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Nunca nadie representó el Holocausto con tanta crudeza, rigor y emotividad como lo hizo Steven Spielberg en 'La lista de Schindler'. Una película que dejó a un lado las estadísticas y se centró en las personas. En sus historias, en lo que perdieron, en lo que sufrieron. Millones de vidas sentenciadas a la muerte o la miseria durante este infame genocidio de la Segunda Guerra Mundial, que nunca deberíamos olvidar del todo. El cineasta supo calibrar el horror con la esperanza, la tiranía con la solidaridad de un empresario alemán que salvó a miles de judíos de acabar en campos de concentración, y en cuya gesta se centra el grueso de esta historia. A él se refiere una de sus frases más célebres:

Quien salva una vida, salva al mundo entero.

El filme se estrenó en España un 4 de marzo de 1994, hace justo 25 años. Y, con motivo de ese aniversario, 'La lista de Schindler' se ha vuelto a estrenar de forma limitada en las salas de cine españolas, para vivir en pantalla grande la amargura del episodio más oscuro de la historia mundial reciente. Para celebrar también este cuarto de siglo, dedicamos la 16ª entrega de nuestra serie de mejores escenas del cine a una de las más significativas de su metraje. Aquella que le dio su imagen más icónica: una niña, en mitad del blanco y negro, vistiendo un abrigo rojo. Una pequeña nota de color entre la oscuridad más profunda. Analizamos no sólo el significado de ese detalle, sino también todo el peso de la escena en el que lo vemos por primera vez.

ANATOMÍA DE LA ESCENA

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Desde una colina cercana, subido a un caballo y con el símbolo nazi colgando de la solapa de su americana, Oskar Schindler (Liam Neeson) observa lo que ocurre en las calles de la ciudad. Su mirada es la nuestra: la de la distancia, la del horror más profundo. Nuestra calidad de 'voyeurs', de espectadores observando tragedias ajenas, es encarnada ahora por el protagonista de la historia, que parece petrificado. La cámara pronto nos ofrece el contraplano y entonces entramos de lleno en lo que ocurre. Las calles están siendo saqueadas, los habitantes del gueto judío están siendo masacrados. Se oyen gritos, disparos, lloros. No hemos pisado aún un campo de concentración, pero Spielberg ya nos está acercando al horror.

El plano se mantiene alejado, jugando a la subjetividad del protagonista. Esto es importante: el cineasta quiere que seamos conscientes de que esta es su mirada, y no la del narrador. Y lo quiere así porque este es el momento en que Schindler entenderá que no puede quedarse de brazos cruzados, no mientras haya algo que él pueda hacer. El punto de inflexión llega con una de las pocas notas de color de la cinta, rodada en blanco y negro: el abrigo de una niña. Desde esa distancia prudencial, la vemos caminar sola por la calle. La música sube, y oímos un coro de niños. Su canto, entre angelical y melancólico, intenta sobreponerse a los gritos y los disparos, pero es en vano. Así que conviven, igual que lo hace la pequeña recorriendo la calle mientras cuerpos sin vida se amontonan en el arcén y los que aún viven sostienen maletas e intentan huir a algún otro lugar.

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Universal Pictures

Volvemos a la imagen de Schindler (y de su compañera, completamente compungida) en un par de ocasiones. Spielberg nos recalca la importancia de la perspectiva, una que estamos a punto de perder momentáneamente para ver más de cerca los horrores del genocidio. Ahora vemos a la niña del abrigo rojo más cerca, caminando entre los soldados como si fuese invisible, como si representase algo más que una simple víctima más en todo este entuerto. Es algo que parece confirmarse en el siguiente plano, donde la vemos en la calle paralela de nuevo sola, de nuevo pasando inadvertida entre la multitud. De nuevo resplandeciendo con su abrigo rojo. Al volver al protagonista, algo ha cambiado: su caballo está inquieto, y obliga al plano a desestabilizarse. No es baladí: su conciencia está, de hecho, desestabilizándose. Está entendiéndolo todo, y no le gusta. Sigue a la niña con la mirada, intentando no perderla, porque quizás es el único que la está viendo.

Es curioso cómo el cineasta atrae nuestra atención -también la de Schindler- hacia el abrigo mientras a su alrededor están ocurriendo verdaderas atrocidades. No es hasta un visionado más atento que prestamos atención a las personas que están matando a sangre fría por las esquinas y las maletas que vuelan desde las ventanas. Spielberg nos lo pone más fácil a continuación: la niña pasa a un segundo plano, aún visible, mientras un soldado alemán mata a cinco hombres de un solo tiro, y remata a los dos siguientes sin pestañear. La música sigue sonando, fuerte, triste, incluso cruda. La mujer, a punto de llorar, le ruega que se vayan, y sale del plano. Pero Schindler se queda un poco más, hasta ver cómo la niña encuentra una puerta por la que meterse mientras decenas de personas están siendo colocadas en camiones que les llevarán a lugares como Auschwitz. El personaje deja la escena, y el rojo desaparece del abrigo de la niña, que se esconde debajo de la cama como si, ahora que ya no tiene el color encima, pudiesen verla los soldados.

¿Qué significa esta nota de color en una película en blanco y negro? El mismo Steven Spielberg ha contado en alguna ocasión que fue algo simbólico: del mismo modo que es evidente la presencia del rojo en la escena, era evidente que el Holocausto estaba sucediendo ante los ojos de Europa. El cineasta quería usar ese detalle para criticar cómo los países vecinos, desde Reino Unido hasta Francia, miraron hacia otro lado cuando el pueblo judío estaba siendo masacrado. En el libro 'Steven Spielberg: A Retrospective' de de 2012, escrito por Richard Schickel, asegura:

"Estados Unidos, Rusia e Inglaterra sabían todo lo que estaba sucediendo, y sin embargo no hicimos nada al respecto. No asignamos ninguna de nuestras fuerzas para detener la marcha hacia la muerte, la marcha inexorable hacia la muerte. Era una gran mancha de sangre, el color rojo primario visible en el radar de todos, pero nadie hizo nada al respecto. Y es por eso que quise dejar el color rojo en el abrigo".

Junto a ello, es evidente que el abrigo rojo tiene también un uso narrativo: algunas escenas más tarde, Oskar Schindler lo verá en una pila de cadáveres y comprenderá que la niña ha muerto. Y ese es precisamente el último empujón de realidad que necesita para empezar su más que famosa gesta. Más allá del simbolismo con vocación de crítica del director o los recursos narrativos para incentivar el camino del héroe, hay otro significado que parece desprenderse de la imagen: detrás de los números, de la gran masacre, hubieron personas individuales. Niños, mujeres, hombres. Sin la niña, esta escena nos mostraría una imagen general de la tragedia, una amalgama de tiros y violencia.

Con la niña, de alguna manera, vemos sus historias. Les vemos a ellos.

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Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.