(PDF) La infanta Isabel Clara Eugenia de Austria, la formación de una princesa europea y su entorno cortesano | ELISA AMELIA CISNEROS PRIETO - Academia.edu
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia Moderna LA INFANTA ISABEL CLARA EUGENIA DE AUSTRIA, LA FORMACIÓN DE UNA PRINCESA EUROPEA Y SU ENTORNO CORTESANO MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Elisa García Prieto Bajo la dirección del doctor Fernando Bouza Álvarez Madrid, 2013 © Elisa García Prieto, 2013 UNIVERSIDAD COM PLUT ENSE DE M ADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E H ISTORIA DEPARTAM ENTO DE H ISTORIA M ODERNA LA INFANT A ISABEL CLARA EUGENI A DE AUST RIA, LA FORM ACIÓN DE UNA PRINCESA EUROPEA Y SU ENT ORNO CORT ESANO ELISA GARCÍA PRIETO TESIS DOCTORAL DIRIGIDA POR EL DR. FERNANDO BOUZA ÁLVAREZ CATEDRÁTICO DE H ISTORIA MODERNA M ADRID 2012 A mi familia ÍNDICE ÍNDICE 1 AGRADECIMIENTOS 3 INTRODUCCIÓN Objetivos Problemáticas Fuentes Estado de la Cuestión 6 12 21 29 ABREVIATURAS 37 UNIVERSO PALATINO Y REALIDAD HUMANA: ISABEL CLARA EUGENIA EN LA CORTE DE FELIPE II. La Corte vivida por Isabel Clara Eugenia de Austria 39 El personal palatino: una biografía colectiva de la Casa de la Reina 41 La dirección de la Casa: la Mayordomía Mayor 41 La evolución del espacio áulico entre 1566 y 1598 51 1566- 1570. De Isabel de Valois a Ana de Austria 51 1570. Las etiquetas de la Casa de la Reina 53 1573: la muerte de la Princesa Juana 62 La Jornada de Portugal y la muerte de Ana de Austria (1580) 65 La Jornada de Aragón de 1585 69 El personal femenino de la Casa 71 Cambios en el entorno palatino: nuevos y viejos servidores 71 La Camareras Mayores 86 El aya en la Casa de la Reina 91 Las damas 103 Aprendizaje y socialización de la Infanta Infancia en palacio: juegos y diversiones Lectura y escritura. Aprendizaje y usos prácticos Prácticas devocionales en la Corte El aprendizaje del “oficio” principesco La Infanta ante la Corte El ejercicio del patronazgo: Isabel Clara Eugenia entre sus damas Un modelo paralelo: la Casa de Catalina Micaela en Turín. Familia y Corte: los vínculos familiares La hija amada de Felipe II V uestras dos madres: Isabel de Valois y Ana de Austria Vínculos fraternales: Isabel Clara Eugenia, Catalina Micaela y Felipe III Hacia el matrimonio archiducal: el archiduque Alberto 123 124 131 139 144 146 164 177 194 197 201 208 239 LA INFANTA ISABEL Y LA MONARQUÍA HISPÁNICA: POLÍTICA MATRIMONIAL Y DINÁSTICA PARA UNA INFANTA El matrimonio de Isabel Clara Eugenia: reflexiones iniciales 248 Primeros proyectos, primeras esperanzas 254 Matrimonio en Portugal: negociaciones con Don Sebastián 258 La opción francesa 274 Las negociaciones matrimoniales con Saboya 280 Matrimonio dinástico. Las negociaciones con los Habsburgo 289 Epílogo: Firma de capitulaciones y viaje del Archiduque a Madrid 323 Las visiones contemporáneas sobre el matrimonio de Isabel Clara Eugenia. 329 Las crisis dinásticas en el siglo XVI y su impacto en la vida de Isabel Clara Eugenia Francia en el horizonte de la Infanta Francia y Felipe II Saboya en la “política francesa” de Felipe II El gran obstáculo para la consecución del Trono: la ley sálica El matrimonio de Isabel Clara y Enrique IV como posible salida a la crisis francesa 1 345 347 348 354 363 367 La delegación española para los Estados Generales de 1593 Los Estados Generales y los derechos de Isabel Clara Eugenia El matrimonio de Isabel Clara en el contexto de la candidatura La conversión de Enrique IV y el papel de Roma El papel de la Infanta durante la candidatura 370 374 379 389 397 La sucesión inglesa a finales del siglo XVI Una reflexión sobre las relaciones políticas entre Felipe II e Isabel de Inglaterra La importancia del exilio católico inglés El problema sucesorio inglés Los candidatos al Trono inglés Hacia la firma de la Paz de Londres (1604) 400 401 404 408 414 430 Epílogo: otras crisis dinásticas y la implicación del matrimonio archiducal 432 ISABEL CLARA EUGENIA: MITOS Y REALIDADES EN TORNO A LA HIJA DE FELIPE II La construcción de la Imagen de Isabel Clara Eugenia Isabel Clara Eugenia. Imágenes en la Corte La Compañera de Felipe II en sus últimos momentos Isabel Clara Eugenia como modelo 439 442 452 457 CONCLUSIÓN 463 APÉNDICES Apéndice I Apéndice II Apéndice III Apéndice IV Apéndice V 471 496 499 502 504 BIBLIOGRAFÍA 512 2 AGRADECIMIENTOS En estas páginas quedan vertidos cuatro años de investigación, trabajo y esfuerzo que han dado como fruto el estudio que aquí se presenta. En primer lugar me gustaría expresar mi agradecimiento a todos aquellos que me han acompañado en el camino y que han hecho posible esto. En primer lugar quiero agradecer a mi director, Fernando Bouza, la guía constante que me ha ofrecido a lo largo de estos años. Parece un lugar común decir que las mejores cualidades de este trabajo son fruto de su consejo, y sin embargo, esto es así. En todo momento me ha otorgado una gran libertad a la hora de afrontar mi investigación, pero ha estado siempre guiando sabiamente mi camino por la compleja búsqueda archivística y, lo que es más importante, por la necesaria reflexión que una tesis precisa. Quiero agradecer, asimismo, al Departamento de Historia Moderna y a sus integrantes el constante apoyo que he recibido en mi proceso formativo. Especialmente a las directoras que han estado al frente en estos años, la doctora María Victoria López- Cordón y la doctora Rosa María Capel, y a las secretarias académicas, las doctoras Teresa Nava y María Dolores Herrero, quienes siempre se han mostrado dispuestas a ofrecer su ayuda en los momentos necesarios, así como su más sincero interés. Asimismo, al resto del profesorado. Agradezco a los miembros del Tribunal su labor, y los consejos que, sin duda alguna, mejorarán este trabajo. También quiero agradecer a mis compañeros su apoyo y compañía a lo largo de estos años. Guardaré un especial recuerdo de todos ellos y de las experiencias compartidas. Muy especialmente a Enrique, Felipe y Alejandra. Pero quizá a quien más tenga que recordar sea a Antonio, compañero pero sobre todo, amigo. Hemos pasado muchos años juntos- carrera y beca FPU-, compartiendo no sólo trabajo, sino también gustos comunes. Sin duda alguna, siempre recordaré nuestros accidentados viajes por los aeropuertos europeos y las, a veces pintorescas, experiencias en el archivo. 3 Sin la ayuda y colaboración de archiveros y bibliotecarios este trabajo sería tarea casi imposible por ello, desde aquí expreso mi gratitud por la excelente atención prestada. Gracias a las ayudas ministeriales no sólo he disfrutado de la beca que ha hecho posible la tesis, sino que, además, pude llevar a cabo una estancia de investigación en Londres donde el profesor Trevor Dadson me ofreció su ayuda, guía y consejo. Quiero, asimismo, dar las gracias a mi familia y amigos. A mis amigas del colegio, que me han permitido desconectar del trabajo y volver al siglo XXI. Y muy especialmente a mi familia. Posiblemente sin el apoyo de mis padres yo no estaría aquí hoy; ellos siempre me han respaldado: desde el momento en que elegí estudiar historia hasta que inicié los estudios de doctorado. Gran parte del mérito es de ellos, porque me enseñaron desde siempre a valorar el esfuerzo y el trabajo y me inculcaron la curiosidad por saber más. A mis hermanos, que siempre han estado ahí y a mis abuelos y tíos. Madrid 19 de octubre de 2012. 4 Abstract: This study pretends to analyze the figure of Infanta Isabel Clara Eugenia in an essential period of her life. Before she became sovereign and governess to the Low Countries she expended three decades in Philip II’s Court. We want to study these years as a way to understand the period she lived in the Court of Brussels. We are going to study the Household and servants that surrounded the Infanta; her education as princess and the familiar circle that defined her role at Court. Also, the study of the political scenario and how it affected Isabel Clara is very important: especially the matters concerned with marriage negotiations and dynastic plans. As a final conclusion the “ construction” of the Infanta: how their contemporaries perceived her, and how the memory of her has been transmited to the present age. 5 INTRODUCCIÓN Objetivos El presente estudio aborda la figura de Isabel Clara Eugenia de Austria en el periodo que transcurrió entre 1566 y 1598 con el objetivo de analizar el proceso formativo que vivió en la Corte de Madrid antes de convertirse en soberana de los Países Bajos “ En este año [de 1566] estando el Rey Don Philipe y la Reyna Doña Ysabel su muger, en el Bosque de Segovia a pasar las calores del verano: la Reyna parió en la Casa Real d’el mesmo bosque vna hija, cuya felicíssima y desseada natividad fue en día lunes doze del mes de Agosto, fiesta de la gloriosa Virgen de Santa Clara d’este año, después de la media noche. Esta infanta fue llamada Doña Ysabel Clara Eugenia: conviene saber Clara, por aver nascido en día de Sancta Clara, Ysabel nombre de la Cathólica y Emperatriz su agüela paterna, y no menos por la Christianísima Reyna su madre, y Eugenia por la grande devoción de los Reyes sus padres al glorioso mártir y pontífice Sant Eugenio, primer Arçobispo de Toledo” 1. De esta manera narraba el cronista Garibay el feliz natalicio de la Infanta en agosto de 1566. Muchos de los biógrafos de la Infanta han trazado un esquema similar a la hora de describir el periplo vital de Isabel Clara: nacimiento, reflexión sobre sus nombres, breves noticias sobre su infancia y adolescencia y paso a la Corte de Bruselas donde durante más de tres décadas rigió aquellas provincias como soberana y gobernadora. La relevancia de ese periodo ha hecho que los historiadores hayan prestado una especial atención a la hija primogénita de Felipe II; no en vano, es una de las figuras fundamentales para entender esos años convulsos y complejos que condujeron a Europa desde los últimos estertores de los conflictos del siglo XVI hasta el estallido de la Guerra de los 30 Años. La importancia geoestratégica de los Países Bajos, la íntima 1 GARIBAY Y ZAMALLOA, E. Los XL libros d’el Compendio Historial de todas las Chrónicas y Vniuersal Historia de todos los Reynos de España, Amberes 1621, Tomo III, p. 655 6 conexión entre las Cortes de Madrid y Bruselas y el papel jugado por la Infanta Archiduquesa han dejado una importante producción historiográfica que ha analizado la trayectoria política de Isabel Clara, toda vez que se ha nutrido del estudio de las fuentes que ella dejó de su propia mano: correspondencia, papeles de estado, etc., que dan fe de que la Infanta es una de las figuras políticas más relevantes y fascinantes del periodo. Sin embargo antes de asumir aquellos roles, Isabel Clara Eugenia vivió tres décadas a la sombra de la Corte de Felipe II. La Infanta que se deja traslucir en aquellos años (1566- 1598) resulta igualmente interesante, es una figura que bascula entre los papeles institucionalmente establecidos y las potencialidades que encerraba. De ese periodo se ha destacado siempre la política matrimonial intensa que la fue colocando en diversos tronos europeos; de ahí el sobrenombre de la “ novia de Europa” que la ha perseguido y definido durante años. Nuestra intención es sumergirnos en aquellos años para tratar de entender a la mujer que desarrolló todo su potencial político en la Corte de Bruselas, a la vez que pretendemos ofrecer una visión diferente de la Corte de Felipe II. Este aspecto ha sido menos tratado en la producción historiográfica sobre el personaje si bien es cierto que los últimos años, donde el estudio de la Corte y del binomio mujer- poder, ofrecen una base esencial para la construcción del presente estudio. Asistimos hoy en día a una extraordinaria eclosión de los estudios biográficopolíticos. La biografía, género que ha tenido más pujanza en otros ámbitos historiográficos como el anglosajón, cada vez se hace un hueco más importante en la investigación y producción escrita dentro del modernismo 2. Y si bien es cierto que este proyecto no tiene un carácter estrictamente biográfico lo cierto es que bebe del enfoque biográfico y sobre todo, de las nuevas aportaciones que están enriqueciendo el género. El personaje es un elemento fundamental 2 Algunas aportaciones teóricas que reflexionan sobre el género biográfico son las siguientes: CABALLÉ MASFORROLL A., “¿Dónde están las gafas? La biografía, entre la metodología y la casuística” en HAFO I, 46 (2011), pp. 168- 180; BANNER L. W. “Biography as History”, TAYLOR B., “Separations of Soul: Solitude, Biography, History” y KESSLER- HARRIS A., “Why Biography?” todos ellos en The American Historical Review, 114/3 (1999), pp. 579- 586, 640- 651 y 625- 630 7 en el discurso histórico y lo que desde este trabajo pretendemos, es dar una voz a Isabel Clara en un periodo fundamental de su vida. No es una tarea fácil ya que en ocasiones no contamos con los instrumentos- fuentes- que nos posibiliten construir esa voz, no obstante, queremos tratar de dar un mayor protagonismo a la infanta en un periodo en que su función no estaba establecida de manera unívoca. Conocer cuál era su vida en la Corte, su círculo más próximo y los papeles que ella tenía asignados es un medio a través del cual podemos ponderar su importancia y protagonismo en el escenario cortesano de las últimas décadas del siglo XVI. El objetivo de esta tesis es cubrir el periodo cronológico que se extiende desde 1566 hasta 1598 cubriendo los distintos aspectos que marcaron su vida en la Corte de Felipe II: desde aquellos más cercanos a su vivencia cotidiana hasta su condición de pieza estratégica en los planes políticos de la Monarquía Hispánica. Así se ha optado por una división temática y no cronológica en aras de una mayor coherencia a la hora de abordar las diversas problemáticas que se abordan en el estudio. Por ello, en un primer bloque se ha trazado el marco institucional que definió la vida de la Infanta Isabel en la Corte madrileña. El estudio de la Casa, no sólo como institución, sino también como realidad humana es esencial para entender cómo se desenvolvió la vida de Isabel Clara Eugenia durante este periodo. En cierto modo esto supone la escritura de una biografía colectiva con el análisis de las figuras que ocuparon los cargos más relevantes dentro de la Casa- Mayordomo Mayor, Camarera Mayor, Aya y Damas- y los principales procesos que se produjeron en su seno durante este periodo cronológico. Como vamos a ver de manera más pormenorizada en las siguientes páginas, estos años que estamos analizando, se vieron marcados por una serie de cambios fundamentales para la organización de la Casa, cambios que contribuyeron a fijar normativas y disposiciones sobre este particular espacio áulico para los años posteriores. El análisis de los criados que sirvieron a las consortes e hijos de Felipe II es fundamental por cuanto estuvieron implicados en el proceso formativo de la Infanta, a la vez que la relación que entablaron 8 con ella nos permite comprender de manera efectiva cuáles eran las funciones y roles que, debido a su condición, debía asumir. En este sentido, se ha dado una especial relevancia a los vínculos establecidos con las damas. En efecto, este grupo heterogéneo fue esencial en la vida de Isabel Clara. Hablamos de una serie de mujeres que fueron testigos del proceso de maduración de la Infanta con la que establecieron nexos más o menos profundos dependiendo de sus circunstancias personales. Los testimonios que nos han legado nos permiten aprender más sobre el devenir cotidiano dentro de la Casa de la Reina a la vez que rastrear comportamientos de patronazgo propios de los miembros de la realeza. La servidumbre palatina tuvo un importante papel en la formación de la Infanta, una formación que no solo entendemos desde un punto de vista intelectual sino como un proceso socializador y que, por tanto, debemos estudiar en conexión con la Casa. La figura del aya es esencial para entender los primeros años de la Infanta en el entorno cortesano aunque, por supuesto, también van a tener un papel más o menos visible otros miembros de esta servidumbre como el mayordomo mayor o la camarera. El proceso formativo resulta muy interesante y hemos podido recopilar multitud de noticias que nos permiten reconstruir el mismo. Por un lado hay un aprendizaje de habilidades básicas: lectura, escritura, idiomas, etc., y por otro lado, una aplicación práctica que nos permite comprender mejor el rol al que estaba destinada y que, en definitiva, diferencia a la Infanta de otras mujeres de su entorno que, recordemos, participaron de esos aprendizajes. La importancia de las relaciones humanas nos lleva a considerar que el estudio del núcleo familiar resulta imprescindible, a la vez que nos permite ahondar en diferentes aspectos de la vida de la Infanta a lo largo de estos años. Si habitualmente la relación entre Felipe II y su hija ha gozado – por razones diversas- de una mayor fortuna en los estudios sobre ambos personajes, en este estudio hemos querido profundizar en otros vínculos familiares que ayudan a entender algunos procesos que hemos descrito en los apartados anteriores. Así, Ana de Austria no es sólo consorte de Felipe II y “ madre” de 9 las Infantas, sino también un modelo a la hora de seguir una serie de pautas dentro del universo cortesano. La relación entre Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela es otro aspecto que no podemos pasar desapercibido y que más allá de permitirnos dibujar los contornos de la infancia y paso a la madurez de la Infanta, nos perfila la faceta más interesante de Isabel Clara en la Corte de Felipe II. Esto es la de la Infanta que no sólo asume su condición de nexo entre las Cortes de Madrid y Turín a través del intercambio epistolar o de regalos, sino también desde el punto de vista de la influencia política. Algo similar, aunque distinto, podemos comprobar en el caso del Príncipe Felipe y es que éste, nacido en 1578, vivió su proceso de aprendizaje ante los ojos de Isabel Clara y entre ambos se forjó un vínculo que fue esencial durante los 23 años de reinado de aquel. No ha escapado a los historiadores que se han acercado bien al estudio del gobierno archiducal, bien al reinado de Felipe III, que la relación entre el monarca y su hermana sirvió para conducir- y a veces limar asperezas- las relaciones entre Bruselas y Madrid. El germen de todo ello lo encontramos en estos años. No podía faltar, como cierre a este círculo, una breve reflexión sobre la relación entre la Infanta Isabel y el archiduque Alberto con quien compartiría, a partir de 1598, un mismo destino político merced a su matrimonio. En este primer gran apartado hemos trazado el contexto institucional y humano en que se crió la Infanta y se ha hecho para tratar de entender el significado de su condición. Al igual que el resto de mujeres de la realeza, Isabel Clara Eugenia fue una pieza esencial en el marco de la política de Felipe II y lo fue en virtud de su potencial. Potencial consorte, potencial heredera, potencial candidata a otros tronos. Hemos querido separar, por un lado, los planes matrimoniales que concernieron a la Infanta y que, respondiendo a unas casuísticas muy concretas, la sitúan en un plano de igualdad con otras princesas europeas. Ello no quita para que el caso de Isabel Clara Eugenia sea interesante para el historiador que se ve inmerso en el complejo entramado de relaciones entre las diversas potencias europeas; pero es evidente que en el caso que nos ocupa no se trata sólo de analizar las diferentes posibilidades que 10 abrían estas alianzas sino también los obstáculos derivados de las propias circunstancias por las que atravesaba la Monarquía y que afectaron de lleno a la Infanta. La política matrimonial que Felipe II planificó para sus hijas no ha pasado desapercibida a la historiografía; en este sentido, el objetivo consiste en darle una entidad propia y relacionarlo, en la medida de lo posible, con la vivencia de la Infanta y de aquellos que la rodearon. En definitiva, otorgar una voz más visible a Isabel Clara en un episodio vital que la marcó profundamente y que ha contribuido a dar entidad a una de las imágenes más poderosas dentro de la memoria colectiva: el de la “ Novia de Europa” . Aunque muy relacionado con lo anterior, para dar una mayor claridad expositiva hemos centrado el siguiente capítulo en las crisis dinásticas que atravesaron diversas monarquías europeas y el protagonismo que va a tener Isabel Clara Eugenia merced a los derechos sucesorios que gozaba a esos tronos. En concreto nos hemos centrado en dos casos: el caso francés y el caso inglés. La compleja situación por la que atravesó Francia a lo largo de estos años culminó en una crisis sucesoria muy grave. El conflicto francés había ocupado un lugar privilegiado en la política de la Monarquía, utilizándose diversos medios de intervención como el apoyo económico a la Liga Católica. Felipe II, una vez desaparecida la línea masculina de los Valois, puso especial empeño en promover y defender los derechos de la Infanta al trono de Francia. El fracaso en esta tentativa influyó notablemente en el devenir político de la Monarquía durante los últimos años del reinado y determinó, entre otras cosas, la cesión de los Países Bajos a la Infanta. Francia, como veremos, fue una “ lección” para la Monarquía a la hora de abordar el problema sucesorio inglés; o al menos, así lo quisieron ver aquellos interesados en convertir a Isabel Clara en soberana inglesa. Si bien es cierto que el problema sucesorio inglés se sale de los límites cronológicos que hemos establecido en este estudio (la muerte de Isabel Tudor se produjo en 1603), creo que es pertinente abordar esta problemática ya que fue un frente que se abrió en vida de Felipe II, y que nos ayuda a comprender la proyección dinástica de Isabel Clara. Por otro lado, nos ofrece la posibilidad de ver actuar a la ya 11 archiduquesa como soberana y sujeto político independiente en una aplicación práctica de las enseñanzas que había adquirido en los años previos. No podemos finalizar un estudio de estas características sin entrar a considerar las imágenes construidas en torno a Isabel Clara Eugenia. El sobrenombre de la “ Novia de Europa” es, sin lugar a dudas, el que solemos atribuir a la Infanta, pero no es el único. Se ha tratado, en este punto de escoger aquellas visiones que, sobre la Infanta se vertieron en diferentes textos que hacen referencia a este particular periodo. Textos contemporáneos o posteriores, textos literarios, crónicas, anónimos, etc., lanzaron diversas imágenes sobre la Infanta, visiones que contribuyeron a moldear la percepción que de ella ha tenido la historiografía hasta hace relativamente poco. Por ello, hemos tratado, por un lado, de reflexionar sobre algunos textos que configuran esa galería de imágenes; y, a la vez, contrastar esas visiones, en muchos casos estereotipadas, con la realidad descrita por los testigos directos como pueden ser, por ejemplo, los testimonios de algunos embajadores. La idea es ahondar no sólo en las imágenes sino también en el por qué de la construcción de las mismas. Problemáticas Ya he señalado que no es una tarea fácil ya que hay una serie de obstáculos, algunos de corte metodológico y otros más relacionados con la naturaleza de las fuentes que estamos empleando. Uno de los hechos que hay que señalar es que la historiografía sobre mujeres y poder se ha centrado en la figura de la reina, ya sea propietaria o consorte. Conocemos a la perfección cuales eran los papeles y cometidos reservados para las reinas y contamos con numerosos estudios de caso que nos permiten calibrar cómo estas mujeres adoptaron y adaptaron un rol modélico establecido y afrontaron las circunstancias especiales (coyunturales) que les tocó vivir. Por poner ejemplos concretos, la figura de la reina propietaria ha tenido una gran fortuna historiográfica; a lo largo del siglo XIX, en plena configuración de las historias nacionales, los historiadores no olvidaron a aquellas mujeres que, por derecho hereditario, 12 tuvieron que reinar y asumir las labores del gobierno al igual que sus “ compañeros” varones. Ahora bien, sabemos- y los numerosos estudios que pueblan la historiografía europea así lo atestiguan- que las formas adoptadas por estas mujeres fueron bien diferentes y se adaptaron a la coyuntura propia y a sus caracteres; pensemos en el caso hispánico más destacado, Isabel la Católica y comparémoslo con el de Isabel I de Inglaterra. Sin duda, dos mujeres fuertes que fueron capaces de asumir las tareas de gobierno cosechando elogios de sus contemporáneos y de los que los siguieron, pero que adoptaron estrategias bien diferentes en temas similares (por ejemplo, el matrimonio). O si nos centramos en el caso hispánico resulta interesante notar que, frente a la fortuna memorística e historiográfica de Isabel la Católica contamos con el caso de su hija y sucesora, la reina Juana, más conocida por su sobrenombre y por sus desgraciadas circunstancias obviando en muchos casos que fue una reina propietaria a quien, en cierto modo se usurpó su poder quedando literalmente en la sombra histórica3. Las reinas consortes quedaron hasta fechas más recientes olvidadas y eran mencionadas únicamente merced de esos lazos matrimoniales que las llevaban a cortes extranjeras. Su papel, que hoy conocemos de manera mucho más profunda, quedó ignorado por una historiografía centrada en los “ grandes hombres” y en las “ grandes batallas” . En la actualidad, gracias a una redefinición de conceptos fundamentales, como el de poder, hemos puesto en valor el papel de la consorte4. Evidentemente, al igual que en el caso anterior, la casuística es fundamental y sobre todo la valoración de las personalidades de estas mujeres. No obstante, y en líneas generales, podemos señalar una serie de características en la figura de la reina consorte que nos remiten al ejercicio de un poder que, dependiendo de las circunstancias, podía tener un carácter más directo o indirecto. El principal 3 Esta asimetría ha sido analizada por ARAM, B. “Dos reinas propietarias, Isabel la Católica y Juana I: sus derechos y aptitudes” en MORANT I., (dir) Historia de las mujeres en España y América Latina. De la Prehistoria a la Edad Media, Madrid 2005, pp. 595- 613 4 Como bien señala Wiesner- Hanks la incorporación de la mujer en los estudios sobre el poder se ha realizado desde perspectivas distintas. Por un lado, prestando atención historiográfica a aquellas mujeres “extraordinarias” que ejercieron un poder directo; fijándose en otros ámbitos de poder diferentes a los tradicionalmente estudiados; o la fijación de nuevas premisas que entienden que las relaciones sociales son relaciones de poder. WIESNER- HANKS, M. E., Gender in history, Oxford 2001, p. 146 13 objetivo de estas mujeres era la maternidad, ser, en definitiva la continuadora de la línea dinástica dando a luz a un heredero. Este hecho fundamental contribuía a la naturalización de la reina (que no olvidemos, por lo general era una extranjera) en su corte de adopción. En casos de minoridad de sus hijos, asumían un poder directo como regentes; no obstante, aun no siendo esta su casuística particular, contaban con una influencia importante dentro de la Corte y que podían canalizar de muchas maneras. Mecenazgo, introducción de costumbres, modas, etc., son aspectos que habían quedado marginados en la historiografía política tradicional y que, sin embargo, hoy constituyen líneas de estudio que han aportado numerosos resultados y han ahondado en nuestro conocimiento sobre roles, modelos y, especialmente en periplos vitales específicos. Si nos fijamos en el caso de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII, la centuria del Quinientos se abre con dos reinados en femenino, aunque eso sí, de muy distinto signo: Isabel la Católica y Juana la Loca, cuyos casos hemos mencionado arriba. Aunque la Monarquía no va a volver a contar con una reina propietaria hasta el advenimiento al Trono de Isabel II sí va a contar con una serie de figuras femeninas de incuestionable protagonismo. El caso de la emperatriz Isabel puede ser considerado como el más significativo para el siglo XVI. Más allá de la mitificación del personaje, el estudio de la correspondencia que mantuvo con Carlos V puso de manifiesto su protagonismo en el poder como lugarteniente del emperador durante sus ausencias de la Península5. Es cierto que su caso es excepcional por cuanto la Corte va a perder su itinerancia durante el reinado de Felipe II, pero va a 5 La correspondencia de Isabel de Avis fue estudiada por MAZARÍO COLETO, C., Isabel de Portugal. Emperatriz y Reina de España, Madrid 1951. Esta obra suponía el necesario acercamiento a la figura de Isabel desde una perspectiva “política” más alejada de la descripción idealizada de modelo doméstico, arrojada por trabajos como el de VALES FAILDE, J., La Emperatriz María, Madrid 1917. Entre los estudios más recientes cabe destacar las aportaciones de ALVAR EZQUERRA, A., “Mito y realidad alrededor de la emperatriz” en Torre de los Lujanes, nº 43, (2001), pp. 109- 129; “El gobierno de la emperatriz y la consolidación de la dinastía” en ALVAR EZQUERRA A., CONTRERAS CONTRERAS J. y RUIZ RODRÍGUEZ J. I. (eds) Política y cultura en la época moderna. Cambios dinásticos, milenarismos y utopías, Madrid 2004. La última aportación biográfica sobre la emperatriz también de ALVAR EZQUERRA A. La Emperatriz. Isabel y Carlos V, amor y gobierno en la corte española del Renacimiento, Madrid 2012 14 establecer un precedente interesante a la hora de delimitar las casuísticas en que una consorte podía ejercer el poder. Los cuatro esponsales de Felipe II ofrecen una galería de casos sugestivos para el estudio de las reinas consortes y, sin embargo, son muchas las problemáticas que surgen a la hora de reflexionar sobre ello6. La princesa María Manuela de Portugal nunca llegó a ser reina y su corta existencia ha hecho que la atención prestada a su persona sea escasa. El caso de María Tudor, es sin duda, excepcional porque nos estamos refiriendo a una reina propietaria de Inglaterra que añadió a su título el de consorte de Felipe II. No obstante sí que hay que señalar que ella encarna un modelo que no puede pasar desapercibido a aquellos que se acerquen al estudio de la soberanía femenina en el caso español. Tanto Inglaterra como Castilla van a permitir la sucesión y ejercicio del poder a las mujeres. Esto no implicaba, necesariamente, que su camino fuese fácil y estuviese exento de obstáculos7. En el caso de María Tudor tuvo que enfrentarse a la difícil coyuntura de ser la primera soberana inglesa en mucho tiempo, por lo que no se contaba con precedentes históricos cercanos que le permitiesen ofrecer modelos de soberanía femenina como apoyatura a su poder. Tuvo que enfrentarse a las críticas habituales a los peligros del poder en manos de mujeres y el máximo exponente fue la obra del reformador religioso John Knox, cuya publicación se produjo, no obstante, unos meses después de su muerte. Es cierto que esta obra es una crítica a un régimen católico, pero su autor no va a ahorrarse los descalificativos contra el bello sexo y sus nulas cualidades para el poder. María Tudor, no obstante, fue capaz de defender esa soberanía tal y como muestra el Acta Parlamentaria de 1554 6 Podemos hacer referencia a las biografías colectivas que sobre las cuatro mujeres de Felipe II se han escrito. Es cierto que no se incide mucho en el papel político y diplomático que cumplieron, tendiendo a reforzar los tópicos que sobre ellas se construyeron. GAIBROIS DE BALLESTEROS, M., Las cuatro mujeres de Felipe el Prudente, s. a.. DHANYS, M., Les quatre femmes de Philippe II, París 1933; NADAL S., Las cuatro mujeres de Felipe II, Barcelona 1971 7 SEGURA GRAIÑO C., “Las mujeres y la sucesión a la Corona de Castilla en la Baja Edad Media” en En la España Medieval, nº 12 (1989), pp. 205- 214. El análisis de diferentes episodios- pretensiones de Constanza de Castilla como hija de Pedro I, la pugna sucesoria entre Isabel Trastámara y Juana la Beltraneja y los problemas a que se tuvo que enfrentar Juana I de Castilla- muestra como las dificultades que tuvieron que afrontar no estuvieron relacionadas con una crítica a la soberanía femenina sino con otra serie de problemas políticos coyunturales. Por ejemplo, la negación de los derechos de Juana la Beltraneja se hizo en virtud de su supuesta ilegitimidad y no de su sexo. 15 donde se dejaba muy clara que la soberanía podía recaer en una mujer8. Ella fue la primera de una serie de mujeres que se sentaron en el trono inglés durante las centurias siguientes, si bien es cierto que su fortuna historiográfica no ha sido la que sí han gozado otras soberanas9. Volviendo a las consortes de Felipe II, las dos que estrictamente lo fueron son Isabel de Valois y Ana de Austria. Ambas figuras adquieren relevancia en el presente estudio por lo que no nos vamos a extender más sobre ellas. Sí señalar que no han tenido la misma fortuna historiográfica, de tal manera que Ana de Austria no dispone de la cantidad de trabajos de los que sí goza la figura de Isabel de Valois. La última mujer de Felipe II cobra relevancia en estudios que se centran sobre otros aspectos como el estudio de la Corte o el mecenazgo artístico de las mujeres de la realeza, pero no dispone de una biografía que plantee un recorrido por su periplo vital desde la Corte de Viena a la de Madrid 10. Si antes señalábamos que Isabel de Portugal había establecido unas casuísticas de ejercicio del poder, los casos de Isabel de Valois y Ana de Austria ofrecen un modelo comparativo interesante. Felipe II se planteó en determinados momentos jornadas que hubiesen supuesto la necesidad de una gobernación de Castilla; ¿cuál era el papel que pensaba dar a sus consortes en esas ocasiones? El hecho de que todo quedara en el plano de la virtualidad 8 HANSEN M. “The Word and the Throne: John Knox’s The First Blast of the Trumpet against the Monstrous Regiment of Women” en CHEDGZOY K., HANSEN M., Trill S., Voicing Women. Gender and sexuality in early modern writing, Keele 1996, pp. 11- 24. En esta aportación se hace un análisis sobre la obra de Knox repasando las diferentes interpretaciones que se han hecho de la misma: reflejo de la misoginia del autor, crítica al régimen católico que suponía el reinado de María Tudor; crítica a las mujeres como sexo inferior y que debía, en consecuencia, estar sujeto a los varones. 9 Sobre la leyenda negra contra María Tudor véase: PALAU I ORTA, J. “María Tudor y los orígenes de la Leyenda Negra en Inglaterra” en LÓPEZ CORDÓN CORTEZO, M. V., y FRANCO RUBIO, G., La Reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, Madrid 2005., pp. 729- 739. No obstante, esa imagen se está reelaborando tal y como muestran las aportaciones de ELSTON T. G. “Transformation or Continuity? Sixteenth- Century Education and the Legacy of Catherine of Aragon, Mary I, and Juan Luis Vives” y RICHARDS J. M. “Mary Tudor: Renaissance Queen of England” ambos en LEVIN C., BARRETT- GRAVES D. Y CARNEY J. E., High and mighty queens of Early Modern England. Realities and representations, Nueva York 2009, pp. 11-26 y 27- 43 10 Señalar no obstante que contamos con un estudio que aborda su niñez y juventud en Viena: LINDORFER, B. M. “Ana de Austria. La novia de un hijo y la esposa de un padre” en LÓPEZ CORDÓN, M. V. y FRANCO RUBIO, G., op cit.,, pp. 411- 425. Sobre los estudios centrados en la cuestión del mecenazgo destacar la aportación de PÉREZ DE TUDELA, A., “La reina Anna de Austria (1549- 1580), su imagen y su colección artística” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y LOURENÇO P. M. M., Las relaciones discretas entre las Monarquías Hispana y Portuguesa: las Casas de las Reinas (siglos XV- XIX), Madrid 2008., pp. 1563- 1615 16 limitó enormemente la visibilidad política de ambas reinas y, por ende, la atención que la historiografía ha prestado a las mismas11. El siglo XVII ofrece ejemplos muy interesantes para el estudio de la reina consorte. Los últimos años han dado como resultado nuevas visiones sobre esta centuria rescatando a sus monarcas de la acepción genérica de Austrias menores y aportando una mayor profundidad en el análisis del periodo. La atención prestada a la institución del valimiento y, en concreto, la oposición a la figura del valido en la Corte ha dado un gran protagonismo a la figura de la reina. En este sentido, las figuras de Margarita de Austria e Isabel de Borbón se han analizado con el fin de probar cómo la Casa de la Reina se convirtió en un espacio de oposición al valido 12. A pesar de que estos ministros podían acumular un poder importante, la consorte contaba con una serie de mecanismos y fortalezas que utilizaron para influir en el soberano. El caso de Isabel de Borbón también es interesante porque, al igual que había ocurrido con la emperatriz Isabel, va a tener que asumir la lugartenencia en la ausencia de Felipe IV de la Corte durante la crisis de 164013. Con Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV, nos encontramos ante una casuística única durante este periodo. Ante la minoridad de Carlos II, la reina va a tener que asumir la regencia, la primera desde el Medievo. No es de extrañar la avalancha de escritos contemporáneos sobre la institución y la vulnerabilidad de esta consorte ante las críticas. Estos hechos la han convertido en sujeto privilegiado de análisis, ya que el material es abundante y 11 Episodios como el de la reunión de Bayona en que Isabel de Valois participó nos ayudan a entender esa asimetría en el tratamiento historiográfico. 12 La figura de Margarita de Austria fue analizada desde esa óptica en la biografía de PÉREZ MARTÍN, M. J., Margarita de Austria. Reina de España, Madrid 1961. No obstante, el estudio más completo lo encontramos en SÁNCHEZ, M. s., The Empress, the Queen and the Nun. Women and power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore 1998. Otras aportaciones sobre el personaje en “Pious and Political Images of Habsburg Women in the Court of Philip III (1598- 1621)” en SÁNCHEZ M. S y SAINT- SÄENS, A., Spanish Women in the Golden Age, pp. 91- 108, “Confessions and complicity: Margarita de Austria, Richard Haller, S. J., and the Court of Philip III” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 14 (1993), pp. 133- 149. 13 Dentro de las últimas aportaciones sobre la figura de Isabel de Borbón queremos destacar: OLIVÁN SANTALIESTRA L., “Minerva, Hispania y Bellona: cuerpo e imagen de Isabel de Borbón en el Salón de Reinos” en Chronica Nova, nº 37 (2011), pp. 271- 300; “Decía que no se dejaba retratar de buena gana. Modestia e invisibilidad de la reina Isabel de Borbón (1635- 1644)” en Goya. Revista de Arte, nº 338 (2012), pp. 16- 35. Asimismo FRANGANILLO ÁLVAREZ, A. “Diplomacia formal e informal. Noticias y regalos en torno a la princesa Isabel de Borbon (1615-1621)” en La Italia española. Siglos XVI- XVIII (en prensa). 17 permite reflexionar sobre el poder femenino en la España del Antiguo Régimen14. Las dos consortes de Carlos II se van a ver influidas por las peculiaridades de un reinado que anticipó de manera temprana la profunda crisis sucesoria de 1700. El papel de las consortes, por tanto, no iba a ser menor. En un contexto de formación de “ partidos” para apoyar una u otra candidatura a la sucesión el papel que pudieran desempeñar María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo fue algo que interesó a los cortesanos españoles y a los diferentes embajadores extranjeros15. Además de las reinas consortes la dinastía Habsburgo contó con otras mujeres que cumplieron un importante papel político 16. En este sentido las personalidades de las hermanas de Felipe II, la princesa doña Juana y la emperatriz María, no pueden pasar por alto. Además, el hecho de que ambas tuviesen un papel importante en la vida de la Infanta Isabel hace insoslayable su estudio. Ambas se encargaron de la gobernación de los territorios peninsulares con motivo de las ausencias de Carlos V y Felipe II, si bien es 14 Podemos citar los trabajos de LÓPEZ CORDÓN, M. V. “Mujer, poder y apariencia o las vicisitudes de una regencia” en Studia Historica. Historia Moderna nº 19 (1998), pp. 49- 66. Asimismo los trabajos de OLIVÁN SANTALIESTRA L., Mariana de Austria en la encrucijada política del sigo XVII, tesis Doctoral, Madrid 2006; Mariana de Austria. Imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana, Madrid 2007.; “Discurso jurídico, histórico, político: apología de las reinas regentes y defensa del sistema polisinodial, una manifestación de la conflictividad política en los inicios de la regencia de Mariana de Austria” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 28 (2003), pp. 7- 34; “La correspondencia de Mariana de Austria: aspectos de cultura escrita de una regencia femenina” en Val González de la Peña, M., Mujer y cultura escrita: del mito al siglo XXI, 2005, pp. 213- 220 15 Sobre María Luisa de Orleans véase por ejemplo, SÁNCHEZ GONZÁLEZ R., “Consejos a una reina. Instrucciones de la diplomacia francesa a María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II” y BENITO LÁZARO M. M. “El viaje de una reina: 1679, de París a Madrid. La Jornada de María Luisa de Orleans. El matrimonio francés de Carlos II” ambos en LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V., y FRANCO RUBIO G., op cit., pp. 575- 584 y 585- 596. La figura de Mariana de Neoburgo ha sido tratada en SANZ AYÁN C., “La reina viuda Mariana de Neoburgo (1700- 1706): primeras batallas contra la invisibilidad” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO, P. M. M., op cit., vol. I, pp. 459- 482 y LÓPEZ ANGUITA J. A. “Madrid y Viena ante la sucesión de Carlos II: Mariana de Neoburgo, los condes de Harrach y la crisis del partido alemán en la corte española (1696- 1700)” en MARTÍNEZ MILLÁN J. y GONZÁLEZ CUERVA, R., La dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y El Imperio, Madrid 2011, Vol II pp. 1111- 1153 16 Como bien ha señalado María Victoria López Cordón “…el carácter patrimonial y plural de la Monarquía española favoreció que miembros femeninos de la Familia Real desempeñaran cargos de gobernadoras y virreinas y que, en calidad de tales, presidieran ceremonias y consejos. Cumplían un importante papel simbólico y dinástico y en su aceptación política siempre predominó el valor del linaje sobre los defectos del sexo” LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V. “Poder femenino e interpretación historiográfica” en BOSSE M., POTTHAST, B. y STOLL A. (eds.) La creatividad femenina en el mundo del barroco hispánico: María de Zayas, Isabel Rebeca Correa, Sor Juana Inés de la Cruz, Kassel 1999, 1er volumen, p. 71 18 cierto que en el caso de María fue una labor compartida con su marido el archiduque Maximiliano. Ellas seguían una tendencia que en los Países Bajos se venía practicando de manera asidua: Margarita de Austria, María de Hungría o Margarita de Parma son mujeres de la dinastía que van a asumir la gobernación de los Países Bajos, constituyendo un precedente interesante a la llegada de Isabel Clara en 1599. Además de la gobernación como lugartenientes Juana y María cumplieron otros papeles como consortes. El caso de la Princesa Juana es excepcional ya que tras el nacimiento de Don Sebastián no permaneció en el reino portugués para ejercer el papel de regente como hubiese sido lógico. Su vuelta a la Península le permitió ejercer la mencionada gobernación en Castilla y encargarse muy de cerca de la educación del Príncipe Don Carlos, heredero de Felipe II. Durante las década de 1560 y hasta su muerte en 1573 Juana de Austria se convirtió en una personalidad fundamental en el mundo cortesano y si bien es cierto que uno de sus objetivos más importante fue la fundación de las Descalzas Reales ello no supuso una huida de la vida mundana, asumiendo una labor de tutelaje sobre las consortes de Felipe II- Isabel de Valois y Ana de Austria- y siendo un elemento de reforzamiento en la relación Madrid- Viena a través de la correspondencia que mantenía con su hermana María. La emperatriz es otra de las figuras femeninas que no pueden pasar desapercibidas para entender el periodo y, sobre todo, los vínculos entre la Monarquía y el Imperio. Como emperatriz consorte, María ejerció de agente diplomático oficioso para el entendimiento entre las dos ramas Habsburgo y, es evidente que en esta tarea, mostró una comunión de intereses con su hermano Felipe II. Su retiro en las Descalzas a partir de 1581 traía a Madrid esta figura de primer orden en lo político; tampoco podemos hablar estrictamente de “ retiro” ya que la emperatriz va a seguir ejerciendo como vínculo entre las dos Cortes Habsburgo tratando de asegurar una salida en el Imperio que preservase lo que ella había defendido durante el reinado de Maximiliano II17. 17 Para la gobernación de Juana resulta de interés la lectura de RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., Un Imperio en transición. Carlos V, Felipe II y su mundo, Barcelona 1992. Asimismo, BUYREU JUAN, J., La Corona de Aragón de Carlos V a Felipe II. Las instrucciones a los virreyes bajo la regencia de la Princesa 19 El caso de Isabel Clara es excepcional por muchas causas, pero también encontramos similitudes con lo que va a pasar con otras infantas. Al hablar de la Infanta como virtual heredera de la Monarquía se suelen mencionar los casos de María Teresa de Austria y Margarita Teresa de Austria, ambas hijas de Felipe IV, que, ante la debilidad de la descendencia masculina del soberano se van a posicionar como esperanzas sucesorias de la Monarquía. El influjo que este hecho tuvo en otros aspectos como la concertación de sus matrimonios no puede pasar desapercibida al historiador. Volviendo al hilo inicial podemos afirmar que los estudios sobre reinas cuentan con una apoyatura metodológica e historiográfica importante que no existe- de manera tan exhaustiva- para el caso de las princesas (infantas en nuestro caso). En los enfoques biográficos sobre las mujeres de la realeza suele prestarse escasa atención al periodo formativo de las mismas; la atención de los historiadores se tiende a centrar en el periodo subsiguiente cuando adoptan el rol de consorte tras el matrimonio 18. Como sabemos los enlaces de estas mujeres se solían producir a una edad temprana- para generalizar entre los 14 y los 20 años- cortando de manera muy clara la frontera entre la niñezadolescencia y la entrada en un mundo adulto con unas normas y unas funciones, a priori, perfectamente establecidas. Este periodo ha quedado mejor documentado por diversas razones: su función ha quedado reflejada en la documentación diplomática, podemos seguir sus labores de mecenazgo e, incluso, contamos con sus correspondencias privadas y diplomáticas que nos ayudan a ilustrar estos momentos. No obstante queremos poner de manifiesto Juana (1554- 1559), Madrid 2000; MARTÍNEZ MILLÁN, J. “Familia Real y grupos políticos: la Princesa doña Juana de Austria (1535- 1573)” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., La Corte de Felipe II, Madrid 1994, pp. 73- 106. Para el gobierno de María y Maximiliano en la Península: RODRÍGUEZ RASO, R., Maximiliano de Austria, gobernador de Carlos V en España. Cartas al emperador, Madrid 1963; sobre la figura de María: MARTÍNEZ MILLÁN, J. “La Emperatriz María y las pugnas cortesanas en tiempos de Felipe II” en BELENGUER CEBRIÁ, E. (coord.) Felipe II y el Mediterráneo, Volumen III. La monarquía y los reinos (I), Madrid 1999, pp. 143- 16; Sánchez M. S., “Los vínculos de sangre: la emperatriz María, Felipe II y las relaciones entre España y Europa Central” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., Felipe II (1527- 1598). Europa y la Monarquía Católica, Madrid 1998, pp. 777- 794. 18 Aportaciones como las de LINDORFER, B. M., op cit., o la de del RÍO BARREDO, M. J., “Infancia y educación de Ana de Austria en la Corte española (1601- 1615)” en GRELL, C., Ana de Austria. Infanta de España y Reina de Francia, Madrid 2009, pp. 11- 39, contribuyen a poner en valor esos periodos y a entender mejor las personalidades de unas mujeres que, si bien no estaban llamadas a heredar un poder directo como soberanas, sin duda iban a cumplir un papel importante en las relaciones políticas entre la Corte de adopción y la Corte de procedencia. 20 la importancia que los años de niñez y adolescencia tuvieron en la formación y preparación para unas funciones que les eran propias. Si nos centramos en el caso que aquí nos ocupa, el de la Infanta Isabel Clara Eugenia, queremos señalar que la mujer que fue soberana y gobernadora de los Países Bajos se gestó en la Corte de Felipe II y que, por tanto, no podemos pasar por alto esos años. Además, en su caso concreto, el largo lapso de tiempo hace que el caso de la infanta sea más interesante para el estudio, a la vez que lo complica. No es sólo un proceso formativo lo que aquí se plantea puesto que la propia madurez vital de la Infanta llevó aparejada un cambio en expectativas y roles (no siempre bien definidos) que cumplir en una Corte cambiante. Heredera, posible consorte de diversas testas coronadas, infanta dentro de la Casa de la Reina, Infanta con “ Casa propia” , son papeles que fue asumiendo (o que le fueron impuestos) a lo largo de los años. Evidentemente podemos hablar de formación en estos años, pero evidentemente hay mucho más. Además habría que puntualizar aquí que entendemos por formación, ya que no sólo contemplamos la educación intelectual de Isabel sino también su socialización y aprendizaje del papel de infanta. Fuentes Conviene señalar que no resulta una tarea fácil realizar un estudio de estas características y quizá uno de los principales obstáculos sean las limitaciones impuestas por las fuentes. Ya he señalado al principio que el objetivo de la tesis es dar voz y protagonismo a la infanta y sin embargo, son pocos los testimonios directos de su mano que conservamos para este periodo. Para compensar esta falta hemos tratado de recurrir a testimonios indirectos que nos han permitido reconstruir el entorno así como los acontecimientos que marcaron la vida de la Infanta en estos años. -En primer lugar me voy a referir a las fuentes de tipo diplomático. Los papeles del Consejo de Estado y las correspondencias diplomáticas han sido fundamentales para reconstruir el entramado de “ posibles” construidos en 21 torno a la Infanta. Cuando hablo de “ posibles” me refiero tanto a los planes matrimoniales como a los dinásticos y que convirtieron a Isabel en sujeto habitual de las negociaciones diplomáticas. Resumiendo brevemente fueron varias las opciones que se “ abrieron” a la infanta desde una temprana edad: Escocia, Portugal, Francia y el Imperio fueron los posibles destinos de la Infanta como consorte. En este sentido, Isabel Clara reproduce la casuística que rodeó a otras princesas europeas y que en definitiva muestra la volatilidad de los planes dinásticos determinados por la situación política europea. Sin embargo hay un factor que diferencia a la infanta de otras mujeres de la realeza y es la proyección dinástica; Felipe II va a defender los derechos sucesorios de Isabel al trono francés, mientras que un grupo importante de católicos- exiliados en muchos casos- ingleses van a hacer lo propio con el trono inglés. Este hecho que se imbrica en la política de la Monarquía en relación al conflicto civil que vivió Francia en la segunda mitad del siglo XVI, dio una especial relevancia a la infanta que tiene un reflejo en los papeles de estado y también en obras de tipo genealógico y memoriales sobre el ejercicio del poder político. -La correspondencia diplomática no sólo ayuda a complementar la información sobre los matrimonios o planes dinásticos en torno a Isabel Clara Eugenia, sino que además ofrecen una valoración subjetiva que nos permite aprehender las impresiones que tales planes generaban en el entorno de la infanta. Por otro lado, esta correspondencia ofrece una visión (limitada) sobre la vida de la infanta en la Corte y los papeles que en ella jugaban. Evidentemente no todos los embajadores van a tener el mismo acceso al entorno cercano, por ello nos hemos centrado en aquellos que, merced a los propios lazos familiares de la infanta, tenían una mayor cercanía, y por tanto, una información más puntual y exacta sobre la vida de Isabel. Es el caso de las embajadas francesas en tiempos de Catalina de Médicis quien, como abuela de la infanta, va a estar interesada en conocer el estado de salud y actividades de la Infanta. En este punto conviene señalar, no obstante, que la información que pudo ofrecer Monsieur de Fourquevaux, residente francés durante la etapa de 22 Isabel de Valois como consorte y los años inmediatamente posteriores, fue sensiblemente más importante e interesante que la obtenida por Monsieur de Longlée. Éste residió en la Corte de Madrid durante la década de 1580 y podemos observar cómo se convirtió en un buen caudal de información para la Corte francesa, pero que sus limitaciones eran también importantes. Le hemos dado una gran relevancia a los embajadores de la Corte de Turín, y es que, la embajada extraordinaria del Conde de la Mota ha dejado tras de sí una correspondencia con Catalina Micaela que ha sido una pieza fundamental para entender algunos aspectos de la vida de Isabel Clara Eugenia en estos años. El vínculo familiar existente entre ambas Cortes hacía necesaria la inclusión de aquellos testimonios en este trabajo. -El apartado de correspondencia es esencial y ha tenido un peso importante en la elaboración de la tesis. En este punto hay que señalar que una de las principales deficiencias que tenemos es, precisamente, la falta de testimonios epistolares de la infanta. Contamos con algunos restos- testimoniales- que nos permiten ver cómo era la escritura infantil de la Infanta, y otros, que por su formalidad aportan poco a la hora de ilustrar el carácter de la princesa. Pero sabemos que ella escribía y hay noticias que así nos lo demuestran, e incluso, sabemos con certeza que algunas de esas cartas fueron destruidas (como las enviadas a su padre cuando aquel se encontraba en la jornada portuguesa). Este hecho ha obligado a que tengamos que buscar otros testimonios epistolares del entorno cercano y que nos permitan reconstruir aspectos que la documentación anteriormente tratada no puede ofrecer. Así, en primer lugar hay que referirse a las cartas escritas por Felipe II en Portugal y que nos permiten asomarnos al carácter de la relación paterno- filial que unió al monarca y a sus hijas, a la vez que nos posibilitan vislumbrar la imagen que el propio Felipe II tenía de Isabel y de Catalina. Son muchas las informaciones que podemos entresacar de esta correspondencia: carácter de las infantas, vida de las mismas en la Corte y la relación establecida con sus hermanos, formación de las infantas, etc. 23 En segundo lugar es preciso señalar que la infanta mantuvo una correspondencia con otros miembros de la familia, como es el caso de Catalina de Médicis o de su hermana, la Infanta Catalina como Duquesa de Saboya. En este segundo caso contamos con muestras puntuales tanto de Catalina como de Isabel. En este sentido no es posible hacer una reconstrucción exhaustiva de esa relación epistolar que se desarrolló entre 1585 y 1597, pero sí nos permite intuir el tono habitual de sus misivas y, por tanto, el carácter de esa relación fraternal a la que hemos otorgado un peso importante en este estudio. En otro bloque habría que establecer la correspondencia ajena a la infanta, esto es, aquella que ni fue escrita ni estuvo dirigida a Isabel Clara Eugenia, pero que concierne a personajes que convivieron con ella o estuvieron en el círculo cortesano que la Infanta vivió y protagonizó. En este sentido, nuestro objetivo ha sido la búsqueda de noticias sobre la Infanta en particular y la familia real en general. Aquí contamos con numerosos casos y, evidentemente, no tienen el valor de los testimonios anteriormente apuntados pero permiten completar las informaciones aportadas por los cronistas o incluso, los propios embajadores, en ocasiones de una manera muy satisfactoria. La correspondencia de los servidores palatinos, o de los miembros que configuraban el sistema administrativo de la Monarquía (por ejemplo, los secretarios) es una fuente fundamental y esencial para conocer el devenir de la Infanta en la Corte. Evidentemente nos encontramos con testimonios que cuentas, en ocasiones, con una gran subjetividad y en los que la Infanta aparece como fuente importante de mercedes; en otras ocasiones las noticias aportadas son lacónicas y apenas una pieza de un inmenso puzzle que tratamos de completar, pero si bien la labor es compleja creo que es esencial al plantear un estudio de estas características.  Correspondencia de la emperatriz María19. La emperatriz fue un elemento fundamental en la vida de la Infanta desde el año 1581 cuando 19 Esta correspondencia aparece diseminada por diversas colecciones documentales. Así el CODOIN, en aquellos volúmenes dedicados al Imperio, recoge algunas de esas muestras epistolares procedentes del Archivo General de Simancas. Encontramos muestras puntuales en la Colección Altamira y, por supuesto contamos con un epistolario publicado que procede del Archivo de los Duques de Alba. 24 se retiró en las Descalzas Reales. Sin embargo, no es sólo este periodo el que nos debe interesar pues ya desde 1570 va a tener una relevancia fundamental, entre otras cosas, por su deseo de influir en la configuración de la Casa de la Reina Ana, espacio que, no olvidemos, va a ser “ vivido” por la Infanta. Además, va a ser una de las grandes defensoras y promotoras de un enlace entre Isabel Clara Eugenia y el emperador Rodolfo II.  Correspondencia de Ana de Dietrichstein20. Dama de la princesa doña Juana y de la reina doña Ana. El valor de esta correspondencia es indudable; nos encontramos con un conjunto epistolar amplio y que nos permite completar un arco cronológico largo y de manera completa. Escritas a la madre de la dama, contienen noticia puntual de la Corte y de un espacio relativamente cerrado como es la Casa de la Reina (y de la Princesa de Portugal). Las noticias sobre la infanta son abundantes y muestran una faceta de gran interés para conocer y comprender la importancia que Isabel Clara Eugenia tuvo en el entramado cortesano y entre sus miembros. En este caso, la dama valora la importancia de la Infanta en función de su potencialidad, concretamente como posible futura emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico y los beneficios que aquella condición reportarían a la familia de la corresponsal.  Dentro también del conjunto de servidumbre femenina podemos mencionar la correspondencia entre la Condesa de Paredes de Nava, doña Inés Manrique y Mateo Vázquez entre 1580- 1581. En aquel momento la Condesa desempeñaba el cargo de aya de las Infantas por lo que estas misivas tienen un valor indudable. La cara negativa de la misma es que no todas aquellas cartas tenían como objetivo informar al secretario del Rey acerca de los acontecimientos que estaban marcando GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M. Epistolario de la emperatriz María de Austria. Textos inéditos del Archivo de la Casa de Alba, Madrid 2004. 20 Agradezco a Vanessa de Cruz Medina que me facilitase la lectura de esta correspondencia que ella estudió en su Trabajo de Investigación. Cartas de Ana de Dietrichstein a su madre, Margarita de Cardona: una doncella en la Corte de Felipe II (1573/4- 1581), Madrid 2002 25 el devenir interno de la Casa del Príncipe e Infantas. En muchos casos, las palabras de doña Inés iban dirigidas a solventar asuntos propios y a asegurar el porvenir de su propia parentela, pero ofrecen pequeños retazos de información que son de sumo interés para la presente investigación. Al igual que el epistolario anterior demuestran la importancia de rastrear la documentación que dejaron tras de sí los miembros de la servidumbre palatina ya que ofrecen una visión más completa del complejo mundo cortesano.  Quiero hacer referencia aquí a la correspondencia mediante billetes entre algunos miembros del personal palatino y burocrático con Felipe II o entre servidores. Esta documentación fue generada merced a las necesidades de organización y funcionamiento de la maquinaria de la Monarquía y, precisamente por este carácter ofrecen una información de sumo interés. Por ejemplo, la conservación de los billetes enviados por el marqués de Ladrada, mayordomo mayor de la reina Ana, a Felipe II nos permiten seguir de manera puntual y detallada la organización y funcionamiento de la estructura palatina en que se desarrolló la vida de Isabel Clara entre 1570 y 1572. Evidentemente el gran inconveniente de esta información es su ruptura cronológica en ese año así como el hecho de que contemos con menos noticias de similar carácter en el periodo subsiguiente y que nos permitan contrastar la información. No obstante su análisis nos permite comprender, primero, el propio funcionamiento de la Casa de la Reina a la vez que el modo en que el mayordomo cumplía las funciones que tenía asignadas y, por último vislumbrar aspectos sobre la vida de la infanta que no aparecen en otro tipo de fuentes. No tenemos que olvidar que estos billetes, que son un instrumento de trabajo, cuentan con las anotaciones manuscritas de Felipe II cuyas opiniones sobre la vida cotidiana en el alcázar tienen una importancia fundamental. Junto a estos billetes tenemos otros similares con secretarios como es el caso de Martín de Gaztelu, muy implicado también en el funcionamiento interno de la Casa de la Reina 26 o los de Mateo Vázquez que, entre la multitud de noticias que contienen sobre asuntos de estado, hacienda, etc., ofrecen informaciones puntuales sobre la familia real. La búsqueda documental nos ha ofrecido otras muestras epistolares que no voy a comentar de manera tan exhaustiva, pero sí señalar que nos han permitido completar la visión de conjunto y ofrecer una multitud de perspectivas que, esperamos, aclaren de una manera notable cómo se desarrolló este particular periodo vital de la Infanta. Señalar por ejemplo las cartas que el archiduque Alberto intercambió con determinados personajes de la Corte como el mayordomo de la emperatriz, Don Juan de Borja Conde de Mayalde o el entonces Marqués de Denia. Asimismo, en una mezcla entre correspondencia e informe diplomático, las cartas intercambiadas entre Felipe II y el Condestable de Castilla. Junto a ello pequeñas muestras epistolares de las damas- asimismo los memoriales que pudieron elevar al rey- con la reina o infantas. -Como vamos viendo la reconstrucción del entorno inmediato de la Infanta supone centrarnos en el estudio de la Casa (de la Reina hasta 1580 y del Príncipe e Infantas hasta 1598) que como estructura administrativa “ genera” una documentación de tipo contable que ofrece una valiosa información. Su análisis se ha centrado no tanto en buscar el gasto generado por la casa sino, de nuevo, las funciones que la Infanta cumplió en ese entorno. Si bien es cierto que, de nuevo, encontramos una pléyade de noticias fragmentadas creo que en relación a otras informaciones ayudan a completar el panorama que queremos trazar en esta investigación. Son varios los aspectos que podemos ver en esa documentación, ya que su variedad y diversidad es una característica fundamental. Así, hay que recordar que entre la documentación administrativa encontramos las nóminas del personal; desgraciadamente no han llegado intactas hasta nosotros pero un estudio concienzudo nos permite reconstruir con una cierta fiabilidad el personal palatino que rodeó a la Familia Real. Puesto que este englobaba a cientos de personas hemos centrado la 27 búsqueda en aquellas personas- fundamentalmente mujeres- que compartían de manera habitual y cotidiana la vida de la infanta: camareras mayores, dueñas de honor, ayas y damas. Mujeres de la elite social que, además, han generado por su cuenta una documentación que se encuentra depositada en archivos nobiliarios y generales (AGS y AHN). Pero volviendo a esas nóminas, la conservación de algunos expedientes y el traslado manuscrito en el XIX- XX de información hoy perdida nos permiten reconstruir muy brevemente el cursus honorum de estas mujeres al servicio de la Corona así como sus matrimonios o entradas en religión. Por otro lado el apartado de “ cuentas particulares” ha sido un fondo que, si bien ofrece piezas fragmentadas de información nos ha permitido conocer aspectos de la vida de la Infanta que, de otro modo, no podrían haber sido reconstruidos. Hablamos por ejemplo, de las noticias que a través de las cuentas del sastre tenemos sobre las representaciones cortesanas en que participaron infantas y damas. O por ejemplo, el estudio de las prácticas devocionales a través de las limosnas y mercedes a los lugares de culto. Asimismo, la infanta como fuente de mercedes es un faceta interesantísima que nos introduce en las prácticas y funciones que la realeza tenía asignadas en el particular escenario que es la Corte; dicha faceta la podemos ver en los regalos- cuya huella queda de nuevo patente en las cuentas- que la infanta hacía a sus damas o a otras personas ajenas a este círculo 21. Además de estas fuentes, hemos tratado de seguir los rastros documentales de estas personas que compartieron el espacio palatino con la Infanta. La vía de los memoriales y las peticiones a través del Consejo de Castilla ha sido y está siendo bastante fructífera. En cierto modo ello nos está permitiendo construir una especie de “ biografía colectiva” de la Corte que esperamos, otorgue una mayor luz sobre la vida de la Infanta. -Voy a referir por último a un apartado de fuentes que, quizá, debería haber aparecido en primer lugar. Las crónicas, las historias generales sobre el 21 Sobre el devenir documental de la Casa de la Reina Ana véase HORTAL MUÑOZ, E., “Organización de una Casa. El libro de veeduría de la reina Ana de Austria” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO M. P. M., op cit., pp. 275- 310 28 reinado de Felipe II y las relaciones de sucesos son de obligada lectura a la hora de elaborar este particular periplo biográfico por la vida de la Infanta. De ellas hemos extraído noticias sobre la infanta: su participación en ceremonias cortesanas, las especulaciones matrimoniales e, incluso la imagen que de ella tuvieron sus contemporáneos. En ocasiones nos encontramos con breves referencias que apenas aportan nada, pero sumadas estas noticias son un buen reflejo, de nuevo, de los papeles y roles que Isabel Clara cumplió y por tanto no pueden pasar desapercibidas. En este sentido han cobrado especial relevancia la Historia de Felipe II de Cabrera de Córdoba y el Diario de Hans Kevnhüller embajador cesáreo que nos ofrece una interesante visión sobre estos años. Isabel Clara Eugenia de Austria: un estado de la cuestión. Antes de entrar a considerar propiamente los textos biográficos sobre la Infanta vamos a analizar las fuentes primarias que han permitido la escritura de esos trabajos. Nos referimos a la correspondencia, cuya relevancia hemos ensalzado en el apartado anterior. En concreto quiero referirme a aquellos epistolarios generados por la propia Infanta y a continuación al conjunto de cartas que recibió de Felipe II entre 1581 y 1583. Antonio Rodríguez Villa acometió la importantísima labor de compilar la correspondencia entre la Infanta Isabel y el valido de Felipe III, el Duque de Lerma. Ese amplio conjunto epistolar dibujaba de manera muy clara el devenir político y personal de la Infanta archiduquesa en la Corte de Bruselas. La lectura de sus cartas nos permite construir de manera nítida su labor de gobierno, así como la opinión que tuvo de los acontecimientos que le tocó vivir. Es evidente que los límites cronológicos de esa correspondencia no la han convertido en la fuente fundamental para nuestra tesis, si bien es cierto que nos ha permitido hacer comparativas interesantes en aspectos concretos. No obstante su lectura nos remite a la comprensión misma de la Infanta y por tanto, un trabajo que pretender reflexionar sobre el proceso formativo de Isabel Clara no puede 29 pasar por alto esa producción epistolar. Ese conjunto sólo es una pequeña parte de lo escrito por la Infanta durante ese periodo vital y por ello hay que completarlo con otras correspondencias. En este sentido, el conjunto de cartas que intercambió con el Marqués de Velada resulta de gran interés, sobre todo porque suponen un contrapunto al epistolario con Lerma. En ella observamos a la Infanta que gusta de mantener los vínculos con sus antiguos servidores por cuestiones de tipo más “ sentimental” pero, asimismo, con un objetivo práctico: conocer qué ocurría en la Corte de Madrid, de la que tanto dependía el buen desarrollo de los asuntos relativos a Flandes. Esos vínculos se pueden observar en el caso de otros antiguos servidores y, si bien es cierto que a lo largo de la investigación hemos encontrado muestras de ello, tienen un carácter puntual y no forman epistolarios de la entidad de los ya mencionados. Puesto que ambos conjuntos de cartas- al Duque de Lerma y al marqués de Velada- se circunscriben a un periodo cronológico distinto al que queremos trabajar hemos tenido que recurrir a epistolarios ajenos a Isabel Clara. Ya hemos hecho un repaso por los más destacados al hablar sobre las fuentes. Nos vamos a detener ahora en uno de los más importantes: las cartas de Felipe II a sus hijas. Estas misivas, halladas por Gachard, constituyeron la punta de lanza en la restauración de la imagen de Felipe II22. El padre que se dirigía a sus hijas con una crónica única y excepcional de la Jornada portuguesa parecía redimir al monarca de la leyenda negra de muchas de sus culpas. Ese espíritu restaurador dominó algunas de las ediciones del epistolario, más centrados en su emisor que no en las receptoras23. Y si Felipe II como escritor de las mismas es esencial, eso no quita para que sea uno de los mejores documentos para conocer a las Infantas adolescentes que las recibieron. Sin ser esa la intención del escritor, Isabel Clara y Catalina Micaela asoman en esas cartas de una manera que no podemos hallar en otros documentos; son las adolescentes que 22 GACHARD, L. P., Lettres de Philippe II a ses filles les Infantes Isabelle et Catherine écrites pendant son voyage en Portugal (1581- 1583), París 1884. 23 Es el ejemplo de este prólogo que aseveraba que “…creemos hacer una labor patriótica y de justicia acercando al gran público aquellas cartas que tanto pueden servir para borrar la sanguinaria y lúgubre figura que ingenuos o interesados literatos e historiadores, incluso españoles, habrían llegado a imponer del gran rey Felipe “ en PORTILLO DÍAZ, L. E. (ed), Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid 1943, p. 7 30 están aprendiendo a asumir su papel en la Corte y que tienen en Felipe II uno de sus maestros esenciales. Si bien es cierto que echamos en falta las cartas de respuesta de las propias Infantas, el epistolario es elocuente y su valor se demuestra de manera repetida en el presente trabajo 24. La Infanta Isabel constituye, en muchos aspectos, un caso extraordinario dentro de lo que podemos observar para otras mujeres de la realeza. La figura de Isabel Clara ya llamó la atención a sus contemporáneos y a su muerte, además de los panegíricos al uso, encontramos algunas obras que superan en entidad a aquellos- como los escritos de Puget de la Serre- donde se valoraban de manera muy positiva las cualidades de la Infanta como modelo a seguir. Asimismo, la Infanta fue incluida junto a otras mujeres extraordinarias dentro de las llamadas galerías de mujeres ilustres. El siglo XIX fue una centuria de construcción de identidades nacionales y búsqueda de personajes que contribuyeran a dar una entidad histórica a las mismas. Los archiduques Alberto e Isabel se convirtieron en el precedente histórico de la nación belga y por tanto, objeto de atención historiográfica. Esto se trasladó a una importante producción historiográfica que, en el caso de la Infanta se desarrolló a principios del siglo XX. Así es de destacar la biografía en dos volúmenes de la Condesa de Villermont sobre Isabel Clara Eugenia. Apoyándose en los testimonios de Chiflet, entre otros, es uno de los trabajos más destacados y solventes sobre la Infanta. Si bien es cierto que cae en determinados tópicos sobre la Corte española y la figura de Felipe II ofrece un recorrido bastante exhaustivo sobre la vida de Isabel Clara aunque dando una mayor relevancia a la etapa como soberana y gobernadora en Bruselas. En definitiva se trataba de dar entidad a la idea de que los archiduques fueron los primeros soberanos independientes de la actual Bélgica y su labor de gobierno una pieza esencial en la configuración territorial de aquel reino. La misma intención encontramos en la obra de Charles Terlinden quien, no obstante, no ofrece nada novedoso 24 A este epistolario hay que unir las cartas dirigidas por Felipe II a su hija Catalina como Duquesa de Saboya y que editó SPIVAKOVSKY, E., Felipe II. Epistolario familiar. Cartas a su hija, la infanta doña Catalina (1585- 1596), Madrid 1975. La última edición de las cartas reúne tanto las cartas lisboetas como las dirigidas a la Corte de Turín y es la que hemos usado en nuestra investigación: BOUZA ÁLVAREZ F. (ed.), Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid 1998. 31 en relación a la biografía de Villermont. Curioso resulta el caso de Kinglestein quien en su The Great Infanta traza una biografía de Isabel Clara para un público anglosajón. En ocasiones la narración se pierde en la construcción del contexto general- reinado de Felipe II- obviando a la propia Isabel Clara, aunque sí ofrece una reflexión sobre la importancia de aquella en el problema sucesorio inglés, algo no tan habitual en otros trabajos. Yendo al caso español sin duda hay que citar la labor de Llanos y Torriglia quien dejó tras de sí dos trabajos biográficos sobre la Infanta y algunos artículos25. Más allá de que la labor de este estudioso aportase una visión novedosa sobre el personaje sí que hay que señalar que llevó a cabo una labor de divulgación donde se destacó la importancia de la Infanta. Así me gustaría resaltar su alocución con motivo de las jornadas hispano- belgas de marzo de 1924. Allí hacía referencia al discurso pronunciado por el rey de los belgas, Alberto en la cena ofrecida a los soberanos belgas por el Rey Alfonso XIII donde se ponderaba la condición de Isabel Clara Eugenia como nexo de unión entre ambos países: “ …Isabelle- Claire Eugénie contribua puissament à unir d’affection les Belges et les Espagnols d’autrefois et mon ambition serait de réunir les Belges et les Espagnols de nos jours dans une commune admiration pour la fille de Philippe II qui, selon M. Godefroid Kurth est bien la plus noble et la plus gracieuse figure de femme qui ait paru dans l’histoire de la Belgique (…) S. M. le Roi Albert dans le toast du banquet royal, fit le plus chalereux éloge de la princesse espagnole, clairvoyante et bonne protectrice des arts et restauratrice de la concorde et de la prosperité dans son pays d’adoption. L’Espagne peu accoutumée a ce qu’on lui rendre justice, sentit resonner dans son coeur le tribut de reconnaissance que rendait le suprême interprète des sentiments de la 25 Son La Novia de Europa, Madrid 1928 y De la Cruz al Cielo. Vida y muerte de la Infanta Isabel Clara Eugenia, Madrid 1933 32 Belgique contemporaine aux bienfaits de l’insigne Espagnole qui fut sa première souveraine…” 26. La importancia del periodo archiducal ha marcado de manera importante la historiografía en torno a la Infanta Isabel Clara. Las biografías que hemos citado se centraron preferentemente en aquella etapa vital y este ha sido el camino seguido por tantos otros. Aquellos que se han acercado al estudio de los Países Bajos han abordado de una manera u otra la figura de la Infanta. En este sentido quiero destacar las aportaciones de la historiografía española. Es el caso de Bernardo García García quien ha centrado gran parte de sus investigaciones sobre el reinado de Felipe III, el Duque de Lerma y los Archiduques. La corte de Bruselas y su relación con Madrid aparece con frecuencia en esos trabajos otorgando un especial énfasis a la importancia de los vínculos familiares entre Isabel Clara y Felipe III como un medio más de expresión política27. Similar caso es el de Alicia Esteban Estríngana; sus estudios se han centrado en aspectos político- militares en relación a los Países Bajos. De nuevo la Infanta Isabel ha cobrado relevancia extraordinaria en los mismos y ha dedicado algunas contribuciones a su figura concreta28. 26 L’Archiduchesse- Infante- Isabelle- Claire- Eugénie au Musée du Prado. L’Espagne et la Belgique dans l’histoire. Allocutions et conferences prononcées à l’occassion des Journées hispano- belges (16 et 17 mars 1924, Bruselas 1925, pp. 53- 54 27 García García, B. J., “La Corte de los Archiduques en Bruselas” en Torre de los Lujanes, nº 44, 2001, pp. 59- 76; “Los regalos de Isabel Clara Eugenia y la Corte española. Intimidad, gusto y devoción” en Reales Sitios, nº 143 (1 Trimestre 2000), pp. 16-27; “Ostende, Kinsale y Argel: tres empresas para Felipe III” en GARCÍA HERNÁN, E., DE BUENES, M. A., RECIO MORALES, O. y GARCÍA GARCÍA, B. J., Irlanda y la Monarquía Hispánica: Kinsale 1601- 2001. Guerra, política, exilio y religión, Madrid 2002, pp. 225- 254, “Regalos diplomáticos y bienes suntuarios en la Corte española (1580- 1665)” en GARCÍA SANTO- TOMÁS, E. (ed.), Materia crítica: formas de ocio y de consumo en la cultura áurea, Madrid 2009, pp. 213-251; “Entre Vervins y la Tregua de Amberes. Estrategias de restauración en los Países Bajos meridionales (1598- 1621)” en DUBET, A. y RUIZ IBÁÑEZ, J. J. Las Monarquías española y francesa (siglos XVI- XVIII) ¿Dos modelos políticos?, Madrid 2010, pp. 85- 94 28 ESTEBAN ESTRÍNGANA A., Guerra y finanzas en los Países Bajos católicos: de Farnesio a Espínola, 1592- 1630, Madrid 2002; Madrid y Bruselas: Relaciones de gobierno en la etapa postarchiducal, 1621- 1634, Lovaina 2005; “Los Estados de Flandes: reversión territorial de las provincias leales, 15981623” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y VISCEGLIA, M. A., La Monarquía de Felipe III, Madrid 2008, vol. 4, pp. 593- 682; “El collar del Toisón y la grandeza de España. Su gestión en Flandes durante el gobierno de los Archiduques (1599- 1621)” en DE JONGE, K., GARCÍA GARCÍA B., y ESTEBAN ESTRÍNGANA A., El Legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454- 1648), Madrid 2010, pp. 503-557; “Haciendo rostro a la fortuna. Guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (15901621)” en Tiempo de paces. 1609- 2009. La Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años, Madrid 2009 pp. 77-123; “Quelle belle princesse, ô bon Dieu: herencia y legado de la infanta Isabel” en VAN WYHE, 33 El año de 1998 conmemoró no sólo el centenario de la muerte de Felipe II sino también el inicio del periodo archiducal en los Países Bajos. Producto de ello fue una auténtica avalancha editorial que puso en marcha la escritura y edición de volúmenes monográficos sobre estos dos aspectos. Obras producto, en muchos casos, de la colaboración de diversos autores que ofrecían al lector múltiples visiones sobre el régimen archiducal. Así cabe destacar el catálogo de la exposición El Arte en la Corte de los Archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia (1599- 1633): un reino imaginado que se llevó a cabo en el Palacio Real de Madrid o el catálogo editado por Werner Thomas y Luc Duerlo- Albert et Isabella. Essays- con motivo de la exposición que sobre los archiduques se hizo en Bruselas29. Desde aquellas publicaciones conmemorativas el listado de publicaciones y colaboraciones en obras colectivas no ha dejado de crecer. Aspectos políticos, culturales, económicos han sido analizados por los historiadores contribuyendo a que nuestra visión sobre el gobierno archiducal sea, cada vez más amplia30. En 2009 la conmemoración de la Tregua de 1609 dio lugar a exposiciones y congresos que han vuelto a poner en contacto a especialistas sobre el tema. El resultado ha sido la publicación de actas de congresos y catálogos que, nuevamente, han puesto al día la historiografía en torno al periodo archiducal31. Dentro de la producción más reciente cabe destacar la obra colectiva sobre la Infanta coordinada por Cordula Van Wyhe, Isabel Clara Eugenia. Soberanía C., Isabel Clara Eugenia. Soberanía femenina en las Cortes de Madrid y Bruselas, Madrid 2011, pp. 415- 443 29 La exposición tuvo lugar en el Museo Real de Arte e Historia de Bruselas (17 de septiembre de 199817 de enero de 1999); una reseña completa sobre la exposición y la edición del catálogo por GARCÍA GARCÍA, B. “Guerra y paz en los Países Bajos, 1598- 1648: de los Archiduques a la Paz de Münster” Crónicas en Cuadernos de Historia Moderna, nº 22 (1999), pp. 234- 238 3030 Por ejemplo, los aspectos festivos de la Corte de Bruselas y su impacto político tratados por THOMAS W., “La fiesta como estrategia de pacificación en los Países Bajos meridionales. 1598- 1621” y SPRANG S. “Voyez notre belle capacité à gouverner. Sobre las Fiestas del papagayo de 1615 en Bruselas en honor de la infanta Isabel” ambos en DE JONGE, K., GARCÍA GARCÍA B., y ESTEBAN ESTRÍNGANA A., (eds.) op cit., pp. 267- 303 y 305-321 31 Es el caso del catálogo editado por la Fundación Carlos de Amberes Tiempo de paces. 1609- 2009. La Pax Hispánica y la Tregua de los Doce Años, Madrid 2009. En el mismo tienen cabida algunas aportaciones que se centran, no sólo en el territorio flamenco sino también en otros territorios europeos y como la Tregua influyó en sus trayectorias políticas. De nuevo destacar la aportación de ESTEBAN ESTRÍNGANA A., “Haciendo rostro a la fortuna. Guerra, paz y soberanía en los Países Bajos (15901621)” pp. 77-123 34 femenina en las Cortes de Madrid y Bruselas y editada por el Centro de Estudios Europa Hispánica. Antes de analizar esta contribución colectiva señalar los trabajos de Cordula Van Wyhe al estudio de la figura de Isabel Clara Eugenia durante su etapa archiducal. En su tesis abordó, a través de diversos aspectos monográficos, la imagen mudable de la Infanta durante los años 1599- 1633. Así se centra en el análisis de los cuadros de Brueghel sobre los matrimonios campesinos donde se observa la conexión entre los archiduques y sus vasallos. Asimismo, la importancia de las peregrinaciones al santuario de Nuestra Señora de Laken que tienen una doble lectura: la necesidad de Isabel Clara de dar continuidad dinástica a la nueva rama instalada en Bruselas y la conexión con su confesor, Fray Andrés de Soto. Otra de los aspectos abordados es el estudio de la obra de L’Hermite Les Plaintes d’ Acante, dedicada a una de las damas de Isabel y en el que se hace un elogio a la castidad. Isabel Clara sería una Diana entre sus damas- ninfas, modelo en definitiva a seguir por aquellas que la rodearon32. Volviendo a la obra colectiva que ha dirigido, destacar que se nutre de las aportaciones de distintos especialistas procedentes de la historia, historia del arte y la filología. El resultado es una obra que muestra las múltiples perspectivas de análisis desde las que se puede abordar el estudio de la Infanta. Además, rompe con esa tendencia a primar la etapa archiducal sobre el periodo inmeditamente anterior. El conjunto es buena muestra de la actualidad historiográfica del personaje, a la vez que un signo sobre las posibilidades que el estudio de Isabel Clara ofrece al historiador. Quizá como colofón a este sintético estado de la cuestión habría que hacer referencia a los estudios biográficos sobre el archiduque Alberto. En este sentido no han faltado los estudios monográficos sobre aspectos específicos, desde su formación en Madrid a su labor de gobierno en Portugal o en Flandes. Así, aquellos estudios centrados en la política de la Monarquía Hispánica en las décadas de 1600- 1620, constituyen un buen acercamiento a la 32 VAN WYHE (Schumann) C., Humble wife, charitable mother and chaste widow: representing the virtues of the Infanta Isabel Clara Eugenia (1599- 1633), Londres 2000. Tesis por la University of London. Courtauld Institute of Art. 35 labor de gobierno del archiduque33. Como biografías específicas deberíamos citar la de Caeiro 34 y la más reciente, la de Luc Duerloo 35. Esta última es sin duda, un trabajo de necesaria consulta que se nutre de las aportaciones historiográficas más recientes y contribuye a resaltar la importancia de la figura del archiduque Alberto. Ya como reflexión final hay que señalar que estos estudios de corte biográfico han ayudado a expandir nuestro conocimiento no sólo sobre trayectorias individuales sino también sobre el contexto histórico general que enmarcó sus vidas. 33 Trabajos de GARCÍA GARCÍA, B., La Pax Hipánica. Política exterior del Duque de Lerma, Lovaina 1996 o ALLEN, P. C. Felipe III y la Pax Hispánica. 1598- 1621. El fracaso de la gran estrategia, Madrid 2001 son esenciales en este sentido. Una revisión historiográfica sobre el reinado de Felipe III en SALAS ALMELA, L., “Realeza, valimiento y poder: en torno a las últimas aportaciones sobre el reinado de Felipe III” en Hispania. Revista de Historia de España, vol. LXX, nº 234 (2010), pp. 165180 34 CAEIRO, F. O Archiduque Alberto de Austria, vice- rei de Portugal, Lisboa 1961 35 DUERLOO, L., Dynasty and Piety. Archduke Albert (1598- 1621) and Habsburg Political Culture in an Age of Religious Wars, Farnham 2012. Resulta interesante la recapitulación sobre las aportaciones historiográficas centrada en la figura del Archiduque Alberto, pp. 1- 16 36 ABREVIATURAS UTILIZADAS AGP: Archivo General de Palacio AGS: Archivo General de Simancas AHN:Archivo Histórico Nacional OOMM: Órdenes Militares AMAEC: Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación. ASF: Archivio di Stato di Firenze AST: Archivio di Stato di Torino AZ: Archivo Zabálburu BA: Biblioteca de Ajuda BL: Bristis Library Add Mss: Additional Manuscripts. Egerton Mss: Egerton Manuscripts BNE: Biblioteca Nacional de España BPR: Biblioteca del Palacio Real BPUG: Bibliotèque Publique et Universitaire de Gènevre CEF: Collection Éduard Favre IVDJ: Instituto Valencia de Don Juan PRO: Public Record Office SP: State Papers DDMF: Dépêches diplomatiques de Monsieur de Fourquevaux, Ambassadeur du Roi Charles IX en Espagne 1565- 1572, 3. Vol., París 1900 DDML: M OUSSET A., Dépêches diplomatiques de Monsieur de Longlée Résident de France en Espagne (1582- 1590), París 1912 37 UNIVERSO PALATINO Y REALIDAD HUMANA: ISABEL CLARA EUGENIA EN LA CORTE DE FELIPE II 38 LA CORTE VIVIDA POR ISABEL CLARA EUGENIA DE AUSTRIA No es nuestra intención hablar aquí sobre la Corte en la Edad Moderna, entre otras cosas porque su importancia ha sido puesta de manifiesto en múltiples estudios. Desde la aparición de la obra de Norbert Elías, los historiadores han ido recuperando la Corte como espacio ceremonial y de ejercicio del poder, configurando esa Europa de las Cortes que nos permite comprender cómo se desarrolló la vida política y cultural en el Antiguo Régimen36. La historiografía española no se ha quedado a la zaga y ha puesto en valor la importancia de la Corte Católica Habsburgo no sólo como escenario en que la Monarquía Hispánica desplegó su ceremonial, sino también como modelo a seguir en otras monarquías europeas. Esta proliferación de estudios ha ido en líneas diversas pero convergentes optando bien por la síntesis, bien por el análisis de aspectos concretos o de reinados específicos. En este sentido la Corte de Felipe II cobra un lugar primordial en los análisis de la institución durante los siglos XVI y XVII. Si bien es cierto que la llegada de la dinastía Habsburgo a España con Felipe el Hermoso y, fundamentalmente, con Carlos V había introducido cambios y novedades- concretamente el ceremonial borgoñón- va a ser Felipe II el que imponga una serie de novedades que hacen de la Corte hispana un modelo a seguir, no sólo por sus sucesores sino por otros monarcas y potentados europeos. Es la imagen de ese Rey oculto que sabe medir a la perfección sus apariciones y el acceso a su persona, que controla de manera completa el manejo de los asuntos y que marca los papeles de quienes le rodean37. Y lo que nos interesa destacar es que la Infanta Isabel va a ser testigo 36 ELÍAS, N., La sociedad cortesana, Madrid 1993. Una buena síntesis sobre los estudios más destacados la encontramos en ÁLVAREZ- OSSORIO ALVARIÑO, A. “La Corte: un espacio abierto para la historia social”, CASTILLO, S. (coord.), La historia social en España. Actualidad y perspectivas, Madrid 1991, pp. 247- 260. Asimismo destacar el volumen dedicado a la Corte y coordinado por GÓMEZ CENTURIÓN, C., Cuadernos de Historia Moderna, Anejo, 2003. 37 Para una síntesis sobre este aspecto véase BOUZA ÁLVAREZ, F., “El Rey y los cortesanos” en Torre de los Lujanes, Madrid nº 32, 1996, pp. 77- 88. Como explica en la conclusión “…Felipe II actúa en la Corte con un objetivo último que es el robustecimiento de su poder, que la Corte es uno de los lugares donde se van a producir algunas de las novedades más radicales, algunas con una repercusión política a largo plazo enormemente importantes. Tienen que ver con la personalización del oficio real y, sobre todo, con la entrada en escena del gusto, la voluntad, la afición, la amistad del rey como verdaderas categorías políticas” p. 88 39 privilegiado de esos cambios y transformaciones que van a afectar a su vida cotidiana, a su manera de presentarse ante la Corte y de relacionarse con aquellos que la conforman. En su caso debemos entender la Corte como un espacio de vida, pero también de aprendizaje que la va a ir moldeando en la mujer que pudo cumplir muchos papeles- posible consorte en una Corte extranjera o soberana en la propia- y que acabó como soberana y gobernadora de los Países Bajos. En este sentido ella se convierte en una transmisora de esos valores aprendidos en unas circunstancias propias y no extrapolables a otros casos similares como pueden ser el de su hermana Catalina, Duquesa de Saboya, o el de su sobrina, Ana de Austria, Reina Cristianísima de Francia38. Las múltiples realidades que encierra la Corte- es el lugar de residencia del Rey, pero también el universo humano que rodea al monarca- hace necesario que nos refiramos a estructuras concretas como es la Casa, órgano administrativo y de organización del personal que va a sufrir transformaciones profundas en estos años. Así, enmarcar la vida de Isabel Clara Eugenia en la Corte implica hacerlo en el espacio concreto en que se desarrolló y éste no es otro que el de la Casa de la Reina. La Casa de la Reina es un escenario particular dentro del microcosmos de las Casas entre otras cosas por la importancia de su servidumbre femenina. Con una cabeza masculina- la Mayordomía- incluía una serie de puestos ocupados por damas de alcurnia que servían y acompañaban a la Reina en su día a día. Además, allí se incorporaba el servicio para los Infantes- ayas- que tenían en la Casa su primer espacio de socialización. Isabel Clara vivió sus primeros años en las Casas de Isabel de Valois y de Ana de Austria, siendo la llegada de ésta última, momento de transformación esencial con la elaboración de unas nuevas etiquetas. 38 Nos referimos al hecho de que Isabel Clara vivió en la Corte de Bruselas como soberana por derecho propio, ya que aquellas provincias conformaban parte de su dote. Aunque Catalina Micaela y Ana de Austria influyesen en los sistemas cortesanos de Turín y París, lo van a hacer como consortes. Para un acercamiento a esos procesos resultan de interés, RÍO BARREDO, M. J., “De Madrid a Turín: el ceremonial de las reinas españolas en la Corte ducal de Catalina Micaela de Saboya” en Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II (2003), pp. 97- 122; RÍO BARREDO, M. J. y DUBOST, J. F., “La presencia extranjera en torno a Ana de Austria” en GRELL, C., Ana de Austria. Infanta de España y Reina de Francia, Madrid 2009, pp. 111- 153 40 EL PERSONAL PALATINO: UNA BIOGRAFÍA COLECTIVA DE LA CASA DE LA REINA. El análisis de la Casa que sirvió a la Infanta Isabel Clara Eugenia durante el dilatado periodo que vivió en la Corte de Madrid implica hacer referencia a los diversos personajes que la poblaron. A lo largo de estos años fueron muchos los que ocuparon los diversos cargos palatinos; por ello hemos querido hacer unos breves apuntes biográficos de los más destacados miembros del servicio con el objetivo de conocer mejor a aquellos que formaron parte del día a día de la Infanta en Palacio. Asimismo, hemos querido hacer un esquema cronológico con los momentos clave para la organización de la Casa en estos años. La dirección de la Casa: la Mayordomía Mayor En el periodo que abarca este estudio (1566- 1598) fueron varios los Mayordomos Mayores que pasaron por el cargo en lo que fue la Casa de la Reina, del Príncipe e Infantas. Don Antonio de la Cueva, el marqués de Ladrada, don Juan de la Cerda, el IV Duque de Medinaceli, Don Pedro Fajardo III Marqués de los Vélez, Don Francisco Zapata y Cisneros, el Conde de Barajas, don Juan de Zúñiga, Comendador Mayor de Castilla y don Gómez Dávila, el Marqués de Velada fueron sucediéndose en el cargo. En muchos casos este puesto áulico era el broche a una carrera al servicio de la Corona. Cada una de estas Mayordomías tuvo su carácter e impacto en la organización de la Casa, aunque lo cierto es que, el periodo “ gobernado” por el Marqués de Ladrada fue esencial ya que fue labor suya coordinar la reorganización de la estructura palatina en la Casa de la Reina y la redacción de las etiquetas para su correcto funcionamiento. Don Antonio de la Cueva descendía de los señores de Ladrada, rama segundogénita de la casa ducal de Albuquerque. Así, el primer señor de Ladrada era hijo de don Beltrán de la Cueva, I Duque de Albuquerque y doña 41 Mencía de Mendoza. Fue llamado don Antonio de la Cueva y casó con doña Elvira de Ayala con quien tuvo al segundo señor de Ladrada, don Francisco de la Cueva de cuyo matrimonio con doña Juana Portocarrero nació nuestro don Antonio de la Cueva. Él fue el primer marqués de Ladrada, título concedido por Felipe II39. Fue nombrado mayordomo semanero en la Casa de Isabel de Valois y de allí pasó a la Mayordomía Mayor40. Una de las mejores fuentes para el conocimiento de su gestión al frente de la Casa de la Reina la ofrecen los billetes que enviaba, casi diariamente, a Felipe II y que reflejan las diversas problemáticas que generaba este espacio palatino. A lo largo de las siguientes páginas vamos a ir viendo la relevancia de esa documentación sin parangón y que, desgraciadamente, no tiene equivalentes para los restantes mayordomos que ocuparon el cargo en años posteriores. Uno de los aspectos más interesantes a la hora de analizar estos personajes consiste en observar cómo formaron o se integraron en redes familiares dedicadas al servicio regio. En su caso, su mujer, doña Petronila Pacheco, aunque mostró deseos de retirarse de la vida de la Corte tras quedar viuda, fue incorporada a la servidumbre de la Casa como dueña de honor41. Su hermano, 39 Para conocer estos orígenes es de interés la tesis de CARCELLER CERVIÑO, M. P., Realidad y representación de la nobleza castellana del siglo XV. El linaje de la Cueva y la Casa Ducal de Albuquerque, Madrid 2006. Asimismo, el árbol genealógico de los Marqueses de Ladrada en LÓPEZ DE HARO, A, Nobiliario genealógico de los Reyes y títulos de España, (ed. Facsímil), 1996, Tomo II, pp. 448- 450 40 Encontramos una interesante referencia a su posible elección como mayordomo de la Reina Isabel en una carta que Felipe II envió al Duque de Alba; en la misma se sugiere que la candidatura de don Antonio vino recomendada por el Duque: “En lo de los mayordomos, [con alargarse mi ida, dará más tiempo] para mirarlo; y entretanto yo no haré mudança dellos hasta el tiempo que vos decís; que es lo que conviene. Vos pensad entretanto y mirad en más personas. La de don Antonio de la Cueva no sé si será tan a propósito para my casa como para la de la Reyna, y allí creo que haría gran falta, porque su compañero no ayuda nada al negocio” Felipe II al Duque de Alba, 7 de agosto de 1567, ADA Caja 5, nº 69, recogemos la transcripción en PARKER, G. “1567: the end of the Dutch Revolt?” en CRESPO SOLANA, A., y HERRERO SÁNCHEZ, M., España y las 17 provincias de los Países Bajos. Una revisión historiográfica (XVI- XVIII), Córdoba 2002, Tomo I, p. 290 41 Mateo Vázquez hacía referencia a ese deseo por retirarse de la vida mundana “…La carta para la Marquesa de Ladrada va aquí y tocase en ella lo de su asistencia al descargo del alma de su marido, porque ha estado muy puesta en meterse monja y a mí me lo dixo, a que yo le respondí bien encarecidamente la obligación que tenía de asistir por agora a lo que he dicho” Mateo Vázquez a Felipe II, 10 de febrero de 1574, IVDJ Envío 53, caja 69, nº 34. La planta de las dueñas de honor en Palacio indica su entrada en el mismo: “La marquesa del Adrada. En la villa de Madrid Jueves a tres de Junio de 1574 años mandó el excelentísimo señor, duque de Medinaçeli mayordomo mayor de la Reyna nuestra señora que por quanto su Magestad hizo merced en siete de mayor deste dicho año, a la marquesa del Adrada de un asiento de su dueña de onor, y empeçó a servir el dicho asiento a diez y nueve del mismo, que se asentase así en los libros de la casa de su magestad por tal dueña de onor con quinientas mil 42 don Diego de la Cueva, II Marqués de Ladrada, casó con una de las damas francesas de Isabel de Valois, doña Luisa de Saint- Ligier. A la muerte del marqués en 1574 se produjo la elección de un nuevo Mayordomo Mayor. El elegido para el cargo fue el Duque de Medinaceli. Uno de los billetes de Mateo Vázquez a Felipe II nos ofrece bastantes pistas sobre cómo se produjo el nombramiento de este servidor. El secretario del soberano hace referencia a cómo “ por la calle hablauan muchos del en esto teniéndole por benemérito de aquel cargo, el qual le figuré de la autoridad y preeminencia que era” 42. El Duque quien recordaba los muchos servicios a la Corona en materia militar y política43 quería seguir esta andadura por las necesidades económicas que le acuciaban y, si bien es cierto que quería “ seruir en cosas de su profesión” era consciente de que por “ su edad no estaua fuera de pensar en otra manera de vivir y que él desde niño se auía criado en Palaçio siendo page de la Emperatriz nuestra señora, inclinándose a que se podría aplicar a las cosas de la casa” 44. Don Juan aceptó el cargo y entró a servir en él el 23 de marzo de 1574; para informarse sobre cómo era el funcionamiento de la Casa se valió del conocimiento de otros servidores de Palacio como es el caso de don Gonzalo Chacón, hijo del señor de Casarrubios y mayordomo semanero 45. El tiempo que ocupó la mayordomía fue bastante escaso ya que su muerte se produjo el 1 de agosto de 1575; no obstante, durante este tiempo tuvo que seguir gestionando la elaboración de las etiquetas que estaban inacabadas desde el tiempo del Marqués de Ladrada. No son muchos los datos que contamos para maravedíes de salario, (…) [falleció en Madrid en Palaçio a xv de septiembre de MDLXXX]” AGP, Personal, Caja789, nº 26 42 Billete de Mateo Vázquez a Felipe II, 10 de febrero de 1574, IVDJ, Envío 53, caja 69, nº 34 43 De hecho se pensó en él para sustituir al Duque de Alba en el gobierno de los Países Bajos, cargo que no desempeñó de manera efectiva, siendo la tarea encomendada a don Luis de Requesens. Para un análisis sobre este aspecto véase WOLF J. G. C., “Burocracia y tiempo como actores en el proceso de decisión: la sucesión del Gran Duque de Alba en el gobierno de los Países Bajos” Cuadernos de Historia Moderna, nº 28 (2003), pp. 99- 124 44 Billete de Mateo Vázquez a Felipe II, 10 de febrero de 1574, IVDJ, Envío 53, caja 69, nº 34 45 “Contento pareçe que se halla el Duque en el nuevo offiº; ayer le vi y dixe lo de la Instrucción y el dormir en aquella pieça y lo de informarse de don Gº. todo lo oyó y estimó como era razón y dixo que besaua a V Mg los pies por ello” Mateo Vázquez a Felipe II, 25 de marzo de 1574, IVDJ, Envío 53, caja 69, nº 30 43 ilustrar como gestionó el Duque el cargo de Mayordomo, ni cómo se desenvolvieron las relaciones con el resto del personal de la Casa46. Los billetes de Mateo Vázquez al monarca nos ofrecen más pistas sobre las diferentes problemáticas que se tuvieron que afrontar durante este periodo, como por ejemplo la incorporación de las damas de la Princesa de Portugal en la Casa de Ana de Austria tras el fallecimiento de la primera. Tras la desaparición del Duque hubo que proceder, nuevamente, a la elección de un Mayordomo Mayor y esta vez el nombramiento recayó sobre el III Marqués de los Vélez47. Al igual que en el caso anterior la gobernación de la Casa de la Reina fue el punto final a una carrera al servicio de la Corona. El titular del marquesado había llevado a cabo una interesante carrera diplomática como enviado extraordinario a Viena. Allí, junto al Conde de Monteagudo, ayudó a la conducción de las relaciones bilaterales entre las dos ramas Habsburgo; además, llevó a cabo una misión diplomática en Polonia con motivo de la elección que coronó al Duque de Anjou como soberano 48. Hay que decir que la fulgurante carrera de don Pedro Fajardo se vio extraordinariamente favorecida gracias a sus conexiones familiares; en 1571 se firmaron las capitulaciones para sus segundas nupcias con doña Mencía de Requesens, hija del Comendador Mayor de Castilla. Su suegro se va a convertir en uno de los mejores promotores de su carrera política y le va a 46 En muchos casos la documentación se quemaba por lo que debemos acudir a fuentes de terceros. Sobre el devenir de aquellos papeles el propio Rey hace la siguiente consideración “Al Duque de Medinaceli [V Duque e hijo del Mayordomo Mayor] dad las gracias de my parte por aberme embiado la instrucción, y decídle que de la misma manera será bien que me embíe el sello y los demás papeles que allí dice, y aún si su padre no ubiese quemado o roto los que tenía de mi mano, me los podrá embiar juntamente…” Felipe II a Martín de GAztelu, Madrid 11 de septiembre de 1575, AHN, Consejos leg. 15189, nº 28 47 El Marqués de los Vélez cuenta con una cierta fortuna historiográfica, así deberíamos hacer mención a las aportaciones de Marañón en su estudio monográfico sobre los tres primeros titulares del marquesado, así como el análisis de los aspectos más controvertidos de su carrera cortesana en su trabajo sobre Antonio Pérez. MARAÑÓN, G., Los Tres Vélez: (Una historia de todos los tiempos), Madrid 1962; MARAÑÓN, G., Antonio Pérez, Madrid 2002 (1ª Ed. 1947) La revisión historiográfica del personaje ha corrido a cargo de RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A., El camino hacia la Corte. Los Marqueses de los Vélez en el siglo XVI, Madrid 2011, donde algunos tópicos sobre el Marqués han sido matizados y contrastados. 48 Sobre esta misión diplomática véase RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A., “Servir al Rey, servir a la Casa. La embajada extraordinaria del III Marqués de los Vélez en el Imperio y Polonia (1572- 1575)” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y GONZÁLEZ CUERVA, R. (coords.) La dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, pp. 439- 478 44 aconsejar en su periodo cortesano 49. Tras la finalización de sus trabajos en Polonia y el rechazo a un encargo del Rey que le habría llevado a Génova, el marqués regresó a la Península donde su intención era ocuparse de su hacienda y su casa. Sin embargo los planes de Felipe II van a ser otros y se va a ver distinguido con la Mayordomía Mayor de la Casa de Ana de Austria. Desde luego nadie podía negar el gran honor que suponía el cargo, entre otras cosas porque ofrecía un acceso a la persona del Rey que no estaba al alcance de cualquier cortesano. Don Pedro Fajardo, sin embargo, va a aceptar a regañadientes y no va a ocultar en su correspondencia con don Luis de Requesens el inconveniente que el cargo suponía para la buena marcha de sus asuntos domésticos. “ El trabajo del officio es muy grande y mucho más agora por auerse de ordenar todo de nuevo y estar, después que yo siruo, los dos mayordomos malos y yo asistiendo a todas tres cosas y sin auer un real de la Reina ni consignación para ella, y hauer de guardar dozientas y tantas mujeres, ministerio tan fuera de mi gusto y inclinación y por tanto de mucho más congoxa y trabajo” 50 . Realmente son estas unas consideraciones interesantes. En los estudios sobre la Corte tratamos de reconstruir las carreras áulicas observando el ascenso paulatino o fracaso de sus protagonistas pero, pocas veces tenemos ocasión de detenernos a considerar cuáles eran los sentimientos que les generaban esos puestos palatinos. La correspondencia del Marqués con su suegro nos ofrece pistas valiosas para saber algunos aspectos sobre la gestión de la Casa, sobre todo en lo referente a los obstáculos, pero deben de verse como una reflexión sobre el mismo y no una puntillosa descripción del día a día de un mayordomo mayor. En ese sentido, los billetes del Marqués de Ladrada son 49 El propio don Luis de Requesens agradecía a Felipe II el nombramiento de don Pedro Fajardo “Por cartas del secretario Çayas he entendido que V Md ha hecho mrd al marqués mi hierno de mandalle seruir de mayordomo mayor de la Reyna nuestra señora, y para mí lo ha sido muy grande , y por ella beso los pies a V Md, y espero que el marqués acertara a seruir de la manera que no se arrepienta V Md de auelle hecho este fauor ni de la mrd que adelante le hiziere.” San Tomalant 14 de octubre [1575], AZ Altamira, 93, nº 99 50 El Marqués de los Vélez a don Luis de Requesens, El Pardo 27 de septiembre de 1575, AZ, Altamira, 99, nº 39 45 una fuente más útil. Entendemos por tanto que el oficio no le era agradable e intuimos que don Pedro no estaba muy dispuesto a bregar con aquellos inconvenientes que sí describieran otros Mayordomos: una servidumbre femenina numerosa y exigente que podía generar auténticos quebraderos de cabeza al jefe de la Casa. Ese punto lo vamos a tratar en otro apartado, por lo que no nos vamos a extender aquí, pero sí que debemos ver en estos testimonios del Marqués de los Vélez un material esencial para entender el cargo palatino en toda su dimensión. Consideraba que aunque el oficio tenía sus ventajas sus preferencias estaban en otros menesteres. No obstante, la Mayordomía va a ser un puente para otras mercedes regias. Uno de los hechos que van a empañar sus desempeños en la Casa de la Reina va a ser la mala salud que le acompañó en estos años. De este hecho se hacía eco el secretario Gaztelu con el nuevo Comendador Mayor, don Juan de Zúñiga51. Ello provocó que, en ocasiones, las labores de don Pedro Portocarrero fuesen asumidas por los mayordomos semaneros52. El otro hecho que acabó por empañar sus últimos momentos en la Corte fue su cercanía a Antonio Pérez y su involucración en los hechos que condujeron al asesinato del secretario de Don Juan de Austria, don Juan de Escobedo. La destitución de Vélez como mayordomo era el “ descabezamiento” simbólico del denominado partido “ papista” al que pertenecía Antonio Pérez y otros cortesanos. Era una salida traumática para un servidor que no había querido el oficio y que tampoco iba a sobrevivir mucho tiempo más, ya que su quebrada salud le condujo a una temprana muerte53. 51 “Paréceme que anda con muy quebrada salud e impidido del uso de los braços, de tal amnera que por no poderse quitar la gorra a los que le visitan toma por medio estar sin ella. Es mucha la flaqueza que tiene de estómago y su melancolía le trae muy fatigado, témole. Dios le dé la salud que dessea” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 24 de Junio de 1578, AMAEC, Santa Sede, leg. 4, nº 252 52 “El señor Marqués de los Vélez lo haze muy bien en su officio de mayordomo mayor de la Reyna nuestra señora y cada día va descubriendo más su caudal y entendiendo que el Conde de Barajas, mayordomo de la Reyna está ocupado en la asistencia de Seuilla y don Gonçalo Chacón, que también lo es, enfermó muchos días ha y el mucho trabajo que el Marqués tenía en hauer de cumplir con todo estando solo, ha nombrado Su Magestad por mayordomos de la Reyna a don Juan de Velasco (…) y a don Pero Niño” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, AMAEC Santa Sede, leg. 4, nº 219 53 “El fallescimiento del señor Marqués de los Vélez me ha pesado mucho por lo que Vuestra Señoría lo sentirá y la falta que hará a su muger y casa y al servicio de Su Md. Pero su salud era tan quebrada que si no auía de convalecer le ha hechi Dios mucha merced. Él le tenga en su gloria y guarde lo que queda, 46 Entre 1578 y 1585 la jefatura de la Casa recayó en el Conde de Barajas54. Este periodo estuvo marcado por la repentina muerte de Ana de Austria en Badajoz durante la Jornada de Portugal (1580) y la reconversión de la Casa de la Reina en la Casa del Príncipe e Infantas. Al igual que sus predecesores, el Conde había desarrollado una importante carrera al servicio de la Corona y su cursus honorum recoge los siguientes cargos: corregidor del Marquesado de Villena y de la ciudad de Cuenca (1567); corregidor de la ciudad de Córdoba, donde tuvo que hacer frente a los problemas derivados de la rebelión de las Alpujarras (1570); asistente y capitán general de Sevilla (1572- 1579); nombramientos como mayordomo del Rey en 1576 y Mayordomo Mayor de la Reina (1579); Presidente del Consejo de Órdenes (1581)55; Presidente del Consejo Real de Castilla (1582); Presidente del Consejo de Estado (1584) y Presidente del Consejo de Guerra. Las quejas sobre su gestión llevaron al Rey a ordenar a don Francisco Zapata que se retirase a sus estados donde murió en 159156. Volviendo a la elección del Conde de Barajas como Mayordomo Mayor, la decisión revestía una gran importancia ya que las circunstancias en que se producían eran complejas y, además, hay que tener en cuenta que había que buscar quien ejerciese como ayo del príncipe don Diego, heredero de Felipe II: “ El papel incluso es de lo que se me offresce para el lugar que tenía el de Vélez y si acertase podría venir a propósito adelante para la y a Vuestra Señoría para remedio de todo” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 3 de marzo de 1579, Envío 14, Caja 27, h26 54 No hay muchos trabajos sobre el Conde de Barajas, no obstante sí que podemos destacar las siguientes aportaciones. En primer lugar, el estudio sobre el mecenazgo artístico- especialmente en el capítulo de la arquitectura- de la Casa de Barajas entre los siglos XVI y XIX y que ofrece algunos datos sobre el I Conde de Barajas de MARÍN TOVAR, C., La Casa y Condado de Barajas. Su patronazgo artístico entre los siglos XV y XIX. Tesis Doctoral Inédita Madrid 2004 55 Su nombramiento en AHN, Consejos, lib. 1435, ff. 156- 157 56 De esta caída en desgracia se hacía eco Kevenhüller en la forma siguiente: “En Madrid, por este mismo tiempo, fueron privados algunos ministros a cuio cargo estaua la hazienda real por no auer exercido sus oficios con fidelidad, principalmente en el presidente de Indias Joan Fernández de Espinosa. La misma fortuna y desgracia corrió a don Francisco Çapata de Cisneros, conde de Barajas, que auía muchos años que era muy querido y estimado de su magestad y auía servido en muchos oficios y aún en los mayores de la república con mucha satisfacción. De orden de su magestad el confesor le dijo que saliesse de la Corte, lo qual cumplió luego al punto retirándose a Barajas, adonde trataua de dar satisfacción a las acusaciones que se le ponían, pero atajado de la muerte no lo cumplió dejando a sus hijos muy grandiosa hazienda” VERONELLI S., y LADRADOR ARROYO F., Diario de Hans Kevenhüller, embajador imperial en la Corte de Felipe II, Madrid 2001, p. 403 47 provisión de Ayo del Príncipe nuestro señor, en que va lo que se dexa bien entender pues si sucediese (a lo que Dios no permita por su misericordia) entrar moço a reynar, está claro que el Ayo ternía en aquel momento gran mano, y por esto es mucho para mirar y considerar” 57 El secretario Mateo Vázquez proponía a continuación una serie de nombres para que el rey eligiese el mejor candidato. Así se menciona al Duque de Béjar, Marqués de Mondejar –“ áspero y inclinado a guardar su hazienda” ; el Duque de Osuna de quien se destacaba su juventud, además de ser “ muy altiuo y de poca experiencia” ; el Almirante (de Castilla?); el Prior don Fernando, a quien veía más apto para el gobierno de Nápoles; don Juan de Zúñiga que “ no era fuera de propósito” ; el Duque de Gandía, el conde de Aytona, el de Sástago, el de Pliego, el marqués de Cerralbo y don Martín Enríquez. La lista era extensa y en ella no faltaba quien, finalmente, va a lograr el puesto de Mayordomo: el Conde de Barajas quien, en opinión de Mateo Vázquez, “ creo que haría el officio muy bien y sería más manual que otros y aquí va una carta suya en que paresce que lo desea” 58. Experiencia en asuntos de gobierno no le faltaba y durante algo más de cinco años va a ejercer el oficio. Como hemos señalado antes, su gobierno se produjo en un momento de profundos cambios ya que se va a vivir la transición entre una Casa de la Reina y una Casa del Príncipe donde se van a integrar las Infantas. Además, la ausencia de Felipe II de la Corte con motivo de la Jornada portuguesa va a hacer que tanto el Mayordomo como el aya- cargo ocupado por la Condesa de Paredes de Navagocen de un gran protagonismo en las vidas de los hijos del monarca, y con una especial relevancia en el caso de Isabel Clara y Catalina Micaela quienes, ya entradas en la adolescencia, debían asumir un papel más activo. Don Juan de Zúñiga, Comendador Mayor de Castilla y Príncipe de Pietrapercia59 asumió la Mayordomía Mayor en 1585 en un momento de 57 Mateo Vázquez a Felipe II, El Pardo 20 de febrero de 1579, BL Add Mss/ 28263, ff. 212- 213 Íbidem 59 Título consorte; sobre la Princesa del Pietrapercia: “La princesa de Petroperçia es hermana del Prínçipe de Petroperçia que murió sin hijos, es viuda de hedad de quarenta y dos años, muy noble de Casa antigua de Branchiforte, fue casada con el Conde de Mazarino de quien le quedó un hijo que oy es conde y por ser primogénito a de suceder en el prinçipado que vale 12U ducados de renta, aunque tiene enpeñados los seis mil tiene ella de dotte cinquenta y quatro mil ducados de los quales puede disponer 58 48 cambios en el ámbito doméstico de las Infantas y el Príncipe. Al asumir el cargo, la Corte iniciaba la Jornada de Aragón para la celebración del matrimonio de la Infanta Catalina y la reunión de Cortes en aquella Corona. De nuevo debemos hablar de un personaje que contaba con un nutrido cursus honorum al servicio de la Corona y que se veía honrado con un cargo que, asimismo, llevaba aparejada la importante tarea de educar al futuro soberano. ¿Cuáles fueron las razones para la elección de don Juan de Zúñiga? El hecho de que el Conde de Barajas no fuese honrado con la orden de acompañar a las Infantas y Príncipe en la mencionada Jornada se ha interpretado como un signo de pérdida de favor regio que culminaría unos años más tarde60. Aunque el viaje hacia la Corona de Aragón sea el punto de inflexión, lo cierto es que debía haber rumores sobre un posible cambio en la servidumbre de la Casa con anterioridad, tal y como muestran las siguientes líneas de Gonzalo de Liaño: “ …también se ha dicho quel duque de Béjar le hacían mayordomo mayor y al comendador mayor hayo del príncipe y mayordomo de las ynfantas y del consejo de hestado, y esto se a dicho en esta qorte(sic), aunque hasta agora no se tiene por berdad cossa ninguna” 61 en los hijos que aurá del segundo matrimonio demás de lo que les tocare del dotte del dicho prinçipado. Y si el hijo que ahora tiene que es Conde de Mazarino falleçiere sin hijos succederá ella y sus descendientes en el prinçipado de Pietraperçia y del de Butera que es tan bien primo hermano suyo de ella y le hereda si falleciere sin hijos.” El Cardenal Espinosa a Don Juan de Zúñiga, Madrid 20 de Julio de 1572, BL Add Mss/ 28704, ff. 305- 306 60 Sobre la salida del Conde de Barajas y la asunción de la Mayordomía Mayor por parte de Don Juan de Zúñiga véase MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., El Marqués de Velada y la Corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca 2004 pp. 237- 244. Hermano de don Luis de Requesens e hijo del ayo de Felipe II es, sin lugar a dudas, uno de los personajes fundamentales de la Corte del Rey Prudente. Algunos historiadores han ponderado muy positivamente su figura, sobre todo, en contraposición a su hermano: “Juan de Zúñiga tuvo el mayor papel en las vidas política y privada de Requesens. El menor de los Zúñiga estaba dotado de una clarividencia, de una prudencia y de una inteligencia extremas y le dictaba casi todos sus gestos al Comendador Mayor. Requesens había heredado la autoridad paterna a la muerte de su madre, pero todos los negocios familiares fueron discutidos y resueltos de concierto, a petición de don Luis. Juan negociaba los intereses de su hermano en la corte, le aconsejaba en cuanto a la educación de su hijo, trataba con su familia polñitica, intercedía a su favor cerca de rey e incluso del Papa. juan regañaba también a su hermano como a un niño cuando éste se mostraba muy pródigo, se enfurecía e injuriaba a sus colegas o dejaba de seguir sus dietas alimenticias. Su dominio de Requesens fue aún más significativo en materia de política…” VERSELE, J. “Las Razones de la elección de don Luis de Requesens como gobernador general de los Países Bajos tras la retirada del Duque de Alba (1573)” Studia Historica. Historia Moderna, nº 28 (2006), p. 274 61 Gonzalo de Liaño al Cardenal Médicis, Madrid 24 de abril de 1583, ASF, fil. 5107, nº 28 49 Aunque su presencia en el cargo fue corta, debido a su prematura muerte, su labor al frente de la misma fue notable ya que acometió algunas mejoras y se encargó, asimismo, de la organización de la futura casa de Catalina Micaela como Duquesa de Saboya. En este último punto, asimismo, mostró un cierto interés por el buen funcionamiento de la misma una vez que la Infanta estuvo instalada en la Corte de Turín. Los últimos años de Isabel Clara en la Corte de Madrid estuvieron marcados por la Mayordomía de don Gómez Dávila, II Marqués de Velada62. Don Gómez Dávila inició su andadura cortesana en el entorno del Príncipe don Carlos, aunque sin cargo formal. Asimismo, participó en dos importantes Jornadas, la de Bayona de 1565 y la de Andalucía de 1570. A la muerte del heredero de Felipe II en 1568, el hecho de no contar con un puesto- como el de gentilhombre de la Cámara que se le había ofrecido- hizo que no se viera excesivamente afectado por las mudanzas que aquello conllevó. Pudo entonces dedicarse a la gestión de su patrimonio, algo cargado de deudas. Aunque la Corte y el servicio a la Corona podían ser un buen medio para lograr mercedes que mejoraran la situación económica de las casas nobiliarias, Velada rechazó los intentos de Moura y don Juan de Zúñiga para entrar al servicio del Rey. No obstante con la muerte de este último y con la vacante en la Casa del Príncipe e Infanta, don Gómez Dávila cedió y aceptó el cargo de Mayordomo y Ayo del Príncipe. Hasta 1598- 99, cuando la Casa se deshace por la salida de la Infanta y la conversión del Príncipe en Rey Católico, el Marqués cumplió con esos dos papeles. Su mandato estuvo hondamente marcado por el proceso de aprendizaje del Príncipe y su introducción en la vida política de la Monarquía. Asimismo, entabló una estrecha amistad con la Infanta Isabel cuya relevancia se va a demostrar en estos años y, asimismo, con la salida de aquella hacia la Corte de Bruselas. La Infanta se convirtió en una importante defensora de los 62 Sobre este personaje y su carrera cortesana contamos con un completo estudio: MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., op cit., Salamanca 2004 50 intereses del Marqués ante su hermano, un hecho que la correspondencia que ambos mantuvieron ha puesto de manifiesto 63. La evolución del espacio áulico entre 1566 y 1598 1566- 1570. De Isabel de Valois a Ana de Austria Cuando se produjo el matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois, Catalina de Médicis eligió una nutrida servidumbre francesa para acompañar a su hija a España. Uno de los hechos que caracterizaron la casa de Isabel y, que a la postre generaron una gran inestabilidad fue la larga permanencia de muchos de esos criados. Quizá el estudio reciente más exhaustivo sobre la Casa y su problemática sea el de Rodríguez Salgado al que nos remitimos como una lectura clave para entender ese periodo. La imagen que plantea esta historiadora está muy alejada de la idealizada y casi edulcorada que transmitiese González de Amezúa en su monumental biografía sobre la reina, si bien hay que admitir el excelente trabajo bibliográfico y de fuentes que tiene detrás64. Es evidente que la entrada de una consorte en una Corte extranjera podía llegar a ser un paso traumático y más cuando se efectuaba a una temprana edad; no es de extrañar, por tanto, que Isabel de Valois se sintiese más a gusto entre su servidumbre francesa y la favoreciese de manera descarada frente a la española. Si bien la Camarera Mayor, cargo esencial para su adaptación a la corte española, era la Condesa de Urueña, lo cierto es que la confianza de la reina recayó en una de las damas francesas de mayor rango, Madame de Clermont. Los recelos de la nobleza hispana- con los Toledo a la cabeza- no se hicieron esperar y la dama en cuestión fue puesta en el punto de mira. El embajador francés vio estos hechos con preocupación, y más cuando los enfrentamientos dentro de la Casa de la Reina no sólo se producían entre 63 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., “Significado y trascendencia del género epistolar en la política cortesana: la correspondencia inédita entre la Infanta Isabel Clara Eugenia y el Marqués de Velada” en Hispania, LXIV/2, nº 217 (2004), pp. 467- 514 64 GONZÁLEZ DE AMEZÚA Y MAYO, A., Isabel de Valois. Reina de España (1546- 1568), 3 vols., Madrid 1949. RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., “Una perfecta princesa. Casa y vida de la reina Isabel de Valois (1559- 1568)” Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II y nº 28 (2003) pp. 39- 96 y 71- 98 51 damas españolas y francesas, sino también dentro de ese último grupo. La historiografía ha usado las ricas fuentes francesas para ilustrar estos primeros compases de la Casa de Isabel de Valois, fuentes que difícilmente podemos calificar de objetivas. En efecto, podemos entender el malestar existente dentro de la Corte española por la presencia de esa servidumbre francesa ya que les impedía acercarse a la reina y lograr los favores asociados a una carrera cortesana en el seno de su casa; pero además, por otro lado, debemos entender que Isabel de Valois estaba llamada a criar Infantes para la Monarquía, alguno de los cuales, en vista a la enfermiza condición del Príncipe heredero, podía llegar a suceder a Felipe II. No era baladí, por tanto, que se quisiera castellanizar a la reina lo más pronto posible, y la permanencia de una influencia extranjera, unida a la dificultad de que la servidumbre española se ganara la confianza de la consorte, eran cuestiones de máxima importancia. Rodríguez Salgado también alude a otras problemáticas generadas en el seno de esta Casa; por un lado, el excesivo gasto y por otro, la incapacidad de la Reina por manejar su entorno más próximo. No es de extrañar que una vez que se produzca la muerte de Isabel, el monarca quisiese reorganizar este espacio clave en la Corte para darle una mayor definición que contribuyese a un funcionamiento más eficiente. Desde la muerte de Isabel de Valois hasta la entrada de Ana de Austria en Madrid transcurrieron dos años en que hubo una especie de periodo de interinidad que cubrió el servicio a las Infantas Isabel y Catalina. El rey, además de llevar adelante las negociaciones para su matrimonio con la archiduquesa se preocupó porque el servicio de sus hijas funcionase correctamente, servicio que se va a ver definitivamente modificado con la llegada de la nueva consorte y la preparación de unas nuevas etiquetas palatinas65. 