Pablo Berger: “Vivimos una gran pandemia de soledad” - Grupo Milenio
Cultura

Pablo Berger: “Vivimos una gran pandemia de soledad”

Entrevista

El director de 'Robot Dreams' habla de cómo todo mundo puede identificarse con algún personaje de la cinta y lo que significó realizar una película animada.

Múltiple ganador del Goya, con estrenos en Cannes y nominaciones al Oscar y al Cesar, con premios en San Sebastián y México, un Ariel y ahora un Platino que viene de recibir en Xcaret, el cineasta vasco Pablo Berger (Bilbao, 1963) filmó una carta de amor a Nueva York, enamorado de la novela gráfica de Sara Varon Robot Dreams, que le permitió hablar de “una pandemia de soledad” actualizada.

“Yo he sido Dog”, dice en entrevista con Laberinto, en referencia al personaje de Mi amigo Robot (Robot Dreams), su cuarto largometraje y el primero de animación, que compartió nominación al Oscar con el a la postre ganador, El niño y la garza, de su admirado Hayao Miyazaki y su Studio Ghibli.

Su película, estrenada en Cannes el año pasado, cuenta la historia de un Perro solitario (Dog) del Manhattan de la década de los 80, que se pasa la vida mirando televisión y comiendo macarrones de horno de microondas, hasta que se compra un robot (en el siglo XXI sería un celular) de acompañante.

“Con Robot Dreams quiero tratar al adulto como un niño y al niño como un adulto”, comenta Berger.

Desde su primer filme Torremolinos 73 (2003) hasta Mi amigo Robot (2023), pasando por su clásica Blancanieves (2012) y Abracadabra (2017), Berger ha buscado sorprender y entretener. Y conectar.

“Hasta ahora sólo había trabajado con actores de imagen real, Robot Dreams es mi cuarta película. La razón por la que la hice es la historia, me enamoré de la historia. Es una novela gráfica protagonizada por animales antropomórficos, y si quería contar esta historia o hacía una película de animación o no la hacía. El primer sorprendido hace cinco años de hacer una película de animación fui yo. Hay que destacar que hay un prejuicio respecto a la animación en general por el público mayoritario, porque piensan que la animación es para niños y que es un género. Aquí hay que recordar al gran Guillermo del Toro cuando recogió el Oscar por Pinocho (2023): ‘La animación no es un género, es un medio’”.

Guionista y director, Berger dice que más que cineasta es un contador de historias, un cuentista que se asume con look de jazzista, improvisador, que ríe y se emociona cuando este reportero le cuenta que viene de una conferencia de prensa con el longevo grupo Mocedades: “Sí son mis parientes”, exclama.

Y sí, su segundo apellido es Uranga. Y cuenta la historia del famoso grupo español del tema “Eres tú”.

Recién desempacado de Xcaret, adonde fue a recibir el premio Platino a Mejor película de animación iberoamericana, Berger llegó a Ciudad de México para impartir una master class en el Centro Cultural España y a ofrecer una charla en Cineteca Nacional, donde su último filme lleva semanas en cartelera.

¿Qué le dice la animación a los adultos?

La animación tiene una capacidad muy especial, ya que, al no trabajar con actores y al tener un diseño tan sencillo, permite que el espectador haga sustituciones mucho más intensas que si hay actores, porque los actores tienen un rostro. Con los animales que salen en mi película, yo sé que el público que ha ido a ver Robot Dreams ha hecho sustituciones por un amor o un amigo que perdieron; la animación permite que el viaje empático sea mucho más intenso, igual que la conexión con los personajes. A mí como director (hasta antes) de imagen real, me permite contar historias. El mundo de la animación para mí es como un nuevo color en mi paleta de colores como director.

Con Robot Dreams he podido hacer en mi película un musical de Hollywood, un homenaje a Busby Berkeley, con miles de bailarines de claqué; también he podido hacer una secuencia de acción tipo James Bond, cosas que no habría podido hacer con los presupuestos de imagen real. Lo bonito de la animación es que no hay límites; en la imagen real, sí. En el mundo de la animación no hay nada que no se pueda hacer, todo se puede hacer. Y a mí como director me permite contar historias sin límite.

