El olvido del drama de Leningrado en el cine

El olvido del drama de Leningrado en el cine

A pesar de ser uno de los episodios más dramáticos y heroicos de la Segunda Guerra Mundial, son escasos los títulos que han abordado el interminable Sitio de Leningrado en la gran pantalla. El proyecto de Leone se vio truncado por su repentina muerte

El olvido del drama de Leningrado en el cine (Mikel Navarro)

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Es una pena que el cine, hoy en día, no haya rendido cuentas a este terrible episodio de la historia. A pesar de un puñado de títulos, bajo mi punto de vista, el séptimo arte todavía no ha hecho justicia a la ciudad de San Petersburgo. Parece que a Hollywood no le ha interesado del todo la espeluznante y cruda realidad que padeció la segunda ciudad más grande de Rusia en aquel oscuro final de la Segunda Guerra Mundial. Hay títulos destacables pero los amantes del cine y la historia esperamos más largometrajes sobre los últimos días de la contienda en aquel cerco de Leningrado. En contraposición, la ciudad de Stalingrado sí que ha sido tratada en la gran pantalla con más decoro y atención con películas como Stalingrado (1993) o la taquillera Enemigo a las puertas (2001) con los estupendos Ed Harris y Jude Law.

Fotograma Enemigo a las puertas

Fotograma de la película Enemigo a las puertas (2001), de Jean-Jacques Annaud. Foto: Album.

'Leningrado'

Es el título rotundo de la película dirigida por el ruso Aleksandr Buravsky en 2009. Un film más dramático que bélico que coloca al espectador en el centro del padecimiento de una población en guerra contra el enemigo y contra el hambre. El frío ya es un elemento más de la cotidianidad de la barbarie, los bombardeos, el asedio, la enfermedad y el aislamiento, tanto físico como moral, son las pautas a seguir por el guionista y director Buravsky.

El arranque es un estallido de bombas y trincheras, de soldados que están dispuestos a morir por su patria y de otros que prefieren retroceder por el miedo al enemigo, por el temor del cerco al que están sometidos y por la incertidumbre de su propio devenir. Ruido, metralla y confusión son los ingredientes de los primeros compases de la película. Bajo el fuego de balas, humo, barro y pólvora, una chica se erige con fuerza con una energía que realza su idealismo y su romanticismo casi febril. Se llama Nina y trae un mensaje de suma importancia.

A partir de estos primeros minutos bélicos la acción decae y la excusa argumental para que nos centremos en el filme girará en torno a una periodista inglesa llamada Kate que queda atrapada en la ciudad y a la que ayudará la valiente Nina. Mira Sorvino interpreta a una reportera en apuros que descubre la cruda realidad de los peores días de Leningrado. La actriz ganadora de un Oscar a Mejor Actriz de Reparto por Poderosa Afrodita (1995) aparece en este film algo perdida y desubicada en una cinta en la que no parece sentirse cómoda. 

Sin embargo, sí que completan la lista de actores una serie de intérpretes que están a la altura de las circunstancias narradas, como Gabriel Byrne, recordado por El fin de los días (1999) y por la magnífica serie italiana Zero Zero Zero (2019); la actriz Olga Sutulova o Aleksandr Abdulov. Aunque a mi juicio el actor más destacable, como ha demostrado en otras ocasiones, es el intérprete Armin Mueller-Stahl, inolvidable por La caja de música (1989) dirigida por Costa-Gavras y que destacó especialmente en su rol de nazi cruel y asesino que es defendido por su hija abogada Jessica Lange ajena al pasado de su despiadado padre. Otro título destacable del actor nonagenario es su papel en Shine (1996) por la que fue nominado a un Oscar.

La caja de música

Una escena de La caja de música (1989) dirigida por Costa-Gavras y en la que destacó especialmente Jessica Lange en un papel en que defendía a su padre, un nazi cruel y asesino. Foto: Album.

Una gran mujer (Beanpole) (2019) es una película de grandísima calidad, aunque propiamente dicho no sea una cinta sobre la acción bélica, pues está ambientada en los días posteriores al final de la propia guerra. El filme nos adentra en una ciudad completamente destruida después de la Segunda Guerra Mundial. El director Kantemir Balagov escribe junto a Aleksandr Terekhov el guion de un Leningrado de posguerra desprovisto de los cimientos físicos, psíquicos y morales de una población completamente en ruinas. Dos mujeres llamadas Iya y Masha tratarán de reconstruir sus vidas y la propia ciudad de la que forman parte. Una recomposición compleja, llena de sufrimiento y necesidad.

La película contiene unos planos maravillosos que parecen lienzos en movimiento con unas tonalidades ocre y pastel que conjugan a la perfección la claridad con el realismo en el que se envuelven las acciones. La fotografía es muy cuidada y brilla en plenitud haciendo del nuevo cine ruso un esperanzador canto a ese equilibrado virtuosismo estético del que se nutre, además, para ahondar en la profundidad de los personajes a los que dota de una complejidad absorbente. El director Kantemir Balagov de tan solo 29 años tiene por delante una prometedora carrera cinematográfica. La reflexión de lo que nadie habla o los historiadores dejan un tanto de lado es lo que queda después de la guerra, y esa es otra batalla que muy pocos relatan, después de las armas llega la paz, la paz del abandono y la miseria, la desnutrición del alma.