65 “Don Antonio de la Cueua (…), vras cartas de x de hebrero, xvii, xx y xxiii del pasado hemos resceuido y holgado quanto es razon de que las Infantas mis hijas quedasen tan buenas de sus indispusiciones, y agradezcos el trabajo que haueys tenido en su enfermedad que todo es conforme a lo que de vos confiamos. En lo que toca a la isntruxción de su casa no ay que dezir sino que aquella se ponga en execuçión sin dar lugar a otra cosa porque assí es nra voluntad y los títulos de sus criados están ya hechos y se 52 1570: Las etiquetas de la Casa de Ana de Austria Tras unas largas y complejas negociaciones matrimoniales, Ana de Austria llegó a la Península para el cumplimiento de su papel como consorte de Felipe II. La tarea implicaba, asimismo, la asunción de un rol maternal hacia las hijas de Isabel de Valois. Su llegada, por tanto, supone un importante cambio en la vida de las Infantas que van a ver una transformación importante del espacio cortesano que las albergaba y el círculo humano que lo componía. Existen diversos estudios sobre la Casa de la Reina que nos dan buena idea de los cambios que se van a producir en 1570, pero nuestra intención es analizar de manera más pormenorizada todo este proceso atendiendo a los diferentes frentes que se van a tocar en las reformaciones. El encargado de todo este asunto va a ser el Mayordomo Mayor de la Reina, cargo ocupado en aquel momento por Don Antonio de la Cueva, Marqués de Ladrada, que había venido cumpliendo dicha tarea en la Casa de Isabel de Valois. El Marqués ha dejado tras de sí un importante caudal documental que nos permite acercarnos a este proceso de transformación mediante sus anotaciones y billetes a Felipe II. No obstante, no va a ser el único implicado en todo este proceso y así podemos destacar la importancia del secretario Martín de Gaztelu, intermediario en muchos casos entre el Marqués y el monarca, o el Cardenal Espinosa. Las correspondencias cruzadas entre estos personajes nos permiten comprender la intensa actividad que se va a llevar a cabo en la Corte para reorganizar la Casa y preparar el Alcázar ante la inminente llegada de la Reina. Sin embargo, no podemos olvidar que en estos momentos la Casa vivía un periodo de “ interinidad” ya que, si bien se va a proceder a desmantelar la Casa de Isabel de Valois y a despedir a parte de su servidumbre, debían quedar algunas personas que se ocuparan del servicio de las Infantas Isabel y Catalina. Las consultas al Rey van a ir dirigidas a la manera de actuar en este despacharán breuemente con que esto quedará acabado de assentar.” Felipe II al Marqués de Ladrada, Córdoba 24 de abril de 1570, BPUG, CEF., vol. 29, f. 14 53 particular aspecto, ya que eran necesarias unas directrices básicas que facilitaran la comisión del dicho servicio66. El elemento que más se ha destacado en todo este proceso va a ser la redacción de una normativa que regulara los diferentes oficios de la Casa de la Reina para un buen funcionamiento de la misma67. Las etiquetas de la Reina Ana se convirtieron en un modelo a seguir para las casas que la sucedieron y permanecieron prácticamente intactas durante todo el periodo moderno 68. Hay que señalar que el proceso de preparación y redacción de las mismas fue extraordinariamente largo ya que, si bien, fue don Antonio de la Cueva, en colaboración con el secretario Gaztelu y el Cardenal Espinosa, el que las inició, hay que esperar hasta mediada la década de 1570 para que se aprueben definitivamente. Contamos con una información absolutamente precisa del desenvolvimiento de tal proceso gracias, por una parte a los billetes del Marqués de Ladrada y por otra, a la correspondencia dejada por el citado Gaztelu. Sin olvidar, eso sí, la copia manuscrita de las Etiquetas que se conserva hoy en día en la Biblioteca Nacional de España. Los historiadores de la Corte se han acercado una y otra vez a esa normativa para dibujar el panorama real de la servidumbre palatina, los oficios que la conformaban y las funciones anejas a cada uno de esos cargos. Las múltiples anotaciones al margen de las Etiquetas nos permiten comprender cuáles fueron los problemas a que se tuvieron que enfrentar los elaboradores de las mismas y, es que más allá de su utilidad para conocer la planta de la Casa Real, son reflejo de una realidad viva y humana que trataba de dar sentido al servicio de la Reina y 66 Gaztelu al Rey, Guadalupe 5 de febrero de 1570 “También embió aquí la Instrucción de la orden que se a de guardar en la casa de las señoras Infantas y todo va apuntado conforme a lo que V Md ha mandado por scripto y de palabra desde que la reyna, que sea en gloria, falleció hasta agora, y a lo que la experiencia de lo pasado ha mostrado que conuiene. [también lo va esta y quando responda Don Antonio se podrán hacer las cédulas]” AHN, Consejos legajo 1518 67 Una síntesis sobre los procesos organizativos de la Casa de la Reina en LABRADOR ARROYO, F., “As casas das rainhas da monarquía española. Formação das Ordenanças (1504- 1621)” en ALGRANTI L. M. y MEGIANI A. P. T. (coords.) O Imperio por escrito. Formas de transmissão da cultura letrada no mundo ibérico (séc. XVI- XIX), Sao Paulo 2009, pp. 45- 71 68 Esta consideración ya estuvo en la mente de aquellos que se encargaron de la elaboración de las mismas “…que pues esta instructión a de seruir de exemplar para lo venidero se deue hazer con mucho miramiento” Carta de Gaztelu al Marqués de Ladrada, Segovia 15 de noviembre de 1570, ff. 69- 70 54 solucionar los múltiples problemas de convivencia que podían generarse en Palacio. Se ha señalado que una de las razones básicas para la elaboración de esta normativa escrita era acabar con el desorden que, aparentemente, había reinado en la Casa de Isabel de Valois69. El marqués pedía consejo al Rey “ para entender la horden que V Md es servido que se tenga” en diferentes aspectos que afectaban a la buena marcha de la Casa. Es el caso, por ejemplo de los pagos de los diferentes gastos que se hacían en la Casa de la Reina y que, sin duda, tenían como objetivo prioritario un control del mismo atento al enorme esfuerzo económico que se hacía para el mantenimiento de las diferentes estructuras palatinas70. Pero no era éste el único aspecto que preocupaba al Marqués, ya que había otros puntos que afectaban a las rutinas dentro de la Casa que consideraba necesario cambiar. Así hace puntualizaciones sobre el modo de servirse las comidas, privilegiando la privacidad de las mismas, lo que suponía un acceso más restringido a la persona de la Reina. Se quería, asimismo, dificultar la entrada de personas ajenas a la Cámara en los bailes de las damas y las visitas a la capilla71. En todos estos puntos lo cierto es que Don Antonio de la Cueva hace una constante alusión a cómo se procedía en tiempos de Isabel de Valois y el deseo de cambiar unas costumbres que no consideraba provechosas. En este sentido, el deseo de que todos estos aspectos queden reflejados en el papel es reflejo de un anhelo por cambiar los hábitos y costumbres dentro de este espacio. Se considera que lo hecho anteriormente no ha sido beneficioso y que hay que sustituir dichos comportamientos por otros nuevos. No obstante en este punto hay que señalar que, más que un deseo de renovación, lo que encontramos es una aspiración a volver a unos tiempos pasados considerados modélicos en la gestión del espacio áulico. Y, ¿cuál es 69 En su estudio sobre Isabel de Valois, Rodríguez Salgado pone de manifiesto la falta de control que la tercera consorte de Felipe II tuvo sobre su personal palatino, aduciendo razones como la indolencia de la reina, RODRÍGUEZ SALGADO M. J., op cit. 70 Sobre esta problemática económica, derivada del número de casas- la de la Reina, la del Rey, la de los Príncipes de Bohemia, la de don Juan de Austria, etc- véase MARTÍNEZ MILLÁN J., “La Corte de Felipe II. la Casa de la Reina Ana” en RIBOT GARCÍA, L. La Monarquía de Felipe II a debate, Madrid 2000, pp. 159- 184 71 Billete del Marqués de 25 de octubre de 1570 55 ese modelo que está en la mente de Don Antonio de la Cueva? Pues no es otro que la Casa de la Emperatriz Isabel, madre de Felipe II y que va a ser mirada como un constante referente para hacer frente a diferentes interrogantes sobre actitudes a seguir y modos de gestionar este complejo mundo. En este sentido no podemos pasar desapercibida la influencia de la Emperatriz María en la configuración de la Casa de su hija. El ascendiente notorio y notable de María de Austria en la elección del personal palatino que debía acompañar a Ana de Austria en este proceso de adaptación, se puede apreciar a través de la correspondencia que mantuvo con su hermano en estos momentos; precisamente, puede verse en sus aportaciones un cierto deseo de continuidad con lo que ella había vivido en España, concretamente en la Casa de la Emperatriz Isabel72. Además de la opinión de la emperatriz María también va a tener peso la del propio monarca; asimismo, para conducirse de manera correcta a lo largo de este largo proceso, el Marqués de Ladrada va a consultar con personas que habían vivido o servido en la Casa de la Emperatriz Isabel, como el Príncipe de Éboli. Por ejemplo, en diciembre de 1571 y con las celebraciones de la Navidad en perspectiva, el Marqués se dirigió a Ruy Gómez para saber cómo se había procedido en tiempos de la emperatriz: “ …para que me hauisase si çierta la costumbre que teníamos de dar colaçión a todos los criados de la reyna nuestra señora, que aya gloria, la víspera de Navidad que dizían entonces venía diribado del tiempo de la Emperatriz Nuestra Señora que aya gloria; si hera esto ansí verdad porque, a mí, siempre me paresçió cosa que se podía muy bien escusar y aún en cierta manera indecente porque aún los barrenderos les dauan caxas de diacitión (¿) y de confites” 73. De las palabras del Marqués se trasluce un interés obvio por ahorrar en las necesidades económicas de la Casa de la Reina, pero a la vez de establecer unas ciertas diferencias entre criados, de tal manera que los regalos sólo se 72 “Lo que deseo en esto mucho es que sea todo como en tiempo de nuestra madre, y pienso que sy vos lo piensa que le parezerá que tengo razón en ello” Carta de la Emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570 en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., Carta 21, p. 185 73 Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de diciembre de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 306- 307 56 dieran a ciertos servidores. De hecho, la contestación de Felipe II viene a reforzar esta idea ya que, a su parecer, se debía tener alguna consideración con ciertos criados- como los capellanes y cantores- pero no con la totalidad de los mismos74. Asimismo y de manera paralela también se va a proceder a reformar la caballeriza de la reina75. La importancia de este oficio radica en su protagonismo durante las salidas públicas de la consorte, por lo tanto el cuidado de los detalles en el mismo va a tener un peso esencial. En este caso, además del Mayordomo va a contar con un papel importante el Caballerizo Mayor, cargo que fue ocupado por don Luis Venegas personaje no desconocido a la archiduquesa ya que había llevado a cabo una importante misión diplomática en el Imperio. Las especificaciones sobre el oficio son numerosas en el texto final de las etiquetas, si bien es cierto que en el proceso de elaboración se pusieron de manifiesto algunas dificultades para su puesta en marcha. Así, estableciéndose lo siguiente: “ Que estando la Reyna dentro del pueblo, y yendo fuera a alguna parte, la Camarera Mayor, ni Dueñas de Honor, ni Guardamayor, ni damas, no vayan con ella en coches, ni literas sino en sus mulas y quartagos, de manera que no aya otro coche ni litera sino en el que fuera la Reyna” Este capítulo venía a reforzar la imagen pública de la consorte regia pero no tenía en cuenta otras consideraciones más mundanas como la que sí pasó por la cabeza de aquellos que se estaban encargando de la elaboración y que eran conscientes de la realidad humana a la que se enfrentaban: “ Parece al marqués que el cumplimiento deste capítulo será dificultoso en lo ordinario porque la Camarera Mayor, aya y guardamayor son viejas y enfermas y aunque es bien que se haga en las salidas que se hizieren a fiestas y otros autos semejantes, quando la reyna fuere a 74 Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de diciembre de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 306- 307 Para una evolución de la caballeriza véase LABRADOR ARROYO, F., y LÓPEZ ÁLVAREZ, A., “Las caballerizas de las reinas en la Monarquía de los Austrias: cambios institucionales y evolución de las etiquetas, 1559- 1611, Studia Histórica, Historia Moderna, nº 28 (2006), pp. 87- 140 75 57 comer a la huerta del campo y a otras huertas y partes fuera del lugar, parece que esto se podrá disimular” 76. En efecto, parece que se llegó a una solución que no implicaba un mayor gasto para la Caballeriza, sobre todo en lo referente a los coches y carrozas que se debían mantener en la misma77. No era sencilla la labor a que se enfrentaban los Mayordomos y otros miembros del personal palatino cuando tenían que controlar esta compleja estructura palatina, ya que además de las consideraciones sobre la edad de las mujeres del servicio de la reina, también entraban otras consideraciones como el estatus de cada una de ellas, así como la fuerza de la costumbre. Como ya hemos señalado antes, el proceso de elaboración de las etiquetas no se cerró hasta 1575, cuando la mayordomía la ocupaba el Marqués de los Vélez, habiendo pasado por el cargo tanto el marqués de Ladrada- que había sido clave en el inicio de su elaboración- como el Duque de Medinaceli. Parece que éste último había tenido también alguna que otra participación en la elaboración de las etiquetas y su hijo y heredero se encargó de mandar a Palacio las notas que tenía al respecto y que podían servir al Marqués para ejercer su oficio: “ Anoche me embió el Duque de Medinaceli este pliego en que embía la intención que tenía su padre, y un billete suyo en que dice lo que veréis. La dicha intención será bueno que llevéis luego u entreguéis al marqués de los Vélez para qu’el vea luego por ella como se ha de gouernar y baya encaminando las cosas a aquel propósito” 78. Más curiosas e interesantes son las apreciaciones sobre el influjo que algunas criadas de la reina podían tener para el buen funcionamiento de la Casa con la nueva normativa. Concretamente se alude al caso de doña Beatriz Márquez, cuya muerte “ según dicen dello que facilitará en algunas cosas el 76 Etiquetas de la Casa de la Reina Ana, BNE Ms/10129 ff. 75r-91r “En lo de los coches que se pretenden añadir, el que dizen que a de ocupar la camarera mayor y las demás mujeres viejas, no me pareçe que ay razón, porque a estas nunca se les dio recaudo de la caualleriza, sino que ellas tenían sus coches u literas y con ellos servían a la reyna que aya gloria…” Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 5 de abril de 1571, BL, Add Mss/28354, ff. 176- 177 78 Felipe II a Gaztelu, Madrid 14 de septiembre de 1575, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 28 77 58 cumplimiento destas intenciones” 79. Dueña del retrete debía de ser una persona con cierto peso en la Cámara de la Reina y que, además, tenía el favor de Ana de Austria lo que dificultaba las restricciones que querían imponer los mayordomos. El Marqués de Ladrada hace algunas menciones a ella en los billetes dirigidos al rey, en los cuales podemos observar los conflictos planteados. Los calores veraniegos obligaban en muchos casos a mover a la servidumbre buscando la comodidad y salubridad en el Alcázar ya que las enfermedades de los criados podían derivar en una auténtica epidemia que pusiese en peligro la salud de las personas reales. Los deseos de Ana de Austria en relación a su retrete, a cuyo cargo estaba la mencionada Beatriz Márquez, fue uno de los problemas que el Marqués tuvo que consultar al monarca, trastocando los previsibles cambios que se querían hacer en el espacio físico del Alcázar80. No es el único episodio en que doña Beatriz se ve envuelta y así, unos meses más tarde el Marqués se dirigía, preocupado, a Felipe II por los temores de una mala alimentación de Ana de Austria quien denotaba síntomas de embarazo. Parece ser que la dueña del retrete guardaba embutidos para la merienda de la reina, alimento prohibido por los médicos en aquel estado; sin embargo, el control que tenían estas mujeres de la Cámara impedía al Mayordomo imponer las restricciones y recomendaciones necesarias a la consorte que, además, tenía un vínculo estrecho con estas servidoras81. Son dos noticias sobre Beatriz Márquez que nos permiten comprender mejor las palabras de Felipe II que reproducíamos arriba y que, sin duda, se unieron a otros gestos que hacían de la mujer una criada 79 Felipe II a Gaztelu, Madrid 14 de septiembre de 1575, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 28 EL Marqués informaba a Felipe II de que “Doña Teresa de Guebara me a dicho que con la gran calor que açe en la Torre donde posan las moças de cámara, estando tanctas mujeres junctas en cada pieça lo pasan mal y será ocasión de adolecer” proponía abrir una salida de aire en una de las galerías cercanas y mover a la guarda menor pero, y aquí entra la opinión de Ana de Austria “la reyna nuestra señora querría que en este aposento, entre tancto que viene como he dicho quien lo ocupe, entrase Beatriz Márquez con ciertos cofres de Su Md que ella tiene acá abaxo en el retrete, porque están así tan embaraçado como está, dize Su Md que no puede entrar en él” Madrid 5 de Junio de 1571, BL Add Mss 28354, ff. 226- 227 81 Vallés había informado al Marqués de Ladrada que había visto “merendar a Su Magd, en al aposento de Su Alteza tres o quatro días, lomo de puerco y longaniça asada”, ante lo cual el Mayordomo había hablado con la Reina para que no hiciese tales colaciones y sugería a Felipe II “que hurten a Beatriz Márquez los lomos y longaniças que tiene en el retrete para estas meriendas” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 23 de diciembre de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff. 550- 551. 80 59 “ molesta” para poner en marcha unas etiquetas que pretendían encorsetar los usos y costumbres dentro de Palacio. Es evidente que las Etiquetas de 1570 se convirtieron en modelo a seguir, pero lo que también entendemos es que no fueron capaces de restringir totalmente las “ libertades” que los servidores de la Casa se tomaron para favorecer sus intereses. Y es que, su conocimiento y análisis no puede dejar de lado la realidad viva que era la Corte de los Habsburgo y que la documentación nos permite dibujar. La constitución de una normativa que rigiera el funcionamiento de la Casa tuvo un reflejo en el espacio físico, ya que previo a la llegada de la Reina Ana se van a llevar a cabo una multitud de obras en el Alcázar para la delimitación de los aposentos de la misma y de la servidumbre. Las consultas del Mayordomo al Rey son constantes ya que eran muchos los aspectos que se debían cubrir con esas obras. Por un lado el acomodo de una servidumbre femenina numerosa y muy diversa; por otro lado, se busca una cierta comodidad para ellas y para otros y, por último, se tienen muy presentes las necesarias condiciones de salubridad que debían reinar en un espacio como el Alcázar. Aunque este momento inicial va a estar muy marcado por las reformas lo cierto es que ésta va a ser una tónica bastante general a lo largo de estos años y las transformaciones de los aposentos, la apertura de escaleras y vanos, son una constante que se repite una y otra vez. Junto a la comisión de estas obras, el Mayordomo y Felipe II van a estar sumamente atentos a la decoración de los aposentos, un aderezo que se va a hacer con piezas de tapicería procedentes de la Almoneda del Príncipe Don Carlos así como con otras traídas por el monarca desde su Jornada andaluza82. Quizá una de las preguntas que haya que hacerse es si estos cambios tuvieron un impacto real en aquellos ámbitos que se querían transformar. Por un lado hay que admitir que el modelo de las etiquetas fue un considerable éxito, ya 82 Felipe II da la siguiente orden al Marqués de Ladrada “La sala se adereçe con la tapicería que solía estar antes, y el retrete, qu’es la que solía tener la duquesa , se podrá adereçar con alguna de las que trae la reyna, como he dicho en el primer capítulo, y hecho esto quedará por adereçar las quatro cuadras que tienen ventanas a la calle. Para éstas, yo hago lleuar de acá una tapicería de Eneas que tuue en Córdoba (…) las otras dos quadras, si no ubiere otra cosa, se mande adereçar con los adereços colorados que aquí decís” Billete del Marqués de Ladrada a Felipe II (extracto de la contestación de Felipe II al margen), Madrid 20 de noviembre de 1570, BL Add Mss/28354, f. 78 60 que permanecieron como referente organizativo hasta el fin del Antiguo Régimen. Evidentemente, ello no significa que se siguiesen sus indicaciones al pie de la letra o que librasen a la Casa de los conflictos entre servidores; como realidad viva, la Casa de la Reina es un espacio interesante para el estudio de la Corte y no podemos generalizar sin ahondar más en las trayectorias vitales de aquellos que conformaron este grupo. Otro de los puntos que se quería abordar era el extraordinario gasto que acarreaba la Casa y al que se quiso poner coto. Cuando en 1585 se estaba reorganizando la Casa del Príncipe e Infantas, el nuevo mayordomo hacía una reflexión sobre el gasto que suponían los sueldos de los criados: “ Los criados de sus Altezas tienen muchos menos gajes que los de V Md, porque se limitaron mucho los gajes y raciones quando se puso la Casa de la Reyna nuestra señora doña Ana y, la pobreza que veo en ellos, me haze suplicar a V Md que se les hiziese en esta parte la merced que el otro día consulté” 83. Esta referencia nos lleva a pensar que, efectivamente, se había conseguido una cierta reducción del presupuesto de la Casa por la vía de la bajada de salarios. Si bien podemos considerar que ello era un signo esperanzador para la hacienda real, lo cierto es que los Mayordomos Mayores se quejaron, en ocasiones, del ajustado presupuesto en la Casa lo que añadía una dificultad adicional a una tarea no siempre agradable. Así lo hacía ver el Marqués de los Vélez a su suegro, don Luis de Requesens cuando decía que “ Su casa [de la Reina] anda estrecha así de recato como de hazienda. Ando trabajando para que Su Majestad nos consine la Casa y no con 110M ducados, como entiendo del marqués de Ladrada se procuró reducir, pues el discurso de sus quatro años mostró no poderse sostener ni aún con 135 mill” 84. 83 Consulta a Felipe II, Madrid 15 de enero de 1585, AZ, Altamira 85, nº 27 El Marqués de los Vélez a don Luis de Requesens, El Pardo 1 de noviembre de 1575, AZ, Altamira 99, nº 41 84 61 No fue el único en quejarse de esas estrecheces85 por lo que podemos afirmar que sí hubo ahorro, pero que éste no siempre fue provechoso para aquellos que servían a la Reina, y más tarde, a los hijos de Felipe II. 1573: la muerte de la Princesa doña Juana. “ Dio a la prinçessa la enfermedad de la muerte a los 28 de Agosto del año de 1573 estando en St Lorenço el Real. Duró hasta entrar en el onçeno en que padeçio grauíssimos dolores, con gran paçiençia y auiendo reçiuido deuotíssimamente los Santos Sacramentos la lleuó Nuestro Señor para sí, a siete de septiembre a los terinta y ocho años dos meses y catorçe días de su bien empleada vida.” 86 La muerte de la princesa de Portugal fue un duro golpe para los reyes y la emperatriz; Felipe II y María de Austria perdían a su hermana87, mientras que Ana de Austria perdía a su tía, mentora y compañera en la Corte. Pero, además, su desaparición tuvo un impacto en la servidumbre que se había reunido en torno a su persona. La reubicación de este personal se convirtió en uno de los asuntos que tuvo que abordar el Duque de Medinaceli al asumir la Mayordomía Mayor. La Princesa había declarado en su codicilo las mercedes que debían recibir sus servidores y el deseo de que algunas de estas criadas pasasen a servir a la Reina. Así se dice de manera explícita con Catalina Estefanía, dama enana a quien señaló “ treinta mil maravedís en cada un año y suplico al Rey mi señor y hermano sea seruido de annpararla y rreçebirla en 85 El Marqués de Ladrada fue muy consciente de que el oficio de la Mayordomía ofrecía, en ocasiones, más pesares que recompensas y por ello lo calificaba como “negoçio (…) para [no] dessear ny pretender, sino para recibirse con muchas lágrimas” citado por MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., op cit., p, 247 86 “Naçimiento, vida y muerte de la Serma señora Prinçessa de Portugal doña Juana Infante de Castilla, hija de emperador don Carlos quinto nro sr, hermana de la Emperatriz doña María y del Rey Nro Sr D. Phelipe 2º año de 1573” BL Add Mss/10263, f. 114v 87 Felipe II encargó al Conde de Monteagudo, su embajador en Viena que transmitiera la triste nueva y le recomendaba que se dirigiera primero a Maximiliano II: “… le suplico que él vea y ordene de la manera que se debe declarar a mi hermana para que le sea menos grave” Felipe II al Conde de Monteagudo, 1573, IVDJ, Envío 5 nº 132. A pesar de la consideración del rey, el dolor de la emperatriz es palpable en su correspondencia con él : “Y nuestra hermana espero que me ha de alcanzar mucho y ayudarme en esto como lo azía acá, syn lo que por su parte es ubligada. No puedo dejar de confesar a vos que me allo muy sola syn ella, por más lejos questávamos…” La emperatriz María a Felipe II, Viena a 29 de noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogida en GALENDE DÍAZ J. C. Y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit, p. 263 62 seruicio de la Reyna porque no quede desabrigada” 88. También se preocupó doña Juana por el destino de algunas servidoras que no habían tenido una carrera libre de tachas. Es el caso de doña Luisa de Castro, cuya huída de Palacio con don Gonzalo Chacón, caballero de la Orden de Calatrava e hijo de doña María Chacón, la conllevó el encierro en un convento toledano y posterior destierro a Portugal89. Los deseos de la Princesa se llevaron a cabo y en 1574 entraron al servicio de Ana de Austria algunas de las damas que habían servido a aquella. Una de ellas, doña Ana de Dietrichstein ha dejado, con su correspondencia, un buen testimonio sobre este proceso. Así podemos observar el lógico dolor por la muerte de la Princesa y, sobre todo, la incertidumbre por el futuro más inmediato. Se respetó un periodo de luto por el fallecimiento de la Princesa y tras el mismo, se llevó a cabo la reubicación del personal90. Esto suponía un desafío para el Duque de Medinaceli quien contó con la asistencia de don Rodrigo de Mendoza que había desempeñado ese mismo papel en la Casa de doña Juana de Austria. Además de asumir el coste de los gajes, uno de los problemas básicos era la reorganización del espacio físico en Palacio. Hay que tener en cuenta, no obstante, que la Princesa había contado con aposentos en el mismo Alcázar, por lo que las necesidades de espacio, a priori, estaban cubiertas. La reorganización se va a llevar a cabo tratando de establecer una serie de directrices. Se va a proponer, por ejemplo, una división “ generacional” , de tal manera que aquellas mujeres de mayor edad y que solían ocupar los puestos de guardas mayores ocuparían unas piezas y las damas otros: “ [se podría] apartar a las señoras viejas de las damas, porque no le pareçe buena mezcla, aunque las unas y las otras son muy buenas. Y 88 Testamento y codicilo de Juana de Austria, AGS CM leg. 207- 208. Ha sido recogido como apéndice en VILLACORTA BAÑOS- GARCÍA, A., La Jesuita. Juana de Austria, Madrid 2005, pp. 525- 575 89 “Quiero asimismo que si doña Luisa de Castro saliese libre de su prisión y se hubiere de casar también se le aya de dar el quento de maravedís de docte de dama para su rremedio de qualquier manera que sea goçando de su libertad” en VILLACORTA BAÑOS- GARCÍA, A., op cit., p. 565 90 “De nosotras digo a V Sª que nos an mandado aliviar el luto para Pasqua y disque entonces que yremos y casa de la Reyna” Ana de Dietristain a Margarita de Carodna, Madrid 1 de abril de 1574, carta V en Cruz Medina, p. 18 63 que se acomodasen las señoras viejas en el aposento de la Serenísima Princesa que aya gloria (…) Y que las damas todas, se pasasen al aposento de la Reyna nuestra señora, con que la guarda podría más fácilmente hazer su offiº” 91. No obstante, los lazos familiares entre algunas de estas servidoras complicaban un poco estos arreglos. Así ocurrió con doña Ana de Cardona y dos de las hijas del Barón Diestrichstein: Ana e Hipólita, ya que se pensó en que compartiesen los aposentos: “ Quando dixe a la Marquesa de Berlanga, ayer de mañana lo [de los] aposentos, como V Mgd mandó, duó en que si uuiesen de quedar con doña Anna de Cardona sus dos sobrinas no se cumplía con el acuerdo que se auía tomado de que las damas se diuidiesen de las señoras viejas y que el cuidado de la tía se podría entender para mirarlos y entretener de lo que uviese menester a la menor conforme a lo platicado, que lo mismo hazía ella con su nieta. Oy se ha dudado en esto y las hermanas podrían estar en un aposento, porque la orden fuese a todas igual…” 92 Felipe II consideró que la persona indicada para mediar en estos menesteres debía ser Ana de Austria que era la que tenía una mayor cercanía a las mujeres. Por las cartas de Ana de Diestrichstein sabemos que ellas prefirieron acomodarse según esa división por edades que se había sugerido desde un primer momento 93. Por ello se procedió a revisar los antiguos aposentos de las damas de Juana de Portugal y a distribuirlos entre las diferentes señoras. Por ejemplo, hubo que hacerse cargo de los enseres personales dejados por la antigua dama doña Luisa de Castro que, había dejado en Palacio algunos baúles, posiblemente por la premura de su salida del mismo antes de dirigirse 91 Mateo Vázquez a Felipe II, Madrid 27 de abril de 1574, IVDJ, Envío 53, Caja 69, nº 40 Mateo Vázquez a Felipe II, Madrid 28 de mayo de 1574, IVDJ Envío 53, Caja 69, nº46 93 “Sepa V Sª que a mí y a doña Ypólita abían querido que nos pasásemos con mi señora doña Ana. Y ella me paresce que lo sentía por ella, que desía que la apretaban y otras muchas cosas. Yo también me pesaba porque en todo el quarto de Su Altesa, en el que posaban las damas, posan todas las dueñas de onor y que solas nosotras quedábamos fuera de las damas. Yo le dige a doña Catalina Lasso que digese a la Reyna que no era esto razón” Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid 21 de Junio de 1574, carta VII en Cruz Medina, p. 22 92 64 a Toledo 94. Precisamente, ese aposento fue ocupado por doña Catalina Lasso, guarda de honor; por su parte, la marquesa viuda de Ladrada, que fue recibida en esas fechas, ocupó el de María Manuel, una de las damas portuguesas de doña Juana de Austria. Fueron varias las damas que pasaron al servicio de la reina; entre ellas podemos citar a la mencionada Ana de Dietrichstein, a doña María de Aragón o a Catalina Estefanía. Otras no van a incorporarse al servicio de la Reina y van a salir de Palacio, como es, por ejemplo el caso de doña Juana de Távora que regresó al reino de Portugal95. La Jornada de Portugal y la muerte de Ana de Austria (1580) Otro de los momentos clave en la transformación de la Casa se va a producir a raíz de la Jornada portuguesa de 1580. Felipe II decidió que tanto la Reina como sus hijos mayores- el príncipe Don Diego y las Infantas- le acompañasen en su viaje al reino vecino. La intención era hacer jurar al príncipe como heredero de aquel Reino en la reunión de las Cortes portuguesas. En un principio hubo dudas sobre cómo organizar la Jornada y quiénes debían asistir. En el caso de la reina, hay que tener en cuenta que se había producido el nacimiento de la Infanta María en febrero de 1580, por lo que debía de recuperarse antes de iniciar el viaje. Tal recuperación se produjo de manera satisfactoria por lo que Felipe II va a incorporar a su consorte en el viaje. Así se lo comunicaba a don Cristóbal de Moura: “ Estando la Reyna tan buena que puede bien caminar me da gran priesa la lleue a Guadalupe que dessea uer aquella imagen y no sé si ha hecho alguna promesa dello pero creo que por yr agora haura asiento y por esto no me detendré yo pero quiçá la haré salir al camino tomando ella desde aquí el derecho, que desta manera no se perderá ningún tiempo 94 “También me dixo don Rº que hauía un aposento cerrado con cofres y scriptorios y otras cosas de doña Luisa de Castro, para que V Md sea seruido de ver lo que se hará dello y si será bueno que se saque de allí y se entregue a Cordero, el guardajoyas que era de Su Alª que aya gloria, para que lo guarde en aquella casa grande que está junto a las Descalças o en otra parte” Mateo Vázquez a Felipe II, mayo de 1574, IVDJ Envío 53, Caja 69, nº 48 95 “Doña Juana de Tábara ya es yda a Portugal, que envió su madre por ella” Ana de Dietristain a Margarita de Cardona, Madrid, s. f., carta I en CRUZ MEDINA, op cit., p. 3 65 en lleualla: no estoy aún del todo resuelto, si fuere ha de ser con condición de venirse aquí desde ally si ya lo de ay no se allanase de manera que pudiesse yr ay pero para la primera vez no creo que esto podrá ser y aunque vaya a Guadalupe no me detendré ally por esto un solo día más de lo conviniente y lo que me hauía de detener asi. Como así que esto dependerá de lo que allí se me auisare y pues ya los embajadores que vienen de ay que poco creo que importa llamarlos, desta manera, no me allarán aquí pienso que los auisaremos que me esperen en Guadalupe pero de todo se os auisará…” 96 Se mostraba reticente, sobre todo por las dilaciones que pudiera imponer la Reina al viaje. Y es que, esta clase de Jornadas implicaban un esfuerzo logístico grande ya que había que trasladar un buen número de personas, enseres domésticos y animales para el servicio de las personas reales97. No toda la Casa de la Reina va a realizar la Jornada, entre otras cosas porque al permanecer en Madrid los infantes don Felipe y doña María se precisaba de un personal remanente que quedase a su servicio. Algunas damas van a verter sus quejas por no entrar en el grupo de las elegidas para el acompañamiento de la Reina e Infantas ya que ello suponía alejarse temporalmente de su principal fuente de mercedes y porque quedando en Madrid veían reducidas sus salidas fuera del Alcázar. De nuevo Ana de Dietrichstein se convierte en un testigo privilegiado de este grupo de “ descontentas” y uno de los aspectos que más va a criticar es su encierro en condiciones no excesivamente buenas98. Como tendremos ocasión de ver en otro apartado, el control sobre las damas va a ser un aspecto 96 Felipe II a Don Cristóbal de Moura, Madrid 2 de marzo de 1580, BNE Mss/ 2062, f. 106 Resulta interesante la descripción de la Jornada a Bayona en 1565 que reunió a Isabel de Valois con Carlos IX y Catalina de Médicis, ÉDOUARD, S., op cit., p 146 y ss. Volviendo a la Jornada de Portugal, se le hacía la siguiente recomendación al Rey: “Presupongo que en este caso Su Magestad hauía de lleuar su casa entera y dejarse seguir de todos los señores y caualleros que lo quisieren y pudiesen haçer, poniendo mucha orden en la gente suelta que es tan conueniente en todas las empresas y más en esta, donde tanto conuiene no consumir vituallas ni lleuar gente inútil y así conuerná meter los auentureros en obediencia y haçer si pareciese alguna limitación de criados” La orden que Su Magestad deue tener en la Jornada que se a de hacer a Portugal en Madrid a 2 de enero de 1580, BL Egerton Mss/2052, f. 17r 98 “…grasias a Dios estoy buena asta agora, que no es poco sigún la vida que tenemos. Y los agravios que nos asen por consolarnos de abernos dejado así, que es cosa para perder la pasensia. Porque an mandado que no ablen las damas a ermano, ni a padre, ni a criados de su padre, ni a frayles; que aunque quisiésemos ser monjas no lo podemos tratar. Tampoco que no vengan señoras a besitarnos, que solían venir por casa” Ana de Diestrichstein a Margarita de Cardona Madrid 4 de Junio de 1580, Carta XXXVIII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 98 97 66 que se cuide mucho y las precauciones se van a extremar con motivo de la ausencia de la Reina. Lo cierto es que las enfermedades van a asolar la villa de Madrid con un impacto terrible en gran parte de esta servidumbre femenina. La mencionada dama se consolaba pensando en el buen servicio que estas muertes hacían a los Reyes que podrían sustituir a las criadas españolas por portuguesas, granjeándose, con ese gesto, a los naturales del Reino99. La Jornada de Portugal no se va a desarrollar según lo previsto y Ana de Austria no pudo llegar a ver el nuevo reino que se añadía a sus títulos de consorte. Su muerte en Badajoz dejaba viudo por cuarta vez a Felipe II y huérfana a su Casa. El Príncipe don Diego y las Infantas iniciaron de manera casi inmediata su regreso a Madrid acompañados por la servidumbre de Ana de Austria100. Las incertidumbres dentro de la Casa de la Reina eran lógicas. Evidentemente había que mantener un personal a disposición de los hijos de Felipe II pero la pregunta que rondaba a estos servidores no era distinta a la que ocupó a muchos otros europeos. ¿Volvería a contraer el soberano un nuevo matrimonio? Los rumores se dispararon en seguida y fueron muchos los que vieron como salida lógica la venida de la archiduquesa Isabel, Reina viuda de Francia. Con esa perspectiva era lógico pensar que la estructura de la Casa se mantuviese más o menos como hasta la fecha y que se produjesen escasos 99 Estas eran las amargas palabras de Ana de Dietrichstein: “Faltan, dende que la Reyna se fue, más de dose personas de palasio, mugeres todas. Mire V Sª si podemos dar más gusto a sus majestades que áselos aorar y lugar para las portuguesas, que esas serán las balidas” Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Madrid 3 de octubre de 1580, Carta XXXIX en Cruz Medina, V., op cit, p. 102. La dama sí acertó en el hecho de que algunas damas portuguesas se incorporaran al servicio de las Infantas, aunque no fuese en un número exagero. EL propio Felipe II habla de esas incorporaciones “Otra menina más os lleva mi hermana, sobrina de doña Francisca de Aragón, aunque creo que la tendrá ella en su casa algunos días, de manera que son tres y no me parecen muy meninas, aunque no traen chapines. No sé si estaréis vosotras mayores que ellas, aunque diz que tienen menos años, la doña Juliana dicen que es gran pieza, como allá veréis…” Felipe II a las Infantas, Aldea Gallega 14 de febrero de 1583, Carta XXXII en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit, pp. 103- 104. Para conocer más sobre criados portugueses y la Casa Real de Portugal: LOURENÇO, M. P. M., “Servir y honrar a las Reinas de España en el tiempo de la unión ibérica: el caso de las élites políticas portuguesas” en LÓPEZ CORDÓN, M. V., y FRANCO RUBIO, G., op cit., pp. 357- 370. Asimismo, la importancia de la incorporación de las elites portuguesas en el universo de alianzas de la Monarquía se va a intensificar: DA CUNHA, M. S., “Títulos portugueses y matrimonios mixtos en la Monarquía Católica” en CASALILLA, Y. (dir.) Las Redes del Imperio. Elites sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492- 1714, Madrid 2008, pp.205- 231 100 La muerte de Ana de Austria marcó, en este sentido, los primeros actos de Felipe II en el reino lusitano ya que tras su aclamación se celebraron las honras por la reina tal y como ha puesto de manifiesto LÓPEZ- SALAZAR CODES, A. I., “May de Lisboa e dos Portuguezes todos. Imágenes de reinas en el Portugal de los Felipes” MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 1749- 1776 67 cambios ya que al ser una princesa Habsburgo las lealtades no cambiaban y eso podía asegurar la continuidad en la servidumbre. Felipe II no mostró muchos deseos de contraer un quinto matrimonio; al fin y al cabo, contaba con dos varones y tres hijas que, perfectamente, podían sucederle en el Trono por lo que no era preceptivo un enlace para agrandar esta descendencia. Por otro lado las potenciales novias- ya que a Isabel hay que añadir a su hermana, la archiduquesa Margarita- rechazaron el matrimonio, a pesar de las presiones que recibieron para asumir el papel de Reina Católica que su hermana Ana había protagonizado los diez años anteriores. No existiendo perspectiva de un nuevo matrimonio, la Casa de la Reina debía transformarse para dar servicio al Príncipe y sus hermanos. Esto va a traer transformaciones ya que, por ejemplo, no era necesaria una Camarera Mayor pero sí una persona que se encargase del cuidado del Príncipe e Infantes. La presencia de las Infantas aseguraba la necesidad de un personal femenino que se va a mantener y transformar de manera natural- esto es, las entradas y salidas de las damas se van a producir de la misma manera que se habían dado en los años anteriores- hasta 1598. Es cierto que es un periodo diferente donde el cargo del aya, ocupado por la Condesa de Paredes doña Inés Manrique, va a gozar de una relevancia extraordinaria. Además, tanto ella como el Conde de Barajas van a tener que asumir un papel muy activo en la crianza de los hijos de Felipe II y más concretamente en el de las Infantas. Felipe II se va a encargar, a través de su correspondencia, de advertir a sus hijas sobre cómo debían actuar en un momento en que ya no había consorte que asumiese el rol principal en la Casa. Por otro lado el monarca va a confiar en los servidores más relevantes en la escala jerárquica para que llevasen a cabo una labor de mentores para unas adolescentes que se veían conminadas a madurar en su papel cortesano sin contar con la guía presencial de su padre. Fue, además, un momento difícil por las prematuras muertes del Príncipe don Diego y de la Infanta doña María. La enfermedad que afectó a los dos niños y a su hermana Catalina y dejó indemnes a Isabel Clara Eugenia y el futuro Felipe 68 III, fue uno de los trámites más duros que tuvieron que sufrir los servidores de la Casa101. La Jornada de Aragón de 1585. Tras el regreso de Felipe II a Castilla se van a precipitar los acontecimientos que llevaron al matrimonio entre su hija menor y el Duque de Saboya, Carlos Manuel I. El viaje del Duque a la Península para recoger a la que iba a ser su consorte se aprovechó para la celebración de una Jornada en la Corona de Aragón donde debían celebrarse las Cortes que juraran al Príncipe Felipe. Al igual que ocurriera con las Jornadas anteriores, se puso en marcha la maquinaria que permitía poner en camino a tan extensa servidumbre. Además, se van a cuidar numerosos aspectos de cara a la boda que había de celebrarse en Zaragoza102. Estos viajes implicaban la búsqueda de lugares adecuados para el alojamiento de los distintos miembros de la Familia Real; dichos lugares debían ser luego transformados para dar cabida al servicio palatino y solventar la rutina que habitualmente se desarrollaba en el Alcázar. Los gastos de la furriera de la Casa del Príncipe e Infantas dejan buena constancia de ello; así, para el alojamiento de la Familia Real se recurrió a las casas del virrey, de la marquesa de Camarasa y de otros particulares103. Estos espacios eran totalmente acondicionados para poder albergar un servicio tan extenso y complejo como el que se movía en torno al Rey y a sus hijos. No es 101 Los servidores se encargaron de informar al Rey sobre la enfermedad del príncipe y las infantas: “Con el extraordinario que partió de aquí anoche scriví a Matteo Vázquez que el Príncipe nuestro señor y la Infanta doña María se avían sentido con calentura, y por creer que la indispusición pudiera cesar y que con esto me pudiera excusar de dar a V Md quenta della, no lo hize anoche. Hase ydo continuando desde anoche acá como V Md lo verá por la relación de los médicos que va aquí, a los que les paresçe que ay señales de viruelas (…) Doña Sancha [de Guzmán] queda en servicio de la señora Infanta doña María y en del Príncipe nuestro señor doña Ana de Mendoça. Las señoras Infantas están buenas” Unos días más tarde, se comunicaba la triste noticia del fallecimiento del príncipe: “…a sido Dios servido llevar para sí, oy a las seis y un quarto de la mañana al Príncipe nuestro señor…” IVDJ, Envío 7, nºs 79 y 86 102 Sobre las relaciones escritas con motivo de la Jornada de Monzón, véase ÁLVAREZ GONZÁLEZ M., “Rendering the ephemeral permanent: commemorative accounts of the festivities for the 1585 wedding of Duke Carlo Emanuele I of Savoy and Catherine of Austria in Spain and in Turin” en DEIMLING B., NELSON J. K., RADKE G. M. (eds.), Italian Art, Society and Politics. A Festschrift in Honor of Rab Hatfield, Florencia 2007, pp. 209- 222 103 “Memorial del gasto de las obras para el apposento de su magd en Çaragoça y aposento del príncipe nuestro señor y las señoras ynfantas en las casas del virrey y de la marquesa de Camaraza, casas de doña Berlandina Molón y de particulares conforme a las plantas del aposento y del Arçobispo, la casa de hobrero del conde de Aranda” AGP Administrativa, leg. 895, s. f. 69 de extrañar, por tanto, que en ocasiones los “ anfitriones” elevaran memoriales para pedir una compensación por los desperfectos causados en sus viviendas104. Fue esta Jornada un momento de inflexión ya que supuso la salida de Catalina Micaela de la Corte de Madrid para dirigirse a Turín. Por tanto, fue necesario configurar una nueva Casa que, como vamos a ver en otro apartado, se articuló a través de la normativa de la Casa de la Reina. En Madrid quedaba una Casa para el servicio del Príncipe e Infanta cuya dinámica va a seguir siendo, más o menos, la misma que hasta el momento. La salida de Catalina Micaela llevaba a la lógica especulación sobre el pronto matrimonio de Isabel Clara; cortesanos y embajadores van a considerar que el matrimonio de la Infanta con el Emperador era un hecho que pronto se materializaría. Sin embargo, esa realidad no va a ser tal y por lo tanto, las elucubraciones sobre qué pasaría en ese escenario con aquellos que servían a la Infanta van a permanecer en ese plano especulativo, sin llegar a transformarse en nada. Este periodo va a transcurrir bajo la gobernanza de don Juan de Zúñiga y si bien es cierto que ésta fue corta por la prematura muerte del Mayordomo, el Comendador Mayor de Castilla se va a mostrar bastante activo en el gobierno de la Casa. Las consultas que se refieren a este periodo versan sobre las vacantes de los oficios- varios criados de la Casa murieron durante la Jornada de Aragón- y las mejoras que se quisieron introducir en algunos oficios. Así sucedió, por ejemplo, en la Botica de la Casa. Siguiendo los informes de uno de los médicos de Cámara, el doctor Valles, se procedió a la mejora de la misma. 104 Es el caso de “Domingo Abiçanda vezino desta villa de Monçón dize que en ella tiene dos casas y que se las tienen ocupadas en seruiçio de v. magd, la una la serenísima infanta doña Ysauel y sus damas y mujeres de su seruiçio y la hotra con el offiçio de guardamangel de v.ª magt que ambas eran de su biuienda”; pedía una compensación porque él se había visto obligado a alquilar aposentos para acomodar su familia y poder desempeñar su negocio. Asimismo, se recordaba que “se le ofreze al dicho abiçanda gasto de mas de sesenta ducados de volver en el estado estaba la casa que la serenísima infanta y sus damas está por haberse derribado tres ramos de scalera y hotros aposentos de dicha casa que en todo reçibirá muy grande mrd y limosna” Memorial de Domingo de Abizanda a Felipe II, AGP, Administrativa, leg. 895, s. f. 70 Los efectos de tales acciones no sólo repercutirían en esta Casa, sino que tendría su impacto en la Casa del Rey105. El personal femenino de la Casa Cambios en el entorno palatino: nuevos y viejos servidores La llegada de Ana de Austria supuso, en muchos sentidos, un enorme cambio en el universo palatino que rodeaba a las Infantas. Ese cambio se manifestó a través de la elaboración de un nuevo reglamento para la Casa pero, también a través de cambios significativos dentro del personal palatino. No es de extrañar que algunos personajes de la Corte o cercanos a ella manifestaran su alarma ante estas transformaciones que podían llegar a trastocar las redes personales y de patronazgo ya establecidas. Es el caso de don Juan de Zuñiga que se hacía eco de esos previsibles cambios en una carta a doña Brianda de Guzmán: “ Si ha de venir otra Reyna ni puedo creer que se deshaga la casa de la pasada, pues no se podrá componer ninguna en muchos días que esté tan en orden como eso estaua.” 106 La Casa de Isabel de Valois había estado formada por servidores españoles y franceses. Catalina de Médicis había rodeado a su hija de damas francesas, muchas de las cuales habían permanecido al lado de la Reina hasta su muerte. En el momento en que don Antonio de la Cueva debe empezar a organizar la Casa de la Reina Ana el destino de algunas de estas damas va a ser objeto de 105 “…por la necesidad que hay de proveer un muy buen boticario en la Casa de sus Altezas, porque otras vezes se ha dicho a V Md quán grande es el daño que en esto hay, y cargo de conciencia no remediallo, y los médicos me lo protestan cada día y el doctor Valle dize que no sólo es de importancia para seruicio de sus Altezas, sino que también la botica de la Casa de V Md sería mucho mejor servida porque con permitir que los criados de V Md y de sus Altezas se pudiessen valer de qualquiera de las dos, y auiendo en la de Sus Altezas un muy buen boticario, tendría el Boticario de la Casa de V Md mayor cuidado por su ganancia de tener buen recaudo en su botica” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 21 de noviembre de 1585, AZ Altamira, 85, nº 47. Sobre la importancia de las boticas y el papel del protomedicato en ellas- cargo ocupado por Valles- véase DAVIS, C., y LÓPEZ TERRADA, M. L., “Protomedicato y farmacia en Castilla a finales del siglo XVI: edición crítica del Catálogo de las cosas que los boticarios han de tener en sus boticas, de Andrés Zamudio de Alfaro, protomédico general (1592- 1599)” Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. LXII, nº 2 (2010), pp. 579- 626 106 Don Juan de Zúñiga a Doña Brianda de Guzmán, 26 de mayo de 1569, BL Add Mss/28408, ff. 66 r y v. Doña Brianda de Guzmán era hermana de doña Magdalena de Guzmán, antigua dama de Palacio que había salido del mismo con motivo de su caída en desgracia al hacerse públicos los amoríos con don Fadrique de Toledo, hijo del Gran Duque de Alba. 71 discusión en los despachos con el Rey. La última planta que hay de la Casa de Isabel de Valois nos permite rastrear el destino seguido por esas damas francesas en los últimos años de vida de la Reina y en los momentos subsiguientes. La relevancia de estas mujeres se puede apreciar por la presencia de cargos que, en tiempos de Ana de Austria van a desaparecer. Es el caso de la Camarera Menor, puesto que fue ocupado por Madame de Vinues hasta su muerte en 1565107. La planta no nos permite saber cuáles eran las funciones que cumplía pero podemos suponer que su presencia servía para dar relevancia a este grupo dentro de la propia Casa. Esa importancia quedaba señalada por otro hecho que no puede pasar desapercibido y que suponía una diferencia considerable en el salario percibido por estas damas francesas frente a las españolas. Mientras que las segundas cobraban de gajes 27000 maravedíes, las francesas cobraban 37000, un hecho que explica el por qué del deseo de Felipe II por dar salida definitiva a muchas de ellas. Es cierto que cuando Isabel muere el número de damas francesas era más reducido que el que había habido en 1559; es más, en los últimos años de vida de la Reina algunas de ellas habían salido de Palacio a través de la vía habitual del matrimonio, tal y como podemos constatar en los casos de Madame de Santena y Madame de Vinues que casaron en 1566 y 1567 respectivamente108. Aquellas que quedaron a la muerte de Isabel se convirtieron en una carga para el Marqués de Ladrada que va a discurrir frecuentemente en los despachos sobre las gestiones a hacer en relación a estas mujeres. 107 “Camarera Menor de la Reyna nra señora Madama de Vinues. En Madrid martes a siete de nouiembre de mil y quiº sesenta y quatro pareció por una relación de los asientos de los criados de la Reyna nuestra señora que me entregó su contralor Francisco de Villalpando mi anteçesor en el ofiçio de grefier tener asiento de camarera menor de su Magd Madama de Vinues con quinientos ducados de salario en cada un año. [Fallesció en Madrid a 3 de octubre 1565 y fue gdo hasta en fin del mismo mes de sus gajes]”, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, f. 811r 108 “Madamisela de Santena. Este día, mes y año pareció por la dicha relación tener asiento de dama de su Mgd Madamisela de Santena con el dicho salario. [casose en xi de nouiembre 1566 con el marqués de Castellón y salió de alaçio en Madrid lunes xviii de nouiembre 1566] (...)Madamisela de Binues Este día, mes y año pareció por la dicha relación tener asiento de dama de su Mgd Madamisela de Binues, llamase doña Leonor de la Torrore con los dichos cient ducados de salario en cada un año. [salió de palacio para yr a Italia a casarse con a setiembre de 1567 y quentansele sus gajes hasta en fin del mismo mes], AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, ff. 819 r y v 72 Uno de los casos más significativos es el de Sofonisba Anguissola, dama de origen italiano pero inserta en el grupo de francesas que rodeaban a la reina. Su condición de pintora convierte a Sofonisba en una dama singular ya que a sus funciones como servidora en Palacio unió las de retratista y maestra de pintura de la reina e infantas. Si bien es cierto que el monarca había hecho uso de los servicios de la dama como pintora va a ser parte esencial en la decisión del futuro de la misma, un futuro que contemplaba su regreso a Italia y posterior matrimonio. La dama quiso permanecer en Palacio en servicio de las Infantas y la Reina que estaba por venir y, en su opinión “ la quería casar por hechalla de Palacio” 109; el Marqués de Ladrada negó que tal fuese la intención señalándole que uno de los beneficios de las damas era la posterior concertación de un matrimonio. No obstante, sí es cierto que Sofonisba todavía permaneció algún tiempo más en la Casa y se benefició de la intermediación de Ana de Austria. La nueva consorte quiso que su salida de Palacio se hiciese de la mejor manera posible, facilitándole el pago de deudas que dejaba atrás: “ Aunque tengo entendido lo que deseáis que se acabe de despachar Sofonisba, no puedo dejar de deciros que holgaré que ñe hagáis dar los mil ducados que yo le doy para que ella pague algunas cosas que deue, y asta que haga esto no puede ser el desposorio, desea mucho que sea esta semana. Yo holgaré mucho que se lo hagáis dar para que se pueda desposar esta semana…” 110 Al igual que Sofonisba, otras damas francesas salieron de Palacio por la vía de las nupcias. En este sentido la memoria presentada al cardenal de Guisa nos permite conocer excatamente qué pasó con las distintas damas. Por ejemplo tenemos el caso de doña Luisa de Saint Ligier quien contrajo matrimonio con el hermano de Don Antonio de la Cueva; esto la convirtió en Marquesa consorte a la muerte de don Antonio. El rastro documental que ha dejado doña 109 “...Al cardenal hablé como V Md mandó y le mostré el memorial que se me embió de Sofonisma Anguisola y el cardenal mostró un billete quella le scriuió en la misma sustancia en que en efecto suplica a V Md que entre tanto que no se casa sea acomodada en seruicio de la Reyna o de las señoras Infantas pues demás del officio de dama podrá seruir en el suyo y aprovechar en ello” Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 14 de Septiembre de 1570, AHN, Consejos leg. 15188 nº 39 (2) 110 Ana de Austria al Marqués de Ladrada, Madrid 4 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 6, nº 94 73 Luisa es bastante intenso ya que van a surgir algunos problemas relacionados con la dote y durante su viudedad. En concreto la problemática se refería a cómo se iba a distribuir la cuantía económica de la dote. Parece que la dama no se sintió muy conforme como lo había arreglado el entonces mayordomo mayor de la reina y futuro cuñado, el marqués de Ladrada: “ También me ha mandado Vuestra Majestad remitir otra pertiçión de la marquesa de Ladrada en que dize que hauiendo Vuestra Majestad mandado que por los tres mil ducados que se le hauían de dar de dama para su casamiento se le diesen mil ducados de juro y que queriéndose ella agrauiar de que éstos no se pusiesen en su cabeça quando lo vino a entender que fue mucho después que se veló, la entretuuieron con que por parte del marqués Don Antonio de la Cueva se suplicaría a Vuestra Majestad lo mandase remediar” 111 Doña Luisa consideraba que Felipe II debía intervenir a su favor porque su condición de extranjera la hacía muy vulnerable. Sin duda alguna el matrimonio con la dama debió de ser visto como una oportunidad para la empeñada Casa de Ladrada, aunque parece que la situación no tenía visos de mejorar ya que el marido de doña Luisa “ le ha vendido quantas joyas y vestidos tenía y aún dize que tiene empeañado este juro” 112. El recurso al rey 111 Memorial de la Marquesa de Ladrada Madrid 25 de octubre de 1578, AHN Consejos leg. 4408, nº 124. Don Diego de la Cueva, marqués tras la muerte de Don Antonio, ya había pedido que se hiciesen valer los derechos de doña Luisa: “…esto se ha visto en consejo de Cámara y paresçido en él que el Marqués lo haze como quien es en suplicar esto, estando tan enfermo como está y siendo este juro el docte de su mujer, la qual y él certifican que sin saber ella ninguna cosa dello se puso en cabeça d’él que tampoco estaua aquí quando el casamiento se conçertó, y siendo esta señora estrangera y criada de Vuestra Magestad ha paresçido consultarse a Vuestra Magestad para que vea Vuestra Magestad si será servido hacerle esta merced” Madrid octubre de 1576, AHN Consejos leg. 4407 nº 23 112 Memorial de la Marquesa de Ladrada Madrid 25 de octubre de 1578, AHN Consejos leg. 4408, nº 124. Sobre la situación económica resulta interesante la lectura de este memorial: “Matheo Vázquez me ha embiado un memorial del marqués de Ladrada y un papel que deuió embiar con él a Sebastián de Santoyo para que suplicase a Vuestra Magestad fuese seruido hazer merced al dicho marqués y al dicho Santoyo de los bienes que quedaron de Gerónimo Candiano, milanés, por hauer fallesçido ab intestato y ser hijo de un clérigo y no dexar más de un hijo natural (…) el dicho marqués supplicó a Vuestra Majestad por el mes de agosto del año pasado de 1578 le hiziese merced de la parte que destos bienes fuese seruido, teniendo consideración a los servicios del marqués su hermanio y a las muchas deudas y cargas que dejó sobre su mayorazgo y que toda la renta del está embargada” Madrid 15 de mayo de 1579, AHN Consejos leg. 4408 nº 59 74 era la medida más solvente que tenía para tratar de solucionar su situación, un hecho que excedía las peticiones de la reina Isabel de Valois113. Tenemos, asimismo los casos de Madamoiselle de Arne y Madamoiselle de Ribercac, beneficiadas con sendas mercedes por parte de Isabel de Valois114 y de cuya salida nos da puntual información el embajador francés.115 No todas las damas francesas abandonaron Palacio y así en la memoria enviada al Cardenal de Guisa se especificaban los dos casos que se salen de la dinámica que hemos descrito: “ A Madamoysela de Jacincurt se le dará la ropa de martas y el quento de maravedís que le mandó la Reyna en juro y quedará en seruicio de las sras Infantas. A Doña Claudia también se le dará en juro el quento de maravedís que le mandó la Reyna y quedará acá en seruicio de las sras Infantas.” 116 De ambos casos el de Jacincurt es, quizá, el más significativo y por ello vamos a tratarlo de manera más pormenorizada en otro epígrafe. Doña Claudia también permaneció junto a las Infantas y la nueva consorte durante un buen número de años; su salida de Palacio se produjo como la de otras tantas damas: a través del matrimonio que celebró con el Conde de Lodossa117. El 113 “A Madamoysela de Sanct Ligier se le dará la ropa de martas y un quento de maravedís que le mandó la Reyna y demás desto para quando se casare se le dará otro quento y dozientos y cinquenta mill marauedís que todo serán seys mill ducados” Memoria para el Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529, nº 10 114 “A madamoysela de Arne se le dará lo que mandó la Reyna que es una ropa de lobo y un quento de maravedís en dineros y demás desto se le dará para quando se casare otro cuento y dozientos y cinquenta mil mrs que será en todo seys mill ducados por una vez. (…) A Madamoysela de Riberach se le dará la pieça de tela de oro que le mandó la Reyna si la huuiere y si no en recompensa della cien mill maravedíes y mas el quento en dinero que le manda la reyna y demás desto otro quento y dozientos y cinquenta mill marauedís en dinero como a las demás.” Memoria para el Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529, nº 10 115 “…Au demeurant, Madame, Mesdemoiselles d’Arne et de Riberac partiront d’icy le cinquiesme du present honnorablement accompaignées, servies et desfrayées. Je croy que partout cedite mois elles arriveront à Narbonne, où j’ay asseure à Sa Majesté Catholique que Monsieur de Rieux les recevra et s’en chargera en vertu du commandement que Votre Majesté luy en a faict…” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 17 de Septiembre de 1569, DDMF Tomo II, p. 121. Señalar, asimismo como algunas de las damas, casadas a principios de la década de 1560 todavían van a pedir por el cumplimiento de las mercedes; es el caso de Madamoiselle de Fumel que había abandonado la Península en 1561 y que en 1575 solicita el pago del cuento de maravedís de dote que le había concedido Isabel de Valois. Gaztelu a Felipe II, AHN Consejos, legajo 15188 nº 47 116 Memoria para el Cardenal de Guisa, AGS Estado K- 1529, nº 10 117 Salió de Palacio tras casarse con don Godofredo de Mendoza, conde de Lodosa. AGP, Personal Caja 1047/16 75 hecho de que aquel fuese elegido como embajador español en la Corte de Turín la volvió a unir a la Infanta Catalina118. La reina viuda de Francia se había valido de las damas francesas para conocer de manera más profunda la vida de Isabel de Valois en la Corte; es cierto que los embajadores franceses habían tenido un acceso privilegiado a la Reina, lo que les había facilitado su labor de información a la soberana francesa, pero es evidente que su contacto no era tan estrecho como el que Isabel podía mantener con su servidumbre femenina119. Juana de Jacincurt va a recoger el testigo en un momento en que el acceso del enviado francés a la Casa de la Reina va a ser más limitado, teniendo que recurrir en muchos casos a la dama para obtener la información que quería transmitir a la Reina viuda de Francia. Si bien es cierto que las Infantas van a crecer rodeadas de damas españolas y damas procedentes del Imperio, la influencia de Jacincurt va a ser significativa. Estos cambios profundos en la configuración de la Casa no sólo van a afectar a las damas francesas, aunque quizá el hecho de su salida pueda ser más significativo por indicar de manera muy clara el cambio de alianzas de la Monarquía. Frente al matrimonio francés, fruto de una paz entre dos Monarquías, el enlace de 1570 suponía una alianza dinástica que venía reforzar el papel de los Habsburgo en Europa, por tanto debemos comprender que los cambios en las redes personales dentro de la Monarquía eran suscpetibles de sufrir una importante trasnformación. Pero volviendo a los cambios, tan significativo o más es la salida de Palacio de la Camarera Mayor y la elección de una nueva. La Duquesa de Alba había ocupado el cargo de Camarera tras la muerte de la Condesa de Urueña; con su entrada se rompía con la tradición habitual de elegir una viuda para ocupar ese oficio. En este caso se aprovechó la salida del Duque de Alba de la Península para que su mujer se hiciese cargo de la dirección femenina de la 118 La Instrucción y la instrucción secreta al Conde de Lodosa en BL Add Mss/14008 ff. 24- 30 Buena nota de ello es la correspondencia tanto de Madame de Clermont como de Madame de Vineux con Catalina de Médicis y que nos permite comprender cómo se desenvolvió la vida de Isabel de Valois en la corte española y las dificultades que atravesó su casa, precisamente, por la problemática convivencia entre damas francesas y españolas, y entre las propias francesas (concretamente, van a preocupar los enfrentamientos entre las dos mencionadas damas). Véase L’AUBESPINE, S. Négociations, lettres et pieces diverses relatives au règne de François II, París 1841 (especialmente, pp. 701- 728) 119 76 Casa. No obstante hay que señalar que el Duque ya había maniobrado en la Corte para que su mujer tuviese una posición cercana a la Reina al poco de su venida120. En efecto, la importancia de la Casa de la Reina es algo que los recientes estudios sobre la Corte no ha pasado desapercibido; ésta podía convertirse en una plataforma ideal para medrar en los círculos áulicos y canalizar las ambiciones políticas de la nobleza. Los Toledo ya contaban con el Conde de Alba de Liste quien como Mayordomo de la Reina podía ser una pieza clave; desgraciadamente su temprana muerte les privó de esa valiosa conexión. De ahí que el papel de doña María Enríquez no fuese baladí a partir de 1566121. Aunque no carecemos de algunas aportaciones bibliográficas sobre este personaje sorprende que no sean más, no tanto por esta carrera cortesana sino por la importancia del linaje al que perteneció. Maltby dedica un pequeño espacio en su biografía sobre el Gran Duque para trazar algunos aspectos sobre la personalidad y cualidades de la Duquesa: prima hermana de Don Fernando de Toledo supo cumplir a la perfección su papel como consorte asegurando la continuidad del linaje; de carácter difícil y capaz gestora de su casa, aspecto, este último, que debió ser de utilidad para la función palatina122. Para conocer su actuación en Palacio, las cartas hológrafas que envió a la Reina viuda de Francia son la mejor fuente; evidentemente debemos ser conscientes de que como testimonio propio de la Duquesa nos pintan una imagen muy predeterminada, pero es evidente de que gozó de una buena relación con Isabel de Valois y contó con la confianza de Catalina de Médicis. Más difícil 120 “Encores me dict-on davantaige que la duchesse d’Alve, sa femme, vient a cè Noel en ceste cours, là oú ledit duc la délibère tenir, m’asseurant bien que ce ne será pas sans grand désir de la voir près de la reyne aymée et favorisée” Monsieur de Limoges a Catalina de Médicis, noviembre de 1560 en L’AUBESPINE S., op cit., p. 710 121 El Duque aparenta, por esta carta, aceptar el oficio a regañadientes “… a querido Su Md que la duquesa quede con la Reyna y la sirua de Camarera Mayor y, aunque yo he rehusado esto quanto he podido, por no dexar a mi mujer con más trabajo que el de mi ausencia, amelo pedido con tales palabras que no a sido posible escusarnos” El Duque de Alba a Don García de Toledo, Madrid 13 de febrero de 1567, AHN, Diversos, Colecciones, 276, nº 45 122 MALTBY, W. S, El Gran Duque de Alba, Gerona 2007, pp. 61 y ss. Asimismo hemos de señalar una pequeña semblanza biográfica obra del MARQUÉS DE CERRALBO “Doña María Enríquez de Toledo, mujer del Gran Duque de Alba” Boletín de la sociedad española de excursiones, Madrid 1900. Ni que decir tiene que los elogios son casi desmedidos y así, por ejemplo, de su papel como camarera mayor se destaca que “Siendo Camarera Mayor de la Reina Isabel ordenó del modo más cristiano, digno y solemne el servicio en Palacio, pues en bien de la intimidad y perfecto acuerdo llegó hasta hacer qjue comiesen en comunidad las Damas” p. 5 77 fue para los otros servidores regios, como es el caso del Mayordomo Mayor, convivir con algunos de sus gestos. Debía de ser bastante vehemente a la hora de defender su punto de vista y así un tema protocolario referente al lugar donde debía de comer la guarda menor causó las quejas de la Duquesa de Alba123. Se había acordado que la guarda menor- que estaba enferma- comiese en la misma sala que las damas pero en mesa aparte, decisión que en absoluto gustó a la Camarera Mayor124. Su posición y elevado linaje no debían de ser asuntos fáciles de manejar por parte del Mayordomo que, en su función de cabeza de la Casa de la Reina debía manejar los constantes choques entre las mujeres que la componían, enfrentamientos ocasionados, en muchas ocasiones, por los problemas que generaba la contradicción entre unas jerarquías establecidas entre oficios y las precedencias que se pretendían por el estatus social. No es de extrañar que, en palabras de Gaztelu, el Mayordomo acabase “ afligido y confuso” 125. Pero volviendo al papel de doña María Enríquez no cabe duda de que fue una figura esencial no sólo durante los últimos años de Isabel de Valois sino también en ese periodo de ínterin hasta la llegada de Ana de Austria. Es cierto que su carrera cortesana se debió de ver ensombrecida por el escándalo protagonizado por su hijo, don Fadrique, al mantener una relación ilícita con la dama Magdalena de Guzmán, pero ello no le impidió contar con un gran ascendiente y cumplir con un papel anexo al de Camarera Mayor: aya oficiosa de las Infantas. Al nacer Isabel Clara, doña Elvira Carrillo, dueña de honor fue nombrada aya de la Infanta126; sin 123 Gaztelu informaba al Rey sobre este problema concreto que se había consultado a dos mujeres de Palacio, doña María de Aragón y doña Leonor de Ayala que confirmaron “que en ningún tiempo la guarda menor houiesse comido con las damas y que mandar que coma agora causaría quexa”, la solución propuesta consistía en “ que al cabo y junto a la mesa dellas se pusiesse un bufetillo pequeño en que coma la guarda menor sola (…) y desta manera no se podrá decir que come con ellas, sino cabe ellas” 11 de enero de 1570, AHN, Consejos leg. 15188, nº 5 124 “A Su Magd di quenta de lo que v. m apunta sobre que la Duquesa está muy reçia en no consentir de que la guarda menor coma delante de las damas y la excepción que se pretende hazer” Martín de Gaztelu al Marqués de Ladrada, Monasterio de San Jerónimo, Córdoba 24 de marzo de 1570, BL, Add Mss/ 28354, ff. 11- 12 125 Martín de Gaztelu a Felipe II, Monasterio de San Jerónimo, Córdoba 23 de marzo de 1570 AHN, Consejos leg. 15188, nº19 126 “A primero de septiembre de MDLXVI se le dio asiento de aya a la Serenísima Ynfante doña Ysabel Clara Eugenia con dos mil ducados de salario en cada un año…” Gajes de los criados de la reina Isabel de Valois, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 41, f. 943r. Hemos encontrado dos memoriales sin fechaaunque posiblemente sean de 1570- 1572- en los que manifiesta su deseo de verse recompensada con 78 embargo, la mejor fuente para conocer los progresos de las Infantas es la correspondencia de la Duquesa con la reina viuda de Francia. El tono de las misivas es cercano y familiar; doña María informaba a Catalina sobre la salud de la reina y las infantas aportando datos que, difícilmente podían dar a conocer los embajadores ya que se extraen de la convivencia cotidiana que la Camarera tenía con ellas en Palacio. La muerte de Isabel de Valois fue un duro golpe en muchos sentidos: la muerte del Príncipe don Carlos unos meses antes se veía agravada con la de la reina pocos meses después; Catalina de Médicis perdía a su hija y vínculo principal en la Corte de España y el entorno inmediato de las Infantas podía verse trastocado. De manera inmediata los cambios no van a ser apreciables pero el cierre de negociaciones con Viena para el cuarto matrimonio del Rey va a poner en marcha esos cambios a los que hemos aludido. La salida de la Duquesa de Alba va a ser achacada por el embajador francés a la influencia de la emperatriz María- “ l’Imperatriz a expresement faict intimer au Roy Catholique son frère qu’elle ne voulloit poinct qu’il y eust de gouvernante auprez de la Royne sa fille comme la duchesse estoit auprez de la feu Royne” 127- quien, efectivamente, tuvo un papel esencial en la elección del nuevo servicio palatino. Ante los cambios planteados por María, la Duquesa de Alba va a optar por salir de Palacio antes de que se prescindiese de ella y va a pedir al Rey licencia para retirarse a sus tierras128 alguna merced que le permitiese el pago de las deudas acumuladas en Madrid y valoradas en unos 8000 ducados, para abandonar la Corte y retirarse a sus estados, BL Add Mss/ 28337, ff. 383- 384 127 Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 11 de octubre de 1570, DDMF, tomo III, p. 112. 128 “…En la determinación tan particular que a hecho la sª Duquesa dexaré de dezir aquí mucho, pues su Sª lo scriuirá largo, mas de que me embió a dezir con Antº de Lada que en todo caso yo pidiese licenª para que se pudiese yr a su casa, a preuenirse para yr a buscar y servir a su marido, pues tanto se dilataua la venida y no se le querían traer, y que me pedía esto con tanta resolución que no quería que la aconsejasse ny diesse parecer, como tampoco aguardaua para hacerlo la licenª del Duque. Es çierto que yo me congoxé algo, y con entender que la réplica era de poco efecto, hize lo que mandó, y lo dixe a su magd, respondiome que era cosa bien nueua para él esta licenª, y después de auer parado un poco me dixo que siempre desseaua dar a V S y a la suya contentamiento, y con buena voluntad, y que si esta era la suya que hiziesse lo que le pareçiesse y con esto la Duquesa la ha cumplido con muy buena graçia, y con su mucha autoridad, tomando primº su mgd su pareçer en lo que toca a la Casa de la Reyª y de sus hijas, para que por él se acertsse mejor, es verdad señor que yo la besé las manos antes de su partida, y no pude dexar de decirlas que aunque en la scriptura sagrada se dize quando se hallará mujer fuerte, que yo la podría afirmar que la Duquesa de Alua lo era, Dios la guarde que tan singular la hizo, que obliga a 79 Había un temor en la Corte francesa porque la nueva alianza Habsburgo fuera en detrimento de la comunicación con Madrid y, por ende, con las Infantas. No obstante la propia Duquesa había tranquilizado a la reina viuda advirtiéndole de las buenas prendas de aquella que iba a ejercer el oficio de aya de las Infantas, doña María Chacón: “ Siento en el alma apartarme del seruiçio de sus altezas, avnque no haré yo ninguna falta en él porque queda aquí doña María Chacón, mujer de vn tío mío que sabrá mexor seruir a sus alteças que yo.” 129. Si el caso de las damas francesas resulta enormemente interesante hay que tener en cuenta que la llegada de Ana de Austria va a suponer la incorporación de damas provenientes del círculo imperial. Estas damas “ alemanas” no lo eran estrictamente ya que muchas de ellas procedían de las familias mixtas que se habían configurado en el Imperio desde tiempos de Fernando I y, sobre todo, gracias a la conformación de la Casa de la emperatriz María130. No todas ellas permanecieron en la Península junto a la nueva consorte de Felipe II pero otras muchas sí, constituyendo un círculo de influencia junto a la reina que va a ser clave en la acomodación de aquella a la Corte madrileña. La Emperatriz María va a mostrar una constante preocupación por el entorno próximo a su hija. Si bien es cierto que podemos considerar que la archiduquesa iba a tener un proceso de adaptación fácil a su nueva corte, lo cierto es que para la emperatriz era necesario que contase con personas cercanas y que la conociesen previamente. María se mostraba tranquila ya que la presencia de la princesa doña Juana era un elemento que podía ayudar en esa dirección pero que bien podía ser complementado con la presencia de ese círculo de damas “ alemanas” . servirla como lo haré yo siempre, con gran seguridad por sus muy buenas partes.” El Cardenal Espinosa al Duque de Alba, Madrid 16 de septiembre de 1570, BL Add Mss/28385, f. 163 129 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 1 de agosto de 1570, BNP Mss Espagnol, 336, f. 14, recodgido en MOREL FATIO A.,op cit., p. 383 130 Para conocer estas familias que vincularon estrechamente a las dos cortes Habsburgo véase LINDORFER B. M “Las redes familiares de la aristocracia austriaca y los procesos de transferencia cultural: entre Madrid y Viena, 1550- 1700” en YUN CASAILLA, B. (dir) Las redes del Imperio. Élites sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492- 1714, Madrid 2009, pp.261- 288 80 “ Las damas que dacá fueren yo espero que no descontentarán porque se an criado aquí las más y se les dará muy bien como an de tratar a su ama y a ella como a de tratar con ellas” 131 Al igual que pasara con Isabel de Valois, Ana de Austria va a realizar su largo viaje desde el Imperio a España acompañada de un séquito de criados que debían encargarse de servirla a lo largo de la Jornada. La emperatriz María da bastantes pistas sobre este personal en las misivas que enviaba a su hermano, entre otras cosas, porque tenía un gran interés en controlar aquello que atañía a su hija. En concreto hace mención a quienes iban a ir sirviendo como mayordomo y camarera de la archiduquesa; en este caso fueron, don Francisco Lasso y doña Leonor de Guzmán. En el caso del primero, iba acompañado por su mujer, doña Catalina Lasso, a quien la emperatriz había propuesto como camarera, aunque su condición de mujer casada podía dificultar algo la tarea132. Él va a ser el encargado, junto a Luis Venegas, de conducir a la reina, a la vez que va a informar al Rey de manera puntual sobre la salud de aquella. La emperatriz María mostró en todo momento su deseo de que Don Francisco volviese al Imperio para servirla, aunque era consciente de que el servidor, alegando su avanzada edad, quería permanecer en España. De ahí, que no sea sorprendente la especial predisposición del criado para ser útil a Felipe II en los servicios que el monarca requiriese133. No obstante, cuando se produjo la llegada de Don Francisco Lasso a la Península, no se le asimiló al nuevo personal palatino que se movía en torno de la reina. Tampoco regresó al Imperio porque murió antes de poder efectuar, ni tan siquiera, la salida. En ese momento, María va a pedir a su hermano que velase por el futuro de la mujer 131 La emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, ADA, Caja 20/89, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. Y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit. P. 185 132 “La hida de don Francisco Laso tenemos [ ] conçertada que vaya sirviendo de mayor[domo] y su mujer va con él, mas yo procuré que [ ] se le encargase servir de camarera por ser [ca]sada y un poco rrezia de condición” La emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, ADA, Caja 20/89, recogido en GALENDE DÍAZ J. C y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., p. 180. Sobre el apellido de doña Catalina tenemos algunas dudas, porque aunque aparece como Ramírez de Haro en algunas fuentesvéase Soler Salcedo, J. M., Nobleza española. Grandeza inmemorial. 1520, p. 214-, SALAZAR Y CASTRO L. la identifica como doña Catalina Lasso en Árboles de costado de gran parte de las primeras casas de estos reynos cuyos dueños vivían en el año de 1683, Madrid 1795 133 “…suplicar a V Md me enbíe a mandar si en este tiempo pudiere seruir en alguna cosa, pues no tiene V M criado ni vasallo que con más afiçión lo aga…” Don Francisco Lasso a Felipe II, Berges 15 de septiembre de 1570, AGS, Patronato Real, leg. 57, nº 45 81 e hijos que dejaba tras de sí. Sus hijas- caso de María Lasso de Castilla- van a entrar como damas de Ana de Austria y su mujer, doña Catalina, lo hará un poco más tarde134. Más problemático va a ser el caso de doña Leonor de Guzmán, quien ofreció más de un quebradero de cabeza al Marqués de Ladrada. Como hemos señalado, durante el viaje de la reina a la Península, ejerció las funciones de Camarera, y al igual que pasó con Don Francisco, se presuponía que a su llegada iba a cesar en esas funciones. Es más, Felipe II había informado puntualmente a la emperatriz sobre la elección de la Camarera Mayor de la Reina, doña Aldonza de Bazán, y María se había mostrado conforme con ello. No obstante, y como vamos a ir viendo, la emperatriz tenía en mente unas ciertas compensaciones para una mujer que la había servido a ella y a sus hijas en el Imperio. Sin embargo, la opinión que generó en el Mayordomo Mayor de la Reina fue bastante negativa con lo que la visión que Felipe II podía acabar teniendo de la mujer no iba a inclinarle a su futura incorporación en el servicio. En concreto don Antonio de la Cueva reportó varias quejas al Rey sobre asuntos bastante relevantes para la administración de la Casa. Doña Leonor tenía en su poder algunos bienes que se habían utilizado en servicio de Ana de Austria durante la Jornada y que debían incorporarse en el guardajoyas de la Reina135. Más grave fue la no entrega de ciertos donativos ofrecidos en Flandes a la soberana-“ rresçibió en un lugar de Flandes quinze mil florines con que aquel lugar siruió a la Reyna nuestra señora (…) y que también rresçibió çiertos xarros y fuentes de horo con que otro lugar también siruió a Su Md 134 El Mayordomo Mayor hace referencia a la entrada en servicio de doña Catalina: “También se han hecho las diligençias con doña Catalina Lasso y ella me habló el otro día harto bien, y siempre me paresçe que será conbiniente el hacerle Vuestra Magestad merced de que sirua a la Reyna nuestra señora; bea Vuestra Magestad si es seruido que yo diga a Su Magestad si quiere que yo la proponga a V Md con otras y que quando yo entendiere que sea tiempo, yo la auisaré para que Su Md lo pueda suplicar a V Md” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de septiembre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 482. Esa entrada se produjo un año más tarde como vemos en la planta de las dueñas de honor: “Yo el Marqués de Ladrada mayordomo mayor de la Reina Nuestra Señora çertifico que la señora doña Catalina Lasso de Castilla començó a servir a su magestad por su dueña de onor, por mandado del Rrey nuestro señor, en catorze días del mes de agosto deste presente año de mil y quinientos y setenta y tres años…”AGP, Personal, Caja 789, nº 26 135 “También dije a Luis Venegas hablase una palabra a Leonor de Guzmán para que tenga por bien de entregar al guardajoyas las cosas que ella trae a su cargo por el inuentario general que de allá viene, y también las sedas que los días pasados presentaron aquí a Su Magestad…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Enero de 1571, BL Add Mss/28354, ff. 129- 130 82 fuera de otros presentes de pieças de plata y oro que dieron otros lugares” - y que suponían un considerable valor económico. El Mayordomo Mayor pidió explicaciones a don Luis de Venegas, pero contra quien claramente cargó las tintas fue contra doña Leonor a quien “ yo tengo muy culpada” 136. Estos hechos se unieron a otros en los que podemos observar como doña Leonor de Guzmán se arrogaba una serie de prerrogativas que no le incumbían y que realizaba en función de su ascendencia sobre la reina, como por ejemplo, tratar de imponer un nuevo platero137, una costumbre que, asimismo, también se puede observar en otros criados venidos de Alemania. Es el caso de doña Margarita de Cardona a quien no duda en calificar de “ padrastro” por las molestias que va a causar en la convivencia dentro de la Casa y que va a ser protagonista en un episodio similar de “ imposición” de criados propios o personas afines para el servicio de la Reina. En concreto el problema va a venir derivado del deseo de nombrar un nuevo sastre para el servicio de la Casa. Por los informes del Marqués vemos como ese círculo de damas, con doña Margarita Cardona a la cabeza, van a tratar de imponer a un sastre de origen español y que vendría a sustituir al que ya trabajaba para el Rey y las Infantas, René Janlin138. Don Antonio además de puntualizar la incompetencia-al parecer bastante manifiesta139- y otras faltas del otro sastre, señalaba que todo era una maniobra de esas mujeres que ejercían una gran influencia sobre la reina. Este asunto que puede parecer banal no lo es, ya que incluso podía afectar a la propia relación entre los reyes. Ana de Austria trató de hacer valer su influencia para mantener al sastre español, pero va a ser una batalla perdida ya que el Marqués y Felipe II van a posicionarse a favor del 136 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de marzo de 1571 BL Add Mss/ 28354, ff. 166- 167 “…doña Leonor de Guzmán ha mandado llamar un platero de oro que pretenden que ha de seruir en este offiçio a la Reyna nuestra señora…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss/28354, ff. 129- 130 138 “Y Doña Margarita Cardona siempre insiste con tanta importunidad y mal término en favoresçer al Herrera y ayudar a esta pretensión sabiendo que no es servicio de la reyna nuestra señora, ni voluntad de V Md” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 5 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 263264 139 “…ansí verdad que Herrera no es buen sastre de mujer ni nunca hizo de vestir a mujeres si no es a la Dietristán y a sus hijas, y ansí todos los oficiales de las guardajoyas dizen que los más vestidos que a hecho para la Reyna nuestra señora los ha herrado, y demás desto, aunque por la mayor parte ay pocos sastres que no hurten lo que este hurta, es muy sin moderaçión…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 5 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 263- 264 137 83 francés. La Princesa doña Juana también va a contar con un papel en todo este asunto tratando de mediar y presentar una posición intermedia. El resultado va a quedar en la permanencia de René Janlin a quien vemos mencionar en las cuentas de la Casa hasta la década de los 90. Las quejas del Mayordomo Mayor no van a gustar a la emperatriz María quien va a salir en defensa de las mujeres que estaban sirviendo a Ana de Austria, siendo notable, de nuevo, las menciones a doña Leonor de Guzmán. La emperatriz estaba deseosa de mantener a la vera de la soberana a aquellas mujeres que la habían criado en la Corte imperial y que la habían acompañado a la Corte de Felipe II. Así, si en un principio ella había pedido el regreso de doña Leonor, la intención fue cambiando o, quizá siempre existió ese deseo de mantener en Madrid a tan leales sirvientas. Así, se mostraba la emperatriz plañidera con su hermano: “ No he podido dejar de sentir mucho que por mí trate vos que doña Leonor de Guzmán y doña Margarita Laso dejasen a la Reyna, u la una dellas como yo tenía suplicado, y más en tiempo que tengo por imposible que no lo aya sentido mucho y lo hirá sintiendo cada día más. Y si es tan insensible que no lo haze, ágalo yo mucho que no tenga con ella quien conosca, ni criada mía…” 140. La emperatriz aprovechó la enfermedad de la Camarera Mayor, doña Aldonza de Bazán, para tratar de asentar el ascendiente de doña Leonor de Guzmán en el Alcázar141; si bien es cierto que no propuso su nombre como sustituta cuando fue menester hacerlo. Sobre este punto ya había escrito el Marqués de Ladrada al Rey desde una perspectiva negativa a las posibles aspiraciones de doña Leonor, a quien no quería tener en tal cargo. “ …Y yo como V Mg me a mandado he pensado y pienso harto en ello, y presupuesto que aunque por tantas y tan justas causas sea muy contra 140 La emperatriz María a Felipe II, s. l., 31 de Julio de 1571, GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 221 141 “El otro día escribí a la Reyna que me pareçía questava sola y la Marquesa era enferma, que yo holgaría que doña Leonor de Guzmán estuviese con ella algunos meses asta que tuviese compañía…”La emperatriz María a Felipe II, Praga 14 de mayo de 1571, ADA Caja 20/88, GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 215 84 buena razón que doña Leonor de Guzmán pretenda este oficio todavía tengo por cierto que no lo dejaría de intentar por cuantas vías fuere posible, en lo cual V Mg sabe mejor que todos lo que conviene a su servicio y se a visto más espiriencia en esto de lo que quisiéramos y cierto paresce que una de las cosas que a V Mg más le escusarýan de pesadumbre serýa determinar V Mg luego la sucesora, de manera que si Dios fuere servido de llevar a doña Aldonça luego se publicase la que ubiese de servir para que por presto que acudiesen las pretensiones y demandas de doña Leonor fuese ya tarde…” 142 En efecto, la elección de doña Leonor de Guzmán no se va a producir y, es posible que se tramitase su salida en los meses siguientes. Lo que sí sabemos es que no llegó a volver al Imperio para servir a la emperatriz ya que murió en Barcelona143. Este hecho nos remite a una de las peticiones constantes de Don Antonio de la Cueva: el despacho rápido de aquellos servidores venidos de Alemania y que no iban a permanecer en la Corte. Tal coyuntura venía previniéndose desde el momento previo a la llegada de Ana de Austria; el marqués quería que se dejase bien claro quiénes iban a permanecer en servicio de la Reina y quiénes debían marchar, atendiendo a las necesidades reales de la Casa. El aspecto económico va a ser, como hemos visto a lo largo de estas páginas, bastante relevante porque como señalaba Martín de Gaztelu, “ entienda V S que cada florín de los que cuentan a los criados de la Reyna valen siete reales y medio, que son sesenta crayzes de Alemania, y que ocho crayzes valen un real” 144. El Mayordomo va a ser bien consciente de ese hecho porque las pretensiones de los criados que, van a elevar memoriales a través de la reina, van a ser altas; como se lamenta en uno de sus despachos, “ cada uno pensaua que venían a las Yndias para voluer cargados de horo” 145. 142 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 23 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 205- 206 “Ayer supe que doña Leonor de Guzmán murió en Barçelona” Carta de la emperatriz María a Felipe II, Viena s. f (circa 1571), ADA Caja 20/109, GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ M, op cit., p. 229 144 Martín de Gaztelu al Marqués de Ladrada, BL Add Mss 28354, El Escorial 23 de noviembre de 1570, f. 86 145 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 30 de diciembre de 1570, BL Add Mss/ 28354, ff. 118121 143 85 Este episodio y otros asuntos van a hacer desear al marqués una pronta salida de las mujeres que debían volver al Imperio, salida que sufrirá todos los retrasos imaginables por diversas razones. No eran pocos los problemas a que debían enfrentarse los mayordomos mayores a la hora de “ controlar” a esta extensa servidumbre femenina. Hay que tener en cuenta que estas mujeres de alcurnia no estaban dispuestas, en muchos casos, a aceptar las limitaciones que las normativas imponían a su vida y sobre todo, a transigir entre ellas por cuestiones de precedencias cuando por sí mismas podían contar con un linaje y un título que, a su juicio, les concedían un status mayor. Podemos ir refiriendo las distintas casuísticas a que se refieren las fuentes y que nos permiten, a la par que comprender el funcionamiento interno de la Casa, otorgar una memoria individual a unas mujeres que habían sido tratadas de manera conjunta en estudios previos. Las Camareras M ayores Quizá el caso que más atención ha concitado ha sido el de las camareras mayores, evidentemente por razones obvias. Estas mujeres ocupaban el cargo de mayor importancia dentro de la Casa por detrás del Mayordomo Mayor y tenían funciones tan importantes como el control de la servidumbre femenina y la supervisión del proceso de adaptación de la nueva consorte a la Corte de acogida146. A la llegada de Ana de Austria el cargo fue ocupado por la otrora camarera mayor de Isabel de Valois, doña Aldonza de Bazán, marquesa de Frómista. La emperatriz María, al ser informada de que era ésta, la que iba a asumir el oficio, se informó y aprobó las buenas cualidades de la misma. “ Para doña Aldonza de Bazán e visto, mas no [la] conozco mucho, e oydo mucho bien della simplemente con las buenas partes que vos mescrive [ ] el ser sana y rrezia para poder servir…” 147. 146 Para una síntesis sobre el papel que las Camareras Mayores cumplieron en la España Moderna véase LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V., “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de Palacio en la Edad Moderna” en Cuadernos de Historia Moderna, Anejo II, (2003), pp. 123- 152. Hay que tener en cuenta, además que en casos muy específicos- como el que se dio bajo la regencia de Mariana de Austria, la influencia de la camarera mayor podía ser de gran relevancia en el panorama político: OLIVÁN SANTALIESTRA, L. “La dama, el aya y la camarera: perfiles políticos de tres mujeres de la Casa de Mariana de Austria”, en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO M. P. M., op cit, pp. 1301- 1356 147 Carta de la Emperatriz María a Felipe II, Praga 29 de mayo de 1570, en GALENDE DÍAZ J. C., y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit.,p. 184 (Carta 21) 86 Poco sabemos sobre cómo desempeñó su cargo. Contamos con una serie de memoriales elevados al Rey por medio del Cardenal Espinosa donde la marquesa expone algunas de las dificultades económicas que tenía y pedía una merced acorde a su condición; asimismo, trataba de asegurar el futuro de su primogénito, Marqués de Frómista148. Quizá uno de los elementos más curiosos en su memorial es la caracterización del servicio como un sacrificio“ Vuestra Ilustrísima saue la voluntad que su magestad a tenido muchos días a que yo viniese a su seruiçio y cierto que yo lo açepté por solo desear seruir a su magestad y así lo hize contra voluntad de mis deudos y amigos que les pareçía que no era bien salir de mi rincón” 149-, en una acepción similar a la que utilizaron los mayordomos. Al fin y al cabo estas mujeres, en muchos casos viudas, tenían que abandonar sus estados, trasladarse con sus hijos y deudos a la capital y sobrevivir con los gajes del oficio y las rentas de esas tierras que dejaban al cuidado de otros. Su casuística no va a ser única y va a afectar a otras mujeres del servicio de la Reina. La permanencia en el puesto de esta Camarera Mayor fue escasa ya que falleció al poco tiempo de llegar la Reina150. La preocupación del Marqués de Ladrada no se hizo esperar, ya que era consciente de la importancia de un puesto de estas características y más en un momento como el que en aquel momento atravesaba la Casa de la Reina con el embarazo de Ana de Austria. Ya hemos visto como el marqués de Ladrada quiso evitar que el puesto recayese en doña Leonor de Guzmán, pero era consciente de la necesidad de cubrir el puesto, ya que como él mismo explicaba en uno de sus billetes era un “ oficio de calidad, que no requiere estar baco ningún tiempo, aunque ubiere dueñas de onor y pudieran suplir” 151. Una de las personas en las que pensó el 148 Doña Aldonza de Bazán había casado con don Luis de Benavides, señor de Frómista y mariscal de Castilla. Su primogénito fue don Jerónimo de Benavides, I marqués de Frómista, SALAZAR Y CASTRO L., op cit., p. 156 149 Memorial de doña Aldonza de Bazán, s. l., s. f., BL Add Mss/ 28337, f. 300 (los otros memoriales en ff. 296, 298, 302, 304) 150 “…me a penado quanto es razón del fallecimiento de la señora doña Aldonça, que era yo muy su seruidor, y cierto harán falta sus principales partes para lo que tenía a cargo con este sucçeso. Póngala nuestro señor en el çielo como creo yo bien que lo supo merecer y guarde a los biuos…”Mateo Vázquez al Marqués de Ladrada, Hita 27 de abril de 1571 BL Add Mss/ 28354, f. 207 151 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 23 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 205- 206 87 Mayordomo para cubrir la vacante fue doña María Chacón aya de las infantas, sugerencia que no cuajó y que provocó que aquella siguiera en su oficio. Se lamentaba el Marqués de las dificultades que encontraba para cubrir esa vacante: “ Cada día se paresce la falta de mujeres que la Reyna nuestra señora tiene y por esto y por cumplir lo que Vuestra Magestad me mandó, enbýo aquí a V Mg una relación de las mujeres que se me an ocurrido hasta agora en quyen podría pensar para el oficio de Camarera Mayor y es verdad que quando se considera despacio estas cosas, da pena ver cuán pocas personas se hallan como conbernía en todos estados de gentes y aunque creo debe aber otras muchas en quyen concurran las calidades que para esto se requieren yo poco más conozco” 152 La elección recayó, finalmente en doña Juana Enríquez, marquesa de Berlanga; una de las personas que había apoyado esta candidatura fue el cardenal Espinosa, hecho que, sin duda alguna, tuvo que beneficiar a la marquesa en la decisión final que tomó Felipe II153. En noviembre recibía el mayordomo mayor la carta de aceptación por parte de esta señora y se lo comunicaba a Felipe II expresando su opinión sobre la necesidad de hacer partícipe a la Reina de la elección. El Marqués de Ladrada consideraba que Ana de Austria, en el tramo final de su embarazo, debía de otorgar personalmente a la Camarera las órdenes precisas y la división de papeles que se iba a imponer en un futuro próximo donde el rol del aya iba a cobrar un peso importante ante la previsión del nacimiento del heredero de la Monarquía: 152 No hemos tenido acceso a esa relación de posibles mujeres, lo cual completaría mucho el análisis sobre este particular proceso de elección. El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de Junio de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 224 153 “A la marquesa de Berlanga. Illma señora la buena voluntad y affiçión que yo he tenido a V Sª Illª de muchos años y a la casa del Condestable me lleua a scriuir a V Sª para advertirla con secreto como Su Magd trata de proueer a la Reyna nra Sª de Camarera Mayor y aunque se ofrecen personas de mucha qualidad me he determinado de hazer de mi offiçio esta diligençia con V Sª para que se le pareçiere a propósito suyo como me lo pareze a mí que sería al de su Magd que yo proponga a V sª a Su Magd para este ministerio hacerlo he con mucha atención y con gran deseo de que se salga con esto por lo que toca al seruiçio del Rey como le dé V Sª y a la comodidad de su casa e hijos que yo he de procurar y atender como combiene y es menester…” El Cardenal Espinosa a la marquesa de Berlanga, Madrid 17 de octubre de 1571, BL Add Mss/28704, f. 313. Asimismo, el cardenal hizo partícipe de su preferencia al Condestable de Castilla, hijo de la marquesa (f. 313) 88 “ La respuesta de la marquesa de Berlanga byno ayer, y el cardenal me ha dicho esta mañana que anoche la abía enviado a Vuestra Magestad; y ansí creo que esta noche o por la mañana, lo escribirá Vuestra Magestad a la Reina nuestra señora para que se pueda publicar y mostralles el aposento, que dan gran prisa para ello y don Fadrique me ha dicho que syn falta llegará aquí la marquesa la semana que viene. Y los días pasados me dijo V Magestad que quando dijese a la Reina nuestra señora la prouisión de la Camarera Mayor abía también Vuestra Magestad de decille cómo Vuestra Magestad tiene acordado que lo que naciere tenga a su cargo doña María Chacón y de la manera que para este efecto está ordenado el aposento. Y aunque Vuestra Magestad aya escrito a la Reyna nuestra señora lo de la Camarera Mayor será bueno que Vuestra Magestad le escriba para esto para que Su Magestad lo sepa y entienda de Vuestra Magestad y mande a doña María Chacón que sepa las cosas que están ordenadas a este propósito” 154 . Contamos con diversas noticias que nos dan una idea sobre el papel de la marquesa en Palacio. Su incorporación coincidió con la llegada del Príncipe y, si bien es cierto que se había dejado clara la relevancia del aya en su crianza, doña Juana va a contar con un papel importante en cuestiones relativas a la misma. La opinión de la camarera fue tenida en cuenta a la hora de elegir un ama de cría para el Príncipe, uniendo su parecer al de otras mujeres de la Casa y, por supuesto, al de la Reina y la Princesa de Portugal. En el caso de la marquesa de Berlanga, el Mayordomo Mayor no se va a ver libre de los conflictos que ya había sufrido con otras Camareras como había sido el caso de la Duquesa de Alba. En este caso preciso fue la forma en que debía comportarse la Marquesa en las salidas públicas de la Reina. En este punto se va a insistir en que sólo Ana de Austria viajase en carroza y si acaso, acompañada bien por las Infantas bien por la Princesa de Portugal. La marquesa de Berlanga, conminada a viajar en litera propia va a considerar que se le hacía un menosprecio evidente al no poder acompañar a la Reina en su 154 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 280281 89 carruaje, algo que sí habían disfrutado otras Camareras, volviendo a surgir el nombre de la Duquesa de Alba con Isabel de Valois155. De nuevo nos encontramos ante un caso claro de defensa de unas prerrogativas frente a la tendencia normalizadora de las Etiquetas que habían querido regir este asunto de manera precisa. El Mayordomo se encontraba un nuevo obstáculo para imponer las reformas en el espacio palatino. El resto de noticias nos hablan de los gajes propios de un oficio de estas características. Así, su papel va a ser notable en la reubicación de las damas y dueñas de honor tras la muerte de Juana de Austria, proceso que ya hemos analizado en un apartado anterior. En este particular caso, la marquesa debía vivir la transición de una mayordomía mayor a otra, tratando de que ese hecho no obstaculizase el servicio que se debía prestar a la Reina156. La marquesa de Berlanga permaneció en el puesto hasta su muerte, acaecida el 30 de septiembre de 1576. Hasta 1580, cuando se produjo la muerte de Ana de Austria el puesto de Camarera Mayor fue ocupado por la condesa de Paredes, doña Francisca de Rojas. En el año de 1585 volvería a ocupar ese mismo cargo en la Casa del Príncipe, cuando con motivo de la salida de Catalina Micaela se nombraron Camareras para ambas Infantas: la Condesa de Paredes quedó en Madrid al servicio de Isabel Clara mientras que doña Sancha de Guzmán se trasladó a la Corte de Turín. Evidentemente, y en el caso de la Condesa de Paredes, el papel a cumplir era algo distinto al que se presuponía para una consorte. No 155 “Y la marquesa de Verlanga me preguntó en qué abía de yr [a las Descalzas], y yo le respondí que en su litera si querýa o sino también traerýan allí un coche a la Reyna nuestra señora con un paño negro en que podrían yr y llevar consigo a la qª de Paredes y a doña Teresa de Guevara. Y respondiome que a ella le abýan dicho que cuando la Reyna nuestra señora que aya gloria salía fuera en coche, no yendo con su magestad la señora princesa, yba dentro del mismo coche la Duquesa de Alba y que no creya que V Mg mandaría que se le hiziese menos honra. Y yo le dije que no tenýa orden de V Mg para que con la Reyna nuestra señora en su coche entrase nadie si no fuesen personas reales…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Marzo de 1572 BL Add Mss/ 28354, ff. 359- 361 156 Son pocos los billetes que, hasta el momento, hemos visto de la marquesa pero desde luego sí que contamos con algunas referencias a ellos. “La marquesa de Berlanga me embió a dezir la noche que fui a Sperança que recogiese todos sus billetes porque de mí sólo los quería fiar; yo lo hize así y después que vine me ha embiado a dezir que la vea. He respondido que lo haré y heme entretenido porque entiendo que me los quiere pedir. Son los más de cosas de la casa que ella auisaua al Marqués y no se puede tener inconueniente dárselos, antes podrá conuenir para que con el exemplo del buen recado que se ha tenido en ellos no se recate delante de avisar lo que se ofreçiere al mayordomo mayor que fuere…” Mateo Vázquez a Felipe II, IVDJ, Envío 53, Caja 69, nº 21 90 obstante, es un buen indicativo sobre el papel que cumplía la Infanta en la Corte: su relevancia institucional hacía preceptiva una figura de acompañamiento que resaltase esa importancia. El aya en la Casa de la Reina Este ámbito cortesano que venimos describiendo en las páginas anteriores fue un espacio socializador esencial para la Infanta y sus hermanos. El aprendizaje de la lectura y escritura, así como la formación espiritual tuvieron lugar en el espacio palaciego y en él cumplieron parte importante algunos de los servidores de Palacio. Deberíamos hablar de los maestros y libros que se utilizaron para acometer esa labor, información que desgraciadamente es muy fraccionada y nos imposibilita reconstruir el programa educativo que se tuvo en mente para Isabel Clara; por ello, debemos fijarnos en aquellos aspectos que las fuentes nos ofrecen y que nos permiten rastrear los pasos que marcaron su vida en estos años y que la conducían al papel que debía cumplimentar en un futuro más o menos lejano. Quizá por ello sea necesario detenerse, en primer lugar, en la crianza de la Infanta y en uno de los oficios más importantes, el de aya. La relevancia de este puesto queda de manifiesto en las etiquetas de 1570 donde se establecen las siguientes funciones para el aya: “ 22. La aya de las Illmas Infantas mis hijas a de tener mucho cuydado de su criança y buena instituçión de costumbres assí en lo espiritual como en lo demás, y del buen tratamiento de sus personas en lo que toca a sus comidas, y en que no se les dé de comer otra cosa fuera de lo que se ordenare por el médico teniendo el mismo cuydado en todo lo demás que tocare a su serviçio, respecto y tratamiento como della se confía.” 157 La elección debía de hacerse en personas que demostrasen buenas cualidades ya que, en definitiva, tenían como objetivo criar a los herederos del monarca y sus hermanos. Haciendo un salto cronológico importante podemos recoger aquí la opinión que le mereció a Isabel Clara la elección del aya de la Infanta Ana, hija primogénita de Felipe III en 1601: 157 Etiquetas para la Casa de la Reina Ana, BNE, Mss 10129. 91 “ La Marquesa del Valle estará bien ocupada con ser aya: solo tendrá un mal, que no lo sabrá ser no cómo se ha de tratar todo aquello; que bien creo será diferente de otras que hemos visto en este mundo: creo que me entenderéis” 158. Aunque la Infanta no especifica mucho más entendemos que a lo que se refería es que veía muy complicado el ejercicio de unas funciones que le eran, en parte, desconocidas; Magdalena de Guzmán, segunda esposa de Martín Cortés, no se enfrentó a la maternidad como Marquesa consorte y debía asumir la crianza de una Infanta. Esta circunstancia no se va a dar en las ayas que ejercieron su oficio durante la infancia de Isabel. A continuación vamos a analizar aquellos cometidos que tuvieron que asumir y cómo éstos influyeron en la vida de la Infanta. En su Tesoro de la Lengua castellana, Covarrubias alude a los distintos significados de crianza, así en una de sus primeras acepciones es “ el modo de alimentar y de criar” , pero también se puede referir a la “ vrbanidad” o enseñar a “ ser corteses” 159. Esta característica polisémica del vocablo nos remite a una realidad compleja y por ello, al hablar de la crianza de la Infanta debemos hacer referencia a múltiples aspectos desde la alimentación al aprendizaje de las normas necesarias para vivir en sociedad. Por otro lado, debemos tener en cuenta que la crianza nos remite a una etapa vital concreta que es la Infancia, cuyas características en el Antiguo Régimen son específicas y han estado sujetas a la discusión de historiadores. Antes de entrar a analizar la figura del aya que, va a tener una importancia fundamental en todo este proceso, debemos tener en cuenta a otras mujeres esenciales tras el nacimiento de un niño. Nos referimos, por supuesto, al ama de cría que alimentaba al recién nacido durante un largo periodo de tiempo. No es poco lo que conocemos sobre estas mujeres que amamantaron a los infantes reales durante el Antiguo Régimen; en este sentido, contamos con los 158 La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Neoport 24 de octubre de 1601, Carta 35 en RODRÍGUEZ VILLA, op. cit., p. 324 159 COVARRUBIAS S., Tesoror de la lengua castellana o española, Madrid 1611, f. 247v 92 nombres de aquellas que fueron elegidas para cumplir con esta importante tarea. En el caso de Isabel Clara, la función de ama de lactancia la cumplió doña Beatriz de Mendoza160, si bien es cierto que no fue la única en asumir esa función. Más informaciones tenemos sobre el caso del Príncipe don Fernando gracias a la profusión de datos que ofrecen los billetes del Marqués de Ladrada. La venida de un infante real suponía la puesta en marcha de una serie de procesos que incumbían tanto al Mayordomo Mayor como al aya, quienes debían de tomar una serie de decisiones sobre el futuro servicio que recibiría el niño. Así, había que encargar y elaborar todo un ajuar compuesto por la cuna, ropa blanca y vestidos161. En este sentido, las cuentas de la Casa de Isabel de Valois nos permiten rastrear los objetos que acompañaron a Isabel Clara y Catalina Micaela durante sus primeros años. Pero lo más relevante era la búsqueda de un ama de lactancia162. En el caso del príncipe don Fernando la primera mujer elegida procedía de Laredo, sin embargo, su permanencia en el cargo va a ser escaso porque en seguida van a surgir problemas: 160 AGP, Personal, Caja 670, exp. 5. El propio embajador francés se hace eco de la elección de esta ama de cría tras darse una serie de problemas con las primeras que habían asumido la tarea: “Il y a pensé avoir du malheur, pource que de tant de nourrices qui avoient esté visitées, on n’en avoit retenu une seulle. Ains pour complaire quelque sieur en estant arrivée une de quelques lieues loing, sur l’heure que la Royne acouchoit, on luy donna subit ladite Infante à nourrir. Elle eust du laict pour ledite jour et pour la nuict suivant; mais elle le perdit tantost et sans le desceller a nourry ladite Infante de rien, jusques qu’on s’est aperceu que ladite creature s’en alloit mouir. Lors de bonne fortune luye m ont donné une de trois premières qui avoient esté jugées des meilleures par les medecins, qui s’appelle done Beatriz de Mendoce, laquelle abonde en laict et très bon, une belle grande jeune damoiselle de xxv ou xxvii ans, qui a restaurée et remise en nature ladite Infante…” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Segovia 18 de agosto de 1566, DDMF, tomo I, p. 112 161 Con motivo del nacimiento del Príncipe Don Carlos, la condesa de Palamós realata cuáles eran los objetos que se habían enviado para el ajuar del niño: Las nuevas que de acá puedo escribir a vuestra excelencia son que esperamos de ora en ora el buen alumbramiento de Su Altesa, (…) La reyna, su madre, le a enviado todo el adreso que era menester para lo que nasiere, con gran complimiento; que de camisillas ay xxiiii docenas, labradas de oro y de seda, y todas blancas, de muchas maneras, pequeñas y mayorsicas, que podrán servir a edat de tres o quatro años; pañales de lana y de lino, y colchicas muchas y muy lindamente guarnescidas; una cuna muy linda, de tres casos de […] muy negro y de madera de sándils, que uele bien, y de ueso muy blanco, y no pintado como a tercia, sino […] de una cosa y otra muy bien compasado; y unas cortinas de tres verdes labradas de oro y de plata; y un cobertor de raso verde colchado, y dentro lleno de ropas y polvillos; otras colchas para la cuna y sábanas; y quatro colchones de tafatán y otros tantos de olanda; y muchas otras cosas que paral servicio de lo que nasiere son menester: dos alhombras de oro y de seda para delante de la cuna” Doña Hipólita de Rois a doña Mencía de Mendoza, Valladolid 12 de Junio de 1545, en AHUMADA BATLLE, E. (ed.) Epistolaris d’Hipòlita Roís de Liori i d’Estefania de Requesens (segle XVI), Valencia 2003 162 Para conocer los nombres de estas amas, CORTÉS ECHANOVE, L., Nacimiento y crianza de personas reales en la Corte de España (1566- 1886), Madrid 1958 93 “ Acerca de las onze de la noche doña María Chacón me embió a dezir que el príncipe estaua muy desasosegado y le tomauan aquellos amortecimientos de la otra noche; y que embiase luego al doctor Ortega y a esta ora yo embié luego a llamarle y me pasé al aposento de su alteza donde tuue arta congoxa y miedo porque tubo un amortecimiento terrible y quando boluió le latía tanto el coraçón que era espanto” 163. El marqués hablaba de que “ ay la sospecha del ama” , y el médico va a determinar el cambio de la misma para ver si con esa mudanza se producía un cambio positivo en el príncipe. La salud del heredero era esencial para la Monarquía y por ello había que hacer un proceso exhaustivo para la elección del ama de lactancia. Podemos decir que en esta ocasión algo había fallado, si bien es cierto que enseguida, van a aparecer testimonios que alertaban sobre las malas condiciones de esta ama164. El Marqués de Ladrada había optado por la prudencia a la hora de valorar tales opiniones pero, una vez que se tuvo la recomendación del médico de la Corte, Ortega, se decidió llamar al ama que había amamantado a la Infanta Catalina Micaela. Este proceso de toma de decisiones no sólo va a involucrar al Mayordomo y al aya, sino que se van a tener en cuenta las opiniones de la Princesa de Portugal- que rechazó una primera sustituta por no considerarla adecuada- y, por supuesto de la Reina165. En este último caso, Ana de Austria, como en tantos otros asuntos se va a regir 163 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327 El Licenciado Juan Fernández Tedalde ofrecía esa información en una carta; al enterarse de quien era comentaba lo siguiente “Anme dicho que a de criar al príncipe una de Laredo y deseo saber si es uerdad, porque es mui mi amiga, escríbame vuestra merced quien le cría”, debía de ser otra ama de cría de esta población quien estaba en su mente, porque en la propia post- data se muestra totalmente preocupado al haber obtenido la información sobre la mujer que iba a criar al niño: “Teniendo çerrada esta resçibí una de vuestra merced y ueo en ella como el príncipe tiene ama de que no estoi poco espantado, y por lo que deuo a mi Rei escribo esta. Suplico a vuestra merced que la rompa luego y que dé noticia de lo que en ella digo sin dar autor, ni por pensamiento sino con mucho recato, porque son cosas de escrúpulo quitar a nadie su bien. Esta mujer es mujer de un boticario el qual a estado con muchas bubas, a lo que yo entendí en Laredo, y si no me engaño las a tenido ella también, y demás desto estoi espantado cómo no se hiço información primero de todas cosas” Juan Fernández de Tedalde, Cuenca 13 de diciembre de 1571, BL Add Mss/ 28336, f. 146 165 “…abiendo visto que la mujer del Viso, demás de la corta información que ay de su salud y de su marido, es tan mal compuesta en su persona, que por esto descontentó tanto a la princesa y a todas las que la vieron (…) le paresçía mejor el ama de la Infante doña Catalina” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327 164 94 por las opiniones de su tía amoldándose a las decisiones que aquella había tomado previamente166. Después de tomar esta decisión de sustituir al ama, se reinició un proceso de elección para ocupar dicho cargo. Uno de los datos más relevantes ofrecidos por los billetes es la gran “ oferta” que estaba en disposición de asumir el cargo 167. Si bien es cierto que ello suponía someterse a un proceso de averiguación que implicaban a la mujer y a su parentela más próxima, las contrapartidas que se podían obtener eran tremendamente jugosas y positivas168. Además del hecho de recibir un salario, la ocupación del cargo las hacía buenas candidatas para mercedes regias a posteriori. Una vez que se postulaban como posibles candidatas, las amas eran sometidas a unos cuidados y una dieta susceptibles de mejorar su leche. Así se va a hacer con la mujer elegida para el cargo a la que se le va a sustituir el vino por el agua: “ …oy escogieron Su Majestad y Su Alteza [de la Princesa], con consejo y paresçer de la marquesa de Verlanga y de las demás mujeres de tocas largas, entre tres amas que los médicos dixeron ser y quales en calidadesa la de Casarrubios, que a días que yo e tenido aquí de respecto, y las otras dos que con ella se vieron, la una es la de Segouia (…) y la otra, una de las de Toledo; y yo creo que la electión fue acertada porque esta de Casarrubios a muchos días que está aquí porque siempre les paresçió muy buena y huuiera sido elegida sino por un poco de vino que dixo que beuía y en este tiempo que aquí a estado yo e hecho que la rijan como si en efecto criara a Su Alteza y con los 166 “También dixe a la Reyna nuestra señora en vistiéndose, en presencia de la marquesa y de doña Theresa lo que anoche había pasado, aunque muy templadamente la disposición del príncipe, y a Su Md le paresçió lo mismo que a la princesa, y también me paresçe que está más inclinada al ama de la Infanta doña Catalina por los muchos bienes que a oydo della que a otra ninguna” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 27 de diciembre de 1571, Add Mss/ 28354, ff. 326- 327 167 “El memorial de las mujeres que aquí vinieron para ser amas embío a V Md; sólo e querido poner en él las que vinieron llamadas y otras que, aunque no vinieron llamadas, por tener buenas calidades las mandaron esperar aquí (…) fuera destas a abido mañanas de otras treinta, unas de acá y otras de acullá…” El marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de marzo de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff. 357358. 