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Revista signos
versión On-line ISSN 0718-0934
Rev. signos v.38 n.57 Valparaíso 2005
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09342005000100007
Revista Signos 2005, 38(57), 91100 LITERATURA La impureza: Sus implicaciones en la poesía y las colecciones de Pablo Neruda Impurity and its effects on Pablo Neruda´s poetry and collections
Sergio Holas Universidad de Queensland Australia Dirección para correspondencia Resumen Palabras Clave: Pablo Neruda, impureza, subjetividad. Abstract This paper advances a reading of Pablo Nerudas poetry and collections based on the concept of impurity . The main thesis of this work is that the idea of impurity rises from the effect of proximity between subject and object. This proximity modifies the purity of form due to the coupling between subject and object. Consequently, both the poet and the collector are led in their tasks by the corporeal/incorporeal transformations which this proximity effects upon the body of the objects as well as on subjectivity. Impurity, therefore, plays an important role in both Nerudian poetics and collections. Key Words: Pablo Neruda, impurity, subjectivity.
La cuestión es habitar, no el ser, sino la singularidad, especialmente la alteridad en sus elementos en ella incluidos negativos, inasimilables, para poder refundar otro horizonte ontológico. En este trabajo me propongo explorar el problema de la superación, a través de la exploración de líneas de escape o devenir, de las formas anquilosadas que de tanto repetirse y remitirse para su legitimación al modelo canónico, producen un efecto de molarización y hacen perder el carácter renovador del lenguaje poético, generando un efecto de bloqueo de la singularidad, de tal manera de poder recuperar y cartografiar nuevas zonas de intensidad y de nuevos afectos, que hagan posible establecer otro(s) "agenciamiento(s) de enunciación", es decir, de multiplicar los procesos de producción de la subjetividad1 en la obra de Pablo Neruda2 . De estas zonas de intensidad que se plasman en singularidades, me interesa cartografiar aquellas nuevas zonas (léxicas, enunciativas, temáticas) que Neruda, contestando a la estética del purismo elitista del lenguaje poético de Juan Ramón Jiménez, propone en Sobre una poesía sin purezas (Neruda, 2001). Solo me preocuparé de la respuesta que Neruda da en este prólogomanifiesto al poeta español sin entrar en los detalles de la polémica. Debo resaltar, a esta altura de mi argumento, que utilizo a Juan Ramón Jiménez como un apoyo para despegar mi propuesta, y de ninguna manera es mi intención reducirlo solo a ésta, ya que entiendo la rica variedad de su quehacer poético, sin embargo, para los propósitos que aquí me motivan, jugará el rol de adversidad contra el que se levanta la práctica poética nerudiana de ese momento clave. Neruda y la cartografía de lo impuro La exploración de nuevas zonas de intensidad poética, en Neruda, se correspondería con una renovada mirada del quehacer poético abriéndolo hacia lo impuro, es decir, aquello que constituía, en Juan Ramón Jiménez, desecho o basura indigna del pulcro acto de poetizar, ampliando el quehacer poético hacia la materialidad del mundo sin que prácticamente nada quede fuera de su quehacer. Pero, ¿qué hacemos emerger cuando utilizamos la palabra impuro? Para tratar de responder a esta pregunta me remitiré, antes de intentar cualquier otra afirmación, al concepto de lo puro, que según la primera acepción del Diccionario de la Lengua Española está:
