último monarca Valois se había decantado por Enrique de
Borbón para sucederle en el Trono lo cierto es que no todos en Francia y fuera
de ella van aceptarle como Rey Cristianísimo. Felipe II va a optar por el apoyo
al Cardenal Borbón- Carlos X- cuya prisión va a convertir su reinado en un
periodo de transición inusitadamente corto. Su muerte colocaba a Felipe II en
la tesitura de tener que decidir cuál iba a ser su siguiente paso. El Duque de
Saboya, cuyo protagonismo vamos a analizar más a fondo, no dudaba de cuál
debía ser el camino a seguir:
“ He tenido cartas de París que también envío al Bello en que me auisan
la muerte del Rey Cardenal de Borbón que ha sido ayudada. (…) Esta es
la verdadera coyuntura y el tiempo más propio y oportuno de hazer
grandíssimo seruicio a Dios y a toda la Cristiandad, pues todos los
católicos son tan aficionados a V Md y tan obligados por los socorros
que les ha dado. Las villas capitales son de la misma voluntad y París
más que todos (…), los príncipes de la Casa de Lorena como desta son
parciales por servicio, el Reyno es ya exausto y destruydo que buelue
los ojos a quien le puede sacar del trabajo en que está y V Md tiene los
requisitos que ellos desean” 723
Saboya en la “política francesa” de Felipe II.
Aunque podemos considerar que el Ducado de Saboya tiene una importancia
menor cuando nos referimos al plano general de las relaciones hispanofrancesas en el contexto de la crisis dinástica, lo cierto es que sí que tuvo un
impacto que no podemos pasar desapercibido. Tras el matrimonio entre Carlos
Manuel I y Catalina Micaela, el Duque de Saboya se convirtió en un aliado
“ natural” del Rey Católico, una condición de la que el potentado italiano va a
tratar de sacar el máximo partido posible. En este sentido, la situación política
de inestabilidad que atravesaba Francia era una baza que Carlos Manuel I no
723
El Duque de Saboya a Felipe II, Fosán 12 de Julio de 1590, AGS Estado leg. 1268, nº 67
354
quiso nunca desaprovechar para mejorar su situación territorial y su potencia
política.
Muy en relación con el tema que queremos abordar se presentan dos
reclamaciones del Duque de Saboya: por un lado, la mencionada consolidación
territorial y por otro la mejora de su estatus a través de un título real y el
impedimento de que otros ducados italianos alcanzasen esa condición. De esta
manera, considerando que su posición como yerno del Rey Católico le
beneficiaba va a hacer continuas gestiones para que se le reconociera como Rey
de Chipre y se evitase que el Gran Duque de la Toscana acabase convertido en
Rey de la Toscana. Estos dos asuntos van a convertirse en elementos
reiterativos en la correspondencia del Duque con España y por ende, del
embajador español con Felipe II. Si bien es cierto que el soberano siempre
mostró un cierto desacuerdo por las ambiciones de su yerno y que éste no
pudo sino acumular una cierta amargura al respecto, lo cierto es que tanto
Felipe II como sus ministros van a llevar a cabo una intensa labor de presión
para que los Médicis no fueran agraciados con el título real724. Tanto el
embajador español en Turín, don Jusepe de Acuña, como los residentes en
Roma- Conde de Olivares- y Viena- don Guillén de San Clemente- usaron las
vías a su disposición para lograr que las gestiones de los Grandes Duques
llegaran a efecto. Felipe II aprovechó su ascendencia sobre el emperador y con
el Papa para favorecer en este aspecto a su yerno y a su hija, la Infanta Catalina
quien también va a presionar al respecto.
Más preocupación van a generar las campañas militares del Duque de Saboya.
Carlos Manuel I va a tratar de ganar reputación militar y no va a dudar en
ofrecer sus servicios al Rey Católico para aquellas empresas que fueran
724
Por su parte, los florentinos van a tratar de allanar el camino, sobre todo con el emperador,
ofreciéndole los fondos económicos de los que siempre estaba tan desprovisto: “[el] Duque de Florencia
(…) procura con desproporcionados medios irse todauía mejorando y no con menos que con título de
Rey de Toscana (…) y para facilitarse el passo entiendo que offreze al emperador grandísima quantidad
de dinero , en especial para el rescate del archiduque Maximiliano, y sé también que con el Papa procura
el mismo título” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 6 de septiembre de 1588, AGS Estado leg. 1263,
nº 166. No era la primera vez que se hablaba de esos ofrecimientos. Así Don Juan de Borja había
informado en 1578 a don Juan de Zúñiga sobre el respecto: “…como el Gran Duque de Toscana pide al
emperador título de Rey ofreciendo para ello de dar un millón de ducados a Su Magestad y 100m a cada
uno de sus hermanos y 200m para repartir entre estos ministros de Su Magestad…” Don Juan de Borja a
Don Juan de Zúñiga, Viena 10 de mayo de 1578, BPUG CEF vol. 14, f. 41
355
menester. En este sentido, el Duque consideraba que era un buen candidato
para actuar como gobernador en los Países Bajos, con lo que podría seguir la
estela de su padre, Emanuel Filiberto quien había asumido ese cometido
durante el reinado de Carlos V725. Felipe II no debió de considerar muy
oportuno un cambio en el gobierno de Flandes, toda vez cuando Parma había
demostrado ser capacitado para ello y con unos resultados notables para la
Monarquía. No obstante, el Duque de Saboya no va a permanecer estático y va
a considerar que Francia y su situación de inestabilidad podían servir para
“ aprovecharse y ampliar sus estados” 726. Carlos Manuel I va a presentar sus
intenciones con respecto a Francia desde una óptica que negaba una
motivación por ambición personal. En primer lugar, consideraba que, de no
pasar a la acción, sus territorios podían verse afectados por las agresiones de
Enrique de Navarra y eso, además de ser una amenaza militar en toda regla,
supondría un avance del calvinismo en sus dominios y por ende en los del Rey
Católico. Por ello se va a insistir que toda acción del Duque iba en beneficio del
Rey Católico y de la Cristiandad, por lo que eran susceptibles de ser apoyadascon auxilio económico y militar- por parte de Felipe II727.