168 Por ejemplo, se pueden rastrear las peticiones de mercedes que hacían estas mujeres ante la Cámara (AHN, Consejos) Es el caso de María de Oviedo, ama de la Infanta Isabel que pidió una merced en 1571, leg. 4407, nº 28. Ella no logró ninguna pero sí lo hizo Constanza Angulo, ama de la Infanta doña María en abril de 1586, leg. 4410, nº 40. Curioso es el caso de Mariana Salablanca que elevó una petición como ama de la princesa del Piamonte, Margarita, hija de Catalina Micaela, leg. 4413, nº 65 95 buenos mantenimientos y el agua (…)a la de Casarrubios a mejorado tanto [la leche] que ella y la criatura estauan oy sin comparación mejor que nunca” 169. Con estos cambios la situación del Príncipe se estabilizó para mejor, lo que daba una gran tranquilidad a todos aquellos que servían en la Casa de la Reina. La alimentación del heredero va a seguir siendo un tema relevante y que se va a encontrar entre aquellos aspectos que incumbían al Mayordomo Mayor; por ejemplo, se hizo una Junta para determinar el momento en que debían introducirse los primeros alimentos sólidos en la dieta del Príncipe. Estos temas generaban, en ocasiones, la intervención de personas en principio ajenas a estos menesteres. Así en 1576 uno de los mayordomos semaneros, don Pedro Niño, se dirigía a Mateo Vázquez para hacer valer el consejo que, previamente, había dado a doña María Chacón sobre la alimentación del Príncipe170. Es de considerar la preocupación de la servidumbre de Palacio, aunque estas intromisiones en los asuntos del aya pudiesen resultar molestas a estas mujeres. Vamos a analizar con más detenimiento la labor de algunas de ellas. Tras la salida de Palacio de la Duquesa de Alba el puesto de aya lo ocupó doña María Chacón quien va a permanecer en el oficio hasta su muerte en 1575. María Chacón no era ajena a los círculos palatinos ya que había estado casada con don Hernando (o Fernando) de Rojas, Mayordomo de la Casa del Príncipe don Carlos. Por otra parte, su sobrino Don Gonzalo Chacón, hijo del señor de Casarrubios del Monte, entró al servicio de Ana de Austria, primero como mayordomo semanero y más tarde como caballerizo. Además, sus hijas 169 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 3 de octubre de 1572, BL Add/ Mss 28354, ff. 494- 495 “V m deue saber cómo el príncipe nro señor tuuo anoche calentura y algunas camarillas y estuuo ayer flaquito aunque anduuo en pie. Yo señor torné a apretar a doña María Chacón sobre que no le den a çenar carne y dyscúlpase con que los médicos se lo mandan dar y que dan muy poquyta y con todo esto me dizen que le dieron de una polla asada y de otra cozida y aún no sé sy de un higadillo y bien creo que deue ser en poca cantidad mas si lecrece al terçero como dyzen de noche lo que yo sé dezir es que no lo diera a mi hijo pues que almorzar comer puede comer carne y a merendar a las tres le pueden dar algún higadillo yo auiso porque no puedo remedyar por acá a la autoridad de los médicos v m no me descubra porque ellos y don Gonçalo me matarían diciendo que me meto en sus ofyzios y a mi paresçer el de todos es procurar la salud del príncipe” Don Pedro Niño a Mateo Vázquez, s. l. s. f. (Madrid c. 1576), IVDJ, Envío 22, Caja 34, nº 30/15 170 96 formaron parte de la servidumbre de la Casa como damas, destacando el caso de doña Isabel Chacón que más tarde casaría con su primo, el mencionado Don Gonzalo. Lo cierto es que la vida en Palacio de doña María Chacón no fue sencilla por los problemas familiares que tuvo que afrontar. Nos referimos a la caída en desgracia de su hijo, también llamado Don Gonzalo Chacón, tras mantener una relación ilícita con doña Luisa de Castro, dama de la Princesa doña Juana. Si bien este trance fue un duro golpe para ella y su parentela, lo cierto es que en ningún momento parece que hubiese dudas sobre su continuidad en un servicio tan delicado como el de aya de las Infantas. Lo cierto es que doña María había gozado de una cierta consideración en Palacio y así, cuando doña Aldonza de Bazán, Camarera Mayor de la Reina Ana, cayó enferma, se barajó su nombre para sustituirla, lo que la hubiese situado como mujer prominente en este espacio171. Este episodio se produjo antes de la caída en desgracia de su hijo, pero es cierto que durante el proceso y juicio que tuvo lugar contra él, ella siguió ejerciendo su oficio en la Casa. Antes del nacimiento del príncipe don Fernando a últimos de 1571, las Infantas Isabel y Catalina eran la esperanza sucesoria más firme con que contaba Felipe II, de ahí que el monarca mostrase una lógica preocupación por el crecimiento de sus hijas y la manera en que debían de ser cuidadas en Palacio. Así, el espacio físico va a cobrar una gran importancia y sus aposentos van a figurar como una de las cuestiones en las que el Marqués de Ladrada y doña María Chacón van a tener que ponerse de acuerdo 172. El Mayordomo había 171 “…dende la primera dolencia que el otro día tubo doña Aldonça no e dejado de pensar muy particularmente en esto [su sustituta] con fin de que si doña Aldonça faltase y V Magd fuese servido de mandarme que yo hiziese alguna advertencia, estar prevenido, y siempre me a parescido que para no tomar carga cerrada serýa a propósito doña María Chacón pues es mujer conoscyda y probada y aprobada que es la principal parte. Y el mayor inconveniente que se me ofresce para esto es dejar de servir a las señoras infantes…”El Marqués de Ladrada a Felipe II, 23 de abril de 1571, BL Add Mss 28354 ff. 205- 206. Doña María contó con el favor regio en determinadas ocasiones, tal y como muestra este billete de Ana de Austriaa Felipe II: “Señor. Ayer se supo aquí como don Diego, hijo de doña Mª Chacón es muerto. Ella lo siente en estremo y me pedió que yo suplicase a V M le hiziese md de lo que ella pide a V M por este su hijo que esta lleua, y asy lo hago. V M me la hará muy grande eh hazérsela. Nuestro señor guarde a V M como yo deseo, de Madrid domingo. /Beso las manos de V M. Anna” La Reina Ana de Austria a Felipe II, BL Egerton Mss/ 1609, f. 5 172 “María Chacón y yo fuimos ayer a Palacio a ver el aposento que V Md a mandado señalar para las señoras ynfantas y la traza que en él nos pareció que se podría dar, y también en las pieças que a de tener doña María Chacón…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 14 de noviembre de 1570, BL Add Mss 28354 f. 67 97 supervisado las obras del Alcázar con vistas a la llegada de Ana de Austria y esa tarea implicaba acomodar a la extensa Familia Real- no eran únicamente los Reyes y las infantas, sino también los archiduques y la Princesa doña Juana, sin olvidar que don Juan de Austria compartió en algunos momentos este espacio- y la todavía más extensa servidumbre que les acompañaba. Los aposentos fueron aderezados y decorados con ocasión de estos cambios, pero lo cierto es que el Alcázar debía de ser un lugar en constante transformación para dar solución a los problemas coyunturales. Los propios cambios de estación suponían una nueva mudanza en los cuartos, ya que se trataba, en la medida de lo posible, que el calor afectase lo menos posible173. Asimismo, las enfermedades de las Infantas o de cualquiera de sus hermanos implicaban la necesidad de moverlos para evitar los contagios y tratar de paliar los efectos negativos que el espacio físico podía tener en las dolencias sufridas174. Además del propio entorno físico, también van a ser importantes las rutinas que ambas Infantas mantengan en su vivir cotidiano. De nuevo, la correspondencia del Mayordomo incide en estos aspectos y nos permite saber cuál era la opinión del rey al respecto en aquellos aspectos que levantaban las dudas del Marqués. Por ejemplo, las salidas al aire libre van a ser, para Felipe II, una de las necesidades básicas para las Infantas. Así frente a la imagen de Corte encerrada en el Palacio, la realidad que se vivió fue bien diferente; en primer lugar, porque eran frecuentes las jornadas a otros palacios como el del Pardo o Aranjuez que ofrecían la posibilidad de disfrutar de la naturaleza que adornaba los contornos de la capital. Pero, además, cuando la Familia Real 173 “…dixe a don Gonçalo [Chacón] platicase con doña María Chacón la traça del aposento del príncipe nuestro señor y de las señoras infantas para este verano, y yo le advertí de lo que me pareció, y ansí abiéndolo tratado paresçe que, presupuesto que para la disposición del príncipe nuestro señor y su complisión natural tan caliente es nesçesario aposento muy fresco, conberná que Su Alteza se aposente en la torre (…) y las señoras ynfantas o podrán dormir en la pieça misma que an dormido este ynbierno, que es buena y grande, y en tal caso podrán comer en estotra que está junto a la torre, o dormir en la que está junto a la torre y comer en la que hasta agora an dormido…”El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 6 de mayo de 1572, BL Add Mss 28354, f. 388 174 “A la señora ynfante doña Ysabel vino esta tarde un poco de calentura (…). Y aunque el aposento donde duermen las señoras infantes con lo que agora nueuamente se adereçó, demás de lo que antes se auia adreçado, a mi paresçer no puede estar más abrigado ni mejor, y lo mismo le paresçe al Doctor Ortega, a Valles y a Galuez; les paresçe qu’el abrigo es ahogado y que si no leuantamos los paños para que entre el ayre como está a cierzo es muy frío, y ansí les paresçe conbernía durmiesen sus Alteças en otra parte…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 11 de diciembre de 1572, BL Add Mss 28354, f. 552 98 posaba en el Alcázar, las salidas a sus jardines o los alrededores de Palacio eran frecuentes: “ Bien pareçe a Su Mgd que las señoras Infantes salgan algunas vezes para que les dé ayre, pues no ay planta que sin él pueda creçer, y así se podrá ordenar que vayan alguna vez a Sant Hierónimo y otras, como le pareze a la señora Duquesa [de Alba] a la huerta del Campo y a otras” 175 También es interesante conocer las opiniones del monarca sobre otros respectos. Así, consideraba que la corta edad de las Infantas aconsejaba que no madrugasen en exceso 176 y, también las eximía de participar en algunos rituales religiosos- como las procesiones- que podían cansarlas177. A la hora de hablar de las ayas es necesario referir el caso de doña Inés Manrique, condesa de Paredes de Nava. Había sido recibida en Palacio como dueña de honor en 1579 y se va a encargar de conducir al Príncipe don Diego e Infantas de vuelta a Madrid tras la prematura muerte de Ana de Austria en Badajoz178. Las cartas que fue enviando a Mateo Vázquez nos dan buena idea de cómo se van a vivir estos meses Isabel Clara y Catalina Micaela, complementando la valiosísima información que ofrece el epistolario de Felipe II a sus hijas. Es cierto que esa correspondencia abunda, asimismo, en aspectos concernientes a sus asuntos familiares, concretamente en el bienestar futuro de sus hijos, que no eran pocos. 175 El Cardenal Espinosa al Marqués de Ladrada, Córdoba 11 de abril de 1570, BL Add Mss 28354, f. 25 “La Reyna nuestra sª y la sª Princesa fueron esta mañana a oyr misa al monasterio de doña Leonor de Mascareñas (…). Y no fueron allá las señoras infantes, porque madrugar no les haze probecho…” El marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss 28354, ff. 243- 244 177 “Yo pensaua avisaron de lo de mañana, y por fuerza abrá de ver misa la Reyna en la sala, por salir por allá a la proçesión (…) las infantas [no] vengan allí que aún son muy niñas para ello” Respuesta del rey en billete del Marqués de Velada a Felipe II, BL Add Mss 28354, febrero (¿) de 1571, f. 163 178 En la planta de las ayas, la condesa de Paredes no aparece asentada. Así, los nombres que aparecen son los de doña María Chacón y la Marquesa de Cañete. Ésta había ejercido el oficio desde 1576 hasta 1578, año en que se produjo su fallecimiento. Precisamente, Ana de Diestrichstein hace referencia a su elección como aya en una de sus misvas: “…acá andan todas las señoras revueltas porque a la condesa de Paredes an echo Camarera de la Reina y a la marquesa de Ladrada aya del Príncipe, a la marquesa de Cañete, nuestra guarda, aya de las ynfantas y la de Montalbán del Ynfante” Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Carta XXV en CRUZ MEDINA, V., op cit., pp. 64- 65. Es decir que cada uno de los niños contaba con su aya. Mención a doña Inés como aya la encontramos en una de las cuentas de las lavanderas de 1579- 1580 “…las quales dichas labores tasó la Ilustrísima Condesa de Paredes doña Ynés, aya de sus alteças (…) en Madrid a 27 de febrero de 1580. Cristóbal de Oviedo” AGP Administrativa leg. 5226, exp. 1, s. f. 176 99 “ Ya Vuestra Merced avrá entendido de las cartas del señor qonde cómo sus altezas, Dios los guardem van con salud, y cierto qu’el príncipe nuestro señor l’engorda el camino; el de oy a sido corto, mas el lugar y la posada muy ruyn todo; se pasa bien con lo poco que sus altezas se cansan” 179 Doña Inés Manrique consideraba necesaria la comunicación de noticias sobre el devenir de esta jornada de retorno; posiblemente, era una manera de dejar constancia sobre la dedicación que mostraba a los asuntos de los hijos de Felipe II. En misivas posteriores, se mostró bastante suplicante en lo tocante a su cargo dentro de la Casa. Comos hemos visto arriba la condesa había sido recibida como dueña de honor y en la documentación administrativa aparecía como aya de las Infantas, pero debía ser su deseo ocupar el cargo de aya del príncipe. La situación en que se encontraba la entonces Casa del Príncipe e Infantas convertía aquel cargo en esencial; con el Rey ausente en Portugal y sus hijos en Madrid, el manejo de los asuntos concernientes al heredero y sus hermanas pasaban por las manos del Mayordomo y el aya. Así lamentaba la decisión tomada por el rey: “ Los mandamientos de Su Magestad son siempre tan obedezidos, sin replicar a ellos, como reconozidos de ser todos mucha merced para mí y muy gran fauor; mas en el de ahora confieso a Vuestra Majestad que aunque obedezido como en todos, e sentido en el alma que Su Magestad mande me aparte las horas de las noches del príncipe nuestro señor, mandando a esto asista doña Ana de Mendoza” 180. Una de las preocupaciones de Doña Inés era la opinión que se formasen los otros servidores de Palacio- “ qu’es parezerles a las qu’están de puertas adentro 179 La Condesa de Paredes, doña Inés a Mateo Vázquez, Mirandilla 9 de diciembre de 1580, AZ Altamira 148, nº 141 180 La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 19 de febrero de 1581, AZ Altamira 148, nº 143. La dama doña Ana de Dietrichstein da noticia del nombramiento de doña Ana de Mendoza “Doña Ana de Mendosa le an dado aya de los infantes y tiene sus yjas consigo…” Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Madrid segundo día de Pascuas de 1581, Carta XLIII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 113. Asimismo, Felipe II da cuenta de la buena opinión que generó en la Infanta Catalina la labor de doña Ana de Mendoza: “Y creo que doña Ana de Mendoza debe servir tan bien a vuestros hermanos chicos como vos, la menor, me lo escribís” Felipe II a las Infantas, Lisboa 15 de enero de 1582, Carta XIII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., p. 66 100 y aún a los qu’están de las puertas afuera qu’este mandamiento es principio para apartarme del serbizio de su alteza” 181- ya que su importancia dentro de la Casa radicaba en la confianza depositada por Felipe II. A ello había que unir el hecho de que sus peticiones constantes a favor de sus hijos, en concreto a su primogénito y futuro Conde de Paredes, don Antonio Manrique no surtían efecto. En este sentido, la rogativa de la Condesa consistía en la concesión de un hábito de la Orden de Santiago y una encomienda; además a ello hay que sumar el disgusto por la presencia de su hijo en un acto escandaloso que tuvo lugar en las Descalzas Reales durante la Semana Santa y que, por supuesto causó revuelo en la villa de Madrid 182. La Condesa de Paredes, no obstante las dificultades, va a seguir perseverando tanto en lo referente a las peticiones por sus hijos y demás parentela como en el servicio de los hijos de Felipe II. Como señalábamos en otro de los epígrafes, estos momentos estuvieron marcados por la enfermedad que se llevó, finalmente, al Príncipe don Diego y a la Infanta doña María. En este sentido, doña Inés informó de manera puntual sobre la salud del príncipe e infantes, vertiendo en esta correspondencia, una lógica preocupación por los achaques sufridos por Don Diego. Así el 14 de abril de 1581 decía lo siguiente: “ Con diferente ocasión quisiera poder escribir a Vuestra merced que con la de ahora que aunque tendrá la relación del sr qde. de Uarajas de 181 La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 19 de febrero de 1581, AZ Altamira 148, nº 143 182 La condesa de Paredes consideraba que su hijo no podía ser culpado: “…a sido las insolencias de los mozuelos en las Descalzas que como mi hijo no es viejo y se alló allí temí sus pocos años, de manera que con asegurarme esta liura y con muy buena fama de virtud me tienen con sobresalto y anoche con gran susto como desirme estaua preso…” La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 27 de marzo de 1581, AZ Altamira 148, nº 146 No obstante las diligencias que se hicieron al respecto arrojan otros datos: “Relación de lo que ha resultado de las informaciones sumarias que se an hecho así `por los del Consejo de Órdenes como por los alcaldes de la Corte de su Md y por el corregidor de esta Villa de Madrid contra el Marqués del Carpio y don Antº Manrrique caualleros de la orden de Calatraua y contra don Pº Venegas comendador de Valençia del Ventoso de la Orden de Santiago sobre lo que pasó el miércoles de la Semana Santa deste presente año en el offº de las tinieblas que se hizo en el Monstº de las Descalças desta villa. Pareçe por las dichas informaciones que los dichos caualleros y otros estuuieron juntos en el dicho offº en la capilla maior del dicho Monastº y que durante que el dicho offº se hazía estuuieron con mucha inquietud parlando y riendo hasta que se mataron las velas del dicho offº. Y que antes desto el dicho don Antº Manrrique teniendo çiertas hijas de un secretario Calderón un librillo de çera ençendido les dixo que le matasen y porque no lo quisieron hazer les tiró una almohadilla de terciopelo que tenía hasta que mató la dicha çera y segunda vez hizo lo mismo…” BL Add Mss/ 28342, ff. 302- 303 101 los términos del príncipe nro señor me pareze es razón yo la aga en esta carta pues puedo decir la mejoría su alteza, Dios le guarde, a tenido cuatro tercianas desde el domingo que aquella fue leve, azidente la del martes y del jueves fueron con alguna demostración de ser delorera por la sed y congoja que dauan que aunque su alteza lo pasaua con arta paciencia era trauajo que le descaya y no será muy rezia la calentura, la de oy sáuado a Dios gracias a sido mucho menor y sin congoja y tan corta quen cinco horas se pasó selo y calentura y pudo su alteza comer y esto con buena gana y así a estado muy alegre todo el día. Espero en Dios que con la purga del de mañana a de quedar su alteza con más sigura salud que la de otros veranos y que la terzia a de faltar luego con que se podrán tener alegres las pascuas…” 183 Las tercianas del Príncipe se volvieron a repetir en momentos posteriores y en carta de julio la condesa informaba sobre un nuevo empeoramiento del niño, así como de la enfermedad de Catalina Micaela: “ La infante doña Catalina a tenido dos tercianas, alas pasado en pie de manera que oy qu’es el día libre es yda a vísperas a la tribuna con arto calor y bayeta y toca negra que no a sido posible estorvarlo…” 184 La condesa de Paredes asistió, asimismo, al proceso de maduración de las Infantas, a la vez que contribuyó al aprendizaje del príncipe. Así menciona sus intentos- torpes en su opinión- para lograr que el príncipe don Diego aprendiese los primeros rudimentos de lectura; asimismo, fue testigo privilegiado de la toma de contacto por parte de las Infantas con el mundo diplomático en el que debían aprender a moverse. Son estos aspectos que 183 La Condesa de Paredes doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 14 de abril de 1581 AZ Altamira 148, nº 147 184 La Condesa de Paredes, doña Inés a Mateo Vázquez, Madrid 1 de Julio de 1581, AZ Altamira 148, nº 149. La información debió de llegar muy pronto al Rey quien se mostraba preocupado, tal y como muestra la siguiente carta “Muy bien lo hacéis de escribirme de la salud de vuestros hermanos y espero en Dios que la tendrá el mayor presto cumplida y también el menor. Y bien creo que el calor habrá sido la causa de las tercianas y me parece que se debe haber pasado allá el calor, pues acá hace poca y hoy ha hecho harto fresco. (…) También holgué de saber que vos, la menor, estuvieseis ya buena y no de que no estándolo subieseis a la tribuna que os pudiera hacer muy mal. Y bien será que entrambas tengáis mucho cuidado de hacer lo que en esto y en todo os dijere la Condesa” Felipe II a las Infantas, Lisboa 10 de junio de 1581, Carta V en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., pp. 48- 49 102 vamos a analizar más detalladamente en otros apartados pero que, sin duda, son indicativo de la importancia de analizar las trayectorias vitales y rastros documentales de estos servidores palatinos. Las damas “ Creo que haurá V Sª acabado de entender quanto valen más hijas que hijos, pues hasta una de las menores para ganar la graçia del Rey y de la Infanta en quatro días [lo consigue]…” 185. Esta aseveración remite a la posibilidad con que contaban las familias nobles y de antiguos servidores para medrar en el mundo palatino y cortesano a través de sus hijas, y es que entrar como dama al servicio de la Reina o de las Infantas era garantía de muchas cosas. Efectivamente las damas van a ser uno de los grupos más numerosos en Palacio pero, a la vez, difícil de estudiar; hasta hace bien poco aparecía como un grupo homogéneo que no tenía muy en cuenta las personalidades individuales que albergaba. Las fuentes referentes a la administración de la Casa nos ofrecen los listados- datos que hoy por hoy son fragmentarios- de mujeres que entraron al servicio de las mujeres de la Familia Real, ofreciendo dos informaciones esenciales: momento de entrada en el servicio y momento de salida. Es una información útil por cuanto nos posibilita saber quiénes eran y, en muchos casos, con quienes contraían matrimonio, lo que nos ofrece una base cierta para poder incidir más en sus trayectorias vitales. Uno de los objetivos planteados en este trabajo era profundizar en estas mujeres porque su convivencia con la Reina e Infantas es relevante para entender la vida de éstas y porque, en ocasiones, han dejado tras de sí testimonios que nos permiten adentrarnos en la intimidad de Palacio y conocer realmente la vida en el mismo. En este sentido podríamos citar la correspondencia de Ana de Diestrichstein con su madre, Margarita de Cardona, ya que como informadora de su madre ofrece un vívido retrato de la vida en Palacio. Por otra parte, la manera en que interactúan las damas con sus señoras nos permite comprender uno de los roles de la consorte como patrona y fuente de mercedes. 185 Don Juan de Silva al Marqués de Poza, BL Add Mss/28377, ff. 28- 29 103 Uno de los aspectos que esas fuentes administrativas no contempla, es cómo se desenvolvía la vida de las damas en Palacio. Hay que tener en cuenta que muchas veces entraban como niñas (meninas) y permanecían en servicio hasta los veinte años más o menos, cuando asumían el papel de esposas o entraban en religión. La corta edad de las damas, que solía estar en consonancia con la de las consortes en sus primeros años, las convertía en un grupo problemático para el cabeza de la Casa. Una vez más, el Marqués de Ladrada se convierte en nuestra fuente más útil y jugosa para saber cuál era ese comportamiento y, podemos concluir, que en muchos casos, las damas eran un auténtico quebradero de cabeza. En su artículo sobre la Casa de Isabel de Valois, Rodríguez Salgado incide mucho en el comportamiento de la reina con sus damas y especialmente, en su incapacidad para controlarlas de manera efectiva. Es cierto que durante esos años, la mezcla de “ nacionalidades” en la Casa había convertido este espacio en un polvorín, ya que las quejas y roces estaban a la orden del día, y la indolencia de Isabel no era el mejor antídoto para ello. Por lo que hemos podido ver en el caso de la Casa de Ana de Austria, no es tan evidente el choque (si bien es cierto, que el grupo “ alemán” va a plantear algunas problemáticas), pero sí la falta de un comportamiento decoroso y adecuado por parte de las damas. Son varios los episodios que narra el Marqués y que nos permiten ver las actitudes desafiantes que mostraban estas mujeres, algunas de las cuales estaban emparentadas con importantes linajes nobiliarios. En este sentido se lamentaba el marqués que: “ …aunque yo conocí algunas damas byen desasosegadas, ninguna comparación ay a lo de agora porque tienen la mayor maestría para insolencias que se pudiera hallar en el mundo” A continuación personalizaba este comportamiento en María Manrique quien se preciaba “ que se la tenga por inobediente y atrevida” 186. No fue la única queja al respecto por mal comportamiento; el mayordomo, por ejemplo, quiso vetar la presencia de las damas en la concesión del hábito a un caballero por 186 El Marqués de Ladrada, Madrid abril de 1572, BL Add Mss/28354, f. 376 104 las burlas que había sufrido en la suya unos años antes187. Aunque es el Rey el destinatario de estas quejas y consultas lo cierto es que tanto el Mayordomo como Felipe II quisieron implicar de manera muy activa a la Reina en la resolución de problemas semejantes. La consorte debía actuar como elemento de control dentro de la Casa; algunos tratadistas van a incidir en esa condición de “ soberana” entre las damas y va a quedar implícito que la reina sea un modelo de conducta para su servidumbre femenina188. Pero lo cierto es que la vida en Palacio no precisaba únicamente de reglamentos o libros de conducta, sino de acciones reales puesto que, como organismo vivo, no seguía unas pautas predeterminadas. Ya hemos visto que la Reina va a tener sus parcialidades dentro de la Casa- por afinidad y por confianza- pero su condición la obligaba a conducirse de manera firme en la relación con las damas. El marqués hace referencia a un episodio que debió causar bastante revuelo en la Corte y más allá de sus límites- hace referencia a que oficiales de Palacio habían comunicado con los de El Escorial los hechos-, en el que estuvieron involucradas las damas. El Marqués de Ladrada determinó como castigo un “ encierro” de estas mujeres para que sirviese como escarmiento pero, la Reina se ablandó enseguida: “ La carcelería de las damas fue tan breve como yo abía sospechado, porque abiéndolas Su Magestad mandado encarcelar el byernes, ayer sábado en la tarde los mandó soltar con ocasión que los príncipes sus ermanos se lo fueron a suplicar” El marqués no estaba conforme con la medida adoptada por Ana y recurrió a la Princesa doña Juana, quien “ abía dado el mismo parescer a la Reina nuestra 187 “Esta mañana me embió el secretario Antonyo Pérez el despacho de V Mg y luego di a la Reyna nuestra sª su carta, y Su Md no se hallará al ábito de don Francisco porque yo le he dicho que no lo debe procurar, por no ser cosa decente (…)el mismo día que le abía de tomar, después de comer quiso la Reyna ir allá porque las damas lo quisieron ver, y de la yda rescebí yo harto más bergüença que honrra, porque no hizieron las damas sino reírse y hazer burlas de quanto allí pasó” BL Add Mss/28354, f. 366 188 Así se señalaba en la obra de Francisco MONZÓN, Libro Primero del espejo de la Princesa Christiana, dedicado a Catalina de Austria, reina de Portugal. Esta obra fue objeto de estudio en la tesis inédita de MARQUÉS DE SILVA, J. M., Imagens da Princesa e da dama na Corte modelar de D. João III, 2 vols., Facultad de letras de la Universidad de Oporto, 1997. Sobre el mismo véase FERNANDES L. C., “Francisco de Monzón e a princesa cristã” en Revista da Faculdade de LetrasLínguas e Literaturas. Anexo V. Espiritualidad e Corte em Portugal, sécs. XVI- XVIII, Oporto, (1993), pp. 109- 121 105 señora en lo del castigo que yo dí” , y al Rey. Felipe II no estaba de acuerdo en la decisión adoptada por su mujer pero, en atención al delicado estado de Ana de Austria, quien se iba acercando a la fecha para dar a luz a su primer hijo, decidió no presionar en exceso a la Reina en esta ocasión. El monarca avisaba al Mayordomo que hiciese entender a las damas que aunque “ con la Reyna yo lo disimule por agora por estar en lo que está, que en fin, las demás bien han de entender que yo lo sé” 189. Aunque no hemos encontrado datos sobre el suceso concreto, porque no hay más menciones al respecto en los billetes, sí que sabemos algunas de las damas implicadas; en concreto se menciona a la hija del Conde de Chinchón, doña Ana de la Cerda, a quien se castigó sacándola de Palacio a la casa de su padre durante un breve tiempo 190. En otra ocasión se vuelve a pedir la colaboración de la reina para atajar los problemas en relación a las damas. Por lo que narra el Marqués en uno de los billetes, las damas, aprovechando la ausencia del monarca, habían entrado en sus habitaciones y habían escrito en las vidrieras de las ventanas con puntas de diamante. No se dice qué habían dejado grabado, pero Felipe II tenía muy claro que la obligación de Ana era que “ riña a las damas o a quien lo ubiere hecho, que quizá conocerá la letra, o que mande firmar las que traen puntas de diamante, que son las sospechosas” 191. Más graves podían ser los enfrentamientos entre las damas, como es el caso que relató doña Aldonza de Castilla a Felipe II en ausencia del Mayordomo Mayor, el marqués de los Vélez. Por lo que relata esta mujer hubo un choque dialéctico entre doña Mencía de la Cerda y doña Luisa Manrique por un sitio en la capilla de Palacio. Entre las acusaciones que se lanzaron la más grave, sin duda, fue la que doña Luisa arrojó sobre doña Mencía acusándola de judía192. 189 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 25 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 299301 190 Sobre la trayectoria política del Conde de Chinchón véase FERNÁNDEZ CONTI, S. “La nobleza cortesana: don Diego de Cabrera y Bobadilla, tercer Conde de Chinchón” en MARTÍNEZ MILLÁN J., La Corte de Felipe II, pp. 229- 270, que si bien se centra en el Tercer Conde, hace referencia al inicio de la carrera cortesana por parte del II Conde. 191 El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL, Add Mss/ 28354, Madrid noviembre de 1572, f. 542 192 “Por no estar el marqués de los Vélez para podelle yo hablar y no sufrirse dar cuenta a V M de lo que aquí diré por medio de otra persona y parecerme que conforme a my ofyzio tengo obligación de auisar a V M dello, lo ago. La víspera de (borrón) qryendo empezar maytines y estando yo en la tribuna entró doña Manzya (sic) de la Zerda y se sentó la primera cabo las uergas en el lugar que, a las vísperas, auýa 106 Además, de la gravedad del encontronazo entre ambas damas, a doña Aldonza le preocupaba la circulación de semejantes rumores entre el conjunto de las doncellas y los efectos negativos que esto pudiese tener para la convivencia dentro de la Casa de la Reina. No hemos encontrado, por el momento, más datos que nos permitan conocer las medidas que se tomaron para atajar el problema. Ambas continuaron en el servicio regio- en el caso de doña Luisa su salida se produjo en 1580 cuando casó con el Duque de Maqueda- y tenían tras de sí una parentela que sustentaba su posición en la Corte. Algunas noticias dispersas que encontramos en fuentes diversas nos señalan cómo se trataron de controlar los movimientos de las damas. Hemos visto que, aunque a priori el Alcázar estaba organizado de tal manera que la servidumbre femenina de la Reina se acomodaba en unas partes y la masculina en otras, había una flexibilidad real ya que las mujeres se movían por Palacio a pesar de las restricciones. En algunos casos se pedía permiso- por ejemplo, para el uso de piezas de la cámara del Rey durante su ausencia193- y en otras, se hacía saltándose límites y restricciones. Entre otras cosas lo que se trataba de evitar es que el contacto entre estas damas y los caballeros que formaban parte de la servidumbre de la Casa del Rey (y más tarde del Príncipe) se desarrollase en circunstancias concretas y controlables. Sabemos que la práctica del galanteo constituía uno de los usos propios del mundo cortesano, pero es evidente que no se podían traspasar determinados límites194. El control de las estado sentada doña Luysa Manryque y dygo doña Luysa: este lugar era myo; rrespondiéndole doña Menzia aqy no ay lugar señalados, respondiole doña Luysa azeys bien en poneros a lo oscuro que soys bien fea; dygo doña Menzía uos soys muy nezia y allegóse doña Luysa al oído a doña Manzya y ydígele uos soys una judía, doña Menzía le respondió rrezyo mentís como boba” Doña Aldonza de Castilla a Felipe II, s. l., s. f. (c. 1576- 1578), AZ, Altamira 185, 32 193 “Oy m’escribió doña Teresa de Guebara que querya suplicar a la Reyna nuestra señora le mandase dejar las llaves del aposento de Su Mg para que allí pasen a dançar las damas como se hyzo cuando la yda del Pardo y que ella ternýa gran quenta con que se tornase a cerrar y que no ubyese plática por las ventanas que qué me parescýa, yo le respondi que sobre ello y otras cosas yo si pudiese la hablarýa mañana y si no pudiese se lo escribirýa.” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de mayo de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 396 194 Es de notar, por ejemplo, que estos galanes eran, en ocasiones algunos miembros de la realeza, como por ejemplo los príncipes de Bohemia. Así lo deja entrever Ana de Dietrichstein en una de sus cartas, en referencia expresa al archiduque Ernesto: “El retrato del príncipe Ernesto e visto, que para galán está muy gordo” Madrid 22 de abril de 1581, Carta LII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 131; en otras cartas menciona algunas de las damas de las que había sido galán, como la portuguesa doña Juana de Távora o 107 damas se va a hacer, por ejemplo, cerrando ventanas, de tal manera que no pudiesen asomarse a ellas y hablar con los galanes que pululaban por el Alcázar. En 1575 el secretario Martín de Gaztelu hacía referencia a cómo se estaban abriendo ventanas en el palacio, consecuencia de una necesidad de purificar el ambiente ante la enfermedad persistente y señala que aquellas “ …estauan condenadas para más recato de las damas desde el tiempo del marqués del Adrada” 195. Estas prevenciones no estaban fuera de lugar, ya que los escándalos habían sacudido a Palacio en años anteriores. Así, en vida de Isabel de Valois una de sus damas, doña Magdalena de Guzmán fue sacada de Palacio tras descubrirse la relación ilícita que mantenía con Don Fadrique de Toledo, heredero del III Duque de Alba196. En 1572 fue una dama de la Princesa, doña Luisa de Castro, la que se vio envuelta en un escándalo similar con uno de los hijos de doña María Chacón, Don Gonzalo Chacón, caballero de la Orden de Calatrava. Precisamente en el pleito que se desarrolló a consecuencia de este caso se hace referencia a estas conversaciones desde las la hija de la condesa de Puñonrostro. También hacer referencia a que el príncipe don Fernando juagaba ese mismo papel con doña Hipólita de Dietrichstein: “No está doña Ypólita tan desventurada como estaba en casa, pues tiene el eredero de Espania por su galán. Que dise el príncipe que quiere escribir a la niña Ypólita, que dicen todas que es la mejor fiesta del mundo ver las cosas que dise el príncipe” Madrid 10 de mayo de 1574, Carta VI en CRUZ MEDINA V., op cit., p. 21 195 Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 9 de noviembre de 1575, AMAEC, Santa Sede, leg. 4, nº 210 196 Sobre las complejidades de la vida de doña Magdalena de Guzmán, que no se limitaron a este episodio concreto, sino que también se produjeron durante el reinado de Felipe III véase: FERNÁNDEZ MARTÍN L. “La Marquesa del Valle. Una vida dramática en la Corte de los Austrias” en Hispania 39, 1979, pp. 559- 638 y MARTÍNEZ HERNÁNDEZ S., “Estrategias matrimoniales en tiempos de disfavor regio: juicio, prisión y muerte de Don Fadrique de Toledo, IV Duque de Alba, 1574- 1585” en Gregorio del SER QUIJANO (coord.) Congreso V Centenario del III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, Salamanca 2008, pp. 499- 523 Como Marquesa viuda del Valle ocupó importantes puestos en la Casa de la Reina Margarita de Austria; de dueña de honor pasó a ser aya de la infanta doña Ana, un cargo de importancia pues la primogénita de Felipe III fue posible heredera hasta el nacimiento del futuro Felipe IV. La caída en desgracia de Doña Magdalena está asociada con dos hechos fundamentales: su ascendiente sobre la reina, y el deseo del valido por controlar de manera absoluta el entorno de Margarita de Austria. Sobre estos hechos resultan interesantes las apreciaciones de OLIVARI, M. “La Marquesa del Valle: un caso de protagonismo político femenino en la España de Felipe III” en Historia Social, nº 57, 2007, pp. 99- 126; SÁNCHEZ M., The Empress, the Queen and the Nun. Women and power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore 1998, pp. 100- 101; WILLIAMS P., El gran valido. El Duque de Lerma, la Corte y el gobierno de Felipe III. 1598- 1621, Valladolid 2010, pp. 138- 141, donde el autor aporta interesantes noticias sobre la conjura de la Marquesa del Valle contra Lerma extraídas de la correspondencia del comerciante flamenco James Van Castre al marqués de Varas, asimismo, FEROS A., El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid 2002, pp. 182 y 183; y MARTÍNEZ HERNÁNDEZ S. , Rodrigo Calderón. La sombra del valido. Privanza, favor y corrupción en la corte de Felipe III, Madrid 2009, pp. 96- 97 108 ventanas, lo que explica el por qué del proceder del Mayordomo197. Hay que señalar, asimismo, que la Reina poco a poco va a ir asumiendo su obligación de controlar a estas mujeres, de tal manera que si en ocasiones, abogaba por ellas ante el Rey, en otras se va a mostrar firme en lo referente a su comportamiento. Así, en 1579 “ auía mandado a las damas que por el luto y su enfermedad no se pusiesen a las ventanas, con que pareció que ellas se aquietaron en su pretensión” 198. La vida de las damas parece que quedaba marcada por dos acontecimientos fundamentales. Por un lado, su entrada en servicio y por otro, su salida. Ésta implicaba, habitualmente, la concertación de un matrimonio o la entrada en religión. En ambos aspectos podemos observar cómo la consorte va a tener un papel esencial ya que, en ocasiones va a presionar para que se otorgue una merced mayor al simple cuento de dote, y va a honrar los esponsales con su presencia199. Vamos a empezar por los matrimonios, ya que fue la salida más habitual para la mayoría de las damas. La condición de servidoras de Palacio va a ser un punto a favor de estas mujeres a la hora de definir su futuro matrimonial. El cuento de dote suponía una ayuda considerable a la cantidad que finalmente aportaban al matrimonio; así, si bien es cierto que no todas van a unirse con nobles titulados, ya que su propia condición social y parentela van a tener un peso en estas decisiones, lo cierto es que observamos uniones bastante notables entre estas mujeres. 197 En la confesión de uno de los testigos, concretamente el mercader Valerio Méndez, se dice lo siguiente: “…un día por la tarde a hora de la una, poco más o menos, este testigo fue a Palacio a llevar cierto ámbar y almizcle a doña Ysabel de Quiñones y le dixeron que no le podía hablar porque estaua en el quarto de la serenísima Princesa, y que la aguardase; y este testigo la aguardó a una esquina del corredor del patio, hechado de peschos enzima del, y vio cómo estaua hablando don Gonzalo Chacón desde el dicho corredor a una ventana con una mujer que entonces no conoció”. Más adelante se explica cómo la propia doña Luisa se descubrió ante el mercader. AHN, OOMM, (archivo histórico de Toledo), leg. 36634, s.f. 198 Billete de doña Juana de Cárdenas a Felipe II (remitido por Mateo Vázquez), marzo de 1579, IVDJ, Envío 51, Caja 67, nº 24 199 Sobre las mercedes dotales véase ANDÚJAR CASTILLO F., “Mercedes dotales para mujeres o los privilegios de servir en Palacio (siglos XVII- XVIII)” en Obradoiro de Historia Moderna, nº 19, (2010), pp. 215- 257. Se centra especialmente en casos desde finales del siglo XVII- reinado de Carlos II- y siglo XVIII. 109 No podemos analizar uno a uno los diversos matrimonios que tuvieron lugar en el seno de la Casa, pero lo que sí debemos hacer es fijarnos en aquellos casos significativos que nos ayuden a entender qué casuísticas y qué problemáticas se podían generar al tratar este negocio en particular. Uno de los casos más interesantes que he podido analizar al realizar mi investigación es el que concierne a Doña Ana de Navarra y Benavides200. Esta dama entró al servicio de Isabel de Valois en 1565; era hija de don Juan de Benavides y de la marquesa de Cortes, doña Jerónima de Navarra de quien heredó ese título. Doña Ana era una dama titulada y las circunstancias que rodearon esa condición la van a convertir en uno de los partidos más interesantes de la Corte. Al quedar viuda doña Jerónima de Navarra casó en segundas nupcias con Don Martín de Córdoba; aunque no sabemos exactamente en qué momento, la marquesa de Cortes decidió hacer dejación de su título en manos de su hija. La razón para llevar adelante esta decisión radicaba en el hecho de que su segundo marido estaba poniendo en peligro los bienes que debía heredar doña Ana de su madre; y lo cierto es que, por las palabras que reproducimos a continuación, la marquesa estaba protegida ante la ley para hacerlo: “ Y porque podría ser que también pusiesse duda Olarte diciendo que la marquessa estando cassada no puede hazer dexación de su stado sin liçençia de su marido advierto a Vª Sª Illma que, en este caso, no es necesaria porque siendo su marido pródigo y disipador como es, no solamente puede disponer la marquesa de su hazienda pero podría pedirle y compelirle a restituyr lo que a gastado…” 201. El proceso no va a ser sencillo ya que la marquesa doña Jerónima va a mantener un pleito paralelo para lograr una compensación económica en todo 200 Sobre el linaje de los marqueses de Cortes y, sobre todo, la significación política de la introducción de doña Ana dentro del servicio palatino son interesantes las conclusiones del profesor LIANG Y. G. “A family reunion in the Spaniish Occupation of Navarre” ponencia presentada en el marco de la RSA Annual Meeting (22- 24 de marzo de 2012), en el panel Blood and Empire: international aristocracies in the Sixteenth- Century Spanish Mediterranean. 201 En efecto “la marquesa de mueve a hazer esta dexación de su stado a favor de su hija porque entiende el daño grande que ha sucedido por hauerse casado segunda vez con don Martín de Córdoua y que después que con él casó le a gastado y consumido mucho de su hazienda…” Memorial dirigido a Don Diego de Espinosa, BL Add Mss/28337, ff. 30- 31 110 este proceso 202. Finalmente en 1574 doña Ana se convirtió por derecho propio en Marquesa de Cortes; a cambio, su madre recibía una compensación de dos mil ducados al año para alimentos (dándose 1750 ducados en dinero y el restante en cebada), y las deudas sobre el estado las debía resarcir la propia doña Ana.203 La dama de la reina cargaba sobre sus espaldas con la responsabilidad de un título y estado, siendo además muy joven. Pero lo que nos interesa destacar en este punto es el hecho de que su condición de marquesa va a ser muy apetecida en los círculos cortesanos, de tal manera que doña Ana se va a convertir en objeto de especulación en relación a su futuro matrimonial. El interés suscitado por la marquesa de Cortes va a hacer que los cortesanos estén absolutamente atentos a cada uno de sus movimientos en Palacio, entre otras cosas para saber cuáles eran sus intenciones en previsión de un futuro matrimonio. Fueron diversos los pretendientes que surgieron para hacerse con la mano de doña Ana de Navarra. El conde de Santiesteban la va a pretender para su hijo mayor; por su parte, un antiguo pretensor a la mano de doña Jerónima de Navarra, Don Felipe Enríquez de Navarra, señor de Ablitas, trató de que se le tuviese en cuenta en un posible matrimonio ya que había enviudado de su mujer doña María Luna. El Duque de Nájera propuso a su hijo mayor, el Conde de Treviño; pero, en previsión de que se alegase la dificultad de casar a dos personas tituladas, ofreció a su segundogénito, lo que además le aseguraba a éste una salida honrosa. La marquesa de Berlanga, que además era Camarera Mayor de la Reina, hacía maniobras para asegurase la dama para su hijo, don Juan de Velasco, aunque, en palabras de Gaztelu, disimulaba lo que podía la pretensión. También sonaron como pretendientes Don Martín de Alagón, hijo del Conde de Sástago, Don Francisco Mendoza, 202 “Los pleytos que la marquessa de Cortes tiene con doña Ana de Nauarra y Venauides, su hija, son dos: el uno, sobre que la marquesa pide alimentos de las rentas de su estado que están secrestadas por deudas que deue a la dicha su hija, y éste se trata en el Consejo Real ante Vª Sª Illma. El otro es sobre que la marquessa pide y pretende alcançar a su hija más de treinta mil ducados de los vienes muebles y joyas y vestidos que ella traxo quando se casó con el marqués don Juan de Venavides…” Memorial dirigido a Don Diego de Espinosa, BL Add Mss/28337, ff. 30- 31 203 Además, la persona que hasta ese momento se había encargado de los asuntos de doña Ana- don Diego de Olarte, ya mencionado en el memorial citado con antelación- era relevado en ese cargo por petición propia. Memorial dirigido a Felipe II, s. f., IVDJ, Envío 21, Caja 32, nº 498 111 hijo del Marqués de Mondéjar; e, incluso, el Marqués de Final. Dejamos en último lugar a don Francisco Enríquez, hijo del virrey de la Nueva España y sobrino del Marqués de Aguilar. Éste último va a ser el sustentador de la pretensión, aunque el propio don Francisco no va a ser ajeno hasta el punto que: “ Don Enrique de Mendoza, hermano del Duque del Infantadgo, tiene un page cada día en el corredor de Palaçio por espía del dicho don Francisco Enríquez para que vea todo lo que passa y cómo procede la dicha Marquesa” 204. Ante tal avalancha de pretendientes la actitud de la Marquesa de Cortes va a caracterizarse por la prudencia y, consciente de que su juventud podía ser un acicate para que los cortesanos trataran de manejarla a su antojo, va a recurrir a Felipe II. Doña Ana elevó una carta al Rey donde dejaba constancia de las sugerencias que de boca del licenciado Fuenmayor se le habían hecho sobre su matrimonio. En concreto le menciona dos: el conde de Treviño, cuyos estados estaban cercanos a los de la propia doña Ana, y el ya mencionado don Francisco Enríquez. La dama se presentaba como servidora del monarca quien la “ abya sacado de casa de ruyna” y agradecía lo que había hecho por su padre, Don Juan de Benavides. A continuación aseguraba que “ no tenya voluntad y libertad para poder decir nada, pues en todo la tengo rendyda a su magestad a quyen por señor y padre e querido abysar desto” 205. De esta manera la dama se va a someter a la voluntad del Rey y sus consejeros que van a determinar el mejor candidato para doña Ana. En concreto, el favorito para desposarse con la dama va a ser Don Francisco Enríquez, considerando que su situación era la idónea. Se trataba de evitar, por un lado, las uniones de estados que tendrían lugar en caso de desposarse con un titulado 206; por otro, se consideraba que la edad del pretendiente era la 204 Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid xxxi de mayo de 1575, AHN, Consejos 15189, nº 1 Doña Ana de Navarra a Felipe II, s. f., AHN Consejos leg. 15189, nº 64 (3) 206 “El doctor Francisco Hernández de Liéuana dize que no le parece que conviene que la dicha Marquesa case con persona que aya de suceder en otro estado, por la confusión y dificultades que suele causar en los mayorazgos y las obligaciones que pusieron los que los instituyeron a los que suçcediesen en ellos para la conseruación de sus casas, nombres y armas…” Marín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 31 de Julio de 1577, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 42 205 112 adecuada, un requisito que no todos los candidatos cumplían207. La opinión de los del Consejo va a ser unánime y Felipe II va a mostrarse de acuerdo con esa decisión. En sus propias palabras: “ No ay duda si no que don Francisco Enrríquez es más a propósito y yo creo que la marquesa vendrá bien en él y quien podrá saber mejor su voluntad será el Marqués de los Vélez” 208. El Mayordomo Mayor, cumpliendo con su obligación como cabeza de la Casa va a sondear la opinión de doña Ana de Navarra209 quien, en cierto modo, se va a sentir ofendida por esa consulta. La dama consideraba que había dejado muy clara su postura “ agraviándose que Vuestra Majestad quiera enteder su voluntad, pues nunca la tuvo, ni quiere tener, sino seguir siempre en todo la de Vuestra Majestad” 210. Aunque se debieron de iniciar las negociaciones para la conclusión del matrimonio, lo cierto es que éste nunca llegó a producirse por la muerte de la Marquesa de Cortes que además de dejar vacías las esperanzas de don Francisco Enríquez, provocó la vacante en el tan deseado título 211. Posiblemente el caso de la Marquesa sea único entre las damas de la Reina doña Ana de Austria; el interés que suscitaba no radicaba en la mejora de la dote que suponía el cuento de dama, o en las conexiones que tuviera con la Familia Real merced a su condición de servidora, sino en sus propios méritos como titulada. Sin embargo, nos permite comprender algo mejor el universo cortesano en que se movían estas mujeres quienes, también eran sujetos activos en esta clase de estrategias y movimientos destinados a acrecentar la 207 Así ocurría, por ejemplo, con el hijo del Conde de Aguilar: “El licenciado Fuenmayor dize que entiende que el hijo del conde de Aguilar no tiene la hedad que conviene para casalle, como quiera que su estado es muy principal y de muchos vassallos y que está muy çerca de la raya de Navarra para acudir a lo que por aquella frontera se offreciera…” Marín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 31 de Julio de 1577, AHN, Consejos, leg. 15189, nº 42 208 Martín de Gaztelu a Felipe II. Réplica del Rey, Madrid xi de octubre de 1577, AHN, Consejos leg. 15189, nº 70 209 “…es más conveniencia, siendo la marquesa dama de la reyna nuestra señora, que el Marqués de los Vélez, como su mayordomo mayor y tan deudo de la Marquesa, la hablasse de parte de Vuestra Majestad para entender su voluntad en lo que toca a su casamiento con el dicho don Francisco…” Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 13 de octubre de 1577, AHN, Consejos leg. 15189, nº 72 210 Martín de Gaztelu a Felipe II, Madrid 25 de octubre de 1577, AHN Consejos leg. 15189, nº 75 211 “También murió la Marquesa de Cortes a viiiº deste sin casarse, sobre cuyo estado salen opositores a la succesión del” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, Madrid 3 de marzo de 1579, IVDJ, Envío 14, Caja 27, nº 26 113 honra de sus parentelas. Otro elemento que echamos en falta en este caso es la aparentemente nula participación de la reina; la documentación que hemos manejado hasta la fecha no nos indica que Ana de Austria se moviese en beneficio de esta dama concreta, recayendo la mayoría del peso en el propio Rey. No obstante, sí que contamos con otros casos en que la participación de la reina va a ser clave en el futuro de sus damas. En este punto parece lógico referirse a aquellas mujeres que habían tenido una cercanía previa a la reina. Es lo que antes calificábamos como el grupo de damas “ alemanas” . En este sentido, la importancia del círculo imperial en la Casa de Ana de Austria es constatable por la huella documental que ha dejado tras de sí las personas que lo conformaron. Muchas de estas mujeres- producto de matrimonios mixtos- se criaron con la entonces archiduquesa Ana y fue deseo de María de Austria que marcharan a la Península para formar parte de su servidumbre. Uno de esos matrimonios mixtos había unido a doña Margarita de Cardona y a Adam de Dietrichstein212. Como embajador cesáreo en la Corte de Madrid Dietrichstein se ganó el favor regio que se tradujo en la concesión de mercedes como el hábito de la Orden de Calatrava y otras de carácter más personal y buena muestra del afecto de Felipe II213. Esa estancia en España supuso el inicio de una carrera cortesana por parte de las hijas del barón en Madrid, primero al servicio de Juana de Austria y más tarde al de Ana de Austria. La hija mayor, María, casó con el Conde de Galve mientras que las dos menores, Ana e Hipólita, entraron al servicio de Juana de Portugal. Ya hemos visto la importancia del epistolario de Ana de Dietrichstein para el conocimiento de la 212 Sobre los Dietrichstein véase las aportaciones de CRUZ MEDINA, V. “Y porque sale la Reyna a senar acabo, ques mi semana de servir. La vida en Palacio de la Reina Ana, las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela en las cartas de Ana de Dietrichstein“ en LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO M. V., y FRANCO RUBIO, G., op cit., pp. 427- 445 “Margarita de Cardona y sus hijas, damas entre Madrid y el Imperio” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO M. P. M. (coords.), op cit, pp. 1267- 1300 213 En el año 1566 se compraron los siguientes materiales para unos vestidos: “El dicho día [1 de febrero] dio ciento y veinte y ocho onzas de plata, digo ciento y veinte y ocho onzas y una ochava de plata de Milán que se gastaron en franjuelas y gurbiones y entorchados y rifadillos para tres vestidos que Su Majestad mandó dar a un hijo y dos hijas de Diatristán, ayo de los príncipes de Bohemia (…) Más dio el dicho día diez y ocho onzas de plata de Milán que se gastaron con las demás de la partida de arriba en los vestidos de los dichos niños (…) En 24 de mayo dio tres baras de cintas encarnadas para las basquiñas de tela de plata y azul para las hijas de Diatristán a diez maravedís la bara…” Quenta con Diego Zamora, año de 1566, AGP Administrativa leg. 5247, exp. 1, s. f. 114 Corte en estos años, a la vez que nos permite asomarnos a las estrategias familiares de la propia dama. En 1595 Margarita de Cardona regresó a la Península acompañada de su hija menor, Beatriz, quien entró a servir a la Infanta Isabel como dama. Asimismo podemos citar el caso de María Manrique de Lara, casada con Vratislao de Pernestán214; aunque sus hijas no entraron en la servidumbre de las casas sí que establecieron un estrecho vínculo con la Península. Así doña Luisa ingresó como monja profesa en las Descalzas Reales donde fue conocida como Sor Luisa de las Llagas; doña Juana, por su parte, casó con el Duque de Villahermosa. No podemos olvidar otros casos como los mencionados por el Marqués de Ladrada, donde se especifica como el deseo de incorporar a las hijas de estos servidores que se movían entre el Imperio y la Monarquía no fue posible, aunque ello no dificultó que se convirtieran en receptoras de la merced regia: “ Y para satisfacción de Su Magestad en lo que toca a las damas que dicen que están rescebidas y asentadas en el estado que byno de Alemania, las cuales son una hija de Luys Benegas y otra de don Pedro Lasso y otra de don Ladrón de Guebara, me paresce, si Vuestra Magestad es servido, que se ponga una cláusula que diga que por cuanto la emperatriz tuvo la voluntad de que las dichas fuesen rescebidas por damas y ansí las mandó asentar en aquel estado y que después de benyda Su Magestad no a abydo lugar de ser rescibidas, suplica a Vuestra Magestad que se les haga la merced que se les hiziera si en efecto estuvieran sirviendo” 215. Queremos detenernos ahora en el caso de las Lasso; esta familia va a estar estrechamente conectada con la reina desde el momento en que se concertó el matrimonio. Son cuatro las damas con este apellido que entran a servir en Palacio con la llegada de Ana de Austria a Madrid: María, Margarita, Luisa e 214 MAREK, P. “Las damas de la emperatriz María y su papel en el sistema clientelar de los Reyes españoles. El caso de María Manrique de Lara y sus hijas” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y LOURENÇO M. P. M., op cit., pp. 1003- 1036 215 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 3 de noviembre de 1571, BL Add Mss/ 28354, ff. 278279. El Mayordomo, considerando que la concesión de la merced no era muy onerosa, se podía llevar adelante. 115 Isabel. La emperatriz María consideró que la presencia de estas mujeres en el entorno inmediato de la archiduquesa podía ser provechosa, ya que al haberse criado con ella suponían un elemento de permanencia en un momento de grandes cambios y transformaciones en su vida. Las damas van a contar con una doble protección; la que Ana de Austria pudiera hacerles como consorte de Felipe II, y la que otorgaba la emperatriz como hermana del Rey y madre de la nueva reina: “ No me dize vos sy le contenta doña Margarita Laso. Suplico a vos que se acuerde de hazelle toda merced, que será para mí muy grande porque me ha servido muy bien” 216. Estas damas se van a ver particularmente favorecidas a la hora de concertarse sus matrimonios. En el caso de Margarita, su futuro ya estaba determinado antes de salir del Imperio ya que estaba concertada una unión con el Conde Tribulcio 217. De nuevo María hace referencias a este matrimonio, señalando su deseo de que Felipe II admitiese la unión y tomase bajo su protección a la pareja- “ Ansy no puedo dejar de suplicar a vos nos aga merced a Ana y a my de casallos a ella y al Conde Tribulçio, que a tiempo que lo desean, y de tenellos de criados” 218- acomodándolos en el servicio o bien de la Reina o bien del Rey. El matrimonio se produjo en 1571, por lo que el paso de esta dama por Palacio fue considerablemente breve. Más interesante resulta la merced económica que se les hizo y que nos refiere el marqués de Ladrada. El Mayordomo consultaba al Rey sobre este asunto porque a su parecer había un error en una de las presunciones de la dama; en efecto, informaba que: “ …quando el Cardenal me dixo que hablase a doña Margarita Laso, yo lo hize y no le dixe que V Md le hauía dado dos mil ducados de merced por una vez, sino solos mil, con los quales y con los dos mil de juro de 216 Carta de la emperatriz María a Felipe II, 29 de Noviembre de 1570, ADA Caja 20/98, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 205 217 Oriundo de Milán, era hijo del Conde Juan Termo Tribulcio. Formaba parte del séquito de la Casa de los Príncipes de Hungría, ocupación que fue recompensada con la concesión de un hábito en la Orden de Calatrava. FERNÁNDEZ IZQUIERDO, F., La orden militar de Calatrava en el siglo XVI, Madrid 1992, p. 311. 218 Ibidem. 116 por vida, entrando en ellos el juro que tiene el Conde Tribulçio se hauía de dar contenta por el quento de dote y del vestido que se les suele dar a las damas” 219. Los dos interesados habían presentado una cédula por dos mil ducados, y aunque Felipe II retrasó la resolución del asunto, lo cierto es que no se puede negar que la merced que se hacía a esta dama era considerable, excesiva a ojos del Mayordomo Mayor220. La salida de la dama de Madrid se produjo en Junio de 1571221; la antigua servidora trató de dilatar lo máximo posible su estancia en la Corte ya que eso suponía permanecer cerca de la fuente de mercedes que era la Reina. No obstante, como vamos a ver más adelante, su conexión con Ana de Austria se va a extender en el tiempo. En el caso de María Laso, su estancia en el Alcázar se dilató hasta 1576, cuando contrajo matrimonio con Don Bernardino de Velasco 222. Con ocasión de este enlace, el rey hizo merced a la novia de una merced de diez mil ducados en moneda- entrando en ellos, el cuento de maravedís que le correspondían como dama- como muestra de gratitud por los servicios prestados, tanto por ella como por sus padres223. Lo cierto es que la dama había contado con la protección que le otorgaba la reina y, también, con los desvelos de la emperatriz que no se va a olvidar de ella224. 219 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid Viernes Santo de 1571, BL, Add Mss/ 28354, ff. 170- 171 “…deuía tener en mucho mandalle pagar los dos mil ducados demás de la merced que se le hazía, y es cierto que si con sólo mi paresçer esto se huuiera de hazer no creo yo que él los lleuara porque presupuesto lo mucho que la reyna nuestra señora les a dado, aunque aquellos fueran inclusos en la merced que V Md les hizo, hera demasiado” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid Viernes Santo de 1571, BL, Add Mss/ 28354, ff. 170- 171 221 De hecho, el Mayordomo Mayor va a tratar de que este asunto se resolviese con la mayor dilación posible: “En llegando aquí hablé luego al doctor Ortega y supe que doña Margarita [Lasso] está en disposición que se puede partir dentro de tres o cuatro días, y díjome cuán persuadido abía sido para que dijese lo contrario y yo le dije en esto mi parescer y cuanta descomodidad era para el Qe Tribulcio la dilación, y ansí creo que no podrá dejar de tragar esta Jornada, aunque todavía les debe de quedar alguna esperança en no dársele los pasaportes que el Qe Tribulcio me dijo oy que abía menester…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid Junio de 1571, BL Add Mss/28354, ff. 220- 221 222 “Don Juan de Velasco murió a vii deste y su mujer tres semanas antes; hase reçebido por dama vna hija suya y como scriuí a V S su hijo mayor casó con doña Mª Lasso, dama de la Reyna nuestra señora” Martín de Gaztelu a Don Juan de Zúñiga, AMAEC, Santa Sede, leg. 4, nº 232 223 BL, Add Mss 28399, f. 43 224 “La mucha obligación que tengo a doña Mª Lasso y a sus padres me fuerza que os canse con esta carta, para rogaros mucho que para hacerme placer muy grande toméis a vuestro cargo procurar que mi 220 117 Doña Luisa y Doña Isabel casaron en la década de los 80, por lo que no pudieron recibir una merced de Ana de Austria en el momento de sus matrimonios, pero la reina sí que las había tenido en cuenta en su codicilo. Se les hizo entrega de una merced de dos mil ducados que debía añadirse al cuento de dama y, aunque no se especifica, es muy posible que se entregase en el momento de sus respectivos matrimonios que tuvieron lugar en 1586 y 1587225. En el caso de Isabel Laso, sí hay que señalar la existencia de una continuidad entre Ana de Austria y las Infantas. Poco antes de producirse su desposorio, la Infanta Isabel medió en beneficio de la dama, tal y como podemos deducir del billete que entregó la entonces Camarera Mayor, doña Francisca de Rojas condesa de Paredes, al Mayordomo Mayor don Juan de Zúñiga226. No se especifica cuál era el objetivo de la intervención de la Infanta pero, de nuevo, seguimos viendo como las Lasso eran particularmente beneficiadas en su estancia y salida de Palacio. Por su parte, doña Luisa Lasso no se había visto desprotegida y ya desde un inicio la emperatriz había velado porque Felipe II asumiese un papel de patronazgo para con la dama. En este caso, se incidía en los servicios prestados por los padres y abuelos de la dama227. En este caso que estamos tratando, las mercedes regias no se detuvieron tras el matrimonio, y la reina y emperatriz tuvieron buen cuidado de seguir ofreciendo su apoyo a las antiguas servidoras. Cuando Margarita Lasso tuvo hermano y la Reyna le agan tanta merced que se pueda casar muy bien…” La emperatriz María al Marqués de Ladrada, Viena 3 de Junio (s. a.) BL, Add Mss/28354, f. 573 225 “Mando a doña Ana Manrrique mi dama, demás del quento que se le suele dar, dos mil ducados por una vez y lo mismo a Doña Luisa Lasso y Doña Isabel Lasso.” Codicilo al testamento de Ana de Austria otorgado en Badajoz 25 de octubre de 1580, AGS, Patronato Regio, leg. 29, nº 2. Hay copia en AZ, Altamira 220, 80. 226 “Su alteça [de la Infanta] me mandó que escribiese a v sª y le embiase este despacho que es sobre el negoçio de doña Ysabel Lasso y que v sª la aga tanto placer que la despache luego porque doña Ysabel Lasso salga de aquí antes que nos vamos que es la yda el sábado a diez deste y porque todos estamos confiados que nos ará v sª esta md como dueño dello en este no diré más a v sª…” La Condesa de Paredes, doña Francisca de Rojas a Don Juan de Zúñiga, Aranjuez 6 de mayo de 1586, AZ Altamira, 84, nº 166. 227 “Su hija de don Pero Laso, que aquí nombramos para dama de la Reyna es mujer y de muy buenas partes, y su madre para morir cada día y nieta de quien crió la Reyna, suplico a vos les aga esta merced, que yo la rrezibiré en ello muy grande y sé que será bien empleada” La Emperatriz María a Felipe II, Viena 8 de febrero de 1572, ADA Caja 20/84 recogida en GALENDE DÍAZ J C. y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., p. 235 118 su primer hijo con Claudio Tribulcio, Ana de Austria envió a una persona a Milán para que sacase al niño de pila en su nombre228. Isabel Clara Eugenia también va a preocuparse por el destino de estas damas en su vida más allá del Palacio. Así ocurre en el caso de doña Luisa Lasso a quien la Infanta escribió cuando residía en la Corte de Bruselas. Las felicitaciones por la boda de su hijo- “ y ver que tan buena suegra sabéis ser que a mí me paresçe imposible que lo seais ya” - y la petición de noticias sobre su nuera y su hija doña Francisca demuestran un interés y el mantenimiento de unos vínculos que no pueden pasar desapercibidos. Doña Luisa había formado parte de la vida de Isabel Clara, quien en la misiva le recuerda “ soy la misma que me conçistes” , y por ello la Infanta va a querer estar al tanto de su vida, favoreciendo a estas antiguas damas en la medida de sus posibilidades229 Esta clase de gestos, que tienen una carga simbólica, muestran las parcialidades existentes en Palacio con los servidores; no todos van a gozar de la misma consideración por parte de la Familia Real y, en consecuencia, no todos van a contar con las mismas oportunidades. Otro de los destinos habituales para las damas de Palacio era la entrada en religión, una opción que, para algunas de ellas contaba con más ventajas que el matrimonio. Lo cierto es que no fue la salida mayoritaria y si observamos el conjunto de mujeres que sirvió en Palacio desde 1570 hasta 1598, el matrimonio fue bastante más habitual. No obstante las monjías van a tener un lugar importante en la rutina de la reina y resulta interesante ver el interés que 228 “Doña Anna por la gracia de Dios Reyna de España, de las Dos Siçilias, de Hierusalem, etc. Condessa Doña Margarita Lasso. Mucho he holgado de entender nueuas de vra salud y mucho más holgaré quando entienda vro buen alumbramiento [y así he querido embiar persona que en my nombre saque de pila lo que naciere, el qual os visitará de my parte y dará el parabién con la voluntad que yo os tengo y terné siempre, de Madrid] lo demás que de vuestra parte se me ha pedido, que yo embie persona que saque de pila en mi nombre lo que naçiere, huelgo yo de hazer, y así embio a mandar a (espacio en blanco) que lo haga a su tiempo, y que os visite de mi parte, y me dé auiso de cómo quedáredes, y de en lo que os podré complazer, vos le creereys en es esto, y que la voluntad que os tengo y terné siempre, es la misma que hasta aquí hauéys conoçido, de a de março 1572” Ana de Austria a Margarita Lasso, condesa de Trivulzio, AGS Estado legajo 1234, nº 115 229 La Infanta Isabel a Doña Luisa Lasso,Bruselas 10 de Junio de 1606 BL Add Mss/ 28451, f. 525 119 la consorte mostró por el bienestar de aquellas que eligieron el retiro conventual. La primera mención a una de estas monjías tras la llegada de la Reina al Alcázar se produjo en 1571; correspondía a doña Leonor de Toledo, antigua dama de Isabel de Valois que profesó en las Descalzas Reales230. Más interesante resulta el caso de doña María de Toledo quien también va a entrar en la fundación conventual de la Princesa de Portugal. En agosto de 1571 el Mayordomo Mayor de la Reina informaba al monarca sobre las gestiones que se estaban llevando a cabo para una pronta resolución de esta cuestión, así como de la ayuda que estaba ofreciendo la Princesa para la buena marcha del negocio 231. No obstante lo que más nos interesa destacar es el hecho de que Ana de Austria interviniese para favorecer a esta dama, concretamente ofreciéndole el pago del cuento que se otorgaba a aquellas que contraían matrimonio. El Mayordomo había avisado a la reina que “ no se acostumbraba a dar a las damas el cuento de la dote no casándose” pero, Felipe II había decidido hacer una excepción ante el deseo profundo de la reina por conceder esta merced 232. En este sentido tenemos que reflexionar sobre la capacidad de persuasión que contaba Ana de Austria sobre su consorte; en aquellos momentos la reina estaba embarazada del que había de convertirse en Príncipe don Fernando, así que es lógico pensar que Felipe II quisiese agradar a la reina en un momento tan significativo. Evidentemente estas acciones de la reina generaban un precedente que va a ser utilizado por otros miembros de la servidumbre palatina para conseguir mercedes semejantes. Así, doña María Chacón va a presentar una petición 230 “La Rreyna nuestra señora fue oy a misa a las Descalças, porque la señora princesa abía convidado a Su Magestad para la fiesta de la profisión de Doña Leonor de Toledo y fueron con Su Magestas las señoras ynfantas” El Marqués de Ladrada a Felipe II, BL, Add Mss 28354, f. 166 231 “Doña María de Tº tomará el hábito el domingo, y aunque yo e trabajado cuanto e podido porque fuese antes, no a sido posible por querer dejar acomodadas todas sus cosas primero. Yo traté anoche con la sª princesa de la manera que esto se a de hazer y ansí se concertó que fuese como es costumbre sin que aya ningún extraordinario” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 16 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 265 232 Además de informarnos de la intervención de la reina, el Mayordomo incide en cuestiones de orden práctico relativas a la merced; por la información vertida en el billete entendemos que la merced no se iba a pagar inmediatamente si no que la idea era consignarlas en unas rentas específicas, en concreto el segundo pago de las Ferias (no se especifica cuáles). La dama va a tratar de que el pago sea más rápido ya que su intención era solventar todos sus asuntos antes de entrar en el convento. El Marqués de Ladrada a Felipe II, Agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354 120 similar para una de sus hijas, doña Juana Enríquez quien también mostró deseos de profesar como monja. El Mayordomo Mayor consideraba indigno que los servidores usasen esos argumentos para forzar la voluntad de los monarcas: “ …les he dicho que de ninguna cosa se puede Vuestra Majestad enfadar más que de que le traygan consequençias, pues paresçe que en ello quieren quitar la voluntad y libre aduitrio que Dios puso a cada uno de todos los hombres, quanto más en los príncipes y reyes tan grandes y tan poderosos como V Md” 233. No se le escapaba al Marqués que la situación de doña María Chacón y de su hija era bastante desesperada; por un lado, la propia doña Juana tenía sus deudas y la ayuda de su madre, que cargaba con las dejadas por su marido y las de uno de sus hermanos- Don Diego-, no era posible en aquel momento. Así, la solución que se planteaba era que el Rey ayudase para la entrada en religión de doña Juana de la misma manera que se hubiese hecho en caso de matrimonio, aunque con la condición de abandonar el juro de que gozaba en aquellos momentos234. Hay otro caso que no podemos dejar de reseñar al referirnos a las entradas en religión y es el que concierne a una de las enanas de Palacio, doña Luisa235. Para el Mayordomo la problemática que se planteaba en este caso es que no entraba dentro de la costumbre la asistencia de la reina a esta clase de actos, pero respaldándose en la opinión favorable de la Princesa doña Juana pudo Ana de Austria estar presente en este momento peculiar dentro de la vida de 233 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 29 de octubre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 510 En el caso del juro se pretendía evitar la situación que se había producido con doña Leonor de Toledo: “…asimismo a de çesar los ciento y veynte y cinco mil maravedíes de juro de que ella goza y esto es menester declararse así porque no pretenda dexar el uso fructo deste juro a quien ella quisiera como lo hizo doña Leonor de Toledo, que con un testimonio de vida que cada año saca su padre cobra dozientas y sesenta y tantas mil maravedíes que V Md le mandó dar de juro de por vida por tres mil ducados que le mandó la Reyna nuestra señora que aya gloria” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 29 de octubre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 510 235 Se hace referencia a ella en MORENO VILLA, J., Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de placer que tuvieron los Austrias en la Corte española de 1563 a 1700, Sevilla 2008, p. 59 234 121 Corte236. Los favores a esta dama- enana no cesaron en el hecho de estar presente en un momento tan significativo de su vida, sino que se extendieron a otros ámbitos. Aunque no hemos podido confirmar todos los datos creemos que esta enana tenía un hermano, también enano, que quiso hacer de la vida religiosa su opción de futuro. Entró como novicio en el monasterio de San Francisco de Palencia y su hermana medió ante la Reina para que ésta favoreciese la toma del hábito como monje de pleno derecho. El memorial elevado por doña Luisa es elocuente al respecto. “ Doña Luysa, enana de las sereníssimas infantas dice que habiendo Juº Çamorano su hermano, tomado el hábito en el monasterio de Sant Francisco de Palençia y teniendo ya seis meses de nouiçiado, sus superiores no le quieren admitir a la profesión diciendo que es muy pequeño de cuerpo. Suplica a V. M. pues no ay otro inconveniente para dejar de haçer su profesión mas que el dicho defecto de ser pequeño pues al recibir el hábito no fue defecto, sea V. M seruida de scribir al provincial y al comisario general de aquella provincia de la Conceptión, en recomendación del dicho Juº Çamorano encargándoles que no habiendo otro inconveniente mas que el sobredicho le admitan a la profesión que desea haçer que en ello recebiría mucha merçed” 237 La Reina mostró su interés por este particular caso a través de una anotación manuscrita de su propia mano que se encuentra en el dicho papel y en la que ordenaba “ en lo que pide aquí doña Luys, mira lo que se podrá hacer” . Este caso significativo protagonizado por ambos hermanos es reseñable; la conexión entre ellos también puede verse en la elección de la orden franciscana como la elegida para su entrada en religión. 236 237 El Marqués Ladrada a Felipe II, Madrid 28 de septiembre de 1572, BL Add Mss/ 28354, f. 482 Memorial de doña Luisa, s. l, s. f., IVDJ, Envío 6, Tomo III, nº 96 122 APRENDIZAJE Y SOCIALIZACIÓN DE LA INFANTA La formación del príncipe es un aspecto que suscitó la atención de los contemporáneos y que tuvo su reflejo en la multitud de obras escritas sobre los modos y objetivos de esa educación. La historiografía posterior no ha dejado desatendido un aspecto fundamental para entender a aquellos que dominaron y determinaron la política europea del Antiguo Régimen238. Como señala Bély, la educación y aprendizaje de los modos de gobierno y de las maneras principescas era el elemento que diferenciaba a estos potentados de aquellos que les rodeaban introduciéndole en esa sociedad de príncipes e iguales que dominó la Europa del Antiguo Régimen239. El problema a que nos enfrentamos en este caso es que, frente a un mayor y amplio conocimiento de la educación de los príncipes varones, las mujeres de la realeza han sido menos estudiadas. Los tratadistas se mostraron bastante más prolíficos a la hora de elaborar textos para ellos que para ellas y han tenido que producirse una serie de cambios en las visiones y metodologías para que consideremos a las mujeres como sujetos de poder y por tanto, como elementos a ser considerados en la historia política240. Los frutos de la historiografía reciente- desde el ámbito de los estudios de género, pero sobre todo los estudios sobre mujer y poder, así como aquellos centrados en el espacio cortesano- nos ofrecen una guía fundamental para afrontar la casuística particular que queremos analizar. El 238 Por ejemplo, no podemos pasar desapercibidos los trabajos de GONZALO SÁNCHEZ- MOLERO J. L., El aprendizaje cortesano de Felipe II, Madrid 1998, o su artículo “El príncipe Felipe en el proyecto imperial carolino: su aprendizaje político” en CASTELLANO CASTELLANO J. L y SÁNCHEZ- MONTES GONZÁLEZ, F. (coords.) Carlos V. Europeísmo y Universalidad. Vol. II. La organización del poder, Madrid 2001, pp. 318- 321, más centrado en el aprendizaje político y que venían a cubrir un importante hueco dentro de la historiografía. Es cierto que la obra de March ya había ofrecido una aproximación al tema, pero los trabajos citados son producto de una historiografía renovada gracias a los estudios culturales sobre la Corte. Asimismo, el caso de Felipe III ha sido tratado por Santiago Martínez Hernández en su trabajo sobre el marqués de Velada y también de manera monográfica: MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. y PÉREZ DE TUDELA A. “La educación de Felipe III” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y VISCEGLIA M. A. (dirs)., La Monarquía de Felipe III: la Corte. Vol. III, Madrid 2008 pp. 83- 145 239 BÉLY L., La société des princes. XVIe- XVIIIe siècles, París 1999 240 No es de extrañar que el interés de los historiadores se haya centrado, en primer lugar, en las reinas consortes como es el caso de Isabel la Católica- para una síntesis sobre su formación como princesa véase ALVAR EZQUERRA, A. “La educación de Isabel la Católica” en Torre de los Lujanes, nº 48 (2002), pp. 221- 238- quien ha sido resaltada en su faceta de mujer culta y autodidacta, responsable además de la excelente educación de sus hijas. Para el caso de Juana es de lectura imprescindible la biografía de ARAM, B., op cit, donde se hacen algunas consideraciones interesantes sobre la educación de una infanta que no estaba destinada a ser reina propietaria. 123 objetivo es doble: por un lado, dar a conocer más aspectos sobre la infancia y juventud de la Infanta entendidas como periodo formativo; y por otro, profundizar en el conocimiento de la participación femenina en el ámbito de la Corte y el poder. Isabel Clara se vio marcada desde un primer momento por su condición de Infanta primogénita. Si bien es cierto que en el momento de su nacimiento Felipe II contaba con un heredero varón en la persona del Príncipe Don Carlos, lo cierto es que la muerte de éste, así como las de los Príncipes don Fernando y Don Diego la colocaron en la posición de previsible heredera de la Monarquía. No es de extrañar, por tanto, que cortesanos, embajadores y otras personas cercanas a su entorno estuvieran sumamente atentos a los progresos de la Infanta y a las posibilidades que podía ofrecer la cercanía a ella. Había una realidad objetiva sobre el papel destacado de la Infanta en la Corte y que se concretó en las relaciones epistolares formales que la Infanta mantuvo con diferentes personajes de la “ escena pública” europea; este hecho que viene a demostrar la relevancia de Isabel Clara en la Corte de Felipe II se desarrolló desde una temprana edad y su muestra palpable la encontramos en los archivos españoles y europeos. La Infanta fue objeto de un programa educativo del que no tenemos referencia como un sistema programado y preestablecido, pero que podemos intuir en múltiples aspectos y acciones que marcaron el devenir cotidiano de Isabel en la Corte de Felipe II241. Infancia en Palacio: juegos y diversiones Antes hemos hecho referencia al hecho de que este proceso hay que enmarcarlo en un periodo vital concreto que es el de la Infancia. En este sentido, sigue siendo de obligada referencia la obra clásica de Philippe Ariès242 que hace una interesante reflexión sobre lo que suponía ser niño en este periodo. Cuando los historiadores han querido acercarse al proceso de crecimiento y crianza del niño en el Antiguo Régimen han centrado su 241 Sobre el proceso educativo de la Infanta Isabel véase MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. “<Reyna esclarecida, Cynthia clara, hermosa luna>: el aprendizaje político y cortesano de la infanta Isabel Clara Eugenia” en VAN WYHE, op cit., pp. 21- 59 242 ARIÈS, P. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid 1987 124 esfuerzo en el análisis de obras escritas por contemporáneos que tratasen estos asuntos, desde tratados teóricos hasta otros basados en la experiencia. En este sentido, el Journal de Jean de Héroard, que describe de manera sistemática el día a día del joven Luis XIII, constituye una de las mejores fuentes y la más privilegiada por los estudiosos243. Así algunos historiadores- como es el caso de Elizabeth W. Marvick244- afirman que la descripción que el médico hace sobre el carácter e impulsos del joven delfín es una herramienta esencial para comprender al gobernante que más tarde fue. El Journal ha servido como guía para conocer aspectos sobre la crianza de un príncipe, desde la alimentación hasta el juego y entretenimientos. Como estamos viendo, en el caso de la Infanta Isabel, si bien no contamos con una fuente tan jugosa como el Journal, sí que podemos vislumbrar muchos aspectos sobre esa infancia en Palacio a través de las distintas informaciones esparcidas por la documentación. No resulta difícil imaginar a la Isabel Clara niña que evocan esas fuentes, ya que el buen número de retratos que se conservan sobre su persona nos permiten ver su evolución física a lo largo de los años. En ellos la podemos ver sola o acompañada por su hermana y, si bien en muchos casos la sobriedad de los mismos hace que centremos la atención exclusivamente en su persona, en otros casos se vislumbran objetos y actitudes que nos permiten entender el universo material y las costumbres que regalaban su vida en esos años. 243 En el artículo de MARVICK, E. W., “Louis XIII and His Doctor: On the Shifting Fortunes of Jean Héroard’s Journal” French Historical Studies, vol. 18, nº1, (1993), pp. 279- 300, se hace hincapié en la importancia del diario para la historia de la Infancia, toda vez que se reflexiona sobre las diferentes ediciones del mismo y las problemáticas que presentan. Asimismo resulta de interés la lectura del artículo de FOISIL M., “La première education du prince d’après le Journal de Jean Héroard” Mélanges de l’Ecole française de Rome. Moyen- Age, Temps Modernes, t. 99, nº 1, (1987), pp. 303- 335, que es una síntesis sobre el proceso educativo del monarca francés a partir de las informaciones vertidas en el susodicho diario. 244 “He [the Journal] allows us to follow, in Louis’s responses to his early conflicts, the emergence of an authoritarian and warlike public figure in whom was preserved, in private, the emotional dependency of the child”, MARVICK, E. W., op cit, p. 280. En este mismo sentido resulta interesante la lectura del artículo de GRANDINI, M. “È possibile utilizzare la psicoanalisi leggendo il Journal di Héroard?” Mélanges de l’Ecole française de Rome. Moyen- Age, Temps Modernes, t. 99, nº 1, (1987), pp. 391403, donde concluye que “Luigi XIII rimane, nelle pagine di Héroard, un personagio quasi irresistibile dal punto di vista psicoanalítico. La sensibilità del medico nell’osservare e descrivere la complessa realtà infantile del Delfino risulta invitante e a questa stessa realtà infantile su sarebbe tentavi di rivolgersi per capire le manifestazioni di una interiorità turbata che sembra accompagnare la giovinezza di un Principe remissivo, balbuciente e insomne e la maturitè di un Re che, (…) seppe dimostrarsi crudele e conobbe relazioni affettive difficili o addirittura impossibili” (p. 403) 125 Muchos de los retratos la muestran en compañía de esos animales, a veces exóticos, que constituían una “ normalidad” dentro de las Cortes europeas del momento 245. Así, además de los perrillos falderos, también podemos verla retratada junto a monos, papagayos, etc. Esa constatación visual se complementa con otras aportaciones documentales que nos permiten comprender cómo esas criaturas formaban parte del escenario cortesano y “ compartían” los lujos que el mismo proporcionaba. Así, las cuentas de los oficiales de Palacio nos hablan de ropajes para vestir a los monitos, de las camas para los perros de la Infanta, etc246. Más que los animales- que van a formar parte de la vida de Isabel Clara a lo largo de toda su trayectoria vital-, hay otros elementos que nos remiten de manera más inequívoca a la Infancia. Me refiero a los juguetes, sobre todo muñecas, que formaban parte de ese mundo material. Tras su nacimiento Isabel fue “ acumulando” un pequeño ajuar de objetos destinados al cuidado de su persona y servicio, pero que también contaban con un indudable acento infantil: los sonajeros, por ejemplo, aparecen como un elemento más en esas cuentas administrativas que se manejaban en el bureo: “ ....más ha de haver una onça y quatro ochavas de plata que pesó un palillo con unos cascabeles y su rremate que hizo para el servicio de la sereníssima infanta doña Ysabel” 247 .En 1569, por poner otro ejemplo, la Duquesa de Alba encargaba la labor de dorado de una camita de campo para una de las muñecas de Isabel; a ello 245 Sobre el intercambio de estos animales exóticos en el siglo XVI véase PÉREZ DE T UDELA, A. y JORDAN A., “Luxury Goods for Royal Collectors: Exotica, Princely Gifys and Rare Animals Exchanged between the Iberian Courts and Central Europe in the Renaissance” en TRNEK, H. y HAAG, S. (eds.): Exotica. Portugals Entdeckungen im Spiegel fürstlicher Kunst- und Wunderkammern der Renaissance. Die Beiträge des am 19. und 20. Mai 2000 vom Kunsthistorischen Museum Wien veranstalteten Symposiums, Wien, Jahrbuch des Kunsthistorischen Museums Viena, nº 3, (2001), pp. 1-127. 246 Por ejemplo, en las cuentas del sastre se hace referencia al siguiente encargo para la mona de la Infanta Isabel: “Mas hize para la mona un baquero de mezcla con pasamanos de seda y dos pares de mangas con sus alamares de la hechura diez reales. Más hize para la dicha mona un corpiño de lienzo y una verdugada de hechura de todo ocho reales…” Cuentas del sastre del segundo tercio de 1591, AGP Administrativa, leg. 5272, exp. 1. Asimismo, en el año de 1596 las cuentas de guardajoyas reflejaban las siguientes adquisiciones: “En postrero de octubre mandó su alteza comprar una bara de terciopelo labrado pardo para hacer vestir a los perrillos de su alteza” también “compré seis baras de lienço casero para sábanas y colchones para en que pariesen las perrillas de su alteza…” Cuentas del guardajoyas (1596), AGP Administrativa leg. 902, exp. 6 247 Cuentas del platero Francisco Álvarez, AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 39, f. 587v 126 habría que sumar los constantes recordatorios a la abuela de las niñas, Catalina de Médicis, para que les enviase juguetes y otros objetos: “ Están contentísimas sus alteças con las muñecas y brincos que vuestra magd les hizo merçed de ynbialles” 248 En su estudio Ariès hace referencia a la ambigüedad que caracteriza, en ocasiones, a estos objetos; haciendo un repaso desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, reflexiona sobre las similitudes entre las muñecas como objetos de juego y aquellas que tenían un carácter funerario. Es evidente que, cuando vemos en la documentación conservada en el Archivo de Palacio y encontramos referencias expresas a las muñecas de las Infantas no hay ninguna relación entre esos objetos y el mundo funerario, pero debemos ser conscientes de que aquellas no tenían por qué ser objetos de juego exclusivamente. En el año 1579 el sastre de las Infantas hizo una serie de vestidos para sus muñecas. Así “ para una muñeca de su alteça, la Ynfanta doña Catalina, hize dos sayas, la una de rraso amarillo y la otra de tafetán verde de piñuela con sus cuerpos altos y bajos y mangas de punta y terciada” ; también Isabel encargó para su muñeca “ dos sayas, la una de belo de plata y la otra de tafetán amarillo con sus cuerpos altos y bajos y mangas de punta y terciadas” 249. Por las fechas sabemos que las Infantas rondaban los 12 y 13 años de edad, respectivamente, y por tanto habían abandonado la primera infancia; por ello, la pregunta que nos surge es si realmente estas muñecas, ricamente vestidas, eran simples juguetes o tenían, en realidad, otra funcionalidad. En el desgaje de las cuentas se señalan las personas que dieron los materiales para la confección del vestido y se especifica, en ambos casos, que parte de las telas habían sido entregadas por las propias Infantas. Ello nos hace pensar que las muñecas cumplían una función de “ figurín” que permitía a Isabel y Catalina experimentar con los diseños y telas que, perfectamente, podían lucir ellas mismas en sus ropajes. Es evidente que en el mundo cortesano, la vestimenta 248 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, BNF, Ms Espagnol 336, f. 12, recogido en MOREL FATIO A., op cit, p. 382 249 AGP, Administrativa, leg. 5272 127 tenía una especial consideración como signo externo del status, algo que las Infantas debían de haber interiorizado desde la más tierna infancia. Así, un objeto como es la muñeca y que podemos entender como parte del juego acaba por convertirse en un elemento más para la visualización que para la diversión250. Esa autonomía en la elección de su vestuario queda puesta de manifiesto en las consideraciones del Mayordomo durante los preparativos para la Jornada de Aragón que culminaría con el matrimonio de la Infanta Catalina y el Duque de Saboya. “ Mateo Vázquez dixo que V Md mandaua que sería bien se mirasse en lo de los vestidos que sería bien hazer al Pe Nuestro Señor y a Sus Altezas, y que algunos dellos aurían de ser ricos y para el mejor acertamiº dello a paresçido que es bien que el Conde de Barajas lo diga a la señoras Infantes y saber su voluntad, pues en estas cosas, por las colores y otras causas es bien que se haga a elección de los que se visten…” 251 Hemos visto cuáles eran las funciones de esos objetos, pero más allá de que las Infantas los usasen con unos fines u otros sabemos que el juego y el entretenimiento formaban parte de su vida. En sus notas biográficas, Luisa de Carvajal y Mendoza- emparentada con doña María Chacón y criada en las Descalzas donde coincidió con las Infantas- hablaba de esos juegos compartidos con Isabel Clara y Catalina Micaela: “ la mayor parte del día pasaba jugando con las infantas a las muñecas o a las señoras. Y si mi aya me detenía, ellas venían por mí, sin embargo de aquella grandeza y gravedad con que las criaban…” 252. Asimismo, Felipe II vio en la venida de los archiduques 250 Contamos con otros testimonios que alejan a las muñecas del universo lúdico o infantil. En 1587 la Infanta Isabel mandó en uno de sus envíos a Turín “una caxa con dozena y media de muñecas (…) [y] siete muñecas chiquititas…” Cédula de paso de 28 de octubre de 1587, AGS Cámara de Castilla libro 362, ff. 87v- 88r. Asimismo, también resulta curioso el siguiente envío de la reina Ana a su madre, la emperatriz María: “Otro envoltorio cubierto de ençerado en que va una muñeca vestida del hábito de la Concepción Françisca” Cédula de paso 25 de julio de 1576, AGS Cámara de Castilla, libro 360, ff. 141v- 142r 251 Apuntamientos [de don Juan de Zúñiga], San Lorenzo 1 de octubre de 1584, AZ, Altamira 85, 69. 252 GONZÁLEZ MARAÑÓN, J. y ABAD, C. M., Doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566- 1614). Epistolario y poesías, BAE, Tomo CLXXIX, Madrid 1965, p. 17 128 Alberto y Wenceslao una ventaja para sus hijas, ya que la corta edad de todos ellos les permitiría compartir espacios y actividades lúdicas: “ …se ha de adereçar el aposento de la Reyna y el de las Infantas y el de mis sobrinillos, que les harán a ellas muy buena compañía por ser poco mayores” 253. Por otro lado, una de las damas de la Reina, Ana de Diestrichstein se quejaba sobre la obligación que tenía de complacer a las Infantas jugando con ellas- “ yo me bueluo a la primera eda de jugar toda la vida con las ynfantas, que no me dejan un punto” - a algo similar a las cocinitas- “ que agora damos en gisar potages y convidamos a la Reyna” 254. No podemos olvidar otra de las diversiones frecuentes en la Corte: el juego de naipes. Isabel de Valois había sido muy aficionada a esta clase de juegos y los practicaba habitualmente con sus damas y otras mujeres del servicio. De nuevo, un vistazo a las cuentas de la Casa nos confirma esa diversión. En el año 1561, en una de las jornadas a Aranjuez se pagaron “ por tres dozenas de baraxas de naypes, las dos dozenas de Francia a diez rreales cada una la otra dozena de Toledo en siete rreales y medio, fue todo veynte y siete rreales y medio” ; debió de hacer buen uso de ellas la reina porque tuvo que recurrir a una de sus damas para que le prestase dinero, 100 reales, que más tarde tuvo que abonar el Mayordomo 255. Estos pagos para jugar también los encontramos en el caso de las Infantas, que también fueron bastante aficionadas a ello 256. Tanto es así que Felipe II, en una de las cartas a su hija Catalina cuando casó con el Duque de Saboya se refería a Isabel Clara en los siguientes términos: 253 Contestación de Felipe II en billete del Marqués de Ladrada al Rey, Madrid 20 de noviembre de 1570, BL Add Mss/28354, f. 78 254 Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, San Lorenzo 1 de agosto de 1576 en Cruz Medina, p. 57 255 Cuentas para el viaje de la Reina a Aranjuez en 27 de febrero de 1561, AGS Casa y Sitios Reales, leg. 37, f. 114. 256 “En San Lorencio El Real a beynte y uno de setiembre de myll quinientos y setenta y nuebe años se dieron a sus alteças por mandado del Ilmo. Señor conde de Barajas diez y seis reales para que jugasen a quenta del señor Juan Fernández de Espinosa tesorero general de Su Magestad…” unos días más tarde, 30 de septiembre, la cantidad asecendió a 12 reales, AGP Administrativa, leg. 660, s. f. 129 “ Y que vuestra hermana se hace tahúr de un nuevo juego que ha traído Gonzalillo, que no sé si lo hay ahí y ella os debe de escribir de él” 257. No hay que olvidar una de las diversiones o actividades más típicas en el mundo cortesano y a la que los Habsburgo van a dedicar un tiempo considerable. Nos referimos a la caza que tuvo un peso especial en algunas de las salidas de la Corte como es el caso de las visitas al Pardo. Hablamos de diversión aunque quizá deberíamos matizar este aspecto. La caza eta un privilegio reservado a unos pocos- realeza y nobleza- que marcaba, además, parte del calendario cortesano. Esto implicaba que los bosques y cazaderos estaban vedados al común de la población. Asimismo el ejercicio de la caza tenía un carácter formativo que no fue pasado por alto en los manuales de educación dedicados al príncipe o al noble258. Durante su niñez las Infantas habían acompañado a la reina y a sus primos a estas excursiones, y habían sido testigos de estas prácticas259. Con el tiempo ellas van a empezar a disfrutar en persona de tales pasatiempos al aire libre y, concretamente, en el caso de Isabel Clara la afición va a ser muy profunda y uno de los hechos que los contemporáneos e historiadores que se han acercado a su figura han resaltado de manera más evidente. Cuando Isabel realizó su viaje a la Corte de Bruselas, la hermana de Enrique IV, Catalina de Borbón tuvo ocasión de conocerla y la impresión que le causó su persona fue toda una sorpresa, tal y como dejan entrever estas palabras: “ Mon cher Roy, 257 Felipe II a la Infanta Catalina, Monzón 23 de Agosto de 1585, Carta XLV en Bouza Álvarez (ed.), op cit, p. 125 258 Sobre la importancia de la caza en la Corte de Felipe II y su repercusión en la generación de oficios y una administración- creación de la Junta de Obras y Bosques- véase el capítulo de RIVERO RODRÍGUEZ, M., “Caza, monarquía y cultura cortesana” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y FERNÁNDEZ CONTI, S. (dirs.), La Monarquía de Felipe II: la Casa del Rey, vol I, pp. 351- 430 259 Por ejemplo, contamos con esta breve descripción de una salida al Pardo: “Anoche escreví a v m y envié carta de su mgd y agora escriuo esta estando en el Pardo para que su Mgd sea avisado cómo la reyna nuestra señora y sus altezas an llegado muy buenas y a las cinco y media se apearon y quando su mgd salía eran las dos en punto y ase venido bien despacio porque el día hera hecho muy bueno y el príncipe Vincislao mató dos ánades de un tiro y todos vienen contentos y alegres…” Don Gonzalo Chacón a Mateo Vázquez, 3 de febrero de 1578, IVDJ Envío 7, T. III nº 121 130 Ce porteur vous dira comme s’est passé icy à la reception de l’Infante. Ella m’a esté plus courtoise que le pays ne me le faisoit esperer. C’est une humeur qui à mon avis vous seroit agréable; elle ayme fort la chasse” 260. Sorprende esa última aportación sobre el carácter de Isabel Clara, no tanto porque la caza fuese una de sus actividades favoritas, sino porque es un aspecto digno de atención para la princesa de Navarra. Como ya hemos señalado no es el único testimonio al respecto. Así, podemos ver en las siguientes palabras de Felipe II una cierta competencia entre las Infantas a la hora de cobrar piezas: “ A sido bueno venir hoy poco de Madrid porque vamos agora a ver si la Infanta menor puede matar un ciervo como lo mató le mató la mayor, para podernos con esto despedir de la caça de aquí…” 261. El hecho de que Isabel Clara decidiese agasajar a su tía con una de las piezas de caza en una jornada posterior puede ser indicativo, además del gusto por las actividades cinegéticas, el deseo por mostrar sus habilidades en esta actividad 262. Lectura y escritura. Aprendizaje y usos prácticos En cierto modo, el aya debía encargarse de la primera educación de las Infantas y más tarde, lo hizo con el Príncipe e Infantes. Una de las sucesoras en el cargo, Doña Inés Manrique, condesa de Paredes de Nava, admitía en una de sus cartas al secretario Mateo Vázquez sus torpes intentos para enseñarle las primeras letras al Príncipe Don Diego. Junto a la enseñanza de los primeros rudimentos, también estaba la instrucción religiosa más básica y por ello el 260 Catalina de Borbón a Enrique IV de Francia, s. f (1599), Carta XVIII en DE FRÉVILLE SAINTEMARIE MÉVIL, E., “Lettres inédites de Catherine de Bourbon, princesse de Navarre”, Bibliothèque de l’école des Chartres, tomo 18, (1857), p. 325 261 Mateo Vázquez a Felipe II (contestación del monarca), 24 de septiembre de 1584, BL Add Mss/ 28263, f. 339 262 “Mas se pagaron en 21 de octubre seis reales a dos hombres que ayudaron a descargar el gamo que su alteza de la sª infanta mató y se truxo al Escurial y a un hombre que le guardó hasta que se llevase a su magestad de la emperatriz…” Gasto extraordinario hecho en la caballeriza de sus altezas durante este mes de octubre de 1596, AGP, Administrativa, leg. 5980, s. f. 131 ambiente en que se movía el aya no debía tener tacha alguna. No extraña por tanto, la preocupación de uno de los mayordomos de la Casa, Don Pedro Niño, ante la presencia junto al Príncipe de una esclava morisca de doña María Chacón: “ Las moriscas que auýan me dizen que es una moça de doña María Chacón y esta dize ques muy buena crystiana y que no pasa al aposento del príncipe sino syenpre stá en el aposento de su ama mas esta y otra mochacha se rremdyarán que no estén ally…” 263. Evidentemente el ejemplo que daba el aya era fundamental para el príncipe e infantes, pero no recaía en ella toda la responsabilidad de la formación religiosa ya que los confesores tenían un papel muy importante en esta labor. En este sentido, podemos traer a colación la educación de la sobrina de Isabel Clara Eugenia, Ana de Austria futura Reina Cristianísima. El hecho de ser la primogénita la colocó en una posición de relevancia en el círculo cortesano y, evidentemente, su educación ha suscitado el interés de los historiadores. En su caso fue fray Diego de Guzmán el encargado de formar espiritualmente a la Infanta, toda vez que mejoraba sus habilidades en la lectura, escritura y conocimiento del latín264. Un similar proceso debió de producirse en el caso de Isabel Clara y Catalina Micaela. Poco sabemos sobre la formación intelectual de las dos infantas durante su niñez y adolescencia, aunque podemos sacar diversas conclusiones a partir de informaciones diversas, ya que no contamos con una fuente que nos dibuje de manera inequívoca el programa educativo que Felipe II las quiso imponer. Lectura y escritura fueron habilidades que desarrollaron a una edad temprana, desde luego así nos lo indican algunos testimonios tempranos sobre la Infanta; y eran básicas para unas mujeres que 263 Carta de Don Pedro Niño a Mateo Vázquez de Leca, Madrid agosto de 1576, IVDJ, Envío 22, Caja 34 Tomo D, Doc. 30/14 264 Para la educación de Ana de Austria resulta de interés la lectura de HOFFMAN, M. K., Educating Royalty at the Court of the Spanish Habsburgs, 1601- 1634, Louisiana 2011, pp. 59- 61 132 más tarde o más temprano deberían hacer uso de ellos. Este aprendizaje podía hacerse en compañía de otras mujeres265 y su dinámica debía ser la siguiente: “ Esta daua liçión de leer a sus hijas en una sala pública donde era el concurso de todas las mujeres de casa a lo menos de las dueñas ajuntadas ellas alrededor de una mesa donde leyan y tomauan liçión de leer tan solamente porque con su orden no quiso que aprendiesen a escriuir porqie juzgó que esto no era neçessario a las mujeres sino antes occasión de inconveniente/ y daños como se ve por experiencia. Quiso que supiesen leer porque por el rezar es neçessario y porque no se priuasen a fin de la leçión de muchos libros deuotos y prouechosos en que se aprende mucho bueno y son como predicadores y como en la oración hablamos con Dios assí en estos libros y por los predicadores habla el señor con nosotros.” 266 Esta descripción sobre cómo aprendían a leer las doncellas aparece recogida en la biografía de la Condesa de Chinchón, doña Inés Pacheco, cuyas hijas entraron a servir a Palacio. Aquí solo se habla sobre la manera en que aprendían a leer- habilidad que, a juicio del autor, era suficiente en la educación femenina por los fines religiosos especificados- pero resulta de enorme interés ya que nos permite imaginar los modos en que se practicaría la lectura en los aposentos femeninos de Palacio. En este sentido, los historiadores siempre se han referido a la existencia de una academia literaria en el seno del Alcázar en la que participaron las Infantas y sus damas. Aunque no contamos con muchas referencias a esa institución, sí que podemos 265 Junto a las Infantas se educarían las meninas; contamos con el nombre de uno de los maestros de estas niñas, merced a una petición que se hizo a la Cámara de Castilla “En la cámara se ha visto un memorial del licenciado Simeón Castaño en que dize que ha seruido tres años de maestro de las meninas de Sus Altezas y que es natural de la Isla de Madera y destos reynos en los seglar, en los quales a más de 21 años que reside y supplica a V Md le haga natural en lo eclesiástico. Y teniéndose consideración a que el conde de Barajas dize que ha seruido en esto y que es buena persona, ha paresçido que siruiéndose V Md dello le puede hazer merced de darle liçençia para poder tener en estos reynos hasta 300 ducados de renta por la Iglesia” Consulta de la Cámara, Madrid 20 de diciembre de 1584, AHN, Consejos, leg. 4409, nº 200 266 Narración Hystorial de la vida y exerciçios de la señora doña Ynés Pacheco, condesa de Chinchón… escrita por un religioso de la Compañía de Jesús, confesor de la dicha señora, para gloria de nro señor y edificación de los fieles, ff. 43- 44 133 constatar los gustos literarios de las Infantas. El mundo pastoril y caballeresco tuvo una gran importancia en los ambientes cortesanos y si bien los podemos entender como un medio a través del cual las Infantas se moldearon en un estilo concreto de vivir la Corte, sus confesores no siempre lo vieron con buenos ojos. Fray Buenaventura de Santibáñez, capellán en el Alcázar transmitía al rey su preocupación por las lecturas de las Infantas y así consideraba que “ no sólo es buen medio la ocupación, mas si ésta es útil sirue de entretenimiento y es muy loable exemplo con personas puestas a vista del mundo para alumbrar en la Casa de Dios” . Su retórica alambicada insiste en la ejemplaridad de las Infantas, auténticos modelos vivientes para las mujeres que vivían a su alrededor, un punto en el que Felipe II no podía estar más de acuerdo: “ De vuestro buen cuidado tengo yo la mucha satisfacción que es razón, y bien se paresce en lo que aquí dezís de que ha sido muy bien avisarme, y lo será que con la discreción y buen término que vos lo haréis, procuréis con las Infantas se exerciten siempre de manera que sea exemplo para sus criadas, dexando los libros de cauallerías y leyendo en los de deuoción, pues será esto tan conveniente y conforme a lo que se deue y se ha de hazer. Y no dexaré de apuntarles algo de mío, en lo que les escriuiré a propósito de lo que aquí dezís” 267. Posiblemente todo esto quedó en buenas intenciones y si bien es cierto que la lectura de obras de tipo devocional era una práctica común, ello no impide que el gusto por los libros de caballerías desapareciera y sabemos que Isabel Clara los siguió leyendo 268. Evidentemente los libros de temática religiosa tendrían 267 Memorial de Fray Buenaventura de Santibáñez a Felipe II (con respuesta), Madrid 27 de mayo de 1581, BL Add Mss 28342, f. 322. No hemos visto ninguna referencia expresa a este deseo de Felipe II en las cartas que escribió a sus hijas por estas fechas, aunque es cierto que en ellas hay recomendaciones sobre la necesidad de que supervisaran la educación de sus hermanos más pequeños. Véase Fernando Bouza, op cit. 268 En una carta escrita al Marqués de Velada cuando estaba en Bruselas comenta lo bien que lo había pasado leyendo el Quijote: “Tan byen os agradezco a don Quyjote que a sydo todo my pasatiempo estas carnastollendas y sy ubyera llegado más tenprano quyçá ubyéramos sacado algo dél para alegrallas pero no faltará alguna ocasión” La Infanta Isabel al Marqués de Velada, Bruselas 6 de marzo de 1616, BL Add Mss 28698, ff. 205r- 208v, recogida en MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. “Significación y trascendencia del género epistolar en la política cortesana” en Hispania… p. 509 134 una importancia fundamental dentro del conjunto de lecturas de la Infanta269. Si miramos los casos de las mujeres más próximas a ella, como puede ser el de la emperatriz María o Sor Margarita de la Cruz podemos observar cómo entre los intercambios entre Madrid y Viena, los libros de temática religiosa van a contar con un importante papel270. Por ello, debemos pensar que en la “ biblioteca” de la Infanta no faltarían aquellos libros demandados por su confesor. Quizá junto a ellos puedan ser más relevantes, por su peso en la formación intelectual, aquellos que se dedicaron a la Familia Real y que estaban relacionados con el aprendizaje del latín o de los principios de la retórica y gramática. Es frecuente la alusión a la obra de Pedro de Guevara, Nueua y sutil inuención en seys isntrumentos, intitulada juego y exercicio de letras de las serenísimas Infantas doña Isabel y doña Catalina de Austria: con la qual facilísimamente y en muy breue tiempo, se aprenderá todo el artificio, y estilo de las gramáticas, que hasta agora se han compuesto, y se compusieren de aquí adelante, dedicada a Felipe II y compuesta hacia 1581. Con esta obra se hacía un acercamiento sencillo y lúdico al aprendizaje del latín y de sus declinaciones, aunque no podemos saber con certeza si las Infantas lo emplearon en su educación. El autor consciente del potencial de la Familia Real a la hora de promocionar sus obras, dedicó otro de sus escritos a la propia Infanta Isabel intitulada Escala del Entendimiento en la qual se declaran las tres A rtes del 269 Un estudio fundamental para acercarse a la lectura femenina y las bibliotecas de mujeres es el de CÁTEDRA, P. M. y ROJO A., Bibliotecas y lecturas de mujeres. Siglo XVI, Salamanca 2004. Si bien se centra en un ámbito concreto, la ciudad de Valladolid, no nos pueden pasar desapercibidas sus conclusiones. Las lecturas religiosas van a tener, en este sentido, un peso esencial en aquellas bibliotecas: lecturas de tipo espiritual y, centradas en la práctica litúrgica. En este sentido el libro de horas se constituye en pieza básica y fundamental hasta el punto de convertirse en objetos: “…alcanzaría la categoría de libro no libro, como otros que se incorporan en ellos [los inventarios], los relicarios, los credos, los salterios, hasta incluso los librillos de memorias, que tenían, antes que el dudoso destino de ser leídos, el de ser guardados o formar parte del joyero devoto o del secreto de la dama…” p. 120. En este sentido contamos con una referencia a los libros de horas de las Infantas: “…en principio de septiembre del dicho año [1579] por cédula del Conde de Varajas se dieron a Ochoa de la guardajoyas un quero de flores de Valençia para hazer unas bolsas para unas horas de sus altezas” AGP Administrativa, leg. 5236, exp. 11, s. f. 270 Por ejemplo, estas dos cédula de paso a favor de Sor Margarita de la Cruz son significativas: “La Infanta doña Margarita. De passo para doze cuerpos de libros con imágenes de las historias evangélicas por enquadernar, y otras doze con las anotaciones y meditaciones de los Evangelios (…) 27 de noviembre de 1596” y “Su Alteza. Otra de passo para doçe cuerpos de libros de imágenes de la vida de Christo y otros doçe de sus meditaciones evangélicas (…) y asimismo se traen dos doçenas de estampas (…) 24 de abril de 1597” AGS Cámara de Castilla, libro 364, ff. 55- 56 y 72 135 Licenciado Pedro de Gueuara, de Gramática, Dialéctica, Retórica, y la vniuersal, para todas las sciencias. La obra fue publicada en 1593 y servía de complemento a la anterior. En este caso, la Infanta era una mujer ya adulta y con una educación intelectual completa, por ello quizá debamos ver en esta obra una consideración al estatus de Isabel Clara que puede comportarse como potencial mecenas de las artes y no una intencionalidad didáctica. Estas lecturas tenían un además un reflejo en el mundo teatral cortesano que vivieron las Infantas. Habitualmente los estudios sobre teatro han primado el siglo XVII- por razones obvias- y han dejado la escena del siglo XVI algo más huérfana, pero algunos trabajos sí han puesto de manifiesto la importancia que el reinado de Felipe II tiene para comprender la escena dramática en la centuria siguiente271. Efectivamente, las representaciones cortesanas tuvieron su lugar en las Cortes de los Habsburgo del XVI y formaban parte de su proceso de socialización en ese particular escenario. Ya fuesen farsas o torneosque podían tener un carácter escenificado-, lo cierto es que el mundo teatral tenía un lugar privilegiado en Palacio; Felipe II lo había disfrutado en su niñez y juventud, y en la madurez van a recoger el testigo sus mujeres e hijas272. Efectivamente, Isabel de Valois va a disfrutar de representaciones teatrales en la Cámara273 y va a ser protagonista en otras como es el caso de la muy conocida Farsa del día de Reyes, que ha sido estudiada como uno de los ejemplos más significativos del mundo escénico del siglo XVI. Con la llegada de Ana de Austria las cosas no van a cambiar y, al igual que la tercera consorte 271 Sobre este aspecto incide SANZ AYÁN, C., “Felipe II y los orígenes del teatro barroco” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 23 (Monográfico V), (1999), pp. 47- 78 272 Por ejemplo, la participación de Felipe II en los saraos cortesanos durante su infancia la encontramos en la correspondencia de Estefanía de Requesens “Està molt bo y ayr féu lo prínsep una festa de un torneg de miyons, y agé- y- sarau de minines y don Lloys dansà la pavana y gallarda ab dona dona Anna de Çúñiga, la filla del conte, que aja gloria, que està en palàsio aprés que son pare morí. Té tretze anys y és molt gentil. Feren- o molt bonico los dos cosins, y ell estaba molt ben vestit. Y, per a què jo gustàs algún poc de la festa, volgé Deu que vingé Francisco abans que la comensasen…” Estefanía de Requesens a Hipólita de Rois, Valladolid 5 de mayo de 1537, recogida en de AHUMADA BATLLE, E. (ed.) Epistolaris d’Hipòlita Roís de Liori i d’Estefania de Requesens (segle XVI), Valencia 2003 273 Sobre representaciones en Palacio encontramos noticias en las Cuentas de la Casa de la Reina Isabel, por ejemplo: “Francisco Tabo, siciliano, con sus compañeros hizo ayer en Palacio delante de S. M de la Reyna mi señora ciertos juegos de títeres y bueltas de que dieron contentamiento a su magestad…”(18 de Junio de 1567) o la siguiente “Antes que el señor don Juan se fuese me mandó que hiziese pagar a Juan Antonio escultor ciento y setenta rreales por ciertas pinturas y otras cosas que él y otras tres personas hizieron para la comedia que en el mes de hebrero pasado hizieron las mozas de cámara de su Md“ (Madrid 10 de marzo de 1567), AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 398, ff. 754 y 770 respectivamente 136 había disfrutado de esas diversiones junto a su cuñada, la princesa doña Juana, también va a ocurrir lo mismo con la archiduquesa. El marqués de Ladrada hace referencia a algunas de esas representaciones que tenían lugar dentro de Palacio o en otros espacios cortesanos como el convento de las Descalzas Reales. Asimismo, era notoria la participación de las diversas personas reales como promotoras (cuando no intérpretes) de estas diversiones. Así cabe destacar de nuevo el papel de la Princesa, que las organizaba en sus aposentos274, o de los archiduques, como es el caso de Rodolfo 275. Hay que decir que además de que la Reina o las Infantas tenían en estos entretenimientos uno de los mejores pasatiempos, también era ocasión para que las damas disfrutasen y fuesen objeto de galanteo por parte de los hombres que componían la servidumbre de las otras casas. En ocasiones, estas celebraciones eran un quebradero de cabeza para el Mayordomo, sobre todo, si se celebraban en determinadas fechas como la Cuaresma. Así, en el año de 1572 queriendo hacer una farsa en esas fechas el Marqués le comentó a la Reina lo inapropiado de una fiesta y por ello se optó por hacer un auto sacramental, en principio más acorde a las circunstancias; no obstante “ todauía ubo tres o cuatro entremeses de regozijo, mas el auto de los santos no les agradó mucho a algunas de las oyentes” . La contestación de Felipe II incide, por un lado en lo inapropiado de la farsa en Cuaresma y por otro lado en las responsabilidades, porque si bien es cierto que Ana de Austria se había mostrado insistente en el deseo de hacer este entretenimiento, la princesa no le había ido a la zaga, algo que al monarca no le pasó por alto: “ Cierto bueno fuera escusar la farsa en este tiempo, siquiera porque a algunas no le pareciera mal lo del martirio, y con la reyna sola bien creo que se acabará y así no le hecho yo la culpa, mas my hermana sospecho 274 “La Rreyna nuestra señora me a dado oy esta carta para V M, y S M está muy buena y ase holagdo mucho esta tarde en el aposento de la señora Princesa con una comedia que Su Magd mandó que se hiziese allí a las cuatro de la tarde; fueron con Su M las señoras ynfantas y gustaron tanto de la comedia como si fueran de veynte años; también fueron allá los príncipes [de Hungría]” El marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 21 de febrero de 1571, BL Add Mss 28354 f. 158 275 “Esta tarde envió [Rodolfo II] a dezir a la Reina nuestra señora que tenía una muy buena farsa en su cámara, y Su Magd bajó allá y llevó consigo a las señoras infantes…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 20 de abril de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 191 137 que gusta dellas y que quiere escusar a que se hacen por holgar la reyna con ellas” 276. Como vemos las Infantas eran oyentes ocasionales en esta clase de divertimentos cortesanos en los que también van a participar activamente como actrices. En este sentido, las cuentas del sastre nos han permitido rastrear diversas farsas que tuvieron a Isabel Clara y a Catalina Micaela como protagonistas junto a sus damas. Sus temáticas, intuidas por los trajes elaborados, conectan con el mundo escénico del Quinientos donde los temas de corte pastoril y mitológico van a tener una gran acogida. Así en 1579 las Infantas participaron en una farsa en El Pardo donde se vistieron de turcas “ Mas en 22 de otubre hize para la mascarada que hizieron Sus Altezas (…) ocho ropas turcas de velilla de plata” 277. En el año de 1584 el tema pastoril fue el que marcó la mascarada tal y como nos refiere la cuenta del dicho sastre: “ Mas en diez de octubre hiçe siete sayuelas de raso falso de colores para siete pastoras de la comedia” . Leyendo la relación completa entendemos que la participación de las damas fue notable ya que había siete pastoras y siete pastores, a los que se unió un bobo- “ mas el dicho día hiçe para esta comedia un sayo de paño de colores para el bobo” - cuyo nombre no se especifica278. Ya sin la presencia de Catalina Micaela en la Corte, la Infanta Isabel va a seguir disfrutando de esta clase de entretenimientos, muy posiblemente junto a su hermano el Príncipe Don Felipe. De hecho en el año 1587 se llevó a cabo una comedia de temática mitológico- pastoril donde aparecían Diana y Cupido, papeles que, aunque no se nos especifique en las cuentas, muy bien pudieron 276 Marqués de Ladrada a Felipe II (con contestación), Madrid marzo de 1572, BL Add Mss/ 28354, ff. 359- 361 277 Cuenta de las hechuras de los vestidos que yo [René Jalín] tengo hechos para el servicio de Sus Altezas durante los quatro meses del tercio postrero deste año de 1579, AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f. Asimismo, hay relación de ello en las cuentas de los mercaderes de seda, donde se nos da cuenta de los materiales usados para la elaboración de los vestidos: velo de plata falso, tafetanes de diversos colores, seda, tela de forro y “tres honças de seda carmesí para enfelpar unas calzas de la Serenísima Infanta doña Catalina” Cuentas de las mercaderías que ha dado Baltasar Gómez, joiero de Su Magestad de la reina nuestra señora para servicio de las serenísimas infantas en el tercio postrero deste presente año de 1579 AGP, Administratuva, leg. 5247, exp. 1 s. f. 278 Cuenta de las hechuras de los vestidos que yo Rrené Jalín, sastre, tengo hechos para las personas de las serenísimas infantas en todo este año de 1584, AGP, Administrativa, leg. 5272, exp. 1, s. f. Al igual que en el caso anterior, encontramos una referencia aneja en las cuentas de los mercaderes de seda que nos permiten saber que la máscara se llevó a cabo en El Pardo, AGP, Administrativa, leg. 5247, Exp. 2, s. f. 138 interpretar la Infanta y el Príncipe279. El traje de Cupido consistía en “ un jubón de velillos blanco y encarnado (...) con sus ojetes alrededor” , mientras que el de Diana era “ una basquiña y corpiño de rraso blanco enprensada y guarnecida con tres pasamanos de oro y plata con seys pestañas de rraso y por guarda cuatro soguillas de raso y por encima quatro molinillos de oro y plata, picadas las pestañas y el corpiño con sus faldillas golpeadas y con su fieltro y ruedo de damasco” 280. No contamos con más datos sobre las mismas, ni la autoría ni los títulos, si bien es cierto que la Infanta se preocupó por contar con comedias encuadernadas, tal y como nos indica esta anotación en las cuentas del guardajoyas: “ Pagué de la enquadernación de tres libros de comedias que mandó Su Alª enquadernar, cada uno de por sí en pergamino con sus ojas doradas y cintas de seda, a seis reales cada uno, son dieciocho reales” 281. Prácticas devocionales en la Corte La importancia de la formación religiosa y espiritual es un hecho indudable si hablamos de educación femenina en la Edad Moderna. Algunos tratadistas se mostraron partidarios de una alfabetización básica que permitiese a las mujeres la lectura de obras religiosas y piadosas, con lo que se cubrirían las expectativas intelectuales que se esperaban de ellas. Evidentemente el caso de Isabel Clara Eugenia fue mucho más complejo, pero la formación religiosa fue 279 Sobre la participación del Príncipe podemos colegir que, efectivamente, interpretó el papel de Cupido si comparamos esta situación con la que se vivió en la Corte en décadas posteriores. Efectivamente en 1614 tuvo lugar la representación de la obra de Lope de Vega, El Premio de la Hermosura, en el que el futuro Felipe IV interpretó el papel de Cupido. SANZ AYÁN, C., “Representar en Palacio: Teatro y fiesta teatral en la Corte de los Austrias”, Reales Sitios, nº 153, Madrid 2002, pp. 31- 32. Junto a esta representación habría que citar la Fabula de Dafne que se representó en las Descalzas Reales durante la década de 1590. Sobre la misma han hablado FERRER VALLS, T. “Bucolismo y teatralidad cortesana bajo el reinado de Felipe II” en Voz y Letra: revista de literatura, vol. 10, nº 2 (1999) pp. 3- 18 y STEIN L. K., “Los músicos de la Capilla Real y la música de los festejos palaciegos, 1590- 1648)” en CARRERAS J. J., y GARCÍA GARCÍA (ed.), La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de corte en la Europa moderna, Madrid 2001, pp.251- 276 280 Cuenta de las echuras de los vestidos que tengo echos para el servicio de la señora Infanta doña Ysabel durante los dos tercios primero y segundo, deste año de 87 años, AGP, Administrativa leg. 5227, exp. 1, s. f. 281 AGP, Administrativa, leg. 902, exp. 7 (año 1597) 139 un elemento esencial. Vamos a centrarnos ahora, no tanto en la lectura de obras religiosas como en las prácticas devocionales. En su estudio sobre Madrid María José del Río analiza el proceso a través del cual la Monarquía se “ apropió” de algunos cultos locales madrileños convirtiéndolos en propios y regulándolos a través del ceremonial regio 282. La importancia de la Virgen de Atocha, por ejemplo, es un hecho significativo y que no puede pasar desapercibido 283. Durante el periodo estudiado vamos viendo como algunos de esos procesos van a iniciar su andadura, e Isabel Clara Eugenia va a participar de los mismos. Las distintas festividades del calendario litúrgico van a tener un reflejo en la vida de Palacio y los mayordomos mayores van a tener que organizar aspectos muy diversos. Nuevamente, los billetes del Marqués de Ladrada son una excelente fuente para acercarse a estos procesos. Por ejemplo, la organización de las salidas de la Reina y su cortejo a las procesiones de la Semana Santa requería una cierta organización. “ Las estaciones se hizieron ayer razonablemente a lo menos a respeto de lo que estaba puesto en plática y no creo llegaran a efeto si yo no me hallara aquí que por solo esto fue muy acertado aberme V Md mandado boluer al tiempo que byne porque llobyendo ayer tanto como llobyó y pareciéndome que el día no era para andar estaciones lo dije a la Reyna 282 Así, en referencia al reinado de Felipe IV señala lo siguiente: “La presencia permanente de Felipe IV en la ciudad (…) favoreció el proceso de apropiación de los principales cultos locales y su reconversión en cultos de la Corona. Como tales empezaron a actuar entonces las Vírgenes de Atocha y de la Almudena, sin dejar de ser por eso las patronas de la villa y aunque la primacía de una u otra empezara a ser dirimida por quienes buscaban su amparo en las necesidades urbanas y cortesanas. Lo mismo sucedió con el culto de San Isidro, que tras un largo trayecto como auxiliador de la Villa y su Tierra pasó- desde 1619- a ser también patrón de la Familia Real…” del RÍO BARREDO, M. J, Madrid, Urbs Regia. La capital ceremonial de la Monarquía Católica, Madrid 2000, pp. 190- 191 283 Por ejemplo se elevó un memorial al Rey de “Fray Gerónimo de Vallejo del Convento de Nra Sª de Atocha a propósito de la obligación que V Md tiene de honrrar y hazer limosna a aquella sta imagen por la en que le está, pues mediante ella escapó V Md de la enfermedad que tuuo en Badajoz donde estuuo V Md desauciado de la vida”. Esta causa motivó la llegada a la siguiente conclusión: “La limosna que pide fray Hierº de Vallejo para nra señora de Atocha es obra tan sta y será tan acepta a Dios y a su bendita madre como se dexa entender, el modo que el Consejo ha propuesto no padece dificultad ni inconviniente ninguno, porque ni se toca al patrimonio, ni es hazienda que pueda estar obligada a otros usos hauiendo de proceder de mera gracia, y no estando ésta aún en ser sino que el mismo que la pide ha de poner cuidado en buscalla y con tener cuenta de no conferirla sino a persona que por qualidad y hazienda sea digno della se salua todo lo que en esto hay que saluar, conforme a lo qual me parece que será esta limosna obra digna de V Md cuya católica persª guarde nuestro señor” El Conde de Miranda a Felipe II, Madrid 4 de Junio de 1597, BL Add Mss/ 28379, ff. 11 y 16 140 nuestra señora y a la sª princesa después de comer y las calles estaban llenas de lodoy con arríos de agua por todas ellas. Y la sª princesa dixo a la Reyna nuestra sª que era muy bien que no se anduviesen las estaciones ayer a pie sino que lo dejasen para cuando anocheciese y que entonces siendo de noche las podrían andar en coches y desta manera podrían visitar muchos más monumentos que yendo a pie y que las tinieblas las podrían començar temprano para que se acabasen al anochecer.” 