Lo puro enfatizaría, entonces, la ausencia de mezcla, por tanto de contacto entre dos diferentes cosas. De acuerdo con esta lógica lo impuro sería resultante de roces con alguna "materia que, en una sustancia, deteriora alguna o algunas de sus cualidades" (RAE, 1992: 149). Se desprende de estas definiciones que lo puro estaría acotado dentro de ciertos límites claramente establecidos para salvaguardar esa pureza. Emergencia de la impureza En 1935, en Madrid, Pablo Neruda publica la revista Caballo Verde para la Poesía y para los primeros cuatro números de los cinco que alcanzaron a salir (Neruda, 2000), escribió importantes prólogos en prosa poética, especies de manifiestos, en los que explora aspectos relacionados con su concepción de lo que constituye a la poesía. Me interesa aquí revisar el primero, aunque comenzaré por ponerlo en el contexto histórico en el que toma lugar. El propio Neruda dice:
Neruda publica estos números de la revista en los seis meses previos al inicio de la Guerra Civil Española. Estos prólogos definirán el cambio más importante en el dispositivo enunciativo de la voz poética, cambio que ya se veía tomar forma en su práctica inmediata y anterior a la guerra misma. Neruda, en consecuencia, ya estaba en el camino del cambio y cuestionaba el modelo enunciativo solipsista al que había llegado en su navegación por los mares del Oriente y el individualismo existencialista de esta experiencia de la soledad presente en sus dos primeras Residencia en la Tierra (1999). Hacia una estética que es también ética Pero no todos perciben esta impureza. Otros, simplemente, la dejan fuera de la ciudad letrada, puesto que se alinean ideológicamente del lado de los procesos de molarización y territorialización de la ideología capitalista, que permea a cierto tipo de poesía con su afán de purismo, separando ética de estética, aspecto característico del arte5 en la modernidad europea, puesto que actualiza la comercialización del arte y lo hace circular solo como objeto de placer estético, negándole así cualquier implicación ética. El arte produce placer inmediato, gratificación instantánea, pero no transforma al sujeto (no hay, en la circulación capitalista, proceso de molecularización que dure) y no sirve para cambiar la vida, dejándonos instalados en el mismo horizonte ontológico de siempre, es decir, en la rutina del espectáculo. Habitar la quietud para percibir la impureza La impureza, sin embargo, solo puede ser percibida en un momento de quietud, de descanso del trabajo, ya que durante este resaltan las huellas que el paso del tiempo, la energía de vida gastada, deja impregnadas en el objeto. Los instrumentos resultan así humanizados y se constituyen en una especie de continuidad del cuerpo social. Este nuevo agenciamiento enunciativo permite vislumbrar las uniones que hacen emergente el mundo de la cultura en el que vivimos. Me parece que es justamente esto lo que le constituye en un ser cuya percepción habita allí donde nadie más lo hace: reuniendo lo que aparece, a simple vista, como separado y dando figura a un universo discontinuo. ¿No ha sido esta la función fundamental del arte a lo largo de la historia, no solo Occidental? Contra el mundo de la fragmentación a que el trabajo en el capitalismo nos lleva, el poeta vislumbra los puentes, los lazos, los encadenamientos que unen al trabajador con su herramienta y su obra: el universo de la cultura en la que vive. Contra la fragmentación ideológica que quita poder al trabajador, el poeta percibe y observa cuidadosamente el universo de los objetos, para rescatar del olvido aquello que ha sido declarado impuro por los que nombran la ley poética: "es muy conveniente, en ciertas horas del día o de la noche observar profundamente los objetos en descanso" (Neruda, 2001: 381). La quietud, ese observar desde la distancia temporal, cuando el objeto está en descanso de las labores del trabajo, hace posible percibirlo en toda su condición y rescatar la impureza para la percepción. Habitado por huellas y zonas de indefinición Es, por tanto, trabajo del observador8 el recuperar las huellas del esfuerzo humano presentes en los objetos de la cultura, es