Cuando dije adultos me refería al público que la verá. Mucha animación ha sido concebida para adultos, desde Los Picapiedra hasta los clásicos japoneses. La pregunta va encaminada a conectar Mi amigo Robot con sus películas anteriores, por ejemplo Blancanieves o Abracadabra.

De todas mis películas, Robot Dreams es la más abierta que he hecho. El punto de vista de la historia es adulto aunque en la superficie pueda parecer una película diseñada para el público infantil. Pero no. La mirada de la autora que escribió la novela gráfica es adulta, y mi mirada es adulta. En ningún momento en todo el proceso de producción hemos hablado de público infantil, siempre hemos hablado de público adulto. Y es un público adulto y también cinéfilo; no olvidemos que se estrenó en el Festival de Cannes. A mí no me gusta el cine nicho, el cine que excluye, me gusta el cine abierto, que incluye; que vea mi película un público cinéfilo, pero también que uno que vaya a pasar un buen rato.

Yo estoy encantado que niños pequeños, han ido hasta de tres años, vayan a ver Robot Dreams. Cuando era niño veía películas de John Ford, de John Huston, pero ahora parece que el cine debe ser de autor o comercial o infantil. Me gustaría que mi película fuese para un público muy amplio y que pueda compartir. Para mí el cine es la expresión popular por su naturaleza, en una sala cinematográfica haces una ceremonia en la que se reúne gente de diferentes edades, niveles culturales y sociales, y eso es lo que más me fascina del cine. Es la forma de expresión cultural más democrática que existe para mí.

Mi amigo Robot, al usar animales como personajes, que vienen de la novela de Varon, remite a las fábulas; igual que su Blancanieves remite a los cuentos de hadas; o Abracadabra a Las mil y una noches y los cuentos de magia, es decir a la literatura que se ha vinculado a la infancia. Quería llegar a esa conexión en sus películas a partir de las historias que se cuentan a los niños.

Antes que director de cine soy contador de historias, un “cuentista”. Como bien has dicho, mis películas son fábulas o cuentos de hadas, y esa es la parte que más me interesa; es lo que más me interesa en el guion, cuando escribo guiones cinematográficos, que es la parte del cuento, la estructura del cuento. ¿Y que es lo que te permite la estructura del cuento? Que todo mundo puede entender un cuento. Y eso conecta con lo que te dije: conecta independientemente de tu edad o de tu nivel cultural. Y eso es lo que más atrae. Y el público adulto, me gusta que no se olvide de que es un niño.

A mí me gusta mucho, en el caso de Robot Dreams, que el espectador adulto sea un poco niño mientras vea la película. Y me gusta tratar al niño como un adulto, que rara vez se trata al niño como un adulto, si tú analizas el cine infantil de las últimas dos o tres décadas, parece que al niño hay que tratarlo como un niño, que todo tiene que ser finales felices. A mí me gusta este oxímoron: con Robot Dreams quiero tratar al adulto como un niño y al niño como un adulto”.

¿Cómo se recibe este tipo de animación para adultos en España?

Hay un prejuicio que afortunadamente estamos rompiendo. Hasta ahora el cine de animación, como bien dices, estaba orientado al cine infantil. Pero, si miramos a Miyazaki y a Isao Takahata del estudio Ghibli, en Japón, donde es una gran industria el cine de animación, el público adulto es el principal. Y si pensamos en Pinocho (2023), de Guillermo del Toro, o Chico y Rita (Trueba, Mariscal, Errando, 2010), o en I lost my body (J’ai perdu mon corps, Jéremy Clapin, 2019), o un montón de películas, un montón de cine, de repente el cine de animación adulto es una realidad. Es importante insistir en esto.