La actitud del Duque no se va a templar y el periodo que se extiende entre el
asesinato del Duque de Guisa y su hermano hasta el asesinato de Enrique III
va a seguir confirmando al Duque en su idea de actuar en Francia para
aprovecharse de la debilidad interna del Reino. De hecho, la muerte de Guisa
supuso un motivo de preocupación para el Duque de Saboya ya que la trama
organizada por el monarca francés llevó aparejada la confiscación de
725
“…muchas veces hauía dicho [el Duque de Saboya] el desseo grande que tiene de que V Md le ocupe
en alguna cosa de su real servicio (…) se le podía dar agora el gouierno de Flandes pues el Duque de
Parma o passaría a la conquista de Inglaterra o por ventura se haría del mudança, pues se vía claro que V
Md no hauía sido del bien seruido en esta ocasión tan importante y que por hauer seruido el Duque su
padre a V Md en aquellos estados tendría en más seruirse V Md del que si le hiziesse otra qualquier
merced” Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 2 de septiembre de 1588, AGS Estado leg. 1263, nº 113
726
Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 14 de Junio de 1588, AGS Estado leg. 1263 nº 87
727
Estas ideas las va a defender el Duque en su correspondencia con Felipe II: “Supplico a V Md muy
humildemente no se canse de que a estos tiempos acuda a su real grandeza, que el temor de perder tan
desseada ocasión me da atreuimiento pues también todo ha de resultar en servicio de V Md que, una
parte tendría la comodidad de la Prouenza y puesrto de Marsella a beneficio de la Corona de España,
assegurándole que no cayga en manos de herejes y enemigos suyos y destotra echaría los franceses allá
de los montes cerrándoles la puerta para siempre de la entrada de Italia y de poder inquietar a Milán y
Nápoles” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 24 de mayo de 1588, AGS Estado leg. 1263 nº 151
356
documentación comprometedora para Carlos Manuel I y también para Felipe
II728. Con la desaparición del último Valois, la situación en Francia se
complicaba y en lo referente al Duque de Saboya “ se le han refrescado los
pensamientos de apoderarse de Prouenza y Delfinado” 729.
Felipe II se mostraba bastante preocupado por las acciones del Duque. En
primer lugar porque las campañas militares que le alejaban de Turín ponían en
peligro sus dominios, segundo, por las reticencias que tales acciones pudieran
tener en Francia y en los “ partidos” que se estaban formando en el seno de la
misma. Y es que como bien señalaba el Rey Católico:
“ …desseo que el Duque mi hijo acuda en las cosas de Francia al bien de
la causa católica sin dexarse lleuar de fines particulares a cosas con que
pueda dañar esto, que ha de ser lo principal; agora, por cartas de
Francia sé que en París tenían auiso de que el Duque haze diligencias en
Prouença y en otras partes para apoderarse de todo lo que pudiera
abarcar. Temo mucho que esto no ha de seruir sino de más confusión y
desconfiança en los católicos, no sólo del Duque sino de mí,
pareciéndoles que él no se ha de mouer sin mi voluntad” 730.
La situación de extrema delicadeza en Francia- con un monarca en reclusióndebía de conducirse con cuidado y, por tanto, las acciones del Duque debían
acomodarse a los planes del Rey Católico. Desde Turín el embajador va a
“ disculpar” las acciones de Carlos Manuel I basculando la responsabilidad a
alguno de sus ministros que, a pesar de contar con una mayor edad y
madurez, no eran capaces de refrenar unos impulsos habituales en un príncipe
de la edad del Duque. No obstante, en otras ocasiones va a mostrar
preocupación por la actitud ladina del Duque ya que, como informaba al Rey
Católico, Carlos Manuel a la vez que declaraba su condición de fiel servidor de
728
“…me pesa que haurán cogido el secretario con los papeles y cifras y billetes de Don Bernardino de
Mendoza, cartas del Duque de Parma y algunos cifrados míos por donde podrán descubrir lo que podrá
imaginar V Md” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 2 de enero de 1589, AGS Estado leg. 1266, nº
20
729
Don Jusepe de Acuña a Felipe II, La Rocha 19 de agosto de 1589, AGS Estado leg. 1266, nº 91
730
Felipe II a Don Jusepe de Acuña, San Lorenzo 18 de septiembre de 1589, AGS Estado leg. 1276, nº
62
357
la Monarquía, mantenía tratos con franceses a las espaldas del embajador
español731.
Felipe II va a insistir en que don Jusepe de Acuña dirigiese y templase esos
ánimos a través de sus audiencias y también, con la mediación de la Infanta732.
Catalina Micaela, de nuevo, surge como figura de relevancia para la
conducción de los asuntos del Ducado y las relaciones bilaterales entre las
Cortes de Madrid y Turín. Hay que tener en cuenta que la Infanta, ante las
ausencias del Duque, actuaba como regente, por lo que su influencia, ya de por
sí notable, se acrecentaba en esta coyuntura. El soberano va a hacer uso de la
correspondencia con su hija para hacerle presente cuál era su opinión al
respecto, no dudando en afearle la conducta cuando así lo consideraba
oportuno.
Con la muerte del Cardenal Borbón se va a iniciar el proceso en que la
candidatura de Isabel Clara va a contar con un protagonismo indudable. Sin
embargo, los derechos de la Infanta no van a ser los únicos en defenderse con
ahínco sino que el Duque de Saboya va a hacer valer su condición de Valois
para proponer su persona como candidato al Trono de Francia. Carlos Manuel
I se va a mostrar esperanzado por la condición de protector que los católicos
franceses van a asignar a Felipe II; incluso, va a sugerir la posibilidad de que el
soberano se decidiese a tomar para sí la Corona de Francia. Sin embargo, ante
los previsibles planes de convertir a la Infanta Isabel como Reina Cristianísima,
su entusiasmo no va a ser tan notable, y no lo va a ser, entre otras cosas,
porque entre las vías sugeridas la más probable era la que contemplaba el
engrandecimiento de la Casa de Guisa como medio para su consecución. En
ningún momento va a negar los derechos de Isabel Clara pero sí se va a oponer
fuertemente a un posible enlace con el Duque de Guisa. El tema del
731
“…con gente francesa tienen siempre secretos, tracto y pláticas y dellas he visto no dárseme parte, ni
aún de lo que tractan (…) Don Juan de Gueuara, que sirue al Duque en su cámara, me dize que muchas
vezes de noche por puertas secretas hablan con franceses y les dan muy buenos dineros y desto jamás se
me da quenta ni tampoco de algunos correos que han despachado…” Don Jusepe de Acuña a Felipe II,
Turín 14 de Junio de 1588, AGS Estado, leg. 1263, nº 87
732
Felipe II aconsejaba al diplomático que convenciese al Duque “ayudándoos la Infanta como espero
que lo hará, conociendo lo que importa a su marido” Felipe II a don Jusepe de Acuña, San Lorenzo 7 de
mayo de 1589, AGS Estado, leg. 1276, nº 43
358
matrimonio lo vamos a tratar más adelante, pero sí que nos vamos a centrar en
la defensa de sus derechos733.
Carlos Manuel I era hijo de Margarita de Valois, hermana de Francisco I; el
matrimonio de la princesa francesa en Saboya se había concretado tras la Paz
de Cateau- Cambresis de 1559 y es esencial para entender el juego de partidos
e influencias en la Corte de Turín. Para el Duque de Saboya esa ascendencia le
daba derechos al Trono de Francia contando, además, con otras ventajas como
el hecho de ser varón- lo que evitaba obstáculos como la Ley Sálica- y contar
con una nutrida descendencia. Carlos Manuel I va a presentar como
credenciales los presumibles apoyos con que contaba en algunos territorios de
Francia y el visto bueno de la Santa Sede. Evidentemente, era consciente de
que el respaldo de Felipe II era condición necesaria para que sus derechos
tuviesen una proyección real y por ello no va a dudar en acudir directamente a
la Corte de Madrid para lograrlo.
