Sin tiempo para morir

Pues eso, después de "Skyfall", creo que esta es la mejor de las películas del Bond de Daniel Craig. Primeramente tenemos la escena pre-creditos más larga y elaborada de ninguna película de 007, larguísima y que muestra muchas claves para entender la historia después. Luego está genial ver algunas facetas que nunca esperaba ver en James Bond, pero de una forma en mi opinión relativamente satisfactoria, elaborada durante varias películas y que al final le dan otra dimensión totalmente desconocida al personaje.
Lo peor de la película para mí fueron los antagonistas, ninguno nada que ver con Bardem (el mejor de esta era) y ni siquiera rescatar alguno de películas anteriores arregla nada en mi opinión... Hasta los antagonistas secundarios resultan absolutamente prescindibles, caricaturescos y poco memorables.
Eso sí, el arma que está en juego creo que debe ser la más poderosa a la que ningún 007 haya tenido que enfrentarse... Y se nota en el final.
En resumen, una buena película de Bond.

Daniel Craig se despide a lo grande de este personaje que, cuando se ha estrenado esta película, ya lleva 60 años de existencia. Y aunque no sea una película perfecta, para mi gusto cierra de forma muy satisfactoria esta etapa.

Lo cierto es que al principio tenía mis dudas. La forma narrativa de Cary Joji Fukunaga no es como la de Sam Mendes, para bien o para mal. El film no sigue la estructura habitual, ni de la saga ni de las otras de Craig, tardando mucho en arrancar y dejar escuchar el tema de Billie Eilish con unos títulos de crédito tan espectaculares como siempre.

Seguimos teniendo un argumento trabajado que no es una mera excusa para poner a Bond a disparar y correr. Aquí hay enjundia dramática y de espionaje internacional, y diría que hasta más que en las otras cuatro. Se desarrolla el perfil más humano de 007, y el entramado de Spectra y el nuevo villano, así como las localizaciones, me parecen estupendos.

Pero las de Craig también pecan de una cierta falta de ritmo en comparación con los 007 anteriores. Sigo teniendo la sensación de que hay menos acción de la que el personaje se merece, pero también es verdad que se trata de una película larguísima en la que han dejado tiempo para todo, incluso para tremendas sorpresas que aquí no conviene desvelar.

Pero en general no aburre nada de nada, y el tramo final es épico. La acción sigue siendo convincente y relativamente realista, y nos deja buenos momentos como por ejemplo la secuencia en Cuba con la explosiva Ana de Armas, que desgraciadamente sale poco.

El villano es Rami Malek, un actor excepcional que encarna al malo más cruel de esta última etapa. Pero no me gusta que tarde tanto en aparecer. Su personalidad nos recuerda a algunos de los mejores enemigos de las fases Connery y Moore.

Hay huevos de pascua de toda la saga. Uno de los más acertados es el uso (sutil al principio, descarado en los títulos finales de crédito) de la canción de Louis Armstrong que se escuchaba en “Al servicio secreto de su majestad”.

Hans Zimmer se contiene en sus más recientes experimentos de sintetizador y ofrece una banda sonora sinfónica clásica como la copa de un pino.

Todos los personajes secundarios me han gustado, incluso la nueva agente, por supuesto. Aquí se nota que forman todo un equipo. Es la película de Bond en la que está menos solo, personal y laboralmente.

En definitiva, una pura película de Bond, James Bond, con el sello inconfundible de Daniel Craig. Sin embargo, el personaje evoluciona de formas que a los fans más conservadores seguramente no les guste del todo. Pero a mí sí me ha convencido.

¿Quién nos iba a decir que el último Bond de Daniel Craig iba a ser así?
No vamos a hacer spoilers, pero parece obvio, viendo la conclusión de la película, que los responsables de Sin tiempo para morir querían dar un cierre auténtico a la etapa del protagonista de Puñales por la espalda al frente de la saga, y comenzar un ciclo totalmente nuevo con el siguiente actor, que con toda seguridad será negro, asiático o en general no caucásico. Y sin duda lo merece, porque Craig ha sido un gran agente 007. ¿El mejor de la historia? Opinen ustedes.
En este cierre de ciclo, Cary Joji Fukunaga, el excelente realizador de Jane Eyre y coguionista de It, ofrece no sólo un espectáculo de primer orden, que es algo que se presupone de antemano en una cinta de James Bond, sino también, y aquí viene lo sorprendente, un magnífico drama plagado de emotividad. No sólo es que lo que ocurre vaya a arrancar seguro más de una lágrima, sino que los personajes están escritos de forma excelente, y el guión tiene un desarrollo sublime de sus situaciones dramáticas. Ayuda mucho también un reparto inmaculado donde todos sus integrantes brillan. Y es que ojo a la lista, porque poca broma: Ben Whishaw, Ralph Fiennes, Rami Malek, Naomie Harris, Christoph Waltz, Ana de Armas (ya totalmente asentada en Hollywood), Léa Seydoux (la mejor chica Bond en muchos años, junto con otra francesa, Eva Green) y por supuesto un Daniel Craig con la medida cogida a un personaje icónico al que ha dado su sello personal.
Lástima que la película sea tan larga, pero tan sumamente eterna, porque lastra tontamente un resultado sobresaliente que podría haber sido prácticamente perfecto de no ser por esos 20 o 25 minutos que le sobran aquí y allá.
Aún así, un excelente Bond para cerrar una etapa, y una de las mejores películas del año.

Lo mejor: Su emotividad, lo bien escrita que está y lo Fabulosos que están todos los intérpretes.
Lo peor: Es eterna. Le sobran fácilmente 20 minutos.