“Te contaré una pequeña anécdota: cuando conté a mi hermano hace cinco años que haría una película de animación, me dijo: “Pablo, ¿estás seguro? A mí no me gusta el cine de animación”. Cuando fue al estreno de Robot Dreams salió con lágrimas y me dijo: “Es tu mejor película”. En el caso de mi hermano conseguí que el prejuicio que tenía se destrozase. Conseguí que se enamorase de Robot Dreams. Hay que insistir porque todavía hay un techo de cristal y estamos haciendo grietas. El cine de animación está madurando de una manera muy rápida y hay cosas muy interesantes.

Además de los filmes que cita, incluirá el documental Buñuel en el laberinto de las tortugas (Simó, 2019), producido por Javier Espadas y ganador del Goya, como Mi amigo Robot. Incluso, en adaptaciones de novelas gráficas europeas está la grandiosa Persépolis (Satrapi, 2008), ganadora del Oscar. ¿Influyó este boom para que decidiera meterse al mundo de la animación?

Influencia de estas películas, poco. En mi caso, vuelvo a insistir, fue la historia de la novela gráfica, me enamoré de la historia. Es verdad que soy consumidor de cine de animación. Pero si hay que hablar de influencia, yo hablaría de Studio Ghibli, que para mí fue un honor compartir nominación en el Oscar en la categoría a Mejor película de animación con El niño y la garza. Y más que por Miyazaki, siento debilidad por Takahata, por una razón fundamental: porque él no es dibujante, y yo tampoco. Takahata es un contador de historias; Miyazaki tiene un mundo propio de fantasía. Yo estoy utilizando la animación como un medio para contar historias. Y luego hay otro autor que a mí me fascina, que es Sylvain Chome, ha hecho dos películas: Las trillizas de Belleville (2003) y El ilusionista (2010); ahora está haciendo una tercera. Y su estilo me gusta, yo igual me muevo en la animación tradicional 2D.

¿Qué tanta libertad le dio como cineasta trabajar sobre una novela gráfica?

Tuve yo la suerte, cuando me reuní con Sara Varon en Nueva York para expresarle mi interés en hacer la película, es que ella me dio carta blanca para hacer la película. Y si no me hubiese dado carta blanca, posiblemente no lo hubiera hecho, porque soy un guionista y director que siempre he tenido libertad absoluta en hacer las películas. Aparte, a mí lo que me gustaba era el tema, la esencia. Y Sara Varon fue muy generosa; al cederme su historia, ella no participó en la escritura del guión, ni en el diseño de la dirección artística. Yo sí que le dejé leer el guión, que le gustó muchísimo, y sí que nos ha visitado al estudio, y ha estado en los Oscar conmigo, y sí ha sido parte de la aventura, pero no de manera artística. Tú date cuenta que una novela gráfica como Robot Dreams es un artista trabajando durante un año, una película son cientos de artistas trabajando cinco años. Son cosas muy diferentes.

¿Un ejemplo?

La novela gráfica empieza con la llegada de la caja (con Robot). Pero, yo necesitaba para la película presentar al personaje: ¿quién? ¿dónde vive? Es un perro solitario, con tv, cambia canales, ve cómo los vecinos se la pasan bien. El final de la novela son ocho viñetas; mi final son ocho minutos. Es diferente. Todo lo que has visto al final de la película (en la novela) es sólo esto, no hay más; es una especie de sinopsis, de escaleta. Lo bonito de la adaptación es que he tenido tal libertad. Ya que me ves con sombrero como de músico de jazz, yo en realidad estaba utilizando como una melodía. Robot Dreams puede ser como My funny Valentine; toco la melodía, pero a mí me gusta improvisar, me alejo de la melodía durante unos minutos y cuando quiero volver a ella, vuelvo. Es lo mismo, pero muy diferente a la novela gráfica. Y yo animo a los que aman la película a que lean también la novela gráfica de Sara Varon, porque también la van a disfrutar, si yo me enamoré de la novela gráfica.