284 Otro de los rituales habituales durante estas festividades era el Mandato del Jueves Santo. En las cuentas de Palacio queda constancia de los gastos generados por esta práctica. Por ejemplo se nos especifica en uno de los expedientes: “ Lo que ha sacado el señor don Jhoan de Zúñiga, limosnero maior de la Reyna nuestra señora de casa de Baltasar Gómez xorero (sic) de Su Md para vestir los probes que Su Md mandó vestir el día de Nuestra Señora de Marzo y Juebes Sancto en los años pasados de 1576 y 1577” 285. Una vez que se produjo la muerte de Ana de Austria van a ser las Infantas Isabel y Catalina Micaela las que se encarguen del mandato del Jueves Santo. Pero ésta no va a ser la única manifestación de esta clase de prácticas. Como hemos visto la visita a los diferentes conventos que poblaban la capital fue un hecho frecuente en la vida de las Infantas desde una edad temprana. Además de esas muestras públicas de apoyo a estas instituciones en otras ocasiones las Infantas van a mostrar su favor a través de ofrendas en forma monetaria o suntuaria. En este sentido, un seguimiento pormenorizado de las cuentas del sastre nos permite hacer un listado de aquellas instituciones agraciadas con este gesto. Así podríamos mencionar la Virgen que estaba en el Hospital de la 284 Se mencionan las instituciones religiosas visitadas: “fueron de aquí a San Gil y a Santiago, y a Santa Clara y a Santo Domingo el Real y al monesterio de doña Leonor Mascareñas y de allí a San Martín qu’es junto a las Descalzas y de allí a las Descalzas…”El Marqués de Velada a Felipe II, Madrid 8 de abril de 1572, BL Add Mss/28354, ff. 372- 374 285 A continuación se van especificando los distintos materiales que se compraron para tal efecto, como por ejemplo: “En 23 de março de 1576 años tomó ochenta y ocho baras de paño pardo para vestir nueve mujeres el día de nuestra señora de março a 4 baras cada una y para los 13 probes del Jueues Santo siguiente a honçe reales vara…” AGP Administrativa, leg. 5247, exp. 1 141 Corte286, la imagen de Nuestra Señora del Escorial287, la de Nuestra Señora de Guadalupe288 o la de Nuestra Señora de Malagón289. Además se vistieron altares de algunas instituciones como la Parroquia de San Gil o la propia capilla de Palacio. El culto a la Virgen de Guadalupe o a la de Montserrat va a tener una especial importancia en la vida de las Infantas. Así en 1580 se destinaron “ diez y nueue reales pagados a Juan de Barrios por la hechura y plata de diez imágines de nuestra señora de Guadalupe que se tomaron para sus alteças” 290; por su parte, la Jornada de Aragón en 1585 fue la ocasión propicia para una visita al santuario de Montserrat, ocasión que generó unos cuantos quebraderos de cabeza al Mayordomo Mayor, don Juan de Zúñiga. En efecto en marzo de 1585, desde la Caballeriza de la Casa del Príncipe se empezó a organizar la visita al santuario y los problemas más importantes vinieron derivados del modo en que debían ser conducidas las Infantas y su servidumbre. En la caballeriza se contaba con una serie de sillas que servían para el traslado de estas mujeres de tal manera que en el caso de las Infantas la duda que planteaba don Gonzalo Chacón era la siguiente: “ Dos sillones de plata muy buenos hay para sus Altezas. Están también aquí el sillón de oro y el de perlas que fueron de la Reyna nuestra señora. Ha de ver Vuestra Majestad si es seruido que se siruan destos sus Altezas o de los de plata” 291. 286 “…en 17 de febrero hiçe para la ymajen de nuestra señora del ospital de la Corte una saya de damasco blanco con sus cuerpos altos y mangas de punta guarnecida con dos pasamanos de oro y plata en rrandados aforrada en tafetán y las mangas en belo de oro y una ropilla al niño Jesús del mismo damasco blanco guarnecida con los mismos pasamanos y aforrada en tafetán…” Cuentas del sastre (1587), AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f. 287 “…en 21 de julio para la ymajen de nuestra señora del Escurial hiçe una saya de damasco carmesí blanco y con sus cuerpos altos y mangas de punta guarnecida con dos pasamanos de oro y plata aforrada en tafetán blanco y mangas en belo de plata…” Cuentas del sastre (1587), AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f. 288 “…En 17 de diciembre hice una basquiña de tela riçada de oro para Nuestra Señora de Guadalupe con un ribete y dos fajas bordadas de la misma tela orlada y por los cantos cinco franjuelas de oro y plata aforrada en tafetán con su ruedo de damasco de la hechura quarenta reales” Cuentas del sastre (1587), AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f. 289 “…hize en quinze de Agosto por mandado de Su Alteza para nuestra señora de Malagón una saya de damasco azul con cuerpo alto y manga de punta guarnecida con dos pasamanos de plata y oro y aforrada en tafetán” Cuentas del sastre (1589) AGP, Administrativa leg. 5272, exp. 1, s. f. 290 Gastos de personas reales AGP Administrativa, leg. 660, s. f. 291 Consulta al Rey, 24 de marzo de 1585, AZ Altamira 85, nº 30 142 Mayor problema era el acomodo de las damas porque como se dice en el billete, “ hay en la caualleriza otros doze sillones de plata para las damas y no hay ningunos otros de terciopelo, ni de paño” insuficientes para las mujeres que debían acompañar a las Infantas. Para evitar competencias y choques innecesarios entre ellas la solución pasaba por dividir la comitiva en dos grupos de tal manera que fuesen “ primero con sus Altezas la mitad de las Damas, y de todas las otras mujeres, quedando la guardamayor y un mayordomo en Igualada con la otra mitad” 292. Este episodio nos sirve, por un lado, para ver un nuevo caso sobre la gestión de los distintos problemas que se generaban en el seno de la Casa y por otro, para comprobar de primera mano esas prácticas devocionales que ocuparon a los miembros de la dinastía293. Las devociones marianas tuvieron una importancia clave en la vida de las Infantas más allá de la Corte de Madrid. En el caso de Catalina Micaela podemos destacar el culto a nuestra señora del Mondovi y en el de Isabel Clara Eugenia la Virgen de Laeken y la de Monteagudo 294. A raíz de estos cultos y prácticas devocionales se va a generar un intercambio que se engloba en el tránsito de objetos entre las diversas cortes europeas. Se ha destacado, por ejemplo, la importancia de los obsequios diplomáticos enviados por el Duque de Florencia en la conformación de las colecciones de reliquias de Felipe II295. En este sentido, no son de extrañar los obsequios recibidos por la Infanta Catalina en la Corte de Turín: 292 Íbidem. El archiduque Alberto, antes de embarcar para su viaje hacia los Países Bajos donde debía asumir la gobernación de aquellas provincias llevó a cabo una visita al santuario y su impresión es la que sigue: “…yo llegué anteayer a esta casa, y holgado mucho de ver lo que en ella y la sierra (que anduve ayer toda) ay, que cierto es para ver…” El Archiduque Alberto a don Juan de Borja, Montserrat 21 de septiembre de 1595, IVDJ, Envío 48, Caja 64 nº 14 294 Las peregrinaciones al santuario de Nuestra Señora de Laeken han suscitado la atención de los historiadores que se han acercado al estudio de la etapa archiducal. El propósito de estas peregrinaciones tenía que ver con el deseo de los archiduques por dar continuidad a su línea dinástica; no obstante, una vez que las esperanzas de tener hijos se esfumaron, Isabel Clara siguió atendiendo a las mismas. VERGARA, A. “Recorrido por un reino imaginado. El mecenazgo pictórico de los Archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia” en Reales Sitios nº 143 (2000), p. 12 295 “El objetivo fundamental de las imágenes y objetos religiosos era inspirar devoción. Sin embargo, tenían otras aplicaciones. Los objetos religiosos resultaban especialmente adecuados como regalos diplomáticos. Eran respetables, no daban motivos para pensar que eran interesados, y además eran efectivos, por cuanto seguían siendo objeto de veneración y fuente de oración. Todo el mundo sabía de 293 143 “ ….Doña Sancha me embió ayer esa benerica que me la embía una monja de las Descalzas de Madrid que es reliquia de S. Bitor que está allí su cuerpo yos la embío porque la traigáis en la bolsilla de la Cruz…” 296. El Conde de la Mota, por su parte, “ promocionaba” el culto a la Virgen de Mondovi en la Corte de Madrid a través de Isabel Clara Eugenia297. El aprendizaje del “ oficio” principesco. Una de las preguntas que se han hecho los historiadores a la hora de reflexionar sobre el papel de Isabel Clara Eugenia en la Corte de Felipe II radica en el grado de influencia política de la Infanta durante el periodo que estamos estudiando y, más concretamente, los años de 1580- 1598. En los apartados que siguen a este vamos a comprender cómo esa influencia, aún teniendo que analizarla bajo el prisma de la “ diplomacia informal” , existió y fue algo que los contemporáneos tuvieron muy presente. Vamos, no obstante, a dar unas breves pinceladas sobre el tema. Por un lado, hay que reseñar el interés que, desde otras Cortes se manifestó sobre este asunto. En efecto, la Infanta era un miembro destacado de la Casa Real española y como tal fue objeto de atención a través de cartas, regalos, etc. Pero, además, saber hasta qué punto su influencia podía tener un impacto real la devoción de Felipe II, así como de su intensa preocupación por la construcción y decoración de El Escorial. Los obsequios de índole religiosa serían, en consecuencia, bien recibidos y los toscanos eran especialmente expertos en explotar su potencial.” Mulcahy, R., “El arte religioso y su función en la Corte de Felipe II” en Felipe II. Un monarca y su época. Un Príncipe del Renacimiento (catálogo de exposición), Madrid 1998, pp. 159- 183. Así agradecía Felipe II uno de estos obsequios: “Illmo Gran Duque nro muy charo primo, en todo se hecha de ver el desseo que tenéis de darme gusto y contentamiento, agora le he recibido grande con vra carta de 30 de 7bre y con el relicario que me hauéys embiado, el qual estimo en lo que es razón, pro hauer en él tantas y tan grandes reliquias y venido de vras manos acompañado de tan buena voluntad, todo lo deuéys a la que os tengo que es la que tenéis conosçida y no me contento con sólo hauer dicho a Luis Douara que os embíe de mi parte las gracias sino que también os las he querido dar en esta, y para que estén las reliquias con la decencia que se deue las mando embiar a Sanct Lorenço con memoria de quien me las dio…” ASF, Filza 5017, f. 826 296 La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 9 de octubre de 1588, AST Lettere Duchi et Sovrani, Mazzo 35, nº 25 297 “Yo escrebí los días pasados a la señora Jaçincurt que dixesse a la Sª Infanta dª Ysabel que pues Dios tantas Mercedes y Milagros hazía en los estados de Vuestra Alteza por medio de la Virgen Señora del Mondoui acordase a Su Magestad el ofreçer alguna deuoción a aquella bendita imagen para su salud, que yo confiaua la hauía de alcanzar” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de abril de 1596, AST Lettere Ministri, Spagna Mazzo 6, s. f. 144 sobre el devenir de los asuntos políticos podía ser fundamental para abordar las relaciones bilaterales con la Monarquía Hispánica. En este sentido, Catalina de Médicis, quien demostró un interés lógico por el devenir de Isabel Clara Eugenia, trató de conocer el grado de implicación de su nieta en el despacho de los negocios. Para ello no dudó en hacer constantes preguntas al enviado español en la Corte de París, don Bernardino de Mendoza298. No es el único caso con el que contamos para ilustrar este interés. En una relación inglesa de la década de 1590 se señalaba cómo el Rey despachaba junto a la Infanta: “ The Infante, doña Elizabeth, is often made participant of the affayres by the King her father, who beynge a great wryter and therin consuming his tyme, the [two] at one table do wryte together; so that partly to make her acquainted with negotiations and partly to occupye her youth, he keepith her thus busied, wherin she is said to be very conninge...” 299. En este sentido, el observador inglés entendía esa escritura compartida como un medio de educación política para la Infanta. El hecho de que Isabel Clara Eugenia compartiese su tiempo con Felipe II, un aspecto que podemos constatar por la abundante documentación que hemos manejado, la debió hacer cercana a los asuntos políticos que concernían a la Monarquía en ese periodo. Hasta qué punto ella tuvo una influencia real es un aspecto que debemos delimitar más ciñéndonos a muestras concretas que vamos a tratar en otros capítulos. A continuación vamos a analizar diversos aspectos que tienen que ver con la formación de la Infanta con la vista puesta en la asunción de un rol que, recordemos, fue cambiante a lo largo de estos años. 298 Así lo señala Rodríguez Salgado: “Catherine, dowager queen of France and Isabel’s grandmother had questioned him [Bernardino de Mendoza] about the infanta’s relationship with Philip. She wanted to know how often the king saw his daughter and if he transacted business in her presence. Mendoza told her that Isabel was constantly with Philip and that he dealt with state affairs when she was present. Possibly to gratify the grandmother, Mendoza added that Isabel helped her father on occasion too. Catherine had not been engaging Mendoza in family gossip. She was an extremely shrewd politician trying to evaluate Isabel’s influence” RODRÍGUEZ SALGADO, M. J., “The Court of Philip II of Spain” en ASCH y BIRKE, Princes, Patronage and the Nobility, Oxford 1991, p. 206 299 Anthony Rolston’s Relation of Spain drawn up for Anthony Bacon, Fuenterrabía 31 de enero de 1595, LPL (Lambeth Palace Library), Mss 650, nº 42, recogido en UNGERER G., A Spaniard in Elizabtehan England: the Correspondence of Antonio Perez’s Exile, Londres 1974, 2º Vol., p. 232 145 La Infanta ante la Corte La vida de los príncipes en el Antiguo Régimen se desarrollaba, en ocasiones, ante un público compuesto, la mayoría de las veces, por los cortesanos que pululaban por las residencias reales y ocupaban cargos palatinos. Es cierto, que las etiquetas que se van a desarrollar a partir de la década de los 70 para la Casa de la Reina, van a tender a limitar el acceso a las personas reales velando no tanto por su intimidad como potenciando esa invisibilidad que ha sido puesta de manifiesto por los estudiosos de la Corte. En el caso de las Infantas y, a tenor de la documentación consultada, las apariciones en público estaban reservadas a momentos puntuales y preestablecidos en el ritual áulico que marcaban de manera muy clara cuáles eran las funciones que tenían reservadas en el espacio cortesano. Podemos hacer referencia así a los juramentos de los Príncipes de los que Isabel Clara y su hermana Catalina Micaela fueron testigos. Fueron tres juras las que tuvieron que presenciar aunque el papel a cumplir en cada una de ellas varió por razones obvias. Así, en el caso del juramento del Príncipe Don Fernando, que tuvo lugar en Madrid el 31 de mayo de 1573 fue la princesa doña Juana la que contó con un mayor protagonismo en la ceremonia y quien juró, junto al resto de los grandes, al futuro heredero de la Monarquía300. No fue así, en los juramentos del Príncipe Don Diego, acaecido el 1 de marzo de 1580, y del Príncipe Don Felipe, que tuvo lugar el 11 de noviembre de 1584, donde las Infantas estuvieron presentes y presentaron su juramento a los hermanos que estaban destinados a suceder en el trono a Felipe II301. Podríamos citar, asimismo, las ceremonias para la concesión de la Rosa de Oro con las que el Papado agasajó tanto a las consortes 300 “La princesa doña Juana acompañada de Su Md el Rey fue a hacer el juramento y hecho, se arrodilló para vesar la mano al príncipe y, el Rey, que lo vio, tomó al niño la mano derecha porque no lo hiciese y de que la Prinçesa no pudo tomarle la mano derecha le tomó con muy buena graçia la izquierda y se la vesó” Relación cierta y verdadera del suceso que ubo y la ceremonia del juramento del Prínçipe don Fernando, hijo del Rey Don Felipe Nuestro Señor, BNE Mss/18716/18 f. 2r 301 En ambos se proclamó lo siguiente “Oyd, oyd, oyd, la escriptura que aquí os sera leyda del juramento y pleyto omenage y fidelidad que las Sereníssimas Infantes Dª Isabel y Dª Cathalina que presentes están, y los Prelados, Grandes, Señores y Cavalleros y procuradores de Cortes que por un mandado el día de hoy aquí están juntos, prestan y hazen al Serenísimo y muy esclarecido Príncipe Don Diego, hijo primogénito de Su Magestad como a Príncipe destos Reynos durante los largos y bienaventurados días de Su Magestad, y después de aquellos por Rey y señor natural propietario dellos”. En el caso del príncipe Don Felipe, la emperatriz María estuvo presente y prestó, asimismo, juramento. BNE, Mss/13125, f. 31v 146 como a las hijas de Felipe II y que venían seguidas de una celebración en la Corte con la que se celebraba esa distinción que las señalaba como ejemplos de catolicidad y defensa de la fe302. Pero no podemos olvidar otra serie de actos, menos solemnes, pero también más frecuentes en la vida de la Infanta como son las recepciones a grandes y a embajadores. De nuevo citando a Bély se hace referencia a la presencia del Delfín y sus hermanos en estas ocasiones señalándose su carácter formativo. El hecho de que niños de corta edad fueran agasajados y visitados por los enviados de las cortes extranjeras, pero también de otras personalidades de relieve de la Corte, era una manera de introducirlos en el complejo mundo de la política (exterior) que más tarde o más temprano tendrían que dominar. Los príncipes herederos debían familiarizarse con aquellos que habitaban la escena política, pero no menos importante era el conocimiento de la misma por parte de sus hermanas. Isabel Clara Eugenia estaba destinada a convertirse en consorte- no entramos aquí en otras potencialidades que la marcaron- y como tal debía cumplir con el complejo papel asociado a esa función. Contamos con una extensa bibliografía que ha sistematizado de manera muy clara las funciones de la consorte, y entre ellas, la faceta diplomática era de sumo interés para los varones que la rodeaban. Extranjera en una corte extraña la consorte actuaba como “ diplomática” , pero, además, debía contar con la ayuda y asistencia de los enviados afines para consolidar y llevar adelante los, en ocasiones, complicados cometidos que se le encargaban. No resultaba baladí, por tanto, el temprano contacto con ese mundo. Y contamos con noticias que nos informan de este hecho. Es el caso de la visita del duque de Medina Sidonia a los aposentos de la Reina en el año de 1572 y del que deja constancia el marqués de Ladrada en su carta al rey: “ Y antes de completas byno el duque de Medyna Sydonia a besar las manos de la Reyna nuestra sª y estuvieron con Su Magestad las señoras infantes y los príncipes…” 303 302 Relación sobre la recepción de la rosa de Oro por parte de las infantas en AHN, Consejos, leg. 1189- E 303 Billete del Marqués de Ladrada a Felipe II, marzo de 1572, BL Add/ Mss 28354 ff. 359- 361 147 Este testimonio se puede complementar con otros de aquellas fechas que nos indican cómo las Infantas asumían el rol que debían cumplir en un futuro desde un momento muy temprano. El hecho de que Ana de Austria las hiciera partícipes de esta clase de experiencias es indicativo del papel que va a jugar en la educación de Isabel Clara y Catalina Micaela. Evidentemente, Felipe II va a involucrarse de manera muy intensa en esta clase de aprendizaje. Buena muestra de ello son los consejos que vertía en las cartas escritas desde Portugal en los años 1580- 1583 y que son indicativas de cuál era la relación que mantenía el monarca con sus hijas. Además de dirigirse personalmente a ellas, el Rey Católico va a conminar al personal más cercano a las Infantas la necesidad de recordar a éstas el papel ceremonial que debían cumplir: “ En el papel del Conde de Barajas añadid cómo embío a Don Antonio de Castro, señor de Cascaes, persona muy principal deste reino, a Barcelona a visitar a mi hermana y que pasará por allí, y que podrá ver al Presidente y Ynfantas y los demás y que le traten muy bien y que las Ynfantas escriban con él sendas cartas a my hermana visitándola de su viaje…” 304. Las Infantas van a tener que asumir, durante la estancia de su padre en Portugal, un papel muy activo y esto significaba, por un lado, informar sobre los progresos de sus hermanos pequeños y por otro, empezar a desempeñar algunas de las labores que había aprendido junto a Ana de Austria. Esa relevancia se va a poner de manifiesto en el recibimiento dado a la emperatriz María- que fue un asunto en el que Felipe II insistió mucho- y a otros enviados extranjeros. En su correspondencia con Mateo Vázquez la condesa de Paredes, doña Inés Manrique, ponderaba muy positivamente la labor que las Infantas estaban realizando en este particular apartado. “ Sus altezas están con salud, a Dios gracias, y para que esto sea se tiene todo cuidad; el día de ayer y parte del de oy an sido muy ocupados con 304 Mateo Vázquez a Felipe II (contestación del monarca), Lisboa 14 de octubre de 1581, BL Add/ Mss 28263, ff. 265- 266. El propio monarca hacía referencia a este deseo en las cartas enviadas a las Infantas: “Y ya creo le habréis escrito [a la emperatriz] con don Antonio de Castro y respondídole a sus cartas que os escribió y deseo mucho saber que sea ya desembarcada” Lisboa 30 de octubre de 1581, Carta X en BOUZA ÁLVAREZ , F., op cit., p. 62 148 consejos y envajadores y obispos, a todos les pareze bien e su alteza del príncipe nuestro señor muy crezido” 305 Los propios embajadores, por tanto, son una de las mejores fuentes para saber de la presencia de las infantas en esta clase de actos. Es el caso de Monsieur de Longlée representante de Enrique III en la Corte madrileña y que, por razones obvias de parentesco, ofrece multitud de noticias sobre Isabel Clara y Catalina Micaela tanto al propio rey como a la reina viuda, Catalina de Médicis. Así podemos ver relatados varias visitas del embajador a las Infantas con propósitos establecidos. El 1 de abril de 1584, el enviado informa sobre cómo ha ido a felicitar las Pascuas a ambas hermanas- “ Aujourdhuy, suyvant les costumes de deça, j’ay veu mesdames les Infantes pour leur donner les bonnes Pasques et leur ay dict que que Vre Maté m’avoit commandé de les voir de sa part” 306-, pero estas visitas se repetirán en ocasiones menos venturosas como la muerte del Duque de Anjou en 1584307. Estas audiencias se producían, en numerosas ocasiones, contando con la presencia del Príncipe, de tal manera que al aspecto familiar había que unir el institucional. La mayor edad de las Infantas, y la consideración de que gozaban en la Corte, las convertía en una excelente compañía para el príncipe, quien, a su corta edad también se formaba y entrenaba en el oficio de reinar que más tarde debería cumplir308. Hasta la salida de Catalina Micaela de la Corte de Madrid en 1585 estas audiencias a tres debían ser la norma, pero la situación cambió en los años siguientes en los que Isabel Clara va a convertirse en una compañía frecuente de su hermano, tanto en esta clase de actos representativos como en otros de carácter más lúdico. La propia Catalina Micaela va a ser informada por los miembros de la embajada saboyana sobre las visitas hechas a ambos 305 La Condesa de Paredes a Mateo Vázquez, Madrid 28 de diciembre de 1581, AZ, Altamira 148, nº 152 306 Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 1 de abril de 1584, DDML, p. 47 307 “…mesdames les Infantes qui ont prins le deuil des le landemain qu’elles sceurent le decedz de Moseigneur (que Dieu tienne en sa gloire!). Elles ont monstré beaucoup de resentiment, pour estre ce qu’il estoit, et pour le desplaisir qu’elles sçavent qu’en aura eu Vre Mate” Longlée a Catalina de Médicis, 30 de Junio de 1584, DDML, p. 90 308 “Sire, j’ay aussi veu mesdames les Infantes qui avoient le prince avec elles, lequel j’ay salué de la part de Vre Mate” Longlée a Enrique III, DDML, p. 108 149 hermanos, una información que nuevamente nos da detalles sobre el componente familiar pero, que a la vez, nos sirve para constatar los papeles jugados por la Infanta en el entramado cortesano. En este sentido, las embajadas extraordinarias del Conde de la Mota que se produjeron en 1592 y 1593- 1597, son extremadamente interesantes ya que el diplomático no ahorra en detalles sobre la vida de la Corte y el día a día de Isabel Clara309. No vamos a detenernos en ella ahora ya que le hemos dado un mayor peso en otros apartados. Como hemos podido ver en los ejemplos desgranados anteriormente vemos que el aprendizaje cortesano de Isabel Clara se inició a una temprana edad y que fue evolucionando a lo largo de los años. Muchos historiadores han reseñado la importancia de la Infanta en el espacio áulico durante la década de los 90 pero lo que queremos destacar es que aquella presencia fue fruto de un proceso que se había venido desarrollando durante los años anteriores. Una de las fuentes que hemos privilegiado en la elaboración de este trabajo ha sido la correspondencia. Isabel Clara Eugenia ha sido estudiada a través de la extensa y numerosa correspondencia que dejó escrita y que, en su mayor parte, se corresponde al periodo que pasó en la Corte de Bruselas. A través de esa correspondencia se aprecia la mujer política, pero también la infanta que mantuvo un contacto estrecho con la Corte de la que procedía. No resulta inútil, por tanto, preguntarse cómo evolucionó Isabel “ epistolarmente” . Contamos con escasas muestras de la escritura hológrafa de la Infanta durante sus primeros años, pero tenemos numerosas referencias a su existencia. Por un lado, contamos con la referencia de la Duquesa de Alba en la que informaba a la reina viuda de Francia sobre el deseo que mostraba Isabel por aprender el 309 El propio Conde de la Mota adelantaba, en esta misiva a Felipe II, la importancia de su misión diplomática: “Los embaxadores somos la gente más importante del mundo y yo más que todos lo hauría de ser, pues tanto ua en ello al seruicio de V Magd y del Duque su hijo y seruidor tan benemérito de su real corona quando no estuuiessen los negocios en manos de tan gran Rey que con su prudencia conoce muy bien la importancia de la breuedad en las cosas de peligro…” El Conde de la Mota a Felipe II, Valladolid 28 de Julio de 1592, AGS Estado, leg. 1271, nº 10 150 francés para escribir a su abuela310. Asimismo, esa precocidad fue referida por algunos de los ministros de Felipe II que comparaban a la hija con el padre en cuanto al gusto por la escritura de papeles311. En su biografía sobre la Infanta, Llanos y Torriglia se hacía eco de una de esas escasas cartas infantiles conservadas y que nos permite apreciar la escritura de Isabel cuando apenas contaba siete años de edad. Dirigida al entonces mayordomo mayor de Ana de Austria, el marqués de Ladrada, muestra la manera en que la Infanta actuaba con un miembro de la servidumbre palatina. “ Marqués yo deseo sauer si quedaste ayer cansado porque yo la quedé. Agos saber quel otro día estando en casa de madre le truxeron unas gajas a mostrar y vinya entre ellas dos, una verde y otra yncarnada yo quedé tan deseosa dellas que cada dýa las voy deseando mas areysme mucho placer de mandarnos sacar unas ropas de las dos colores por favor (¿) y os dygo que lo deseo tanto como de veros bueno y porque creo que me dareys este contentamiento no dyré más. Infanta” 312 Podemos observar cómo la Infanta, una niña de 7 años, se dirige al jefe de la Casa de la Reina en primer lugar, para conocer el estado de salud del marqués y en segundo lugar, para encargarle unas telas con las que elaborar sus vestidos. Ambos aspectos, más allá del que supone la escritura del billete, nos indican momentos de la cotidianeidad y el aprendizaje de sus funciones. En 310 “…si alguna cosa puede aliviar el trabaxo que Dios a sido seruido de dar a vuestra majestad y a estos reynos, es ver a su alteza [la Infanta Isabel], porque habla muy mucho y entiende tanto que aún ayer preguntábamos a su alteza qué era, y dixo que era española y francesa y aprende a hablar la lengua, dize que para escribir a aguela una carta, que se holgó mucho con la de vuestra majestad” La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 20 de marzo de 1569, recogido en MOREL FATIO, A., “La Duchesse d’Albe Dª María Enríquez et Cathérine de Médicis”, Bulletin Hispanique, nº 7, 1905, pp. 379- 380 311 “…Ya dixe a mi señora la Duquesa el gusto que la Reyna madre avía tenido con los cavellos de la Señora Ynfante doña Isabel. Ella es la más graciosa criatura que ha nacido en España y tiene ya más auctoridad que su padre en todo lo que haze, y tan inclinada a scriuir como él, tanto que, para acallarla y hacerle hazer la Duquesa quanto quiere, no ay mejor medio que papel y tinta, que con esto está más contenta que con ninguna de quantas cosas le pueden dar” Gabriel de Zayas a Don Francés de Álava, Madrid 16 de mayo de 1569 (ASM, NG, 248 Original) en RODRÍGUEZ, P., y RODRÍGUEZ J., Don Francés de Álava y Beamonte. Correspondencia inédita de Felipe II con su embajador en París (15641570), San Sebastián 1991, pp. 334- 336 312 Billete de la Infanta Isabel al Marqués de Ladrada, Madrid 10 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 38, Caja 50, nº 86 151 cierta medida, Isabel estaba imitando acciones que llevaba a cabo la consorte del Rey. El número de billetes que Ana de Austria escribió y que se han conservado en los fondos documentales es considerablemente mayor; nos ofrecen, por tanto, una casuística más completa de las funciones que la reina cumplía y entre ellas, podemos ver similitudes con el billete reproducido arriba. La reina mostraba un interés personal por aquellos que la rodeaban y servían, un interés que podía materializarse en la concesión de mercedes a esas personas en formas diversas: mercedes económicas, la posibilidad de tener acceso a la gracia del Rey y, en el caso de las damas, el fomento de alianzas beneficiosas para estas mujeres y sus familias313. Estos usos propios de la realeza y que Ana practicaba van a ser imitados por las Infantas y, más concretamente por Isabel, en un gesto que podemos encuadrar perfectamente dentro de su aprendizaje cortesano. Este asunto pudo ser supervisado por Ana de Austria pero, asimismo, recibió la atención del monarca. En los primeros momentos de Ana de Austria como reina consorte el Mayordomo Mayor consultaba cómo debía responder la soberana a la correspondencia de que era objeto por parte de otras cortes. El elemento que nos interesa destacar es la mención conjunta a la Infanta Isabel. El hecho de que fuese la primogénita y, por tanto, potencial heredera la va a hacer objeto, asimismo, de esas muestras de cortesía. La instrucción de Felipe II al respecto era la siguiente: “ Aquí os embío una carta por la reyna y, aunque no me sobra tiempo, otra que ha de firmar para Madama de Naremberg (sic). Es en francés y a de firmar Anna en medio. Zayas os embiará otras tres en castellano, las dos para el Duque y Duquesa do Varganza (sic) en que no ha de 313 Podemos poner como ejemplo el siguiente billete enviado por la Reina a don Juan de Zúñiga para favorecer a una de sus dueñas de retrete, doña Beatriz de Céspedes: “Don Juan de Çúñiga, del Consejo y embaxador del Rey mi señor; Gaspar Álvarez Carnero, hijo de doña Beatriz de Çéspedes tiene en essa corte cierto negocio tocante a la expedición del despacho de la pensión que su magestad le mandó señalar sobre el obispado de Palencia cuando se proueyó en Don Juan Çapata difuncto, como más particularmente lo entenderéis por la memoria que con esta se os embía. Y porque yo tengo buena voluntad a la dicha doña Beatriz por lo bien que me ha seruido y sirue de continuo, y desseo que el dicho Gaspar Álvarez consiga lo que pretende, os he querido escriuir y encargar como lo hago, tengáys por muy encomendado ese negoçio y fauorezcáys y acudáys muy de veras el buen despacho del, que en ello y en que se despache con breuedad reçebiré de vos mucho contentamiento. De Madrid a x de deziembre 1577. Yo la Reyna” IVDJ, Envío 6,nº 95 152 poner nada más que Yo la Reyna, y otra para la Infanta doña Isabel, en que estoy en duda si se a de poner nada y por esto os embío a Zayas que os lo auise y conforme a ello la firme la Reyna. Y las bolued a Zayas que las despache y sellaranse con el sello de la Reyna que así creo que se deue hazer en las demás. La de francés me bolueréys después de firmada” 314 Es de imaginar que fueron otros, los secretarios, quienes se encargaron de esa correspondencia y que la Infanta rubricaría aquellas misivas más relevantes. Asimismo, las primeras muestras- de letra imperfecta- estarían destinadas a aquellos más cercanos a Isabel como el Mayordomo Mayor y posiblemente a su abuela, la reina viuda de Francia. Vamos a referirnos a un caso puntual que nos permite ahondar en este tema que estamos tratando. Moviéndonos en el ámbito de las relaciones diplomáticas, Isabel Clara contó con un cierto protagonismo ya que su condición de infanta la hacía objeto de atención por parte de otros potentados europeos que veían en ella un medio de agasajar y llegar al Rey Católico. Los archivos europeos aparecen así llenos de muestras epistolares “ de cortesía” que convirtieron a los miembros de las familias dinásticas en corresponsales, los unos de los otros. No se trata de correspondencias afectivas que reflejen unos lazos profundos, sino más bien, un medio de reconocimiento mutuo que podía generar beneficios personales y políticos. En este sentido, la década de los 80 y 90, cuando la Infanta había sobrepasado la niñez y se esperaba la celebración de su matrimonio, va a ser receptora y emisora de múltiples cartas de corte diplomático en las que se va a interesar por los 314 Felipe II al Marqués de Ladrada, San Lorenzo 2 de marzo de 1572; la contestación del Mayordomo Mayor era la siguiente: “Las tres cartas que Çayas me abía d’enviar también fyrmó Su Magd y en la de la infanta doña Isabel (…) no se puso más que la fyrma porque ansí me ha dicho Çayas que se abía de hazer y firmadas de la Reyna nuestra señora se las boluý a Çayas y le embié el sello de Su Magestad que yo tengo con que las a de sellar….” EL Marqués de Ladrada a Felipe II, BL Add Mss/28354, f. 356 y ff. 359- 361. 153 asuntos, de índole familiar y política, de otros príncipes europeos. Es una correspondencia que apenas nos da información sobre los personajes a quienes concierne pero a la que, sin embargo, debemos atender dentro de los usos propios de esta elite principesca. Contamos con algunos ejemplos significativos de esta correspondencia diplomática que, por su cronología, nos sitúan nuevamente dentro de ese proceso de asimilación de prácticas cortesanas por parte de la Infanta. En 1576 las Infantas Isabel y Catalina fueron copartícipes junto a las princesas Médicis, Eleanora y Ana, de un peculiar intercambio epistolar que incluía, además, un pequeño agasajo de flores y frutas para las dos hijas de Felipe II315. Lo que resulta interesante es que tal intercambio se intercaló en otro más general cuyo destinatario era el propio monarca y su emisor el Duque Francisco I; en este caso, el presente contaba con un alto valor artístico e iba destinado a engrandecer la fábrica escurialense. Nos referimos al magnífico Cristo de Cellini, cuyo periplo ha analizado la historiadora del arte Rosemarie Mulcahy316. Junto a este presente, que sin duda es el más importante, el Duque de Florencia decidió agasajar a las hijas de Felipe II con una caja que contenía flores de seda y oro a través de sus hijas317. 315 Si bien sabemos que en el caso de Isabel Clara este intercambio epistolar anunciaba su gran producción escrita posterior, en el caso de las princesas florentinas encontramos paralelismos en este sentido tal y como ha tratado BOURNE, M., “Medici Women at the Gonzaga Court, 1584- 1627” en DEIMLING B., NELSON J. K., RADKE G. M. (eds.), op cit., pp 223- 243 316 Este asunto ha sido tratado por R. MULCAHY, Philip II of Spain, patron of the Arts, Bodwin 2004. Citar también otras contribuciones que han analizado estos mecanismos de diplomacia informal que tenían como objetivo la persecución de objetivos políticos o económicos: SANZ AYÁN, C., “Prestar, regalar y ganar. Dinero y mecenazgo artístico- cultural en las relaciones entre la Monarquía Hispánica y Florencia (1579- 1647)” en SANZ AYÁN C., y GARCÍA GARCÍA, B. J., Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505- 1700), Madrid 2006, pp. 459- 481 317 “Voi portare ancora una casetta di fiori di seta et d’oro con alcune acconciature fine et altre galanterie con reticelle di questi monasterii, le quali havete da presentare alle due figlie femine di Sua Maestà Cattolica per parte et in nome delle Principesse Leonora et Anna nostre figlie con la lettere che scrivono a lor’Altezza mostrando che queste son cose che si fanno in questi monasterii….” Instruzione a voi Filippo Lensi di quello havete a fare nel vostro viaggio ai Spagna ASF, Miscellanea Medicea, 16,f. 2. Citado en R. MULCAHY, op. cit., pp. 107- 108 Contamos, asimismo con la cédula de paso: “El duque de Florencia. Qualesquier nuestras justicias y alcaldes de sacas y cosas vedadas, dezmeros, aduaneros, portadgueros guardas y otras personas que stáis en la guarda del Puerto de Yecla porque el duque de Florencia a embiado para nos un crucifixo de mármol y juntamente una caxa llena de flores de seda y oro y tocados para las ynfantas mis hijas y hauemos sido informado que al pasar por el puerto se lo quisisteis detener a la persona que lo traya y que pagase derechos dello y que dio fianças de lleuar çédula nuestra por donde lo diésemos por bien pasado por ende por la presente damos por bien pasado lo susodicho para que no se pueda lleuar por ello derechos ni otra cosa alguna y por ninguna la fiança que será de lo susodicho se huuieren dado por libres a la persona o personas que a lo susodicho se obligaron de la obligación que hizieron y a sus bienes y 154 Evidentemente, este regalo procedente de la Corte medicea no era inocente ya que perseguía un objetivo político muy claro: la concesión del título de Gran Duque de la Toscana. Esta pretensión de la dinastía Médicis buscaba apuntalar la relevancia del linaje ducal dentro del conjunto de territorios italianos y se completó más tarde con el intento para lograr la aquiescencia de la Santa Sede en la concesión del título real318. Cosme I logró la concesión del título de Gran Duque por parte del Papa; no obstante, el todavía duque, temeroso de la reacción adversa del emperador, remitió la ratificación del título a Maximiliano II, quien a su vez pidió el consenso de sus hermanos los archiduques, y del Rey Católico, Felipe II. La confirmación se retrasó hasta 1569, entre otras cosas por la muerte del Pontífice, Pío V, y los consiguientes trámites para la elección de un nuevo Santo Padre. Al morir Cosme, su sucesor, el Duque Francisco I, tuvo que pasar de nuevo por este proceso y es en ese contexto donde se produjo el intercambio epistolar entre las hijas de aquel y las dos infantas españolas. El proceso fue extremadamente complicado ya que se imbricó dentro de las relaciones políticas entre las dos ramas de la dinastía Habsburgo; de nuevo, Maximiliano II no quiso adoptar una decisión sin la aquiescencia de Felipe II y por lo que podemos extraer de la correspondencia diplomática el camino seguido fue en extremo complicado y lleno de obstáculos319. Como en otras ocasiones, la emperatriz María va a dejar constancia de su preocupación por la falta de consenso entre su marido y su hermano con la consiguiente ralentización del negocio, un aspecto que herederos para siempre jamás fecha en el Pardo a diez y siete de octubre 1576 Yo el Rey”, AGS, Cámara de Castilla, libro 360, f. 160v 318 Los intentos de conseguir el título de Rey de la Toscana también tuvieron un importante impacto en la diplomacia de la Monarquía Hispánica ya que el Duque de Saboya, yerno del Rey Católico por su matrimonio con la Infanta Catalina Micaela, va a tratar por todos los medios de frenar los intentos de los florentinos. Felipe II va a encomendar a su embajador en Roma que se encargue de este asunto en diversas ocasiones. 319 “ Muy Ille Gran Duque de Toscana, nro muy caro primo, Roberto Ridolfi me dio vra carta de xxi de hebrero y me habló en conformidad della, dándome las graçias de vra parte de los offiçios ue yo he hecho con el emperador mi hermano, para que se acabase de resoluer el negoçio del título a satsifaçión vra y çierto que yo lo he deseado mucho y para ello he hecho todos los offiçios que me han paresçido convenir como lo tenía offreçido al Duque vro padre, y assí he holgado mucho ahora de que el emperador se haya resuelto tan a vra satisfaçión y yo huuiera hecho lo mismo antes si no fuera por esperar su resoluçión por ser a quien principalmente tocaua este negoçio y tener yo tanta obligaçión como se sabe a este respecto y consideraçión…” Felipe II al Gran Duque de la Toscana, San Lorenzo, 1 de julio de 1576, ASF, F. 5017, f. 665 155 también va a preocupar a la Santa Sede320. El Duque de Florencia va a manejar sus relaciones con la Monarquía Hispánica de tal manera que sus pretensiones no se vieran dañadas. Así, si nos fijamos en el devenir político de la Península Itálica en esos años y la actitud adoptada por Francisco I ante determinados problemas comprendemos que el objetivo a seguir era mantener unas relaciones cordiales con Felipe II; así se interpreta la actitud del ducado ante los problemas surgidos en la República de Génova321. Sin embargo, la estrategia medicea no sólo se remitió al campo político- diplomático sino que usó de otros resortes como el intercambio de regalos artísticos que satisficieran los deseos de coleccionista y mecenas de Felipe II. Este aspecto particular de la relación entre los Medicis y el Rey Católico ha llamado la lógica atención de los historiadores del arte, y así podemos citar los trabajos que, al respecto, ha realizado Rosemarie Mulcahy. Pero, también los modernistas han puesto su atención en estas particulares relaciones. En este concreto clima político el Duque de Florencia va a tratar de forzar la voluntad de Felipe II a través de la mencionada escultura de Cellini que motivó una embajada especial a Madrid por parte de Filippo Lensi. Con todo lo interesante que resulte esa estrategia el elemento que queremos destacar es la presencia de las infantas y su clara instrumentalización política. Había factores que ayudaban en esta particular situación: por un lado, los lazos familiares existentes, ya que las princesas toscanas eran hijas de la archiduquesa Juana de Austria, hija del emperador 320 “.... el Papa que es oy no sólo tenía el mismo desseo que su predecesor Pío Quinto de ver el fin deste negeocio por la quietud universal de la Christiandad más aún mayor, porque agora descubrirá él más de cerca el bien y el mal que podía nascer dela aceçelerada conclusión, y de la dilaçión desseando cerrar con el ayuda y auctoridad de su Magestad, una de aquellas puertas por las quales podía entrar tumulto en Italia, y que por tanto rogava a Su Magestad como tan Cathólica que de presente admitiesse el título y no dilatasse el mostrarse conforme a la auctoridad de aquella Santa Sede, y que se interpusiese de manera que el emperador hiciese lo mismo y se aquietasse....” “Lo que propuso Alexandre Casal sobre el negocio de Florencia” AGS Estado, leg 1449, fol 114 321 En 1575 la República de Génova vivió un conflicto civil que enfrentó a la Vieja Nobleza con la Nueva Nobleza. Los temores en la Península itálica se centraron en una posible intervención de Felipe II para controlar un territorio que se había convertido en esencial para entender el poderío hispánico en el norte de Italia, sin contar el papel de los banqueros genoveses para el buen devenir de los asuntos de la Monarquía. La suspensión de pagos en 1576 tuvo unos efectos notables en el devenir político de la República que continuó su alianza con la Monarquía. Para más detalles véase PACINI, A. “Grandes estrategias y pequeñas intrigas: Génova y la Monarquía Católica de Carlos V a Felipe II” en Hispania, LXV/1 nº 219, (2005), pp. 21- 44 y KIRK, T., “The apogee of the Hispano- Genoese bond, 1576- 1627” en Hispania, LXV/1 nº 219, (2005), pp. 45- 66 156 Fernando I y Ana Jagellón322; por otro lado, esos usos y costumbres de la sociabilidad principesca a los que estamos aludiendo. Es evidente que el gesto de relevancia en todo este proceso era el regalo a Felipe II, pero el pequeño obsequio de Eleanora y Anna completaba la estrategia. Podemos hablar de instrumentalización política de estas niñas porque hay una intencionalidad detrás de todo este proceso, pero a la vez, todas ellas estaban siendo educadas en unas formas de sociabilidad en las que más tarde o más temprano deberían de moverse y actuar. En este punto hay que poner en relación estas primeras muestras epistolares con aquellas que llegarán una vez que Isabel Clara deje la infancia y empiece a adquirir una relevancia especial en el mundo cortesano. Un vistazo a las fuentes documentales nos permite apreciar ese estatus que se va reflejando en el recibo de una correspondencia formal con la que algunos príncipes europeos van a agasajar a la Infanta y al Príncipe heredero. Normalmente son breves epístolas donde se da cuenta de asuntos de índole familiar- nacimientos, matrimonios o muertes- que tienen como objetivo último cuidar los lazos con aquellos que, en un momento dado, van a poder intervenir en beneficio de sus intereses. En este sentido, volviendo a las cartas de 1576, las Infantas y princesas florentinas adoptan unos roles determinados por su linaje y posición dentro de la sociedad principesca: el regalo de las flores de seda es un gesto de buena voluntad que puede traducirse en un beneficio inmediato- el disfrute de los privilegios anejos al título de Gran Duque- y futuro. En este último caso, la potencialidad de las infantas juega a su favor ya que les “ obliga” a adoptar una función de patronazgo; las princesas florentinas, por el contrario, aprendían a explotar unos lazos que podían serles de utilidad en el futuro. La Corte más allá de los muros del Alcázar. La vida de las Infantas no se limitó al ámbito palaciego, sino que estuvo marcada por las salidas a otros espacios, bien dentro de la propia villa de Madrid, bien en otros sitios reales como Aranjuez y, a ello hay que sumar las 322 Sobre Juana de Austria resulta de interés la lectura de FUBINI LEUZZI, M., “Un’ Asburgo a Firenze fra etichetta e impegno político: Giovanna d’Austria” en SPINELLI, R. y CALVI, G., Le donne Medici nel sistema europeo delle Corti: XVI- XVII secolo, Florencia 2008, pp. 233-256 157 Jornadas a las que ya hemos hecho referencia. Contando con más información del periodo en que Ana de Austria fue consorte, vamos a centrarnos en las noticias que nos ofrece ese particular periodo. Uno de los acontecimientos más repetidos en los billetes del Marqués de Ladrada fue la visita a las diversas fundaciones conventuales de Madrid323. Esta costumbre no fue privativa de Ana de Austria sino que podemos establecer paralelismos con lo ocurrido en tiempos de Isabel de Valois. De hecho contamos con una misiva de la reina al entonces embajador en Roma, don Luis de Requesens, para que el Papa le concediese el oportuno permiso para entrar en fundaciones conventuales de las órdenes de San Francisco y Santa Clara con el objetivo de “ yr a oyr missa y los offiçios diuinos y visitar los tales monesterios y monjas, como diz que lo han tenido las Reynas pasadas” . Además la Reina pedía que ese permiso se extendiese al “ Serenísimo Príncipe Don Carlos nro muy caro y muy amado hijo y el Illmo Don Joan de Austria mi muy caro y muy amado hermano, y algunos grandes que fueren en mi acompañamiento e yo quisiere que entren conmigo, y mi mayordomo mayor oy mayordomos y cauallerizo mayos, y dos o tres pajes míos y dos de la goarda” 324. La presencia de la princesa doña Juana como fundadora del convento de las Descalzas Reales va a ser fundamental. Esta fundación real va a contar con un protagonismo esencial en la Corte, pero no va a ser el único espacio que se vea favorecido con las visitas de la Reina. Así, fueron frecuentes las tardes en que Ana de Austria acudió al convento de la Concepción Francisca, donde entraron algunas de sus damas como monjas, o a la fundación de doña Leonor de Mascarenhas325. Debió de generarse una cierta 323 Sobre la importancia de los conventos madrileños como centros culturales véase LÓPEZ- VIDRIERO, M. L., “Nobles veladas: libro y lectura en los monasterios reales madrileños” en LUCÍA MEGÍAS, J. M. (ed.), Imprenta, libros y lectura en la España del Quijote, Madrid 2006, pp. 447- 479 324 Isabel de Valois a Don Luis de Requesens, Madrid 10 de septiembre de 1563, AZ Altamira, 93, nº 3 325 Sobre la fundación de Leonor Mascarenhas véase SORIANO TRIGUERO, C., “Fundación y dote del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Madrid. Peculiaridades de un modelo diferente de patronato regio” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 17 (1996), pp. 41- 56. Asimismo, para conocer la evolución de algunas de estas fundaciones conventuales SORIANO TRIGUERO, C. “La propiedad inmobiliaria de los conventos femeninos madrileños en el siglo XVIII” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 24 (2000), pp. 11- 31 158 “ competencia” entre los distintos cenobios, a tenor de las palabras del Mayordomo: “ …Fue esta tarde [la Reina] al monesterio de Santa Clara porque estas monjas tienen tanta envidia como la otra jente, y aún creo que más, y yo ya he dicho a la Reyna nuestra señora que cuántos monesterios de monjas ay en este lugar an de pretender y procurar que su magestad baya ella por aberse començado y que para esto serýa bueno esperar a que refresque un poco más” 326. Desde luego, la reina gustaba mucho de estas salidas aunque es de pensar que para el Mayordomo Mayor supondrían una carga de trabajo adicional ya que había que organizar al personal para las salidas. Ana de Austria solía ir allí a oír los oficios religiosos y a pasar la tarde, compartiendo en muchos casos refrigerios con las religiosas. Asimismo, también honró con su presencia la fundación de los Jerónimos, cuya conexión con la Corona fue muy fuerte desde la instalación de la Corte en Madrid 327. En estas ocasiones la reina solía estar acompañada de la princesa y, en ocasiones, de las Infantas que van a interiorizar esta clase de comportamientos. Para Isabel Clara y Catalina Micaela las fundaciones conventuales pero, especialmente las Descalzas, van a tener una gran importancia. La fundación conventual de la Princesa de Portugal va a ser uno de los escenarios fundamentales en su vida en la Corte. Allí van a vivir en ocasiones puntuales, coincidentes, habitualmente, con las ausencias del Rey. Así, con motivo de la Jornada a Andalucía en 1570 y las obras en el Alcázar las Descalzas van a ser el lugar de residencia de ambas niñas. Esa misma situación se va a repetir en 1580 cuando, tras la muerte de Ana de Austria en Badajoz, las Infantas y el Príncipe don Diego regresen a Madrid mientras Felipe II continuaba en Portugal. Esa presencia de las Descalzas en la vida de las Infantas se reforzó con motivo de la llegada de María de Austria a la Península para su retiro de viudedad y la subsiguiente 326 El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 16 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354, F. 265 “La yda a Sant Gerónimo se hizo ayer muy bien como V Md lo mandó; comió la Reyna nuestra señora en el aposento de V Md, en las pieças vajas que estauan muy frescas y después de comer se subió a lo alto, a la cámara del alcoba que abiertas la puerta y ventanas del oratorio auía muy fresco ayre…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 15 de julio de 1571, BL Add Mss/ 28354, f. 234 327 159 entrada en religión de la archiduquesa Margarita de Austria. La relevancia de la fundación conventual se va a ir intensificando a lo largo de los años y se mantuvo durante el reinado de Felipe III como ya se ha puesto de manifiesto en otros trabajos328. Estas visitas y la conexión con los diferentes espacios conventuales hay que ponerlo en relación con las prácticas devocionales de las Infantas y la concesión de mercedes en forma de regalos a esos espacios religiosos y que hemos visto en otro apartado. Junto a estas salidas más cotidianas habría que añadir las pequeñas jornadas que se hacían a los palacios cercanos a Madrid. La cronología espacial de la Corte ha señalado al Alcázar, El Escorial, el Pardo, Aranjuez y el Bosque de Segovia como escenarios principales. Asimismo, podríamos añadir la Casa de Campo como otro de los espacios privilegiados por la Familia Real. Estas salidas están en consonancia con el gusto de Felipe II por la naturaleza, notable en el caso de Aranjuez cuyos jardines fueron pensados y diseñados bajo el atento seguimiento del Rey. La reina Ana gustó mucho de estas salidas que realizaba acompañada, al igual que en el caso de los conventos, por la princesa doña Juana, las Infantas y también por sus hermanos, los archiduques. Ya hemos referido algunos testimonios sobre las Jornadas a Aranjuez y que nos permite ver cómo eran ocasión para que la Casa de la Reina disfrutasen de una vida más relajada y quizá menos reglada que en el Alcázar. En el marco de estas salidas se hacían partidas de caza, farsas y otros entretenimientos cortesanos que otorgan a la Corte de Felipe II un tono distinto al que habitualmente se le ha dado en estudios tradicionales. Contamos, por ejemplo, con las vívidas descripciones de uno de los médicos de Cámara, el doctor Bernaldo, quien comunicó al cardenal Espinosa cómo transcurrió el viaje al 328 Citar de nuevo el trabajo de SÁNCHEZ, M., op cit.; pero también PORTÚS J., “Las Descalzas Reales en la cultura festiva del Barroco” Reales Sitios, nº 138, (1998), pp. 3- 12; además existen diversas propuestas que se han centrado en las relaciones familiares de los Habsburgo con las Descalzas como escenario esencial: VILACOBA RAMOS, K. M. “Cartas familiares de una reina: relaciones epistolares de María Teresa de Francia y las Descalzas Reales” en DEL VAL GONZÁLEZ DE LA PEÑA, M., Mujer y cultura escrita: del mito al siglo XXI, Madrid 2005, pp. 199- 212 160 Real Sitio en mayo de 1571. Empezaba alabando las cualidades salutíferas del mismo: “ El Rei nuestro señor está mui bueno y gordo y de buena color; la Reina nuestra señora se huelga mucho en estos jardines y cierto, ellos están admirables y para dar gracias a Dios que diese industria a los hombres para saber hazer una cosa tan hermosa adonde los oydos con el canto de las aves, los ojos con la gracia y orden de tantas y tan diuersas yeruas y plantas, las narices con tantos olores y el gusto, si no fuere el corporal, aunque no le faltan fresas, y otras cosas a lo menos el espíritu se recrean y alaban a su criador” 329 En otra de las misivas iba desgranando las principales actividades que ocupaban a la Familia Real y que conseguían sacar el máximo provecho a los encantos ofrecidos por Aranjuez. Así a las habituales partidas de caza- “ la Reina nuestra señora ayer tiró a un gamo, que herró el tiro, y los príncipes [de Bohemia] otro gamo y veintinueve conejos” - la navegación por los estanques: “ Ayer fue la Reyna al estanque que su magestad a mandado hazer camino de Ocaña, que es grande y hermoso, con muchas pencas y carpas y bruxetes y pocos baruos, porque es de agua salada. Andauan las damas en un bergantín con mucha música de menestriles…” 330 Junto a estas jornadas menores y habituales en el curso anual hay que añadir aquellas otras que se hacían de manera coyuntural con motivo de acontecimientos puntuales como era la convocatoria de Cortes en la Corona de Aragón y la Jornada de Portugal. En estas jornadas además de las consabidas gestiones por parte del personal de la Casa debemos ver un modo de aprendizaje político de gran utilidad para los infantes reales. En el caso de la jornada portuguesa el rey asistió junto a las Infantas y la reina a la revista de los soldados que iban a participar en la misma: “ Madrugó su Md y fue al primer alojamiº y en llegando con la Reyna nuestra sª y infantas entraron escaramuçando 200 lanças de la costa de Granada, tras ellos los arcabuzeros de a cauallo, luego tres compañías 329 330 El doctor Bernaldo al Cardenal Espinosa, Aranjuez 8 de mayo de 1571, BL Add Mss/ 28336, f. 40 El doctor Bernaldo al Cardenal Espinosa, Aranjuez 13 de mayo de 1571, BL Add Mss/ 28336, f. 44 161 de cauallos ligeros y después onze de armas, escogida cauallería toda y de numº de 1800 a dos mil, quando ayan llegado unos pocos arcabuzeros que faltan. Vino luego el terçio de Lombardía y las compª de Sicilia juntamente con Pedro de Sotomayor, a estos siguió el de Nápoles con don Pº Gonçález de Mendoça, dos tercios de bisoños con don Luys Enrríquez y Pº de Ayala, don Françés de Álaua con el artillª y muchos carros de munición, quatro compañías de tudescos y tras ellos don Gabriel Niño con otro terçio de bisoños…” 331. La presencia de las Infantas en un acto de estas características es significativo; evidentemente la revista de las tropas podía tener un sentido mayor en el caso del Príncipe heredero pero es cierto que las Infantas, una vez que asumieron los papeles como Duquesa de Saboya y soberana de los Países Bajos, van a tener que estar involucradas en estos asuntos. Tanto Catalina como Isabel asumieron una “ lugartenencia” mientras sus maridos estaban en el frente, y el hecho de no ir al mismo de manera habitual no implicaba que no conociesen el aspecto económico y administrativo del mismo ya que, precisamente, ese va a ser uno de los papeles que van a cumplir332. Las Jornadas que tuvieron lugar a partir de 1585 van a estar protagonizadas por Felipe II, su heredero y la Infanta Isabel. Una vez que se produjo el enlace entre Catalina Micaela y el Duque de Saboya, el monarca se va a dirigir a Monzón para la celebración de las Cortes. El propio soberano se va a convertir en un buen descriptor de aquellos momentos ante su hija menor; si bien es cierto que habitualmente dejaba a Isabel Clara la tarea de informar a Catalina sobre los asuntos más “ mundanos” y referentes al universo palaciego y a la vida familiar, en los primeros momentos el Rey va a ser más rico en su 331 Mateo Vázquez (?) al Cardenal Granvela, 14 de Junio de 1580, BL Add Mss/ 28702, f. 18 En el caso de Isabel Clara se habla de cómo “combattoit par les armes de ses larmes” cuando el Archiduque llevaba sobre sus hombros el peso del mando militar; asimismo, siempre se ha hablado de cómo la oración era el medio a través del cual la Infanta combatía la herejía en sus estados. Pero la presencia física en el campo de batalla la encontramos durante la campaña que llevó a la caída de Breda en manos de Spínola: “Durant ce siege là cette gouvernante des Pays Bas surveilloit à tout avec sa prudence” en DE COSTE, H., Les eloges et vies des reynes, des princesses et des dames illustres en piété, en courage et en doctrine qui ont fleury de nostre temps et du temps de nos Peres, París 1647, pp. 675 y 680 332 162 escritura ofreciéndonos un vívido paisaje sobre cómo vivieron Isabel Clara y el príncipe la reunión de Cortes. “ …desde que entramos aquí no hemos salido fuera sino otro día después que llegamos que fui yo a la proposición de las cortes a la iglesia donde se hacen y vuestros hermanos fueron a acechar por una capilla, como os debe de haber escrito vuestra hermana…” 333. Ese, llamémosle espionaje, perpetrado por los hijos de Felipe II además de convertirse en una anécdota que el rey podía relatar a la flamante Duquesa de Saboya era, para un príncipe de 7 años, la oportunidad de acercarse a una serie de actos que formarían parte de su vida en un tiempo próximo. Esos acontecimientos van a ser vividos junto a su hermana mayor con quien va a compartir algunos de esos momentos de “ iniciación” en las labores del Príncipe. Al igual que las Infantas habían empezado desde muy niñas a estar presentes en audiencias con embajadores extranjeros, la situación se va a repetir en esta ocasión con la Infanta y el Príncipe. En 1592 la Jornada a Tarazona les llevó a Valladolid donde el Príncipe Felipe pudo presenciar festejos que celebraban al monarca y a su heredero y un recibimiento en las Escuelas donde los estudiantes recitaron diversas oraciones laudatorias a las disciplinas que allí se impartían334. En este caso el aprendizaje del Príncipe se centraba en cuestiones de índole intelectual, al tener la Universidad como escenario principal, aunque no faltaron las 333 Felipe II a la Infanta Catalina, Monzón 23 de agosto de 1585, carta XLV en Bouza Álvarez, F., op cit., p. 125 334 Por ejemplo, en esta relación sobre la Jornada se hace referencia al recibimiento de los estudiantes: “El jueues diez días después de la máscara, que fue a los 9 de Jullio, fue Su Magd con sus Altezas a Escuelas donde pasó muy buena tarde. Las paredes estauan llenas de figuras y quadros de diferentes historias, enigmas y poesías aplicadas todas a su buena venida. En llegando Su Magd y Altezas a la puerta de Escuelas salió la Universidad a reçiuirlos y los doctores de dos en dos con sus borlas y capirotes llegando hasta el coche y allí pararon a oyr dos muchachos vestidos de nimphas muy bien adornados que el uno representaua las escuelas y el otro las letras. Estauan sobre dos púlpitos y el primero comenzó a orar en griego, hebreo, latín y castellano con gran desenvoltura y graçia y breuedad en su raçonamiento, y a la postre dio a entender quienes eran cinco reyes que estauan a los dos lados de la/ puerta y en lo más alto de grandes estaturas y las merçedes que hiçieron a las escuelas y las que esperauan reçiuir de Su Magd.” Entrada que hiço en Valladolid el Rey nuestro señor don Phelipe Segundo a los veinte y siete de junio de 1592, BL Add Mss/ 10236, f. 86. Sobre este contacto entre los príncipes herederos y el mundo universitario, véase el análisis de la lección, que no llegó a impartir, el Maestro Matamoros al Príncipe Don Carlos en la Universidad de Alcalá en 1562 en BOUZA ÁLVAREZ F., “Una lección de historia para el príncipe don Carlos” en BOUZA ÁLVAREZ F., Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II, Madrid 1998, pp. 186- 196 163 diversiones mundanas ofrecidas por la ciudad y disfrutadas por aquellos cortesanos que acompañaban la comitiva regia. El ejercicio del patronazgo: Isabel Clara entre sus damas En una repetición de patrones lógica, las Infantas van a convertirse en un medio fundamental para la consecución de mercedes por parte de sus criados. En ocasiones, podemos observar un interés muy concreto de aquellas por premiar los servicios de algún servidor en concreto, pero en otros casos, la conexión con las Infantas, en algún momento de su trayectoria vital era un recurso que dichos criados no pasaron desapercibido. En este sentido, resulta muy interesante el caso de la hermana de leche de Isabel Clara Eugenia. La Cámara de Castilla recibía miles de memoriales de personajes diversos: servidores de la Corona de alto o banjo rango presentaban su dedicación a la Casa Real como prenda para lograr compensaciones de todo tipo, y las amas de cría de los miembros de la realeza, como ya hemos visto, eran bastante afectas a este tipo de peticiones. El 9 de octubre de 1583 se revisaba en la Cámara el memorial de doña Petronila de Anaya, hija del ama de Isabel Clara, Beatriz de Mendoza y, por tanto, hermana de leche de la Infanta. Al quedarse huérfana y con varios hermanos pequeños a su cargo pidió al Rey que se traspasase la merced de 30000 maravedíes de por vida que se le había concedido a su madre. Se le concedieron 12000 en consideración a esos servicios pasados del ama y a la situación extrema que narraba la hermana de leche335. Este caso puntual nos permite comprender el influjo que la Infanta podía tener en aquellos servidores cercanos a su círculo, aunque no hubiese una mediación expresa por su parte. Pero, tal y como señalábamos arriba, sí que hubo momentos en los que la Infanta expresó su deseo por beneficiar a alguno de sus criados o personas cercanas a éstos. Así ante la muerte de uno de los mozos del oficio de 335 Consulta de Gracia, Madrid 9 de octubre de 1583, AHN Consejos, leg. 4409, nº 173. A la muerte de Petronila Anaya, su hermana, doña Juana de Anaya y Mendoza pidió la prorrogación de la merced de los 12000 maravedíes en su persona, merced que le fue concedida. Consulta de Gracia, Madrid 23 de marzo de 1585, AHN, Consejos, leg. 4410, nº 67 164 guardajoyas, Isabel Clara medió para que éste recayese en uno de sus hijos, con lo que se contribuía a paliar la necesidad en que quedaban viuda e hijos336. Esta labor, que había venido observando como práctica habitual de la consorte, la va a ejercer la Infanta como figura femenina principal de la Corte desde 1580, bien en solitario, bien en connivencia con sus hermanos, como puede ser el caso del Príncipe don Felipe. Estos hechos demuestran que para los servidores reales las Infantas tenían una capacidad de influencia que podía resultar beneficiosa y así no es de extrañar, tal y como señalaba el mayordomo mayor, que algunos de ellos como los del oficio del guardajoyas “ importunan a sus Alªs porque se les mande dar un vestido a cada uno” con motivo de la jornada a Zaragoza para celebrar los esponsales de Catalina Micaela “ alegando que se hizo ansý la Jornada de Bayona” . Es cierto que ellas no tenían una capacidad decisoria por eso las Infantas “ han mandado que lo consulte a V Md” 337. Por su parte, las Infantas, y en concreto Isabel Clara, asumieron esa función como cabeza de su entorno más próximo y, de nuevo, los testimonios dejados por el Mayordomo Mayor (don Juan de Zúñiga) son elocuentes al respecto. Así, la misma involucración que se esperó en Ana de Austria con respecto a sus damas, se va a esperar de Isabel Clara: “ Las llaues de la casa de Guadalajara daré yo de mi mano a la guardamayor, y suplicaré a la señora Infanta doña Isabel mande a las damas que la obedezcan…” 338. Sin lugar a dudas una de las damas sobre las que hay que detenerse al elaborar un estudio sobre Isabel Clara Eugenia es Jehanne de La Celle Melle de Chassincourt o, como aparece en la documentación española, doña Juana de 336 “En Çaragoça murió otro moço de oficio del guardajoyas que auía seruido muchos años, y dexa mujer e hijos en estrema necesidad; desea mucho la sª Infanta doña Isabel que el oficio de provea en uno de sus hijos poniendo la madre quién le sirua durante la menor hedad, la obra es muy pía, demás de deseallo su Alteza” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 13 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, 40. En consulta posterior del mayordomo volvemos a ver esa intermediación de la Infanta a favor de la familia de este mozo que respondía al nombre de Ochoa “La sª Ynfanta se ha condolido mucho de la pobreza con que Ochoa, moço de ofiçio de guardajoyas, dexó a su mujer e hijos, y así ha hecho instancia con V Md porque se diese el ofiçio a uno de los hijos, poniendo persona que le sirua durante la menor hedad…” Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 27 de Julio 1585, AZ, Altamira, 85, 43. 337 Don Juan de Zúñiga a Felipe II, s. f. (finales de 1584- principios de 1585), AZ, Altamira 85, 50 338 Don Juan de Zúñiga a Felipe II, s. f. AZ, Altamira 85, 61 165 Jacincurt. Esta dama acompañó a Isabel de Valois desde Francia en 1559, permaneció en el servicio de las Infantas a la muerte de su señora y fue una de las pocas damas francesas en el servicio de Ana de Austria culminando su carrera cortesana como Camarera Mayor de la Infanta Isabel, cargo que la llevó hasta los Países Bajos donde murió. Su presencia en Palacio suponía una línea continuista que no podemos pasar desapercibida ya que se va a convertir en un vínculo esencial entre las Infantas y su herencia francesa. Además, esa relevancia se confirma por el estatus de que va a gozar en el círculo más próximo a aquellas merced a los privilegios de que Isabel y Catalina la van a hacer objeto. Por el momento no contamos con excesivos datos biográficos que nos permitan trazar una relación de su trayectoria vital. La propia Isabel es la que nos ofrece algunas pistas en las cartas que escribió a la Corte de Madrid cuando asumió la soberanía en los Países Bajos. Ya desde un primer momento, Jacincurt se va a convertir en una de las mejores vías de acceso a las Infantas, tal y como podemos ver en los despachos diplomáticos de Fourquevaux. La cercanía de la dama a las niñas permitía al embajador conocer detalles sobre ellas en un momento en que el acceso a la cámara va a ser más complicado por la muerte de la reina, de ahí que ponderase muy positivamente las cualidades de la dicha dama339. No escapaba a Fourquevaux que Jacincurt era una garantía de afrancesamiento de las Infantas en un momento de cambio inaugurado con la llegada de la cuarta consorte de Felipe II. Podríamos pensar en una cierta exageración por parte del enviado francés, pero lo cierto es que no se puede negar que la relevancia de doña Juana se va a ir consolidando en años posteriores; así en 1571, ante una de la enfermedades de doña María Chacón, va a ser ella quien ocupe temporalmente el cargo de aya de las Infantas, elección que, muy 339 “Et vous certiffie, Madame, que ladite Chassincourt sert si bien et faict tellement son debvoir auprez de Leurs Altezes que elles se gouvernement entierement par elle et l’ayment plus que à leur gouvernante ne à toutes les autres, qui n’est pas sans y avoir de la peine, et y mectre de la servitude pour quatre…” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 9 de noviembre de 1570 en DDMF, vol II pp. 297- 299 166 posiblemente, estuvo motivada por la cercanía de la dama a Isabel y Catalina, lo que reduciría el impacto sobre la rutina diaria de aquellas340. Las referencias en estos años son abundantes, merced a la situación de cambio y transición en el escenario palatino con la llegada de Ana de Austria, pero lo cierto es que la relevancia de la dama no va a ser determinante únicamente en estos años, sino que se va a extender en las décadas siguientes. Así Monsieur de Longlée, último embajador del periodo que nos ocupa también hace frecuentes referencias a Jacincurt que seguía siendo un elemento esencial para que el diplomático tuviese un mayor conocimiento de la vida de las Infantas, más allá de las audiencias habituales341. En diciembre de 1587 Isabel Clara recibió unos relojes como regalo de parte de Catalina de Médicis- “ j’avois receu sa despesche avec les trois horloges pour Madame l’Infante” - ; el embajador se encargó de arreglar los desperfectos que habían sufrido las maquinas durante el viaje y se los había entregado a la Infanta junto con las misivas de Catalina de Médicis. Más tarde fue Jacincurt quien relató cómo habían sido apreciados por la Infanta, el Rey y el Príncipe: “ Depuis, madamoiselle de Chasincourt m’ a faict sçavoir que Son Altesse et le Roy Catholique ont trouvé le present de Vre Majesté tres beau, admirant la delicatesse des deux petites, et principallement de celle qui sonne” 342 Jacincurt era una buen medio para que los embajadores franceses conociesen de primera mano el devenir de las Infantas, algo esencial en su labor de 340 “Leur gobernante [doña María Chacón] a gardé le lict environ ung mois pour une fiebvre tierce qui l’a laissée; la charge de mesdites Dames [Infantes] estoit demourée cependant à Mademoiselle de Chasincourt, laquelle s’en est très bien acquitée et les sert tousjours bien soigneuzement” Monsieur de Fourquevax a Catalina de Médicis, Madrid 8 de febrero de 1571, DDMF Vol. III, pp. 114- 115 341 En una de las audiencias con la Infanta ésta había agradecido al embajador la transmisión de noticias sobre Catalina de Médicis “Madame l’Infante m’a dict particulierement qu’elle estimoit à tres grande faveur que Vre Majesté luy feist sçavoir de sa bonne sancté, de laquelle elle rendoit graces à Dieu et le prioit la luy continuer tous jours. Elle monstre avoir tres grand plaisir de sçavoir souvent des nouvelles de Vre Majesté; ce que mademoiselle de Chassincourt m’a aussy confirmé…” Como vemos Jacincurt era confirmadora de esta clase de noticias. Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 4 de mayo de 1586, DDML, p. 257 342 Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 25 de diciembre de 1587, DDML, p. 340 167 informadores ante la reina viuda de Francia, aunque, eso sí, no son los únicos que van a precisar de esta clase de servicios. Así, el envío de memoriales a la Infanta va a pasar, en muchos casos por las manos de la dama tal y como nos atestigua la Duquesa de Medina Sidonia en una carta a doña Juana Coello, donde le informaba de que había gestionado con un servidor de palacio el envío de un memorial a la Infanta por medio de Jacincurt343. La dama, asimismo, se va a convertir en un medio ideal para conocer cómo estaba la Infanta. Es el caso, por ejemplo, de Cristina de Lorena, Gran Duquesa de la Toscana por su matrimonio con Fernando I, cuyos lazos familiares con la Infanta Isabel la convierten en un caso interesante. Así Jacincurt le informaba: “ …me disze su secretario le tendrá de que yo le dé nueuas de su alª de la ynfanta está muy buena, Dios la guarde y se olgará mucho de oyr lo mesmo de v alª” 344. Aunque es evidente que la información que pudiera aportar la dama es muy escasa, casi testimonial, sí es indicativo del peso de la dama en el entorno inmediato de la Infanta, un que desde la Corte y fuera de ella eran conscientes aquellos que querían saber más o acercaser a Isabel Clara345. Quizá uno de los elementos más elocuentes sobre el peso que Juana de Jacincurt tenía en el círculo cortesano próximo a las Infantas es el recibo de mercedes por parte de aquellas. Así, haciendo una lectura de las cuentas del sastre, en el apartado dedicado, precisamente, a mercedes, Jacincurt es una de las damas más beneficiadas y que aparece con una mayor frecuencia346. 343 “…yo señora mía, deseosa de que lo que acá se hiçiere aproueche, no me pareció borarlo (sic) con dar yo el memorial de v m a su alª, por ser cosa defendida, otra que la camarera mayor u la señora Jaçincur no dan a su alª papepeles y así traté con el grafiel (sic) de su magd, Espina, que la diese a la señora Jaçincur” Ana de Mendoza, Duquesa de Medinasidonia a doña Juana Coello, San Lorenzo, 18 de octubre de 1589, AHN Consejos 50232, Exp. 129/2 344 Juana de Jacincurt a Cristina de Lorena, Madrid 17 de enero de 1594, ASF, F. 5977, f. 16 345 También podemos citar el caso de Diana de Francia, hija legitimada de Enrique II, quien presentaba a Jacincurt como valedora ante la Infanta: “Le tesmoignage que Madame de Chassincourt vous peult donner de l’honneur que la feu Royne d’Espagne vostre mère me faisoit de m’aymer, ma fait prendre la hardiesse de m’offrir a vous rendre le tres humble service que ie vous doibtz…” Diana de Francia a la Infanta Isabel, s. l, s. f., BL Add Mss/ 24024, f. 12 346 Las cuentas que se conservan en Palacio no están completas ya que faltan algunos años, pero por lo que tenemos, vemos cómo prácticamente en todos los años consignados aparece Juana de Jacincurt. Asíen 1583 la merced consistió en un manteo francés, en el año 1584 “una rropa de tiritaña negra” y una 168 Evidentemente hubo otras damas que también salieron beneficiadas en este reparto de mercedes, como es el caso de doña Isabel Gonzaga, pero es significativo que algunas aparezcan tanto y otras no lo hagan o se produzca de manera marginal, por ejemplo, con ocasión de sus matrimonios o entradas en religión347. Significativa es la referencia a esta merced de Isabel Clara a la dama: “ En xvii de diciembre 1586 años dos varas y media de terciopelo negro, dos pelos, para guarnición y añadir una ropa de terciopelo que fue de su alteza de la Infanta doña Cathelina que su alteza de la Infanta doña Ysauel hizo merced a doña Joana de Jaçincur y esta rropa estaua guarneçida con una guarnición bordada…” 348. El hecho de entregar un vestido que había pertenecido a Catalina Micaela puede verse como un gesto que destacaba a Jacincurt por encima de otras servidoras de Palacio. La pieza, por haber pertenecido a la Infanta, tenía un valor simbólico y sentimental, indudable, además de que el coste económico de aquel hubiese sido alto. Además de estas mercedes en ropa que tenían un alto valor económico, tanto por las hechuras de los ropajes como por la riqueza de los materiales, Jacincurt recibió otros priviligios notables que nos permiten seguir incidiendo en su relevancia dentro de Palacio. La reina Isabel de Valois la había hecho beneficiaria de un juro de por vida situado en las rentas de la lana, aunque, por saya de terciopelo negra. En 1590 otra “ropa de terciopelo negro”, también hay otra merced en 1592, concretamente “una rropa de tafetán aterciopelado”. En 1596 se le dio un verdugado de raso, dos ropas de terciopelo negro (una el 15 de febrero y otra el 26 de octubre) y una ropa de tafetán. En 1597, una ropa de tafetán negro y un monjil por el luto de Catalina Micaela, aunque en este último caso no fue privativo de ella sino que todas las damas recibieron uno. AGP, Administrativa, leg. 5272, s. f 347 En una relación sobre cómo se servía la Casa de Felipe III cuando era príncipe se hace mención específica a esta casuística: “Quando la Infanta mandaua que se hiçiese algún vestido para sí o para otra persona a quien quería hazer merced, decíalo a la Camarera Mayor y el escriuano de Cámara hacía un papel en que decía particularmente de la manera en que Su Alteça mandaua haçer el vestido y la Camarera Mayor firmaua esta çédula y lléuanla al Mayordomo Maior y escripto al pie della una librança mandando que aquello se cumpliese y firmáuala el Mayordomo Mayor y sin su firma no se sacaua ninguna cossa de casa del mercader” BPUG CEF, vol. 37, ff. 34- 36 348 Quenta de las mercaderías que Bernardino de Valuerde a de auer y a dado por quenta de mercedes echas por el Príncipe don Phelipe nuestro señor y por la señora Infanta doña Ysauel en el terzio postrero deste año de mil y quinientos y ochenta y seis años, AGP, Administrativa, leg.5247, Exp. 2, s. f. 169 las dificultades en el cobro del mismo se le habían pasado a las rentas de los puertos portugueses. En 1588 elevó un memorial a la Cámara de Castilla pidiendo que se cambiase a otro tipo de renta que facilitase el pago; los miembros del Consejos recomendaban la premura en ese cambio “ por lo mucho y bien que la dicha doña Juana a seruido y sirue” 349. La relevancia de Juana de Jacincurt no es solo apreciable en el caso de Isabel Clara ya que Catalina Micaela va mantener el contacto con su antigua dama desde la Corte de Turín. El Conde de la Mota una vez que inicie su misión diplomática en Madrid va a tener audiencias con la Familia Real y con otras personalidades relevantes en el ámbito áulico siendo una de ellas la dama de origen francés350. Jacincurt era una buena fuente para conocer de primera mano lo que la Infanta hacía en su día a día, y si bien es cierto que la propia Catalina debía de conocerlo a través de la correspondencia con su hermana, la inseguridad del correo hacía que estas embajadas tuviesen en la recopilación de informaciones una de sus principales misiones351. La relevancia de Jacincurt en este periodo también está relacionada con el protagonismo político de Catalina Micaela como Duquesa de Saboya y la importancia que Isabel tenía en la Corte de Madrid. El Conde de la Mota describe a la dama como una de las 349 Consultas de gracia de la Cámara de Castilla. “En la cámara se ha visto un memorial de Doña Juana de Jaçincourt, en que dize que tiene 125U maravedíes de juro de por vida de que le hizo merced la reyna doña Ysabel nuestra señora que aya gloria, situados en de derecho de las lanas, y que por no cauer en la dicha renta, lo cobra con mucha costa y dificultad, y suplica a V Md que teniendo consideraçión a lo que siruió lo sea de mandarlos mudar a otras rentas, donde quepan y sean bien pagadas, y contadores a quien se ordenó informasen, dizen que la dicha doña Juana tiene las dichas 125u maravedíes de merecd de por vida situados en la renta de los puertos de Portugal, y conforme a la orden, que V Md tiene mandada dar, se le an de mudar a la del nueuo derecho de las lanas, en lugar de los juros de por vida, para que como fueren vacando entren en su lugar, y que hasta agora no an vacado juris de que se le puedan pagar, y que a Nuño Hernández de Esquibelm se le mudaron 150U: que tenía de juros situados en la dicha renta de los puertos de Portugal a la de el derecho de la sal, que entra por ellos y anda en renta con las demás salinas del reyno, y teniéndose consideración a lo mucho y bien que la dicha doña Juana a seruido y sirue, y a que es estrangera, ha paresçido que siendolo V Md dello, deue mandar que este juro se le mude a otras rentas donde lo pueda cobrar sin la dificultad con que agora lo cobra, en Madrid a 26 de hebrero de 1588” AHN, Consejos, legajo 441, nº 24 350 “Luego besé las manos a la Camarera Mayor, después de la qual embió Su Alteza [de la Infanta] mesma la señora Jaçincurt, con la qual me dexó don Diego [de Córdoba] diziendo que nos contentásemos entrambos. Yo estuue en el confissionario tres horas y pasó y repassó S A riéndose dos vezes” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 5, s. f. 351 La propia Isabel Clara lamenta la inseguridad del correo en una de las cartas a su hermana “Con las galeras os escrybý largo y aora olgara arto de podello [ha]ser en ésta, pero ya os he dicho que no oso fýar nada de cartas que an de tomar en byendo que son nuestras” La Infanta Isabel a Catalina Micaela, San Lorenzo 16 de septiembre de 1594, AST Lettere Principi Estranieri, Mazzo 170 personas más afectas a los intereses de los Duques de Saboya, además de ser la vía habitual para que la Infanta Isabel recibiese memoriales para promocionar los intereses no sólo de Catalina Micaela, sino también de las damas de aquella352. No sorprende, por tanto, las recomendaciones que el Conde de la Mota hacía a sus señores sobre la idoneidad de agasajar a doña Juana, ya que de esa manera se allanaban los negocios para los Duques y el porvenir de sus hijos. Catalina Micaela era bien consciente de esa situación y es muy posible que mantuviera un contacto epistolar con la dama353. En la carta escrita con motivo de su visita a la Corte de Madrid en 1591 Carlos Manuel I no olvida comentar a su esposa la visita a las damas de la Infanta Isabel con una breve descripción, y, por supuesto, Juana de Jacincurt es mencionada expresamente354. Por su parte, la Duquesa de Saboya no se olvidó de esa práctica de mercedes de la que había hecho beneficiaria a Jacincurt cuando estaba en la Corte de Madrid y va a seguir ofreciendo algunas compensaciones a la francesa. Así, por algunas referencias entendemos que se trató de potenciar una carrera eclesiástica para uno de sus sobrinos, aunque hubo algunas dificultades insoslayables. “ ... del sobrino de Jazincurt que se fue en Saboya que os habló el mayordomo yo le e querido a los teatynos,; él no quería. Yze el limosnero ablase al retor (sic) y vuestro confesor y ellos tan poco le quieren rezebir en ninguna manera y afrentándoles el limosnero les respondieron en gran secreto que no era bien tenerle entre otros muchachos sin querer dezir más; temo sea por algún mal bizio que podéis pensar, no sé qué hazer del pues zierto por su týa tengo mucha 352 El Conde la Mota lo expresa de la siguiente manera “Entre tanto yo me aprobecho muy bien de la sª Jaçincur la qual realmente es tal y tan afficionada en todo, que no desmerece que V A con quatro renglones le agradezca lo que le escribo y será la carta más bien empleada del mundo” asimismo, le recomendaba el envío de algún presente. El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f 353 Sí contamos con un billete hológrafo de la Duquesa al Conde de la Mota donde se especifica el envío de un memorial que debía pasar únicamente por las manos de Jacincurt. “Este pliego dad a Jaçincurt en su mano y si no podéis dárselo, envíaselo con persona que lo dé en sus manos propias sin que pase por otra porque ynporta ansí” AST Lettere Ministri, Spagna Mazzo 7, s. f. 354 “…Chasincur qual suele (…) muy flaca y me pareze que (...) ayuda mucho doña Menzía de la Cerda” El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591, AST, Lettere Duchi et Sovrani, Mazzo 16, nº 1009 171 rabia. Dizen es ya grande que podría yr a la guerra, abísame que aré del que todadía está en casa del mayordomo y nadie sabe la causa que allí no le quieren pues ni lo an dicho que al limosnero, y ansy no es bien el mayordomo lo entyenda ni nadie” 355 El nombramiento de Jacincurt como camarera mayor de la Infanta Isabel en 1598 puede ser considerado como el punto culminante de esta carrera cortesana356. La consideración oficial en este puesto palatino la tuvo el 16 de octubre de 1598 en pleno proceso de preparación de los esponsales y posterior viaje de la Infanta a Bruselas, pero lo cierto es que había ejercido como tal desde la muerte de doña Francisca de Rojas, Condesa de Paredes en 1596 y el reconocimiento a esa labor se produjo mediante el pago de los gajes atrasados. Más allá de la relevancia del puesto, esta dilatada carrera implica que Juana de Jacincurt asistió a estos más de 32 años de vida de la Infanta en Madrid y, por tanto, la consideración a su persona no es cosa baladí en un estudio de estas características. Es cierto que no contamos todavía con suficientes datos para darle una mayor entidad biográfica, pero sin duda es una de las personalidades del entorno inmediato de la Infanta en que conviene fijarse. Además de las damas, Isabel Clara va a establecer vínculos estrechos con otros servidores de Palacio, mostrando una especial atención a todo aquello que les concernía. En este sentido, los enanos y locos que acompañaban a la Familia Real en Palacio van a gozar de una gran importancia y, sobre todo, van a ser depositarios del afecto de los reyes e infantes. Hemos visto como algunas de estas enanas llegaban a servir como damas e, incluso, entraban en religión. Su importancia se ponía de manifiesto con su aparición en los retratos de Corte donde compartían plano con las Infantas y otros miembros de la Familia Real. La importancia que van a adquirir estos personajes en la Corte explica el por 355 Catalina Micaela al Duque de Saboya, Turín 25 de septiembre (s. a), AST Letter Duchi et Sovrani, Mazzo 45, s. f. 356 Juana de Jacincurt aparece asentada en la planta de las Camareras Mayores de la Casa de la Reina, AGP Personal, Caja 16584, exp. 2. El nombramiento firmado por Felipe III en AGP, Personal Caja 588/32 172 qué Isabel Clara se encargó, más tarde, de enviar enanos a su hermano desde la Corte de Bruselas, tal y como podemos apreciar en esta carta: “ No hay cosa den nuevo después que escribimos sino haber venido el de Villamediana bueno, pero un poco viejo. Cierto, ha servido bien y merece toda la merced que mi hermano le hace. Con la llegada de su hijo se ha detenido un poco en partir pero pienso lo hará presto. Allá va en su compañía la sabandija del enano que envío a mi hermano, que espero olgará con él; y aunque cresca mucho, no pienso llegará a ser gigante. Dos veces me le han querido hurtar franceses, pero espero que no le llevarán” 357 Las misivas que el Rey envió a sus hijas durante la estancia en Portugal son ricas en noticias de todo tipo, pero por ejemplo, podemos destacar aquellas relativas a Magdalena Ruiz, con quien habían compartido momentos en la Corte. Felipe II hace referencia a las cartas que la propia Magdalena enviaba a las Infantas y que relatarían los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Portugal358. De hecho, Felipe II vigilaba que Magdalena escribiese- si bien es cierto que en ocasiones disculpaba el hecho de que no lo hiciese- e informaba a sus hijas en qué pliegos iban a encontrar una misiva de aquella. No obstante, el monarca no dudaba en informarles sobre ella como, por ejemplo, en la misiva enviada el 1 de mayo de 1581 donde se refería a la nostalgia de la Corte que sentían ambos: “ Mucha envidia tiene Magdalena a las fresas y yo a los ruiseñores, aunque unos pocos se oyen algunas veces de una ventana mía” 359. En el conjunto del epistolario podemos observar un buen número de cartas que nos indican diversos aspectos sobre la personalidad de Magdalena y que reflejan, asimismo, el cariño que sentía el monarca por la vieja loca. Así, 357 La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 30 de septiembre de 1605, Carta 305 en RODRÍGUEZ VILLA, op cit., p. 438 358 “Otras cosas habría que decir de estos días, mas no hay tiempo para ello, y Magdalena y otros las deben de escribir” Felipe II a las Infantas, Almada 26 de Junio de 1581, Carta IV en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 46 359 Felipe II a las Infantas, Tomar 1 de mayo de 1581, Carta II en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., pp. 39- 40 173 aunque a veces ésta se enfadara con Felipe II, su quebrada salud era motivo de preocupación para el monarca. Magdalena además de escribir a las Infantas debía de pedir constantes noticias sobre las Infantas: “ Magdalena lo hace muy bien es escribiros y está aquí ahora y dice que os diga de su parte que quisiera más estar con vosotras que enviar recado; y yo digo que, aunque se le levantan los pies cuando oye algún son, se cansa ya tanto que no puede bailar. Y el otro día tuvo un desmayo y quedó harto flaca” 360 Al igual que ocurriera con otros criados, los regalos y mercedes eran un instrumento que ayudaban a mostrar ese aprecio o preferencia y, en este sentido, Magdalena no era una excepción. Así, aunque Felipe II reconociera que en Portugal no la había regalado lo suficiente361, sí que tenemos noticia de otras mercedes pasadas que había recibido. Así en el año de 1566, en las cuentas de Palacio quedaron consignadas diversas cantidades que habían servido para el pago de las telas de diferentes prendas: un manteo, una basquiña, un jubón y los forros de todos ellos362. Además de con las servidoras más cercanas y con las que compartía rutina diaria, la Infanta estableció vínculos con servidores masculinos de la Casa que se vieron beneficiados por la conexión. La casa del Príncipe o la de la Reina fueron espacios esenciales para los cortesanos ya que, aunque no se integraran en la Casa del Rey les facilitaba el acceso a la persona real. En este sentido, la Casa del Heredero tenía atractivos adicionales pues al construir una carrera cortesana a la sombra del que más tarde o más temprano asumiría la Corona hacía pensar en futuras compensaciones y mejoras en el cursus honorum. Durante los últimos años del reinado de Felipe II se puede observar la 360 Felipe II a las Infantas, Lisboa 25 de Junio de 1582, Carta XXII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 87 “Magdalena anda muy alegre con mi hermana, aunque muy rota una ropa de tafetán que trae, pero yo tengo la culpa, que no le he dado nada, aunque ella no ha dejado de acordármelo. Ha quedado para Lisboa” Felipe II a las Infantas, Almeirin 7 de mayo de 1582, Carta XX, en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., p. 83 362 AGP, Administrativa, leg. 5247, Exp. 1, s. f. 361 174 construcción de privanzas en torno al Príncipe, procceso que, en el caso del marqués de Denia- futuro Duque de Lerma- acabó en un rotundo éxito. Estos cortesanos, además de entablar una provechosa relación con el heredero de la Corona lo van a hacer, asimismo, con la Infanta Isabel. Así lo podemos constatar en los casos de Denia y de Velada, Mayordomo Mayor, pero también con personajes como el Marqués de Poza cuya hija va a ser una de las damas de Isabel Clara. Con todos ellos la Infanta va a mantener un vínculo que se extiende más allá de su salida de la Corte de Madrid tal y como refleja la correspondencia que mantuvieron y de la que tenemos abundantes muestras. El conjunto epistolar más conocido es el que está conformado por las cartas que la Infanta escribió al Duque de Lerma, privado de Felipe III. Estas misivas constituyen una de las mejores fuentes para conocer la labor de gobierno de Isabel Clara en la Corte de Bruselas y han sido usadas por todos aquellos interesados en el periodo que se extiende entre 1599 y 1621. Junto a ella hay que citar ese otro conjunto de cartas que constituye un contrapunto y complemento a las anteriores y que fueron dirigidas al Marqués de Velada. Además de mantener el contacto con el que había llevado sobre sus hombros la gobernanza de la Casa en los últimos años en Madrid, ofrecía a Isabel Clara la oportunidad de conocer más a fondo la dinámica política de la Corte desde una perspectiva distinta a la del privado del Rey. Este hecho ofrecía, sin lugar a dudas, una notable ventaja a la Infanta en su tarea de gobierno. Ambas correspondencias mezclan los tintes políticos con otros de carácter personal y sentimental. La Infanta estaba ávida de noticias sobre la vida de su hermano y los progresos de sus sobrinos, además de aquellas concernientes a las vidas familiares de estos antiguos servidores. No hay que olvidar que las hijas de éstos habían integrado la servidumbre femenina de la Infanta como damas y al igual que se ha visto en casos semejantes, Isabel quería saber sobre sus vidas fuera de Palacio. En este sentido podemos ver, asimismo, la correspondencia con los marqueses de Poza donde las preguntas sobre las hijas de aquellos ocupan gran parte de las misivas. 175 Estos vínculos favorecían y beneficiaban a ambas partes. Por un lado la Infanta lograba información sobre la Corte y, por otro, estos servidores se aseguraban el patronazgo de aquella para la conducción de sus intereses personales. En efecto, la Infanta va a recordar- tanto a su hermano como al Duque de Lermala necesidad de premiar adecuadamente la carrera cortesana del Marqués de Velada y el hecho de que esa recompensa llegase puede verse como efecto de esas presiones363. 363 En una carta a Lerma Isabel Clara le pedía que “…también acordéis a mi hermano lo que le sirve el Marqués de Velada, para que se resuelva en hacelle merced, que [por] el cuidado con que sirve la tiene bien merecida” La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Neoport 23 de abril de 1602, Carta 42 en Rodríguez Villa, p. 338 176 UN MODELO PARALELO: LA CASA DE CATALINA MICAELA EN TURÍN Contra todo pronóstico la Infanta Catalina contrajo matrimonio en 1585 antes que su hermana mayor, la Infanta Isabel. La unión concertada con el Duque de Saboya respondía a unos intereses geoestratégicos muy claros si bien es cierto que, a la larga, causó más de un quebradero de cabeza por la insatisfacción que se generó entre ambas partes. La rebaja considerable del estatus de Catalina Micaela debía de compensarse de alguna manera; para el Duque de Saboya el apoyo de Felipe II en la consecución de un título real o en que otros potentados italianos no lo alcanzaran podía ser un buen camino. Sin embargo, la constitución de la Casa de Catalina Micaela acorde a las etiquetas de la Casa de Ana de Austria era un medio suficiente para conseguirlo. Este hecho ha sido puesto de manifiesto por aquellos que se han acercado a la figura de la Infanta aunque hay que destacar el estudio que, al respecto ha hecho María José del Río 364. La constitución de la futura Casa de la Infanta fue uno de los asuntos que tuvieron que manejar los dos Mayordomos Mayores que ocuparon el cargo en el periodo 1584- 1585: el Conde de Barajas y don Juan de Zúñiga. Había que escoger a aquellas personas que iban a servir a la Infanta, una tarea complicada por cuanto algunos de ellos rehusaron el viaje a Italia considerando, quizá, que el honor recibido no era suficiente ya que iban a servir a una Duquesa. Ya en 1584 se empezaron a proponer nombres para conformar la Casa, un proceso que transcurrió paralelo a la configuración de una servidumbre femenina para Isabel Clara cuyo matrimonio, al no estar concretado, dilataba su estancia en la Península365. Así, había que barajar nombres de Camareras Mayores tanto para una como para otra. En el caso de Isabel Clara los nombres que “ sonaban” en los círculos palatinos eran los siguientes: doña Ana de Mendoza que en ese momento ocupaba el cargo de aya del Príncipe don Felipe; la Condesa de Monterrey y la Marquesa de Montesclaros. Ninguna de 364 DEL RÍO BARREDO, M. J., op cit. Apuntamientos [para la organización de la Casa del Príncipe e Infantas], San Lorenzo 1 de octubre de 1584, AZ, Altamira 85, 69 365 177 ellas llegó a ocupar finalmente el cargo sino que lo hizo doña Francisca de Rojas, condesa de Paredes. En el caso de Catalina Micaela los dos nombres sugeridos y que tampoco llegaron a concretarse fueron los de Isabel de Ulloa, viuda de don Juan de Acuña, y doña Catalina de Córdoba viuda de don Juan de Vargas. El oficio de dueña de honor debía ser desempeñado junto al de guarda mayor de damas y los nombres sugeridos fueron doña Juana Osorio, viuda de don Francisco Zapata (tío del Conde de Barajas) y doña Mariana de Tasis hermana del Correo Mayor, cuya candidatura sí que se materializó. La dueña de retrete debía servir, asimismo, como guardamenor y para el cargo se pensó en una de las antiguas criadas de la Condesa de Paredes doña Inés Manrique y que respondía al nombre de Sandoval. También se sugirió a doña Luisa Mejía para este cargo, aunque se especificó que sólo iría “ haciéndole mucha merced” . En este momento no se especificaron nombres de damas ya que se consideraba necesario que el Mayordomo Mayor del Príncipe e Infantas tanteara el terreno entre las mujeres: “ Lo que toca a las damas tiene alguna dificultad para hazer nominaçión dellas porque no se sabe quáles querrán ir. Pareçe que conuernía que V Md diese licencia qu’el Conde de Barajas les hablase a todas para entender la voluntad de cada una y así se procedería con mejor tino y también para que ninguna se pueda quexar en otro tiempo y ocasión de que no se les aduirtió dello por causas que se podrían ofrescer” 366 El 20 de marzo de 1585, se presentaba ante Felipe II la planta de lo que iba a ser la Casa de la Infanta Catalina. Así, doña Sancha de Guzmán367 fue recibida como Camarera Mayor, cargo que ocupó durante los años que vivió la Infanta en la Corte de Turín y por el que percibía un salario de dos mil ducados. Como dueñas de honor acompañaron a Catalina Micaela, doña Antonia de Mendoza y doña Mariana de Tasis recibiendo cada una trescientos mil maravedíes. El número de damas españolas ascendía a cinco- Doña Ana de Mendoza, Doña Juana Manrique, doña Beatriz de Mendoza y doña Luisa Manrique- a las que 366 Íbidem En los árboles de costado de Luis de Salazar y Castro figura como esposa de Luis Méndez Portocarrero, p. 26 367 178 había que añadir las italianas que completaban este grupo de servidumbre. Hay que señalar que algunas de ellas rehusaron, en un principio, el viaje a Italia; concretamente es el caso de Doña Beatriz de Mendoza, cuya familia se oponía a tal viaje. Así, don Juan de Zúñiga informaba a Felipe II como “ contra la voluntad de su madre y sus tíos se ha dispuesto doña Beatriz de Mendoça a yr a seruir a la sª infanta doña Catalina” , por lo que la joven dama precisaba de la ayuda regia para iniciar la travesía368. Las informaciones aportadas por el Mayordomo del Príncipe e Infantas no nos permiten discernir el por qué del empeño de doña Beatriz por abandonar la Península para seguir a Catalina Micaela, puesto que unos años más tarde sí mostraría interés en volver a ella concertando un matrimonio. Del resto de mujeres de la Cámara que completaban el servicio hay que destacar a doña Luisa Mejía y Sandoval como dueña de retrete y como mozas de cámara, Juana de Ribadeneira, doña Gabriela y las hijas de Luis Gutiérrez. La elección de las personas para la Mayordomía y la Caballeriza fue, asimismo, un proceso interesante. Para el cargo de Mayordomo Mayor Felipe II eligió a su embajador- puesto ocupado a las alturas de 1585 por el Barón Sfondrato- , con el propósito claro de mantener un cierto control sobre los asuntos de la Infanta. No osbtante, el embajador del Duque- Palavecino- quiso ocupar ese cargo y así se lo hizo saber a los servidores de Felipe II: “ El embaxador Palavecino me pide parescer si podría pretender y pedir de ser mayordomo mayor de la Serenísima Infanta alegando en su fauor el exemplo del señor don Juan de Borja, el qual siendo embaxador en la Corte Cesárea ha venido a ser mayordomo mayor de la emperatriz” 369. Se eligieron, asimismo, diversos mayordomos para asistir en el cargo 370. Más adelante hablaremos de uno de ellos, el Comendador Briceño cuya correspondencia con Madrid es esencial para conocer cómo se desenvolvió el 368 Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 8 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, nº 38 El Barón Sfondrato a don Juan de Idiáquez, Turín 8 de agosto de 1583, BL Add Mss/ 14008, f. 177 370 Entre los nombres sugeridos para ocupar los cargos encontramos al Conde de Pliego, a don Pedro de Ribera, a don Alonso Osorio, al señor de Bolaños a don Fadrique de Portocarrero y por supuesto, también se sugirió al Comendador Briceño. Apuntamientos para la configuración de la Casa de Catalina Micaela, AZ, Altamira 85, nº 69 369 179 gobierno de la Casa en los primeros momentos. Otro de los puntos esenciales era la caballeriza; teniendo en cuenta el gasto que le iba a ocasionar a Felipe II el pago de esta Casa, se trató de ahorrar lo más posible en esta partida, así la recomendación que se le hizo al Rey consideraba que “ auría de escoger de los vasallos y criados del Duque, y se podría mirar si sería posible escusarse todo el gasto de la Caualleriza y oficiales della, siruiéndose Su Alteza de la Caualleriza de su marido” 371. Palavecino, que había pedido el oficio de Mayordomo, fue nombrado caballerizo mayor. A su salida de la Península, Catalina Micaela contaba con una nutrida servidumbre y el mayordomo mayor tenía en su poder unas etiquetas para el funcionamiento de la Casa que copiaban de manera sistemática lo establecido para las Casas de las Reinas españolas372. Ahora hay que preguntarse sí la traslación de aquel modelo a la corte ducal de Turín se saldó con un rotundo éxito o si hubo algunos obstáculos en el camino. El Comendador Briceño mostró, desde un primer momento, una actitud puntillosa en lo referente al gobierno de la Casa de Catalina Micaela y los comportamientos que debían mostrar los servidores que la formaban. Viendo que sus quejas caían en saco roto en Turín, se valió de su correspondencia con don Juan de Zúñiga para tratar de paliar los presumibles efectos negativos que podía acarrear el comportamiento de Catalina Micaela y de sus servidores más cercanos. Esta actitud fue bastante arriesgada en el sentido de que le labró una reputación casi quisquillosa y contribuyó en nada a que la relación con el Mayordomo Mayor y los Duques de Saboya transcurriese por cauces tranquilos. Estos hechos han sido puestos de manifiesto por aquellos que se han acercado al estudio de la Casa373. No obstante, quiero poner de manifiesto esta correspondencia y ahondar en ella como una interesante visión de las dificultades señaladas y, además, de la capacidad que mostró Catalina Micaela 371 372 Consulta a Felipe II, Zaragoza 20 de marzo de 1585, AZ, Altamira 85, nº 29 Etiquetas para la Casa de la Infanta Catalina. BPR II/3127, ff. 59r y ss. 373 Así lo hace DEL RÍO BARREDO, M J., op cit, pp. 117 y 118; señala, asimismo, como a la muerte del Comendador en 1587, el Barón Sfondrato reconocía el excelente conocimiento que aquel había tenido sobre el ceremonial español y lo útil que ese hecho había sido. 180 para afrontar el control de su Casa en sus primeros momentos como Duquesa374. Las Infantas tuvieron que vivir su estancia en la Casa de Ana de Austria como un proceso de aprendizaje y, evidentemente, para saber cómo aplicaron esos “ conocimientos” hay que fijarse en aquellos testimonios que nos describan el modus operandi de ambas en sus casas como consortes. Es cierto que, en este sentido, es muy difícil hacer una comparativa entre Catalina e Isabel ya que la primera tuvo que afrontar ese reto a la edad de 18 años mientras que la segunda lo hizo- fuera de la Corte de Madrid- con 33 años; por tanto, podemos afirmar que los grados de madurez de una y otra eran muy distintos. Isabel Clara tuvo un periodo de adaptación más largo donde pudo aprender y afrontar sus obligaciones bajo la supervisión de su padre y de criados experimentados en esas lides durante década y media más que su hermana. Cuáles eran los principales problemas que se detectaron durante esos primeros meses de andadura de la Casa de la Infanta- Duquesa a juicio de Briceño. El comendador era consciente de que las dificultades económicas eran uno de los principales obstáculos a superar y, en este sentido consideraba que la tardanza del Duque de Saboya a la hora de cumplimentar los pagos que le correspondían en la Casa de su mujer era un hecho que había que solucionar. Esta queja no nos extraña ya que los Mayordomos Mayores de la Infanta van a escribir frecuentemente sobre este asunto a Madrid, considerando que otra parte del problema estaba en las dificultades en la cobranza de las rentas que correspondían a Catalina Micaela375. El resultado que se seguía de esta falta de 374 Catalina Micaela no adquirió su estatus de consorte a una edad temprana; no osbtante, al igual que otras mujeres de su época tuvo que acomodarse a una nueva situación y al hecho de tener que asumir un papel más complejo. A diferencia de la imagen plana que otorgaban los tratadistas, estas mujeres sufrían una evolución y el proceso que las llevaba a su cénit no siempre era sencillo. Así, si la imagen que Anibal Guasco, padre de una de las damas italianas de Catalina Micaela pintaba era la siguiente: “Te hemos situado en la Casa de una de las principales princesas del mundo, donde serás tratada con respeto y guiada de manera piadosa” GUASCO, A., Discourse to Lady Lavinia his daughter, (ed. a cargo de OSBORN,P.), Chicago 2003, p. 58; la realidad fue, sin duda, diferente. 375 Las rentas estaban situadas en el reino de Nápoles y ya, antes de abandonar la Península se habían puesto de manifiesto algunas de las dificultades: “Los réditos de la dote de la señora infanta en que están consignados parte de sus alimentos se han situado en Nápoles y no cae la paga de aquella renta hasta de aquí a un año y por no entrar pidiendo dineros el Duque, parece que es necesario que Su Md mande proveer de dineros a Su Alteza a lo menos para el gasto de seis meses y que éstos se entregasen desde luego al tesorero de Su Alteza” s. l (Madrid?), s. f. (circa 1584- 85) AZ, Altamira 85, 70 181 liquidez era el mal servicio que se ofrecía y el deshonor que podía sufrir la Infanta. De nuevo hay que entrar a considerar que la imagen de la Infanta no podía verse puesta en duda tras haber contraído este matrimonio. Hay, sin embargo, otras consideraciones que tienen que ver directamente con el personal palatino y, en definitiva cómo se manejaba la Infanta. Hay algunas puntualizaciones sobre algunos comportamientos de esta servidumbre que no nos resultan extraños por cuanto en la Corte de Madrid se habían producido de manera similar. La Infanta se va a ver mediatizada por su servidumbre, algo bastante habitual entre consortes que debían adaptarse a una nueva Corte entre extraños; el resultado solía ser la adquisición de unas prerrogativas por parte de estos criados que les conferían un extraordinario poder que trataban de usar para beneficio propio y de sus deudos. Así, el Comendador no duda en denunciar los manejos de algunos de esos servidores para colocar a sus parientes entre la servidumbre lo cual, en su opinión, no garantizaba el mejor servicio para la Infanta376. Uno de los puntos que más molestaba al mayordomo semanero era la confusión en las consideraciones que cada uno de estos servidores debía gozar en función de su posición y linaje. En este sentido, las más damnificadas fueron las damas frente a las mujeres de la Cámara. Las mujeres de la Cámara lograron un gran ascendiente sobre Catalina Micaela, posiblemente porque su inexperiencia fue aprovechada por estas servidoras para marcar su posición predominante en la Casa. Estas mujeres, encabezadas por doña Luisa Mejía, habían logrado una serie de prerrogativas que correspondían a las damas377 y lo habían hecho a través de quejas a la 376 “…me an informado que el doctor Madera a conçertado con la sª doña Sancha y doña Luisa Mexía que con un sobrino suio que se llama Madera, qu’en Barcelona le yçeron uger de saleta y pasó a seruir su officio, se case Mariana, que era criada de la sª doña Sancha y agora es del retrete y que le han de hazer repostero de cámaras (…) [y este oficio] es de mucha confianza y para él se an de buscar personas aprobadas…” Briceño a don Juan de Zúñiga, Turín 6 de marzo de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 415 377 Se mencionan, por ejemplo, usaron los coches de las damas en una de las salidas a Nuestra Señora del Mondoví y se les permitió asistir a los saraos donde se les daba alfombra: “Y abiendo comedias en Palacio, en la sala adonde se representauan y Sus Altezas estauan se ponían a una parte alhombra para las damas y a otra para las de la Cámara…” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de Junio de 1586, BPUG, Colección E. Favre, vol. 23, f. 438r 182 Infanta a quien no habían dudado faltar el respeto, tal y como podemos deducir de las palabras del comendador: “ [doña Luisa] dixo cosas que nunca acauaua, hasta dezir a la infanta mi señora que eran las de la Cámara muy principales y que su madre no tubo mujeres como ellas y que nunca Su Altª sabría ser mujer” 378. Ya no sólo es que estas mujeres fueran elevadas por encima de su consideración, el mayordomo consideraba que las damas estaban siendo muy maltratadas en Palacio. La opinión que le merecían estas mujeres no podía ser mejor: “ Una cosa sepa V. Exª, que las damas que la ynfanta mi señora traxo son todas muy cuerdas, tanto que para ser tan moças m’espanta su recato que con ser el trato de acá con más largueza y lizençia que allá ellas siempre an tenido el recato y término y proçedido como lo azen en Castilla las damas de la Reyna…” 379 Sin embargo, a pesar del buen juicio que demostraban estas mujeres eran muchos los problemas que se apreciaban en el funcionamiento de la Casa. Por un lado, la libre entrada de criados en los aposentos de Palacio, y sobre todo de hombres que se movían con una libertada inusitada en un espacio mixto como era la Casa de la Infanta. Además, no se habían establecido normas concretas para el proceder de las damas, un aspecto que debía arbitrar el mayordomo para mayor seguridad de aquellas. Lo que preocupaba a Briceño es que no se procediese adecuadamente en situaciones puntuales como las salidas de Palacio y las diversiones en que se entretenía la Corte de Turín. Así, menciona el deseo del Duque por deleitar a estas mujeres con paseos en trineo, hecho que al comendador le parecía desde todo punto inconcebible si no se respetaban unas mínimas normas de decoro 380. También hay que decir que el 378 El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 438r 379 El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 435r 380 Felipe II hace una breve referencia a los trineos en la correspondencia con su hija, si bien es cierto que no mostraba preocupación por el comportamiento de la Infanta: “Los trineos creo que os habrán parecido bien que es muy buena cosa” Felipe II a la Infanta Catalina, Valencia 16 de febrero de 1586, Carta XL en BOUZA ÁLVAREZ, op cit, p. 136 183 atribulado comendador no recibía demasiados apoyos, ni de Carlos Manuel I, ni del propio mayordomo mayor, el Barón Sfondrato. El primero llegó a burlarse del rígido ceremonial con ocasión de una de las salidas de Palacio: “ …a la vuelta que era çerca de la noche entraron Sus Altezas en una barca para uenir por el Po a Turín y llegando io allí a uer cómo mejor entrasen las señoras y damas, dixo el Duque con gran risa al barón si estaua aquello en la ynstruçión d’España” 381. Tampoco el barón Sfondrato era el mejor referente para organizar la vida en Palacio de las damas, ya que él mismo había incurrido en una falta de consideración con ellas al invitarlas a un almuerzo en su casa no estando su mujer presente. En esta ocasión, Briceño, con la colaboración de las susodichas y un advertimiento a Catalina logró parar esta excursión382. El Mayordomo Mayor no colaboraba con Briceño, posiblemente porque no consideraba necesario el excesivo celo de aquel con todo lo referente al ceremonial palatino; tal y como avisó al Comendador él no estaba dispuesto a actuar como ayo para el servicio palatino 383. No obstante, la falta más grave contra las damas la cometió la propia Infanta Catalina. Ya hemos señalado arriba cómo la Duquesa de Saboya había elevado por encima de su condición a las mujeres de la Cámara, lo que suponía un agravio contra las damas. Sin embargo, también falló en otras funciones que, como cabeza de su Casa, le correspondían y que dieron como resultado un nuevo menosprecio a sus damas. En opinión de Briceño las damas eran esenciales para demostrar el estatus de Catalina como Infanta de Castilla. No se le escapaba al comendador que su señora iba a ser objeto de atención, no sólo por parte de los cortesanos de Palacio, sino también por los extranjerosmuchos de ellos franceses- que pululaban por la ciudad de Turín. Por ello 381 El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 436r 382 “Las damas se fueron a los descalzos y Sandoual dio después quenta a la sª doña Sancha de lo que io le auía respondido, y la sª doña Sancha lo dixo a su Altª y que no deuían ir a casa del Barón y así se acordó no fuesen” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 435v 383 El Comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 5 de febrero de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 408v 184 resultaba del todo incomprensible que no hubiese hecho mercedes a estas criadas que, además, estaban realizando un gran esfuerzo individual por dar lustre a una Casa ducal con pretensiones principescas: “ …aunque esta ciudad no es grande es muy frequentada de françeses y otras naçiones por ser paso, y no es bien uean andar con tan poca austeridad a Su Altª y también se descuida Su Altª en hazer merced a estas señoras y damas que nunca las a dado, después que salieron de España, un alfiler, auiendo gastado mucho las damas en los aderesos…” 384. Además de la falta de mercedes la Infanta tampoco las estaba permitiendo ejercer su labor de acompañamiento, ya que no las llevaba consigo en algunas salidas de Palacio o las dejaba atrás cuando la acompañaban. Ante esta situación las damas supieron mantener una actitud ecuánime385, pero las quejas de Briceño debieron de tener algún efecto en la Corte de Madrid. Es cierto que la correspondencia de Felipe II con Catalina Micaela no nos da ninguna pista al respecto, pero en la siguiente misiva de Briceño se alude a la rectificación de la Infanta en lo referente a sus damas: “ Sus Altezas llegaron a esta casa de Miraflores a los xi deste y están con salud y todas estas señoras y damas a quien la Ynfanta mi sª haze toda merced con que an ya olvidado el disfauor que escreuí a V Exª” 386 Uno de los puntos más interesantes en relación a las damas va a ser la cuestión de los matrimonios. Este era uno de los aspectos en que Catalina Micaela debía actuar favoreciendo alianzas para las mujeres de su servicio. Volviendo a la correspondencia de Briceño el comendador va a referirse a las atenciones 384 El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23, f. 435r 385 “… las damas, como a V Exª tengo escrito, después que llegaron a Ytalia no an querido aprovecharse de la licencia que en esta tierra a abido en el trato con las damas, sino en todo an guardado su punto y decoro como si estuvieran en Palacio, en Madrid, que a mi uer es la cosa que más ser a dado a Su Altª, si ansí se puede dezir, porque visto la poca Casa que tiene la Ynfanta mi sª y el estado de la del Duque i poca Corte, no ay aquí otra cosa de autoridad ni otro rastro de Casa Real sino esta ystimaçión de las damas y uer cómo siruen a Su Altª con tanta autoridad ansí a las comidas, a las visitas y acompañamientos y a las fiestas y a las demás cosas públicas y esto hacen con tanto amor y cuidado que no podría decir ayan faltado a Su Altª un día ni una ora en cosa de su seruiçio” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 11 de Junio de 1586, BPUG, CEF., Vol. 23, f. 438r 386 El Comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Miraflores 19 de Junio de 1586, BPUG CEF, Vol. 23 f. 443r 185 recibidas por las damas españolas desde su llegada a Turín. Siguiendo el panorama dibujado por este mayordomo, la laxitud de costumbres va a ser la nota dominante en la nueva Corte de Catalina Micaela; al trasiego de criados habría que añadir unas normas más relajadas que, sin duda alguna, debían favorecer a los galanteadores y pretendientes de las damas. Las damas españolas no eran ajenas a estas costumbres, ya que en el Alcázar los galanes formaban parte de las rutinas cortesanas, sin embargo Briceño ponía una serie de impedimentos a estos pretendientes españoles. En concreto va a hacer referencia a una de las damas de la Infanta, doña Juana Manrique quien, a tenor de estos testimonios, gozó de un considerable éxito a su llegada a Italia. La dama va a acumular diversos pretendientes en el corto plazo que transcurrió desde la llegada de Catalina Micaela hasta el momento en que estas misivas fueron escritas. Había cumplido papeles destacados en los saraos palaciegos y así es de destacar su actuación como Reina el día de Reyes de 1586387; esto, sin duda, llamó la atención de algunos cortesanos italianos. En concreto, se menciona a un gentilhombre de la Cámara y antiguo criado del Marqués de Este conocido como el Forno y a Monsieur de Calenque, de quien no se especifica su condición de pretendiente, pero sí de alcahuete (en palabras del Duque de Saboya). Briceño consideraba que estos italianos difícilmente estaban a la altura de las damas españolas entre otras cosas porque su situación económica no era tan boyante como se debiera esperar de un pretendiente para una dama de alcurnia. De ahí que el comendador se sintiese en la obligación de prevenir a la dama: “ …acordé hablar a la sª doña Juana y darle a entender como no era cosa que le está bien casarse con el Forno que era, como es verdad, un cauallero muy hordinario y pobre, que su padre no tiene 500 ducados de renta y con muchos hijos y el mayor dellos está en España de ayo del 387 “El día de los Reyes merendó su Alteza con la Reyna que fue doña Juana Manrique i con las damas…” El comendador Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 9 de enero de 1586, BPUG, CEF, Vol. 23, f. 406r 186 Marqués d’Este, que mirase lo que hazía, que criados debía tener su padre tan buenos y más ricos que el Forno” 388 . Lo cierto es que la dama no va a dar motivos de preocupación a Briceño de quien destacó su condición de “ cuerda” , pero sí que va a ver con cierta alarma que el Duque y la Infanta alentasen semejantes uniones o permitiesen a personas como Monsieur de Calenque, quien también “ desea regalar a la sª doña Juana” , tener un acceso tan libre a estas servidoras. Además de la mencionada correspondencia de Briceño, debieron de llegar más rumores a la Corte española sobre el trato dispensado a las damas y, en concreto, a doña Juana Manrique. Tal fue la situación que el propio Duque de Saboya tuvo que calmar los ánimos de los parientes de la dama y asegurar que la decencia y el decoro estaban firmemente establecidas en la Corte de Turín. La misiva escrita a don Francisco Manrique Orense- padre de la dama- donde le aseguraba que todas las damas de Catalina eran “ virtuosas, discretas y honestas” , que no pensaba descuidar ningún aspecto para que esto siguiese siendo así, especialmente en lo concerniente al “ offiº de guardadamas” . El Duque era consciente que el resguardo de ese honor era esencial para el suyo propio y para la dignidad de la Casa de Catalina Micaela y por tanto haría todo lo posible para que “ se conozca el levantamiento y la inocencia de doña Joana” 389 A pesar de los temores de Briceño lo cierto es que las damas españolas supieron defender de manera bastante inteligente sus propios intereses y en concreto sus futuras alianzas matrimoniales. No he hecho un seguimiento sistemático de las damas de Catalina Micaela, ya que no era el objetivo primordial de este trabajo; sin embargo, a lo largo de la presente investigación he podido encontrar información de interés para saber cómo se desenvolvió el porvenir de las damas. En el mismo, tanto Catalina Micaela como Isabel Clara van a tener un protagonismo que conviene destacar. 