El hombre del norte (2022), de Robert Eggers

El rey vikingo Aurvandil, conocido como “El cuervo”, vuelve a casa tras una de tantas campañas de guerra y pillaje de las que acostumbra. Le acompaña su hermano Fjölnir, quien no parece mirarle con buenos ojos. En confidencia con su esposa Gudrun, Aurvandil le confía que es hora de preparar a su hijo Amleth, a pesar de ser todavía “un cachorro”, para las tareas reales y la sucesión, lo que significa someterle a todo un ritual. Pero la traición dejará a Amleth solo e indefenso, de modo que huirá a la tierra de los Rus. Pasados los años simulará ser un simple y forzudo esclavo para ejecutar su venganza, que el destino tiene preparada para él. Logrará para ello la complicidad de la esclava Olga.

No es la primera vez que el cine aborda la historia que está detrás de “Hamlet”, genial obra de teatro de William Shakespeare, en 1994 Gabriel Axel entregó La verdadera historia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca, partiendo también de los anales del historiador medieval danés Saxo Grammaticus, lo que se combina con abundantes elementos de la mitología nórdica. Es como si después de la cristianización shakespereana de la historia legendaria original, ahora, en los tiempos que corren, se retornara a la paganización de antaño, donde todo es más brutal y se hacen presente la magia y los oráculos. De este modo Robert Eggers, que se ha hecho célebre con dos filmes, La bruja y El faro, se abona a la moda actual, sobre todo en series, de los vikingos, con una trama que encaja bien con sus trabajos previos, pues sigue bebiendo del folclore mirando al pasado con personalidad, y presentando a personajes que aunque puedan experimentar el amor, al final se dejan arrastrar por sus sentimientos más primarios. Y el de la venganza, el hacer pagar con creces a los demás el daño que nos han hecho, es por supuesto uno de los más arraigados en el ser humano. Todo ello con sexo y violencia estilizados, elegantes, diría algún finolis.

Visualmente, El hombre del norte es una película potente. Eggart, con su director de fotografía Jarin Blaschke, ha sacado todo el partido a los parajes de Islandia e Irlanda del Norte donde se ha rodado. Y entregan muchas escenas de acción que dejan sin aliento, especialmente el ataque a una aldea rodado en un plano secuencia muy bien coreografiado. La ambientación, las cabañas, las armas, el vestuario, nos retrotraen realmente al medievo nórdico. No faltan pasajes brujeriles y de danzas que, según gustos, como el mío, pueden resultar cansinos.

De todos modos, narrativamente, la película tiene unos cuantos agujeros y caídas de ritmo. Así, el arranque es demasiado predecible, lo que hace que cueste entrar en la historia. Y el último tramo cae en ese error horrible que consiste en tener la sensación de que la película está concluyendo para que de pronto, de un modo no muy logrado, se prolongue la narración con un segundo final, que quiere ser memorable, un combate épico en las puertas del infierno nada menos, y que recuerda a 300. Por supuesto, tiene gracia la inclusión de pasajes con ecos de la obra de Shakespeare, especialmente en la escena de alto voltaje que comparten Alexander Skarsgård y Nicole Kidman, hijo y madre en el film.