Una gran mujer fue galardonada en diferentes festivales, destacando especialmente en Cannes con el premio Un Certain Regard a la mejor dirección en 2019. Además, la actriz Viktoria Miroshnichenko destacó en diversos certámenes gracias a su magnífica interpretación, y ello le valió incluso la nominación a Mejor Actriz en los Premios del Cine Europeo. En 2020, además, el largometraje fue premiado por la Asociación de Críticos de Los Ángeles.

Beanpole

Una escena de Beanpole (2019), de Kantemir Balagov, que muestra la crudeza del Sitio de Leningrado. Foto: ASC.

Una gran mujer es una buena película, pero los amantes de la historia sentimos todavía un gran vacío de contenido respecto a las acciones puramente bélicas en la dramatización de lo que fue aquella terrible batalla. El interminable cerco de los 900 días y la pesadilla de lo que se vivió durante los años 1941 y 1944 requiere una superproducción con medios económicos a la altura de las circunstancias de semejante episodio de la historia contemporánea.

La película que nunca se hizo: El Leningrado de Sergio Leone

Si hablamos de los 900 días y de películas sobre la contienda que echamos de menos, hay una que podemos tildar incluso de mesiánica y de eternamente esperada: Los 900 días: el sitio de Leningrado, el filme que nunca realizó Sergio Leone, proyecto en el que el director italiano estaba inmerso hasta que llegó su repentina e inesperada muerte en 1989. Fecha en la que el propio Leone anunciaba su propósito de realizar una película sobre el sitio de Leningrado, que era su gran sueño, algo que el gran público prácticamente desconocía y desconoce incluso hoy en día.

El director romano había quedado prendado del libro de Harrison Salisbury con dicho título: Los 900 días: el sitio de Leningrado (1969). Al parecer ya había logrado un preacuerdo con la productora soviética Sovexportfilm, que tenía el derecho exclusivo en la extinta Unión Soviética para distribuir sus elegidos títulos patrios. De hecho, a pesar de que la intención de Leone era una coproducción italosoviética, ya estaba empezando a ser algo complicado intentar acercar posturas en aquellos primeros compases. Además, corría el año 1989 con la Perestroika y el derribo del muro de Berlín en el horizonte, en noviembre de ese mismo año. 

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Alemanes subidos al Muro de berlín celebran el fin efectivo de la división de la ciudad (31 de diciembre de 1989). Foto: Getty.

Corrían nuevos aires, nuevos tiempos para los rusos y la política internacional con esa guerra fría que ya duraba demasiado tiempo. Un horizonte de profundos cambios, reformas económicas e incertidumbre a todos los niveles hacía que el proyecto de Leone no fuera algo a tener en cuenta como una prioridad. El mes de enero de 1989 se presentaba ilusionante para Sergio Leone pero, lamentablemente, la tragedia llegaría pronto: aquel ataque al corazón acabaría con los deseos del director italiano, que moría con 60 años a finales de abril.

El cineasta estaba obsesionado con Leningrado, incluso no paraba de repetir que tenía en mente un plano secuencia inicial que haría las delicias de los espectadores. Dicho plano secuencia lo describía el director con profusión: comenzaría en un gran salón de actos en donde estarían unos músicos ensayando de forma y manera cotidiana. En un momento dado uno de esos músicos guardaría cuidadosamente su instrumento y a continuación se dispondría a salir a la calle. La cámara lo seguiría por una avenida en ruinas y tomaría un tranvía hasta llegar a un edificio en donde le aguardaba una mujer. Sería en ese momento cuando la pareja se abraza ría intensamente y la cámara, poco a poco, se iría alejando de la romántica y a la vez inquietante estampa, puesto que más de 1.000 tanques se verían muy cerca de la orilla del río. Al parecer, habría cierta referencia a Dmitri Shostakóvich, el genio que, atrapado en la ciudad, compuso su Séptima Sinfonía, titulada Leningrado, todo un himno para la resistencia rusa.

Con la idea de que el protagonista fuera uno de sus actores fetiche, Robert de Niro, no cuesta imaginar que la banda sonora correría a cargo del sublime Ennio Morricone, que además era íntimo amigo desde la infancia, al haber coincidido en el colegio. De Niro sería un fotógrafo atrapado en la ciudad, un hecho que recuerda el papel de Mira Sorvino en la Leningrado de 2009 dirigida por Aleksandr Buravsky. 

El director italiano Sergio Leone

El director italiano Sergio Leone. Foto: Getty.Getty Images

Parece ser que el peso de la historia es una losa para el cine y, de una manera u otra, no se ha podido trasladar a la gran pantalla este singular asedio de la antigua ciudad de Petrogrado. La única realidad es que nos quedaremos sin ver aquel filme con el que un día soñó Leone. Quién sabe, pero casi seguro que nos habría regalado esos primeros planos mantenidos al fragor de la batalla, esos ojos hinchados, esas moscas que se posan en la cara, o esos rostros ajados en duelos prolongados e infinitos, una liturgia que corresponde al ritmo que proporciona el honor ya perdido. O tal vez hubiera evolucionado el film hacia nuevas técnicas narrativas, hacia nuevos impulsos… Largometrajes intensos y muy bien narrados al estilo de su Érase una vez en América (1984), un cuento americano que amaba y dejó en nuestra retina escenas inolvidables. Pero a Sergio le faltaba el cuento ruso, nos falta a todos un Érase una vez en Leningrado que seguro hubiera sido mucho más desgarrador, con secuencias marcadas a fuego en nuestro corazón, en el corazón gélido de Leningrado.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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