Sin tiempo para morir. Sin tiempo para rodar. Sin tiempo para estrenarse. La elucubración en torno a la que orbitan la ironía y el doble sentido para adecuar el título del 25° episodio -de los producidos por el clan Broccoli- del agente británico al inclemente via crucis de cancelaciones toca a su fin. Y siendo leal a la tradición de cada fin de ciclo, a esta 'Sin tiempo para morir' no le falta tiempo -de hecho es la película más larga en la historia de toda la franquicia- para no reparar en gastos de acción, un autorreferencial sentido del humor -la mano de Phoebe Waller Bridge se nota, y para bien- o el consabido -por clásico, no por haberlo frecuentado últimamente- abuso del piruetismo y la fantasmada sobre los que no me explayaré salvo para recordar que, como el resto de cualidades antes citadas, ha sido paupérrimo en la época del 007 con la jeta de espárrago y andares de hooligan que se ha atrevido a arrinconar -cuando la etiqueta no le impele a corregir el hábito- el Martini con Vodka en pro de los botellines de Heineken.
Rami Malek empalma la resaca de su rapsodia bohemia confiándose a un villano Bond con megalomanía de manual y aptitud para compatibilizar la teatralidad del Blofeld más icónico de Donald Pleasance con el estoicismo coetáneo al practicado antes que él por predecesores con pedigrí tales como Mad Mikkelsen o Javier Bardem.
Lea Seydoux repite en sus labores de mamandurria inexpresiva mientras se le otorgan 15 minutos -más o menos- de gloria a Ana de Armas para no romper con la tradición de tontuelas adorables a las que en previas aportaciones interpretasen Britt Ekland, Jill St. John o Carey Lowell.
Oh, disculpad por no haber mencionado a la nueva agente 007: es que no me he quedado con su nombre.
El oscarizado ex teclista de Mecano -perdón, si no lo digo reviento- Hans Zimmer se ajusta a los parámetros sonoros de la marca alternando la música incidental con, a falta de un leit motiv estimulante, guiños continuos a los temas compuestos por John Barry para 'Al servicio secreto de su majestad' (1969, Peter Hunt), incluyendo la reutilización del convertido en auténtico tema musical de la cinta que interpretara Louis Armstrong.
En resumidas cuentas. De la aventura pulp de espías surgiste y ahí volverás.

Salgo del cine con el pecho tomado por la melancolía, esa que una vez me dijeron que era la alegría de la tristeza. Y sí, estoy triste porque hoy se acaba de cerrar irremediablemente un ciclo de la saga Bond y, arrastrado por él, de mi historia personal, pero a la vez estoy alegre porque, ya que nada es eterno y todo está destinado a terminar, lo único que podemos pedir es que el final esté a la altura, y eso sí supieron dármelo.

Mi primera peli de James Bond en cine fue "Casino Royale". Me llevó mi padre, fan desde niño de la saga, y fue, a la vez, la última que vi en el cine de mi barrio, que a los pocos meses sufrió el mismo destino que siguieron la mayoría de ellos por esos años. Llegué sin esperar mucho, ya que hasta entonces mi único contacto con el personaje había sido la quemadísima versión de las últimas de Pierce Brosnan, y salí entendiendo porque Bond no es solo un personaje más, sino un símbolo inmortal. Si, hay que reconocer que Eva Green también tuvo su peso en que un chaval de instituto saliera del cine tan maravillado.

Así que, en cuanto salió "Quantum of Solace", ahí fue de cabeza a las salas de una gran cadena ese mismo chaval, ya todo un bachiller que se creía saberlo todo y no tenía ni puta idea de nada. Se notaba que el guión no aspiraba a más que ser otra aventura más de James Bond, pero cumplía perfectamente con este cometido.

Luego llegó la universidad, vivir por primera vez fuera de casa y empezar a conocerse la vida y a uno mismo por las calles de Santiago, y tocó también el aspirar a mucho y no llegar a nada de Mendes con "Skyfall". Salí con una sensación agridulce, pero más resuelto que nunca a volver otra vez al cine cuando tocara: me había dado cuenta de que ver la última de Bond se había convertido en algo más que ver una peli, se había convertido en una tradición. En un hito en el camino de mi vida, un día marcado en el calendario en que pararse un momento a tomar consciencia de como había corrido el tiempo desde la vez que había ido a ver la anterior de la saga y cómo había cambiado mi vida desde entonces.

"Spectre" me pilló dando un paso mayor aún. Ya no era otra ciudad, era trabajar por primera vez y en otro país, geográficamente hasta otro continente, así que cayó en versión original con subtítulos en portugués.

Y hoy, en la sala casi vacía de un cine de pueblo de Salamanca y con una mascarilla en la cara, tocaste tú, "Sin tiempo para morir". Y no puedo hacer otra cosa que dar gracias por un final tan digno. El mejor guión desde "Casino Royale", sin enrevesamientos imposibles de seguir, el mejor secundario con el personaje de Ana de Armas, la cinta en que de forma más natural se ha logrado la fusión entre el Bond clásico de villanos con base isleña repleta de esbirros y los nuevos aires llegados con Craig. Gracias, porque hoy se ha cerrado de la mejor forma posible un ciclo, no solo para Bond y para Craig, sino para mí en lo personal. Porque sé que habrá más aventuras y, si saben aprovechar como debe ser un personaje con tantas posibilidades como es el de Nomi, serán igual de buenas, pero ya serán otro capítulo distinto de nuestras vidas.