Hay un consenso generalizado en esto y es que no puede ser de otra forma.
«Creo que lo que habría que hacer con Chilabert es pasearlo por los colegios para que los chicos sepan como era el hombre hace cuarenta mil millones de años.
Primero fue Chilavert, después el mono y luego el ser humano», fue lo que dijo Menotti.
A la muerte de este, Chilabert: «Los monos seguimos vivos y no tenemos hijos drogadictos».
Una vez que ha quedado claro que Menotti acertó, la cuestión que se plantea es lo que habría podido decir de residir en España de alguno de los ministros que nos gastamos en estos últimos años. El caso es que si intento decir un nombre, se me amontonan en la punta de la lengua, acuden todos en tropel, sin faltar ninguno. Todos son Chilabert.
Los ciudadanos deberían sentirse abochornados cada vez que alguno de ellos abre la boca, pero lamentablemente no es así, con lo cual se confirma que el cociente de inteligencia de la sociedad se ha reducido así como que la educación y los buenos modales han dejado de tener interés para un amplio porcentaje de personas.
Es que incluso Chilabert parece muy educado y comedido en relación con cualquiera de los componentes del gobierno, comenzando por quien lo preside.
La duda que surge a continuación es por qué el personal se da cuenta del error grosero de Chilabert, no reacciona igual ante las continuas faltas de consideración de Sánchez, de su evidente mala educación con cualquiera que tenga delante.
Hubo un componente del gobierno que a pesar de su alta alcurnia -era rey de las Cloacas- se presentó en el palacio de la Zarzuela, en visita oficial, vestido de cualquier modo, sin ser desautorizado ni criticado por ninguno de sus compañeros del gobierno.
Ni siquiera Chilabert habría caído tan bajo.