Don Jusepe de Acuña avisó al Rey Católico sobre las intenciones del Duque de
iniciar esta Jornada a la Península y Felipe II usando del habitual tono paternal
va a recordar a su yerno los peligros que entrañaba dejar el Ducado. El
gobernador de Milán, el conde de Terranova se va a hacer eco de ello,
considerando que, si bien no era lo más aconsejable, podía ser el medio a
través del cual se desengañase definitivamente el Duque de sus propósitos:
“ Ha corrido voz todos estos días que el Duque de Saboya va a la ligera
a verse con V Md y don Josepe no está lexos de creerlo y de que es
instigado de Leyni; yo holgara que escusara su yda y la pesadumbre
della a V Md pero será bien que se desengañe y limite en sus acciones y
dé mejor forma y cobro en sus estados y que no piense conquistar los
733
No era la primera vez que el Duque trataba de postularse para un trono real. En 1587 Carlos Manuel I
se mostró interesado en la corona polaca: “Que hauiéndose entendido la muerte del Rey de Polonia le
dixo el Duque [al Barón Sfondrato] que aunque se le haría de mal alexarse tanto de sus estados
antoguos, que todavía era lindo negocio meter en su Casa una corona y un Reyno tan principal y salir de
pesadumbres y disensiones con el de Florencia”; si bien era consciente de que Felipe II se iba a inclinar
por sus sobrinos presentaba el supuesto apoyo de Roma- “…que el Papa tenía mucha inclinación a
favorezelle…”-; no obstante sus consejeros eran más partidarios de “dexarlo correr y deliberar después
conforme sucediere, pues le dizen que no puede pretender aquel reyno sino de exclusión del Emperador,
de Ernesto y de Ferdinando…” Relación de dos cartas del Barón Sfondrato, AGS Estado, leg. 1262, nº 1
359
agenos y poner sobre las espaldas de V Md toda la defensa y cuidado
de los suyos como lo ha hecho hasta agora” 734.
La confianza en el proyecto del Duque que mostraba el Conde de Terranova
era bastante escasa, un hecho que debemos relacionar con las dificultades que
se habían desarrollado en la relación entre el Milanesado y el Ducado de
Saboya. Los Duques esperaban del gobernador determinadas acciones de
asistencia militar que éste solía prestar tras las consabidas consultas a Madrid;
esto chocaba con la premura deseada por Catalina y Carlos Manuel I y las
tensiones entre ambos centros van a ser notables735.
Pese a las prevenciones que el viaje a la Corte de Madrid generaban en el
gobernador de Milán Carlos Manuel I llevó a cabo la Jornada a Madrid para
entrevistarse con su suegro. Uno de los mejores testimonios que tenemos para
documentar ese viaje es la correspondencia que el Duque mantuvo con la
Infanta Catalina; Carlos Manuel describió de manera detallada el viaje que le
llevó hasta la Península y el trayecto hasta Madrid. El Duque de Saboya
recibió, desde su llegada a España, un tratamiento exquisito contando con un
cortejo de acompañamiento que le escoltó hasta la entrada en la Corte. Allí fue
recibido por el Rey y el Príncipe que hicieron con él el último tramo de viaje
hasta el Alcázar donde les recibió la Infanta Isabel Clara Eugenia. Más parecía
una jornada perfectamente organizada por ambas Cortes que un viaje
emprendido con la única iniciativa del Duque. Éste fue agasajado por el Rey
Católico con partidas de caza y otros eventos similares de los que se hicieron
eco algunos cronistas, pero la pregunta que muchos se hicieron fue cuál era la
intención de Carlos Manuel I con este viaje736. A Felipe II no se le debía escapar
734
El Conde de Terranova a Felipe II, Milán último de febrero de 1591, AGS Estado leg. 1269, nº 48
Traemos a colación una carta de la Infanta Catalina al Duque de Terranova donde expresa el deseo de
que el gobernador actúe con una mayor independencia para favorecer los intereses de Saboya: “…pues
pienso en estos casos, mi padre no deue limitar tanto sus órdenes, mandando que se acuda a la
conservación destos estados, que vos no podáis alargaros en lo que no çufre respuesta de España y que
no se trata sólo de nuestro interés sino mucho más del servicio de mi padre” La Infanta Catalina al
Duque de Terranova, Turín 26 de enero de 1591, AGS Estado leg. 1269, nº 35
736
L’Hermite se hacía eco de algunos de esos entretenimientos: “…En Haranjuez tuvo lugar una caza
real, se mataron varios animales salvajes y hubo después entre los bufones de Su Majestad (que iban
como único acompañmiento suyo) un gran banquete en el que se les sirvió en la mesa carne de zorro,
gato, urraca, cuervo y de otros animales parecidos y ellos la comieron como si fuera carne sabrosísima,
lo que fue causa después del gran divertimento e hilaridad de todos”, SÁENZ DE MIERA, op cit., pp. 127128
735
360
el objetivo perseguido por el Duque y lo que L’Hermite considera como un
signo de distinción- la puesta a su disposición de un nutrido guardarropa737Kevenhüller lo interpretaba como un signo sutil:
“ …Y porque Su Magestad imaginaba que el Duque se auía de entrar en
la corte en hábito de francés le imbió cinco vestidos a la española con
muchas otras cosas, guantes y coletas de ámbar y cosas de olor” 738.
De esa manera Felipe II lograba que su yerno se presentase como español, algo
que se podía interpretar como signo de una perfecta comunión con las
políticas del Rey Católico, elemento esencial con el asunto que estaba sobre la
mesa.