388 El Comendado Briceño a Don Juan de Zúñiga, Turín 6 de Junio de 1586, BPUG, CEF, vol. 23 f. 434v. 389 El Duque de Saboya a don Francisco Manrique Orense, Turín 26 de Agosto de 1586, BL Add Mss/28346 f. 334 187 En primer lugar voy a referirme doña Juana Manrique, cuyo caso había suscitado tanto interés por parte de Briceño. No sabemos exactamente las condiciones en que la dama salió de Palacio pero sí podemos afirmar que en 1591 se encontraba de vuelta en Madrid y a punto de contraer un ventajoso matrimonio. Lo que nos llama la atención es la manera en que el Duque de Saboya relata su reencuentro con la antigua dama porque nos ofrece pistas sobre esa salida, aunque no nos da todos los datos que nos interesan conocer: “ …doña Juana Manrique no estuuo ay si bien me parezió que estaua detrás de una puerta y más metida en su casamiento aunque dizen los (roto) que temen que en el acto(¿) de la consumatión del matrimonio don Manrique se a de morir” 390. Por un lado presuponemos que esa ausencia en la recepción que las damas de la Infanta Isabel hicieron al Duque en su visita al Alcázar era producto de su salida de Turín. Muy posiblemente ésta se había hecho sin contar con la aprobación total de los Duques lo que debió de provocar la vergüenza de la dama al volverse a enfrentar con Carlo Manuel I. Por otro lado el comentario algo jocoso sobre el posible desenlace de la noche de bodas de la dama nos indica que el matrimonio debía de producirse con un hombre de avanzada edad y delicado de salud y que respondía, sin duda alguna, a los intereses personales de la dama y su parentela391. Catalina Micaela, en su respuesta al Duque de Saboya, no ve con agrado la actitud de su antigua servidora pero la disculpa alegando que debía sentir cierta vergüenza ante el matrimonio que iba a protagonizar392. A pesar de ello, la Infanta no se olvidó de doña Juana y así, con ocasión de la embajada del Conde de la Mota volvemos a encontrar nuevas sobre la dama. Parece ser que Doña Juana Manrique recibió una 390 El Duque de Saboya a la Infanta Catalina, Madrid 26 de abril de 1591, AST, Lettere Principe et Sovrani, Mazzo 16, nº 1009 391 La Infanta refería la siguiente información a su marido: “…De doña Juana Manrique tengo carta en que me da cuenta de su casamiento y está muy contenta, no creo le durará mucho pues el novio está tal que me pesa porque temo se lo pegue, mas pues lo a querido tendrá pazienzia para pasarlo” La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 24 de octubre de 1591 (¿),AST, Lettere Principe et Sovrani, Mazzo 37, Nº 638 392 “..me spantado quando Juana no fuese allí, dizen que es por conzertada y yo creo era de correda (sic) de su casamiento, a mí me pesa esté en tales términos…” La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 20 de mayo de 1591 AST, Lettere Principe et Sovrani, Mazzo 38, nº 776. 188 merced- que no se especifica- de los Duques de Saboya, algo que sorprendió a todos por cuanto la salida de la dama se había producido en circunstancias bastante poco frecuentes: “ La mucha merced que por acá suena que Vuestras Altezas han hecho a Doña Juana Manrique despierta y no ayuda poco la indinación d’estos caualleros con aquellas damas, aunque para quien hizo tan nueva y desusada salida de Palaçio, que a nadie en la Corte ha parecido bien, no sé sy será de probecho por más que sea mirada y passeada y muy servida en particular del embaxador Vndramin que es el más autorizado y el que más priua y espaciosa cosa ver en la Corte servir a una dama a un veneciano en competencia de caualleros castellanos” 393. Por las palabras del embajador podemos apreciar que la antigua dama supo manejarse bastante bien, logrando siempre los apoyos y admiración de algunos de los que la rodearon. No fue doña Juana la única servidora de Catalina que le mereció especial atención sino que, entre sus muchas obligaciones, llevó la de tantear el terreno para posibles esponsales de las damas. En este sentido se quejaba el Conde de la Mota que el encargo, aparentemente fácil, no lo iba a ser tanto: “ Yo cierto, ni hallo aquí tantos maridos de oro y perlas como aquellas señoras damas presuponen y merecn y sy supiesen ellas quán olvidadas las hallo por acá, a buen seguro que no me menospreciasen tanto lo de allá” 394 Parece, por esta aseveración, que aquellos temores expresados hacia 1586 por el comendador Briceño eran excesivos puesto que algunas de las damas españolas tuvieron en mente un matrimonio en la Península Ibérica, deseosas de retornar junto a sus familias o por consideraciones de tipo más material. Estas criadas hallaron apoyo en esa empresa en la Infanta Catalina- quien encargó al Conde de la Mota las gestiones pertinentes- pero, asimismo, en la 393 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 16 de Julio de 1594, AST, Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f. 394 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 189 Infanta Isabel y la emperatriz María395. Algunas de ellas vieron su futuro despejado con una cierta celeridad. Por ejemplo, la Condesa de Paredes sugirió el enlace entre doña Luisa [Manrique] “ con un Tello de Guzmán, toledano, viudo que tiene una hija y xm [10000] ducados de renta” 396. Por otra parte Doña Ana de Mendoza se vio favorecida por las gestiones que llevó a cabo su hermano, Don Diego de Guzmán, para que contrajese matrimonio con “ don Pedro de Guzmán, cauallero de muy buenas partes y calidad del hábito y procurador general de la Orden de Santiago, de la boca del Príncipe Cardenal, muy bien puesto y acreditado en la Corte y que tiene de comer tres myl ducados al año” ; como podemos observar no era mala unión para la dama en cuestión y como no dejaba de señalar el Conde “ syn embargo que le trahen otros casamientos muy ricos desea mucho este” 397. El matrimonio más problemático para el Conde de la Mota fue el de doña Beatriz de Mendoza, entre otras cosas, porque la propia dama mostró nula colaboración en las gestiones que se llevaron a cabo para que llegase a buen puerto. La madre de la dama deseaba casarse en Portugal porque, en palabras suyas, “ que por ningún caso ha de tener vida minha filha en Castela” y se sugirió a Don Fernán Martínez, “ cauallero portugués, moço de 25 años y que come más de quinze mil ducados de renta” 398. A pesar de los buenos augurios el negocio no llegó a concretarse porque la dama lo obstaculizó cuanto pudo; la razón que alegó para ello era que el casamiento era promovido por su tía, Doña Francisca de Aragón, con quien no tenía muy buena relación. Las 395 La primera fue depositaria de los memoriales dirigidos por doña Sancha de Guzmán con peticiones de los criados de la Infanta: “Los memoriales de la señora doña Sancha, después de hablar a Su Magd. Puse en amnos de S A suplicándola a ser intercesora y tomar la mano en procurar que a las criadas de V A se hiziesse merced, y en particular para los cassamientos que se ofrecían a las señoras D. Beatriz de Mendoça y doña Luysa Manrique”. Por su parte, la emperatriz se mostró interesada por aquellas criadas y se ofreció a mediar en lo que fuera posible y estuviese en su mano: “Preguntome de las damas de V A y sy hauía algún casamiento, y en particular me dixo que a Doña Beatriz de Mendoza deseaua que se hiziese mucha merced” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina en Madrid 4 de diciembre de 1593 y 13 de septiembre de 1592 respectivamente, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzos 6 y 5 respectivamente, s. f. 396 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 397 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de mayo de 1594, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 398 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 16 de Julio de 1594, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 190 dilaciones provocaron que Don Fernán Martínez buscase esposa en otra parte y se acabase por decantar por la hija del Comendador Mayor de Christus en Portugal399. El enfado del Conde de la Mota no fue pequeño y así se lo hizo saber a la Duquesa de Saboya: “ Pero yo no puedo dexar de dezir a V A que la culpa de perderse este tan buen casamiento viene de allá, que sy madrugaran más en el principio a dexarme hazer como yo auisé, cuando el portugués estaua en carrera y le echaron tan por alto, yo se lo diera muy honradamente concluydo. Mas paréceme que aquellas señoras damas están aguardando a que baxen ángeles del cielo y según esto quedar se han, incasables y damas perpetuas no tomando exemplo de la otra [doña Juana Manrique] que a caminó con tan desusada salida de Palacio” 400. A pesar del enojo todavía hizo el Conde de la Mota alguna gestión para tratar de concluir un matrimonio ventajoso para doña Beatriz y por ello sugirió a los condes de Daroca o de Matusino como linajes convenientes, y debió de recurrir al propio Felipe II porque éste menciona a la dama en una de las cartas enviadas a Catalina Micaela401. La determinación de la dama seguía siendo notable puesto que manifestó muy claramente su opinión declarando que “ fuera del primero no se tratte de ninguna manera otra cosa” 402. La última mención al matrimonio de doña Beatriz la encontramos en abril de 1597403 pocos meses antes de que el embajador abandonase la Corte, por lo que es posible que la Infanta Catalina no viviese para saber del destino de todas sus 399 El caballero había declarado estar “muy resuelto de no casar con ella [doña Beatriz] quexándose públicamente que quando él corría tras este casamienti y lo deseaua como la salud de su alma, le menospreciaron y escriuió acá claramente la sª doña Beatriz que antes que casarse con él se pondría en un monasterio (…) mas juntase a la tibieza del Cauallero ek estar embarazado y muy adelante con la hija del Comendador Mayor de Christus aunque no saldrá con la pretensión que él tiene de alcanzar título, porque yo estoy advertido que Su Magestad por ningún caso lo a de dar y que quanto más merced le haga, será dexarle la encomienda por otra vida de un hijo” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 3 de agosto de 1595, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 400 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 20 de mayo de 1595, AST Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 401 “A lo que toca doña Beatriz se os responderá un día de éstos” Felipe II a la Infanta Catalina, Madrid 12 de enero de 1596, Carta CXXX en BOUZA ÁLVAREZ, op. cit., p. 197 402 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 13 de febrero de 1596, AST Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 403 “En el negº de doña Beatriz de Mendoça haré lo que V A manda como también lo había hecho aunque no sé si será tan açertado como la misma señora presupone” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 10 de abril de 1597, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 9, s. f. 191 damas404. No obstante, a su muerte tanto desde Turín como Madrid se va a tener un especial recuerdo a los servidores españoles de Catalina Micaela; así, desde la corte saboyana se pedía a Felipe II que ayudase en el pago de las deudas de la Infanta, algunas de las cuales concernían al pago de los gajes de los criados, así como en el regreso de los mismos a España405. En este punto, Felipe II se va a comprometer a hacer lo que estuviese en su mano y mandaba al Marqués de Ayamonte, enviado tras la muerte de la Infanta “ que consoléis y animéis a todas las criadas de la Infanta que aya gloria, diziéndoles lo que se ha sentido su desconsuelo y que con sus cosas mandaré tener la quenta que es razón” 406. La Infanta Isabel, estando ya en Bruselas, mencionaba a las criadas de Turín en relación a su servicio en Madrid, por lo que entendemos que algunos de ellos habían vuelto a la Península llegando a incorporarse en el servicio de Margarita de Austria407. Hasta qué punto se comprometió la Infanta con esta servidumbre de su hermana no lo podemos determinar, no obstante antes de su salida de Palacio sí que se preocupó por ubicar correctamente a aquellos que la habían servido durante los años precedentes y cuando murió la emperatriz María, tuvo palabras para las criadas que dejaba atrás408. 404 Una Beatriz de Mendoza aparece asentada en la planta de damas de la Reina Margarita; aunque no podemos asegurar con total fiabilidad que sea ésta, quizá se decidió su vuelta a Madrid para tratar de concluir un matrimonio ventajoso: “Doña Beatriz de Mendoça començó a servir en el dicho asiento de dama a la reyna nuestra señora a veynte y ocho de março d’este dicho año 1599. Murió en 7 de Junio 1645(¿)” AGP, Reinados- Felipe III, leg. 1, s. f. 405 “Su Alteza embía a V. Magd una relación de todas las deudas de la Serenísima Infanta y juntamente le haze saber cómo de presente no tiene remedio de poderlas pagar sin ser ayudado de V Md, y por la misma imposibilidad no puede pagar lo que se deue a los criados y criadas, ni hacerles las mercedes que se acostumbran en semejantes casos y como encomendó Su Alteza de la Infanta en su muerte, suplica Su Alteza a V Md le haga merced de suplir a lo que no puede, que no dexará de hazer de su parte lo que fuere posible” Puntos que dio el Marqués de Este de parte del señor Duque de Saboya, BL Add Mss/14008, ff. 39- 41 406 Instrucción de Felipe II al Marqués de Ayamonte tras la muerte de la Infanta Catalina, BL Add Mss/14008, ff. 32- 37 407 “Mucho me güelgo de que las de Saboya sirvan como me decís” La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 19 de enero de 1601, carta 295 en RODRÍGUEZ VILLA, Op cit, p. 423 408 “Las honras de mi tía, que está en el cielo, hicimos la semana pasada: hubo harta gente y mucho calor aunque espero que mi hermano habrá amparado a sus criadas y hécholes merced, como es justo” La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 16 de abril de 1603, carta 58 en RODRÍGUEZ VILLA, op cit., p. 415 192 A pesar de las dificultades iniciales Catalina Micaela debió de ir madurando y aprendiendo a ser cabeza de su Casa. Los embajadores venecianos describían la gran ostentación que se respiraba en la Corte de los Duques de Saboya, lo que la asemejaba más a una corte real que a una ducal. Si bien esas apreciaciones podrían ser vistas en clave crítica, lo cierto es que también son muestra elocuente de que Catalina Micalea y sus servidores lograron, a la larga, que el ceremonial importado se asentase en la Corte de Turín409. No vamos a entrar a considerar de manera exhaustiva la Corte archiducal de Bruselas a partir de 1599. Sin embargo, aquellos que se han acercado a su estudio sí que han señalado los paralelismos que se establecieron entre ésta y la de Madrid 410. No en vano, los archiduques se habían criado bajo la atenta mirada de Felipe II en los diversos palacios y sitios reales dispersos por Madrid y sus alrededores. La Corte archiducal va a reflejar perfectamente ese modelo, si bien es cierto que tanto Isabel Clara como Alberto van a tratar de atraerse a las elites flamencas en el espacio áulico. En ese sentido, el recurso a los matrimonios mixtos va a ser utilizado por los archiduques. Evidentemente si queremos hacer una comparativa entre Isabel Clara y Catalina Micaela en el apartado de la gestión del espacio áulico, en especial en su aspecto humano, hay que señalar que no es lo mismo enfrentarse a esa tarea a los 18 años que a los 33. Ambas llevaban consigo la experiencia vivida en la Corte de Madrid, pero la que acumulaba Isabel Clara era mucho mayor. En el caso de la relación con el entorno femenino, las damas, el caso de la Infanta Isabel es muy interesante por cuanto a partir de 1621, con la muerte de Alberto, se construye una corte femenina donde las mujeres que rodearon a la entonces gobernadora van a alcanzar una relevancia notable411. 409 DEL RÍO BARREDO, M. J., op cit., p. 114 Podemos destacar como estudios recientes los de RAEYMAEKERS, D., “El poder de la proximidad: la cámara de Alberto e Isabel en su corte de Bruselas” en VAN WYHE, C., op cit., pp. 258- 279 y el apartado que dedica en su biografía sobre el archiduque DUERLOO, L., op cit., pp. 90- 102. 411 Para un acercamiento a las damas de Isabel Clara Eugenia en la Corte de Bruselas resulta de interés el estudio de HOUBEN B., “Intimidad y política: Isabel y sus damas de honor (1621- 1633)” en VAN WYHE, C., op cit., pp. 312- 336. En esta aproximación hay cabida para las problemáticas y quejas que va a provocar ese entorno femenino, a la vez que se destaca el papel individual de alguna de estas damas como es el caso de Ana María Zamudio quien va a tener un papel de embajadora informal con la corte de París. 410 193 FAMILIA Y CORTE: LOS VÍNCULOS FAMILIARES Resulta difícil centrar un estudio de corte biográfico únicamente en los testimonios dejados por el protagonista del mismo, no sólo porque la visión sea limitada sino porque también debemos ser conscientes de la escasez de los mismos para determinados periodos o la totalidad de su vida. Recurrir a su círculo más cercano suele ser la estrategia más socorrida, ya que podemos reconstruir su carácter a través de lo que otros pensaron o dijeron sobre el mismo. En la introducción a este trabajo se ha dejado claro cuál era la problemática, en lo referente a las fuentes, al abordar la figura de Isabel Clara Eugenia en el periodo elegido; son pocos los testimonios escritos que hemos encontrado, y su número resulta casi ridículo si se compara, por ejemplo, con el volumen de correspondencia que generó cuando salió hacia los Países Bajos. Por ello, uno de los puntos fuertes debía de ser el análisis pormenorizado de la correspondencia dejada por sus familiares, por sus servidores o por los ministros extranjeros que estuvieron en contacto con la Corte de Madrid. Si ponemos como ejemplo las cartas que Felipe II escribió a sus hijas durante su estancia en Portugal podemos decir que estas misivas no son únicamente una fuente inestimable para conocer de primera mano cómo vivió Felipe II determinados aspectos del proceso de agregación de aquel Reino a su Monarquía, sino que también es un excelente reflejo de la imagen que el rey tenía de sus propias hijas412. En ella se deslizan aspectos concretos sobre el carácter de Isabel y de Catalina de tal manera que podemos saber que a la Infanta le asustaban las tormentas eléctricas, o que las dos hermanas compartían el gusto de su padre por los jardines y los alicientes que podían ofrecer. Es quizá donde la Infanta aparece más “ humanizada” si es posible utilizar esa expresión, porque no es sólo la Infanta que puede convertirse en reina o emperatriz merced de alianzas matrimoniales o sus propios derechos dinásticos, sino que además es la hija que envía regalos a su padre, escribe 412 Normalemente la correspondencia se ha valorado como uno de los mejores medios para acercarse a la psique del Rey Católico. Véase la “Introducción. El tiempo del Príncipe en las Cartas de Felipe II a sus hijas” en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., pp. 5- 25 194 cometiendo algunas faltas de expresión y tiene a su cargo la tarea de velar por sus hermanos pequeños. No obstante la correspondencia no es el único medio a través del cual podemos acercarnos al entramado de relaciones familiares que rodearon a la infanta, sino que podemos ver otros testimonios como son los regalos y objetos intercambiados entre los diferentes miembros de la realeza. Desde la historia del arte se ha puesto especial énfasis en el intercambio como un medio de estrechar vínculos familiares y también como un espacio en el que podemos ver a las mujeres de la realeza como auténticas mecenas de las artes, colaboradoras inestimables en la construcción de los patrimonios artísticos de las dinastías reinantes. En este sentido, las Infantas fueron testigos de los frecuentes envíos de objetos ricos y exóticos que tanto la Princesa doña Juana como la reina Ana de Austria enviaron a la emperatriz María. La presencia de ambas en la Corte de Madrid como intermediadoras con Viena puede explicar el por qué las Infantas no intervinieron en este particular proceso de intercambio, pero sí lo podemos observar en el caso de Francia413. Si bien una de las tesis que se sostienen en este trabajo es la íntima conexión de Isabel Clara Eugenia con su rama Habsburgo- palpable desde luego en el episodio de las negociaciones matrimoniales- lo cierto es que su herencia Valois tuvo un peso más allá del episodio de la candidatura francesa. La reina madre Catalina de Médicis tuvo siempre un interés lógico por el devenir de sus nietas en la corte española: el sentimiento familiar y los intereses políticos se entremezclan en esta relación. En su correspondencia con la Duquesa de Alba no sólo se interesa por la evolución de la Casa de las Infantas y los cambios a que se iba a ver sometida con la llegada de Ana de Austria a la 413 Sobre el envío de regalos por parte de Isabel Clara Eugenia es de destacar la aportación de GARCÍA GARCÍA, B. J., “Los regalos de Isabel Clara Eugenia y la Corte española. Intimidad, gusto y devoción” en Reales Sitios, nº 143, (2000), pp. 16- 27. También “Regalos diplomáticos y bienes suntuarios en la Corte española (1580- 1665)” en GARCÍA SANTO- TOMÁS, E. (ed.), Materia crítica: formas de ocio y de consumo en la cultura áurea, Madrid 2009, pp. 213-251. La participación de las hermanas de Felipe II en la conformación de las colecciones artísticas en JORDAN, A. “Las dos águilas del emperador Carlos V. Las colecciones y el mecenazgo de Juana y María de Austria en la Corte de Felipe II” en RIBOT GARCÍA, L., (coord.), La Monarquía de Felipe II a debate, Madrid 2000, pp. 429- 472 195 Corte, sino que también se alegra ante las noticias sobre la precocidad de la infanta o el deseo de esta por aprender el francés para escribir a su abuela. El vínculo familiar se mantuvo a través del envío de regalos por parte de las infantas. El cruce de la información procedente de las cuentas de la Casa y de las cédulas de paso nos ha permitido reconstruir algunos de estos intercambios. Podemos ver en estos envíos un aprendizaje de usos y costumbres propios de las mujeres de la realeza; al igual que la reina y la princesa afianzaban los vínculos familiares a través del intercambio de objetos, las infantas, pese a ser todavía niñas se inician en estas prácticas con su propia parentela. La presencia de Ana de Austria hacía poco lógica que los envíos se hiciesen al Imperio- y por lo que hemos podido ver en las cédulas de paso no hay testimonios que nos indiquen tal práctica- por ello deben mirar hacia el lado Valois con el consiguiente beneficio que esto suponía. Como ejemplo que ilustra estas prácticas podemos ver cómo en 1578 se solicitó una cédula de paso para que las infantas enviasen unos regalos a su abuela Catalina: “ Las señoras ynfantas. De passo para tres cajas con sus encerados en que embían las señoras ynfantas a la Christianísima Reyna de Françia su ahuela en que van dos retratos suyos y 54 pares de guantes de ámbar y algunas pastillas y pebetes y una dozena de toallicas libre de derechos término de nouenta días” 414 Por su parte, Ana de Austria hacía lo propio con la emperatriz, haciendo envíos de retratos de sus hijos con destino al Imperio, para que la emperatriz María pudiese conocer físicamente a sus nietos415. Con estos regalos las infantas mantenían vivo el vínculo familiar con su rama materna, un hecho que la propia Catalina de Médicis no descuidó a lo largo de 414 “En El Pardo a tres de agosto de 1578 se despacharon las çédulas siguientes firmadas de su Md y refrendadas de Juan Vázquez sin señal”, AGS Cámara de Castilla, libro 361, f. 61v 415 “La Reyna nuestra señora. En El Pardo a dos de deziembre de 1579 años se despachó una cédula de paso firmada de su magestad refrendada de Juº Bázquez sin señal para una caxa angosta de hasta cinco quartos de largo cubierta con un ençerado en que van un retrato del príncipe Don Diego nuestro señor y otro del Ilustrísimo Infante don Felipe que la Reyna nuestra señora embía a la serenísima emperatriz sin la abrir, catar, ni escudriñar, libre de derechos término de nouenta días” AGS Cámara de Castilla, libro 361, f. 190r 196 su vida tal y como demuestran, por ejemplo, las epístolas intercambiadas con sus nietas, o la posesión de un pequeño libro de horas con la efigie de las infantas. Por otro lado, y aunque entremos más en el entorno de la especulación, Felipe II cuidó posiblemente el mantenimiento de este contacto. Los agasajos dentro del círculo familiar no se limitaron únicamente a Catalina de Médicis; así podríamos poner como ejemplos el regalo hecho a su primo el archiduque Alberto y enviado por las dos infantas a Portugal, o también la pieza de caza que unos años más tarde envió Isabel Clara como obsequio a la emperatriz estando ésta en las Descalzas416. Estos últimos son, quizá, regalos de diferente consideración y que, en cierto modo, nos pueden hablar de una mayor cercanía entre el emisario y el receptor, merced a la cercanía física entre ellos: Alberto fue una compañía constante de las infantas desde su llegada a Madrid, y lo mismo se puede decir de la emperatriz María, quien una vez asentada en las Descalzas desarrolló una estrecha relación con ambas. Hablamos de rastros materiales- bien cartas, bien regalos- que nos ayudan a establecer la existencia de tales lazos. Pero, sin duda, debemos ir más allá y reflexionar sobre la naturaleza de tales vínculos. La Infanta contó con un círculo familiar nutrido que compartió su día a día y que, una vez establecida en Bruselas, se convirtió en uno de los principales apoyos para la defensa de unas determinadas líneas políticas. Creo necesario hacer un análisis detallado de los vínculos más destacados en la vida de la Infanta porque, además de ser una buena fuente de información sobre su vida en la Corte, también nos ayuda a comprender el papel que estaba destinada a cumplir. La hija amada de Felipe II Empezar un análisis de los vínculos familiares de Isabel Clara Eugenia obliga a detenerse en la excelente, y en parte también idealizada, relación que existió entre la Infanta y su padre. Vínculo que en muchos de los estudios sobre la Infanta ha sobrepasado a otros que tuvieron la misma relevancia. Que esta 416 “Mi sobrino me ha dado un gran recado para vosotras en agradecimiento del roquete” Felipe II a las Infantas, Lisboa 4 de junio de 1582, carta XXI, en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit., p. 86 197 particular relación paterno- filial tuvo una importancia fundamental no nos queda duda alguna, sobre todo cuando ha contribuido de manera tan determinante a configurar la memoria sobre Felipe II. Los estudios del Rey Prudente nunca olvidaron el círculo familiar ya que, fuese la intención ensalzar al monarca o censurarlo, parecía ofrecer los argumentos necesarios para reforzar la tesis elegida. No hay lugar aquí para detenernos en un análisis concienzudo sobre la imagen familiar creada por los múltiples biógrafos que ha tenido el monarca, pero sí señalar que entre los temas recurrentes y obsesivos siempre ha gozado de un lugar privilegiado la relación que mantuvo con el Príncipe Don Carlos. La condición mental del heredero, las dudas que existían sobre sus capacidades para el gobierno, y la determinación posterior del Rey de confinarlo en Palacio, aderezado todo ello con el mutismo que impuso Felipe II, contribuyó a alimentar una Leyenda Negra que fue difícil de superar por aquellos deseosos de elogiar al monarca. El tema de Don Carlos era el más jugoso para los biógrafos detractores del Rey, pero tampoco escapaban el resto de vínculos familiares que mantuvo con otros miembros de la familia. Forneron, uno de los más destacados analistas de la figura de Felipe II en el siglo XIX, describía la vida familiar del monarca- de quien decía que “ no tenía cualidades” - en términos sombríos, refiriéndose al tan manido enclaustramiento que sufrían en los palacios reales y que sería elemento esencial para entender las prematuras muertes que sufrieron mujeres e hijos417. En estas circunstancias, el impacto de la publicación por parte de Gachard de las cartas lisboetas que Felipe II envió a sus hijas supuso el revulsivo necesario para restaurar la memoria del monarca. El amor paternal podía redimir a Felipe II de sus culpas o, cuanto menos, hacer reflexionar sobre el carácter del mismo que ya no era ese frío y deshumanizado Demonio del Mediodía. Cánovas del Castillo era claro al respecto al decir que “ No 417 “…hacen comprender también cómo morían prematuramente las mujeres de Felipe, cómo van a morir los hijos, y cómo los que no mueren están faltos de juicio o enfermos. Cuanto más multiplica este rey sus matrimonios, tanto más aumenta el número de sepulcros en el Panteón real. Aquella vida lúgubre, ceremoniosa, sin alegría, sin aire, extingue la familia por la muerte o por la demencia” FORNERON, Historia de Felipe II, Barcelona 1884, p 100 198 podía ser, pues, un dechado de toda maldad el hombre que se hacía amar de tal suerte” , tanto por sus mujeres como por sus hijos418. Los biógrafos más recientes del Rey Prudente no descuidan esa faceta familiar, porque la relación que Felipe II mantuvo con su círculo más cercano no sólo es relevante para comprender al hombre que rigió los destinos de la Monarquía Hispánica durante más de cuarenta años, sino que resulta relevante para comprender el sistema de gobierno de la misma que va a hacer de la parentela uno de los medios más eficaces para su funcionamiento 419. Lo que nos interesa destacar en este punto es la relación que Felipe II mantuvo con Isabel Clara Eugenia, un aspecto que, por supuesto, no ha pasado desapercibido a los historiadores que se han acercado tanto al rey como a la Infanta. De nuevo han sido las cartas publicadas por Gachard la principal fuente a la que se ha recurrido para la reconstrucción de esa relación, si bien es cierto que siempre se ha puesto el acento en los beneficios que aquella reportaba a la imagen del Rey. Las epístolas escritas en aquellos años son, sin embargo, una de las mejores fuentes para conocer a la Infanta Isabel en las década de los 80. A través de sus palabras, Felipe II dibuja aspectos de la personalidad de su hija que serían imposibles de aprehender en otra clase de correspondencias. Esas cartas son estrictamente privadas y destinadas a ser leídas únicamente por sus destinatarias- Isabel y Catalina- y su intencionalidad no esconde otros deseos que la natural comunicación entre un padre y sus hijas. Así podemos apreciar aquello que Felipe II esperaba de sus hijas no sólo por su condición de infantas sino también como hermanas mayores. Rasgos, defectos y otros aspectos que no vamos a encontrar en otras correspondencias se traslucen en aquellas palabras, otorgando al historiador la oportunidad para saber cómo eran las Infantas en el ámbito más privado y, por tanto, menos accesible para los embajadores y espectadores externos. Centrándonos en el caso de Isabel Clara podemos observar la faceta de la Infanta como 418 CÁNOVAS DEL CASTILLO, A., Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España, Madrid 1869 Por ejemplo en la última biografía de Felipe II escrita por Parker el análisis de las relaciones familiares del Rey cuentan con un papel importante: PARKER, G. Felipe II. La biografía definitiva, Barcelona 2010 pp. 439- 480 419 199 primogénita, con las obligaciones que aquello acarreaba ya que, como tendremos ocasión de analizar en otros apartados, esa condición la va a convertir en supervisora de los progresos de sus hermanos. Además se traslucen otros aspectos como el miedo a las tormentas o el gusto por los juegos de azar. Asimismo, la preocupación por la salud de la Infanta y todo aquello que tenía que ver con las posibilidades de que Isabel Clara pudiese tener, en su momento, descendencia. Aunque esas apreciaciones las hace Felipe II con una sucesión masculina asegurada- vivían por aquel momento el Príncipe Don Diego y el Infante Don Felipe-, la capacidad reproductora de su hija era fundamental para su futuro papel como consorte, ya que la maternidad se convertiría, en un futuro, en uno de sus principales cometidos. Uno de los aspectos que más ha marcado la relación entre Isabel Clara y Felipe II fue el tardío matrimonio de la Infanta. No vamos a detenernos aquí en la consideración de las causas que movieron al Rey Católico a retrasar ese acontecimiento pero sí mencionar brevemente los argumentos que algunos espectadores externos conjeturaron para explicar ese hecho. El embajador francés, Monsieur de Longlée opinaba que Felipe II bien podía retrasar el matrimonio de una de sus hijas para mantenerla a su lado. El hecho de que el enlace entre Isabel Clara y Rodolfo II se retrasase constantemente pareció dar entidad a esa suposición del enviado francés y otros diplomáticos la repitieron en años posteriores. Lo cierto es que una vez que Catalina Micaela abandonó la Península el Rey Católico estuvo acompañado de manera constante por sus dos hijos; en el caso del Príncipe Don Felipe era un medio para supervisar su formación como futuro soberano a la vez que Isabel Clara asumía roles que acataría en un futuro como consorte. Quizá sea algo impreciso considerar que el papel que Isabel Clara cumplió en la Corte entre 1585 y 1598 equivalía al que debía asumir una consorte, pero lo que sí es cierto es que su relevancia en este particular escenario va a ser muy relevante. La Infanta va a ser cumplimentada por los embajadores en las visitas oficiales de los mismos y va a gozar de un cierto protagonismo en las salidas que haga el monarca por los diversos territorios peninsulares. Visualmente 200 eso se va a traducir en una compenetración muy fuerte entre Felipe II e Isabel lo que va a dar pie a esa consideración sobre el fuerte vínculo que existió entre el soberano y su hija primogénita. No hay duda de que esta relación marcó de manera muy intensa a la Infanta. Aunque no tengamos una constancia documental muy extensa sí que podemos afirmar que Felipe II fue una influencia decisiva en Isabel Clara. Uno de los aspectos que más interés ha concitado en los historiadores sea el tema de la “ educación política” de la Infanta y el papel de Felipe II. La posibilidad de que Isabel se convirtiese en heredera hizo pensar a muchos que la Infanta tuvo que ser instruida en el ejercicio del poder de una manera mucho más consciente que en un escenario donde sólo se contemplase un futuro como consorte. Además, no se trataba únicamente de saber cómo se la preparaba sino también el grado de influencia que la Infanta tuviese en los asuntos de gobierno como consecuencia de su cercanía al Rey Católico. Por ejemplo, una de las más interesadas en cosechar esa información va a ser Catalina de Médicis predispuesta a utilizar su vínculo familiar con la Infanta para sacar un rédito político de la relación paterno- filial que unía a Isabel con Felipe II. La constancia de esa influencia la vamos a ver en el caso de Catalina Micaela y el recurso que va a hacer a las gestiones que Isabel Clara podía realizar en la Corte de Madrid. Por otro lado, deberíamos reflexionar sobre la influencia que la visión política de Felipe II tuvo en Isabel Clara; para ello sería necesario hacer un ejercicio comparativo entre las directrices que movieron la política de Felipe II en la Monarquía y las que practicó Isabel Clara como soberana en los Países Bajos. Vuestras dos madres: Isabel de Valois y Ana de Austria Los nacimientos de Isabel Clara Eugenia en 1566 y el de su hermana Catalina en 1567 venían a confirmar las esperanzas de los contemporáneos de que el matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois cumpliese con uno de sus principales objetivos. Además de la frágil situación en que se encontraba la sucesión hispana con el Príncipe Don Carlos como único heredero del Rey Católico, la maternidad era uno de los elementos clave para Isabel de la Paz 201 primero como medio de naturalización política y, segundo como base para apuntalar su influencia ante Felipe II y la Corte hispana. Su temprana muerte impide saber hasta qué punto se hubiesen cumplido esas premisas y es que la vida de esta reina francesa fue demasiado corta para que se recogiese ningún fruto. Este hecho nos impide hacer un análisis profundo sobre la relación que Isabel mantuvo con sus hijas. Por un lado fueron niñas deseadas porque desde el momento en que Isabel alcanzó la maduración sexual, la búsqueda de un embarazo fue una de sus principales preocupaciones. Presionada por Catalina de Médicis, la reina buscó una mayor cercanía al Rey y recurrió a las plegarias para que se materializara su esperanza. Los nacimientos de Isabel y Catalina fueron alegrías y decepciones a partes iguales, porque si bien eran signo elocuente de su capacidad para engendrar y llevar un embarazo a término, también su condición femenina era un triste consuelo al no asegurar de manera fehaciente la sucesión de un príncipe Habsburgo- Valois en la Monarquía. Son pocos, por tanto, los signos que nos han quedado de esa relación con sus hijas. Isabel aseguró en una de sus cartas que la maternidad la hacía una mujer feliz, y es evidente que mostró cariño por sus hijas. Los rastros que ha dejado la documentación administrativa nos muestran los objetos que encargó para las Infantas, como es el caso de la cunita que se hizo para que Isabel Clara acostase a sus muñecas420. Más allá de esto, poco podemos decir, y es que la desaparición de Isabel de las vidas de sus hijas un año más tarde impidió que se desarrollase ese vínculo, de tal manera que la reina se convertía en un recuerdo en la vida de las Infantas. Como princesas Valois, Isabel y Catalina mantuvieron unos lazos familiares con la Corte de Francia que tampoco gozaron de una importancia fundamental porque se establecían con personas a las que no conocían físicamente. Su herencia materna tuvo un influjo determinante en los acontecimientos que se vivieron en la década de los 90, cuando la condición de hija primogénita de Isabel de Valois colocó a Isabel Clara como pretensora a aquella Corona. Tampoco podemos pasar desapercibida la extensión de la leyenda rosa de Isabel de Valois a sus hijas; 420 Sobre este aspecto resulta de interés la reciente obra sobre Isabel de Valois escrita por EDOUARD, S., Le Corps d’une reine. Histoire singulière d’Élisabeth de Valois, 1546- 1568, Rennes 2009, p 211 y ss. 202 los biógrafos de la Infanta Isabel no dudaron en atribuir a esa herencia francesa algunas de las mejores cualidades de ésta. La temprana muerte de Isabel de Valois en 1568 dejó a Isabel y Catalina huérfanas a las edades de dos y un año, respectivamente. Este hecho y el matrimonio en 1570 de Felipe II con su sobrina, convierten a Ana de Austria en el referente maternal con que van a contar ambas Infantas. Este aspecto no escapó a aquellos que rodeaban tanto a las infantas como a la archiduquesa. La emperatriz María, consciente de que su hija debía asumir una tarea importante al convertirse en Reina Católica, se desvivió por aconsejarla para que cumpliera con nota ese papel. Entre los muchos aspectos que trató no se le escapó a la emperatriz el rol maternal que debía asumir Ana al llegar a la Corte de Madrid; la archiduquesa no sólo debía alumbrar al heredero de Felipe II sino asumir la tarea de la crianza de las dos niñas que había dejado Isabel de Valois. María temía que el comportamiento de Ana con las infantas se mirase con lupa para tratar de encontrar defectos y que todo ello tuviese algún tipo de impacto en la relación entre Felipe II y su mujer421. Si aquí la preocupación iba encaminada a la imagen que la archiduquesa proyectase en su proceso de transformación en Reina Católica, desde la Corte francesa los temores iban en otra dirección. Catalina de Médicis había tratado de mantener la alianza franco- española ofreciendo a su hija Margarita como sustituta de Isabel de Valois. Felipe II había optado por estrechar los lazos dentro de su propia Casa y ello supuso el inicio de un proceso de transformación en el entorno inmediato de las Infantas. El embajador francés, Fourquevaux, narraba a su señora estos cambios y dejaba traslucir un cierto temor por el impacto que ello pudiera tener en la relación entre Catalina y sus nietas422. No obstante, va a ser la propia Ana quien en la primera audiencia con 421 “…Y que sy la Reyna fuera muchas vezes y lleva mis sobrinas [di]rán que les haze mal, sy las deja dirán que les pareçe que no les es mucho, pues les va [ ] y las deja ençerradas, y todas las otras cosas serán ansy sospirar por la Reyna, que aya gloria…” La emperatriz María a Felipe II, 29 de noviembre de 1570, s. l , ADA Caja 20/98 recogida en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ, M., op cit., p. 205 422 La reina viuda, en las cartas de cortesía escritas a la nueva consorte de Felipe II no va a olvidar a sus nietas: “Madama mi hija, aunque Don Diego de Çúñiga bastará para daros nuestras nueuas, no he por esso querido de dexar de escriuir a V Md estos ringlones para rogarla me quiera continuar siempre en su buena graçia y auisarla de la salud de su sobrinilla que, a Dios gracias, queda muy buena y si creyesse que ay otra cosa que le fuesse tan agradable no dexaría de darle nueuas della, y assí por no offrescerse 203 el enviado extraordinario de la Corte francesa- Monsieur de Malicorne- quien tranquilice las inquietudes de la reina viuda asegurando su deseo de convertirse en verdadera madre para las Infantas423. El entorno próximo de las Infantas había tratado de suavizar el impacto que las niñas podían sufrir ante la llegada de Ana de Austria; habían tratado de convencer a Isabel y Catalina que la nueva consorte era su madre, hecho que había provocado las lágrimas de Isabel de quien el embajador francés ponderaba su maduro juicio a pesar de la corta edad 424. El recibimiento se produjo, al final, reduciendo la carga protocolaria ya que la reina en vez de recibir la cortesía de ambas niñas había optado por abrazarlas. Asimismo, hay un esfuerzo claro de Ana de Austria por mostrar ante la Corte que iba a asumir el papel maternal con las hijas de Isabel de Valois y quizá ello explica que comparta las comidas con las Infantas. “ Mais je ne veux faillir, Madame, à vous dire l’accueil que ladite Dame Royne feist à Mesdames les petites Princesses, le jour de son entrée au pallais. Ce fust que Madame la Princesse de Portugal, leur tante, les mena au devant de ladite Majesté jusques à l’entrée des portiques et galleries basses, où elle estoit descendue de sa haquenée, et sans voulloir luy permectre que lesdites Infantes luy baizassent les mains et d’une reverence jusques à terre de mesme elles, la dite Dame Royne les accola et baiza plusieurs fois l’une après l’autre avec demonstration de fort grande amour; et du despuis les honnore et caresse comme ses filles, et a disné et souppé aucuns jours en compaignie d’elles, seant à table au milieu, l’aisné à sa main droite et la petite à sa main gauche.” 425 acabaré esta supplicando a V Md tenga siempre por encomendadas a las Infantas nuestras hijas que, sabiendo el amor y voluntad que les tenéis, me obliga a que en todo lo que viere os podrá ser agradable os dé satisfacción para lo qual ruego a Nro señor me dé medio y a V Md lo que desea…” Catalina de Médicis a Ana de Austria, Poitiers 18 de agosto de 1577, AGS Estado K- 1543, nº 54 423 “…toutesfois elle voulloit bien l’asseurer que elle leur será vraye mère tant pour l’amour et respect du Roy son seigneur te d’elles mesmes qui le meritent, que de la Majesté de la Royne leur ayeulle, à qui elle dezire servir” Discours au Roy des audiences que Monsieur de Malicorne a heues des Roy et Royne Catholiques, Douais, Depeches… vol. II, pp. 314- 319. 424 “…l’aisnée a fort pleuré quand on luy a dict que ladite Dame Royne estoit arrive en Espaigne. Il a esté commandé a Chassincourt et aux autres filles de luy persuader que c’est sa proper mere; ce qui sera difficille, car elle a ung esprit et jugement d’une fille de quinze ans” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 11 de octubre de 1570, DDMF, vol. II, p. 282 425 Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 21 de diciembre de 1570, DDMF, vol II., pp. 297- 299 204 Estos hechos son descritos por Fourquevaux con cierto cuidado con el objetivo de agradar a Catalina de Médicis e informarla de cada paso de las Infantas; no obstante, se mostraba en parte escéptico ante la actitud de Ana y su capacidad para convertirse en madre verdadera de las Infantas. Es evidente que la nueva reina difícilmente iba a superar a Isabel de Valois en la opinión de Fourquevaux ya que su llegada había implicado una serie de cambios que afectaban de lleno al diplomático. La entrada libre que había tenido con anterioridad ya no existía, lo que complicaba su labor de informador para la Corte francesa. Por otro lado, la llegada de Ana iba a tener un impacto grande en la vida de las Infantas y sus posibilidades en el orden sucesorio; entre 1568 y 1571 Isabel Clara era la heredera de su padre, pero la nueva consorte podía dar a Felipe II los hijos varones que apartarían a la Infanta del camino hacia el trono. Estos aspectos que el embajador no explicita en su correspondencia debían estar muy presentes en su mente y de ahí el constante escrutinio a las labores maternales de la reina. Uno de los “ consuelos” que ofrece a Catalina es que hay personas en el círculo próximo de las Infantas que van a compensar de manera muy clara la falta de Isabel de Valois; una de ellas es la princesa doña Juana y la otra, Madamoiselle de Chasincourt cuya importancia e influjo en el círculo cortesano hemos analizado en otro apartado. La relación de la princesa doña Juana con sus sobrinas había sido muy importante desde el nacimiento de las Infantas; no en vano, había sido madrina de ambas niñas y una presencia constante tanto en Palacio como en su fundación conventual, las Descalzas Reales que van a formar parte del circuito palaciego donde las Infantas van a ver transcurrir su vida. Fourquevaux se hace eco en diversas ocasiones del profundo afecto que sentía por sus sobrinas y, lo que más nos interesa destacar aquí, su labor de guía con Ana de Austria en la tarea de criarlas y quererlas426. Efectivamente, la emperatriz María había confiado siempre en que la presencia de Juana en la Corte de Madrid sería un elemento clave para la naturalización de la archiduquesa, facilitando el proceso de adaptación a los usos y costumbres que 426 “[La reina] est instruicte par la princesse sa tante, comme il fault caresser lesdites belles filles” DDMF, vol. III, pp. 114- 115 205 se esperaban de ella como Reina Católica427. El embajador francés se va a fijar, lógicamente, en aquello que concernía de manera más estrecha al bienestar de las nietas de Catalina de Médicis428. Contamos con esta valiosísima información sobre la primera toma de contacto entre Ana de Austria y las Infantas Isabel y Catalina, pero la pregunta que hay que realizar es cómo evoluciona esa relación con el paso de los años. La documentación manejada nos permite hacer una reflexión sobre estos lazos familiares, y comprender que la nueva consorte de Felipe II se va a convertir en alguien esencial para las Infantas. Por un lado hay que constatar un hecho obvio y es que las Infantas van a integrarse en la Casa de la Reina lo que hace que el contacto entre ellas sea constante. Los testimonios dejados, por otro lado, por el Marqués de Ladrada nos permiten reconstruir el vivir cotidiano de estas mujeres y por ellos sabemos que Ana de Austria va a incorporar a las Infantas en su rutina diaria. Por ejemplo, las salidas de la reina de Palacio, ya sea para dirigirse a Aranjuez o el Pardo, o para visitar las instituciones conventuales de Madrid, van a ser compartidas por las dos Infantas que de esa manera ocupaban su tiempo con Ana de Austria a la vez que, presumiblemente, iban aprendiendo las funciones que como consortes deberían cumplir en un futuro más o menos lejano. Asimismo, la Princesa va a seguir siendo una presencia habitual en la vida de Isabel y Catalina ya que las jornadas a los Sitios Reales o a conventos van a contar con su participación; se 427 La presencia de Juana en la Corte de Madrid había sido un aliciente para la llegada de Ana a aquella Corte bien como princesa- cuando se trataba su matrimonio con el Príncipe Don Carlos- bien como reina, tal y como sucedió en 1570. Precisamente, en 1568 cuando la prisión del Príncipe quebró aquellos planes se expresaba así la tristeza de la emperatriz “…pues haviendo de estar su hija en compañía de la Princesa, tenía bien entendido el amor y respecto con que sería tratada y amada, pero esta novedad tiene a la emperatriz muy cayda” Puntos de carta de Luis Venegas a la Princesa de Portugal, Viena 6 de marzo de 1568, AGS Estado leg. 665, nº 28. 428 Al igual que ocurriera con Ana de Austria, Catalina de Médicis va a encomendar muy vivamente a la princesa el bienestar de las Infantas, consciente de que el vínculo que la Princesa había mantenido con Isabel de Valois hacía más estrecha la relación que mantenía con sus sobrinas. Juana de Austria va a tranquilizar a la reina viuda de Francia asegurándole el cariño que sentía por Isabel y Catalina: “…la voluntad que yo tengo de seruir a V Md que no es menor que la que le tenía la Reyna mi hermana que está en gloria (...) la qual yo amaua y estimaua tanto que assí por su respecto como por otras obligaciones que ay para ello tengo a las Infantes mis sobrinas el mismo amor que si fueran mis hijas y con el mismo seruiré a V Md” Juana de Austria a Catalina de Médicis, Madrid 4 de Julio de 1571, AGS Estado K- 1529, nº 111. 206 consolidaban los lazos entre las mujeres de la dinastía en una práctica que va a ser habitual entre los miembros de la Dinastía Habsburgo. Yo creo que se puede hablar, por otro lado, de la interiorización de ese vínculo materno- filial que va a existir entre Ana de Austria y las Infantas. Así se expresaba la Infanta Isabel en 1573 en un billete dirigido al Marqués de Ladrada: “ Agos saber qu’el otro día estando en casa de madre…” 429 Esta referencia, aunque testimonial, condensa cómo va evolucionando ese lazo familiar; es lógico pensar que la presencia continua de Ana de Austria en la vida de las Infantas y el nulo recuerdo que podían guardar de Isabel de Valois, debía contribuir necesariamente a que aquella fuese vista de manera natural como madre. Unos años más tarde sería Felipe II quien se refiriese al vínculo maternal que sus hijas mantuvieron con Ana de Austria, equiparando a ésta última con Isabel de Valois en ese oficio concreto. Escribía a Catalina Micaela recomendándola que siguiese el ejemplo de “ vuestras dos madres” , una expresión que tampoco nos puede pasar desapercibida. Nos quedaría un último elemento por analizar que es el del recuerdo material que Ana de Austria dejó en las Infantas. Evidentemente el grueso de la herencia de Ana de Austria fue a parar a sus hijos legítimos que en el momento de su muerte eran el Príncipe Don Diego y los Infantes Don Felipe y Doña María, no obstante, a través un codicilo hecho en Badajoz poco antes de morir, la reina otorgaba una serie de mercedes a diversos servidores y no se olvidaba de las hijas de Isabel de Valois. Así dejaba dispuesto para ambas lo siguiente: “ (…) Mando a la serenísima Infante doña Isabel un joyel que tiene un diamante y un rubí y una perla grande. Yten mando a la serenísima Infante doña Catalina otro joyel que tiene una figura como de águila y las alas llenas de diamantes pequeños y una esmeralda grande (…)” 430. 429 Billete de la Infanta Isabel al Marqués de Ladrada, Madrid 10 de Junio de 1573, IVDJ, Envío 38, Caja 50, nº 86 207 Las Infantas no precisaban recibir joyas de Ana de Austria, ya que ambas recibieron las que habían pertenecido a Isabel de Valois, así que podemos entender que esta particular manda testamentaria tenía, ante todo, un valor sentimental. Con motivo del matrimonio en 1585 de Catalina Micaela con Carlos Manuel I, Duque de Saboya, se procedió a una división de aquellas joyas entre las dos hermanas. No obstante, señalar que durante las celebraciones se debió hacer uso de algunas joyas de Ana de Austria, ya que Felipe II reclamó el envío de las mismas a Zaragoza. Podemos colegir, por tanto, que Catalina, e incluso Isabel, lucieron alguna de las piezas durante las ceremonias y celebraciones que se llevaron a cabo tanto en Zaragoza como en Barcelona. Por referencias posteriores suponemos que alguna otra joya, aparte del joyel que expresamente legaba Ana a Isabel Clara, quedó en posesión de la Infanta ya que cuando estaba en Bruselas envió a su sobrina Ana, Reina Cristianísima, el anillo con el que se había casado con Felipe II431. Vínculos fraternales: Isabel Clara Eugenia, Catalina Micaela y Felipe III Frente a la importancia y relevancia dada a los lazos establecidos entre padres e hijos como elemento basculador de las relaciones familiares en el Antiguo Régimen, algunos historiadores han puesto el énfasis en el análisis de las relaciones familiares entre hermanos432. El estudio de los mismos nos permite observar un tipo de relación que se desarrolla en un plano horizontal y en determinados casos en igualdad de condiciones; efectivamente los lazos entre hermanas, por ejemplo, no estaban condicionados por diferencias de género lo que nos permite observar una relación igualitaria que nos da muchas pistas sobre las diversas facetas de esos personajes. Entender la etapa que Isabel 430 Codicilo o adición a las disposiciones testamentarias. AGS Patronato Real, Legajo 29, nº 2 Hay copia en AZ, Altamira 220, 80 431 La referencia a ese anillo la encontramos en una carta de Isabel a Ana de Austria recogida en Rodríguez Villa, Correspondencia de la Infanta Archiduquesa doña Isabel Clara Eugenia de Austria con el Duque de Lerma y otros personajes, Madrid 1906, pp. 270- 271. Magdalena Sánchez hace referencia ese intercambio como uno de los muchos signos que nos permiten entender el vínculo que la Infanta mantuvo con su sobrina, SÁNCHEZ M. S. “¿Recuerdos y afectos? La correspondencia de Isabel Clara Eugenia con el duque de Lerma” en VAN WYHE, C. op cit. pp. 203- 225 432 MILLER N. J. y YAVNEH N., “Introduction: thicker than water: evaluating sibling relations in the early modern period” en MILLER N. J. y YAVNEH N. (dirs.) Sibling Relations and Gender in the Early Modern World. Sisters, Brothers and others, 2006, pp. 1- 12 208 Clara vivió en la Corte de Madrid es imposible si obviamos la relación que mantuvo con sus hermanos y más concretamente con Catalina Micaela y con el príncipe Felipe (III). Isabel fue hija primogénita, una condición que influyó notablemente en el papel que hubo de cumplir en la Corte y en la percepción de cuantos la rodearon. Es verdad que en el momento de su nacimiento vivía el Príncipe Don Carlos, heredero jurado de la Monarquía, lo que la situaba simplemente como infanta primogénita. La muerte de aquel en 1568, precedida por los rumores sobre su incapacidad, proyectaron a Isabel al primer plano como posible heredera, un papel que de una manera u otra la va a perseguir en las décadas siguientes por la enfermiza salud de sus hermanos pequeños. Independientemente de que aquello fuese un futurible condicionado por múltiples factores, es indudable que Isabel contó con un protagonismo claro que se proyectó en la relación que mantuvo con sus hermanos. Las cartas de Felipe II a sus hijas son un buen testimonio para entender cómo eran los vínculos fraternales que la Infanta mantenía con sus hermanos. En esas cartas Felipe II actúa como padre y lo hace exigiendo a sus hijas que adopten el rol de hermanas mayores que su edad les impone. A la vez que deben cumplir las expectativas que se tienen puestas en ellas, deben hacer que sus hermanos menores también las acrediten, convirtiéndose en las encargadas de velar por su educación y formación. Así Felipe II se alegra de que las Infantas se encarguen de informarle sobre la salud y progresos de los niños pequeños así como del “ cuidado que tenéis del aposento del mayor y yo voy mirando lo que convendrá” 433. Más interesante resulta la labor de supervisoras en el progreso del príncipe en tareas básicas como la lectura, una función que van a cumplir tanto con el Príncipe Don Diego como con el Príncipe Don Felipe. 433 Felipe II a sus hijas, Almada 26 de Junio de 1581, Carta IV en BOUZA ÁLVAREZ, F. op cit., p. 47. Asimismo, señalar como ante la enfermedad que se llevó al Príncipe Don Diego y a la Infanta doña María, las Infantas van a expresar su opinión sobre cómo organizar algunos aspectos relativos a los cuidados: “Y porque sus Altezas [D. Diego y Dª María], anbos estauan en sus aposentos tan cerca el uno del otro, les paresçió a los médicos era bien apartarlos más. Y así pasó el Príncipe nuestro señor al aposento donde dormían las señoras Infantas, porque sus Altezas holgaron dello y lo pidieron…” Copia de lo que se escribe a Su Majestad, IVDJ Envío 7, nº 79 209 “ Muy bien está que todos lo estéis, y que vuestro hermano letree tan bien como decís y así procurad que lo lleve adelante” 434 Junto a la lectura, el conocimiento de otras lenguas- que Felipe II había insistido en el caso de las Infantas- era esencial para el heredero de la Monarquía, más si se trataba del portugués, reino que se unía a la vasta herencia por heredar y del que debían aprender usos y costumbres como futuros soberanos de aquellos vasallos435. Asimismo, se van a encargar que los príncipes lleven a cabo otra serie de actividades que debían integrar su rutina como el rezo y los ejercicios religiosos436, pero también el aprendizaje de aquellas actividades esenciales para el mundo cortesano como la danza437. El estrecho vínculo que mantuvo Isabel con Catalina es un hecho que, difícilmente podemos olvidar. Las primeras imágenes pictóricas que de ambas tenemos nos las muestran compartiendo el mismo espacio y dejando constancia de esa cercanía que va a marcar su relación tanto en su etapa en Madrid como aquella que desarrollaron tras la salida de Catalina Micaela hacia la Corte de Turín. En ocasiones ambas infantas parecen confundirse en esa alusión, frecuente en la documentación, de “ Señoras Infantas” . Nada más lejos de la realidad; un hecho que hay que señalar de manera clara es que cada una de ellas tenía una posición definida, sobre todo, por la condición de primogénita de Isabel Clara, y que ese hecho determinó diversos aspectos de su vida, así como la imagen que de ellas proyectaron los que las rodeaban. No 434 Felipe II a sus hijas, Sintra 2 de octubre de 1581, Carta VIII en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 58. De nuevo hay una referencia al aprendizaje de la lectura en la misiva siguiente “Pues decís que vuestro hermano leería mejor si tuviese más cuidado, acordadle que le tenga para que cuando yo vaya, placiendo a Dios, sepa ya leer y escribir algo y decidle que para cuando escribiere yo le enviaré una escribanía de la India” Felipe II a sus hijas, Lisboa 23 de octubre de 1581, Carta IX, p. 60 435 “Y muy bien es que entendáis portugués tan bien como decís y así procurad que lo entienda vuestro hermano, que será mucho menester para que entienda a los que fueren de acá y le hagáis leer portugués y se lo declaréis, pues tan bien lo entendéis” Felipe II a sus hijas, Lisboa 1 de octubre de 1582, Carta XXVI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 93 436 Felipe II anuncia el envío de unos “rosarios para vosotras y vuestro hermano y para que comience a rezarlo” Felipe II a sus hijas, Lisboa 20 de noviembre de 1581, Carta XI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 64 437 “Y muy bien hace vuestro hermano en aprender a danzar y decídselo así de mi parte” Felipe II a sus hijas, Lisboa 4 de Junio de 1582, carta XXI en BOUZA ÁLVAREZ, F., op cit, p. 85 210 obstante esas diferencias, ambas van a compartir un afecto sincero y un estrecho lazo que se manifiesta a través de múltiples gestos. Uno de los informadores más concienzudos de los primeros años de las Infantas es el embajador francés, Monsieur de Fourquevaux quien además de las noticias que previamente hemos comentado, se encargaba de hacer llegar a Catalina de Médicis el estado de salud de las niñas, así como los progresos que ambas hacían en los primeros rudimentos de la lectura, escritura, etc. Sus informaciones se pueden complementar con las aportadas por la Duquesa de Alba que quedó al cargo de las niñas tras la muerte de Isabel de Valois. Volviendo a Fourquevaux, el embajador es extraordinariamente meticuloso al describir el aspecto de las Infantas tras su nacimiento. De Isabel Clara destaca su parecido a Felipe II en alguno de sus rasgos como la nariz y la promesa de una gran belleza conforme fuese creciendo 438. El nacimiento de Catalina Micaela también conllevó la preceptiva descripción y en este caso, el embajador destaca la dulzura de los rasgos de la Infanta en comparación con su hermana, sus ojos verdes y el cabello oscuro así como la posibilidad de que al crecer fuese más bella que Isabel Clara439. En la relación de los bautismos respectivos hay una diferencia notable entre ambas hermanas, así como el de Isabel Clara concita un mayor interés por parte del embajador, el de Catalina es descrito de manera más somera, si bien nos informa que se desechó en el último momento como segundo nombre el de Francisca. El embajador discurría, eso sí, por la decepción que suponía una nueva Infanta. Felipe II no exteriorizó ese sentimiento y manifestó su alegría por el nacimiento de una hija440, pero para la Corte francesa y para Catalina de Médicis hubiera 438 “…elle est fort belle, le front large, le nez ung peu grandet comme celluy du Roy, son père; la bouche ne semblera poinct à la sienne, encore qu’on la juge ung peu grandette; bref ses traictz me semblent promectre une grande beaulté et blancheur; et n’a tache quelconque au vizaige” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Segovia 18 de agosto de 1566, DDMF, vol. I, p. 21 439 “Et vous puis asseurer, Madame, que elle est une très belle petite princesse avec les traictz du visage plus doulx que l’aisnée. Je ne peuz veoir les yeulx, car elle dormoit; mais à ce que j’ay sceu, ilz sont vers et les cheveulx tirant sur le brun. Il n’est possible de veoir une petite creature plus jolye.” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 17 de octubre de 1567, DDMF, vol. I, pp. 281- 282 440 Años más tarde, cuando Catalina Micaela dio a luz a su primer hijo, el Príncipe Felipe Enmanuel, su padre la felicitaba de la siguiente manera “Antes de responder a vuestras cartas os diré lo que he holgado de la buena nueva que he tenido de vuestro buen alumbramiento, que ha sido para mí el mayor contentamiento que podía ser y así estoy alegrísimo de ello y también de que sea hijo y me hayáis dado el primer nieto que he tenido, aunque, a trueque de que vos estéis muy buena, tomara muy en paciencia 211 supuesto, sin duda, un gran triunfo que Isabel de Valois se convirtiera en madre de un hijo varón, y más teniendo en cuenta las constantes sospechas y rumores que circulaban sobre la salud y previsible incapacidad del Príncipe Don Carlos para suceder a Felipe II. Eso explica la multitud de rumores que se producen antes del nacimiento de Catalina, hasta el punto de que circuló uno que hablaba sobre el nacimiento de un niño, en vez de una niña: “ …a primª noua sayo que era filho” 441. Evidentemente el desmentido de esta nueva fue muy rápido, pero el contento fue general ya que, como comenta el embajador portugués, Isabel de Valois era una reina muy querida y se había demostrado con estos dos nacimientos su capacidad para dar vástagos a la Corona. La Duquesa de Alba, por el contrario, se mostraba exultante por ese nacimiento y así se lo expresaba a la Reina: “ Tengo gran pena de no saber sy a sabido vuestra majestad la merced que Dyos nos a echo en el buen parto y sobreparto que a dado a Su Magestad, que a sido todo como lo podyamos desear, y tyene vuestra Magestad vna nyeta Catalina que vale más que dos hyjos” 442. Isabel, pero Catalina en mayor grado, sufrieron los obstáculos propios de su condición femenina, algo sobre lo que la Infanta reflexionaría más tarde en sus cartas cuando estuviese en Bruselas, aludiendo a ese mal recibimiento que tenían las mujeres al llegar al mundo 443. No obstante, las leyes sucesorias imperantes en Castilla y que posibilitaban el ascenso al trono de las mujeres que fuera nieta, mas estando vos buena, como lo espero, muy bien está que sea nieto y también por el contentamiento que su padre tendrá de ello” Felipe II a Catalina Micaela, Vaciamadrid, 27 de abril de 1586, Carta LI en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p. 441 Embajador portugués a Don Sebastián, Madrid 11 de octubre de 1567, ATT, Tribunal del Santo Oficio. Consejo general de la Inquisición, libro 210, f. 108v 442 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 12 de noviembre de 1567. Se vuelve a reafirmar en otra carta “avnque yo ovyera tenydo mucho trabajo en servir a la Reyna my señora en su parto, no le syntyera con ver a su Md que a quedado tan buena cuanto nunca a estado. Dyos guarde a su Md y le de vn hijo muy presto, avnque a la ynfante doña Catalyna no la trocaryamos ny avn por dos hijos, porque es muy hermosa”, Madrid 1 de diciembre de 1567 (BNP, Ms. Esp. 336, ff. 16 y 18) en MOREL FATIO, op cit, p. 371 443 “siempre las mujeres somos mal recibidas en el mundo” La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas, último de febrero de 1605, RODRÍGUEZ VILLA, p. 133. Magdalena Sánchez reflexiona sobre estos pensamientos de la Infanta- Archiduquesa en “¿Recuerdos y afectos…?”, p. 213 212 contribuía a que, a pesar de todos esos obstáculos, las Infantas tuviesen posibilidades reales de suceder a su padre. En ese contexto hay que entender las apreciaciones que el embajador va a hacer al producirse el encierro y posterior muerte del Príncipe Don Carlos. Este hecho afectó de manera profunda a la Infanta porque su proyección cambió de manera radical al convertirse en la heredera temporal del Rey Católico. La noticia de la prisión del Príncipe Don Carlos impactó a las cortes europeas; el monarca anunció su decisión de manera escueta a los diferentes príncipes europeos, si bien lo hizo sin aportar detalles y las motivaciones profundas que le habían llevado a tomar semejante decisión. Ese mutismo provocó que los más allegados al Rey Católico, como es el caso del propio emperador, se quejaran ante la falta de explicaciones. Hay que entender que Maximiliano II se veía muy afectado por esta decisión, ya que además de ser el tío de Don Carlos, en aquellos momentos se estaba negociando el matrimonio entre su primogénita, la archiduquesa Ana, y el Príncipe. El emperador elevó sus quejas al enviado español exigiendo tener más información, la misma que otros príncipes, como es el caso del Rey Cristianísimo, deseaban recopilar para figurar de manera más exacta el difícil panorama por el que atravesaba la Monarquía444. En este sentido, el embajador francés contaba con un testigo de excepción en la propia reina, pero los comentarios que ofrece al respecto no ofrecen la claridad que tanto el emperador como el Rey de Francia podían llegar a esperar. Fourquevaux se detiene más en comentar la reacción de la reina que, a su parecer resulta bastante loable. En palabras del diplomático la carcelería del Príncipe había provocado una gran aflicción en la reina, una reacción “ curiosa” para quien tenía que ganar tanto con ese cambio de circunstancias. El encierro ponía en entredicho la sucesión de Don Carlos y, 444 Carlos IX se dirigía a su embajador para pedirle información sobre este hecho que calificaba de extraño: “je desire estre esclarcy de la verité, et que je vous faictz ceste depesche pour vous prier m’en mander incontinent des nouvelles”; consideraba, por otra parte, que las informaciones otorgadas por el embajador español- Don Francés de Álava- eran insuficientes y que tenía la sensación de que le estaban ocultando gran parte de la verdad sobre el caso. Carlos IX a Monsieur de Fourquevaux, París 13 de febrero de 1568. Se vuelve a repetir este encargo en otra de 23 de febrero de 1568, Cartas LXXVII y LXXVIII en C. DOUAIS Lettres de Charles IX a M. de Fourquevaux, Ambassadeur en Espagne 15651572, Paris 1897, pp. 153- 155 213 por tanto, las Infantas se colocaban de manera muy ventajosa en el orden sucesorio, sin descartar la posibilidad de que el hijo que esperaba Isabel de Valois fuese, al fin, el deseado varón. Esta posibilidad que se va a materializar tras la muerte de Don Carlos en julio de 1568, va a ser resaltada por el embajador, consciente de que las leyes sucesorias, a diferencia de lo que ocurría en Francia, colocaban a Isabel por delante, incluso, de sus primos los archiduques. La reina viuda de Francia va a solicitar a su embajador que le informe sobre cómo ese hecho afectaba a sus nietas en cuestiones tales como el tratamiento 445. En este sentido, Isabel Clara siempre fue una potencial heredera pero nunca se concretó en una proclamación oficial y juramento. No obstante, en lo concerniente a la relación con Catalina, su posición como primogénita va a seguir pesando. Las infantas, como podemos ver a través de los billetes del Marqués de Ladrada, compartieron espacios dentro del escenario palatino, así como rutinas diarias. Cuando enfermaban las Infantas, de cara a la gestión que el mayordomo hacía de la Casa de la Reina, adquirían una cierta independencia ya que había que separarlas para evitar el contagio de la enfermedad; de esa manera su individualidad quedaba patente y sus rutinas se diferenciaban. Más allá de las impresiones que la propia gestión del espacio palatino haya dejado en las fuentes archivísticas, contamos con una opinión más fundada sobre los sentimientos que esas separaciones generaban en Isabel y Catalina. Con motivo de la convalecencia de Catalina tras sufrir viruelas, Felipe II escribía a su hija, contento ante la mejoría de la Infanta, y reflexionaba sobre la soledad que había sentido durante su retiro: “ Ya creo que habrá bajado vuestra hermana y juntádose con vos, y que habréis estado bien sola estos días sin ella y también ella sin vos” 446. 445 Sobre el tratamiento recibido por Isabel Clara en la Corte, Fourquevaux dice lo siguiente: “Madame, puisqu’il vous plaist scavoir quel tiltre l’on baille à Madame l’Infante Izabeau votre petite fille, je respondz à Vostre Majesté que elle n’a point changé du sien acostumé. Vray es que quelcun l’apelle la Princesse doigne Izabeau et aultres Sa Alteze” Monsieur de Fourquevaux, Madrid 28 de febrero de 1569 DDMF Tomo II, p. 58 446 Felipe II a Catalina Micaela, Lisboa 3 de enero de 1583, Carta XXIX en BOUZA ÁLVAREZ, op cit, p. 100 214 Si bien podemos hablar de espacios compartidos, las identidades de ambas Infantas se diferencian de manera muy clara y son múltiples los hechos que lo corroboran. La condición de primogénita de Isabel Clara, la va a convertir, como ya hemos señalado, en potencial heredera de la Monarquía, un factor que va a condicionar de manera clara su formación y consideración en la Corte. Vamos a profundizar en esa visión que las personas que las rodearon tuvieron y manifestaron en su correspondencia y otros escritos. Volviendo al caso de Fourquevaux, el embajador en su labor de informador de la reina viuda, claramente deseosa de contar con noticias frescas sobre el proceso de crecimiento de sus nietas, escribía sobre los progresos que ambas hacían. En muchos casos la información se limita a comentar el estado de salud, pero en otros momentos deja desgranar una mayor información que nos permite conocer cómo eran las Infantas de niñas. Las dos niñas van a ser objeto desde un primer momento de una gran atención por parte de los enviados diplomáticos, no obstante, podemos decir que algunas de sus reacciones van a ser las lógicas para personas de su edad, de ahí que tanto Isabel como Catalina recuerden a los embajadores franceses su deseo de recibir pequeños obsequios de la reina viuda de Francia, bien para su adorno, bien para jugar. Fourquevaux no deja de señalar el aire de majestad que, pese a esa corta edad, sabían mostrar ante los que las visitaban, de tal manera que de Isabel Clara siempre se señalaba el extraordinario juicio que mostraba al hablar o conducirse, o reproduciendo las palabras exactas del embajador: “ elle a la parole distincte et a son commandement” 447. La Duquesa de Alba, que como ama de las Infantas era una presencia más cercana a ellas, también corroboraba esa impresión e informaba a Catalina de Médicis que Isabel “ habla muy mucho y entiende tanto que avn ayer preguntábamos a su alteza que era, y dixo que era española y francesa” 448 y añadía en otra carta que “ no creo yo que la verá nadie que no la juzgue por de mucha más hedad, porque es la mayor criatura que he visto de la suya y de más linda 447 Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 26 de Junio de 1569, DDMF., vol II, p. 83 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 20 de Marzo de 1569 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 10) recogida en MOREL FATIO, A., op cit., p. 379 448 215 dispusiçión” 449. Tampoco Catalina Micaela se quedaba atrás y así comentaba el embajador cómo aún sin hablar de manera coherente llamaba bobas a las damas cuando no hacían lo que la niña quería450. El envío de retratos era una manera de acercar físicamente a las Infantas para que su abuela pudiera ver los rasgos que le describían en las cartas, y en este sentido tanto Fourquevaux451 como la Duquesa de Alba se van a mostrar bastante activos; el Marqués de Ladrada, informaba al Rey del recibo de uno de los encargos que, presumiblemente había hecho la Duquesa cuando todavía estaba al cargo de las Infantas. Doña María Enríquez, no obstante, se va a mostrar descontenta con los resultados considerando, en una de sus ocasiones, que “ el pintor las ha agraviado harto” 452. Por su parte Catalina de Médicis se va a encargar de mantener el contacto a través del envío de cartas- acompañadas en ocasiones por presentes- que le servían para aconsejar y tratar de influir en la vida de sus nietas. El hecho de que Isabel fuese la primera en aprender a escribir la va a convertir en la receptora de esas primeras cartas, lo que va a provocar algunos choques entre las hermanas, tal y como podemos extraer de la siguiente anécdota que Fourquevaux trasladaba a Catalina de Medicis: 449 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 7 de enero de 1570 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 12) recogida en Morel fatio, op cit, p. 381 450 “Madame Catherine commence à parler quelques motz, at au moins a elle ung mot fort commun en sa bouche, c’est d’appeller bobbe celle de dames qui ne faict à sa volunté...” Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 26 de Junio de 1569, DDMF, vol II, p. 83. La Duquesa de Alba también se hacía eco de esos primeros pasos, y así poco después de nacer comentaba cómo la niña “tyene vna vyveça tan grande que pareçe que quiere ablar” (Madrid 26 de diciembre de 1567) y más adelante, al comentar los progresos de Isabel decía de la hermana “en su lenguaje habla tanto como su hermana” (Madrid 20 de Marzo de 1569), ambas (BNP, Ms. Esp. 336, ff. 19 y 10 respectivamente) recogidas en Morel Fatio, op cit, pp. 372 y 379 451 “Madame, en atendant que le portraict de Madame l’Infante Yzabeau feust achevé…” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 5 de diciembre de 1567, en DDMF, vol. III p. 61 452 La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 17 de agosto de 1568 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 8) recogida en Morel Fatio, op cit., p. 377. Asimismo vuelve a mencionar la falta de acierto de los retratos señalando que Isabel “está mucho más hermosa que los rretratos que vuestra magd tiene…” La Duquesa de Alba a Catalina de Médicis, Madrid 7 de enero de 1570 (BNP, Ms. Esp. 336, f. 12) recogida en Morel fatio, op cit, p. 381. En los billetes del Marqués de Ladrada encontramos, asimismo, una referencia a un encargo hecho, supuestamente, por la Duquesa de Alba: “Maestre Jorje pintor a lleuado a mi posada dos retratos de las señoras infantes y dize que Vuestra Mg le ynbió a mandar que me los entregase a mí y yo me [he] informado para qué se hyzieron estos retratos y por qué orden y dýcenme que la duquesa, antes que se fuese, mandó que se hyziesen estos retratos y otros como ellos, los otros para embiar a Francia, los cuales me dicen que se llevaron muchos días a, y los otros para tenerlos ella en su casa…” El Marqués de Ladrada a Felipe II, Madrid 20 de abril de 1571, BL Add Mss/28354, f. 192 216 “ Je ne failliz aussi d’aller viziter Mesdames les Infantes et meniz le Sr. De l’Aubespine leur baizer les mains et presenter votre lettre à Madame la Princesse Yzabeau, qui en fut toute fiere, la voullant pour elle, dont la petite Madame Catherine demeure toute honteuze de n’en avoir une particulliere. Je luy deiz que Son Alteze l’eust heue si elle vous escript comme son aisnée” 453. La lectura de otros testimonios arroja un panorama algo distinto, en el sentido de que la mayor atención se centra en el caso de Isabel. No vamos a extendernos en algunas ideas porque las tratamos con mayor profundidad en otros aspectos pero sí señalar cómo cuando se empieza a ver en las Infantas un partido matrimonial interesante- y su capital dinástico así lo aseguraba- el deseo de aquellos que querían a las hijas de Felipe II como consortes se van a decantar en sus preferencias por Isabel Clara. No en vano su condición de primogénita la otorgaba una posición más ventajosa que la que podía tener Catalina Micaela, una situación que no es exclusiva a ellas sino que se puede rastrear en otros casos como el de las archiduquesas. Ese mayor potencial de Isabel Clara se trasladó al ámbito cortesano donde algunas damas, por intereses obvios, la van a ensalzar por encima de Catalina cuyas perspectivas van a ser siempre menores. La llegada a buen puerto de las negociaciones matrimoniales con Saboya van a convertir a Catalina en Duquesa consorte, y ese hecho va a desconcertar a muchos de sus contemporáneos que van a resaltar la condición de enlace menor. La percepción diferenciada tenía, por fuerza que profundizarse y si damos por ciertas las informaciones de una relación anónima, la Infanta va a ser objeto de burlas y desconsideraciones por su entorno más cercano: “ Siendo menos amada que la Infanta doña Ysabel, algunas de las damas burlauan con ella, hablando en la superioridad con que la emperatriz tractaría a la Duquesa de Saboya su vassalla, y entre otros donayres se contó que la Duquesa de Auero, doña Juliana de Alencastre, estando juntas las hermanas preguntó a la dicha Doña Ysabel que honrra 453 Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 8 de febrero de 1571, DDMF, vol. III, p. 114 217 pensaua hazelle quando fuese a besalle la mano en presencia de su hermana, siendo Duquesa como ella y vasalla del Rey Cathólico y no del emperador” 454. Si bien podemos albergar dudas de que una dama de las Infantas incurriese en semejante falta de respeto, lo cierto es que este texto puede ser visto como una manifestación del desconcierto que generaba la decisión de Felipe II en relación a su hija menor. En este sentido, no pocos consideraron que la ayuda prestada por el Rey Católico al Duque de Saboya en sus empresas posteriores iría en la dirección de compensar el bajo matrimonio de la Infanta potenciando el status y poder de Carlos Manuel I. En este sentido también deben analizarse otros aspectos como el hecho de que Catalina siguiese utilizando el título de Infanta y que su casa se organizase siguiendo las normativas de la Casa de la Reina. Asimismo, debemos tener en cuenta las medidas de presión llevadas a cabo ante Roma y Viena para evitar la concesión del título real al Gran Duque de la Toscana y que perjudicaban de manera directa a los Duques de Saboya. Pese a tratarse de un matrimonio cuestionado o polémico, lo cierto es que suponía, en parte, una afrenta a Isabel Clara que veía como su hermana menor salía antes de la Corte. Merece la pena detenerse brevemente en uno de los acontecimientos que van a formar parte de todo ese proceso que tuvo en la Jornada del Casamiento y que se refiere al reparto de la herencia de Isabel de Valois. Antes nos hemos referido brevemente a las mandas testamentarias de Ana de Austria donde había una pequeña mención a las Infantas. La herencia de Ana iba a parar a sus hijos, al igual que la herencia de Isabel de Valois era para las dos Infantas. En el momento en que se concluyen las negociaciones con Saboya se empieza a gestionar el reparto de joyas y otros objetos que habían pertenecido a la tercera consorte de Felipe II455. Ya en 1582 se había 454 “Relazión que se va haciendo de los sucesos del Piamonte, Saluzzo, Saboya y Borgoña desde el año 1589 hasta el de 1595” BL Egerton Mss/2047, ff. 6- 37 455 En 1584 se consultaba al rey sobre este aspecto “La partición de las joyas y otras cosas que tocan a las señoras Infantas a parescido que se haga en el Pardo delante de los plateros y personas que lo entiendan porque vayan con la justificación que conuiene y también porque se entiende que las tasaciones que Jacobo hizo de las joyas están muy subidas y allí se traerán los libros y todo lo que conuenga” Apuntamientos [diversos sobre el servicio de la Casa del Príncipe y las Infantas y futura Casa de la Infanta Catalina], San Lorenzo de El Escorial, 1 de octubre de 1584, AZ, Altamira 85, 69 218 hecho una relación en que se asentaron aquellos objetos que las azafatas de las Infantas habían tomado de ese conjunto para el servicio ordinario de aquellas; eran objetos más o menos ricos, pero que tenían un uso cotidiano 456. Ahora se trataba de dividir el grueso de la herencia a la vez que se preparaba un ajuar para Catalina Micaela, quien como futura desposada debía de tener uno, a la vez que garantizarse la posesión de objetos de calidad que mostrasen su estatus como Infanta convertida en Duquesa de Saboya. En ese reparto se va a contemplar una estricta división de los bienes en partes valoradas en cantidades equivalentes, como en la propia partición se especificaba: “ Dixeron sus Altezas que la dicha partición según de suso va scripta y aperçio de las cosas en ellas contenidas es ygual a entrambas partes, y es justa y derechamente hecha, por las personas inteligentes y de buena conciencia que para ello fueren nombradas. De lo qual todo sus Altezas estauan contentas, conformes y satisfechas, de lo que cada una hauía de hauer y le pereteneçía de su parte, e que así lo declarauan y confesauan y como tan justa e ygual partición de común voluntad la consentían, loaron y aprouaron, y se obligaron destar y pasar por ella, e de no la contradecir (…)” 457. Efectivamente el valor en maravedíes era equivalente ya que ambas recibieron joyas y otros objetos tasados en 33485779 maravedíes (unos 89304 ducados), pero se establecieron diferenciaciones considerables. Así, se ordenó que: “ …la cinta y collar más rico auían de quedar a la sª Infanta doña Isabel, y que a la sª Infanta doña Catalina auía de caber todo aquello que paresçiere necesario para el seruicio ordinario de su Casa” 458. 456 AGS Casa y Sitios Reales, leg. 80, s. f. A ello habría que sumar algunas sustracciones que había hecho Felipe II en la década de 1570, tal y como deducimos de este billete enviado al Mayordomo Mayor de Ana de Austria: “A Vriviesca he hallado aquí esta noche con las joyas de la Reina que aya gloria, he escoxido dellas una con una perla para embiar a Alemania como ayer os escribí, y las demás buelue ay, y porque él ha de boluer para el lunes a Sant Lorenzo sabréis mañana de mi hermana si ya no lo habéis hecho lo que ayer os escribí y si pareciere que se presten a la reyna y que sea luego, podréis descargar a Vriviesca el domingo dellas y depositarlas en Ouiedo como él las tenía y que la Reyna se sirua dellas…” Felipe II al Marqués de Ladrada, Los Molinos 3 de agosto de 1571, BL Add Mss/ 28354 f. 262 457 Partición de las Joyas y otros objetos que peretenecieron a Isabel de Valois, Barcelona, 11 de Junio de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28 458 Don Juan de Zúñiga a Felipe II, 31 de mayo [1585], AZ, Altamira 85, nº 33 219 Efectivamente, la Infanta Isabel recibió una cinta valorada en 31750 ducados y un collar que se había tasado en 17767 ducados459. En cambio, el collar de oro que recibió Catalina estaba valorado en 3970 ducados460. La futura Duquesa de Saboya sí recibió una serie de objetos que podían ser de utilidad en su servicio una vez que llegase a la Corte de Turín y otras dos joyas que merece la pena mencionar. Por un lado, se le dio la Rosa de Oro que había sido entregada por el Papa a Isabel de Valois tras la reunión de Bayona, y por otro, la marta que había pertenecido a su madre y que tenía un significado notable. En el caso de la Rosa la “ cesión” que de ésta hace Isabel Clara puede interpretarse en clave sentimental; Catalina Micaela abandonaba la Corte de Madrid dejando atrás a su familia y se llevaba consigo un objeto que podía recordarle a su madre. Aunque quizá, más valor tenían las cartas que Felipe II había escrito a sus hijas y que fueron conservadas por Catalina Micaela. Asimismo, la conexión de la Rosa con su herencia francesa se vio reforzada por una serie de objetos que la señalaban, asimismo, como miembro de la dinastía Valois, destacando un libro con retratos de los reyes de Francia. En el caso de la marta, su significación está estrechamente vinculada con su papel como futura madre de los hijos del Duque de Saboya. Las cualidades de la marta descritas en las Metamorfosis de Ovidio- posibilidad de concebir y dar a luz a través del oído- la relacionaban de manera íntima con la función maternal, una función que en 1585 Catalina Micaela estaba más cerca de cumplir que su hermana mayor461. De ahí que en 459 “A la Sª Infanta doña Ysabel. Una çinta de oro con doze pieças de oro engastados en ella quince diamantes, porque las nueue pieças tienen a uno y las tres a dos, y más el diamante grande de la broncha, y treze eentre pieças en cada una dellas dos asientos de perlas, tassado en treinta y un mil seteçientos y çinquenta ducados. Un collar de oro con ocho diamantes grandes y nueue entre pieças de dos perlas gruesas en cada una, tasado en diez y siete mil setezientos y sesenta y siete ducados” Partición… Barcelona, 11 de Junio de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28 460 “Más un collar de oro número 24 que tiene quatro pieças engastadas, en cada una un diamante grande las dos tablas y las dos tablas y las dos afaçetas esmaltadas las dichas pieças de negro y colorado y blanco, y otra pieça de la misma obra y engaste esmaltada de negro, rojo y blanco y en ella engastado un rubí tabla grande, y quatro sortijas esmaltadas de blanco, rojo y en cada una de ellas engastadas una esmeralda de las antiguas y ocho pieças de oro en el dicho collar engastadas en cada una dellas quatro perlas redondas, tasado en tres mil noueçientos y setenta ducados” Partición… Barcelona, 11 de Junio de 1585, IVDJ, envío 35, Caja 48, nº 28 461 Agradezco a María Cruz de Carlos la aclaración sobre este objeto particular. Para una visión detallada del mismo resulta de interés la lectura de su artículo, “Representar el nacimiento: imágenes y cultura material de un espacio de sociabilidad femenina en la España Altomoderna” Goya nº 319-320, (2007), pp. 231- 245. En el mismo se hace referencia a dos retratos donde se pueden observar estas 220 el reparto de los bienes de Isabel de Valois la Infanta fuese favorecida con ese objeto que, además, contaba con un importante valor material. Asimismo, se aprecia otra diferencia en el reparto y que está relacionada con el hecho de que Catalina Micaela debía de proveerse de un “ ajuar” para su nueva vida de casada en la Corte de Turín. Por ello, en el inventario se citan objetos de clara utilidad doméstica462. Además, no siendo suficientes los que se conservaban de Isabel de Valois, se aprovecharon algunos que habían pertenecido a Ana de Austria463. Este momento es el que marca la separación física de las hermanas y el comienzo de una etapa muy interesante en lo que se refiere a la relación que mantuvieron ambas y de la que ha quedado constancia a través de los escasas muestras de correspondencia, de los registros de envío de regalos y de lo que los embajadores saboyanos han dejado escrito. Catalina Micaela va a verse inmersa en un nuevo escenario cortesano y, debido a las circunstancias políticas por las que va a atravesar el Ducado de Saboya, va a gozar de un protagonismo indudable en la toma de decisiones464. No era una posición cómoda y se va a ver dificultada en el momento en que las posiciones de la Monarquía y el Ducado no coincidan en relación a los objetivos que, una y otro van a querer defender. En ese sentido, el mantenimiento de los lazos familiares va a ser una de las mejores armas con las que la Duquesa va a contar y más concretamente los vínculos que mantenía con su hermana. En una Europa dominada por los regímenes dinásticos esos martas, uno correspondiente a Isabel de Valois, obra de Pantoja de la Cruz (según un original de Sofonisba Anguisciola) y otro de Catalina Micaela. 462 El Mayordomo Mayor consultaba a Felipe II sobre la pertinencia de proveer a Catalina Micaela con estos objetos domésticos: “Aunque por la capitulación el Duque está obligado a proveer todo lo que es muebles a la sª Infanta pareçe que sería justo que Su Altª lleuasse adereços para un par de quadros y alguna cosas más de las que se reparten y esto no lo hay en la ropa que fue de su madre. V Md mandará lo que será servido” Consulta a Felipe II, 31 de mayo (1585), AZ, Altamira 85, nº 33 463 “Al Guardajoyas de sus Altezas se ordenó en Madrid que truxesse las martas y unos traueseros y lienços labrados de labor de Ciudad Rodrigo que fueron de la Reyna nuestra sª doña Ana, y un escritorio de Alemaña por si con la ocasión de la partida fuese menester algo desto para el servicio de la sª Infanta doña Catalina” Consulta al Rey, 2 de Junio de 1585, AZ, Altamira 85, nº 35 464 La importancia política de Catalina Micaela ha sido puesta de manifiesto en las recientes- y cada vez más numerosas- contribuciones que la historiografía italiana y española han dado a los estudios sobre historia y mujer: MERLIN, P. P. “Etichetta e política: l’Infante Caterina d’Augsburgo tra Spagna e Piemonte” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 311- 338; RAVIOLA B. A.: “La imagen de la Infanta Catalina Micaela en la correspondencia de los gobernadores piamonteses” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y LOURENÇO, M. P. M., op cit., pp. 1733- 1748 221 lazos son esenciales para comprender de manera completa cómo se desenvolvían las relaciones políticas entre ellos. Por ello, no es de extrañar que la Infanta Catalina se mostrase ávida por tener noticias de la Corte de Madrid y mantuviese una nutrida correspondencia con aquellos que había dejado atrás. Contamos con innumerables muestras de esas epístolas desperdigadas por diversos archivos; sin duda alguna, el corpus más importante lo constituye la abundante correspondencia que mantuvo con su marido, el Duque de Saboya, durante las ausencias que aquel hacía de la Corte. No menos importante es la correspondencia con Felipe II, donde se entrelazan los asuntos políticos y familiares, así como las cartas que el propio Rey escribió a su hija; junto a ellas, sabemos que mantuvo correspondencia con la emperatriz María, el príncipe Felipe y, por supuesto con su hermana. Como ya se ha señalado, en este último caso contamos con escasas muestras pero las menciones a la misma son constantes; no en vano, el propio Felipe II remite a las cartas de Isabel Clara para que Catalina tuviera una mejor y profunda relación de aquello que acontecía en la Corte de Madrid y en la propia Familia Real465. Era frecuente que la Infanta enviase a su marido estas epístolas para que las leyera, avisándole, eso sí, de que se las devolviese para guardarlas466. Cuando el Duque de Saboya viajó a la Corte de Madrid en 1591 relató con todo lujo de detalles las diferencias etapas del viaje y los parajes que había visitado a lo largo del camino. Así, hace especial mención a la alegría que le había causado su vuelta a Zaragoza por los recuerdos felices que le deparaba: “ como io uenía en Saragosa me yzieron un entrada regal y vos podréys bien imaginar lo que me olgué de uer aquella ciudad (…)d’aquella casa y artas lágrimas me costaron acordándome del buen tiempo que con mi 465 “Mis muchas ocupaciones no me dejan escribiros tantas veces como yo querría y no es poco poder escribir ahora ésta y por ellas no puedo decir más y creo que vuestra hermana os debe escribir lo que yo más podría decir…” Felipe II a la Infanta Catalina, Madrid 5 de diciembre de 1588, carta LXIX en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p. 161 466 “… beréys lo que mi hermana escribe de las nuevas de allá y tórnamelas a enviar luego porque pueda responder” La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 24 de octubre de [1590], AST, Lettere Duchi et Sovrani, Mazzo 37 nº 638 222 vida e tenido en ella y en aquella cuadra de la llaue dorada que bien m’entendéys.” 467. Su llegada a Madrid fue acompañada del cálido recibimiento por parte de Felipe II y el príncipe Don Felipe que le condujeron al Alcázar donde “ en una pieza ques luego después la grande sala que mira en la plaza y ay aquellos quadros d’aquellos ombres” le recibió la Infanta Isabel. Carlos Manuel I describe el estado en que halló a la Infanta- “ mui crecida y engordada y os prometo que no l’auía conosido” - y a la vez ofrece un piropo a su mujer ya que como él muy bien expresa: “ [no] os quiero dezir más asta c’os uea mas no ay comparazión” 468. Le da noticias, asimismo, de las damas de la Infanta, y del buen recibimiento que todas ellas, incluida Isabel Clara, le hicieron. La contestación de Catalina nos permite vislumbrar los sentimientos lógicos de añoranza que le causa la rememoración por parte de su marido de unos lugares y unas personas que habían sido una compañía constante para ella hasta 1585; por supuesto, también se muestra agradecida por el mencionado piropo e incluso, le da la razón arguyendo que ella era consciente de que en belleza sí superaba a su hermana: “ … me olgado me lo scribas y de que sté tan buena y bien sé no ay comparación de mí a ella pues reconozco mejor que nadie quan mala soi y no puedes dezir otra cosa” 469. Los embajadores tampoco van a fallar a la hora de ofrecer esta clase de noticias a la Duquesa y uno de los más diligentes a la hora de relatar y tratar de acercar, a través de sus palabras, la vida que se estaba viviendo en Madrid a la Corte de Turín va a ser el Conde de la Mota. Este enviado va a hacer dos viajes a España lo que nos permite contar con una gran cantidad de noticias entre 1592 y 1597. Quizá lo más interesante de su correspondencia es que nos permite captar de manera muy clara la clase de relación que existía entre las 467 El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591 AST, Lettere Duchi e Sovrani, Mazzo 16, nº 1009 468 El Duque de Saboya a Catalina Micaela, Madrid 26 de abril de 1591 AST, Lettere Duchi e Sovrani, Mazzo 16, nº 1009 469 Catalina Micaela al Duque de Saboya, s. l. 20 de mayo de 1591 AST, Lettere Duchi et Sovrani, Mazzo 38, nº 776 223 dos Infantas. En su primera audiencia, en 1592, el Conde se reunió con el Rey, el Príncipe y la Infanta Isabel, a su vez interesada por saber cómo se desenvolvía Catalina en Turín, estando en un estado de guerra: “ preguntome riendo sy estaua ya V A y sus damas hechas muy soldados con otras muchas nuevas” 470. Las Infantas van a intercambiar noticias sobre la familia. Isabel Clara se va a convertir en una de las mejores informadoras sobre la salud de Felipe II- “ Creo que vuestra hermana os ha escrito las tercianas que he tenido y la mejoría con que ya estaba” 471 – y otros miembros de la familia, y Catalina va a hacer lo propio. Aunque, sin duda, más alegre era el tono de las misivas de esta última porque en ellas abundan los datos sobre la numerosa prole que tuvo con Carlos Manuel I. Qué mejor imagen que la ofrecida en una de las cartas a Isabel Clara donde da cuenta cómo escribe la misma rodeada de sus hijos: “ Aquí estamos todos buenos y todos vuestros sobrinos os besan las manos, que me hacen aquí tanto ruydo que no sé cómo ésta ba escrita, que todos son arto traviesos sino es María que se a hecho mesuradísima” 472. La Duquesa de Saboya se mostraba prolija a la hora de dar noticias sobre sus hijos473 y promete el envío de retratos para que fuesen conocidos por su familia474. Es evidente que la Infanta, consciente de la necesidad de asegurar el futuro de sus vástagos, siempre quiso fomentar los lazos familiares y 470 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 5, s. f. En otra de las misivas el Conde ofrece un pequeño retrato físico de Isabel Clara “La señora Infanta está muy buena, gorda y hermosa” Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 471 Felipe II a Catalina Micaela, Monzón 5 de noviembre de 1585, Carta XLVII en BOUZA ÁLVAREZ, op cit, p. 129 472 Catalina Micaela a la Infanta Isabel, Turín 12 de octubre de 1597, BL Add Mss/ 28419, f. 304 473 “Están muy buenos, y Catalina destetada y lo pasa bien, aunque al principio no estuvo buena, creo fue de comer; ázeseme mudísima de rostro, aunque grande y creo que parezerá mejor que sus hermanas y María se a desfigurado mucho; Francisco está en corbo y arto grande, y con dientes, os embiaré con la primera ocasión su retrato” Catalina Micaela a la Infanta Isabel, Turín 25 de septiembre de 1597, BL Add Mss/ 28419, f. 298 474 Los retratos de los hijos del Duque de Saboya no sólo se enviaron a Felipe II y a sus hijos, sino que la emperatriz María también entró entre los destinatarios de aquellos: “Agora no se me offreçe qué escribir sino que ayer fui a cumplir con la emperatriz que está muy buena, Dios la guarde, y me hizo mucha merced entreteniéndose gran rato en preguntarme muy particularmente de V. A y de los príncipes, entre los quales dize Su Magestad que quiere más al que le embiaron retratado con uestidos a la alemana” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 13 de septiembre de 1592, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f. 224 sentimentales. Desde muy pronto se empezó a hablar sobre el envío de los príncipes a la Corte de Madrid para que residiesen al lado de Felipe II y sirviesen al Príncipe, con vistas a que en un futuro contaran con el respaldo de la Monarquía. Asimismo, se van a pedir mercedes que llevaran aparejadas rentas económicas, ya que las posibilidades del Duque en este sentido eran limitadas. Para los Duques de Saboya el hecho de que sus hijos fuesen los nietos del Rey Católico era una ventaja a explotar porque, al demandar una mayor protección o engrandecimiento del Ducado no lo hacían únicamente por su propio bienestar y reputación sino por el porvenir de aquellos. Ese argumento se va a emplear cuando se reclame una defensa firme ante las tentativas del Gran Duque de la Toscana para conseguir el título real y cuando Francia y la candidatura de Isabel Clara se conviertan en una de las líneas de acción de la Monarquía. En este último caso, ante la negativa de defender los derechos que Carlos Manuel I tenía a aquella corona, el Duque va a pedir a Felipe II algunos territorios franceses como es el Piamonte, poniéndolos en cabeza de alguno de sus hijos. Si era importante que el monarca tuviese ese estrecho contacto con los Príncipes, no van a descuidar los Duques la relación con el príncipe Felipe y el papel que en todo ello podía tener Isabel Clara. La Infanta Isabel tuvo muy en cuenta esos lazos y siempre actuó como buena tía. Quizá nos es más conocida la relación que mantuvo con los hijos de Felipe III cuando era soberana de los Países Bajos, en concreto, son interesantes las apreciaciones que podemos extraer en su correspondencia sobre la relación que mantuvo con Ana Mauricia de Austria, primogénita de su hermano y a quien, cariñosamente, llamó “ mi nuera” hasta el momento del concierto de su matrimonio con Luis XIII. El propio Felipe III había aconsejado vivamente a su hija que tuviese una fluida comunicación con su tía porque no encontraría mejor consejera que aquella475. Isabel Clara no descuidó tampoco a sus otros sobrinos y de nuevo, la correspondencia aparece como uno de los mejores y 475 “Mirad que siempre que podáis escribáis a vuestra tía Isabel, que es muy buena, y os dirá todo lo que estuviere bien con mucho amor, y en todo lo que pudiérades servirla desde ahí la haced.” Felipe III a Ana de Austria, Madrid 26 de diciembre de 1616 recogida en MARTORELL TÉLLEZ- GIRÓN, R., Cartas de Felipe III a su hija Ana, Reina de Francia, Madrid 1929, p. 18 225 más significativos signos de esa relación. Al felicitar a su sobrino, Victor Amadeo, por su matrimonio con Madama Cristina se dirigía a él de esta manera: “ Seguramente podéys creer de quien os quiere tanto como vra madre lo que abré estimado el enbyarme a dar parte de vra benyda y casamiento…” 476 No es el único destinatario de sus cartas, sino que esta correspondencia va a ser extensiva a sus otros sobrinos, especialmente las hijas de Catalina Micaela. Es, además, una correspondencia que debemos situar en un momento crítico en las relaciones entre la Monarquía y el Ducado de Saboya, de ahí que no sorprenda la declaración que hace la Infanta a su prima, Sor Margarita de la Cruz, sobre la misma: “ Aquí tenemos vn embaxador del Duque de Saboya, que me a traído cartas de todos con grandes perdones, porque no nos emos tratado todo el tiempo de la guerra si no es con sus hijas, sin que él lo supiera” 477. Esos vínculos se habían construido en vida de Catalina Micaela y el envío de retratos y de regalos va a ser una de las vías que nos lo indican. Isabel Clara se va a encargar de enviar ropas y otra serie de objetos para los sobrinos. Por su parte, los Duques de Saboya van a tratar de agasajar a la Infanta dándole su nombre a una de las princesas. Isabel nacida en 1591 recibía el nombre por su tía, una circunstancia que, según el Duque debería haberse adelantado. Cuando tuvo lugar el nacimiento de Margarita de Saboya, primera hija de los Duques, Carlos Manuel I hacía la siguiente consideración a su suegro: “ E tenido oy cartas de l’Infanta en que m’escribe que está muy buena y que Marguerita cada día uiene más linda; ella a querido que se le pusiese aquel nombre, io e querido que fuese Ysabel y me parece tenía razón” 478. 476 La Infanta Isabel al Príncipe del Piamonte, Bruselas 28 de febrero de 1619, AST Lettere Principi Foristieri, Alemagna, Mazzo 3, s. f. 477 La Infanta Isabel a Sor Margarita de la Cruz, Bruselas 20 de mayo de 1569 recogida en ÁLVAREZ A., (O.F.M) “Curioso epistolario en torno a la Infanta sor Margarita de la Cruz” en Hispania Sacra, 24:47, 1971, pp. 187- 234 478 El Duque de Saboya a Felipe II, 4 de Junio de 1589, AGS Estado leg. 1263, nº 181 226 Vamos a detenernos en los envíos de regalos que hizo Isabel Clara a la Corte de Turín. Tanto las cuentas de Palacio como los libros de cédulas de paso nos dan buena cuenta de estos envíos que tendrían como objetivo el mantenimiento de los lazos existentes entre ambas hermanas, así como la posibilidad de que Catalina contase con determinados objetos que eran más accesibles para Isabel. Así en uno de los envíos que hizo la Infanta Isabel encontramos objetos como la algalia- utilizada para la elaboración de perfumes- y el ámbar blanco, junto a un escritorio, chapines, etc479.Los envíos van a ser constantes durante los 12 años que Catalina Micaela estuvo en la Corte de Turín; en ocasiones, las cédulas de paso indican sólo el envío de las cajas sin especificar que iba dentro de ellas480, pero en otras ocasiones sí que se dice lo que contenían como el ejemplo que hemos citado en primer lugar. No osbtante, las cuentas particulares del bureo de la Casa del Príncipe y la Infanta nos permite hacer un seguimiento mucho más preciso de esos regalos. Así, por ejemplo cabe destacar el elevado número de guantes que se enviaron a la Corte de Turín. En julio de 1587 la Condesa de Paredes, camarera mayor de la Infanta se encargó de comprar cuatro docenas de guantes para su envío a Saboya481. El envío de telas fue también bastante frecuente y, en ocasiones, se enviaron los vestidos ya hechos. Los destinatarios de los mismos fueron la propia Catalina Micaela o algunos de sus hijos482. La propia Duquesa de 479 “La sª infanta. Otra para dos caxas grandes de pino que en la una dellas va una será de menjuy y quatro caxuelas ençeradas la una dellas con algalia y las otra tres con ambar blanco y una serica de palma y otra caxuela pequeña con un ámbar y un escriptorio pequeño metido en una caxa de pino y en la otra caxa grande chapines y una sera liada y un lio como caxa cubierto con ençerado que la Ilustrísima Infanta doña Ysauel embía a la sernísima infanta doña Catalina su hermana libre de derechos término de nouenta días sin las abrir, ni escudriñar” Cédula de mayo de 1586, AGS Cámara de Castilla, libro 362, f. 2r 480 Así ocurre con uno de los envíos del Príncipe Felipe a la Corte de Turín: “El Príncipe nuestro señor. En quatro de henero de 1592 se despachó cédula de passo para dos arcas y quatro caxas en que van algunas cosas que el príncipe nuestro señor embía a Turín a la sª Infanta doña Catalina, su hermana, con el marqués de Cerralbo” AGS Cámara de Castilla, libro 362, f. 506r 481 “Quenta de lo que yo, Martín de San Juan guantero de sus altezas e dado para servicio de la señora Infanta doña Isabel (…) Primeramente en 29 de julio 1587 se entregaron a la Condesa de Paredes, camarera mayor de la señora infanta doña Ysauel catorçe doçenas de pares de guantes de Çiudad Real los quales enuió su alª a la señora infanta doña Catalina a Saboya a quatro reales cada par. Montan seisçientos y setenta y dos reales” Cuentas de guanteros y perfumeros AGP Administrativa, leg. 5236, exp. 11 482 La pista de unos vestidos la encontramos en las cuentas de los doradores, de ahí que la descripción sea más detallada en el caso de la caja: “…más doré la herramienta de la caja que se iço para el vestido que la infanta nuestra señora envía a su alteça la infanta duquesa de Saboya; lleua veinte cantoneras que 227 Saboya describía estos presentes a su marido en la correspondencia con el Duque: “ Ayer rezeví una carta del Beli con una de mi týa y de mi hermana que me a enviado con unas cajas que todo el presente es por los muchachos y Margarita, los más graziosos cabezones y gorgueras y mangas del mundo y espero la veáis con ellos; también me an embiado más bolsillos y e querido para contigo que por traer dineros por jugar serán buenos, nos embió un par de guantes que venía por bos…” 483 Quizá una de las características más interesantes de esta relación fraternal sea la profunda imbricación de la misma en la relevancia política de ambas mujeres. En el caso de Catalina Micaela, su condición de Duquesa de Saboya va a llevar aparejada una destacada labor política. Este hecho, que está siendo puesto de manifiesto por aquellos que se acercan al estudio de su figura, se explica por las circunstancias políticas que va a atravesar el estado italiano y que provocaron las ausencias del Duque. La Infanta cumplió con la labor de regente en esos periodos, cosechando la admiración y respeto de su marido; pero su papel político no se agotó ahí, sino que se puso de manifiesto a lo largo de los años que pasó en la Corte de Turín. El embajador español hace frecuente alusión a la presencia de la Infanta durante las audiencias que mantenía con el Duque de Saboya, lo que permitía a Catalina tener exacto conocimiento de los negocios entre aquel y su padre; por otro lado, el embajador solía despachar a solas con la Infanta para reforzar aquellas actuaciones que iban en beneficio de abraçan la caja follajeadas y lleuan quatro aldabillas, dos grandes y dos menores, quatro caramones, quatro embrillas….” Cuentas de doradores y pintores, AGP Administrativa leg. 5264, exp. 2. Por su parte, las cuentas del sastre nos inican la elaboración de un vestido para la princesa Margarita: “…en veinte de mayo para la princesa de Piamonte hiçe una saia de rraso açul de oro i plata que se tomó el raso de la guardajoias con cuerpos altos i mangas de casaque i de punta i bragones i con cuerpos bajos i faldillas i aletillas golpeadas con dos tiras de raso bordadas de canutillo orladas, i a los cantos quatro franjuelas de oro i plata i las mangas de casaquelles….” Cuentas del sastre, año de 1591, AGP Administrativa leg. 5272, exp. 1. El Duque de Saboya agradecía estos regalos: “…acabaré besando las manos de Vuestra Magestad de tanta merced que nos a hecho en manadra que el Príncipe mi señor y la Infanta hayan mandado tener nuestro hijo en los sacrados fuentes del baptismo en sis nombres, también he de besarle las manos por los lindos y ricos presentes que han embiado sus altezas a la Infanta” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 15 de mayo de 1587, AGS Estado leg. 1262, nº 139 483 La Infanta Catalina al Duque de Saboya, Turín 13 de noviembre de 1590, AST Lettere Duchi et Sovrani, Mazzo 37, nº 655 228 la Monarquía484. Por supuesto, la correspondencia de Catalina con su padre excede los límites de una correspondencia familiar para tratar aspectos de índole política. Ya habíamos hecho alusión a ello en líneas anteriores, pero tenemos que insistir en que la labor no fue en absoluto fácil. En un proceso que van a vivir otras consortes reales, Catalina se va a ver inmersa en un juego de lealtades y es que, a pesar de que la alianza entre el Ducado y la Monarquía era una realidad, lo cierto es que los intereses de ambos no siempre coincidieron y, viéndolo desde la óptica de Madrid, las acciones de Carlos Manuel I no siempre respondieron a las expectativas que el Rey Católico tenía. En este punto, la Infanta va a verse dividida entre su deseo de ser una buena hija para Felipe II y el otro de responder a las expectativas de su marido y, sobre todo, a la defensa de los intereses de sus hijos485. Contar con apoyos sustanciales en Madrid se va a convertir en un punto esencial para la Infanta, y en este aspecto es donde Isabel Clara cumplía un papel esencial. De nuevo es el Conde de la Mota quien nos ofrece mayor información al respecto. Desde el momento de su llegada, la Infanta Isabel se había ofrecido como “ gran intercesora en todas las cosas de my embaxada” 486. Así, Isabel Clara va a ser receptora de algunas peticiones de su hermana hechas por el Conde y que concernían a diversos asuntos. Uno de los puntos en los que va a actuar es en la concesión de mercedes para las criadas 484 Son muchos los ejemplos que encontramos en la documentación de ello. Así decía don Jusepe de Acuña “…Algunas vezes me ha dicho el Duque, presente la Señora Infanta, que suplique a Vuestra Majestad hiziese merced a los Príncipes sus hijos de un Priorato o encomienda de Santiago” Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Rívoli 21 de noviembre de 1593, AGS Estado leg 1273, nº 211. Podemos pensar que el hecho de que se tratase un asunto concerniente a sus hijos impulsase a Catalina Micaela a estar presente en esta clase de audiencias. Sin embargo, era ésta una práctica ordinaria. Asimismo, con motivo de la embajada del Conde Fuentes, la implicación de la Infanta fue notable: “El mismo día me dio audiencia la señora Infanta a quien di quenta de lo que auía pasado con la determinación del Duque y lo que V Md fue seruirdo mandarme, suplicando lo procurasse que el Duque lo entendiesse así y dispuesiesse a mirar por la conseruación de sus estados como cosa tan importante. A los 25 torné a tener auediencia del Duque y de la señora Infanta juntos, presente el mismo Don Jusepe…” El Conde de Fuentes a Felipe II, Niza 30 de agosto de 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 20 485 Esa inclinación a las cosas del Duque se vislumbra a través de las palabras de Don Jusepe de Acuña, que en la difícil coyuntura de 1595 temía por la dirección que adoptase el Duque en relación a Francia: “Confieso a V Md que me veo congoxado temiendo que se despeñe ciego de temor y de persuasiones de los ruynes que he dicho, procuraré quanto pudiere templalle y me valdré de la Sra Infanta, aunque Su Alteza, a dezir verdad, si bien más prudente inclina también al gusto del Duque y hase satisfecho mal del Condestable que en su tanto dize poco menos que el Duque…” Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 10 de marzo de 1595, AGS Estado leg. 1279, nº 28 486 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f. 229 españolas de Catalina Micaela, muchas de las cuales deseaban volver a España para contraer matrimonio 487. Pero lo importante es el papel clave que podía tener en la defensa de los intereses políticos de Saboya; para el embajador hay pocas dudas sobre la lealtad que Isabel Clara guardaba a los intereses de su hermana: “ …Su Alteza [Isabel] es también muy hermana de Vuestra Alteza [Catalina] y muy tía de sus sobrinos; será muy acertado que Vuestra Alteza por todas vías procure ac recentar este amor y obligar más a tal hermana” 488. Junto a la Infanta Isabel se concentraba un círculo en Madrid que podía ser esencial para Catalina. Así, Jacincurt va a ser una vía fundamental para llegar a la Infanta en aquellos momentos en que no era posible tener una audiencia directa con ella489; pero tampoco había que minusvalorar la influencia de la emperatriz María, muy unida a Isabel Clara, y una de sus damas, doña Juana de Aragón. A todas ellas el Conde de la Mota recomendaba como destinatarias de regalos por parte del Duque para que sirviesen a los intereses de aquella Casa490. Hay que tener en cuenta, además, que el diplomático tenía muy en cuenta las circunstancias por las que atravesaba la Monarquía ante el debilitamiento de la salud de Felipe II. El Rey Católico, a pesar de que no siempre juzgase convenientes las decisiones de Carlos Manuel I y su hija, era 487 “Los memoriales de la señora doña Sancha, después de hablar a su Magestad, puse en manos de S A suplicándola a ser intercesora y tomar la mano en procurar que a las criadas de V A se hiziese merced, y en particular para los casamientos que se ofrecían a la señoras D. Beatriz de Mendoça y Doña Luysa Manrique, lo qual todo prometió de hazer muchas veras y buena voluntad” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f. 488 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 489 “…lo mismo dixe a la sª Jaçincur dándole parte de todo como S A mandaua y me dixo escribiría a la sª Infanta D. Ysauel a V A lo que se offreciesse y me auisaría quando algo hubiere” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 13 de febrero de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 490 “Entre tanto yo me aprobecho muy bien de la sª Jaçincur la qual realmente es tal y tan afficionada en todo que no desmereçe que V A con quatro renglones le agradezca lo que le escribo y será la carta más bien empleada del mundo, como ansy otra tal a la sª Doña Juª de Aragón que haze conmigo marauillas de confiança y de auisos y acuerdos tocantes al serbicio de V A y es pieça de gran ualor que sabe los secretos y manda al Sr D. Xpobal de Mora y a toda la Corte y quiere ella y su marido al Duque mi sr como a su padre quisieron que está en el cielo. Paréçeme que si Su Magd uiue, y más si muere que Dios no lo quiera, será muy a propósito enbiar a su tiempo una embaxada después de la nueba paz y visto como la haurá tomado con algún presente al príncipe y no sería mala parte del que era destinado para Saxonia, y también algo para la sª Infanta y las dos susodichas señoras que es el mejor lançe que V A puede hazer” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 230 garantía de ayuda y protección al Ducado, pero era una incógnita lo que podía pasar en el momento en que el príncipe Felipe sucediese a su padre en el trono. En esa coyuntura, Isabel por el ascendiente que tenía sobre su hermano“ Puede la sª Infanta de su hermano todo lo que quiere y es muy señora de su voluntad” 491-, seguía siendo una de las mejores bazas para la Corte de Turín. Evidentemente el uso de esta relación fraternal no era unidireccional, esto es, no sólo era visto como un beneficio claro para la Corte de Turín, sino que desde Madrid también se va a tratar de instrumentalizar el estrecho vínculo existente entre las Infantas en beneficio de los intereses de la Monarquía. En 1595, en pleno conflicto con Enrique IV de Francia, el embajador español sugería a don Juan de Idiáquez la mediación de la Infanta Isabel para conducir las acciones de Catalina Micaela y, a través de ésta, las del Duque de Saboya: “ … a lo menos que la señora Infanta Doña Isabel le tocasse a su hermana, por modo de consejo y advertimiento que a su Magestad no parescía bien semejantes andamientos” 492. Con motivo de la muerte de Catalina Micaela en 1597, el príncipe Felipe escribía a su cuñado y le relataba el dolor sufrido ante semejante pérdida, por su padre y su hermana; concretamente, de Isabel nos dice lo siguiente: “ Mi hermana está de manera que es para auerla mucha lástima” 493. La Infanta, a pesar de llevar doce años separada físicamente de su hermana perdía, sin lugar a dudas, una compañera importante. El mantenimiento del vínculo con los sobrinos no deja de ser una manera de hacer perdurar ese vínculo especial que se venía forjando desde 1567. De todos los hermanos que tuvo, sólo el futuro Felipe III vivió más allá de 1598. El último hijo varón de Felipe II y Ana de Austria, nacido en 1578, tuvo 491 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 492 Don Josepe de Acuña a Don Juan de Idiáquez, Turín 29 de Julio de 1595, AGS Estado leg. 1279, nº 99 493 El Príncipe Felipe al Duque de Saboya, Madrid 23 de diciembre de 1597, AST, Lettere Principi Foristieri, Spagna, Mazzo 98. 