decir, en los objetos producto del quehacer humano. Pero, además, la percepción de esas marcas se traduce en "una atracción no despreciable (del poeta) hacia la realidad del mundo" (Neruda, 2000: 381), en un deseo de volcarse hacia esas huellas inscritas en la materialidad por el trabajo del otro. Esta atracción abre infinitas zonas de intensidad en el cuerpo de la cultura para la exploración poética. Si usara aquí la metáfora del cuerpo para nombrar a la cultura, entonces podría afirmar que Neruda es un enamorado del cuerpo, de la materialidad de ese cuerpo que llamamos cultura y que por ello deseó poseerlos y coleccionarlos. ¿No es esto lo que está en el corazón del coleccionista? Es el amor por esos objetos y, por ende, su amor por la cultura lo que me permite afirmar que Neruda es como un detector y colector de zonas de intensidad y de huellas del trabajo humano. Que lo que interesa en el objeto es la huella misma, la impureza, el rastro fantasmático del trabajo y del viaje de la vida impregnada en el objeto. Neruda, como colector, está apasionado por esa impureza presente en los objetos: colecciona esos fantasmas. Esa impureza que resalta ante la percepción del poeta es aquello que este lee allí: la historia invisible del acoplamiento y de las continuidades entre trabajador y herramienta, ya que de este encuentro emerge el mundo humano. La impureza, por tanto, es la marca que dejan los trabajos y los días. En este sentido, el poeta puede recoger en su poesía las "huellas salpicadas por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley" (Neruda, 2001: 381). Coleccionar: El Objeto y la Cosa Refiriéndose a la actividad de coleccionar, Lacan (1992) argumenta, en su clase magistral sobre "El Objeto y la Cosa", que en el objeto colectado hay una Cosa que gatilla el deseo de poseerlo, ya que y ejemplifica con una anécdota acerca de una colección de cajas de fósforos que poseía el poeta Jacques Prevert "el colector encuentra su motivo en esta forma de aprehensión que concierne menos a la caja de fósforos que a la Cosa que la subsiste" (Maturana & VerdenZöller, 2003). Para los propósitos de esta interpretación, la Cosa es, en efecto, esa huella de la impureza humana, y el deseo que gatilla es la constante necesidad que Neruda tiene de poseerla: el motivo diría Lacan que activa la necesidad de aprehender, de asir el objeto. El objeto estaría habitado por esta huella que deja su trabajo, la que configuraría aquella Cosa que lo hace deseable. Pero, esta Cosa no es algo que lo supera, sino que es consecuencia de la interacción/acoplamiento entre objeto y trabajo. Esta interacción es la huella que deja el trabajo, es el vestigio de la energía de vida gastada en la producción de los objetos que levantan el mundo de la cultura. Se continúa de este argumento que el colector, el poeta, es aquel que la percibe cuando, tanto el objeto como el trabajador, descansan de la rutina que vela toda posibilidad de percibirla. Contra la pérdida de la capacidad perceptiva que implica la rutina, el colector, el poeta, es aquel que rescata esas marcas de la intensidad. Este es el "magnífico tacto" al que se refiere Neruda, estas las zonas de intensidad en las que se percibe la vida, estos los esfuerzos.
El poeta, por tanto, desarrolla una visión amorosa que es capaz de reconocer aquellas huellas del trabajo, huellas que la poesía pura, de creación de mundos posibles ahistóricos, situados fuera del tiem po, no considera dignas de ser parte de la poesía. No hay amor por el mundo en ella, sino narcisismo. La poesía pura se niega a la percepción de las huellas del esfuerzo que implica el trabajo humano, para ella la poesía se mueve en un espacio depurado de humanidad, es literalmente, inhumano, ya que no reconoce las marcas de esa impureza eliminada de la ciudad letrada. Para Neruda, la poesía impura consistirá en el acto