En una coyuntura política donde Francia ocupaba el primer plano era evidente
la relación del viaje del Duque con este hecho. Vamos a referirnos al discurso
escrito por Gonzalo de Valcárcel739 en el que se hace un análisis certero sobre
las causas que habían movido al Duque en esta Jornada. Para el memorialista
la conexión del viaje con los asuntos de Francia estaba fuera de toda duda- “ se
puede absolutamente afirmar que vino Su Alteza para tratar y tomar
resolución sobre las cosas de Francia” -, si bien es cierto que podían ser varias
las intenciones del Duque al respecto. Así se señalaban dos posibilidades en
los proyectos que albergaba el yerno de Felipe II: por un lado, la atomización
político- territorial de Francia tras evitar la elección de un monarca; por otro
lado, la elección del mejor candidato como soberano de aquel Reino. En el
primer caso se presuponía que Felipe II reclamaría la Borgoña como herencia
de sus antepasados y el ducado de Bretaña para la Infanta Isabel; por su parte
el Duque de Saboya podría tomar posesión de la Provenza, una ambición que
ya había manifestado con anterioridad. En el caso de la elección de un Rey,
reflexiona el memorialista sobre las posibilidades de que el Duque de Saboya
737
“…se alojó en una de las mejores zonas habitadas de Su Palacio donde fue servido por los propios
lacayos de Su Majestad y todo se dispuso muy ricamente, buscando en el guardarropa un buen surtido
de varias, riquísimas y muy bien elaboradas ropas de diversos colores hechas a la medida de sus propias
personas, de modo que pudiera cambiarse todos los días, lo que ciertamente no era la menor
magnificencia que un rey podía conceder a un invitado suyo, siendo además recibido de un modo
caluroso” SÁENZ DE MIERA, pp. 127- 128
738
Veronelli, op cit., p. 400
739
Discurso sobre la venida del Sereníssimo Duque de Saboya, BNE Mss/11077
361
pudiese ser considerado como un candidato adecuado. Considerando las
recientes guerras civiles que habían asolado al reino parecía complicada la
elección de un rey francés procedente de las familias nobiliarias ya que, era
inevitable que contasen con cuantiosos opositores internos. Por otro lado, era
necesario un candidato con una capacidad económica notable ya que el
conflicto había dejado vacías las arcas del Reino. El Duque de Saboya como
príncipe extranjero se libraba de ambos inconvenientes “ pues no puede ser
tenido por sospechoso a los que qualquier vando católico, y su poder, ayudado
y favorecido con el de Su Majestad, devese algún otro tenerse por bastante
para conservar tal electión” .
Menos convencido debía de estar el memorialista sobre los beneficios que, a
largo plazo podía tener el apoyo por parte de Felipe II de esta candidatura ya
que:
“ …en ninguna manera viene a España que el Ducado de Saboya y
Piamonte se junten con la Corona de Francia por el peligro que adelante
podría aver con la fáçil entrada de los franceses en Italia, lo qual no se
asegura con ser el de Saboya yerno del Rey de España, pues en materia
de Estado no ay que asegurarse con parentesco” .
¿Era realmente esta la intención del Duque? Aún discurre el autor de la
Relación sobre las posibilidades del viaje del Duque como por ejemplo la
discusión sobre los medios para hacer prevalecer una candidatura dentro de la
Casa de Austria con la Infanta Isabel y uno de los Archiduques como cabezas
coronadas de aquel Reino. No obstante, considera que la presentación de sus
derechos y la petición de ayuda a Felipe II eran los motivos más lógicos, pues,
como muy bien expresa:
“ …no se me haçe creedero que el Duque de Saboya passase la mar tan
repentinamente en una sola galera, aventurando su persona, y que
quisiere, en las ocasiones presentes y en tal tiempo del año, boluiese las
espaldas a las cosas de Francia y de su estado con fin de que no se haga
electión de algún Rey de aquel Reino ni que, aviéndose de haçer sea en
persona de otro que de Su Alteza mismo” .
362
El efecto del viaje del Duque de Saboya a Madrid fue nulo ya que Felipe II no
planteó, en ningún momento la alternativa saboyana en las instrucciones a sus
ministros en los Estados Generales. Eso sí, tampoco logró que el Duque se
desengañase del todo como había deseado el Conde de Terranova ya que
Carlos Manuel I va a hacer constantes recordatorios al embajador español en
Turín. El embajador casi temía las conversaciones con el Duque:
“ La intención que he tenido en oponerme a estas visitas es porque al
seguro nacerían dellas pláticads qye le fuesen dañosas a sus Altezas y a
V Md de ningún contento, tanto más porque sé quán al alma les llega
que se trate que sea Reyna de Francia la señora Infanta doña Isabel, con
menos que dalles esta Prouença, Delfinado y Géneua” 740
Tanto él como la Infanta Catalina van a seguir siendo actores destacados en los
asuntos franceses, entre otras cosas porque sus territorios se van a ver
directamente afectados por el conflicto. Por ello van a seguir mostrando su
opinión al respecto; en otro apartado vamos a considerar sus opiniones sobre
las posibilidades matrimoniales que se le abrieron a Isabel Clara con motivo de
la candidatura al Trono de Francia.
El gran obstáculo para la consecución del Trono: la ley sálica.
Cuando Felipe II planteó la sucesión de Isabel Clara Eugenia al Trono de San
Luis como nieta primogénita de Enrique II de Francia, sus consejeros le
avisaron sobre el gran obstáculo que suponía, para la consecución de ese
objetivo la ley sálica. Considerada como una de las leyes fundamentales del
Reino de Francia, la ley sálica impedía el acceso al trono de las mujeres, a pesar
de su linaje y sangre reales. La motivación que llevaba a su defensa eran los
peligros inherentes a la soberanía femenina por la debilidad e incapacidades
naturales al bello sexo. Mientras otras monarquías europeas consintieron la
sucesión femenina en beneficio de la continuidad y estabilidad dinásticas, los
franceses consideraron más segura la sucesión en los varones741. Y lo cierto es
740
Don Jusepe de Acuña, 8 de Julio de 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 60
Frente a esta situación, la Corona castellana no había puesto impedimentos a la sucesión femenina, y
si hubo sucesiones conflictivas en el caso de las mujeres no fue por su sexo sino por consideraciones
741
363
que la desaparición de la línea masculina Valois era una novedad, ya que
Francia se había mantenido fuera de crisis dinásticas durante un considerable
periodo de tiempo.