231 una importancia decisiva en la vida de Isabel Clara Eugenia. La relevancia del vínculo existente en el que se convirtiera en Rey Católico en 1598 y la flamante soberana de Flandes, debe hacernos reflexionar sobre cómo se había desenvuelto la relación fraternal antes de esa fecha. Tras la muerte de Ana de Austria la Casa de la Reina se transformó en la Casa del Príncipe- en aquel momento D. Diego- y de las Infantas. De esa manera, tras la muerte de su hermano, Felipe se va a convertir en un núcleo importante dentro de ese particular ámbito palatino donde va a crecer, formarse y poner las bases para su conversión en monarca. Desde 1585 la relación entre los hermanos se estrecha debido a la partida de Catalina Micaela hacia la Corte de Turín; de nuevo desde el ámbito palatino, ambos van a compartir espacios y rutinas diarias hasta su despedida definitiva en 1599. Las cartas de Felipe II a su hija Catalina son una buena fuente para conocer esa vida compartida a partir de 1585. El monarca alude de manera frecuente a “ vuestros hermanos” a la vez que va relatando a la Duquesa aquellas actividades que les ocupaban y que hasta hacía poco también habían sido parte de su vivir cotidiano. Uno de los hechos que va a condicionar estos años es la preparación y educación del joven príncipe para la tarea que debía asumir. Al analizar, por ejemplo, el ámbito cortesano hay que tener en cuenta que el Mayordomo Mayor de la Casa del Príncipe e Infanta asumió la tarea de ayo del Príncipe. A partir de 1585 el cargo va a ser ocupado sucesivamente por dos personas: Don Juan de Zúñiga, Comendador Mayor y Don Gómez Dávila, Marqués de Velada que sucedió al anterior tras su temprana muerte en 1586494. Como mayordomos y ayos, una de las labores que van a tener que asumir va a ser la elección de un maestro para el Príncipe. Circularon, así, rumores sobre posibles candidatos, y hubo quien consideró que la tarea merecía la elección de una persona como Arias Montano: 494 Este particular aspecto ha sido tratado en profundidad por Santiago Martínez en la biografía sobre el Marqués de Velada: MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S. El Marqués de Velada y la Corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca 2004 232 “ El mundo está lleno de que Su Majestad mandó llamar a Arias Montano para maestro de su hijo, y aunque Vuestra Merced y yo sabemos la verdad; y él no lo ymagina ni dessea otro bien que su reposo y libertad. No se puede dexar de conosçer que sería el mejor que se podría elegir y que con más suavidad y facilidad enseñaría a su Alteza las letras y mil otras cosas que deurían saber los príncipes para bien gouernar, junto con la virtud, la modestia y christiandad que se requieren…” 495. Esa educación se dirigió a prestar al príncipe la formación humanística y política que le era preciso como sucesor de Felipe II; junto a ello, no se olvidaba el aprendizaje de otros aspectos útiles para el mundo cortesano: esgrima, danza, música, etc. El marqués de Velada y el maestro del príncipeGarcía de Loaysa- insistieron, asimismo, en la faceta práctica de ese aprendizaje y por ello van a insistir a Felipe II para que incorporase a su hijo en el despacho de los negocios que más tarde o más temprano tendría que dominar. En este punto pesaban diversas consideraciones, por un lado, el recuerdo que habían dejado los errores cometidos con el Príncipe Don Carlos, y también la propia experiencia de Felipe II. El monarca se había iniciado de manera muy temprana en los asuntos de gobierno ya que tras la muerte de la emperatriz y, debido a las continuas ausencias de Carlos V, a los 16 años tuvo que asumir su primera gobernación de los territorios peninsulares. Aunque hay otro aspecto que nos interesa destacar aquí por la estrecha conexión que tiene con la Infanta. Uno de los argumentos que más se repite en este proceso educativo es la necesidad de separar al Príncipe del ámbito femenino e incorporarle en un mundo masculino. Este hecho responde a la tónica habitual en la educación de la elite nobiliaria y real, siendo habitual que las primeras educadoras fuesen las mujeres- por ejemplo las ayas- pero que pasado un tiempo preceptivo, fuesen sustituidas por maestros y personas que se encargarían de enseñar aquellas labores propiamente masculinas496. Debemos 495 Zayas (¿) a Mateo Vázquez, 2 de enero de 1585, BL Add Mss/28326, f. 5 Un buen análisis sobre este periodo de transición lo encontramos en GONZALO SÁNCHEZ- MOLERO, J. M., op cit. 496 233 suponer que el influjo de la Infanta Isabel y las mujeres de su entorno fue importante durante los primeros años del Príncipe, pero en un momento dado la separación se fue haciendo más evidente. Cuando el Conde de la Mota relataba a Catalina una de las audiencias en Palacio al referirse al Príncipe se expresaba de la siguiente manera: “ El Príncipe es ya muy hombre y rezio y gran consejero de Estado y a lo que me dicen, muy amigo de su opinión y parescer. Sale a caballo muy bien puesto y galán a la brida y a la gineta, a caza con el Cardenal. Pero en el quarto de la señora Infanta y damas adonde solía entrar y pasar al de Su Magestad ya le cierran la puerta y le hacen tomar otro camino” 497. Es significativa esa indicación sobre el cierre de la puerta a los aposentos de la Infanta porque, por un lado, es signo de que aquello había sido una práctica habitual hasta hacía bien poco y, por otro lado, marcaba un tránsito importante en el proceso de maduración del Príncipe. Precisamente el Conde de la Mota presta especial atención a los progresos de Felipe (III) en estos asuntos, informando a la Duquesa sobre la promesa de buenas cualidades que se veía en su hermano. Así, podemos ir observando una cierta evolución desde los primeros informes que se ofrecen donde vemos un príncipe más niño498 que va evolucionando y ganando en madurez, sabiduría para los negocios y, como hemos señalado, la promesa de un monarca capaz de asumir una herencia como es la de la Monarquía499. Siempre se puede dudar de la objetividad de estas visiones; de hecho, podríamos pensar que el Conde busca halagar a la Infanta Catalina a través de los elogios dirigidos a su hermano. Sin embargo, hay que tener muy presente que existía un temor real a que Felipe II 497 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f. 498 La primera audiencia con el Príncipe transcurre de la siguiente manera: “S A del principe hízome gran recibimiento y muchas preguntas y en particular de sus sobrinos los quales dize que quiere mucho y los dessea ya ver, yo le respondí que quando S A se sirba d’ello que se los pintará V A todos armados y muy soldados, de que se holgó muchíssº, está muy bueno, Dios le guarde aunque come tanto tan a priessa y tan mal mascado que las más vezes después gomita de que no están sin cuydado los doctores.” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f. 499 “El Príncipe está muy hombre y da señales de hauer de ser gran persona de armas y estado, Dios le guarde” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de Mayo de 1595, AST, Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f. 234 no superase alguna de las enfermedades que minaban su salud y que el Príncipe se convirtiese en Rey Católico; ese cambio de coyuntura afectaba a Catalina como Duquesa de Saboya y en esas informaciones del Conde de la Mota se trasluce la preocupación obvia sobre cómo se iba a gestar esa transición y cómo se verían afectados los intereses de la Corte de Turín500. Así que debemos tratar estos testimonios como piezas de gran relevancia para conocer cómo era el Príncipe y, lo que más nos interesa, como eran sus relaciones con los diferentes miembros de la Familia. Conforme iban avanzando los años, el Príncipe va a mostrar signos de independencia y rebeldía, que son puntualmente descritos por el Conde de la Mota. Así nos describe cómo Don Felipe trataba de escapar, en la medida de lo posible, de la autoridad de sus mayores, especialmente de su ayo, el Marqués de Velada y de don Cristóbal de Moura. A la vez se iba rodeando de una camarilla de nobles que le aseguraban diversión y relajación frente al tedioso mundo de los negocios representado por la Junta. Eso va a provocar airosas reacciones del Príncipe, como por ejemplo, la que tuvo ante el Conde de Chinchón cuando éste reportó al Rey los gastos que hacía su hijo en el juego: “ Al Conde de Chinchón que fue a dezir a Su MAgd que con don Áluaro de Córdoua jugaua y perdía el príncipe mucho dinero, dizen que dixo S A bien pudierades escusar conde de dezir esso a my padre y aún de entrar adonde yo estoy pues no teneys para qué. Todos entienden que ha de dar una gran cayda el Conde pero a peor librar caerá en cama hecha de 50m ducados de seta (sic) en la qual podrá muy bien descansar.” O, ante los propios don Cristóbal de Moura y Marqués de Velada, ante la petición de que fuese a la Junta: 500 Hay que tener en cuenta cómo se estaban viviendo los últimos años del reinado de Felipe II. La crisis de la década de 1590, si bien tiene un contexto europeo general, también tiene unas implicaciones concretas para la Monarquía cuya cabeza visible empezaba a declinar en salud, pero también ante la opinión de sus súbditos. Así como dice Fernando Bouza: “Las críticas al Rey aumentan, que no surgen, y recuperan el tono terrible de mediados de la década de 1570, arreciando, ahora, animadas de alguna manera porque, por fin, se cuenta con un Príncipe heredero que se ha logrado y cuyo peso en la lucha política no puede ser ignorado por más tiempo” BOUZA ÁLVAREZ, F., “Presentación. Felipe II: el ocaso del reinado. Madurez, crisis y juicio del gobierno de la Monarquía en la década de 1590” en Studia Histórica. Historia Moderna, nº 17 (1997), p. 8. 235 “ Al Marqués de Velada y D. Xpobal que le llamauan a Junta estando S A jugando syn responderles y replicando ellos que acabasse que era ya tarde, dixo con enojo, ya os he oydo que no soy sordo, aguarda sy queréys.” 501. El Conde la Mota es bastante comprensivo con esta actitud del Príncipe y, de hecho, se mostraba bastante crítico ante la actitud que había adoptado Felipe II en su educación, considerando que el fantasma del Príncipe Don Carlos pesaba excesivamente al abordar esa cuestión502. En cierto modo esa opinión se puede contrastar con la de aquellos implicados en el proceso en sí, como es el caso del Marqués de Velada, que van a abogar por una mayor proyección pública del Príncipe, que paliara el ocultamiento tan marcado que sufría la Familia Real. En este sentido el Conde de la Mota refiere en diversas cartas las salidas del Príncipe a santuarios religiosos como el de la Virgen de Atocha y la participación en otro tipo de ceremonias como los bautizos de los hijos de algunos servidores palatinos. Pese a los recelos que se pudiesen generar sobre las aptitudes del Príncipe para asumir el destino que tenía marcado, lo cierto es que las circunstancias van a obligar a una cada vez mayor implicación del mismo en los asuntos de la Monarquía. La enfermedad de Felipe II y la incapacidad que llevaba aneja para el cumplimiento de las obligaciones va a hacer que el Príncipe asuma algunas funciones. De nuevo, el diplomático hace referencia a ese hecho dejando, eso sí, su opinión al respecto: “ …después que yo partí voluió la gota a Su Md y calentura, agora escriuen que estaua mejor y sus Altezas muy buenos, Dios les guarde. El príncipe va muy occupado en la firma que está a su cargo aunque todo se haze en nombre de S Md sin tener S A otra más mano que es arta lástima el uer que no le dan ninguna en cosa chica ni grande” 503. 501 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 502 “Hanle criado tan a la voluntad de Su Magd tan enseñado de lo que aconteció al Príncipe D. Carlos que está de manera temeroso, remisso y encogido, que es lástima, pero el tiempo lo dirá todo” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 503 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, 25 de septiembre de 1597, AST Lettere Ministri Spagna Mazzo 9 236 En este panorama cabe reflexionar sobre cuál era la actitud del futuro Felipe III ante su familia. La historiografía ha prestado especial atención al papel que cumplió en su proceso de maduración el Cardenal Alberto, por la importancia que éste tuvo en la etapa inmediatamente posterior, cuando aquel casara con Isabel Clara y se convirtiera en soberano de los Países Bajos. Efectivamente, el retorno del archiduque desde Portugal fue puesto en relación con el propio proceso educativo del Príncipe Don Felipe, y es indudable que se desarrolló un vínculo especial entre ambos. Así, al marchar a Bruselas para hacerse cargo de la gobernación de aquellos territorios recibía con gusto Alberto las noticias que le daban sobre los progresos del Príncipe: “ De que Su Alteza ande tan gran ballestero, como me dize, he holgado mucho y de que favoresca tanto a la yegua que fue mía, que si ella sirve tan bien, como yo querría poder seruir a su Alteza en muchas cosas no me correré de que la llame mía.” 504 Pero es evidente que la que más nos interesa resaltar es la relación que mantuvo con su hermana. Como hemos visto, el contacto con la Infanta y su círculo femenino había sido más importante mientras fue un niño de corta edad. Sin embargo, las convenciones educativas obligaron a esa introducción en un mundo masculino y, siguiendo las informaciones del Conde de la Mota, debió de ser radical porque después no gustaba en exceso la compañía femenina o más bien, no se sentía muy a gusto en ella, posiblemente por vergüenza o torpeza en el tratamiento galante de las damas: “ El Príncipe está, Dios le guarde, muy bueno y muy rezio y ya se empieça a desemboluer en todo syno es con mugeres las quales pareçe que aborrece y solo en oyrlas nombrar se come y para colorado que sy ello no es disimulatión no dexará de ser mucha santidad” 505. 504 El Cardenal Alberto al Marqués de Velada, Bruselas 15 de agosto de 1597, IVDJ Envío 38, Caja 50, nº 26 505 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 237 Debía hacer, eso sí, una excepción con su hermana porque el vínculo que se nos describe se caracteriza por la cercanía, amor y profundo respeto. El interés que el Conde sentía por conocer cómo era la relación entre Isabel Clara y el Príncipe Don Felipe radicaba en los beneficios políticos que Catalina pudiera sacar de ello. De esa manera si el Príncipe que “ respeta y quiere (…) a la Sª Infanta todo lo que se puede pensar” 506, sucediese a su padre, los Duques de Saboya no tendrían nada que temer puesto que, nuevamente, Isabel Clara podía “ de su hermano todo lo que quiere y es muy señora de su voluntad” 507. Contaba el Príncipe con su propio círculo femenino de confianza integrado por su hermana, y también por su abuela: “ Va agora descubriendo S A cada día más buen entendimiento y resolución en las cosas pero no abre su pecho syno con la Sª Infanta y con la emperatriz que las quiere infinitamente y hay grande liga entre los tres” 508. La importancia de esos vínculos se puede ponderar por el influjo que tuvieron más tarde. No eran malos los pronósticos que, en este sentido, hacía el Conde de la Mota. Tanto la emperatriz María como la Infanta Isabel son clave para comprender muchos aspectos de la política de la Monarquía a principios del siglo XVII, y más cuando nos referimos al elemento de pugna cortesana que se va a producir por la oposición al valimiento de Lerma. Estas son las consideraciones que hacía un observador externo y hay que señalar que los testimonios dejados por Isabel Clara demuestran que esa complicidad era un hecho. Así lo constatamos a través de estas palabras de la entonces archiduquesa: “ Allá le escribo [a Felipe III] que me pone en gran cuidado de darme más prisa de lo que imaginaba a tener hijos, porque estos novios no 506 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6, s. f. 507 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna Mazzo 6 s. f 508 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f 238 sean de edad disconforme. Paréceme que le veo reyr de buena gana, como lo hacía cuando hablábamos en estas bodas” 509 . Esta carta fue escrita con motivo del nacimiento de la Infanta Ana, hecho que causó una gran alegría en Isabel Clara. La Infanta siempre se refirió a ella como su nuera, dejando traslucir el deseo profundo que tenía, no sólo de tener hijos con el archiduque Alberto, sino también el de dar inicio a una nueva rama dinástica asentada en los Países Bajos y que se entrelazaría con la de Madrid a través de esta Infanta. Esos planes, contemplados en las capitulaciones matrimoniales y en las condiciones de la cesión, debieron ser tratados por los hermanos de manera distendida, reflejando esa buena relación que no pasaba desapercibida al Conde de la Mota. Hacia el matrimonio archiducal: el archiduque Alberto Un recorrido por los vínculos familiares nos obliga, asimismo, a fijarnos en la relación que la Infanta Isabel mantuvo con el archiduque Alberto. No se trata tanto de analizar pormenorizadamente aquellos aspectos que definieron al matrimonio archiducal sino destacar cómo se desenvolvió su relación hasta 1598, en el momento previo a la celebración de su matrimonio. Uno de los hechos que siempre han destacado aquellos que se han acercado a los archiduques es la forma de dirigirse hacia al otro en su correspondencia habitual. Así la Infanta Isabel se refería al Archiduque Alberto como “ mi primo” y lo hizo durante todos los años que duró su matrimonio. A juicio de Magdalena Sánchez ese gesto indicaba mucho: aprecio, cercanía pero, sobre todo, se eludía la palabra esposo, o según la dialéctica del momento “ señor” , lo que implicaba la asunción del papel subordinado que, en principio, toda mujer debía adoptar en el estado marital510. Independientemente de que después Alberto gozara de un gran poder en el gobierno conjunto de los Países Bajos, la Infanta era la que había recibido en dote aquellos estados. Si en este punto 509 La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Bruselas 25 de marzo de 1601, Carta 28 en RODRÍGUEZ VILLA, op cit., p. 295 510 “When she referred to Albert, she always called him <my cousin>, a term that implied familiarity, affection and even equality, and never <husband>, which would have suggested subservience” SÁNCHEZ, M S., op cit., (2009), p. 70 239 comparamos su caso con el de su hermana, la Infanta Catalina, la manera en que ésta se dirigía a su marido se caracterizaba por un exceso de afectividad ya que la Duquesa de Saboya le apelaba en su correspondencia como “ señor de mi alma” o “ señor de mis ojos” y se postraba a sus pies como “ Vuestra umilde y obidiente consorte que más que a sí te quiere” . A pesar de ello, la conservación de su título de Infanta indicaba un deseo por manifestar abiertamente que su estatus era superior al que su matrimonio la había relegado. En definitiva, dos estilos diferentes- igual que distintas fueron las relaciones entre ambos matrimonios- pero donde ambas Infantas supieron defender su estatus durante esas etapas de sus vidas. Volviendo a como se desenvolvió la relación entre la Infanta y el archiduque en los años previos a 1598, resulta difícil establecer certezas por cuanto la documentación que tenemos a nuestra disposición no nos permite ahondar mucho en ello. La correspondencia que mantuvo el archiduque Alberto a partir de 1595- cuando asumió la gobernación de los Países Bajos- con otros personajes destacados de la Corte apenas nos da detalles sobre la relación que mantuvo con su prima y muestra un cierto mutismo sobre algunas reacciones del Archiduque. No obstante, la importancia que aquel matrimonio suponía para su vida- en lo político y, posiblemente, en lo personal- se dejaba asomar en esta misiva enviada al entonces marqués de Denia: “ …con todo he querido apuntar sólo a V Sª cómo se ha hecho oy los desposorios de su Mad y su hermana, ambos por manos de Su Sd, con mucha ceremonia y demostración de parte de Su Sd de tener affectión y amor a las cosas de su Mad y assy se ha hecho todo muy bien aunque fueron los offºs harto largos. Yo estoy contentíssimo de auer seruido a Su Mad en esta ocasión y espero que ha de tener con este casamiento mucho contento y que del ha de resultar mucho bien a la Christiandad porque lleuamos a su Mad una muger que creo ha de poder ayudar para lo uno y lo otro, por lo que a mí me toca puede V Sª considerar el 240 contento con que deuo de estar, por lo mucho que he ganado con el acto de oy…” 511. El hecho de que el archiduque no sea muy pródigo en dar detalles al respecto hace necesario el análisis de otro tipo de documentos, siendo conscientes, eso sí, de que las cuestiones en ellos vertidos son opiniones subjetivas que debemos tener por tal. Lo que resulta evidente es que el archiduque Alberto fue una persona cercana a Isabel Clara, merced a su temprano traslado a la Península. Su llegada en 1570 junto a sus hermanos, la archiduquesa Ana y el archiduque Wenceslao, cuando contaba once años hizo albergar a Felipe II la posibilidad de que tanto él como el mencionado Wenceslao se convirtiesen en compañeros de juegos de las Infantas. Si bien es cierto que los archiduques y las Infantas vivieron en el espacio compartido de la Corte fue su preparación futura la que condicionó su paso por la misma. Felipe II quiso darle a su sobrino la educación esmerada que la carrera eclesiástica, que iba a seguir, exigía. La educación política práctica de Alberto se desarrolló al amparo de su tío y el punto culminante fue la Jornada portuguesa. El archiduque acompañó al Rey durante los meses que aquel permaneció en su nuevo reino y se quedó en él como virrey durante una década. A través de las cartas escritas por Felipe II, las Infantas tenían puntual conocimiento de cómo vivía la experiencia lisboeta el monarca, y también el Archiduque512. Sin duda alguna, la presencia de la emperatriz María en la Península después de 1581 contribuyó a que las Infantas contasen con más informaciones sobre el devenir de Alberto en su carrera política y eclesiástica, ya que el archiduque debía de escribir a su madre y a servidores cercanos a ésta. Si escribió a las Infantas- y es posible que lo hiciera, aunque fuese de manera coyuntural- no hemos encontrado testimonios al respecto. Sí que contamos con aquellas 511 El Archiduque Alberto al Marqués de Denia, Ferrara 15 de noviembre de 1598, BNE Mss/ 687, f. 15 Por ejemplo ésta es una de las anécdotas compartidas: “Y el domingo adelante nos fuimos, mi sobrino y yo, con solo la capitana a desembarcar en Lisboa, sin que allá lo supiesen, al cabo de la varanda de mi posada, y entramos por allí y la vimos toda, aunque tardamos mucho, que es grandísima, aunque desbaratada, aunque tiene muy buenos corredores y vistas y un jardín en alto muy bonito…” Felipe II a las Infantas, Almada 26 de junio de 1581, carta IV en BOUZA ÁLVAREZ F., op cit., p. 44 512 241 misivas que el archiduque escribió a la Infanta Catalina Micaela como Duquesa de Saboya. Así en 1594, al hilo de una felicitación por el nacimiento de la princesa María Apolonia, el archiduque comunicaba a su prima el deseo de Felipe II porque abandonase la corte virreinal de Lisboa y se encaminase a Madrid donde se convirtió una pieza esencial en el gobierno de la Monarquía y la educación política del Príncipe: “ …una de las cosas que más me han obligado a estimar y tener en mucho la merced que el Rey mi señor me ha hecho, en mandarme venir aquy de Portugal es el parescerme que terné aquí más ocasiones en que poderme emplear en el seruicio de V Altª conforme a lo qual me podrá V Altª mandar, siempre que uuiere ocasión para ello” 513 Alberto se ponía a disposición de los Duques de Saboya, un gesto que se repetirá al año siguiente cuando comunique a la Duquesa su elección como gobernador en Flandes. Volvía a felicitarla por el nacimiento de otra hija, la princesa Francisca Catalina, y se mostraba deseoso de verla en persona durante el trayecto que le llevaría hasta los Países Bajos514. El Archiduque cuidaba estos lazos familiares a través de una correspondencia que, si bien es puntual, es significativa. La muerte de Catalina Micaela en 1597 fue sentida por el archiduque por “ el deudo y parentesco que entre nosotros auía y al sentimiento con que syn falta V Altª deue” 515. El archiduque Alberto entró antes de 1595 en las maquinaciones matrimoniales que afectaban a la rama Habsburgo de Viena- Praga y la de Madrid. Vamos a ver en el apartado dedicado a la cuestión matrimonial como las dificultades que mostraba el enlace entre Isabel Clara Eugenia y Rodolfo II hizo considerar 513 El Archiduque Alberto a la Infanta Catalina, Madrid 22 de marzo de 1594, AST, Lettere Principi Foristieri- Alemagna, Mazzo 3, s. f. 514 “…No he dado cuenta a V Altª hasta agora de la resolución que el Rey mi señor ha sido seruido de tomar en mandarme le vaya a seruir a Flandes, assy por constarme la sabría V Altª por otras vías, y no cansarla con dizirle lo que ya sabría, como por esperar lo podría hazer muy presto de palabra, offresciéndoseme por medio desta resolución de Su Md occasión en que pudiesse besar a V Altª las manos, cosa que he desseado mucho” El Archiduque Alberto a la Infanta Catalina, Loan 9 de octubre de 1595, AST, Lettere Principi Foristieri- Alemagna, Mazzo 3, s. f. 515 El Archiduque Alberto al Duque de Saboya, Bruselas 30 de noviembre de 1597, AST Lettere Principi Foristieri- Alemangna Mazzo 3, s. f. 242 a algunos que la opción archiducal contaba con más ventajas. Conforme fue pasando el tiempo esta línea se fue consolidando si bien parecía que era Ernesto el más indicado para ganar la mano de la Infanta, no obstante los defensores de la opción de Alberto. La muerte del primero en 1595 convirtió al segundo en su sucesor natural y lo hizo tanto en la gobernación de Flandes como en las opciones matrimoniales. Conforme fueron arreciando los rumores sobre el cierre de las negociaciones que unirían al archiduque con la Infanta fueron creciendo las especulaciones sobre diversos asuntos. Entre ellos el que queremos traer a colación es la cuestión sentimental; ¿cuáles eran los sentimientos de ambos ante la perspectiva de este matrimonio? Lo habitual es que esta reflexión no entre a la hora de analizar los matrimonios de la realeza; estos respondían a estrictas cuestiones de estado y no estaban sujetos a otras consideraciones. El matrimonio archiducal no escapa de esos parámetros pero lo cierto es que las especulaciones sobre cómo acogieron la noticia los futuros cónyuges circularon por la Corte. Ese hecho puede explicarse por las expectativas que se habían generado en torno al futuro de la Infanta; más de dos décadas de rumores y planificaciones sobre distintos matrimonios debieron de tener ese efecto entre los moradores del Alcázar y aledaños. De nuevo el Conde de la Mota es una de las mejores fuentes para conocer estos aspectos, algunos de los cuales hemos adelantado en otros epígrafes. Deseoso de transmitir un panorama lo más vívido posible a la Infanta Catalina, el diplomático debió de estar muy atento a los rumores y comentarios que circularon sobre la decisión de Felipe II. En este sentido, uno de los achaques sufridos por la Infanta se interpretó como un “ mal de amores” por algunas de las señoras de Palacio: “ La causa del mal, que unas señoras me han dicho secretamente, no puedo dexar de dezirla a Vuestra Alteza porque se ría dello. Algunas han tenido opinión que la señora Infanta y el Cardenal se mirauan de buen ojo y a lo menos del Cardenal no deue ser mentira por lo que de 243 pláticas y traças de la emperatriz y suyas se ha sabido y que yo he auisado a Vuestra Alteza…” 516. El matrimonio del archiduque suponía el lógico final de su carrera eclesiástica y sobre este aspecto sí que han reflexionado algunos historiadores. Es el caso de Luc Duerloo, quien apoyándose en los testimonios de Rocco de Campofrío, señala como al inicio de su carrera dentro de la Iglesia, Alberto no se había sentido excesivamente feliz517. No obstante sí que es cierto que una vez que aquella se inició, el archiduque demostró un gran compromiso con la misma manteniendo un comportamiento ejemplar. Esas impresiones no nos permiten afirmar que los rumores relatados por el Conde de Mota tengan una base real., y que el matrimonio fuese un “ alivio” para el archiduque que podía dejar atrás su vida eclesiástica. Él mismo apenas ofrece impresiones al respecto 518. Es evidente que se sentía feliz por la merced que le concedía Felipe II ya que además de la mano de la Infanta se convertía en soberano de unos territorios que había gobernado desde 1595 y que la rama Habsburgo de Viena había deseado en otras ocasiones. La lectura de la correspondencia posterior de la Infanta nos muestra una relación armónica entre los primos, conscientes de que sobre sus hombros llevaban la pesada carga de sacar adelante un proceso pacificador en los Países Bajos. En este sentido me gustaría traer a colación la encendida defensa que Isabel Clara cuando desde Madrid se propuso sustituir al archiduque en los asuntos militares: “ …lo que no puedo dexar de confesaros que estoy sentidísima, es de que se crean informaciones tales y de personas que se ve claro con la pasión que han hablado contra mi primo y con procurar meter ciçaña entre nosotros, que hayan hecho tomar tal resolución: que cuando mi 516 El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 21 de mayo de 1596, AST Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 6, s. f. 517 DUERLOO, L., “Matrimonio, poder y política: la infanta y el archiduque Alberto” en VAN WYHE, C., op cit., p. 163 518 No obstante el abandono del hábito sí que concitó la atención de terceras personas: “Ayer hubo cartas de Flandes de 15 deste, a los 14 había dexado el Archiduque los hábitos de clérigo y puesto espada y muy galán; dizen que se dará toda la priesa posible para venir; viene para Milán y a de traer a nuestra señora princesa….” El Marqués de Velada a Juan de Sosa y Cáceres, san Lorenzo 26 de julio de 1598, BPUG CEF, vol. 36, f. 48v. 244 primo viniera en ello, yo no lo consintiera por ninguna vía; porque estimo más la reputación y fama de mi primo que todo el contento del mundo. Y aunque es verdad que viéndole aventurado, yo no le puedo tener, espero en Nuestro Señor que le ha de guardar, como guardó a mi padre y agüelo y a otros muchos de nuestra casa; y hago mi cuenta que nacimos para trabaxos y que nayde se escapa dellos en este mundo; y que Nuestro Señor nos trujo aquí y puso a mi padre y hermano en que nos hiciesen merced desto; y que así, aunque no hemos tenido los buenos sucesos que esperábamos, con todo creo se ha servido Nuestro Señor en este tiempo, y no ha sido por falta de mi primo no habellos tenido, sino porque estas cosas están en las manos de Dios, que sabe lo que nos conviene (…). Que tanto cuanto yo veo que mi primo trabaxa y procura el servicio de mi hermano, tanto más me duele que pueda parecer a nayde que otro hará esto mejor que él y que él no hace lo que debe (…) Demás de que la razón propia dice lo que interesamos en ello, porque si Dios nos da hijos, también ha de ser esto para los de mi hermano; y si no los da, claro está que ha de ser de mi hermano…” 519 El archiduque Alberto había constituido una compañía esencial durante la niñez y adolescencia, en un grado mayor que la relación que pudo mantener con sus primos Rodolfo II y Ernesto, de los cuales, no obstante tenía puntual noticia por muchas razones. En este sentido, otro de los lazos familiares esenciales fue la Archiduquesa Margarita con quien compartió muchos momentos una vez que llegó a la Península con la emperatriz María. Isabel Clara fue parte importante en el acto de entrada en religión de la archiduquesa y con los años consolidaron una relación que se mantuvo viva a través de la correspondencia una vez que la Infanta se dirigió a la Corte de Bruselas520. En sus estudios sobre las mujeres de la Corte de Felipe III, Magdalena Sánchez ya 519 La Infanta Isabel al Duque de Lerma, Gante 20 de Junio de 1604, Carta 77 en RODRÍGUEZ VILLA, A., op cit., pp. 441- 442 520 La correspondencia de Sor Margarita fue compilada, en parte, por ÁLVAREZ, A. “Curioso epistolario en torno a Sor Margarita de la Cruz” en Hispania Sacra. Revista de historia eclesiástica, nº 24 (1971), pp. 187- 225 245 subrayó la importancia que estos vínculos tuvieron en la defensa de una determinada línea política; en este sentido, la archiduquesa Margarita se convirtió en la más clara heredera de la emperatriz María una vez que ésta murió en 1603. No vamos a extendernos más en estos aspectos pero sí resaltar como la familia constituye un eje esencial a la hora de abordar las relaciones políticas entre las monarquías europeas. 246 LA INFANTA ISABEL Y LA MONARQUÍA HISPÁNICA: POLÍTICA MATRIMONIAL Y DINÁSTICA PARA UNA INFANTA 247 EL MATRIMONIO DE ISABEL CLARA EUGENIA: REFLEXIONES INICIALES Dentro de las muchas recreaciones historiográficas que se han hecho sobre la Infanta Isabel, hija primogénita de Felipe II, la de la Novia de Europa es una de las más conocidas y repetidas. La Infanta, al igual que otras princesas europeas del Antiguo Régimen, fue objeto de especulaciones sobre su futuro como consorte, aunque quizá la anomalía en su caso sea la avanzada edad a la que accedió al estado matrimonial. Este hecho ha provocado que la política matrimonial del Rey Prudente sea uno de los aspectos más tratados en las biografías sobre Isabel Clara si bien es cierto que se ha analizado desde una cierta perspectiva finalista que insistía en el cumplimiento de un destino más o menos fijado. Un hecho sobre el que vamos a insistir en este trabajo es el tema de las potencialidades de la Infanta; Isabel Clara pudo ser muchas cosas a lo largo de su vida pero el camino que finalmente se dibujó la llevó a convertirse en soberana de los Países Bajos. Precisamente, el hecho de que sus primeros biógrafos- y en este sentido, la más destacada, a mi juicio, es Madame de Villermont- pusieran de manifiesto la estrecha conexión de la Infanta con la génesis de la nación belga, provocó que el análisis de sus primeros años de vida (o más bien décadas) estuviese dirigido a explicar el por qué de la conversión de Isabel Clara en soberana de aquellas provincias. Los pasos que la llevaron a este estado y que implicaron el matrimonio con Alberto y la estipulación de aquella dote, “ obligaban” al fracaso de planes anteriores ya que el “ destino natural” de la Infanta era convertirse en soberana de los Países Bajos, y por tanto, en promotora de una futura nación belga. Este análisis opaca muchas de las razones que explican los vaivenes a que se vio sometida Isabel Clara e impiden ver las potencialidades y posibilidades que planteaban aquellos proyectos matrimoniales que, finalmente, quedaron en el camino y que nos ayudan a comprender la importancia que las infantas tuvieron en los planes dinásticos de los Habsburgo. De hecho, son otras las líneas que explican esta particular política matrimonial ya que si hubo una constante en la proyección futura de Isabel ésta fue el Imperio y no tanto los Países Bajos. 248 Anhelado por muchos, el matrimonio con Rodolfo II se vio siempre como el destino natural de la Infanta quien, como primogénita debía aspirar a convertirse en emperatriz. El camino a seguir en este análisis pasa por ver cómo aquel proyecto se frustró y contemplar las diferentes alternativas que fueron surgiendo al albor de los acontecimientos políticos que protagonizó la Monarquía Hispánica en aquellos años. Si bien es cierto que la alianza con los Habsburgo fue la que más fuerza tuvo- con el emperador, a priori, pero asimismo con alguno de los archiduques-, Escocia, Portugal, Francia e incluso, Saboya fueron posibilidades más o menos factibles impulsadas o sugeridas como salida para la Infanta. En este conglomerado de oportunidades, además, fueron varios los actores que contaron con un papel en las negociaciones y planes matrimoniales. Si bien el protagonismo de Felipe II es incuestionable, también es cierto que desde distintos ámbitos surgieron opiniones al respecto sopesando los pros y contras que las diferentes opciones que se abrían para la Infanta tenían para la política global de la Monarquía. El paso de los años no hizo sino acrecentar el interés de las distintas cortes europeas por saber cuál sería la decisión final de Felipe II respecto a su hija mayor. Habían sido muchas las posibilidades comentadas y, asimismo, diversas las razones que aducían para explicar tan importante retraso. Desde aquellas más cercanas al pragmatismo político a esas otras que exploraban en la sentimentalidad de un Felipe II deseoso de mantener junto a sí a su hija querida. El primer plano implica que el Rey Católico actuaba en función de las circunstancias políticas externas e internas, siendo el problema sucesorio el más acuciante y definitivo a la hora de posponer el matrimonio. Si bien estos puntos no pasaron desapercibidos a los embajadores y otros actores de la escena política, siempre deslizaban esas otras opiniones que hablaban del profundo afecto que sintió el monarca por sus hijas y, consecuentemente el deseo de contar con una de ellas a su lado. Ello provocó la anómala situación de que Catalina Micaela, un año menor que su hermana, saliese de la Corte antes que aquella, quien como primogénita contaba con el privilegio de 249 contraer el matrimonio más ventajoso y además que su celebración se pridujese en primer lugar. Quizá uno de los puntos sobre los que hay que discurrir es sobre la anomalía del caso de Isabel Clara Eugenia. La atención historiográfica que ha merecido la Infanta es buena prueba del atractivo del personaje pero, y si bien las conclusiones finales se desarrollarán más adelante, no por ello debemos contraponer su caso con el de otras princesas para hacer un mejor balance de la política matrimonial que dominó estas tres décadas de su vida. Como ya hemos señalado más arriba el hecho de que Isabel Clara se viera sometida a un constante vaivén de planes que o bien no terminaban de cuajar, bien se frustraban por diferentes cuestiones, no fue privativo de ella, sino que fue una constante habitual para cualquier princesa europea. Hay que tener en cuenta que las descendencias de las Casas Reales podían llegar a ser considerablemente fértiles y que, por tanto, eran muchas las candidatas a optar como posibles consortes de casas reinantes, y en el peor de los casos, de importantes dinastías ducales521. Así, sin salir de la propia descendencia de Felipe II, hablar de los planes concernientes a Isabel Clara implica, necesariamente, hacerlo de aquellos que afectaron a Catalina Micaela ya que, en algunos casos, ambas estuvieron en las proyecciones como opciones perfectamente válidas, de tal manera que si Felipe II se presentaba reacio a aceptar una unión para su primogénita, era posible que considerase ofrecer a la segunda. Por tanto, más allá del matrimonio con Saboya fueron otras las opciones abiertas para la Infanta Catalina, en muchos casos como segunda opción después de Isabel Clara. Se podrían mencionar, asimismo, los casos de Isabel de Valois o de Ana de Austria, ambas destinadas a ser las consortes del príncipe don Carlos pero que por las especiales circunstancias que atravesó la Monarquía en 1558- 1559 y 1568-1570 acabaron convertidas en Reinas Católicas 521 Resulta interesante el análisis que hace la historiadora francesa Fany Cosandey al respecto, aunque ella reflexiona sobre la postura de las Casas Reales y que, en cierto modo, favorecía estos enlaces interdinásticos y por ende, una salida a las hijas de la realeza. En palabras suyas el Rey de Francia solía tener en mente las siguientes “reglas”: “éposuser les étrangères, les prendre en maison souveraine, préférer les aînes aux cadettes” COSANDEY, F., “Reines de France, héritières espagnoles” en COSANDEY F. y PELLISTRANDI, B., Les cours d’Espagne et de France au XVIIe siècle, Madrid 2007, p. 64 250 merced a su matrimonio con Felipe II. Incluso, el caso de Ana de Austria resulta más complejo ya que supuso una reestructuración en las alianzas matrimoniales que la afectaron a ella, pero también a su hermana, la archiduquesa Isabel y a Margarita de Valois. No vamos a entrar a profundizar en este aspecto, por cuanto hemos de tratarlo más detenidamente al explorar la opción portuguesa, pero sin duda es indicativo de lo frágiles que eran estas proyecciones, siempre al albor de cómo se desenvolviesen las relaciones políticas entre las diferentes monarquías europeas. El caso de Isabel Clara puede ser comparado con el de María Teresa de Austria; la infanta, hija de Felipe IV, se vio en una situación similar a su tía abuela ya que la debilidad de la sucesión del Rey Planeta la convirtió en potencial heredera de la Monarquía, un hecho que puso en entredicho los planes matrimoniales que se habían concebido para ella522. Sólo cuando se despejaron las dudas sobre la descendencia de Felipe IV y Mariana de Austria, se llevó adelante el matrimonio con Francia que la convertiría en Reina Cristianísima. Sin abandonar los reinos peninsulares, el reino portugués ofrece casuísticas que resultan de gran interés a la hora de elaborar una comparación. El caso más llamativo fue el de la Infanta María de Avís, intitulada la “ Siempre Novia” y que, a diferencia de Isabel Clara acabó sus días en Portugal sin haber visto concretizar ninguna de las uniones que se proyectaron. Más allá del hecho curioso que nos encontremos con epítetos similares- de la Novia de Europa a la Siempre Novia- hay varios hechos que hacen confluir ambos casos, si bien son otros los que los diferencian totalmente. La Infanta María fue fruto del último matrimonio de Manuel I con Leonor de Austria. Huérfana de padre a una edad muy temprana quedó bajo el amparo de su medio hermano, Juan III, ya que su madre, merced a los planes imperiales, protagonizó un segundo matrimonio con Francisco I de Francia que la alejó de su hija. El deseo de 522 El matrimonio de María Teresa no podía concluirse antes de que la nueva consorte del Rey, Mariana de Austria, demostrase su capacidad para engendrar hijos que dieran sucesión masculina al monarca. La situación volvió a repetirse con Margarita, quien vio morir a varios de sus hermanos. OLIVÁN SANTALIESTRA, L., “El fin de los Habsburgo: crisis dinástica y conflicto sucesorio en la Monarquía Hispánica (1615- 1700)” en NIETO SORIA, J. M y LÓPEZ –CORDÓN CORTEZO, M. V., Gobernar en tiempos de crisis. Las quiebras dinásticas en el ámbito hispánico (1250- 1808), Madrid 2008, pp. 45- 64 251 Leonor había sido que, a la vez que se producía su matrimonio en Francia, su hija fuese prometida a uno de los hijos del Rey Cristianísimo. Desde ese momento, las opciones de la Infanta portuguesa quedaron a merced de otros y por diversas razones ninguno de los proyectos llegó a buen puerto. Si bien es cierto que el emperador la tuvo en mente para su hijo523, tras quedar viudo por primera vez, lo cierto es que el plan fracasó por el surgimiento de mejores oportunidades- como fue el matrimonio con Inglaterra- así, como por la abulia de Juan III en este punto. Tampoco fructificaron los intentos por unirla a uno de los hijos de Fernando I, ni cuando Felipe II quedó nuevamente viudo en 1558. El paso de los años convirtió la situación de la infanta en permanente. Su gran riqueza económica la permitió llevar una vida retirada, rodeada de una corte de damas cultas, y preservando su status en el mundo cortesano portugués. El hecho más relevante es que, la debilidad de la dinastía Avis la situó muy cerca de la sucesión del reino, un hecho que podría haberse hecho realidad si su muerte prematura no hubiese tenido lugar poco antes de la desaparición de Don Sebastián. Es cierto que esta condición de potencial heredera no tuvo tanto peso en el momento de proyección de aquellos matrimonios, pero sin duda, siempre se tuvo en cuenta el gran potencial dinástico de la Infanta. Las similitudes con Isabel Clara pueden no ser totalmente claras, aunque creo que existen indicios que nos permiten situarlas en niveles semejantes. Evidentemente, sobre lo que hay que reflexionar es sobre el por qué del fracaso de los planes matrimoniales de la Infanta María. Quizá aquí concurren las mayores diferencias entre ambas princesas ya que la orfandad de la portuguesa fue definitiva y lastró sus posibilidades de manera muy clara. Una de sus biógrafas no duda en cargar las tintas contra Juan III, y 523 “Pareciéndome que es cosa muy conueniente y necesaria que a cabo de tanto tiempo como ha que falleció la Princesa, que haya gloria, os tornéys a casar, así por la edad que tenéis y lo de la subcesión, que espero en Dios os dará, que importa quanto veis como por la satisfactión de vuestra conscientia, y hauérmelo enuiado a suplicar tantas vezes esos Reynos y los otros nuestros estados, por ser la principal parte de su remedio, no teniendo sino sólo el Infante (…). Y pues por la cumplida relación que se tiene de la bondad, entendimiento y discreción y otras grandes calidades de la Serenísima Infante, doña María, hija de la cristianísima reina de Francia mi hermana, parece que os inclináis a su persona” Carlos V al Príncipe Felipe, Bruselas 2 de abril de 1553, AGS Estado, leg. 98, ff. 136- 142, recogido en FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., Corpus Documental de Carlos V, Vol. III (1548- 1554), Salamanca 1977, p. 582 252 hace referencia a cuestiones de índole subjetiva: desagrado por la hija de un matrimonio que no debía de haberse producido ya que Leonor era, en origen, su prometida; celos por la fuerte salud de la Infanta que podía llegar a ocupar el puesto de su hija, de salud débil y muerta prematuramente tras dar a luz al príncipe don Carlos. El hecho es que, si lo analizamos de manera más objetiva podríamos concluir que el monarca portugués estaría más preocupado por encargarse del futuro de su propia prole que del de su media hermana524. El mismo caso se aplicaría a Carlos V o a Felipe II, quienes participaron en tales proyectos debido a la existencia de un parentesco, pero siempre supeditando sus decisiones a un marco global que dejaba a la Infanta en un espacio marginal525. Es en este plano donde la situación de Isabel Clara es diametralmente opuesta, ya que aunque de manera algo dilatada, su matrimonio estuvo presente en la política de Felipe II, consciente de que la potencialidad de su hija era una baza y, a la vez, un importante obstáculo, hechos ambos que gestionó a lo largo de estos años. No se halló supeditada, por tanto, a las decisiones de varios y, en ocasiones, ajenos a su propia realidad. “ Entre otros abusos que el mundo ha introducido, asim entre los reyes como entre los particulares, han sido que, para casar sus hijas, no se mira en escoger el yerno con quien la hija pueda tener mayor contentamiento y pasar mejor la vida sino el que para la vida del mundo ha de parecer más justificado” 526. 524 VASCONCELOS, C. M., A Infanta D. Maria de Portugal (1521- 1577) e a suas damas, Lisboa 1901 Carlos V trata de esta manera la reacción de Juan III ante el cambio de decisión que llevó a Felipe II a convertirse en rey consorte de Inglaterra. “Bernardino de Zamora vino aquí, de parte de los serenísimos Reyes [de Portugal], como sabréis, después de habernos visitado de su parte y díchonos juntamente la muerte del príncipe de Portugal y el alumbramiento de mi hija, pasó a lo de Inglaterra, diciendo blandamente quánto le hauían satisfecho las causas que Luys Sarmiento les dio a entender que nos hauían merecido tratarlo, y que no hauía en qué replicar, porque no deseauan otra cosa sino que Nuestro Señor lo encaminase como fuesse más su servycio y bien universal de la Christiandad” Carlos V al Príncipe Felipe, Bruselas 13 de marzo de 1554, AGS Estado leg. 508, f. 88, recogido en FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., CDCV vol. III (1548- 1554), …p. 667 526 Copia de un papel del Comendador Mayor de Castilla don Juan de Zúñiga en que trata de que no conviene casar la Infanta Isabel con el emperador Rodolfo y que no conviene boluer a casar Phelipe Segundo, BA 51-VI-37, f. 202r 525 253 Estas palabras de Don Juan de Zúñiga resultan tremendamente sugestivas a la hora de iniciar el recorrido por esos diferentes proyectos matrimoniales que se construyeron en torno a la Infanta. El hecho más llamativo es la introducción de la premisa de la felicidad como un aspecto que debiera pesar en la decisión a la hora de casar a una hija y que, por circunstancias bien conocidas, fallaba en el momento de tomar una decisión. El matrimonio de una princesa estaba motivado por razones puramente políticas, de tal manera que los argumentos de índole sentimental tienen un impacto si no nulo, totalmente marginal en la conformación de unos proyectos que nos sitúan de lleno en la llamada “ política dinástica” de las monarquías del Antiguo Régimen. Este es el prisma que vamos a priorizar a la hora de describir y valorar esos proyectos diversos que se fueron desarrollando durante tres décadas y que, como hemos señalado en líneas anteriores, se imbrican perfectamente en los avatares políticos de una Monarquía que hizo frente a diversos obstáculos y desafíos a lo largo de esos años. Primeros proyectos, primeras esperanzas Podemos afirmar que el nacimiento de Isabel Clara en agosto de 1566 supuso el comienzo de un conjunto de especulaciones, rumores y otras noticias sobre las posibilidades que albergaba la Infanta. Siguiendo la crónica del embajador francés, entendemos que este primer parto de la reina abría la puerta a un feliz porvenir para la consorte que había demostrado ser capaz de dar herederos a un monarca que contaba con un débil sucesor. Se regocijaba el diplomático porque el nacimiento de la Infanta, seguido al año siguiente por el de Catalina, alejaba las posibilidades de sucesión de los archiduques Rodolfo y Ernesto, educados por su tío en la Corte de Madrid 527. Los acontecimientos de 1568 con la prisión y posterior muerte del Príncipe Don Carlos, además de causar perplejidad en los contemporáneos, generaron una reacción curiosa en 527 Al informar sobre el bautizo de Isabel Clara, el embajador hacía la siguiente aprecición “Les deux Princes de Boheme y estoient aussi, lesquelz peuvent bien commancer à perdre l’esperance de suceder à ce Roy, car ladite Dame Royne fera filz ou fille chacun an” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, DDMF, tomo I, pp. 117- 118 254 Fourquevaux, que veía como Isabel de Valois alcanzaba un estatus en la Corte de Madrid como potencial madre del heredero. Sin embargo, la sucesión ininterrumpida de embarazos desde 1565- 66 habían minado la salud de la reina y poco tiempo después de anunciar la muerte de Don Carlos hubo que transmitir la triste nueva del deceso de Isabel de la Paz. En ese escenario triste quedaba un consuelo no pequeño en las personas de las Infantas. Acorde a las leyes sucesorias de Castilla, Isabel Clara era firme heredera de Felipe II y hubo otros, aparte de Fourquevaux, que vieron en esa circunstancia el futuro de la Monarquía. Mientras el diplomático francés informaba a la reina viuda Catalina de Médicis del tratamiento otorgado a la Infanta, los venecianos iban más allá y comentaban la posibilidad de que Felipe II casase a su hija con su medio hermano, Don Juan de Austria, y les señalasen como herederos de la Monarquía: “ Poi fariano che pligiasse per moglie la prima infante e cossi legítimamente succederia alla corona” 528. No debemos dar excesiva credibilidad a estos rumores, pero sí señalar cómo a la tierna edad de cuatro años, la Infanta se veía convertida en objeto de especulación en las cortes europeas, algo que iba a ser una constante durante las tres décadas que siguieron a su nacimiento. Evidentemente, si bien Isabel era una garantía para la sucesión, la edad de Felipe II posibilitaba un cuarto matrimonio que se empezó a negociar al poco de morir Isabel de Valois. Sin entrar ahora en más detalles, la opción elegida por el Rey Católico consistió en reforzar la alianza interna Habsburgo. El matrimonio con Ana de Austria se produjo en 1570, cuando los venecianos hacían las previsiones que señalábamos arriba. El hecho más relevante para el aspecto que nos ocupa es que un año después, en 1571, la reina daba a luz al Príncipe Don Fernando lo que desbancaba a la Infanta como heredera. Para Fourquevaux quedaba, no obstante, el consuelo de la potencialidad de las Infantas como consortes de Monarquías poderosas: 528 ALBERI, Relazioni degli Ambasciatori Veneti al Senato durante il secolo decimosesto, Florencia 1861, Serie I, vol. V, p. 175 255 “ …lesdites Dames Infantes seront toujours grandres princesses, et ne peuvent faillir d’espouzer grandz roys” 529. La incógnita en los años subsiguientes fue determinar quiénes iban a ser los afortunados de contar con el potencial dinástico de Isabel Clara y Catalina Micaela en sus propias casas. Como vamos a ver en las páginas siguientes, Portugal, Francia y el Imperio van a ser los actores más destacados. En esa “ carrera de matrimonios” se incorporaría más tarde, y con éxito, el Duque de Saboya. Pero no podemos olvidar otras opciones que, por su carácter más efímero, no suelen figurar en esta clase de análisis. Me refiero al caso escocés que se puso sobre la mesa a raíz de la Conspiración Ridolfi530. Esta se imbrica dentro del problema inglés que Felipe II va a abordar de manera irregular a lo largo de su reinado. No vamos a profundizar ahora en el tema, pero una vez que muere María Tudor en 1558 y accede al trono Isabel, Felipe II se va a tener que plantear cómo gestionar esta transición que, a la postre, llevó aparejada la definitiva escisión del reino inglés del conjunto de monarquías católicas. En aquel momento no compensaba un apoyo a la pretensión de María Estuardo, pero con la rebelión flamenca en el escenario político internacional, sí que va a plantearse esa posibilidad. La Conspiración albergaba dos proyectos matrimoniales que debían dar continuidad al proceso de re -catolización del reino inglés: por un lado, el matrimonio de María Estuardo con don Juan de Austria, y por otro, el de su heredero, Jacobo, con la Infanta Isabel. Efectivamente, el príncipe escocés va a ser una pieza fundamental a lo largo de todos estos años y tanto los católicos como los protestantes van a ver en él una baza importante para lograr sus objetivos. El fracaso de la Conspiración acabó con las posibilidades de ese enlace principesco que, además, era una formulación excesivamente prematura como para asegurar su viabilidad. También ganó la partida Isabel I en lo referente a la educación del heredero de 529 Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 4 de diciembre de 1571, DDMF, vol. II, p. 405 530 Para más detalles sobre la Conspiración, véase PARKER, G., La gran estrategia de Felipe II, Madrid 1998, p. 271 y ss. Asimismo, refrencias en LEVIN, C., The Heart and Stomach of a King. Elizabeth I and the Politics of Sex and Power, Filadelfia 1994, p. 59. No obstante aquí se hace referencia al plan de casar a María Estuardo con el Duque de Norfolk y poco se dice sobre algún matrimonio que concerniera a la Infanta. 256 María, ya que fue formado en el protestantismo y no en la religión católica de su madre. Pero volviendo a Isabel Clara Eugenia, sí señalar que aparte de estas formulaciones conspiradoras, hay que recordar las propias esperanzas que Isabel de Valois había puesto en un posible matrimonio entre su hija y Jacobo Estuardo. De nuevo, es Fourquevaux quien nos da la pista sobre ello y quien, a la altura de 1572 aludía a la posibilidad de que el príncipe pudiese ser educado en la Corte de Madrid como católico, favoreciendo ese enlace531. Puede ser que en los deseos de Isabel de Valois pesasen consideraciones de tipo sentimental; al fin y al cabo, la reina se había criado en la Corte francesa con María Estuardo, ambas habían sido compañeras de juegos y estudios y era significativo que ambas hubiesen dado a luz a una niña y a un niño en 1566. ¿Cuál era la opinión de Felipe II al respecto? No contamos con más información sobre la Conspiración Ridolfi, pero a la vista de cómo se fue desarrollando la política matrimonial en los años siguientes, es muy posible que el Rey Católico se reservase la decisión definitiva hasta que la Infanta contase con más edad. Aunque la posibilidad de unir a Isabel y Jacobo no tuvo gran fortuna y se fue diluyendo con el paso de los años, todavía encontramos alguna mención posterior que sí conviene anotar aquí. En 1586 cuando algunos ministros de Felipe II y los católicos exiliados de Inglaterra acariciaban la idea de que Felipe II actuase contundentemente contra Isabel I, se rumoreó sobre la concertación de un enlace entre el Rey escocés y la Infanta como broche a una acción contra el reino inglés532. Tres años más tarde Jacobo contraía matrimonio con Ana de 531 “….Au restant, Madame, je suis d’opinion qu’il seroit bon de faire prendre garde, si le Roy d’Escosse est en lieu et au pouvoir de telz d’où Espaignolz ou Flamenegz le puissent enlever; car je me doubte que ce seroit gens pour y essayer quant qu’il tarde non sans cosentement d’aucune des siens, et de le mener en Espaigne pour estre nourry en ceste court et maryé à une de voz petites filles. C’est ung discours que le feu Royne votre fille me feist quelque temps devant son trespas.....” Monsieur de Fourquevax a Catalina de Médicis, Madrid 12 de febrero de 1572, Douais,op. cit, vol II, pp. 423- 424 532 “Je suis aussi adverti que, parmy les parctiques de don Bernardin de Mendoce, il laisse quelque esperance à concevoir au Roy d’Escosse de pouvoir parvenir au mariage de madame l’Infante, si l’enterprise d’Angleterre reusissoit; qui est un artífice pour fortiffier tousjours les esperances et desseins de ceulx qui ce laissent amuser avec traictez, intelligences et argent de deça, affin qu’ilz ne perdent le coeur, encor que Vre Majesté feist la paix” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 16 de noviembre de 1586, DDML, p. 327 257 Dinamarca lo que dibujaba una alianza totalmente distinta y que le unía a un reino protestante. Matrimonio en Portugal: negociaciones con D. Sebastián. Portugal constituye una de las primeras opciones matrimoniales para la Infanta Isabel. Fueron muchos los que quisieron ver culminada una alianza entre el monarca portugués y la primogénita de Felipe II, aunque, sin duda, Catalina de Austria, la reina viuda, va a ser una de las más interesadas en este particular negocio si bien sus esperanzas fueron, a la postre, vanas. En este punto no nos vamos a detener únicamente en lo que se hizo o dijo en torno a esa alianza concreta, sino que vamos a analizar las diversas posibilidades que se pensaron para Don Sebastián, ya que sin ellas no se pueden entender algunos de los argumentos empleados en la defensa del matrimonio con Isabel Clara Eugenia. Los portugueses abordaron el asunto matrimonial desde la perspectiva de la necesidad de dar continuidad a la dinastía Avis en aquel Reino. Desde una edad temprana el monarca lusitano fue objeto de especulaciones matrimoniales que tenían como objetivo asegurar una pronta sucesión al trono. Fueron varias las candidatas a ocupar el papel de consorte, destacando los casos de Margarita de Valois, de la Archiduquesa Isabel y asimismo, también fueron notables las iniciativas para concluir un matrimonio con una de las hijas del Duque de Baviera. El matrimonio de D. Sebastián se va a plantear como una cuestión de índole política. Las dos opciones, en principio, más plausibles, Francia y el Imperio, representaban los intereses de dos facciones opuestas en la Corte portuguesa. Por un lado, aquella más favorable a mantener la alianza con los Habsburgo y, por otro, aquella más deseosa de conservar la independencia frente al poderoso vecino. En el caso de la archiduquesa Isabel, el proyecto se había comenzado a tratar en 1559 y contaba con los apoyos de la emperatriz María, de la princesa doña Juana y también de la reina viuda, Catalina de Austria. No obstante, las Cortes portuguesas reunidas en 1562- 1563, conscientes de que el matrimonio podía 258 tornarse en un elemento de subordinación a los intereses Habsburgo, abogaron por la elección de una princesa francesa que, en atención a la corta edad del monarca lusitano, podía trasladarse a la Corte lisboeta para su formación como futura consorte de aquel reino 533. Pese a los acercamientos de Lisboa y París para concretar esa unión, la oposición al matrimonio francés va a ser fuerte. Catalina de Austria fue una de las principales opositoras a la misma, pero no va a estar sola. La Sede Pontificia va a calificar a Francia como un país enfermo y dudaba de una princesa criada por una madre tolerante con los herejes. El mismo Felipe II va a hacer un llamamiento al embajador luso en la Corte madrileña- Francisco Pereira- para que frenase las intenciones de su señor por lo impropio de tal compromiso. A ello habría que sumar la opinión que, al respecto, podía tener la Princesa doña Juana que quiso ver unidos a su sobrina y a su hijo. En esta situación tensa un ataque de corsarios franceses en la Isla de Madeira va a hacer aflorar una mayor oposición al matrimonio francés. Los isleños quisieron recibir una compensación por los daños sufridos y la respuesta francesa se canalizó a través de la promesa de que, una vez sellada la alianza franco-lusa por medio del matrimonio entre D. Sebastián y Margarita, no se producirían nuevos ataques a las posesiones portuguesas. El resultado, en definitiva, era que Madeira no se veía directamente compensada y el malestar ante el enlace aumentó notablemente. Como ocurre en estas negociaciones matrimoniales, las novias elegidas también se vieron afectadas por planes diversos que complicaban todo este entramado de políticas dinásticas. En 1560 una embajada francesa encabezada por Bernardin Brochelet se dirigió a Viena para presentar un proyecto matrimonial entre la archiduquesa Isabel y el entonces Duque de Orleans, Carlos de Valois, hermano de Francisco II. Si bien esto suponía un matrimonio 533 No podemos olvidar que las gestiones para lograr una alianza con Portugal se habían iniciado mucho antes, siendo Don Sebastián un niño de corta edad. “…Porque en lo del Rey sabía y tenía entendido que el embaxador de Françia, que reside en aquel Reyno, tratta por todas las vías que puede de que case con la hija del rey de Françia, y que ofrece muchas cosas, y que no falta quien lo oye y procura de buena gana, en especial confessos, por estar muy emparentados con alguna de la gente principal, diciendo que les importa mucho para su conseruaçión y la prouisión de trigo, y otras cosas que acumulan a este propósito” Carlos V a Felipe II, Yuste 8 de agosto de 1557, AGS Estado leg. 128, f. 323, recogido en FERNÁNDEZ ÁLVAREZ M., Corpus Documental de Carlos V. Tomo III (1554- 1558), Salamanca 1979, p. 340 259 menor para una archiduquesa pretendida por un rey coronado, las perspectivas eran buenas ya que la mala salud del rey francés auguraba una pronta subida al trono del Duque de Orleans, hecho que ocurrió el 5 de noviembre de 1560. Al igual que pasara con el caso portugués, Madrid se va a oponer a la alianza del Imperio con Francia y Felipe II va a argumentar que su matrimonio con Isabel de Francia ya era garantía suficiente de esa alianza entre Hasburgos y Valois. Esta opción va a ser una constante a lo largo de la negociación paralela con Portugal534. La opción lusitana pareció ganar fuerza con motivo del viaje de los archiduques Rodolfo y Ernesto a España para educarse junto a su tío; aquel podía ser un buen momento para trasladar a la Península a la archiduquesa- que podía ser educada e instruida previamente por su tía, la princesa doña Juana- con vistas a un futuro enlace con Don Sebastián535. No obstante, la temprana edad de las hijas de Maximiliano II va a constituir un freno para la concreción de la alianza portuguesa que, por otro lado, no va a ser apoyada por todos. Eran muchos los que veían de manera más favorable el matrimonio con Francia por las ventajas que podía reportar, a lo que hay que sumar las iniciativas que, desde la Corte de Madrid, va a llevar a cabo Isabel de Valois para reforzar la alianza de su Casa con la dinastía de los Austrias y que le llevaron a defender una unión entre el príncipe Don Carlos y su cuñada viuda, María Estuardo, y otra entre la archiduquesa Isabel y su hermano el Rey536. En 1564 el envío a la Corte de Viena de los retratos del Príncipe D. Carlos y del rey D. Sebastián parecía un buen signo de la pronta conclusión de los 534 Habría que mencionar otros planes matrimoniales que afectaron a la archiduquesa Isabel. Así, se sugirió la posibilidad de concertar un matrimonio con algún príncipe de la Casa Médicis para fortalecer los lazos entre el Imperio y los estados italianos. Asimismo, son interesantes los planes de Catalina de Médicis para casar a la archiduquesa Ana con Carlos IX y a Isabel con Enrique de Navarra. PATROUCH J. F., Queen’s Apprentice. Archduchess Elizabeth, Empress Maria, the Habsburgs and the Holy Roman Empire, 1554- 1569, Boston 2010, p. 137 535 PATROUCH J. F., op cit., p. 151 536 En el Imperio eran varios los príncipes que defendían la unión con Francia ya que supondría un contrapeso en los equilibrios de poder en el Centro de Europa, además de ofrecer ventajas de tipo económico y comercial con la monarquía vecina, PATROUCH J. F., op cit., p. 214. Por su parte, el emperador veía en la alianza con Francia la posibilidad de que este reino dejase de apoyar a los turcos, uno de sus mayores quebraderos de cabeza en la frontera oriental, recuperar Metz, Toul y Verdun, perdidas en 1552 y apartar la posibilidad de una candidatura Valois en las futuras elecciones imperiales. Otro asunto es que la alianza realmente produjese ese resultado perfecto. SUTTER FICHTNER P., Emperor Maximilian II, Michigan 2001, p. 110 260 matrimonios de las archiduquesas Ana e Isabel en los reinos ibéricos. El embajador español Chantonnay, tuvo entre sus diversas misiones, la de llevar adelante esas uniones y evitar a toda costa la alianza con Francia. En aquel momento la edad de la archiduquesa Isabel no era muy avanzada ya que contaba 11 años de edad, pero no era un impedimento a la hora de cerrar el compromiso. La lentitud que caracterizó esta doble negociación tuvo uno de sus principales motivos en la discusión de la dote final que aportarían ambas hijas de Maximiliano II al matrimonio. No obstante, todo parecía apuntar a que Don Sebastián casaría con su prima Isabel, pero los acontecimientos que tuvieron lugar en la Corte de Madrid van a dar al traste con el proyecto. La prisión del Príncipe don Carlos, de cuya débil salud e inestable comportamiento circulaban constantes rumores, va a generar un impacto importante en Europa. Los emperadores van a recibir con sorpresa y dolor una noticia que les afectaba de lleno por el proyecto matrimonial que se venía tratando entre el Príncipe y su hija primogénita. En un primer momento el matrimonio no se va a anular e, incluso, Maximiliano va a considerar que el encierro del Príncipe podía ser bueno para calmar algunos de los temores que habían existido con anterioridad 537. La princesa doña Juana, por su parte, va a tratar de asegurarse de que el matrimonio entre su hijo y su sobrina se lleve adelante, y por ello va a mantener un contacto constante con el embajador extraordinario, Luis Venegas, para asegurarse de que la voluntad de Maximiliano II con respecto a este asunto no mudaba. El problema es que, conforme avancen los meses y las noticias sobre la prisión del heredero de Felipe II no sean satisfactorias, los proyectos matrimoniales de ambas archiduquesas van a ir quedando en una especie de limbo. Si bien es cierto que Ana era la más afectada por todo este asunto, el deseo de Maximiliano de no casar a su hija menor antes que a su primogénita va a hacer que la alianza 537 Maximiliano creía que “…se ha de remediar esto y que Su Majestad ha de venir a estar contento del Príncipe, por la mudança que en su Alteza podría causar la reclusión” Puntos de cartas de Luis Venegas a la Princesa Doña Juana, AGS Estado, leg. 665, nº 28 261 portuguesa se vea supeditada al futuro de ésta538. En esta coyuntura no es de extrañar que los franceses empezasen, nuevamente, a mover ficha en este peculiar tablero de negociaciones volviendo a ofrecer la posibilidad de un enlace entre Carlos IX y una de las archiduquesas e incluyendo a Rodolfo en el pacto, hecho que ya se había planteado en años anteriores539. La muerte del Príncipe don Carlos anulaba de manera definitiva las posibilidades de que Ana contrajese ese matrimonio y, por las razones expuestas, complicaba el cierre de negociaciones con Portugal. En este punto hubo quien pensó que la solución pasaba por la celebración de un enlace entre Ana y Carlos IX de Francia, manteniendo la unión de Isabel con Don Sebastián, pero nuevamente los acontecimientos de España van a trastocar esa opción y van a anular las posibilidades que tenía Portugal de concluir la alianza con el Imperio. Tras la muerte de Isabel de Valois a finales de 1568 Felipe II se encontró ante la tesitura de tener que buscar nueva esposa para garantizar la sucesión masculina ya que sólo tenía las dos hijas habidas con su consorte francesa. Felipe II va a escoger a su sobrina, la archiduquesa Ana, una unión que va a ser prontamente aceptada por Maximiliano II y que va a colmar las esperanzas de la emperatriz María. Una vez que se garantizaba la alianza dinástica el emperador podía culminar, asimismo, la deseada alianza con Francia sin contar con la oposición de María o de Felipe II540. En 1569 el Rey Prudente informaba a Don Sebastián que la archiduquesa Isabel se convertiría en Reina Cristianísima a través de su matrimonio con Carlos IX de Francia y se resucitaba el proyecto francés para el monarca lusitano. La situación causó perplejidad y enfado ya que Lisboa veía como sus intereses se supeditaban a los de Castilla y, Felipe II, quien tras haberse posicionado muy 538 “…en el casamiento de Portugal aunque desea dar todo el contentamiento y satisfazión a Vª Magestad [Felipe II] no se puede tampoco ny piensa resoluerse antes de saber lo que ha de ser de su hija mayor” Dietristain a Felipe II, AGS Estado, leg. 665, nº 21 539 “…el Papa le auía dicho que de los ministros de Françia que están allí tenía entendido, porque ellos se lo auían dicho, que se trataua de casamiº de su rey con hija del emperador y que ya V Md auía dado consentimiº para ello y también para casar a Rodolfo con hermana del dicho rey” Luis Venegas a Felipe II, Viena 12 de Junio de 1568, AGS Estado leg. 665 nº 17. El embajador extraordinario se hace eco de estas negociaciones impulsadas por Francia, en unos casos para desmentir el rumor de que se estuviesen llevando a cabo y en otras para confirmarlas. 540 PATROUCH, op cit., p. 394 262 claramente contra el matrimonio francés en los años anteriores, alegaba ahora los beneficios que ese esquema de uniones reportaría al conjunto de la Cristiandad 541. El nuevo embajador español en Lisboa, don Juan de Borja, va a tener entre sus muchas obligaciones la misión de convencer al rey para que cerrara el matrimonio con Margarita de Valois. Al igual que en el caso de la archiduquesa, factores ajenos a Portugal van a entrar en escena para obstaculizar la conclusión final del mismo. Si bien es cierto que el propio D. Sebastián va a ser reacio a tomar una decisión, la situación político- religiosa de Francia va a ser un elemento fundamental en todo este proyecto 542. La parálisis impuesta por el monarca portugués- que consideraba que las condiciones que le reportaba el matrimonio francés no beneficiaban su autoridad 543- va a angustiar en extremo a Catalina de Austria consciente de la importancia de que su nieto tomase esa decisión. La reina, que se había opuesto al matrimonio francés era consciente de que Margarita de Valois era la única opción factible en esas circunstancias porque como ella misma señala las hijas de Felipe II (que, sin duda, colmaban otros deseos) “ siendo tan niñas ha de pasar mucho tiempo” , algo con lo que empezaba a no contar Don Sebastián544 Curiosamente, la princesa doña Juana sí va a ser partidaria de esperar a que las Infantas alcanzasen una edad adecuada para el matrimonio. Desde luego eso 541 Felipe II justificaba ante Catalina el cambio de planes advirtiendo, primero, que “…no es mudar de voluntad, sino de consejo y parescer, a que obliga la mudanza del hecho”; que en caso de que se tratase de atacar a Don Sebastián por este cambio de planes la culpa debía achacarse únicamente a él y concluía con la siguiente aseveración “…demás que las causas desta mudanza tienen tan gran fundamento del servicio de Dios, beneficio público y bien de todos, que no se pueden atribuir a mi particular, cuando así fuese, somos el Rey mi sobrino y yo tan una cosa en deudo y en amor, y son tan comunes los bienes y los daños, que sería muy bien que en la disposición de sus cosas él tuviese este respecto, y que yo asimismo le tenga a él en las mías....” Felipe II a Catalina de Austria, Madrid último de febrero de 1569, AGS estado leg. 386, recogido en CODOIN, vol. 28, pp. 496- 502 542 Sobre la resistencia de Don Sebastián a matrimoniar en Francia da buena cuenta Don Fernando Carrillo de Mendoza “…de parte del Rey había en verdad poca gana de casarse, y más en Francia, por las costumbres de la tierra y de la manera que agora está” Don Fernando Carrillo a Felipe II, Alenquer 13 de septiembre de 1569, AGS Estado leg. 836 recogido en CODOIN, vol. 28 p. 539 543 Don Sebastián defendía su postura renuente al matrimonio con Francia en sendas cartas a su tío y a su madre escritas en Tomar los días 26 y 27 de Septiembre de 1569, AGS Estado leg. 386, recogidas en CODOIN vol. 28, pp. 551- 553 544 Catalina de Asutria a Juana de Portugal, Alenquer 29 de Septiembre de 1569, AGS Estado leg. 386, recogido en CODOIN vol. 28, pp. 555- 557. Asimismo, resulta de interés la carta dirigida a Felipe II también en AGS Estado leg. 386, CODOIN vol. 28 pp. 553- 555 263 colegimos por las informaciones que aporta el embajador francés, quien menciona las esperanzas de que Catalina Micaela se convirtiese en consorte de Don Sebastián545. Es interesante la apreciación porque supone, en primer lugar, una temprana mención a las Infantas en lo relativo al matrimonio portugués. También resulta interesante ver cómo la Princesa, consciente del potencial de Isabel Clara – en aquel momento heredera- opta por la opción “ fácil” y que podía lograr la aquiescencia del Rey Católico. Asimismo, puede ser visto como un signo de la oposición a la alianza francesa, que ya había mostrado en años anteriores. Ante el aumento de inestabilidad en el reino galo, Catalina de Médicis va a contemplar la negociación y el acercamiento a los hugonotes como la solución más eficaz para el reino. Esta vía pasaba por el concierto de un matrimonio entre Margarita y Enrique de Navarra, lo que evidentemente perjudicaba las opciones de Don Sebastián. Antes de que se plantease en firme el matrimonio con Isabel Clara va a surgir el nombre de otra candidata, Maximiliana de Baviera, pero al igual que pasó con los dos proyectos anteriores no se va a llegar a ninguna solución. Como hemos vistos fueron las causas que llevaron al fracaso de los mencionados enlaces y que dejaban al monarca portugués soltero y sin la tan anhelada sucesión. Ante tal situación varias personas del entorno de D. Sebastián van a tomar cartas en el asunto para tratar de paliar una situación que se podía tornar dramática para el reino portugués. En este sentido me gustaría resaltar el caso de la reina viuda Catalina que, a pesar de vivir retirada de la Corte siguió teniendo un papel y un protagonismo notables en la vida política portuguesa546. A través de varias cartas, Catalina va a esbozar un 545 “…et disoit n’a gueres de jours à ung mien amy, home de qualité, que ladite Princesse estoit après pour faire trouver bon à son filz d’atendre huict ou ix ans à se maryer, car il aura lors Madame l’Infante Catherine, votre petite fille” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, Madrid 5 de noviembre de 1569, DDMF, Tomo II, p. 136 546 Destacamos aquí una de las últimas biografías sobre la reina portuguesa a cargo de BUESCU A. I., Catarina de Áustria. Infanta de Tordesilhas. Rainha de Portugal, Lisboa 2007. En este análisis de la figura de Catalina de Austria, la autora destaca los múltiples problemas a que se tuvo que enfrentar durante la regencia y la etapa inmediatamente posterior. Precisamente, su defensa de los intereses Habsburgo le valió las críticas de muchos de sus contemporáneos, lo que dificultó en extremo las 264 proyecto matrimonial que tenía como objetivo la unión de su nieto con Isabel Clara Eugenia. En una primera epístola, escrita hacia 1574, la reina viuda pedía a Felipe II que le diera “ a entender si la señora Infante doña Ysabel no tiene dispuesto cosa alguna que le aya no estar libre para podérseme cumplir mis deseos” 547 con el objetivo de disponer un acuerdo matrimonial entre aquella y el rey D. Sebastián. Estas gestiones que entendemos, por las palabras del entonces embajador don Juan de Borja, se hicieron sin un exacto conocimiento por parte del rey portugués548 no tuvieron el aliento deseado en Madrid. Podemos afirmar que Felipe II no se mostró muy abierto a la posibilidad de casar a su hija mayor en Portugal y se asiste en estos años a un constante tira y afloja para tratar de desinflar las esperanzas del reino vecino sobre tal desenlace. La reina viuda en ningún momento desistió de sus propósitos y va a seguir escribiendo al Rey Católico presentando una serie de motivos que respaldaban la conclusión del enlace. Entre esos argumentos encontramos los siguientes. Por un lado, Catalina alude a la tradición no escrita, pero refrendada en la práctica, sobre los matrimonios luso- hispanos que se habían venido celebrando con el objetivo de estrechar lazos y mantener la paz entre los reinos peninsulares549. No en vano, D. Sebastián había sido producto de uno de estos acuerdos matrimoniales que concluyó con los matrimonios entre Doña Juana y el príncipe D. Juan, y el propio Felipe II con Doña María Manuela. Pero no había sido el primero en producirse, ya que en décadas anteriores cuatro infantas castellanas habían matrimoniado con Portugal- las hijas de los Reyes Católicos, Isabel y María, y las hijas de Juana y Felipe, Leonor y la propia Catalina-; por otro lado, una Infanta portuguesa, Isabel, lo labores que quiso llevar a cabo. No obstante contamos con otros trabajos: a destacar la revisión historiográfica y el análisis del mecenazgo artístico y posesiones preciosas de a reina de JORDAN, A., “Catherine of Austria: a Portuguese Queen in the Shadow of the Habsburg Court?” en Portuguese Studies Review, 13 (1- 2) (2005), pp. 173- 194 547 Carta de Catalina de Austria a Felipe II, Enxóbregas 9 de Junio de 1574, AGS Estado, leg. 392, doc. 6 548 “lo que la Reyna escriuió a V Mgd con el correo que despaché a los 15 de este ninguna duda ay sino que fue sin orden del Rey y sin que lo sepa mouida tan solamente del deseo grande que tiene que este negocio se effectúe por lo que desea el bien de su nieto” Don Juan de Borja a Felipe II, AGS Estado leg. 392, doc. 91 549 “porque no uea yo en mi tiempo, quebrarse la buena costumbre que siempre que pudieron guardaron los príncipes dese reyno y deste” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 9 de Junio de (1574), AGS Estado leg. 392, nº 6 265 había hecho en Castilla. Si bien algunos autores han señalado que este hecho, al impedir una mayor diversificación de las alianzas, había perjudicado a la Corona portuguesa, para Catalina de Austria, constituía un argumento a favor550 Asimismo, la reina viuda alude en sus argumentaciones a los beneficios que podía reportar tal matrimonio a la Cristiandad y los que ella misma disfrutaría, ponderando la buena vejez que le aguardaría contando con Isabel Clara a su lado y como consorte de su nieto. En cuanto al primer argumento, son constantes las repeticiones sobre la condición compartida entre Felipe II y Don Sebastián como defensores de la Cristiandad- “ solamente vuestra alteza y mi nieto son ahora los reyes cristianos de quien depende la defensión y aumento della” 551- de tal manera que una alianza, a través de la Infanta, constituía la mejor garantía para dar continuidad a esa labor. Quizá, en este punto, lo más curioso es la omisión de otros príncipes católicos como el Rey Cristianísimo o el Emperador. En el primer caso es comprensible, porque la situación religiosa de Francia y la política- en algunos casos errática- en relación a los hugonotes habían dejado a Carlos IX fuera de ese selecto grupo. En el caso de Maximiliano II, sobrino de la reina, es más chocante ya que en años anteriores Catalina había apostado de manera contundente por un matrimonio con una de sus hijas. Del interés general, la reina viuda pasa al particular. Para ella, la conversión de Isabel Clara Eugenia en su nuera bien podía llegar a ser el consuelo en la vejez. No deja de repetir cómo la conclusión del matrimonio podía llegar a alargar su vida, además de hacer de esta un tránsito mucho más agradable. “ …entonces ternía yo maior razón de desearlo para en estos pocos años que me quedan de vida, que serán aún más pocos, viendo que vuestra 550 “A coroa portuguesa viria a ficar fragilizada pela atenção que concentrou nas alianças com Espanha, uma vez que não diversificou as suas alianças com parceiros de varias casas reinantes, ao contrario dos Habsburgo” GUIMARÃES SÁ I., “Coisas de princesas: casamentos, dotes e enxovais na familia real portuguesa (1480- 1580) en Revista de História da Sociedade e da Cultura, 10, Tomo I (2010), p. 102 551 Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 126 266 alteza me dilata aquello, con que me los puede azer muchos y contentos para verla y crialla y sustentar con esto la vida y la vejez” 552 La situación que probablemente imaginaba Catalina era la conclusión rápida del matrimonio y el viaje de la Infanta al reino portugués donde, previsiblemente, pasaría algún tiempo junto a la reina viuda para su formación y preparación como consorte de Don Sebastián. Independientemente de las negativas de Felipe II a la totalidad del proyecto es muy seguro que tampoco viese con buenos ojos una salida temprana de su hija de la Corte de Madrid. Pero junto a esto también encontramos un duro reproche a la actitud de Felipe II considerado último culpable en los anteriores proyectos matrimoniales de D. Sebastián. Así, la insistencia en un matrimonio con la archiduquesa Isabel de Austria había concluido en la imposibilidad de unirse a Margarita de Valois, quien había contraído finalmente matrimonio con Enrique de Bearne, Príncipe de Navarra. También la opción austriaca había quedado anulada al disponer su propio matrimonio con Ana de Austria en 1570 y que se había traducido en la unión de Isabel con el rey francés, Carlos IX. La dureza de las palabras de Catalina en este punto es significativa: “ [Felipe II] ha tirado (quierolo dezir así) dos mujeres al Rey su sobrino, la una en no dexarlo primero casar con la hermana del Rey de Francia, porque casase con la hija del Emperador nuestra sobrina, y la otra tomando la mayor que hauía de casar con el Rey de Francia y ordenando que casase con la que el Rey su sobrino hauía de hauer” 553. La reina portuguesa era consciente de que Don Sebastián había sido el eslabón débil en una cadena de negociaciones matrimoniales y Felipe II no había dudado en “ sacrificar” a su sobrino en beneficio de un plan más acorde a los intereses de la Monarquía Hispánica. Pero, a la vez, era consciente de su propia responsabilidad en este punto y que los manejos hechos por ella misma en años anteriores habían contribuido a erosionar la confianza de su nieto en ella y a alentar las suspicacias de los portugueses sobre una reina que aparecía 552 Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de Agosto de 1575, AGS Estado leg. 392, doc. 197 Catalina de Austria a Don Juan de Borja, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 178. 553 267 como “ extranjera” 554. En este sentido, hay una súplica muy clara al Rey Católico para que llevase adelante un matrimonio que, sin duda alguna, la restauraría ante la opinión del monarca y sus consejeros. Catalina de Austria se mostraba segura de que Don Sebastián iba a apoyar su proyecto de matrimonio con la Infanta- “ que sy el rey mi nieto tuuiese certeça de que bra alteza le dará la señora Infante su hija se la embiará a pedir con mucho gusto y mucho contentamiento” 555- ya que había desechado la idea de unirse a la hija del Duque de Baviera. A la vez, señalaba que en el Consejo se maniobraba para lograr una nueva alianza con Francia, posiblemente persiguiendo el objetivo de no caer en la influencia castellana. En estos momentos, siendo imposible matrimoniar con una princesa Valois, se veía en la Casa de Lorena la oportunidad para esa alianza franco- portuguesa; concretamente una de las hijas habidas del matrimonio entre Claudia de Valois y el Duque de Lorena556 Evidentemente era mucho lo que había en juego para el reino portugués. Don Sebastián estaba impelido a casarse para dar continuidad a la dinastía Avis y por tanto, las dilaciones que se imponían desde Castilla eran un obstáculo más a solventar. Felipe II contaba en estos momentos con un argumento irreprochable ya que la edad de sus hijas, en realidad, no daba salida al problema de la sucesión. Catalina de Austria era consciente de ese hecho y sin embargo, no va a cejar en su empeño por hacerse con la mano de la Infanta. “ Y aunque la necesidad de la sucesión del Rey mi nieto sea razón muy grande, de mucho maior es ser la sucesión la que más conuiene a su honra y descanso y al bien y sosiego de sus reinos y no auenturarse esto por tenerla algún tanto más presto y, aunque uuiese de auer mucha dilaçión siempre diré a mi nieto que antes espere por la hija de bra 554 “Yo hize en esto todo lo que vuestra alteza sabe, porque ansy me lo mandó y lo quiso estando tan adelante en el consejo del rey mi nieto y en el juicio de todos sus vasallos convenirle más el casamiento que entonces cuasy estaua conçertado en Françia que la hyja del emperador y quanto sea razón que acá se acuerden desto que pasó y de que yo fuy parte para le estoruar el casamiento y que no lo soy para procurárselo” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de Agosto de 1575, AGS Estado leg. 392, doc. 197 555 Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado, leg. 392, nº 126 556 “…diré que entiendo que en el consejo del rey no dexa de acordarle que podrá casar con hija del Duque de Lorena, nieta de la reina de Franzia asiéndose entender que esto le sería más provechoso que lo de Baviera” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado, leg. 392, nº 126 268 alteza que casar luego con otra confiando en nuestro señor que le dará della más bienauenturada sucesión pues es con casamiento más conforme a su juicio y de más esperanças de la paz y quietud de su reino y esto y todo lo demás que podemos desear concurre en el casamiento de la señora Infante” 557. En este sentido, la reina consideraba que la espera bien merecía la pena, aunque por supuesto quedaba clara su intención por asegurar la alianza. Para Catalina lo que resultaba incomprensible era la actitud de Felipe II con respecto a su prole. El Rey Católico contaba con dos hijas y varios hijos que aseguraban la sucesión en la Monarquía. Entonces, ¿por qué no concretaba las uniones de las dos primogénitas? La edad no era un impedimento porque, como explicaba Don Juan de Borja “ la querremos y nos obligaremos a aguardar todo el tiempo necesario” 558 y además, era una costumbre frecuente entre los miembros de la realeza acordar estas uniones a una temprana edad 559. La insistencia en estos argumentos no va a significar un triunfo para la Corte portuguesa. Felipe II se va a escudar en la escasa edad de Isabel Clara quien a la altura de 1574 contaba con 8 años de edad, señalando que era absurdo contraer un compromiso tan temprano y que, por tanto, podía no llegar a sostenerse. Ni siquiera va a ser necesario insistir en la promesa de un compromiso previo- tal y como sugirió Don Juan de Borja- con el emperador560, quien, por su condición de tal contaba con una posición de precedencia teórica en la elección de la Infanta como futura esposa. Los portugueses, no obstante, van a argumentar en repetidas ocasiones que D. Sebastián, por parentesco y por la cercanía de ambos reinos, debía ocupar antes los afectos de su tío que Rodolfo II. De todas formas, la presencia de Catalina Micaela suponía una ventaja que la reina portuguesa quería 557 Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 6 de Julio de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 126 Catalina de Austria a Don Juan de Borja, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 178 559 “…porque ya vimos reies casar sus hijas estando en la cuna, quanto más teniendo la edad que tiene la de vra alteza…” Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 19 de agosto de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 197 560 “Por muy cierto tengo que si yo entendiera antes la voluntad de V Magestad en este negoçio no hubiera llegado a los términos en que ahora está y bastará para esto poder afirmar (a los que en esto me hablaren) que la sª Infanta no estaua libre para poder tratar de casarla aunque no se les dixera con quién…” Don Juan de Borja a Felipe II, 23 de mayo de 1574, AGS Estado leg. 392, nº 91. 558 269 aprovechar. Para ella la situación se resumía de la siguiente manera; eran dos los príncipes católicos susceptibles de emparentar con el Rey Católico como yernos: Don Sebastián y el entonces Archiduque Rodolfo. Habiendo dos Infantas en Castilla la solución era obvia y además, suponía establecer, en ambos casos, alianzas dentro de la familia561. En este punto Catalina no especifica de manera clara cuál era la Infanta destinada a convertirse en Reina de Portugal, pero por el tono de las misivas y su vehemencia en verse compensada es muy seguro que se resistiese a renunciar a la primogénita de Felipe II. Para ella, la idoneidad de Isabel como futura consorte estaba totalmente fuera de duda: “ …que ninguna desearía más que la hija de vuestra alteza pues a ambos viene tan bien y son tan iguales a uno y a otro los bienes de tal casamiento” 562. Las gestiones de Catalina de Austria no dieron el fruto deseado, a pesar de que sus misivas están repletas de expresiones tales como “ quan olvidado se muestra de mis lágrimas perpetuas” conducentes a ablandar la voluntad de Felipe II. Sin embargo, no es este el punto final de la negociación con Portugal ya que el propio Don Sebastián va a buscar de manera insistente la alianza con su tío por medio del matrimonio. Esa conjunción de intereses hispanoportugueses no tendría como objetivo único el convertir a Isabel en reina lusitana sino también un apoyo logístico y económico para las campañas norte- africanas de Portugal. ¿Cuáles fueron las razones para evitar el matrimonio? Lo temprano del proyecto parece ser el argumento más contundente para la oposición de la Corte madrileña. Muy posiblemente Felipe II era consciente de que sus hijas eran una baza importante que podía llegar a ser decisiva en el conjunto de actuaciones de la política exterior de la Monarquía y no quería dejar cerrada 561 “De dos hijas que Dios dio a vuestra alteza no aviendo al presente en la Christiandad sino dos príncipes con quien las pueda y las deua casar y ambos sobrinos de Vuestra Alteza, como no será my alma perpetuamente triste mientras en este cuerpo durare, sy ya que quiera darla vra alteza uno, no quisiere dar otra al otro siendo solo en la Christiandad con quien ella ahora de presente puede casar…” Catalina de Austria a Felipe II, AGS Estado leg. 392, nº 197 562 Catalina de Austria a Felipe II, Xóbregas 18 de Julio de 1575, AGS Estado leg. 392, nº 198 270 ninguna vía antes de tiempo. Pero había, sin lugar a dudas, otra serie de vacilaciones que estaban relacionadas con la persona de D. Sebastián. Mucho se ha escrito sobre las tendencias sexuales del rey portugués y a la luz de lo contenido en los despachos de los embajadores parece que había algún fundamento para la sospecha. Don Juan de Silva hace referencia a ello en uno de sus escritos a Felipe II y si bien es cierto que parece descartar la posibilidad de que las tendencias sexuales del monarca lusitano no fuesen las correctas, sí que alude al escaso apego que mostraba por el sexo femenino. “ Aunque V Mgd no me auía mandado expresamente examinar la sospecha que se a tenido de la inhabilidad del rey para tener hijos y la plática sea indecente es todavía este artículo tan importante que no quiero dexar de apuntar lo que me parece. Cosa es averiguada no auer el Rey hecho prueua de sí, ni intentado jamás muestra. Demás desto tanto odio a las mujeres que aparta los ojos dellas y si una dama le sirue la copa busca cómo tomarla sin tocarle las manos y jugando un día entero a las cañas no leuanta la cabeça a las ventanas. El aspecto es de hombre muy sano y antes fuerte que defectuoso. Dizen todavía que tiene en las piernas una frialdad muy grande y assí las abriga mucho pero muy buena fuerça deue tener en ellas porque haze grandes exercicios a la gineta. Criaronle los de la Compañía afeándole tanto el trato con las mujeres como un pecado de eregía y beuió aquella dotrina de manera que no haze diferencia de lo que es gentileza y virtud a lo que es ofensa de Dios y assí sospecho que podría ser no auer en él este defecto que se teme” 563 563 Carta de Don Juan de Silva a Felipe II, 6 de marzo de 1576, AGS Estado, legajo 393, doc. 20. No era el primero que discurría sobre este particular; en 1569 con motivo de la negociación con Francia, Don Fernando Carrillo había escrito a Felipe II en los siguientes términos “De lo que escribí a V M los días pasados cerca de las muestras del Rey, no he podido alcanzar a saber más de que no dejan de estar algunos sospechosos por lo que ven, y la enfermedad que tuvo; y de un médico castellano que ayudó a curalle della, le uí decir que en aquello no podía hablar, por lo que se podría también inferir de esta sospecha, no habiéndole visto hasta ahora mirar una mujer; mas también parece que la deshace saber cierto que estaba ya inclinado a casarse con la Princesa Isabel y que sintió mucho el deshacérsele, y haberme dicho otras personas que tienen entendido no ser defeto (…) y podría ser virtud” D. Fernando 271 Como vemos, esa falta de actividad sexual es achacada por el embajador español a las enseñanzas de sus maestros jesuitas y por tanto, no habría un impedimento real para que el monarca no pudiese casarse y procrear hijos con total normalidad 564. No obstante, la opinión del embajador sobre otros aspectos de la personalidad del monarca portugués distaba de ser positiva. Por la lectura de sus palabras entendemos que Don Juan de Silva consideraba a Don Sebastián como una persona excesivamente pagada de sí misma que consideraba contar con excelentes habilidades en determinadas actividades en las que, a juicio del embajador, no sobresalía precisamente. Así, en una carta posterior a la muerte del monarca y dirigida a Don Cristóbal de Moura afirmaba que el monarca “ no sauía la mitad y creía que no ignoraua nada” 565. Debemos poner en relación estas opiniones, absolutamente subjetivas y achacables a alguien que no contaba con un papel decisorio en el asunto del matrimonio de la Infanta, con otras consideraciones sobre el joven rey a quien muchos veían como alguien excesivamente impulsivo y obsesionado con determinadas empresas como es el caso de la Jornada africana. Las instrucciones desde Madrid van a ir dirigidas a desinflar las vanas esperanzas de los portugueses que, a pesar de las negativas, van a seguir alimentando y fomentando a través de las embajadas extraordinarias, por un lado, y de la entrevista en Guadalupe por otro. Este va a ser el objetivo de Don Luis de Silva que viajó a Madrid para lograr la conclusión de este matrimonio, Carrillo a Felipe II, Évora 6 de diciembre de 1569, AGS Estado, leg. 386, recogido en CODOIN vol. 28, p. 561 564 La educación de Don Sebastián corrió a cargo del jesuita Luis Gonçálvez da Camara quien ejerció como maestro y más tarde como consejero y confesor del monarca portugués. Algunos biógrafos han reseñado el excelente programa pedagógico- de inspiración jesuita- que vertebró la educación del rey y que ha sido visto, asimismo, como una de las causas para esa timidez frente a las mujeres que mostró desde la niñez. Véase el capítulo dedicado a la educación de Don Sebastián en LIMA CRUZ M. A., D. Sebastião, Rio de Mouro 2006, pp. 80- 88 565 Esta reflexión venía al hilo de una consideración sobre las buenas prendas del Archiduque Alberto, virreu de Portugal tras la salida de Felipe II. El fragmento completo nos dice lo siguiente: ““Soi llegado de tres días, y he hecho mil cosas, la primera acompañar al Sr Cardenal que fue a uisitar los nauíos de Fernán Téllez, y aprendido de su Alª el nombre de quantos palos tiene una destas naos debaxo de cubierta, acordóseme el Rey Sebastián que aya gloria que no sauía la mitad y creía que no ignoraua nada “ Carta de Don Juan de Silva, conde de Portalegre a Don Cristóbal de Moura, Lisboa abril de 1593, BNE Mss/981 f. 15v. No era la primera vez que hacía reflexiones de este tipo ya que en vida de Don Sebastián había transmitido así su opinión- algo más matizada- a Felipe II: “Son apetitos de su hedad, inclinación que se preçia mucho de marinero y quiere mostrar lo que piensa que entiende de la mar” Don Juan de Silva a Felipe II, Talaveruela 18 de diciembre de 1576, BL Add Mss 28340, ff. 117- 118 272 así como la ayuda de Felipe II para la comisión de la empresa africana de D. Sebastián. Una de las razones que nos ayudan a entender el por qué de la supervivencia de esas expectativas positivas va a ser la rivalidad entre los ministros del Rey566. No obstante parece que las esperanzas de que, finalmente Felipe II accediese a dar la mano de su hija, permanecieron siempre en las mentes de los portugueses. Don Juan de Silva, viendo que Don Sebastián, a pesar de que necesitaba urgentemente engendrar un heredero, estaba dispuesto a esperar sugiere a Felipe II el intercambio de infantas. En una estrategia que se repitió en otros proyectos, y considerando el año que separaba a ambas hermanas, Catalina Micaela se convertía en la opción que presentar a aquellos deseosos de la mano de Isabel Clara567. De esta manera, Portugal seguía contando con la alianza española y Felipe II seguía disponiendo de su primogénita para uniones de más provecho y renombre para la Monarquía Hispánica. En esta situación el embajador español tuvo que hacer uso de las evasivas para con los portugueses declarando que si Felipe II no accedía al matrimonio entre Isabel y Don Sebastián “ sería compelido por la causa común de la Cristiandad y por respetos santos y forçosos” 568. A lo que sí se va a comprometer Felipe II es a prestar ayuda militar para la empresa africana de su sobrino, empresa que se tornó fatal para el propio monarca y muchos de los que le acompañaron. Tras la muerte de Don Sebastián Portugal entra de lleno en la política de la Monarquía Hispánica pero desde otro ángulo; tras el breve paréntesis que supuso el reinado del anciano Cardenal don Enrique, Felipe II se dispuso a la reclamación y defensa de sus derechos legítimos a la sucesión de aquel reino. 566 “las competencias de los mismos ministros turban también el negoçio y rompen el secreto porque los amigos de Pedro de Alcáçoua por encarecer lo que hizo y desacreditar a Luis de Silua estiran la respuesta que se les dio, los de Luis de Silua dificultan y encrudecen la materia porque estorue lo que hiziere y no le den culpa de lo que no pudiere acabar…” Carta de Don Juan de Silva a Felipe, Lisboa 7 de Junio de 1577 II, BL, Add Mss 28340 ff. 222- 223 567 “…quando bien dilate un poco el publicarle [el matrimonio] mientras sus altezas llegan a hedad conviniente y que quando aquí llegue la Infante doña Ysabel le irá tan cerca su hermana que no aurá dificultad en casar con ella” Carta de Don Juan de Silva a Felipe, Lisboa 7 de Junio de 1577 II, BL, Add Mss 28340 ff. 222- 223 568 Don Juan de Silva a Felipe II, Lisboa 3 de abril de 1577, BL, Add Mss 28340, ff. 189- 190 273 La opción francesa En realidad puede decirse que la opción francesa fue la más complicada de tornarse en una realidad palpable, pero no por ello debemos ignorar el hecho de que hubo alguna propuesta al respecto. Las posibilidades de que Isabel o Catalina se convirtieran en Reinas Cristianísimas a través del matrimonio fueron bastante remotas, ya que para lograrlo el enlace debía de producirse con alguno de sus tíos, hermanos de Isabel de Valois. La previsible diferencia de edad entre los contrayentes constituía, así, uno de los principales obstáculos para su realización y, de hecho, los planes más realistas en este sentido fueron los que concernían al hijo menor de Catalina de Médicis, el Duque de Alançon. La personalidad y trayectoria política del Duque se convirtieron en dos obstáculos graves para la realización de un proyecto que fue gestado y defendido, principalmente, por la reina viuda de Francia y el Pontificado. El Duque de Alançon, por la documentación que contamos, no siempre debió de sentirse muy atraído por un proyecto que no le aseguraba, a priori, las ventajas que sí le podía reportar la alianza inglesa. No obstante, sí que pasó por su cabeza la idea de contraer matrimonio con una de sus sobrinas, tal y como pone de manifiesto Vargas Mejía en uno de sus despachos al Rey: “ Hame dicho una muger de la cámara de la Reyna madre que tuuo al secretario Gassot gran rato infromándose de lo de por allá y en particular de las Serenísimas Infantes y que hizo poner en su cabinete los reteratos que le truxo de sus Altezas y hauiendo venido después Monsieur los estuuo mirando gran rato y dixo a su madre casarme ya yo de buena gana con aquella, señalandola mayor y ella le respondió, bien hijo, todo podría ser no desesperéis dello y que él tornó a replicarle que holgaría mucho de que se pudiesse hazer y ella boluió a responder dándole todauía esperança.” 569. Esta noticia salida de boca de una de las damas de Catalina de Médicis no nos ofrece una explicación pormenorizada de las razones que tenía el Duque para casarse con Isabel Clara. El hecho de que la Infanta le resultase agradable no 569 Juan de Vargas Mexía a Felipe II, París 10 de febrero de 1578, AGS Estado, leg. K- 1547, nº 79 274 puede ser la única motivación para ello, por lo que debemos tener en cuenta otras motivaciones. La importancia que los Países Bajos van a tener en la vida del duque hace pensar en que la vía matrimonial podía presentarse a Alançon como otro camino para llegar al mismo fin. Eso nos lleva al otro polo de la ecuación y desde luego podemos afirmar que, Felipe II no vio con agrado un matrimonio que se le sugería desde fuera y que hubiese supuesto la unión de una de sus hijas con alguien que se había convertido en un grave problema por el devenir de los sucesos en Flandes570.Además, hay que añadir a ello las sospechas surgidas en torno a su sexualidad 571. Último vástago de Catalina y Enrique II, el Duque de Alançon mantuvo una complicada relación con sus hermanos de quienes, sin embargo, era heredero y sucesor. Ciertamente la situación que atravesó la dinastía Valois en estos momentos fue dramática, pues si bien es cierto que Catalina de Médicis había conseguido ofrecer al Reino una abultada descendencia masculina, las muertes prematuras convirtieron en soberanos a la práctica totalidad de sus hijos. Así, aunque el matrimonio de Carlos IX con la Archiduquesa Isabel sí dio sus frutos, el hecho de que fuese una niña supuso la entronización de Enrique III. El Duque de Alançon se iba acercando cada vez más al trono, pero ello no le aquietó y dio continuidad a una serie de empresas que añadieron inestabilidad a la ya crítica situación por la que atravesaba la Corona francesa, a la vez que empeoraba la relación con su hermano. Catalina de Médicis, tratando de mediar entre sus dos hijos supervivientes, tentó en diversas ocasiones al menor con la concertación de una alianza matrimonial con la Monarquía Hispánica. Para Catalina debían subyacer en dicho matrimonio razones de tipo más sentimental, ya que tendría como nuera 570 Una buena síntesis sobre la fallida intervención del Duque de Alançon (Anjou) en el conflicto de los Países Bajos en ELLIOTT, J. H., La Europa dividida (1559- 1598), Barcelona 2002, pp. 276- 285. 571 El embajador español hablaba de un vicio abominable en referencia a su homosexualidad, Don Juan de Zúñiga a Felipe II, París 19 de Junio de 1576, AGS Estado K- 1539, nº 80. De hecho, la relación con Avrillys, uno de sus favoritos, habría tenido esa clase de tintes, BOUCHER, J. “René de Lucinge, ambassadeur de Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P., BAURY R., VIGNAL- SOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris 2005, p. 391 275 a una de sus nietas, pero también otras de orden práctico. Si bien es cierto que a lo largo de la década de los 70 las relaciones con la Monarquía habían sido complejas y tensas, la reina viuda de Francia era consciente de la utilidad que reportaría al reino una alianza con Felipe II, volviendo, en cierta medida, a la situación que se había vivido en vida de Isabel de Valois. Desde Roma la idea de un matrimonio hispano- francés se vio con muy buenos ojos y, en realidad, es sencillo comprender qué veían de favorable en esa alianza. La situación político- religiosa en Europa era extremadamente compleja y la política de tolerancia seguida de dura represión que se estaba llevando a cabo en Francia no estaba dando los resultados adecuados. Para Roma debía de ser esencial un entendimiento entre las dos grandes Coronas católicas ya que de otro modo, los perjuicios que se podían generar en el escenario europeo podían ser mayores que los que ya se vivían. Juan Vargas Mejía, escribía al Rey Católico las noticias que a su persona- parece que por boca del Cardenal Viragohabían llegado en relación a esta proyectada alianza. Sin especificar si debía de ser Isabel o Catalina la elegida, las razones para defender el matrimonio con Alançon se fundamentaban en los beneficios para la Cristiandad ya que el casamiento “ sería la piedra fundamental para armar sobre ellas grandes buenos edificios” , esto es, una alianza sin fisuras entre Francia y la Monarquía que daría, posiblemente, al traste con el conflicto religioso que se vivía en aquel Reino. Sabiendo que las intenciones del Rey Católico iban por otros derroteros, el cardenal habría expuesto al embajador español que, Francia debía preceder a los dos candidatos previsibles para ambas Infantas, esto es, al Imperio y a Portugal, porque, de nuevo, los beneficios eran mayores. Es de suponer que en la mente del cardenal figuraba la idea de que el lazo existente entre Felipe II y sus dos sobrinos (Rodolfo II y Don Sebastián) era suficiente para mantener objetivos políticos comunes y que, por tanto, el matrimonio reforzaba el vínculo pero no era tan necesario como en el caso francés. Para Vargas Mejía existían razones de índole personal para que el Cardenal se mostrase tan activo en la elaboración de propuesta porque “ sospecho que 276 después que es cardenal, le paresce que podría ser Papa y no puede sin quererlo V Majestad, y que inclina a procurar su buena gracia…” 572. Idénticas “ presiones” recibió el rey en Madrid por parte de un enviado especial- Fabio Albergati- que, introducido por el nuncio residente en la Corte, presentó a Felipe II la propuesta del matrimonio hispano francés. La respuesta que el monarca ofreció al entonces embajador en Roma, Don Juan de Zúñiga, resulta suficientemente elocuente para comprender la actitud que aquel mantenía con respecto a este proyecto. En palabras de Felipe II “ vendría de mala gana” en la ejecución del proyecto porque Alançon “ no procede en las cosas de religión, ni en otras, como conuernía” . Entendía perfectamente por qué desde Roma se le estaba planteando tal matrimonio, pero en esa coyuntura sus planificaciones iban en la senda de convertir a sus hijas en Reina de Portugal y en Emperatriz respectivamente. Quizá resulta interesante ver cómo se defendía el matrimonio portugués cuando hemos visto, por otros documentos, que Felipe II trató de soslayar hasta su definitiva extinción las esperanzas que en el reino vecino tenían de ver a una de las Infantas como consorte de Don Sebastián. Sin duda alguna, se trataba de sacar partido a la táctica de la ambigüedad y vaguedad en las promesas, una vía que había resultado adecuada en años anteriores por la escasa edad de las Infantas pero que empezaba a ser menos efectiva conforme pasaban los años. El monarca así lo confiesa a su embajador: “ …El entretener con speranças a franceses porque con ellas procedan mejor y con más tiento en las cosas de Flandes, y en otras, no pareçe conuiniente porque no puede durar esto mucho, por la edad ya de qualquiera de las Infantes…” 573 El Rey Católico no quería ofrecer una negativa frontal a Francia así que proponía una solución intermedia que, por un lado, salvaba el deseo de la Santa Sede por ver coaligados a ambos monarcas y, por el otro, concedía a Felipe II un mayor margen de maniobra y tiempo para afrontar nuevas 572 Juan de Vargas Mexía a Felipe II, París 22 de Junio de 1578, AGS Estado, legajo K- 1544, nº 67 Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo de El Escorial 19 de Marzo de 1578, BL Add/Mss 28698, f. 130 [referencias anteriores en el texto también pertenecen a esta carta] 573 277 soluciones. La propuesta no era otra que un futuro matrimonio entre el Príncipe heredero y la hija nacida del matrimonio entre Carlos IX y la archiduquesa Isabel574. La escasa edad de los futuros contrayentes hacía de este proyecto un futurible que podía llegar a ser inviable dejando a Felipe II libre para construir otros proyectos más rentables a su política exterior; eso sí, aparecía ante los enviados del Papa abierto a las sugerencias que desde Roma se hacían para tratar de paliar los problemas del mundo católico. La fragilidad de estas propuestas quedó prontamente puesta de manifiesto por la alta mortandad que acechaba a los vástagos de la realeza: la princesa francesa murió el 2 de abril de 1578 (pocos días después de escrita esta misiva a Don Juan de Zúñiga), mientras que el Príncipe Don Fernando lo hacía en octubre de ese mismo año. Si bien Catalina de Médicis trató de resucitar en varias ocasiones el matrimonio para acercar las posiciones entre Alançon y Enrique III, lo cierto es que el Duque no parece que se viera tentado por la idea y sus acciones le encaminaron a revivir el proyecto inglés y a tener un protagonismo en los eventos que se desarrollaban en los Países Bajos españoles. Su prematura muerte en 1584 sumía a la dinastía Valois en la inestabilidad sucesoria que, a la postre, convirtió a Isabel Clara en protagonista indiscutible como pretensora a aquel trono, aspecto que vamos a tratar separadamente en otro apartado. Siguiendo en Francia, durante la década de los 80 van a circular una serie de rumores que contemplaban la posibilidad de un enlace entre alguna de las Infantas y Enrique III. Con la muerte de Carlos IX, el todavía Duque de Anjou trocaba la corona real polaca por la de San Luis y se convertía en la nueva esperanza para la dinastía Valois. Carlos IX dejaba tras de sí una única hija que tenía vedado el trono con motivo de la Ley Sálica, por lo que su hermano, Enrique III, debía engendrar el vástago varón que diese, finalmente, un respiro a la Familia Real francesa. Contra todo pronóstico el nuevo Rey Cristianísimo optó por contraer matrimonio con una mujer de la nobleza francesa, Luisa de 574 “…se me ha offrescido a mí con la occasión del aduertimiento de Su Santidad que podría ser del mismo efecto para confirmar y aumentar la amistad y confederación, casar al Príncipe mi hijo con la hija del Rey de Francia muerto” Ibídem, f. 130 278 Lorena- Vaudemont y si nos atenemos a lo que algunos autores han escrito sobre su reinado, parece que la pareja real gozó de una cierta felicidad conyugal575. No obstante la nueva consorte francesa tuvo que afrontar algunas dificultades: las infidelidades de su marido y la infertilidad. Pese a las numerosas rogativas y procesiones no acaba de venir al mundo el ansiado delfín que pusiese orden en la sucesión, a pesar de que los rumores sobre un posible embarazo estuviesen a la orden del día576. El problema a que se enfrentaba Enrique III era bien grave y de ahí que surgieran noticias sobre su intención de repudiar a Luisa de Lorena para contraer un nuevo matrimonio. Es en este punto donde de nuevo cobran protagonismo las Infantas ya que, según había llegado a oídos del embajador español en Turín “ todo el designio del Rey es buscar manera de repudiar a la Reyna su mujer y procurar de casarse con una de las Serenísimas Infantas” ; sin embargo también apuntaba que, la similitud de este caso con el que se había vivido unas décadas antes en Inglaterra con Enrique VIII, haría que Felipe II no se plantease casar a sus hijas con un monarca que “ contra la ley diuina y humana repudiasse a su mujer” 577. Aunque estamos hablando de rumores es muy posible que el razonamiento del Barón fuese por buen camino; en caso de plantearse tal situación era del todo punto imposible que una de las Infantas llegase a convertirse en Reina Cristianísima por esa vía. Tras la muerte en 1584 del hermano del Rey, el otrora Duque de Alançon, la situación en Francia se tornó dramática y de nuevo resonaron con fuerza los rumores de divorcio, e incluso, de que el monarca contrajese un nuevo matrimonio sin el trámite anterior578. 575 La noticia, de nuevo, no llegó a BERTIÈRE, S., Les Reines de France au temps des Valois. Les années sanglantes, Paris 1994, pp. 259296. 576 La corte de Madrid no fue ajena a ellos: “Publican algunos que la Reyª de Francia se halla preñada y en Francia, por mandado de aquel Rey, se hacen públicas oraciones en las Yglesias para que Dios le dé de su mujer línea masculina” El Cardenal Granvela a Cristóbal de Salazar, Madrid 4 de enero de 1582, AGS Estado, leg. 1527, nº 100 577 El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 16 de Julio de 1582, BL Add Mss/28418, ff. 21- 28 578 “…he entendido que se pone en plática por franceses que se devría justamente dispensar que el Rey hiziesse diuorcio con su mujer siendo tan grande el inconveniente de venir la sucesión a Bandoma y como esto ha sido tantas vezes tentado y excluydo con tanta razón van por otro camino peor, y es que tomase otra mujer juntamente con la que agora tiene, y aunque no he podido descubrir hasta agora que esta plática esté propuesta a Su Sd…” El Conde de Olivares a Felipe II, Roma 30 de mayo de 1584, AGS Estado, leg. 945, nº 51 279 materializarse en ningún momento y Luisa de Lorena siguió siendo Reina Cristianísima hasta 1589 cuando Enrique III era asesinado sumiendo al reino en una grave crisis dinástica. Las negociaciones matrimoniales con Saboya Las infantas Isabel y Catalina estuvieron rodeadas desde muy pronto por los rumores sobre su futuro matrimonial. Si bien es cierto que los contemporáneos- algo que la propia historiografía ha reflejado más tarde- se fijaron de manera más insistente en los posibles matrimonios para Isabel Clara, la infanta Catalina no fue ajena a ese tipo de especulaciones. En este sentido parece que, en algunas ocasiones, ambas hermanas se confunden en los planes matrimoniales, aunque lo cierto es que la realidad era bien diferente. Isabel Clara, como primogénita, estaba destinada a un matrimonio de mayor empaque, concretamente, el que la convertiría en emperatriz como consorte de Rodolfo II. Si hubo quien consideró que este enlace convenía a Catalina Micaela, ese pensamiento estuvo determinado por la posibilidad de que la primogénita se convirtiese en heredera de Felipe II por la muerte de sus hermanos varones. Catalina, por lo general, parece que fue vista como la protagonista de un “ enlace” menor, y aquí entraban diversas posibilidades, en principio, supeditadas a la decisión que se tomase en torno a Isabel. Portugal, Francia o el Imperio (a través de un archiduque) fueron las otras posibilidades que, junto a Saboya, se pensaron para la Infanta. Puede que en términos de precedencia y estatus el matrimonio de la hija menor de Felipe II pudiese ser considerado menor, pero desde luego lo que no se puede negar es que respondía a los complejos planes geoestratégicos de la Monarquía. Ya en 1572 el Comendador Mayor de Castilla, don Luis de Requesens, recomendaba a Felipe II estrechar la alianza con Saboya a través, precisamente de Carlos Manuel. Ante la previsión de que su padre muriese, temía el Comendador que el Ducado saliese de la órbita de la Monarquía y teniendo en cuenta su situación geográfica, que ello complicara el escenario norte- italiano. 