Su película está ambientada en el Nueva York de los 80; la novela gráfica no. Rompe con la idea de Nueva York al poner en la primera imagen a las Torres Gemelas, que ubican al espectador actual en algo que ya no existe. La música es de los ochenta, época donde no había celulares, aunque sí robots (que son del futuro). Hay como una cuestión rara con la tecnología. ¿O quizás esos amigos robots de los ochenta son como los celulares para los solitarios actuales?

Uno de los grandes cambios que hice es que la historia no se desarrolla en Nueva York en la novela gráfica, ahí se desarrolla en una ciudad americana, que no se identifica. Pero yo viví 10 años en Nueva York, conocí la Nueva York que aparece en la película. Para mí era muy importante esta película como carta a Nueva York. Yo estudié un master en la Universidad de Nueva York con una beca; luego volví a España donde hice mis trilogía ibérica: Torremolinos 73, Blancanieves y Abracadabra. Y Robot Dreams era mi vuelta a Nueva York. Yo no soy nada nostálgico, pero sin duda mi película desprende cierta nostalgia al Nueva York que yo conocí. Y es mi carta de amor a la Nueva York que conocí, y por eso están presenten las Torres Gemelas.

Cuando iba a la universidad veía las Torres Gemelas; también las veía desde las terrazas de muchas casas, fueron parte de lo que sería el landscape o skyland de mi Nueva York. Y mi película era importante que fuera un viaje en el tiempo. Todas mis películas son de época, pasadas o futuras (como mi primer corto). A mí me interesa el cine como máquina del tiempo. Yo quiero que con Robot Dreams espectadores que nunca hayan ido a NY o que no conocieron la NY que yo conocí, de repente tengan ese viaje en el tiempo por el precio de una entrada de cine. Por eso los fondos en Mi amigo Robot están hechos con tanto detalle, como si fuera una película de época.

Hay muchos temas en Mi amigo Robot: la soledad, la diversidad, rasgos de ternura, como el que Perro y Robot se tomen de la mano, que son impactantes.

Es importante hablar de la soledad. Es uno de los temas, la película trata de muchos temas, pero uno es la soledad. Y hablar de la soledad, cuando estamos hablando de que vivimos una gran pandemia de soledad, a nivel mundial, estamos hablando de metaverso, videoconferencias, avatares, redes sociales, plataformas, la gente pide comida. La gente conecta menos. Esta película habla de conectar con el otro, de abrazar al otro, de cogerle la mano al otro, de vivir los pequeños placeres de la vida. Y es una película que hay que verla en el cine. Cuando recogí el premio Platino a la mejor película de animación, lo que animé es a la gente que estaba en la sala, o que estaban viendo la gala, a que llame a un ser querido que no han visto en mucho tiempo y que vayan a ver una película iberoamericana, no en particular Robot Dreams, genial si van a verla, pero que el cine era eso, el cine es conectar. Es importante recordar que es mejor compartir que no hay cosa más bonita que compartir con alguien.

Aparte que la película puede hablar de la amistad, del amor, depende de cada espectador, la va a interpretar a su manera. Yo creo mucho en coger de la mano y abrazar. Afortunadamente nuestras culturas, la española y la mexicana, son mucho de abrazarnos y darnos besos, de disfrutar, de vivir el momento. Pero hay gente que vive en soledad, hay mucha gente. La película empieza con el Perro (Dog), solo. Yo he sido Dog, yo he sido un perro solitario. Yo me enamorado en Nueva York y me han roto el corazón y me he vuelto a enamorar. Todo lo que les pasa a Dog y a Robot son cosas que he vivido. Creo que en México la gente la abrazado más la película porque todos hemos sido Dog o Robot o hemos sido Mapache (Rascal), yo ahora soy más mapache por la edad, incluso hemos podido ser Duck (Pata), que hace ghosting a Dog. Los personajes, son representaciones de cómo nos hemos comportado en diferentes relaciones que hemos tenido. Todos hemos tenido muchas relaciones, y a veces nos hemos comportado como alguno de estos personajes.