La historiografía francesa centrada en el análisis de la figura de la reina ha
reflexionado mucho sobre la ley sálica y cómo ésta contribuyó a prefigurar el
papel que cumplieron las reinas en Francia. Si resumimos las conclusiones a
que han llegado los historiadores deberíamos señalar que la Reina
Cristianísima lo es por matrimonio y su principal misión como consorte de
Francia es la perpetuación dinástica a través de la maternidad. Sin embargo,
no siempre su papel se va a limitar al de madre del Delfín, ya que en
ocasiones, la alta mortalidad del periodo dejaba el reino en manos de varones
menores de edad que precisaban de un periodo de regencia hasta cumplir la
mayoría de edad. En esas circunstancias la madre del Rey se convierte en la
mejor opción para asumir la regencia. Y quizá aquí entra una de las aparentes
contradicciones del periodo: entre 1560 y 1661, Francia va a ver tres regentes,
Catalina de Médicis, María de Médicis y Ana de Austria. Una monarquía que
impedía a las mujeres de su sangre acceder al poder de manera directa va a
posibilitar que
las consortes-
extranjeras-
alcancen
esa posición
de
preeminencia en la gobernación del Reino742. Evidentemente estas tres mujeres
van a recibir críticas muy notables por parte de los contemporáneos y la
historiografía, hasta fechas relativamente recientes no ha “ rescatado” su labor
políticas anejas: SEGURA GRAIÑO C., “La mujeres y la sucesión a la corona enCastilla durante la Baja
Edad Media” En la España medieval, nº 12 (1989), pp. 205- 214
742
Una síntesis sobre las regencias y las leyes que la van a moldear en COSANDEY, F. “De la Loi Salique
à la Régence, le parcours singulier du pouvoir des Reines” en VARALLO, F. (ed.) In assenza del re. Le
reggenti dal XIV al XVII secolo, Florencia 2008, pp. 183- 197
Además de la participación de las regentes en el poder no podemos olvidar el papel que las mujeres de
las principales familias nobiliarias tuvieron en el mismo. En el caso de las Guerras de Religión el
protagonismo de las mujeres del clan Guisa- Lorena fue esencial en el transcurso de los acontecimientos
tal y como ha puesto de manifiesto, VIENNOT, E. “L’invention de la loi salique et ses répercusions sur la
scène politique de la Renaissance” en CAPDEVILA, L., CASSAGNES S., CUCAUD, M., GODINEAU D.,
ROUQUET F., SAINCLIVIER J., Le genre face aux mutations: masculin et féminin du Moyen Age à nos
Jours, Rennes 2003, pp. 181- 190 y en VIENNOT, E., “Des <femmes d’Etat> au XVIe siècle: les
princesses de la Ligue et l’écriture de l’histoire” en HAASE- DUBOSC D. y VIENNOT E., Femmes et
pouvoirs sous l’Ancien Régime, Paris 1991, pp. 77- 97. Una aportación más “original” al tema de la
participación de las mujeres en las Guerras de Religión es la de Broomhall, S. “In my opinion: Charlotte
de Minut and Female Political Discussion in Print in Sixteenth- Century France” en Sixteenth Century
Journal, nº XXXI/ 1 (2000), pp. 25- 45, donde se explora el tema de la creación de opinión por parte de
aquellas.
364
política con análisis más objetivos y no condicionados por los prejuicios que
habían marcado a los historiadores previos. Como podemos ver el tema de la
ley sálica ofrece múltiples perspectivas al análisis histórico porque frente a las
formulaciones teóricas hay una realidad tangible que se movió por derroteros
menos previsibles en los que las mujeres van a gozar de un papel notable. Así,
no han faltado los estudios que traten los orígenes de esta ley fundamental y
no escrita pero que contribuyó a forjar la sucesión de la Corona en un camino
muy concreto. Y tales estudios se han centrado en los orígenes de la misma,
considerando que la ley sálica constituye un ejemplo notable de lo que se
conoce como “ mito político” 743; en unas circunstancias concretas en que se
produjo un atisbo de crisis dinástica se consideró más segura una sucesión no
directa pero masculina frente a otra directa y femenina. En efecto, a la muerte
de Luis X en 1316 la Corona de Francia se vio en la difícil coyuntura de contar
únicamente con una consorte embarazada y madre de una hija. La reina dio a
luz a un varón- Juan I- que apenas sobrevivió unos días dejando como
previsible sucesora a su hermana. Sin embargo el regente (Felipe el Largo),
elegido de antemano para la minoría de edad del fugaz soberano logró hacerse
con el poder declarando que las mujeres no podían suceder. A la muerte de
Felipe, dejando una situación muy similar a la de años antes- una reina
embarazada- la exclusión de las mujeres se va a consolidar ya que el regente
asumiría el poder en caso de que la consorte no diese a luz un varón, o este
falleciese. Para que este proceso pase de la mera costumbre a la concepción de
ley fundamental se produjo un proceso de “ mitificación” dándole un origen
histórico que entroncaba con los momentos fundacionales de la Monarquía
francesa.
Cuando en 1584 Felipe II empezó a considerar de manera seria la defensa de
los derechos de su hija a la Corona francesa, los franceses veían como algo
normal la exclusión de las mujeres en el orden sucesorio. Sin embargo, el Rey
Católico no va a cejar en sus propósitos y va a encomendar a sus juristas la
743
Un mito político es aquel que fundamenta la legitimidad del poder, tal y como señala BARNAVI, E.,
“Mythes et réalité historique: le cas de la loi salique” en Histoire, économie et société, nº 3 (1984), pp.
323- 337
365
“ deslegitimación” de la ley sálica744. Desde un punto de vista teórico la tarea
no era complicada y los discursos que se escribieron y publicaron al respecto
no dejan duda de ello. El derecho común y natural ofrecían argumentos
suficientes para ello, pero sobre lo que hay que reflexionar no es tanto sobre el
acierto de esas argumentaciones como sobre el hecho del impacto real que
pudieran tener. El fracaso de Felipe II en la tarea de colocar a Isabel Clara en el
trono de Francia no se puede explicar únicamente desde el prisma de los
obstáculos que imponía la ley sálica, sino que hay que analizar el proceso en su
conjunto. Factores de orden político, militar y económico deben tenerse en
cuenta a la hora de explicar el por qué de ese fracaso, porque si bien es cierto
que la ley sálica parecía un obstáculo insalvable, la actitud de algunos notables
franceses durante la reunión de los Estados Generales de 1593 demuestran que
las oportunidades de la Infanta, si bien escasas, eran posibles. Aunque algunos
se decantaron por alentar la elección de Felipe II o el príncipe Felipe, otros
vieron una posible salida en la Infanta, eso sí, casándola con un príncipe de la
sangre, lo que evitaría uno de los temores que habían alentado la defensa de
esa ley fundamental: la caída en manos de una dinastía extranjera.
El triunfo de Enrique de Navarra y su conversión en Enrique IV de Francia fue
el punto decisorio a la hora de consolidar la ley sálica como una de las leyes
fundamentales que vertebraban la Monarquía. La importancia de la misma se
deja translucir en el hecho de que no afecte únicamente al orden sucesorio y al
papel que cumplían las mujeres en la Monarquía, sino que su plano de
influencia va a ser mucho más amplio como demuestra Fanny Cosandey en
uno de sus estudios sobre los rangos en Francia745. Al igual que las reinas de
Francia lo son por la vía del matrimonio, las mujeres de los notables adquirían
su rango por la misma vía de tal manera que una princesa de sangre no nacía
sino que se convertía en tal gracias a una alianza matrimonial con un príncipe
de la sangre.
744
Sobre este proceso hay que citar el artículo clásico de MOUSSET, A., “Les droits de l’infante IsabelleClaire- Eugénie a la couronne de France” Bulletin Hispanique, Tomo 16, nº 1, (1914), pp. 46- 79
745
COSANDEY F., “Les femmes en monarchie: épouses ou héritières?” en CAPDEVILA, L., CASSAGNES
S., CUCAUD, M., GODINEAU D., ROUQUET F., SAINCLIVIER J., op cit, pp. 201- 209
366
El matrimonio de Isabel Clara y Enrique IV como posible salida a la crisis
francesa.