280 Recelaba don Luis de la madre del Duque, Margarita de Valois y consideraba que el mejor medio para que Carlos Manuel siguiese los pasos de su padre era sacarlo de la Corte y llevarlo a Madrid donde fuese educado a la vera del Rey Católico. No sugería aquí el Comendador un matrimonio con las infantasaunque sí que Felipe II interviniese en la elección de la novia- pero sus palabras eran elocuentes en lo referente a la importancia de Saboya en los esquemas generales de la Monarquía579. De hecho esta intromisión en los asuntos de Ducado se va a repetir cuando Manuel Filiberto enviude y se le sugiera un matrimonio con la archiduquesa Isabel, reina viuda de Francia580. Las negociaciones con el Duque de Saboya fueron bastante largas y no estuvieron exentas de problemáticas diversas que detallaremos a continuación. Como único hijo varón legítimo de Manuel Filiberto de Saboya, Carlos Manuel I tenía una imperiosa necesidad de contraer un pronto matrimonio para asegurarse la sucesión de su Casa en el Ducado. Los acercamientos del embajador español en Turín, el Barón Sfondrato, fueron recibidos con una lógica alegría por parte del Duque. El casamiento con una Infanta de España era un logro importante para una Casa que, a pesar de pasar por una compleja situación política, había sabido llevar a cabo una acertada política matrimonial en las décadas precedentes. Sus antepasados inmediatos habían establecido importantes alianzas con las dinastías Habsburgo y Valois; así, Filiberto II había casado con una archiduquesa Hasburgo, Carlos I con una princesa 579 “…sería muy conveniente ganar la voluntad de su hijo, y la criança que él hasta agora ha tenido y tiene es muy contraria a esto, y no sé yo ningún medio si ya no huuiese algunos, para que se criasse en España, y no era menester differirlo, pues el mochacho cumplirá presto onze años, y si en esta edad no se comiença a ganar y obligar, se podrá mal hazer después. Bien creo que será difficultoso de arrancalle de su madre, y aún el duque temerá de embialle, por no hacerse sospechoso a franceses, si no fuesse hauiendo alguna ocasión de casalle Vuestra Magd. de su mano con persona muy conuiniente a sí. V Md lo considerará que a mí me ha parecido obligación mía acordallo en esta.” Don Luis de Requesens a Felipe II, Milán 12 de diciembre de 1572, AGS Estado leg. 1234, nº 56 580 “Después que murió la Duquesa de Saboya con el amor y voluntad que yo le tengo al Duque y lo que me lleua la obligación del deudo que entre nosotros ay, y por lo que desseo la seguridad y perpetuidad de su casa y estado, y que así como nuestros padres fueron casados con dos hermanas, así lo seamos nosotros; se me ha ofresçido que a todo esto podría ser bien que se casase con la Reina viuda de Françia, pues lo sufre la edad que el Duque tiene, y es con esto muy considerable lo que toca a la sucesión estando tan dudosa con no tener más de un hijo…”Felipe II al Marqués de Ayamonte, Madrid 26 de febrero de 1578, BL Add Mss/ 14008, f. 4 281 portugesa- Beatriz de Avis- y Manuel Filiberto, merced a los tratados de Cateau- Cambresis con una princesa francesa581. Si bien es cierto que las ventajas de un matrimonio con Catalina eran muchas, no todos los consejeros de Carlos Manuel van a apoyar esta alianza. Las alianzas previas con Habsburgo y Valois habían demarcado dos facciones o grupos dentro de la nobleza piamontesa: aquella más afecta al Reino de Francia y la que defendía la alianza con la Monarquía y por ende con los Habsburgo. De ahí que entre los cometidos del embajador español estuviesen, por un lado el control de Raconis- máximo exponente de la facción profrancesa582- y, por otro, la tarea de persuadir al Duque para que no contrajese otros matrimonios que no favorecían en nada a los intereses de la Monarquía Hispánica. Esas otras alianzas implicaban a la princesa de Bearne- Catalina de Borbón-, a la hija del Gran Duque de la Toscana y a la hija del Duque de Lorena. La alianza con Lorena era la más problemática y la que podía poner en jaque los planes del Rey Católico y era impulsada por Raconis. En el caso de Bearne, el argumento era sólido porque la princesa era protestante, y en el de Florencia, las persuasiones del embajador se centraron en señalar la escasa categoría de un enlace de esa naturaleza. El matrimonio con la hija del Gran Duque de la Toscana, no obstante, era apoyado por los venecianos, y los florentinos van a presionar ofreciendo una cuantiosa dote económica583. Pero Lorena ofrecía múltiples posibilidades al Duque y la corte francesa- con 581 La importancia de estos matrimonios para la constitución de partidos o facciones dentro de la Corte sabauda ha sido puesta de manifiesto por MERLIN, P. P., “Seguir la fazione di Sua Maestà Cattolica. Il partito spagnolo nella Corte di Savoia tra Cinque e Seicento” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y RIVERO RODRÍGUEZ, M., Centros de poder italianos en la Monarquía Hispánica (siglos XV- XVIII), vol I, Madrid 2011, pp. 247-265 582 Así se hace notar en un memorial sobre el estado de la Corte de Turín a la muerte de Manuel Filiberto: “Monsr de Raconis de la casa de Saboya que en tiempo de guerra a sido françés”, junto a él se mencionan otros parciales a Francia, como la parentela del propio Raconis en Relación del Conde Pedro Antonio Lunato sobre la muerte del Duque de Saboya y término en que queda su estado y casa, BL Add Mss/ 28451, ff. 327- 332 583 “(…) que [el Duque] está determinado a casarse lo más presto que pudiere y los casamientos que se le ofrecen son el de la Serma Infanta, Lorena, Bandoma y Florenª. El gran canciller le persuade con la de Bandoma, Raconis con la de Lorrena, y Legni con la Serma Infanta. Que el Gran Duque le offresce más de un millón de dote y venecianos procuran mucho este casamiento y lo mismo el Duque de Parma por casar a su nieto con la segunda de Florª que Alanson pide la primª de Toscana” Relación de quatro cartas de Don Sancho de Padilla para Su Majestad, Milán 19 de mayo de 1582, AGS Estado leg. 1255 282 Catalina de Médicis como “ celestina” - va a tratar por todos los medios de atraerse a Carlos Manuel. Esa persuasión se va a centrar en dos puntos fundamentales: una sustanciosa dote en dinero y la cesión de algún territorio, siendo Ginebra la posibilidad más repetida por los agentes franceses584. La introducción de esa plaza en la ecuación va a poner a Roma en la senda de la defensa de tal alianza matrimonial, lo que constituye un obstáculo más para que el Barón Sfondrato defendiese los planes de su señor ante el Duque. Las negociaciones del matrimonio entre la Infanta y el Duque estuvieron marcadas por el secretismo con que se llevó todo el asunto. Felipe II no quería que sus planes fuesen desvelados hasta el último momento, con el objetivo de evitar las interferencias externas que podían desbaratar el proyecto que el monarca tenía en mente. Quizá el elemento que marca de manera más gráfica dicho secretismo sea el envío de retratos entre los futuros cónyuges, hecho de manera muy discreta. De hecho, el retrato del Duque se hizo llegar en una caja que contenía otros objetos y la máxima preocupación del embajador va a ser una posible apertura de la misma en la frontera lo que produciría la rápida confirmación de los rumores que, obviamente, existían. “ Don Pº de Mendoça me escriue que con un criado suyo que va a esta Corte ha embiado mi caxa en que va el Sancto Sudario y que a él mismo ha dado una certificación de que en ella no ay más de aquella pintura, pero que teme que los guardas de Cathaluña y Aragón la abran, en lo qual pues auría el in conveniente que V. S sabe, pues hallarían el retrato del Duque, lo qual sería gran indicio para los discurrientes” 585 584 Catalina de Médicis confiaba en mantener a Carlos Manuel I en la órbita francesa; la princesa de Lorena era su nieta y si bien es cierto que Catalina Micaela también gozaba de esa condición, era a todas luces una princesa Habsburgo. Sobre este enlace véase BOUCHER, J. “René de Lucinge, ambassadeur de Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P., BAURY R., VIGNALSOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris 2005, p. 388 585 Barón Sfondrato a Don Juan de Idiáquez, Turín 25 de Julio de 1583, BL Add Mss 28418, f. 163. Sobre el envío del retrato de la Infanta tenemos también referencia, así el Barón escribía a Don Juan de Idiáquez sobre el agrado que el mismo había causado al Duque “…lo he mostrado al Duque y no basto a dezir lo que le ha ammirado…” Chambéry 28 de agosto de 1584, AGS Patronato Real, caja 46 f. 9. No debía de ser este el primero por lo que deducimos de esta otra información “por hauer venido aquí Hierónimo Sánchez hermano de Alonso, pintor de V Md, con dezir que él tenía orden de retratar al Duque, y dádole de parte de Alonso un retratillo de la señora Infanta doña Catalina” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 13 de Agosto de 1582, BL Add Mss 28418, f. 41 y ss. 283 El Rey Católico va a tratar de marcar los tiempos de toda la negociación. Frente a la premura deseada por el Duque- que se debía a consideraciones tan objetivas como la falta de descendencia586- Felipe II va a pedirle paciencia en la tramitación y conclusión de un matrimonio que debía responder a los intereses de la Monarquía. En este sentido, la negociación de los diferentes puntos va a ser un elemento más espinoso por cuanto el monarca estaba dispuesto a conceder algunos beneficios y privilegios, pero no todo lo que el Duque deseaba. El matrimonio con la Infanta Catalina llevaba aparejada la concesión de una dote económica, así como una pensión para el levantamiento de hombres de armas y la promesa de ayuda y colaboración por parte del gobernador de Milán. Con esto se respaldaban las acciones militares que ocupaban al Duque pero no se le concedía aquello que realmente deseaba: estados que pudiera añadir a sus territorios. Para Carlos Manuel era una petición que no se salía de lo extraordinario pues esos territorios desgajados por el Rey Católico de sus posesiones irían a parar a sus hijos- y por tanto nietos de Felipe II- en caso de haberlos, pero si Catalina muriese sin descendencia podrían revertir a la Monarquía. De ahí, que al iniciarse los contactos entre ambos el Duque tantease la posibilidad de que Felipe II le respaldase en su pretensión de adherirse el Monferrato. Este territorio había quedado unido al ducado de Mantua tras el matrimonio en 1531 de Federico II Gonzaga y Maragarita, hija de Guillermo IX Paleólogo de Monferrato. Sin embargo Saboya consideraba que tenía legítimos derechos sobre ese territorio en virtud de la ley sucesoria del territorio, ya que en caso de extinguirse la línea masculina de los Paleólogos, aquel debería pasar al Ducado con el cual se habían establecido conexiones matrimoniales en 586 En el mencionado memorial de Pedro Antonio Lunato se hace referencia a la débil constitución del Duque que hacía peligrar la sucesión de aquella Casa: “Este Carlos Emanuel duque presente nasció a los 12 de henero 1562 ansí que a otros tantos del que viene cumplirá veynte años pero no muestra catorze en la presencia y disposición, siendo pequeño de cuerpos, ni señal de barbas, descolorido mucho, y lo que es peor flaco y de poca complisión la qual paresçe que da ocasión de temer de la sucesión tanto más que hasta agora no ha dado muestra de inclinación a las cosas que preçeden a ella.” Relación del Conde Pedro Antonio Lunato sobre la muerte del Duque de Saboya y término en que queda su estado y casa, BL Add Mss/ 28451, ff. 327- 332 284 1330 y 1485587. En este sentido, la estrategia de Madrid se va a centrar, principalmente, en la prudencia ya que, obviamente, no les interesaba un enfrentamiento con Mantua588. Sin embargo, Felipe II no estaba dispuesto a conceder esa dote territorial a su hija y así se lo va a hacer saber a su embajador. En este sentido, es comprensible que la propuesta defendida por la Corte francesa fuese vista con una cierta prevención por el Barón Sfondrato que va centrar sus argumentos de disuasión en la poca confianza que debían generar en el Duque las promesas- vanas- de aquellos, fundamentadas en los recientes desplantes que los franceses habían hecho a los titulares del ducado 589. El embajador español era consciente de que el matrimonio con la Infanta era muy atractivo para el Duque, incluso sin contener una cesión territorial, pero sus despachos inciden en el doble juego que marcaban las acciones de Carlos Manuel I. Por una parte, el Duque realizaba una serie de gestos que señalaban ante la corte piamontesa el especial favor hacia España y su embajador, hablando con él en público, vistiéndose a la española, etc590. Pero, otros hechos, como el ascendiente de Raconis sobre la persona del Duque eran preocupantes. Los despachos del embajador 587 inciden en cómo iba OSBORNE T., Dynasty and Diplomacy in teh Court of Savoy. Political culture and the Thirty Years’ War, Cambridge, 2002, p. 29. 588 Desde el Ducado se van a movilizar los recursos diplomáticos para conocer la posición del Rey Católico a este respecto, logrando un mensaje de calma por parte de los servidores de Felipe II: “Dize don Sancho que el embaxador de Mantua le ha hablado temeroso del de Saboya, y por ventura sospechoso que V Md use de la dissimulación que pretende el de Saboya, suplica a V Md que en caso que boluiesse los ojos al Monferrar le auise V Md muy claramente cómo se ha de gouernar, porque sin la orden de V Md estará muy confuso en lo que ha de hazer [ojo. Vaya quitando al de Mantua todos los recelos y sospechas como también acá se ha hecho por medio de su embaxador y aunque no es de creer que el de Saboya se ponga en tan resolución sin dar quenta a Su Md aduiertan él y el Varón a que esto no aya descuido sino que si uuiere peligro le aduiertan que en ningª manera se ponga en ello sin auisarlo primº a Su Md pero si no se corre riesgo no despierten al que duerme]” relación de quatro cartas de Don Sancho de Padilla para Su Md, Milán 19 de mayo de 1582, AGS Estado, leg. 1255 589 Con la siguientes palabras avisaba Sfondrato al Duque de Saboya: “los que agora le antepornán y prometerán mil cosas son los mismos que para induzirle a que entregasse el castillo de Carmañola al Rey de Francia le prometieron luego, en haziéndose esto, le darían en casamiento la de Lorena con el marquesado de Saluzzo en dote y que de la manera que cumplieran agora estotro; y que considerasse si cabe en entendimiento humano que el que le impide que no cobre Genevra, cosa de su patrimonio tan antiguo, le quiera dar agora de la propia” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 13 de agosto de 1582, BL Add Mss/28418, ff. 41- 51 590 “Tópele al día siguiente en el punto que entraua en el juego de la pelota con un vestido y brío a la española, tan natural como si se huuiera criado en Madrid. En viéndome platicó conmigo y duró más de una hora gustando él de dar zelos a muchos que estauan allí, y particularmente al secretario del Rey de Francia” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 13 de agosto de 1582, BL Add Mss/28418, ff. 41- 51 285 evolucionando la relevancia cortesana de este particular consejero cuyos lazos con Francia eran evidentes. El disimulo del Duque era en cierto modo una imposición de Madrid, pero lo cierto es que Sfondrato va a sospechar en algunas ocasiones sobre las verdaderas intenciones del mismo. El embajador por tanto, va a tener que conducir las acciones del Duque, convenciéndole de las ventajas que la alianza con el Rey Católico tenía y aparatándole de los consejos de los franceses. Los rumores van a estar muy presentes en estas negociaciones matrimoniales y quizá el más interesante va a ser la posibilidad de un matrimonio con la Infanta Isabel. El embajador da cuenta de la llegada de las habladurías que desde la Corte de Madrid habían surgido acerca de la conveniencia de un matrimonio con la primogénita de Felipe II. El Duque de Alba habría aconsejado al Rey Prudente esa alianza en previsión de que la Infanta sucediese a su padre; de esa manera, la Monarquía se enriquecería con nuevos estados y se consolidaría la presencia en el norte de Italia. “ El duque me ha mostrado, como prometió, las cartas que su embaxador Palaueçín le escriue a 13 del pasado que, con ser muy largas, se reducen a un punto solo, y que ay, no solamente en corrillos de gente vulgar, pero de personas principales, ha oýdo discurrir que agora, para la conseruación [de] esta Monarchía ningún casamiento está tan bien a la Serma Infanta doña Ysabel como el deste Duque, pero que allende de otros respectos de mucha consideración se verná, en falta del Serenísimo Príncipe lo cual confío en Dios que no será, a hacerse invencible la Corona de España con añadírsele estos estados de Piamonte y Saboya y el Puerto de Villafranca, y alguno ha dicho que esto propuso el Duque d’Alua” 591 591 El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 24 de enero de 1583, BL Add Mss/ 28418, ff. 114- 115. Sobre la procedencia de la sugerencia se hacía eco Cabrera de Córdoba: “El Duque de Alba fue de parecer que la mayor, doña Isabel, se le diese [en matrimonio], porque sucediendo el faltar subcesores, sus hijos heredasen la Monarquía crecida con los estados del Duque, importantes para la conservación de Italia y paso de Flandes y freno de Francia, pues la alteza de sangre del Duque era real, descendiente del gran Signardo, rey de Sanovia [sic], y esclarecida con la real de Portugal y Francia” CABRERA DE CÓRDOBA, Tomo III, p. 1054 286 En un principio, Carlos Manuel I se va a mostrar prudente y va a transmitir al embajador español su alegría por el hecho de que Felipe II estuviese dispuesto a entregarle la mano de una de sus hijas, aunque ésta fuese Catalina Micaela, pero sin duda, no podía ser inmune a esas habladurías y, sobre todo, a la alta consideración que supondría un enlace con la primogénita de la Monarquía por ello se va a mostrar abierto a la posibilidad de tantear el terreno y “ le pareze que sería gran descuydo no mouer con tiento la plática con algún ministro” de Felipe II- en concreto, con don Juan de Idiáquez- lo que provocó que el Barón mostrase al Duque cuál era la situación: “ Yo he dicho al Duque, como otras vezes, que no conuiene en ninguna manera tentar este vado con que se arguyría cobdicia y demasiada especulación del uenidero, que si esto conuiniere al seruicio de Su Md él es príncipe tan cuerdo en estremo y prudente y no aurá menester de quien se lo acuerde, mas quando no convenga frustratorias son todas las negociaciones y diligencias del mundo” 592 Si bien es cierto que el asunto no fue a más, la transmisión de semejantes noticias es buena muestra de las posibilidades geoestratégicas de esta unión “ menor” . Hasta la preparación de la Jornada de Aragón para la celebración de los esponsales hubo un cierto desconcierto entre los embajadores extranjeros. Monsieur de Longlée dio particular cuenta de los planes matrimoniales para las infantas en su correspondencia con la Corte francesa y si bien es cierto que informa sobre el plan con Saboya, sus despachos basculan entre la certeza sobre el matrimonio y los desmentidos593. Debió de funcionar bastante bien el disimulo y secretismo porque los franceses pensaron, y así se lo hicieron ver al Duque, que Felipe II le entretenía en quimeras imposibles pues reservaba a sus 592 El Barón Sfondrato a don Juan de Idiáquez, Turín 25 de Julio de 1583, BL Add Mss/ 28418, f. 163 El embajador informaba sobre los planes matrimoniales a su señor, aunque estaba convencido de que detrás de esas negociaciones había algo más “L’ambassadeur de Savoye doibt traicter quelque negotiation d’importance; je suis après à la découvrir, ne me contentant d’avoir esté asseuré que c’est pour le mariage de son maistre avec la plus jeune de mesdames les Infantes (…) mais j’estime qu’il doibt y avoir aultres traictez entre ledict duc et ce roy icy…” Monsieur de Longlée a Enrique III, 1 de febrero de 1584, DDML, p. 16 593 287 hijas para sendas uniones con la rama vienesa de los Habsburgo 594. Además, hay que tener en cuenta que, en determinados momentos de la negociación el propio embajador español en Turín va a informar a Felipe II sobre las posibilidades reales de que la alianza con Lorena saliese adelante; sin duda alguna, Monsieur de Longlée debía ser consciente de la importancia de esta negociación paralela y por ello va a mostrarse tan escéptico sobre la posible conversión de Catalina Micaela en Duquesa de Saboya595. Sin embargo, erraron los franceses en estos cálculos porque el enlace de la Infanta menor con la dinastía ducal sí que tuvo finalmente lugar. Para formalizar el compromiso, el Duque de Saboya envió a su medio hermano, Don Amadeo para que cumplimentase al Rey Católico: “ La conclusión del matrimonio de la señora Infanta con el Duque de Saboya alegra toda esta Corte, y el señor Amadeo ha venido de parte del Duque” 596. A pesar de que Granvela habla de felicidad en la Corte hay que señalar que no todo el mundo se mostró tan halagüeño con este particular desenlace. Así se desprende de la narración que, de estos hechos, dejó constancia el embajador de Rodolfo II en su diario: 594 Así en carta a Enrique III de 29 de febrero de 1584 afirma Longlée que “Je croy que le Duc de Savoie sera longuement trompé de son esperance, en laquelle on l’entretient plus que jamais”; no podía ser de otra forma, además, porque antes debía de celebrarse el matrimonio de Isabel Clara y despejar dudas sobre la sucesión: “l’opinion de ceux qui parlent avec plus de fondement de ces mariages este que ledit Roy ne se declare pas du mariage de la seconde qu’il ne voye si l’aisnée aura des enffans, presuposant que le prince d’Espaigne n’est pas pour vivre non plus que ses freres”, esto es con el emperador y uno de los archiduques (a Enrique III en 12 de febrero de 1584). Pero además, consideraba que, tanto la emperatriz como el embajador cesáreo querían “les deux soeurs pour les deux freres” (a Enrique III en 14 de Julio de 1584), DDML, pp. 31, 19 y 97 595 Los franceses van a ser extraordinariamente persuasivos y así Sfondrato habla sobre el envío de cartas por parte de Enrique III y Catalina de Médicis donde ofrecían 800000 ducados de dote, más un estado valorado en 200000, pero además, contaban con el apoyo sin paliativos del Papa quien a través del Nuncio en París hacía “mucha instancia al Rey para que lleue adelante este casamiento y que para faciliralo haga caer Genebra en manos del Duque” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 4 de abril de 1583, BL Add Mss/ 28418, f. 147 596 El Cardenal Granvela a Cristóbal de Salazar, Madrid 14 de octubre de 1584, AGS Estado leg. 1530, nº 158. Kevenhüller se hace eco de esta embajada: “A seys de octubre [de 1584] vino a la Corte a besar las manos a la novia Amadeo de Saboya, hermano bastardo del Duque de Saboya, salióle a recibir su huésped el Comendador Mayor de Castilla y a acompañarle y recibirle fueron el Almirante de Castilla, el marqués de San Cruz, los duques de Soma, de Francáuila, de Pastrana, el Príncipe de Ásculi y toda la nobleza de la Corte. A ocho del mismo mes le fue a visitar el Conde de Franquenburg y le trató de excelencia. Su magestad quando le dio audiencia le trató también de excelencia, hizo su embajada cubierto. Regocijose su venida con la fiesta acostumbrada de toros, entretúbose en caza y montería” VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 289. 288 “ Nunca el conde de Franquenburg fue de parezer que el cassamiento con el de Saboya era a propósito, y assí se concluió secretamente y sin que él lo supiese y sin dar quenta al emperador, de que después por sus cartas se quejó al rey don Felipe” 597. No se explaya Kevenhüller en las razones sobre que aducía para considerar inconveniente el matrimonio, aunque la queja del emperador nos puede remitir al problema de las precedencias. Quizá, Rodolfo II pensaba que Felipe II no tenía intención de casar a Catalina Micaela hasta que se resolviese en el matrimonio de Isabel Clara y se sintió “ maltratado” al verse pospuesto por detrás del Duque de Saboya. Pero lo que sin duda muchos contemporáneos debieron de ver es que la nueva alianza concertada por el Rey Católico situaba a su hija en una posición inferior a la que por derecho le correspondía. Esa sombra de enlace menor, sin duda, persiguió a Catalina Micaela quien, sin embargo, cumplió un destacado papel en la diplomacia europea de la década de los 80 y 90. Matrimonio dinástico. Las negociaciones con los Habsburgo. Si hay un hecho que condicione de manera clara el matrimonio de Isabel Clara Eugenia es la negociación constante que se llevó a cabo para tratar de establecer una alianza entre la Infanta y Rodolfo II lo que hubiese supuesto la conversión de aquella en emperatriz598. Este escenario era visto como algo lógico por muchos de sus contemporáneos: en realidad, una corona imperial era un destino adecuado para la Infanta primogénita de la Monarquía y lo extraño es que ninguna de las hijas de Felipe II alcanzara esa posición. Sin embargo, lo que a priori se consideraba lógico, incluso fácilmente realizable, se tornó en una larga e imposible negociación cuyo fracaso puede ser explicado desde múltiples factores. La historiografía, al acercarse a este punto, ha tratado de dilucidar quién fue el responsable último de ese final frustrado: ¿fue Felipe II el responsable, o fue Rodolfo II? Eran muchos los problemas a los que había que enfrentarse: el deseo de Rodolfo II de que la Infanta recibiese una dote 597 598 VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 288 Para la figura de Rodolfo II: EVANS, R. J. W., Rudolf II and his world, Oxford 1973 289 territorial- preferentemente los Países Bajos-; asimismo, la aspiración del Rey Católico de recibir un mayor respaldo del Imperio en el conflicto flamenco; y quizá, en último término, hay que tener en cuenta los tiempos que ambos quisieron manejar en esta negociación. Como hemos visto en los casos anteriormente expuestos, Felipe II fue reacio a adoptar una decisión rápida sobre los matrimonios de sus hijas. Las expectativas en torno a las infantas surgieron de manera muy temprana cuando ambas eran niñas de corta edad; para Felipe II este hecho era un factor que jugaba a su favor porque le permitía no implicarse demasiado con los otros potentados: se abría la puerta a una posible alianza a la vez que se dejaba claro que la corta edad de las niñas imposibilitaba una conclusión rápida del mismo. Una lógica alianza con el emperador suponía un elemento disuasorio de esos otros proyectos, pero, al igual que ocurría con las expectativas de portugueses o franceses, las esperanzas de una pronta conclusión del matrimonio imperial no se materializaban. No podemos decir que Felipe II se opusiese a esas negociaciones ya que la documentación diplomática hace continua referencia al matrimonio, pero parece que siempre existía algún contratiempo que impedía la culminación del proyecto. De nuevo hay que hablar de las posibilidades sucesorias de Isabel, menos claras en la década de los 70 pero de plena actualidad en el decenio siguiente. En este sentido, las opiniones eran diversas: para algunos, el hecho de que Isabel se pudiese convertir en Reina Católica impedía de todo punto la posibilidad del matrimonio imperial; para otros, la resurrección del “ Imperio de Carlos V” que supondría el matrimonio entre Rodolfo II como emperador e Isabel Clara como sucesora de la Monarquía no resultaba una idea descabellada. Una de las figuras más implicadas en la negociación de este matrimonio fue la emperatriz María. La hermana de Felipe II fue una defensora tenaz de la conclusión del mismo y por ello presionó a partes iguales al Rey Católico y al emperador para que acercasen posiciones y aclarasen un asunto que parecía fácil de llevar a la práctica. A mi entender, la razón principal que explica ese extraordinario tesón no es otro que asegurarse una digna sucesora en el papel 290 que ella misma había cumplido en el Imperio. María vio en la Infanta Isabel la mejor candidata para jugar el papel de consorte de Rodolfo II en un escenario complejo, tanto en el aspecto político como religioso; además, debía de ver como una especie de “ derecho natural” asegurarse la mano de la Infanta y primogénita de Felipe II para su hijo. Debemos entender, en primer lugar, el papel destacado que jugó María en la política imperial durante los reinados de Maximiliano II y Rodolfo II. Una gran parte de la historiografía sobre el Imperio ha juzgado de manera muy dura a la emperatriz; así, frente a la imagen de un Maximiliano tolerante en lo religioso, María sería la representante de un catolicismo ultra-ortodoxo e intransigente, perfectamente acorde con su origen hispánico 599. Efectivamente existió una colisión entre la emperatriz y su marido por las cuestiones religiosas que la llevó, entre otras iniciativas, a apoyar de manera muy clara la educación de sus hijos en la Corte de Madrid 600. Una lectura de los despachos diplomáticos referentes a la Corte de Viena nos da una idea certera sobre esas tensiones que responden a lo complejo del clima religioso del Imperio en el siglo XVI. La subida al trono de Rodolfo II no habría mitigado esa tensión, hasta el punto que algunos biógrafos del emperador sostienen que la salida de la emperatriz viuda de la corte imperial, instalada en Praga, se produjo por el enfrentamiento e incomprensión mutua existentes entre madre e hijo. De nuevo la intransigencia católica de María sería el factor explicativo. Ello puede dar a entender que Rodolfo II se movía en una cierta heterodoxia o relajación en materia religiosa, un hecho que, sin embargo se ha cuestionado por algunos de los que se han acercado a estudiar a Rodolfo II. En este punto habría que conectar con la idea de la relación entre el emperador y el Rey Católico: ¿fue fluida, problemática, imposible? Y aquí surgen dos interpretaciones: Rodolfo 599 Esa es la idea que se puede extraer de algunas biografías sobre Rodolfo II como es el caso de la de ERLANGER, P., Rodolfo II (1552- 1612). El emperador insólito, Madrid 1974, que llega a hacer las siguientes aseveraciones sobre María: “...a pesar de las quince maternidades, a pesar o debido a su existencia monacal, la emperatriz era detestada”, p. 54 600 En su biografía sobre Maximiliano II, Paula Sutter califica la relación entre el emperador y María de cercana y afable; Maximiliano mantuvo una estrecha relación con su mujer y la consideró siempre una confidente por lo que respetaba sus opiniones políticas. Eso sí, diferencias entre ambos también existieron y la diferente visión en lo que respecta a las tensiones religiosas que vivía el Imperio fue significativa. SUTTER FICHTNER, P., op cit, pp. 116- 117 291 II, educado como archiduque en la Corte de Madrid habría acabando por odiar todo lo “ español” y por ende a su tío; frente a la imagen negativa, otros no han podido, en cambio, pasar desapercibido el hecho de que Rodolfo es, en muchos aspectos, un emulador de su tío y más concretamente en la construcción de ese modelo de mecenas que ambos representaron601. Esta última visión no puede pasar desapercibidas las lógicas tensiones existentes entre las dos ramas que, si bien, quisieron jugar ese papel de defensoras de la Europa católica, lo plantearon desde puntos de vista diferentes, condicionados por los problemas que les acuciaban de manera diferenciada. La emperatriz María trataba de consagrar con el matrimonio esa unión entre las dos ramas de los Habsburgo, política de la que ella era, el primer gran ejemplo a seguir. Efectivamente, Carlos V unió a su hija primogénita con el archiduque Maximiliano quien, tras los acuerdos familiares de Augsburgo en la década de los 50 se posicionó de manera favorable a la hora de suceder a su padre, Fernando I; si bien Carlos V no quería ver eliminadas las posibilidades de que su hijo, Felipe II, llegase a ceñir la corona imperial. El caso es que a la muerte de Fernando I, y no sin ciertas dificultades, Maximiliano y María ascendieron al trono imperial. De haberse cumplido el deseo de María, Isabel Clara hubiese ocupado la posición de su tía en el Imperio, una situación que sí vivirían otras infantas en el siglo XVII (caso de la Infanta María, casada con el emperador Fernando III; y de la Infanta Margarita que se unió a Leopoldo I)602. Este hecho nos impele, en cierta medida, a ver estos matrimonios cruzados como un hecho natural que define una de las líneas básicas de la política Habsburgo y que sería la conservación de la unidad dinástica; también ha sido objeto de críticas por los efectos negativos que la excesiva consanguineidad acarrearon a una dinastía que, en el caso español, llegó al agotamiento y 601 Para ahondar en esa faceta de Rodolfo II como mecenas resulta de interés la lectura de JIMÉNEZ DÍAZ, P. El coleccionismo manierista de los Austrias. Entre Felipe II y Rodolfo II, Madrid 2001 602 Sobre las negociaciones matrimoniales que finalizaron en la concertación del matrimonio entre la Infanta María y Fernando III véase PIZARRO LLORENTE, H., “La elección de confesor de la infanta María de Austria en 1628” en MARTÍNEZ MILLÁN, J., y GONZÁLEZ CUERVA, R., op cit., pp. 759- 799. Sobre la Infanta Margarita y su matrimonio con Leopoldo I: OLIVÁN SANTALIESTRA, L., “Giovane d’anni ma vecchia di giudizio. La emperatriz Margarita en la Corte de Viena” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y GONZÁLEZ CUERVA, R., op cit., pp. 837- 908 292 extinción en 1700. Posiblemente, a la altura de 1570 María ya estaba viendo esa “ naturalidad” de la alianza que concordaba con la importancia que las diversas familias dinásticas dieron a las uniones matrimoniales como elementos imprescindibles para su continuidad y mantenimiento de unas líneas políticas establecidas. El análisis de este proceso nos permite hacer un seguimiento puntual de las líneas que siguieron por un lado, la política matrimonial que Felipe II proyectó para sus hijas y, por otro, los vaivenes de la política exterior de la Monarquía. En la confluencia de ambas podemos ver el por qué de esos cambios y por qué todo resultó como se produjo. El nacimiento de Isabel Clara en 1566 fue seguido, un año más tarde por el de otra hija, Catalina Micaela. Felipe II mostró en ambos casos la faceta de padre orgulloso y feliz alejando los rumores del desencanto que tales natalicios ocasionaban por el sexo de las recién nacidas. En aquel momento, Felipe II contaba con un heredero varón y sus hijas eran prueba fehaciente de la capacidad de la reina por dar a luz niños sanos que acrecentasen la descendencia del Rey Prudente. Desde Viena ambos nacimientos debieron de ser vistos como una feliz coincidencia porque, lo cierto es, que Maximiliano II y María no escaseaban en prole. Así, podríamos decir que si en el Imperio contaban con archiduques, en la Monarquía había Infantas y, por tanto, las posibilidades de entrecruzar ambas ramas a través de los vínculos matrimoniales quedaban enormemente facilitadas603. Los emperadores ya vieron en Isabel una posible consorte para su hijo primogénito, un hecho que muchos dieron por seguro en las décadas subsiguientes. Cuando la emperatriz preparaba la llegada de Ana de Austria a la Corte española no escapaba a su análisis el futuro del resto de sus hijos y más concretamente el de su primogénito y heredero a la Corona Imperial. El matrimonio de la archiduquesa Ana se capituló a la vez que se hacía el de su hermana menor, la archiduquesa Isabel y suponía, además, el regreso de los 603 “…el mayor consuelo que tengo para lo presente y lo de adelante es considerar que mis hermanos tienen hijos y yo hijas…” Felipe II, Madrid 28 de enero de 1568, AGS Estado leg. 663 recogido en CODOIN, vol. 101, p. 358 293 archiduques Rodolfo y Ernesto a la Corte imperial, toda vez que marcaba la salida de Alberto y Wenceslao hacia la de Madrid 604. La preocupación por el devenir de sus hijos mayores era notable. María debía de ver la Corte madrileña como un espacio seguro para los príncipes que podían echarse a perder una vez que regresaran a su tierra de origen. En palabras de la propia emperatriz “ …yo veo claramente la perdición destos rrapazes en venir” 605. En varias ocasiones expresa el deseo de que el archiduque permaneciese por más tiempo en la Península con su tío, y quizá una vía para ello sería acordar el matrimonio con la Infanta. La emperatriz era consciente de que era una tarea complicada convencer a Felipe II para que adoptase una resolución, ya que Isabel era entonces una niña de cuatro años606. María va a hacer partícipe tanto a Felipe II como a su hermana de las preocupaciones por los archiduques. Era consciente de los beneficios que la estancia en Madrid, habían tenido para los dos hermanos con la influencia del monarca pero también de la princesa607, y pensaba que esa labor se podía echar a perder una vez que regresaran a la Corte Imperial. Insiste por ejemplo, en la necesidad de que el barón Dietristain esté atento a ellos para manejarlos si fuese menester: “ …era arto menester su compañía para Rodolfo y Ernesto. Y ansy suplico a vos que se lo escriva porque al fin son repazes, y sy no es él muy pocos ay que les digan lo que an menester, y, aún con quel se lo diga, no sé sy lo entiendan ellos como sería razón…” 608 604 El emperador venía insistiendo desde hacía años en el regreso de los archiduques a la Corte imperial por “la necesidad que tenía de sus hijos por los fines que tiene dichos del gouierno de Bohemia y Hungría para poderse él acercar a el Imperio…” Luis Venegas a Felipe II, AGS Estado leg. 665, nº 20 605 La Emperatriz María a Felipe II, s. l. 29 de noviembre de 1570, ADA caja 20/98, recogida en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 200 606 “…Y sy mi sobrina tuviera la edad que vos dize que le falta estuviera yo muy lejos de tratar esto, porque lo que deseo para mis hijos deseo para ella…” La Emperatriz María a Felipe II, s. l. 29 de noviembre de 1570, ADA caja 20/98, recogida en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit. p. 200 607 “...Y vienen [tan] bien avezados de nuestra hermana que todo les [pare]çerá ques muy diferente de aquello” La Emperatriz María a Felipe II, Viena 21 de Septiembre de 1571, ADA Caja 20/95, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 227 608 La Emperatriz María a Felipe II, Viena 29 de Noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 264 294 María quería que sus hijos siguieran manteniendo un estrecho contacto con su tío a través de la correspondencia, al mismo tiempo que esperaba de su hermano que se encargase del porvenir de sus sobrinos. En efecto, la extensa prole de María y Maximiliano II suponía un problema, sobre todo, en el caso de los archiduques. En este sentido, el Rey Católico podía ser una buena baza para lograr que aquellos se vieran beneficiados con nombramientos y rentas que les permitiesen vivir609. Rodolfo II no suponía un problema, ya que se situaba en primer lugar en el orden sucesorio, pero María va a tratar de que Felipe II ayude al resto de los archiduques: “ …Y vos solo es el que nos a de hazer contentos a entrambos por un cabo nuevo porque vos emplee en algo a Ernesto…” 610. Lo cierto es que Felipe II prestó una especial atención a la educación y carreras de todos sus sobrinos, si bien es cierto que “ dotó” mejor a unos que a otros. Los casos de Ernesto y Alberto son significativos, sobre todo, por la importancia que van a tener como alianzas posibles para la Infanta. El archiduque Ernesto tuvo un papel destacado en el Imperio actuando como lugarteniente del emperador, su hermano; pero también, lo jugó en el contexto de la política de la Monarquía ya que forma parte de ese grupo de gobernadores “ de la sangre” que se va a hacer cargo de la gobernación de las provincias flamencas. Por su parte, el archiduque Alberto, fue destinado a la carrera eclesiástica y en esa dirección siguió su formación. Además del capelo cardenalicio, Felipe II trató de lograr para él el arzobispado de Toledo, que además de sede primada, suponía el ingreso de una cuantiosa renta. De manera paralela, Alberto desarrolló una fructífera carrera política al servicio de su tío: tras acompañarle en la Jornada portuguesa, fue nombrado virrey de aquel reino, donde tuvo la oportunidad de poner en práctica la formación que había recibido desde los once años. El abandono de Portugal estuvo 609 Este aspecto ha sido tratado por DUERLOO L., Dinasty and piety. Archduke Albert (1598- 1621) and Habsburg Political Culture in the Age of Religious Wars, Farnham 2012, pp. 237- 245 610 Si bien es cierto que, a continuación la emperatriz añade algo sobre el efecto que esta ayuda podía tener en Rodolfo “y por otro pienso que sería daño para su hermano” La Emperatriz María a Felipe II, Viena 29 de Noviembre de 1573, ADA Caja 20/96, recogido en GALENDE DÍAZ J. C. y SALAMANCA LÓPEZ M., op cit., p. 264 295 determinado por la necesidad y deseo de Felipe II de contar con alguien que le asistiese en el gobierno de la Monarquía desde Madrid y le ayudase en la tarea de educar al heredero al trono, el futuro Felipe III, con quien entabló una estrecha relación. A la muerte de su hermano Ernesto, el archiduque se dirigió a los Países Bajos para cumplir la función de gobernador que ejerció hasta su matrimonio con la Infanta Isabel. La temprana muerte de Wenceslao impidió que fructificase una carrera a la sombra de su tío, pero no se puede negar que durante su corta estancia en Madrid, Felipe II hizo bastante por su sobrino: un hábito de la Orden de Malta y gestiones para lograr los prioratos de Castilla y León, y una encomienda en el Viso 611. Sus otros sobrinos, Matías y Maximiliano, debido a que nunca estuvieron en la Corte de Madrid, tuvieron una relación más distante con su tío, aunque eso no significa que el monarca no prestase atención a sus respectivas trayectorias. Volviendo al asunto del matrimonio entre Rodolfo II e Isabel Clara, la conclusión del mismo estaba muy lejos de producirse en la década de 1570. Felipe II, como ya hemos señalado, contaba con la baza de la edad pero, evidentemente, podía fallar en sus previsiones y perder la oportunidad que se le ofrecía en la persona del entonces archiduque. En efecto, Rodolfo fue igualmente susceptible a las proyecciones matrimoniales del mismo modo que sus hermanas o sus primas. Así, dos de las opciones que se barajaron o comentaron fueron la francesa, a través de Margarita de Valois o la “ alemana” por medio de Dorotea de Sajonia. En el caso de la princesa Margarita, Felipe II se consideró con derechos a decidir sobre este enlace, y más antes de 1566 cuando Rodolfo era virtual heredero por detrás del Príncipe Don Carlos612. La 611 Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo de El Escorial, 21 de Septiembre de 1577, BPUG Colección E. Fabvre Vol 4, f. 231 y Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo 28 de mayo de 1578, BPUG CEF Vol. 5, f. 19 612 “…viéndome con solo un hijo y que la Reyna mi mujer no se hazía preñada, temía que el príncipe Rodolpho era mi derecho heredero y subçesor en mis estados, que después acá esta causa no a cesado, antes con no auerse hecho en todo este tpo preñada la Reyna, y todo el tiempo que estuuiere sin hazello cada día se tiene esto por de mayor momº y peso, y se deue tanto más pensar que este Príncipe aya de venir a subçeder y en efecto hasta que de mí o del Príncipe mi hijo aya otra subçesión lo es, y aunque con el ayuda de Dios se pueda sperar que será seruido darle hijos/todauía como los hombres son mortales podría faltarle la vida antes de casarse o casado no ser Dios seruido de dalle hijos como vemos acontecer cada día y ser cosa de que ninguna seguridad se puede tener hasta vello hecho, y que en fin ay 296 problemática que presentaba este último proyecto era la condición de protestante, lo que generó no pocas alarmas entre diversos sectores613. Un hecho en el que no podemos detenernos es en el bosquejo de la política imperial durante el reinado de Rodolfo II. Éste asumió la Corona imperial a la muerte de Maximiliano II en 1576 y algunos autores- como es el caso de Ochoa Brun- han señalado que el entendimiento con Felipe II fue mayor con el nuevo emperador que con el anterior. No obstante, tenemos que tener en cuenta la complejidad de la política imperial durante estos años y los problemas- lógicos por otra parte- para conjugar los intereses y objetivos de ambas ramas. Rodolfo II tuvo que atender a determinadas prioridades que no encajaban en los planes de Felipe II; por otro lado, la visión que del conflicto flamenco- fundamental a partir de la década de 1570- se tuvo en la corte imperial difirió en muchos puntos del planteamiento que tenía el Rey Católico en la cabeza. Los Países Bajos, no obstante van a tener un peso excepcional en todo este conjunto de negociaciones matrimoniales donde diversos personajes tuvieron un peso esencial. Prueba significativa del protagonismo de la emperatriz María en este asunto va a ser la efervescencia de noticias acerca de la conclusión del matrimonio en la década de 1580. Tras quedar viuda en 1576, la emperatriz manifestó su deseo por volver a la Península y retirarse en la fundación conventual de su hermana, las Descalzas Reales. Felipe II, consciente de la utilidad de sus gestiones en la Corte imperial va a tratar de frenar esa partida; Rodolfo II, a pesar de lo dicho por algunos de sus biógrafos, tampoco va a querer perder a tantos barrancos que pasar de aquí a que los tenga, que en resoluçión no puede dexar de hacerse agora fundamento sobre que este Pre Rodolpho sea eredero de la una y otra casa, y como a tal le amo, regalo y estimo y miro por su criança, pues siendo esto verdad como en efecto lo es cosa muy razonable será que en la dispossiçión de su casamº se tenga fin al stado arriba dicho y que las qualidades del sean agradables y convenientes a sus dos padres que somos el emperador y yo, y a los súbditos del uno y del otro y a la conservación de nros estados, visto pues todo esto y el casamº de Françia que el emperador a propuesto agora de Madama Margarita ruego al emperador quiera bien considerar si tiene las partes requeridas en lo arriba dicho…” Pareçer que dio el Duque [de Alba] mi sr para que de parte de Su Md se scriuiese a Monsieur de Chantonnay embaxador cerca del emperador en Madrid. Año de 1566, BL Add Mss/18789, f. 28 613 Alexander Koller comenta las presiones que la facción católica dentro de la Corte imperial habría hecho para la conversión de la princesa al catolicismo en caso de que la alianza saliese adelante. KOLLER, A. “La facción española y los nuncios en la Corte de Maximiliano II y Rodolfo II” en MARTÍNEZ MILLÁN J., y GONZÁLEZ CUERVA, R., La Dinastía de los Austrias. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, p. 116 297 la emperatriz porque igualmente valoraba ese papel de intermediaria que había sabido jugar a lo largo de su matrimonio con Maximiliano II614. En 1580 partía hacia la Península acompañada de su hija, la archiduquesa Margarita, con el objetivo de retirarse en las Descalzas. Este viaje abría diversas posibilidades que cuadraban con los acontecimientos que se estaban viviendo en aquel momento 615. Por un lado, la muerte de Ana de Austria en Badajoz dejaba a Felipe II nuevamente viudo y con las dudas de si era necesario un nuevo matrimonio. En este momento el monarca contaba con el Príncipe Don Diego como heredero y un infante, el futuro Felipe III, que daban una cierta seguridad en la sucesión de la Monarquía. No obstante, van a surgir voces que defiendan un nuevo matrimonio y la primera candidata va a ser la reina viuda de Francia, la archiduquesa Isabel616. Sin embargo, este proyecto va a chocar con la negativa de la potencial novia que se va a decantar por el retiro conventual en tierras imperiales. Este primer obstáculo no detuvo a aquellos interesados en casar a Felipe II, y la llegada de la archiduquesa Margarita fue vista como la oportunidad perfecta para lograr el objetivo617. De nuevo, la respuesta va a ser una negativa frontal y la apuesta de Margarita por la vida religiosa, un objetivo que logró ver culminado con su entrada en las Descalzas Reales. Esta 614 Asimismo, el embajador español en la corte imperial, don Guillén de San Clemente, lamentaba la partida de la emperatriz porque eso significaba “…uerme tan solo como me ueo con la ausencia que hará la Emperatriz, la qual era aquí el verdadero medio para todas las dificultades que aquí se podían ofrecer…” Don Guillén de San Clemente a Don Juan de Zúñiga, Praga 25 de Julio de 1581. Recogida en MARQUÉS DE AYERBE, Correspondencia inédita de don Guillén de San Clemente, p. 292 615 Un análisis de las diversas problemáticas que se produjeron con este viaje en SCHODER, E., “Die Reise der Kaiserin Maria nach Spanien (1581/82)” en EDELMAYER, F., (ed.) Hispania- Austria II. Die Epoche Philips II (1556- 1598), Viena 1999, pp. 151- 180 616 “…Su Magestad del Rey don Filipe auía comunicadi secretamente con el dicho conde [de Franquenburg] que se quería casar con doña Isabel, viuda de Carlos rey de Francia e hija de su hermana, pero la dicha reina, no queriendo boluerse a casar, auiendo votado a Dios y a su marido guardar perpetua castidad” VERONELLI S., y LABRADOR ARROYO, F., op cit., p. 252. Aunque parece que con esta negativa se cerraba el capítulo de este posible matrimonio todavía en 1585 hablaba Monsieur de Longlée, embajador francés en la Corte de Madrid, sobre la celebración de los esponsales durante la Jornada a la Corona de Aragón “L’on veoid quelque apparence ou d’ung voyage de ce Roy icy à Montson en Aragon, ou de l’une des Infantes, ou de faire quelque reception. Je croy que será sur l’occasion du mariage dudit Roy, de quoy il ne se parloit point icy, et ne le sçay que par l’advis que m’en a donné Monsieur de Villeroy par ses dernieres et de la resolution de la royne Elizabet, à l’exhortation et forte persuasión d’ung jesuite” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 29 de julio de 1584, DDML, p. 102 617 “…trabajó el conde de Franquenburg con voluntad de su magestad de sustituir en su lugar a la infanta doña Margarita…” VERONELLI, S., y LABRADOR ARROYO, F., op cit, p. 252 298 renuncia del mundo fue elogiada de manera notable por los biógrafos de la archiduquesa, ponderada como un cúmulo de virtudes femeninas618. Hablamos de las voces favorables al matrimonio del monarca, pero también debemos referirnos a aquellas que se mostraron opuestas al mismo y de nuevo debemos citar a don Juan de Zúñiga. Quizá lo más sorprendente es que su oposición se produjo en un momento de “ crisis” dinástica, por cuanto sus recomendaciones se produjeron tras la muerte del Príncipe Don Diego. Si a la muerte de Ana de Austria la situación era esperanzadora en este sentido, el posicionamiento de Felipe (III) como heredero suponía depositar las esperanzas de la Monarquía en un niño de corta edad y de salud delicada. Sin embargo, el Comendador Mayor de Castilla analizaba otros aspectos y concluía “ que su Magestad no se buelua a casar pues la experiencia nos ha mostrado con quánta más salud vive después que enviudó” 619. Se deja traslucir en esa afirmación los peligros de la vida conyugal en un hombre de cierta edad y de cuya salud dependía no sólo la Monarquía sino el bien de toda la Cristiandad 620. Junto a esta razón de peso, son otras las consideraciones que aduce para defender esta posición: el hecho de que cuenta no con uno sino con dos posibles herederos, ya que la Infanta Isabel era perfecta candidata al trono de la Monarquía; y por otro lado, las problemáticas que podían surgir dejando a aquellos con la necesidad de gestionar el futuro de la descendencia de una nueva consorte. El papel que iba a cumplir la emperatriz en la Península no estaba del todo claro. Si bien ella había dejado claro que quería disfrutar de un retiro del 618 PALMA J., Vida de la Serenísima Infanta Sor Margarita de la Cruz, Madrid 1637 Copia... BA 51- VI-37, f. 201v. Los peligros del matrimonio que se “planeaba” fueron comentados de la siguiente guisa por algunas damas de la Corte “También nos dicen que los proquradores de Cortes an suplicado al Rey se case con la Reyna de Fransia, con tal que no esté muy casado. Y dijo a esto doña Ypólita, con mucha mesura, que entre tanto diesen otro rey a la reyna, que lo reyeron todas infinito” Ana de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Madrid 6 de febrero de 1581, Carta XLVI en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 118 620 Pese a la encendida defensa de Don Juan de Zúñiga van a seguir saliéndole posibles “novias” al Rey y así, a la vez que se trataba el matrimonio entre Catalina Micaela y el Duque de Saboya, el embajador español en la Corte de Turín se hacía eco de un rumor sobre una de las candidatas a la mano de Carlos Manuel I, la hija del Gran Duque de la Toscana comentando que “El Gran Duque no anda tan caliente en el negocio como solía a causa de una mucha mayor pretensión que tiene y anda debujando que no está fuera de esperanza casarla con V. Md. Escríuolo por parecerme que soy obligado a no callar cosa que salga de boca del Duque, especialmente en negozio de tanta qualidad” El Barón Sfondrato a Felipe II, Turín 20 de marzo de 1583, BL Add Mss/ 28418, f. 135 619 299 mundo en las Descalzas Reales, los planes que Felipe II tenía para ella distaban mucho de esa idea. Con la incorporación del reino portugués se abría la necesidad de establecer un virrey en aquellos territorios una vez que Felipe II volviese a la capital. María aparecía como una buena opción, porque suponía dejar en Lisboa a un virrey “ de la sangre” , y con una probada trayectoria política a sus espaldas. Hay que recordar que la emperatriz había participado, junto a Maximiliano II, en la gobernación de los territorios peninsulares en tiempos de Carlos V y que, tal y como hemos señalado antes, su rol de mediadora entre las Cortes de Madrid y Viena es fundamental para entender el devenir de las “ relaciones bilaterales” entre ambas ramas. Colaboradores cercanos al Rey Católico, como es el caso de Granvela, consideraban esto como un hecho factible y deseable, y así lo comunicaba el cardenal al residente español en Venecia, don Cristóbal de Salazar. Si bien la emperatriz venía “ …muy determinada de viuir retirada y muy fuera de conuersación y negocios” , confiaban en que Felipe II lograse persuadir a su hermana “ ...para que se acomode a los que se juzgare conuenir al beneficio público destos Reynos” 621. Pero la negociación se tornó compleja y si bien ambos “ se cartean de mano propia” y en opinión de Granvela, la emperatriz acabaría por mostrarse acomodaticia- “ creo que ella hará al fin lo que Su Magestad quisiere y que antes de mucho yrá a Portugal, o sea para tratar con su hermano sobre esto o para quedar allá” 622- lo cierto es que las gestiones no dieron el fruto deseado y fue Alberto el encargado de ocupar el nuevo virreinato portugués. No obstante, el retiro en las Descalzas no quedaba garantizado por el momento ya que Felipe II prefería tenerla en una situación más activa, y por tanto, susceptible de convertir a María en una pieza clave en el gobierno de la Monarquía: “ La serenísima emperatriz verná con Su Magestad y posará en Palacio, que pues no le consienten que se retire en las Descalças, señal es que la 621 El Cardenal Granvela a Don Crsitóbal de Salazar, Madrid 2 de marzo de 1582, AGS Estado, legajo 1527, nº104 622 El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid a 14 de marzo de 1582, AGS Estado, legajo 1527, nº 105 300 podrán emplear y ella tiene salud y edad para poder aún entender muy bien en negocios” 623 Los acontecimientos se desarrollaron de manera muy diferente a la planteada por Granvela. La emperatriz sí que va a convertir las Descalzas en su lugar de residencia habitual pero, desde luego, su vida no va a estar dominada por la quietud o abandono de los asuntos mundanos. Como muy bien ha analizado Magdalena Sánchez, el convento madrileño se tornó en un foco destacado donde la política va a tener una relevancia nada desdeñable624. La emperatriz María y más tarde la archiduquesa Margarita- convertida en Sor Margarita de la Cruz tras su entrada en religión- van a ser un vínculo esencial que ayude al desarrollo de las relaciones entre las dos ramas de la dinastía, reproduciendo en definitiva, el papel que la emperatriz ya había jugado en la Corte de Viena. Entre los muchos asuntos que María va a gestionar desde el convento, el matrimonio entre su hijo y su sobrina va a ser uno de los asuntos principales625. En este punto hay que señalar que la documentación, si bien nos ofrece algunos datos puntuales, no nos permite seguir de manera detallada la negociación y esto se explica, a juicio de Rodríguez Salgado, por las especiales circunstancias que rodeaban al matrimonio. El hecho de hablar de un matrimonio entre el emperador y la hija primogénita de Felipe II, remitía a un asunto de gran relevancia en el contexto general de la política europea. Tanto Madrid como Praga quisieron llevar la negociación con una cierta discreción cuando no secreto y parte de la misma se hizo, merced a estas consideraciones, de boca y no por escrito, lo que impide tener un registro manuscrito de todo lo que se pudo o no tratar626. Es evidente que esto no impidió que las 623 El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid 26 de Noviembre de 1582, AGS Estado, legajo 1527, nº 135 624 SÁNCHEZ, M. The Empress, the Queen and the Nun. Women and power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore 1998 625 “Avía siempre sido de parezer el conde de Franquenburg que no convenía que la emperatriz viniese a España para tratar del matrimonio de la infanta doña Isabel con el emperador, pero agora, mudada la ocasión con el tiempo, mudó también de parezer, y después de la muerte de la reina lo solicitó, de suerte que el emperador estimó y aprobó su cuidado, y le mandó que hiziese instancia en ello siempre que huuiesse ocasión, y así antes de la fin de aquel año alcançó consentimiento de su Magestad para que viniese a España la emperatriz”, VERONELLI, S. y LABRADOR ARROYO, op. cit., p. 220 626 Así se lo indicaba don Juan de Idiáquez a Don Guillén de San Clemente: “…dize su Magestad que en lo del casamiento no diga nada Vuestra Merced, ni se publique porque es mejor callar hasta que esté concluydo del todo…” Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado leg. 689, s. f. Asimismo, RODRÍGUEZ 301 especulaciones fuesen constantes y que los embajadores, así como personas cercanas a Felipe II, tratasen el tema en sus escritos y hablasen del hecho como un asunto en trámites de conclusión. De nuevo refiriéndonos a las informaciones vertidas por Granvela el cardenal se mostraba seguro sobre el asunto y aseguraba que Felipe II había concluido “ con la serenísima emperatriz, el matrimonio de la Señora Infanta doña Ysabel con el emperador” 627. Los rumores suelen tener siempre una base real sobre la cual se construyen y desarrollan. La correspondencia que mantuvo Felipe II con su embajador en la Corte de Viena, don Guillén de San Clemente nos confirma que el monarca estaba muy dispuesto a premiar al emperador con la mano de su hija: “ La carta de mi mano que aquí va para el emperador, que la hauéys de dar diziéndole el contentamiento que tengo de saber de su buena salud y de tener acá a mi hermana, es remitiéndome a las suyas en la Instançia que me ha hecho para lo del casamiento del emperador, sobre lo qual me he contentado que se embíe poder a su embaxador para tratar y capitular” 628 Como podemos ver el monarca abría la puerta a la negociación y es muy posible que en esta coyuntura pensase realmente que el desenlace se produciría de una manera relativamente rápida. Además, la presencia de María en Madrid era una buena baza para que la conclusión se produjese a gusto de todos. Desde luego, no podemos negar el gran interés que la emperatriz tenía por concluir esta alianza y que demuestra en algunas consideraciones vertidas en SALGADO, M. J. “I love him as a father loves a son... Europe, damn me then, but I deserve his thanks. Philip II’s relations with Rudolf II” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y GONZÁLEZ CUERVA R., La Dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio, Madrid 2011, pp. 335- 389. En este artículo hace mucho uso de la correspondencia de los nuncios en la corte Imperial, sin duda, una fuente de vital importancia pero presumiblemente menos interesante que un registro escrito de las conversaciones entre Felipe II, María y Rodolfo II. 627 El Cardenal Granvela a Don Cristóbal de Salazar, Madrid 3 de Julio de 1582, AGS Estado, legajo 1527, nº 120. Volvía a insistir sobre ello en una misiva posterior: “De Lisboa nos escriuen que Su Magestad estará aquí a Pascua de Nauidad o a lo menos a Guadalupe y que viene también la emperatriz para concluyr los capítulos matrimoniales del emperador con la sª Infanta doña Isabel”, Madrid 4 de noviembre de 1582, AGS Estado legajo 1527, nº 132 628 Felipe II a Don Guillén de San Clemente, Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado leg.689, s. f. 302 su correspondencia con Rodolfo II. Así, coincidiendo con el primer encuentro entre tía y sobrinas, María describía elogiosamente a las infantas y se lo señalaba a su hijo: “ Querría mucho que las viesedes [las infantas] que daros nuevas dellas, porque diciendo verdad, no podré dejar de loarlas mucho; querría que, cuando Dios quiera que veáis la una os pareciere mucho mejor” 629. La presencia de María va a ser fundamental, pero lo cierto es que no va a suponer el cierre rápido de unas negociaciones que se van a enquistar a lo largo de los años. El diario del embajador cesáreo insiste de manera constante en las dilaciones que impuso Rodolfo II por diversas razones. Kevenhüller habla por ejemplo, de cómo el emperador insistía en recibir descripciones y retratos de la Infanta, un hecho sorprendente porque, si bien es cierto que al abandonar la Península como archiduque, Isabel Clara contaba con escasos años de edad, lo cierto es que conocía personalmente a la que bien podía ser su futura consorte. Para el embajador estas peticiones de Rodolfo II debían ser inauditas ya que, como muy bien señala en su Diario, estos matrimonios no se regían por otro prisma que el de la “ razón de estado” y era mucho lo que se jugaba la dinastía como para desaprovechar la ocasión630. Sobre lo que hay que reflexionar es sobre los elementos que reforzaron la indecisión del emperador. Así se ha barajado la posibilidad de que la relación que mantenía con la hija de Jacobo Strada- con quien tuvo varios hijos- tuviese una influencia en este sentido. Pero, es evidente de que aquella no resolvía el problema más acuciante, esto es, el de la sucesión imperial, y hay que sospesar la influencia que el entorno imperial tenía sobre el emperador. Al considerar el proyecto con la Infanta habitualmente basculamos en torno a los protagonistas inmediatos- Rodolfo II, Felipe II y la propia emperatriz- pero ello no nos debe hacer olvidar a los consejeros que rodeaban al emperador en su Corte de Praga 629 La Emperatriz María a Rodolfo II, Madrid 23 de marzo de 1582, citado en G. TURBA “Beiträge zur Gesischte der Hasburger aus den Letzen Jahren des Spanischen Königs Philip II” en Archiv für Österreichische Gesischte, nº86, Viena 1899, p. 336 (n. p.) 630 “En lo demás que dezía que dezía el emperador que cómo se auía de casar con quien nunca auía visto, que ya le auía visto siendo niña, y no es cosa nueua, dixo el Conde de Franquenburg, entre los príncipes y reyes casarse atendiendo solo a la vtilidad y congruencia en los matrimonios, sin hazer caso de la hermosura” VERONELLI y LABRADOR ARROYO, op. cit., p. 377 303 y la opinión que tenían sobre el matrimonio con la Infanta631. Para algunos de estos consejeros el matrimonio con una infanta castellana no gustaba y presionaban para que se realizase con una princesa del Imperio. Era esta una reacción lógica y bastante frecuente a la hora de debatir estos asuntos. En primer lugar, hay que hacer referencia al clima “ anti-español” existente en el Imperio y que muchos autores han resaltado a la hora de explicar el reinado de Rodolfo II y su relación con Felipe II632. Estas reticencias a la presencia de una “ princesa extranjera” eran habituales, lo que en muchos casos dificultaba la vida diaria a aquellas que debían adaptarse a una Corte extranjera. Por poner ejemplos más o menos cercanos, podríamos referirnos a las dificultades que Ana de Austria sufrió en la Corte del Louvre durante su matrimonio con Luis XIII, hecho agravado por la tardía maternidad- elemento de naturalización clave para las consortes regias- que no llegó hasta dos décadas después de celebrada la unión633. Es cierto, que en caso de haber triunfado la propuesta de enlace entre Isabel y Rodolfo II, aquella habría contado con un círculo adepto que venía configurándose desde tiempos de Fernando I, pero no por ello su vida hubiese estado completamente exenta de obstáculos. Además, no podemos pasar por alto el hecho de que esos mismos argumentos se van a manejar desde el lado español. En efecto, en sus consideraciones sobre el matrimonio imperial, don Juan de Zúñiga argumentaba los peligros que podían derivarse de la alianza si se consumaba el otro factor que estaba en juego y que no era otro que la sucesión de la Infanta en el trono de la Monarquía. El panorama que se dibujaría sería el siguiente: 631 Guillén de San Clemente hablaba sobre la buena disposición que mostraba el emperador a los intereses del Rey Católico, pero su deseo de actuar conforme a lo que le dictaban sus consejeros dificultaba sobremanera la toma de decisiones: “aquí donde hallará mucha dureza en los ministros para todas las cosas que tocaren al seruiº de V md, que no aprouecha para con ellas el buen ánimo y voluntad del Emperador que deste creo que puede estar V Md muy satisfecho y también del del Archiduque Ernesto, mas como el Emperador resuelue ningª cosa sino por medio del consº viene a ser de muy poco fruto su buª voluntad, y no es de mucho la que Diatristán y Rumpff tienen al seruiº de V Md pues no siendo del Consº poco pueden hazer lo que dessean” Guillén de San Clemente a Felipe II, Viena 16 de enero de 1582, AGS Estado leg. 689, ff. 1- 4 632 Una buena síntesis sobre los sentimientos anti- españoles y las críticas al Rey Prudente la encontramos en SCHMIDT P., “Felipe II y el Mundo Germánico” en ALVAR EZQUERRA A. (coord.), Imágenes históricas de Felipe II, Madrid 2000, pp. 59- 96 633 Un análisis profundo e interesante de la trayectoria de Ana de Austria en la Corte del Louvre en Dubost J. F., “Ana de Austria, Reina de Francia: panorama y balance político del reinado (1615- 1666)” en Grell C. (dir.), Ana de Austria. Infanta de España y Reina de Francia, Madrid 2009, pp. 41- 109 304 “ El govierno de los alemanes, que por fuerça havrían de tener mucha mano, sería duro yugo para estos reynos” 634. Sin duda había un temor a que se repitiesen algunos patrones “ sufridos” con la llegada de los Habsburgo al trono de la Monarquía, cuando la “ invasión” de consejeros imperiales había sido motivo de queja para los naturales del reino. Además, en este punto hay que señalar que, merced a esos hechos y al conflicto de las Comunidades, Carlos V había cedido ante los castellanos en la elección de su futura consorte. El matrimonio con Isabel de Avis se produjo como un signo de acomodo a las elites peninsulares, más afectos a la alianza con Portugal que a la opción húngara- Ana de Jagellón-, y con la condición de que los hijos de la pareja imperial se educasen en Castilla. Por tanto, las palabras de Don Juan de Zúñiga no resultan sorprendentes sino acordes a unas ideas presentes en la mentalidad de la época. Hay que señalar que además de la presión existente para que Rodolfo II se decidiese a culminar las negociaciones, se estaba tratando otro tema de mayor importancia y referente a la sucesión imperial. En este sentido, aunque se insistía en la necesidad de que la alianza se concretase para que Isabel diese continuidad a la dinastía con un heredero, los consejeros imperiales y también el Rey Católico, van a insistir en que Rodolfo nombrase a uno de sus hermanos para su elección como Rey de Romanos. En este punto, la figura del archiduque Ernesto va a cobrar una gran importancia. La Dieta Imperial de 1582 tenía en su agenda el tratamiento de diversos asuntos de importancia. Los acontecimientos de los Países Bajos, como no, contaban con un especial protagonismo, pero también empezaban a surgir voces que opinaban sobre la necesidad de elegir un sucesor para Rodolfo II“ algunos quieren que en esta Dieta se aya de platicar de dar sucesor al Imperio” 635- si bien es cierto que desde Madrid todavía no se presionaba de manera excesiva sobre el tema. Posiblemente esta actitud se deba a que en aquellos momentos parecía factible una rápida conclusión del enlace con la Infanta y ello facilitaría una sucesión en los hijos de la pareja imperial. Por ello, 634 635 Copia de un papel… BA 51-VI-37, f. 203v Don Guillén de San Clemente a Felipe II, Viena 16 de enero de 1582, AGS Estado, leg. 689, ff. 1- 4 305 ante las presiones que el nuncio empezaba a realizar en el sentido de la elección de un Rey de Romanos, la actitud de Felipe II se resumía en las palabras dirigidas a su embajador: “ …si ya el emperador no quisiesse que hagáis alguº offiçio de mi parte en lo de la suçessión, que en tal caso haréis lo que os mandare, y si el nuncio boluiesse a importunar como pedía los otros días para hazer diligencias en esto podréis llana y confidentemente dar quenta de todo al emperador y preguntarle lo que manda que hagáis porque tenéys orden nra de obedescelle y seruille lo más a su gusto que pudiéredes” 636. No obstante, conforme el tiempo vaya pasando sin que hubiese novedad en torno al matrimonio de la Infanta, Madrid va a ver en la elección de uno de los archiduques como Rey de Romanos la mejor salida posible. El archiduque Ernesto, por su lugar en la línea sucesoria aparecía como el candidato ideal. Como hemos señalado arriba Ernesto había cumplido un papel muy importante en la gobernación de los territorios imperiales y su carrera va a ser objeto de atención por parte de Felipe II. El monarca mantuvo una buena relación con su sobrino y sus últimos años de vida van a estar centrados en los territorios flamencos y estrechamente relacionados con los acontecimientos que se vivieron en Francia. Lo que nos interesa destacar en este punto es que junto a la elección como Rey de Romanos va a surgir la sugerencia de un cambio en las alianzas, ya que las dilaciones de Rodolfo II empezaban a decantar la balanza matrimonial con la Infanta hacia el lado archiducal. ¿Cuál fue la actitud de Rodolfo II ante este giro? En primer lugar hay que señalar que las ambigüedades estuvieron presentes en el tema de la sucesión de la misma manera en que lo habían estado en el asunto del matrimonio y la cronología en este aspecto va a ser muy dilatada. El tema de la sucesión nos remite, además, a la relación que el emperador mantuvo con sus hermanos. El hecho de contar con cuatro hermanos que llegaron a la edad adulta suponía, 636 Felipe II a Don Guillén de San Clemente, Lisboa 14 de Junio de 1582, AGS Estado, leg. 689, s. f. 306 más que la seguridad en cuanto a la continuidad dinástica, un auténtico desafío a la hora de establecer funciones a los archiduques y, sobre todo, rentas que les permitiesen vivir. Los contemporáneos no dudan en hacer referencia a la “ pobreza” de los miembros de la rama “ vienesa” , incluyendo al propio emperador. De nuevo, recurriendo a las palabras de Don Juan de Zúñiga, el Comendador veía al emperador y su posible consorte “ tan pobres, que no terná con qué sustentar a su mujer si Su Magestad no se lo da” 637. Esta situación era más acuciante en el caso de los archiduques, con escasas rentas y a merced de su hermano y de su tío 638. Vamos a desgranar los diferentes obstáculos que se preveían ante estos cambios. En primer lugar se va a objetar que el planteamiento de un matrimonio con Ernesto suponía, de facto, la ruptura de un acuerdo preexistente. En efecto, el matrimonio entre Isabel Clara y Rodolfo II había sido considerado como un hecho natural durante mucho tiempo y Felipe II había utilizado esa baza a la hora de negociar con otros soberanos. El Rey Católico reseñaba ese aspecto en una misiva dirigida a Don Juan de Zúñiga siendo éste embajador ante la Santa Sede: “ …está la cosa de maña y la confiança que el emperador tiene de que ha de casar con una dellas [las infantas] que sería de gran inconueniente no darle la una en casamiento…” 639 Precisamente, al Comendador Mayor estos escrúpulos le parecían excesivos y más cuando la actitud del emperador no había sido ejemplar. En primer lugar, un hecho que había que tener muy presente eran las cambiantes circunstancias por las que atravesaba la Monarquía; así, sin mencionar los asuntos candentes de la política exterior, el tema de la sucesión va a ser el más determinante. Una vez que se produjo la muerte del Príncipe Don Diego, la seguridad de Felipe II sobre el futuro de la Monarquía disminuyó, por lo que había que contemplar el factible escenario con Isabel como Reina Católica. Por otra parte, no se podía cerrar los ojos ante las dilaciones del emperador- “ …hauiendo dos annos que 637 Copia de un papel…, BA 51-VI-37 f. 203r DUERLOO, L., op cit., (2012), pp. 237- 245 639 Felipe II a Don Juan de Zúñiga, San Lorenzo 19 de Marzo de 1578, BL Add Mss 28698 f. 130 638 307 se avisó al emperador que embiase poderes para se efectuar el casamiento y no haverlo hecho ha desobligado a su Magestad, aunque estuviera el negocio mucho más adelante…” 640- que habían sido un factor fundamental en este asunto. Otro aspecto a considerar es cómo va a ir evolucionando la relación de Rodolfo II con sus hermanos y más concretamente en el caso de Ernesto. Si bien es cierto que hay una serie de aspectos favorables, también hay que señalar que no siempre mantuvo una actitud irreprochable. No se negaba en redondo a que se situase favorablemente como su sucesor en el Imperio pero va a realizar una serie de maniobras conducentes a conseguir que el archiduque no acumulase excesivo poder. Así van a ser significativas sus acciones en lo referente a Italia y Polonia. En referencia a este último aspecto, la decisión de Rodolfo II de presentar diversas candidaturas archiducales va a obstaculizar e impedir, en última instancia, que Ernesto se viese beneficiado con aquella Corona, una plataforma que le hubiera ayudado a lograr una previsible elección en el Imperio 641. Toda vez que el asunto matrimonial parecía enquistarse sin lograr una salida clara, los acontecimientos exteriores van a determinar algunas de las líneas políticas de la Monarquía en esos años. Nos referimos por ejemplo al asunto de la empresa de Inglaterra en 1588 cuyo objetivo esencial era el destronamiento de Isabel Tudor. Evidentemente el descabezamiento de aquel reino debía ir acompañado de una propuesta de sucesión que involucró, de nuevo, a Isabel Clara Eugenia. Esa proyección dinástica de la Infanta podía suponer un acicate 640 Copia de un papel… BA 51- VI- 37 f. 204v La relevancia de la emperatriz María en este particular asunto es un hecho que no puede pasar desapercibido. La falta de unidad dentro de la Familia Imperial a la hora de abordar este proceso fue, a su juicio, el elemento que determinó el fracaso en las dos ocasiones en que tuvo lugar el trámite elcectivo. Para un acercamiento a estos hechos resulta de interés la correspondencia de la emperatriz con el embajador don Guillén de San Clemente. Así expresaba sus temores la emperatriz “Por dos cartas vuestras y una que me enviastéis de Ernesto entiendo parte de lo que por allá pasa, y dello lo que yo siempre temí desde que murió el Rey de Polonia; de la manera que hoy se había de tomar, que no tiene otro ningún remedio sino el que Dios y mi hermano le quisieren dar recogida en MARQUÉS DE AYERBE, Correspondencia inédita de Don Guillén de San Clemente. Embajador de Alemania de los Reyes Don Felipe II y III, sobre la intervención de España en los sucesos de Polonia y Hungría. 1581- 1608, Zaragoza, 1892, pp. 4- 5 641 308 para que Rodolfo II se asegurase la mano de su prima, pero de nuevo la situación permaneció estática. El fracaso de la Armada enviada por Felipe II alejó la posibilidad de que Isabel se convirtiese en Reina de Inglaterra, pero muy pronto, los esfuerzos de la Monarquía se van a trasladar a Francia. En 1592 los Duques de Saboya enviaron al Conde de la Mota como embajador extraordinario; la misión que, en principio se iba a desarrollar en un tiempo breve se complicó y extendió a lo largo de cinco años. El objetivo del enviado era lograr, entre otros fines, el apoyo del Rey Católico para que el Duque de Saboya se hiciese con la Provenza, pero además tuvo que afrontar otros negocios que concernían a las rentas percibidas por Catalina Micaela642. No obstante, lo que nos interesa destacar de esa embajada son las múltiples noticias que el Conde va a ofrecer a la Infanta Catalina a través de su nutrida correspondencia y que ahondaban tanto en asuntos de índole política como otros más informales sobre la Corte y la Familia Real. No es de extrañar, por tanto, que se hiciera eco sobre las noticias que en Palacio circulaban sobre el matrimonio de la Infanta. A la altura de 1592 se empezaba a hablar del concierto del casamiento del príncipe; el futuro Felipe III, que contaba 14 años y cuya salud parecía fortalecerse con el paso de los mismos, debía empezar a figurar en los proyectos matrimoniales ya que, como heredero, debía constituirse en garante de la continuidad de la dinastía: “ El pasar su Magestad más adelante paréceme que cuelga de la resolución de los casamientos de Alemaña que se aguarda con la vuelta del embaxador, para el Príncipe y la Infanta, los quales concluyéndose tienen aquí por entendido que llegará Su Magd a Barcelona adonde vendrán Vuestras Altezas también” 643. Era lógico pensar que el matrimonio de la Infanta se resolviese finalmente, y que la celebración del mismo fuese ocasión para un reencuentro familiar con los Duques de Saboya, un deseo que éstos van a expresar en diversas 642 “…no puedo dexar de tornar a decir que por los cathólicos disinios que V Mgd tiene en Françia y otros respectos que de nueuo se offreçen ninguna cosa l’está mejor como asegurar la Prouença…”El Conde de la Mota a Felipe II, Valladolid a 28 de Julio 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 10 643 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Valladolid 29 de Julio de 1592, AST, Lettere Ministri, Spagna, Mazzo 5, s. f. 309 ocasiones. Sin embargo, las referencias a este negocio no son excesivamente frecuentes, las noticias menudean y refiriéndonos a esta correspondencia en concreto, tenemos que esperar a finales del año 92 para volver a ver una nueva, y además con una referencia explícita a Ernesto 644. Esta escasez de nuevas y, sobre todo, la falta de menciones al emperador entran dentro de la lógica de los acontecimientos que van a estar centrados en el problema sucesorio de Francia. La muerte de Enrique III suponía la extinción de la rama masculina directa de los Valois y el nuevo monarca- el cardenal Borbón- debido a su edad, no constituía una solución a largo plazo, como los hechos bien demostraron. La atención de Felipe II se concentró en estos momentos en la defensa de los derechos de Isabel Clara Eugenia a la Corona francesa. Si bien no vamos a tratar en este punto de manera pormenorizada el asunto, lo cierto es que la posible sucesión de la Infanta en el trono francés abría otras perspectivas que entorpecían, nuevamente, el enlace con Rodolfo II. Además de justificar los derechos legítimos de su hija a la corona francesa, Felipe II debía ocuparse del matrimonio de Isabel como previsible Reina Cristianísima. La situación era compleja porque suponía la elección de un consorte para una reina propietaria, con los problemas que ello conllevaba. El Rey Católico siguió apostando por un enlace dinástico y el mejor candidato para ello no era otro que el Archiduque Ernesto 645. Podemos ver aquí una serie de argumentaciones similares a las que se habían manejado al ver en Isabel una previsible heredera de Felipe II. El matrimonio archiducal impedía la unión de dos cabezas coronadas- la de la Infanta y el emperador- y el rechazo que podía generar en el resto de príncipes europeos sería menor o inexistente. Sin embargo, esta opción era complicada de defender ante unos Estados 644 “El Conde de Fuentes ya está en Alemaña y piensan aquí que presto se traerán acabados casamientos y negocios” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 19 de diciembre de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f. 645 El Conde de la Mota hacía referencia, como antes hemos señalado, a la posible conversión de Ernesto en Rey Cristianísimo, si bien no especificaba si a través del matrimonio con Isabel o mediante la presentación de su candidatura directa al trono “Oy de buena parte he sabido que ciertas mujeres hacen aquí algunas muy buenas y lindas camisas, y dizen ellas que son para el Rey de Francia y que de Casa de la emperatriz las mandan hacer y quieren deçir que son para Ernesto”, El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 19 de diciembre de 1592, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 5, s. f. 310 Generales escépticos a la propia candidatura de Isabel. Para muchos, la naturalización de Isabel Clara debía venir de la mano de un matrimonio con un noble francés, y siendo la Casa de Lorena-Guisa la gran protagonista de la Liga, la elección de uno de sus miembros para ese menester era un hecho fuera de toda duda. Las instrucciones dadas al respecto para este asunto dejan clara la insistencia de Felipe II por continuar la vía del matrimonio archiducal con el argumento de que sólo a él correspondía la elección del cónyuge para su hija. No obstante el fin bien pudiera justificar los medios, y aquel no era otro que la consecución del trono francés; por ello, no se cerró la puerta al matrimonio francés que podía allanar el camino hacia el mismo. Además de los miembros de la Liga, este enlace va a tener un firme defensor en Roma a través de la figura del Santo Pontífice. Como hemos podido observar en esta narrativa del matrimonio de Isabel Clara, Roma va a ser favorable a una unión francoespañola, y en esta ocasión la opinión va a seguir siendo la misma. La correspondencia del Duque de Sessa con Madrid deja buena constancia de este hecho, a la vez que nos permite hacer un seguimiento de las dificultades que entrañaba esa empresa. En 1593 se produjo el regreso del embajador imperial a Madrid, lo que de nuevo alimentó los rumores sobre la conclusión de los casamientos646. Sin embargo, la audiencia que Kevenhüller mantuvo con el Rey en El Escorial sólo arrojó alguna novedad sobre el matrimonio del Príncipe: “ …tubo audiencia el embaxador del emperador que no le auía dado Su Magestad después que boluió de Alemaña. Dizen que se vio un día en pos de otro con el Rey y que se detuuo dos horas cada vez mostrando papeles. Después a ymbiado allá los retratos de tres hijas del Archiduque Carlos menores de 16 años; quieren dezir que dellas se a de elegir la que a de ser princesa de España” 647. 646 “Abrá 20 días que llegó el Varón Kevenhüller, embaxador del emperador, y con la indispusición del Rey no ha podido tener audiencia hasta agora ni se cree podrá hauerla antes de hallarse su Magestad en St Lorenço y si trahe algo consulto del casamiento del Emperador con la sª Infanta luego se sabrá, aunque su llegada ha sido tan sorda que lo dudan muchos…” Avisos de la Corte de España, Madrid 22 de Mayo de 1593, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. En el diario del propio embajador también se hace referencia a este hecho, Veronelli y Labrador Arroyo, opc it, p. 418 647 Avisos de la Corte de España de Madrid 17 de Julio 1593, AST, Lettere Ministri, Mazzo 6, s. f 311 Esto fue lo que trascendió, pero el diario del embajador cesáreo nos ofrece informaciones adicionales que sí nos ayudan a entender cómo se iba desarrollando el matrimonio de la Infanta. En aquellas audiencias, Felipe II comunicó a Kevenhüller la decisión de enviar a Ernesto a Flandes y el regreso del Archiduque Alberto a la Corte de Madrid. El enfado de Rodolfo II por ver a uno de sus hermanos en los Países Bajos fue contestado rápidamente por Felipe II quien hacía recaer en su sobrino gran parte de la responsabilidad, ya que sus constantes dilaciones en aceptar el matrimonio con su prima habían abocado la situación al punto en que estaba. Así, en palabras de Kevenhüller: “ Escusóse el Rey con dezir que a vn mismo tiempo lo auía hecho saber [su decisión] a la emperatriz y emperador, que en su mano auía estado, y suya era la culpa que el cassamiento de la Infanta doña Isabel que estaua reseruado para él se transfiriesse en otro hermano, y que la misma culpa tenía de que el otro hermano gouernasse a Flandes” 648 Por lo que se deja traslucir por las palabras vertidas en el diario parece que el matrimonio archiducal había ganado la partida al matrimonio imperial e, incluso, que era Alberto el candidato más idóneo para ocupar el papel de consorte de la Infanta. No obstante, en este punto no quedaba muy claro el descarte definitivo de la opción de Ernesto quien va a dirigirse a los Países Bajos para cumplir con el papel de gobernador. Podemos afirmar que la opción archiducal se imponía sobre el matrimonio imperial, aunque debemos hacer referencia a las consideraciones que, desde focos externos, se hizo a esta posibilidad. Roma había mostrado en otras ocasiones su particular opinión sobre el enlace de la Infanta; éste era visto como un medio ideal de pacificación y reconducción de las relaciones políticas entre las monarquías católicas. En 1594, cuando Felipe II tenía muy en mente el matrimonio con Ernesto, la Santa Sede veía con una cierta preocupación la sucesión en el Imperio. Al igual que hiciera Felipe II, el Papa va a tantear el terreno sobre el posible nuevo Rey de Romanos y en este punto se va a producir una cierta discordancia con las opiniones de Madrid. En efecto, si el 648 VERONELLI, S. y LABRADOR ARROYO F., op cit., p. 419 312 Rey Católico consideraba como salida lógica la elección de uno de los hermanos de Rodolfo II (y sus preferencias se orientaban hacia Ernesto o Alberto), Clemente VIII va a considerar que la edad de los archiduques hacía recomendable la apuesta por la rama Estiria de los Habsburgo. La prole del archiduque Carlos y María de Baviera parecía mejor opción que sus primos, de tal manera que Fernando fuese posicionado como futuro Rey de Romanos y también como cónyuge de la Infanta. A juicio de Roma eran muchas las ventajas: su edad era más adecuada para esperarse de él sucesión; contaba con estados patrimoniales propios, un elemento decisorio a la hora de concurrir a la elección imperial con garantías. Además, el hecho de contar con esos recursos propios le convertía en mejor candidato para el matrimonio con Isabel Clara. Con ese enlace se consolidaría una confederación con la rama Estiria que ya se estaba tentando a través del matrimonio del Príncipe Felipe con una de las archiduquesas: “ Y presuponiendo Su Santidad que no ay donde casar al Príncipe nuestro señor sino con una de sus hermanas, le paresce que tanto más se estrecharía el deudo y amistad con su Alteza. Pone en consideración el ser su hermana la Reyna de Suecia, que causaría mayor confederación con aquel Reyno y con el de Polonia, demás de las otras hermanas que le quedan por casar” La proyección dinástica de la rama Estiria era de facto y potencialmente muy interesante para los intereses de la Monarquía Hispánica, por lo que Clemente VIII consideraba justo que se tuviera en perspectiva a la hora de arbitrar las alianzas matrimoniales posibles para la Infanta. Además, se ponderaban muy positivamente las cualidades del archiduque en virtud de la “ criança deste Príncipe, especialmente en lo que toca a la religión” mérito que correspondía a la archiduquesa María de Baviera. En caso de que el Rey Católico abrazase esta sugerencia del Papado, se consideraba necesaria una compensación para el archiduque Ernesto que se podía materializar con el disfrute de parte del estado del archiduque Fernando en Tirol “ contentándose dello Ferdinando el 313 Moço que le ha de tocar la mitad y satisfaciendo el emperador las partes de sus hermanos” 649. Una de las razones que aventuraba el embajador español ante la Santa Sede para que el Papa no se mostrase favorable a un enlace entre la Infanta y el archiduque Ernesto es que “ después que (…) está en Flandes ha perdido algo del gran concepto en que antes le tenía Su Sd” 650. Pese a las opiniones que Roma plantease al respecto del matrimonio de la Infanta parece que la intención de Felipe II discurría por la vía ya planteada de una unión con Ernesto. Además, podemos suponer que, en este punto, la emperatriz no sería muy afín a la idea de ceder a la rama Estiria las ventajas del matrimonio con España y que maniobraría desde las Descalzas para mantener los planes descritos. Así, parecía cuestión de poco tiempo que se concretase el proyecto pero la desaparición del archiduque va a dar al traste con él, si bien es cierto que no con la idea de perseverar en la alianza entre las dos ramas principales de los Habsburgo. Cuando en 1595 se produzca la muerte prematura del archiduque Ernesto, el Cardenal Alberto se va a perfilar como sustituto de su hermano en la gobernación de aquellas provincias y, además, su futuro junto a Isabel Clara se va a despejar de manera bastante clara. Este matrimonio posiblemente sorprendió a algunos, pero a otros debió de parecerles la salida natural para la hija del Rey Católico. Desde luego, así debería de haber opinado don Juan de Zúñiga quien en su memorial anteriormente citado dejó claramente señaladas sus preferencias en el enlace de la hija de su señor. Así, al concurrir sobre los beneficios de un matrimonio archiducal, curiosamente no se decantó por Ernesto, siendo Alberto el favorito. El principal obstáculo que podía contemplarse en este punto, no era otro que la condición del archiduque como miembro del clero y, más concretamente, los 649 El Duque de Sessa a Felipe II, 22 de diciembre de 1594, AGS Estado leg. 963, s. f. Ídem, s. f.; este cambio de opinión es notable, ya que en los primeros meses del año de 1594, Clemente VIII sí que se había mostrado receptivo ante un matrimonio entre Isabel y Ernesto en el contexto de una posible sucesión francesa, si bien es cierto que en ningún momento había pasado por alto los inconvenientes que ello podía plantear. 650 314 escrúpulos que pudiera mostrar la Santa Sede a la hora de revocar dicha condición y expedir la necesaria dispensa para su celebración651. No obstante estas dificultades, eran numerosas las ventajas que se podían contemplar y la que más peso tuvo en las consideraciones del Comendador Mayor la cercanía del archiduque Alberto a Felipe II sobrepasaba a otras. No en vano, su estancia en la Península que dio comienzo a la edad de 11 años se había prolongado indefinidamente a la vez que el archiduque asistía en los negocios de la Monarquía: primero en Portugal como virrey, más tarde en la propia Corte junto al Monarca y su heredero- a quien estará unido en una relación estrecha y cercana a la de preceptor- y tras la muerte de su hermano, como gobernador en Flandes. El envío de Alberto a aquellas Provincias se unió más tarde al proyecto pergeñado por el Rey Católico para dar salida a los numerosos conflictos que acosaban a la Monarquía y la llevaban inexorablemente a la suspensión de pagos. La cesión de los Países Bajos y su “ separación” del conjunto de territorios que configuraban la Monarquía había sido un tema candente desde tiempos de Carlos V quien ya se había planteado su cesión a María y Maximiliano con motivo de su matrimonio. Los consejeros del Rey Católico habían pensado en esta posibilidad- y aquí de nuevo tenemos las opiniones vertidas por Don Juan de Zúñiga- sin olvidar mencionar que el propio Rodolfo II había anhelado esa dote para la Infanta en el transcurso de la negociación. 1596 aparece así como la fecha clave para la solución del porvenir de la Infanta. Volviendo a las informaciones que el Conde de la Mota ofrecía a Catalina Micaela, el embajador saboyano da buena cuenta a la Duquesa de Saboya de los rumores que circulaban por la Corte. Según sus informaciones, Rodolfo II habría ofrecido a Felipe II la elección de Alberto como Rey de Romanos si se casaba con Isabel Clara, una propuesta que, en palabras del Conde, no había gustado en Madrid. Asimismo, los rumores sobre la elección 651 “Considerando todo esto se ha de suplicar a Su Magestad que case luego su hija y que escoja al Cardenal Archiduque Alberto para yerno, hasiendo primero de publicarlo y concertarlo, instancia con el Papa por la dispensación, y sin no quisiere dar no hauía Su Majestad de romper por esto con Su Santidad (…) [porque] si estuviese firme en negarla, que sería por el escrúpulo y no por fin particular” Papel del Comendador Mayor…. BA 51-VI-37, ff. 6v- 7r 315 de Alberto como consorte se dispararon ante el conocimiento de una conversación entre la emperatriz e Isabel en la cual, la primera habría preguntado a su sobrina la opinión que le merecía el matrimonio con su primo. La Infanta, en lo que debió de ser su actitud frecuente, respondió que ella se acomodaría en todo a la voluntad de Felipe II. El caso es que el Rey no gustó de esta intromisión de la emperatriz y además, esto fue el detonante de la salida del archiduque hacia Bruselas652. Quizá el enfado del Rey se debiera a su deseo de que todo este asunto se mantuviese en secreto; como hemos señalado con anterioridad, y la propia documentación ha ido mostrando, la discreción fue un elemento fundamental en la proyección del matrimonio de Isabel, por lo que el surgimiento de rumores hizo que la actitud de Felipe II se moviera por los derroteros que nos indica el Conde. También es cierto que es sorprendente la interpretación que se da a la salida del archiduque hacia los Países Bajos, porque la razón que siempre se ha aducido ha sido la muerte del archiduque Ernesto y el deseo de mantener allí un gobernador de la sangre. Lo que es innegable es que por la Corte empezaba a verse el matrimonio entre la Infanta y el Archiduque Alberto como una realidad cada vez más palpable hasta el punto de que algunas mujeres, ante la falta de salud de Isabel Clara, vieran en los sentimientos que le generaba su primo la causa última de sus males. En este punto, el Conde de la Mota era más realista y consideraba que esos achaques estaban motivados por el desgaste sufrido ante las enfermedades de Felipe II al que Isabel no había dejado de cuidar como enfermera abnegada653. 652 “De casamientos no hay memoria y aunque el emperador ofrecía hazer Rey de Romanos al Cardenal Alberto sy le casauan con la Sª Infanta no me pareçe se gustó d’ello por acá y que por esso lo apartaron a Flandes, quanto y más que yo he sabido que hauiendo la emperatriz misma dicho a la Sª Infanta secretamente sy casaría de buena gana con el Cardenal respondió Su A que en todo haría lo que Padre le mandasse y que sabiéndolo después su Magd no gustó d’ello y estubieron enojados tanto que la emperatriz en la postrera enfermedad del Rey acá en Madrid no le uisitó hasta que después Su Magd fue a uisitar la emperatriz y darle satisfactión y suspender la consacratión del Cardenal de la qual el emperador y todos ellos se quexauan cómo que el rey con la priessa que se daua de hazerle sacerdote quisiese acabar su casa . en esta materia han pasado grandes dares y tomares y disgustos a los quales pensó remediar Su Magd con embiar el Cardenal a Flandes…” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 24 de abril de 1596, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 653 “…con el sobresalto que Su Alteza tubo no se perdiese el cardenal dando batalla para socorrer la Fera (sic) y luego con el demasiado contento que recibió con la conquista que tan valerosamente hizo de Calés, concluyen ciertas físicas que de la pelea de dos affectos y pasiones tan contrarias en el pecho de 316 A pesar de informar a Catalina Micaela sobre estas noticias, el embajador se mostraba escéptico sobre la conclusión de los matrimonios, tanto el que afectaba a la Infanta como el que estaba concertado para el Príncipe. El Conde de la Mota se había quejado en sus misivas sobre la lentitud que caracterizaba el despacho de los negocios en la Corte de Madrid, hecho que se agravaba por la débil salud del monarca. Así afirmaba lo siguiente: “ En esta congregación está el príncipe traçando su casamº, su corte, sus galas, damas y palacio y aunque en los días de Su Magestad no me pareçe se ha de resoluer ningún casamiº…” 654 Concluía, además, el embajador que las opciones de Isabel eran, a estas alturas, muy escasas y que de producirse un enlace éste debía ser “ con hijo solamente de la emperatriz o con nadie” 655. Curiosamente se mostraba bastante optimista sobre las posibilidades que la Infanta tenía si permanecía soltera al morir su padre y la decisión de casarla recaía en Felipe III. El deseo de conceder el arzobispado de Toledo a su maestro, García de Loaísa, bien podía inclinar la balanza a la aquiescencia de un matrimonio entre aquella y Alberto 656. La opinión que este matrimonio generaba en el embajador de la Corte de Saboya no era muy buena ya que ponía reparos a la situación económica del archiduque, un aspecto que había pesado al tratar estos proyectos matrimoniales con la rama imperial, el propio emperador incluido, sin olvidar las capacidades de Alberto como marido: la Infanta, en el mismo instante, resultó esta alteración como sy no hubiera más conoçida causa en el mal de la hija por el del padre y trabajos pasados y que de ordinario pasa esta buena señora que no es para lástima” El Conde de la Mota a la Infanta Catalina, Madrid 21 de mayo de 1596, AST, Lettere Ministri, Spagna Mazzo 6, s. f. 654 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596. En otra carta anterior el Conde afirmaba que “mientras uiuiere Su Magestad, que Dios guarde, será la sª Infanta incasable”, Madrid 21 de mayo de 1596, ambas en AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6 s. f. 655 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 10 de Junio de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6 s. f. 656 “… después de que no sabemos lo que determinará el Príncipe que la quiere como a su alma, a lo menos por el uoto de su maestre Garçía de Loaysa facilitárasse el casamiº con el Cardenal para casar él con la Santa Iglesia de Toledo” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 21 de mayo de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. Estas maniobras del príncipe habían sido reseñadas por el embajador en una carta anterior: “Su Magd le ha asegurado [a Alberto] la suçesión del Arçobispado de Toledo y paréçeme que ha querido preuenir algún desino que juzgaron tenía el Príncipe de darlo a Garçía de Loaysa pues oyeron S A a dezir que aquel solía ser bocado para maestros del príncipe” El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 20 de mayo de 1594, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 317 “ Y aunque verdaderamente parece que para casar oy día a la Ynfanta no hay otro que el cardenal en quien poner el ojo y más de Casa de Austria, todauía es rezio caso casar con quien no tiene de comer, ny saber sy es hombre o ángel en essa materia, y otras razones que callo” 657. Independientemente de las opiniones del embajador, que resultan de enorme interés, lo que sí hay que señalar es lo acertado de las informaciones porque el rumor se convirtió en seguida en una realidad tal y como nos muestran las gestiones que Felipe II llevó a cabo para anunciar el proyecto al emperador. El anuncio del matrimonio no fue muy bien recibido en Praga y el aspecto que, sin duda, menos gustó fue la concesión de los Países Bajos como dote de Isabel Clara Eugenia. Felipe II era muy consciente de este hecho y así se lo hizo saber al embajador español en la corte imperial, don Guillén de San Clemente. Para amortiguar el mal efecto de la noticia, el monarca aconsejaba a su servidor que anunciase en primer lugar el matrimonio concertado para el Príncipe en Estiria: “ …daréis al emperador essa mi carta- de que va juntamente la copia- y le diréis lo del príncipe primero, y después lo de su hermana apuntándole lo que huelgo de estrecharme cada día más con él y con sus cosas- y procuraréys sin entrar en más particularidades sacar luego la aprobación y respuesta que a este término se debe"658. Asimismo, le recomendaba vaguedad en sus respuestas previendo la multitud de preguntas que, sabía, iba a hacer el emperador. Felipe II era muy consciente de que el tema era espinoso ya que accedía en la persona del archiduque a algunas de las peticiones que había hecho Rodolfo II en años anteriores. Además, el monarca establecía aquí una considerable distinción con Catalina Micaela; hay que recordar que cuando se llevaron a cabo las negociaciones con Carlos Manuel I, Felipe II se había mostrado tajante en el tema de la dote 657 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 21 de Mayo de 1596, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 658 Felipe II a Guillén de San Clemente, Madrid 31 de diciembre de 1596, AHN Estado, leg. 3028 [caja 1] nº 13 318 territorial: su hija no recibió ninguna plaza de la Monarquía y su dote se cifró en dinero, algo que finalmente se cumplió (aunque no se pagó). Además del asunto de los Países Bajos era otra la complicación que planteaba el futuro matrimonio archiducal. El Rey Católico aspiraba a dejar a su hija bien provista y eso no incluía solamente a los Países Bajos sino también el compromiso de Rodolfo II de nombrar a Alberto como su sucesor en el Imperio: “ …Tras esto sería harto a propósito que con esta ocasión él acabase de hazer lo que tanto le importa como elegir Rey de Romanos, y que lo fuese Alberto pues tiene las partes que se sabe, y es cosa que para el descanso de su hermano y bien público de la cristiandad sería tan conveniente y así como plática que otras vezes se ha movido, se lo tornaréys a acordar de mi parte después de sacada la otra respuesta” 659. En este punto, el Rey Católico trató de dejar todos los aspectos bien atados ya que la cesión de los Países Bajos otorgaba al archiduque esa base territorial necesaria para la elección imperial y que va a ser un asunto a discutir en el largo proceso de elección de un sucesor. Este hecho no pasó desapercibido a otras Cortes, sin duda, tan expectantes de la decisión final de Felipe II como los moradores de la Corte madrileña. Los avisos de la Corte de Roma se hacían eco del asunto de la siguiente manera: “ Los títulos que al Archiduque Alberto se le dan son Duque de Luxemburg, gouernador perpetuo de Flandes, de Borgoña y de todos los Países Bajos, se entiende que su Magd le dé quatro millones para que por este medio pueda facilitarse más en la eleçión del Rey de Romanos” 660. 659 Felipe II a Guillén de San Clemente, Madrid 31 de diciembre de 1596, AHN Estado, leg. 3028 [caja 1] nº 16 660 Noticias de la Corte de Roma. Desde 3 de enero de 1598 hasta 12 de Diciembre del mismo, BNE Mss/ 18190 f. 54 r. la suma de dinero que se otorgaba al Archiduque junto a los títulos mencionados tendría, según el anónimo informador la intención de persuadir a los electores imperiales ya que “se tiene por difícil que los Príncipes y electores y tierras francas queran Príncipe de tanta potençia y así se entiende que más fácil lo será uno de los Archiduques Maximiliano, o, Mathías a los quales más se inclina el Emperador” 319 ¿Por qué Felipe II se decidía en aquel momento por la concesión de una dote territorial? Ya hemos señalado uno de los incentivos de esa decisión de cara a la carrera por la sucesión en el Imperio; asimismo, se ha incidido en la necesidad que tenía la Monarquía de semejante salida por las difíciles circunstancias por las que atravesaba con diversos conflictos abiertos. Pero, tampoco nos puede pasar desapercibida la “ antigüedad” de la idea661. Ya en tiempos de Carlos V se había planteado el desgajamiento de los Países Bajos: por ejemplo, con motivo del matrimonio entre la entonces Infanta María y el archiduque Maximiliano. Sin embargo, más interesante resulta la opinión que al respecto mantuvo don Luis de Requesens. El Comendador Mayor fue la persona elegida para sustituir al Duque de Alba al frente de la gobernación de Flandes. Hay que señalar que el cargo no era del gusto del antiguo compañero de juegos de Felipe II y que trató de disuadir al Rey en esta elección. Para ello trató de convencer al monarca sobre la idoneidad de otros candidatos como el cardenal Granvela, don Juan de Austria o, si se seguía por la línea de los gobernadores de la sangre, uno de los archiduques. En este último caso se podía negociar un matrimonio entre el archiduque elegido y una de las Infantas cediéndoles aquellos territorios de los que serían soberanos662. La idea expuesta antes de 1572- 73 no se llevó a cabo; más de dos décadas después Felipe II, posiblemente empujado por esa coyuntura crítica, decidió llevarla al plano de la realidad en las personas de Isabel Clara y Alberto de Austria. No era un planteamiento nuevo pero sí parecía ser el momento adecuado para tratar de dar una salida distinta al conflicto flamenco. Cuáles fueron las reacciones ante semejante noticia. Podemos empezar por la reacción descrita por Cabrera de Córdoba que nos habla de que “ la curiosidad cortesana y palatina pudo penetrar tanto [en la decisión, secreta en un primer 661 Sobre este hecho VALLADARES, R., “Decid adiós a Flandes. La Monarquía Hispánica y el problema de los Países Bajos” en THOMAS W. y DUERLOO, A., op cit., pp. 47- 53 662 La exposición de estos planes ha sido analizada con detalle por Julie Versele quien, asimismo detalla como otra de las posibilidades que planteaba Requesens en 1572 era la sucesión real en los Países Bajos en la persona del Infante don Carlos Lorenzo. El Príncipe don Fernando heredaría el grueso de la Monarquía- esto es, reinos peninsulares, Italia e Indias- y su hermano los Países Bajos. Versele, J, op cit., pp. 264- 265. Las problemáticas de estas proyecciones futuras eran, por un lado la alta mortalidad de los infantes y, en el caso del proyectado matrimonio, la escasa edad de las Infantas. 320 momento] que se afirmó en el día siguiente” 663. Después de tantos años de especulaciones constantes era lógico que la noticia fuese pasto de conversaciones dentro de la Corte que, por fin, veía aclarado el destino de la Infanta. Hay que tener en cuenta que a partir de ese momento se empezarían a hacer proyecciones sobre el futuro más inmediato y que eso suponía, entre otros asuntos, la formación de una casa para los nuevos soberanos de los Países Bajos, un juego en el que los cortesanos no eran ajenos. Diferente debió de ser la reacción en la Corte de Praga, donde Rodolfo II reaccionó de la manera que había previsto su tío. El emperador sugirió un cambio de consorte para la Infanta; sin salir del grupo de archiduques, Rodolfo II consideraba más acertada la elección de Maximiliano porque, a diferencia de Alberto, no contaba con las cuantiosas rentas que la carrera eclesiástica le había proporcionado.664 De esa manera Maximiliano se vería en una situación inmejorable que aliviaría su pobreza, ya que el enlace con la Infanta era garantía de ayuda por parte del Rey Católico. Podríamos también entender como reacción del emperador los intentos, en ocasiones erráticos, por finiquitar un enlace y que protagonizaron los años subsiguientes. El embajador español, Guillén de San Clemente, se convirtió en un testigo de excepción, y sus misivas nos permiten rastrear esa peculiar política matrimonial665. Siguiendo las reacciones familiares al enlace parece que otros de sus integrantes se mostraron mucho más felices con la publicación de la noticia. 663 Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II. Rey de España, vol III, Valladolid 1998, pp. 1544- 1545 Cabrera de Córdoba. P. 1636 665 Dentro de esos proyectos encontramos a María de Médicis, pero el Diario de Kevenhuller relata el sonado fracaso del emperador para concluir el matrimonio “Auía pretendido este cassamiento el emperador Rodulfo, pero el Gran Duque de Florencia auisado con el exemplo fresco del Rey de España quiso antes casar luego su sobrina quando se ofrecía la ocasión que estar en suspenso con largas y esperanzas inciertas de otro cassamiento, aunque fuesse más rico y de mayor calidad” VERONELLI y LABRADOR ARROYO, op. cit., pp. 516- 517. Guillén de San Clemente, por ejemplo, menciona varias potenciales novias al hilo de una noticia sobre el envío de retratos “El Emperador se ha hecho siempre traer retratos de todas las mujeres que podrían ser casamiento para él, sin que se resuelva con ninguna de ellas, porque no sólo se a mandado traer los retratos de sus primas que están en Alemania, pero también el de una hija del Duque de Baviera y otra del de Lorena, y de las hijas del Duque de Florencia” Guillén de San Clemente a Felipe III, Praga 4 de diciembre de 1602, AGS Estado leg. 707, f. 199. Y para engrosar esa larga lista deberíamos añadir a las hijas del Duque de Saboya que tuvieron que sufrir la decepción de ver como ese proyecto no llegaba a materializarse: “La señora princesa doña Margarita siente mucho verse bajar tanto de quilates...” El Conde de Oñate a Felipe III, Turín 5 de noviembre de 1607, AGS Estado leg. 1490, f. 27 664 321 Así lo podemos entender de la lectura de esta carta de Sor Margarita de la Cruz. “ Doy a Vuestra Alteza la nora buena del contentamiento con que tenemos a Su Magestad de veer ya acabado lo que tanto deseava como el negocio d’este casamiento, déxesele gozar nro señor largos dýas como todos avemos menester. Y a Vuestra Alteza es contentamiento en esta ocasión y otras muchas, quanto yo se le deseo con muy felices sucesos y acrecentamientos en su Casa. El día de San Juan de Porta Latina se firmó la renunciación de los estados de ay, y luego el viernes a la aparición de San Miguel fue Su Magestad a Palacyo y se firmaron las capitulaciones con mucho contento de todas las gentes.” 666 La archiduquesa, monja profesa en las Descalzas, vivía el acontecimiento desde la Corte aunque con el alejamiento que suponía su vida enclaustrada. Pero como bien sabemos, las Descalzas eran un apéndice más en la vida cortesana madrileña y la archiduquesa una de las personas más cercanas a la Infanta. Quizá, hubiéramos esperado en esta misiva una descripción más profunda sobre la reacción de Isabel Clara al acontecimiento, ya que la relación entre las primas era muy estrecha. Tampoco nos sirve, en ese aspecto, la lectura de las cartas que el archiduque Alberto envió a diversos personajes de la Corte como Don Juan de Borja, mayordomo de la emperatriz María o el marqués de Denia. El archiduque apenas habla de su prima Isabel y en muchos casos sus desvelos van más dirigidos hacia el Príncipe que a la que iba a ser su esposa667. Nos encontramos ante un matrimonio político que respondía a unos intereses muy concretos. Poco podemos hacer para conocer la intimidad del mismo ya que las fuentes no nos dan las pistas suficientes para ello. Lo que sí podemos 666 Sor Margarita de la Cruz al Archiduque Alberto, PRO SP 77/5 f. 343. La Carta interceptada por los ingleses es, sin duda, un excelente testimonio de cómo se vivió en la Corte el acontecimiento. 667 “Muy asegurado estoy de que aurá tenido el contentamiento que me significa en su carta de los 6 de julio, de lo que dize auer entendido de la carta que el Príncipe mi señor me escriuía, porque demás de auer conoscido en él muy buena voluntad en todas mis cosas, lo deue cierto a la que yo le tengo, que corresponde en todo a la suya, y así la hallará siempre muy pronta para todo lo que fuere hacerle placer, en qualquier ocasión que se le ofresca…” El Archiduque Alberto al Marqués de Velada, Bruselas 15 de agosto de 1597, IVDJ, Envío 38, Caja 50, nº 26. 322 es reflexionar sobre la política matrimonial que Felipe II orquestó para sus dos hijas. Los matrimonios con un Duque de Saboya y con un Archiduque de Austria claramente no buscaban mantener una tradición de “ grandes enlaces” con grandes monarquías, lo que por otro lado hubiese sido lógico y esperado por sus contemporáneos. Sin embargo, podemos afirmar que Felipe II buscaba con esos matrimonios dar salida a una serie de problemáticas políticas que se adecuaron a los asuntos que en aquel momento debían ser resueltos. Una alianza en Italia era beneficiosa para la Monarquía porque ofrecía una buena base para afrontar los problemas con Francia, pero también con las provincias del Norte. Un matrimonio con una cesión territorial como la que se va a producir en 1598 trataba de paliar la guerra enquistada que había ocupado a aquellas provincias durante tres décadas. El Rey Católico debió de pensar en esos parámetros cuando concibió esos matrimonios; también pudo augurar los papeles fundamentales que como consortes podían jugar sus hijas. En este punto, y si nos remitimos a las noticias de Catalina e Isabel como consorte en Saboya y como soberana- gobernadora en los Países Bajos, podemos decir que ambas estuvieron a la altura de lo que exigía su condición. Podríamos calificar de enlaces menores los que protagonizaron ambas infantas, pero no podemos despreciar los años subsiguientes que pasaron en las Cortes de Turín y Bruselas respectivamente, ya que ambas son figuras de primer orden en la vida política de aquellos años. Epílogo. Firma de capitulaciones y viaje del Archiduque a Madrid. “ …este día a las quatro de la tarde estando el Príncipe nro señor presente mandó Su Md llamar a los señores Don Cristóbal de Mora, Don Juan y Don Martín de Idiáquez, a quien el Consejo Real hauía abilitado algunas antes de escriuano real y en su presencia y del Presidente y Sº de Flandes firmó las capitulaciones del casamiento entre la Serma Infanta y el Archiduque Alberto, y la renunciacia que Su Md con consentimiento del Príncipe Nro Sr ha hecho en S A de los estados 323 de Flandes y de la Borgoa con tea reseruando el título del Duca, por lo que toca a ser cabeça del Tusón que en todo son 17 prouincias. Al juramento que el Príncipe hizo de la renuncia, mostró según dizen, sentimiento grande que no se lo dexó acabar de una vez y se hizo en dos que lo causó el hauerse de apartar de la hermana” 668 El propio informante anónimo de estos avisos se refiere al contento que generó este paso decisivo de la Infanta. El otro protagonista implicado en el asunto, el archiduque Alberto, no careció en estos momentos de informantes que le diesen nuevas sobre las celebraciones en la Corte. Hemos citado arriba la carta que su hermana, Sor Margarita, le mandó con la noticia de la firma, pero no fue la única. Es el caso, por ejemplo, de Don Juan de Idiáquez quien, confiaba en que la toma de esta importante decisión devolviese a Felipe II algo de salud para poder ver a su hija primogénita casada669. No podían faltar, tampoco, comentarios a la reacción de María. No en vano, la emperatriz había sido una de las principales protagonistas en tan larga negociación y, sin duda alguna, el ver a la Infanta casada con uno de sus hijos era un triunfo. Además de celebrar misas de acción de gracias y recibir los parabienes de las damas de la Corte no dejaba de llamar “ nuera a boca llena a su sobrina” 670. El Alcázar dejó el luto decretado tras la muerte de Catalina Micaela casi un año antes y se engalanó para celebrar las próximas nupcias de la Infanta y el Príncipe. Isabel Clara debió de sentir una gran alegría al ver que su futuro se concretaba tras años de dudas y retrasos. Don Juan de Idiáquez es suficientemente elocuente en sus palabras: “ …está nra ama la más linda muger del mundo. Sale mañana de color y ayer se quitó el luto, y çierto que quando no fuera quien es, mereçía ser muger de un príncipe por su persona y que en viéndola los luteranos se 668 Avisos de España, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 9, s. f “Sea mil vezes enhorabuena el auerse firmado oy por sus Magestades y Altªs las capitulaciones del casamiº de V A. ha sido con gran contento suyo y alegría muy general y espero en Dios que el mucho gusto con que Su Md dello queda, ha de ser gran parte para boluer más presto enteramente en la salud…” Don Juan de Idiáquez al Archiduque Alberto, Madrid 8 de mayo de 1598, PRO, SP 94, nº 34 670 Don Juan de Idiáquez al Almirante de Aragón, Madrid 9 de mayo de 1598, PRO SP 94, nº 37 669 324 an de conuertir todos acá la quiera que parece que cada uno casa su hija según están algunas. Está muy alegre…” 671 Si bien es cierto que la decisión sobre el matrimonio se tomó en 1596, tal y como hemos podido ver por las misivas del Rey a su embajador en la corte imperial, la realización de los mismos no va a tener lugar hasta 1598, por poderes, y 1599 de manera presencial. Este lapso de tiempo va a influir en la alianza acordada para el heredero, ya que la muerte de dos archiduquesas va a hacer que la responsabilidad de convertirse en consorte del futuro Felipe III recayese en Margarita de Estiria. Asimismo, el Rey Católico, omnipresente en estas negociaciones matrimoniales no va a ver celebrado el enlace de su primogénita ya que su muerte en septiembre de 1598 se adelanta unos meses a la celebración por poderes oficiada por el Papa en la ciudad italiana de Ferrara672. No obstante, los últimos meses de vida del Rey Católico van a estar ocupados por una frenética actividad para la realización del viaje que conduciría a Margarita y a Alberto a la Península Ibérica. Y, desde luego, fueron pocos los detalles que escaparon a la atención del Rey Prudente. En primer lugar, la celebración de los enlaces debía ir precedida de la concesión de la necesaria dispensa papal. Ese punto que había señalado don Juan de Zúñiga como posible obstáculo para la unión de Isabel con su primo, se resolvió satisfactoriamente a los intereses de la Monarquía. Con la dispensa en la mano, Felipe II anunciaba la pronta conclusión del matrimonio- “ con la buena bendición que tengo suya y las dispensas neçessarias para el casamiento de la Infanta mi hija con el Archiduque Alberto mi sobrino, que están en mi poder, he resuelto de abreviar también este casamiº dando ygual prissa a entrambos” 673- que quería ver celebrado al final del verano o principios del 671 Don Juan de Idiáquez al Almirante de Aragón, Madrid 9 de mayo de 1598, PRO SP 94, nº 37 Relación de los casamientos de la Reyna doña Margarita nuestra Señora, e Infanta doña Ysabel Clara Eugenia de Austria y recibimientos que se hizieron en Ferrara, por el mes de Nouiembre del año de 1598 y de todo lo demás que allí pasó embiada por el Duque de Sessa Embaxador de Roma a su Agente Iuan Diez de Valdiuieso, jurado de Granada, Granada 1599, en BNE VE/1255/28 673 Felipe II al Duque de Sessa, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado leg. 1285, nº 133 672 325 invierno 674. Pero era mucho lo que había que hacer. En primer lugar, poner en común las dos comitivas encabezadas, respectivamente, por el archiduque Alberto y la archiduquesa Margarita, de ahí que Felipe II conminase al Condestable de Castilla, gobernador de Milán, a comunicarse con Don Guillén de San Clemente y con el propio archiduque. Además, había que preparar de manera conveniente a la archiduquesa para su conversión en princesa de Castilla. Varios son los aspectos que Felipe II va a tratar con el gobernador: la elaboración de un vestuario acorde a su nueva condición; el encargo de carruajes para su estancia en Italia y para su llegada a España; y el arreglo de algunos aspectos sobre su servidumbre. En este sentido, la mujer del Condestable va a tener un papel preponderante que nos remite, una vez más, a los designios que las mujeres de la aristocracia cumplían en la Corte. El primer aspecto mencionado nos sirve para ver cómo se desenvolvía la transformación de la novia en la futura consorte y como en todos los aspectos que concernían a la Monarquía, Felipe II no va a dejar ningún elemento al azar. “ Será bien que para quando llegare la Archiduquesa le tengáis hechos algunos vestidos a la española que podrá traçar bien la Duquesa, hauiéndoos comunicado primero vos y Don Guillén sobre ello pues mi nuera es de creer que verná hasta ay al trage alemán” 675. La operación va a implicar, por un lado el envío de las medidas de la archiduquesa a Milán para que la mujer del Condestable pudiese llevar adelante el encargo 676; pero, asimismo, la elección de las telas se hizo en Madrid para satisfacer los gustos del Príncipe Felipe677. Además, hay que 674 “Yo he resuelto de efectuar los casamientos de mis hijos al fin deste verano o entrada del invierno…” Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115. 