amoroso de rehumanizar la percepción del universo cultural, puesto que trae de vuelta los olores, manchas, sudores, deberes, amores, trabajos, esfuerzos, dolores que nos abren líneas de vuelo hacia esas otras historias de vida. Por ello, en Neruda, los objetos son vistos bajo una nueva luz que hace posible percibirlos como una extensión están acoplados del cuerpo, la inteligencia y la creatividad humana. Neruda se manifiesta así como un humanista, puesto que percibe la continuidad de la actividad y energía de vida humana en el universo cultural que le rodea. Esta capacidad de percibir las impurezas producidas por la actividad, le ha permitido al poeta ver "la constancia de una atmósfera humana inundando las cosas desde lo interno y lo externo" (Neruda, 2001: 381). La impureza resulta del existir en el tiempo, ya que las cosas, como la poesía, están gastadas "como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena, salpicada por las diferentes profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley" (Neruda, 2001: 381). No hay posibilidad de purismos cuando quien usa las cosas las contamina al tocarlas con sus fluidos, secreciones y efluvios. Esta negación, que Neruda opone a la esterilización del mundo de la poesía, constituye una fuerza afirmativa de esas otras huellas e historias, le hace posible demoler los postulados puristas, y así como el universo humano es impuro, así también la poesía es "impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición y actitudes vergonzantes, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos" (Neruda, 2001: 381382). Neruda vuelve a situar la práctica poética en el tiempo humano, es decir, la asienta en la historia y en la intrahistoria. La poesía, en este sentido, comienza ya, con Neruda, a descender de los espacios olímpicos desde los que reinaba indiscutidamente. "Ese magnífico tacto" En la nueva poesía, orientada por el mencionado prólogo manifiesto, entra todo aquello que es tocado por el "magnífico tacto" (Neruda, 2001) de los hombres y mujeres, pues la cultura entera por ende todos sus objetos es depositaria de esas huellas dejadas por:
A modo de breve conclusión puedo afirmar que el poeta, en consecuencia, rompiendo con la clausura de una subjetividad solipsista, se abrirá hacia el afuera para así percibir las huellas del pasaje humano en los objetos que constituyen la cultura, y la poesía tome el lugar que le corresponde entre los quehaceres y las tareas: a saber, el de nombrar aquello que no había sido nombrado hasta ese entonces: lo impuro, puesto que esto es huella de ese "magnífico tacto" de los hombres y mujeres, que hacen emergentes y edifican, con su actividad, las culturas. Líneas de amor o la poesía como devenir Neruda hizo emergente este mapa de otros quehaceres poéticos. Estas nuevas avenidas ayudaron a que la poesía volara lejos del sitial de la ciudad de los muertos hacia otros mundos no actuales (pasados y futuros), pero deseados, y nos enseñó que no debemos fidelidad a las "formas de la sierpe" puesto que el lenguaje en general, y el lenguaje poético en especial, operan produciendo como lo señalaran Deleuze y Guattari "transformaciones incorporales" (Deleuze & Guattari, 1994: 85) en el mundo. Se trataría entonces, como también lo indican los epígrafes de Deleuze y Neruda a este trabajo, de abrir líneas de transformación que nos permitan habitar otro(s) horizonte(s) ontológico(s) más allá del ser o de este a priori que llamamos sujeto, puesto que el quehacer poético constituiría una extensión del amor hacia aquello que no es actual, pero sí posible. De esta manera, Neruda cuestiona las formas anquilosadas de lo actual y sus paralizantes instituciones, para abrir líneas de escape hacia una comunidad futura que aún no toma lugar, pero que el gesto de amor de la obra poética de Neruda nos permite concebir como posible.