El 15 de abril de 1590 Monsieur de Longlée escribía una misiva al Rey de
Navarra a quien sus seguidores habían reconocido como Rey Cristianísimo
con el nombre de Enrique IV746. En este último despacho diplomático Longlée
informaba sobre su inminente salida de Madrid y se mostraba afecto al otrora
Príncipe de Bearne. Por ello no dudaba en seguir actuando como diplomático
dando buena cuenta de lo que ocurría en la Corte del Rey Católico. Los
preparativos militares de Felipe II y su firme apoyo a la Liga aparecían como
informaciones relevantes; pero lo que realmente nos interesa destacar son las
razones que exponía Longlée para no cumplimentar un encargo de Enrique IV.
Éste había requerido al embajador que sondease la opinión de la Corte
española sobre un posible enlace que le uniese a la Infanta Isabel Clara.
Aunque en la misiva no se explicita mucho más sobre el proyecto podemos
suponer cuáles eran las razones que movían al Rey de Navarra para llevar
adelante este enlace. Por un lado, el hecho obvio de que como soberano
precisaba de una consorte que le diese sucesión, algo que Margarita de Valois
no había logrado en los años en que el matrimonio funcionó. Por otro lado, la
legitimidad de la Infanta como descendiente de la dinastía que había ocupado
el Trono de San Luis hasta 1589 podía resultar enormemente atractiva al
príncipe Borbón. Por otra parte, la potencia militar de Felipe II en conjunción
con las fuerzas de la Liga eran obstáculos considerables a la hora de defender
sus aspiraciones a asentarse definitivamente como Rey Cristianísimo; estos
obstáculos podrían solventarse de mediar una alianza entre él y el Rey
Católico.
Longlée muestra, por su parte una actitud algo más pragmática y en virtud de
ello defiende el “ incumplimiento” de este particular mandato de Enrique IV.
Por un lado, hace referencia al rechazo unánime que generaba Enrique IV en
los españoles- “ Et les ayant veuz rejecter si apertement tout ce qui avoit
746
Monsieur de Longlée a Enrique IV, Madrid 15 de abril de 1590, DDML, pp. 398- 401
367
seulement l’odeur du nom de la grandeur de Vre Majesté” - y por supuesto, al
hecho de que no se le reconociese como Rey Cristianísimo y por ende
candidato a la mano de la Infanta:
“ …je me suis contenté de parler seulement de ces bonnes et droictes
intentions au bien universel de la Crestienté et a la continuation de la
bonne paix qu’il y a entre ces deux couronnes; et encor, cela estoit receu
comme chose indiferente, et avec une mine froide, monstrant
evidemment que Vre Majesté n’estant pas tenu par deça pour roy de
France”
Para Monsieur de Longlée era necesario esperar a la ocasión propicia para
llevar a cabo tal negociación. Para el diplomático el asunto debía dirigirse en
una manera totalmente distinta. En primer lugar, debía ser una persona de
mayor calidad la que propusiese a Felipe II el matrimonio; por otro lado, esta
propuesta debía de hacerse en el transcurso de una negociación de mayor
calado, como por ejemplo, en caso de ser necesaria una suspensión de armas y
siempre y cuando Enrique IV estuviese en una posición de fuerza a la hora de
negociar747. De esta recomendación se colige que Longlée pensaba que tal
alianza no estaba, bajo ningún concepto, en la mente de Felipe II como algo
realizable y sólo una situación muy adversa podía llegar a inclinarle a tomar
tal resolución.
El que fuera embajador de Enrique III conocía muy bien cuál era la situación
que se respiraba en Madrid; tampoco Felipe II había ocultado su rechazo a la
elección de Enrique de Navarra como sucesor del último Valois y había
manifestado su absoluto apoyo al Cardenal Borbón como Rey Cristianísimo.
Por otro lado, independientemente de que la religión y proyecto político de
Enrique fuesen absolutamente contrarios a las convicciones del Rey Católico,
lo cierto es que existía otro obstáculo adicional de gran importancia. Enrique
IV estaba casado en aquel momento con Margarita de Valois la otrora cuñada
747
“…car c’est un propos qui doibt estre ouvert avec beaucoup de dignité, comme par l’entremise de
quelqu’un des princes ou confederés ou allies de Vre Majesté, ou par de personnes graves envoyées
exprès devers ledict Roy avec l’occasion de quelqu’autre subject, comme pendant une suspension
d’armes, ou au temps que les affaires de Vre Majesté seroient en grande prosperité…”
368
de Felipe II. El matrimonio impulsado por Catalina de Médicis en 1572 para
tratar de dar una salida negociada al enconado conflicto religioso había
tornado en un importante fracaso. La Reina de Navarra, independientemente
de las interpretaciones- numerosas- historiográficas cuando no míticas, fue
incapaz de cumplir con el papel primordial de una consorte: dar un heredero a
su marido. Por otro lado, otra serie de incompatibilidades provocaron la
separación de facto en 1585, momento en el que Margarita mostró sus
inclinaciones hacia los planteamientos de la Liga. Si bien es cierto que a la
altura de 1590 la todavía Reina de Navarra se movía en un plano de
neutralidad política, las necesidades de Enrique de Navarra seguían siendo las
mismas; precisaba un heredero y Margarita de Valois no había sido capaz de
dárselo.
La anulación del matrimonio era requisito imprescindible para que Enrique
buscase una nueva consorte y si bien el proceso se inició en 1593
(extendiéndose hasta 1599), la idea debía rondar la cabeza del de Bearne en
1590, cuando escribió a Longlée748.
Aunque en algún momento los ministros de Felipe II mostraron preocupación
por el destino de Margarita de Valois, lo cierto es que la princesa supo llevar
perfectamente el proceso negociador que condujo a su divorcio. Sabía de la
necesidad de Enrique IV para contraer una nueva alianza- aunque no pudiese
colmar el deseo de convertir a su amante Gabrielle d’Estrées en consorte- y
supo jugar bien sus cartas para salir honrosamente de un matrimonio
fracasado 749.
748
El carácter político del divorcio entre Margarita de Valois y Enrique IV es un hecho innegable. No
obstante, en la reconstrucción de estos hechos que se llevó a cabo en el siglo XVII- a través de obras
como Le Divorce satyrique- se apuntaron otras causas como las detonantes del proceso. Concretamente,
la escandalosa vida sexual de Margarita fue dibujada como motivo primordial del divorcio: “Le Divorce
satyrique témoigne en tout cas d’une chose: au début du XVIIe siècle, l’indignité de Marguerite paraît
aux yeux de beaucoup le meilleure justification de sa séparation d’avec le Roi de France, comme si la
nécessité politique dans laquelle il s’etait trouvé en arrivant au pouvoir (divorcer pour pouvoir procréer
légitimement et s’installer sur le trône) tendait a s’effacer dans les consciences” VIENNOT, E.,
Marguerite de Valois. “La reine Margot” Paris 2005, p. 325
749
El proceso de divorcio ha sido analizado, a través de la lectura de nueva correspondencia inédita de la
Reina de Navarra por VIENNOT, E., “Autour d’un <démariage célèbre> : dix lettres inédites de
Marguerite de Valois” en Bulletin de l’Association d’étude sur l’humanisme, la reforme et la
renaissance, nº 43 (1996), pp. 5- 24
369
Pero volviendo a la Infanta Isabel, si bien es cierto que el matrimonio podría
haber sido una buena solución al conflicto que se vivió a partir de 1594,
también es cierto que la probabilidad del mismo era escasa.