Y el hecho de presentar animales de diferentes especies, le permitió hablar de la diversidad.

Exactamente. Me alegra que saques el tema. Sin duda. Cuando fui a Nueva York a vivir hace varias décadas, yo venía de una España que era muy cerrada. Ya ha cambiado mucho, ahora hay mucha inmigración. Cuando llego a NY me encuentro la palabra diversidad, tolerancia, diferentes razas, barrios, todos nos encontramos en el Metro, personas de diferentes razas y diferentes niveles sociales, y que aun así respetamos el espacio del otro. Eso fue algo que me impactó mucho. La diversidad está muy presente en esta película, con la metáfora de que todas las especies y razas de animales posibles representan a los neoyorquinos. Tú no puedes hacer una película de Nueva York sin neoyorquinos, y lo que son los neoyorquinos son gente de todas las razas posibles. NY es el centro del mundo. Y representarlo con animales me parecía algo muy especial. Y animales de diferentes especies, apenas puse parejas de animales de la misma especie. Todas las parejas son animales de diferentes especies.

Una pregunta quizás boba de mi parte. ¿Qué le resultó más difícil: trabajar con Dog o con Javier Cámara, Maribel Verdú, Mads Mikkelsen, Angela Molina o Macarena García…

Mira, es verdad que cuando haces películas de animación, los animadores se convierten en actores. Y tu relación es muy íntima. Y yo creo que esa es la sustitución que tienes que hacer. En realidad, es muy parecido. La única diferencia entre trabajar con actores y con animadores es la duración del rodaje. Un rodaje de cine, de Blancanieves o de Abracadabra, es de dos meses; y aquí han sido dos años trabajando. Pero, en realidad, la manera que trabajas con los animadores y con los actores, tú hablas de emociones, de verdad, de contención. Y también hablas mucho del back story, de biografías. Trabajar con Javier Cámara y con Maribel Verdú ha sido fundamentales, ha sido muy fácil trabajar con ellos, pero también ha sido fácil trabajar con los animadores.

¿Y por qué hizo cameos en su película? Me recordó sin duda a Alfred Hitchcock y a Stan Lee.

Yo me escribí un cameo, que es el fabricante de los robots, porque al final los directores somos fabricantes de historias. Pero luego el equipo artístico ponía mi nombre por diferentes sitios, yo no lo había solicitado. De repente veía la película y decía: “Si has puesto mi nombre en diferentes sitios”. Y te adelantaré que todo el equipo de la película aparece, pero transformado en algún animal. Incluso aparecen personajes muy importantes de Nueva York, como Spike Lee, Madonna, Martin Scorsese, lo que pasa es que no son fáciles de identificar. Es una cosa de juego.

Viene de recibir el premio Platino, ¿qué tanto le pesan tantos premios que ha ganado?

Los premios son promoción de la película. El ego del director en su naturaleza es grande, no hay que alimentar más el ego del director. Cuando tú eres un guionista-director como yo, que he hecho cuatro películas, con total libertad, mi ego es grande. Los premios, lo que son promoción. Y eso es importante. El Platino seguro será importante para que en Iberoamérica tenga más éxito mi película.

El filme en español se llamó Mi amigo Robot, en inglés toma el título de la novela gráfica Robot Dreams. ¿Cuáles son los Berger Dreams?

Los Berger Dreams. El más importante es llegar al público, conectar. Para mí, lo que está sucediendo en México es un sueño; de todos los países donde se ha estrenado Robot Dreams, donde más lo han abrazado es en México, de momento. Y volviendo a mis sueños. El sueño mío es seguir haciendo películas, pero sobre todo sorprender al espectador con cada película que haga. Y de alguna manera sorprenderme a mí mismo. Si tengo que poner una regla en mi cine es sorprender al espectador y emocionarlo y también divertirlo, porque en el cine hay que divertirse y hacerle pensar al espectador, no olvidemos que el cine es entretenimiento también.

AQ

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José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
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