NOTAS 1 Utilizo las categorizaciones de Guattari (1989). David Cooper dice, en el "Glosario de esquizoanálisis", obra que antecede a los estudios de Guattari (1989), que para este autor "la subjetividad no está aquí considerada como cosa en sí, esencia inmutable. Tal o cual subjetividad existe según el o los agencement de enunciación que la produzca o no (eg. el capitalismo moderno a través de los medios de comunicación y de los equipamientos colectivos, produce un nuevo tipo de subjetividad en gran escala). Detrás de la subjetividad individual conviene describir lo que son los verdaderos procesos de subjetivación" (Guattari, 1989: 30). 2 He tomado a este poeta por razones de espacio solamente, ya que debe también en propiedad incluirse a Pablo de Rokha y Nicanor Parra, entre otros. Pablo de Rokha publica en 1922, Los gemidos, el texto más vanguardista en materias de renovación, tanto en la forma como en los contenidos, del lenguaje poético heredado del Modernismo rubendariano. Se debe recordar que por ese entonces, hablo de 1922, Neruda aún no había publicado su primer libro, Crepusculario (1923), ni tampoco sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), y que, en consecuencia, Los gemidos surge, desde la distancia de estos 80 años desde la que lo leo, como un texto clave en la apertura y exploración de nuevas zonas de intensidad e impureza incorporadas al lenguaje de la poesía. En Parra la línea de escape antipoética es también una exploración de lo que ha sido desechado por aquellos que articulan el canon poético, e implica la incorporación de nuevas zonas de intensidad relacionadas con la cultura popular y el lenguaje coloquial en todas sus formas, a saber, el juego, el chiste, el garabato, el trabalenguas y otras formas del habla cotidiana. 3 Esta imposibilidad de continuar refiriéndose a la realidad, que emerge con la Guerra Civil Española, como si "aquí no pasara nada", y con el lenguaje de una comunidad que coexiste en armonía, ha sido ampliamente estudiado con relación a la 2ª Guerra Mundial por Adorno. Esta situación es también pertinente a la vivida durante la dictadura chilena y la poesía escrita durante y después de ésta. Esta crisis del lenguaje, en su capacidad de dar cuenta de los horrores de la realidad del odio, ya que ha sido usado como un instrumento de justificación de los modos de la noche y el infierno, ha tenido algunos ejemplos importantes en Chile y por razones de pertinencia, nombraré solo algunos trabajos que me parecen los más relevantes, como: Millán (1987); Lihn (1983); Parra (1996, 2002); Moltedo (1999); Hernández (1991); y Salvatierra (2004). 4 En el momento presente, este asunto de la separación de las esferas que constituyen la realidad se asienta en la necesidad de capturar institucionalmente los quehaceres humanos. En Europa y los países del así llamado Primer Mundo, el capitalismo ha logrado dar una articulación fosilizante a la actividad artística a través de impartir becas para la creación, las que en manos de burócratas devienen industria negándosele toda capacidad de autocrítica, ya que la autocensura moldea el producto resultante de acuerdo a los parámetros establecidos por la industria editorial. Como consecuencia, arte y estética son esferas que no se tocan entre sí. Y el arte deviene, por tanto, diseño, decoración o mero entretenimiento (léase el caso del cine comercial de Hollywood). 5 Concha y dem Bussche (1971) habla del "Eco de un canto colectivo", aunque no desarrolla este problema al nivel de la enunciación, sino que hace más bien una lectura biográfica de la trayectoria de Neruda. 6 El aparente triunfo de un modelo por sobre el otro no ha significado, sin embargo, el término de las condiciones que llevaron a la formación de la dicotomía, por el contrario, el capitalismo tardío acentúa la división de las condiciones que hicieron posible el surgimiento de líneas de fuga y de otros agenciamientos colectivos que busquen abrir otras dimensiones de puesta en existencia hacia nuevos horizontes ontológicos. 7 Sobre el concepto de werkén ver Chihuailaf (1999). 8 Dice Guattari (2000: 28), refiriéndose a la edad de la desterritorialización capitalística de los saberes que "el atolladero subjetivo del capitalismo de la crisis permanente (el Capitalismo Mundial Integrado) parece total. Sabe que las voces de la autorreferencia son indispensables para su expansión y, por consiguiente, para su supervivencia; pero todo lo lleva sin embargo a trabar su proliferación. Una suerte de Superyó la gran voz carolingia solo sueña con aplastar estas voces, reterritorializándolas en sus imágenes arcaicas". Concha, J. & von dem Bussche, G. (1971). Pablo Neruda. Concepción: Universidad de Concepción. Deleuze, G. & Guattari, F. (1994). A thousand plateaus. Capitalism & schizophrenia. London: Minnesota University Press. Dirección para Correspondencia: Sergio Holas Véliz (sergioh@Uq.edu.au). Tel: (617) 3365 2681. Fax (617) 3365 2798. School of Languages and Comparative Culture Studies, The University of Queensland. Brisbane Qld 4072, Queensland, Australia. Recibido: 20 de abril de 2004 Aceptado: 26 de octubre de 2004 |