La delegación española para los Estados Generales de 1593.
Para la defensa de los derechos de Isabel Clara, Felipe II va a proceder al envío
de una delegación encargada de defenderlos750. Entre ellos destaca la figura de
Juan Bautista de Tassis cuya larga trayectoria al servicio de la Corona
auguraba una buena actuación en esta ocasión. Nacido en 1530 era hijo del
Correo Mayor del Emperador Carlos V. Sus servicios a la Corona le habían
llevado al Mediterráneo- expedición a la isla de Malta- los Países Bajos y
Francia. El hecho de haber ocupado la embajada española en París desde 1581
hasta 1584 le otorgaba la ventaja de conocer la vida política francesa. Cuando
salió de ella se dirigió hacia los Países Bajos donde siguió vigilando los asuntos
concernientes a Francia. El broche a su carrera fue una nueva embajada en
París entre 1598 y 1603751. Con esa trayectoria su elección parecía adecuada a
la misión que se le encomendaba, algo que los cronistas ponderaron
positivamente a la hora de valorar su presencia752. No obstante la postura de
Tassis disentía de la opinión de algunos consejeros de Estado ya que, aunque
valoraban los derechos de la Infanta, consideraban que su mera presentación
no iba a ser suficiente para lograr el fin deseado por Felipe II. En este sentido,
consideraba que la utilización de la fuerza militar iba a ser un requisito
insoslayable. Tal y como explica Caterino Dávila en su obra sobre las guerras
de religión en Francia, la perspectiva que tenían aquellos ministros que
estaban en Flandes les llevaba a considerar seriamente esa opción:
“ Juan Bautista Tassis, y los ministros de Flandes, que conocían el humor
francés, y veían más de cerca el estado de las cosas, aconsejávanse
750
Para un acercamiento a las figuras que se describen a continuación véase, VÁZQUEZ DE PRADA, V.,
op cit, pp. 77- 82 y 92- 99
751
Esta última embajada se analiza en HUGON A., Au service du Roi Catholique. “Honorables
Ambassadeurs” et “Divins Espions”. Répresentation diplomatique et service secret dans les realtions
hispano- françaises de 1598 à 1635, Madrid 2004, pp. 165- 172
752
Así Cabrera de Córdoba mencionaba que “tenía experiencia de negocios y era práctico de la nación
con quien había de negociar y de los medios; mas era tardo y viejo” en op cit., p. 1449.
370
entrasse en Francia con un exército poderosso, y que el Conde Carlos de
Mansfelt, a quien se avía encargado este cuidado, se acercasse a París;
que al mesmo tiempo con dádivas conciliasen el ánimo del Duque de
Umena, y de los otros señores principales, y de qualquier Diputado, que
tuviesse crédito, y autoridad en la Assemblea; y que a los señores de la
casa de Lorena, que poseían el Principado de la unión, se hiciesen largos
, y ventajosos partidos, y se les diesse entera seguridad de cumplirlos: y
con estas condiciones, y no de otra suerte, ni manera, juzgavan tendría
efecto la propuesta de elegir la Infanta” 753
Junto a Tassis acudía Don Diego de Ibarra. Nacido en Milán hacia 1552 había
desempeñado diversos cargos en Italia y en Flandes. Sustituyó al comendador
Moreo y a la hora de formar esta delegación Felipe II confió en él. Aunque se
destacaron algunas de sus cualidades como el hecho de ser “ de espíritu
elevado, práctico entre franceses y bien informado” , una de sus debilidades
era la enemistad que sentía por el Duque de Mayenne y que a la postre le
podía dificultar su tarea754. Asimismo se ha señalado sus choques con Juan
Bautista de Tassis.
El grupo lo completaba Lorenzo Suárez de Figueroa, II Duque de Feria,
elección sorprendente por su juventud- apenas 30 años- y escasa experiencia
en los asuntos diplomáticos, si bien es cierto que a posteriori va a protagonizar
una destacada carrera al servicio de la Monarquía:
“ …si bien tenía el Duque gran nobleza de sangre, letras y loables
costumbres, quisieran muchos que fuera mayor la experiencia y el
ánimo más, según la naturaleza de los franceses, presta en el tomar los
partidos y mudar las deliberaciones” 755.
Poco antes de la reunión de los Estados, el Duque había mantenido una
audiencia con una persona cercana al Duque de Lorena, cuya presencia en la
reunión se consideró imprescindible. A raíz de dicha audiencia el Duque fue
informado de una serie de condicionantes que había que tener muy presentes
753
CATERINO DÁVILA, E., Historia de las guerras civiles de Francia, Madrid 1675, p. 476
CABRERA DE CÓRDOBA, op cit., p. 1449
755
Íbidem.
754
371
a la hora de abordar la presentación de la candidatura. En primer lugar, debían
ser muy conscientes que la elección que hiciesen los franceses no iría en
beneficio de otros sino de ellos mismos; por otro lado, había que recurrir a
elementos persuasivos para mostrar al bando de Enrique de Navarra la
fortaleza de aquel que fuese apoyado por Felipe II. Ésto significaba,
lógicamente, la necesidad de llevar un ejército poderoso a Francia que debía
permanecer el tiempo que fuese necesario, sin perspectiva de devolverlo en un
corto periodo a los Países Bajos. Se debía seguir con la estrategia de ayuda a los
diferentes líderes provinciales y, por supuesto, debían de ganarse las
voluntades de aquellos que debían votar en los Estados. Por supuesto también
se discurría sobre la elección de la Infanta y la necesidad de casarla con un
natural del Reino aunque el Duque de Lorena se mostraba abierto a la
posibilidad de que se concertase una alianza con la Casa de Austria:
“ …no se repararía en que la Señora Infanta fuesse nombrada Reyª in
capite, pues era lo más conuiniente y cosa en que el Reyno vernía bien
con tanto que Su Altª se casase con francés, aunque él por su particular
se inclinaua más a que fuesse de la Casa de Austria, lo qual era lo mejor
para asentar la religión y quitar todas competençias…” 756.