675 Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115 676 “Para los vestidos a la española que manda Vuestra Magestad halle hechos aquí la Serenísima Archiduquesa me comunicaré con Don Guillén de San Clemente y le embiaré sastre allá si me auisare que es menester para que sean tanto más acertados y conformes a la medida de Su Alteza” El Condestable a Felipe II Milán 30 de Junio de 1598, BL, Add Mss/28392, f. 266 677 Ese envío de telas venía a satisfacer el encargo de vestidos que se harían en Milán y los que también se iban a hacer en Madrid para que estuviesen preparados a la llegada de la archiduquesa:” Las telas de que embiastes muestras se han visto, y va en este despacho una memoria de las que han parescido mejor, y otra de lo que se le pide para contentamientode mi hijo, vos haréis comprar y embiar buena cantidad de pieças de la una memoria y de la otra, y procuraréys que vengan lo más presto que se pueda para que aya tiempo de hazer dellas lo que conuiniere antes de los casamientos, y esto se entiende que es demás 326 añadir la elección de los sastres, una de las cuales se hizo, finalmente, en Turín. La documentación utilizada no nos da mucha más información al respecto pero podemos suponer que ese sastre hubiese estado en servicio de la Infanta Catalina y que tuviese un conocimiento más exacto sobre la moda a la española, de ahí que su elección fuese acertada para este proceso de “ naturalización” de la archiduquesa. Asimismo, la construcción de una serie de carruajes y literas iba en esa misma dirección y en consideración a la nueva condición que Margarita iba a adoptar tras su matrimonio con el entonces Príncipe Felipe. En palabras de Felipe II “ convendrá le tengáis hecho un coche y una litera para su persona, quales para ella han de ser” 678. El Condestable va a encontrar algún que otro obstáculo para la realización de este encargo por lo que, de nuevo, recurrió a la vecina corte turinesa para satisfacer los deseos del Rey 679. Desde allí mandó traer una de las carrozas que Felipe II había enviado a Catalina Micaela y que, al parecer del gobernador, bien podía cumplir el servicio. Esto nos remite al papel que había tenido el ceremonial español en la Corte de Saboya en vida de Catalina Micaela quien no sólo conservó el título de Infanta, sino también las apariencias externas de una princesa de Castilla más que de una “ simple” Duquesa de Saboya. Felipe II había elegido a la Duquesa de Gandía, hermana del Condestable, como camarera de la princesa. No vamos a tratar en este punto la conformación de la Casa de la Reina Margarita680, donde la figura de Isabel Clara adquiere una relevancia importante por la continuidad entre su casa y la de la futura esposa de Felipe III. Sí apuntar, que el viaje a la Península va a dar comienzo al proceso de adaptación de la archiduquesa a su nuevo estatus y al ceremonial que iba a regir su vida en Madrid. La importancia que la Camarera Mayor tenía en estos menesteres ha sido señalada por aquellos que han de los vestidos que allá se hacen para la Princesa” Felipe II al Condestable, San Lorenzo 10 de Agosto de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 118 678 Felipe II al Condestable de Castilla, Madrid 3 de Junio de 1598, AGS Estado, leg. 1285, nº 115 679 “No han llegado hasta agora los modelos para los coches y literas que Vuestra Magestad ha mandado preuenir y porque el tiempo es corto, he embiado a Turín por uno que Vuestra Magestad dio a Su Alteza que esté en el cielo” El Condestable de Castilla a Felipe II, Milán 31 de Julio de 1598, BL, Add Mss/28392, f. 272 680 La planta de la Casa de la reina Margarita de Austria en AGP, Reinados- Felipe III, leg. I, s. f. 327 estudiado las casas reales y el papel de estas mujeres, de ahí que no sorprenda la presencia de la Duquesa en los planes de Felipe II. La Duquesa de Gandía hizo el viaje a Milán para reunirse con la que sería su señora; de esa manera, la archiduquesa se vería acompañada por la persona que la iba a introducir en los diferentes aspectos del ceremonial. Uno de los puntos que va a tratar el Condestable en su correspondencia con Madrid va a ser el lugar de celebración de los esponsales por poderes. Su condición de gobernador le va a impulsar a sugerir el ducado de Milán como el espacio más indicado para ello. Sin embargo, Felipe II no va a apoyar esta iniciativa. Todo este proceso que el monarca quiso ver finalizado no pudo llevarse a cabo, entre otras cosas, por los retrasos en la comitiva de la archiduquesa. Esas dilaciones estuvieron determinadas por los brotes de peste en el Imperio que, llevaron a la archiduquesa María a establecer un recorrido más largo pero que evitaba los lugares enfermos. Como ya he señalado, el artífice de los matrimonios no va a vivir para verlos concluidos. El 21 de enero de 1599 Felipe III y la Infanta Isabel iniciaron su última Jornada conjunta con destino a Valencia, donde se celebraron, de manera presencial, los esponsales con Margarita de Austria y el Archiduque Alberto. El viaje les llevó casi un mes y fue la ocasión para que el joven rey entrara en contacto con sus súbditos. Entre las diversas paradas que se produjeron cabe destacar la realizada en el Real Sitio de Aranjuez donde la Infanta pudo disfrutar, por última vez, de uno de los escenarios que habían marcado su vida en la Corte de Madrid. El 6 de febrero de 1599 entraban en el Reino de Valencia donde fueron recibidos por el Conde de Benavente, virrey de aquellos territorios. Todavía pasarían dos semanas antes de entrar en la ciudad de Valencia- 19 de febrero-, aprovenchando la ocasión para visitar otras plazas del reino como Denia681. 681 Se escribieron multitud de relaciones donde se relataban la Jornada de Felipe III al Reino de Valencia como por ejemplo, “Iornada de Su Magestad y Altª desde Madrid a Valencia a casarse el Rey con la Reina Margarita y su Alteza con el Archiduque Alberto”, en BNE, Mss/ 2346, ff. 169r- 199r; “EL 328 La comitiva de Margarita de Austria y el Archiduque Alberto tardó todavía un mes en alcanzar el solar español. El desembarco se produjo en Vinaroz el 28 de marzo de 1599682. Desde allí se dirigieron a la ciudad de Valencia donde, finalmente, el 18 de abril se produjeron los esponsales y celebraciones683. Tras estos acontecimientos los archiduques iniciaron su viaje hasta la Corte de Bruselas donde Isabel Clara Eugenia pasaría los 34 años restantes de su vida. La Infanta criada al amparo de su padre en la Corte de Madrid daba paso a la archiduquesa soberana y gobernadora que, con razón, llamó la atención de sus contemporáneos y de los historiadores que han estudiado el periodo. Las visiones contemporáneas sobre el matrimonio de Isabel Clara Eugenia. Las largas y complejas negociaciones en que se vio implicada la Infanta Isabel y que culminaron tres décadas más tarde en la concertación de su matrimonio con su primo, el Archiduque Alberto, fueron objeto de opinión y especulación por parte de los contemporáneos. Los diversos embajadores extranjeros informaban puntualmente sobre las noticias y rumores que corrían sobre este asunto, otorgándoles una credibilidad que les llevaba a asegurar sin tapujos la pronta conclusión de los enlaces. Es el caso de las misivas del embajador francés en Madrid, Monsieur de Longlée quien, a lo largo de los años 80, dio por seguro el enlace de la Infanta con el emperador, merced a los constantes rumores que sobre ello debían circular por la Corte. Lo curioso del caso es el SOLENE IVRAMEN[men]to, que su Magestad hizo en la insigne Ciudad de Valencia este Año de Mil y Quinientos y nouenta y nueue, el primer Domingo de esta Quaresma, y los personajes que le besaron la mano y las Fiestas que uvo en la dicha Ciudad, y los Arcos Triunfales que auía y de que estauan entapiçadas las calles” en BNE Mss/2346, f. 205; LA ORDEN QVE SE tuuo en el juramento que hizo su Magestad, en la Ciudad de Valencia en BNE Mss/2346, f. 206; RELACIÓN DE LA ENTRADA DEL REY NVUESTRO SEÑOR en Denia y fiestas que se le hizieron en onze de Febrero deste año de 1599 en BNE Mss/2346, ff. 207- 208 682 “LA Serenísima Reyna Doña Margarita de Austria después de dos tormentas, pasó felicemente el mar de Genoa a Vinaros con quarenta y vna galeras muy bien armadas (venía por Capitán General el Príncipe Doria) donde desembarcó a 28 de Março, y fue recebida del Cardenal don Rodrigo de Castro Arçobispo de Seuilla, y del Conde de Lemos, y del Conde de Alua de Lista su Mayordomo Mayor, y Don Iuan de Idiáquez Cauallerizo Mayor, y de toda la nueua familia de Su Magestad.”, RELACIÓN DEL APARATO QVE SE HIZO EN LA CIVDAD DE Valencia para el recibimiento de la Sereníssima Reyna Doña Margarita de Austria desposada con el Cathólico y potentíssimo Rey de España don Phelipe Tercero deste nombre, Valencia 1599 683 “La entrada que hiçieron la Reyna nuestra señora, su madre y el Archiduque Alberto en Valencia domingo a 18 de Abril 1599 y de sus casamientos con el Rey nuestro señor y la Infanta doña Isabel su hermana” en BNE Mss/2346, ff. 210r- 213r; 329 contraste entre la seguridad que el enviado mostraba y los quebraderos de cabeza descritos por Kevenhüller en su Diario. El embajador francés en la Corte de Madrid informó puntualmente sobre las informaciones y rumores que circulaban sobre el matrimonio de la Infanta. Hemos podido ver, para el caso de la Infanta Catalina, como los informes que se enviaban a la Corte francesa no siempre se acercaban a la realidad de las negociaciones que se llevaban a cabo o más bien, cómo la capacidad del diplomático para conocer con detalle las mismas era limitada. Los lazos de parentesco existentes con Francia, así como la relevancia de la embajada del Rey Cristianísimo hacen de Monsieur de Longlée una figura esencial para acercarnos a este periodo. No obstante el embajador no va a contar con las facilidades de que gozaron los enviados en vida de Isabel de Valois. La Infanta va a recibirle en las audiencias ordinarias colmando los deseos de Catalina de Médicis por tener noticias de su nieta; por otro lado, la presencia de Jacincurt era una ventaja más a la hora de contar con fuentes fiables de información. Ya hemos visto la relevancia de la dama en estos aspectos, no obstante hay que matizar un hecho en relación al tipo de noticias que ésta transmitía al embajador. Por las referencias del propio Longlée entendemos que Jacincurt va a ofrecer informaciones sobre la Infanta y Felipe II referentes a su vida en la Corte, su salud y asuntos que podemos incluir en el ámbito de lo “ familiar” más que de lo “ político” . ¿Qué razones podemos intuir para esta “ selección” de noticias? Por un lado podemos pensar que Jacincurt no tenía un conocimiento preciso de negociaciones políticas en torno a la Infanta, a pesar de que la cercanía a ella era notoria; otra hipótesis apuntaría a las fidelidades de la dama. Que Felipe II siempre quiso mantener un cierto secretismo y prudencia a la hora de llevar adelante las negociaciones matrimoniales es un hecho que hemos podido corroborar a lo largo de las páginas anteriores; Jacincurt, que debía su lealtad a las Infantas como promotoras de su carrera cortesana, se cuidaría mucho de no perjudicar sus intereses informando de asuntos de índole política al embajador francés en caso de llegar a su conocimiento. 330 Monsieur de Longlée, no obstante, contaría con más informadores en la Corte y el resultado de sus pesquisas lo encontramos en su correspondencia diplomática. Nos vamos a fijar aquí en las noticias referentes al matrimonio de la Infanta para analizar las conclusiones a las que llegó en torno a este asunto. Para el embajador francés un hecho que parecía fuera de toda duda era que la Infanta Isabel estaba destinada a casarse con el emperador Rodolfo II. Además, hasta 1585, la premisa que gobernaba la política matrimonial del Rey Católico para sus hijas contemplaba que Isabel, como primogénita, debía de casarse antes que la Infanta Catalina. El hecho de que la diferencia de edad entre ambas infantas fuese tan pequeña hacía lógica la convivencia de negociaciones paralelas, de tal manera que, a la vez que se determinaba el futuro de Isabel Clara se iban analizando las posibilidades matrimoniales de Catalina Micaela. En el año 1583 Monsieur de Longlée, en referencia a estas negociaciones, comentaba que “ il ne se parle point de les marier” . 684En aquel momento la emperatriz María estaba en las Descalzas Reales y sabemos, por otras fuentes, que su venida había revitalizado de manera muy clara la negociación entre Rodolfo II y Felipe II para la conclusión del enlace con Isabel Clara. Por otro lado, se habían iniciado conversaciones con Saboya para un posible enlace entre el Duque y la Infanta Catalina. Por ello, esa afirmación resulta curiosa y nos impulsa a pensar que el secretismo impuesto por el Rey Católico funcionaba. No obstante, los movimientos en la Corte podían ser signo inequívoco de que estos asuntos cobraban importancia en la agenda negociadora de la Monarquía. De ahí que unos días más tarde las noticias sobre la llegada de un correo procedente desde Alemania se interpretasen como un indicativo fiable de que el matrimonio de Isabe Clara con el emperador se iba a llevar adelante685. En principio, la idea de Felipe II consistía, en palabras de este embajador, en finalizar estas negociaciones, 684 Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 31 de diciembre de 1583, DDML, París 1912, p. 7 685 “Depuis ma depesche fermée, j’ay sceu que, hier XVIIe, arriva ung courier de l’Empereur, lequel apporta l’entiere asseurance de sa bonne disposition et santé, avec la resolution de son mariage avec l’aisnée de mesdames les Infantes; et ay veu une lettre qu’a apporté ledict courrier, lequel dict qu’il est depesché expres par deça sur la conclusion dudict mariage…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 18 de enero de 1584, DDML, p. 10 331 celebrar el matrimonio y ver si daba sus frutos, reservándose la decisión que pudiera tomarse en torno a Catalina Micaela686. Como hemos visto al tratar el matrimonio con Saboya, el embajador francés se va a ver despistado en algunos aspectos de esta negociación, no sabiendo exactamente el término en que se encontraban. Por otro lado parecía que se iba a cumplir esa hoja de ruta que indicaba que la primogénita debía casarse antes que sus hermanas menores. Sin embargo, el paso del tiempo va a hacer notoria la dilación en la conclusión del enlace con el emperador y los informes de Monsieur de Longlée, sin mostrar dudas sobre la realización del mismo 687, se van a dedicar a apuntar las razones de tal retraso. Evidentemente estas estaban motivadas por los desacuerdos entre ambas partes a la hora de concretar las capitulaciones y, más en concreto, la dote de la Infanta. El deseo de Rodolfo II por una dote territorial no va a agradar a Felipe II quien se va a oponer de manera insistente a este punto. Las esperanzas en el Imperio estaban depositadas en Flandes como dote, de tal manera que serían aquellos territorios los que determinarían la política a seguir en relación al conflicto que se vivía desde 1568. La situación de indecisión en que quedaba el asunto llevaba a sugerir, a estas alturas, que el archiduque Alberto empezaba a ser un buen candidato para casar con las Infantas688. La conclusión exitosa de las negociaciones con Saboya debió de sorprender en Francia ya que poco antes de que se anunciase en la Corte de Madrid, 686 “..j’ay entendu que ce Roy vouldroit s’entretenir quelque temps après le mariage de l’aisnée, auparavant que se declarer sur celuy de la seconde; peult- estre pour voir si elle aura des enfans, ce qui importe de beaucoup à ceste couronne, ne tenant pas le prince d’Espaigne pour vivre longuement…” Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 23 de enero de 1584, DDML, p. 14 687 Así se le asegura a Catalina de Médicis en una de las cartas: “…l’on tienne pour tout asseuré celuy de l’Infante doña Ysabel, l’aisnée, avec l’empereur” Monsieur de Longlée a Catalina de Médicis, Madrid 29 de febrero de 1584, DDML, p. 31. 688 Sobre las esperanzas en el imperio estas son las apreciaciones del embajador: “L’on estime que le marriage de l’aisnée de ses filles avec l’Empereur en est en partie cause et le tient fort irresolu, ayant l’oppinion ou advis que ledict Empereur, ou les electeurs et autres princes d’Allemagne, n’attendant que ledict mariage pour mettre les mains aux affaires de Flandres (…) avec la couleur ou la raison qu’ils auront de dire que c’estoit la dot ou patrimoine de ladicte Infante, quand elle seroit Imperatrice”; sobre la entrada del archiduque Alberto en las “quinielas” matrimoniales se anuncia aunque no se especifica con qué Infanta podía casarse “et le jugement que l’on en tient le plus certain, c’est que le cardinal qui est en Portugal en espousera une” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 30 de Junio de 1584, DDML, p. 89 332 Monsieur de Longlée seguía considerando que las expectativas de Carlos Manuel I no tardarían en verse defraudadas. Pero lo cierto es que a principios de 1585 la Corte de Felipe II inició la Jornada que les llevó a Aragón donde se celebraron los esponsales con grandes festividades y despliegue ceremonial. No se perdía la esperanza de que este anuncio fuese el prolegómeno de otro de mayor entidad y por ello, Monsieur de Longlée empieza a hablar sobre el posible viaje de Rodolfo II a la Península para recoger a la Infanta Isabel689. A lo largo de los siguientes meses podemos observar una cierta continuidad en las informaciones, aunque es patente la vaguedad de las noticias. Se alude a que el matrimonio sigue en pie pero no se concreta la información. Como el retraso era evidente se recurre a los argumentos ya conocidos que podían explicar ese hecho: la salud del heredero y la situación que su prematura muerte causaría a la Monarquía Hispánica. La rumorología sobre el matrimonio se va a mezclar con otros rumores relativos a aspectos diversos de la política exterior de la Monarquía. En enero de 1586 Monsieur de Longlée informaba sobre un viaje de Felipe II a Lisboa con el objetivo de preparar la Armada contra Inglaterra. Sin embargo, la razón básica de tal jornada era el matrimonio entre Isabel Clara y Rodolfo II quien, presumiblemente, viajaría a la ciudad portuguesa para tal fin690. No obstante la seguridad con que informaba de estas novedades, unos días más tarde el embajador rectificaba algunos puntos señalando que el viaje del emperador no se produciría y que correspondería al archiduque Ernesto la tarea de venir a España para luego acompañar a la Infanta en su jornada hacia el Imperio 691. Quizá uno de los aspectos más interesantes en esta correspondencia sea el intento de dilucidar cuáles eran los sentimientos que generaban en la Infanta los constantes retrasos a que se veía sometido el matrimonio. Isabel Clara 689 Monsieur de Longlée a Enrique III, Zaragoza 18 de marzo de 1585, DDML, p. 115 “si l’on va en Angleterre, ledict Roy ira à Lisbonne; mais j’ay advis que ledict voiaige de Portugal se fera plutost pour le mariage de l’Infante que pour aultre occasion, se tenant pour certain qu’il est resolu avec l’Empereur, lequel se pourra embarquer en Allemaigne et venir à Lisbonne…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 31 de enero de 1586, DDML, p. 220 691 “…j’ay entendu que l’archiduc Hernest doibt venir en Hespaigne pour accompagner Son Altesse en Allemaigne, et que l’Empereur n’en partira poinct…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 8 de febrero de 1586, DDML, p. 224 690 333 había visto “ usurpado” su puesto por Catalina Micaela al culminarse su matrimonio con anterioridad al suyo y, además, su celebración no había supuesto una precipitación de acontecimientos, como todo el mundo esperaba, que diese salida a la negociación con el Imperio. Cuando llegó la noticia del nacimiento del primer hijo de Catalina Micaela y Carlos Manuel I, Felipe IIsegún palabras de Longlée- se “ disculpó” ante su hija mayor por el retraso en su matrimonio. La Infanta Isabel respondió, en esta ocasión, al patrón que luego los panegiristas se encargaron de difundir con éxito y cumplió el papel de hija obediente a los dictados de su padre. “ Son Altesse luy respondit qu’elle supplioit Sa Majesté ne penser qu’à sa sancté et à vivre tres longues années, et qu’elle ne souhaisoit aultre contentement que cestuy-là et de finir ces jours de la sorte qu’elle estoit; ce que ledict Roy monstra prendre comme sy Madame l’Infante n’avoit pas trop de contentement de voir qu’il ne ce parle poinct de son mariage…” 692 Todo aquello que concerniera al matrimonio va a seguir teniendo un papel importante en estos despachos diplomáticos. Catalina de Médicis va a tratar de conocer los entresijos de la negociación y para ello se va a valer de la acción de Longlée en Madrid y de los conocimientos que, sobre ello pudiera tener don Bernardino de Mendoza, embajador de la Monarquía en la Corte de París. Una misiva de Monsieur de Longlée en julio de 1586 a Villeroi trataba de sintetizar la información que hasta el momento se disponía. No había argumentos o causas novedosas a las que hemos venido observando en líneas anteriores; desde luego, el desacuerdo entre ambas partes por la definición de aspectos muy concretos seguía siendo muy importante. Rodolfo II quería una dote territorial para la Infanta y Felipe II quería una compensación importante en forma de vicariato en Italia693. Asimismo, la incertidumbre que generaba la 692 Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 9 de Junio de 1586, DDML, p. 271 “[Rodolfo II] demande que l’on luy donne quelque chose de stable, comme Estatz qui demeurent à luy et aux siens, et ung million d’or d’argent comptant. Ledict Roy s’accorde pour l’argent; mais de donner des Estatz il n’en veult point ouyr parler et demande à l’Empereur qu’il face avec les Electeurs qu’ilz consentent qu’ilz le nomment vice- roy perpetuel de l’Empire en Italie; ce que l’Empereur dict ne pouvoir faire” Monsieur de Longlée a Villeroi, Madrid 19 de julio de 1586, DDML, p. 286 693 334 salud del heredero era otro elemento que impulsaba a Felipe II a mirar con cautela el matrimonio de la que, entonces, se convertiría en su heredera. De ahí que se aluda a la posibilidad de que fuese el archiduque Ernesto el elegido para el matrimonio. Unos meses más tarde el embajador, ante el envío de un correo a Alemania, informaba a la corte francesa de la pronta conclusión del matrimonio y el deseo de Felipe II porque Rodolfo II viajase personalmente a la Península para la celebración y acompañamiento de la Infanta al Imperio 694. Aunque en un correo posterior se haga una reconsideración sobre algunos aspectos, nuevamente relacionados con el traslado del emperador, no se ofrecía la concreción que un negocio que según el embajador estaba finiquitado. En los siguientes meses las informaciones de Monsieur de Longlée van a empezar a ir en otras direcciones. Por un lado, se va a hacer referencia a la falta de respuesta de Rodolfo II a los planteamientos del Rey Católico. Van a ir surgiendo rumores de otros posibles candidatos a la mano de Isabel Clara como el hijo del duque de Lorena o Jacobo VI de Escocia y desde ese punto se va a llegar a la afirmación de la paralización de las negociaciones695. La correspondencia de Monsieur de Longlée es un buen testimonio para conocer diversos aspectos de la Corte de Felipe II durante la década de 1580. No obstante, a la vista de las apreciaciones que hace sobre el proyectado matrimonio de Isabel Clara y Rodolfo II, sus fuentes de información eran limitadas. Muy posiblemente el embajador supo recoger las noticias que circulaban por la Corte, mostrando cómo se veía este asunto en aquel ámbito. En general podemos afirmar que las negociaciones matrimoniales concernientes a las Infantas se llevaron con gran discreción; más en el caso de este enlace con Rodolfo II donde la presencia en Madrid de la emperatriz María ofrecía la posibilidad de la negociación a boca y por tanto, menos susceptible de ser conocida por agentes externos. La posición del embajador 694 “…j’ay esté adverti que la conclusion du mariage de madame l’Infante s’advance, et que ledict Roy desire fort que l’Empereur la vienne prendre en Hespaigne” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 3 de septiembre de 1586, DDML, p. 298 695 “…et qu’il ne s’advance rien au mariage de madame l’Infante 335 francés, aún siendo importante, no gozaba de privilegios como los disfrutados, en su momento, por Monsieur de Fourquevaux por lo que tuvo que recurrir a avisos y rumores circulantes y fiarse de que sus informantes gozasen de buenas fuentes de información. No es el único diplomático que hemos traído a colación a la hora de analizar el matrimonio de la Infanta; tanto Kevnehüller, embajador cesáreo, como el Conde de la Mota, embajador extraordinario de Saboya, ofrecen en sus correspondencias y diarios sus impresiones sobre este particular negocio. En el caso del primero, la cercanía es más notable ya que era uno de los interlocutores para la finalización de las negociaciones y, a la vista de las quejas vertidas sobre el comportamiento de Rodolfo II y los constantes obstáculos que se presentaron, no es de extrañar que el resto de embajadores se moviesen entre informaciones desmentidas y contradictorias. Asimismo ello explica la actitud escéptica del Conde de la Mota quien no confirmó el matrimonio hasta prácticamente el final del negocio. Los cortesanos que pululaban por Palacio resultan una fuente de gran interés para entender la percepción que este asunto podía tener en sus vidas. Habitualmente estas cuestiones matrimoniales han sido estudiadas desde la documentación diplomática conservada en los archivos y podemos apreciar ese peso en el análisis que se ha hecho en las páginas precedentes. Sin embargo, un matrimonio regio, además de las previsibles consecuencias políticas, era la ocasión perfecta para satisfacer las esperanzas de algunos cortesanos al formar las Casas que debían acompañar a la futura novia. Este aspecto resulta de enorme interés para los especialistas de la Corte porque permite comprender la importancia y fuerza de las redes cortesanas y grupos de presión que se desarrollaban en el plano transnacional. En este sentido, el estudio de aquellas familias que circularon entre Madrid y Viena merced a los matrimonios dinásticos, nos demuestra la importancia que tales negociaciones podían tener para las estrategias particulares de aquellas personas. Así, resulta muy sugerente la lectura de la correspondencia de Ana de Dietrichstein- dama de la princesa doña Juana y más tarde de la reina Ana y 336 las infantas- con su madre, Margarita de Cardona, y la percepción que tuvo ante el previsible matrimonio de Isabel con Rodolfo II. Esta dama, que podemos inscribir perfectamente en el círculo “ imperial” , deja vislumbrar las aspiraciones personales y familiares que tal enlace lograría satisfacer. La dama, por su cercanía a la Familia Real y a los acontecimientos que se vivían en aquel momento en la Corte, resulta una buena informadora para saber cómo se extendían de manera constante los rumores sobre el matrimonio de Isabel con Rodolfo II. Así, en carta escrita en 1581 comenta que la edad de la infanta ya permitía la conclusión de ese negocio “ Está muy grande y la infanta tan mujer que bien puede el Emperador asérsele de mal aguardar. Yo lo espero de manera, que pienso no lo e de ver” 696 Ana de Diestrichstein era consciente de las dificultades que se podían desarrollar en este asunto, y más concretamente la nueva situación que se va a vivir en la Corte a raíz de la muerte de Ana de Austria. Como ya hemos señalado, la falta de la reina suponía que Felipe II dependía de la salud de dos niños de corta edad- el príncipe Don Diego y el infante don Felipe- para asegurar la descendencia masculina. La siguiente en la línea de sucesión era Isabel, cuya saludable condición podía ser vista como una ventaja considerable, pero no, desde luego, para los planes de los Diestristain. “ Porque dicen que si el ynfante falta, que no se casará la infanta con el Emperador. (…) Dios le guarde y le dege tener tal muger como nuestra Ysabel” 697. No obstante estas dudas, la dama se muestra confiada de los beneficios que reportaría a su familia la conversión de Isabel en emperatriz y su salida hacia el Imperio. Así, la formación de una casa supondría la posibilidad de colocar a otras hijas de Diestristain en la servidumbre de la misma- “ Dise [la infanta] 696 Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid 2º día de Pascuas 1581, carta XLIII en de CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 113 697 Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, Madrid 6 de marzo de 1581, carta XLVIII en de CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 123 337 que [de] muy buena gana resibirá a las ermanas que yo quisiere” 698- así como beneficios económicos en forma de encomiendas para los hermanos. En este sentido, el más mencionado es Maximiliano: “ Con todo yo sacaré de la Ysabel alguna sedulica para quando sea Emperatriz para el yjo que Vuestra Señoría más quisiere, que creo será Maximiliano” 699. Para lograr sus objetivos la dama bascula entre la adulación y la presión. En sus cartas informa puntualmente de los regalos que ofreció a las infantas, muchos de ellos enviados por la propia Margarita de Cardona, y que hacían las delicias de las adolescentes. En este sentido, la más favorecida era Isabel Clara y creo que en ello podemos observar una intencionalidad clara. El agasajo hacía visibles a las Diestristain frente a otras moradoras de Palacio y les permitía recibir la promesa de una merced. Junto a ello encontramos una actitud más resoluta e, incluso, impertinente, en que vemos a la dama exigiendo a la Infanta firmeza en sus promesas: “ …Así pienso aser lo que Vuestra Señoría me escribe en carta de 17 de [he]brero que es, no procurar de la infanta niñerías, sino beras, que a fe que no se me olbide a su tiempo que nos a de dar para Maximiliano algo” 700 Posiblemente la hija de Margarita de Cardona era consciente de lo endeble de toda esta proyección e, incluso, de las promesas que pudiera hacerle la Infanta por lo que va a tratar de asegurarse el beneficio de alguna manera. Si bien el matrimonio imperial aparecía como más seguro que otras opciones, estas damas alemanas temían que las circunstancias políticas impelieran a Felipe II a culminar una alianza con otro príncipe europeo. En este sentido, Ana menciona los anhelos de Juana de Chasincourt por ver a la Infanta en Francia: 698 Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, San Lorenzo 8 de Agosto de 1579, carta XXXIII. Esta promesa se vuelve a repetir en 30 de enero de 1580 cuando la dama afirma que “La infanta doña Ysabel me ase mucha merced, y dice que todas mis ermanas resibirá quando allá fuere. Es como un oro” carta XXXIV ambas en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 81. 699 Ana de Diestristain a Margarita de Cardona, Madrid 3 de enero de 1581, carta XLIV en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 114 700 Ana de Dietrsitain a Margarita de Cardona, Madrid Viernes Santo de 1580, carta XXXVII en CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 94 338 “ Pues nunca Jasinqur a querido que la infanta tome el librillo de memoria por los siferas que tiene, que dice no se sufre ni es tiempo. Que la buena mujer no pierde su esperansa que a de yr la infanta a Fransia” 701 Aunque las esperanzas de la dama francesa eran bastante vanas- tal y como hemos podido ver al tratar el matrimonio con Francia- es interesante destacar el clima de rivalidad que se vivía en la Corte y dentro del grupo de damas. En este sentido, Chasincourt juagaba en desventaja porque, aun contando con la total confianza de las infantas, estaba en franca minoría frente al grupo “ alemán” ya que ella era la única que quedaba en Palacio del antiguo grupo de damas francesas de la Casa de Isabel de Valois. Sería muy interesante poder hacer una comparativa con las opiniones de otras damas, en situaciones parecidas pero para ello deberíamos avanzar en la búsqueda de otros epistolarios igual de completos que el ya mencionado. Quizá se podría hacer una comparación con lo ocurrido en 1585 cuando se preparó y organizó la Casa de la Infanta Catalina Micaela. A la misma se incorporó un importante cuerpo de servidores españoles que van a instalarse en Turín en un sistema palatino que trató de seguir la normativa de la Casa de la Reina. En este sentido, las perspectivas que se presentaban a esa servidumbre no eran tan jugosas como las planteadas por la hija de Margarita de Cardona y sí se dio el caso de alguna dama que rechazó, en un primer momento, la salida de España. Además habría que señalar que las damas españolas trataron de concertar matrimonios en la Península para salir de la Corte de Turín. Por ello, aunque no debamos perderlo de vista podemos concluir que son casos distintos. Hablamos de esperanzas, rumores, pero las constantes dilaciones nos deben hacer reflexionar sobre cómo se gestionó esa constante incertidumbre en que quedó el futuro de la Infanta Isabel. Parece que, en determinados casos imperó una especie de ley del silencio, y en este sentido resulta bastante elocuente lo poco útil que se muestra la documentación del Consejo de Estado que se conserva en Simancas. Efectivamente los fondos pertinentes a los asuntos del 701 Ana de Dietristain a Margarita de Cardona, Madrid 28- 29 de mayo de 1581, carta LIII CRUZ MEDINA, V., op cit., p. 136 339 Imperio ofrecen multitud de informaciones pero se caracterizan por su mutismo en este particular negocio. Ya hemos señalado arriba una de las razones- el hecho de que se negociase a boca- pero es indudable que hubo momentos en que no se hablaba, en absoluto, sobre el matrimonio de la Infanta. El Conde de la Mota, cuyas apreciaciones tienen un valor indudable por ser quienes eran sus receptores inmediatos, comenta en uno de sus despachos ese mutismo y, lo que es más interesante, resalta el escaso beneficio que le reportaba a la Infanta esa constante dilación: “ La señora Infanta está muy buena, gorda y hermosa, pero a la uerdad deue S A muy poco al tiempo con quien no gana nada. Están allá los casamientos tan helados como olvidados, y no hay quien hable en ellos…” 702. Las palabras del Conde resultan elocuentes y quizá la anécdota que relata a continuación nos aporta más datos sobre ese silencio. Y es que, parece que nadie hablaba de ello en alto salvo “ Martín, el loco aragonés, que de ordinario aprieta mucho el Rey porque case la Infanta con su barbero, diziéndole en todo su seso, que este, en fin, con las tixeras se puede muy bien ganar la uida y que, pues Su Alteza está acá tan arrinconada syn que nadie la quiera ny la busque, que con este casamiento quedará muy bien remediada” 703. Más allá de lo jocoso de la ocurrencia de este loco, el comentario del diplomático nos sitúa en un plano donde los cortesanos no parecen “ atreverse” a hablar al Rey sobre la necesidad de decidir finalmente el destino de la Infanta. Es cierto que las circunstancias políticas de ese momento, con el conflicto francés en plena ebullición, eran buena razón para no pronunciarse en una solución definitiva, pero aún así había quien consideraba incomprensible la situación. No podemos pasar por alto ese apunte sobre los 702 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f 703 El Conde de la Mota a Catalina Micaela, Madrid 4 de diciembre de 1593, AST, Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f 340 posibles del “ novio” y es que, como hemos tenido ocasión de ver, las perspectivas económicas de un matrimonio de la Infanta con alguno de sus primos Habsburgo dependían también de las rentas que el Rey Católico pudiese aportar a la dote. Catalina Micaela posiblemente reiría al conocer las ocurrencias de este Martín, pero es también probable que supiese cuáles eran los sentimientos reales de su hermana ante esa situación. Isabel Clara había visto salir a Catalina ocho años atrás, “ usurpándole” el orden legítimo que correspondía en la celebración de matrimonios, y su futuro se presentaba incierto. Incluso, su situación podía llegar a convertirla en objeto risible; el loco aragonés lo hacía sin maldad, pero los pasquines que circulaban en Francia en contra de su candidatura eran menos amables. Aunque en este caso el Conde de la Mota no carga las tintas contra Felipe II de manera explícita- lo hará más tarde-, sí que es cierto que muchos contemporáneos vieron en el Rey Católico el principal responsable de esa dilación. Dentro del conjunto de críticas que van a arreciar contra el monarca en sus últimos años, la cuestión del matrimonio de la Infanta va a estar presente. Y lo que más nos interesa es ver cómo tales críticas van a exceder los círculos más cercanos e informados para extenderse por otras capas. El caso más peculiar puede ser el de Lucrecia de León cuyos sueños proféticos versaron sobre los males que el gobierno de Felipe II estaba causando en la Monarquía704. La lectura de las transcripciones de los mismos nos permite hacer un recorrido por temas y asuntos políticos que debieron interesar al común de los habitantes de la villa y corte. No se trata sólo de apreciaciones sobre los efectos negativos de una política en su influencia social más inmediata- hambre, empobrecimiento a causa de los impuestos, etc.- sino también el comentario subjetivo de asuntos que ocupaban a los consejeros del Rey como por ejemplo, la elección del Rey de Polonia en la década de los 80. La cronología de los sueños (1587- 1590) nos sitúa en la última década del reinado de Felipe II; la visión que del monarca se ofrece es la de un rey presumiblemente ajeno a los males causados por él mismo, envejecido y con 704 KAGAN, R. L., Los sueños de Lucrecia. Política y profecía en la España del siglo XVI, San Sebastián 2005 341 un sucesor débil. Los sueños agoreros sobre la muerte del Príncipe y del mismo rey son constantes, lo que nos habla de la preocupación que suscitaba en aquellos personajes- Lucrecia y su círculo inmediato- el tema sucesorio. ¿Cuál era entonces el papel de Isabel Clara en los mismos? La Infanta soñada se muestra desde diversas facetas. Por un lado, una víctima más de los desaciertos de Felipe II porque además de su condición de mujer no casada, también se une la de heredera de una Monarquía a la deriva. Así se deja traslucir en algunos sueños como por ejemplo en el sueño de 8 de marzo de 1588 donde una mujer llora por las desgracias a que se ve sometida la Cristiandad y donde, entre sus muchas peroratas, exclama lo siguiente: “ Y no lloro por esto, sino porque Philipe tiene siempre puesta la boca en los pechos de las ouejas, y no lloro por esto sino porque la triste Infanta queda huérfana y no le viene de derecho el Estado porque su padre le ha perdido” 705. Es asimismo una Infanta temerosa de Felipe II, incapaz de echarle en cara cómo le han afectado esas dilaciones, pero a la vez, en otros sueños, se muestra desafiante. En éstos últimos podemos decir que Isabel Clara parece convertirse en portavoz de estos descontentos y, debido a su cercanía al monarca, le reprocha los males causados: “ ....entró la Infanta doña Isabel uestida de damasco pardo con un manto pardo encima y el Rey preguntó por qué venía con aquel vestido y respondió porque ha muchos días que Piedrola me ha mostrado mis trabajos y V Md no ha querido admitir consejo de aquel hombre. Y rogándole ella que le soltase y admitiese sus consejos, y que hiziese parecer los papeles que el Cardenal tenía en los quales entendía don Alonso de Mendoça y se mirase por allí lo que dezía Dios sobre estos tiempos, porque Doña Ana de Mendoça le auía apuntado a dezirla el suceso de el Armada antes que uiniese la mala nueua de ella, y que hauía visto que salía por uerdad y que aora echaua menos la muerte de su hermano don Carlos. Y el Rey le respondió si él fuera bibo no 705 AHN, Inquisición, leg. 3712/2, pp. 269- 270 342 fuerades vos Reina y ella le dixo que más preciaua la guarda de estos Reinos que no uerlos andar aora disfamados y que mucho lloraua Piedrola esta muerte y oyendo esto el Rey enojose y dixole por uida de mi Corona que le he de hazer quemar, porque no me deis en cara con él y respondió la Infanta V Md quemará las verdades y nosotros pagaremos las mentiras y oído esto me sacaron de la sala y topé en los corredores al Príncipe al qual lleuaua la muerte tirándole de los cabellos” 706 Es uno de los enfrentamientos más duros que esta Isabel Clara imaginada tiene con su padre. Bajo él subyacen críticas muy explícitas y desconcierto por la situación que podría vivir la Monarquía en caso de morir el Príncipe. El tema de la sucesión es repetitivo en estos sueños y se entremezcla de manera muy clara con el problema que suponía que Isabel no estuviera casada y que, por tanto, no hubiese dado a luz a un posible heredero. El sueño de 25 de marzo de 1590 se centra en esos aspectos, desde una perspectiva muy pesimista, porque la desgracia parece centrarse en Felipe II y sus hijos: muerte del Príncipe, esterilidad de la Infanta y muerte de los Duques de Saboya y sus hijos, dejando en una línea muerta esta rama Habsburgo707. Evidentemente los sueños de Lucrecia hay que interpretarlos en su justa medida. No es nuestro trabajo incidir en ellos pero, desde luego no podemos pasar por alto la frecuente mención de Isabel Clara en ellos y que, sin duda, es prueba de que el matrimonio de la Infanta y todo lo que le rodeaba era objeto de comentario más allá de los círculos estrictamente cortesanos y diplomáticos. 706 Sueño de 14 de octubre de 1588, AHN, Inquisición, leg. 3712/2, p. 75 “ ... Con esto me sacó de mi casa y me lleuó a Palacio y subiendo por la escalera del quarto del Príncipe topamos con un ataúd pequeño que le lleuauan quatro grandes. Sobre este ataúd iua la encomienda del señor Santiago y díxome el hombre ordinario. En esta ua el príncipe chico serán pocos los días que al padre le restan de uida. Y en bajando este ataúd subimos adonde estaua su padre, en una pieça toda cubierta de negro. Con él estaua Quiroga y éste le dezía que se consolase y que procurasen hazer las bodas de la Infanta para que de ella se viesen sucesores en España. Y díxome el hombre ordinario ya podéis contaros por vasallo de Rey muerto. Mira, que no sólo de Isabel no se an de uer herederos, sino que los que ai nacidos de la otra serán muertos ellos y su padre y su madre también/ bien está este loco en lo que Dios quiere hazer, pues pide herederos de quien a de ver nueuos sucesores en España. Porque Isabel bibirá algunos años, morirá de edad mayor, fundarase en su nombre un monasterio de la Visitación de Sancta Isabel y éste será fundado en Alicante...” Sueño de 25 de marzo de 1590, AHN Inquisición , leg. 3712/2 pp. 326- 327 707 343 Quizá para cerrar este círculo de interpretaciones podemos hacer referencia a la crónica que Fray Jerónimo de Sepúlveda dejó de los últimos momentos de Felipe II. En su última interpelación a la Infanta el Rey Prudente lamentó los retrasos constantes a que se había venido sometiendo la cuestión de su matrimonio. Ese “ Dios sabe, hija mía, cuánto me pesa por no dejaros casada años ha” 708; parece un acto de contrición del monarca, consciente de los perjuicios que ello había causado a la Infanta. 708 Fray Jerónimo de Sepúlveda, Historia de varios sucesos y de las cosas notables que han acaecido en España y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603, recogido en ZARCO CUEVAS, F. J. (ed.) Documentos para la historia de San Lorenzo de El Escorial, Madrid 1924, p. 198 344 LAS CRISIS DINÁSTICAS EN EL SIGLO XVI Y SU IMPA CTO EN LA VIDA DE ISABEL CLARA EUGENIA. En ocasiones las biografías de los personajes históricos se pierden en la descripción de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar durante su periplo vital sin hacer muchos distingos de aquello que les afectó realmente y aquello que vivieron como simples testigos contemporáneos. En el caso de Isabel Clara su cercanía al poder de la Monarquía más poderosa de Europa la debió de dar una interesante concepción del mundo que le tocó vivir; durante su etapa en Bruselas hubo de aplicar aquellos conocimientos y experiencias previas para desempeñar la difícil labor que tuvo que cumplir. No todos los acontecimientos que tuvieron lugar durante las tres últimas décadas del reinado de Felipe II tuvieron un impacto directo sobre ella, pero otros sí, aunque su influencia directa fuese escasa. Es el caso de las llamadas crisis dinásticas que afectaron a diversas monarquías durante este periodo709. Portugal, Francia e Inglaterra sufrieron un cambio drástico merced al agotamiento de las dinastías que habían ocupado sus tronos. El caso de Portugal que se saldó con su incorporación a la Monarquía Hispánica tuvo un lógico impacto en la Infanta que realizó parte de la Jornada que llevó a Felipe II a aquel reino. Sin embargo su papel no fue ni de lejos tan relevante como el que vivió en las otras dos crisis sucesorias. En el caso de Francia el Rey Católico puso un empeño especial en que se vieran reconocidos los derechos sucesorios de Isabel Clara Eugenia al trono de Francia tras la muerte de Enrique III, último monarca Valois. La defensa de la fe católica en Francia pasaba así por la necesaria entronización de la Infanta, un proyecto de gran envergadura política que situó la atención de Felipe II en aquel Reino. Diferente pero similar fue el caso de Inglaterra. El Rey Católico prestó especial atención a los asuntos de aquel reino entre otras cosas por la injerencia de la Reina Isabel I en el conflicto de los Países Bajos. Aunque la sucesión inglesa era 709 Aunque vamos a referir crisis dinásticas “ajenas” a España, sí que resulta interesante una referencia a las aportaciones bibliográficas sobre las crisis ibéricas. Así, hemos de mencionar los trabajos que abordan estos procesos en la Península Ibérica desde la Edad Media hasta los albores del siglo XIX recogidos en NIETO SORIA, J. M. y LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V., Gobernar en tiempos de crisis. Las quiebras dinásticas en el ámbito hispánico (1250- 1808), Madrid 2008. 345 un tema que más tarde o más temprano iba a cobrar protagonismo en el escenario europeo, lo cierto es que no hubo una política de proyección de la Infanta con vistas a que ocupara el trono similar a la que se había visto en el caso francés. La iniciativa, en este sentido, corrió a cargo de otros, siendo el exilio católico el principal impulsor de una monarquía inglesa católica bajo el amparo de Felipe II. El protagonismo de Isabel Clara en este asunto fue cobrando una mayor relevancia durante los primeros años del reinado de Felipe III; y lo hizo en un contexto en que, gracias a su condición de soberana independiente, la Infanta pudo contar con “ voz propia” en la resolución del conflicto. Si bien es cierto que ambos episodios se saldaron con el fracaso de las expectativas que situaban a Isabel Clara en esos dos tronos, lo cierto es que son una muestra más que elocuente del importante capital dinástico de la Infanta. No fue la primera vez, ni la última, que los derechos dinásticos que encarnaban alcanzaban tal relevancia en el marco de las relaciones entre las distintas monarquías europeas. Esto nos debe impeler a contemplar la influencia de las mujeres en las relaciones políticas más allá del ejercicio del poder directo como reinas propietarias, del poder indirecto como reinas consortes o de la diplomacia informal que todas ejercieron de una manera u otra. En efecto, habría que mencionar casos similares como el de la candidatura al trono imperial por parte de Felipe III impugnando la renuncia previa que su madre, Ana de Austria, había hecho a la herencia de su padre, Maximiliano II710; o el de María Teresa de Austria cuya ascendencia Habsburgo fue utilizada como casus belli por Luis XIV en la Guerra de Devolución durante la década de 1660. En ambos casos hablamos de la potencialidad que estas mujeres representaron como miembros de una familia dinástica. No sorprende, por tanto, la gran cantidad de obras, panfletos que utilizaban la exposición de los complejos árboles genealógicos para tratar de poner en entredicho procesos sucesorios favoreciendo a aquellas líneas de las que se podía sacar un rédito político. 710 Este tema ha sido analizado por SÁNCHEZ, M. S., “A House Divided: Spain, Austria, and the Bohemian and Hungarian Successions” en Sixteenth Century Journal, XXV/4 (1994), pp. 887- 903. 346 FRANCIA EN EL HORIZONTE DE LA INFANTA Las biografías sobre Isabel Clara Eugenia suelen comenzar en 1559 cuando la firma de la Paz de Cateau- Cambresis se selló con un matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois, enlace que posibilitó el nacimiento de Isabel Clara Eugenia en 1566. Como producto de una unión Habsburgo- Valois la Infanta contaba con una herencia francesa que Felipe II no dudó en utilizar para dar una salida a la crisis dinástica que vivió Francia tras la muerte de Enrique III en 1589. Abordar el asunto de la candidatura al trono francés supone hacer un recorrido por uno de los periodos más convulsos de la historia de Francia; la complejidad del mismo ha contado con una respuesta historiográfica abundante y diversa. Desde planteamientos generalistas y sintéticos hasta aquellos que abordan aspectos muy específicos el conflicto político- religioso que vivió Francia afectó vivamente a la política exterior de Felipe II. Hacer una síntesis sobre lo que supusieron las relaciones entre Francia y España en el periodo que abarca este estudio es una labor compleja. No es un tema que haya pasado desapercibido, todo lo contrario, el modo en que se desenvolvieron dichas relaciones ha gozado siempre de una gran respuesta historiográfica y lo ha hecho desde diversos puntos de vista. Así contamos con trabajos que siguen la línea clásica de la historia diplomática con un análisis sistemático de fuentes diplomáticas privilegiando, según los casos, a unos actores u otros: monarcas, diplomáticos, etc711. Por otro lado, son notables las contribuciones que, en los últimos años, se han centrado en la circulación de modelos políticos y que han permitido construir una imagen de las relaciones hispano- francesas que desbordan la idea del tradicional antagonismo o el precario equilibrio entre ambas monarquías712. Dentro del contexto concreto de las guerras de religión- crisis dinástica y el papel que Felipe II jugó en ese 711 Podemos destacar, en este sentido, la obra de VÁZQUEZ DE PRADA, V., Felipe II y Francia (15591598). Política, religión y razón de estado, Pamplona 2004 que hace un seguimiento a las relaciones entre ambas Monarquías a través de las fuentes conservadas en la sección Estado (K) de Simancas. 712 SCHAUB, J. F., La Francia española. Las raíces hispanas del absolutismo francés, Madrid 2004. Asimismo, DUBET, A. y RUIZ IBÁÑEZ, J. J. Las Monarquías española y francesa (siglos XVI- XVIII) ¿Dos modelos políticos?, Madrid 2010. Asimismo podemos citar aquellos trabajos que se han centrado en lo cultural: ARREDONDO, M. S., “Relaciones entre España y Francia en los siglos XVI y XVII: testimonios de una enemistad” en Dicenda. Cuadernos de filología hispánica, nº3 (1984), pp. 199- 206 347 particular escenario hay que destacar las aportaciones sobre la Liga católica y sus proyecciones políticas. Tales trabajos aportan una visión más compleja y a la vez más completa sobre estos años convulsos, planteando las posibilidades que se abrían a Francia más allá del triunfo de Enrique IV y el inicio de un nuevo periodo dinástico. Con estas mimbres historiográficas queremos resaltar algunos aspectos notables de la crisis sucesoria que dieron un protagonismo especial a la Infanta Isabel. Francia y Felipe II Las celebraciones que siguieron a la firma de la Paz de Cateau- Cambresis resultaron fatales al producirse la muerte de Enrique II. Si bien es cierto que el soberano contaba con sucesores al Trono también es de destacar la delicada situación religiosa por la que atravesaba Francia. Enrique II había tratado de atajar la extensión de la confesión calvinista y mantener la unidad religiosa de Francia. En los postreros momentos de su vida habría encomendado al Rey Católico la tutela- en cuestiones religiosas- de quien había de sucederle en el Trono: “ Dos días antes que falleciese, ya quando estaba su salud casi desesperada, me vino a hablar su embaxador [obispo de Limoges] que aquí reside y me dixo cómo tenía una carta de mano del Rey Delfín en que le mandaua me dixesse cómo el Rey su padre le auía mandado y encargado con mucho encarescimiento que me tuuiese por padre y guardase conmigo el respeto y amistad que con él tenía, porque si Dios le diera vida, tenía propuesto que con ella hiziéramos muchas cosas en beneficio de la Cristiandad y que él, queriendo cumplir lo que su padre le auía encargado […] me certificase de su parte que me ternía en lugar de padre y hermano” 713 En cierto modo esta carta parece ser la justificación para la intervención de Felipe II en los asuntos de Francia. Por otro lado, si bien es cierto que parece 713 Felipe II al Obispo del Águila, Gante 12 de Julio 1559, AGS Estado K- 1492, nº 53, recogido en RAH Archivo Documental Español. Tomo I. Negociaciones con Francia (1559- 1560), Madrid 1950, pp. 24- 25 348 que Francisco II se presentaba como aliado del Rey Católico, la realidad va a ser mucho más compleja. El enfrentamiento que había tenido lugar durante la primera mitad de la centuria no va a repetirse, pero eso no significó que, en muchas ocasiones, las posturas estuviesen enfrentadas llegando a momentos de tensión por cuestiones diversas. El reinado de Francisco II fue breve, aunque dio muestras de algunos de los problemas que van a caracterizar este periodo. Su matrimonio con María Estuardo implicó que la influencia de los Guisa fuese extraordinaria. La muerte del rey en 1560 dio paso a un Rey- niño que hizo necesaria la regencia de la reina madre, Catalina de Médicis cuyo protagonismo político va a ser notable hasta su muerte. A pesar de los lazos familiares que la unían a Felipe II, la regente no quería la tutela política del Rey Católico de ahí que sus acciones se condujesen por la ambigüedad y el disimulo. Mantuvo una actitud pragmática en lo religioso lo que se tradujo en un intento por conciliar posturas entre católicos y protestantes. Desde Madrid, esta postura se veía con preocupación porque la cercanía entre los Países Bajos y Francia ponía en peligro directo una de las posesiones del Rey Católico. En este sentido, la labor de Isabel de Valois desde la Corte de Madrid tendría que haber sido de utilidad para ambas partes. Si bien es cierto que la historiografía tradicional ponderó de manera muy positiva el papel jugado por la joven reina, aportaciones más recientes han valorado de manera menos amable la labor que aquella cumplió. Isabel se vio impelida, como otras consortes a mediar entre dos cortes, la de origen y la de acogida. Eso significaba que, por un lado, Felipe II esperaba de su esposa que condujese a sus parientes por el camino de la defensa de la fe católica y se alejasen del pragmatismo en esa materia y, por otro lado, Catalina de Médicis albergaba la idea de que Isabel abogase por ellos ante el Rey Católico. En ese sentido, la reina madre aludiendo a los lazos sentimentales animaba a Isabel a usar su influencia sobre el Rey para lograr tales fines. Historiadores como Rodríguez Salgado han minimizado el papel político real de la reina en los asuntos políticos de aquellos años; y si bien es cierto que el análisis es bastante 349 acertado sí que tenemos que señalar que Isabel de Valois tuvo alguna influencia política tal y como refleja la correspondencia que mantuvo con Fourquevaux y Catalina de Médicis. Las cartas dirigidas al embajador francés muestran cómo la reina estaba al corriente de algunos asuntos concernientes a las relaciones hispano- francesas, sobre todo aquellos relativos a las negociaciones matrimoniales con Portugal y el Imperio. El hecho de que Madrid estuviese muy involucrada en tales aspectos convertía a Isabel de Valois en una pieza relevante para que la corte de París contase con informaciones adicionales. La reina hace referencia a la comunicación con Felipe II en estos asuntos y, aunque su impacto fuese escaso, demuestra un cierto interés por parte de la consorte de hacerse útil a ambas partes714. Por otra parte, Isabel de Valois sí va a hacer un cierto esfuerzo por cambiar la actitud de Catalina de Médicis en materia religiosa; al hilo de una carta en que le recomendaba una actitud prudente ante Antonio de Borbón, Rey de Navarra, Isabel de Valois se presentaba como hija de Enrique II quien, como recordaba a su madre, había actuado contundentemente en defensa de la fe católica715. El episodio más descrito como prueba fehaciente de esta participación de la consorte de Felipe II en la vida política ha sido la Jornada de Bayona de 1565716. Organizada como una reunión familiar, además de dar a Isabel la oportunidad de ver a su madre y hermanos, tenía como fin abordar los problemas religiosos de Francia. Aunque los protestantes vieron con temor la reunión, lo cierto es que fue poco lo que se consiguió. Si bien los autores más afectos a la reina quisieron ver a Isabel de Valois como la gran defensora de la 714 Como muestra podemos traer a colación la carta escrita por Isabel a Fourquevaux el 17 de agosto de 1566: “Monsieur de Fourquevauls. Je vous envoye les lettres pour France, et le Roy est fort satisfaict de ce que le Roy, mon frère, vous escript, et m’a commandé de l’en remercier de sa part ce qye vous aussi pourrez faire” recogida en DOUAIS, Les derniéres années d’Elizabeth de Valois. Reine d’Espagne. D’après ses lettres inédites et les dépêches de M. de Fourquevaux, ambassadeur (1565- 1568), Toulousse 1896, p. 53 715 Carta de Isabel de Valois a Catalina de Médicis, Madrid septiembre de 1561, recogida de DOUAIS, op cit. (1896), pp. 64- 67 716 GONZÁLEZ DE AMEZÚA Y MAYO, A., op cit., vol. II, pp. 186- 188; RODRÍGUEZ SALGADO, M. J. (2003), p. 77; MALTBY, W. S., op cit., pp. 215- 216; ÉDOUARD. S., op. cit., pp. 146- 162 350 postura religiosa de Felipe II, lo cierto es que el peso político lo llevó el Duque de Alba y, como ya hemos señalado, los resultados fueron escasos. A la muerte de Isabel de Valois sus hijas quedaban como nexo de unión entre las dos Casas reinantes, aunque, evidentemente se hacía en unos términos distintos que discurrieron por el cauce del afecto familiar. En 1570 el emperador Maximiliano II cerró sendas alianzas matrimoniales con España y Francia. La archiduquesa Ana se convertía en Reina Católica a la vez que su hermana, la archiduquesa Isabel, se convertía en Reina Cristianísima. Felipe II consideró beneficiosa esa alianza para sus propios intereses, tal y como demostró en las negociaciones matrimoniales que la posibilitaron ya que suponía contar con un miembro de la dinastía en la Corte de París717. Es cierto que el protagonismo de Isabel como reina consorte de Francia no fue muy destacado; la sombra de Catalina de Médicis era un elemento a tener en consideración y, si bien es cierto que dio descendencia a Carlos IX, el hecho de ser una niña no debió de contribuir a reforzar su papel en la Corte718. No obstante lo que a veces se pasa por alto es el hecho de que Isabel era una testigo de excepción y que, si bien, su influencia política era casi inexistente, no por ello fue ajena a lo que ocurría en Francia719. 717 “Entre otras cosas recordé a la Reina Isabel que convenía a su servicio y al bien del Rey de Francia que cuanto se ofreciese, demás de escribirlo a la emperatriz, debía también, con la misma inteligencia y confianza, dar parte de todo a Vuestra Majestad y a la Reina nuestra señora, teniendo a Vuestra Majestad por tan padre como al emperador sin hacer diferencia en el comunicar y tratar las cosas porque Vuestra Majestad le acudirá a ellas con el amor y voluntad que podría desear. Díjele más: que allá estaba don Francés de Álava muy confidente ministro de Vuestra Majestad y servirá a la suya Cristianísima con la misma atención…” El Conde de Monteagudo a Felipe II, Spira 3 de noviembre de 1570, AGS Estado leg. 664, nº 61. 718 En su biografía colectiva sobre las reinas de Francia Simone Bertière apenas le dedica unas páginas; como bien señala, además de las descripciones físicas, de los ceremoniales que tuvieron lugar con motivo de su entrada en Francia y su coronación, los cronistas apenas repararon en ella si bien es cierto que fue elogiada por L’Estoile o Brantôme. En medio de las turbulencias políticas, su papel mínimo acabó por convertirse en una de sus mejores virtudes, BERTIÉRE, S., op cit.,, pp. 211- 226 719 La archiduquesa, una vez viuda, abandonó la corte francesa y pasó a Viena donde finalmente se retiró en un convento. No obstante, al igual que se pueden constatar en otros casos de mujeres de la realeza, ella no va a permanecer ajena a lo que ocurría en el mundo. Esta misiva enviada a Ogier de Busbecq que fue preceptor y se encargó de los asuntos de Isabel en Francia, es muestra elocuente de ello “Basbecke aier recibí vuestra carta de 29 de mayo que me podéis creer que me pesa de ver que ay todo ba tan mal por el rey i la reyna que no puede dexar de serle mucha pena mas espero en Dios que los ayudará aunque no me desís nada a donde está la reyna reinante i bos podréis mejor ver a dónde os parece que podréis estar más seguro i me holgado con la cifra que me abéis enviado porque ir las cosas de mala manera i no saber nada es trabajoso por lo qual no deja de escribe quando podéis que ya a mucho que no tenemos cartas de la emperatriz que creo que todo lo causa la guerra i ansí no tengo más que desir sino que el ombre quien embiastes abía de partir oy i ansí le detengo por ir esta que espero legará bien i dios 351 Entre otros acontecimientos la archiduquesa vivió la Matanza de la Noche de San Bartolomé, sin duda alguna uno de los episodios más relevantes del periodo. Los intentos de Catalina de Médicis por reconciliar las posturas entre católicos y hugonotes a través del matrimonio de su hija menor, Margarita de Valois y Enrique de Borbón, Rey de Navarra, chocaron con la brutal violencia de la masacre que acabó con la vida de miles de protestantes. Evidentemente hubo quien pensó que detrás de esta matanza estaba la mano del Rey Católico; no obstante la debilidad que esto imprimía en el grupo protestante, lo cierto es que la postura del Rey Cristianísimo no logró estabilizarse. Es más, los protestantes lograron un mayor margen de libertades religiosas en los años subsiguientes. La muerte de Carlos IX provocada por la tuberculosis empezaba a mostrar el grave problema sucesorio de Francia. Es cierto que, en estos momentos, la Corona contaba con dos varones que podían solventar el problema, pero la inestabilidad en el reino no cesaba. La sucesión recayó en Enrique III cuyo perfil político ha estado mediatizado por las fuertes críticas a que se vio sometido en panfletos y escritos denigratorios. La vida sexual del monarca, su incapacidad para dar un heredero a la Corona y las luchas políticas van a marcar su reinado de manera muy clara720. Si bien es cierto que Enrique III mostró siempre un catolicismo sincero, las relaciones con Felipe II no van a discurrir por cauces pacíficos, entre otras os guarde a 2 de junio. Isabel” La archiduquesa Isabel a Ogier de Busbecq, s. l., 2 de Junio de 1590 (¿), BL Add Mss/19272, f. 61. 720 La atención se ha centrado, en muchos casos en el estudio de los favoritos del Rey, los mignons. Pertenecientes en muchos casos a la nobleza provincial se caracterizaban por su particular modo de conducirse; la vestimenta, las diversiones y el estrecho vínculo que les unía al Rey- descritos en términos de una relación afectuosa cuando no amorosa- eran los elementos diferenciadores. Su protagonismo en la vida política va a ser esencial a partir de 1576, llegando en determinados casos como el del Duque de Epernon y Joyeuse, a la condición de favoritos. Sobre el tema véase: CONTAMINE, P. “Pouvoir et vie de cour dans la France du XVe siècle: les mignons” en Comptes- rendus des séances de l’Académie des Inscriptions de Belles- Lettres, nº 2 (1994), pp. 541- 554 y LE ROUX, N. “Courtisans et favoris: l’entourage du prince et les mécanismes du pouvoir dans la France des guerres de religión” en Histoire, économie et société, nº 3 (1998), pp. 377- 387. Se ha destacado el carácter de la relación que Enrique III mantenía con estos favoritos- especialmente con Épernon-; el embajador saboyano en la Corte de París habló abiertamente de la homosexualidad del Rey, un hecho que otros embajadores pudieron dejar deslizar pero no declararon de manera tan directa: BOUCHER, J. “René de Lucinge, ambassadeur de Savoie auprès d’Henri III: diplómate ou agent de subversion” en POUSSON, J. P., BAURY R., VIGNAL- SOULEYREAU, M. C., Monarchies, noblesses et diplomaties européennes, Paris 2005, p. 391 y ss. 352 cosas, por la actitud de Francia en relación al conflicto de los Países Bajos. En este sentido, la figura del Duque de Alençon (reconvertido en Duque de Anjou al asumir su hermano la dignidad real) fue motivo de preocupación para ambas Cortes. Si el Rey Católico va a elevar sus quejas por la injerencia del Duque en los asuntos de los Países Bajos, no menos problemática va a ser la relación entre éste y el Rey Cristianísimo. Catalina de Médicis va a tener que actuar como mediadora para tratar de suavizar la tensión existente y que en poco ayudaba a reconducir la situación en Francia. En 1584 la muerte del Duque ahondaba la crisis francesa ya que la sucesión masculina ya no estaba garantizada721. Los últimos años del reinado de Enrique III estuvieron marcados por el aumento de la tensión con el clan nobiliario de los Guisa, tensión que estalló con el asesinato del Duque de Guisa y el Cardenal Lorena en 1588. El antagonismo con Enrique de Guisa, compañero de juventud del Rey, había ido en constante aumento durante los años del reinado; la figura carismática del Duque como líder de la Liga católica no beneficiaba en absoluto a Enrique III. Tras el asesinato de los Guisa aparecieron diversos panfletos difamatorios que acusaban al Rey Cristianísimo de los males que asolaban a Francia, calificándole de impío e indigno del nombre que portaba722. Tras el fallecimiento de Catalina de Médicis el soberano acercó posturas con Enrique de Navarra a quien designaría como sucesor tras su muerte. El 1 de agosto de 1589 Jacques Clement asesinó al rey Enrique III; esta muerte suponía el fin dramático de una dinastía que había sido incapaz de asegurar 721 El embajador Longlée consideraba que el pesar mostrado por Felipe II ante la muerte de Alançon era auténtico y que desde Madrid se prefería una Corona francesa fuerte y no débil. Debía ser respuesta a los temores de Enrique III por la situación en que quedaba el reino tras la muerte de su previsible sucesor: “Sire, la voix commune est que le Roy Catholique (je le croy pour toutes bonnes considerations) n’a pas eu plaisir de la mort de mon dict seigneur. L’on adjoute qu’il y a plus d’apparence qu’auparavant de veoir tout le royaulme de Vre Majesté et ses subjects plus unnis…” Monsieur de Longlée a Enrique III, 7 de Julio de 1584, DDML, p. 91 722 Los embajadores españoles hicieron llegar a Madrid algunos de ellos, cuyos títulos son ya, de por sí, suficientemente elocuentes de lo que contenían en su interior: Les sorceleries de Henry de Valois et les oblations qu’il faisoit au diable dans les bois de Vincennes. Avec la figure des demons, d’argent doré, ausquels il faisoit offrandres et lesquels se voyent encores en ceste ville (1589); Origine de la maladie de France avec les remedes propres à la guarison d’icelle, avec un exortation a l’entretenement de la guerre, París s. a.; Le faux visage decouvert du fin. A tous catholiques unis et sainctement liguez pour la defence et tuition de l’Eglise Apostolique et Romaine, contre l’ennemy de Dieu ouvert et couvert, París 1589. Recogidos en AGS Estado leg. 839, nº 23- 25 353 una línea sucesoria directa masculina y que había acumulado un importante desprestigio. A pesar de que el último monarca Valois se había decantado por Enrique de Borbón para sucederle en el Trono lo cierto es que no todos en Francia y fuera de ella van aceptarle como Rey Cristianísimo. Felipe II va a optar por el apoyo al Cardenal Borbón- Carlos X- cuya prisión va a convertir su reinado en un periodo de transición inusitadamente corto. Su muerte colocaba a Felipe II en la tesitura de tener que decidir cuál iba a ser su siguiente paso. El Duque de Saboya, cuyo protagonismo vamos a analizar más a fondo, no dudaba de cuál debía ser el camino a seguir: “ He tenido cartas de París que también envío al Bello en que me auisan la muerte del Rey Cardenal de Borbón que ha sido ayudada. (…) Esta es la verdadera coyuntura y el tiempo más propio y oportuno de hazer grandíssimo seruicio a Dios y a toda la Cristiandad, pues todos los católicos son tan aficionados a V Md y tan obligados por los socorros que les ha dado. Las villas capitales son de la misma voluntad y París más que todos (…), los príncipes de la Casa de Lorena como desta son parciales por servicio, el Reyno es ya exausto y destruydo que buelue los ojos a quien le puede sacar del trabajo en que está y V Md tiene los requisitos que ellos desean” 723 Saboya en la “política francesa” de Felipe II. Aunque podemos considerar que el Ducado de Saboya tiene una importancia menor cuando nos referimos al plano general de las relaciones hispanofrancesas en el contexto de la crisis dinástica, lo cierto es que sí que tuvo un impacto que no podemos pasar desapercibido. Tras el matrimonio entre Carlos Manuel I y Catalina Micaela, el Duque de Saboya se convirtió en un aliado “ natural” del Rey Católico, una condición de la que el potentado italiano va a tratar de sacar el máximo partido posible. En este sentido, la situación política de inestabilidad que atravesaba Francia era una baza que Carlos Manuel I no 723 El Duque de Saboya a Felipe II, Fosán 12 de Julio de 1590, AGS Estado leg. 1268, nº 67 354 quiso nunca desaprovechar para mejorar su situación territorial y su potencia política. Muy en relación con el tema que queremos abordar se presentan dos reclamaciones del Duque de Saboya: por un lado, la mencionada consolidación territorial y por otro la mejora de su estatus a través de un título real y el impedimento de que otros ducados italianos alcanzasen esa condición. De esta manera, considerando que su posición como yerno del Rey Católico le beneficiaba va a hacer continuas gestiones para que se le reconociera como Rey de Chipre y se evitase que el Gran Duque de la Toscana acabase convertido en Rey de la Toscana. Estos dos asuntos van a convertirse en elementos reiterativos en la correspondencia del Duque con España y por ende, del embajador español con Felipe II. Si bien es cierto que el soberano siempre mostró un cierto desacuerdo por las ambiciones de su yerno y que éste no pudo sino acumular una cierta amargura al respecto, lo cierto es que tanto Felipe II como sus ministros van a llevar a cabo una intensa labor de presión para que los Médicis no fueran agraciados con el título real724. Tanto el embajador español en Turín, don Jusepe de Acuña, como los residentes en Roma- Conde de Olivares- y Viena- don Guillén de San Clemente- usaron las vías a su disposición para lograr que las gestiones de los Grandes Duques llegaran a efecto. Felipe II aprovechó su ascendencia sobre el emperador y con el Papa para favorecer en este aspecto a su yerno y a su hija, la Infanta Catalina quien también va a presionar al respecto. Más preocupación van a generar las campañas militares del Duque de Saboya. Carlos Manuel I va a tratar de ganar reputación militar y no va a dudar en ofrecer sus servicios al Rey Católico para aquellas empresas que fueran 724 Por su parte, los florentinos van a tratar de allanar el camino, sobre todo con el emperador, ofreciéndole los fondos económicos de los que siempre estaba tan desprovisto: “[el] Duque de Florencia (…) procura con desproporcionados medios irse todauía mejorando y no con menos que con título de Rey de Toscana (…) y para facilitarse el passo entiendo que offreze al emperador grandísima quantidad de dinero , en especial para el rescate del archiduque Maximiliano, y sé también que con el Papa procura el mismo título” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 6 de septiembre de 1588, AGS Estado leg. 1263, nº 166. No era la primera vez que se hablaba de esos ofrecimientos. Así Don Juan de Borja había informado en 1578 a don Juan de Zúñiga sobre el respecto: “…como el Gran Duque de Toscana pide al emperador título de Rey ofreciendo para ello de dar un millón de ducados a Su Magestad y 100m a cada uno de sus hermanos y 200m para repartir entre estos ministros de Su Magestad…” Don Juan de Borja a Don Juan de Zúñiga, Viena 10 de mayo de 1578, BPUG CEF vol. 14, f. 41 355 menester. En este sentido, el Duque consideraba que era un buen candidato para actuar como gobernador en los Países Bajos, con lo que podría seguir la estela de su padre, Emanuel Filiberto quien había asumido ese cometido durante el reinado de Carlos V725. Felipe II no debió de considerar muy oportuno un cambio en el gobierno de Flandes, toda vez cuando Parma había demostrado ser capacitado para ello y con unos resultados notables para la Monarquía. No obstante, el Duque de Saboya no va a permanecer estático y va a considerar que Francia y su situación de inestabilidad podían servir para “ aprovecharse y ampliar sus estados” 726. Carlos Manuel I va a presentar sus intenciones con respecto a Francia desde una óptica que negaba una motivación por ambición personal. En primer lugar, consideraba que, de no pasar a la acción, sus territorios podían verse afectados por las agresiones de Enrique de Navarra y eso, además de ser una amenaza militar en toda regla, supondría un avance del calvinismo en sus dominios y por ende en los del Rey Católico. Por ello se va a insistir que toda acción del Duque iba en beneficio del Rey Católico y de la Cristiandad, por lo que eran susceptibles de ser apoyadascon auxilio económico y militar- por parte de Felipe II727. La actitud del Duque no se va a templar y el periodo que se extiende entre el asesinato del Duque de Guisa y su hermano hasta el asesinato de Enrique III va a seguir confirmando al Duque en su idea de actuar en Francia para aprovecharse de la debilidad interna del Reino. De hecho, la muerte de Guisa supuso un motivo de preocupación para el Duque de Saboya ya que la trama organizada por el monarca francés llevó aparejada la confiscación de 725 “…muchas veces hauía dicho [el Duque de Saboya] el desseo grande que tiene de que V Md le ocupe en alguna cosa de su real servicio (…) se le podía dar agora el gouierno de Flandes pues el Duque de Parma o passaría a la conquista de Inglaterra o por ventura se haría del mudança, pues se vía claro que V Md no hauía sido del bien seruido en esta ocasión tan importante y que por hauer seruido el Duque su padre a V Md en aquellos estados tendría en más seruirse V Md del que si le hiziesse otra qualquier merced” Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 2 de septiembre de 1588, AGS Estado leg. 1263, nº 113 726 Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 14 de Junio de 1588, AGS Estado leg. 1263 nº 87 727 Estas ideas las va a defender el Duque en su correspondencia con Felipe II: “Supplico a V Md muy humildemente no se canse de que a estos tiempos acuda a su real grandeza, que el temor de perder tan desseada ocasión me da atreuimiento pues también todo ha de resultar en servicio de V Md que, una parte tendría la comodidad de la Prouenza y puesrto de Marsella a beneficio de la Corona de España, assegurándole que no cayga en manos de herejes y enemigos suyos y destotra echaría los franceses allá de los montes cerrándoles la puerta para siempre de la entrada de Italia y de poder inquietar a Milán y Nápoles” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 24 de mayo de 1588, AGS Estado leg. 1263 nº 151 356 documentación comprometedora para Carlos Manuel I y también para Felipe II728. Con la desaparición del último Valois, la situación en Francia se complicaba y en lo referente al Duque de Saboya “ se le han refrescado los pensamientos de apoderarse de Prouenza y Delfinado” 729. Felipe II se mostraba bastante preocupado por las acciones del Duque. En primer lugar porque las campañas militares que le alejaban de Turín ponían en peligro sus dominios, segundo, por las reticencias que tales acciones pudieran tener en Francia y en los “ partidos” que se estaban formando en el seno de la misma. Y es que como bien señalaba el Rey Católico: “ …desseo que el Duque mi hijo acuda en las cosas de Francia al bien de la causa católica sin dexarse lleuar de fines particulares a cosas con que pueda dañar esto, que ha de ser lo principal; agora, por cartas de Francia sé que en París tenían auiso de que el Duque haze diligencias en Prouença y en otras partes para apoderarse de todo lo que pudiera abarcar. Temo mucho que esto no ha de seruir sino de más confusión y desconfiança en los católicos, no sólo del Duque sino de mí, pareciéndoles que él no se ha de mouer sin mi voluntad” 730. La situación de extrema delicadeza en Francia- con un monarca en reclusióndebía de conducirse con cuidado y, por tanto, las acciones del Duque debían acomodarse a los planes del Rey Católico. Desde Turín el embajador va a “ disculpar” las acciones de Carlos Manuel I basculando la responsabilidad a alguno de sus ministros que, a pesar de contar con una mayor edad y madurez, no eran capaces de refrenar unos impulsos habituales en un príncipe de la edad del Duque. No obstante, en otras ocasiones va a mostrar preocupación por la actitud ladina del Duque ya que, como informaba al Rey Católico, Carlos Manuel a la vez que declaraba su condición de fiel servidor de 728 “…me pesa que haurán cogido el secretario con los papeles y cifras y billetes de Don Bernardino de Mendoza, cartas del Duque de Parma y algunos cifrados míos por donde podrán descubrir lo que podrá imaginar V Md” El Duque de Saboya a Felipe II, Turín 2 de enero de 1589, AGS Estado leg. 1266, nº 20 729 Don Jusepe de Acuña a Felipe II, La Rocha 19 de agosto de 1589, AGS Estado leg. 1266, nº 91 730 Felipe II a Don Jusepe de Acuña, San Lorenzo 18 de septiembre de 1589, AGS Estado leg. 1276, nº 62 357 la Monarquía, mantenía tratos con franceses a las espaldas del embajador español731. Felipe II va a insistir en que don Jusepe de Acuña dirigiese y templase esos ánimos a través de sus audiencias y también, con la mediación de la Infanta732. Catalina Micaela, de nuevo, surge como figura de relevancia para la conducción de los asuntos del Ducado y las relaciones bilaterales entre las Cortes de Madrid y Turín. Hay que tener en cuenta que la Infanta, ante las ausencias del Duque, actuaba como regente, por lo que su influencia, ya de por sí notable, se acrecentaba en esta coyuntura. El soberano va a hacer uso de la correspondencia con su hija para hacerle presente cuál era su opinión al respecto, no dudando en afearle la conducta cuando así lo consideraba oportuno. Con la muerte del Cardenal Borbón se va a iniciar el proceso en que la candidatura de Isabel Clara va a contar con un protagonismo indudable. Sin embargo, los derechos de la Infanta no van a ser los únicos en defenderse con ahínco sino que el Duque de Saboya va a hacer valer su condición de Valois para proponer su persona como candidato al Trono de Francia. Carlos Manuel I se va a mostrar esperanzado por la condición de protector que los católicos franceses van a asignar a Felipe II; incluso, va a sugerir la posibilidad de que el soberano se decidiese a tomar para sí la Corona de Francia. Sin embargo, ante los previsibles planes de convertir a la Infanta Isabel como Reina Cristianísima, su entusiasmo no va a ser tan notable, y no lo va a ser, entre otras cosas, porque entre las vías sugeridas la más probable era la que contemplaba el engrandecimiento de la Casa de Guisa como medio para su consecución. En ningún momento va a negar los derechos de Isabel Clara pero sí se va a oponer fuertemente a un posible enlace con el Duque de Guisa. El tema del 731 “…con gente francesa tienen siempre secretos, tracto y pláticas y dellas he visto no dárseme parte, ni aún de lo que tractan (…) Don Juan de Gueuara, que sirue al Duque en su cámara, me dize que muchas vezes de noche por puertas secretas hablan con franceses y les dan muy buenos dineros y desto jamás se me da quenta ni tampoco de algunos correos que han despachado…” Don Jusepe de Acuña a Felipe II, Turín 14 de Junio de 1588, AGS Estado, leg. 1263, nº 87 732 Felipe II aconsejaba al diplomático que convenciese al Duque “ayudándoos la Infanta como espero que lo hará, conociendo lo que importa a su marido” Felipe II a don Jusepe de Acuña, San Lorenzo 7 de mayo de 1589, AGS Estado, leg. 1276, nº 43 358 matrimonio lo vamos a tratar más adelante, pero sí que nos vamos a centrar en la defensa de sus derechos733. Carlos Manuel I era hijo de Margarita de Valois, hermana de Francisco I; el matrimonio de la princesa francesa en Saboya se había concretado tras la Paz de Cateau- Cambresis de 1559 y es esencial para entender el juego de partidos e influencias en la Corte de Turín. Para el Duque de Saboya esa ascendencia le daba derechos al Trono de Francia contando, además, con otras ventajas como el hecho de ser varón- lo que evitaba obstáculos como la Ley Sálica- y contar con una nutrida descendencia. Carlos Manuel I va a presentar como credenciales los presumibles apoyos con que contaba en algunos territorios de Francia y el visto bueno de la Santa Sede. Evidentemente, era consciente de que el respaldo de Felipe II era condición necesaria para que sus derechos tuviesen una proyección real y por ello no va a dudar en acudir directamente a la Corte de Madrid para lograrlo. Don Jusepe de Acuña avisó al Rey Católico sobre las intenciones del Duque de iniciar esta Jornada a la Península y Felipe II usando del habitual tono paternal va a recordar a su yerno los peligros que entrañaba dejar el Ducado. El gobernador de Milán, el conde de Terranova se va a hacer eco de ello, considerando que, si bien no era lo más aconsejable, podía ser el medio a través del cual se desengañase definitivamente el Duque de sus propósitos: “ Ha corrido voz todos estos días que el Duque de Saboya va a la ligera a verse con V Md y don Josepe no está lexos de creerlo y de que es instigado de Leyni; yo holgara que escusara su yda y la pesadumbre della a V Md pero será bien que se desengañe y limite en sus acciones y dé mejor forma y cobro en sus estados y que no piense conquistar los 733 No era la primera vez que el Duque trataba de postularse para un trono real. En 1587 Carlos Manuel I se mostró interesado en la corona polaca: “Que hauiéndose entendido la muerte del Rey de Polonia le dixo el Duque [al Barón Sfondrato] que aunque se le haría de mal alexarse tanto de sus estados antoguos, que todavía era lindo negocio meter en su Casa una corona y un Reyno tan principal y salir de pesadumbres y disensiones con el de Florencia”; si bien era consciente de que Felipe II se iba a inclinar por sus sobrinos presentaba el supuesto apoyo de Roma- “…que el Papa tenía mucha inclinación a favorezelle…”-; no obstante sus consejeros eran más partidarios de “dexarlo correr y deliberar después conforme sucediere, pues le dizen que no puede pretender aquel reyno sino de exclusión del Emperador, de Ernesto y de Ferdinando…” Relación de dos cartas del Barón Sfondrato, AGS Estado, leg. 1262, nº 1 359 agenos y poner sobre las espaldas de V Md toda la defensa y cuidado de los suyos como lo ha hecho hasta agora” 734. La confianza en el proyecto del Duque que mostraba el Conde de Terranova era bastante escasa, un hecho que debemos relacionar con las dificultades que se habían desarrollado en la relación entre el Milanesado y el Ducado de Saboya. Los Duques esperaban del gobernador determinadas acciones de asistencia militar que éste solía prestar tras las consabidas consultas a Madrid; esto chocaba con la premura deseada por Catalina y Carlos Manuel I y las tensiones entre ambos centros van a ser notables735. Pese a las prevenciones que el viaje a la Corte de Madrid generaban en el gobernador de Milán Carlos Manuel I llevó a cabo la Jornada a Madrid para entrevistarse con su suegro. Uno de los mejores testimonios que tenemos para documentar ese viaje es la correspondencia que el Duque mantuvo con la Infanta Catalina; Carlos Manuel describió de manera detallada el viaje que le llevó hasta la Península y el trayecto hasta Madrid. El Duque de Saboya recibió, desde su llegada a España, un tratamiento exquisito contando con un cortejo de acompañamiento que le escoltó hasta la entrada en la Corte. Allí fue recibido por el Rey y el Príncipe que hicieron con él el último tramo de viaje hasta el Alcázar donde les recibió la Infanta Isabel Clara Eugenia. Más parecía una jornada perfectamente organizada por ambas Cortes que un viaje emprendido con la única iniciativa del Duque. Éste fue agasajado por el Rey Católico con partidas de caza y otros eventos similares de los que se hicieron eco algunos cronistas, pero la pregunta que muchos se hicieron fue cuál era la intención de Carlos Manuel I con este viaje736. A Felipe II no se le debía escapar 734 El Conde de Terranova a Felipe II, Milán último de febrero de 1591, AGS Estado leg. 1269, nº 48 Traemos a colación una carta de la Infanta Catalina al Duque de Terranova donde expresa el deseo de que el gobernador actúe con una mayor independencia para favorecer los intereses de Saboya: “…pues pienso en estos casos, mi padre no deue limitar tanto sus órdenes, mandando que se acuda a la conservación destos estados, que vos no podáis alargaros en lo que no çufre respuesta de España y que no se trata sólo de nuestro interés sino mucho más del servicio de mi padre” La Infanta Catalina al Duque de Terranova, Turín 26 de enero de 1591, AGS Estado leg. 1269, nº 35 736 L’Hermite se hacía eco de algunos de esos entretenimientos: “…En Haranjuez tuvo lugar una caza real, se mataron varios animales salvajes y hubo después entre los bufones de Su Majestad (que iban como único acompañmiento suyo) un gran banquete en el que se les sirvió en la mesa carne de zorro, gato, urraca, cuervo y de otros animales parecidos y ellos la comieron como si fuera carne sabrosísima, lo que fue causa después del gran divertimento e hilaridad de todos”, SÁENZ DE MIERA, op cit., pp. 127128 735 360 el objetivo perseguido por el Duque y lo que L’Hermite considera como un signo de distinción- la puesta a su disposición de un nutrido guardarropa737Kevenhüller lo interpretaba como un signo sutil: “ …Y porque Su Magestad imaginaba que el Duque se auía de entrar en la corte en hábito de francés le imbió cinco vestidos a la española con muchas otras cosas, guantes y coletas de ámbar y cosas de olor” 738. De esa manera Felipe II lograba que su yerno se presentase como español, algo que se podía interpretar como signo de una perfecta comunión con las políticas del Rey Católico, elemento esencial con el asunto que estaba sobre la mesa. En una coyuntura política donde Francia ocupaba el primer plano era evidente la relación del viaje del Duque con este hecho. Vamos a referirnos al discurso escrito por Gonzalo de Valcárcel739 en el que se hace un análisis certero sobre las causas que habían movido al Duque en esta Jornada. Para el memorialista la conexión del viaje con los asuntos de Francia estaba fuera de toda duda- “ se puede absolutamente afirmar que vino Su Alteza para tratar y tomar resolución sobre las cosas de Francia” -, si bien es cierto que podían ser varias las intenciones del Duque al respecto. Así se señalaban dos posibilidades en los proyectos que albergaba el yerno de Felipe II: por un lado, la atomización político- territorial de Francia tras evitar la elección de un monarca; por otro lado, la elección del mejor candidato como soberano de aquel Reino. En el primer caso se presuponía que Felipe II reclamaría la Borgoña como herencia de sus antepasados y el ducado de Bretaña para la Infanta Isabel; por su parte el Duque de Saboya podría tomar posesión de la Provenza, una ambición que ya había manifestado con anterioridad. En el caso de la elección de un Rey, reflexiona el memorialista sobre las posibilidades de que el Duque de Saboya 737 “…se alojó en una de las mejores zonas habitadas de Su Palacio donde fue servido por los propios lacayos de Su Majestad y todo se dispuso muy ricamente, buscando en el guardarropa un buen surtido de varias, riquísimas y muy bien elaboradas ropas de diversos colores hechas a la medida de sus propias personas, de modo que pudiera cambiarse todos los días, lo que ciertamente no era la menor magnificencia que un rey podía conceder a un invitado suyo, siendo además recibido de un modo caluroso” SÁENZ DE MIERA, pp. 127- 128 738 Veronelli, op cit., p. 400 739 Discurso sobre la venida del Sereníssimo Duque de Saboya, BNE Mss/11077 361 pudiese ser considerado como un candidato adecuado. Considerando las recientes guerras civiles que habían asolado al reino parecía complicada la elección de un rey francés procedente de las familias nobiliarias ya que, era inevitable que contasen con cuantiosos opositores internos. Por otro lado, era necesario un candidato con una capacidad económica notable ya que el conflicto había dejado vacías las arcas del Reino. El Duque de Saboya como príncipe extranjero se libraba de ambos inconvenientes “ pues no puede ser tenido por sospechoso a los que qualquier vando católico, y su poder, ayudado y favorecido con el de Su Majestad, devese algún otro tenerse por bastante para conservar tal electión” . Menos convencido debía de estar el memorialista sobre los beneficios que, a largo plazo podía tener el apoyo por parte de Felipe II de esta candidatura ya que: “ …en ninguna manera viene a España que el Ducado de Saboya y Piamonte se junten con la Corona de Francia por el peligro que adelante podría aver con la fáçil entrada de los franceses en Italia, lo qual no se asegura con ser el de Saboya yerno del Rey de España, pues en materia de Estado no ay que asegurarse con parentesco” . ¿Era realmente esta la intención del Duque? Aún discurre el autor de la Relación sobre las posibilidades del viaje del Duque como por ejemplo la discusión sobre los medios para hacer prevalecer una candidatura dentro de la Casa de Austria con la Infanta Isabel y uno de los Archiduques como cabezas coronadas de aquel Reino. No obstante, considera que la presentación de sus derechos y la petición de ayuda a Felipe II eran los motivos más lógicos, pues, como muy bien expresa: “ …no se me haçe creedero que el Duque de Saboya passase la mar tan repentinamente en una sola galera, aventurando su persona, y que quisiere, en las ocasiones presentes y en tal tiempo del año, boluiese las espaldas a las cosas de Francia y de su estado con fin de que no se haga electión de algún Rey de aquel Reino ni que, aviéndose de haçer sea en persona de otro que de Su Alteza mismo” . 362 El efecto del viaje del Duque de Saboya a Madrid fue nulo ya que Felipe II no planteó, en ningún momento la alternativa saboyana en las instrucciones a sus ministros en los Estados Generales. Eso sí, tampoco logró que el Duque se desengañase del todo como había deseado el Conde de Terranova ya que Carlos Manuel I va a hacer constantes recordatorios al embajador español en Turín. El embajador casi temía las conversaciones con el Duque: “ La intención que he tenido en oponerme a estas visitas es porque al seguro nacerían dellas pláticads qye le fuesen dañosas a sus Altezas y a V Md de ningún contento, tanto más porque sé quán al alma les llega que se trate que sea Reyna de Francia la señora Infanta doña Isabel, con menos que dalles esta Prouença, Delfinado y Géneua” 740 Tanto él como la Infanta Catalina van a seguir siendo actores destacados en los asuntos franceses, entre otras cosas porque sus territorios se van a ver directamente afectados por el conflicto. Por ello van a seguir mostrando su opinión al respecto; en otro apartado vamos a considerar sus opiniones sobre las posibilidades matrimoniales que se le abrieron a Isabel Clara con motivo de la candidatura al Trono de Francia. El gran obstáculo para la consecución del Trono: la ley sálica. Cuando Felipe II planteó la sucesión de Isabel Clara Eugenia al Trono de San Luis como nieta primogénita de Enrique II de Francia, sus consejeros le avisaron sobre el gran obstáculo que suponía, para la consecución de ese objetivo la ley sálica. Considerada como una de las leyes fundamentales del Reino de Francia, la ley sálica impedía el acceso al trono de las mujeres, a pesar de su linaje y sangre reales. La motivación que llevaba a su defensa eran los peligros inherentes a la soberanía femenina por la debilidad e incapacidades naturales al bello sexo. Mientras otras monarquías europeas consintieron la sucesión femenina en beneficio de la continuidad y estabilidad dinásticas, los franceses consideraron más segura la sucesión en los varones741. Y lo cierto es 740 Don Jusepe de Acuña, 8 de Julio de 1592, AGS Estado leg. 1271, nº 60 Frente a esta situación, la Corona castellana no había puesto impedimentos a la sucesión femenina, y si hubo sucesiones conflictivas en el caso de las mujeres no fue por su sexo sino por consideraciones 741 363 que la desaparición de la línea masculina Valois era una novedad, ya que Francia se había mantenido fuera de crisis dinásticas durante un considerable periodo de tiempo. La historiografía francesa centrada en el análisis de la figura de la reina ha reflexionado mucho sobre la ley sálica y cómo ésta contribuyó a prefigurar el papel que cumplieron las reinas en Francia. Si resumimos las conclusiones a que han llegado los historiadores deberíamos señalar que la Reina Cristianísima lo es por matrimonio y su principal misión como consorte de Francia es la perpetuación dinástica a través de la maternidad. Sin embargo, no siempre su papel se va a limitar al de madre del Delfín, ya que en ocasiones, la alta mortalidad del periodo dejaba el reino en manos de varones menores de edad que precisaban de un periodo de regencia hasta cumplir la mayoría de edad. En esas circunstancias la madre del Rey se convierte en la mejor opción para asumir la regencia. Y quizá aquí entra una de las aparentes contradicciones del periodo: entre 1560 y 1661, Francia va a ver tres regentes, Catalina de Médicis, María de Médicis y Ana de Austria. Una monarquía que impedía a las mujeres de su sangre acceder al poder de manera directa va a posibilitar que las consortes- extranjeras- alcancen esa posición de preeminencia en la gobernación del Reino742. Evidentemente estas tres mujeres van a recibir críticas muy notables por parte de los contemporáneos y la historiografía, hasta fechas relativamente recientes no ha “ rescatado” su labor políticas anejas: SEGURA GRAIÑO C., “La mujeres y la sucesión a la corona enCastilla durante la Baja Edad Media” En la España medieval, nº 12 (1989), pp. 205- 214 742 Una síntesis sobre las regencias y las leyes que la van a moldear en COSANDEY, F. “De la Loi Salique à la Régence, le parcours singulier du pouvoir des Reines” en VARALLO, F. (ed.) In assenza del re. Le reggenti dal XIV al XVII secolo, Florencia 2008, pp. 183- 197 Además de la participación de las regentes en el poder no podemos olvidar el papel que las mujeres de las principales familias nobiliarias tuvieron en el mismo. En el caso de las Guerras de Religión el protagonismo de las mujeres del clan Guisa- Lorena fue esencial en el transcurso de los acontecimientos tal y como ha puesto de manifiesto, VIENNOT, E. “L’invention de la loi salique et ses répercusions sur la scène politique de la Renaissance” en CAPDEVILA, L., CASSAGNES S., CUCAUD, M., GODINEAU D., ROUQUET F., SAINCLIVIER J., Le genre face aux mutations: masculin et féminin du Moyen Age à nos Jours, Rennes 2003, pp. 181- 190 y en VIENNOT, E., “Des <femmes d’Etat> au XVIe siècle: les princesses de la Ligue et l’écriture de l’histoire” en HAASE- DUBOSC D. y VIENNOT E., Femmes et pouvoirs sous l’Ancien Régime, Paris 1991, pp. 77- 97. Una aportación más “original” al tema de la participación de las mujeres en las Guerras de Religión es la de Broomhall, S. “In my opinion: Charlotte de Minut and Female Political Discussion in Print in Sixteenth- Century France” en Sixteenth Century Journal, nº XXXI/ 1 (2000), pp. 25- 45, donde se explora el tema de la creación de opinión por parte de aquellas. 364 política con análisis más objetivos y no condicionados por los prejuicios que habían marcado a los historiadores previos. Como podemos ver el tema de la ley sálica ofrece múltiples perspectivas al análisis histórico porque frente a las formulaciones teóricas hay una realidad tangible que se movió por derroteros menos previsibles en los que las mujeres van a gozar de un papel notable. Así, no han faltado los estudios que traten los orígenes de esta ley fundamental y no escrita pero que contribuyó a forjar la sucesión de la Corona en un camino muy concreto. Y tales estudios se han centrado en los orígenes de la misma, considerando que la ley sálica constituye un ejemplo notable de lo que se conoce como “ mito político” 743; en unas circunstancias concretas en que se produjo un atisbo de crisis dinástica se consideró más segura una sucesión no directa pero masculina frente a otra directa y femenina. En efecto, a la muerte de Luis X en 1316 la Corona de Francia se vio en la difícil coyuntura de contar únicamente con una consorte embarazada y madre de una hija. La reina dio a luz a un varón- Juan I- que apenas sobrevivió unos días dejando como previsible sucesora a su hermana. Sin embargo el regente (Felipe el Largo), elegido de antemano para la minoría de edad del fugaz soberano logró hacerse con el poder declarando que las mujeres no podían suceder. A la muerte de Felipe, dejando una situación muy similar a la de años antes- una reina embarazada- la exclusión de las mujeres se va a consolidar ya que el regente asumiría el poder en caso de que la consorte no diese a luz un varón, o este falleciese. Para que este proceso pase de la mera costumbre a la concepción de ley fundamental se produjo un proceso de “ mitificación” dándole un origen histórico que entroncaba con los momentos fundacionales de la Monarquía francesa. Cuando en 1584 Felipe II empezó a considerar de manera seria la defensa de los derechos de su hija a la Corona francesa, los franceses veían como algo normal la exclusión de las mujeres en el orden sucesorio. Sin embargo, el Rey Católico no va a cejar en sus propósitos y va a encomendar a sus juristas la 743 Un mito político es aquel que fundamenta la legitimidad del poder, tal y como señala BARNAVI, E., “Mythes et réalité historique: le cas de la loi salique” en Histoire, économie et société, nº 3 (1984), pp. 323- 337 365 “ deslegitimación” de la ley sálica744. Desde un punto de vista teórico la tarea no era complicada y los discursos que se escribieron y publicaron al respecto no dejan duda de ello. El derecho común y natural ofrecían argumentos suficientes para ello, pero sobre lo que hay que reflexionar no es tanto sobre el acierto de esas argumentaciones como sobre el hecho del impacto real que pudieran tener. El fracaso de Felipe II en la tarea de colocar a Isabel Clara en el trono de Francia no se puede explicar únicamente desde el prisma de los obstáculos que imponía la ley sálica, sino que hay que analizar el proceso en su conjunto. Factores de orden político, militar y económico deben tenerse en cuenta a la hora de explicar el por qué de ese fracaso, porque si bien es cierto que la ley sálica parecía un obstáculo insalvable, la actitud de algunos notables franceses durante la reunión de los Estados Generales de 1593 demuestran que las oportunidades de la Infanta, si bien escasas, eran posibles. Aunque algunos se decantaron por alentar la elección de Felipe II o el príncipe Felipe, otros vieron una posible salida en la Infanta, eso sí, casándola con un príncipe de la sangre, lo que evitaría uno de los temores que habían alentado la defensa de esa ley fundamental: la caída en manos de una dinastía extranjera. El triunfo de Enrique de Navarra y su conversión en Enrique IV de Francia fue el punto decisorio a la hora de consolidar la ley sálica como una de las leyes fundamentales que vertebraban la Monarquía. La importancia de la misma se deja translucir en el hecho de que no afecte únicamente al orden sucesorio y al papel que cumplían las mujeres en la Monarquía, sino que su plano de influencia va a ser mucho más amplio como demuestra Fanny Cosandey en uno de sus estudios sobre los rangos en Francia745. Al igual que las reinas de Francia lo son por la vía del matrimonio, las mujeres de los notables adquirían su rango por la misma vía de tal manera que una princesa de sangre no nacía sino que se convertía en tal gracias a una alianza matrimonial con un príncipe de la sangre. 744 Sobre este proceso hay que citar el artículo clásico de MOUSSET, A., “Les droits de l’infante IsabelleClaire- Eugénie a la couronne de France” Bulletin Hispanique, Tomo 16, nº 1, (1914), pp. 46- 79 745 COSANDEY F., “Les femmes en monarchie: épouses ou héritières?” en CAPDEVILA, L., CASSAGNES S., CUCAUD, M., GODINEAU D., ROUQUET F., SAINCLIVIER J., op cit, pp. 201- 209 366 El matrimonio de Isabel Clara y Enrique IV como posible salida a la crisis francesa. El 15 de abril de 1590 Monsieur de Longlée escribía una misiva al Rey de Navarra a quien sus seguidores habían reconocido como Rey Cristianísimo con el nombre de Enrique IV746. En este último despacho diplomático Longlée informaba sobre su inminente salida de Madrid y se mostraba afecto al otrora Príncipe de Bearne. Por ello no dudaba en seguir actuando como diplomático dando buena cuenta de lo que ocurría en la Corte del Rey Católico. Los preparativos militares de Felipe II y su firme apoyo a la Liga aparecían como informaciones relevantes; pero lo que realmente nos interesa destacar son las razones que exponía Longlée para no cumplimentar un encargo de Enrique IV. Éste había requerido al embajador que sondease la opinión de la Corte española sobre un posible enlace que le uniese a la Infanta Isabel Clara. Aunque en la misiva no se explicita mucho más sobre el proyecto podemos suponer cuáles eran las razones que movían al Rey de Navarra para llevar adelante este enlace. Por un lado, el hecho obvio de que como soberano precisaba de una consorte que le diese sucesión, algo que Margarita de Valois no había logrado en los años en que el matrimonio funcionó. Por otro lado, la legitimidad de la Infanta como descendiente de la dinastía que había ocupado el Trono de San Luis hasta 1589 podía resultar enormemente atractiva al príncipe Borbón. Por otra parte, la potencia militar de Felipe II en conjunción con las fuerzas de la Liga eran obstáculos considerables a la hora de defender sus aspiraciones a asentarse definitivamente como Rey Cristianísimo; estos obstáculos podrían solventarse de mediar una alianza entre él y el Rey Católico. Longlée muestra, por su parte una actitud algo más pragmática y en virtud de ello defiende el “ incumplimiento” de este particular mandato de Enrique IV. Por un lado, hace referencia al rechazo unánime que generaba Enrique IV en los españoles- “ Et les ayant veuz rejecter si apertement tout ce qui avoit 746 Monsieur de Longlée a Enrique IV, Madrid 15 de abril de 1590, DDML, pp. 398- 401 367 seulement l’odeur du nom de la grandeur de Vre Majesté” - y por supuesto, al hecho de que no se le reconociese como Rey Cristianísimo y por ende candidato a la mano de la Infanta: “ …je me suis contenté de parler seulement de ces bonnes et droictes intentions au bien universel de la Crestienté et a la continuation de la bonne paix qu’il y a entre ces deux couronnes; et encor, cela estoit receu comme chose indiferente, et avec une mine froide, monstrant evidemment que Vre Majesté n’estant pas tenu par deça pour roy de France” Para Monsieur de Longlée era necesario esperar a la ocasión propicia para llevar a cabo tal negociación. Para el diplomático el asunto debía dirigirse en una manera totalmente distinta. En primer lugar, debía ser una persona de mayor calidad la que propusiese a Felipe II el matrimonio; por otro lado, esta propuesta debía de hacerse en el transcurso de una negociación de mayor calado, como por ejemplo, en caso de ser necesaria una suspensión de armas y siempre y cuando Enrique IV estuviese en una posición de fuerza a la hora de negociar747. De esta recomendación se colige que Longlée pensaba que tal alianza no estaba, bajo ningún concepto, en la mente de Felipe II como algo realizable y sólo una situación muy adversa podía llegar a inclinarle a tomar tal resolución. El que fuera embajador de Enrique III conocía muy bien cuál era la situación que se respiraba en Madrid; tampoco Felipe II había ocultado su rechazo a la elección de Enrique de Navarra como sucesor del último Valois y había manifestado su absoluto apoyo al Cardenal Borbón como Rey Cristianísimo. Por otro lado, independientemente de que la religión y proyecto político de Enrique fuesen absolutamente contrarios a las convicciones del Rey Católico, lo cierto es que existía otro obstáculo adicional de gran importancia. Enrique IV estaba casado en aquel momento con Margarita de Valois la otrora cuñada 747 “…car c’est un propos qui doibt estre ouvert avec beaucoup de dignité, comme par l’entremise de quelqu’un des princes ou confederés ou allies de Vre Majesté, ou par de personnes graves envoyées exprès devers ledict Roy avec l’occasion de quelqu’autre subject, comme pendant une suspension d’armes, ou au temps que les affaires de Vre Majesté seroient en grande prosperité…” 368 de Felipe II. El matrimonio impulsado por Catalina de Médicis en 1572 para tratar de dar una salida negociada al enconado conflicto religioso había tornado en un importante fracaso. La Reina de Navarra, independientemente de las interpretaciones- numerosas- historiográficas cuando no míticas, fue incapaz de cumplir con el papel primordial de una consorte: dar un heredero a su marido. Por otro lado, otra serie de incompatibilidades provocaron la separación de facto en 1585, momento en el que Margarita mostró sus inclinaciones hacia los planteamientos de la Liga. Si bien es cierto que a la altura de 1590 la todavía Reina de Navarra se movía en un plano de neutralidad política, las necesidades de Enrique de Navarra seguían siendo las mismas; precisaba un heredero y Margarita de Valois no había sido capaz de dárselo. La anulación del matrimonio era requisito imprescindible para que Enrique buscase una nueva consorte y si bien el proceso se inició en 1593 (extendiéndose hasta 1599), la idea debía rondar la cabeza del de Bearne en 1590, cuando escribió a Longlée748. Aunque en algún momento los ministros de Felipe II mostraron preocupación por el destino de Margarita de Valois, lo cierto es que la princesa supo llevar perfectamente el proceso negociador que condujo a su divorcio. Sabía de la necesidad de Enrique IV para contraer una nueva alianza- aunque no pudiese colmar el deseo de convertir a su amante Gabrielle d’Estrées en consorte- y supo jugar bien sus cartas para salir honrosamente de un matrimonio fracasado 749. 748 El carácter político del divorcio entre Margarita de Valois y Enrique IV es un hecho innegable. No obstante, en la reconstrucción de estos hechos que se llevó a cabo en el siglo XVII- a través de obras como Le Divorce satyrique- se apuntaron otras causas como las detonantes del proceso. Concretamente, la escandalosa vida sexual de Margarita fue dibujada como motivo primordial del divorcio: “Le Divorce satyrique témoigne en tout cas d’une chose: au début du XVIIe siècle, l’indignité de Marguerite paraît aux yeux de beaucoup le meilleure justification de sa séparation d’avec le Roi de France, comme si la nécessité politique dans laquelle il s’etait trouvé en arrivant au pouvoir (divorcer pour pouvoir procréer légitimement et s’installer sur le trône) tendait a s’effacer dans les consciences” VIENNOT, E., Marguerite de Valois. “La reine Margot” Paris 2005, p. 325 749 El proceso de divorcio ha sido analizado, a través de la lectura de nueva correspondencia inédita de la Reina de Navarra por VIENNOT, E., “Autour d’un <démariage célèbre> : dix lettres inédites de Marguerite de Valois” en Bulletin de l’Association d’étude sur l’humanisme, la reforme et la renaissance, nº 43 (1996), pp. 5- 24 369 Pero volviendo a la Infanta Isabel, si bien es cierto que el matrimonio podría haber sido una buena solución al conflicto que se vivió a partir de 1594, también es cierto que la probabilidad del mismo era escasa. La delegación española para los Estados Generales de 1593. Para la defensa de los derechos de Isabel Clara, Felipe II va a proceder al envío de una delegación encargada de defenderlos750. Entre ellos destaca la figura de Juan Bautista de Tassis cuya larga trayectoria al servicio de la Corona auguraba una buena actuación en esta ocasión. Nacido en 1530 era hijo del Correo Mayor del Emperador Carlos V. Sus servicios a la Corona le habían llevado al Mediterráneo- expedición a la isla de Malta- los Países Bajos y Francia. El hecho de haber ocupado la embajada española en París desde 1581 hasta 1584 le otorgaba la ventaja de conocer la vida política francesa. Cuando salió de ella se dirigió hacia los Países Bajos donde siguió vigilando los asuntos concernientes a Francia. El broche a su carrera fue una nueva embajada en París entre 1598 y 1603751. Con esa trayectoria su elección parecía adecuada a la misión que se le encomendaba, algo que los cronistas ponderaron positivamente a la hora de valorar su presencia752. No obstante la postura de Tassis disentía de la opinión de algunos consejeros de Estado ya que, aunque valoraban los derechos de la Infanta, consideraban que su mera presentación no iba a ser suficiente para lograr el fin deseado por Felipe II. En este sentido, consideraba que la utilización de la fuerza militar iba a ser un requisito insoslayable. Tal y como explica Caterino Dávila en su obra sobre las guerras de religión en Francia, la perspectiva que tenían aquellos ministros que estaban en Flandes les llevaba a considerar seriamente esa opción: “ Juan Bautista Tassis, y los ministros de Flandes, que conocían el humor francés, y veían más de cerca el estado de las cosas, aconsejávanse 750 Para un acercamiento a las figuras que se describen a continuación véase, VÁZQUEZ DE PRADA, V., op cit, pp. 77- 82 y 92- 99 751 Esta última embajada se analiza en HUGON A., Au service du Roi Catholique. “Honorables Ambassadeurs” et “Divins Espions”. Répresentation diplomatique et service secret dans les realtions hispano- françaises de 1598 à 1635, Madrid 2004, pp. 165- 172 752 Así Cabrera de Córdoba mencionaba que “tenía experiencia de negocios y era práctico de la nación con quien había de negociar y de los medios; mas era tardo y viejo” en op cit., p. 1449. 370 entrasse en Francia con un exército poderosso, y que el Conde Carlos de Mansfelt, a quien se avía encargado este cuidado, se acercasse a París; que al mesmo tiempo con dádivas conciliasen el ánimo del Duque de Umena, y de los otros señores principales, y de qualquier Diputado, que tuviesse crédito, y autoridad en la Assemblea; y que a los señores de la casa de Lorena, que poseían el Principado de la unión, se hiciesen largos , y ventajosos partidos, y se les diesse entera seguridad de cumplirlos: y con estas condiciones, y no de otra suerte, ni manera, juzgavan tendría efecto la propuesta de elegir la Infanta” 753 Junto a Tassis acudía Don Diego de Ibarra. Nacido en Milán hacia 1552 había desempeñado diversos cargos en Italia y en Flandes. Sustituyó al comendador Moreo y a la hora de formar esta delegación Felipe II confió en él. Aunque se destacaron algunas de sus cualidades como el hecho de ser “ de espíritu elevado, práctico entre franceses y bien informado” , una de sus debilidades era la enemistad que sentía por el Duque de Mayenne y que a la postre le podía dificultar su tarea754. Asimismo se ha señalado sus choques con Juan Bautista de Tassis. El grupo lo completaba Lorenzo Suárez de Figueroa, II Duque de Feria, elección sorprendente por su juventud- apenas 30 años- y escasa experiencia en los asuntos diplomáticos, si bien es cierto que a posteriori va a protagonizar una destacada carrera al servicio de la Monarquía: “ …si bien tenía el Duque gran nobleza de sangre, letras y loables costumbres, quisieran muchos que fuera mayor la experiencia y el ánimo más, según la naturaleza de los franceses, presta en el tomar los partidos y mudar las deliberaciones” 755. Poco antes de la reunión de los Estados, el Duque había mantenido una audiencia con una persona cercana al Duque de Lorena, cuya presencia en la reunión se consideró imprescindible. A raíz de dicha audiencia el Duque fue informado de una serie de condicionantes que había que tener muy presentes 753 CATERINO DÁVILA, E., Historia de las guerras civiles de Francia, Madrid 1675, p. 476 CABRERA DE CÓRDOBA, op cit., p. 1449 755 Íbidem. 754 371 a la hora de abordar la presentación de la candidatura. En primer lugar, debían ser muy conscientes que la elección que hiciesen los franceses no iría en beneficio de otros sino de ellos mismos; por otro lado, había que recurrir a elementos persuasivos para mostrar al bando de Enrique de Navarra la fortaleza de aquel que fuese apoyado por Felipe II. Ésto significaba, lógicamente, la necesidad de llevar un ejército poderoso a Francia que debía permanecer el tiempo que fuese necesario, sin perspectiva de devolverlo en un corto periodo a los Países Bajos. Se debía seguir con la estrategia de ayuda a los diferentes líderes provinciales y, por supuesto, debían de ganarse las voluntades de aquellos que debían votar en los Estados. Por supuesto también se discurría sobre la elección de la Infanta y la necesidad de casarla con un natural del Reino aunque el Duque de Lorena se mostraba abierto a la posibilidad de que se concertase una alianza con la Casa de Austria: “ …no se repararía en que la Señora Infanta fuesse nombrada Reyª in capite, pues era lo más conuiniente y cosa en que el Reyno vernía bien con tanto que Su Altª se casase con francés, aunque él por su particular se inclinaua más a que fuesse de la Casa de Austria, lo qual era lo mejor para asentar la religión y quitar todas competençias…” 756. Para probar los derechos sucesorios de la Infanta se elaboraron multitud de tratados y escritos que buceaban en los árboles genealógicos de los reyes de Castilla para demostrar la conexión de la Infanta con las diferentes casas reales y la fortaleza y justicia de las pretensiones a esos tronos. Esta clase de textos no sólo circularon en la década de 1590 cuando las crisis dinásticas apretaron de manera más clara. En el año 1566 el embajador francés, Monsieur de Fourquevaux se mostraba escandalizado por la declaración que Don Juan Manrique había hecho ante la reina Isabel defendiendo que los reyes de Castilla tenían más derechos a la Corona de Francia que los monarcas Valois en virtud de su herencia borgoñona. Parece que el dicho Don Juan había extraído la conclusión de un texto en contra de la ley sálica, invención que 756 El Duque de Feria a Felipe II, Pont Amoson 2 de enero de 1593, AGS Estado leg. 1272, nº 3 372 había apartado de la línea sucesoria a la mujer de Otón de Borgoña, hija del monarca francés. Monsieur de Fourquevaux consideraba que estas pretensiones eran absurdas y que más derechos tenían los franceses a la Corona de Castilla que no al contrario ya que si los Trastámara habían llegado al trono era gracias a la ayuda prestada por Carlos V de Francia757. Las consideraciones del embajador muestran la aparente contradicción de los argumentos genealógicos, ya que podían usarse de tal manera que beneficiasen a unos y otros. Eso unido al hecho de la profunda conexión entre las dinastías reinantes, merced a las alianzas matrimoniales, hacía que las pretensiones a otros tronos no fueran privativas de algunos miembros de la realeza sino de todos. Años más tarde, Monsieur de Longlée volvía a “ denunciar” otro de estos tratados sobre la sucesión en el reino de Francia. El embajador rebajaba la categoría del manuscrito ante Enrique III y hablaba de la vanidad de los españoles al pretender derechos sobre la Corona de los Valois758. Esta advertencia se hacía en el año 1586 y aunque molestase a Longlée, lo cierto es que la situación sucesoria en el Trono de Francia hacía pertinente la circulación de rumores y conjeturas sobre un futuro que se acercaba cada vez más. 757 “Madame, pour ce que ces jours passez le sr. Don Juhan Manrique soubtenoit a la Royne votre fille(…) que le Royaume de France apartient mieux au Roy Catholique que au roy qui le tient, prenant son dire sur ce que une fille du Roy Loys, surnommé Hutin, fut maryée au duc Otho de Bourgoigne; pour priver laquelle de la succession dudite roy, son père, les François forgent la loy salique (…) je ne pourrois me garder de dire que le Royaume de Castille apartient mieulx aussi aux descendantz du Roy St. Loys, filz de la Royne Blanche, fille aisnée du Roy Alfonce IX que non aux successeurs de don Henry, comte de Tristemare(…) [el cual] demeura Roy dudite Castille par l’ayde et armes du roy Charles Quint et des François” Monsieur de Fourquevaux a Catalina de Médicis, 11 de febrero de 1566, DDMF, vol. I, pp. 53- 54. Sobre esta particular crisis dinástica véase VALDEÓN BARUQUE, J. “Las quiebras dinásticas: ¿un modelo en crisis?” en NIETO SORIA, J. M y LÓPEZ- CORDÓN CORTEZO, M. V., op cit., pp. 17- 27. Asimismo hay que tener en cuenta que en esta guerra entre hermanos, el apoyo inglés se hizo a Pedro I, cuya hija Constanza se postuló como heredera. No es de extrañar que el rey inglés, Eduardo III, la casara con su hijo, Juan de Gante, y luchara por sus derechos a la Corona de Castilla, SEGURA GRAIÑO, C., op cit., pp. 206- 209 758 “…ung personnage de qualité m’a faict voir ung livre escrit à la main, qui fut presenté à ce Roy icy à ce mois d’avril dernier, et fut commandé à ung secretaire d’Estat de le garder; lequel traicte de la succession de la couronne de Vre Majesté; et, plus pour l’impertinence du discours que pour autre raison, je demanday que je le peusse tenir deux heures pour le veoir, esquelles je prins les sommaires des chapitres que j’ay voulu envoier pour mosntrer la vanité des pensements de ce peuple icy, et dire que ledict Roy faict garder ce livre comme chose digne du lieu de ses plus importants papiers; aynt esté faict grand cas du livre et de l’autheur…” Monsieur de Longlée a Enrique III, Madrid 19 de Julio de 1586, DDML, p. 284 373 Los Estados Generales de 1593. Los derechos de Isabel Clara Eugenia. “ Véese en el çielo de 15 días a esta parte una cometa que no se descubre sino de media noche abaxo hasta que sale el día, la qual se pone hazia la tramontana al lado izquierdo del norte y tira hazia el medio día. Su aspecto es pequeño pero paresçe como de quatro baras, la cola cuyo estremo es tirante a humo y no muy denso sino que es menester mucha atención para verle. Dizen que amenaza a Francia con nuevos abajos de guerras y con mudanza de Rey” 759 La estrecha relación entre esta serie de fenómenos naturales con cambios profundos era una idea profundamente enraizada en el subconsciente colectivo del Antiguo Régimen. Los hechos convulsos que se estaban viviendo en el país vecino parecían dar entidad a esta serie de profecías y más en un año que, a la postre, se tornó decisivo para despejar el horizonte sucesorio de Francia. Desde enero de 1593 estaban reunidos los diputados de los Estados Generales en París, convocados por el Duque de Mayenne760. La reunión de los tres estamentos tuvo un impacto notable en la vida de la Infanta Isabel pues la misma sirvió como ocasión para la presentación formal de sus derechos a la Corona franceses. Vamos a analizar aquí de manera sintética el proyecto político presentado por los enviados españoles y los acontecimientos que llevaron al fracaso del mismo. Y es que, como han señalado algunos historiadores, la convocatoria partía en cierto modo como “ rechazo” a las pretensiones de Enrique de Navarra y acabó por contribuir a la solución del problema sucesorio en su persona. Ya en 1591 Felipe II había redactado unas instrucciones precisas que reflejaban su intención con respecto a Francia y a los derechos de su hija. Isabel Clara Eugenia era la legítima sucesora del Trono de Francia en virtud de su 759 Avisos de la Corte de España, Madrid 14 de agosto de 1593, AST Lettere Ministri Spagna, Mazzo 6, s. f. 760 “…Y por proceder más acertadamente y con más maduro consejo, les hazemos saber que avemos rogado a los Príncipes, Pares de Francia, a los prelados, señores y diputados de los Parlamentos, de las Ciudades y Villas deste Partido concurran a la ciudad de París a diez y siete del próximo mes de enero para elegir, unidamente, sin pasión y reparo de los intereses particulares, el remedio que juzgaremos en conciencia ser el más útil a la conservación de la Fe y el Estado” Declaración del Duque de Mayenne, diciembre de 1592 recogida en CATERINO DÁVILA E., op cit.,, p. 471 374 condición de nieta primogénita de Enrique II; la ley sálica considerada “ imaginación y violençia sin fundamento ni causa” 761 no podía, con toda just