Para probar los derechos sucesorios de la Infanta se elaboraron multitud de
tratados y escritos que buceaban en los árboles genealógicos de los reyes de
Castilla para demostrar la conexión de la Infanta con las diferentes casas reales
y la fortaleza y justicia de las pretensiones a esos tronos. Esta clase de textos no
sólo circularon en la década de 1590 cuando las crisis dinásticas apretaron de
manera más clara. En el año 1566 el embajador francés, Monsieur de
Fourquevaux se mostraba escandalizado por la declaración que Don Juan
Manrique había hecho ante la reina Isabel defendiendo que los reyes de
Castilla tenían más derechos a la Corona de Francia que los monarcas Valois
en virtud de su herencia borgoñona. Parece que el dicho Don Juan había
extraído la conclusión de un texto en contra de la ley sálica, invención que
756
El Duque de Feria a Felipe II, Pont Amoson 2 de enero de 1593, AGS Estado leg. 1272, nº 3
372
había apartado de la línea sucesoria a la mujer de Otón de Borgoña, hija del
monarca francés. Monsieur de Fourquevaux
consideraba que estas
pretensiones eran absurdas y que más derechos tenían los franceses a la
Corona de Castilla que no al contrario ya que si los Trastámara habían llegado
al trono era gracias a la ayuda prestada por Carlos V de Francia757. Las
consideraciones del embajador muestran la aparente contradicción de los
argumentos genealógicos, ya que podían usarse de tal manera que
beneficiasen a unos y otros. Eso unido al hecho de la profunda conexión entre
las dinastías reinantes, merced a las alianzas matrimoniales, hacía que las
pretensiones a otros tronos no fueran privativas de algunos miembros de la
realeza sino de todos.
Años más tarde, Monsieur de Longlée volvía a “ denunciar” otro de estos
tratados sobre la sucesión en el reino de Francia. El embajador rebajaba la
categoría del manuscrito ante Enrique III y hablaba de la vanidad de los
españoles al pretender derechos sobre la Corona de los Valois758. Esta
advertencia se hacía en el año 1586 y aunque molestase a Longlée, lo cierto es
que la situación sucesoria en el Trono de Francia hacía pertinente la circulación
de rumores y conjeturas sobre un futuro que se acercaba cada vez más.
757
“Madame, pour ce que ces jours passez le sr. Don Juhan Manrique soubtenoit a la Royne votre
fille(…) que le Royaume de France apartient mieux au Roy Catholique que au roy qui le tient, prenant
son dire sur ce que une fille du Roy Loys, surnommé Hutin, fut maryée au duc Otho de Bourgoigne;
pour priver laquelle de la succession dudite roy, son père, les François forgent la loy salique (…) je ne
pourrois me garder de dire que le Royaume de Castille apartient mieulx aussi aux descendantz du Roy
St. Loys, filz de la Royne Blanche, fille aisnée du Roy Alfonce IX que non aux successeurs de don
Henry, comte de Tristemare(…) [el cual] demeura Roy dudite Castille par l’ayde et armes du roy
Charles Quint et des François” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, 11 de febrero de 1566,
DDMF, vol. I, pp. 53- 54. Sobre esta particular crisis dinástica véase VALDEÓN BARUQUE, J. “Las
quiebras dinásticas: ¿un modelo en crisis?” en NIETO SORIA, J. M y LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V.,
op cit., pp. 17- 27. Asimismo hay que tener en cuenta que en esta guerra entre hermanos, el apoyo inglés
se hizo a Pedro I, cuya hija Constanza se postuló como heredera. No es de extrañar que el rey inglés,
Eduardo III, la casara con su hijo, Juan de Gante, y luchara por sus derechos a la Corona de Castilla,
SEGURA GRAIÑO, C., op cit., pp. 206- 209
758
“…ung personnage de qualité m’a faict voir ung livre escrit à la main, qui fut presenté à ce Roy icy à
ce mois d’avril dernier, et fut commandé à ung secretaire d’Estat de le garder; lequel traicte de la
succession de la couronne de Vre Majesté; et, plus pour l’impertinence du discours que pour autre
raison, je demanday que je le peusse tenir deux heures pour le veoir, esquelles je prins les sommaires
des chapitres que j’ay voulu envoier pour mosntrer la vanité des pensements de ce peuple icy, et dire
que ledict Roy faict garder ce livre comme chose digne du lieu de ses plus importants papiers; aynt esté
faict grand cas du livre et de l’autheur…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 19 de Julio de
1586, DDML, p. 284
373
Los Estados Generales de 1593. Los derechos de Isabel Clara Eugenia.
“ Véese en el çielo de 15 días a esta parte una cometa que no se descubre
sino de media noche abaxo hasta que sale el día, la qual se pone hazia la
tramontana al lado izquierdo del norte y tira hazia el medio día. Su
aspecto es pequeño pero paresçe como de quatro baras, la cola cuyo
estremo es tirante a humo y no muy denso sino que es menester mucha
atención para verle. Dizen que amenaza a Francia con nuevos abajos de
guerras y con mudanza de Rey” 759
La estrecha relación entre esta serie de fenómenos naturales con cambios
profundos era una idea profundamente enraizada en el subconsciente
colectivo del Antiguo Régimen. Los hechos convulsos que se estaban viviendo
en el país vecino parecían dar entidad a esta serie de profecías y más en un año
que, a la postre, se tornó decisivo para despejar el horizonte sucesorio de
Francia. Desde enero de 1593 estaban reunidos los diputados de los Estados
Generales en París, convocados por el Duque de Mayenne760. La reunión de los
tres estamentos tuvo un impacto notable en la vida de la Infanta Isabel pues la
misma sirvió como ocasión para la presentación formal de sus derechos a la
Corona franceses. Vamos a analizar aquí de manera sintética el proyecto
político presentado por los enviados españoles y los acontecimientos que
llevaron al fracaso del mismo. Y es que, como han señalado algunos
historiadores, la convocatoria partía en cierto modo como “ rechazo” a las
pretensiones de Enrique de Navarra y acabó por contribuir a la solución del
problema sucesorio en su persona.
Ya en 1591 Felipe II había redactado unas instrucciones precisas que reflejaban
su intención con respecto a Francia y a los derechos de su hija. Isabel Clara
Eugenia era la legítima sucesora del Trono de Francia en virtud de su
759
Avisos de la Corte de España, Madrid 14 de agosto de 1593, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6,
s. f.
760
“…Y por proceder más acertadamente y con más maduro consejo, les hazemos saber que avemos
rogado a los Príncipes, Pares de Francia, a los prelados, señores y diputados de los Parlamentos, de las
Ciudades y Villas deste Partido concurran a la ciudad de París a diez y siete del próximo mes de enero
para elegir, unidamente, sin pasión y reparo de los intereses particulares, el remedio que juzgaremos en
conciencia ser el más útil a la conservación de la Fe y el Estado” Declaración del Duque de Mayenne,
diciembre de 1592 recogida en CATERINO DÁVILA E., op cit.,, p. 471
374
condición de nieta primogénita de Enrique II; la ley sálica considerada
“ imaginación y violençia sin fundamento ni causa” 761 no podía, con toda
just